1.asensi, literatura y filosofia

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ASrrttg i , {\'1" ;r¡r;:T,,'A , L rí¿v,-A'í -JfLd t1 wA;ür^-t; v'i¡T¿qrl , {o,n$ Introducción (f-\¡,'\r 'n- t' l-: ) '- v J, t' Cuenta Dióggnes Laercio en el proemio de sullbro Wdas dz Filósofos rt,;.^- que dgunos atribuyen a los magos, gimnosofistas y druidas la inven- , áó"?? ü;b*iá ¡i "n,ot niEg"'i. i"-.di"io {"..rrr r.";i;;. h'* Sin embargo, tal testimonio no parece desdeñable, pues sitúa el naci- miento de la filosofia en un momento anterior a los sriesos v. adem¿is. le encuenrra una cuna ó[i¿s'"¡ambiéñ fá-'¿G fÉrEúrñ'6"á Di ó aen áü;;i,o lüift;',. étñfi ñü; e; iüri ¿"d, " n i iláTas pri ii - pales caracterlsticas de la relación entre la literatura y la filosofía a lo largo de muchos siglos: la discusión y la exclusión recíprocas, el balan- ceo pendular entre la amalgama y la discordia. Y aunque, a veces, se ha afirmado que en tal relación es la filosofla la que ha tenido un domi- nio jerírquico, cosa básicamente cierta, hay que decir que a ello ha contribuido la propia literatura asumiendo aquellos rasgos que la filo- so@ue entre el maesrro y el esclavo hay una e:<traña interdependencia que vuelve difícil saber en ocasiones quién es quién. Si a un positivista lógico o a un filósofo analítico le hubieran dicho que la filosofía dene su orig'en en la magia, probable- mente se habrla escandalizado y sólo lo habría podido aceptar a con- dición de que el término ofilosoflan abarcara la mayor parte de lo escri- to bajo ese nombre hasta la llegada de su filosoffa ucientlficau. Si eso mismo se lo hubieran dicho a ñetzscJre o aValéry es seguro que habrlan mirado con cara complaciente y no se habrlan sorprendido lo más míni- mo. Esta observación basta para darse cuenta del profundo desacuer- do que reina enue ñlósofos y literatos e incluso eñélTéñoiGErlt-uno de ellos acerca del tipo de relación que media entre la filosofia y la lite- ratura. Hasta hace dos o tres décadas, los papeles pareclan bien reparti- dos. Un estudio ncientífico, de la literatura, del lenguaje o del movi- miento presuponía una tranquila delimitación de las disciplinas y de los sabeies. ila filos lo que era de la ciencia y a la literatura lo que era de la literatura. La irrup- ción en el panorama intelectual de los últimos años de obras como las de M. Foucault, H-G. Gadamer yJ. Derrida, entre otras, ha supues- to una convulsión y un trastr.reque en cuanto a las funciones y los lími- tes de esos espacios, hasta el punto de que no sería descabellado afir-

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Page 1: 1.Asensi, Literatura y Filosofia

ASrrttg i , {\'1"

;r¡r;:T,,'A, L rí¿v,-A'í -JfLd t1

wA;ür^-t; v'i¡T¿qrl , {o,n$

Introducción

(f-\¡,'\r 'n- t' l-: )'- v J, t'Cuenta Dióggnes Laercio en el proemio de sullbro Wdas dz Filósofos rt,;.^-

que dgunos atribuyen a los magos, gimnosofistas y druidas la inven- ,áó"?? ü;b*iá ¡i

"n,ot niEg"'i. i"-.di"io {"..rrr r.";i;;. h'*

Sin embargo, tal testimonio no parece desdeñable, pues sitúa el naci-miento de la filosofia en un momento anterior a los sriesos v. adem¿is.le encuenrra una cuna ó[i¿s'"¡ambiéñ fá-'¿G fí fÉrEúrñ'6"áDi ó aen áü;;i,o lüift;',. étñfi ñü; e; iüri ¿"d,

