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C R Ó N I C A

EL MUNDO. DOMINGO 3 DE ENERO DE 2021

42.

El misterio de los llamados “clavos de Cristo”Miden entre 6 y 7 cm, pesan 25 gramos, tienen 2.000 años de antigüedad y fueron encontrados en 1990 en la cueva de Caifás, el sumo sacerdote que condenó a Cristo a la cruz por temor a una revuelta. El geólogo que mejor los ha analizado, y que pudo apreciar leves restos de piel entre el óxido, nos explica su singularidad tras la polémica suscitada por un cineasta que aseguró que son los de la crucifixión de Jesús. Un palentólogo los describe

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C R Ó N I C A

EL MUNDO. DOMINGO 3 DE ENERO DE 2021

43.análisis de isótopos 18 O y 13 C, hemos encontrado que los materiales orgáni-cos e inorgánicos vertidos en el interior y los que se han adherido a los dos cla-vos, muestran muchos ele-mentos químicos y caracte-rísticas físicas idénticas».

Algunos de los nichos fu-nerarios hallados en el subsuelo se encontraban rotos y otros en buen esta-do. Sólo dos llevaban ins-cripciones: el número 6, el más bonito, tenía escrito: «José, hijo de Caifás» y el número 3: «Caifás».

«Según los Evangelios, Caifás fue el jefe del tribu-nal de sacerdotes en el jui-cio a Jesús y el responsable de llevarle a los romanos que luego lo enviaron a la cruz», señala.

A PUNTO DE CAER EN EL OLVIDO Los investigadores descu-brieron astillas finas de madera, de unos 2 cm de largo, unidas a ambos cla-vos. La madera es de cedro, claramente antigua y petrifi-cada por el óxido envolven-te de los clavos. Se encon-traron fragmentos de hueso de tamaño microscópico en el raspado extraído de am-bos elementos. «Nuestras muestras en disciplinas co-mo química, mineralogía y biología hacen pensar que los clavos son de crucifixión y pertenecen a la cueva fu-neraria de los Caifás», aña-de.

En sus análisis de sedi-mentos de 40 osarios en 25 tumbas en la zona de Jeru-salén, no encontraron «hue-llas» químicas y físicas simi-lares. Otro aspecto impor-tante es la presencia de hon-gos vinculada al acueducto situado a unos 50 metros de la cueva.

Nacido en 1935 en Che-coslovaquia, Shimron sobre-vivió al Holocausto gracias a que sus padres lograron es-quivar el tren a las cámaras de gas de Auschwitz. Tras emigrar a Canadá, se instaló en Israel. Con más de 30 años dedicados a la geolo-gía, Shimron se topó con enormes reticencias para que su trabajo sobre los cla-vos viera la luz. «Intentamos publicar el artículo durante dos años en varios sitios pe-ro no superó el filtro del edi-tor debido a que era muy controvertido», cuenta. «Sin embargo, las reacciones de los expertos que revisaron la publicación en Archaeologi-cal Discovery fueron exce-lentes. Google, por ejemplo, colocó el estudio en la cate-goría Google Scholar».

Pero ¿dónde están los clavos hallados en la anti-gua Jerusalén? Pues en la moderna Tel Aviv. El profe-sor Israel Hershkovitz abre la caja fuerte de su despa-cho en la Universidad y sa-ca con cuidado una peque-ña caja. En su interior , dos pequeños objetos, bien cuidados. Descansan allí desde mediados de los 90, cuando Hershkovitz reci-bió dos cajas con material antropológico. Una proce-día del laboratorio del pro-fesor Nicu Hass y la otra venía con el par de clavos, sin precisar su origen.

