27 de diciembre
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Libro histórico que investigó el narrador Tolomeo Aliaga sobre el primer grito de independencia en Lambayeque (Perú).TRANSCRIPT
HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA
BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ N° 2013-20157
Autor – Editor: Tolomeo Aliaga Quispe
Dirección: Calle Juan Manuel Iturregui N° 485 – Lambayeque
Teléf.: 074-505442 – Cel: 963535643 – RPM: #963535643
Email: [email protected] – [email protected]
1a Edición: Diciembre 2013
Tiraje: 1000 ejemplares
Imprenta “CUNEO”
De: Eloy Cúneo Bravo
Domicilio legal: Burga Puelles N° 876- Lambayeque
Telefono: 074-601825
Fotos: Guillermo Luna Lorenzo – Tolomeo Aliaga Quispe
Corrección de Estilo: Lic. Rogelio Vilcherrez Chozo
Portada: Estatua de la Libertad de Lambayeque, Iglesia “San
Pedro” y Pabellón Nacional
Contraportada: Monumento de Pascual Saco en la Plaza
“Independencia” y los cuatro Próceres cuyas estatuas están en
cada esquina de la Plaza.
INDICE
Introducción 5
Informe del caudillo de la Independencia lambayecana
don Juan Manuel Iturregui al General San Martín 7
Informe sobre la proclamación de la libertad en
Lambayeque, que hacen los próceres José Ignacio
Iturregui y José Leguía 16
Acta de la declaración de la independencia de
Lambayeque - 27 de diciembre de 1820 19
La Independendia de Lambayeque por Vargas Ugarte 22
La Independendia de Lambayeque por Byrne 27
Lambayeque, cuna de libertad 36
La estatua de la libertad de Lambayeque 43
Escudo de la ciudad de Lambayeque 49
Himno de Lambayeque 51
Agradecimiento 52
DEDICATORIA
Esta obra está dedicada al pueblo de Lambayeque, en el
193° Aniversario del Primer Grito de Libertad.
A los herederos de los Próceres de la Independencia
lambayecana, y
A la Sra. Emperatriz Quesquén de Leguía (QEPD),
quien en su calidad de Presidenta del Comité de
Educación y Cultura de Mesa Redonda Panamericana de
Lambayeque (1992-93), dejó un legado histórico muy
importante al transcribir con su puño y letra el Informe
que hizo el Señor Juan Manuel Iturregui al General José
de San Martín, en que se detallan los pormenores de la
revolución libertadora de Lambayeque, la misma que se
encuentra publicada sobre unos paneles con vidrio en la
Casa Monjoy de Lambayeque. Así mismo, nos legó un
Libro escrito a mano titulado “El Balcón más largo de
América – Historia de la Independencia de Lambayeque”
Introducción
Radico en Lambayeque desde el año 1995, en que por
razones de servicio, llegué a esta histórica tierra norteña, cambiado
de colocación para trabajar en la Primera Zona Judicial del
Ejército, donde serví dos años, habiendo contribuido para que esta
dependencia obtenga el galardón: “La Dama de la Justicia”. Luego
laboré en la 7ª División de Infantería como Maestro de Ceremonias
hasta que pasé a la situación de retiro en diciembre del 2002.
Aquel año, 1995, pude notar el civismo y patriotismo de los
lambayecanos que con júbilo celebraban el Sesquicentenario del
Primer Grito de Libertad. Vi - como nunca había visto - que de
todas las casas, por algún lugar, ya ventanas, ya techos, aparecían
las banderas rojiblancas y las calles reflejaban peruanidad, que
contagiaba a propios y extraños. No era para menos. Se
conmemoraba el 175° Aniversario de la gesta independentista que
se dio en Lambayeque aquel 27 de Diciembre de 1820.
Aquí aprendí el civismo que poco a poco se va perdiendo,
quizá porque las autoridades ya no tienen esa autoridad moral para
imponer valores en nuestra niñez y juventud.
En estos tiempos, cada vez que visitaba la Casa Montjoy,
encontraba a estudiantes y turistas que admiraban esta casona y en
su interior hallaban sobre unos caballetes la Historia de la
Independencia de Lambayeque, tomado del Tomo III del Libro
de la Independencia peruana de Germán Leguía y Martínez.- Pag.
363 al 414, publicada en 16 paneles cubiertos por vidrios. Veía que
unos leían, otros copiaban algo, otros lo fotografiaban y filmaban,
pero, por lo extenso que es, muchos dejan de copiarlo y no se
llevan esta valiosa información, escrita a mano por la Sra.
Emperatriz Cuzquén de Leguía, que fuera Presidenta del Comité de
Educación y Cultura de Mesa Redonda Panamericana de
Lambayeque, donde el prócer Juan Manuel Iturregui presenta un
Informe detallado al General San Martín sobre lo acontecido los
días previos y el mismo día que se dio el Primer Grito de Libertad
en Lambayeque, que muchos peruanos no conocemos, así como
otros escritos que a mi modesto criterio, son de importancia, por lo
que, he creído conveniente transcribirlo y publicar este mi quinto
libro, para que los lectores, en la comodidad de sus hogares puedan
adentrarse en la historia de Lambayeque.
Cabe mencionar que, este 193° Aniversario del primer grito
de libertad, el Conglomerado Cultural de Lambayeque del cual soy
parte, en el afán de rescatar nuestra identidad ha elegido por
primera vez en coordinación con la Municipalidad Provincial de
Lambayeque a la IÑIKUK LLAMPAYEC 2014 (Doncella
Mochica Lambayecana), a la Srta. Estrella del Rosario Burgos
Chapoñán, quien fuera IÑIKUK 2013 de la Institución Educativa
“Sara A. Bullón”
El autor
INFORME DEL CAUDILLO DE LA
INDEPENDENCIA LAMBAYECANA
DON JUAN MANUEL ITURREGUI AL
GENERAL JOSE DE SAN MARTÍN
(Tomado de los paneles publicados en la Casa Montjoy, escrito a
mano por la Sra. Emperatriz Cuzquén de Leguía, quien en 1993
publicó su Libro escrito a mano también “El Balcón más largo de
América – Historia de la Independencia de Lambayeque”. Este
Informe fue publicado íntegramente en Chiclayo en el número
extraordinario del periódico Lambayeque Comercial correspondiente
al 28 de Julio de 1907: pag. 10, tal como aparece en el Libro “Historia
de la Emancipación del Perú: el Protectorado”: en la cita (1) pag. 363)
Excelentísimo Señor:
Todo lo que el General Casós ha informado en este
expediente sobre los servicios prestados por el Coronel Saco, es
positivo y le consta al que suscribe, junto con otros hechos
como paso a exponer:
El deseo de llenar un deber y circunstancia que no es del
caso relacionar, hicieron que el informante se ocupase de la
cuestión de independencia mucho antes de la llegada del
General San Martín a nuestras costas, y que como era
consiguiente preocuparse por conocer el estado de la opinión,
particularmente en el departamento de La Libertad, donde tenía
su residencia. En todas las provincias de éste habían amigos
sinceros de la emancipación peninsular; pero con especialidad
en el de Lambayeque, a consecuencia tal vez de su frecuente
tráfico con Chile y Panamá o por otras causas. Sin embargo los
grados de decisión no eran iguales, habiendo algunas personas
y familias que se limitaban a desear un cambio político,
mientras otras sin arredrarse por riesgo alguno, incluso el de
sus fortunas y personas querían trabajar de hecho en que se
llevase a efecto. La familia Saco fue una de estas, y contaba,
además con influencia, en razón de ser numerosa, bien vista y
con fortuna. El que suscribe se unió por tanto a ella, como así
mismo a todas las otras que se hallaban animadas de iguales
sentimientos; y de este modo vino a establecerse una reunión, o
más propiamente, una sociedad secreta con el fin de promover
la revolución. Esta sociedad se procuraba a fuerza de arbitrios
y no sin riesgos, los periódicos sobre la independencia de
Colombia, Chile y Buenos Aires y después de leerlos
ávidamente, los hacían circular en todas las provincias del
departamento y aún fuera de él; trabajaba además por medio de
agentes en difundir en las poblaciones, nociones de libertad y
todo lo que podría contribuir a hacer odiosa la administración
colonial; inculcaba al mismo tiempo sobre los medios de hacer
estallar en el Perú la chispa revolucionaria, ya que había
producido conflagración en otras secciones de América; y
siendo, muchos miembros de la sociedad, oficiales de las
guardias nacionales, se trabajaba en dar a éstas alguna
disciplina y el conocimiento de sus derechos, para que, llegado
el caso de un pronunciamiento, pudieran sostenerlo
eficazmente. A estos esfuerzos se agregaban otros cuyo
pormenor sería largo, siendo bastante decir, en conclusión, que
esos patriotas desinteresados practicaban en aquellos tiempos
de terror y de obscurantismo todo cuanto les era posible
practicar. ¿Más, de que podrían servir entonces los trabajos de
los patriotas peruanos contra el poder español hondamente
radicado y completamente concentrado en su territorio? De
muy poco en verdad, excepto de hacer desaparecer las
preocupaciones coloniales y generalizar las ideas de libertad,
preparando así al país para aprovechar la primera oportunidad
de sacudir el yugo que se presentase. Como quiere que sea, es
un deber del que suscribe declarar como declara, que en todos
esos trabajos y esfuerzos, el Coronel Saco fue uno de los
colaboradores más ardorosos, encargándose constantemente de
las comisiones más difíciles y también debe decirse, peligrosas,
puesto que en aquella época, el destierro, las casamatas y aún
la muerte seguían bien de cerca los pasos de los patriotas.
La oportunidad que el Perú necesitaba le fue revelada al
cabo, por la noticia del desembarque del Ejército libertador en
nuestras playas, y ella fue sin duda saludada por el corazón de
todos los peruanos. El que suscribe jamás ha dudado de este
hecho, más con respecto a los efectos que produjo en la
población de Lambayeque puedo hablar como testigo
presencial. Todos los habitantes exceptuando los pocos
españoles que encerraba, se abandonaron a un júbilo tan
extremado, que ni la presencia del gobernante de la guarnición
que allí había, fueron bastante a impedir su pública
manifestación; la sociedad de que ya se ha hablado entró, puede
decirse, en sesión permanente, y dispuso en el acto que
marchase uno de sus miembros cerca del General San Martín,
para felicitarlo en nombre de los habitantes de la provincia y
manifestarle sus deseos de contribuir por cuantos medios se
hallasen a su alcance, al éxito feliz de la expedición. El mayor
número de sus socios se fijó en el señor Saco para esta misión, y
el que suscribe, procedió, en consecuencia a ofrecer hasta 2,000
pesos al Capitán (D. Juan José Fanning) de un buque llamado
“Catalina” que se hallaba a la sazón en el puerto de San José,
para que lo condujese a Huacho; más, diversas circunstancias
impidieron la admisión de esta propuesta. En tal estado
procedió el Club a dirigir al General San Martín una
comunicación en la que con el idioma que solo saben dictar las
pasiones, se le manifestaba la firme adhesión de los que la
suscriben a la causa de América, y sus fervientes votos para
prestar ayuda a la expedición. Poco tiempo después se
recibieron por un emisario, comunicaciones de dicho general
dirigidas a los miembros del Club de cuya existencia se hallaba
informado desde antes que zarpara de Valparaíso, en las que
nos hacía diversas prevenciones para que procediésemos a
efectuar un pronunciamiento deponiendo a las autoridades
españolas y nombrando por gobernador al individuo que
mereciese la confianza pública. Estas notas dieron, como era
natural, un nuevo impulso a la opinión y el Club se contrajo a
organizar un plan para insurreccionar al departamento,
dándose la primera voz de libertad en Lambayeque. Al efecto y
bajo diversos pretextos, partieron varios socios a las provincias
para prepararlas al movimiento, mientras los demás se
encargaban de reunir todas las armas que podrían hallarse, y
de emplear toda clase de medidas para ganar a los individuos
de tropa de un escuadrón veterano que se hallaba allí de
guarnición, con oficialidad casi toda española.
