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Alcaldía Mayor de Bogotá

Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte

BibloRed

FundalecturaDiana Rey Q.Directora Ejecutiva

© Fundalectura, 2017Diagonal 40A bis # 16 - 46, Bogotá D.C. Tel. 320 1511 Fax: 2877071www.fundalectura.org

Investigación y textos: Claudia Rodríguez R. Luisa Fernanada Parra

Coordinación de Tertulias Literarias: Edwin Alejandro Rojas

Edición:Claudia Rodríguez R.

Diseño, diagramación e ilustraciones: Johana Puentes T. (ilustrado)

Tertu

lias Literarias

2017G

AUCHAS

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revistas literarias que expresaban la voz de su generación, esa voz que corría entre círculos de amigos: entre tertulias. Sobresale la longeva revista “Nosotros”, que contó con los autores más representativos de la primera década del siglo, entre ellos Jorge Luis Borges, quien publicó allí, en 1921, el manifiesto del ultraísmo. En 1943 la revista dedicó su último número a la memoria de uno de sus directores, Alfredo Bianchi, fallecido poco antes.

En esta edición de la convocatoria de Tertulias Litera-rias, Tertulias Gauchas, promovida por Fundalectura y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas- BibloRed-, en el marco del proyecto Lectores Ciudadanos, se ha queri-do hacer homenaje a las letras argentinas, país invitado especial de la 31 Feria Internacional del Libro de Bogotá 2018, que ha sido cuna de escritores emblemáticos que han inspirado tantas conversaciones entre nuestros cír-culos de lectores y autores colombianos.

Esta cartilla proporciona a los moderadores de las tertulias algunas orientaciones y herramientas para la conformación y posible desarrollo de las actividades con los contertulios. Está dirigida a personas de la co-munidad interesadas en conformar un grupo de diálogo en torno a la literatura argentina con jóvenes y adultos; a bibliotecarios, docentes, directores de casas de la cul-tura, entre otros.

INTRODUCCIÓN

“Además de la conversación de las mujeres son los sueños los que sostienen al mundo en su órbita. Pero son también

los sueños los que le hacen una corona de lunas, por eso el cielo es el resplandor que hay dentro de la cabeza de

los hombres si no es la cabeza de los hombres el propio y único cielo”.

José Saramago Discurso ante la Academia sueca

Los encuentros entre amigos, surgidos del buen senti-miento de sentirse a gusto conversando sobre temas afines, desde la comida hasta la situación política del momento, han movido al mundo, han movido, literalmente, la cultu-ra. Desde que la palabra hablada, como anhelo expresado, sacó del caos las mentes de los pequeños grupos de homí-nidos sentados alrededor del fuego, hasta hoy, largo reco-rrido de pelambres y trajes ha signado a hombres y mujeres que a lo largo de centurias han intentado pulir el arte de intercambiar ideas, de establecer diálogos para reconocer aquello que valoramos, la forma como tejemos recuerdos, pensamientos y sueños para dar sentido a los quehaceres en el presente e imaginar el futuro.

Las Tertulias, derivadas de esta ancestral práctica que nos humaniza, han dado nombre a los círculos de palabra de los tradicionales encuentros de nuestros ancestros ame-ricanos. Al calor de un café o de un vino, desde el siglo XIX los varones de estas tierras hicieron costumbre conversar y hacer digresiones sobre un tema específico. Las primeras décadas del siglo XX favorecieron estos círculos de escri-tores comprometidos con la identidad cultural y la política de su país, y con una mirada amplia sobre la situación de las letras en Latinoamérica, es el período del postmoder-nismo o de la “Generación del Centenario”. A comienzos del siglo XX el gradual aumento del público lector, surgido en gran parte de la clase media, dio paso a la difusión de

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1. ¿Qué es una tertulia?

• Algo de historia

2. ¿Qué se hace en una tertulia literaria?

3. ¿Para qué sirve una tertulia literaria?

4. ¿Cómo conformar un grupo e iniciar una tertulia literaria?

5. ¿Qué hace el moderador de una tertulia literaria y quién puede serlo?

6. ¿Quien puede apoyar al moderador en el

manejo de la tertulia? 7. ¿Cómo convocar a la comunidad?

• ¿Cómo hacer la convocatoria?

8. ¿Qué se hace en una tertulia literaria?

9. Leer en voz alta: una estrategia básica

• ¿Cómo leer en voz alta? • ¿Qué leer en voz alta?

10. ¿Qué temas a tratar?

• Ejemplo de tertulia alrededor de una narración

• Ejemplo de tertulia alrededor de la poesía

TERTULIAS LITERARIASCONTENIDO

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1. ¿QUÉ ES UNA TERTULIA?

Una tertulia es una reunión que se hace con regularidad, por ejemplo una vez a la semana, para conversar y pensar sobre un tema que interesa a quienes participan en ella. Hay tertulias de todas las clases. Desde las que se dedican a discutir sobre literatura, política, filosofía, arte o ciencia

hasta las que se desarrollan en torno a temas tan particulares como la cocina o el deporte.

La calidad de las tertulias está sujeta al compromiso de las personas que las con-forman porque son sus conocimientos y, especialmente, su disposición para com-partirlos, para escuchar y aprender de los

otros y de los textos leídos, los que alimen-tan sus encuentros.