" n i iláTas pri ii -

pales caracterlsticas de la relación entre la literatura y la filosofía a lolargo de muchos siglos: la discusión y la exclusión recíprocas, el balan-ceo pendular entre la amalgama y la discordia. Y aunque, a veces, se

ha afirmado que en tal relación es la filosofla la que ha tenido un domi-nio jerírquico, cosa básicamente cierta, hay que decir que a ello hacontribuido la propia literatura asumiendo aquellos rasgos que la filo-so@ue entre el maesrro y el esclavo hayuna e:<traña interdependencia que vuelve difícil saber en ocasionesquién es quién. Si a un positivista lógico o a un filósofo analítico lehubieran dicho que la filosofía dene su orig'en en la magia, probable-mente se habrla escandalizado y sólo lo habría podido aceptar a con-dición de que el término ofilosoflan abarcara la mayor parte de lo escri-to bajo ese nombre hasta la llegada de su filosoffa ucientlficau. Si eso

mismo se lo hubieran dicho a ñetzscJre o aValéry es seguro que habrlanmirado con cara complaciente y no se habrlan sorprendido lo más míni-mo. Esta observación basta para darse cuenta del profundo desacuer-do que reina enue ñlósofos y literatos e incluso eñélTéñoiGErlt-unode ellos acerca del tipo de relación que media entre la filosofia y la lite-ratura.

Hasta hace dos o tres décadas, los papeles pareclan bien reparti-dos. Un estudio ncientífico, de la literatura, del lenguaje o del movi-miento presuponía una tranquila delimitación de las disciplinas y delos sabeies. ila filos lo queera de la ciencia y a la literatura lo que era de la literatura. La irrup-ción en el panorama intelectual de los últimos años de obras como las

de M. Foucault, H-G. Gadamer yJ. Derrida, entre otras, ha supues-to una convulsión y un trastr.reque en cuanto a las funciones y los lími-tes de esos espacios, hasta el punto de que no sería descabellado afir-

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mar que lo propio de-l perrsamienro posr-esrructuralista ha sido unapuesta en entredichlde las fiónteras que separabañ con nitidez la filo-sofia de la,literatura y viceversa. TLas librol como La arqueología delsaber, Verdad y Método o Glasyano es posible seguir cerrtndo lós ojosa ese colapso que, sin duda, ha inaugurado tiempos nuevos. Hoy endía, la bibliografía, los simposios y los centroJ institucionales, enEuropa y EE UU sobre todo, arenros a la relación filosofia/literaturason numerosos, y sería ingenuo pretender dar cuenta exhaustiva deellos. Pero, en cualquier caso, esro nos indica la actualidad y la tras-cendencia del tema objeto de este libro. Y también su dificultad, por-que ¿cómo afrontar un asunto tan heterogéneo, con tanta histoiia asus espaldas y con una situación presente tan incierta e interesante?

¿Cómo hacer caso omiso, por ejemplo, del hecho de que lo queGadamer, Derrida o Foucault han reactivado de una manera.rn_uy_ps€u-liarSs_la propia hisroria de la enciclópedia ocóidén¡ál?

Ti'ataré de explióarme ion brevedad. H¿sra ahora hemos habladode nfilosofía, y uliteratura, como si fueran dos dominios bien defini-dos. Y ello es erróneo a menos que u iendo idealista, empirista,menos que uno, slenoo loeallsta, emPlnsta,analítico o fabulador, esté radicalmenre convencido de las propieda-des de cada cosa. No es el caso. No he dado por supuesro que la filo-sofia sea esto y la literatura lo otro. Ni siquiera que la liteiatura y lafilosofía sean.Poreue si aleo las caractertzi es su absoluta transforma-

puestos. Al contrario: los textos ayudan a hilvanar una arquiteccuraen la que las diferentes partes se hablan y corresponden.

En consecuencia, también me ha parecido adecuado dar un ordenaparentemente cronológico a los capítulos. En efecto, sólo a través de

