17.a conferencia - ateneo de madrid · nocimientos que posee iguala el alma de artista emi-nente...

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17. a CONFERENCIA TEMA La música española al comenzar el siglo XIX: su desarro- llo y trasformaciones.—La educación musical.—Influen- cia del italianismo. * ORADOR DON EMILIO ARRIETA Señores: Aún resuenan en mis oidos, y conservareis cierta- mente en vuestra memoria, las elocuentes frases llenas de erudición y sana doctrina que repetidas veces ha pronunciado en este mismo sitio, tratando cuestiones musicales, mi ilustre y respetable amigo el Sr. D.Ga- briel Rodríguez, quien á la profundidad de los vastos co- nocimientos que posee iguala el alma de artista emi- nente con que le dotó la Providencia. Esta consideración, y el convencimiento íntimo de mis escasas fuerzas aumentan en mi ánimo la gravedad del compromiso en que ahora me encuentro. Sólo me alienta para lanzarme á cumplir hoy mi co- metido, la seguridad de que no me ha de faltar vuestra habitual benevolencia, porque dudar de ella fuera dudar del fecundante calor que prestan á la tierra los brillan- TOMO II ' ' , xvil-l -

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17.a CONFERENCIA

T E M A

La música española al comenzar el siglo XIX: su desarro-llo y trasformaciones.—La educación musical.—Influen-cia del italianismo. *

ORADOR

DON EMILIO ARRIETA

Señores:

Aún resuenan en mis oidos, y conservareis cierta-mente en vuestra memoria, las elocuentes frases llenasde erudición y sana doctrina que repetidas veces hapronunciado en este mismo sitio, tratando cuestionesmusicales, mi ilustre y respetable amigo el Sr. D.Ga-briel Rodríguez, quien á la profundidad de los vastos co-nocimientos que posee iguala el alma de artista emi-nente con que le dotó la Providencia.

Esta consideración, y el convencimiento íntimo demis escasas fuerzas aumentan en mi ánimo la gravedaddel compromiso en que ahora me encuentro.

Sólo me alienta para lanzarme á cumplir hoy mi co-metido, la seguridad de que no me ha de faltar vuestrahabitual benevolencia, porque dudar de ella fuera dudardel fecundante calor que prestan á la tierra los brillan-

TOMO II ' ' , • xvil-l -

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tes rayos del sol primaveral; fuera desconocer el deli-cado perfume que exhalan generosas las fragantes floresen los amenos prados, ó negar el sin igual encanto queen almas sensibles á las manifestaciones más puras delsentimiento, produce amorosamente la música con sumisterioso y seductor lenguaje.

Séame permitido dar principio á mi trabajo trazandouna ligerísima reseña histórico-musical, prometiendollegar al objeto de la conferencia, rápida, rapidísima-mente, casi con la velocidad del maravilloso conductorsilencioso del sonido que trasmite á grandes distanciasal oido del interesado, todo un Guillermo Tell en plenasonoridad, unos Hugonotes ó una Aida.

Entre las bellas artes sus hermanas, la Música esla que menos tiene que agradecer á los pueblos anti-guos: de los ricos tesoros que la civilización helénicalegó á las generaciones futuras, una pequeña, muy pe-queña parte corresponde á la música.

Las artes del diseño heredaron monumentos dé gran-deza y hermosura insuperables; la poesía, obras deeterno renombre; las ciencias y la filosofía, venerosabundantes del saber.

Un gran helenista, Gevaert, el dignísimo director delConservatorio de Bruselas, en su admirable Historia yteoría de la música de la. antigüedad, obra premiada porla Sociedad Belga que tiene por objeto fomentar el .pro-greso de los estudios filológicos é históricos, dice:

«Hay en nuestros conocimientps un inmenso vacíoque solamente podría llenarse con el descubrimientoinesperado de alguna composición que remontase alperíodo clásico del arte griego. •

»E1 único fragmento atribuido á tiempos tan lejanos—la melodía de media estrofa, de Píndaro—es de auten-ticidad dudosa.»