El propósito de las tertulias literarias pro-puestas en esta cartilla es compartir lectu-ras y libros para impulsar la lectura como medio de comunicación y convivencia. Se trata de propiciar que jóvenes y adultos se reúnan a leer cuentos, novelas y poemas para conversar sobre las opiniones y emo-ciones que lo leído despierta en cada uno.

En los libros encontramos otras maneras de ver y sentir, preguntas que comprome-ten nuestro ser y nos permiten adentrarnos en un camino en el que podemos encon-trar las palabras para convivir con nosotros mismos y con los otros.

ALGO DE HISTORIA...

La conversación alrededor de los textos literarios ha sembrado las semillas de la cultura en todos los países y, también, en todas las civilizaciones, si nos remontamos a las conversaciones que desde tiempos antiguos se tejían alrededor de los prime-ros mitos, al calor de las primeras hogue-ras. A ello contribuye el poder que tienen las palabras para fortalecer los vínculos sociales; quienes participan en las tertulias afianzan su amistad porque intercambian conocimientos, opiniones y experiencias.

La palabra “tertulia” viene del nombre que se le daba a un corredor en lo alto de los antiguos teatros españoles, en donde la gente se reunía para conversar antes de las funciones.

Estas reuniones empezaron a tomar im-

portancia cultural en el siglo XVIII, primero en Europa y después en América.

Las tertulias caseras fueron una de las instituciones con más arraigo en la vida so-cial de la Ilustración. Las más famosas fue-ron en ese entonces las que dieron origen a la Revolución Francesa, algunas de las cuales inspiraron las tertulias aparecieron en el Nuevo Reino de Granada, alrededor de la Expedición Botánica.

Pero como conversar jamás ha sido un privilegio de la gente culta y de los pode-rosos, también son célebres las tertulias de las plazas de mercado, los cafetines y las

esquinas de España, documentadas por novelistas y poetas, en las cuales se discu-tían desde el futuro de los reyes hasta los juegos populares. Así, escritores y gente del común compartían una experiencia de

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Contertulios del Café El Automático: Juan Lozano y Lozano, León de Greiff, Igna-

cio Gómez Jaramillo, Jorge Zalamea. Detrás: Omar Rayo, Hernán Merino, Marco Ospina, Her-nando Téllez Blanco, Arturo Camacho Ramírez.

Caricatura de Mardoqueo Montaña.

gusto por la palabra, las tertulias.

En Colombia algunas tertulias dieron nacimiento a revistas, editoriales y gene-raciones literarias. A finales del siglo XIX el poeta Candelario Obeso se reunía en la cantina La Botella de Oro con otros jóve-nes literatos. A comienzos del siglo XX el grupo de la Gruta Simbólica, al que per-tenecían Rafael Espinosa Guzmán, Julio Flórez y Carlos Tamayo, frecuentaba la misma cantina ylugares como La Torre de Londres, La Rosa Blanca o La Gata Golosa.

Hacia 1920, muchos personajes se unie-ron alrededor de nuevos “tertuliaderos”: ca-fés como El Inglés, en Bogotá, donde toda una generación de políticos, periodistas y

escritores creció, conversando sobre políti-ca. Mientras que en La Cigarra las tertulias se hacían alrededor de los titulares del pe-riódico El Espectador. Cafés como el Pen-nsylvania y el Windsor se hicieron famosos por albergar gentes de letras como Juan Lozano, Alberto Lleras, Luis Vidales y Jorge Zalamea, que conformaron la generación literaria de Los Nuevos. Tomás Carrasquilla, Guillermo Valencia y el caricaturista Ricar-do Rendón frecuentaron La Gran Vía.

El peculiar y genial León de Greiff hizo de El Automático su hogar. En El Victoria, los piedracelistas Eduardo Carranza, Jor-ge Rojas y Carlos Martín discutieron sobre poesía.

De todas las tertulias mencionadas sur-gieron preocupaciones intelectuales que abrieron nuevos caminos en la vida cultural del país y estimularon el surgimiento de toda suerte de cafés literarios en nues-tras principales ciudades. Se destacaron El Avión, frecuentado por Porfirio Barba Jacob en Bogotá, La Toma de la Bastilla (después El Bastilla) por Tomás Carrasqui-lla, en Medellín, o más adelante, hacia 1950, La Cueva, tertuliadero del grupo de Ba-rranquilla, encabezado por Ramón Vinyes, Alfonso Fuenmayor, Alejandro Obregón, Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez, que por su trabajo literario y ar-tístico se convirtieron en pasajes obligados de nuestra geografía cultural. De las can-tinas y los cafés, el escenario pasó a ser el de una revista. De una tertulia surgió Mito, revista fundada por Jorge Gaitán Durán, Hernando Valencia Goelkel y Eduardo Cote Lamus, entre otros.

Durante doce años Mito fue el puente entre la actividad literaria de América y el mundo, contrastada siempre con nuestra realidad nacional. Fueron las páginas de Mito las primeras que recogieron las obras de una generación de escritores hoy famo-sa en el mundo: desde El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez, has-ta Los elementos del desastre, de Álvaro Mutis.