Cuando se disponían las cosas de ese modo, el marqués
de Torre Tagle que mandaba el departamento, no alarmó con
las noticias que recibía de la exaltación revolucionaria de
Lambayeque y de la propaganda que ejercía en las demás
provincias y conociendo el incendio que se preparaba, dictó
diversas providencias para ahogarla en su foco. Una de estas
fue mandar a Lambayeque una compañía del Batallón
Numancia al mando del Capitán (hoy General del escuadrón)
don Antonio Guerra; más a este oficial, el que suscribe, se
apresuró a alojarlo en su casa y supo ganar su confianza al
grado de que le descubriese la informalidad de sus opiniones
sobre la independencia y que se comprometiese a apoyar, lejos
de contrariar el pronunciamiento que se meditaba. Concedido
esto, procedió el Club a mandar a Trujillo a uno de sus
miembros, el señor don Vicente Castañeda, sujeto notable por
su patriotismo y capacidad, con el objeto de que se acercase al
marqués Tagle y procurase penetrar en sus planes, tratando al
mismo tiempo de conocer la fuerza efectiva con que contaba. El
señor Castañeda desempeñó este cargo con todo el tacto y
sagacidad que le eran propios y puso en noticia del Club que el
expresado marqués se hallaba muy irritado contra los patriotas;
pero que la fuerza de que disponía no era considerable, estando
además aterrado por la agitación de Lambayeque, temiendo que
de un momento a otro se hiciera allí un pronunciamiento que
seguirían las demás provincias. Casi al mismo tiempo que se
recibieron estos datos, llegaron comunicaciones de los agentes
mandados a las provincias asegurando que habían sido
recibidos con entusiasmo por los vecinos notables,
comprometiéndose éstos a secundar el movimiento.
En mérito a lo expuesto los individuos del Club, cuyo
número a este tiempo se había aumentado notablemente,
resolvimos que el 12 de diciembre de 1820 se procediera al
pronunciamiento sorprendiendo con la compañía Numancia
unida al pueblo armado, al ya mencionado escuadrón y que
inmediatamente se pusiese en conocimiento de las provincias
marchando en seguida sobre Trujillo con una fuerza que
debería constar de ese mismo escuadrón y compañía Numancia
y de los batallones de milicias existentes en Lambayeque,
Chiclayo y San Pedro, equipados con el excedente de armas que
tenía dicho escuadrón, con las que se había logrado reunir de
los particulares, con un considerable número de lanzas que a la
vista misma de los españoles se había hecho construir al efecto,
nada puede exceder al ardor con que se procedió a dictar las
providencias convenientes para efectuar este proyecto; más, las
noticias que a este tiempo se recibieron de Piura, donde existía
una guarnición española, y otra multitud de incidentes
adversos, cuya exposición sería muy larga, obligaron a
aplazarlos y adoptar las medidas que se pasa a relacionar. El
general Casós, coronel entonces del batallón cívico de
Lambayeque, estaba encargado de la comandancia militar de la
provincia, pero se hallaba, no obstante iniciado por el que
suscribe, en todos los proyectos del Club y comprometido a
favorecerlos; en consecuencia le propuso el exponente que
hiciese atar con cualquier pretexto a los jefes y oficiales del
escuadrón, y que reunidos que fuesen, se procediese a
aprehender a los peninsulares con la fuerza que de antemano
había de tener oculta en su casa. Dicho General convino en esta
medida, y el Club procedió a elegir de entre sus miembros los
individuos más aparentes para efectuarlo, siendo de los
primeros el señor Saco, así por su decisión como por su
reputación de valor. Estos ciudadanos resueltos, se pusieron a
disposición del general Casós, más éste, después de mil
vacilaciones les expresó que había decidido no llevar a efecto el
mencionado plan, así por evitar toda violencia, como porque
había otro que sin estrépito, produciría el mismo resultado.
Este, advirtió, era el dar orden a dichos oficiales para que
inmediatamente se pusieran en marcha para Trujillo a
disposición del marqués de Tagle, y sin embargo de que esta
medida debía causar necesariamente una alarma, fue preciso
convenir, atendida la resolución del expresado general. Esta
orden la comunicó en efecto, el día 27 de diciembre, según
recuerda el que suscribe, y al mismo tiempo se dieron las
providencias necesarias para tomar el cuartel a viva fuerza en
caso de que no fuese obedecida. Los expresados oficiales
contestaron que iban a cumplirla inmediatamente, más no lo
verificaron en todo el día y llegada la noche, cerraron la puerta
de su cuartel con todas las precauciones que pudiera aconsejar
el temor de una sorpresa. Como a las nueve de la noche se
determinó efectuar el ataque, más, el general Casós volvió a
instar para que se le permitiese intentar el último expediente de
mandar un oficial de confianza con orden de que se le entregase
en el acto el mando del escuadrón. Para esta comisión se fijó en
el mismo señor Saco, capitán entonces del batallón cívico, quien
contestó: “que aunque el acto de ponerse en manos de los
oficiales españoles, sus enemigos encarnizados, envolvía un
manifiesto peligro, no tenía embarazo para someterse a él,
puesto que se trataba de la independencia de su país y de evitar
acaso el derramamiento de sangre de sus compatriotas”.
Consiguiente a esta noble prestación, marchó en efecto
acompañado de un ayudante del precitado general, quien
comunicada la orden, se retiró, dejando al capitán Saco en el
cuartel, cuyas puertas volvieron a cerrarse tras él. Pocos
momentos habían transcurrido, cuando una gran masa del
pueblo impaciente de aguardar el desenlace y no pudiendo
reprimir por más tiempo el entusiasmo que le devoraba se lanzó
a la plaza pública, donde se hallaba situado dicho cuartel, y con
un grito aterrador mil veces repetido, proclamó para siempre la
independencia del dominio español. Este pueblo exaltado hasta
el frenesí, quiso arrojarse en seguida sobre el escuadrón, a
pesar de hallarse con pocas armas y de no acompañarle la
fuerza del Numancia, que en aquel momento estaba
sigilosamente reunida en casa del que suscribe, más, después de
no pocos esfuerzos se logró persuadirlos que pasasen a la
misma casa y aguardasen el resultado de la orden citada. El
señor Saco dio inmediatamente aviso de que a la vista de la
demostración del pueblo, los jefes y oficiales españoles habían
desde luego municionado y preparado el escuadrón para una
formal defensa; pero que se hallaban en realidad llenos de
terror, que él había aumentado con sus reflexiones y protestas, y
que de hecho estaban ya preparándose para marchar, dejándolo
en disposición de la fuerza. A poco rato partieron en efecto esos
oficiales, cuya lealtad, permítase observar, había merecido en
verdad una mejor causa. Acto continuo el capitán Saco arengó
al escuadrón en los términos, que las circunstancias
demandaban, y mandó abrir las puertas del cuartel para
reunirse a sus conciudadanos que lo aguardaban con los brazos
abiertos, ansiosos de reiterar con él y con esa fuerza, el
juramento de ser libres que acababan de elevar al cielo. Con
estas circunstancias de dicha exaltación suprema que a pocos
hombres cabe la suerte de gozar una vez en la vida, halló la
aurora del 28 de diciembre de 1820 a esa población regenerada
y ella les anunció también que era dada la hora de que
comenzasen a llenar los deberes de su nueva existencia. Con
efecto la tropa y el pueblo reunidos pasaron a la casa del
Ayuntamiento a extender en Acta solemne de la emancipación
peninsular y deponer al gobierno español, nombrando un
peruano en su lugar. El que suscribe tuvo la honra de reunir el
voto de sus conciudadanos para ese cargo, y aunque decidido a
renunciarlo, lo aceptó en aquel acto a fin de tomar las
providencias para que no se infringiese mal alguno a los
españoles residentes allí y se conservase el orden. La persona
de quien se valió principalmente para lograr estos fines fue el
señor Saco, que contaba en aquellas circunstancias no sólo con
la fuerza del escuadrón puesto a sus órdenes, sino lo que es
más, merecida popularidad y el resultado probó ampliamente el
acierto de esta elección. Llenado este deber y siendo
innecesario todo otro procedimiento respecto a haberse
pronunciado también el marqués de Torre Tagle, dos días
después de haberlo hecho Lambayeque, ya sea porque dicho
marqués hubiese sido, en el fondo un patriota, o ya como se ha
opinado generalmente y no parece dudable, porque vio que no
le quedaba otro recurso para salvar la conflagración
revolucionaria del departamento; el que suscribe procedió a
renunciar el destino, ofreciendo no obstante desempeñar, como
simple particular, cualquier comisión de servicio público para
que se le considerase útil. Con efecto, se la dieron la de reunir
hombres, dinero, plata de iglesias, caballos, granos, etc., para
remitirlos al ejército libertador, que a consecuencia de su larga
permanencia en Huacho y de la epidemia que diezmaba sus
filas, se hallaba en situación tan difícil, que como saben bien los
viejos campeones de la independencia, a no ser por la
revolución del departamento de La Libertad de que fue motor
principal Lambayeque, y por los recursos inmensos que
proporcionó también, tuvo aquella provincia la parte principal,
habría tenido que reembarcarse el general San Martín dejando
al Perú no ciertamente sin esperanza o medios de efectuar al
cabo por sí solo su independencia, pero sí entregado a las
venganzas de los españoles que acaso no habrían sido de corta
duración. Para atender a todas las precitadas comisiones,
ocurrió in informante al señor Saco y los servicios siempre
constantes, siempre desinteresados que prestó con este motivo,
tuvieron una gran parte en el éxito feliz, y a la verdad
extraordinario, de esas comisiones. El que suscribe expondrá
por último que el coronel Saco, después de haber prestado en el
lugar de su nacimiento los servicios que quedan relacionados,
abandonó el hogar doméstico, como también sus negocios e
intereses, y encargándose de conducir una gran parte de los
auxilios de que se ha hecho mención, marchó a enrolarse en el
Ejército Libertador, donde fue recibido con las distinciones que
merecía por el General San Martín.
El informante se permitirá agregar que el amor al suelo
natal lo ha hecho extenderse no sólo con satisfacción sino
también con más minuciosidad de la que debiera, en la relación
de los sucesos que precedieron y acompañaron la
transformación política del departamento de La Libertad, que
dieron oportunidad a la bella conducta del coronel Saco; pero
que no por esto ha desfigurado en nada la verdad, a la que
acostumbra respetar sobre todas las cosas.
