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UNIVERSIDADA NACIONAL DE COLOMBIA FCH-DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA SFM: HOBBES CRISTIN JAVIER SÁNCHEZ TORRES LA CONDICIÓN DE ENAJENACIÓN SEGÚN ROUSSEAU: EL LENGUAJE Desde que el filósofo Ludwing Wittgenstein dijo “Los límites de mi lenguaje son los límites de mí mundo” mucho es lo que se ha reflexionado sobre la condición enajénate del lenguaje. Quizá recuperar el aporte al respecto del filósofo Jean Jacques Rousseau puede ser esclarecedor. Sin embargo, es pertinente aclarar que el enfoque que se le da al aporte del ginebrino no es lógico, sino político. Sostendré la tesis de que el elemento opresor, o depravador, de la primitiva condición humana -el buen salvaje- es el lenguaje. Es preciso advertir que los dos textos que se estudiarán no sólo poseen matices y registros diferentes, sino incluso contradicciones. Bien lo señalaba el propio Rousseau “tengo la desgracia de ser un poco obstinado con mis paradojas”. Esta circunstancia, pese a que no justifica, si excusa el mediocre tratamiento que pueda recibir partes capitales de la temática en las siguientes líneas. “La palabra distingue al hombre de los animales y el lenguaje distingue a los hombres entre sí” (Ensayo p.9) Con estas palabras inicia Rousseau su Ensayo, afirmando tres supuestos que iremos desglosando a lo largo de este escrito: 1) El hombre es un ser de lenguaje, 2) El lenguaje es una capacidad adquirida y 3) hay que observar primero las diferencias para descubrir las propiedades. El tercer supuesto es al que Rousseau primero le dedica su atención, sin remontarse aún al estado de naturaleza. Dice Rousseau que las lenguas naturales: “los animales que las hablan las poseen de nacimiento, todos la tienen y es la misma en todas 1

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Ensayo sobre Rousseau

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Page 1: 2 Rousseau

UNIVERSIDADA NACIONAL DE COLOMBIAFCH-DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍASFM: HOBBESCRISTIN JAVIER SÁNCHEZ TORRES

LA CONDICIÓN DE ENAJENACIÓN SEGÚN ROUSSEAU: EL LENGUAJE

Desde que el filósofo Ludwing Wittgenstein dijo “Los límites de mi lenguaje son los límites de mí mundo” mucho es lo que se ha reflexionado sobre la condición enajénate del lenguaje. Quizá recuperar el aporte al respecto del filósofo Jean Jacques Rousseau puede ser esclarecedor. Sin embargo, es pertinente aclarar que el enfoque que se le da al aporte del ginebrino no es lógico, sino político. Sostendré la tesis de que el elemento opresor, o depravador, de la primitiva condición humana -el buen salvaje- es el lenguaje.

Es preciso advertir que los dos textos que se estudiarán no sólo poseen matices y registros diferentes, sino incluso contradicciones. Bien lo señalaba el propio Rousseau “tengo la desgracia de ser un poco obstinado con mis paradojas”. Esta circunstancia, pese a que no justifica, si excusa el mediocre tratamiento que pueda recibir partes capitales de la temática en las siguientes líneas.

“La palabra distingue al hombre de los animales y el lenguaje distingue a los hombres entre sí” (Ensayo p.9) Con estas palabras inicia Rousseau su Ensayo, afirmando tres supuestos que iremos desglosando a lo largo de este escrito: 1) El hombre es un ser de lenguaje, 2) El lenguaje es una capacidad adquirida y 3) hay que observar primero las diferencias para descubrir las propiedades.

El tercer supuesto es al que Rousseau primero le dedica su atención, sin remontarse aún al estado de naturaleza. Dice Rousseau que las lenguas naturales: “los animales que las hablan las poseen de nacimiento, todos la tienen y es la misma en todas partes” (Ibíd. p. 16). Así al encontrarse en el género humano un amplio número de lenguas es porque la capacidad de hablar del hombre no es innata, sino adquirida. La diferencia de lenguas ha permitido a Rousseau establecer su primera propiedad: el lenguaje es una capacidad adquirida.