En las décadas de 1960 y 1970 el esce-nario cambió; en Bogotá estudiantes e intelectuales como Roberto Burgos, Eligio García Márquez, R.H. Moreno Durán o Ger-mán Espinosa se reunían en librerías como la antigua Buchholz, la Nacional, la Con-temporánea y la Central; en Cali, alrededor del Teatro La Tertulia se reunían Andrés Caicedo, Enrique Buenaventura, Luis Ospi-na y Carlos Mayolo; los Nadaístas, encabe-zados por Gonzalo Arango, se daban cita en plazas públicas y en universidades de Medellín.

Hoy las tertulias literarias abarcan desde los talleres literarios hasta las conversacio-nes que sobre literatura se hacen en Inter-net.

Contertulios del Café Victoria: Eduardo Zalamea Borda, León de Greiff,

José Vicente Combariza (“José Mar”) y Alberto Lleras Camargo.

Caricatura de Adolfo Samper, 1933.

2. ¿QUÉ SE HACE EN UNA TERTULIA LITERARIA?

Escuchar lecturas en voz alta y hablar sobre lo que esas lecturas hacen pensar y sentir, para que quienes participan en ellas vayan adquiriendo conocimientos que les permitan acercarse más a los libros, y defi-nan sus gustos y

preferencias; de este modo la actividad de las tertulias se irá enriqueciendo sesión tras sesión.

En esta cartilla encontrarán algunas estrategias de promoción de lectura que pueden aplicarse para conformar en cada municipio un grupo de personas que se reúna para tertuliar. También encontrarán ejemplos de las actividades que pueden realizar.

Se trata sólo de algunas pautas para or-ganizar las tertulias con el objetivo de con-solidar las bibliotecas públicas distritales

como centros que reúnena la comunidad. En aquellos municipios en los que todavía no hay bibliotecas, las tertulias buscan pro-mover la lectura y reunir a la comunidad en torno a los libros, para así gestar las biblio-tecas públicas futuras.

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3. ¿PARA QUÉ SIRVE UNA TERTULIA LITERARIA?

Para acercar de una manera agradable la comunidad a los libros. Se trata de un programa que busca crear lazos afectivos con la lectura, a través de un traba-jo sostenido.

La utilidad de las tertulias es precisamente esa: fomentar el gusto por la lec-tura de manera placentera, sin imponer tareas o estudios, y proponer el diálogo como eje de nuevas relaciones entre los habitantes de su comunidad.

4. ¿CÓMO CONFORMAR UN GRUPO E INICIAR UNA TERTULIA LITERARIA?

• Convoque a cuatro o cinco personas de su comunidad interesadas en la lectura y la literatura. Ellos constitui-rán el grupo de base de la tertulia.

• Acuerde un plan de trabajo inicial con los otros miembros del grupo. Pactar los objetivos de la tertulia, la frecuencia con la que se reunirán y cómo van a realizar las actividades, fortalecerá una relación de armonía que facilitará los encuentros.

PARA DEFINIR UN PLAN DE TRABAJO:

• Definan, entre todos, los objetivos de su tertulia. Recuerden que están relacionados con promover la lectu-ra y estimular la participación de los jóvenes y adultos del municipio en una actividad que los acerque a la biblioteca comunitaria, o que pueda llevar a crear una biblioteca en su

comunidad.

• Precisen el lugar y la periodicidad de los encuentros. Acordar una cita semanal facilita que los contertulios tengan en su mente estas reuniones como algo continuo.

• Determinen los temas sobre los cua-les tratarán las sesiones iniciales. Más adelante encontrarán algunas suge-rencias (ver “Qué temas tratar”).

• Piensen en cómo desarrollarán las sesiones de lectura y diseñen una manera de trabajar. En esta cartilla encontrarán dos propuestas básicas (ver “Cómo funciona una tertulia literaria”).

• Elijan una persona para que mode-re los encuentros, dé a conocer la tertulia entre la comunidad y maneje las relaciones del grupo con la biblio-

5. ¿QUÉ HACE EL MODERADOR DE UNA TERTULIA LITERARIA? Y

¿QUIÉN PUEDE SERLO?

El propósito de la tertulia es hacer de la lectura un placer y nunca una obligación. Quien se haga cargo de ella no debe ope-rar como autoridad sino como puente entre los contertulios para guiar las discusiones y ampliar los centros de interés.

Lo ideal es que el moderador o coordina-dor sea un lector asiduo de literatura, con capacidad de convocatoria.

• ¿POR QUÉ UN LECTOR ASIDUO DE LITERATURA?

Porque sólo un lector que continuamen-te lee relatos, poemas y teatro, por gusto, es capaz de transmitir la pasión que siente por los libros y la lectura a otras personas, emocionándolas y animándolas a sostener conversaciones interesantes y amables alre-dedor de lo que lee. También porque uno de los papeles del moderador es sugerir nuevas lecturas que puedan resolver los interrogan-tes que surjan en las conversaciones y pro-poner nuevos autores y textos.

• ¿POR QUÉ CON CAPACIDAD DE CONVOCATORIA?

