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    3. poca N. 19. 2014 Pgs. 177-192

    RAFAELALBERTIYGERARDODIEGO,EDITORESDEUNMISMOVOLUMENDEDRAMATURGOSUREOS

    FRANCISCOJAVIERDEZDEREVENGA

    Universidad de Murcia

    Rafael Alberti, edit, en 1949, en Argentina un volumen de obras de dramaturgosureos, pero fue sustituido por Gerardo Diego cuando la editorial responsable deesa coleccin decidi editar el mismo volumen en Espaa unos aos despus, en

    1954. La coleccin Clsicos Jackson fue un proyecto original publicado en BuenosAires por la editorial W. M. Jackson, en el que inclua, como hemos de ver, diferen-tes volmenes de clsicos universales, entre ellos dos titulados Poetas dramticosespaoles. El primero con el subttulo, que aluda a los cuatro autores recopilados,de Guilln de Castro. Mira de Amescua. Vlez de Guevara. Rojas; y el segundo conel alusivo, en esta ocasin, a los tres editados: Tirso de Molina. Ruiz de Alarcn.

    Agustn Moreto. En el primer volumen se indicaba: Estudio preliminar y edicin acargo de Rafael Alberti y en el segundo: Estudio preliminar y edicin a cargo deJacinto Grau.

    RESUMEN:

    Rafael Alberti, edit, en 1949, en Argentina unvolumen de dramaturgos ureos, pero fue sus-tituido por Gerardo Diego cuando la editorialresponsable decidi publicar el mismo volumenen Espaa en 1954. Se analiza en este trabajo lasignicacin de la coleccin Clsicos Jackson y

    su versin espaola Clsicos xito, as como losestudios realizados por los dos poetas del 27 so-bre Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez

    de Guevara y Rojas Zorrilla.

    PALABRAS CLAVES:Alberti, Diego, Teatro Siglo de Oro, Guilln deCastro, Mira de Amescua. Vlez de Guevara, Ro-jas Zorrilla.

    ABSTRACT:

    In 1949 Rafael Alberti published a volume ofgolden playwrights in Argentina, but was re-placed by Gerardo Diego when the publisherin charge decided to release the same volumein Spain in 1954. The signicance of the Jack-son Classics Collection and its Spanish versionClsicos xito are analyzed in this paper, as wellas studies conducted by both poets from 27 onGuilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de

    Guevara y Rojas Zorrilla.

    KEYWORD:Alberti, Diego, Golden Age Drama, Guilln deCastro, Mira de Amescua. Vlez de Guevara, Ro-jas Zorrilla.

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    La espaola editorial xito lleg a un acuerdo con los editores argentinos para

    publicar la coleccin en Espaa y se vio obligada por evidentes razones polticas abuscar un nuevo editor para ese volumen, el primero de Poetas dramticos espao-les, aunque mantuvo para el segundo como preparador a Jacinto Grau.

    He aqu la relacin completa de las ediciones que lleg a tener la publicacin, yque he localizado en diferentes bibliotecas de Argentina, de Mxico y de Espaa:

    Poetas dramticos espaoles. Buenos Aires, W. M. Jackson Inc. Editores, 1949(Clsicos Jackson, 29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua,Vlez de Guevara, Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti.

    Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar yedicin a cargo de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Buenos Aires, W. M. Jackson Inc. Editores, 1952(Clsicos Jackson, 29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua,Vlez de Guevara, Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti.Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar yedicin a cargo de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Buenos Aires, W. M. Jackson Inc. Editores, 1954(Clsicos Jackson, 29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua,Vlez de Guevara, Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti.Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar yedicin a cargo de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Barcelona, xito, 1954 [imp. 1955] (Clsicos Jack-son, 23 y 24). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Gue-vara, Rojas. Estudio preliminar por Gerardo Diego. Tomo II: Tirso de Molina, Ruizde Alarcn, Agustn Moreto.Traduccin [sic] y estudio preliminar por Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Buenos Aires, W. M. Jackson Inc. Editores, 1956(Clsicos Jackson, 29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua,Vlez de Guevara, Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti.Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar yedicin a cargo de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Barcelona, xito, 1957 (Clsicos Jackson, 23 y24). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara, Ro-

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    Rafael Alberti y Gerardo Diego, editores de un mismo volumen de dramaturgos ureos

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    jas. Edicin y estudio preliminar por Gerardo Diego. Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz

    de Alarcn, Agustn Moreto.Edicin y estudio preliminar por Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Buenos Aires, W. M. Jackson Inc. Editores, 1960(Clsicos Jackson, 29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua,Vlez de Guevara, Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti.Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar yedicin a cargo de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Barcelona, xito, 1960 (Clsicos xito, 23 y 24). 2

    tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara, Rojas. Es-tudio preliminar y edicin a cargo de Gerardo Diego. Tomo II: Tirso de Molina, Ruizde Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar y edicin a cargo de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Barcelona, xito, 1962 (Clsicos xito, 23 y 24). 2tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara, Rojas. Es-tudio preliminar y edicin a cargo de Gerardo Diego. Tomo II: Tirso de Molina, Ruizde Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar y edicin a cargo de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Mxico, W. M. Jackson, 1963 (Clsicos Jackson,29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara,

    Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti. Tomo II: Tirso deMolina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar y edicin a cargo deJacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Mxico, W. M. Jackson, 1966 (Clsicos Jackson,29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara,

    Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti. Tomo II: Tirso deMolina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar y edicin a cargo deJacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Mxico, W. M. Jackson, 1968 (Clsicos Jackson,29 y 30). 2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara,

    Rojas. Estudio preliminar y edicin a cargo de Rafael Alberti. Tomo II: Tirso deMolina, Ruiz de Alarcn, Agustn Moreto.Estudio preliminar y edicin a cargo deJacinto Grau.