,r'.t .ü¿nido históric<i p"or los diferentes contextos se pueden apreciarlos cambios y transformaciones sufridos en la relación literatura-filo-sofia. Así, se empieza con los pre-socráticos y Platón y se acaba conBorges y Derrida. Pero ese orden cronológico es sólo naparentot, por-que ni s. trataba de escribir una historia de las relaciones filosofia/lite-rátura ni, en rigor, sería posible hacerlo en un libro de estas caracte-rísticas. El orden cronológico se propone desarrollar lo que podríamos ¡llamarlos, a.nri juicio, ?:':gtq!e:_rygry?¡9;je."ty1sf.o,y1l!!fl.rtf- |guración de los dos térmiñós que nos ocupan, así como lasñTlEiples lram-iñ-Caciones a que se ha dado lugar en ese proceso: éticas, metaffsi-cas, psicológicas, formales, retóricas, funcionales, etc. De este modo,el primer capítulo contiene lo que su título indica: la configuracióndel fondo a partir del que arrancan las violencias entre la filosofía y laliteratura. Platón, Aristóteles, Cervantes y Góngora frente a frentecomo lugares representativos de esa polémica polifacética y, en el fon-do, multidisciplinar. El siguiente capítulo representa el segundo granpaso de esa reláción: el vuelco espectacular que suponen Kant y Hegeliespecto a la tradición clásica y su tormentoso ndiálogou con Schlegely lós románticos de lena. Hacer polvo la diferencia entre el ser y elparecer, la verdad y la ficción, y al mismo tiempo condenar las posi-bilidades infinitas de la literatura (por ñn, la literatura que hasta ese

momento no había existido) no es tarea baladl-El'tercer'óápítuli5*mues-tra ld"glevación de la-literatura hasta unas alturas máximas tanto porparte de los ufilósofosu (Schopenhauer, Kierkegaardy Nietzsche), comopor parte de los nliteratosu (Flaubert, Lewis Carroll). La literatura es

colocada en el lusar habirual de la filosofia y más allá si cabe, pero

.nr.?fiando por 7lir"r"r'.,ra" algo muy di€r.r,t. á. t" (ié ñ"Tia sidola norma hasta la llegada de tales autores. El cuarto capítulo nos hacever una fractura y una distancia: el triunfo de la ciencia que parececolocar las cosas en su sitio (positivismo lógico) y aquellas manifesta-cioneqen las quela literatura muerey se provoca un cortocircuito defi-nitivo en las fronteras de loi géndfds y discursos (psicoanálisis, Proust,Kafka). X por fin, el quinto capítulo exhibe en tres pasos (Heidegger,

Borges, Dérrida) lo que, tras la crisis de la mgtaffqica, la ciencia.yJaIiterátura, son los ,ru!,ro, ré$ñtras'á"paiiir ifé los que será neCéíáiiornbvcrse y pensar desde ahora.

El caráéter selectivo de este orden cronológico se observa, además,en dos circunstancias. En que los nombres podrían ser otros, y en ausen-

cias señaladas: aunque se alude en bastantes ocasiones a ellos, no hayningún apartado dedicado explícitamente a Plodno, San Agusdn,

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filosofía sean.Porque si algo las caracterizies su jbsoluta rransforma.bllidad 1 desf gura!4liiad Jo largo de los conrexrós en los qüEá-cúan.

-r,*"- *¿Quién slarrevería-l-asegurar que lo que Sófocles, J. Manrique,

II

\ que acruan.que lo que Sófocles, J. Manrique,

Góngora, Cervantes y Proust entendían por npoesía, o uliteratura, eralo mismo? ¿Quién se atrevería a identificar lo que comprendían comonfilosoffau Platón, Descarg:¡, Hegel, Carnap y Heidegger? Cierro que,a[ mismo tiempo, hay un marcoiy un lenguaje dentió del que rráns-ar mrsmo uempo, nay !n mafcoty un lenguaje dentro clel que trans-curre todo el debare: el cbnfigiriado po$!,a-tón y-{,r_istóteles. Preguntarpor lo nmismo, y lo (orro)

¿-no to pnñbi yil -

Pero ese marco y ese lenguaje han sufrido vaivenes y movimientossísmicos de profundo alcance. Por ello, me ha parecido convenienteorganizar este libro como un diálogo, discusión o ruprura enrre rex-ros considerados como .filosóficosu y rextos consideradós'como "lite-rariosr. Al decir (textos)) me refiero a textos concretos. O expresadoen otros términos: en lo que sigue el lector encontrará cómo Cervantesdiscute en nEl coloquio de los perros) con la tradición aristotélica; ocómo Hegel polemiza con Schlegel y los jóvenes románticos en suIntroducción a k estética; o cómo Lewis Carroll tuerce el camino hege-liano en sus Alicias, etc. Estoy convencido de que sólo desde esa ópti-ca es posible remontarse a las generalidades. Porque no es suficientecon decir que Proust cambia las relaciones enrre la filosofia y la lite-ratura; hay que ver cómo lo hace. Ello no signifir:a en absoluto queeste libro sea un conjunto de ncomentario de ré>;.ros> mejor o peor dis-