Porque además de disfrutar la lectura debe tener facilidad de comunicación con

los demás para que pueda invitarlos a hacer parte de la tertulia, presentándola de ma-nera atractiva. Ser tolerante y comprensivo con los ritmos de lectura y expresión de los otros le permitirá reconocer los gustos de los demás para propiciar la unión del grupo alrededor de intereses comunes.

Además de velar para que los encuentros se desarrollen en armonía, deberá involucrar en ellos a la comunidad: la escuela, los pa-dres de familia, las asociaciones culturales, la casa de la cultura… Si hay biblioteca pública en el municipio, también tendrá que llevar las propuestas del grupo ante el biblioteca-rio: acordar el suministro de libros que cir-culen entre los contertulios, la búsqueda de información sobre un autor, conversar sobre los temas que se puedan tocar, teniendo en cuenta los intereses de los lectores.

Cualquier persona receptiva de las opinio-nes de los otros, que ame la literatura y que conozca la identidad de su región puede hacer las veces de moderador. Su poder de-convocatoria, su compromiso con la lectura y con la gente son las herramientas funda-mentales para poner a funcionar una tertulia y volverla permanente.

teca –si la hay– y con las autoridades locales. También pueden distribuir las funciones del moderador entre varios miembros del grupo: encargar a una persona de dirigir las sesiones y a otra de gestionar los recursos, por ejemplo.

• Identifiquen los medios de comuni-cación que les servirán para dar a conocer la tertulia e invitar a otros miembros de su comunidad: volantes, carteleras, emisoras comunitarias, ca-nales de televisión locales, entre otros.

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• Cree una campaña de expectativa: haga anuncios sobre el tema de las tertulias, haga saber que llega un tiem-po a la semana para conversar sobre cuentos, poemas, leyendas y mitos.

• Déle un nombre a su tertulia: no es lo mismo invitar a la gente a las “Tertulias Literarias”, simplemente, que invitarla a participar en la “Tertulia de Don Agus-tín” o en la “Tertulia de la ciénaga”, por ejemplo, empleando el nombre de un personaje notable y estimado por la comunidad, el de un escritor nacido en la región o un nombre alusivo a la his-toria del municipio. Utilice referencias que la gente reconozca.

• Ponga una fecha exacta para el día en que comenzará la primera sesión. Re-cuerde que de no cumplir la gente se desanimará.

• Haga una exposición de libros sobre los temas que ya ha elegido para las primeras sesiones. Puede utilizar los del morral – si gana el premio–, los de la biblioteca o los que pueda reunir en la comunidad. Es bueno que la gente se familiarice con los libros, que los pueda tocar y ojear.

6.Es recomendable que el moderador se apoye en una persona del grupo con

habilidades para convencer a otros miembros de la comunidad de los beneficios de participar en la tertulia.

Esta persona también puede encargarse de contactar al alcalde y al consejo de la localidad para conseguir recursos que garanticen el sostenimiento de la ter-tulia. Estos recursos pueden invertirse en la invitación a escritores y cuenteros, la compra de casetes y videos para escuchar y conocer autores, la invitación a gru-pos de personas no vinculadas con la tertulia a una velada de narración o poesía.

¿QUIÉN PUEDE APOYAR AL MODERADOR EN EL MANEJO

DE LA TERTULIA?

7. ¿CÓMO CONVOCAR A LA COMUNIDAD?

Si en su comunidad hay una biblioteca pública, el bibliotecario puede proponer la creación de estas tertulias como parte de su programa de promoción de lectura, convocando a jóvenes y adultos para que se sumen al grupo base de estos encuentros.

Si la biblioteca aún no ha organizado su programa de promoción de lectura, la tertu-lia es una buena oportunidad para iniciarlo. Para ello el bibliotecario trabajará con lec-tores de la comunidad con el fin de confor-mar el grupo inicial que diseñe la forma en que estos encuentros se llevarán a cabo, así como las estrategias para que otros miem-bros de la comunidad se sumen a ellos.

Si no existe biblioteca, la tertulia puede ser un recurso para conformar un sólido grupo de lectores que con el tiempo gestionen con el alcalde, la casa de la cultura, el concejo

municipal e incluso las secretarías de edu-cación departamentales, la creación de una biblioteca para el municipio. En este caso el morral viajero (premio de esta convocatoria) contendría la primera colección de libros que se ponen al servicio de la comunidad.

¿CÓMO HACER LA CONVOCATORIA?

• Utilice todos los canales de comunica-ción que hay en su municipio: la emi-sora comunitaria, el periódico local, la cartelera de la biblioteca o de la casa de la cultura, o el voz a voz. También anuncie la propuesta en los colegios, para interesar a los jóvenes y docentes.

Proponer a la comunidad que participe en las tertulias implica ofrecerle momentos de esparci-miento en los que pueda disfrutar la lectura en voz alta y la discusión

que esta genera.Quienes comparten estos mo-

mentos, cambian la percepción de sí mismos, crecen como grupo e individualmente y, en últimas,

contribuyen a mejorar la calidad de vida de su comunidad.