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    Poetas dramticos espaoles. Barcelona, Ocano, 2000 (Biblioteca Universal).2 tomos. Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara, Rojas .Estudio preliminar de Gerardo Diego. Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz de Alarcn,

    Agustn Moreto.Estudio preliminar de Jacinto Grau.

    Poetas dramticos espaoles. Mxico, D. F., Ocano Mxico yCONACULTA[Consejo Nacional para la Cultura y las Artes], 2000 (Biblioteca Universal). 2 tomos.Tomo I: Guilln de Castro, Mira de Amescua, Vlez de Guevara, Rojas. Estudiopreliminar de Gerardo Diego. Tomo II: Tirso de Molina, Ruiz de Alarcn, Agustn

    Moreto.Estudio preliminar de Jacinto Grau.En la biblioteca de Gerardo Diego, que se custodia en su Fundacin, en Santan-

    der, se conserva la edicin argentina de Alberti de 1949 y la espaola de GerardoDiego de 1954. La argentina tiene marcas y notas a lpiz, al parecer de GerardoDiego, con cuentas para calcular la extensin que haba de tener el nuevo preliminar,porque debera ocupar exactamente lo mismo que el de Alberti. Tiene tambin algu-nas indicaciones para la imprenta, para aprovechar la misma maqueta y solo sustituirel texto de la introduccin, junto a otros datos como la editorial, etc. Tambin hayalgunos prrafos subrayados del texto de Alberti, realizados por el poeta de Santan-der lo que revela su forma y el habitual lpiz azul. Las indicaciones para la imprentaconsisten en una equis a lpiz en las pginas que se quedan tal cual (casi todas) yuna gran aspa tachando las pginas del texto de Alberti. Y en la portada, se indicasustituir volumen XXIX por volumen XXIII y Rafael Alberti por GerardoDiego. En el ndice, sustituir otra vez Rafael Alberti por Gerardo Diego. Haycorrecciones de erratas en el texto de Mira de Amescua: pgs. 113, 114, 116, 126 y127. Finalmente solo se cambia en la versin espaola lo indicado en la pgina 127que se refera al orden de tres versos. El resto queda exactamente igual.

    La coleccin Clsicos Jackson, iniciada en 1948, alcanz los cuarenta volmenesen la edicin de 1950, impresa en Argentina. Dirigida por un comit selectivointegrado por Alfonso Reyes, Francisco Romero, Federico de Ons, Ricardo Baeza yGermn Arciniegas, integraba los siguientes volmenes cuyo preparador se indica:

    1: Poetas dramticos griegos: Esquilo, Sfocles, Eurpides y Aristfanes (Josde la Cruz Herrera). 2: Platn: Dilogos socrticos (ngel Vasallo). 3: Aristte-les: Obras flosfcas(Francisco Romero). 4: Obras poticasde Virgilio y Horacio(Agustn Millares Carlo), 5. Suetonio Vidas de los doce Csares (Jos Luis Romero).6 y 7: CervantesDon Quijote(Federico de Ons). 8:Moralistas castellanos: Anto-nio de Guevara, Alfonso de Valds, Juan Luis Vives, Saavedra Fajardo y Baltasar

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    Gracin (ngel del Ro). 9: Teatrode Lope de Vega (Guillermo de Torre). 10: Obras

    escogidas de Quevedo (Germn Arciniegas). 11: Teatrode Caldern (Jos Berga-mn). 12: Vasari, Vidas de los ms excelentes pintores, escultores y arquitectos(JulioE. Payr). 13:Ensayosde Montaigne (Ezequiel Martnez Estrada). 14: Las Confe-sionesde Rousseau (Jorge Zalamea) 15:Ensayistas ingleses(Adolfo Bioy Casares)16: Comediasde Shakespeare (Ezequiel Martnez Estrada). 17: Faustode Goethe,(Francisco Ayala). 18: Grandes escritores rusos(Pablo Schostakovsky). 19: Gran-des discursos(Mariano Gmez). 20:Arte de la biografa(Hernn Daz Arrieta).

    21:La Iladade Homero. (Juan David Garca Bacca). 22: Herodoto, Los nuevelibros de la historia(Mara Rosa Lida de Malkiel). 23: Jenofonte, Socrticas. Ciro-

    pedia. Economa(Juan David Garca Bacca). 24: Cicern y Sneca, Tratados mora-les (Francisco Novoa). 25.Los analesde Tcito (Arturo Marasso). 26:Antologa depoetas lricos castellanos(Roberto F. Giusti). 27:Historiadores de Indias (GermnArciniegas). 28:Escritores msticos espaoles(Jos Gaos). 29: Poetas dramticosespaoles, volumen I, (Rafael Alberti). 30: Poetas dramticos espaoles, vol. II (Ja-cinto Grau). 31:La Divina Comedia(Jorge Luis Borges). 32:Escritos escogidosdePascal y Bossuet. (Roger Caillois). 33: Obras escogidasde Voltaire y Diderot (JosBianco). 34: Poetas lricos en lengua inglesa(Silvina Ocampo). 35:De los hroes.

    Hombres representativos(Carlyle y Emerson) (Jorge Luis Borges). 36. TragediasdeShakespeare (Antonio Pags Larraya). 37: Eckermann, Conversaciones con Goethe(Francisco Ayala). 38:Novelas y cuentosde Dostoiwesky y Tolstoi (Ignacio Millny Jos E. Iturriaga). 39: Grandes cuentistas (Julio Torri). 40. Literatura epistolar(Alfonso Reyes).

