3. libro del profeta jeremías

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El Profeta Jeremías El libro de Jeremías es mucho más que una amplia colección de oráculos. Es ante todo una biografía profética que nos habla de la esencia de la vocación profética, nos pone en contacto vivo con la persona concreta de un profeta y nos hace ver su grandeza y su tragedia. La persona de jeremías se perfila en su libro con todos sus miedos, dudas y debilidades a cuestas; pero también con la firme confianza de que sólo Dios puede sostener y dar sentido a una existencia como la suya, aparentemente marcada por la incomprensión y el fracaso. Jeremías nos acerca, como ningún otro profeta, a la verdadera dimensión de la vocación profética, a sus abismos de soledad y abandono, a sus riesgos y desafíos, y a esa fidelidad última a una palabra encendida en sus entrañas que luchará por salir, venciendo todas las decepciones y resistencias. 1. Marco histórico A Jeremías le tocó vivir uno de los momentos más importantes y difíciles de su pueblo: la caída de Jerusalén y el destierro en Babilonia. El largo reinado de Josías (640-609 a. C.) llenó de esperanzas al pueblo. La atención de Asiria estaba acaparada por el resurgir de Babilonia, y esto permitió a Josías disfrutar de cierta paz y recuperar buena parte de los territorios de David. Además, la reforma religiosa que emprendió obtuvo un amplio respaldo popular (2 Re 22-23). Sin embargo, su inesperada muerte en Meguido al oponerse al faraón Necao, que iba de camino en ayuda de Asiria (609 a. C.), frustró las expectativas creadas. Necao destituyó a Joacaz, hijo de Josías, y se lo llevó a Egipto, dejando en su lugar a otro hijo de Josías, Joaquín (2 Re 23,33-35). Este, después de la victoria de Nabucodonosor contra el faraón egipcio en Carquemis (605 a. CJ, se sometió a los babilonios, pero más tarde se rebeló, provocando la invasión de las tropas de Nabucodonosor que cercaron Jerusalén en el año 598 a. C. y la conquistaron en el 597 a. C. Unos meses antes había muerto Joaquín y lo había sucedido su hijo Jeconías. Nabucodonosor lo destituyó y se lo llevó cautivo a Babilonia, dejando en el trono a Sedecías, tío del rey e hijo Libro del Profeta Jeremías 18

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Introducción a los Libros Proféticos del Antiguo Testamento

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Page 1: 3. Libro del profeta Jeremías

El Profeta Jeremías

El libro de Jeremías es mucho más que una amplia colección de oráculos. Es ante todo una biografía profética que nos habla de la esencia de la vocación profética, nos pone en contacto vivo con la persona concreta de un profeta y nos hace ver su grandeza y su tragedia. La persona de jeremías se perfila en su libro con todos sus miedos, dudas y debilidades a cuestas; pero también con la firme confianza de que sólo Dios puede sostener y dar sentido a una existencia como la suya, aparentemente marcada por la incomprensión y el fracaso. Jeremías nos acerca, como ningún otro profeta, a la verdadera dimensión de la vocación profética, a sus abismos de soledad y abandono, a sus riesgos y desafíos, y a esa fidelidad última a una palabra encendida en sus entrañas que luchará por salir, venciendo todas las decepciones y resistencias.

1. Marco histórico

A Jeremías le tocó vivir uno de los momentos más importantes y difíciles de su pueblo: la caída de Jerusalén y el destierro en Babilonia. El largo reinado de Josías (640-609 a. C.) llenó de esperanzas al pueblo. La atención de Asiria estaba acaparada por el resurgir de Babilonia, y esto permitió a Josías disfrutar de cierta paz y recuperar buena parte de los territorios de David. Además, la reforma religiosa que emprendió obtuvo un amplio respaldo popular (2 Re 22-23). Sin embargo, su inesperada muerte en Meguido al oponerse al faraón Necao, que iba de camino en ayuda de Asiria (609 a. C.), frustró las expectativas creadas. Necao destituyó a Joacaz, hijo de Josías, y se lo llevó a Egipto, dejando en su lugar a otro hijo de Josías, Joaquín (2 Re 23,33-35). Este, después de la victoria de Nabucodonosor contra el faraón egipcio en Carquemis (605 a. CJ, se sometió a los babilonios, pero más tarde se rebeló, provocando la invasión de las tropas de Nabucodonosor que cercaron Jerusalén en el año 598 a. C. y la conquistaron en el 597 a. C. Unos meses antes había muerto Joaquín y lo había sucedido su hijo Jeconías. Nabucodonosor lo destituyó y se lo llevó cautivo a Babilonia, dejando en el trono a Sedecías, tío del rey e hijo de Josías. Sedecías dudó entre el sometimiento a Babilonia o la participación en una revuelta general auspiciada por Egipto (Jr 27). Su rebelión final precipitó el desastre definitivo del año 586, con la destrucción de Jerusalén y el exilio de los habitantes más representativos. Los que quedaron en el país, huyeron después del asesinato del gobernador Godolías y buscaron protección en Egipto.

