224166906 alejandra pizarnik la condesa sangrienta 1971

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tA CONDESA SANGRIENTA

ATEJANDRA PIZABNIK

@) 1s7tAQUARIUS LIBROSBuenos Ai¡esEeeho el depódto de .teyIMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

tA CONDESA SANGRIENTA

AQU"ARIUS

El críminal no hace la belleza;

él mismo es Ia auténtíca belleza.

Valentine Penrose ha recopilado docu-mentos y relaciones acerca de un personajereal e insólito: la condesa Báthory, asesinade 650 muchachas*.

Excelente poeta (su primer libro llevaun fervoroso prefacio de Paul Eluard), noha separado su don poético de su minu-ciosa erudición. Sin alterar los datos realespenosamente obtenidos, los ha refundidoen una suerte de vasto y hermoso poemaen prosa.

La perversión sexual y la demenciade la condesa Báthory son tan evidentesque Valentine Penrose se desentiende deellas para concentrarse exclusivamente enla belleza convulsiva del personaje.

I

" '-')

No es fácil mostrar esta suerte de be-lleza. Valentine Penrose, sin embargo, loha logrado, pues juega admirablementecon los valores estéticos de esta tenebrosahistoria. Inscribe el reino subterróneo deErzébet Báthory en la sala de torturasde su castillo medieval : allí, la siniestrahermosura de las criaturas nocturnas seresume en una silenciosa de palidez legen-daria, de ojos dementes, de cabellos-delcolor suntuoso de los cuervos.

Un conocido filósofo incluye los gritosen la categoría del silencio. Gritos, jadeos,imprecaciones, forman una "sustancia si-lenciosa". La de este subsuelo es maléfica.Sentada en su trono, la condesa mira tor-turar y oye gritar. Sus viejas y horriblessirvientas son figuras silenciosas que traenfuego, cuchillos, agujas, alizadores; quetorturan muchachas, que luego las entie-rran. Como el atizador o los cuchillos, esasytejas son intrumentos de una posesión.Esta sombría ceremonia tiene una solaespectadora silenciosa.

* V. Penrose: Erzébet Báthory, la comtesse sanglante. (Mer-cure de Fraace, París, f963).

tA YIRGON DE HIERRO

. . .parmi les ríres rouges

des léares luisantes et les gestes

monstrueuu des femmes mécaniques,

R. D¡uu¡r,

l0

Había en Nuremberg un famoso autó-rnata llamado "la Virgen de hierro". Lacondesa Báthoryadquirió una réplica parala sala de torturas de su castillo de Csejttre.Esta dama metálica era del tamaño y delcolor de la crialura humana. Desñuda,maquillada, enjoyada, con rubios cabellosque. llegaban al suelo, un mecanismo per-mitía que sus labios se abrieran en unasonrisa, que los ojos se movleran.

La condesa, sentada en su trono, con-templa.

Para que la "Virgen" entre en accióne¡ preciso tacar algunas piedras preciosasde su collar. Responde inmediatam'ente conhorribles sonidos mecánicos y muy len-

t3

tamente alza los blancos brazos paraque se cierren en perfecto abrazo sbbrelo que esté cerca de ella -.n .it. casouna muchacha. I,a autómata la abraza yya, nadie p$ri.desanudar el cuerpo vivódel cuerpo de hierro, ambos iguales en be_lleza. De pronto, los seno, n áqrliiudos dela dama de hierro se abren y ápur...ncinco puñales que atraviesan a su

-viviente

compañera de largos cabellos sueltos comolos su.yos.

Ya consumado el sacrificio, se tocaotra.piedra del collar: los brazos caen, lasonrisa se cierra así como los ojos, y laasesina vuelve a ser la ,,Virgen'í

inmóvilen su féretro.

MUNRTE POR ,{GUA

EsI& parado. Y estd parado de modo

tan absoluto y itefínitíuo ,o*o ,iestuaiese sentado.