Lima, mayo 6 de 1861
Juan Manuel Iturregui
INFORME SOBRE LA PROCLAMACIÓN DE LA
LIBERTAD EN LAMBAYEQUE, QUE HACEN
LOS PRÓCERES JOSÉ IGNACIO ITURREGUI Y
JOSÉ LEGUÍA, AL SEÑOR ALCALDE DE
LAMBAYEQUE
(Tomado del libro Antología de la Independencia del Perú – 1972 –
publicado por la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
Independencia del Perú – Páginas 373 al 375)
Señor Alcalde Municipal:
Desde el año 1812 empezó esta ciudad a propagar en
esta provincia y fuera de ella, los principios del contrato social,
el entusiasmo por su independencia y el amor a la libertad. Por
esto los lambayecanos eran tenidos por insurgentes y herejes,
confundiendo la causa política con la religiosa, y se creía o se
quería hacer creer, que no se podía ser independiente sin dejar
de ser cristiano. Los lambayecanos con el Mably en la mano, y
con su genio naturalmente libre y enérgico, eran infatigables en
la dilucidación de estos principios, que entonces eran cuestiones
para unos y blasfemias para otros.
Los generales Cochrane y San Martín, instruidos de que
en Lambayeque abundan estos gérmenes de mejora social, se
pusieron en comunicación con algunos lambayecanos,
especialmente con el señor D. Juan Manuel Iturregui, que por
su abnegación y noble patriotismo, mereció la distinción de ser
el gobernador o autoridad política de esta provincia, nombrado
por el Gobierno independiente, y las instrucciones que estos les
suministraban, influyeron mucho para que el general San
Martín decampase de Ica a Huaura, porque ansiaban por el día
de su independencia y por ponerse en estado de prestarle sus
servicios de un modo más directo y enérgico.
Así fue que sin aguardar órdenes de la capital del
departamento, teniendo en Piura y Loja a los generales godos
Gonzáles y Germán, que se hallaban a la cabeza de mil
quinientos veteranos y trescientos hombres de buena tropa que
estaban de guarnición en esta ciudad, mandados por el
comandante Romero, se convocó a los ciudadanos una noche
con el pretexto de formar una ronda de policía, se armaron
como pudieron; y esta muchedumbre brava, arrojada y sublime,
encabezada y sostenida por el referido D. Juan Manuel
Iturregui, D. Melchor Sevilla, D. Mariano Quesada, D. Manuel
Navarrete, D. Juan del C. Casós, D. Santiago y D. Romualdo
Leguía, por los informante y por otros ciudadanos notables,
marchó denodada al cuartel, y dio un grito terrible intimándole
la rendición.
El cuartel se rindió, a pesar de las órdenes de muerte
que había recibido de sus jefes y de hallarse la tropa vigilante y
con la fusilería cargada. En seguida proclamó Lambayeque su
Independencia el día 27 de diciembre del año de 1820, diez días
antes que lo verificara la capital de Trujillo; conduciéndose en
esta transformación con moderación y magnanimidad. Y al
punto, muchos jóvenes lambayecanos de la clase más selecta, en
su mayor parte llenos de patriótico ardor, y abandonando sus
intereses, sus comodidades, y arrancándose de los brazos de sus
familias, se pusieron en marcha y se presentaron voluntarios al
general San Martín en Huaura: fueron colocados y sirvieron en
el Ejército Libertador, sellando con su sangre, algunos de ellos,
la emancipación de su patria.
Estos voluntarios fueron, el primero de los informantes,
D. José María Rioja, D. Pascual Saco, D. Pedro Haro, D.
Domingo Pozo, D. José del Carmen Saco, D. José María
Lastres, D. Andrés Lastres, D. Ventura Muga, D. D. N.
Guerrero, D. N. Pando, D. Sebastián Fernández, D. Francisco
Rivas, D. Manuel Rivas, D. José Joaquín Lecuona, D. Agustín
Esteves, D. José Orozco, D. Julián Chirinos, D. Valentín
Castro, D. Leandro Larin, D. José Manuel Cornejo, D. Gabriel
de Heza, D. Eugenio Matos, D. Manuel Rubio, D. N. B. Blanco
y tantos otros lambayecanos que en el transcurso del tiempo no
nos permite recordar. Poco después se remitieron seiscientos
hombres de tropa y doscientos voluntarios que caminaron a
incorporarse al cuartel general de Huaura, que por su bravura
y decisión merecieron el honor de haber formado la escolta del
general San Martín, y más de dos mil entre caballos y mulas. En
dinero doscientos mil pesos. En arroces, jabones, cordobanes,
telas y demás auxilios para el ejército, trescientos mil pesos;
quedando todos los talleres ocupados en fabricar monturas,
lanzas, vestuarios, etc.
El comandante Aramburú formó en esta ciudad dos
escuadrones de lanceros con trescientas plazas, y no se omitió
por los lambayecanos sacrificio alguno que no se hiciera, sin
excluir las valiosas alhajas de oro y plata que entonces
abundaban en su templo, por alcanzar su independencia y
libertad.
Es cuanto podemos informar en obsequio de la verdad y
justicia; y en cumplimiento de lo ordenado por la Honorable
Municipalidad de esta provincia.
Lambayeque, a 6 de mayo de 1869.
José Ignacio Iturregui José Leguía
ACTA DE LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA
DE LAMBAYEQUE - 27 DE DICIEMBRE DE 1820
(Tomado del libro Antología de la Independencia del Perú – 1972 –
publicado por la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
Independencia del Perú – Páginas 372 y 373)
Lambayeque
Manuel León, Secretario de la H. Municipalidad de
esta provincia, certifico: que a fojas una, tres, catorce, cuarenta
y ocho y sesenta y cinco del primer libro de acuerdos de la
municipalidad de la República, se registran las actas y
documentos del tenor siguiente:
En el pueblo de Lambayeque a las diez de la noche
del día de hoy, veintisiete de diciembre de mil ochocientos
veinte y primero de la independencia de este pueblo: los
señores: Dr. D. Pedro Antonio López y Vidaurre, alcalde de
primera nominación y abogado de la audiencia nacional del
distrito; D. Melchor Sevilla, alcalde de segunda nominación y
teniente del escuadrón de Pacasmayo; los regidores: D. José
María Muga, alguacil mayor y sub-teniente del regimiento de
infantería de milicias de este pueblo, D. José María Poemape,
depositario de la caja de propios. D. Eugenio Crisanto Yerrén,
D. Valentín Mondragón, sub-teniente de milicias de infantería
de este partido y alcalde provincial, D. Pedro Yuyas; los
síndicos procuradores: Dr. D. Mariano Quesada y D. Hilario
Gil, que componen el I Ayuntamiento de esta población; se han
reunido los señores susodichos en la hora intempestiva y en la
casa del señor Alcalde de segunda nominación, D. Melchor
Sevilla, por varias graves razones y siendo entre ellas la que
más ha obligado a esta junta extraordinaria en tiempo y lugar,
eludir el continuo espionaje y las trabas que por ser español
europeo el Sub-delegado Presidente podría oponer a las miras
beneficiosas de esta corporación, si se reuniese en la sala
consistorial; resolvieron cautelarlo todo en el modo expresado y
en su consecuencia, después de haber hecho presentes las
diversas cartas del Excmo. Señor D. José de San Martín,
general del Ejército Libertador del Perú, escritas a varios
individuos de este cuerpo y conferenciado muy detenidamente
sobre el espíritu de todos sus capítulos e igualmente después de
haber balanceado la justicia de la causa que defiende por el
cotejo de sus papeles públicos, superiores en todo a los huecos
conceptos de los papeles de Lima, convencidos en mérito de
todo, de la buena causa que defienden las armas patriotas, de
que anticipadamente cada uno estaba persuadido; y tratando de
dar ejemplo a los demás cabildos de esta provincia, adictos al
sano sistema de la libertad e independencia de la América del
gobierno español, a que desgraciadamente ha estado sujeta
hasta el día por el duro sistema colonial, deseando romper las
cadenas opresoras de tan ignominiosa esclavitud, por un rasgo
generoso y unido de la libre y espontánea voluntad de este I
Cuerpo, ha resuelto jurar, como de facto jura la independencia
absoluta del gobierno español por sí y a nombre de toda esta
población a quien representa, satisfecho hasta la evidencia de
ser éste el voto común, subordinándose totalmente al sistema de
Constitución y leyes, que el gobierno supremo de la Patria
estableciese para el arreglo, buen orden y felicidad de todos sus
hijos nacidos en esta América, protestando ante Dios y a la faz
de todo el universo, sostener y defender con sus vidas y
haciendas la santa religión que profesa, los códigos y leyes que
en lo presente y futuro dictase la Patria para el mejor orden y
régimen de sus pueblos; previniendo que si este juramento no lo
hace con todas las demostraciones y solemnidad que desea este
cuerpo, y en el modo público que correspondiera, no es por otra
causa, que la de evitar el escándalo de las opiniones de los jefes
militares de esta población, que juzgan contrariar sus votos y
juramento, en mérito del total recato y falta de noticia de este
Ayuntamiento, con que ha procedido hasta el día el señor
comandante militar acerca de cuanto se le ha comunicado de
oficio sobre el estado de los negocios públicos; para cuya
constancia así lo dijeron y firmaron, previniendo, que
sacándose copia certificada de esta acta se remita en tiempo
oportuno al Excmo. Señor Capitán General y en Jefe del
Ejército Libertador para su superior satisfacción, siendo del
resorte de esta corporación el manifestar, variadas las
circunstancias, de un modo solemne y público sus patrióticos
sentimientos, en celebridad del día feliz en que ha recuperado el
Perú la antigua libertad en que fue criado por el Eterno, de que
certifico.- Doctor Pedro Antonio López Vidaurre.- Melchor
Sevilla.- José María Muga.- Eugenio Crisanto Yerrén.- José
Manuel Poemape.- Pedro Yuyas.- Valentín Mondragón.- Dr.
Mario Quesada.- Hilario Gil.- Ante mí, José Manuel Otiniano,
Secretario patriótico.
LA INDEPENDENDIA DE LAMBAYEQUE
(Tomado del libro Historia General del Perú de Vargas Ugarte,
páginas del 122 al 125)
“Después del pronunciamiento de Ica y Tarma, cábele a
Lambayeque la gloria de haber jurado la Independencia con
prioridad a otras ciudades del Perú. No era el Lambayeque de
entonces la deshabitada y soñolienta villa que hoy conocemos,
reducida a su ámbito por las inundaciones y absorbida, podemos
decirlo así, por su vecina, la pujante Chiclayo que paso a paso va
convirtiéndose en el emporio del Norte. Lambayeque había
conocido días de gran prosperidad y aún a fines del siglo XVIII y
comienzos del XIX conservaba todavía algo de su pasado
esplendor. Las familias avecindadas en su recinto eran numerosas
y de arraigo en la región y basta recorrer los nombres de los que
intervinieron en la emancipación para darse cuenta de la
importancia de que aún gozaba. Sus habitantes se habían hecho
famosos por su laboriosidad y fuera de las múltiples producciones
de su suelo, como el algodón, el arroz, la caña de azúcar, la
fabricación de cueros y suelas, cordobanes, velas y jabón venían a
ser fuentes de riqueza para sus vecinos.
Entre aquellos hombres dedicados al comercio y
poseedores de una fortuna más que regular figuraba a comienzos
del siglo, don Pedro Rivadeneira y Tejada, el primero de entre los
peruanos que se afilió en Cádiz a la Logia Lautaro y uno de los
más activos próceres de la independencia, a la cual ayudó con su
persona y bienes hasta que en 1810 fue reducido a prisión en
compañía de Miranda en el arsenal de la Carraca. Diez años duró
su cautiverio y cuando al final del mismo pudo embarcarse para el
Río de la Plata y arribar por fin al Perú, ya su tierra natal, había
jurado adherirse a la causa de la Independencia.