    De la categora de los preparadores, destacan grandes escritores argentinos, entreellos Borges o Bioy Casares, junto a otros muchos ensayistas, crticos e historiadoresde ese pas, como Arturo Marasso, Mara Rosa Lida, Silvina Ocampo, ngel Vasa-llo, Roberto F. Giusti, o colombianos como Germn Arciniegas o mexicanos comoAlfonso Reyes Pero un importante papel juega en estos estudios preliminares elexilio espaol con Jos Gaos, Juan David Garca Bacca, y sobre todo con los escri-tores Francisco Ayala, Jacinto Grau, Jos Bergamn o Rafael Alberti, a los que hayque aadir los espaoles emigrados a EE. UU. Federico de Ons y ngel del Ro; aMxico, Agustn Millares Carlo, o a Argentina, Guillermo de Torre (aunque tambinexiliados). Es interesante tener en cuenta este ltimo matiz, porque cuando en 1954editorial xito decida publicar en Espaa la coleccin de Clsicos Jackson, comola denomina en 1954, aunque a partir de 1960 la llamar Clsicos xito, reduce lacoleccin a veinticinco nmeros, para lo cual realiza las siguientes modifcaciones:

    Prescinden de quince libros, sin duda de algunos por estar proscritos por sus ideasen el rgimen como Montaigne, Rousseau, Voltaire y Diderot, o por otras razones:

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    Grandes discursos,Arte de la biografa,Ilada, Jenofonte, Cicern y Sneca, Tcito,

    Historiadores de Indias,Lricos en lengua inglesa, Carlyle y Emerson, Eckerman,Dostoievsky y Tolstoi y Grandes cuentistas.LaAntologa de poetas lricos castellanoses sustituida por unRomancero espa-

    ol, con estudio preliminar de Gonzalo Menndez Pidal, que se incorpora al grupode estudiosos editores.

    Son sustituidos como autores del estudio preliminar los escritores exiliados si-guientes: Jos Gaos por Miguel Herrero Garca (Msticos); Jos Bergamn por JosMara Pemn (Caldern); Francisco Ayala por Eugenio DOrs (Fausto) y RafaelAlberti por Gerardo Diego (Poetas dramticos espaoles).

    Se mantienen, sin embargo, los exiliados o emigrados Jacinto Grau, Guillermode Torre, Agustn Millares Carlo, ngel del Ro y Federico de Ons, cuyos datosacadmicos se destacan en las primeras pginas junto a los recin incorporados y alos dems estudiosos hispanoamericanos mantenidos.

    Y la sustitucin ms sorprendente completa esta relacin. El intelectual francs,duro censor y detractor del nazismo, que vivi en Argentina durante la Segunda Gue-rra Mundial, Roger Caillois, es sustituido por Fray Justo Prez de Urbel (Pascal yBossuet), una de las guras ms importantes del rgimen de Franco y que lleg a ser

    Abad del Valle de los Cados, adems de catedrtico de Historia de la Universidadde Madrid.

    El destino de la Coleccin Jackson no terminara con las lujosas ediciones de losaos cincuenta en Espaa, ya que siguen en los sesenta otras impresas en Mxico,y en 1999-2000 la editorial Ocano reedita la coleccin completa de cuarenta vol-menes, en Barcelona y al mismo tiempo en Mxico, para la Direccin General dePublicaciones del CONACULTA (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes deMxico) con el ttulo de Biblioteca Universal.

    Los editores dan a conocer sus propsitos al restablecer esa veterana biblioteca:La coleccin Biblioteca Universal est dirigida a todos aquellos que aman la lecturay que se sienten atrados por el espritu de la cultura occidental. Es un acervo, lo mscompleto posible en nuestra lengua, de las literaturas tradicionales europeas, congran amplitud de gneros: teatro, historia, ensayo, arte biogrco y epistolar, orato-ria, ccin narrativa. Proyectada por Germn Arciniegas, Ricardo Baeza, Federico

    de Ons, Alfonso Reyes y Francisco Romero, ellos encargaron su realizacin, desdeAmrica, a prestigiosas guras de las letras y el profesorado en el mundo de habla

    espaola.Pues bien, la Biblioteca Universal restablecer el catlogo original argentino tan-

    to en volmenes como en preparadores, pero con una sola excepcin. Rafael Albertino ser restablecido y permanecer como prologuista del volumen que nos ocupa

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    Gerardo Diego sin que alcancemos en este momento a justicar las razones de esta

    excepcin.Es interesante detenerse en algunas reexiones que Rafael Alberti hace en su

    Estudio preliminar antes de que el poeta y editor entre en materia y realice un

    anlisis detallado de las cuatro obras escogidas, tras sealar que se trata de cuatro

    grandes autores dramticos, si no tan zarandeados en manuales y ediciones como

    Lope, Caldern y Tirso, si no de obra tan abundante, de personalidad tan acusada, al

    menos tan maestros, tan plenamente maestros de la comedia que de cada uno se ha

    elegido para este volumen. Las cuatro piezas las considera piezas an vivas para la

    vida de la escena, para gurar en las carteleras de los teatros, tirando todava de la

    atencin, no solo del entendido, sino del hombre de la calle.Las obras editadas sonLas mocedades del Cid, El esclavo del demonio, Reinar

    despus de morir yDel rey abajo ninguno, que Alberti considera que, sin tener la ac-

    tualidad de Fuenteovejunao la presencia constante deLa vida es sueooEl alcalde

    de Zalamea, son piezas, sobre todo la de Guilln de Castro y la de Vlez de Guevara,

    que volvern, por su palpitacin potica y humana, la teatralidad apasionante de su

    temas, la llaneza, la plenitud y gracia de su lenguaje, a seguir dando muchos das de

    gloria al tablado espaol y a sorprender y sacudir hasta la mdula a ese nuevo audi-

    torio popular que no ha sido todava llamado a gozar de la escena.