W'. Gonnsnorilrcz

l4

El camino está nevado, y la sombríadama arrebujada en sus pielés aentio áela carroza se hastía. De 'repente

formulael nombre de alguna muchatha de su sé_qurto. Traen a la nombrada: la condesala muerde frenética y le clava agujas. pocodespués el cortejo ábandona u"n

"tu nieve

a una joven herida y continúa viaie. perocomo vuelve a detenerse, la niña heridah.uJ., es.perseguida, apresada y reintrodu-cloa en h carroza, que prosigue andandoaun cuando vuelve a detenersJpr., la con_desa. acaba de pedir agua helad'a. Ahora Iamuchacha está desnuda y parada en lanieve. Es de noche. La iodbá un círculo

t7

de antorchas sostenidas por lacayos im-pasibles. Vierten el agr¡a

'sobre sú cuerpoy el agua se vuelve- hielo. (La condeia

contempla desde el interior de la carroza).Hay un leve gesto final cle la muchachapor acercarse más a las antorchas, dedonde emana el único calor. Le arrojanmás agua y ya se queda, para siemp.e ¿. óié,ergulda, muerta.

[A JAUTA MORTAI

...des blessures écarlates et noireséclatent dans les chaírs superbes.

RrMs¿uo

IB

L

Tapizada con cuchillos y adornad.alg: ,lllotus puntas de u..á,'su tamañof$mrte un cuerpo humano; se la iza me_drante una polea. La ceremó"i; ;; h jailase despliega así:

La sirvienta Dorkó arrastra por loscabellos a una joven ¿.rnr¿ul''ll encierraen la jaula: alzá la ¡aula-.'Áplrü lu ,,du_

Ta.qe estas ruinas,,, la,onalnnulá vestidade blanco. Lenta y siterrcióü'^JJ^li.ntu .nun escabel situado debajo de la ¡árlu.. Rojo atizad,or en mano, Dorkó azuzaa Ia_ prisionera quien, ul ,it oáá.r'=-u t_,.aquí .ta gracia ¿e la'¡áulá_,"r.*;i"##;sí misma los filosos aceros mientras su

2t

I

sangre mana sobre la mujer pálida que larecibe impasible con los-ojoi puestós enningún lado. Cuando se repóne áe su tran-ce se aleja lentamente. Han habido dosmetamorfosis: su vestido blanco ahora esroj9. y donde hubo una muchacha hay uncadáver.

TORTURAS CTASICAS

Fruits purs de tout outrage et aiergeslde gergures,

Dont la chaír lísse et ferme appelaítles morsures!

B,tunnlernn

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Salvo algunas interferencias barrocas

-tales como "la Virgen de hierro", lamuerte por agua o la jaula- la condesaadhería a un estilo de torturar monóto-namente clásico que se podría resumir así:. _ Se escogían varias muchachas altas,bellas y resistentes -su edad oscilaba en-tre los 12 y los 18 años- y se las arrastrabaa la sala de torturas en donde esperaba,vestida de blanco en su trono, la condesa.Una vez maniatadas, las sirvientas lasflagelaban hasta que la piel del cuerpo sedesgarraba y las muchachas se trañsfor-maban

_ en llagas tumejactas; les apli-

caban los atizadores enró¡ecidos al fue'go;

les cortaban los dedos con tijeras o cizallas;les .^punzaban las llug;;;

"fu, "prr.t icabanrncrsrones con na.vajas (si la 'condesa

ief atigaba de oír gritoé l.r'.oriln lu uo.u; ,iatguna joven ,. á.ruun..J;ffi;r;do pron_l: :: la auxiliaba haciendo-uiá.i'.ntre susprernas papel embebido en aceite). la'sangre manaba como un geiser y el íestiáoblanco de la d,ama noctuina ,. íoluir-iá¡ilY tanto, que debía i.;; ;ñ#u y .ur_biarto por otro (¿.n qré"pór;;r; duranteesa breve interrupció"i1. i.árüiái lo, ,u_ros y el techo se teñían A* iáio.