Como Rivadeneira, Juan Manuel Iturregui y Aguilarte,
estaba dedicado al comercio y sus negocios le habían obligado a
recorrer algunos países de América y recoger a su paso la común
aspiración entonces de todos los verdaderos americanos. En
algunas embarcaciones conductoras de mercaderías alcanzó a
introducir en los puertos de San José y Mórrope, algunas armas
adquiridas en las Antillas inglesas y en su ciudad natal comenzó
por asociarse a algunos amigos que le ayudarían en su empresa.
Formóse así un club separatista, en el cual figuraba lo mas
granado de la juventud de Lambayeque, dice Leguía y Martínez.
En dicho club figuraban D. José Iturregui, hermano de D. Juan
Manuel, los tres hermanos Leguía, Santiago, Romualdo y José;
otros tres hermanos Saco, hacendados del valle de Pacasmayo; los
hermanos Casós, limeños; los dos hermanos Quesada; el marino
Juan José Fanning, capitán de la barca Catalina, portador de las
primeras comunicaciones de los patriotas lambayecanos a San
Martín; el Alcalde D. Pedro Antonio López Vidaurre y D. Melchor
Sevilla, teniente del escuadrón de milicias de Pacasmayo y otros
que pueden verse en el autor antes citado (Leguía y Martínez).
La casa de Iturregui fue el centro de reuniones de los
patriotas y allí se fraguaron los planes que habían de tener por
término la declaración de la independencia. Al tener noticia del
desembarco de San Martín en Paracas, procuraron ponerse en
contacto con el Libertador y al saber su traslado a Huacho,
determinaron enviar en calidad de comisionado al capitán Pascual
Saco. El viaje se frustró por la presencia en la costa de las
fragatas “Prueba” y “Venganza”, que luego se dirigieron a
Guayaquil, pero lograron remitir algunas comunicaciones por
tierra. Las autoridades, a saber, el Comandante de la Plaza,
Manuel José Romero y el jefe de las milicias provinciales, Juan del
Carmen Casós, concibieron algunas sospechas y debieron dar
aviso al Intendente de Trujillo Torre Tagle. Este reforzó la
guarnición de Lambayeque, o sea una compañía montada a
órdenes de Antonio Gutiérrez de la Fuente, con la mitad de la
segunda compañía del Numancia que había quedado en Trujillo a
su paso para Lima y vino a órdenes del teniente Antonio Guerra.
Esta medida hizo vacilar un tanto a los patriotas lambayecanos,
los cuales decidieron enviar un comisionado a Trujillo a fin de
sondear la opinión de la capital de la Intendencia y tener noticia
exacta de su estado. Escogióse para ello a D. Vicente Castañeda,
“sujeto notable por su patriotismo y capacidad”, en opinión de
Iturregui, el cual cumplió su misión a maravilla, y a su vuelta dio a
conocer la actitud vacilante de Torre Tagle, del cual, sin embargo,
no tenían por que temer. De las demás provincias de la intendencia
los informes eran favorables. Todos estaban prontos a secundar el
movimiento y se plegarían a la causa una vez que se diese la señal
en Lambayeque. Los sucesos les dieron la razón.
Mucho había influido la proximidad del ejército libertador,
pero en el movimiento del Norte del Perú por la independencia la
influencia sanmartiniana sólo fue indirecta. Fueron los patriotas
de todos estos lugares los que resolvieron poner término a la
dominación española, prueba inequívoca del ambiente que ya se
había ido formando en la región a favor de la causa. Pero es justo
reconocer que San Martín alentó a los próceres de Lambayeque,
como consta por las cartas que dirigió a D. Mariano Quesada y
Valiente, la primera de las cuales aparece suscrita en el cuartel
general de Pisco el 9 de Setiembre y la segunda en Supe el 28 de
Noviembre. En la primera le dice: “Sobre este concepto y en
consecuencia de los seguros informes que he recibido de los nobles
sentimientos que distinguen a la persona de U., no puedo menos de
lisonjearme y esperar que hallándonos en el caso de que se
manifieste el patriotismo en todas direcciones, el celo de U., lo
opere en cuanto esté a su alcance, a fin de consumar nuestra
grande obra”. En la segunda añadía: “Yo estoy informado de que
U. es uno de aquellos americanos dignos de este nombre, que hace
tiempo suspiran por el día afortunado en que su país salga del
estado de envilecimiento y degradación a que lo tenía reducido el
opresor sistema colonial y se eleve al rango que por su opulencia
le corresponde entre las naciones civilizadas. Este día, tan temido
por los tiranos, tan deseado por los hombres de todos los países
que abrigan en su pecho sentimientos liberales, amaneció con el
sol del 8 de setiembre, que alumbró el desembarco del ejército
libertador en las playas de Pisco”.
Acercábase pues el día de la liberación. Los patriotas
determinaron el golpe el día 12 de Diciembre de 1820, pero el jefe
de las milicias provincianas, Juan del Carmen Casós, fue de
parecer que se postergase. Más que la falsa noticia de la venida de
la otra mitad del escuadrón acantonado en Lambayeque, influyó en
el ánimo de Casós el deseo de asegurar la cooperación de los
oficiales, así del Numancia, acuartelado en el hospital de Belén
como de los del citado escuadrón, alojado en el local de la aduana.
La medida fue aceptada, pues de esta manera se evitó la efusión de
sangre. Al fin se resolvió que el levantamiento tuviera lugar el 27
de Diciembre. Los días de Navidad se habían celebrado siempre
con regocijos en Lambayeque. Levantándose toldos por doquiera,
sobre todo en la plaza de Belén y a los alegres compases de la
música se invitaba a los transeúntes a gustar de las ricas viandas
que se expendían en ellos o a comprar las mil baratijas y
curiosidades que ofrecían a voz en cuello los buhoneros y
mercachifles. El contento era general y éste subió de punto cuando
comenzó a susurrarse el acontecimiento que se preparaba. Todos
estaban dispuestos a ayudar la causa y de las poblaciones vecinas
como Ferreñafe y San José acudieron muchos patriotas… Se
contaba con la oficialidad del Numancia, a la cual había
agasajado con esplendidez D. Juan Manuel Iturregui y aun cuando
en el escuadrón no faltaban oficiales recalcitrantes, tendrían que
ceder ante el impulso de la mayoría y se les facilitaría su salida del
lugar para salvar su responsabilidad.
En la noche de dicho día, el alcalde D. Pedro Antonio
López de Vidaurre, convocó a los cabildantes a la casa de D.
Melchor Sevilla, alcalde de segunda nominación, y de común
acuerdo resolvieron jurar la independencia, declarando en el acta
que se levantó “que convencidos en mérito de todo, de la buena
causa que defienden las armas patriotas, de que cada uno estaba
anticipadamente persuadido y tratando de dar ejemplo a los demás
cabildos de esta provincia, adictos al sano sistema de la libertad e
independencia de la América del gobierno español, a que
desgraciadamente ha estado sujeta hasta el día, por el duro
sistema colonial, deseando romper las cadenas opresoras de tan
ignominiosa esclavitud, por un rasgo generoso y unido de la libre y
espontánea voluntad de este ilustre cuerpo, ha resuelto jurar como
de facto jura la independencia absoluta del gobierno español, por
sí y a nombre de toda esta población a quien representa…”… No
bien se hubo firmado el acta, la multitud que aguardaba fuera
comenzó a dar voces: al cuartel, al cuartel, donde se hallaba la
tropa que obedecía al subdelegado D. Manuel Jacinto Romero, al
mismo tiempo que Casós daba orden para que los cornetas de las
milicias y cívicos diesen el toque de asamblea, a fin de que todos se
congregasen. Pronto acudieron a la llamada y así ellos como los
soldados del Numancia, llevando a la cabeza a D. Juan Manuel
Iturregui, a su hermano Ignacio, a D. Melchor Sevilla, a los
Leguía, Quesada, Navarrete y otros, se lanzaron a la Plaza,
rodeando el cuartel. Sonó el redoble de llamada y Casós en
nombre de todos se adelantó a parlamentar con el oficial de
guardia. Se convino en que el Capitán Saco pasara a entrevistarse
con los oficiales renitentes, en tanto que la multitud vociferaba en
la plaza y se proferían gritos de amenaza. Algunos de ellos, como
el alférez Barriga, se resistió a entregarse sin lucha y hasta se
dieron órdenes a la tropa para preparar sus armas, pero ésta,
peruana en su mayoría, se negó a disparar y los oficiales no
tuvieron más remedio que rendirse. Al poco tiempo, protegidos por
algunos milicianos, abandonaron el cuartel y la multitud
prorrumpió con más ardor en gritos de júbilo. La independencia
de Lambayeque se había consumado.
LA INDEPENDENCIA DE LAMBAYEQUE
(Tomada del libro “EL PRÓCER” del Mayor EP René Byrne
Valcárcel - Páginas del 23 al 32)
I
Desde tiempos remotos los pueblos poderosos
sojuzgaron a los débiles. Después de muchos siglos, en la época
contemporánea, se hace lo mismo, aunque con ligeras variaciones
en los fines y procedimientos. Quiere decir que, en este sentido, el
mundo no ha cambiado mucho. Pero, a la larga, los pueblos
conquistados terminan por conseguir su independencia.
En el Perú, desde los albores de la conquista
comenzaron las rebeliones. El Inca Manco, cansado de los abusos
de los godos, las inició poniendo un largo sitio al Cusco con
numerosas huestes, mientas enviaba expediciones que llegaron
hasta Lima y estuvieron muy cerca de la Casa de Pizarro. Después
de este suceso que hizo vacilar a los españoles en su empeño de
conquista, y durante el Virreinato, fueron numerosas las rebeliones
indígenas, pero todas fracasaron y sus dirigentes tuvieron un
epílogo en el patíbulo. Entonces fueron los criollos ilustrados y
mestizos, quienes tomaron el comando y, tras de sangrientas
luchas, los países de América Latina se sacudieron del yugo. Pero,
para esto, fue necesario que la luz de nuevas ideas traídas desde el
viejo continente fueran alumbrando la conciencia del hombre
americano. Los precursores fueron intelectuales y no guerreros,
pero ellos nos abrieron el camino.
La independencia de Lambayeque la proclamó todo el
pueblo con las armas en la mano, la memorable noche del 27 de
diciembre de 1820, aunque Rebaza diga lo contrario. No pretendo
opacar la obra del doctor Nicolás Rebaza que, por el contrario,
considero digna de encomio; pero, teniendo en cuenta que fue
escrita en los años 1895 y 1897, ya en su ancianidad, poco antes
de morir y transcurrido más de setenta años de los sucesos que
relata; desaparecidos muchos documentos, algunos sustraídos del
libro de actas como el de la Independencia de Trujillo y, la mayor
parte durante el saqueo de que fuera objeto la ciudad durante la
ocupación chilena, el robo del archivo de la casa de Rebaza por
los caceristas que combatían contra Iglesias, era natural que el
autor de los “Anales” tuviera que acudir únicamente a su
memoria. Así lo expresa el gran tradicionista don Ricardo Palma:
“Pero la falta relativa de comprobación documentada, no es tanta
que alcance a desnaturalizar la veracidad e importancia del
trabajo; siendo de admirar la privilegiada memoria del expositor,
para quien, ni el cansancio de la edad en la fatigosa jornada de la
vida, ni el recargo de la labor que el ejercicio de la magistratura le
impone, han podido gastar, en su bien retemplado espíritu, el vigor
y actividad cerebral indispensables para escribir libro tan
meritorio, como el que estos renglones motiva”.
