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1427 A las 09 horas y 30 minutos, bajo la Presidencia del seæor Jaime Yoshiyama e integrando la Mesa Directiva el seæor Víctor Joy Way Rojas y el acce- sitario AndrØs Reggiardo SayÆn, el Relator pasa lista, a la que responden los seæores Miguel Grau Seminario (1) , Amurœz Gallegos, Barba Caballe- ro, Barreto Estrada, Barrón Cebreros, Bedoya de Vivanco, Blanco Oropeza, CÆceres VelÆsquez (Pe- dro), CÆceres VelÆsquez (Róger), Carpio Muæoz, Carrión Ruiz, Castro Gómez, Colchado Arellano, Cruz ArrunÆtegui, Cruzado Mantilla, Cuaresma SÆnchez, ChÆvez Cossío, ChÆvez Romero, Chirinos Soto, Chœ Meriz, Díaz Palacios, Donayre Lozano, FernÆndez Arce, Ferrero Costa, Figueroa Vizcarra, Flores-Araoz Esparza, Flores Nano, Freundt- Thurne Oyanguren, Gamarra Olivares, Gamonal Cruz, García Mundaca, García Saavedra, Guerra Ayala, Helfer Palacios, Hermoza Ríos, Hua- manchumo Romero, Kouri Bumachar, La Torre Bardales, Larrabure GÆlvez, León Trelles, Lozada de Gamboa, Marcenaro Frers, Matsuda Nishi- mura, MelØndez Campos, Moreyra Loredo, Nakamura Hinostroza, Ocharan Zegarra, Olivera Vega, Ortiz de Zevallos RoØdel, Pajares Ruiz, Pa- redes Cueva, Patsías Mella, Pease García, ReÆtegui Trigoso, Rey Rey, Roberts Billig, Sambuceti Pedraglio, Sandoval Aguirre, Serrato Puse, Siura CØspedes, Sotomarino ChÆvez, Tello Tello, Tord Romero, Torres y Torres Lara, Torres Vallejo, Tudela van Breugel-Douglas, Vega Ascencio, Ve- lÆsquez Ureta, Velit Nœæez, Vicuæa VÆsquez, Vilchez Malpica, Villar de Posadas, Vitor Alfaro, Ysisola FarfÆn, Zamata Aguirre y Zevallos Ríos. Con licencia, el seæor VelÆsquez GonzÆles. El seæor PRESIDENTE. Con el quórum re- glamentario, se reabre la sesión. Se debate el artículo 159”, sobre la pena de muerte, del Capítulo VIII, Poder Judicial, Título IV, De la Estructura del Estado, con- tenido en el dictamen en mayoría de la Co- misión de Constitución y de Reglamento El seæor PRESIDENTE. Tal como hemos informado a los seæores congresistas, el día de hoy veremos el tema relacionado con la pena de muerte. El seæor Relator va a dar lectura al artículo 159”, sobre esta materia, contenido en el dictamen en (1) Por R.L. N23680 (13/10/83), se dispone permanentemente una curul, en el Hemiciclo del Congreso, con el nombre del Diputado Miguel Grau Seminario. La lista de asistencia comenzarÆ con el nombre del HØroe de la Patria, MIGUEL GRAU SEMINARIO, tras cuyo enunciado la Representación Nacional dirÆ ¡PRESENTE! 29“ Y SESIÓN MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993 PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES JAIME YOSHIYAMA, V˝CTOR JOY WAY ROJAS Y DE LA SEÑORA LUZ SALGADO RUBIANES DE PAREDES SUMARIO Se pasa lista. Se reabre la sesión. Se debate el artículo 159”, sobre la pena de muerte, del Capítulo VIII, Poder Judicial, Tí- tulo IV, De la Estructura del Estado, contenido en el dictamen en mayoría de la Comisión de Constitución y de Reglamento. Se suspende la sesión.

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Page 1: 29“ Y SESIÓN MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993 PRESIDENCIA DE ...… · PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES JAIME YOSHIYAMA, V˝CTOR JOY WAY ROJAS Y DE LA SEÑORA LUZ SALGADO RUBIANES DE PAREDES

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�A las 09 horas y 30 minutos, bajo la Presidenciadel señor Jaime Yoshiyama e integrando la MesaDirectiva el señor Víctor Joy Way Rojas y el acce-sitario Andrés Reggiardo Sayán, el Relator pasalista, a la que responden los señores Miguel GrauSeminario(1), Amurúz Gallegos, Barba Caballe-ro, Barreto Estrada, Barrón Cebreros, Bedoya deVivanco, Blanco Oropeza, Cáceres Velásquez (Pe-dro), Cáceres Velásquez (Róger), Carpio Muñoz,Carrión Ruiz, Castro Gómez, Colchado Arellano,Cruz Arrunátegui, Cruzado Mantilla, CuaresmaSánchez, Chávez Cossío, Chávez Romero, ChirinosSoto, Chú Meriz, Díaz Palacios, Donayre Lozano,Fernández Arce, Ferrero Costa, Figueroa Vizcarra,Flores-Araoz Esparza, Flores Nano, Freundt-Thurne Oyanguren, Gamarra Olivares, GamonalCruz, García Mundaca, García Saavedra, GuerraAyala, Helfer Palacios, Hermoza Ríos, Hua-manchumo Romero, Kouri Bumachar, La TorreBardales, Larrabure Gálvez, León Trelles, Lozadade Gamboa, Marcenaro Frers, Matsuda Nishi-mura, Meléndez Campos, Moreyra Loredo,Nakamura Hinostroza, Ocharan Zegarra, OliveraVega, Ortiz de Zevallos Roédel, Pajares Ruiz, Pa-redes Cueva, Patsías Mella, Pease García, ReáteguiTrigoso, Rey Rey, Roberts Billig, Sambuceti

Pedraglio, Sandoval Aguirre, Serrato Puse, SiuraCéspedes, Sotomarino Chávez, Tello Tello, TordRomero, Torres y Torres Lara, Torres Vallejo,Tudela van Breugel-Douglas, Vega Ascencio, Ve-lásquez Ureta, Velit Núñez, Vicuña Vásquez,Vilchez Malpica, Villar de Posadas, Vitor Alfaro,Ysisola Farfán, Zamata Aguirre y Zevallos Ríos.

Con licencia, el señor Velásquez Gonzáles.

El señor PRESIDENTE.� Con el quórum re-glamentario, se reabre la sesión.

Se debate el artículo 159º, sobre la pena demuerte, del Capítulo VIII, Poder Judicial,Título IV, De la Estructura del Estado, con-tenido en el dictamen en mayoría de la Co- misión de Constitución y de Reglamento

El señor PRESIDENTE.� Tal como hemosinformado a los señores congresistas, el día dehoy veremos el tema relacionado con la pena demuerte.

El señor Relator va a dar lectura al artículo 159º,sobre esta materia, contenido en el dictamen en

(1) Por R.L. Nº 23680 (13/10/83), se dispone permanentemente una curul, en el Hemiciclo del Congreso, con el nombre del Diputado MiguelGrau Seminario. La lista de asistencia comenzará con el nombre del Héroe de la Patria, MIGUEL GRAU SEMINARIO, tras cuyo enunciadola Representación Nacional dirá ¡PRESENTE!

29ª Y SESIÓN

MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993

PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES JAIME YOSHIYAMA,

VÍCTOR JOY WAY ROJAS

Y

DE LA SEÑORA LUZ SALGADO RUBIANES DE PAREDES

SUMARIO

Se pasa lista.� Se reabre la sesión.� Se debate el artículo 159º,sobre la pena de muerte, del Capítulo VIII, Poder Judicial, Tí-tulo IV, De la Estructura del Estado, contenido en el dictamenen mayoría de la Comisión de Constitución y de Reglamento.�Se suspende la sesión.

Page 2: 29“ Y SESIÓN MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993 PRESIDENCIA DE ...… · PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES JAIME YOSHIYAMA, V˝CTOR JOY WAY ROJAS Y DE LA SEÑORA LUZ SALGADO RUBIANES DE PAREDES

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mayoría de la Comisión de Constitución y deReglamento.

El RELATOR da lectura:

"Artículo 159º.� La pena de muerte sólo puedeaplicarse por los delitos de traición a la patria yde terrorismo, conforme a las leyes internas y alos tratados de los que el Perú es parte."

El señor PRESIDENTE.� En debate.

Tiene la palabra el doctor Torres y Torres Lara.

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� Señor Presidente: El artículo propuestoen el dictamen en mayoría de la Comisión deConstitución y de Reglamento dice lo siguiente:

"La pena de muerte sólo puede aplicarse por losdelitos de traición a la patria en caso de guerraexterior y de terrorismo, conforme a las leyesinternas y a los tratados de los que el Perú esparte".

Este agregado permite advertir que la propuestaque estamos haciendo se refiere a dos aspectosfundamentales:

Primero, que el delito de traición a la patria, conel agregado "en caso de guerra exterior", es loque figura, exactamente, en la disposición queexiste en la Constitución vigente, por lo que nomerece mayor comentario. Basta decir que lapena de muerte está establecida en nuestro régi-men constitucional. Incluso, distinguidos juris-tas, como el doctor Ortiz de Zevallos, han hechouna interpretación en el sentido de que ya, den-tro de esa lógica, podría aplicarse la pena demuerte por terrorismo.

No obstante esta importante contribución, resul-tado de un largo y meditado estudio que ha hechoel doctor Ortiz de Zevallos, la Comisión ha creídoconveniente agregar al concepto de "pena de muer-te por delito de traición a la patria en caso de gue-rra exterior", el caso del terrorismo. Esto, paraevitar cualquier duda sobre la materia.

Pero, sobre el tema de la pena de muerte, que yaexiste en el Perú, y respecto del cual se trata deprecisar que también incluye el caso del terro-rismo, porque, como bien ha sostenido el doctorOrtiz de Zevallos, el terrorismo es una forma deguerra, incluso guerra exterior, porque muchasveces está financiada por los fondos del narco-tráfico y por los fondos externos; este concepto,que ya está establecido en nuestra Constitución,la Comisión ha considerado conveniente preci-sarlo, para evitar cualquier duda.

No voy a ingresar en el tema de fondo, tan larga-mente tratado por los constitucionalistas y losespecialistas, acerca de si la pena de muerte esbuena o si es mala, si evita el delito o no; porquepodemos traer una biblioteca entera que nos diceque la pena de muerte es mala y otra bibliotecaentera que nos dice que la pena de muerte esefectiva. De modo que aquí, en el nombre de lateoría, se sostienen las dos tesis en este momen-to.

Lo cierto, señor Presidente, es que la pena demuerte ya existe en el Perú. Y es cierto, también,que está reconocida aun en los países más avan-zados. Pues bien, de lo que se trata es de precisaren este artículo, dentro del concepto de la pena demuerte, que ella también es aplicable en el casode delitos extremos como es el de terrorismo.

Pero al establecer esta ampliación, yendo a unavía directa, dentro del concepto planteado por eldoctor Ortiz de Zevallos, se ponen ciertos lími-tes, señor Presidente...

Rogaría un poco de atención, señor Presidente,de esa bancada.

El señor PRESIDENTE.� Se ruega a los se-ñores que están distraídos guardar silencio. Elseñor Torres y Torres Lara me acaba de pedirque desea un poco de orden para que pueda con-tinuar con su exposición.

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� Señor Presidente: Esta ampliación delconcepto de la pena de muerte se da, además,dentro de ciertos límites y posibilidades.

El primer límite, fundamental, es que debe que-dar claro ante la comunidad nacional e interna-cional que aquí no hay ni puede haber pena re-troactiva. En consecuencia, para los terroristasya detenidos o condenados, o incluso para aque-llos que han cometido los delitos en condicionesno previstas, no les es aplicable, por una razónelemental del derecho, admitida mundialmente,cual es que la ley no es retroactiva, y lo hemosaprobado en todas sus formas.

De tal modo que la ampliación del concepto de lapena de muerte no solamente es por causa deguerra exterior, sino también por terrorismo, ysería aplicable sólo para los nuevos delitos come-tidos en el futuro. Ésta es la primera limitación,que nos ubica perfectamente dentro del concep-to del derecho y dentro del respeto internacionala la concepción de la justicia.

El segundo límite es que la aprobación de esteartículo no quiere decir que la pena de muerte se

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va a aplicar desde mañana, sino que tiene quedarse una ley sobre la materia, en donde se pre-cise a qué tipo de delito de terrorismo le es apli-cable, porque los actos del terrorismo son varia-dos. Hay actos terroristas menores, medios omayores. Como en todo delito, hay actos que tie-nen una temeridad extrema, y estos actos de te-meridad extrema son los únicos que tendrían queingresar en el caso de la pena de muerte.

Por lo tanto, no se trata aquí de aprobar ya, in-mediatamente, lo que será la pena de muerte apartir de mañana, sino de establecer que será laley la que regule qué casos extremos de terroris-mo pueden ingresar dentro de esta figura jurídi-ca.

La tercera condición fundamental es que al esta-blecerse esa ley y regular qué casos de terroris-mo estarían comprendidos, tendrían que respe-tarse los convenios internacionales. Por ejemplo,actualmente, a criterio de determinados juristas,en el Pacto de San José se establece que no esposible ampliar la pena de muerte en los paísesque ya la han excluido.

En consecuencia, primero hay que debatir estetema y determinar si nosotros hemos excluidorealmente la pena de muerte o no. Hay constitu-cionalistas, como Valle Riestra, que sostienen quees posible establecer la pena de muerte, porqueel Pacto de San José se aprobó dentro de los tér-minos de la Constitución de 1933; tema de dis-cusión al que no voy a ingresar porque no es elmomento de hacerlo.

Pero también hay otra posibilidad, que es utili-zar esta norma que aprobaríamos solamente enun caso extremo. Hoy, definitivamente, el terrorestá disminuyendo y tal vez desaparezca en bre-ve tiempo, en cuyo caso esta norma perdería ac-tualidad, como la perdió la que la acompaña, quedice: "Pena de muerte por traición a la patria encaso de guerra exterior". Mientras no hay guerraexterior no hay pena de muerte; mientras no hayterrorismo, no hay pena de muerte.

En consecuencia, si la línea de inclinación delterrorismo continúa bajando no será necesarioactivar este procedimiento. Pero la Comisión seha colocado en el supuesto de que la línea delterror pudiera nuevamente incrementarse y quellegáramos a una situación extrema, en cuyo casola puerta debe estar abierta y la llave puesta paraque el Congreso dicte la ley correspondiente ensu momento. Por lo tanto, el concepto es que, enese caso, habría hasta tres alternativas.

La primera alternativa �hablo aquí a los exper-tos internacionalistas a través suyo, señor Presi-

dente, y me refiero al doctor Tudela� sería en-tonces hacer la interpretación que algunosconstitucionalistas hacen, como el caso del doc-tor Valle Riestra, e incluso el caso planteado porel doctor Ortiz de Zevallos.

Segunda alternativa: denunciar el Pacto de SanJosé. Puede llegar una situación extrema, tangrave, que yo espero que nunca ocurra, por su-puesto; espero que nunca ocurra, pero puedesuceder una situación tan grave y tan extrema,que el Perú se vea obligado a retirarse del Pacto,a denunciarlo y a aplicar sus propias normas. Nocreo que haya un solo peruano que quiera hacer-lo inmediatamente. Impediremos una situaciónextrema. Pero nadie sabe cómo funciona la his-toria.

Y la tercera alternativa es plantear la modifica-ción o la ampliación del Pacto de San José, parainjerir allí, en el Pacto de San José, la posibili-dad de aceptar la pena de muerte por casos deterrorismo. Considero que aunque esto puede sermuy lento, es una posibilidad interesante �plan-teada inicialmente por el PPC� que permitiríaentrar también por una vía de tipo internacio-nal. Hay que ver que en el Senado de los EstadosUnidos se acaba de presentar, precisamente, unproyecto de pena de muerte por terrorismo. Yasí, sucesivamente, porque una cosa es con gui-tarra y otra con cajón.

Hay otros países que nos juzgan cuando no es-tán metidos en el problema, pero apenas tienenuna bombita, entonces proceden a aplicar la penade muerte. En esto, nosotros somos pacíficos yhemos querido eludir la pena de muerte en to-das sus posibilidades; pero ha llegado el momen-to en que la Comisión considera que en situacio-nes extremas habrá que dictar una ley sobre estamateria, y en condiciones extremas ver la posibi-lidad de modificar el Pacto de San José o, en todocaso, de denunciarlo, situación que esperamos nose produzca nunca. O, por último, adoptar la po-sición del doctor Ortiz de Zevallos y del doctorValle Riestra, en sus respectivas vertientes, quees interpretar que estamos dentro del Convenio.

En consecuencia, señor Presidente, la propuestade la Comisión pretende ser, en las condicionestan difíciles que vive el Perú, una propuesta equi-librada, no exagerada, sobre la situación; en se-gundo lugar, coherente para el momento que viveel Perú. No una aplicación de pena de muerteinmediata, desarticulada, fuera de la ley y de losconvenios internacionales; sino una puerta abier-ta para que el legislador pueda, en el futuro, es-tablecerla en un caso de situación extrema, sinestar amarrado a una norma que se presta a laimposibilidad de un esfuerzo en ese sentido.

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Es, además, una propuesta internacionalmenteaceptable. Nadie en el mundo podrá criticar estanorma, porque señala que se aplicará sólo den-tro de los convenios internacionales, y aun con-cibiendo que en el Perú ya existe la pena de muer-te, como la hay, desde hace mucho tiempo, enalgunos países, como los Estados Unidos, Rusiao China.

Hay un argumento importante mencionado enalgunas oportunidades y que hoy un colega demi bancada lo ha dado, y con esto quiero termi-nar esta exposición. Él dijo: "La pena de muertemuchas veces es importante, porque la violenciaen algunas sociedades debe aplicarse, a veces sinley de ningún tipo".

Aquellos desquiciados; aquellos que no sabencontrolar su propia autoridad y que a veces vancontra los derechos humanos; aquellos que tie-nen alguna vez la posibilidad de usar la fuerzadel Estado y que por un exceso no reconocido ysiempre criticado por este gobierno pudieran co-meter el exceso personal de la pena de muertedirecta, es decir, matar a una persona, tienencomo respuesta, ahora, la posibilidad de que lascosas se lleven por la vía legal; y si alguna vezhay que dar la pena de muerte a un individuo,tendrá que ser a través de un procedimiento de-bidamente llevado, con los límites que establez-ca la ley, sin ninguna duda, y en un caso absolu-tamente extremo.

En consecuencia, la Comisión somete a conside-ración del Pleno una propuesta para esclarecerel artículo mencionado, señalando que, ademásde la pena de muerte por caso de guerra exterior,lo que ya existe en la Constitución actual, dichapena de muerte también se aplicaría por terro-rismo, bajo tres condiciones fundamentales:

Primera, no retroactivamente; segunda, de acuer-do a los convenios internacionales, lo que impli-caría modificarlos o, en una situación muy extre-ma que nadie desea, denunciarlos; y tercera, suje-ta a una ley que señale los casos extremos de te-rrorismo, en donde sea inevitable, por la subsis-tencia de la patria, aplicar una pena tan extremaque todos lamentamos, pero que el Perú parececoncebirla ahora como una necesidad vital.

En consecuencia, es una propuesta que conside-ramos necesaria dentro de las circunstancias ac-tuales de guerra interna que vive el país; unapuerta abierta, para aplicarla de ser necesario y,en ese caso, legislarla.

Eso es todo, señor Presidente.

Gracias.

�Asume la Presidencia el señor Víctor JoyWay Rojas.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Sambuceti Pedraglio.

El señor SAMBUCETI PEDRAGLIO (FIM).�Señor Presidente, quisiera hacer uso de la pala-bra, pero posteriormente.

Desearía ahora hacer una consulta al doctor To-rres y Torres Lara. ¿Cómo quedaría entonces elartículo? Usted ha hablado de una adición ¿Po-dría usted repetirlo? Porque yo tengo acá el ar-tículo 159º que dice:

"La pena de muerte sólo puede aplicarse por losdelitos de traición a la patria y de terrorismo con-forme a las leyes internas y a los tratados de losque el Perú es parte".

Así quedaría.

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� Señor Presidente, si me permite, hay unaaclaración. Es "por los delitos de traición a la pa-tria en caso de guerra exterior", o sea el conceptoactual, y luego sigue "y de terrorismo". En conse-cuencia, es el mismo concepto que está en la Cons-titución vigente, con el agregado de "terrorismo",dentro de las precisiones que he señalado.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Jorge Donayre.

El señor DONAYRE LOZANO (CD).� Presi-dente: Voy a iniciar esta intervención formulan-do la misma pregunta que se formula en todoslos foros del mundo cuando se trata de la penade muerte: ¿gana o pierde la sociedad cuando seaplica la pena capital? Ésta es la pregunta quesiempre se hace y habrá de hacerse en todos loslugares donde se debate el tema de la pena demuerte.

Yo particularmente creo, con expresiva sinceri-dad, que la sociedad pierde, en lugar de ganar,cuando aplica la pena de muerte. Y lo creo así,por una serie de razones. Si la honorable Salame permite explicar desarrollaré la tesis corres-pondiente. Fundamentalmente, creo que no debeaplicarse la pena de muerte. Tuve en mi vida,como abogado dedicado muchos años casi exclu-sivamente al campo penal, la suerte y el privile-gio que pocos abogados pueden tener, de haberdefendido dos casos en que el Fiscal había solici-tado la pena de muerte para mis patrocinados.

Era el año 1970, cuando yo defendía a MarcioRíos Oracu, por haber supuestamente asesinado

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a su esposa. Posteriormente, el año 1977, defen-dí otro caso, en que el Fiscal solicitaba para mipatrocinado, Barcia Oroche, también la pena demuerte. Con la ventura divina logré convenceral Tribunal, y la Corte Suprema no aplicó la penade muerte.

Pues bien, señor Presidente, hay razones que voya citar y que son determinantes para que no seaplique la pena de muerte. La primera razón esque el propósito de la pena de muerte, el fin parael que es establecida, que es intimidar, no se cum-ple ni se ha cumplido ni habrá de cumplirse. Lapena de muerte no intimida; la pena de muerteno se convierte en contención para aquellos quecometen un delito, llámese éste delito de homici-dio, llámese delito de terrorismo, llámese el deli-to que sea, porque en el momento del acto primala pasión y no la luminosidad de la inteligencia,está de por medio una conciencia nublada inca-paz de reparar en el daño que se ocasiona.

Señor Presidente, permítame citar algo que essumamente convincente: el caso de CharlesGiusti. Él inventó, en Ohio, las abrazaderas quese utilizan en las sillas eléctricas. Las crea cuan-do estaba privado de libertad. Posteriormente,logra conseguir la libertad y, gozando ya de ella,comete otro hecho delictivo; es encarcelado y lue-go condenado a la pena de muerte. Y a él, a Char-les Giusti, se le ejecuta en la silla eléctrica, a cuyaconstrucción contribuyó con las abrazaderas queinmovilizan al ser humano para electrocutarlo.

Él, que era el constructor; él, que era el inven-tor; él, que se dio cuenta de lo que ocasionaba suinvento, vuelve a incurrir en un hecho delictivoy es condenado a la pena de muerte.

Un caso concreto de que la pena de muerte nointimida es el de los carteristas, en Inglaterra,cuando el pueblo se concentraba para ver sus eje-cuciones. En el momento en que ejecutaban aesos carteristas, con el pueblo copando las pla-zas, ¿qué ocurría? Que otros carteristas estabanrobando las carteras de los bolsillos de quienesestaban presenciando cómo se balanceaban loscadáveres de aquellos carteristas ejecutados.