N9 siempre la dama p..rá"n..ia ocio_sa en tanto los demás se'afanábán y tra-bajaban en torno de ella_ ;-;;; colabo_,u?u, .y entonces, ccn gralt ímpetu, arran_caba la carne -en lof luguiár.-;;, sensi_bles- mediante pequeñas_"pinru, O. plata,hundía asuj?.s, éoriaoa--á 'óüi

;. entrel?:$:1":, aplicaba a las plániár'¿. los piescucnaras y planchas enrojecidas al fr;t;;f ustigaba (en el curso de

"un "r;" ordenóque mantuvieran de pie a una muchachaque

_ acababa de morir y .oniinrO fusti_gándota aunque estabá ilr;;i;j;iambiénhizo morir a' varias con agua irelada (uninvento de su hechiceil ü?*li, i"nsistíaen.symergir a una muchacha ei- igua fríay dejarta en remojo toáálu -.ü.i'En fin,

- -::do se enfermaba las hacía traer a su

:--L') \' las mordía.Durante sus crisis eróticas, escapaban

r; sus labios palabras procaces destinadas, las supliciadas. Imprecaciones soeces y

-r::os de loba eran sus formas expresivaslientras recorria, enardecida, el tenebroso:ecinto. Pero nada era más espantoso ques: risa. (Resumo: el castillo medieval; lasala de torturas; las tiernas muchachas;:as viejas y horrendas sirvientas; la her-nosa alucinada riendo desde su malditoértasis provocado por el sufrimiento ajeno.)

...sas últimas Palabras, antes dedeslizarse en el desJallecimiento con-cluyente, eran: "Mds, todauía mós,mds Juerte!"

No siempre el día era inocente, lanoche culpable. Sucedía que jóvenes cos-tureras aportaban, durante las horas diur-nas, vestidos para la condesa, y esto eraocasión de numerosas escenas de crueldad.Infaliblemente, Dorkó hallaba defectos enla confección de las prendas y seleccionabados o tres culpables (en ese momento losojos lóbregos de la condesa se ponían a re-lucir). Los castigos a las costureritas -y a

las jóvenes sirvientas en general- admi-lían variantes. Si la condesa estaba en uno

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de sus excepcionales días de bondad, Dor_kó se limitába a desnñ.-; ffi culpablesgue continuaban trabajandoiálnr,ru. , bajoIa mirada de la .on¿.iá, .n-ñ aposentosllenos de gatos negros. t_r. mu.trachas so_brellevabaÁ con penoso asombro esta con-9:": lidg]ql.r, prres nunca hubiéran creídoen su posibilidad, real. O..uruñ.n-te, debíande sentirse terribrem;ü;;riliuou. or.,su desnudez las ingresaba .n uná'ruerte detiempo animat ,rátruáá* p;; "i; presencia"humana', de lu .-;nd..;"'pJif..trmentevestida

_que las contemplaüui"Ei, escenaT:,11,*ug a pensar en Ia '¡r,tu..t.1la

de lasvreJas ategorías; la protagó;i;ü de la Dan_za de Ia Muerre.'. D;rñ;; ., propiode la Muerte. rrro"n"lJl? lu'lncesantecontemplación de ,las .riuürul 'por. elladesposeídas. pero hrt ;á.,"ei"desfalleci_miento sexual nos.obúga f t.ür*y expre_srones del morir (jadeo"s y .-rt.;;;res comode agonía ; ramen iós

. u . ó ;.;

"jár' u"r'rrn.uoo.

lli .l puioxismo). Si el u.to .."rái impticauna suerte de muerte, Erráü.t-gáiñ;;;necesitaba de Ia muerte visiblé, elemental,g,?:.fu, para poder, a su vez, miri.r de esamuerte figurada que viene á' i..'.1 orgas_19. Per9, ¿quién ., tu ¡nuiü¡'8. iu Duruqtte asota y agosra :""'nr i- d;;; quiere.br, y además es una ciefini.iár;;;;;te de ta

: :desa Báthory. Nunca nadie no quiso:: tal modo envejecer, esto es: morir. Por-,.r, tal vez, representaba y encarnaba a la-'rluerte. Porque, ¿cómo ha de morir la-"tluerte?