    Y se suceden a continuacin unas reexiones personales de Alberti en relacincon su propia experiencia ante el teatro ureo y la reciente Guerra de Espaa: Ya,

    cuando nuestra mal llamada guerra civil, pude ver en Madrid un anticipo de este

    futuro: el xito, durante muchas tardes de incertidumbre y caonazos, de Reinar

    despus de morir. (As como el de Numancia, la monumental obra esquiliana de

    Cervantes.) Y aquel pblico que asista asombrado a la tragedia romntica de la po-

    bre Doa Ins de Castro, no era precisamente un pblico letrado, ni siquiera ese otro,

    entre seorito y de barriada, que acuda al teatro Espaol, de la plaza de Santa Ana,

    a or en boca de Borrs las clebres dcimas de Segismundo. No. Estaba compuesto

    en su mayora de defensores de Madrid, soldados de las trincheras de la Casa deCampo, de la Ciudad Universitaria, del barrio de Vallecas o de Usera; de evacuados

    de la provincia de Toledo y los alrededores de la capital; gente sin domicilio estable,

    o que a la salida de escuchar

    Dnde vas el caballero,

    Dnde vas, triste de ti?

    se encontraba el hogar convertido en escombros.

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    Pueblo verdad, masa sin nombre, unida ms que nunca en un instante de heros-

    mo; hombres soldados, no ms aptos para las cosas del espritu que aquellos otrosimpertinentes espectadores, bravucones de Flandes, de Italia o de Amrica, que lle-naban, de pie, provistos de toda clase de cosa arrojadiza (Cervantes), el patio delos famosos corrales madrileos, pero capaces de vibrar, de demostrar estruendosa-mente su entusiasmo cuando las obras agradaban. Pueblo, pueblo, pueblo, que enEspaa sigue siendo el mismo, exacto a aquel a quien Lope y la mayora de nuestrosgrandes autores escribieron sus comedias. Y hundir nuestra cultura, si fusionados conl pretendemos salvarle y salvarnos. Porque llamando est nuevamente a las puertas(aqu, ahora, las del teatro), pidiendo a voces lo que es suyo, lo que por tradicin,

    por derecho y sufrimiento de sangre le pertenece. Cuando Lope de Vega model de-nitivamente nuestro teatro nacional, con el genial acierto de recurrir, siguiendo elejemplo del sevillano Juan de la Cueva, el empleo de los viejos romances y las bellascanciones populares, el pueblo espaol se sinti movido, reejado profundamente

    en aquel nuevo espejo, reconociendo su propio lenguaje, su propia alma con todossus vicios y virtudes, prorrumpiendo en un caliente aplauso aprobatorio, cuyo ecoan no se ha extinguido.

    Cundi con rapidez el ejemplo del Fnix. Era el vrtigo de un ro desbordado,cuyas aguas van a tocar a todos; un rbol, tan ahogado de ramas y de frutos, quenecesitar para su pleno desarrollo, la buena mano lcita de otros que lo descargueny aprovechen aparte su cultivo. As, a su vera y al par de su imponente crecimiento,se levant para la escena uno de los ms grandes siglos de que la humanidad puedehoy ufanarse. Altas manos se tropezaron y se reconocieron en la bsqueda y pose-sin de sus ramas. All, en aquella gigantesca copa, encontrronse las de Guilln deCastro con las de Mira de Amescua, Vlez, Tirso, Alracn no estando ausentes lasdel joven Caldern de la Barca y los que le siguieron. rbol de las mil maravillas.

    Siguen a continuacin los cuatro estudios que dedica a los cuatro dramaturgos y alos dramas editados, lo que hace de una forma muy equilibrada: a Guilln de Castrodedica seis pginas (XI-XVII); a Mira de Amescua ocho (XVII-XXIV), a Vlez deGuevara seis (XXIV-XXXI) y a Rojas Zorrilla seis (XXXI-XXVI). Y en cada uno delos cuatro anlisis sigue un orden parecido, como vamos a advertir.

    Por supuesto, en el caso de Guilln de Guilln de Castro y, en concreto de Lasmocedades del Cid, Alberti destaca la relacin de la comedia con el romancero y notarda en surgir el nombre de don Ramn Menndez Pidal, que consideraba el dramauna verdadera antologa de romances, tal como recuerda Alberti. Mara Teresa Lenno deba estar muy lejos cuando Alberti redacta estas pginas Y desde luego surgeel nombre de Lope de Vega, muy admirado por Alberti desde sus primeros aos:Aanzado con fortuna el xito de Lope de recurrir al romancero como fuente de

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    infnita substancia teatral era lgico que Guilln de Castro, al plantearse sus dos

    comedias sobre el Cid, volviese los ojos a la leyenda del hroe espaol que msromances haya producido alrededor de sus hazaas, logrando as uno de los ms

    grandes triunfos de la poesa sobre la historia verdadera. Y se interesa por el con-

    icto entre poesa y verdad, citando a Goethe en sus memorias y a los juglares como

    creadores de su propia verdad potica para dar corporeidad al hroe que campeaba

    en la fantasa del pueblo.

    Repasa Alberti detalladamente el argumento de la comedia y destaca los mo-

    mentos de mayor tensin que el dramaturgo se empea en revelar (otro los hubiera

    escamoteado) para mostrar la grandeza de una historia en la que el amor y el honor

    estn enfrentados y crean la mxima tensin de la pieza. Y en un verso de la obra sedetiene Alberti: deseando no poder puesto en boca de Jimena: As, entre el deseo

    de la luz y la tenaza de la sombra, entre un sollozo de muerte y un ahogado grito

    de vida se debate la fuerte y humana Doa Jimena Gmez Daz, en la historia,

    abrindose paso hacia la meta de su destino, que no ser otro que asirse del brazos de

    su hroe Y destacar fnalmente que la Doa Jimena de Guilln de Castro supone

    el logro de una fgura perdurable de mujer, quiz la ms extraa e interesante del

    teatro espaol. Mara Teresa Len tampoco en este caso debi de estar muy lejos.