• Prepare una presentación de la tertulia: informe de qué se trata, por qué son importantes la lectura, la literatura y las tertulias, cuáles son los objetivos de éstas y cómo se llevan a cabo, así como los retos que deberán vencer (por ejemplo, que en el municipio no hay muchos libros de literatura). En fin, propóngales el espacio de las tertulias como algo que está por construir entre todos y es una alternativa para aprove-char el tiempo libre.

• Proponga los temas que usted y su grupo de base eligieron para las prime-ras sesiones: no se quede en el discur-so sobre la importancia de la lectura, anime a su comunidad con una historia, con un cuento, alimente esa prime-ra sesión con la emoción que le han producido a usted y a algunos de los asistentes los libros.

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8. ¿QUÉ SE HACE EN UNA TERTULIA LITERARIA?

• Es necesario definir la periodicidad y el lugar de los encuentros. Los hora-rios deben permanecer a lo largo del tiempo y el lugar puede ser la biblio-teca, un café, la parroquia, la casa de la cultura y hasta el parque. Tenga en cuenta que:

» El lugar de encuentro sea cómodo y tenga buena luz.

» Compartir un café siempre cae bien para animar la lectura y la discusión.

• Hay varias maneras de hacer una ter-tulia. Proponemos dos:

1. El moderador lee en voz alta el texto escogido, mientras los demás escuchan (Ver “Leer en voz alta”, página siguien-te) y luego invita a la conversación sobre lo que acaban de escuchar. Esta actividad puede variarse: la tertulia puede invitar a un escritor para que lea algo de su obra y converse sobre su escritura y su vida; los participantes pueden congregarse alrededor de una grabación y escuchar a un poeta leyen-do sus poemas o a un escritor o locu-tor leyendo cuentos (vea en el anexo algunas direcciones útiles). Escuchar a escritores y locutores profesionales leyendo también “enseña” a leer en voz alta.

2. Los asistentes llegan a la sesión con el texto leído y el moderador plantea una pregunta o un tema relacionado con el texto, para conversarlo durante la se-sión. También puede abrir la discusión pidiendo a los asistentes que digan cuáles son sus inquietudes.

• El moderador debe cuidar que no se pierda el eje del tema: es posible que las discusiones tomen muchos cami-nos, si en cada sesión el moderador evita que la conversación se desvíe del tema propuesto la tertulia puede profundizar en los géneros, temas y autores elegidos y, también, desarrollar las competencias lectoras de los parti-cipantes.

• Es importante hacer circular el libro que se lee entre los asistentes, duran-te los encuentros y también entre una y otra sesión. Palpar y ojear las páginas de un libro lo convierte en un objeto cercano, común, que se puedefrecuen-tar o dejar a un lado. Esta primera ex-ploración es también una forma de leer y permite encariñarse con los libros.

• Prepare preguntas o un breve texto para iniciar la conversación: nada invita tanto a que otro hable como la emoción: comparta lo que sintió al leer un escrito y plantee después sus in-quietudes sobre él, la época en la que se desarrolla, el autor y el contexto en el que escribió, la relación con otros autores, con otros textos, etc. También es recomendable tener en cuenta las preguntas que los asistentes traen a la tertulia, pues evidencian hasta qué punto los lectores se están relacionan-do con el texto.

Es importante formular preguntas que provoquen respuestas distintas, proble-mas sobre los cuales comenzarán a girar las sesiones propuestas. Una pregunta con una única respuesta no inicia una con-versación, más bien invita al silencio (ver “Ejemplo de Tertulia”)

9. LEER EN VOZ ALTA: UNA ESTRATEGIA BÁSICA

La lectura en voz alta es una de las estra-tegias más poderosas para atrapar lectores y asiduos a su tertulia. El sólo acto de leer para un público en voz alta genera lazos imperceptibles pero duraderos.

Jim Trelease, autor del Manual de la lectura en voz alta (Funda-lectura, 2004) afirma que: En la década de 1960 yo era un joven padre de familia con dos hijos y un trabajo como artista y escritor en un periódico de Massachus-sets. Cada noche leía para mi niño y mi niña, sin saber los be-neficios cognitivos o emocionales que podrían recibir de esa expe-riencia. No tenía idea de lo que eso significaría para su vocabula-rio, su capacidad de atención o su interés en los libros. Leía por una razón: porque mi padre me había leído. Y gracias a que él me ha- bía leído, cuando llegó el momen-to supe intuitivamente que hay una antorcha que debe pasar de una generación a otra.

… Cada vez que leemos en voz alta a un niño o a un grupo es-tamos haciendo un comercial en favor de los placeres de la lectura.

Convengamos entonces lo siguiente: las tertulias son espacios de esparcimiento en donde lo fundamental es disfrutar la lectura en voz alta y la discusión que esta

genera. Las tertulias no buscan crear la obligación de leer, ninguno de sus partici-

pantes debe decir “lo correcto”. Por el con-trario, en las tertulias es importante escu-char y ser escuchado: cualquier opinión es valiosa porque permite contrastar los distin-tos puntos de vista; al decir por qué opinan algo los contertulios reafirman sus conoci-mientos,

afinan su sentido crítico y conciben cada vez más ideas. Todo esto les permite cons-truir una mirada nueva sobre sí mismos

e invita a quienes participan en las tertu-lias a crecer en un grupo donde se generan iniciativas para mejorar el medio en el que viven.