II
Desde los primeros años de la Conquista, el territorio
del Perú fue repartido en Corregimientos. En 1772 el virrey de
Jáuregui dictó la ordenanza de Intendentes por la que se dividió el
Virreinato en Intendencias (después Departamentos) y éstas en
Partidos (provincias), división política que fue sancionada por
Real Cédula de 1784.
En la Intendencia de Trujillo figuraba como uno de sus
partidos el de Lambayeque. Hallándose San Martín en Huaura
expidió el 12 de febrero de 1821 un reglamento sobre la
demarcación que ocupaba el Ejército Libertador; dividió esta
porción del territorio en cuatro departamentos que fueron: Tarma,
La Costa, Huailas y Trujillo. Por ley del 9 de marzo de 1825 de dio
el nombre de La Libertad al departamento de Trujillo, siendo
Lambayeque una de sus provincias. Por ley del 1° de diciembre de
1874 se la declaró departamento con dos provincias, siendo su
capital Chiclayo. No es pues de extrañar que habiendo sido
Lambayeque provincia del departamento de Trujillo se haya dicho
que el primer lugar en que se proclamó la Independencia fue
Trujillo.
Esta demarcación aclara el hecho de que, cuando el
patriota norteño fue Senador por La Libertad, Lambayeque
quedaba dentro de sus límites por ser una provincia del
departamento.
III
Según Bartolomé Mitre, las sociedades secretas
preparaban el movimiento para la emancipación de España: “A
fines de 1819 y principios de 1820, el Perú estaba moralmente
revolucionado, en cuanto podía serlo, por los agentes secretos de
San Martín y las sociedades patrióticas que cooperaban a los
trabajos preliminares de zapa de la Expedición Libertadora que se
preparaba en Chile”.
Las actividades de Iturregui como militante en logias
del Perú y del extranjero las relataremos en el capítulo siguiente.
IV
Como hemos visto, desde antes de la llegada de San
Martín, en todos los partidos de la Intendencia de Trujillo se
conspiraba con el propósito de emanciparse de la tutela
peninsular, especialmente en Lambayeque, tal vez por la actividad
comercial de esta población que la obligaba a un frecuente tráfico
con Chile y Panamá, obteniéndose así noticias de las luchas que se
libraban en el norte (Colombia y Venezuela) y por el sur
(Argentina y Chile).
Fueron numerosos quienes en este pequeño partido de
la Intendencia de Trujillo intervinieron en patrióticas actividades,
pero, como nuestro está destinado a relatar la vida de un prócer de
la Independencia, dejaremos de mencionar sus nombres por ahora,
hasta una nueva oportunidad, para concretarnos a los que
aparecen a la cabeza de ese grupo: Juan Manuel Iturregui,
Coronel de las Reales Milicias de Ferreñafe, Pascual Saco y
Oliveros, Capitán de las de Lambayeque cuyo jefe era el Coronel
Casós; y Pedro Antonio López Vidaurre, Alcalde del Cabildo de
Lambayeque.
Quien explica muy bien esta actividad en Lambayeque
en Manuel C. Bonilla en su libro “Epopeya de La Libertad”:
“Algo digno de anotarse es el hecho de la escasez de títulos
noviliarios a pesar de contarse familias de antiguos y limpios
abolengos y personajes de méritos relevantes y fortunas sólidas.
Esta circunstancia es perfectamente explicable y sirve de clave
para resolver el porqué de la tendencia unánime a la
Emancipación, así como el espíritu liberal, democrático,
característicos de los hombres de esta región”.
Desde 1819 era Intendente de Trujillo don José
Bernardo Tagle y Portocarrero, marqués de Torre Tagle,
caballero de Santiago, Carlos II y la flor de lis de Francia, limeño
de nacimiento. Obtuvo el cargo del virrey Pezuela, contra la
opinión de sus consejeros, por el hecho de ser criollo. Aunque
había sido teniente coronel en la “Concordia Española del Perú”
en 1781 y brigadier en 1815, Torre Tagle de militar solo tenía el
título, jamás había demostrado ser enérgico y audaz. En lugar de
ser un noble guerrero, era un noble cortesano.
La familia Saco, a la que se unió Iturregui, tenía gran
influencia por ser numerosa, bien relacionada y con fortuna.
Ambos y quienes tenían las mismas intenciones de provocar una
revolución, se procuraban escritos sobre la independencia de
Colombia, Buenos Aires y Chile y después de leerlos en el local en
donde funcionaba la Logia, los hacían circular por todos los
partidos de la vasta Intendencia, al mismo tiempo que agentes
capacitados recorrían los pueblos difundiendo entre sus habitantes
las nociones de libertad, demostrando cuan odiosa era la
administración colonial. Es así como en las conciencias se fue
encendiendo la llama revolucionaria que ya ardía por el norte y
por el sur del Continente.
¿Cuáles fueron las causas por las que en Lambayeque
jamás encontraron cooperación las numerosas rebeliones
indígenas que se produjeron durante el Coloniaje? ¿Fue porque la
civilización incaica dejó pocas huellas, debido al breve tiempo que
duró su infiltración en el territorio del Gran Chimú? En realidad,
este hecho tal vez sea valedero; y sólo en las postrimerías del
coloniaje, los criollos, influenciados por las nuevas ideas que
conmovían el mundo comprendieron, al verse en medio de las
hogueras que se encendían en el norte y sur del Continente, que
era la hora de encender también la suya. Nicolás Rebaza hace, al
respecto, un comentario muy acertado: “Se podía creer que los
pueblos del norte estaban conformes con el régimen colonial. Esto
no es exacto. En el norte se ha tenido ideas más correctas, sobre la
necesidad de la Independencia, para gobernarse por sus propios
hombres y sus propias leyes, y no buscar la Independencia como
medio para reivindicar los derechos de la dinastía incaica; pues
las naciones son como los hombres, cuando han llegado a cierto
estado de poder y desarrollo, tienen el derecho de gobernarse por
sí mismas, sin el tutelaje de que hubieron menester en un
principio”.
“Así fue, que cuando el General San Martín, cuya
escuadra fondeada frente a la provincia de Chancay, pudo prestar
su apoyo, el levantamiento por la Independencia fue general; y el
pronunciamiento en Trujillo, y demás poblaciones importantes de
la antigua Intendencia, no se hizo para reivindicar los derechos de
la dinastía incaica. En el sur, principalmente en el Cusco, en los
grandes levantamientos, se buscaba a un cacique o descendiente
de los Incas, para ungirlo con la suprema autoridad”.
La historia de España se ennegreció con el martirio e
inmolación de los vencidos. Eso ya no sucedería en adelante y,
cuando los españoles fueron derrocados, al fin, se les trató con
caballerosa hidalguía.
V
El conocimiento del desembarco de la Expedición
Libertadora fue la chispa que encendió la hoguera en el Perú. Ya
Yturregui se había entrevistado con Lord Cochrane, en la primera
expedición de reconocimiento en 1819, expedición cuyo objeto era
limpiar de barcos españoles el Pacífico. La Logia entró en
permanente actividad y los más exaltados querían ya proceder a la
rebelión.
El entusiasmo que se produjo en Lambayeque fue
enorme y la guarnición española fue incapaz de contener las
manifestaciones públicas que se sucedían diariamente. Se dispuso,
en el acto, un comisionado se dirigiese al General San Martín para
manifestarle que todo el norte del Perú estaba dispuesto a
secundar sus planes y prestarle toda la ayuda necesaria, hasta
conseguir la Independencia del Perú Se designó al señor Saco
para el desempeño de esta comisión, para lo cual se ofreció al
capitán don Juan José Fanning que tenía un buque llamado
Catalina anclado en el puerto, una suma elevada de dinero a fin de
que lo condujese al de Huacho. Esta comisión no llegó a
realizarse, pero, en cambio, pudo remitirse una comunicación a
San Martín, recibiéndose poco después respuesta del General en la
que les manifestaba que procediesen a efectuar un
pronunciamiento, deponiendo a las autoridades españolas,
poniendo en su lugar a los peruanos a quienes creyeran capaces
de asumir estas obligaciones, para cuyo cumplimiento los
dirigentes se pusieron de inmediato a elaborar un plan para llevar
a cabo la insurrección de toda la Intendencia.
Una parte del armamento que trajera Yturregui de las
Antillas, escondido en la propiedad de “La Tina”, iba a servir
para armar al pueblo. Numerosos comisionados se dirigían a los
diversos partidos para manifestarles que era llegado el momento
de una insurrección general en toda la Intendencia.
Todas estas actividades no pudieron pasar inadvertidas
por el marqués de Torre Tagle, quien envió a Lambayeque la
Segunda Compañía del Batallón Numancia. No se sabe bien si el
Intendente quiso ahogar en su foco la insurgencia o alejar de
Trujillo esta tropa, para quedarse sólo con las milicias que le eran
adictas, teniendo en cuenta que el coronel español Tolrá, ya se
encontraba en la capital. Iturregui alojó en su casa al capitán de
la citada compañía, don Antonio Guerra, y logró convencerlo de
que apoyara la causa de los patriotas en vez de combatirla. Sólo
quedaba en Lambayeque el Escuadrón de Dragones,
momentáneamente al mando del teniente coronel Antonio
Gutiérrez de la Fuente, en el cual sólo eran españoles los oficiales,
pues la tropa estaba formada por criollos y mestizos.
El señor Vicente Castañeda, que había sido enviado a
Trujillo para cerciorarse de las verdaderas intenciones de Torre
Tagle, envió información de que éste se encontraba aterrado por la
agitación de Lambayeque, temiendo un levantamiento general de
la Intendencia. La verdad era que el marqués se encontraba
indeciso y vacilante. De un lado, por su rancio abolengo, era
natural que simpatizase con la causa del rey; de otro lado, como
criollo nacido en Lima, suscitaba la desconfianza de los
peninsulares realistas. Además, había recibido ya comunicaciones
del general San Martín en las que le manifestaba en forma cortés y
convincente que su verdadero deber como peruano era actuar
conjuntamente con los patriotas del norte. En Trujillo, el Obispo
Marfil, pese a su avanzada edad, era un obstáculo, por su
tenacidad en apoyar la causa realista y tenía numerosas
relaciones. Por encima de estas circunstancias, Torre Tagle había
llegado a saber que el coronel español Tolrá, en viaje de Quito a
Lima, se había detenido en la metrópoli norteña, sólo para hacerse
cargo de las tropas de la Intendencia y subrogarlo en el mando.
Al mismo tiempo casi de la contestación de Castañeda,
llegaron comunicaciones de los agentes enviados a las diversas
poblaciones, llevando la noticia de haber sido muy bien recibidos,
comprometiéndose hasta los vecinos más notables y de fortuna, a
secundar el movimiento.
La fecha que se fijó para el pronunciamiento fue el 12
de diciembre de 1820. La Compañía de Numancia, unida al pueblo
armado, debían sorprender al escuadrón realista, para luego
poder contar con él, después que se hubiera apresado a los
oficiales. Las fuerzas formadas por el Escuadrón, la compañía del
Numancia, los batallones de milicias de Lambayeque, Chiclayo y
San Pedro, debían marchar sobre Trujillo. Pero, como se
recibieron noticias de Piura en donde había una fuerte guarnición
apoyada por artillería, el pronunciamiento hubo de postergarse
para elaborar otro plan.