Volvemos a las costureritas y a las sir-,, ientas. Si Erzébet amanecía irascible, no,.e conformaba con cuadros vivos sino que:

A la que había robado una monedaie pagaba con la misma moneda . . . enro-jecida al fuego, que la niña debía apretardentro de su mano.

A la que habia conversado mucho enhoras de trabajo, la misma condesa le cosíala boca o, contrariamente, le abria la boca

¡' tiraba hasta que los labios se desgarraban.También empleaba el atizador, con

el que quemaba, al azar, mejillas, senos,lenguas. . .

Cuando los castigos eran ejecutadosen el aposento de Erzébet, se hacía nece-sario, por la noche, esparcir grandes canti-dades de ceniza en derredor del lecho paraque la noble dama atravesara sin dificul-tad las vastas charcas de sangre.

292B

[A FUEKT,A DE T]N NOMBRN

Et la folíe et la froideur enaient

sans but dnns Ia maíson.

El nombre Báthory -en cuya fuerzaErzébet crela como en la de un éxtraordi-nario talismán- fue ilustre desde los co_mienzos-de.Hungría. No es casual que elescudo familiar ostentara los dientes dellobo, pues los Báthory eran crueles, teme_rarios y lujuriosos. Los numerosos casa-mientos entre parientes cercanos colabo-r?rgn, tal vez, en la aparición de enferme-dades e inclinaciones

'hereditarias: epilep-

sia, gota, lujuria. Es probable que Erzéb'etfuera epiléptica ya que le sobrevenían crisisde posesión tan imprevistas como sus terri_bles dolores de ojos y sus jaquecas (queconjuraba posándose una palóma neii¿apero viva sobre la frente).

33.'1

Los parientes de la condesa no desme-recian la fama de su linaje. Su tío Istvan,por ejemplo, estaba tan loco que confundíael verano con el invierno, haciéndose arras-trar en trineo por las ardientes arenas quepara él eran caminos nevados; o su primoGábor, cuya pasión incestuosa fue corres-pondida por su hermana. Pero la más sim-pática es la célebre tía Klara. Tuvo cuatromaridos (los dos primeros fueron asesinadospor ella) y murió de su propia muerte fo-lletinesca: un bajá la capturí en compañíade su amante de turno: el infortunado fueluego asado en una parrilla. En cuantoa ella, fue violada -si se puede empleareste verbo a su respecto- por toda laguarnición turca. Pero no murió por ello,al contrario, sino porque sus secuestradores

-tal vez exhaustos de vioiarla- Ia apu-ñalaron. Solía recoger a sus amantes porlos caminos de Hungria y no le disgustabaarrojarse sobre algún lecho en donde, pre-cisamente, acababa de derribar a una desus doncellas.

Cuando la condesa llegó a la cuaren-tena, los Báthory se habían ido apagandoy consumiendo por obra de la locura y delas numerosas muertes sucesivas. Se

-vol-

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vieron casi sensatos, perdiendo por ello elrnterés que suscitaban en Erzébet. Cabeadr,'ertir que, al volverse la suerte contraella, los Báthory, si bien no la ayudaron,tampoco le reprocharon nada.

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UN MARIDO GUERRBRO

Cuando eI hombre guemero me

encerraba en srrs brazos era unplacer para mí. . .

Elegía anglo-sajona (s. vrrr)

i

ilii¡

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I

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I

En 1575, a ios 15 años de edad, Er-zébet se casó con Ferencz Nadasdy, gue-rrero de extraordinario valor. Este coeursim¡tle nunca se enteró de que la damaque desperlaba en él un cierto amor mez-clado de temor era un monstruo. Se leallegaba durante las treguas béiicas im-pregnado del olor de los caballos y de lasangre derramad,a -aún no habíañ arrai-gado las normas de higiene-, 10 cual emo-cionaria activamen te a la delicada F.rzébet,siempre vestida con ricas telas y perfuma-da con lujosas esencias.

Un día en que paseaban por los jar-dines del castillo, Nadasdy vio a una niñadesnuda amarrada a un árbol; untada con

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miel, moscas y hormigas \a recorrían y ellasollozaba. La condesa le explicó que la niñaestaba expiando el robo de un fruto. Na-dasd¡z rio candorosamente, como si se lehubiera contado una broma.