¿CÓMO LEER EN VOZ ALTA?

Para muchas personas la lectura en voz alta está asociada a la escuela. Relacionan la repetición, la vocalización, la articulación y otras de sus características con el primer aprendizaje. Y es normal que así suceda: es en la escuela donde a la mayoría de las per-sonas les han leído en voz alta y ese recuer-do es imborrable. La voz tiene una fuerza tal que cuando nos reunimos por placer para escuchar cómo alguien nos lee, su voz nos transmite giros, énfasis y significados que en la lectura individual se nos pasan por alto. La voz congrega y propicia una especie de ritual en el que los asistentes se sienten con-vocados por la palabra de un autor y por las emociones que todos experimentan.

• Leer antes de la sesión el texto que leerá en público. Esto le permitirá conocer el texto, adelantarse a sus dificultades, investigar palabras que no conoce, adueñarse del tono del texto, en fin: meterse en el pellejo de los per-

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sonajes y las situaciones. Esta lectura previa también le permite saber si el texto es adecuado para leerlo en voz alta y, lo más importante, si lo emo-ciona... si no lo hace, busque otro o su lectura carecerá de lo básico: entusias-mo.

• Leer despacio y vocalizando. Se trata de que los otros escuchen y compren-dan cada palabra, toda una frase, toda una página.

• Entonar. Trate de reproducir el carác-ter del personaje, de las descripciones, de los ambientes (terror, amor, miedo, ternura, etc.).

• Apoyarse en gestos, movimientos o sonidos, con mesura. La expresión de su rostro, de sus ojos, el movimiento de sus manos y de su cuerpo comple-mentan el tono del texto y le dan vida. Es mejor una lectura natural que una muy teatral, que podría fastidiar a su público.

• Hacer pausas en la lectura. Deténgase de vez en cuando. Haga comentarios sobre el texto. Intente mezclar en esas pausas intervenciones de su público.

• Recordar que lee para otros. Tenga en cuenta que las personas tienen ritmos de comprensión diferentes. Mientras en la primera lectura algunos hacen interpretaciones y preguntas al texto, otros se quedan en las palabras escu-chadas, sin explorarlas y necesitan del apoyo de los otros y de una nueva lec-tura para captar su sentido profundo.

¿QUÉ LEER EN VOZ ALTA?

Para leer en voz alta es preciso buscar textos que sirvan para ello. No todos los libros ni todas las historias son susceptibles de crear emoción en los participantes pues no todas cuentan con un lenguaje o una es-tructura suficientemente atractivos para ser escuchados.

• Comience con historias cortas o poe-mas que atrapen a su público. Histo-rias cercanas que lo emocionen prime-ro a usted, pues ese sentimiento será clave al leer para otros. Hay historias muy sencillas que conmueven y provo-can discusiones. Con el tiempo pueden comenzar a leer novelas cortas (un capítulo por sesión).

• Hable sobre el relato o el poema, si quiere. Vincúlelos afectivamente con los textos. A usted le gustaron por algo y es clave que lo diga, que los haga partícipes de sus preguntas. Cuando usted comienza una sesión diciendo, “anoche me leí esta historia y me emocioné mucho porque el perso-naje parece uno de nosotros”, ya está tejiendo intereses, despertando las ganas de escuchar.

• Los textos con mucho diálogo son di-fíciles de leer en voz alta pues requie-ren de diferentes entonaciones para identificar los personajes.

• Piense en los gustos de su grupo. Esté siempre muy atento a sus ob-servaciones, comentarios y opiniones pues de ellos pueden salir propuestas interesantes sobre temas a tratar pos-teriormente.

• Antes de terminar la sesión deje in-quietudes sobre el próximo texto. Un anzuelo que garantice que las sesio-nes estarán atravesadas por nuevas y emocionantes lecturas.

Para preparar cada sesión es indispensable que el moderador haga mínimo dos lecturas previas del texto que va a presentar. Así podrá preparar las preguntas que planteará a los demás. Estas preguntas surgen de su relación íntima con el texto pero también de una lectura analítica con la que identificará los elementos claves de la

obra que son los que resaltará en la discusión.

10. ¿QUÉ TEMAS TRATAR?

El tema es uno de los asuntos que deberá definirse con antelación para que la tertulia tenga éxito. Los temas son tan diversos e infinitos como las lecturas. Una de las suge-rencias para que los temas enganchen a la comunidad es hablar sobre problemas cer-canos; no eluda nada por doloroso, sensible o controvertido que parezca.

La mayoría de las veces los temas salen de la lectura. Por ello es importante que para echar a andar las tertulias se conozca el ma-terial con el cual se trabajará. Es fundamen-tal que todos los asistentes lean para llegar con elementos a las conversaciones.

PARA QUE LOS ASISTENTES SE FAMILIARICEN CON LOS LIBROS

• Invítelos a la biblioteca comunitaria

• Anime a su bibliotecario a hacer prés-tamos a domicilio.

• Pida a las personas de la comunidad que presten al grupo algunos de los libros que tienen en sus casas, escoja

los mejores y pida autorización a sus dueños para conformar una colección itinerante que sirva de apoyo a la ter-tulia.

