“El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás”.

Mc.1, 12-15

¿Por qué se disfraza la gente en Carnaval?

Tal vez el ser humano no logre aceptar nunca su propia imagen. Por eso la cubre con una máscara.

El carnaval es como el resumen de toda la existencia.

La apariencia en lugar de la verdad.

En Cuaresma, la liturgia nos invita

a retirarnos al desierto.

Y en el desierto son

inútiles las máscaras.

Ahí no vale presumir de lo que uno es y menos aún de lo que no es.

El desierto es el espacio de la verdad.En él se desvela la profunda realidad de cada uno: su grandeza y su miseria.

Por eso el desierto es temible para el hombre. Ahí se encuentra consigo mismo.

El primer domingo de cuaresma nos presenta a Jesús en el desierto.

El mismo Espíritu que en el bautismo lo revela como Hijo de

Dios, lo lleva al lugar de la prueba.

La vinculación con Dios no lo exime de las dificultades

y las pruebas.

En el evangelio de Marcos se recordará con frecuencia

este lugar:

A él se retira Jesús para orar (1,35)

Para aislarse de las gentes (1,45)

Y para multiplicar los panes que han de saciar a una multitud hambrienta. (6,35)

Para descansar (6,31-32)

“Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios”

Esa es la oferta de Dios. Dios se presenta como Rey y Señor.

El evangelio de hoy incluye las primeras palabras públicas de Jesús:

“Convertíos y creed en el Evangelio”.

Esta es la demanda de Dios.

La conversión es la respuesta a su presencia.

Quien se convierte acepta el mensaje del Señor.

Pero quien dice creer ha de cambiar de vida.

Señor Jesús, tú os has dado ejemplo para que descubramos la verdad de nosotros mismos.

Que el camino hacia la Pascua que ahora comenzamos nos ayude aceptar y vivir tu Evangelio.Amén.

Texto : José Román Flecha AndrésPalabra del Señor. Edit. Secretariado Trinitario-Salamanca 2007