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¿Qué os parece el valor de la herencia que nos ha co-rrespondido?

El arle de la música moderna es un arte muy joven,y en nuestros días viene considerado como el Benja-mín ó niño mimado del público, cuyos caprichos y exi-gencias nos cuestan á veces un ojo de la cara, sobre to-do... (•') cuando le hacemos cantar.

Muchos críticos fijan el génesis del arte moderno e/iel siglo xvi; siglo en el que florecieron los grandes maes-tros que cerraron con obras admirables el largo períodode la Edad Media, durante el cual se elaboraron, lenta ypenosamente, los fundamentos de la música moderna,con el estudio de las abstrusas doctrinas de tratadistasgriegos y latinos.

El recuerdo del siglo xvi me trae á la memoria losnombres esclarecidos de Cristóbal Morales, Tomás Luisde Victoria, el inmortal Ramos de Pareja y el divinoFrancisco de Salinas, á quien oyéndole tocar el órganoFray Luis de León, exclamaba entusiasmado:

¡Oh! suene de contino,Salinas, vuestro son en mis oidos,Por quien el bien divinoDespiertan los sentidos, •Quedando á lo demás adormecidos.

Los siglos xvi y xvn fueron los siglos de oro de lamúsica religiosa en España.

Sus numerosos compositores y sabios tratadistas dela música compitieron con los más célebres composito-res y tratadistas de Italia, y está probado que Moralesse adelantó al gran Palestrina en veinte años, produ-ciendo obras que se atribuyeron durante mucho tiempoal inmortal maestro italiano.

(.*) Alusión á los sueldos exorbitantes que en la actualidadexigen las notabilidades en el arte del canto.

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«Una de las pruebas más grandes que se pueden adu-cir acerca del mérito incomparable de Morales, dice eleminente Eslava Qn su Breve memoria histórica de lamúsica religiosa en España, es; que el mismo AbateBaini que había atribuido á Palestrina un mottetto raroe famoso ed ammirabiíe studio di armonía, descubrió sercomposición de Morales, cuyo manuscrito fue donado ála capilla Pontificia, siendo Papa Pablo III, y existe hoyen aquel rico y antiguo archivo.»

A partir de esta época, mientras la Italia, la Alema-nia, la Francia y la Holanda marcharon progresando entodos los ramos del arte, nosotros, triste es confesarlo,seguimos una marcha angustiosa, sumisos al imperiode la influencia extranjera.

Con la creación de la Opera á fines del siglo dé-cimo sexto en la Corte de los Médicis, se abrieronnuevas y anchas vias de progreso musical, que com-positores y cantantes educados en los conservatoriosde Italia, fundados por entonces, proporcionaron ele-mentos de desarrollo al nuevo espectáculo, y lleva-ron á todas partes la luz que brotó en las orillas del Arnoque debía iluminar en breve el entendimiento y encen-der los corazones de los pueblos que sólo conocían lamúsica calculada; la música sin lágrimas ni alegría;sonoridad escolásticamente combinada con todos losprimores del contrapunto. ¡Mucha, mucha sonoridad,pero sin los encantos del alma!

La Corte española, á imitación de la Corte florenti-na, hizo ejecutar también en el teatro del Palacio de Ma-drid el año 1629 una Égloga pastoral de Lope de Vegatitulada La selva sin amor, con música de autor desco-nocido, habiéndose encargado de la dirección de la ma-quinaria Cosme Lotti, ingeniero que vino' de Florenciallamado por Felipe III.

El erudito y popular maestro Barbieri, dice que esteesel primer poema de ópera de que hay ejemplo en España.

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La Égloga de Lope no influyó por desgracia tan favo-rablemente en el progreso musical de nuestro país comoinfluyó en el de Italia el Orfeo ed Eurídice de Rinnucini.Allí se propagó con la velocidad del rayo el entusiasmoartístico y patriótico por todas las clases de la sociedad,y acjuí apenas traspasó los muros del regio alcázar don-de se representó, el conocimiento de la obra cuya pater-nidad musical es aún de todos ignorada.

