2° dom. de adviento 2014 lectio divina

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LECTIO DIVINA, 2º. DOMINGO de ADVIENTO CICLO B, (Mc 1, 1 - 8) P. Juan José Bartolomé, sdb Convencido de que el Reino de Dios estaba por venir, Juan Bautista se dedicó a anunciar su venida. Proponía la conversión para prepararse al encuentro con Dios, Rey soberano. El impacto que tuvo su figura y su predicación entre sus contemporáneos fue enorme: a pesar del rigor de su vida y la severidad de su mensaje. Logró suscitar en Israel un amplio movimiento de renovación, que le sobrevivió. Su persona y su mensaje prepararon es un hecho histórico la venida de Jesús de Nazaret, que vino a instaurar el Reino de Dios en esta tierra. El 2º. Domingo de Adviento nos presenta al Precursor, a Juan el Bautista, el mensajero prometido, que tuvo como misión preparar el camino a nuestro Salvador. Escuchémosle como uno de sus contemporáneos; la Buena Nueva sigue teniendo validez, y llega a nosotros para ser aceptada con el corazón dispuesto al cambio de vida. Seguimiento 1. Comienza el evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 2. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino. 3. Una voz grita en el desierto: 'Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos"». 4. Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonaran los pecados. 5. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. 6. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 7. Y proclamaba: - «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. 8. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.» LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice Ya en la más antigua tradición cristiana (Hch 10,37) la figura y la misión del Bautista antecede y prepara la aparición de Jesús. Cuando esta tradición se haga relato en el evangelio, la crónica de la vida y muerte de Jesús, será precedida por la crónica del ministerio del Bautista. Tan decisiva consideraban los primeros cristianos la predicación de Juan en el desierto que, con ella, iniciaron los cuatro evangelios.

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Page 1: 2° dom. de adviento 2014 lectio divina

LECTIO DIVINA, 2º. DOMINGO de ADVIENTO CICLO B, (Mc 1, 1 - 8)

P. Juan José Bartolomé, sdb

Convencido de que el Reino de Dios estaba por venir, Juan Bautista se dedicó a anunciar su venida. Proponía la conversión para prepararse al encuentro con Dios, Rey soberano. El impacto que tuvo su figura y su predicación entre sus contemporáneos fue enorme: a pesar del rigor de su vida y la severidad de su mensaje. Logró suscitar en Israel un amplio movimiento de renovación, que le sobrevivió. Su persona y su mensaje prepararon – es un hecho histórico – la venida de Jesús de Nazaret, que vino a instaurar el Reino de Dios en esta tierra.

El 2º. Domingo de Adviento nos presenta al Precursor, a Juan el Bautista, el mensajero prometido, que tuvo como misión preparar el camino a nuestro Salvador. Escuchémosle como uno de sus contemporáneos; la Buena Nueva sigue teniendo validez, y llega a nosotros para ser aceptada con el corazón dispuesto al cambio de vida.

Seguimiento

1. Comienza el evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

2. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino.

3. Una voz grita en el desierto: 'Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos"».

4. Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonaran los pecados.

5. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.

6. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

7. Y proclamaba: - «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.

8. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»

LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice

Ya en la más antigua tradición cristiana (Hch 10,37) la figura y la misión del Bautista antecede y prepara la aparición de Jesús. Cuando esta tradición se haga relato en el evangelio, la crónica de la vida y muerte de Jesús, será precedida por la crónica del ministerio del Bautista. Tan decisiva consideraban los primeros cristianos la predicación de Juan en el desierto que, con ella, iniciaron los cuatro evangelios.

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Marcos nos ofrece una breve pero muy reveladora presentación del Bautista. Antes de hablar de él, deja que hable sobre él la Palabra de Dios.