El guerrero no admitía ser importu-nado con historias que relacionaban a sumujer con mordeduras, agujas, etc. Graveerror: ya de recién casada, durante esascrisis cuya fórmula era el secreto de losBáthory, Erzébel pinchaba a sus sirvientascon largas agujas; y cuando, vencida porsus terribles jaquecas, debía quedarse encama, les mordía los ho,mbros y masticabalos trozos de carne que había podido extraer.Mágicamente, los alaridos de las muchachasle calmaban los dolores.

Pero estos son juegos de niños -o deniñas. Lo cierto es que en vida de su esposono llegó al crimen.

40

,

ET ESPEJO DD tA MDTANCOTIA

iTodo es espejo!

Ocuvro P¡z

. ..uiuía delante de su gran es¡teioso¡nbrío, el Jamoso espeio cuyo modelohabía diseñado ella ffiisma... Tan con-fortable era que presentaba unos salientesen donde apoyar los brazos de manera depermanecer muchas horas frente a él sinfatigarse. Podemos conjeturar que habien-do óreído diseñar un espejo, Erzébel traz6los planos de su morada. Y ahora compren-demos por qué sólo la música más arreba-tadoramente triste de su orquesta de gita-nos o las riesgosas partidas de caza o el

violento perfume de las hierbas mágicasen la cabaña de la hechicera o -sobretodo- los subsuelos anegados de sangrehumana, pudieron alumbrar en los ojos

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-::---

d9 :u perfecta cara algo a modo de mirada1,,iv-ientq.

porque nad'le ti.n.-Áa, sed detrcrra, de sangre y de sexualidaJJero, qr.estas criaturas q.ue habitan lóilrio, .rio{g: Y a .propóslto de .rp.:orl nun.u pr_dreron aclararse los rumor*, l.ál.u de Iahomosexualidad de l; .;;áü)' igno.án_dose si se trataba de una-i*nl*r.iu incons_ciente

.o.si, por lo contrari;, l;';;ptó connaturalidad, como. un derecho n,á, que lecorrespondía. En lo esencial, r,iviá sumida9l un ámbito exclusivamente femenlno.No hubo sino muje.., én -rüJ

no.h., ¿.crímenes. Luego, ágrno. O.t"ll.r'son ob_vlamente reveladores: por ejemplo, en la1lil d: torruras, en los ;";;i;; de má_xrma. tensión, solía introducir ella mismaun cirio ardiente en el ,."o á. luli.tlru.También hay testimonio, iu. áii." de unaIUJurra menos solitaria. Una sirvienta ase_guró. en

. el proceso que una aristocráticay misteriosa dama v.itida ¿e manceUo vi_sitaba a la condesa. En u*-á.uriOn lasdescubrió juntas, torturando t;;u mu_chacha. Pero se ignora si compartían otrosplaceres que Ios í¿¿i.or.'

!vr¡¡vqt ('a

Continúo con el tema clel espejo. Sibien no se rrata ae expt¡ia;;';;; sinies_tra figura, es preciso ¿itenérse "n'Jl

f,..f,o

de .que .padecía el mal del siglo XVI: lamelancolía.

Un color invariable rige al melancólico:su interior es un espac.io áe color de luto;nada pasa allí, nadie pasa. Es una escenasin decorados donde el yo inerte es asistidopor el yo que sufre pór esa inercia. Estequisiera liberar al prisionero, pero cual_quier tentativa fracasa como hübiera fra_casado Teseo si, además de ser él mismo,hubiese sido, también, el Minotauro; ma_tarlo,

_ entonces, habria exigido matarse.Pero .hay remedios fugitirros": los placeressexuales, por ejemplo, for un breve tiempopueden borrar la silenciosa galería de ecbsy_ d. espejos que es el almá melancólica.Y más aún: hasta pueden iluminar ese re_cinto enlutado y transformarlo en una suer_te de cajita de música con figuras de vivosy. alegres colores que danzani cantan deli_crosamente. Luego, cuando se acabe lacuerda, habrá que retorn ar a la inmovilidady al silencio. La cajita de música no es unSedig de comparación gratuito. Creo quela melancolía es, en suma-, un problema mu_sical: una disonancia, un .itÁó trastor_nado. Mientras afuera todo sucede conun ritmo. vertiginoso de cascad.a, adentronay una lentitud exhausta de gota de aguacayendo de tanto en tanto. De" allí que ese