Dos años después del estreno de La selva sin amar,se dio la representación en dos grandes jornadas Eljardín de Falerina, de D. Pedro Calderón de la Barca,con música de... no se sabe quien: primera obra querecibió fatalmente el nombre del Palacio en que se eje-cutó y de cuyo nombre no quisiera acordarme, porqueha causado y sigue causando perjuicios incalculablesal crédito de la música dramática española. Ya habréiscomprendido que me refiero al nombre de... Zarzuela.

Se atribuye á la música de esta clase de obras, quecarecía de importancia artística, la decadencia que semarcó ya en las composiciones de iglesia á principiosdel siglo xvm. El P. Feijóo, en su juicio crítico de LaMúsica de los templos no deja en buen lugar á los can-tantes, organistas y compositores religiosos de sutiempo.

«Ese aire de canarios, dice el reverendo P. Feijóo,tan dominante en el gusto de los modernos, y extendi-do en tantas gigas, que apenas hay sonata que no tengaalguna, ¿qué hará en íos ánimos, sino excitar en la ima-ginación pastoriles tripudios? El que oye en el órgano elmismo menuet que oyó en el sarao, ¿qué ha de hacersino acordarse de la dama con quien danzó la noche an-cedente? De esta suerte la música que había de arreba-tar el espíritu del asistente desde el templo terreno alcelestial, le traslada de la iglesia al festín. Y si el queoye, ó por temperamento, ó por hábito está mal dis-puesto, no parará ahí su imaginación.»

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El poético y sublime arranque de Fray Luis de Leónal oir tocar el órgano al ciego Salinas/y el juicio delP. Feijóo pintan perfectamente el carácter de la mú-sica religiosa dominante en las diferentes épocas áque se refieren.

La venida á Madrid de la compañía de ópera italianaá principios de 1703, llamada por Felipe V, fue funestapara la música española, tanto en el género popular ydramático como en el religioso.

El mismo P. Feijóo que acabo de citar, dice res-pecto á la influencia de la música italiana en la músicade nuestros templos:

«Esta es la música de estos tiempos, con que noshan regalado los italianos por mano de su aficionadoel maestro Duron, que fue el que introdujo en la mú-sica de España las modas extranjeras.»

Y el Sr. Peña y Goñi, en su muy importante obratitulada La ópera española y la música dramática en Es-paña en el siglo XIX(*), que he consultado con gran in-terés, refiriéndose á la simple y característica tonadilla,se expresa diciendo:

«Hasta la música popular en su forma más naturaly expontánea, desaparecía sepultada bajo la avalan-cha extranjera, dirigida y fomentada magistralmentepor Scotti y Farinelli.»

Con efecto, nada se resistió al imperio de las compa-ñías italianas en sus exhibiciones, ya fueran en el co-liseo del Buen Retiro ó en el teatro de los Caños delPeral.

Las famosas tiples, que á la sazón estaban de moda,

(*) Todos los amantes de la historia musical española, de-ben conocer este admirable trabajo del ilustrado crítico que liapublicado el acreditado editor Zozaya. Peña y Goñi ha prestadoun servicio inmenso al arte y á la patria.

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no tan sólo se veían rodeadas de caoalieri serüenti quelas acompañaban como siervos sumisos, de galantea-dores que derrochaban sus bienes de fortuna por obse-quiarlas, sino de damas de ía más linajuda aristocra-cia que tenían á gala ser jefes de partido de una pr¿ma-donna. La duquesa de Osuna lo fue de la Todi y la deAlba de la Giorgi-Banti.

Y entretanto, todo lo que era español se encontrabaavvilito e calpestato s,

bajo la pesada y fría losa del menosprecio de sus com-patriotas.

—¡En este orden de sentimientos nadie podrá tildar álos españoles de inconsecuentes! —

Los plausibles esfuerzos que en diferentes ocasioneshicieron los compositores españoles durante el siglopasado para la creación de la Opera nacional fueron in-útiles, llegando á un estado de decadencia tal la músicadramática española , que se resiste uno á creerlo.,.hasta por decoro patrio.