EJEMPLOS DE TEMAS

Dos autores de talla gorda, cada uno con su singular cosmovisión, han sido punto de referencia obligada al pensar la lite-ratura argentina del siglo XX. Borges y Cortázar tienen un muy original modo de plasmar conceptos como tiempo, espa-cio, destino o realidad. Sus narraciones se nutren de complejas e insólitas imágenes que, en el primer caso, revelan una pode-rosa erudición, producto de sus múltiples lecturas y reflexiones. El segundo, no exento de erudición, pero mucho me-nos de humor como recurso desafiante y subversivo, en su galopar literario escapa de la linealidad temporal y sus personajes trasgreden la frontera entre lo real y lo fantástico. Ambos entregan sortilegios aunque de muy diverso talante. Los juegos de espe-jos e invenciones de mundos encadena-

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dos por la mente de quien tiene sueños lúcidos, contrastan con personajes en situaciones absurdas y desfachatadas per-fectamente coherentes con los mundos de las predominantes narraciones cortas de Cortázar. Dos maneras originales de hacer literatura fantástica.

¿Hace Fito Páez poesía?Si bien la música misma de las palabras haría la delicia de un poema, los hay, tam-bién, sin el encanto de la cadencia rítmica. Pero plagados de sentido, de sensaciones, de poesía. Y entonces, sí que es bienveni-do el acompañamiento musical. Fito Páez, músico y compositor, canta con vehemen-cia historias de ciudad, sus encuentros y desencuentros, rabias, frustraciones y, como Baudelaire, la dulzura del amor na-cido entre el fango.

Las canciones de Fito pendulan entre la desesperanza y la ternura, lo individual y lo colectivo; son declaraciones, descrip-ciones, escenas, son el sentir de una gene-ración acunada por la Madres de Plaza de Mayo, adolorida, y en busca “una estúpida razón” para vivir. Fito es contradictorio como el grito de lo que se quiere susurrar.

Esto implica que los libros podrán pres-tarse a domicilio a los miembros del grupo.

• Promueva lecturas complementarias al tema que se está tratando. Por ejemplo si se están leyendo relatos de Marcel Proust, proponga la lectura de artículos o ensayos sobre su obra, su época y las corrientes literarias que lo influyeron. Válgase de enciclopedias, historias de la literatura y libros con estudios críti-cos. Si tiene acceso a Internet consulte los buscadores temáticos (como www.google.com, www. altavista.com). Si carece de cualquiera de estas opciones póngase en contacto con los talleres literarios de su región para que le pres-

ten apoyo en este sentido.

• No siempre el tema gozará de la popu-laridad necesaria. Cuando esto ocurra no dude en cambiarlo.

MANEJO DE LOS TEMAS

• Un mismo tema, la muerte por ejem-plo, puede ser tratado a lo largo de varias sesiones. Del mismo modo, un mismo cuento sobre el tema puede desarrollarse en dos o más sesiones. Todo

• depende de la motivación del grupo.

Igual puede ocurrir que un tema se agote en dos sesiones y sea necesa-rio acordar entre todos el tema de los siguientes encuentros.

EJEMPLO DE TERTULIA ALREDEDOR DE UNA NARRACIÓN

Tema: Tiempo, realidad y delirio.Novela: La noche boca arriba, Julio Cortázar.

Actividades previas para el moderador

1. Lea cuidadosamente el cuento de Julio Cortázar La noche boca arriba que aparece a continuación. Después, léalo nuevamente, señalando la estruc-tura temporal propuesta por el autor, las palabras que desconoce o los pa-sajes que merecerían ser destacados al leerlos en voz alta.

2. Busque información sobre Julio Cortá-zar (Argentino: 1914-1984).

Actividades durante la tertulia

1. Presente al autor o introduzca

el tema. En este caso, se podría presentar así: Este cuento de Julio Cortázar me gustó mucho porque hace un juego interesante con la lógica de la secuencia temporal y con la imaginación del lector. Nos obliga a revisar lo que leemos y lo que pensamos de lo que leemos. Vamos a la lectura y después me cuentan sus impresiones”. O: El argentino Julio Cortázar fue uno de los primeros autores latinoamericanos que en los años 60 decidió hacer una ruptura con la linealidad del relato y, junto con otros, como García Márquez o Juan Rulfo, conformó el estilo que definiría el “Boom latinoamericano”, una categoría determinada por los ojos extrañados de los europeos. Veamos.

2. Lea en voz alta el cuento. Si hay necesidad, permita que los participantes intervengan con sus comentarios, escúchelos y retroceda en la lectura para aclarar secuencias y para conservar el hilo del relato.

3. Cuando termine la lectura:

• Invite a conversar sobre ella: retome algunos de los planteamientos que se hicieron mientras usted leía.

• Si no se hicieron: plantee las preguntas e ideas que se le ocurrieron cuando leyó el texto por primera vez. Por ejemplo:

- ¿Quién es el protagonista? ¿Cuál es el tiempo de la realidad? ¿En dónde ocurren los hechos? ¿En qué momento del relato se fracturó la realidad espa-cio temporal? Finalmente, ¿Qué es real y qué delirio o sueño? ¿Qué sensación persiste durante la lectura?