2. La actividad profética de Jeremías

Jeremías era natural de Anatot, pequeña ciudad de Benjamín, cercana a Jerusalén, y procedía de una familia sacerdotal. Recibió la vocación profética el año decimotercero de Josías (627 a. C., véase Jer 1,1), siendo aún joven, lo que sitúa su nacimiento hacia el año 650 a. C. El Señor le exigió no casarse, como signo para sus conciudadanos de que el desastre final estaba a las puertas (Jei- 16). No le agradaba el mensaje que debía predicar (Jer 20,8), ya que provocaba la burla de sus contemporáneos (Jer 15,10; 20,8-10) y, además, le acarreó persecuciones por parte de otros profetas (Jer 29,24-32), sacerdotes (Jer 20,1-6), ministros (Jer 38,4), reyes (Jer 26; 36,26) y parte de la población (Jer 37,11-16; 43,2-3). Esto provocó en él una profunda y prolongada crisis vocacional que queda reflejada en sus "confesiones" (Jer

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11,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,7-18). Son quejas al Señor en un tono entre confidencial y jurídico, por carecer de la asistencia prometida en su vocación (Jer 1,8). Según la cronología tradicional, se pueden distinguir cuatro etapas en la actividad profética de je-remías.

- La primera etapa cubre el tiempo de Josías (627-609 a. C.). A ella se atribuyen gran parte de los oráculos contenidos en Jer 1-6 y una primera redacción de Jer 30-31 (anunciando la restauración del reino del Norte, destruido un siglo antes por Asiria). Jeremías amenaza al reino de Judá con un todavía no identificado "enemigo del norte", como castigo a su infidelidad. A partir del año 622 a. C., año en que comenzó la reforma de Josías, encontramos un período de silencio que dura hasta la muerte del rey (609 a. C.), sin que podamos saber si expresa aprobación, oposición o reservas respecto a la reforma.

- Con la subida al trono de Joaquín, jeremías vuelve a la actividad profética. A partir del M a. C., después de la victoria de Nabucodonosor en Carquemis. Jeremías anuncia claramente el designio divino de sometimiento al rey de Babilonia. El rey Joaquín no lo acepta y persigue al profeta. De esta época proceden seguramente las confesiones, las acciones simbólicas de Jer 13-14; 18-19, algunas controversias (Jer 20,1-6; 23,9-32) y parte de los oráculos contra las naciones (Jer 25,15-38; 46-49). A Joaquín se refiere también Jer 22,13-19 y por estos años se datan Jer 7,25-26; 35-36; 45. Se anuncia el castigo inminente e irremediable, que se cumple en el año 597 a. C. con la primera deportación.

- El reinado de Sedecías (597-586 a. C.) enmarca la tercera etapa. Ante el problema religioso que plantean los desterrados (¿son mejores o peores que los residentes en Judá?), Jeremías se inclina a favor de los desterrados (Jer 24; 29,16-20) e invita al rey a que no haga caso de los falsos profetas (Jer 27-28) y acepte el sometimiento a Nabucodonosor, corno única posibilidad de no perderlo todo en una resistencia inútil (Jer 32-34). Al final, sin embargo, se consumará el desastre (Jer 37-3)). A esta época se atribuye también la acción simbólica de Jer 51,59-64. Sedecías, indeciso y mal político (Jer 38,5), acaba rebelándose. Las tropas babilónicas destruyen Jerusalén y deportan a sus habitantes más representativos.

- Los que quedan en el país al mando del gobernador Godolías constituyen para el profeta la última oportunidad para no perder la tierra. El asesinato del gobernador y el miedo al consiguiente castigo los empujan a Egipto en busca de refugio, en contra de la opinión de jeremías. El mismo jeremías es obligado a marchar con ellos.

3. El mensaje de Jeremías

Aunque hemos tenido ocasión de constatar las líneas maestras de la predicación de Jeremías al hilo de las etapas de su actividad profética, tratamos ahora de hacer un esbozo sistemático de su mensaje a partir de las claves que el mismo profeta nos ofrece en su relato vocacional. El profeta orienta su misión en dos direcciones. arrancar y derribar.., edificar y plantar (Jer 1,10). Se trata, pues, de un mensaje con dos vertientes, expresado en oráculos de denuncia y castigo, y en anuncios de salvación y esperanza.

- Arrancar y derribar Como el mismo profeta lamentaba en sus confesiones, buena parte de su mensaje se concentra en la denuncia de los pecados del pueblo y en el anuncio del castigo. El pecado queda definido en términos de infidelidad, desobediencia y rebeldía, y se manifiesta en el rechazo de los profetas (Jer 5,12-13; 6,16-17), en el culto hipócrita (Jer 6,20; 7,21-28) y la falsa seguridad religiosa (Jer 7,1-15), en la idolatría (Jer 7,16-20.29-34; 19,3-5), en las injusticias sociales Jer 5,26-28; 12,1-5) y en las falsas confianzas humanas (Jer 17,5-13). Aunque sus denuncias se dirigen a todo el pueblo, los principales responsables son las autoridades: el

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rey (Jer 21,11-12; 22,13-19), los falsos profetas (Jer 14,13-16; 23,932; 28-29) y los sacerdotes (Jer 6,13; 23,11). El castigo provocado por tal cúmulo de pecados será la invasión del "enemigo del norte" y, en última instancia, el destierro.