Entonces, ¿cómo se explica que la pena de muer-te cumpla su objetivo de intimidar, si el carteris-ta que observa la ejecución de otro carterista estárobando en ese acto? Sinceramente, creo que nose cumple el propósito.

Algo más, el capellán inglés Lebriston relatabaque, de 167 casos de personas que estaban en lapicota, próximas a ser condenadas a la pena demuerte, 164 habían contemplado la ejecución deesta pena, y, no obstante ello, cuando lograron

su libertad, volvieron a cometer delitos que lasllevaron a ser ejecutadas, al igual que aquellaspersonas a quienes contemplaron morir. Enton-ces, ¿de qué manera intimida la pena de muerte?

Hay otra razón, la justicia, que es notoriamentedesigual. No se juzga igual a un blanco que a unnegro, a un rico que a un pobre, a un hombre o auna mujer. Las sentencias son distintas. No sejuzga ni se condena con la misma severidad a uninculpado a quien defiende un abogado de oficioo un abogado contratado, con honorarios.

Yo quisiera citar pensamientos de hombres im-portantes que se han expresado sobre este tema.Decía Hermes Hanniman, en cuanto a que la jus-ticia es notoriamente desigual, que "algunos hom-bres han sido ejecutados por ser demasiado es-túpidos o por no hablar el inglés con suficienteclaridad". Y afirmaba que, "proporcionalmente,han sido ejecutados más negros que blancos ymucho más hombres que mujeres".

Sobre el particular se cita el caso de Thomas yMcCaine. Al primero lo defiende un abogado de-signado por el Estado y es condenado a la penade muerte. Al segundo lo defiende un abogado aquien él contrata y salva la vida. Entonces, lasentencia no es igual para todos. La ley no esigualitaria para todos y por eso se equivoca.

El error, señor, es otra de las razones que meimpelen a oponerme a la pena de muerte. Cuan-do la pena de muerte se ejecuta causa un dañoque no se puede reparar, porque ya no se puededevolver la vida al ejecutado. No es posible de-volver la vida al ciudadano que, por equivocación,ha sido condenado a la pena de muerte.

Quiero citar el caso de Charles Berstein, presoen el distrito de Columbia. Cuando lo condenana la pena de muerte en la silla eléctrica, sucedeque segundos antes de la ejecución llega elnotificador y avisa a través de esa notificaciónque se le ha conmutado la pena. En lugar deaplicársele la pena de muerte, se le da cadenaperpetua; gracias a ese notificador no se le ejecu-ta.

Dos años más tarde, la Policía descubre que Char-les Berstein era inocente, y, así, se lo pone enlibertad. ¿Qué hubiera sucedido si el notificadorse demora, tomando una gaseosa, piropeando unadama, o por cualquier otra razón? Se hubieramatado a un inocente. Éstos son los errores quela justicia puede cometer con la pena de muerte.

Otra razón es que la pena de muerte, y ésta estesis mía, crea criminales. En efecto, la pena demuerte crea criminales.

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Cuando un tribunal sentencia y dispone que seaplique la pena de muerte, está encargando quela ejecución la haga otro. Y cuando la hace otro,ese otro, llamado verdugo, se convierte en unasesino contra su voluntad y sólo por la necesi-dad de la subsistencia.

Cuando la sociedad, a través del Poder Judicial,encarga la ejecución, ese hombre que va a actuar,ese verdugo que va a matar, ese que va a ir con-tra la voluntad divina, también va contra su con-ciencia, porque su conciencia le dice no matar;pero él tiene que ejecutar, porque el imperio im-positivo de la ley así lo dispone y porque el man-dato supremo de una corte también lo manda.Pero ese hombre se ha convertido en un crimi-nal, sin desearlo, yendo contra su propia concien-cia. Por eso, aplicar la pena de muerte es horro-roso.

Amén de lo dicho, señor, quiero decirle a ustedque la pena de muerte no mata el microbio deldelito. Si lograra matar el microbio del delito, yosería el primero en pedir y clamar por la pena demuerte; pero aquellos que claman por la pena demuerte no hacen sino desahogar sus instintossalvajes, porque en el ser humano �alguien lodefinía� hay razón y hay pasión, y cuando lapasión se sobrepone a la razón, es entonces quenos convertimos en animales para clamar por lapena de muerte.

Porque el microbio del delito, ejecutado el serhumano, continúa flotando en la atmósfera, yesta atmósfera está contagiada del microbio deldelito por la injusticia social; por esa injusticiaque determina que niños desamparados no pue-dan disfrutar siquiera de un juguete, mientrasque contemplan que sus semejantes sí tienenjuguetes y tienen el dinero para servirse los ali-mentos. Mientras algunos disfrutan de todo esto,otros no pueden siquiera esbozar una sonrisaporque no tienen la seguridad de contar en lamañana con el desayuno. Ésos serán los grandesdelincuentes del mañana, porque la sociedad yel Estado ha creado delincuentes. Por eso, mataral hombre no es matar el delito.

Finalmente, quiero decir esto. Cuando Cristoresucita, cuando Cristo vuelve a la vida, cumple,indudablemente, el mandato de su padre; y tam-bién resucita para que sus apóstoles, que duda-ban de que tuviese origen divino, no continua-ran dudando. Cristo retorna a la vida, pero re-torna, fundamentalmente, y esto nunca se hadicho, para decirles a los que le han ejecutadoque ellos no pueden disponer de la vida. Cristoretorna a la vida para decirles que a la vida no semata; la vida se prolonga en el tiempo por todolo que determine la voluntad divina, y entonces

se extingue el cuerpo sin que la vida se extinga.Por eso Cristo, con su retorno a la vida, le dice ala sociedad y al mundo que a la vida no se mata,se mata al cuerpo pero no se mata al hombre.

Y si ahora pretendemos matar a los terroristas,a aquellos que tanto lo desean �porque escuchoun murmullo equivocado�, a esa persona queclama por la pena de muerte, yo le diría que votea favor de la pena de muerte; pero que a la horade ejecutar, pida él ser el ejecutor, sin encargar-le a otro que cometa homicidio y se convierta enun criminal.

Termino sosteniendo esta tesis sobre Cristo, por-que su presencia, su resurrección y su retorno ala vida es un no a la pena de muerte; y nosotrosno podemos optar la conducta de un obispo quepertenece a una secta y que proclama la pena demuerte en estos momentos, como si la muertefuera un himno a la vida. Es un obispo equivoca-do que tiene la patria nuestra. A la muerte nun-ca se le rinde homenaje. Si los terroristas estánequivocados, si son criminales, ¿qué condenamayor que saberse privados de lo más sagradoque tiene la vida que es la libertad?

Si a Abimael Guzmán en estos momentos le pre-guntaran qué prefiere, la pena de muerte o pa-sar toda su vida entre paredes, estoy seguro quepediría la pena de muerte.

Por eso, señor Presidente y honorables señorescongresistas, yo siempre me voy a oponer a lapena de muerte; y hoy día he sentido una emo-ción terrible, cuando me llegó esta carta a lasmanos, y seguramente llegó a las manos de to-dos los congresistas, donde los familiares de lasvíctimas de Tarata me piden a mí y a todos loscongresistas que no aprobemos la pena de muer-te, que no aprobemos este látigo fatal que des-truye a toda sociedad, porque la pena de muertegenera odio y genera enfrentamiento, y el enfren-tamiento y el odio destruyen la paz en todos lospueblos del mundo.

Gracias, señor Presidente

El señor PRESIDENTE.� Gracias, señorDonayre.

Ha utilizado tres turnos. Estoy haciendo men-ción de los turnos, porque entiendo que el tema,por su complejidad, es susceptible de ser presen-tado desde distintos ángulos; por ello, yo les pe-diría ser lo más resumidos y concretos, porquehay una lista bastante grande de oradores ins-critos.

Tiene la palabra el señor Chú Meriz.

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El señor CHÚ MERIZ (FIM).� Señor Presi-dente: Cuando los terroristas y los delincuentescomunes se manifiestan sobre los actos delictivosque realizan, dicen que se encuentran sueltos enplaza. Eso quiere decir que no hay una pena, unasanción correctiva, que los obligue a tener un pocode temor o de miedo a seguir matando a tantosinocentes.

Una cosa es hablar en teoría y otra vivir la reali-dad, haber vivido momentos difíciles. El que ha-bla, colega de ustedes, ha sido policía por diezaños y ha trabajado en la brigada criminal. Yo hematado delincuentes y he sido condecorado porel Ministro del Interior. Cuando en aquel enton-ces comenzaron los primeros asaltos en Lima, elque habla conformó la brigada de Los Intocables,de la brigada criminal que funcionaba en la ave-nida España.

Los delincuentes comenzaron a asaltar los ban-cos y a matar custodios, a gente inocente. Salióla pena de muerte en aquel entonces, ¿y qué pasócon tantos delincuentes que tenían la intenciónde matar custodios del orden? ¿Acaso se endiosóa esos delincuentes? ¿Acaso se convirtieron enhéroes? Fueron olvidados, sólo vagamente se lesrecuerda. Pero con la pena de muerte, en aquelentonces, bajó enormemente el número de losasaltos y de las muertes de los guardias civilesque custodiaban las agencias bancarias. Aquellosque querían seguir la misma ruta se veían coar-tados y decían: "Si te metes en esto también vasa ser fusilado".

Señor Presidente, previamente quiero emitir miopinión respecto a la pena de muerte, porque esnecesario clarificar adecuadamente su significa-do y repercusión. En principio, es oportuno esta-blecer que la pena de muerte no solamente seestablecería para grupos terroristas, como Sen-dero y el MRTA, sino también para aquellos gru-pos de fanáticos desquiciados que pretendan enel futuro subvertir el orden y la paz de todos losperuanos, enarbolando dogmatismos ideológicoso religiosos.

También deberá comprenderse el delito de trai-ción a la patria. Es decir, que las reformas a esta-tuir dentro de la Constitución deben esta vezprever penas drásticas y justas que repriman,efectiva y oportunamente, acciones criminalestan graves como las que ha sufrido nuestra pa-tria...

El señor PRESIDENTE.� Un momento, se-ñor Chú Meriz.

Les pido, por favor, prestar atención a los seño-res oradores.

El señor CHÚ MERIZ (FIM).� ...desangrán-dola con más de 25 mil vidas, gran parte de ellasinocentes y ocasionando pérdidas económicas quehan empobrecido más a nuestro Perú con la des-trucción de infraestructura vital, producto deltrabajo sacrificado de millones de peruanos.

No es por casualidad que la insurgencia, con ca-racterísticas demenciales, se incubó y desarrollóen nuestro territorio. Este fenómeno subversivotuvo su caldo de cultivo en la pobreza, la injusti-cia y la corrupción. Pero en ninguna circunstan-cia es excusable la actuación homicida de estosgrupos.

La subversión pudo ser sofocada desde sus ini-cios, pero no hubo voluntad decidida por partede los gobernantes. Más bien, se actuó pasiva ycontemplativamente, mientras el terrorismoavanzaba tanto en el campo proselitista como enla crueldad.

Por otra parte, nuestra legislación no consideracastigos intimidatorios para el terrorismo. Mástarde se darían leyes tibias o inefectivas para re-primirlo, agudizándose más su ineficacia por lamala actuación de magistrados que, medianteprebendas o bajo amenazas, liberaron a subver-sivos cuyas capturas constituían esfuerzos heroi-cos de nuestras Fuerzas Armadas, desmoralizán-dolas e inclusive sometiéndolas a hostigamientosy procesos investigatorios por excesos y otrasconsideraciones.

Señor Presidente, es bueno tener en cuenta quecuando liberamos a un terrorista estamos con-denando a muerte a muchos compatriotas, porcuanto es seguro que este terrorista fanatizadovolverá al camino del asesinato y la destrucción.

Pienso que la gran víctima de esta guerra sórdi-da es nuestro estoico pueblo, quien nos ha elegi-do para legislar en su nombre, y con este criterioaxiomático es obligatorio tener presente su sen-tir.

Como bien conocemos, la subversión tiene suescudo en nuestras propias leyes, pues se ampa-ra en nuestro escrúpulo con los derechos huma-nos; y si para nosotros la aplicación de la penacapital merece un profundo y delicado debate,para la subversión esto no constituye polémica.

Ellos siegan vidas fácilmente a través de ajus-ticiamientos populares. Y resulta que los críme-nes brutales que cometen en nombre de sus ideo-logías quedan impunes o se castigan tibiamente,nunca en la misma medida del delito que produ-cen.

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Así jamás pacificaremos a nuestro Perú convul-sionado. Creo que en nuestra condición de pa-dres de la patria debemos estar a la altura dedicha responsabilidad histórica, dando leyes jus-tas y drásticas que terminen definitivamente conla insurgencia de estos grupos.

Nuestros compatriotas observan ávidos nuestradecisión. En mi opinión, la demostración de fuer-za siempre constituye un factor de disuasión eintimidación. Si no, observemos a las grandes po-tencias tomar represalias cuando se agrede a suscompatriotas e intereses, inclusive, con asombro-so desplazamiento de equipo militar. Pero en es-tas mismas potencias, donde la democracia es másestable, se encuentra vigente la aplicación de lapena de muerte.

Quiero finalizar haciendo esta reflexión: la lu-cha antisubversiva representa el despliegue deingentes esfuerzos económicos, materiales y hu-manos, con pérdida de vidas civiles y militares.En los casos de captura, procede el enjuiciamientoy el castigo. Y si esta última etapa, que es la cul-minación de este heroico esfuerzo, no se aplicacon la justicia y el rigor necesarios, entonces es-taremos defraudando a nuestro pueblo y sere-mos responsables de un alargamiento dolorosode esa lucha, con pérdida de muchas vidas, quecreo pesará en nuestra conciencia.

Señor Presidente, yo estoy de acuerdo con la penade muerte.

Muchas gracias.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Kouri Bumachar.

El señor KOURI BUMACHAR (PPC).� Se-ñor Presidente: Creo que el tema de la pena demuerte constituye uno de los puntos fundamen-tales dentro del debate constitucional en el Con-greso Constituyente, y es específicamente untema de conciencia. Es por ello que en la banca-da del Partido Popular Cristiano habemos algu-nos que estamos a favor de la pena de muerte yotros distinguidos colegas que están en contrade ella.

Pero creemos que la pena de muerte no debe es-tar vinculada a un carácter partidario ni a unaposición política. Es esencialmente una posiciónética, y es fundamentalmente una responsabili-dad frente al bienestar de la comunidad.

Y es por ello que al haber aprobado en el artículo2º inciso 1) de la Constitución Política del Esta-do el respeto y el derecho natural a la vida, he-mos consagrado una garantía constitucional de

la cual todos somos responsables en su cumpli-miento y en que se promueva, como una formafundamental del respeto a la dignidad del hom-bre como ser trascendente y libre.

Pero creemos que la vida no es un fin en sí mis-mo; es un medio por el cual el hombre, a travésde los méritos en su propia existencia, puede rea-lizarse y buscar la felicidad por siempre; es undon dado por Dios, no por los hombres, y es porello que ese derecho está fundado en la naturale-za del hombre, en la radicalidad ontológica delser.

Hemos hablado, en reiteradas oportunidades, deque la persona humana tiene un fin supremo,tiene una realidad en sí misma, y esta personano es un ser individual solamente; es un ser so-cial que tiene una obligación en el cumplimientoy en la responsabilidad de promover el bien co-mún como el fin supremo en lo político.

Es por ello que en toda la doctrina cristiana, sinexcepción, salvo el caso de la escuela de Escoto,todos, absolutamente todos los teólogos, están afavor de la pena de muerte como una respuestade la sociedad frente a aquel que agrede y atentacontra el bienestar de la comunidad.

Es por ello que este derecho a la vida, dentro dela concepción cristiana y que está consagrado enel artículo 2º inciso 1) de la Constitución Políticadel Estado, es un respaldo y un respeto a la vida,pero a la vida del inocente, no a la de aquel queatenta contra el bienestar de la comunidad.

Hay una responsabilidad de todos los ciudada-nos, que no solamente tienen derechos, sino tam-bién obligaciones. Y no tiene el derecho a la vidaaquel que no cumple con su responsabilidad depoder darle ese derecho a su prójimo, al ciudada-no, aquel que comparte la sociedad en dicha co-yuntura.

Es por ello que la pena en sí misma presuponeculpa y la culpa libertad en el obrar; esa libertades la posesión sobre el propio acto, es la capaci-dad del individuo de poder discernir, la capaci-dad de elegir entre lo que es bueno y lo que esmalo. Y aquel que en su plena capacidad y con-ciencia ha optado por segar la vida de su próji-mo, pierde su propio derecho a la vida, porque lapena debe ser proporcional al daño cometido.

Hemos escuchado, realmente con sorpresa, al-gunas declaraciones preliminares, en el sentidode que el propio Cristo condenó la capacidad delos hombres para poder plantear la pena de muer-te. En aquel diálogo con Pilatos, éste le indicó sufacultad para crucificarlo, y Cristo le dijo que no

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podía tener ese derecho si no le venía de lo alto;con lo cual reconoció plenamente la capacidaddel poder político, del hombre y del Estado parapoder, justamente, eliminar, y ése es el término,aquellas manzanas podridas que tienden a pu-drir la sociedad.

Es por ello que creemos que la pena de muertetiene expiación en sí misma, como toda pena, locual significa un castigo proporcional para el dañoque se ha ocasionado. Más allá de las estadísti-cas sobre si ha habido más o menos delincuen-cia, más o menos terrorismo, después de implan-tada la pena de muerte, debemos decir que éseno es el problema central. El problema centralde la pena de muerte es si es proporcional la cul-pa con la pena que se impone. Y no podemos res-petar la vida de aquel que segó la vida de su pró-jimo. No le podemos dar un derecho a la vida aaquel que atenta contra el bienestar de la comu-nidad. Estamos en contra de todas las posicionesmuy respetables pero estrictamente sentimen-tales en lo que corresponde a la responsabilidadde promover el bienestar de la comunidad.

Creo que hay mucha bibliografía en favor y encontra; pero digo a todos aquellos que son cris-tianos o católicos, que ésta es una posición deconciencia y que es falso, como plantean algu-nos, que un católico está en contra de la pena demuerte. Lo cierto es que todos aquellos que pro-fesamos la fe católica, y también los cristianos,tenemos libertad de conciencia para optar por laposición que estimamos más adecuada.

Y, como reitero, ningún teólogo de la Iglesia Ca-tólica, salvo Escoto, estuvo en contra de la penade muerte. Es por ello, señor, que me voy a per-mitir leer dos referencias fundamentales, tantode Santo Tomás de Aquino, en la Summa contragentiles y en la Summa teológica, como de SanAgustín, padres y filósofos fundamentales delpensamiento cristiano.

Dice San Agustín en La Ciudad de Dios: "De nin-guna manera obraron contra el precepto �no ma-tarás� los que cumpliendo con el encargo de laautoridad pública castigaron con la muerte a loscriminales".

Con lo cual, señor Presidente, esa posición sen-timental de que si somos nosotros los que impo-nemos la pena de muerte debemos ser losejecutores, es una posición sin ningún sustento,pues esa pena no atenta contra principios y con-tra una fe cristiana y una fe católica.

Por tanto, San Agustín señala en forma clara suposición, que luego se ha ratificado en el pensa-miento aristotélico tomista, cual el Doctor Angé-

lico, Santo Tomás de Aquino, indica lo siguiente:"Es lícito matar al malhechor en cuanto se orde-na a la salud de toda la sociedad, y por tanto co-rresponde sólo a aquel a quien está confiado elcuidado de su conservación como al médico lecompete amputar el miembro podrido cuando lefuere encomendado la salud de todo el cuerpo".

"Y el cuidado del bien común está confiado a lospríncipes �en aquel entonces�, que tienen lapública autoridad y, por consiguiente, solamentea éstos es lícito matar a los malhechores, y no loes a las personas particulares".

Esto significa que, si entendemos que la ley esun ordenamiento de la razón orientado hacia elbien común cuya promulgación corresponde a laautoridad legítima, es a este Congreso y al poderpolítico a quienes les corresponde la responsabi-lidad de asumir la pena de muerte como una po-sibilidad �no la única�, como un instrumentode la sociedad organizada en legítima defensa,como un derecho natural de todos los ciudada-nos para promover el bienestar común.

Es el momento, como en la discusión de muchossiglos, de pronunciarnos si estamos a favor o encontra de la pena de muerte. Y más allá de lacoyuntura política que vive el país, por un temade conciencia, estamos a favor. Pero habemos al-gunos, señor Presidente, que, al margen del de-bate de este artículo presentado por la Comisiónen mayoría, creemos que hay otras figurasdelictivas que también tienen que estar consa-gradas dentro de la capacidad del Estado parapoder, justamente, asumir la consecución delbienestar de la comunidad.

¿Por qué no a los narcotraficantes? ¿Por qué noa los secuestradores y a los violadores de niños?¿Por qué no otras figuras delictivas, que tambiénpueden estar comprendidas en la ley, contra losfuncionarios corruptos o contra aquellos queatentan contra la capacidad de poder promoverel desarrollo de nuestro pueblo? Debemos asu-mir esa obligación y esa responsabilidad que noscompete.

Es por ello que creo que hay una obligación mo-ral y ética por un voto de conciencia, en el cualcada uno es responsable por lo que entiende debeser el bienestar de nuestro país. Creo que no esun asunto de sentimientos sino de convicciones.Es una obligación con el desarrollo y con el pro-greso del país. No es incompatible para ningúncristiano ni católico estar a favor de la pena demuerte ni tampoco estar en contra de ella. Cadauno votará conforme a su conciencia, y, desde ya,señor Presidente, solicito que sea voto nominal,para que el país sepa quiénes estuvieron a favor

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y en contra y quiénes asumieron su responsabi-lidad frente a la coyuntura y al futuro de nues-tro país.

Muchas gracias.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Róger Cáceres.

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).� Señor Presidente: Ante todo, quieroexpresar mi pesar por las circunstancias de queel país, yo diría en unas nueve décimas partes,está ausente de estos debates de tanta trascen-dencia que se producen aquí, donde se está deci-diendo probablemente su destino.

Conocemos la agónica situación económica delpueblo peruano. Son pocos los que pueden ad-quirir periódicos o revistas. Más es la difusiónpor radio y por televisión que se hace a nivel na-cional. Los canales del Estado debieran estar aquípermanentemente, dando cuenta de estos deba-tes para informar al pueblo. Si justamente va-mos a pedir que el pueblo peruano se pronunciea través del referéndum, cómo va a poderse pro-nunciar si desconoce los argumentos que se es-tán dando aquí por quienes defienden una tesisy por quienes discrepan de ella.

No hago ningún pedido sobre el particular, sola-mente señalo algo histórico. Respecto a la Cons-titución de 1979, todos los debates, no de la Co-misión Principal sino del Pleno de la AsambleaConstituyente, eran difundidos sistemáticamen-te, en especial por los canales del Estado y pordeterminados diarios. No interesa lo de los dia-rios, porque vemos que están dando importanciadebida al caso, aunque quizás no con la impar-cialidad requerida; pero si hay alguna difusión,esta información es netamente limeña.

Cuando hago frecuentes viajes por el resto delPerú...

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� ¿Me permite una interrupción?