VI
El señor Casós, coronel del Batallón de Milicias de
Lambayeque, estaba encargado de la Comandancia Militar de la
plaza; pero como se había iniciado en la Logia, tuvo que
comprometerse a favorecer el plan de los rebeldes, que era la de
tomar presos a todos los peninsulares. Entonces se procedió a
elegir a los individuos más apropiados para llevar a cabo el plan,
contándose entre ellos el capitán de milicias Pascual saco, cuya
reputación de valor era bastante conocida. Pero, después de algún
tiempo, Casós les manifestó que tenía otro plan mejor, el cual
produciría el mismo resultado sin necesidad de recurrir a la
violencia y con él evitar un inútil derramamiento de sangre. El
plan consistía en que los oficiales españoles marchasen a Trujillo
poniéndose a órdenes del marqués de Torre Tagle. Como esta
orden, que fue dada el día 27 de diciembre, podría causar
extrañeza y no ser obedecida, se citó ese mismo día muy temprano,
a elementos de Chiclayo, Ferreñafe y otros pueblos cercanos con
los que, una vez armados, se pudiese atacar el cuartel. Los
oficiales, sospechando las intenciones del pueblo lambayecano,
manifestaron que cumplirían la orden, pero no lo hicieron y al
anochecer cerraron el cuartel y se aprestaron a defenderlo.
En tanto, Iturregui, Sevilla, Quesada, Santiago y
Romualdo Leguía y el mismo Casós, reunían y armaban al pueblo
que había acudido de los lugares de donde se le llamó y lo
condujeron a la plaza donde estaba el cuartel de Dragones. Juan
Manuel había, asimismo, armado a su numerosa servidumbre –
esclavos y peones libres- formando un numeroso grupo que puso a
órdenes de su hermano José Ignacio, quien fue uno de los que más
contribuyó para que los oficiales realistas abandonasen sus
mandos en el escuadrón. El ataque debía realizarse a las 9 de la
noche, pero Casós intentó un último expediente y comisionó al
capitán Pascual Saco para que penetrase al cuartel y tomase el
mando del escuadrón, después de convencer a los peninsulares de
que era inútil toda resistencia y que abandonasen la tropa y se
encaminasen a Trujillo. Cuando Saco penetró al cuartel sin su
ayudante que quedó afuera y las puertas se cerraron, una gran
masa del pueblo, impaciente, con gritos amenazadores, quiso
lanzarse sobre el local y atacar al escuadrón siendo difícil
convencerla de que deberían esperar el resultado de la comisión
de Saco. En efecto, al poco tiempo, los oficiales comprendiendo
por los gritos y amenazas que el pueblo estaba decidido a
atacarlos, partieron a Trujillo y Saco, a la cabeza de la tropa,
salió a reunirse con el pueblo que todavía con las armas en la
mano proclamó su independencia. A fin de dar carácter legal a
esta situación, el Cabildo se había reunido en forma y hora
imprevista en la casa del alcalde de segunda nominación, don
Melchor Sevilla; allí se redactó y firmó el acta de la primera
proclamación privada. Otras dos proclamaciones públicas se
firmaron los días 31 de diciembre de 1820 y 14 de enero de 1821.
VII
La aurora del 28 de Diciembre alumbró con sus
primeros fulgores la Independencia de la Provincia de
Lambayeque, a la cual seguiría la de otras del vasto
Departamento. Los primeros pasos de ese día fueron para deponer
al gobernador español, nombrando a un peruano en su lugar. El
Coronel Juan Manuel Iturregui reunió el voto de todos sus
conciudadanos para desempeñar el cargo y lo aceptó, aunque
provisionalmente, con el fin de conservar el orden y hacer que se
respetasen la vida y propiedades de los españoles.
Con motivo de haber proclamado también, el día 29, el
marqués de Torre Tagle, la Independencia de Trujillo, ya porque
efectivamente fuese un patriota que hubiese atendido a la demanda
de San Martín, o porque no le quedaba otro recurso, alarmado por
la proclamación de Lambayeque, intimidado por la presencia del
coronel español Carlos Tolrá en Trujillo, se entregó a los patriotas
que lo recibieron con los brazos abiertos. Iturregui procedió a
renunciar el mando, aceptando la comisión de reunir hombres,
dinero, armas, caballos, granos, etc., para remitirlos al ejército
libertador que se encontraba en difícil situación debido al
paludismo que diezmaba sus filas.
Iturregui y Saco se dirigieron a Huaura para encontrar
a San Martín. Los hombres que llevaron fueron 800 que sirvieron
de base a la Legión Peruana. Los auxilios consistían en 200,000
pesos en artículos diversos; 300,000 pesos en metálico,
considerable ganado y otras cosas necesarias al ejército.
Pascual Saco se enroló en el ejército, donde fue
recibido con la atención que merecía, abandonando su hogar y sus
negocios e intereses. Juan Manuel Iturregui continuó prestando
servicios en diversas formas hasta el año de 1826 en que, creyendo
vencida la tarea que embargó todas sus ilusiones, viajó hacia
Europa con el objeto de disfrutar la fortuna que heredara de sus
antepasados como mayorazgo de la familia.
LAMBAYEQUE, CUNA DE LIBERTAD
Por Miguel Oneto García
(Tomado de la Revista editada por la Municipalidad de
Lambayeque por el 175° Aniversario del Primer Grito Libertario)
“El 27 de Diciembre, es el día de Lambayeque. El hecho
histórico incontrovertible, así lo ha consagrado. Con el fervor que
solo el acontecer histórico puede dar a las conmemoraciones,
Lambayeque vuelca hoy el pensamiento, el recuerdo y su corazón a
la jornada gloriosa de la noche del 27 de Diciembre de 1820 en
que, rompiendo las cadenas de secular opresión colonialista, el
pueblo lambayecano impuso separatismo y libertad a la imperial
metrópoli.
En nuestro proceso histórico hay momentos de honda y
heroica rebeldía, de inmolación gloriosa y sacrificios fecundos con
profundas motivaciones libertarias e históricas. A estos pertenece
el 27 de Diciembre de 1820 en Lambayeque, el 31 de Diciembre en
Chiclayo y el 1 de Enero de 1821 en Ferreñafe; los tres pueblos,
hermanos rebeldes que amaron la vida menos que la libertad, para
darle al pueblo el ideal de perfeccionamiento humano y de
felicidad social, política y económica, de que ya hablara “La
República” de Platón, los “Diálogos” de Sócrates, la “Ética” de
Aristóteles y la “Utopía” de Tomás Moro, genes idealistas de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, como fin supremo de
bienestar para lograr la libertad, la igualdad y la fraternidad,
trilogía inviolable del Derecho Universal, por la que se inmolaron
nuestros antepasados.
1820 es, en Lambayeque, el año de la pasión por la
justicia y la libertad. La justicia y la libertad, dormida si se quiere,
tras siglos de prepotente opresión, vive despierta en lo más hondo
del corazón lambayecano, porque no es palabra sino pasión
profunda del instinto libertario basado en ideas y “las ideas –como
bien se ha dicho- no se matan ni se mueren.
Que Lambayeque fue “foco de activa conspiración
liberal”, cuna y savia del frondoso árbol de la libertad, jamás
podrá ser negado por espíritus libres de prejuicios regionalistas ni
interesadas interpretaciones históricas porque, desde 1780, el
Partido de Lambayeque, con acción flamígera, prendió la chispa
del entusiasmo cívico y está presente en la lucha por la
independencia anticolonialista; tal lo atestiguan los memorables
“Bandos de Guerra” del Dr. Juan O´Kelly y O´Relly, Corregidor y
Justicia Mayor de Saña, resaltando que, al estallar la Revolución
Precursora de Túpac Amaru, “el indio de la mascaypacha roja y el
sol de los incas en el pecho”, tal lo identifica Raúl Porras
Barrenechea “Lambayeque, solitaria, había abrazado ya, la cusa
de la rebelión indígena apoyando al heroico, infortunado y estoico
Señor de Tinta, Cacique de Tungasuca, Surimana y Pampamarca”.
“Apóstol mártir de la raza india”, tal lo llama Boleslao Lewin (La
Rebelión de Túpac Amaru); bárbara y cruelmente descuartizado en
la Plaza de Wakaypata por los “caballos de los españoles” del
brutal Visitador del Virreinato, José Antonio de Areche.
Las autoridades realistas apretaron el cordón represivo
para perseguir, apresar, eliminar a los “lambayecanos y cholos
revoltosos” que no ocultaban sus patrióticos anhelos y esfuerzos
por extender la tea libertaria, encabezados por Juan Manuel e
Ignacio Iturregui, Pascual y José del Carmen Saco Oliveros,
Pedro Antonio López de Vidaurre, Melchor Sevilla, José Manuel
Poémape, Delgado y Gardeazabal; por José Muga, Antonio
Mesones, Juan del Carmen Casós, Rómulo y José Leguía, Valentín
Mondragón, Presentación Chirinos y otros ya acusados y
denunciados por sospechosos en larga lista de proscripciones, ante
la Intendencia de Trujillo donde José de la Torre Tagle, aún temía
decidirse definitivamente, por la persistente reacción antirrealista
en toda la Intendencia a su cargo, no obstante tener acuerdo con
los patriotas lambayecanos para pronunciarse por la
independencia y la libertad –Trujillo y Lambayeque – el 30 de
Diciembre de 1820.
Lambayeque, San Roque de Lambayeque, la vieja
Ñampaxlloec, cuna de recios yungas y mochicas, fue escogida por
el destino histórico para ser la primera en gestar y culminar –CON
ÉXITO- la hazaña de la liberación que por motivos infortunados
(como el de Francisco Antonio de Zela en Tacna de 1811), fueron
cruel y sangrientamente sofocados en otros pueblos. Ella supo
avanzar por las rutas del ideal libertario, sin cansancio, sin temor
ni desaliento, estoica ante la bota, el sable, el arcabuz y el garrote
realista; valerosa ante el suplicio y el dolor; serena ante el falso
paternalismo de la Madre Patria; estimulando así inquebrantable
voluntad, cansada de soportar la humillante mita, los obrajes, el
tributo indígena de Castas y Jornales, el tripalium, la esclavitud
negra, los repartos mercantiles, las encomiendas y el servicio
personal.
Por eso, la Independencia de Lambayeque y del Perú,
debe entenderse fundamentalmente, como incontenible reacción
propia del pueblo peruano antes que de influencias ideológicas,
políticas o militares foráneas. El Perú mestizo tuvo plena
conciencia emancipadora, cincuenta años antes de la llegada de
San Martín (por el Sur, 1820) y Bolívar (1823), prueba
contundente de ello son los levantamientos del invicto Juan Santos
Atahualpa (1742-1750) y de José Gabriel Condorcanqui, Túpac
Amaru II en 1780. Fue pues, un proceso de esfuerzos y sacrificios
por amor a la tierra incaica –quechua, chola, mestiza- hijos de la
Mama Pacha ancestral- sin desconocer por ello, ni disminuir los
nexos o vínculos del aporte extranjero.
Tal lo revela y precisa el patriota Cap. Miguel Blanco y
Vélez, Regidor Perpetuo de la Ciudad y Síndico Procurador (1818-
1820), con fehaciente criterio documental: “Fue Lambayeque el 27
de Diciembre de 1820, 7 meses antes que Lima, antes que Piura,
Tumbes en el Norte; 3 días antes que Trujillo, que Tacna, Ica,
Tarma en el Sur; que Cajamarca, Chachapoyas, Jaén y Maynas, la
primera en proclamar EXITOSAMENTE, la Independencia”.