- Edificar y plantar. Pero la denuncia y el castigo no son la única ni la última palabra de Jeremías. Su objetivo último es provocar la conversión, el regreso al Señor. Es lo que el profeta pretende y por lo que solidariamente intercede (véase Jer 7,16). Por eso anuncia la conversión y la salvación a los deportados del reino del norte (Jer 2-3; 30-31). Para los residentes en Jerusalén la salvación implica someterse a los babilonios, aunque tina vez más su oferta es rechazada. Sorprende aún más que, cuando todo parece perdido, jeremías compre un campo, como signo de que "cambiará la suerte" (Jer 32). Ese mensaje final será la semilla sembrada en sus discípulos que hablarán, con lenguaje parecido al del maestro, de un futuro nuevo presidido por una nueva alianza entre el pueblo rescatado y su Dios (Jer 31,31-34), comprometido ahora en el único objetivo de edificar y plantar (Jer 31,27-28).

- La estrecha relación entre el actual libro de Jeremías y la escuela deuteronomista con su peculiar visión religiosa no admite dudas; tanto el vocabulario como las ideas teológicas fundamentales lo testifican abiertamente. Más difícil es decidir si el libro de jeremías es una pura y simple creación de los teólogos deuteronomistas o hay que dar amplio crédito histórico a las palabras que se presentan como del propio Jeremías y también a las informaciones que proceden de Baruc, el secretario del profeta. Esto segundo parece más probable, sin negar los evidentes retoques redaccionales de la escuela deuteronomista.

Por lo demás, ¿cuál fue la actitud de Jeremías frente a la reforma religiosa de Josías? ¿Fue de aceptación, de rechazo, o primero de aceptación y luego de rechazo? De hecho jeremías nunca habla expresamente de esta reforma que se inspiró en principios deuteronomistas. Dado su temperamento amable y delicado, tal vez no siempre le agradaron los métodos oficiales, a menudo violentos, de la reforma; la religión no es algo que deba ser implantado por la fuerza. Pero en conjunto, debió estar de acuerdo con la actuación y las decisiones de Josías.

4. El libro de Jeremías

Tal como ha llegado hasta nosotros, el libro de Jeremías es el resultado de un complejo proceso redaccional, en cuyo origen hay que situar la actividad del profeta y su deseo de poner por escrito el contenido de su predicación (Jer 36,2-4.32). En su estado actual reúne material muy variado:

- Oráculos originales de Jeremías (Jer 1-6; 30-31). - Narraciones sobre el profeta (Jer 26-45), escritas probablemente por Baruc.

- Discursos de jeremías en estilo cercano a la escuela deuteronomista (Jer 7,1-8,3; 11,1-14,23; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 34,8-22; 35,1-19).

- Una serie de oráculos contra las naciones (Jer 25,15-38; 46-51).

Existen notables diferencias entre las versiones hebrea y griega del libro de jeremías. El texto griego es un octavo más breve que el hebreo; y aunque casi siempre se suprimen simples versos, a veces Faltan secciones más amplias (Jer 33,14-26; 39,4-13; 51,44b-49a; 52,7b-30). Otra de las diferencias importantes reside en el orden del libro: en el texto griego los oráculos contra las naciones aparecen a partir de Jer 25 y en un orden distinto al que tienen en la sección Jer 46-51. Probablemente se trata de dos tradiciones textuales distintas, procedentes de un original imposible de identificar en la actualidad.

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El libro, en su redacción final, puede dividirse en tres grandes partes, precedidas de una breve introducción y seguidas de un apéndice histórico:

Introducción (Jer 1,1-3)

I.- ORACULOS CONTRA JUDA Y JERUSALÉN (Jer 1,4-24,10)1. Oráculos del tiempo de Josías (Jer 1,4-6,30)2. Oráculos del tiempo de Joaquín (Jer 7,1-20,18)3. Oráculos contra los reyes y los profetas (Jer 21,1-24,10)

II.- ORACULOS DE SALVACION SOBRE ISRAEL Y SOBRE JUDA (Jer 25,1-45,5)1. Judá y las naciones (Jer 25,1-38)2. La posible esperanza (Jer 26,1-35,19) 3. La caída de Jerusalén (Jer 36,1-45,5)

III. ORACULOS CONTRA LAS NACIONES (Jer 46,1-51,64)

Apéndice histórico (Jer 52,1-34)

El lenguaje del profeta es menos imaginativo que el de Isaías, pero tiene gran expresividad y fuerza interna. Teológicamente presenta afinidades con Oseas. Transmite con vehemencia la lucha interna del profeta, sólo comparable al dramático momento que viven sus conciudadanos. Jeremías queda así definitivamente entroncado en la lucha histórica de su pueblo.

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