Los clavos estaban desti-nados al olvido en el Cen-tro de la Departamento de Anatomía y Antropología de la Facultad de Medicina de la Universidad. Pero la visita de Jacobovici hace una década les dio vida cuando el cineasta-investi-gador proclamó que eran los que buscaba de la cue-va de Caifás. «Si se tiene en cuenta el episodio histó-rico, contextual y arqueoló-gico, todo parece apuntar a que estos estuvieron impli-cados en una crucifixión. Dado que Caifás sólo está asociado a la de Jesús, su-mas dos y dos y parece su-gerir que son los clavos», afirmó, admitiendo que «rara vez existe certeza ab-soluta en arqueología».

Entonces, los investiga-dores de AAI y otros aca-démicos discreparon de sus tesis y concluyeron que no había pruebas de que procedieran de la cueva de Caifás ni de que sirvieran para una crucifixión. Pero Shimron responde a Cróni-ca que «ellos perdieron los clavos y no tienen datos al respecto».

Hershkovitz no es tan optimista como el cineasta ni como Shimron. «No se puede saber ni hay prue-bas de que los clavos sean de allí. Unos 200 o 300 cla-vos y metales se hallaron en muchas cuevas funera-rias de Jerusalén de la épo-ca del Segundo Templo», comenta. ¿Y si se conven-ciera de que son de Cai-fás?, insisto. «En ese caso, aún no significa que fueran usados en la crucifixión de Jesús», contesta. Conside-ra a Shimron «un geólogo serio» pero aclara que su estudio no le convenció pa-ra concluir que pertene-cían a la tumba familiar de Caifás ni que fueran para la crucifixión. «Se debe te-ner cuidado porque es un tema sensible. Hay muchas discusiones en torno a Je-sús. Como otras muchas

En un parque en el sur de Jerusalén nadie presta atención al tubo verde que sale de las profundidades de la tierra y de la historia. Obras realizadas en este lugar en 1990 hallaron una cueva funeraria judía del siglo I. Las inscripciones de dos de los doce osarios revelados por la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) apuntaban a que pertenecía a Caifás.

Treinta años después, el misterio gira en torno a dos pequeños clavos vincu-lados a esta tumba familiar del sumo sacerdote judío y quizá, supuestamente, a la crucifixión más famosa de la historia. ¿Fueron em-pleados para crucificar a Jesús? Una pregunta de semejante calibre, 2000 años después, es posible gracias a la respuesta afir-mativa que dio el periodis-ta e investigador Simcha Jacobovici en su documen-tal Los Clavos de la Cruz , que provocó en 2011 un gran revuelo y le deparó acusaciones de sensaciona-lismo y de haber pergeña-do un «truco publicitario».

Hoy, sin embargo, no to-dos lo consideran inverosí-mil. Un estudio liderado por el geólogo Dr. Aryeh E. Shimron no descarta com-pletamente su relación con la crucifixión de Jesús. Las conclusiones desplegadas en 287 páginas de la revis-ta Archaeological Disco-very se basan en análisis químicos y físicos de los clavos, en los materiales adheridos y en el contexto arqueológico e histórico.

«Del trabajo científico realizado con mis colegas Yoetz Deutsch, Werner H. Schoch y Vitaly Gutkin se extrae que es altamente probable que los clavos se-an de la cueva de Caifás. Hay pruebas que demues-tran que son de una cruci-fixión. No puedo afirmar ni descartar que sea la de Je-sús, pero el único episodio conocido al respecto rela-cionado con Caifás fue el de Jesús de Nazaret», ex-plica Shimron mientras me enseña las dos reliquias en el ordenador de su casa en Jerusalén.

Este geólogo ya retirado del Instituto de Geología de Jerusalén detalla: «Em-pleando un microscopio electrónico de barrido geo-químico y petroquímico (SEM-EDX), difracción de rayos X (XRD), y en los

partes de la Biblia, muchos piensan que se trata de his-torias y no de hechos».

«No existe», añade, «nin-gún método científico y tecnológico que establezca su procedencia». Al detec-tar cierta decepción en el periodista al escuchar sus palabras, aconseja: «Hay cosas en la vida que se de-ben dejar como enigma. Si crees que estos clavos que tienes ahora en tus manos son de la cueva de Caifás es igual de correcto que si no lo crees».