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).� Con todo agrado se la voy a ceder,señor Torres y Torres Lara, pero permítame quetermine de enunciar lo que quiero manifestar.

En los frecuentes viajes que hago por el territo-rio nacional, he visto que la información de losperiódicos de provincias está atrasada, muy dis-minuida en lo que corresponde al Congreso Cons-tituyente y a los grandes debates que aquí se pro-ducen.

Con su venia, señor Presidente, cedo la interrup-ción al señor Torres y Torres Lara, esperandoque con ello se establezca una reciprocidad, por-que en cuantas oportunidades yo le he solicita-do, creo que en nueve décimas, no he sido aten-dido, una décima sí.

El señor PRESIDENTE.� Puede interrum-pir, señor Torres y Torres Lara.

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� Muchas gracias, señor Presidente.

Sólo para recordarle al doctor Cáceres que du-rante la discusión de la Constitución de 1979 nohubo libertad de prensa.

Eso es todo.

(Aplausos.)

El señor PRESIDENTE.� Puede continuar,señor Cáceres Velásquez.

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).� Señor Presidente: Aquello fue rela-tivo porque, evidentemente, en aquel entonceslos medios de comunicación estaban interveni-dos por el Estado; pero a través de un sistemaque permitía una cierta libertad, no estaban bajoun dominio absoluto. Había una cierta libertad,y para los efectos del debate constitucional, puesaquel sistema valió más que el que tenemos aho-ra. Hay libertad de prensa, pero pregunto yo,¿estos grandes debates, este debate de la penade muerte que tiene tanta trascendencia, que lohemos separado para tratarlo en especial aquíen el Congreso, está siendo difundido en el Perú?

Yo quisiera que tuviéramos la oportunidad detrasladarnos a cualquier departamento del Perú,a cualquier provincia, a cualquier distrito. Allíha llegado ya la televisión y la radio, y si le pre-guntáramos a los vecinos: "¿usted ha oído algode la pena de muerte?, ¿conoce usted las razonesque se han dado a favor o en contra?" La abru-madora mayoría de los vecinos nos diría: "señor,nada viene por la radio, nada viene por la televi-sión, porque periódico no compro, porque llegantarde, porque no tengo plata y porque el periódi-co de aquí, de mi departamento, sólo trae avisosjudiciales y algunas noticias locales".

Eso es lo que hemos ganado con el golpe del 5 deabril, cuando se nos dijo que iba a haber una ver-dadera democracia, una participación del pueblo.Y hemos establecido un artículo dentro de laConstitución que va a permitir que los ciudada-nos se pronuncien en determinadas ocasionessobre asuntos de tanta importancia.

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Me reclama el señor Presidente sobre el tema, yme voy a referir a éste. Hay mucho que decir so-bre el particular, y como éste es un asunto demucha importancia, desde ya invoco la máximatolerancia de la Mesa y, en especial, de la mayo-ría, porque me voy a referir justamente al tema.

En primer lugar, se ha dicho que el Perú atravie-sa una situación delicadísima en materia definanza internacional. Necesitamos la asistenciade las naciones y de las organizaciones interna-cionales para continuar saliendo de esta terribletrampa en la que caímos después de tantos añosde malos gobiernos.

Pues bien, el propio Presidente ha manifestadocuánto significa este esfuerzo; y el pueblo, consu angustia, su sudor, su hambre y su miseria,está pagando la factura de lo que esto cuesta.

Ahora bien, si nosotros en nuestra legislaciónconstitucional damos un paso atrás sobre lo queteníamos establecido, que constreñía la pena demuerte para los casos de traición a la patria enguerra exterior, si damos ese paso atrás, eso va atener una resonancia mundial, pues va a signifi-car que vamos a salir del Pacto de Costa Rica.

Hace dos o tres meses, en el seno de la Comisión,escuchamos a internacionalistas de talla y defama, gracias al acierto de Enrique Chirinos Soto,que tuvo a bien invitar, por ejemplo, al hijo dedon Víctor Andrés Belaúnde, un diplomático decarrera, quien, con toda objetividad y al desnu-do, nos explicó que pese a todos los eufemismosque quisiéramos usar, lo objetivo era que noso-tros nos salíamos de la legislación de los que ha-bían suprimido la pena de muerte para incre-mentarla en una nueva área.

El hecho de que al momento que discutíamos laConstitución de 1979, todavía para aquel enton-ces, cuando también se estaba preparando el Tra-tado de Costa Rica, no se hubiera perfeccionadodicho Tratado con el advenimiento del Perú, esono es argumento; y nos explicó detalladamentepor qué no era argumento.

De tal manera �que lo sepa la mayoría, que losepa el pueblo del Perú�, que si nosotros retro-cedemos en legislación constitucional establecien-do la pena de muerte para casos que no estabanconsiderados en la Constitución de 1979, vamosa tener un clima internacional adverso, que nosva a perjudicar en ese esfuerzo de recuperar eltiempo perdido y restablecer una mejor vía en eldesarrollo económico del Perú.

Señor, tengo que decir que, leyendo las constitu-ciones del mundo, observamos que la mayoría

de los países avanza hacia la eliminación de lapena de muerte. Hace cien años, probablementela pena de muerte estaba en todas las constitu-ciones del mundo; hoy día está en la minoría delas constituciones, y es posible prever a lo lejos,y no muy lejos, yo diría a mediados del próximosiglo, que en todos los países de la Tierra se ha-brá eliminado la pena de muerte. Las convencio-nes internacionales así lo vienen sancionando.La eliminación de la pena de muerte, ésa es ladirección de la historia. Nosotros vamos a cami-nar en sentido inverso. Vamos a retroceder. Novamos a ir en la dirección hacia donde marcha lahistoria.

¿Por qué está sucediendo esto? ¿Por qué se estáeliminando la pena de muerte? Por razones fun-damentales, no por capricho. Las últimas consti-tuciones de América �las que han venido des-pués de la peruana, como la Constitución de Co-lombia, o la de Venezuela, que nos precedió unpoco antes, la del Brasil, la del Paraguay, que sonconstituciones novísimas, la del Ecuador� eli-minan la pena de muerte, al igual que la Consti-tución peruana.

Las constituciones que han surgido después dela Declaración de las Naciones Unidas y del Pac-to de San José han tenido con mayor fuerza esatendencia eliminatoria.

De otro lado, ¿cuál es la razón fundamental porla que se dice que hay que establecer la pena demuerte? Es para desanimar a posibles delincuen-tes. Cuando los delincuentes vean que puedenperder la vida por cometer un crimen �en estecaso, de terrorismo�, se van a desanimar; va aser disuasiva, va a asustar a posibles criminales.

Yo manifiesto que ese argumento no tiene con-sistencia, en el caso concreto del terrorismo, porlo siguiente. El Presidente de la República haexpresado reiteradamente que nueve décimaspartes de las cúpulas terroristas están ya presas.Se anuncia que 1995 será el año en que termina-rá el terrorismo. Ya se ha publicitado, por nume-rosos medios de comunicación social, que hay in-cluso determinadas conversaciones que se esta-rían realizando, con gran reserva, para alcanzardecisiones sobre personajes vinculados al terro-rismo, a fin de lograr que el terrorismo sea supe-rado.

Pues bien, a estas horas en que estamos termi-nando la guerra con el terrorismo, según no lasgentes del terrorismo, sino según los propios vo-ceros del gobierno, ¿a estas alturas vamos a apli-car un disuasivo contra el terrorismo? No tienesentido, tanto más que, por el principio de lairretroactividad de la ley penal, a todos los que

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están dentro de las cárceles ya no se les podríaaplicar la pena de muerte, porque, salvo laretroactividad benigna, en el caso de la legisla-ción peruana ninguna ley tiene fuerza ni carác-ter retroactivo.

¿Qué encontramos en aquellos países donde exis-te la pena de muerte, como los Estados Unidos,por ejemplo? ¿Ha disminuido la criminalidad enlos Estados Unidos por el hecho de existir la penade muerte? No, señor; las cárceles están cada díamas llenas de gente. En consecuencia, no esdisuasiva ni en el Perú ni en ningún otro lugar.

De otro lado, hay otras razones de principio, queson fundamentales. ¿Quién es dueño de la vidahumana? Yo diría que sólo Dios. Ni nosotros mis-mos somos dueños de nuestra propia vida. Poreso es que las constituciones, siguiendo la prédi-ca cristiana �y de allí el valor de esa prédica�,vienen consagrando los derechos de la personahumana como el eje fundamental de toda la es-tructura constitucional.

Nuestra propia Constitución dice que la defensade la persona humana y el respeto de su digni-dad son el fin supremo de la sociedad y del Esta-do, que todos tienen la obligación de protegerlay promoverla, que toda persona tiene derecho ala vida.

Ahora bien, esta Constitución resulta que no se-ría tan cierta; habría que colocar "con excepciónde lo establecido en el artículo tal", porque notodos estarían involucrados dentro de estos dis-positivos. Sería una Constitución ciertamente in-sincera, porque más abajo establece restriccio-nes a los principios fundamentales que procla-ma.

Creo, señor, que si sólo la Divinidad es dueña dela vida humana, lo que tenemos que hacer noso-tros es humanizar al hombre, como oí decir enuna conferencia en San Marcos, y no bestializaral hombre; y una forma de bestializarlo es decir:"Hay que castigar; hay que ejercer la funciónpunitiva del Estado castigando el crimen; el ob-jeto de esta sanción es castigar, no tanto ejem-plarizar, sino castigar a aquel que se atrevió..."

El señor PRESIDENTE.� Perdone que lo in-terrumpa, señor Cáceres Velásquez.

Le estamos dando unos tiempos adicionales; yole pido resumir e ir a lo sustantivo.

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).� ¿En un asunto de tanta importanciael objetivo de la mayoría y de la Mesa es evitar

que se digan todas las razones que deben decir-se? ¿Queremos dejarlo por separado? Entonces,señor, que se aplique la guillotina al debate, yojalá que sea para todos por igual; pero yo, ennombre del Perú, deploro que, en un asunto detanta importancia, por razones de tiempo, se ten-ga uno que callar cosas que aquí deben decirse,tanto más que las estoy diciendo...

El señor PRESIDENTE.� Doctor CáceresVelásquez, la intención no es guillotinar el deba-te; lo que está invocando la Mesa es un esfuerzode síntesis e ir, fundamentalmente, a la partesustantiva. Entiendo, por ejemplo, que los pri-meros cinco minutos usted los utilizó para pedirque estos debates sean publicitados. Entonces,yo estoy, y lo digo con todo el interés del caso,llevando los aspectos sustantivos de cada una delas presentaciones. Simplemente invoco a todoslos oradores ir a la parte sustantiva, a fin de quetodos podamos tener el beneficio para la vota-ción final.

Gracias, doctor.

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).� Señor Presidente: Evidentemente, nohe tenido suerte en muchas de mis intervencio-nes; y sobre la primera parte a la que usted haaludido, tampoco he tenido suerte, porque no veoque se haya tomado ninguna disposición por partede la Mesa para superar la situación que habíaseñalado.

Creo, señor, que la pena de muerte es una espe-cie de homicidio legalizado y constitucionalizado,porque estamos autorizando a que se le quite lavida a una persona por otras personas, y ésa esla esencia de un homicidio.

Tengo que manifestar que con la pena de muer-te eliminamos la posibilidad del remordimiento.¿Cuántas personas, transcurrido el tiempo, sepercatan de sus errores y tienen remordimien-to? ¿Qué dice el evangelio? "Hay mas alegrías enel cielo cuando un pecador llega al cielo que cienjustos". Estamos eliminando la posibilidad de queese hombre, el sancionado, pueda beneficiarse conel remordimiento. Estamos acortando su vidainjustamente, evitándole que tenga esa posibili-dad.

Y qué decir de los errores judiciales. ¿Los hom-bres son dueños de la verdad? No, señor, puedenequivocarse. ¿Cuántos casos ha habido? Podríancitarse muchísimos. Otro aspecto que tengo queseñalar es éste: ¿la sociedad es ajena al crimen?No; se está demostrando que el delincuente lo esporque, en su aparato somático, en su naturale-za, tiene deficiencias; estoy seguro de que con el

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tiempo la ciencia va a curar esas deficiencias, vaa haber ingeniería en el aparato somático paraevitar que ellas se produzcan.

La sociedad, en un país no integrado, cargado degravísimas injusticias económicas, sociales, polí-ticas, culturales, es decir, un país frustrado, tie-ne responsabilidad por la generación del terro-rismo; por lo tanto, no puede incurrir en el errorque se está preconizando aquí. La tradición deeste país, la andina es humanista, tanto así quelos incas dijeron que éramos hijos del sol; es unatradición que casó perfectamente con la tradi-ción cristiana, cuya expresión más genuina yauténtica no creo que sea la que ha manifestadoel señor Kouri. Creo que la esencia de la tradi-ción cristiana es el amor al prójimo, el amor a lavida, y no el autorizar a eliminar la vida; y que,casando con nuestra tradición, debemos, por con-siguiente, no incrementar las posibilidades de lasanción de la pena de muerte como pretende lamayoría.

Creo además que, tratándose del terrorismo, lapena de muerte va a ser una forma de canoniza-ción. Aquellos que pasen por la pena de muertela van a esperar, la van a ansiar, para consagrar-se históricamente, para figurar como aquellos quese sacrificaron por sus tesis; no va a ser, tampocoen ese aspecto, disuasiva. Creo que más disuasivaes la cadena perpetua, como ya dijo el señorDonayre. Puesta una persona a escoger entre vi-vir arrinconada dentro de una celda por el restode sus días, sufriendo cuantas privaciones puedahaber, y la pena de muerte, pues al final diría:"¡Mátenme de una vez, por favor, no quiero estavida de privaciones!" Si se quiere entonces casti-gar, es mayor castigo la cadena perpetua, es másdisuasiva que la pena de muerte.

No olvidemos, también, que el Estado tiene unafunción docente; el Estado debe enseñar a nues-tra población lo mejor, lo más bueno, lo superior.Si el Estado va a enseñar la pena de muerte comosanción, se convierte en un mal profesor; habríauna mala ejecución de esa función docente quedebe corresponder al Estado.

Otro aspecto importante es éste: ¿quién sería antela sabiduría de los hombres y de Dios más res-ponsable: un terrorista que mata por una con-vicción equivocada, pero por una convicción, queun narcotraficante que mata por interés, por ve-nalidad, que corrompe a miles de seres huma-nos vendiendo droga? ¿Quién es más culpable?¡Aquí, señor, se está condenando sólo a unos, alos que pecan por convicción, por una convicciónequivocada, repudiable, que todos condenamos;pero a los otros no se les toca! ¡Los grandesnarcos, que manejan miles de millones de soles y

que corrompen a nuestra juventud, están lejosde la sanción de la mayoría! Para ellos hay per-dón; pero para los que pecaron por convicción,aun equivocadamente, sí hay sanción.

Quiero decir que así como ha habido tantos ma-les en nuestra historia, éste será un mal que tie-ne que pasar. A nivel mundial estamos viendoque la vigencia del marxismo está terminando.Ese mal fue efecto de la prédica del marxismo alinterior del Perú. La gente sencilla de nuestrosandes aprendió el marxismo al pie de la letra,como la última palabra de la ciencia, de la histo-ria, y quisieron practicarlo y hacer justicia consus propias manos. Pero estamos viendo que elmarxismo está siendo barrido de los pueblos delmundo, está desapareciendo, e igual ocurre conla vigencia de esas ideas; va a desaparecer tam-bién muy pronto de las mentes peruanas, comoya en parte se está comprobando.

Como Presidente de la Comisión de DerechosHumanos, tengo que ser, necesariamente, defen-sor de la tesis de la vida frente a la tesis de lamuerte. Yo no podría, por mis propias conviccio-nes, estar tampoco en contra de esa tesis. En 1979tuve una posición �los hombres tenemos la obli-gación de revisar nuestras propias ideas�; tam-poco yo estuve en favor de una pena de muertegeneralizada, sino condicionada a la aprobaciónpor la mayoría de los miembros de la Corte Su-prema. Aquella es una posición que quedó en elpasado.

Creo que la posición que tengo es la que debiéra-mos abrazar, y lo digo con toda convicción. Pidoa los miembros de la mayoría que reflexionen. Siacaso se piensa usar este tema para presionarcon él al electorado nacional en favor de un re-sultado positivo en cuanto al referéndum, no es-taríamos procediendo con la limpieza de propó-sitos, que es indispensable tratándose de algo detanta importancia como una Constitución.

Es cierto que mucha de nuestra gente en el Perúestá sensibilizada ante el crimen cometido por elterrorismo, pero yo también digo que esa genteestá preparada, por milenios, por una culturaandina, y también por una prédica cristiana bienentendida, no convenencieramente entendidapara justificar el crimen legalizado; está prepara-da, repito, para el perdón. Y estoy seguro de queen un debate limpio, que podría haber comenza-do con una buena difusión de la televisión y nocon esta restricción en que estamos viviendo, derepente no tendrían el resultado que esperan quie-nes preconizan aquello; y ése tal vez sería el peorcastigo para quienes pretenden que un debate deesta naturaleza esté al servicio de una causa queno tiene la nobleza que muchos reclaman.

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�Reasume la Presidencia el señor JaimeYoshiyama.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra eldoctor Gonzalo Ortiz de Zevallos.

El señor ORTIZ DE ZEVALLOS ROÉDEL(R).� Señor Presidente: Anteriormente, mi dis-tinguido amigo, el doctor Torres y Torres Lara,se ha referido a mi persona de modo elogioso y leagradezco.

Ahora, voy a proceder primero a dar lectura aloficio que he recibido del señor Oscar de la PuenteRaygada, Presidente del Consejo de Ministros.El oficio dice:

"6 de julio de 1993

Señor CongresistaGonzalo Ortiz de Zevallos,Congreso Constituyente DemocráticoCiudad.

Me dirijo a usted, en referencia a su atenta co-municación, de fecha 23 de junio último, en laque tuvo a bien someter a consideración de miDespacho, un proyecto de articulado con su co-rrespondiente exposición de motivos que, segúnusted señala, permitiría ampliar la aplicación dela pena de muerte por delito de terrorismo, a tra-vés de la interpretación del artículo 235º de laConstitución Política.

Como usted conoce, la Comisión de Constitucióny de Reglamento del Congreso Constituyente De-mocrático adoptó, el día 10 de junio pasado, unproyecto de articulado que amplía la aplicaciónde la pena de muerte a los delitos de terrorismo.Dicho proyecto de articulado ha sido incorpora-do al proyecto de Constitución Política del Perú,publicado en la fecha en el diario oficial El Pe-ruano, y es recogido bajo el texto de artículo 159ºdel mencionado proyecto.

Mi Despacho ha leído con especial atención losargumentos que usted señala, que, a su juicio,sustentarían la tesis de que el delito de terroris-mo ya se encontraría tipificado en el artículo 235ºde la Constitución y que ello, en consecuencia,posibilitaría una acción legislativa oportuna através de la interpretación del citado dispositivoconstitucional, salvándose, de esta manera, comousted señala, las exigencias que impone al Perúla Convención Interamericana de Derechos Hu-manos.

No obstante lo anotado, estimo que, al haberseadoptado e incorporado al proyecto de Constitu-ción Política del Perú el artículo que aprobó la

Comisión de Constitución y de Reglamento, nosería oportuno por ahora entrar al análisis de suinteresante propuesta, al haber delimitado el ci-tado proyecto el campo del debate jurídico en tor-no a este asunto.

Finalmente, le expreso a usted que mi Despachocomparte su inquietud y se encuentra muy aten-to al aspecto de la incidencia de esta problemáti-ca en las obligaciones internacionales del Perú,para lo cual transmitiré oportunamente al Con-greso Constituyente Democrático los comenta-rios del sector de Relaciones Exteriores sobre esteasunto".

Ha transcurrido muchos días, más de un mes y,lamentablemente, el señor Ministro ha tenido ocu-paciones muy urgentes que no le han permitidodiscutir el asunto directamente con la Comisiónni tampoco conmigo. Pero, en los términos de sucarta, sí se precisa que, en cierta forma, tiene unaidentidad con mi punto de vista, que está explica-do con una exposición de motivos.

Yo le ruego, señor Presidente, disponer que elseñor Relator lea un resumen muy sintético demi exposición de motivos, que es la mejor formapara retransmitir mis posiciones muy extensasque he hecho llegar a todos los congresistas sos-teniendo mi tesis.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Señor Relator, ten-ga la amabilidad.

El RELATOR da lectura:

"Proyecto del texto legal:

Artículo.� No hay pena de muerte sino por trai-ción a la patria en caso de guerra exterior.

Artículo.� Interprétase que, de acuerdo con loestablecido por el Artículo 235º de la Constitu-ción Política de 1979, es traición a la patria, encaso de guerra exterior, levantarse en armas con-tra la República con financiación e inspiraciónexterior.

El delito de terrorismo está incurso en el artícu-lo mencionado.

Artículo.� El que provoca o instiga la comisióndel delito de homicidio como jefe, miembro degrupo dirigencial o cabecilla de una organizaciónterrorista, será condenado a pena de muerte.

Artículo.� Toda persona que se encuentre cum-pliendo la pena de cadena perpetua por terroris-

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mo y que notoriamente con pruebas evidentes yobjetivas instigue a la comisión de homicidio yque sea jefe, miembro del grupo dirigencial o ca-becilla de grupos terroristas, será condenado ala pena de muerte por estos nuevos hechos.

Artículo.� Es competente para conocer en loscasos a que se contraen estos preceptos el fueromilitar.

Artículo.� Estos dispositivos serán de aplicacióna todos los procesos del fuero militar vinculadosal delito de referencia."

"Interpretación del artículo 235º de la Cons-titución Política de 1979

Para pronunciarse sobre este proyecto hay quetener en consideración lo dispuesto por el párra-fo segundo del Artículo 4º de la Convención deCosta Rica, que prohíbe que el país que no hayaabolido la pena de muerte pueda establecer estapena para otro delito distinto al previsto en suley vigente. En consecuencia, no se puede pres-cribir, dentro de la nueva Constitución, la penade muerte que no haya estado prevista en la Cons-titución Política de 1979, que es a la que se refie-re, tratándose del Perú, la Convención de CostaRica.

Habida cuenta de esta situación jurídica, y sien-do muy grave quedar incurso en el incumplimien-to de esa Convención, no hay otro medio legalque interpretar el artículo 235º de la Constitu-ción Política, porque mediante su interpretaciónno se modifica el artículo sino que se establecepara su aplicación un régimen vigente desde supromulgación.

En consecuencia, mediante la interpretación nohay cambio en la ley nacional sobre la pena demuerte. Es la única vía de salvar esta situación.Es por esto que insisto en la aprobación de miproyecto.

Antes de entrar en materia, quiero dejar esta-blecido que por el referéndum no es posible lainterpretación de una ley, porque el referéndumpuede ser consultivo o mandatorio pero nointerpretativo de la ley. La interpretación de laley sólo es procedente por el Congreso de la Re-pública, de acuerdo con lo dispuesto por el inciso1) del artículo 186º de nuestra Constitución Po-lítica.

Nuestro pueblo se pronunciará sobre esta mate-ria al aprobar la Constitución, pero si además serequiere de un pronunciamiento expreso al res-pecto, se puede solicitar que en este referéndumel pueblo no sólo apruebe la Constitución sino la

interpretación por el Congreso sobre el artículo235º de la Constitución de 1979, en la parte queprescribe el artículo 235º: Es aplicable la penade muerte para los terroristas cabecillas.