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Descartes, Sartre, los filósofos analíticos, Lyotard o Foucault, etc., aménde un sinfín_de poetas y narradores. Elloobedece a que, en realidad,he perseguido sinretizar los núcleos fundamental.r y t.pr.r.rrarivosde esa relación ran intrincada y compleja, y no ofr...r una visiónexhaustiva de ella. Y también a razones de iipo-p.rsonal (conozco mejora Flaubert que aZola, a Kafka que a Muiil, erc.). Por otro lado, nome ha parecido opo_rruno presenrar a lo largo del libro la amplia, varia-da ycontradictoria bibliografía de lib¡os, añículos y conferencias sobrela relación filosofía,literaiura, ya que eso habría cbnuibuido más a lad-esorientación que.a clarificar un rema que debe tener un lugar pri-vilegiado en lo que llamamos (reoría de lá literatura y literatuá cóm-paradar¡.y cuyo rírulo mismo esrá ya arrapado en las iedes del par lire-ratura-filosoffa.

. El problema llega a se¡ ran paradójico que no es posible abrir laboca s.in_que nos trabaje la ficción o su (según algunos) opuesro: laverdad. E,s casi una reducción al absurdo. ¿Dlsigna"r un ámÉiro comoufilosofiau es un decir-filosófico o lirerario? iHrbi"r de un poema comoalgo fabuloso es un decirliterario o filosófiio? ;Va en serió o va en bro-ma? Y la seriedad ¿es más filosófica que literaria? Y la broma, el juegoy lo frívolo ¿ron -ár_li,"rarios que filosóficos, o al revés? L^. p.ág""n-tas serían interminables y seguramente no hallarían una respueita satis-factoria. A,trora bien, si algún objetivo persigue este libro es el siguien,te:-en una época en Ia que estamos cayendo en la barba¡ie de eliminarla 6losofía y la literarura de los planei de estudio de ciertos niveles dela enseñanza, o bien en la excesiva especialización nacida de un pen-samiento burdamente técnico, quisieia contribuir al convencimientode que el es¡udio de la filosofía és esencial para el estudio de la litera-tura (y viceversa) ¡ sobre todo, de que es abloluramenre necesario leery ensenar (cualquiera que sea el significado de estas palabras) los tex-tos fi.losóficos y literarios sin cuyJherencia perderemos nuesrra pro-pia identidld. ¿Puede haber algo más gozoso q.t.r.rn diálogo entre LewisCarrolI y Hegel saliendo, al amanecir y acómpañados"del canro delga[lo, de un banquere en el que rambién'esrab"n Só.t"tes y Cervanres?

Expreso desde aquí mi deuda con el director de esta colección, D.Miguel Angel Garrido Gallardo, y con la Editorial Síntesis por haber-me.invitado a parricipar en esre proyecro con un rema que áesde hacevarios años viene levantando en mí ranto interés y tantas pasiones.

1.

LA CONFIGURACIÓN NT,I FONDO

1.1. ¿Un momento inicial?

En el siglo IV d. C., San Agustín hizo una sudl defensa del arte fren-te a la virulencia con que lo habían aracado algunos de los padres dela iglesia. Distinguió entre lo fallar (lo que siendo falso se hace pasarpor vercladero) yIo mendar (lo que siendo falso no se hace pasar porverdadero y pone en evidencia su falsedad), y afirmó que el arte per-tenece ¿r la dimensión delo mendax. (E. de Bruyne, 1963,y S. Agustín,I 969). De hecho, unas botas pintadas en un cuadro de van Gogh, porejemplo, no pretenden darnos a entender que se trata de unas botasreales. Las botas son ilusorias, pero no engañan a nadie acerca de sucarácter fantasmagórico. Tal argumento trasluce que a esas alturas se

había consumado ya una compleja partición y un lenguaje del que deninguna manera ha sido posible desprenderse en el futuro. ') '

.',

Presentado de una forma sencilla e ingenua, el esquema quedaríacomo sigue: en un polo, hay una actividad que se ocupa de lo que ha¡de lo que ¿s, de los objetos en un sentido muy general, de lo que es realy de todo lo que ello implica. Esa actividad podrá llamarse ontología,metafísica o conocimiento científico; podrá incluso escindirse de for-ma interna, estableciendo un principio de duda metódica o intentan-do autoaniquilarse, o externa, como cuando la ciencia quiere desmar-carse a todo trance de la metafisica. Pero en última instancia su objetivoestará constituido por una determinada concepción del mundo y de larealidad, y-por un lenguaje transparente y no-retórico. En otro polo,hay otra actividad que se cuida de las apariencias, de los fingimientos,