Sin identificarlo aún, sin desvelar qué cosa estaba haciendo, nos dice, mediante una profecía, quién era y qué debía hacer. Más decisivo de lo que hacía y decía, más importante que su bautismo y su predicación, era lo que Dios pensaba de él y cuanto de él quería: que fuera el mensajero y el precursor del Salvador.

Para el narrador es evidente que cuanto hacía y como vivía el Bautista no era más que realización de una promesa divina. Anunciar a Cristo no es tarea de voluntarios, sino misión de siervos, enviados por Dios.

Así pues, no cualquier modo de vivir, por más austero y religioso que sea, caracteriza al evangelizador como enviado de Dios.

El Bautista, que había sido llamado para facilitar la llegada del Señor, tuvo que predicar la conversión, vivir en extrema pobreza y anunciar a quien, más potente, era capaz de bautizar no con agua, sino con el Espíritu.

Quien se sabe enviado, como el precursor, conoce qué debe hacer con su vida. Si no lo hace, no es el enviado prometido.

MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida

El Bautista vino a anunciar a Jesús. Por cuanto dice y por lo que hace, cumple con la encomienda recibida: predicando la conversión y viviendo en penitencia prepara la venida de quien puede conceder el Espíritu a quien lo reciba.

El Dios con voluntad de cercanía necesita de hombres que le den voz a su querer y conviertan a la esperanza a quienes les oyen: una vida que dé que hablar, y unas promesas que excedan a cuanto podamos darnos nosotros mismos, harían más fehaciente nuestra vida cristiana y nuestras predicaciones. Si nos falta Cristo, es que nos han fallado sus precursores: si para venir una vez,

precisó del Bautista, ¿por qué pensar que no está necesitando de voces que clamen en el desierto, para venir de nuevo a nuestro mundo? ¿Acaso no podemos ser cristianos llenos de la vocación profética para preparar el camino al Señor que viene?

Juan el Bautista supo qué era ser el anunciador del Dios que está en camino hacia los hombres y quiso serlo. Y por eso sólo tuvo que dar la vida: con sus conciudadanos. La sociedad judía del siglo primero esperaba a Dios, lo deseaba ardientemente, anhelaba su presencia; quería verse libre de sus enemigos y ser un pueblo independiente para servir a su Dios. En tales circunstancias, parece que quien, como el Bautista, tuviera que anunciar la próxima venida de Dios encontraría un gran eco y obtendría amplio consenso; no fue así y, por desgracia, no parece ser tampoco así hoy. El Dios que esperamos se anuncia siempre: antes de enviar a su Hijo, mandó un

pregonero, una voz que gritaba en el desierto. Si tal es el comportamiento de Dios, ¿por qué nos cuesta tanto esperarle? No vivimos preocupados porque Él no está; no nos molesta que no esté a nuestro lado; no nos duele su ausencia y quizá por eso no logramos oír tantas voces que nos están anunciando su llegada ni discernir tantos signos que nos hablan de su presencia.

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Del destino, grandioso y trágico de Juan el Bautista, podemos sacar dos consecuencias que iluminan nuestra vida de creyentes hoy, dando fuerza a nuestra espera de Cristo y señalando los compromisos de nuestra misión en el mundo.

El problema no está en que apenas se escucha hablar de Dios en la sociedad. La cuestión está más bien, en que apenas se encuentran creyentes dispuestos a anunciarlo. Es curioso: hoy se encuentra gente para todo; cualquier actividad o partido, diversión o hobby, cuenta con gente que quiera seguirlos; pero Dios, su voz y su persona, apenas despierta entusiasmo o interés en poquísimos… Dios hoy ya no es noticia, ni siquiera entre nosotros, los cristianos: ¿o no es verdad

que dedicamos cada día menos tiempo y le ponemos menos ganas a lo que es suyo, a lo que Él nos encarga?

Es inútil que Dios se empeñe en mandarnos sus portavoces, personas que nos hablen en su nombre si nosotros no queremos escucharle porque sus mensajes, sus palabras nos molestarán.