    Concluye el apartado dedicado al comedigrafo valenciano con una detallada

    resea biogrfca y bibliogrfca, en la que destaca la relacin con Lope de Vega y

    la mutua admiracin que ambos se dispensaban. La dedicatoria de Las almenas de

    Toro(tambin de asunto cidiano) a Guilln de Castro por parte de Lope o su elogio

    en la justa de la beatifcacin de San Isidro se corresponderan con detalles similares

    de Guilln de Castro que dedic a Marcela, la hija de Lope, una de las ediciones de

    sus comedias.

    Con Lope igualmente comienza relacionando la comedia de Mira de Amescua,

    El esclavo del demonio, comedia extraa y mgica, editada en el volumen. Con

    el Lope precipitado, por el rpido desfle de las escenas, el vrtigo de su desa-

    rrollo, el cruce de su tema central con otros varios. Y destaca la fuerte impresin

    de claroscuro para introducir una reexin personal a continuacin: Yo nunca la

    vi representada; pero pienso en el enorme inters de las nuevas posibilidades de

    interpretacin que proporcionara a un gran metteur en scnede hoy. Y lo que ms

    le llama la atencin de la comedia es su enredo laberntico y siempre singular argu-

    mento que le hace detenerse en dos personajes. El primero Lisarda: En una bien

    estudiada galera de las mujeres creadas por nuestra escena clsica [] ocupara un

    sealadsimo lugar. Y revela entonces Alberti (o Mara Teresa Len) una decidida

    admiracin por la mujer en las comedias que est estudiando y editando: Ya hemos

    presentado, hace un instante, a Jimena, la fuerte varona del Cid; ahora llega el turno

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    de esta condenada y luego glorifcada mujer de El esclavo del demonio; despus

    vendr la melanclica y romantiqusima Doa Ins de Castro, de Vlez, y, tras ella,la buena y tierna Blanca, esposa del honrado labrador Garca del Castaar.

    El otro personaje que le llama particularmente la atencin es Angelio, el demo-

    nio, diablo inteligente con ribetes de moralizador que recurre a esa labia carac-

    terstica de los andaluces, la misma que, segn Alberti, deba de poseer su propio

    creador, granadino de Guadix. Pero en Angelio ve adems signos de modernidad

    que no se le escapan al singular prologuista cuando seala que en su retahla sobre

    los placeres y los lugares del mundo que conoce se est ya presintiendo al diablo

    romntico de las peras, adelantndose al proscenio para entonar una romanza. Y

    como gasta traje y trato elegantes de galn, aunque de pronto entre petardos y co-hetes muestre para asustarnos los cuernos y la cola, nos sugiere tambin esa imagen

    amable y moderna el diablo de levita y habano que en ms de una ocasin nos ha

    ofrecido hoy la cinematografa.

    No abandona su estudio Alberti sin detenerse en el grave problema que plantea la

    obra y que no es otro que el del libre albedro y la predestinacin, cuya trascendencia

    histrica la documenta con una nueva cita de Menndez Pidal, para concluir, a conti-

    nuacin, queEl esclavo del demonioes el primer drama teolgico de nuestro teatro,

    cuya inuencia alcanza a Tirso de Molina y a Caldern de la Barca, para de nuevo

    cerrar con una breve biobibliografa del comedigrafo estudiado.

    En el luminoso rbol de Lope y como una de las ms hermosas ramas de su

    dramaturgia sita el editor a Vlez de Guevara, y sera Lope quien lo denominara

    el nuevo Apolo ecijano. Y es la vida disoluta y compleja, plagado el dramaturgo de

    deudas y viudo varias veces las que abren la evocacin que Alberti realiza del autor

    para dirigirse rpidamente, a vuelapluma, a la obra que est editando y en especial a

    su protagonista, la desdichada Ins de Castro.

    Vlez con su historia construye con el peregrino y extrao caso de amor el ms

    bello drama histrico-amoroso de la lengua espaola, naturalmente vinculado a

    la escuela de Lope de Vega: Todos los elementos folklricos que Lope trae a la

    escena, todo el sentido dramtico nacional y el aprovechamiento del pasado, Vlez

    de Guevara, cortesano y noble, los vierte a travs de pequeas escenas, algunas casi

    fugaces, en un sentimiento romntico que por primera vez alcanza tan alto vuelo en

    nuestro teatro. Destaca en la historia su modernidad conseguida por un suspenso

    de inters que ha permitido que se siga representando, como lo ha hecho, segn

    recuerda el editor, doa Mara Guerrero que lo lanz a la actualidad.

    Lo que ms llama la atencin de Alberti, que recuerda el argumento del drama

    con todo detalle, es el manejo de los sentimientos y las emociones y sobre todo el

    ambiente que se consigue con la accin tan dramtica, aunque no hay en este drama

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    ninguna tramoya sensacionalista; todo es en l juego ntimo de los sentimientos.

    Est ado a la destreza del verso y a la situacin dramtica de los personajes. La altacalidad emocional del autor produce constantemente la emocin que desea. Y tales

    observaciones son las que conducen a Alberti a relacionarlo con el romanticismo

    y considera que, en efecto, esta obra es antecedente del teatro romntico, como se

    evidencia en la escena en la que el rey obliga a la corte a rendir vasallaje y besar la

    helada mano de la reina difunta: Oh, qu escena para conmover a Vctor Hugo!,

    exclama exaltado el editor: Los elementos del drama sentimental romntico ya es-

    tn todos all, frenados, dosicados por un exacto conocedor de los deseos del audi-

    torio de su poca.