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de un mundo que puecle ser pero que en su misma posibilidad encu-bre la rnentira, el error o simpiemente la falsedad. Hasta en los instantesen qLle se-refiere a la realidad Io hace de forma oblicua, retórico-tro-pológica o fingida. Esta actividad suele denominarse arte, poesía, pin-turá,'literaturá, etc. Todas las formas de relación entre la filosofia y laIiteratura, la ciencia y la filosofía, la filosoffa y la teoría literaria, Ia teo-ría de la iiteratura y la literatura, se han desenvuelto dentro de los lími-tes que dibuja esa polaridad entre lo que /ry lo que parece.

Por eso es necesario hacerse las siguientes preguntas: ¿de dónde vie-ne esa creación de f¡onteras? ¿Cuál es el origen de tal forcejeo? Todopañéé indicar dos noml¡res, Platón y Aristóieles, bien entendido quedichos nombres indican más unos cor?ora resultado de una ulectura,occidental que unas referencias propias y empíricas. Y puesto que elpunto de partida gira en torno a la difícil oposición entre 1o que rr ylo que parece sr4 resultará conveniente aclarar, desde el principio, queen el periodo pre-socrático, la dist¡ibución semántica de los elemen-tos de dicha oposición no era la que conocemos a partir del platonis-mo. Así nos lo enseña Heidegger en su libro Introducción a la metafl-sica (1956), precisamente en ei capírulo titulaclo uSer y apariencia,.Tomando como punto de partida. y de forma indistinta, textos de

' Parménides, Heráclito, Safb, Sófocles, Matías Claudius, Píndaro,Hólderlin, etc., -y esta mezcla es de por sí suficientemenre significa-tiva, tal y como también reconoció en su momento María Zambrano(1939)-, el filósofo alemán pl:rntea el estado de la cuesrión con meri-diana claridad:

<La diferenciación entre el ser y la apariencia nos cs coüiente, es decir,se trata de una de las muchas monedas manoseadas que, sin miramientos enla vida cotidiana y vulgarizada, pasamos de mano en Ílano. Cuando la rea-lizamos. empleamos esa diferenciación -entendida como exholtación moraly regla de vida pala indicar que se debe evitai la apariencia y aspirar, enlugar de a ella, al ser: "mejor ser, que parecer"> (1956: 136).

Se percibe en estas palabras una excesiva tendencia a situar la dife-rencia entre el ser y el parecer en el plano de lo vulgar, si tenemos pre-sente que la serie sucesiva de poéticas y filosofias ha basculado a lo lar,go de la historia sobre ella, pero también es cierro que Heidegger discutela cuestión en el contexto de las uhabladurías,r y del lenguaje corrien-te. Sea como fuere, sus observaciones son del todo pertiientes para loque nos interesa en estos primeros compases. En efecro, el ser y el pare-cer (o el aparecer) estaban originariamentsvinculados, porqu,q para elpensamiento griego el sér se ofrece como flsis, es decir, como lo quebrota y permanece mostrándose, apareciendo, iluminándose, deso-cultándose. De ahí que la verdad en su correspondencia con el ser se

entienda según ia '4/etheia. No es, pues, una verdad equiparada a lo

qug rssino a 1o que está siendo o mostrándose (Heidegger, 1956: 140);no una verdad como adecuación de una proposición a una cosa, sinoel hacer salir a la cosa de una oscuridad que la guardaba invisible.Heiáciito lo dice en su celebrado fragmento i6r *¿CZmo podría alguienocultarse de lo que no se pone?, (1976:382).