Nosotros, que queremos ser fieles a Dios, deberíamos convertirnos al escuchar su Palabra, al saber qué quiere que seamos, que hagamos, que vivamos… sólo así podríamos sentirlo cercano.

Esperar a Dios significa atender todo cuanto de Él se diga y a todo el que venga a hablar en su nombre. En definitiva, ponerse a la escucha de su voz, reconociéndola entre tanto rumor sin sentido, acogiéndola con el corazón, como hizo María, convertiría a quienes reciben su voz no solo en oyentes, sino en portadores de Dios, como Ella lo fue.

Si logramos estar a la escucha de la palabra de Dios, todo nos hablará de Él y en todo descubriremos su mensaje. Los sucesos del día, las preocupaciones permanentes o los acontecimientos inesperados, la voz de nuestros pastores, lo mismo que los programas e intenciones de quienes nos gobiernan, nos dejan entrever, en claroscuro, la voz y las intenciones del Dios a quien oímos, de Aquel que estamos esperando. Dedicarse a la escucha de Dios en todo lo que vivimos o presenciamos supondría tener una razón más para vivir con ilusión y una tarea mejor mientras esperamos que Él llegue por fin.

Dios, que siempre se hace anunciar, necesita siempre mensajeros, hombres y mujeres que le hayan escuchado y no puedan callárselo, creyentes que, como el Bautista, viven esperándole y anuncien su venida a los demás.

A pesar de las apariencias, hoy no es que Dios no hable ya, es que le están faltando portavoces, creyentes que digan a los demás cuanto han oído ellos, y profetas, creyentes que anuncien a los demás lo que ellos aún esperan. Porque de nada serviría saber que Dios está en camino, que viene para encontrarse con nosotros, si nos callamos: ¡no se prepara la venida de quien no se espera!

Nuestra sociedad no podrá esperar a Dios, si no la convencemos de que está por venir. Somos nosotros, los creyentes que esperan, quienes tenemos que prestarnos a Dios, prestarle nuestra voz y nuestra vida, para que Él hable. Con nuestro silencio, con nuestra vida cristiana sin ilusión y sin compromisos, estamos silenciando a Dios y acallando su voluntad de acercamiento a nuestro mundo.

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¿Cómo podremos seguir viviendo sin comprometernos como discípulos misioneros , si creemos que Dios está en camino, que ya viene para estar con nosotros?

Si callamos hoy nuestra fe y los motivos de nuestra esperanza, el mundo no podrá creer en Dios ni esperar con ilusión el mañana. Dios no se ha alejado de nosotros, Él está aún por venir, ¡es nuestro 'Por-venir'!, pero somos nosotros los que nos alejamos de Él.

Digamos con nuestra vida que Dios ya viene… Proclamemos que Él quiere estar con nosotros. El ateísmo de los que no creen no daña tanto a la Iglesia como la cobardía y las omisiones de los que nos decimos creyentes. Creer nos pide hablar con nuestra vida, ser sus profetas…

ORAMOS nuestra vida desde este texto evangélico: Padre Dios, ¡cuántos cristianos silenciamos nuestra fe!; ¡cuántos favorecemos la incredulidad, porque nos dejamos agobiar por las situaciones del momento, sin alimentar la esperanza! No luchamos por un mundo más justo, más hermanado… Ayúdanos a ser los profetas que necesita este momento histórico. Haznos valientes, como Juan Bautista, para prepararte el camino en nuestra vida personal y en nuestra comunidad familiar, parroquial, en nuestro ambiente de trabajo, entre nuestras

amistades, entre las personas que tratamos día con día.

Tu Reino es mucho más que canciones que cuestionan, o posters que fijamos a paredes o puertas … es VIDA, y VIDA que hacemos realidad si encarnamos los valores evangélicos que tú nos has dejado como herencia… Danos valor y conviértenos a ti.

¡Así sea!