Ningún otro órgano nacional distinto al Congre-so, y menos aún un órgano internacional, puedearrogarse esa facultad que es exclusivamenteinherente al Congreso Nacional, de acuerdo conlo prescrito en el inciso 1) del artículo 186º. Enconsecuencia, es al Congreso, que nosotros inte-gramos, al que incumbe esa facultad.

La admisibilidad de la pena de muerte está ex-presamente contemplada en la Convención Ame-ricana sobre Derechos Humanos. La ConvenciónAmericana sobre Derechos Humanos, ratificadapor el Perú inicialmente por el Decreto Ley Nº22231, de 11 de julio de 1978, y luego por la déci-mo sexta disposición general y transitoria de laConstitución Política de 1979, consagra en suartículo 4º el derecho a la vida como uno de losderechos humanos principales.

No obstante eso, y teniéndose en cuenta la nece-sidad de proteger los derechos humanos de to-das las personas que integran una sociedad, fren-te a la acción delictiva de elementos desquicia-dos, en el inciso 2) del artículo 4º de la mencio-nada Convención de San José de Costa Rica seadmite expresamente la aplicación de la pena demuerte para el caso de los delitos más graves.

Dentro del marco de esta Convención Americanade Derechos Humanos, diversos Estados de los Es-tados Unidos, por ejemplo, mantienen vigente yaplican la pena de muerte, sin considerar paranada que su aplicación pueda vulnerar en modoalguno la estructura de los derechos humanos, tancelosamente defendidos por este país.

Esto se basa en que prevalece el justificado crite-rio relativo a que deben protegerse, como cues-tión fundamental, los derechos humanos de lamayoría; esto es, de las personas afectadas, ac-tual o potencialmente, por quienes incurren enlos delitos de mayor gravedad.

La aplicación de la pena de muerte, en el Perú,dentro del marco del artículo 235º de la Consti-tución Política de 1979, es, pues, plenamente con-cordante con la Convención de los Derechos Hu-manos, y no compromete, en forma alguna, elpleno respeto de los derechos humanos en nues-tro país.

Hay que destacar que, en los días recientes, losEstados Unidos de Norteamérica han incluido lapena de muerte en toda la confederación por eldelito de terrorismo.

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Significado del artículo 235º a partir de lainterpretación auténtica del precepto cons-

titucional

Nadie puede discutir la vaguedad en lo que losconstituyentes de 1979 se refieren a la guerraexterior, al debatir sobre lo que fue en definitivael texto del artículo 235º.

La guerra exterior fue ampliamente discutida porlos constituyentes, señores Luis Alberto Sánchez,Mario Polar Ugarteche, Andrés Townsend Ez-curra, Róger Cáceres Velásquez, Javier ValleRiestra, Javier Ortiz de Zevallos, Enrique Melgar,Roberto Ramírez del Villar, Carlos Malpica, donEnrique y don Francisco Chirinos Soto, GenaroLedesma Izquieta, Fernando León de Vivero, An-drés Aramburú Menchaca, Luis Rivera Tamayo,Lucio Muñiz Flores, Rafael Vega García, donHéctor Cornejo Chávez y Jorge Lozada Stambury.

Esos congresistas interpretaron de muy distintamanera el concepto de guerra exterior. Comen-zaron por distinguir nítidamente dos hipótesis,como sigue. Distinguieron, por un lado, los casosde sublevaciones políticas o guerras civiles intes-tinas, a las que se denominaron guerras interio-res; y, del otro, las denominadas guerras exterio-res, que se libran dentro del territorio de la mis-ma República.

Es claro que ese elemento de conexión con el ex-terior no puede consistir, exclusivamente, en tansólo una coincidencia de carácter ideológico doc-trinario. Se requiere que exista, adicionalmente,cuando menos, una participación foránea activa,ya sea mediante el suministro de armamento conel fin de viabilizar o patrocinar la guerra, o me-diante la financiación foránea deliberada, direc-ta o indirecta, de esa guerra.

Numerosas han sido, en la historia de la Repú-blica, las sublevaciones políticas, e incluso lasguerras intestinas, sobre todo en el siglo XIX.Ésos fueron los casos, entre otros, de la luchaentre Gamarra y Santa Cruz, la rebeldía de Sa-laverry contra Gamarra y su revolución contraOrbegoso, para sólo citar algunos casos sobre lamateria.

La Revolución de 1895, por ejemplo, liderada porPiérola contra el gobierno del Mariscal Cáceres,fue una cruenta guerra civil. En el presente si-glo, ha habido revolución en la década de los 30,conducida por la Alianza Popular Revoluciona-ria Americana y liderada por Víctor Raúl Hayade La Torre.

Para evitar que se aplique la pena de muerte alos delitos políticos, nuestra Constitución ha es-

tablecido que no hay pena de muerte sino en elcaso de guerra exterior; pero se ha distinguidomuy claramente que no se trata de guerra inter-nacional.

Los eminentes parlamentarios Luis AlbertoSánchez y Javier Ortiz de Zevallos quisieron con-fundir la guerra exterior con la guerra del Perúcon otros países o con la guerra entre estados; y,al definir guerra exterior, el Congreso unánime-mente estableció que, por guerra exterior se en-tendía una guerra en la que intervenían elemen-tos foráneos pero no internacionales. Esto es, queparticipaban en la guerra factores económicos yde inspiración foránea.

En realidad, hay guerra exterior cuando el con-flicto armado se libra dentro del territorio de laRepública con apoyo logístico y financiero de unade las partes en conflicto, que es, precisamente,la guerra que sostiene el terrorismo en el Perú.

La discusión del artículo de cuya interpretaciónse trata, que sólo tiene 16 palabras, una de lascuales se incluye en el párrafo "guerra exterior",sólo es interpretativa de la frase de guerra exte-rior, por la que discuten 19 constituyentes.

Se llega al extremo de discutir la aprobación delartículo en dos extremos. En el primero, no haypena de muerte. Y en el segundo, sólo en caso deguerra exterior. Quiere decir que el Congreso con-sagra toda su preocupación a la guerra exterior,y se justifica plenamente la interpretación de laparte pertinente.

Hay que agregar que, en nuestra historia repu-blicana, la aplicación de guerra exterior no tienevigencia en el pasado y en el presente, salvo laguerra que sostiene Sendero Luminoso.

Característica externa del terrorismo.

El máximo dirigente de Sendero Luminoso,Abimael Guzmán, además de haber recorrido laChina comunista antes de iniciar la acción en elPerú, visitó Camboya, donde se preparaba a losterroristas en todo el mundo. Allí adquirió lasprácticas de Pol Pot, que con sus khmer rojosaniquiló a un millón de personas para implantarsu siniestros designios.

Abimael Guzmán, en su arenga bélica lanzada asus secuaces desde la cárcel, los urgió para quecontinuaran con las acciones terroristas que for-man parte del denominado "sexto plan militar", ya celebrar, desde este año, los 100 años del naci-miento del líder chino comunista Mao Tse Tung,que se celebrará en 1993. "Seguiremos aplicando�dijo Guzmán� nuestro proyecto de la guerra".

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Vinculación económica de Sendero Lumi-noso con el narcotráfico internacional.

El Consejo Permanente de la Organización de losEstados Americanos, por los actos demencialesde Sendero Luminoso contra la población civilde la calle Tarata de Miraflores, expidió la Reso-lución 587, en la que se resuelve, en su puntotercero, lo siguiente:

"Expresar su plena solidaridad con el pueblo yEstado peruanos, ante esta intensificación de laagresión que vienen sufriendo por parte de orga-nizaciones terroristas vinculadas al tráfico ilíci-to de drogas".

El ex Subsecretario de Estado para asuntosInteramericanos de los Estados Unidos, señorBernard Aronson, se ha referido en forma dra-mática a la alianza entre el narcotráfico interna-cional y Sendero Luminoso. Y, en reciente decla-ración del ex Secretario de Estado Adjunto paraAsuntos Internacionales de Narcóticos de losEstados Unidos, señor Melvyn Levitsky, este ca-lificado funcionario ha afirmado que existen prue-bas evidentes de que los terroristas tienen pactocon las organizaciones del narcotráfico.

Durante un encuentro con hombres de prensade 26 países, reunidos en un seminario organi-zado por La Voz de América, Levitsky manifestóque la preocupante conexión entre los narcos ylos grupos insurgentes podía ser de ayuda en lalucha antidrogas, porque llamará a los gobier-nos a la realidad, para que vean su propia exis-tencia amenazada por esta alianza nefasta.

Los terroristas, por lo general, suministran ar-mas y protección a los narcotraficantes, a cam-bio de una parte de beneficios. En el caso parti-cular de Sendero Luminoso en el Perú, ese movi-miento asesina, adicionalmente, a los trabajado-res agrícolas que tratan de introducir programasde desarrollo alterno en el Alto Huallaga. Estasiniestra alianza internacional narco-terroristaque vincula a Sendero Luminoso en el Perú, vie-ne siendo constatada, igualmente, por la deno-minada Comisión de Coordinación y Seguimien-to de las Decisiones tomadas durante la CumbrePresidencial Antidroga, cumbre que se celebróen la ciudad de San Antonio-Texas en febrero de1992.

Es en base a todas estas consideraciones que losgobiernos de los Estados Unidos de América ydel Perú han declarado lo siguiente en la parteintroductoria del denominado Convenio sobreControl de Drogas y Desarrollo alternativo, apro-bado por Decreto Supremo Nº 100-91-PCM y pu-blicado en el Diario Oficial el 15 de mayo de 1991:

"Existe evidencia de que elementos organizadosen el extranjero y bandas armadas peruanas hancomenzado a participar en la comercialización yexpansión del cultivo dentro del país".

Pronunciamiento Moral.

Monseñor Juan Luis Cipriani, obispo de Ayacu-cho, desde las calles de la ciudad de Ayacucho,ha expresado valerosamente su absoluto apoyo ala aplicación de la pena de muerte en el Perú paralos cabecillas de Sendero Luminoso.

La demanda pública del obispo de Ayacucho coin-cide con los reiterados pronunciamientos igual-mente públicos en el mismo sentido, formuladosa los diversos órganos de prensa escrita y habladapor el ex Presidente de la Conferencia Episcopaldel Perú, Monseñor Ricardo Durand Flores.

En el caso de la guerra de Sendero Luminoso, lapoblación civil de la calle Tarata de Miraflores,por ejemplo �una población indefensa y pacífi-ca�, constituyó un típico objetivo bélico que esajeno al delito de la sedición.

Hay evidencias absolutas, en consecuencia, portoda la nutrida información de que se dispone, ypor todas las consideraciones de orden conceptualque han sido precisadas en la exposición de moti-vos de este proyecto de ley y en el presente infor-me, de que es guerra exterior la que ha generadoy lleva a cabo Sendero Luminoso contra el Perú.

Conclusión.

En lo que atañe al requisito constitucional de quehaya guerra sobre el particular, no hay lugar aduda. Así lo ha proclamado explícitamente Abi-mael Guzmán, y lo ha reconocido públicamentetambién nuestro distinguido compatriota y exSecretario General de la Organización de las Na-ciones Unidas, embajador Javier Pérez de Cuéllar,al comentar los crueles y demenciales actos dedestrucción cometidos por Sendero Luminoso enla calle Tarata de Miraflores.

El carácter de la guerra que libra contra el PerúSendero Luminoso, como guerra exterior, resul-ta de la financiación externa de ese grupo terro-rista, por el narco-terrorismo internacional, y dela inspiración, motivaciones y prácticas tambiénexternas de esos actos de beligerancia.

Se ha nutrido, en efecto, Sendero Luminoso, delos recursos del narco-terrorismo internacional,a través de la mafia internacional del narcotrá-fico. No se trata, por tanto, tan sólo de una coin-cidencia ideológica entre Sendero Luminoso y losgrupos terroristas internacionales.

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¿Puede, acaso, considerarse fuera del marco de lahipótesis de "guerra exterior", la acción de Sende-ro Luminoso que, con financiamiento internacio-nal del narco-terrorismo y con inspiración y moti-vaciones foráneas, ha matado ciudadanos indefen-sos que eran ajenos por completo a los órganos deEstado, causando más de 25 mil muertos y un em-pobrecimiento directo y efectivo del país, mayor alos 20 mil millones de dólares, suma equivalenteal total de nuestra deuda externa nacional?

De lo contrario, yo quisiera que todos ustedespiensen sobre una hipótesis en la que sería apli-cable el caso de guerra exterior. Históricamente,en el Perú, yo no puedo encontrar una hipótesisde guerra exterior que no se trate de guerra in-ternacional, que, evidentemente, está incluida enel artículo 235º de la Constitución Política delPerú, pero que no fue aprobada por ese preceptosólo para la guerras internacionales, como sedesprende del hecho de haberse rechazado suaprobación en los casos previstos por Luis Alber-to Sánchez y Javier Ortiz de Zevallos.

Por las consideraciones que anteceden, hay ple-no fundamento para sostener que tiene absolutajustificación mi proyecto de ley, por el que se in-terpreta el artículo 235º de la Carta Magna y sedeclara que constituye guerra exterior el levan-tamiento en armas contra la República, con fi-nanciación, motivaciones, objetivos y prácticasexternas.

Jurisdicción

De acuerdo con el artículo 282º y el artículo 235ºde la Constitución Política actual, son aplicablesa los civiles el fuero militar y el Código de Justi-cia Militar. Este fuero se mantiene en el artículo10º del capítulo "De las Fuerzas Armadas y de laPolicía Nacional" del proyecto de Constituciónrecientemente aprobado por esta Comisión."

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor La Torre Bardales.

Tenemos en la lista de oradores a 22 personas,de modo que les ruego a quienes hagan uso de lapalabra ser lo más precisos y concretos posible.

Tiene la palabra el señor La Torre Bardales, des-pués el señor Paredes Cueva; han pedido tam-bién el uso de la palabra los señores FernándezArce y Pease García.

El señor LA TORRE BARDALES (NM-C90).�Señor Presidente: Creo que existe consenso enpasar pronto al voto. Lo digo porque escucho quedicen: "¡Al voto, al voto!". Discúlpenme los queno lo han dicho.

Señor Presidente, la Constitución Política delPerú, promulgada el 12 de julio de 1979, deter-mina en su artículo 235º la pena de muerte portraición a la patria. Entonces, la pena de muerteen el Perú no es una novedad, ni algo que nossorprenda; y he escuchado al maestro �yo lo con-sidero así, porque ya tiene casi treinta años deexperiencia parlamentaria� Róger Cáceres Ve-lásquez decir lo contrario y extrañarse sobre lapena de muerte. Pero aquí, con el número 18,firma la promulgación de esta Constitución eldoctor Róger Cáceres Velásquez, que integró laComisión Principal de Constitución de la Asam-blea Constituyente de 1978.

Señor Presidente, el doctor Róger Cáceres es tangentil que siempre me concede interrupciones,como buen maestro que es; le ruego permitirmeque yo, como buen alumno, le conceda a la vez lainterrupción.

El señor PRESIDENTE.� Puede interrum-pir, señor Cáceres Velásquez.

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).� Señor Presidente: Si el señor con-gresista lee quiénes fueron los que promulgaronla Constitución, va a encontrar que no figura minombre ni de ninguno de los de la oposición. Otracosa es que, habiéndose suscitado una diferenciacon el gobierno militar, tuvimos que aprobar elActa donde se acordaba tal promulgación; y comoel Acta era simplemente la refrendación de unhecho que había ocurrido, todos los de la oposi-ción firmamos esa refrendación, porque era unenfrentamiento con el gobierno militar, a los efec-tos de saber si la Constitución tenía vigencia ono.

De tal manera que hay esa diferencia sustancialque probablemente usted, por ser nuevo en lavida parlamentaria, no ha advertido; con todorespeto a su persona, señor.

El señor PRESIDENTE.� Puede continuar,señor La Torre Bardales.

El señor LA TORRE BARDALES (NM-C90).�Muchas gracias, maestro.

Señor Presidente, continúo. Ya que la pena demuerte no es algo nuevo, tenemos que respon-der a algunas posiciones que, de repente, tienenfundamento, pero que, así como tienen funda-mento, son rebatibles.

Se dice que determinar la pena de muerte es sal-vajismo. Yo quiero preguntar, entonces, qué es loque han hecho los terroristas cuando han mata-do niños, mujeres, ancianos, policías, gente que

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se encarga de dar el orden interno y externo;cuando se ha matado a más de 25 mil peruanos;cuando se ha destruido la propiedad privada y lapropiedad estatal, y al decir propiedad estatal,nos referimos al patrimonio nuestro, porque so-mos peruanos y es parte de nuestra patria y denuestro patrimonio. ¿Qué es eso si no salvajis-mo, señora Presidenta?

El artículo 159º que nos presenta la Comisión deConstitución y de Reglamento en el dictamen enmayoría, dice: "La pena de muerte será aplicadapor delitos de traición a la patria y de terroris-mo". Si esto se halla de acuerdo a la ley internade nuestro país y a los tratados firmados que te-nemos, creo que ese artículo 159º que nos pre-senta la Comisión en su dictamen reúne todaslas condiciones formales y legales para determi-nar causales de orden que se requieren en nues-tra patria.

Continúo, entonces, dando lectura al artículo 1ºaprobado por este Pleno, que dice: "La defensade la persona humana y el respeto de su digni-dad son el fin supremo". Y el artículo 2º dice:"Toda persona tiene derecho principal a la vida".Pregunto a los que se oponen a la pena de muer-te si los terroristas, si los subversivos, respetaneste derecho elemental y principal a la vida. Larespuesta sería la que doy yo, como la da todo elpueblo peruano.

Esto no significa que nosotros queramos esta-blecer en la nueva Constitución la pena de muer-te, que nosotros aprovechemos las circunstanciasde estar al frente del Congreso ConstituyenteDemocrático para establecer sanciones que no soncausales determinantes para ordenar a nuestrapatria y devolver la paz tan ansiada por el pue-blo peruano.

¿Acaso no tenemos, amigos congresistas, un ejem-plo palpable en el anterior gobierno? Haciendoun poco de memoria, recordemos cuando se visi-taba a los dirigentes subversivos desde la Presi-dencia del Senado o desde la Presidencia del Con-sejo de Ministros, y aquí quiero referirme connombre propio al señor Armando Villanueva delCampo. ¿Acaso el señor Villanueva del Campono fue a visitar y a saludar a uno de los altos diri-gentes de la subversión en el país, que tanto dañoy tanto mal ha hecho a nuestra patria? ¿Acasoeso no significa incentivar la subversión en elPerú? ¿Acaso eso no significa compartir los idea-les de la subversión? Dejo en el aire la respuesta,para que la dé cada uno de nosotros y cada unode los 22 millones de peruanos.

¿Acaso, por el otro lado de la medalla, no hemosvisto el programa antisubversivo, o sea, el progra-

ma contra la subversión, para devolver la paz alpueblo? ¿No hemos visto, acaso, con ese progra-ma, combatir la subversión al actual gobierno delpresidente Fujimori y tener ahora entre rejas alos dirigentes más avezados? A esos dirigentes alos que podríamos llamar "delincuentes crimina-les", y que yo no puedo dejar de llamarlos, converdadera expresión y auténtico sentir peruano,"delincuentes convertidos en monstruos".

¿Acaso no hemos visto que el tipo de gobiernoque dirige el presidente Fujimori nos está devol-viendo la paz y nos está hermanando aún más atodos los peruanos? Creo que si nosotros, conconsiderar la pena de muerte, conseguimos lle-gar a devolver totalmente la paz en que vivíamoslos peruanos, habremos hecho realidad el princi-pal ideal de iniciar una verdadera etapa de desa-rrollo y transformación en nuestra patria; por-que, cuando un pueblo no vive en paz y tranqui-lidad, no podemos pensar que, desde el extranje-ro, o acá, por los propios inversionistas naciona-les, se pueda promover el desarrollo del Perú.

Por eso tengo que contestar a algunas interven-ciones. Se habla, por ejemplo, de la ley de la sel-va, según la cual el más fuerte se impone al másdébil. Esto está mal interpretado, señores. La leyde la selva no quiere decir que el más fuerte seimpone al más débil. No es así. No es el selváticoque mata a otro selvático, no es el hombre quemata a otro hombre, no es la mujer que destruyeun edificio, una casa, una vivienda o mata a losniños o a otras mujeres. No. La ley de la selva esaquella conforme a la cual el más fuerte se impo-ne al más débil. ¿Cómo? Cuando el más fuerte,que es el hombre que emplea su raciocinio lógi-co, el don de la inteligencia, se impone al másdébil, que es la fiera; es decir, cuando el hombrecon su sable o con su machete mata a una maldi-ta boa. Ésa es la ley de la selva. No es aquella porla cual los hombres nos matamos unos a otros.Quien lo interprete así está mal, y por eso, yoinvito a visitar la selva para que, in situ, se sepacómo actúan los que viven allá, en la región deloriente.

Señora Presidenta, se ha dicho que no es per-suasiva la pena. Yo creo que sí es persuasiva, por-que el terrorista o la persona que quiere partici-par en la subversión tiene que considerar que siexiste la pena de muerte, ésta le puede ser apli-cada, y que si él, conscientemente, por propiavoluntad, comete el delito de subversión, puesestá sometiéndose a esa pena capital.

Porque, de lo contrario, si no existiera la penacapital no le interesarán las consecuencias, por-que diría: "Si no existe la pena de muerte, seréencarcelado y sufriré penitenciaria o cadena per-

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petua, y, pues bueno, me escaparé como se esca-pó Polay, y me vendrá de repente el indulto o derepente la amnistía, o, no sé, pero trataré deescaparme".

Pero, si está la pena de muerte de por medio, lopiensa dos veces, lo medita y dice: "Si voy a estarvivo dentro de una cárcel, tengo la oportunidadde que me visiten mis familiares, tengo la opor-tunidad de ver la luz, el sol; pero si es la pena demuerte, viene la muerte definitiva". Entonces,comete acciones o delitos de menor culpabilidadpara no ser sancionado con la pena capital.

Por eso creo que la pena de muerte sí es disuasiva,sí es intimidatoria. La gente honesta y modestaque ha sido enrolada, o que puede ser enrolada,va a darse cuenta que existe legalmente la penade muerte y no va a cometer el delito. Entonces,sí es disuasiva, por el temor a la muerte. Y si no,que levante la mano quien no tiene temor a mo-rir.

Quiero comentarles una experiencia que tuve. Elómnibus en que viajaba chocó y se desbarrancó.Por suerte no llegué a morir, si no, no estaríaaquí, en el Congreso, representando a mi pue-blo, porque de haber muerto tal vez hubiese te-nido que volver a la vida para defender los dere-chos de mi pueblo. Señora Presidenta, en aquelaccidente he visto a mucha gente que gritaba"¡sálvenme!, ¡sálvenme!, ¡no quiero morir!". Erangritos muy fuertes proferidos con la profunda in-tención de conservar la vida. Por eso yo diría quelevante la mano el primero que quiera morir. Por-que ante circunstancias similares, la persona seaferra con todas sus fuerzas a la vida, quiere se-guir viviendo. En consecuencia, considero queesta condena es disuasiva e intimidatoria, y poreso es que, personalmente, estoy de acuerdo conla pena de muerte.

Se ha dicho también que los subversivos se van aconvertir en mártires políticos. No creo que elpolítico vaya a dar un discurso dentro de cuatroparedes, si ve que no hay allí quien lo escuche niaplauda. Al político lo hacen los aplausos, lo ha-cen los seguidores; nuestros seguidores, diríamos,porque nosotros somos políticos. Y aun cuandoseamos pequeños políticos, tenemos ya seguido-res, así sean nuestra mujer y nuestros hijos quie-nes nos aplaudan al vernos intervenir en políti-ca. Así ocurre con los mártires.