Lógicamente, la creación debe jugar ahí un papel fundamental enla medida en que todo acto creativo o inventivo arfanca, por defini-ción, algo de lo oculto, algo que no estaba antes, o que si estaba no se

veía. Y en relación con este último aspecto, tenemos el testimonio nosólo de lo que, por ejemplo, diceParménides, sino también el del modopoético de su enunciación: en un acto imaginario, semejante al de Danteencontrándose con Virgilio, y esta analogía no nos parece gratuita, elnarrador cuenta en los versos iniciales de su npoemau la aparición dequien llama la diosay ala que inmediatamente cede la palabra, de modoque a partir de ese momento todo el discurso le pertenece a ella:

<Y la diosa mc lecibió benévola. tomó mí manoderecha entre la suya, y me habló con estas palabras:"¡Oh joven, que en compañía de inmortales auligesy 1as yeguas que te conducen llegas hasta nuestra morrda, )bienvenido!">(1976:416). tj ,,,".:t.'"

!

Ni el srr se opone al (a)parecer ni el mitos aI /ogo s, al g.ontrario: men-tan lo miSrno, o como mínimo tienen necesidad el uno del otro. QueHeidegger encuentre ese nexo íntimo de unión realizando un reco-rrido por las uvoces, de los poetas líricos y trágicos, escuchando su deciretimológico y no su material poético, pone bien a las claras su pre-tensión. Así, tras citar los últimos versos del Edipo Rel deSófocles, trasrecordar el verso de Hc;lderlin uquizá el rey Edipo tenga un ojo de más,(1956:145), concluye:

<<Aho¡a vemos que el palecer es como una variedad del ser, tal comolas caídas. Es una variedad del ser, entendido éste corno lo qur: se presentaen sí mismo erguido y en posición vertical (...). Ambas desviaciones delser mantienen su determinación a partir del se¡ concebido como constanciade lo que está a la 1uz. cs decir del aprrecer." (1956 146)

Si poesía y filosofia, Parménides y Heráclito, ser y parecer, ficcióny realidad, representan un germen original puro a través del que se

patentiza una verdad no metódica uqueda por saber, sin embargo

-como apunta Ph. Lacoue-Labarthe-, glUr-Q+bre de qu-é-y cómo pue-de.decirse esto> (1990: I44). AsaIta inevitablemente en el cofféhta-rio heideggeiiano la sospecha de metafisica contra la que pretende vol-verse. No sorprende, por ello, que otro auto¡ J. P Sartre, que buscabauna verdad existencial y de fondo marxista, comenzara suhbro El ser

¡t la nada de una forma semejante:

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<Sc siguc dc cllo. evidenten.lente. que el dualismo del scr y el pareccr'tampoco puede encontrar cle¡-echo de ciudadanír cn el campo filosófico. Laapalicncia remite a la scric total dc ias apariencias y no x una realidad ocul-ta que haya drenado hacia sí todo el sel del cxistentc. Y la apariencia no cs

r"rna manifestación inconscicntc de csc scr> (1966: I l-12).

En cualquier caso, parece evidente que la dicotomía entre ficcióny realidad-r-ro se presentó col.no tal en la filosofía anterior a Platón, don-de las barrérai ettt.e u,ra y otra aparecen difuminadas, áünque nós que-daría por sabe¡ cuál era exactamente el sentido de esa difuminación.Resumiendo: en este libro vamos a tomar l¿ determinación cautelar,más allá de las interpretaciones acerca de los orígenes griegos llevadasa cabo por ios románticos y por Nietzsche, cle no dirigir la fusión entreel ser y el parecer hacia ninguna dirección determinada, poniendo úni-camente unos interrogantes tanto en torno a la ider-rtificación mitos-logos conto alrededor del sentido de una diferencia entre ambos. Lo biencierto es que la actividad filosófica y la activid:lcl poética, cualquieraque fuera el significado de estos té¡minos aurorales, no caminaban porsend:rs separadas o, por lo menos, no muy separadas, tal y como ponede relieve el texto de Parménides citado hace unos instantes. Es en ¡ela-ción con este hecho qr-re l:rs palabras de Heidegger poseen una especialimport:rncia, y por eso es aconsejable tenerl¿rs presentes.