    Y ocasin tiene Alberti de relacionar esa escena con otros ejemplos de amor msall de la muerte: la infanta dando la mano al Conde Saldaa, muerto, para legitimar

    al hroe nacional Bernardo de Carpio (Lope de Vega) o el romance de la mano muer-

    ta, la de aquella mujer enamorada que queda a or de tierra y que nada ni nadie podr

    enterrar hasta que llegue el novio y cumpla su promesa de casamiento (Bcquer).

    Porque en la obra de Vlez, como concluye el poeta contemporneo, la retrica de

    la emocin alcanza el lmite romntico.

    No le gusta nada, pero nada de nada, a Alberti la cuarta obra que le corresponde

    editar,Del rey abajo, ninguno, de Rojas Zorrilla, uno de los grandes dramaturgos

    del perodo de Caldern inundado, claro est, del potente ro de Lope. Y recuerdalas representaciones recientes desde que la resucitara Julin Romea y que ha perma-

    necido en escena hasta recientes fechas con Enrique Borrs como protagonista. Sin

    embargo considera que hoy no interesa tanto como antes, a pesar de que por encima

    del argumento central, la pugna entre el honor y el acatamiento de la monarqua,

    considera que posee valores humanos y poticos y maestra tcnica.

    Aun as deja muy claro que no es como las otras obras editadas en el mismo

    volumen: Pero no s qu rigidez, qu engolamiento y enfticos alardes la vuel-

    ven antiptica, menos apta para este nuevo auditorio que reclamamos para las otras

    obras ya aqu reseadas. Advertido lo cual, resuelve el prlogo basndose en lasopiniones de su anterior editor Ruiz Morcuende y de Menndez Pelayo, para insistir

    en su desdn: Dejando a un lado nuestras pocas simpatas por su argumento y por

    su espritu, que hoy consideramos bien muerto, tenemos que subrayar las palabras

    de nuestro gran polgrafo, reconocindolas exactas. Pero advirtiendo que las partes

    consideradas de idlica dulzura tienen un acento potico ms bien duro, falto de

    frescura y de gracia, y los cuadros de apacible intimidad se complican porque en

    sus estrofas revolotean plumas de Gngora y de Caldern. Y por ltimo, la dila-

    cin en el desenlace (destaca un parlamento del protagonista de cerca de doscientos

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    versos) restringe y enfra la honda emocin dramtica que supo comunicar Rojas a

    lo largo de su comedia.Interesa este tono personal que Alberti imprime a su prlogo advertido en di-

    ferentes momentos pero sobre todo en estas observaciones negativas en torno a la

    obra que edita de Rojas Zorrilla. No poda ser de otro modo en un gran intelectual

    y excelente poeta como fue Alberti siempre, que le permite, con autoridad, mostrar

    sus aprecios, valoraciones y tambin sus rechazos de aquel teatro que no le acaba de

    gustar. Y todo lo hace con argumentos que revelan sensatez y buena reexin, aparte

    de su obligacin, cumplida en todo momento, de facilitar los datos bioblibliogrcos

    de cada comedigrafo, que no faltan y con todo detalle, en este ltimo espacio dedi-

    cado a Rojas Zorrilla.No falta, para cerrar, y tras un asterisco, la conclusin del prologuista que, al viejo

    estilo, se dirige a su hipottico lector entre metforas y casi una alegora: Lector: si

    es la primera vez que te detienes al borde de este innito ro del teatro espaol, que

    su arrebato y rumor hondo abran en ti el deseo de hundirte en su corriente, de la que

    estas comedias son tan solo cuatro seales de su luz y eterna resonancia.

    Hay que asegurar desde el principio que el prlogo o estudio preliminar de Ge-

    rardo Diego no se parece en nada al de Alberti, a pesar de que sabemos, o justamente

    por esta misma razn, que Gerardo conoca el prlogo de Rafael. Aunque la estructu-

    ra es muy similar, ya que se abre con una introduccin en la que Diego valora sobre

    todo, en las obras que le ha correspondido editar, su relacin con la poesa, a pesar

    de no pertenecer a los grandes dramaturgos del momento, Lope, Caldern o Tirso de

    Molina. Y advierte que las obras escogidas, con ser tan diversas, se relacionan entre

    s.

    En todas hay un contraste querido entre poesa de inspiracin popular pica

    o lrica y la personal sensibilidad del poeta dramtico que cita, interpola, adapta o

    reeja las palabras o las situaciones de la tradicin y de la leyenda. Lo que ocurre

    incluso en la obra de Rojas, menos popularista pero que no deja de acusar la poesa

    fragante de sus romances. Son comunes tambin los mviles ideales que conducen

    la accin y anudan los conictos de los personajes: el honor o la honra y la obe -

    diencia y lealtad al rey, reejo de una realidad de la poca que hoy nos puede parecer

    alejada, pero que responde a la autenticidad de unas creencias y unas normas de

    vida absolutamente vigentes en la sociedad espaola del siglo XVII.

    Y, por ltimo es comn a las cuatro obras la misma energa y exibilidad poti -

    ca, rpida y sincera a pesar de los convencionalismos de retrica y mtrica. Incluso

    en Rojas, se advierte en todos su calidad de poetas: de poetas lricos de palabra y

    ritmo, de poetas picos de tradicin y andadura colectivas, de poetas dramticos que

    en una rplica, en una sentencia o en un epifonema encierran y potencias plstica-

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    mente todo un conicto de pasiones. Y todo para un pblico candoroso e ingenuo

    al que se le hace llegar el escalofro de la ms alta emocin desde el personaje alespectador: la hazaa ms noble que puede ilustrar una vida de poeta y una gloria

    de teatro.