En este momento, ¿cómo vamos a pensar que unterrorista quiera ser mártir?, ¿para qué?, ¿quiénlo va a aplaudir?, ¿quién le va a decir que es unmártir? Todo el pueblo peruano está contra lasubversión, está contra el terrorismo. El puebloperuano pide a gritos volver a vivir en paz.

Entonces, es otra falsedad decir que se van a con-vertir en mártires. No creo que en este momen-to el pueblo peruano, que ha vivido una extrañay profunda guerra por espacio de casi trece años,quiera volver a continuar viviendo con el mismoritmo. No existen mártires cuando no hay genteque los aplauda ni gente que los siga.

Por último, se ha dicho que no hay coherenciacon los artículos 1º y 2º del proyecto de nuevaConstitución que estamos aprobando, referidosal derecho a la vida, ya que ahora estamos di-ciendo que debe haber pena de muerte. Que nohay coherencia se dice, pero yo quiero señalarque en nuestra legislación penal se protege lavida, aunque los terroristas no aceptan el respe-to a la vida, y por eso el récord de muertes habi-das es más grande de lo que podríamos haberimaginado; con el agravante de que el subversi-vo planifica la muerte, planifica la destrucción,comete actos premeditados. No soy abogado, por-que si lo fuera tendría que hablar en los térmi-nos que se emplean en esta profesión y decir quelo hacen con premeditación y con alevosía.

Dentro de esos términos, creo que hay coheren-cia, pues el respeto a la vida está aceptado nosólo en el Perú sino en el mundo; pero es el res-peto a la vida de todos y no sólo a la de uno o dosdelincuentes, porque en este caso, tendríamosque decir que ellos sí merecen ese respeto paradestruir vidas, matar a todo un pueblo, llevar alpaís a la desesperación, al caos y a la miseria.

Por eso, desde este escaño, doy mi aceptaciónplena a la pena de muerte; y aprovecho esta cir-cunstancia para felicitar al Gobierno y al presi-dente Fujimori por esa gran labor de pacifica-ción que vienen haciendo en nuestra patria.

Muchas gracias, señora Presidenta.

�Asume la Presidencia la señora Luz Sal-gado de Rubianes Paredes, durante la an-terior intervención.

La señora PRESIDENTA.� Tiene la palabrael señor Paredes Cueva.

El señor PAREDES CUEVA (SI).� SeñoraPresidenta, colegas: Quisiera iniciar mi exposi-ción dando lectura a un texto de la Facultad deTeología Pontificia y Civil de Lima. Dice: "Y ja-más piensa que la vida de los criminales es into-cable, será sagrada por ser obra de Dios, pero lasociedad puede disponer de esa vida cuando elculpable ha sido asesino y en otros casos".

La razón está en que, para la Biblia, la justiciaestá por encima de la vida. El que ha violado gra-

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vemente la justicia se hace indigno de la vida yde la sociedad, y se le puede quitar la vida. Enotras ocasiones, la Biblia castiga duramente a losque no son capaces, o como diría el doctor Flo-res-Araoz, viriles para cumplir con esa dura peronecesaria obligación.

Quisiera referirme al retroceso de que ha habla-do nuestro colega Róger Cáceres. Lástima queno esté presente.

Como hombre al que le gusta hacer cálculos ycomo hombre de empresa pregunto, ¿qué retro-ceso más puede haber si ha habido 25 mil muer-tos? ¿Qué retroceso más puede haber si ya he-mos tenido 25 mil millones de dólares en pérdi-das? ¿Qué retroceso más puede haber si se hadesterrado a 20 mil peruanos? ¿Qué retrocesomás puede haber si 50 mil niños han muerto dehambre y otros 50 mil están huérfanos? ¿Qué re-troceso más puede haber si la mayor parte de lastierras dedicadas a la agricultura no han sidocultivadas y ésa sea la razón por la que no tene-mos agroindustria y no exportamos? ¿Qué retro-ceso más puede haber cuando no hay empleo paralos peruanos, cuando no hay trabajo, cuando lossueldos que hoy tenemos son para morirse dehambre? Señora Presidenta, ¿de qué retrocesonos hablan? Tal vez alguien está viviendo en unparaíso, que por cierto no es éste. En la vida prác-tica, comprendemos que los que empezaron po-siblemente hace doce años se convirtieron des-pués en una amenaza que más tarde llegó a po-ner en peligro a la capital del Perú, y no pode-mos aceptar que aparezcan de nuevo estos cri-minales que han violentado nuestro país duran-te más de una década.

Por eso, respetando las confesiones, y aunque elPresidente del FREPAP no quiere que apoyemosla pena de muerte, yo no creo que vaya a sentirremordimiento en pedir que se aplique esta pena,y creo también que mi bancada la apoyará, auncuando el doctor Vicuña no esté presente.

Gracias, señora Presidenta.

La señora PRESIDENTA.� Tiene la palabrael doctor Fernández Arce.

El señor FERNÁNDEZ ARCE (NM-C90).�Señora Presidenta: En primer lugar, quiero pe-dir disculpas anticipadas por mi abierta y totaldiscrepancia con todas aquellas personas quesustentan que la solución de los problemas delterrorismo radica en la implantación de la penade muerte. Permítame que discrepe; soy opuestoa la pena de muerte, soy abolicionista.

Es verdad que, desde 1980 a 1993, el terrorismo

ha producido más de 22 mil muertes entre genteinocente, víctimas que no tenían por qué habermuerto en manos de criminales, en manos de te-rroristas, en manos de malos peruanos. Comoreacción sicológica a todo este acto de criminali-dad, que nosotros condenamos con toda energíay con toda severidad, y, no obstante pensar queson acreedores a las más severas sanciones deacuerdo con el grado de responsabilidad y con lanaturaleza de los delitos cometidos, considera-mos que no se justifica la pena de muerte.

Voy a dar lectura al testimonio de dos personascuyos familiares han sido víctimas del criminalterrorismo.

La doctora Matilde Ráez, psicóloga, a pocos díasde que Sendero Luminoso asesinara alevosamen-te a su esposo, el doctor Alfredo Ramírez, Coro-nel de Sanidad de las Fuerzas Policiales, daba elsiguiente testimonio.

Señores, si me permiten, les agradecería guar-dar un poco de silencio, pues estos temas son detrascendental importancia...

La señora PRESIDENTA.� Se ruega a losseñores congresistas que, por favor, guarden lacompostura cuando uno de los colegas hace suintervención.

El señor FERNÁNDEZ ARCE (NM-C90).�Estos temas son de trascendental importancia,porque nuestra Constitución es una Constituciónpara la vida y no para la muerte. Disculpen si helevantado la voz exageradamente.

La doctora Matilde Ráez, psicóloga, a pocos díasde que Sendero Luminoso asesinara alevosamen-te a su esposo, el doctor Alfredo Ramírez, Coro-nel de Sanidad de las Fuerzas Policiales, daba elsiguiente testimonio:

"Éramos, en este momento, una familia feliz quegiraba alrededor de un padre fuerte y al mismotiempo tierno, justo y afectuoso. Y súbitamente,sin ningún aviso, sin ninguna razón, nuestromundo se deshizo, se acabó. Lo destruyó la vio-lencia asesina y nos dejó solos, sumergidos en ladesolación y el dolor.

Creo que tengo motivos suficientes para odiar�dice la doctora Matilde Ráez�. Creo que nadiepodría negarme ese derecho. ¡Y sin embargo, noodio! No porque sea una mujer superior, ni mu-cho menos. No odio porque yo sé lo que es el amor.Me lo enseñó ese hombre que hoy está muerto.

Y cuando se conoce el amor y se ha amado nuncase puede odiar. Porque el amor es más fuerte,

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nos protege y nos defiende del odio. Ésa es lamaravilla del amor. Lo único que me permite se-guir viviendo, con este dolor infinito, aterrador,sin límites, es la vivencia interna del amor, de suamor.

Si en este momento desaparecieran mágicamentetodos nuestros problemas económicos, estoy se-gura que la violencia, la desesperación y el odiocontinuarían. Porque como país nos hemos olvi-dado del significado del amor. Hemos prostitui-do su sentido y ocupa un lugar perdido en nues-tra escala valorativa. En cambio el odio ocupaun lugar preponderante y la violencia, su expre-sión directa, nos invade.

Tenemos que aprender a odiar, pero al odio, arechazar, pero sólo a la violencia, nunca a las per-sonas. En el hogar, en la escuela, en la universi-dad, en los sindicatos, en el trabajo, comencemoscada uno el cambio. Con el ejemplo, con el testi-monio de nuestra propia vida.

Nadie, ningún partido político, ningún líder porexcepcional que sea, puede hacer el milagro dedesaparecer el odio y la violencia.

En cambio es tarea de todos y de cada uno denosotros. Si cuando vamos a efectuar un acto deviolencia, de cualquier tipo, reflexionamos y en-cauzamos esa energía hacia lo positivo, estare-mos realmente intentando una verdadera, unaauténtica revolución.

Ninguna ley, ninguna pena de muerte, ningúncastigo destruye el odio; al contrario, lo estimu-la, lo favorece.

Pero el odio no construye. Nunca. Es mentira elparaíso que comienza a partir de la violencia y lamuerte". Este testimonio apareció en la revistaOiga el 6 de octubre de 1986.

Otro testimonio, el de Luis Mujica, ayacuchano.Después que Sendero Luminoso asesinara a supadre y a dos de sus hermanos, nos conmovíacon este testimonio de perdón y de esperanza:

"Todo tiene su tiempo, y esta vez a mi familia leha tocado vivir, todo junto, el drama del seno deesta tierra, y yo he sentido sobre mis hombrestodo el peso de Ayacucho.

Mi padre Juan de Dios, y mis hermanos Juan yManuel, han aumentado el número de muertospor la vorágine violentista; ya no es, pues, sola-mente cercano el dolor y el sufrimiento, es comosi no hubiera más anochecer ni amanecer por elconstante azote tenue de las lágrimas y los dien-tes apretados e impotentes ante la absurda e in-

comprensible muerte de tantos seres inocentesde este pueblo.

Lo que ha pasado con mi familia ha pasado conotras, con muchas otras y, desgraciadamente, si-gue pasando con otras más. ¿Hasta cuándo? Eneste tiempo de Ayacucho, por ello, he sentido re-vueltos la pobreza, la muerte por la violencia, elmiedo, la impotencia, la solidaridad y la esperan-za.

Dios nos dice en la Biblia que el ladrón no vienesino para hurtar, matar y destruir. Yo he venidopara que tengan vida y la tengan en abundancia.Quienes creemos en el Señor, afirmamos nues-tra fe en el Dios de la vida, el Dios del amor, yrechazamos todo aquello que produce la pobre-za, la injusticia, la violencia y la muerte.

Por eso �sigue diciéndonos Luis Mujica�, laesperanza es lo último que se pierde".

Y, en efecto, eso es lo que vi estos días en estepueblo, que poco a poco se levanta, aún en me-dio de la desesperanza.

Además, he sido testigo de una Iglesia que tra-baja, silenciosa e infatigablemente, comprometi-da con los presos, las viudas y los huérfanos, com-prometida con los sinsabores de tener que acom-pañar a las mujeres en el calvario de enterrar asus esposos e hijos muertos inútilmente, muer-tos injustamente, muertos cobardemente.

Desde estas líneas queremos afirmar que, de todocorazón perdonamos a los que atentaron contrael don más grande que Dios nos dio: la vida. Losperdonamos, porque lo han hecho sin saber porqué y cómo se canta en esta tierra. Yo quiero serel hermano que da la mano al caído, y abrazadosférreamente, vencer mundos, enemigos, y abra-zados férreamente, vencer mundos que oprimen.Pero perdonar es dar vida. Como decía una an-ciana con lágrimas en los ojos: "no nos toca a no-sotros juzgar; Dios se encargará de eso; nosotrosdebemos perdonar a los que nos ofenden, siem-pre".

Pero, con firmeza, repetimos lo que decía otrojoven: "Tenemos que hacer algo; tengo que haceralgo para cambiar esta tierra con justicia y soli-daridad".

Hasta aquí, estos testimonios.

Evidentemente, este tema de la pena de muertehoy en día es un tema muy polémico, es un temacontrovertido, por las especiales circunstanciasque vive desgraciadamente nuestra patria desde1980 hasta la fecha. Felizmente, gracias a Dios,

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se está logrando con éxito la pacificación. Pero,frente a todo esto, hay una reacción sicológicadel pueblo �como consecuencia del cansancio,del dolor, de la desesperación y del empobreci-miento�, que se inclina a favor de la implanta-ción de la pena de muerte como medio de erradi-car total y definitivamente esta lacra criminal.

Nuestra tesis abolicionista no pretende, en modoalguno, defender a los terroristas, pues merecen,repito, nuestra más enérgica condena y repulsa,y deben hacerse merecedores a las penas másseveras.

Pero yo me pregunto, en primer lugar, ¿cuálesson los fines de la pena?

A partir de Beccaría, Manzini y otros tratadistasque inician el período humanista en el derechopenal, encontramos que lo importante no es eldelito sino la persona del delincuente. Y, enton-ces, viene esta pregunta: ¿cuáles son los fines dela pena? En una etapa primitiva del derecho erala ley del talión: "Ojo por ojo y diente por diente;si mataste, la muerte te tocará". Esa etapa, feliz-mente, ha sido superada en la historia de los tiem-pos. Hoy, la pena no solamente tiene un fin re-presivo, sino, además, un fin disuasivo y un finrehabilitador.

¿La pena de muerte cumplirá la rehabilitación aque tiene derecho toda persona humana? Puesno, no tendrá derecho a la rehabilitación. ¿Sepuede disuadir a un muerto? No se puede disua-dir a un muerto. Entonces, estamos distorsio-nando dos fines fundamentales de la pena.

De otro lado, desde el punto de vista moral, des-de el punto de vista jurídico, encontramos queen todas nuestras constituciones, e incluso en laque estamos aprobando, se dice: "La persona esel fin supremo de la sociedad y del Estado y to-dos tienen la obligación de respetarla y prote-gerla".

El primer derecho de la persona es el derecho a lavida, reconocido en nuestra Constitución, recono-cido en la Declaración Universal, reconocido en laDeclaración Americana de los Derechos Humanos,y reconocido asimismo por la Comisión Perma-nente de la Conferencia Episcopal, en un mensajepúblico en el que se reafirma el valor sagrado dela vida humana, señalando que esa dignidad no sepierde ni por la pobreza, ni por la ignorancia, nipor el crimen, ni por la violencia.

Permítanme leer este pequeño texto de la Comi-sión Andina de Juristas. Tema: Protección Inter-nacional de los Derechos Humanos. Autor: Da-niel O�Donnell. Permítanme leer este párrafo:

"Durante la elaboración de la Convención Inte-ramericana, algunos países que habían abolidola pena de muerte estimaban imprescindible in-cluir en la Convención una norma que la prohi-biera categóricamente, mientras que otros, cuyalegislación preveía la pena de muerte, se veían,por lo tanto, imposibilitados de aceptar una nor-ma internacional que los obligara a renunciar ala aplicación de esa pena".

Esa controversia fue resuelta en la ConferenciaEspecializada de 1969, mediante la inclusión, enla Convención, de disposiciones destinadas a pro-mover la eliminación progresiva de la pena demuerte en todos los estados partes.

Estas disposiciones, que figuran únicamente enla Convención Americana, están contenidas enel artículo 4º, y rezan así: "No se restablecerá lapena de muerte en los Estados que la han aboli-do", y, "Tampoco se extenderá su aplicación a de-litos a los cuales no se la aplique actualmente".

Y digo algo más. Por esa calidad que tiene la per-sona humana, hecha a imagen y semejanza deDios, en virtud de la cual no es lícito al hombreprivar de la vida a su semejante, esta teoría de laabolición de la pena de muerte es una propuestaética; de manera que no solamente es una consi-deración jurídica, es una propuesta ética basadaen principios universales, en principios perma-nentes.

Aquí hay, entonces, un juicio de valor. Todo serhumano es criatura de Dios, y el don de la vidaque él le dio no puede ser destruido por ningúnhombre.

Es evidente que no se puede negar el derecho delEstado a castigar los delitos para defender a lasociedad y para defender al Estado mismo; perocon medios humanos y eficaces, más eficaces quela pena de muerte, porque lo que está en debatees el sentido y valor de la vida humana.

El derecho a castigar no es absoluto, y se justifi-ca por la búsqueda de ciertos bienes. Pero nuncapodrá justificarse aceptar un mal para que ven-ga un bien, porque sería consagrar el principiode Maquiavelo, que dice que el fin justifica losmedios. Va, efectivamente, contra los derechoshumanos; regresa a una etapa primitiva dondeimperaba la ley del talión.

La pena de muerte, señores, nunca limpia a lasociedad. Como alguien ha dicho, la pena demuerte es sangre y la sangre siempre mancha.

Además, tenemos consideraciones jurídicas. Elhombre es falible y puede equivocarse y conde-

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nar a la pena de muerte a un hombre inocente,como hace unos días los periódicos nos anuncia-ban. ¿Qué ha pasado en Inglaterra, donde se im-puso la pena de muerte a un hombre y mesesdespués se ha descubierto que era inocente?¿Quién hace recuperar la vida a ese hombre ino-cente?

Asimismo, desde el punto de vista del DerechoInternacional Público, el Perú ha suscrito unpacto, el Pacto de San José de Costa Rica, en 1969,y lo ha ratificado el Congreso de la República en1979; de tal manera que las normas que estándentro de ese Pacto tienen categoría de normasconstitucionales; y para poder salir de este com-promiso, habría que denunciar el Pacto de SanJosé, trayendo como consecuencia que un tribu-nal, el Tribunal Interamericano, no tendría yacompetencia para conocer de las violaciones delos derechos humanos que pudieran cometerseen el Perú.

Asimismo, quiero señalar que, según las infor-maciones que tenemos �y todos estamos felicesde esta noticia porque es real�, el Perú está com-batiendo con éxito el terrorismo; se dice que yase ha combatido en casi un 90 a 95 por ciento.¿Sin pena de muerte? Sí, sin pena de muerte.Entonces, ¿se justificaría para concluir este plande erradicación del terrorismo que se impongala pena de muerte? Ustedes tienen la respuesta.

Somos una civilización de vida, no una civiliza-ción de muerte; busquemos la paz, pero por me-dios pacíficos, y no empleemos los medios crimi-nales del terrorismo para poder sancionar con lamuerte, porque la muerte, en los países dondese introdujo la pena, no ha respondido a la finali-dad que se perseguía, no ha erradicado el delito,no ha disuadido; por eso, en muchos países delmundo no existe la pena de muerte.

La pena de muerte genera violencia y degrada alhombre, porque la vida es sagrada, la vida es deDios. No olvidemos que aquí hay un deber de con-ciencia fundamental y un mandamiento, ¡no ma-tarás!, que bulle en nuestra conciencia, bulle entodo nuestro ser, y nosotros, mientras podamosdecir ¡no! a la pena de muerte, lo diremos siem-pre, con toda energía, porque estamos convenci-dos de la verdad de este principio. La muerte traemuerte, la violencia trae violencia; en cambio, elamor genera una sociedad justa, una sociedad queestá destinada al desarrollo. Nosotros tenemos quepredicar, como legisladores, como hombres madu-ros, con serenidad, con objetividad, buscando lomejor para nuestra colectividad.

Permítame, señora, citar a Juan Pablo II: "Elderecho a la vida es el derecho primero, origen y

condición de todos los demás derechos de la per-sona".

De otro lado, si queremos que prospere la penade muerte, entonces erradiquemos el derecho derespeto a la persona humana y el derecho a lavida; y, finalmente, si queremos ser consecuen-tes, también condenemos el aborto para podercondenar la pena de muerte.

Creo que amar es perdonar, y no se predica conla palabra sino, humildemente, con el testimo-nio, diciendo la verdad; y aunque sé que este temaes muy controvertido, respeto la opinión de losdemás. Yo no pido que respeten mi opinión, sim-plemente, he servido como medio para que seabra más el debate.

El señor LARRABURE GÁLVEZ (FIM).�¿Me permite una interrupción?

El señor FERNÁNDEZ ARCE (C90-NM).�Con mucho gusto le cedo la palabra a mi queridoamigo, el señor Larrabure, con la venia de la se-ñora Presidenta.

La señora PRESIDENTA.� Puede usted in-terrumpir, señor Larrabure.

El señor LARRABURE GÁLVEZ (FIM).�Gracias; con la venia de la señora Presidenta.

Yo he venido con una posición formada a estedebate. He estado reflexionando varios días; pero,lógicamente, estoy escuchando las diversas opi-niones y posiciones, y me parece la posición suyauna posición centrada, brillante desde su puntode vista. Sin embargo, yo quiero hacerle la si-guiente pregunta, para seguir informándomesobre el concepto que he traído.

Dicen que no es disuasiva la pena de muerte.Efectivamente, puede ser que no sea disuasivapara los mismos delincuentes; me estoy refirien-do al caso concreto de los terroristas. Pero, diga-mos, en una familia los padres saben o presien-ten si sus hijos usan drogas, si sus hijos son de-lincuentes, o si sus hijos son terroristas.

Entonces, en algunos casos no persuade al ele-mento terrorista, que es el que va a matar, quees el que va a delinquir. Pero, al existir esta penacapital, los padres van a intentar persuadir a sushijos de que no integren grupos terroristas. Es-toy seguro de eso, y si presintiese que uno de mishijos está en las filas del terrorismo, voy a tratarde persuadirlo.

Dejo esta inquietud para ver qué me contesta elseñor Fernández Arce.

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La señora PRESIDENTA.� Continúe, señorFernández Arce.

El señor FERNÁNDEZ ARCE (NM-C90).�Con la venia de la señora Presidenta, le concedola interrupción al señor Donayre, brevemente,porque estoy por terminar.

La señora PRESIDENTA.� Puede interrum-pir, doctor Donayre Lozano.

El señor DONAYRE LOZANO (CD).� Muygenerosa, señora Presidenta.

Doctor Fernández Arce, le he escuchado con sumaatención, y coincidimos plenamente, tal cual heexpuesto esta mañana mis puntos de vista, res-petando la opinión ajena. Participo del criteriode que la pena significa sufrimiento, un conflic-to que se produce entre el espíritu-conciencia yel espíritu-sentimiento. Pero, ¿qué sucede cuan-do se ejecuta, cuando se mata? Ya no hay pena,ya no hay sufrimiento, ya no hay ese conflicto enaquel que ha cometido un delito y que se sienteresponsable de ese hecho abominable.

Por eso, cuando se habla de la pena de muerte,está mal esta denominación; debiera llamarsepena de vida y no pena de muerte, porque es unapena corporal, y al cuerpo se mata, más nunca semata a la vida.

Por lo tanto, aquel que comete un hecho delictivodebe penar quitándosele lo más sagrado que tie-ne un ser humano, que es el derecho a la liber-tad; y entre cuatro paredes reflexionará el tiem-po suficiente para reincorporarse a una sociedadque necesita de un hombre arrepentido, porqueun hombre arrepentido va a traer un mensaje depaz. Y sólo la paz, como ha dicho usted, ocasionala unión y la armonía de los pueblos y la solidari-dad de los hombres. Matando, nunca habrá pazni en el Perú ni en el mundo. El que canta a lamuerte, vive en la equivocación eterna.