Con todo, resta por puntualizar qué significa que el discurrir dela 6cción y el de ia realidad vava por el mismo clmino o por cernirrospróximos. Saber rasgos de ese momento inici¿l nos ayuda ent¡e otrascosas a prevenir errores futuros y a entender el gesto de violenci¡r tr,r-zado por Platón y Aristóteles. Es preferible pensirr que ese supuesromómento del alba del pens;uniento occiclent¿l no es ni más ni menosque el trasfondo necesario y creado, sobre todo creado, para que tuvie-ra lug:rr la escena de una parrición y una diferencia que en los últimostiernpos se ha vuelto a descubrir como clausur¿r. Tomadas estas pre-cauciones, ¿por qué no decidirse a hablar de un momento inici¿rl deindeterminación en cuanto a la pareja mitos-logos? -Iil ¿.t"do no sig-nifica ninguna falta de o¡ientacibn, iiene, bien"al contrario, .l r..ttl-do de una escritura -la de Parménides, por ejemplo- que realiza unatravesía común por lo que para nosotros es el objeto de una ontolo-gía y.por lo que es eI hacer característico de lo fabuloso. Cae por supropio peso que esa travesí¿ obliga, siempre desde nuestra óptica, aque la filosofia y la poesía se borren a sí mismas.

Sin embargo, no sería de recibo soslayar un úitimo aspecto muyimportante del texto heideggeriano. Aunque es cierto su deseo deencontrar un momento prístino, genuino y original en los poetas-fiIó-sofos pre-socráticos que lo vuelven sospechoso de practicar la metafi-sica, no hay que olvidar que si el sery el parecer se pertenecen, tam-bién el error y el engaíro se asoJnan en el mismo núcleo semántico.

En un cierto sentido, Heidegger ha hallado en el supuesto origen unasituación aporética o cont¡adictoria:

<Por así decirlo: entiendo como enol al espacio que se abre dentro delentrelaz¿uniento del ser el iiósócultamicnto y 1a apariencia. Apariencia, enga-ño, ilusión, cnol cstán en detenninada relación de esencia y dc acontecer; peloesa relación ha sido tan falsamcnte interpretada, desde hace mucho tiempo,por la psicología y la gnoseología. que en la existencia cotidiana apenas si pode-mos seguir experimentíndola y reconociéndola como fuerza> (1956: 147).

De la mano de ese uparecer, inseparable dei user, viene el (er¡or),

puesto que lo qr,re (parece) lleva consigo no sólo la iluminación y loexterno desocultado sino también el fingimiento, es decir lo que se pre-tende tener (o ser) sin que ello sea cierto. Conjugar en un mismo espa-

cio realidad, ficción y engaño *por decirlo en términos próximos a lateoría del discurso- pone en una difícil situación (clero está que sólodesde el punto de visia de Heideggéi, al que muchos acusan de no decirnada en sus escritos) a aque llos que, como los llamados positivistas lógi-cos, pretendí,rn c{emarcár claramente el sentido )'el sin-sentido de las

proposiciones. ¿Y qué decir, en esta precisa dirección, de las llamadasu¿rberráciones, de los poetas?, ¿qué decir de ese verso de Tiistan Tzarasegún el qr-re nla vie c'est une antilope mauve sur un chan-rp de thonsr,o de la (tahon¿r estuosa de aquellos mis bizcochos, de Cés¡r Vallejo? Ylo que es m¿ís: es¿r mezcla de userr, (parecer) y (error), ¿no es algo así

como querer extraer de un misrno espacio el concepto y la metáfora,lo retórico y lo no-retórico? Porque, como tend¡emos oc:rsión de com-probáa uno de los f¿rctores const¿lntes en la relación violenta entre lafilosofía y la literatura, lo constituye el

_p;obl¡ma de la retgriq4-.

1.2. La vioiencia: Platón

La forrla en que hoy nos :lce¡camos a los escritos de Platón yA¡istóteles p:rsa obligatoriamen¡e por un camiz tan,espeso de traduc-ciones, versiones, interpretaciones y concepciones del mundo que vuel-ven casi imposible tener la ceÍteza de quién o de qué se está hablando.De Tofáil y Averroes, ¿r Descartes, Hegel, Nietzsche, Grube y Derrida,entre otros muchos, la madeja se complica. Pe¡o no es menos ciertoque quizá los mismos contemporáneos de Platón o A¡istóteles se enfren-taran a un problema muy semejante, ¿o es que en los diálogos plató-nicos no median y se enredan las voces de otros filosófos, mitologías yreferencias culrurales? Esta situación paradójica nos hace adoptar una ac-

titud que podría calificarse de ,,fingido olvidou o ufingida orfandad,;actitud que es consciente del peso que soporta a sus espaldas y que, a

la vez, se torna ligera y volátil para abrir la posibilidad del habla y dela escritura sobre temas de estas c¿rracterísticas. Es, aden-rás, la postura

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