Llegados a este punto, que hemos identificado como segundo supuesto, nos vemos obligados a dilucidar el carácter “adquirido de la lengua”. Con respecto a esto, y pese a que Rousseau pareciese inclinarse –al igual que el padre Lami- porque el lenguaje es una infusión directa de Dios (Ensayo* p.13), el autor del Contrato Social concibe la estructuración del lenguaje, su adquisición, como una evolución. Me explico. Rousseau analiza el tránsito entre signo natural y signo instituido como una progresión hacia el lenguaje articulado desde el simple gesto.

Aquí se distancia Rousseau del abate de Condillac quien consideraba que la aparición del lenguaje se debía al hecho de que

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Dos niños en un desierto profieren gritos y realizan gestos como expresión natural de sus sentimientos. (…) cada niño, al ver al otro gritar desconsoladamente, entenderá este grito como un signo de algo (lo que causó el desconsuelo) y, entonces, será capaz de dar el paso de usar este signo para referirse a la causa del desconsuelo. El primer signo ya habrá quedado instituido, los niños dispondrán así de su primera palabra y el lenguaje habrá nacido. (Taylor, 1997, pp. 116-117)

Para Rousseau ese grito primitivo, que él acompañará con el adjetivo de la naturaleza, no era lo suficientemente diciente para establecer el lenguaje. Para despertar las pasiones sí, pero no para dar origen al lenguaje articulado y representativo. Aunque en otro sentido, pero adaptable al caso presente, Rousseau dirá que: “se equivoca el músico que quiera expresar el ruido por el ruido” (Ensayo, p.79). El lenguaje, en su condición arbitraria, no es más que un ruido cargado de significado socialmente aceptado; así, referirse a él como un ruido del ruido sería un argumento circular.

Rousseau, para exhibir con la claridad que conviene a su objeto, se ve obligado a exponer sus reflexiones para subsanar las dificultades que la teoría de abate de Condillac dejaba abiertas. Para tal empresa el autor parte de la identificación de dos maneras de obrar sobre los sentidos de los demás: a través del gesto y a través de la voz. La segunda manera de obrar no representaba más que una presencia de un semejante, de otro buen salvaje, mientras que la primera –el gesto- podía representar más que eso. Pensémoslo a través de un ejemplo.

En el estado de naturaleza percibir un gemido, una respiración agitada o el crujir de las hojas pisadas únicamente comunicaba la presencia de otro, de un semejante. Mientras que si ese mismo semejante por medio de pantomimas comunicaba una necesidad biológica o un descubrimiento, pese a que necesitase la presencia cercana del objeto, implicaba un mensaje más allá de la mera presencia. Obsérvese en este punto como el lenguaje se divide en dos principios uno sensible, el signo, y otro inteligible, la representación mental.

En este momento es importante insertar el elemento principal de la consideración russoniana del lenguaje: las pasiones. Se había dicho anteriormente que las voces primitivas o gritos de la naturaleza sí despertaban las pasiones pero no originaban el lenguaje. Este punto resulta capital pues cuando el individuo singularmente considerado detectaba que un objeto presentaba patrones de comportamiento similares a los propios: dolor ante un golpe, quemaduras, derramamiento de sangre, no tardaba en ponerse en contacto con ese objeto. Rousseau llamará la atención sobre este primer refinamiento instintivo llamándolo “instinto interior de la conmiseración”, o piedad (Discurso, p.20). Las palabras de Rousseau al respecto son penetrantes

Tan pronto como un hombre fue reconocido por otro como un ser que siente, piensa y semejante a él, el deseo o la necesidad de comunicarle sus sentimientos y sus pensamientos le hizo buscar los medios para lograr tal comunicación (Ensayo, p. 9)

Los medios a los que se refiere Rousseau son signos que por su semejanza o contigüidad permitían entrecruzar sentimientos. Los más adecuados y los únicos disponibles eran entonces los

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gestos. Los cuales expresaban más y en menor tiempo, cosa muy ventajosa para los encuentros ocasionales e irrepetibles.