A la luz de la historiografía en este 27 de Diciembre de
1995, el Grito de Lambayeque, en la lejanía serena del tiempo,
constituye hoy, verdad irrefragable que, el pronunciamiento de
Lambayeque, que fuera sorpresa, intranquilidad y alarma para el
Marqués José Bernardo de Torre Tagle y Portocarrero, Intendente
General de Trujillo, fue para San Martín en sus “días y noches
tristes de Huaura”, cuando pestes, deserciones y epidemias
raleaban sus filas y el propio Protector, sufría los efectos de
esquilmante enfermedad y el más terrible y angustioso desaliento
tocaba su corazón patriota; la esperanza resucitada y la profecía
hecha milagro de que hacia el norte, por la costa, derrotero mítico
de Naylamp rumbo de Lambayeque, se encontraba el alma y el
músculo, la cuna de la libertad; horizonte de gloria iluminado de
generosidad y patriotismo de lambayecanos, chiclayanos y
ferreñafanos de todos los tiempos, que al verlos llegar a Huaura,
hicieron exclamar a San Martín, al Santo de la Espada, al Gran
Capitán de los Andes y Libertador de Argentina, Salvador de Chile
y Protector del Perú –pletórico de incontenible júbilo: “CON
ESTOS LAMBAYECANOS Y CON ESTOS AUXILIOS, SE HARÁ
LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ”, palabras proféticas que
resumen la generosa contribución en hombres, acémilas, armas,
dinero y joyas, el alma lambayecana en acción y sacrificios que la
“Legión Peruana” y los “Húsares de Junín” ratificaron en las
Pampas de Pichincha y Zepita, de Junín y Ayacucho, y que,
posteriormente en 1846 –en su exilio en París- San Martín
ratificara al prócer Juan Manuel Iturregui, entonces Ministro
Plenipotenciario ante el gobierno de Francia, en célebre
confidencia: “SI USTEDES LOS LAMBAYECANOS NO SE
LEVANTAN POR LA PATRIA EN DICIEMBRE DE 1820 Y ME
AUXILIAN EN HUAURA, COMO LO HICIERON, EN MARZO O
ABRIL, CON DOLOR DE MI ALMA, ME HABRÍA
REEMBARCADO A CHILE. TAL ERA LA SITUACION
DESESPERADA EN QUE ME HALLABA”.
En esta forma, la gesta lambayecana y norteña,
separatista, independentista, que demostró al mundo la vocación
de Lambayeque y su firme decisión de lograrla, rasga el velo del
silencio y del misterio y da cara a la realidad para evocar, hoy las
figuras extraordinarias del indómito y bizarro precursor
lambayecano JOSE RIVADENEYRA Y TEJADA NUÑEZ,
visionario y soñador, apóstol y soldado de sus ideales
revolucionarios nacionalistas, mártir ilustre de la libertad, cinco
años encerrado en la inmunda prisión de la Carraca de Cádiz con
Francisco de Miranda, el Precursor por antonomasia. De
PASCUAL SACO Y OLIVEROS, alma, nervio y acción, caballero
sin miedo y sin tacha, prócer de la epopeya lambayecana, adalid
invencible de la misión imposible que, al rendir el Cuartel Realista
“Dragones” con el Mayor Antonio Gutiérrez de la Fuente (con un
cuerpo de “Numancia” del Capitán Antonio de la Guerra), impuso
la bandera de la libertad por la del rey. De JUAN MANUEL
ITURREGUI Y AGUILARTE, patriarca del liberalismo por
excelencia, lambayecano representativo, de los primeros en tomar
contacto con San Martín mediante la Logia de Lambayeque de
brindar su fortuna para adquirir armas en Jamaica. De JOSE
LEGUÍA Y MELÉNDEZ, ejemplo de juventud rebelde y ancianidad
gloriosa, de profundas convicciones liberales y de todo aquel
puñado de patriotas cuyos nombres es imposible citar pues, sería
injusto omitir al héroe anónimo, al mestizo, al criollo, al mulato,
prototipo del valiente cholo lambayecano y peruano, héroes sin
nombre que pusieron su vida en la balanza de la protesta, la
rebelión y la libertad, conscientes que, su personal aventura no
pasará a los capítulos rutilantes de la historia, pero quedan
grabados en el libro del recuerdo eterno, porque como dice el
poeta: “Aquellos que dieron la vida por la patria, más que la
muerte, recibieron la inmortalidad”.
El Perú es simbiosis del Tahuantinsuyo con España,
fusión de culturas aborígenes (nativas) y transculturización
hispánica y, el cholo, su fusión y síntesis mestiza.
En el Perú parió la conquista, en el Perú murió la
corona. Conforme pasa el tiempo, se ahonda más en el pasado, en
la investigación y en la crítica historiográfica, se perfila
nítidamente el significado profundo del Grito Libertario del 27 de
Diciembre de 1820 en Lambayeque. Si la mochik Llampaxyec –
dice el historiador Coronel Manuel Bonilla en su “Epopeya de la
Libertad”-, fue un templo donde se veneró la Ñaylamp, la
republicana Lambayeque es un altar consagrado a la gloria de la
Patria”.
El siglo XVIII marca en Lambayeque (como en todo el
Perú), el tránsito irrevocable del fidelismo al separatismo. Es por
eso que, en este breve enfoque histórico y con fervor sincero,
recordemos a los paradigmas de la Emancipación Lambayecana,
Ciudad Evocadora, Generosa y Benemérita, Ciudad Prócer;
grande en su pasado mochica. Primera ayer, en 1820, en
enarbolar al tope EXITOSAMENTE, la bandera de la liberación
política tras 300 años del yugo peninsular.
Primera, hoy en gestar un nuevo sistema de vida en este
Perú, tradicionalmente “ancho y ajeno” para los peruanos;
geográficamente contrastado, social y económicamente
contradictorio, con sus problemas e infraestructura insolubles y, la
urgente necesidad de que los proclamados cambios estructurales,
sociales, políticos, económicos y culturales tan decantados
configuren, definitivamente, un país auténticamente libre, justo,
humanista y solidario como fundamento de una sociedad
auténticamente democrática, base de una vida desarrollada y
plena; sin odios ni rencores, privilegios ni temores, libre, unido y
poderoso para ser independiente; con el ideal, el amor, la
serenidad y franqueza con que lo soñaron nuestros Precursores y
Patriotas de 1820 y 1821; que nos libere de una vez para siempre
de la maldición del subdesarrollo cultural y de la dependencia
económica, ignorancia y miseria, enemigos implacables de la
libertad, de la igualdad y de la fraternidad de los peruanos de ayer
y de hoy.
El mundo de Cristóbal Colón, descubridor de América;
el mundo de Francisco Pizarro y Diego de Almagro,
conquistadores del Perú; el mundo de Carlos V, Emperador del
Universo, mundo en cuyo imperio jamás se ponía el sol; dejaron de
ser españoles: Proclama libertarla –EXITOSA Y TRIUNFAL-, en
Lambayeque (27 de Diciembre de 1820); discursos, proclamas y
repique de jubilosas y broncas campanas en Lima (28 de Julio de
1821); arengas cívicas y trompetas de gloria en Junín (6 de Agosto
de 1824); proclama, capitulación solemne y final de 14 generales
españoles con su Virrey don José de la Serna, en Ayacucho (9 de
Diciembre de 1824): claudicación total del colonialismo “godo”
en el Perú. Así afloró el Perú a la libertad hace 175 años, por la
sacrosanta inspiración libertaria de Don Simón Bolívar y
Palacios, Libertador del Perú, de don José Antonio de Sucre,
Mariscal de Ayacucho, de don José Francisco de San Martín
Matorras; gran Capitán de los Andes, Libertador de Argentina,
Salvador de Chile y Protector del Perú: “El Santo de la Espada”.
¡¡En el Perú parió la conquista, en el Perú, murió la
colonia!!...
Lambayeque, 27 de Diciembre de 1995.
LA ESTATUA DE LA LIBERTAD DE
LAMBAYEQUE Por Jorge Izquierdo Castañeda
(Tomado de la Revista por el 175° Aniversario del Primer Grito
Libertario - 1995)
Atractivo turístico de las ciudades, lo constituyen
indudablemente también sus Plazas y parques principales. La
Blasonada y Evocadora ciudad de Lambayeque cuenta pata esto
con una bella y atractiva Plaza principal, sinónimo del orgullo de
sus habitantes. Del aspecto original de esta cuatricentenaria plaza,
nada sabemos, pero cabe imaginárnosla como un amplio espacio
de arena y tierra afirmada con su “rollo” y “picota” al centro
para castigo y escarmiento de “indios levantiscos” o “negros
cimarrones”
Con muy escasa arboleda, dado que en su recinto hacían
sus ejercicios militares, tanto ecuestres como de formación, las
milicias disciplinadas de la ciudad.
Esta plaza fue denominada “27 de Diciembre” por
Resolución Suprema del 19 de Mayo de 1920, con motivo de las
próximas celebraciones del Centenario del Primer Grito de
Independencia del poder español, dado exitosamente en esta plaza
la memorable noche del 27 de diciembre del año 1820.
Efectivamente, esa heroica noche, una multitud enardecida
de lambayecanos, al grito unánime de ¡a la plaza!, ¡a la plaza!,
tomó este baluarte, y ante el ímpetu de esos fervorosos patriotas
rindió su pendón ante el prócer don Pascual Saco y Oliveros, el
Escuadrón de Dragones Realistas acantonado en esta ciudad, en
mansión situada precisamente frente a ella.
Las solemnes y públicas proclamaciones de Independencia
en esta ciudad, del 31 de diciembre de 1820, y la del 14 de enero
de 1821, también tuvieron como marco histórico esta atractiva
plaza. De todo esto se desprende el respeto que se le debe guardar
a este espacio monumental.
La plaza es sobreviviente y mudo testigo de las catástrofes
y la ruina, que con motivo de las inundaciones, azotaron la ciudad
en diversas épocas.
A principios del presente siglo se inician intentos por
reconstruir la plaza lambayecana, que mostraba ya, un aspecto
inarmonioso. En setiembre del año de 1900, se trazan y
pavimentan sus veredas a iniciativa de un comité de obras públicas
presididos por el entonces subprefecto señor Gamarra Castañeda.
En una vieja fotografía se nota claramente en el centro de la plaza
un pedestal , bordeado por un alto enrejado de fierro, ficus recién
plantados (talados en el año de 1939), protegidos por pequeños
cercos de madera, algunas simples bancas sin respaldar y
delgados postes de madera para el alumbrado a kerosene, dotados
en el año de 1913 de grandes farolones de “auto luz” para el
alumbrado eléctrico donados por la Empresa de Cinemas y Teatro
del Ferrocarril de Puerto Eten.
Es un 22 de junio de 1920, y a escasos seis meses de las
celebraciones del Centenario de la Independencia de esta ciudad,
que se inicia la reconstrucción total de la plaza lambayecana,
siendo alcalde el señor Miguel Baca. En este año se colocaron
sardineles y losetones, que fueron puestos por contrato del
gobierno con José Bianchi, A. Berrío, y el Ingeniero Daffiano. Se
colocaron también las doce bancas de madera construidas por el
maestro Victor M. Cornejo, sus estructuras de fierro se trabajaron
en la ciudad de Trujillo.