Gracias.

La señora PRESIDENTA.� Puede continuar,señor Fernández Arce.

El señor FERNÁNDEZ ARCE (NM-C90).�Me queda poco para terminar, un minuto nadamás, señora Presidenta; le ruego un poco de pa-ciencia.

Decía que, efectivamente, la pena de muerte noes pena de muerte, porque la pena conlleva, den-tro de sus fines, la rehabilitación, lo cual no esposible con la pena de muerte. En realidad, es

pena de vida, no es pena de muerte, como dice elseñor Donayre.

Y para terminar, digo que busquemos el amor. Elamor es comprensión, el amor es perdón. Sea-mos hombres para los demás.

Gracias, señora Presidenta.

La señora PRESIDENTA.� Tiene la palabrael señor Pease García.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).� SeñoraPresidenta: Quiero comenzar pidiendo su bene-volencia, porque no quiero quitar los cinco mi-nutos que tienen mis compañeros de bancada.

Nosotros representamos aquí a una izquierda quenunca concilió con el terror y que ha luchado con-tra la violencia en todas sus formas en el Perú.Tenemos razones de fondo que queremos expo-ner sobre lo que significa para el Perú, en estacoyuntura histórica, reimplantar la pena demuerte.

Para mí es un honor coincidir con César Fernán-dez Arce. Él nos ha dado una lección. Pero es másgrande la lección de su vida, de su probidad. Poreso se puede decir, con verdad, lo que él ha dichoaquí, defendiendo la vida y hablando del amor.

Quiero comenzar haciendo una primera afirma-ción: oponerse a la pena de muerte no es conci-liar con Sendero ni con el terror, no es ser menosfuerte o más débil frente a esta lacra de nuestrapatria. Es al revés; sostenemos que luchar con-tra la pena de muerte es impedir que se haga loque quiere y lo que necesita Sendero. Senderoquiere que el Perú se instale en la lógica de lamuerte, y no es el primero, hay miles de testi-monios que hay que saber leer.

Las autoridades británicas que gobernaban Pales-tina ahorcaron a varios miembros de la organiza-ción clandestina sionista Irgún, durante la déca-da que empezó en 1940, después de que fuerancondenados por atentar con explosivos y por otrosactos de violencia. Menahem Begin, antiguo diri-gente de Irgún, y después primer ministro de Is-rael, dijo, al respecto, a un ex ministro del gobier-no británico, que las ejecuciones habían galva-nizado a su grupo y que, posteriormente, comorepresalia, se ahorcó a varios soldados británicos.Begin afirmó que "los ahorcamientos nos consi-guieron los nuevos miembros que deseábamos ynos hicieron más eficaces y dedicados a la causa.Ustedes no estaban condenando a muerte a nues-tros terroristas; estaban condenando a muchos desu propia gente, y nosotros decidimos cuántos".

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Un ministro de Justicia francés dijo en 1985: "Laidea simplista de que la pena de muerte puedehacer retroceder a los terroristas es desmentidapor la historia y por la actualidad internacional.Nunca, en ningún lugar, la amenaza de pena demuerte ha impedido el terrorismo ni el crimenpolítico. De hecho, si hay un tipo de hombre o demujer que frecuentemente arriesga la vida parala acción, al cual la pena de muerte no amenaza,ése es el terrorista".

Podemos ir más lejos en la historia. Vayamos alos orígenes del cristianismo y recordemos cómomurieron los primeros cristianos, en los tiemposde Calígula, ante las fieras. ¿Qué pasó con el cris-tianismo? ¿Qué pasó con sus ideas? ¿Acaso desa-parecieron?

Jiménez de Asúa, famoso penalista, señala ro-tundamente los datos, opiniones y estadísticasque recopiló la Real Comisión, desde 1949 hasta1973. Fueron tan concluyentes que no admitendudas de que la pena de muerte no solamente noes intimidatoria, sino que podría decirse queincentiva a los delincuentes potenciales a llevara cabo sus planes delictivos. El mismo Jiménezde Asúa afirma:

"La psicología profunda ha demostrado la inefi-cacia de la pena de muerte, que remueve en lasgentes los restos de sadismo soterrados en el in-consciente por la civilización, porque, al mismotiempo, es un aliciente para delinquir". Y sigueun texto más largo que aquí no cito.

Pensamos, pues, que la pena de muerte no ayu-da a salir de este flagelo. Pero queremos deciraquí, una vez más, que sí hay por medio una cues-tión de principios. Para nosotros, la cuestión prin-cipal es una opción radical por la vida. Yo creo enel Dios de la vida y actúo en consecuencia.

Es cierto, no hay un mandamiento expreso y pre-ciso en el caso de la Iglesia Católica. Y un obispode esta Iglesia se ha atrevido a llamar cobardes aquienes estamos en contra de la pena de muerte.Yo no le voy a responder con palabras sino con lavida de María Elena Moyano y con la vida deMichel Azcueta. Ellos salieron de nosotros.Michel se opuso a la pena de muerte, después dehaber visto la muerte cara a cara, después dehaber denunciado a quien lo quiso matar. ¿Éstosson los cobardes?

Yo quiero decir que es necesario, ciertamente, verlo que es el drama del Perú y comprender el cla-mor que existe; pero es necesario, también, nohacer demagogia y no dejarse llevar por la pa-sión.

No hay un mandamiento expreso para los cris-tianos, pero nosotros, que no hablamos en teoríasino desde una práctica concreta, vemos con apre-cio que el más reconocido prelado de nuestro país,el Cardenal Landázuri, y también el Arzobispode Lima, hayan optado por la prudencia. Es laprudencia la que los pone en contra, no una nor-ma expresa.

Recuerdo en boca del Cardenal Landázuri mu-chas referencias, durante la década pasada, a que,efectivamente, la Iglesia autoriza la pena demuerte. Y recuerdo también sus declaracionesprecisas sobre lo que es la sociedad peruana y loque aquí y ahora significa la pena de muerte.

Por tanto, hay que citar, pero hay que citar com-pletamente. Y por eso me parece importante re-cordar un párrafo del texto de la última declara-ción que hizo el Episcopado en la Cuaresma pa-sada:

"Queremos reafirmar una vez más, a la luz de lamuerte y resurrección del Señor, el valor sagra-do de la vida humana, valor que no se pierde nipor la pobreza, ni por la ignorancia, ni por el pe-cado, ni por el crimen o la violencia".

No es frase mía, yo no represento a nadie, peroes una frase que tiene, creo, la sabiduría de lahistoria. No porque no reconozca que esta mis-ma Iglesia, que siempre se ha definido pecadora,apoyó y levantó la Inquisición o luchó en la épo-ca de las Cruzadas. Es evidente que son los valo-res de cada época de la sociedad los que expresansus diferentes instituciones sociales, pero no sepuede, como se ha hecho acá, ver un solo lado delpensamiento cristiano, porque esa visión no escierta.

Estos elementos los doy simplemente para seña-lar que nadie nos pone parámetros. Seremos no-sotros, con responsabilidad, los que extendamoso eliminemos la pena de muerte. Pero esa deci-sión tiene que tomarse en base a principios, re-cordándolos, pero también refiriéndonos a la rea-lidad concreta del Perú.

En síntesis, sostengo, señora Presidenta, que lapena de muerte es una violación del derecho a lavida, es matar en frío. No es el combate, no es laacción de un policía que nos defiende o de unmilitar en combate que está defendiendo a la so-ciedad. No. Es a una persona detenida, desarma-da y apresada, a esa persona, que el Estado deci-de, en frío, eliminarla. Es ese derecho el que cues-tiono, es ese derecho el que la humanidad cues-tiona.

Hoy le escuché decir al congresista Fernández

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Arce �que es el más joven de la bancada de lamayoría� que el año 2100 ó 2200 será la posi-ción abolicionista la que prime en el mundo, dela misma manera en que hoy avanza en muchospaíses.

El Estado no tiene derecho de decidir a eliminaren frío a una persona, ése es un elemento cen-tral. No es una pena; es más venganza que justi-cia; no repara el daño hecho a la vida de otro; esvolver a instaurar la ley del talión, el ojo por ojoy diente por diente. Sostengo, al revés, que lavida humana es inalienable. No somos dueñosde la vida de otros, y los cristianos pensamos queno somos dueños de nuestra propia vida.

Pero algo más, y aquí quiero entrar a ver el pro-blema desde una óptica más sociológica que filo-sófica. La pena de muerte hace un daño públicoy en el Perú, un daño público mucho mayor. Voya demostrarlo. Sostuve, señora...

La señora PRESIDENTA.� Doctor Pease, hatenido usted dos turnos, le rogaría que resumie-ra en su tercer turno.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).� SeñoraPresidenta, ojalá tuviera usted la misma pacien-cia que ha tenido con muchos otros. Quiero re-cordarle que el doctor Ortiz de Zevallos, entre loque habló y lo que hizo leer, ha ocupado más demedia hora y puedo ponerle otros ejemplos más.Hablé con el presidente Yoshiyama, y tambiéncon el vicepresidente Víctor Joy Way, que estabaantes que usted, y le dije: "Yo no me salgo deltema; entro al tema, pero tengo derecho a expo-ner; el Reglamento me da cinco minutos todaslas veces que quiera, y lo único que planteo esque me dejen hacerlo de corrido para que se en-tienda mejor".

La señora PRESIDENTA.� Continúe, doctorPease.

Le aviso que está usted en el tercer turno.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).� Sosten-go, además, que la pena de muerte produce undaño público, pues fomenta un tipo de relaciónsocial que es justamente la que necesitamos eli-minar en el Perú, un tipo de relación social quetrata de resolver los conflictos eliminando al pró-jimo.

Creo que la pena de muerte no amenaza ni gene-ra miedo, y menos aún en el terrorista. Hay es-tudios sobre el pensamiento de Sendero Lumi-noso que muestran que tiene una cultura demuerte. A sus integrantes, la muerte no les im-presiona; por el contrario, les ofrece la gloria, les

ofrece el heroísmo, y eso es lo que se está fomen-tando al aplicar la pena de muerte.

Por otra lado, no solamente en estos casos de te-rrorismo los hechos no corroboran que la penade muerte sea disuasiva. Esto lo dije en la Comi-sión cuando debatimos este tema, y quiero sus-tentarlo. Si hay una cuestión arraigada en la so-ciedad peruana, justamente por las enormes di-ferencias y desencuentros que existen en ella,justamente por ese tremendo caldo de cultivo quees la miseria, por esa enorme complejidad quenosotros hemos reconocido al hablar de plurali-dad cultural; por todo eso, si hay algo que arrai-gó demasiado en la cultura peruana, es que hayque eliminar al otro para realizar los propios va-lores o los propios deseos o las propias ideas.

Mi generación, en los 60, discutía sobre la políti-ca y siempre se decía: la política fuera del siste-ma; la política que busca actuar a través de lalucha armada es la que conseguirá la justicia. Esoestá muy metido en una historia de desencuen-tros que tiene más de 500 años en el Perú, y tie-ne que ser revertido. Para ello tenemos que cam-biar esa lógica que está esencialmente ratificadapor la pena de muerte, el que uno se sienta conderecho a eliminar al otro.

Por eso, yo me hago una pregunta: ¿va a servir lapena de muerte para acabar con la violencia enel Perú y en particular con la violencia senderista?En una sociedad con estas características, no vaa servir; va a servir al propio Sendero. Y esto nolo pienso yo, ni lo piensa solamente gente de iz-quierda.

Tengo a la mano un artículo de la misma revistaque ha citado el señor Paredes, nada menos quedel Presidente del Consejo de Ministros Alfonsode los Heros, que es mucho más prudente en tra-tar el tema. También hay otro de uno los miem-bros del Jurado de Honor, el doctor Manuel de laPuente y Lavalle, nombrado por este Congreso,tratando el tema con mucha más prudencia.

El doctor De los Heros reconoce que hay una cri-sis profunda en la sociedad peruana que explicala violencia, y que la acción del Estado no puedeser solamente �o principalmente� la acción vio-lenta, y que justamente por este camino hay du-das sobre su resultado.

El sentido político de la pena de muerte, hoy enel Perú, reviste �sostiene De los Heros� carac-terísticas muy especiales que no son las más fa-vorables para tomar la decisión al respecto. Nosería ya una medida preventiva o disuasiva, den-tro de la relatividad de su eficacia, sino una res-puesta angustiosa de una sociedad asediada ygolpeada por el terrorismo.

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La verdadera medida social contra la violenciaes el desarrollo, el nuevo nombre de la paz, comodecía Pablo VI. Y se pregunta, al final, el señorDe los Heros: ¿Es la pena capital el instrumentoidóneo o suficiente que ayudará a nuestra socie-dad a terminar con la violencia? Y contesta en elsentido negativo, porque piensa que sólo el cam-bio de personas, a través de la educación y el lo-gro de la justicia social, podrá llevarnos en esadirección.

Sólo voy a hacer una última cita, ya que el tiem-po no es grande. Pero quiero demostrarles, eneste caso con los materiales de enseñanza de launiversidad, qué es lo que hay. Se trata de untexto cuyo autor es un experto en el estudio deSendero, el antropólogo Granados, que hace unanálisis desgarrador; es este mismo texto el queuso en mis cursos año a año para tratar de expli-car la mentalidad del senderista, y hay acá uncuadro que todos debieran leer: "Mao igual Unachispa puede encender la pradera". Un senderistadice: "Estoy dispuesto a cruzar el río de sangre".Declaración del Partido Comunista Sendero Lu-minoso: "La Jefatura está con ustedes en el ins-tante supremo de la entrega total al fuego puri-ficador de la lucha armada". Consigna del Parti-do Comunista Sendero Luminoso: "Morir paraintentar el gran mito subjetivo". "Incendio igualfuego invisible igual río de sangre; muerte igualmito subjetivo igual mito purificador".

¿Quieren hacerle un regalo a Sendero? ¿Eso eslo que quieren? Ésa es su lógica, es la lógica de lamuerte. A la lógica de la muerte hay que respon-der con la lógica de la vida. Hay que responderconstruyendo, promoviendo una cultura de vida,una cultura de paz. Pero cada vez que el Estadoejecute a una persona estará contradiciendo conhechos esa cultura de vida, esa cultura de vidaque tenemos nosotros el deber de inculcar ennuestra juventud, que vive los desarraigos de losque hablaba hace unos momentos; desarraigosde la cultura, desarraigos materiales, desarrai-gos que llevan a ese odio que denunciaba CésarFernández Arce, desarraigos que exigen que esteCongreso afirme la vida, afirme una cultura depaz, rechace la muerte y dé con eso la mejor res-puesta, la más eficaz respuesta al senderismo.Un Estado que mata en frío nunca podrá dar estarespuesta.

Sintetizo finalmente, señora Presidenta. Mi ban-cada rechaza, por principio, la pena de muerte.Opta por la vida y opta por construir una culturade vida y de paz. Pero la rechaza también porineficaz y por el tremendo peligro de errar, lo cualya advirtió el maestro Fernández Arce, y muchoantes, el Marqués de La Fayette en Francia, cuan-do dijo: "Solicitaré la abolición de la pena de

muerte mientras no se me demuestre la infalibi-lidad de los juicios humanos".

En la pena de muerte no hay marcha atrás. ¿Hanvisto cómo los tribunales con y sin rostro hantenido que dar marcha atrás últimamente? ¿Quéhubiera pasado si a Danilo Quijano lo condena-ban a muerte? ¿Qué hubiera pasado si a los cam-pesinos de San Ignacio los condenaban a muer-te? Y hay muchos casos más.

Debemos responder, entonces, con la defensa ra-dical de la vida. No entendemos qué objetivo po-lítico puede tener un gobierno al impulsar quese extienda la pena de muerte, si al mismo tiem-po dice que está venciendo y si al mismo tiempono puede aplicarla a los principales líderes. Va aconvertir en héroes a los segundos, terceros, quin-tos y décimos.

Creo que lo mejor que se puede hacer es apresara los cabecillas de las sectas genocidas y tenerlosentre rejas, porque eso es muestra de un Estadoque, respetando el derecho a la vida, castiga y, almismo tiempo, defiende a la sociedad. No creoque va a defender mejor a la sociedad instaurandola lógica de la muerte, adjudicándose el derechosobre la vida ajena.

Tenemos que hacer hoy, y en el siglo XXI tam-bién, de la defensa al derecho a la vida el primerprincipio de una sociedad que, justamente, porhaber sido muy violenta, por haber estado atra-vesada por la violencia, tiene ahora que buscaruna era de paz, una era en que sean otras lasrelaciones sociales que se construyan. Y el Esta-do tiene que dar el ejemplo; no puede ser el enteque dé el ejemplo negador de estos principios.

Gracias, señora Presidenta.

La señora PRESIDENTA.� Tiene la palabrael doctor Enrique Chirinos Soto.

El señor CHIRINOS SOTO (R).� SeñoraPresidenta: Quiero, en primer lugar, saludar austed con orgullo de peruano y de varón, que veque una dama está de derecho en el sitio que dehecho siempre le corresponde en nuestro país,es decir, el primer lugar.

(Aplausos.)

La señora PRESIDENTA.� Gracias, doctorChirinos.

Continúe.

El señor CHIRINOS SOTO (R).� Quiero con-fesar a usted, señora, y a los señores represen-

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tantes, que el tema de la pena de muerte me hatorturado y me tortura todavía, como hombre dederecho. No tengo temor, no tengo escrúpulo endecir que he cambiado varias veces de punto devista.

Quizás en mi juventud, llevado por la afición alas actitudes verticales, yo era un partidario fir-me de la pena de muerte. Más tarde, los años ylos desengaños me enseñaron clemencia, y meconvertí en hostil a la pena de muerte. Pero enlos últimos años, lo que ha ocurrido en nuestrotriste país me ha llevado a lo que yo tendría quedescribir como una situación de perplejidad in-telectual.

Saludo, desde luego, las elocuentes intervencio-nes de mi entrañable amigo César FernándezArce y de mi muy respetable adversario ideológi-co �solamente ideológico� el doctor HenryPease. Quiero decir, sin embargo, que los tressomos católicos; y ni yo puedo imponerles a ellosque, como católicos, acepten la pena de muerte,ni pueden ellos imponerme a mí que, como cató-lico, la rechace.

El doctor Fernández Arce ha dicho que es undeber de conciencia oponerse a la pena de muer-te. Es cierto, es un deber de su conciencia; peroél no ha pretendido y no pretende, estoy seguro,trasladar su conciencia a la mía.

Está muy claro que los más grandes teólogos dela Iglesia Católica, entre ellos nada menos queSanto Tomás de Aquino, han opinado, en abs-tracto, en favor de la pena de muerte. SolamenteDios es dueño de la vida. Y el razonamiento deSanto Tomás �que nos transmitió el señor Alexán-der Kouri� es, fundamentalmente, el siguien-te:

"La Sociedad Civil y legítima que representa aDios, cuya autoridad le viene de Dios �según ledijo Cristo a Poncio Pilatos en la hora del Jui-cio�, la autoridad legítima puede, en nombre deDios y en casos extremadamente graves, arreba-tar la vida a quien la autoridad legítima, confor-me a leyes preexistentes, considera que esa vidaconstituye un peligro muy grande para la socie-dad".

Esto, desde el punto de vista de la filosofía y des-de el punto de vista de los principios.

Señora Presidenta, en el Perú, también al ritmode los años, en las distintas asambleas constitu-yentes, han variado los criterios, lo que demues-tra que el tema es movedizo, que el tema es deli-cado, que el tema es dramático y que no se re-suelve, por supuesto, con una frase, ¿no es cier-

to? Hay personas que creen, desgraciadamente,que si se dice "hay pena de muerte", se autoriza ala fuerza pública para que salga con una ametra-lladora a matar terroristas, reales o supuestos, yque, entonces, la pena de muerte representaríala solución de nuestros problemas. No es así.

Sería un gravísimo error inducir a la sociedad apensar que porque esta tarde el Congreso aprue-be una forma muy velada y quizá contradictoriade pena de muerte se han resuelto los problemasde la sociedad peruana. No; yo no creo eso, defi-nitivamente.

Pero, de otro lado, tiene que haber y hay razonesprofundas, que no son desdeñables, en favor delmáximo castigo.

Decía que hay evolución en nuestras constitu-ciones. En la Constitución de 1933, si no me equi-voco, artículo 54º, se dice:

"La pena de muerte se impondrá por delitos detraición a la patria y homicidio calificado, y portodos aquellos que señale la ley".

Víctor Andrés Belaúnde, que era pensador y filó-sofo católico, en célebre discurso se opuso a eseartículo, pero lo aceptó en cuanto a la traición ala patria y en cuanto al homicidio calificado. Nolo aceptó en cuanto a la vaguedad de los demáscasos que señale la ley, porque temía que una leyrepresiva pudiera señalar delitos políticos y que,entonces, el delito político, que a él le perecíainconcebible, fuera pasible de la sanción máxi-ma de la pena de muerte.

En la Asamblea Constituyente anterior, la elegi-da en 1978, la atmósfera fue abolicionista, a pe-sar de que el país y la opinión pública estaban encontra. La opinión pública quería, por razonesque quizá analice después, la pena de muerte.Pero en la Asamblea, por ejemplo, Carlos Enri-que Melgar, reconocido penalista, era abolicionis-ta a capa y espada. Mi señor hermano, el doctorFrancisco Chirinos Soto, era abolicionista y lo esaún; su tesis para graduarse de bachiller en de-recho fue justamente sobre la pena de muerte.

En esa atmósfera, nosotros aprobamos el artícu-lo pertinente, que creo es el 235º, que empiezapor decir: "No hay pena de muerte". Ésa era lavoluntad del constituyente: "No hay pena demuerte". Pero, a los pocos días, el señor doctorFernando León de Vivero, Presidente de la Co-misión de Defensa Nacional, nos transmitió unrecado del Comando Conjunto de las Fuerzas Ar-madas, en que se nos decía a los constituyentesque si no manteníamos la pena de muerte paralos casos de traición a la patria en guerra exte-

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rior, el Comando Conjunto no se responsabilizabade la disciplina en una contienda bélica.

Entonces, se nos puso contra la pared, porquenosotros teníamos que atender los altos intere-ses de la patria, y por eso se introduce la excep-ción:

"No hay pena de muerte sino por traición a lapatria en los casos de guerra exterior".

Es una hipótesis muy limitada, que el señor Fran-cisco Chirinos Soto y yo quisimos restringir aúnmás. Quisimos poner: "Para los delitos de trai-ción a la patria en caso de guerra exterior y en elteatro de operaciones", a fin de evitar la vergüen-za de los juicios de vindicta, de los juicios póstu-mos a la guerra, de los juicios como los que enFrancia, cuna de la cultura, padeció desgracia-damente el Mariscal Petain y padeció PierreLaval, sólo porque, sirviendo a Francia, habíanconsiderado equivocadamente que la guerra laganaría Alemania. Si Alemania hubiera ganadola guerra, Petain y Laval hubieran tenido un mo-numento. Pero, como Alemania la perdió, el vie-jo Mariscal, vencedor de Verdún, fue condenadoa muerte; la pena le fue conmutada por De Gaulle.Pierre Laval, en cambio, pereció ante un pelotónde fusilamiento.