Me permito insertar en este momento una pequeña digresión, en la cual se observa la fuerte influencia del filosofó ginebrino en el padre del estructuralismo Claude-Levi Strauss, quien consideraba a Rousseau como el fundador de las ciencias del hombre. Por lo menos dos tesis que Strauss va a considerar son el carácter incestuoso de las primeras relaciones y lo injustificable de lenguaje entre los primitivos. Rousseau en el Ensayo comenta como “se llegaba a ser marido y mujer sin dejar de ser hermano y hermana” (Ensayo* p. 17). Por otro lado, –y a la vez en favor de la posición anterior- en el Discurso Rousseau precediendo a Strauss declara como “los machos y las hembras se unían fortuitamente, según se encontraban y según la ocasión y el deseo, sin que la palabra fuese un intérprete muy necesario para las cosas que tenían que decirse” (Discurso, p. 39)

La anterior asociación permite a Rousseau apartarse de la idea clásica de que “la necesidad es la madre de todas la invenciones” (Hobbes, 1994, p.23); pues como quedo afirmado anteriormente, lo biológico no necesita palabra para satisfacerse.

Es necesario insertar aquí una especificación, la correspondiente al modelo iusnaturalista propio de Rousseau. Contrario al planteamiento de Hobbes, Rousseau concibe una estructura tripartita en la formulación de su modelo: estado de naturaleza, estado civil y República. La esencia de tal separación tiene un doble objetivo. Primero, criticar la postura de Hobbes que “al estudiar a los hombres miró cerca de sí” (Ensayo, p.41), no retrocedió lo suficiente para formulación de su Leviathan. Segundo, permitir un “optimismo antropológico” expresado en la figura del buen salvaje que tanta carrera ha hecho en los comentaristas del ginebrino.

Así las cosas, la formulación del lenguaje en el estado de naturaleza es una producción vana para unos individuos que entregados al solo instinto, comían, bebían y a los cuales les gustaba dormir. En cambio en el estado civil, que es el propiamente descrito en el capítulo IX del Ensayo, los individuos mantenían cierto roce continuo que empezó por refinar sus instintos e ir extraviando la voz natural que “ha podido depravar, pero que no han podido destruir” aquella naturaleza primera. (Discurso p. 24).1

Tras exponer de manera muy sucinta los planteamientos de Rousseau debemos embarcarnos en el análisis de un móvil muy russoniano: la perfectibilidad. Éste es el gran telón de fondo de las dos concepciones que estamos analizando: lenguaje y contrato social. Ambos, pese a que se dan en esferas diferentes, obedecen a esa capacidad del hombre de estar en permanente evolución. De adquirir condiciones para su naturaleza y el lenguaje y la sociabilidad.

Comentando el pasaje sobre la condición innata de las lenguas en los animales (supra p.1), Rousseau evidencia de una manera magistral la perfectibilidad que se da en las lenguas y en el hombre como tal, y por ende en sus creaciones.

1 Es significativo que Rousseau en “el Discurso sobre la desigualdad inserta una historia del lenguaje dentro de una historia de la sociedad; a la inversa, el Ensayo sobre el origen de las lenguas introduce una historia de la sociedad dentro de una historia del lenguaje.” [Starobinski, 1983]

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[Los animales] No la modifican [a la lengua] en nada y no hacen el menor progreso en ella. La lengua de convención sólo pertenece al hombre. He aquí por qué el hombre hace progresos, sea para bien o para mal, y por qué los animales no hacen ninguno. (Ensayo, p. 16)

El hecho de que el lenguaje humano posea un carácter convencional, el cual consistiría en asociar un contenido mental con una clase de signo específico, fónico o grafico; permitiría desarrollar en el hombre una cualidad sin la cual los hombres no hubieran logrado asentarse en lugar alguno: la previsión. Valga aclarar que la previsión presupone una capacidad que en la cual no me detengo, pero que debería hacerlo, que es la imaginación. La cual a su vez, nos permite concebir como el hombre paso de las sensaciones puras a los simples conocimientos. (Discurso, p.37)

La previsión o capacidad de imaginar el futuro permite al hombre calcular la intervención que él debe efectuar en los medios para alcanzar determinados fines. Sin la previsión el hombre no hubiese descubierto la agricultura, ni la muerte. Es trascendental que el hombre se descubra o reconozca como mortal para dar el paso de la mera animalidad a un estadio primitivo de humanidad. Sin la muerte, sin su aterradora imagen, el hombre nunca se hubiese sentido angustiado por nada, no hubiera descubierto al otro y menos aún habría establecido una contrato con ese otro.