- ¿Qué siento cuando leo este tipo de historias? ¿Podría hacer una caracterización ca-bal de cada personaje a partir de sus

reflexiones y anhelos? En cada caso, podemos volver al texto para explorar cómo las palabras van configurando las situaciones planteadas.

• Establezca relaciones entre el relato y sus vivencias y las de los participantes.

• Invite a los participantes a conjeturar y confrontar opiniones. Vuelva al texto y entre tanto aproveche su lectura previa para seguir contando aspectos de la obra.

• Haga comentarios oportunos sobre el contexto de la obra para ampliar el diálogo. Comparta lo que usted sepa sobre Cortázar y relaciónelo con la historia: Su interés por los orígenes de los pueblos latinoamericanos y, en ese sentido, el cuento como metáfora del mestizaje. O, los espacios que se trenzan en quienes se asientan en uno y otro lugar del mundo a lo largo de su vida, como el autor, hasta perder, confundir y /o robustecer su identidad.

• Termine la sesión recogiendo y proponiendo ideas para reflexionar en torno al texto. Si tiene tiempo, reflexione sobre la transgresión de la lógica secuencial en la obra de Cortázar, leyendo “Las líneas de la mano” relacionando ambos textos.

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sentido muy bien, casi contento.Lo llevaron a la sala de radio, y veinte mi-

nutos después, con la placa todavía húme-da puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mu-jer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. “Huele a guerra”, pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como

el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.

Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El bra-zo no le dolía nada y solamente en la ceja,

Y salían en ciertas épocas a cazar enemi-gos; le llamaban la guerra florida.

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adónde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces

que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en las piernas. “Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado…”; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blan-da donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. “Natural”, dijo él. “Como que me la ligué encima…” Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó bue-na suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de rue-das hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromea-ban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría

LA NOCHE BOCA ARRIBAJULIO CORTÁZAR

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del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al Teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne.

Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada… Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte

donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios re-secos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.” Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Oyó los gritos y se enderezó de un

salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.

-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.

Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin… Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor

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país tenías un vestido y un amor y yo simplemente te vi.

Todo lo que diga está de más las luces siempre encienden en el alma y cuando me pierdo en la ciudad vos ya sabés comprender, es sólo un rato, no más tendría que llorar o salir a matar te vi, té vi, té vi y yo no buscaba a nadie y te vi te vi, té vi, té vi y yo no buscaba a nadie y te vi

(Tomado del álbum “No sé si es Buenos Aires o Madrid”.)

Actividades durante la tertulia

1. Empiece la sesión leyendo el poema mientras escucha la canción de Fito Páez.

2. Presente al autor.

3. Lea el poema sin música y converse espontáneamente sobre él. ¿Qué imágenes les parecieron bonitas? ¿Qué se les ocurriómientras lo escuchaban?

4. Hable luego del poema, sobre lo que usted encuentra en él y, a partir de allí, invite a sus contertulios a conversar. Por ejemplo: Los encuentros casuales y la aparición del amor, sobre las nimiedades que construyen una relación, sobre la necesidad de estar solo o sola. Sobre el sentimiento de ser extranjero. Las formas de nombrar a la amada. El efecto de las repeticiones: el estribillo.

5. Escuche las opiniones de los participantes, quizás algunos hagan referencia a su vida personal, a otras canciones bien de Fito, o de otro autor; también puede ocurrir que guarden silencio, en ese caso tenga en cuenta los datos que haya recogido sobre el autor, otros poemas en los que la exaltación del amor sea distinta, narre, si tiene, una anécdota.

6. Lea poemas amorosos de otros autores y establezca un diálogo para comparar estilos.

7. Escuche las ideas que sus contertulios expresen en el transcurso de la sesión y, a partir de ellas, sugiera otras posibilidades de ahondar en el tema de la poesía amorosa y de diversas formas de amar.

que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

Publicado en “Final del Juego”, 1956

Ejemplo de tertulia en torno a la poesía

Tema: El amorPoema: “Un vestido y una flor” de Fito Páez

1. Actividades previas para el modera-dor. Lea el poema que aparece a con-tinuación Léalo nuevamente, en voz alta y después con música. Señale las palabras desconocidas y asociaciones de ideas que le resultan insólitas o los pasajes que le gustaría destacar en la tertulia.

2. Busque información sobre el autor y su obra. Un Vestido y un amor (Te vi).

Un vestido y un amor (Te vi)

Te vi juntabas margaritas del mantel ya sé que te traté bastante mal no sé si eras un ángel o un rubí o simplemente te vi

Te vi saliste entre la gente a saludar los astros se rieron otra vez la llave de Mandala se quebró o simplemente te vi

Todo lo que diga está de más las luces siempre encienden en el alma y cuando me pierdo en la ciudad vos ya sabés comprender, es sólo un rato, no más tendría que llorar o salir a matar te vi, té vi, té vi y yo no buscaba a nadie y te vi

Te vi fumabas unos chinos en Madrid hay cosas que te ayudan a vivir no hacías otra cosa que escribir y yo simplemente te vi

Me fui me voy de vez en cuando a algún lugar ya sé no te hace gracia este

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