No tuvimos en cuenta, en aquella Asamblea Cons-tituyente, el terrorismo tal como se ha presenta-do. Nosotros no podíamos imaginar que habríauna guerra como la que desde hace trece añoslibra el Perú. Entonces, se nos puede decir quefuimos imprevisores. En todo caso, no fuimosomniscientes, no sabíamos lo que iba a pasar.Desde luego, tuvimos en cuenta el delito de te-rrorismo; la prueba es que autorizamos una pri-sión administrativa de quince días para las per-sonas sospechosas de terrorismo, en vez de las24 horas que funciona para todo ciudadano. Y laprueba es, también, que en otro artículo, de ini-ciativa de Javier Valle Riestra �hay que decirlocon todas sus letras, porque a veces se considerasospechoso de pro terrorismo al doctor ValleRiestra�, aprobamos que el terrorismo como elmagnicidio o el genocidio no son delitos políticospara los efectos de la extradición.

Pero, en buena cuenta, fuimos abolicionistas.Abolimos la pena de muerte, que no se puedeaplicar en el Perú según la vigente Constitución,sino, repito, en una hipótesis muy remota queno se ha presentado y que es difícil que se pre-sente.

Y cuando dijimos "guerra exterior", quisimos de-cir "guerra con otros países"; no quisimos decir"guerra interna con financiación extranjera", no.

Esa interpretación yo la declaro equivocada.Quisimos decir "guerra en las fronteras". La prue-ba es que el doctor Francisco Chirinos y yo pro-poníamos que sólo se aplicara en el teatro de ope-raciones. O sea que estábamos pensando en unteatro de operaciones; no estábamos pensando enuna subversión que pudiera abarcar todo el país.

Desde entonces, la opinión pública fue opuesta;yo no sé cuántas veces habré escuchado en losautomóviles, en reuniones, a los choferes de taxi,a las amas de casa, esta pregunta: ¿cómo van aabolir, doctor, la pena de muerte? O esta otra,que me va a servir para un argumento que quie-ro desarrollar en seguida: ¿van a dejar a la socie-dad sin defensa suprimiendo la pena de muerte?Éste era el gran argumento y, desde el punto devista de la filosofía del derecho, ése es el verda-dero argumento. No es la capacidad disuasoriade la pena de muerte, que está, efectivamente,en tela de juicio; no es su capacidad para acabarde una sola vez y para siempre con el terrorismo.No, absolutamente, yo no creo en eso. Y no ten-go tantas dudas, como puede tener el doctorFernández Arce o como puede tener el doctorPease, respecto de la falibilidad de los tribunalesde justicia.

El problema es el siguiente: el terrorismo ha su-puesto una lesión muy grave del orden jurídico,del orden civilizado, del orden social. Es un ata-que, una penetración, es un cuchillo que ha des-truido internamente el ordenamiento jurídico.Frente a ese desequilibrio, la sociedad exige elrestablecimiento de la pena de muerte, con finesde equilibrio jurídico. El desequilibrio sólo secorrige con el equilibrio. Y la sociedad, sea unasociedad nacional, como el Perú, sea la sociedadmundial, necesita el equilibrio. Sin equilibriojurídico no vive la sociedad.

Yo, desde luego, he dicho que saludo el alegatoemocional del doctor Fernández Arce, y reiteromi saludo. Pero el alegato emocional tampocopuede, y perdóneme, señora, que use la palabra,pero no hay ánimo de ofensa, iba a decir pertur-bar; tampoco puede, diré mejor, alterar o incli-nar el criterio frío, el criterio helado si se quiere,del legislador.

Nos encontramos con un fenómeno todavía másinteresante, fuera de la opinión internacional. Lapresión de la opinión interna en favor de la penade muerte, que ha sido antes muy fuerte, ha de-caído. Ya no es lo que era. ¿Por qué? Porque hasido capturado, sin derramamiento de sangre nidemostración de fuerza, el cabecilla número unode Sendero Luminoso y el cabecilla número unodel Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.

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Y yo ya he preguntado alguna vez, y preguntoahora, en el seno del Congreso, ¿qué es mejorpara el Perú? ¿Haber aplicado la pena de muertea estos delincuentes? Si se les hubiera podidoaplicar, y no se les puede aplicar retroactivamen-te, ¿sería mejor tenerlos muertos o es mejor te-nerlos confiados a las manos de nuestro serviciode inteligencia? ¿Qué es más útil para el país?

Resulta que la victoria que hoy, efectivamente,ya se ha obtenido en buena parte contra el terro-rismo, se convierte en el mejor argumento prác-tico contra la pena de muerte, porque no es ver-dad que se necesitara la pena de muerte paraderrotar al terrorismo.

Estaba hace poco en España, señora Presidenta,y el señor Mario Vargas Llosa dijo, al terminaruna conferencia en rueda de prensa, en Alican-te, que en el Perú el Presidente de la Repúblicaaplicaba la pena de muerte hasta con efecto re-troactivo.

Yo quise salir a los periódicos para hacer tres rec-tificaciones: en el Perú no se ha aplicado la penade muerte; en el Perú, lejos del efecto retroacti-vo para aplicarla, hemos aprobado el efecto re-troactivo para no aplicarla; y, tercero, en el Perú,que no es un país bárbaro, el Presidente de laRepública no aplica la pena de muerte sino, entodo caso, los tribunales de justicia. Y yo decía alas señoras y a los señores que no hay libertad deprensa en España para corregir un dicho deVargas Llosa, porque no tuve tribuna en dondehacer constar verdades elementales.

Yo, en este trance, habiendo expuesto lo que hedicho, sintiéndome conmovido, estoy de acuerdocon la fórmula que ha traído la Comisión Princi-pal de Constitución, la cual cuenta con mi firmay concilia los dos extremos: la pena de muerte yla prudencia. Eso es lo que el Papa nos pide, esoes lo que ha dicho Juan Pablo II, eso es lo quedice el Nuevo Catecismo de la Doctrina Cristia-na, que, entiendo, se propone leer, en el párrafopertinente, el señor Rafael Rey. Eso es lo que hadicho el Cardenal Landázuri, no sé si exactamen-te, pero me parece que es en el fondo lo que diceel Arzobispo Primado; opiniones ninguna de lascuales, dicho sea de paso, nos obligan, puesto queese tema no es un tema de dogma. Por lo tanto,hay que aplicar la proposición de San Agustín:"En lo que es de fe, unidad, en lo que no es de fe,libertad, y en todo, caridad". Esto no es de fe, demanera que yo ejerzo mi libertad, pero la ejerzocon el máximo de prudencia. La Comisión deConstitución y de Reglamento le propone al Con-greso que ejerzamos nuestra libertad de concien-cia con el máximo de prudencia. Ahí está la fór-mula. Díganme si no es prudente.

Y voy a demostrar que es, eventualmente, con-tradictoria. Y voy a demostrar que es, eventual-mente, inaplicable. Por lo menos, de inmediatono es aplicable.

La pena de muerte sólo puede aplicarse por losdelitos de traición a la patria en caso de guerra.El doctor Torres y Torres Lara leyó un poco apre-suradamente y dijo "en caso de guerra exterior".No es así; aprobamos "en caso de guerra", si no,no habríamos aprendido la lección de los últimostrece años. Sólo puede aplicarse por los delitosde traición a la patria en caso de guerra y de te-rrorismo conforme a las leyes internas �se ne-cesitan leyes, porque con este artículo ningúnjuez va a poder aplicar la pena de muerte�, con-forme a las leyes internas y a los tratados de losque el Perú es parte.

El Perú es parte del Tratado de San José. Hayteorías. El embajador Belaúnde Moreyra dijo quepodíamos aplicar la pena de muerte sin denun-ciar el Pacto de San José. Pero hay otras teoríasmuy respetables, según las cuales no podemosaplicar la pena de muerte sin denunciar el Pactode San José; y la denuncia del Pacto de San Josésupone un proceso, supone un proceso de denun-cia, supone un proceso de espera, supone año ymedio o dos. Eso por una parte.

Entonces, vamos a hacerlo con respeto a los tra-tados internacionales y de conformidad con le-yes internas que no existen y que, de existir, sólopueden contemplar los delitos de traición a lapatria y de terrorismo. Desde luego, de terroris-mo, pero en las hipótesis más graves, en las hi-pótesis de genocidio, tipo coche-bomba en el ji-rón Tarata; no vamos a matar a un muchachoporque pinta en las paredes diciendo "Viva elPresidente Gonzalo". No, hasta ahí no puede lle-gar un afán de venganza, que, por otro lado, tam-bién inspira la pena de muerte, yo no lo niego.Hay un afán de venganza, hay una vindicta, hayun ojo por ojo, hay un diente por diente. Pero, ennombre de intereses superiores, en nombre delalto interés del Estado, encargado de proteger ala nación, me parece pertinente aprobar este ar-tículo, porque es prudente, porque limita las hi-pótesis a dos y porque sujeta esas hipótesis a le-yes internas que no se han dictado, que quizásno se dicten nunca, y al respeto a los tratados.

Efectivamente, si terminamos de vencer al te-rrorismo, como estamos en vísperas de terminarde vencerlo, el Presidente de la República cum-plirá su palabra �y tiene los medios para ello�de derrotar al terrorismo antes del 28 de julio de1995. Y una vez que nosotros hayamos consegui-do esto, ¿quién va a tener interés en aplicar esteartículo?, ¿quién va a tener interés en expedir

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las leyes que se necesitan para hacerlo viable oen denunciar los tratados, para que no nos colo-quen mal ante la opinión del mundo?

Respecto a la opinión del mundo, quiero dividiresto en dos.

Los Estados Unidos no pueden decir nada. ElSenado acaba de declarar que es crimen federal,susceptible de castigo con la pena de muerte, elque se comete en cualquiera de los 50 estados,inclusive de los estados que han abolido la penade muerte, cuando el delito sea el de terrorismo.Nada tienen que decirnos los Estados Unidos.

En cuanto a la opinión europea, el señor VíctorJoy Way, el señor Barrón y yo sabemos que ellano recibe con agrado que nosotros extendamosel ámbito de aplicación de la pena de muerte; perohay que explicarles, también, la extremada pru-dencia de este dispositivo.

En razón de lo cual, de su prudencia, yo, que hesufrido y sufro con el tema de la pena de muerte,voy a acompañar a la mayoría. La voy a acompa-ñar con pesadumbre, con profunda congoja, contristeza de hombre de derecho. Tristeza, congojay pesadumbre que me asaltan, porque lo que haocurrido en el Perú es lo que nos lleva, si se quie-re, a un retroceso jurídico respecto de la Consti-tución anterior.

Y yo también quería decir que no creo que estapena se aplique, porque aquellos a quienes debe-ría de aplicarse más obviamente, están presos yno se les puede aplicar retroactivamente la pena.Que terroristas de segunda clase vayan a ser cas-tigados con la pena de muerte, va a producir undesequilibrio jurídico que la sociedad rechaza.

Pero, en nombre de esa misma sociedad que alEstado toca proteger, señora Presidenta, me pa-rece patriótico, me parece fuera de toda conside-ración electoral, me parece en servicio del altointerés del Perú, votar, aunque sea con pesadum-bre, como lo voy a hacer, por la fórmula que lamayoría ha presentado.

Muchas gracias.

La señora PRESIDENTA.� Tiene la palabrael doctor Barba Caballero.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Se-ñora Presidenta: Yo también saludo su presen-cia en la Mesa, y espero que la mayoría tenga lasabiduría suficiente para mantenerla en esa altaresponsabilidad, aunque no se la recomiendo,pues se trabaja mucho y creo que se divierte unopoco.

En lo que se refiere al tema, lo que yo voy a tra-tar de demostrar en muy poco tiempo es que eltema de la pena de muerte no obedece a ningunarazón jurídica, como tampoco a ninguna necesi-dad de pacificar el país.

El tema de la pena de muerte, en mi concepto, esun tema eminentemente político, y lo único quese busca con él es ganar el apoyo de la opiniónpública para la causa del gobierno y su proyectode Constitución.

Si, como supongo, la mayoría y otros grupos po-líticos no se van a resistir a la vieja y ancestralcostumbre de halagar a nuestro pueblo, en muypocas horas el tema de la pena de muerte estaráaprobado. Pero yo quiero que me acompañen enunas breves reflexiones sobre lo que esto podríasignificar para el Perú.

A nivel externo, es cierto que somos un país so-berano y que nadie puede decirnos qué hacer.Pero la otra verdad es que la autarquía, comoforma de vida de los pueblos, ha concluido y quela realidad mundial presente es la interdepen-dencia, no sólo económica sino también científi-ca y tecnológica. Lo que significa que tenemosque actuar tomando en cuenta las corrientes in-ternacionales del mundo, las que nos dicen que,para hacer justicia, no es necesario dar la vueltay regresar a la jungla. Y mi convicción es que siahora aprobamos la pena de muerte, la pobreimagen de nuestro país en materia de derechoshumanos se verá teñida de forma irremediable,porque la reinserción del Perú en la comunidadinternacional no sólo es económica sino tambiénética, aunque este concepto difícilmente podríaser comprendido por algunos.

A nivel interno, yo no tengo ninguna duda deque alguien sonría por esto en Palacio, porque alfin tendrá las herramientas jurídicas que se re-quieren para tal vez comenzar su campaña elec-toral con unos cuantos fusilados.

Pero Sendero también sonreirá, porque no sola-mente le vamos a entregar aliados en todo elmundo, sino también �y ellos lo saben mejorque ningún otro� que nada como unos cuantosmártires para avivar el fuego de su alicaída cau-sa.

Creo también, señora Presidenta, que algunosobispos y algunos cristianos también sonreirán;pero a mí nada me parece más patético que ver aunos siervos de un Dios de paz unirse a la trin-chera de los que claman por la muerte.

Creo también que quizás habrá aplausos del pue-blo para esta medida y para este Congreso Consti-

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tuyente. Pero a su tiempo el pueblo comprende-rá que la sangre sólo llama a la sangre y que lavenganza de Sendero, por pequeña que sea, nova a alcanzar a los que viven rodeados de guar-daespaldas y coches blindados, sino al pueblo. Ycuando eso suceda, vamos a ver si siguen aplau-diendo.

Si el Gobierno quisiese luchar en serio contra lasubversión, lo que en verdad debería hacer esseguir afinando la estrategia antisubversiva quetan buenos resultados le ha dado; por ejemplo,seguir trabajando en el frente policial, en el frentemilitar, en el frente judicial, en los medios de co-municación masiva y, sobre todo, en la participa-ción ciudadana. Tal como lo demuestra la expe-riencia de España, Italia y Alemania, ha dadomagníficos resultados; y estas experienciasexitosas se han logrado sin el recurso de la penade muerte.

Según el artículo 159º del proyecto que se nospropone, la pena de muerte sólo puede aplicarsepor los delitos de traición a la patria y de terro-rismo, conforme a las leyes internas y a los tra-tados de los que el Perú es parte. En este caso,las leyes internas son los decretos leyes que handeterminado que los tribunales militares tienencompetencia para juzgar y aplicar esta pena sinposibilidad de revisión por los tribunales ordina-rios.

Y esto es muy grave porque, seamos honestos,aquí en el Perú las declaraciones de culpabilidadse arrancan mediante el procedimiento de la tor-tura, y luego pasan a un tribunal militar. Peroen un tribunal militar, como bien dice Unamuno,"la palabra justicia es una palabra excesiva, por-que un tribunal militar no juzga ni busca la ver-dad, sólo castiga". Y es que en un tribunal mili-tar, como en un cuartel, las órdenes se cumplensin dudas ni murmuraciones.

El vergonzoso proceso al General Salinas y lasuerte del General Arciniegas lo demuestran así.Yo no dudo de que la justicia militar es más ex-peditiva, y es por esta razón que tenemos 1 200sentenciados por terrorismo, de los cuales aproxi-madamente 200 ya cumplen penas de cadena per-petua. Pero conociendo, como yo creo conocer, alas autoridades policiales peruanas, mucho metemo que, por lo menos, el 20 ó 25 por ciento deestos hombres son inocentes. Y yo, al menos, deesta responsabilidad quiero lavar mis manos.

Quienes alguna vez hemos sido mayoría sabemosque, cuando sucede un atentado, el poder políti-co presiona sobre el Ministerio del Interior y,entonces, se produce la búsqueda de sospecho-

sos y, por supuesto, las confesiones de culpabili-dad. Esto es moneda corriente en nuestro me-dio, y me parece poco menos que un crimen ava-lar este tipo de medidas.

Antes de terminar, señora Presidenta, quierodecir que este Congreso Constituyente deberíade convertirse en un instrumento para la paz ypara la reconciliación nacional y no en un ins-trumento para la muerte.

Por estas razones, estoy absolutamente de acuer-do con Luis Miró Quesada cuando dice que loslegisladores de este Congreso deben tener pre-sente que no se necesita ser el ejecutante de uncrimen para ser criminal. Criminales también loson quienes otorgan la coartada legal para ter-minar con una vida. Y así es.

Que cada quien, pues, responda ante su concien-cia y ante su propio Dios.

Muchas gracias.

La señora PRESIDENTA.� Tiene la palabrael señor Carpio Muñoz.

El señor CARPIO MUÑOZ (R).� Señora Pre-sidenta, señores congresistas: Yo no voy a conde-nar �si no expreso, como siempre, mi más pro-fundo respeto� a quienes dentro de este Con-greso o fuera de él piensan diferente de cómopienso yo. Pero, como ciudadano, o simplementecomo ser humano, tengo el derecho a expresarmi punto de vista.

Por razones enteramente filosóficas, soy opues-to a la pena de muerte. Creo que ningún hombretiene el derecho de quitar la vida a otro, repito,el derecho de quitar la vida a otro; y mucho me-nos que una sociedad en su Constitución, que esfuente de derecho, pueda consagrar este precep-to. Creo además contradictorio que en una Cons-titución que en su artículo 2º establece que todapersona, en primer lugar, tiene derecho a la vida,se incluya la pena de muerte.

Comparto la indignación que todo buen peruanosiente contra el terrorismo; lo condeno y lo re-pruebo de la manera más contundente. Es más,creo que la sociedad tiene derecho a defendersede esa gavilla de enloquecidos fanáticos, que sem-brando muerte, dolor y destrucción entre noso-tros creen que abonan sus pérfidos propósitos.Y, como la sociedad tiene derecho a defenderse,creo que con la cadena perpetua se defiende.

La cadena perpetua es una condena más atrozque la pena de muerte. Ya la sabiduría popularlo consignó hace muchas décadas en un verso de

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un conocido y antiguo vals que dice: "Que suframucho, pero que nunca muera".

Para terminar, quiero que se tenga presente quesi en lugar de abolir se amplía la pena de muertepara terroristas, narcotraficantes, secuestrado-res y hasta para gobernantes corruptos, como losolicitan los congresistas Alexánder Kouri y Fer-nando Olivera, corremos el riesgo de que fuerade nuestras fronteras se piense que en el Perúde hoy, en que se está procesando una trascen-dental reforma, al mismo tiempo se piensa desa-tar una cacería de opositores de carácter tribal.

Sé que me dirán, y se ha dicho ya en el debate,que los Estados Unidos acaban de instaurar lapena de muerte para combatir el terrorismo yque ése es un ejemplo. No, señor; no es un ejem-plo, porque la parte sustantiva de la eficacia enuna decisión está en tomarla en el momento opor-tuno. Si la pena de muerte tuviese efectos disua-sivos, tendríamos que considerar que los Esta-dos Unidos toman esa decisión cuando se les pre-senta un primer caso de terrorismo genocida.Nosotros estamos derrotando al terrorismo des-pués de trece años de combate. Si fuese disuasivala pena de muerte, en todo caso hubiera sido efi-caz tomar la decisión antes, o sea, en 1980, in-mediatamente después del atentado de Chuschi.

Por lo demás, no olvidemos que los Estados Uni-dos no necesitan, o les importa poco, ser bien vis-tos por las demás naciones, cuando, objetivamen-te, han quedado como el único gendarme delmundo. El Perú, objetivamente, está en una si-tuación muy diferente.

Concluyo, señor, expresando que no condeno aquienes piensan en forma distinta de la que yopienso. Respeto su opinión. Por eso no he utili-zado un solo adjetivo, porque tienen tanto dere-cho en pensar lo que piensan y en mantenerlocon su voto, como yo tengo el derecho de expre-sar mi punto de vista y expresarlo con mi voto.

Muchas gracias

�Reasume la Presidencia el señor JaimeYoshiyama.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra eldoctor Ferrero Costa.

El señor FERRERO COSTA (NM-C90).�Señor Presidente: Confirmando lo opinado hacetres meses en la Comisión de Constitución y deReglamento, vengo hoy aquí a defender la vida,para lo cual a veces es necesario aplicar la penade muerte.

Debo anticipar que lo único que me ha sorpren-dido esta mañana es que la mayoría de mis cole-gas que son abolicionistas han hablado de quehoy, 3 de agosto, el Perú pasa de "no" a la pena demuerte hacia "sí" a la pena de muerte. Y esta apre-ciación es la que antes que nada me interesa acla-rar. Debería de decirse mañana, por quien tengaque decirlo, que el Perú amplió la pena de muer-te o no amplió la pena de muerte.

Cualquier medio de expresión que dijera que elPerú implantó o no implantó la pena de muerte,diría una mentira. En consecuencia, yo pido quehablemos de ampliación o de no ampliación; por-que quien quiera abolir la pena de muerte debepresentar ahora su proyecto de reforma consti-tucional estableciendo claramente que no debefigurar ese artículo, ni siquiera para traición a lapatria, propuesta que no ha sido planteada así,salvo que alguien me corrija.

Señor Presidente, como ha dicho bien mi colegaCarpio, nosotros tampoco utilizamos adjetivospara la posición contraria. Yo reconozco el valorde los argumentos abolicionistas. Sé, como lo haexpresado mi amigo César Fernández Arce, que,para ellos, el valor de la vida es entendido comoque no puede perderse.

Entiendo la importancia de no avalar los erroresjudiciales; comprendo que no es una vida la querepara otra vida; aunque, eso sí, debo manifes-tar mi discrepancia con aquellos, especialmenteel doctor Pease, que dicen que ampliar la penade muerte es fortalecer la cultura de la violen-cia. Y digo que discrepo, porque nuestra socie-dad no gira alrededor de la violencia por la penade muerte. En el Perú, la violencia es un motivode fricción y desencuentro y es mucho mayor, porejemplo, a través de los medios de comunicacióny de la prédica de la violencia que da �digamosasí� la televisión importada, donde los efectosdevastadores de la conducta violenta son cienveces mayores que los de cualquier aplicaciónindividual, aislada y excepcional de la pena demuerte.

Pero revisemos los siete argumentos expuestosen marzo o abril de este año en la Comisión deConstitución y de Reglamento, para que mis co-legas que no estuvieron presentes puedan reci-birlos con generosidad.

El primero: nosotros hemos sostenido que asícomo uno tiene derechos, también esos derechosno son absolutos; y que uno puede perder el de-recho, hasta el derecho de la propia vida, si esque uno se lleva de encuentro derechos impor-tantes de los demás, si se arrebatan de maneraviolenta. Entonces, habría que pensar que aquel

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que está dispuesto a quitar la vida a otro tieneque saber que con esa actitud pierde el derechoque él tiene a su propia vida. Argumento, porsupuesto, no original del que habla, sostenido,como también lo dije ya, por el padre Interdonatoen una célebre publicación del Seminario de San-to Toribio altamente ilustrativa:

"Tu pierdes un derecho desde el momento en queabusas de la vida de los demás, pierdes tu dere-cho a la vida porque en ese momento has traspa-sado todos los límites de responsabilidad que es-tabas obligado a mantener para tener derecho atu propia vida".