Por otro lado, el descubrimiento de la agricultura más motivado por el gusto que por la necesidad (Discurso, p.37) implicaba la concepción de una cierta seguridad que permitiera que el arte no pereciera con su descubridor. Seguridad en dos sentidos: 1) seguridad en transmitir lo conocido y su utilidad, y 2) seguridad de continuar con el arte a salvo de cualquier perjuicio. Indudablemente Rousseau lo explica mejor con sus palabras:

¿Qué diremos de la agricultura, arte que exige tanto trabajo y tanta previsión, que depende de tantas otras artes, que evidentemente no es practicable sino en una sociedad por lo menos comenzada, y que no nos sirve tanto a recoger de la tierra los alimentos que suministraría bien sin ellos, como a hacerla producir con preferencia aquellos que son más de nuestro gusto?

El lenguaje así se erige en garantía en dos sentidos: 1) de comunicar lo conocido y 2) pactar cierta salvaguardia del artesano. Pensémoslo en un ejemplo. Un hombre descubre que al ser el maíz un alimento agradable al paladar debe cultivarse, tras sucesivas experiencias es capaz de formar una cierta técnica. Pero el arte puede perecer con el artesano porque en defensa de su trabajo el agricultor es masacrado por los animales que quieren el alimento que aquel produce con tanto celo. Y porque no encuentra discípulos a quienes compartirles el conocimiento. Las dos circunstancias se derivarían de falta de un lenguaje que fuese garantía.

El lenguaje considerado como garantía, pese a haber sido tratado por Hobbes, es tratado por Rousseau de manera muy similar por una sencilla razón: su relación con la libertad. Sabido es por todos la oposición de Rousseau a un acuerdo basado en la renuncia de la libertad en aras de una

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protección (pacto por sujeción). Pero el lenguaje relacionado con la libertad levanta para Rousseau una sospecha: la paradoja de que en la medida en que el lenguaje libera a la vez aplasta.

Rousseau pese a que reconocía los dos atributos del lenguaje: 1) la fijación o estabilización de lo emotivo y lo cognitivo, y 2) la independencia de la presencia del objeto; también sospecha el alto contenido enajenante del lenguaje. El lenguaje al ser una fabricación que elimina la singularidad del sujeto lo aparta de sí mismo y lo encadena a un conducto social que le impone desde los esquemas de pensamiento hasta el manejo del tiempo. El lenguaje aplasta toda singularidad e impone la mayor objetividad imaginable. Eso en lo hablado, peor aún es el panorama en lo escrito, que constriñe aún más al sujeto.

Al ser el lenguaje esa garantía de la que se hablaba anteriormente, enajena al sujeto, de su condición primera. Por eso es tan diciente pero tan compleja la frase de Rousseau: “el estado de reflexión es un estado contra natura y que el hombre que medita es un animal depravado.” (Discurso, p. 30). Pensar como el animal humano libre, es decir, sin necesidad del otro pasa a ser parte de una comunidad lingüística dependiente en cualquier sentido de la misma, hace pensar a Rousseau como el lenguaje ausente en el estado de naturaleza encadena al hombre.

La anterior cuestión es fundamental para el argumento de Rousseau según el cual al hombre por donde quiera que se vea se le ve encadenado. Con toda claridad lo dice al iniciar el Ensayo: “la palabras es la primera institución social”. Por ende, donde haya lenguaje, el hombre está encadenado. Así podemos finalizar el presente recordando como para Rousseau el hombre es un animal de lenguaje, es decir, el hombre es un animal cautivo.

Como conclusión, si es que tal puede darse en la presente, condenso los principales hitos en el planteamiento russoniano del lenguaje: 1) El lenguaje proviene de las pasiones, 2) La vinculación entre lenguaje y sociedad es tan estrecha que si suponemos como adquirida la una, la otra debe serlo también 3) El lenguaje al fijar enajena.

Bibliografía

ROUSSEAU, J.J. Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. El aleph--------------------- Ensayo sobre el origen de las lenguas. FCE--------------------- Ensayo sobre el origen de las lenguas. Norma: 1983STAROBINSKI, J. Jean-Jacques Rousseau. La transparencia y el obstáculo. Taurus: 1983 TAYLOR, C. Argumentos filosóficos. Paidos: 1997

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