4544

aluera contemplado desde el adentro mé-lancólico resulte absurdo e irreal y cons_tituya "la farsa que todos tenemos querepresentar". Pero por un instante

-seapor una música salvaje, o alguna droga,o el acto sexual en su máxima-violencial,el ritmo lentísimo del melancólico no sólollega a acordarse con el del mundo externo,sino que lo sobrepasa con una desmesuraindeciblemente diChosa; y el yo vibra ani_mado por energías delirántes.

Al melancólico el tiempo se le manifies-ta como suspensión del transcurrir -enverdad, hay un transcurrir, pero su lenti-tud evoca el crecimiento de las uñas delos.muertos* que precede y continú a a laviolencia fatalmente efímera. Entre dossilencios o dos muertes, la prodigiosa y fu-gaz velocidad, revestida de vaiiadas- for-mas que van de la inocente ebriedad a lasperversiones sexuales y aun al crimen.Y pienso en Erzébet Báthory y en sus no-ches cuyo ritmo medían los gritos de lasadolescentes. El libro que coriento en es-tas notas lleva un retrato de la condesa:la sombría y hermosa d.ama se parece a laal.egoría de la melancolía que muestran losviejos grabados. Quiero récord,ar, además,que en su época una melancllica significabauna poseída por el demonio.

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MAGIA NEGRA

Et qui, tue le soleil pour installer

Ie royaume de la nuit noire.

Anr¡ur

La mayor obsesión de Erzébet habiasido siempre alejar a cualquier precio lavejez. Su total adhesión a la magia negratenía que dar por resultado laintacta y per-petua conservación de su "divino tesoro".Las hierbas mágicas, los ensalmos, los amu-letos, y aún los baños de sangre, poseían,para la condesa, una función medicinal:inmovilizar su belleza para que fuera eter-namente comme un réue de pierre. Siem-pre vivió rodeada de talismanes. En susaños de crimen se resolvió por un talismánúnico que contenía un viejo y sucio per-gamino en donde estaba escrita, con tintaespecial, una plegaria destinada a su usoparticular. Lo llevaba junto a su corazón,

49

bajo sus lujosos vestidos, y 9n medio

de aiguna fiesta 1o tocaba subrepticiamente.Traduzco la plegaria:

Isten, aYúdame; Y tú también,nube que todo lo Puede. Protégemea mí, Erzébet, Y dame una larga uida'Oh nube, estoY en Peligro. Enuíamenouenta g&tos, Irues tú eres la sultre-ma sabelana de los gatos- Otdénalesque se reúnan uiniendo de todos loslugares donde tnoran' de las tnontañas,dllas aguss, de las ríos, del agua de lostechos y ¿et agua de los océanos. Dilesque vengan rópido a morder el corazónán... y-'tamblén el corazón de..- y elde. .. Que desgarcen Y muerdan, tam'bién, él corazón de MegYerY el Roio'Y guarda a Erxébet de todo mal'

Los espacios eran para inscribir los

nombres de los corazones que habrían de

ser mordidos.Fue en 1604 que Erzébel quedó viuda

y que conoció a Darvulia. Este persona;eára, exactamente, la hechicera del bos'que, la que nos asustaba desde los librospara niñós. Viejísima, colérica,. siemprerodeada de gatos negros, Darvulia corres-pondió a ia Íascinaci1n que ejercía en Er-zébet pues en los ojos de la bella encontraba

una nueva versión de los poderes maléficosencerrados en los venenos de la selva y lanefasta insensibilidad de la luna. Lamagia negra de Darvulia se inscribió en el

negro silencio de la condesa: la inició entol juegos mós crueles; le enseñó a mi'rar- morir y el sentido de mirar morir;la animó a buscar la muerte y la sangre en

un sentido literal, esto es: a quererlas porsí mismas, sin temor.