La mujer y la libertad
Del año de 1920, data también la majestuosa e imponente
estatua de bronce, de escultural figura femenina, y de indiscutible
valor artístico, que representa la Libertad. Obra traída desde la
capital de la república, y esculpida por el maestro limeño de
apellido Lozano. Esta estatua fue obsequiada por el gobierno del
ilustre lambayecano don Augusto B. Leguía, a la sazón Presidente
de la República, con motivo de las celebraciones del Centenario de
la Independencia de esta ciudad, y fue denominada por el común
de la gente, a poco de haber sido instalada en su pedestal como
“Diosa Venus” o “Venus de Lambayeque” en clara alusión, tal
vez, a la diosa mitológica de la belleza y el amor, esposa de
Vulcano, dios del fuego y amante de Marte, dios de la guerra,
reina del cielo, de la tierra y de las aguas.
Con las denominaciones mencionadas se le conoce hasta
nuestros días; restándole el verdadero sentido histórico para lo
cual fue diseñada; esto es, para representar esa facultad natural
de todo hombre y nación, el de ejercer su propia libertad.
Por todo esto, es que así se le concibió, desnuda, libre,
provocativa e irreverente. Así quisieron legárnosla nuestros
mayores, los Leguía. Voluptuosa, graciosa y hermosa, con su
pequeña antorcha, rematada en una espiga, en lo alto de su brazo
derecho, iluminándonos el camino de la libertad. Pequeño, pero
sugestivo detalle, ahora opacado por la colocación, hace algunos
años, de un antiestético plato, para servir de lámpara votiva, con
motivo de la realización de unos juegos deportivos en esta ciudad.
En lo que a nosotros los lambayecanos compete, si hemos de
darle un nombre consecuente y propio a nuestra bella escultura, y
sobre todo en honor a la verdad histórica, sin apasionamientos y
respetando el sentido de la misma, debemos denominarla Estatua
de la Libertad de Lambayeque y debemos acostumbrarnos a ello.
Porque eso es lo que representa y conmemora, la exitosa ruptura
con los tres siglos de opresión ibera en Lambayeque.
Así tendremos a lo largo de la costa norte del Perú: la Estatua
de la Libertad de Trujillo, conmemorando su independencia el 29
de diciembre de 1820; la estatua de la Libertad de Lambayeque,
conmemorando el primer grito de libertad dado en el Norte del
Perú, un 27 de diciembre de 1820, y la Estatua de la Libertad de
Piura, conmemorando su independencia un 3 de enero de 1821.
Los obeliscos (del latín obesliscus), que adornan las cuatro
esquinas de esta histórica plaza, también fueron donados por el
gobierno del presidente Leguía para la conmemoración del
Centenario. Estos son de fino mármol de Carrara, de cuatro caras
rematadas en achatadas puntas piramidales, y descansan sobre
tres gradas de piedra granito. Los obeliscos llevan inscritos en sus
mármoles los nombres de los firmantes de las Actas de la
Independencia de esta ciudad, y de los voluntarios que fueron as
formar parte de la Escolta del Libertador San Martín. Fueron
fabricados en la ciudad de Lima en la casa de José María León e
hijo.
Las gradas de piedra granito fueron cinceladas por el maestro
picapedrero lambayecano Manuel Urcia. El 27 de Diciembre del
año de 1920, día central de las festividades del centenario de la
independencia de esta ciudad, se inauguró la reconstruida plaza,
siendo Alcalde el señor Augusto F. Miguel León. Fue bendecida
solemnemente por el Párroco interino Miguel Villavicencio.
Obeliscos de la Plaza “27 de Diciembre”
En el año de 1962, se remodeló la plaza lambayecana. El
aspecto sobrio y gris que mantenía desde el año de 1920, cambió
totalmente, al reemplazarse todo su pavimento por losetas de
color. Se reemplazaron también sus viejas bancas de madera por
las de concreto y marmolina roja que actualmente posee. Su pileta
también fue remodelada, cubriéndola con pequeñas losetas de
color verde claro, y dotándola de un sistema de iluminación
sumergible con pequeños reflectores protegidos por vidrios de
colores. La parte superior de su octógono también se remodeló.
Se remozaron sus jardines cercándolos con setos ornamentales
para su protección. Por último, se colocaron los postes de
alumbrado, de bases ornamentadas, con sus tres globos de cristal
blanco, que le dieron por espacio de treinta años ese aspecto
singular y tradicional que se le ha querido dar desde siempre, a
esta hermosa plaza de armas.
Escudo de la ciudad de Lambayeque Creador: Augusto Castillo Muro Sime
Artista pintor: Marcial Anhuamán C.
(Tomado de la Revista por el 175° Aniversario del
Primer Grito Libertario)
DESCRIPCIÓN HERÁLDICA
Escudo cuartelado
1°: En campo de oro, los Príncipes Xecfuin, Pisán y Cosco
Chumbi acompañado de su Real séquito, recibiendo al
conquistador Pizarro y sus huestes que iban camino de
Cajamarca en demanda de Atahualpa.
2°: De azur, la ciudad de Lambayeque, junto a ella un campo de
cultivo y el torrente del Río Faquisllanga.
3°: De gules o rojo, color que simboliza la guerra, el valor, la
fidelidad, el honor. Una fortaleza de plata.
4°: De plata, aparece el Acto de Proclamación y Jura de la
Independencia el 27 de Diciembre de 1820.
Bordaduras
De plata, está la leyenda en letras de Gules: POR MI VALOR Y
DECISIÓN SOY AZOTE DE TIRANOS Y HONRA DE LA
NACIÓN. Y los años en números: “1820 – 1895”, aluden a la
gesta emancipadora y a la Revolución democrática que encabezó
Nicolás de Piérola y en la que Lambayeque tuvo principal y
gloriosa actuación.
Sobre el todo
El yelmo coronado de los reyes católicos, en el que se ha posado
el águila lambayecana que porta en el pico una cinta roja, y en
ella el lema en letras de plata: PRO PATRIA PUGNO, que
representa al mestizaje revolucionario vencedor del poderío
hispano.
En la parte exterior de la punta del Escudo, otra cinta roja en la
que se lee en letras de plata: FUI LA PRIMERA EN
PROCLAMAR Y JURAR EXITOSAMENTE LA LIBERTAD
DEL PERÚ. A los costados del escudo, por soportes, dos leones
rampantes de oro.
Sin llegar ciertamente a dejar de lado los antiquísimos cánones
heráldicos, propios de esta ciencia, efectiva ayuda y auxiliar de
la historia, en la conformación del Escudo de la ciudad de
Lambayeque, por vez primera, se han tomado ciertas
permisiones y libertades, en todo caso, disculpables si se piensa
que nuestro intento ha sido y no otro, impregnarlo del espíritu
republicano y democrático que anima en el Perú desde hace
ciento cuarenta y cuatro años, sin duda, más de acuerdo con la
armería de la URBE, Cuna y crisol primero de la libertad de
nuestra patria.
Observando, fielmente su acaecer fulgente desde lejano siglo
XVI hasta nuestros días, simboliza también aquello de su
historial que oculta el laberinto de las centurias y alcanza a
nuestra época y encierra, por lo tanto, en ESCUDO, en sus
cuatro cuarteles, todo lo heroico, prócer, glorioso y permisiones,
que rebasan las limitaciones de los cánones y rígidas leyes
heráldicas, como queda sentado y se entiende, no podrá tenerse
como errores y fallas del creador del Escudo.
Augusto Castillo Muro Sime.
Himno de Lambayeque
Letra: Señor José Santos Silva Tirado
Música: Don Orlando González García
CORO
Lambayeque, tu fuiste primera
que en la patria ser libre juró,
y ofrendando su sangre y su vida,
Patria digna a todos legó.
ESTROFAS
Es por eso que el pueblo Peruano
te proclama su guía y bastión,
porque tu le enseñaste a ser libre
y a luchar contra toda opresión.
Te cantamos por ello orgullosos,
y en honor a tu gloria inmortal
lucharemos por darte más lauros
de cultura y Justicia Social.
AGRADECIMIENTO A QUIENES HICIERON POSIBLE
ESTA EDICIÓN
Municipalidad Provincial de Lambayeque
ARQ. JOSE FLORES MINO
ING. ANTONIO RIOJAS ORTEGA
Tte. Alcalde de la Municipalidad Provincial de Lambayeque
ING. CESAR ZEÑA SANTAMARÍA
Regidor de la Municipalidad Provincial de Lambayeque
CLEMENTE BANCES CAJUSOL
Regidor de la Municipalidad Provincial de Lambayeque
DR. WILLIAM GUERRERO GARGUREVICH
Técnico EP (R) FELIPE FERNÁNDEZ HOYOS
Tolomeo Aliaga Quispe
Nació en el anexo de Maravilca, jurisdicción del distrito de Matahuasi,
provincia de Concepción, departamento de Junín, el 26 de Agosto de 1956.
Sus estudios primarios los hizo en su pueblo natal en la Escuela Primaria de
Varones N° 5175 y en la Escuela Primaria N° 514 de Matahuasi; y la
secundaria en la G.U.E. “9 de Julio” de Concepción y en la G.U.E. “San
Juan” de San Juan de Miraflores.
Ingresó a la escuela Técnica del Ejército en 1976, egresando como
Suboficial “de tercera” Instructor Militar el 1 de Enero de 1979, formando
parte de la Promoción “Brig. Mateo García Pumacahua”. Prestó servicios en
diferentes unidades del Ejército del Perú y pasó a la situación de retiro por la
causal de renovación el 31 de diciembre del 2002, habiendo alcanzado el
grado de Técnico de Primera.
Fue Maestro de Ceremonias y Relacionista Público en la Quinta
Región Militar y 7ª División de Infantería. Fue conductor del Boletín Radial
de la 7ª División de Infantería en Radio Naylamp. Fue Coordinador de
Orientación y Bienestar del Educando en la I. E. “EXCELSIS”
Ostenta los siguientes Reconocimientos: “Cintillo de la Pacificación
Nacional” en el grado “Al mérito”, “Cruz Peruana al mérito militar” en el
grado de “Caballero”, Insignia Institucional y Diploma de Honor Pro Marina
y la “Medalla de Honor al Mérito Pro Marina” en el grado de “Caballero”.
Reconocido como Hombre del Año 2012 “Ejemplo de Valores” por el
Semanario EXPRESIÓN de Chiclayo
Es miembro de la Asociación Nacional Pro Marina – Filial Chiclayo,
de la Orden de la Legión Mariscal Cáceres – Filial Lambayeque y del
Conglomerado Cultural de Lambayeque, fue Conductor del Programa
“CONGLOMERADO CULTURAL EN DESTAPE TV”
Casado con la Sra. Julia Esther Ruiz Vásquez, con quien forma parte de la
Comunidad Católica “Bodas de Caná”
Es declamador de Versos Escogidos como: El Brindis del Bohemio, Viva
el Perú Carajo, El Cristo Roto, Oración a la Bandera, Oda Pindárica a Grau,
Canto a Grau, Monumento a Grau, Ofrenda lírica a Cáceres, Francisco
Bolognesi (Tradición Peruana de Ricardo Palma), Poema XX, Verdades
amargas, Como has cambiado pelona, Los Heraldos Negros, Blasón, entre
otros.
Es autor de los siguientes libros:
“Versos escogidos para declamar” (2009)
¿Por qué de tercera mi General? (2011)
SEMANA SANTA y algo más de Lambayeque (2012)
REMEMBRANZAS de la Promoción “Brig. Mateo García Pumacahua”
(2013)