    Tal como hizo Alberti, incluye a continuacin los cuatro estudios que dedica a los

    cuatro dramaturgos y a los dramas editados, lo que hace de una forma menos equili-

    brada y, a diferencia de Alberti, que separa los anlisis de las obras con un asterisco,

    titula Diego cada una de las partes con el nombre de la comedia: a Las mocedades

    del Ciddedica ocho pginas (XI-XIX); aEl esclavo del demoniosiete (XIX-XXVI),

    aReinar despus de morir seis (XXVI-XXXII) yA del rey abajo, ningunocuatro

    (XXXII-XXV). Y en cada uno de los cuatro anlisis tambin sigue un orden pareci-do, como vamos a advertir.

    Desde luego, ya en el estudio dedicado aLas mocedades del Cidse advierte que

    la forma de trabajar de Gerardo Diego es muy diferente: ms profesoral, ms acad-

    mico, ms ordenado y metdico, ms didctico, sin que estas observaciones supon-

    gan valoracin negativa del trabajo de Alberti. Y, en efecto, en el estudio dedicado

    a Guilln de Castro comienza recordando los detalles biogrfcos ms signifcativos

    para enseguida destacar la relacin con Lope de Vega e informar del resto de su

    produccin dramtica, con la intencin de entrar enseguida en el estudio de la obra

    editada, en la que enseguida destaca la presencia de canciones de tipo tradicional y

    de romances. Esta afcin a introducir versos populares en las comedias, y especial-

    mente romances encarnados y justifcados en la accin dramtica es nota distintiva,

    ms que de nadie en proporcin, del dramaturgo valenciano. Y para demostrarlo

    recorre la historia de la utilizacin de versos populares en las comedias, desde Gil

    Vicente hasta Lope: Pero va a ser Lope quien de modo sistemtico se apropie ms

    entraablemente, con mayor sensibilidad potica, los tesoros del Romancero en su

    doble aspecto de asunto y accin y de texto recitado al pie de la letra por algn per-

    sonaje. No solo recitado sino incorporado a la accin, verdaderamente teatralizado.

    Lo que repercuta en los espectadores de forma contundente: La emocin del pbli-

    co al ver as en vivo los romances que saba de memoria, hechos carne y movimiento

    dramtico, debi de ser intenssima.

    El estudio directo de la obra comienza sealando la importancia de este drama en

    la historia literaria, con referencia a la imitacin de Corneille y lo que la compara-

    cin entre ambas obras ha supuesto en la crtica especializada, asunto que a Gerardo

    le interesa relativamente al ser dos obras tan distintas y con planteamientos ideolgi-

    co literarios tan diferentes. Aun as, destaca la organizacin de la obra de Guillen de

    Castro, ya que revela un detenido estudio de las posibilidades teatrales de la historia

    cidiana al tiempo que grada sentimientos y efectos. Y citar tambin a Menndez

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    Pidal para refrendar la unidad dramtica de la obra sealada por el ilustre llogo.

    Destaca en la obra, sobre todo el vigor pico, profundamente asimilado de la tradi-cin de gestas y romances, lo que consigue con la plstica energa del estilo en el

    poeta y cierta rudeza que en otras obras suyas puede estorbar.

    Valora la importancia de lo religioso en la comedia, y advierte que la presencia

    del gafo en quien se disfraza San Lzaro, aunque sea episdico no estropea la unidad

    de la obra, dado el gusto de la comedia por la yuxtaposicin de acciones como reta-

    blo gtico o serie de secuencias cinematogrcas, con lo que engrandece al hroe,

    enriquecindole ante nuestros ojos, sirve al poeta para elevar a la categora de mito

    religioso a su personaje.

    El captulo dedicado a Mira de Amescua comienza con un detallado anlisisbiogrco y bibliogrco, en el que destaca la estimacin, nada frecuente en los

    estudios literarios del Siglo de Oro, de la poesa del dramaturgo, que Gerardo va-

    lora como la de un exquisito poeta lrico, sin llegar a la complicacin potica de

    otros poetas granadinos. Tpicamente andaluz, con profunda formacin humanstica

    y arte expresivo, enriquecida por la inuencia italiana caracterstica del siglo XVI,

    pero matizndola con toques unas veces realistas, descriptivos, otras ornamentales

    e inventivos dentro del nuevo gusto culto, que culmin en su Fbula de Acten y

    Diana, verdadero modelo de poema mitolgico. Tambin merece para Diego muy

    alta consideracin el teatro de Mira de Amescua, rico y variado, en el que la obrafundamental es la que le corresponde editar, El esclavo del demonio, trascendente

    por muchas razones de carcter histrico, literario y aun teolgico, que se detiene a

    explicar con todo detalle.

    En el anlisis que Gerardo Diego ofrece deEl esclavo del demoniode Mira de

    Amescua es donde ms se advierte la diferencia entre los dos poetas comentaristas

    y editores. Para las sutilezas teolgicas del drama de Mira de Amescua estaba, sin

    duda, ms preparado Gerardo Diego por muchas razones, entre ellas porque conoca

    la cuestin que suscita la obra, la del enfrentamiento entre la predestinacin y el libre

    albedro mucho mejor que Alberti, tanto desde el punto de vista teolgico como his-trico e incluso literario. Por ello Diego se explaya en la cuestin y sita muy bien,

    como no poda ser de otro modo, el planteamiento de la cuestin teolgica y la com-

    para con las obras de Caldern y de Tirso de Molina, que trataron el mismo asunto.

    Pero no solo se limita a tan peliaguda cuestin, sino que tambin aborda el an-

    lisis de la obra como productor literario en relacin con los avances de la escuela de

    Lope de Vega para dejar sentado desde el principio que es una obra slidamente

    pensada, estudiada con hondura por lo que toca a las almas de los personajes y a

    sus posibilidades teatrales, y realizada con seguridad tcnica dentro de las normas

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    de diversidad y modulacin constante que el ejemplo de Lope impona a todos sus

    discpulos.Y, por supuesto, destaca la trascendencia histrica del invento del dramaturgo, ya

    que asegura que la obra de Mira de Amescua es el primer Faustoespaol, si bien se

    la desvirta al adscribirla a otro mito literario emparentado con nuestra leyenda por-

    tuguesa, pero de signicacin simblica diferente. Le llama la atencin, como a Al-

    berti, la escena en la que el demonio Angelio ejerce sus labores de tentacin: Toda

    la belleza y riqueza del mundo aparece pintada con los ms seductores colores.