En la Antigüedad, la cru-

cifixión era una práctica brutal de humillación y castigo. El Imperio Roma-no la «perfeccionó» duran-te 500 años como mensaje a quien desafiaba el orden establecido. Fue abolida por el emperador Constan-tino I en el siglo IV.

Según el Evangelio, los romanos condenaron a Je-sús como Rey de los Judíos que retaba su dominio. «La referencia a la crucifixión de Jesús por parte del his-toriador romano Tácito es una de las primeras alusio-nes a él fuera del Nuevo

Testamento y la tradición peregrina la ubica en el Gólgota, actual Santo Se-pulcro. «Entre 50.000 y 100.000 judíos fueron cru-cificados por los romanos en el primer siglo», explica Cayetana Johnson, doctora de la Universidad Eclesiás-tica de San Dámaso.

«Soy paleontólogo dedi-cado a la evolución huma-na y a las enfermedades, pero siempre me ha intere-sado la historia de Jesús. Su personaje me fascinó. Quizá fue el primer socia-lista de la historia», comen-ta Hershkovitz, que evoca la gran discusión entre científicos, antropólogos, médicos e historiadores so-bre la forma de su crucifi-xión. «Los romanos no de-jaron ningún testimonio escrito claro sobre de qué forma le crucificaron. Los dibujos e imágenes no se basaron en hechos sino en la imaginación y en la cre-encia de que es la forma más lógica de hacerlo».

LA CRUCIFIXIÓN DE YEHOHANAN La cruz se convirtió en el símbolo cristiano por exce-lencia. «Hasta ahora, la única evidencia física ine-quívoca de clavos usados en una crucifixión es el cla-vo de hueso de talón de 11,5 cm de la crucifixión de Yehohanan, hijo de Hagkol, en una tumba de Jerusalén descubierta en 1968», recuerda Shimron.

Yehohanan, como Jesús, fue crucificado por los ro-manos en el siglo I no lejos de los muros de Jerusalén. «El tercio inferior de su hue-so radial derecho contiene un surco que probablemen-te fue causado por la fric-ción entre un clavo y el hue-so. Por lo tanto, sus brazos fueron clavados al patíbulo a través de los antebrazos y no a través de las muñecas, cuyos huesos se encontra-ron ilesos», dice Cayetana Johnson, para concluir que «es lógico inferir que con-trariamente a la representa-ción habitual en pinturas y biografías, también Jesús te-nía los brazos traspasados y no las manos».

Habla Shimron: «A pesar de que algunos pueden in-terpretar nuestras conclu-siones como un sacrilegio, el estudio refuerza el pen-samiento cristiano en el sentido de demostrar el vínculo entre la tumba de Caifás y dos clavos usados en una crucifixión».

Devuelvo los clavos a la caja fuerte, ajenos al ruido de la controversia.

POR

Sal Emergui JERUSALÉN

Los investigadores descubrieron astillas finas de madera unidas a las dos reliquias. Y se encontraron fragmentos microscópicos de hueso

“Hay muchas discusiones en torno a Jesús y hay cosas que se deben dejar como enigma. Si crees que estos clavos son de la cueva de Caifás es igual de correcto que si no lo crees”

Nuestro corresponsal Sal Emergui (prime-ra imagen de arriba) con los clavos en la

caja fuerte del profesor Israel Hershko-vitz en la Universidad de Tel Aviv. En el centro, Simcha Jacobovici, el cineasta e investigador en cuyo documental, del año 2011, relacionó los clavos con los de la mismísima cruz de Cristo. Y, por último, el geólogo Aryeh E. Shimron, quien, tras analizar los dos clavos de forma exhaustiva, los vincula con la cueva de Caifás y no descarta su relación con la crucifixión de Jesús, aunque tampoco puede asegurarlo. SAL EMERGUI

TRES VISIONES SOBRE LOS

CLAVOS

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3/1/2021 ABC

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3/1/2021 La Razón

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