50 5t

BAÑOS DE SANGRE

Si te aas a bañar, Juanilla,

díme a cuáles baños uas.

Cancionero do UPsala

Corrla este rumor: desde la llegada de

Darvulia, la condesa, para preservar su

Iozania, tomaba baños de sangre humana.En efecto, Darvulia, como buena hechicera'creia en los poderes reconstitutivos del"fluido humano". Ponderó las excelenciasde la sangre de muchachas -en 1o posiblevírgenesj para someter al demonio de ladeiiepitucl y la condesa aceptó este remediocomo si se tratara de baños de asiento. Deeste modo, en la sala de torturas, Dorl<ó

se aplicaba a cortar venas y arterias; lasangie era recogida en vasijas y, cuando 1as

dadóras ya estaban exangües, Dorkó vertíael rojo y tibio líquido sobre el cuerpo de

la condesa que esperaba tan tranquila, tanblanca, tan erguida, tan silenciosa.

bb

A pesar de su invariable belleza, eltiempo infligió a Erzébel algunos de lossignos vulgares de su transcurrir. Hacia1610, Darvulia había desaparecido miste-riosamente, y Erzébet, que frisaba la cin-cuentena, se lamentó ante su nueva he-chicera de la ineficacia de los baños desangre. En verdad, más que lamentarseamenaz1 con matarla si no detenía inme-diatamente la propagación de las execra-das señales de la vejez. La hechicera de-dujo que esa ineficacia era causada por lautilizaciln de sangre plebeya. Aseguró -oauguró- que, trocando la tonalidad, em-pleando sangre azul en vez de roja, lavejez se alejaría corrida y avergonzada.Así se inició \a caza de hijas de gentil-hombres. Para atraerlas, las secuaces deErzébet argumentaban que la Dama deCsejthe, sola en su desolado castillo, nose resignaba a su soledad. ¿Y cómo abolirla soledad? Llenando los sombríos recintoscon niñas de buenas familias a las que, enpago de su alegre compafiia, les daría lec-ciones de buen tono, les enseñaría cómocomportarse exquisitamente en sociedad.Dos semanas después, de las veinticinco"alumnas" que corrieron a aristocratizarseno quedaban sino dos: una murió poco des-pués, exangüe; la otra logró suicidarse.

b0

cÁ,srltt0 DB CSDJTNE

Le chemin de rocs est semé de cris

sombres

P. J. Jouvp

-¡ ¡-

Castillo de piedras grises, escasas ven-

tanas, torres cuadradas, laberintos subte-

rráneos, castillo emplazado en la colina de

rocas, de hierbas ralas y secas, de bosques

con fieras blancas en invierno y oscuras en

verano, castillo que Erzébet Báthory ama-

ba por stl funesta soledad de muros que

ahogaban todo grito."El aposentJ de la condesa, frío y m3l

alumbrado por una lámpara de aceite de

iazmin, olia a sangre asi como el subsuelo

a cadáver. De háberlo querido, hubierapodido realizar su "gran obra" a.la luz del

a¡a y diezmar muchachas al sol, pero lefascinaban las tinieblas del laberinto que

tan bien se acordaban a su terible eto'

59

tismo de piedra, de nieve y de mura-llas. Amaba el laberinto, que significa ellugar típico donde tenemos miedo; el vis-coso, el inseguro espacio de la desprotec-ción y del extraviarse.

¿Qué hacía de sus días y de sus no-ches en la soledad de Csejthe? Sabemosalgo de sus noches. En cuanto a sus días,la bellísima condesa no se separaba de dosviejas sirvientas, dos escapadas de algunaobra de Goya: las sucias, malolientes, in-creíblemente feas y perversas Dorkó y JóIlona. Estas intentaban divertirla hasta conhistorias domésticas que ella no atendia,si bien necesitaba de ese continuo y delez-nable rumor. Otra manera de matar eltiempo consistía en contemplar sus joyas,mirarse en su famoso espejo y cambiarsequince trajes por día. Dueña de un gransentido práctico, se preocupaba de que lasprisiones del subsuelo estuvieran siemprebien abastecidas; pensaba en el porvenirde sus hijos -que siempre residieron lejosde elia; administraba sus bienes con in-teligencia y se ocupaba, en fin, de todoslos pequeños detalles que rigen el ordenprofano de los días.