    Recupera tambin Gerardo Diego de la biografa de Vlez de Guevara aquellos

    episodios ms llamativos y enumera sus aciertos en sus obras de teatro, en su poesa

    sin olvidar su novelitaEl diablo cojuelo.Y en la valoracin de su teatro no falta laobligada alusin al magisterio de Lope de Vega, que Vlez desarrolla particularmen-

    te: Ninguno de los autores espaoles del Siglo de Oro se acerca tanto al estilo y

    maneras de Lope como Vlez de Guevara. Buena parte del bro, del movimiento es-

    cnico, de la fragancia de rasgos, de la sensibilidad para aduearse de los secretos de

    la poesa tradicional, de la capacidad para transformar en fbula teatral la sustancia

    potica de un romance o de un cantarcillo, pasan del maestro al discpulo.

    Pero lo que ms le interesa es entrar enseguida en el anlisis deReinar despus de

    morir, la obra que est editando. Anlisis que se inicia con la tradicin literaria de la

    historia de Ins de Castro presente ya en Os lusiadas de Camoens y que llega, signo

    de modernidad para Gerardo Diego, aLa reine morte de Henri de Montherland. La

    presencia de la cancin Dnde vas el caballero, dnde vas triste de ti, actualiza

    al rey viudo desde Pedro I de Portugal hasta Alfonso XII de Espaa: por eso para

    nosotros la tragedia de Vlez de Guevara presenta un inters, encierra una emocin

    hondsima que difcilmente puede alcanzar un drama no ibrico por mucho talento

    que atesore su autor, para asegurar a continuacin que toda la tragedia de Vlez es

    poesa, poesa intensa, cristalina, frgil.

    Con todo detalle comenta Gerardo Diego los hallazgos de Vlez de Guevara y

    la coordinacin absoluta de las emociones en las diferentes escenas del drama, enri-

    quecidas precisamente por aquello que Diego ms valora, la presencia de canciones

    de tipo tradicional, que inundan de poesa toda la comedia: poesa cortesana, poesa

    descriptiva, poesa dramtica, poesa colectiva y popular: Reinar despus de mo-

    rires, por encima de todo, una tragedia de poeta. Y no ha de pasar inadvertido al

    lector conocedor de Gerardo Diego, en su propsito de valorar muy alto a Vlez de

    Guevara, la comparacin que lleva a cabo de algunos de los ms doloridos versos

    del drama con la elega de Pedro Medina Medinilla cuando Belardo (Lope de Vega)

    llora la muerte de su Belisa. Porque poesa y emocin enriquecen el drama desde su

    comienzo hasta su n.

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    Y con sucinta brevedad, como hiciera Alberti, despacha Gerardo Diego su ex-

    plicacin de la comedia de Rojas Zorrilla Del rey abajo, ninguno. Aunque valoramucho al autor, al que considera uno de los talentos ms vigorosos del teatro es-

    paol, y detalla sus datos biogrcos y biobibliogrcos, como haba hecho en los

    anteriores casos, no parece muy entusiasmado con el drama que edita, que resume

    la tradicin teatral que unen los dos mviles del honor conyugal y del respeto al rey.

    Por supuesto que para entenderla hay que situarla en su poca, ya que hoy puede

    parecernos extraa la excepcin en favor del monarca, injusta prerrogativa que

    viene de la Edad Media.

    Aun as seala queDel rey abajo, ninguno es un drama muy bien compuesto,

    gallardamente versicado y con esa ponderacin en la distribucin de la materia

    dramtica que es logro de madurez, de poca que cuenta ya con una rica experiencia

    teatral y con el ejemplo constante de los grandes maestros, aunque su diccin se

    matice peligrosamente con la hojarasca culterana.

    Y, como es habitual en sus reexiones, se reere a la poesa presente en la co -

    media: las mejores escenas quedan baadas de un hlito de poesa campesina, de

    poesa, no ya oral como la de Lope sino ms bien frutal, ms fotogrca que pic -

    trica, que rara vez logra un modo tan rotundo en nuestro teatro tan abundante en

    tiradas gergicas. Y seala un ltimo y denitivo aprecio al destacar que el valor

    ms acendrado de Rojas es el de coronar una larga tradicin dramtica y servrnosla

    en una apretada sntesis, llevada a sus ms radicales consecuencias.No creo que haya muchos casos en la historia de la literatura y de la crtica li-

    teraria y de la edicin de clsicos que nos permita sorprender a dos grandes poe-

    tas contemporneos en su taller de editores y estudiosos realizando exactamente el

    mismo trabajo editorial: prologar con un detallado estudio preliminar, de la misma

    extensin adems, y editar cuatro obras del teatro clsico espaol que no son las ms

    conocidas ni las ms celebradas de otros tantos autores ciertamente valiosos, pero

    que no han logrado en la historia literaria la categora de un Lope, de un Tirso o de

    un Caldern de la Barca. Y al descubrirlos en esa tarea comn podemos establecer

    coincidencias y tambin diferencias en su forma de tratar las comedias editadas y asus autores, que ponen de relieve, en todo caso, la alta categora intelectual y literaria

    de ambos poetas coetneos.

    (Agradezco a Irma Emiliozzi, a Andrea Puente y a Pureza Canelo su colaboracin

    y sus sugerencias para que este trabajo llegase a su n.)