En segundo lugar: la proporcionalidad en rela-ción a la gravedad de la falta cometida. Es evi-dente que no se pueden considerar todos los de-litos iguales; hay unos más graves que otros. Puesbien, ¿cómo se puede establecer algún tipo deproporción entre el castigo que merece el que haquitado la vida y el acto que significa haber des-pojado de su vida a otra persona?

Sé que habrá un congresista que diga: "Ah, us-ted habla de la ley del talión". No, señor; no esexactamente eso, porque la ley del talión era "aun brazo un brazo y a una vida una vida". Perohay que plantearlo de otra manera: ¿cuál es elcastigo más fuerte que puede haber? El castigomás fuerte es perder la vida. ¿Cuál es el delitomás grave? El delito más grave es quitar la vida.En consecuencia, a quitar la vida sólo puede co-rresponder pagar con la vida, porque, de lo con-trario, no habría la proporción que en casos ex-cepcionales debe plantear un castigo que sea jus-to.

En tercer lugar: el famoso efecto intimidatorio,la disuasión. Esto tiene estadísticas a favor y encontra. Cientos de cifras probando que sí intimiday muchas otras cifras probando que no intimida;pero hay un elemento que algunos no hemospuesto a consideración y es el siguiente: ¿cómose puede calcular �yo les pregunto, congresis-tas� en cifras la cantidad de personas que resol-vió no matar porque temía que si mataba podríaser castigada con la muerte? ¿Quién me puedeenseñar las cifras de aquellos que aceptan habersido intimidados ante el peligro de un castigomayor? No las hay.

Pues bien, tampoco pido que las calculemos. Di-gámoslo de otra manera: intimida o no intimida.Yo contesto así: en la vida todos obedecemos aestímulos, se supone que los estímulos son con-secuencia de una escala de valores; por ejemplo,para algunas personas el principal estímulo es lasatisfacción con su conciencia, con lo que creenque es bueno; para otras puede haber estímulos

materiales que no necesariamente son contradic-torios, como puede significar algún premio pecu-niario.

De la misma manera, como hay incentivos haydesincentivos en la vida; y el Derecho Penal eseso, es básicamente el castigo ante una conductaque vulnera los intereses de la sociedad. Todaslas leyes penales, todos los códigos del mundo,son intimidatorios. No hay ley penal que no seaintimidatoria; si no, yo les pregunto ¿cuál es elartículo del Código Penal que dice �cuando robaste premio, cuando asaltas te doy una medalla�?No existe, señor Presidente. Todo código penalen el mundo dice: "No hagas, y si haces, tedesincentivo y te aplico un castigo".

Entonces, el carácter intimidatorio de la ley pe-nal es clarísimo; de lo contrario tendríamos quedecir: ¿por qué para la muerte no intimida lamuerte y por qué para el robo sí intimida la posi-bilidad de la cárcel? ¿Por qué establecer una di-ferencia que a todas luces resulta contraria a lanaturaleza humana?

Yo acepto lo que dijo el doctor Pease. Es verdadque los fanáticos no se intimidan, pero los faná-ticos son una minoría; y, aun así, no siendo larazón intimidatoria la única sino también el cas-tigo, aun cuando hubiese la posibilidad de queno intimide, quedaría vigente la necesidad delcastigo. En consecuencia, no eliminando la inti-midación, vamos a eliminar la necesidad excep-cional de aplicar la pena de muerte.

En cuarto lugar: el concepto de la legítima de-fensa. ¿Qué tiene una sociedad para salir al fren-te de un ataque a mansalva? ¿Con qué instru-mentos contamos para detener una agresión si aveces somos incapaces de ponerlos a todos entrerejas? En opinión de los abolicionistas, la priva-ción de la libertad puede ser suficiente. Yo heescuchado decir que basta eso. He escuchado de-cir que la cadena perpetua es más dura que lamuerte. Nosotros, que no estamos con cadenaperpetua, podemos decir eso. Preguntémosle aun condenado: ¿muerte o prisión perpetua? Y,¿qué va a contestar un condenado? Yo les asegu-ro que la mayoría de ellos prefiere la prisión per-petua a la muerte, porque, entre otras razones,siempre cabe la posibilidad de que la legislaciónse modifique y, por benevolencia, favorezca al reo.

Pero una legítima defensa, ¿qué es? Por ejemplo,una guerra. En una guerra, ¿cómo te defiendesdel que emplea cañones, del que te invade, delque falsifica tu moneda, del que envenena tusríos? ¿Cómo te defiendes? ¿Qué tienes en tusmanos? ¿Las frases generosas de algunos cole-gas? ¿El perdón permanente que te hace perder

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tu condición de nación? De lo contrario, ¿por quéhemos aceptado la pena de muerte para el casode traición a la patria? ¿Por qué decimos que elque a la patria traiciona morir merece? Debería-mos decir que nadie debe morir nunca, ni siquie-ra aunque traicione a la patria. Lo hemos acep-tado ya catorce años, y lo hemos vuelto a aceptarhace poco tiempo, porque sabemos que si a lapatria se traiciona todos corremos el riesgo dedesaparecer, porque nuestra defensa ante la trai-ción a la patria es agredir con una violencia porlo menos suficiente como para poner freno a aque-llos que nos quieren destruir.

Aplicar excepcionalmente la pena de muerte esun instrumento de legítima defensa, más aún enel caso de una guerra, y más aún con el criteriode la guerra justa, en la cual uno se defiende conlo que tiene a la mano para impedir que el ene-migo lo venza. Pero no es la única razón. La ra-zón más importante, que no es una razón de ale-gría, que no es algo que uno defienda con entu-siasmo, es ésta, ésta es la razón decisiva en micaso personal del voto que voy a dar.

Tenemos que escoger. Si creemos que la pena demuerte tiene efecto disuasivo, y ya no digo casti-go proporcional; si creemos que tiene efectodisuasivo, tenemos que aceptar que, después deesta modificación constitucional, probablemen-te habrá menos muertos, porque aquellos queiban a matar matarán menos o no matarán.

Entonces, si aceptamos que tiene un efectodisuasivo, pregunto ¿qué queremos? A este lado,decir que no hay más pena de muerte, inclusivepara nada; y paralelamente, en este mismo lado,un progresivo aumento de los abusos contra aque-llos inocentes que ahora están vivos y que mori-rán mañana, pasado mañana, dentro de tres, cua-tro, cinco años, si nosotros no damos la ley co-rrecta. Y a este otro lado, dos, tres, cuatro ejecu-ciones, conforme a ley; pero, en este lado, tam-bién, quinientos, mil, dos mil peruanos vivos, quepodrían estar muertos si es que nosotros no tu-viéramos el coraje de afrontar la realidad confor-me nos ordena la conciencia, la vía moral y lalegítima defensa a que la sociedad tiene derecho.

Y dos últimas razones, una más importante queotra; pero hay que mencionarlas, sobre todo paramis amigos defensores de los derechos humanos,de todas las bancadas, incluyendo la nuestra.

Se habla en el país de acciones extrajudiciales.Cuando agarran a un ladrón en los pueblos jóve-nes, todos sabemos lo que hacen, ¿no es verdad?A las tres de la mañana, porque robaba cuatroropas de vestir colgadas en un tendal, muerto enel acto, ¿sí o no? Tres, cuatro, cinco, seis casos en

el año. Y cuando uno le pregunta a ese poblador:"Dime amigo, ¿por qué lo han matado?" Enton-ces contesta: "¿Sabe por qué, doctorcito? Porquesi lo soltamos vuelve a robar y no hay sociedadque lo castigue, porque la sociedad no es capazde evitar que a mí me sigan robando. Entoncesyo, como poblador, me protejo por mi cuenta yresuelvo el problema". Son ejecuciones irregula-res. Y sé cuáles son las otras en las que estánpensando. Algunos malos elementos de las Fuer-zas Armadas que, en un enfrentamiento colecti-vo, donde han visto morir a sus compañeros ydonde han apresado a los culpables del terror,saben que éstos van a vivir libres. Y entoncesdeciden las ejecuciones extrajudiciales, arbitra-rias, improcedentes, pero que han existido en lahistoria del Perú, entre otras razones, porque lasociedad no ha sido capaz de armar una estruc-tura legal que castigue conforme a ley.

Y doy la última razón. A nosotros nos ha elegidomás del 50 por ciento, y con ese asunto de banca-da de la población peruana, 30, 40 ó más al resto.Como el nuestro no es un problema de bancadasino de conciencia, nos han elegido. Se supone querepresentamos a quienes nos han dado sus votos.Muy bien. Y, cuando vamos a preguntar a la gente¿está usted de acuerdo con la pena de muerte?¿Cuántos dicen no? 20, 25, 30. ¿Cuántos dicen sí?65, 70 por ciento para el terrorismo. Muy bien.Entonces, si queremos ser consecuentes con elmandato popular, ¿podemos decirle al que nos haelegido: tú quieres una ley pero yo, que soy �papá�,te la niego, no te la doy, porque tú, pueblo, estásequivocado? Como dijo un congresista, son losvaivenes de la inquietud popular.

No, señor; yo sí confío mucho en la intuición po-pular, y éste es uno de los reclamos que el paísha hecho. Yo no digo que estemos obligados siem-pre a hacer caso a todo, pero ¿podemos negar queel mandato del pueblo debería ser obedecido porquienes han sido elegidos para responder a esemandato? ¿O podemos decirles a todos ellos: us-tedes, que son 70 por ciento, 15 millones de pe-ruanos, están locos, nosotros los congresistas te-nemos la razón y tú, pueblo, quédate con las ga-nas, porque nosotros no daremos la ley que túhas pedido? Pregunto si eso sería consecuentecon el mandato.

Y ahora me voy a referir a dos asuntos finales. Elprimero es éste: el artículo, tal como ha sido pre-sentado, a mí no me gusta, pero voy a votar a fa-vor. No me gusta, porque lo ha advertido el doctorChirinos, lo dijimos en la Comisión de Constitu-ción y de Reglamento, y consta en la sesión del 10de abril �la tiene el doctor Marcenaro a su costa-do�; dijimos que estábamos votando por un artí-culo que iba a ser excesivamente difícil aplicarlo.

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Y no he sido elegido para votar artículos que notienen viabilidad inmediata y efectiva de poderaplicarse. En consecuencia, me declaro insatis-fecho por su redacción; pero voy a votar con laesperanza de que pueda lograrse, a través de lostratados y la vigencia de las leyes, su más prontaaplicación.

Y aclaro a mi colega Barba Caballero, que ha di-cho una frase desdichada: "Ustedes quieren fusi-lados para la campaña de 1995". El doctor BarbaCaballero, que no quiere sumar ni restar, se olvi-da que esta Constitución no puede estar vigenteantes de setiembre, octubre o noviembre; que elTratado tiene que ser denunciado un año antescomo mínimo, y que después entraría en vigen-cia la pena de muerte. Por lo que no podría ha-ber fusilado alguno en el Perú antes de marzo de1995, cuando ya tendremos no un candidato, sinoun Presidente elegido.

De tal manera que ese tipo de afirmaciones hayque levantarlas ahora, para no hacer que la opi-nión pública se engañe con el debate de hoy, queno es un asunto político inmediato, sino un pro-blema crucial para enfrentar la violencia y el te-rror.

Señor, otros congresistas han sido ya muy clarosen el rechazo a la actitud de organismos interna-cionales, en especial de los Estados Unidos. Lamayoría de los estados que conforman la Uniónnorteamericana aplican la pena de muerte. Elpaís del mayor número de abortos en el mundono tiene derecho de ordenar, como condición parala ayuda económica, que nosotros legislemos deuna u otra manera que es distinta a la que ellosmismos legislan. Esa ley del embudo internacio-nal, la rechazamos en defensa de los derechossoberanos del Perú.

Y termino con una reflexión final. Ninguno denosotros piensa en una pena de muerte parasiempre. Estoy seguro que todos nosotros, queestaremos juntos en el voto, rogamos para queesta pena de muerte desaparezca; inclusive, qui-zás hasta para los casos de traición a la patria enel futuro, porque la ley es siempre resultado dela condición histórica y social de un pueblo. Es-tamos hablando de la pena de muerte en el Perúde 1993.

Nadie sabe cuál será el Perú de 1999. Ojalá quesea distinto, y, en ese caso, nosotros mismos, aun-que estemos fuera del Parlamento, pediremosque, a cambio de circunstancias históricas, cam-bie también la ley.

Pero, en segundo lugar, señor Presidente, noso-tros nunca hemos dicho, y yo protesto por aque-

llos que han puesto en nuestra boca palabras fal-sas cuando han preguntado: ¿ustedes creen quecon la pena de muerte van a acabar con el terro-rismo? Nunca lo ha dicho esta bancada. Yo no heescuchado tampoco a ninguna persona inteligenteen el Perú que lo haya dicho. Nosotros, enfática-mente, rechazamos la posibilidad de que con estaampliación de la pena de muerte se resuelva elproblema del terrorismo. ¡Falso! Nadie ha dichoeso. Es un elemento que ayuda, que contribuye,y por esa razón, sólo por esa razón, es que notenemos entusiasmo alguno a la hora de votar.He dicho, y aquí termino, que es esto lo que im-porta en el voto: si aplicando una ampliación dela pena de muerte, yo salvo vidas y hago que ino-centes no mueran, ¡tendré que votar a favor dela muerte para salvar la vida!

He dicho.

El señor PRESIDENTE.� Señor MarcenaroFrers, puede hacer uso de la palabra.

El señor MARCENARO FRERS (NM-C90).�Señor Presidente: Permítame comenzar leyendolas palabras que dije el 10 de junio, en la Comi-sión de Constitución y de Reglamento, a la cualme acababa de integrar. Dije expresamente:

"Señor Presidente: En primer lugar, debo reco-nocer que éste es el tema que mayor dificultadme ha causado para poder tomar una decisión, yme imagino que es el caso de muchos de los queestamos aquí presentes.

Qué difícil, señor Presidente, poder definir y de-cidir sobre la vida de los seres humanos. Estoytotalmente de acuerdo en que aquello que debe-mos proteger, en principio, es el derecho a la vida.Así se ha reconocido, tanto en la Constituciónvigente, como en el proyecto de Constitución queestamos trabajando, donde hemos comenzado porreconocer a la vida como un elemento y un dere-cho fundamental del ser humano.

Sin embargo, también tenemos que reconocer queexisten circunstancias muy especiales, tantascomo las que está viviendo nuestro país, que es-peramos resolver a través de la lucha antisubver-siva, a través de todos los medios pacíficos quese están dando, a fin de conseguir derrotar a esteflagelo que se llama terrorismo".

Con esas palabras, señor Presidente, comencé miexposición en la Comisión de Constitución y deReglamento, porque, a pesar de que estoy en con-tra de la pena de muerte, en aquella sesión tuveque tomar mi gran decisión. Y era que no obs-tante que estaba en contra de la pena de muerte,sabía que la gran mayoría de los presentes en

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esa sesión iban a votar a favor de ella. Y que al-gunos aun estaban a favor de la pena de muertepara el caso de homicidio.

Por lo tanto, tenía que utilizar mi voto por aque-llo que consideraba que era lo menos grave y, poreso, fui yo el que presenté la fórmula sobre lapena de muerte, en la medida en que, con esafórmula, consideraba que la limitaba a la mayorexpresión posible. Por eso presenté la fórmula; yfue aceptada, gracias a Dios, por la gran mayo-ría. En ella se establecía que era para el terroris-mo conforme a las leyes internas y a los tratadosde los que el Perú es parte. Era lo máximo a locual podía llegar, a fin de limitar esta pena demuerte.

Señor Presidente, el doctor Carlos Ferrero haexpresado siete razones por las cuales está enfavor de la pena de muerte. Permítame a mí ex-presar catorce razones por las cuales estoy encontra.

En primer lugar: si el objetivo primordial de laejecución penal es la resocialización del delin-cuente, la pena de muerte, por sus característi-cas, evidentemente, no busca la resocialización.

Segunda razón: la pena de muerte no compensael orden violado por el asesinato terrorista, porcuanto sólo restituyendo la vida del inocente po-dría ser restituido el orden violado. En conse-cuencia, el orden que se violó por el terroristaque produjo muerte no se recupera, desgracia-damente, matando al terrorista.

Tercera razón: ¿se compensa acaso a la familiadel inocente que ha fallecido a consecuencia deun acto terrorista? No, señor; no se compensa ala familia. La familia no quiere el cadáver delasesino; la familia quiere la vida de su ser que hamuerto. Eso es lo único que espera. Por lo tanto,tampoco recompensamos el daño causado a lavíctima ni a su familia.

Cuarta razón: la pena de muerte es irreparable.Una vez que se aplica, no hay forma de retroce-der; si el juez se equivoca, no hay forma de en-mendar. Quiero recordar que solamente en losEstados Unidos, entre 1893 y 1962, o sea, sintomar en cuenta los últimos 30 años, hubo 74casos de error debidamente probados, a razón deuno por año, en un país en el cual se aplica lapena de muerte. ¿Quién devolverá la vida a esaspersonas? Hace pocos días hemos visto en la te-levisión que en Inglaterra se ha juzgado que seaplicó mal la pena de muerte en el caso de unjoven que falleció hace 30 años.

Quinta razón: si en 1969 el Perú consideró, alsuscribir el Pacto de San José de Costa Rica, que

debía respetar la vida, y así lo ratificó en 1979con la actual Constitución, estos derechos esen-ciales del hombre no han cambiado, siguen sien-do lo mismos. No obstante que ha habido actosbárbaros en nuestro país, no obstante que hahabido sangre y muerte en nuestro país, los prin-cipios fundamentales del ser humano no cambia-ron. Y si en ese momento tuvimos motivos sufi-cientes para suscribir este pacto, no creo que porel hecho de que hoy existan actos terroristas es-tos principios deben cambiar. Los principios, se-ñores, no cambian en función de las circunstan-cias, por clamorosas que estas circunstanciassean.

Sexto argumento: la pena de muerte no ha teni-do carácter disuasivo en los países en los que sela aplica. Así es, señor Presidente, no ha disua-dido. En el último Newsweek, del 2 de agosto, yaquí le respondo al señor Larrabure una preguntaque hizo al señor César Fernández Arce, apareceun informe, en que se reconoce que en los Esta-dos Unidos, donde se aplica la pena de muerte,un millón de jóvenes entre 12 y 19 años estánentre violados, asaltados, asesinados, etcétera,por gente de su propia edad. Es decir, jóvenesentre 12 y 19 años cometen este tipo de delitos.No obstante que allá existe la pena de muerte, yno obstante que los padres de estos jóvenes sa-ben que existe la pena de muerte, no ha dismi-nuido este tipo de delitos. Por lo tanto, sexto ar-gumento, no tiene un carácter disuasivo.

En sétimo lugar: la pena de muerte es un castigocruel, inhumano, degradante. Cualquiera sea laforma de ejecución, ya sea que lo colguemos, lodegollemos o le metamos un tiro; cualquiera delas formas, creo, es una forma inhumana.

En octavo lugar: la pena de muerte busca des-truir matando, y el ser humano, creo yo, no debematar a otro. No tengo ningún problema en eli-minarla, aun en el caso de traición a la patriapor guerra exterior.

En noveno lugar: devolver el mal por el mal, lasangre por la sangre, el ojo por ojo, el diente pordiente, ¿acaso no es un desprecio por la vida? ¿Noestamos acaso ahondando el surco del odio a tra-vés de este método?

En décimo lugar: si lo que se busca es proteger alos inocentes, ¿no basta acaso con la cadena per-petua en centros en los cuales estén recluidaslas personas? Y, por favor, no demos el argumen-to económico, el argumento por el cual no pode-mos gastar dinero en tener cárceles seguras, por-que ésos fueron los argumentos que empleóHitler para destruir a los retardados, a los mon-goloides, porque ésas eran personas en las cua-

Page 39: 29“ Y SESIÓN MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993 PRESIDENCIA DE ...… · PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES JAIME YOSHIYAMA, V˝CTOR JOY WAY ROJAS Y DE LA SEÑORA LUZ SALGADO RUBIANES DE PAREDES

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les para qué iba invertir la sociedad. Por lo tan-to, no demos un argumento económico para jus-tificar ese tipo de actos.

Si lo que se busca es proteger a los inocentes, noes necesariamente a través de la pena de muerte�como manifestaba el doctor Ferrero� que selos va a proteger. Se los va a proteger a través dela reclusión de esas personas, a través de medi-das debidamente seguras, para que estas perso-nas no vuelvan a cometer delitos. Y por eso sellama "cadena perpetua", pues el resto de sus díasestarán recluidas para que no sigan cometiendoestos actos.

Undécimo comentario: me permito leer lo quedijo el sacerdote jesuita Ignacio Muguiro.

"Eliminar los problemas humanos eliminando alhombre es una facilísima y primitiva solución queviene de nuestros más viejos ancestros, y es co-lindante con la primera salida de las cavernas".

Duodécimo argumento: si reconocemos que elfenómeno terrorista está desapareciendo y seextinguirá en 1995, según se ha anunciado, en-tonces ya no debemos aplicar esta pena. De apro-barla, habría que modificar el Código Penal, ha-bría que denunciar el Tratado de San José, y, evi-dentemente, esto estaría concluido cuando yatodos los cabecillas estén presos.

Por lo tanto, para qué enfrentarnos ahora a talsituación estableciendo esta pena de muerte.

En décimo tercer lugar: si se aprueba esta penade muerte, es evidente que va a dañar aún másla imagen del Perú que queremos todos recupe-rar con la mayor rapidez posible.

Y en décimo cuarto lugar: alguna vez dije, y lodije en la Comisión de Constitución y de Regla-mento, que representábamos la voluntad popu-lar y que por eso, en ese momento, iba a tenerque votar en favor de la pena de muerte. Perotambién reconozco que representamos la volun-

tad popular aquellos que estamos en contra de lapena de muerte. No representaremos a la mayo-ría, si es que se demostrara que es la mayoría;pero también tenemos derecho de expresar lasvoces de las minorías, porque en este Congresotambién tienen que expresarse esas voces, y dealguna forma quiero reflejar a estas minorías.

Para terminar, quiero simple y llanamente decirque habría muchas más razones para estar encontra de la pena de muerte. Quiero reconocerque el Perú vive hoy día una de las crisis másgrandes de su historia, en cuya composición sepueden nombrar cuatro elementos fundamenta-les: la crisis económica, el narcotráfico, el terro-rismo, y un cuarto elemento que creo es aún másimportante, la confusión de valores; y ésta, creo,es la razón principal de los problemas que hoydía vive el Perú.

Por lo tanto, apuesto por la vida. Me niego a apli-car la pena de muerte. Y creo que toda aquellapersona que esté en favor de la pena de muerte,debe pensar si estaría realmente dispuesta a dis-parar ese fusil, a jalar esa cuerda, a electrocutara esa persona, cuando ya hemos aplicado la solu-ción, cuando ya hemos aplicado la fórmula, quees la cadena perpetua.

Por lo tanto, me inclino por la vida y niego lamuerte, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� La Presidencia de-sea informar al Pleno que 22 señores congresis-tas han solicitado el uso de la palabra.

Suspendemos la reunión hasta las 16 horas y 59minutos, en que la intervención inicial corres-pondería al señor Castro Gómez.

�Se suspende la sesión a las 13 horas y 37minutos.

Por la Redacción:Américo Miranda Sanguinetti,Redactor del Diario de los Debates.