60

MEDIDAS SEYERAS

. . .la loi, froíd.e par elle-méme,

he sauraít étre accesible aur passíons

qu,i peuuent légítímer Ia ruelleaction du meurtre.

S¡rn

,':q

¡I

Durante seis años la condesa asesinóimpunemente. En el transcurso de esos

años, no habían cesado de correr los mástristes rumores a su respecto. Pero el nom-bre Báthory, no sólo ilustre sino activa-mente protegido por los Habsburgo, ate-morizaba a los probables denunciadores.

Hacia 1610 el rey tenía los rnás si-niestros informes -acompañados

de prue-bas- acerca de Ia condesa. Después delargas vacilaciones decidió tomar severasmedidas. Encargl al poderoso palatinoThurzl que indagara los luctuosos hechosde Csejthe y castigase a la culpable.

En compañía de sus hombres arma-dos, Thurz6 lleg6 al castillo sin anunciarse.

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En el subsuelo, desordenado por la san-grienta ceremonia de la noche anterior,encontró un bello cadáver mutilado y dosniñas en agonía. No es esto todo. Aspiróel olor a cadáver; miró los muros ensan-grentados; vio "la Virgen de hierro", lajaula, los instrumentos de tortura, las va-sijas con sangre reseca, las celdas -y enuna de ellas a un grupo de muchachas queaguardaban su turno para morir y que ledijeron que después de muchos días deayuno les habían servido una cierta carneasada que había pertenecido a los hermososcuerpos de sus compañeras muertas. . .

La condesa, sin negar las acusacionesde Thurzó, declar1 que todo aquello erasu derecho de mujer noble y de altorango. A lo que respondió el palatino:. . .te comdeno a prisión perpetua den-tro de tu castillo,

Desde su corazón, Thurzí se diría quehabía que decapitar a la condesa, pero uncastigo tan ejemplar hubiese podido susci-tar la reprobación no sólo respecto a losBáthory sino a los nobles en general.Mientrás tanto, en el aposento de"la con-desa fue hallado un cuadernillo 'cubiertopor su letra con los nombres y las señasparticulares de sus víctimas que allí su-

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610. . . En cuanto a los secuaces deErzé:et, se los procesó, confesaron heehos,:,--r:1bies, )'murieron en la hoguera.

La prisión subía en torno sayo. Se:.-.!13.r,,,n las puertas y las ventanas de su::-s-nto. En una pared fue practicada una'.:-.'::.a ientanilla por donde poder pasarle.--- aiimentos. Y cuundo todo estuttoter-múnado erigieron cuatro patíbulos en/os óngulos del castillo para señalarque allí uivía una condenada a muerte.

Así vivió más de tres años, casi muer-ta de frio y de hambre. Nunca demostróarrepentimiento. Nunca comprendió porqué la condenaron. El 2l de agosto de\61.+, un cronista de la época escribía:Murió hacia el anochecer, abandomadade todos.

Ella no sintió miedo, no tembló nun-ca. Entonces, ninguna compasión ni emo-ción ni admiración por ella. Sólo un quedaren suspenso en el exceso del horror, unafascinación por un vestido blanco que sevuelve rojo, por la idea de un absolutodesgarramiento, por la evocación de unsilencio constelado de gritos en donde todoes la imagen de una belleza inaceptable.

Como Sade en sus escritos, como Gillesde Rais en sus crímenes, la condesa Bátho-

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ry alcanz6, más allá de todo. límite, el úl-timo fondo del desenfreno. Ella es unaprueba más de que la libertad absolutade la criatura humana es horrlble.

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Artes Gró,Ji,cas NegriChacabuco 1038

CapitalImpresión

GammaChacabuco 1020

CaPitalComposición monotiPo

armado tipogrd.fieo1971Junio