En una carta que Moratín dirigió á Godoy desdeLondres, con fecha 20 de Diciembre de 1792, se lee el si-guiente horripilante párrafo:

«La música treatral está como los demás ramos,atrasada y envilecida; ni es otra cosa en la parte poé-tica que un hacinamiento de frialdades, chocarrerías ydesvergüenzas; en la parte musical, un conjunto de imi-taciones inconexas, sin unidad, sin carácter, sin no-vedad, sin gracia, sin gusto.»

No cabe pintura más desconsoladora, ni crítica máscontundente del espectáculo popular español de aque-llos tiempos.

En tan lamentable estado llegamos á las puertas delsiglo xix. ¿Y cuándo? Cuando Italia, Alemania y otrasnaciones cultas se encontraban ya en el apogeo de sugloria musical.

Francia tuvo la inmensa fortuna de hallar protec"

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tores poderosos para la organización de la Operanacional, hasta en los Príncipes de la Iglesia, comolo fueron el cardenal Mazzarino y el cardenal Ro-vere, arzobispo de Turin. A tan valioso concurso hayque agregar el favor que dispensó la Corte de Luis XIVal célebre compositor florentino Lulli, autor de las pri-meras óperas importantes del naciente espectáculofrancés.

España no fue tan venturosa. Sus magnates no pen-saron, como los grandes señores de otros países, res-pecto á la protección y fomento de la ópera nacional.

Los autores españoles, entregados á sus propiasfuerzas, vegetaban miserablemente sin gloria ni pro-vecho.

¡Coincidencia extraña digna de mencionarse! Al mis-mo tiempo que los compositores que residían en su pa-tria se ocupaban en perpetrar «un conjunto de imitacio-nes inconexas, sin unidad, sin carácter, sin novedad,sin gracia, sin gusto,» según dijo Moratín, un españolilustre consagraba, allende los Pirineos, su fecundo in-genio á escribir óperas italianas que se representabancon gran éxito en los teatros principales de Italia, Aus-tria y Rusia. Ejemplo lamentable, desgraciadamente re-petido, de compositores españoles que han estado alservicio de otros países abandonando el suyo!

Vicente Martín, que es el español ilustre á quien merefiero en el párrafo anterior, nació en Valencia el añode 1754. Adquirió fama europea con sus aplaudidasobras.

Mozart introdujo en su Don Juan un motivo de «Unavosa rara,» ópera popular y bella de nuestro compa-triota.

Martini ó lo Spagnuolo, como le llamaban en Italia,compitió gloriosamente con Paisiello, Cimarosa, Salieriy demás grandes maestros de su época. La emperatriz

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Catalina le llamó á su corte y le nombró maestro y di-rector de la compañía de ópera del teatro Imperial. Ce-só en este cargo; y después de pasar muchas penalida-des en los últimos años de su vida, falleció en San Peters-burgo en Enero de 1806, recordando tal vez en aquellasheladas regiones del polo Norte, el dulce clima y la flo-rida y rica huerta valenciana cuyas perfumadas aurasmecieron su cuna. t

Vicente Martín y Soler luchó en su vida artística enpro de un espectáculo extranjero y murió lejos de supatria.

Triste suerte la del célebre maestro que me trae á lamemoria los admirables versos de Leopardi:

Oh misero colui che in guerra é spento,ííon per li patrii lidi e per la piaConsorte e i flgli cari,Ma da nemici altruiPer altra gente, e non puó dir morendo:Alma térra natía,La vista che mi desti ecco ti rendo.

Nuevas tentativas para lá creación de la Opera espa-ñola reanimaron algo los espíritus de los buenos espa-ñoles en los primeros años de este siglo, y la vuelta áMadrid de Manuel García contribuyó mucho á ello.

Una de las glorias musicales más legítimas é impor-tantes de España fue D. Manuel Vicente García. Nacióen Sevilla el 22 de Enero de 1775. Discípulo de D. Anto-nio Ripa, maestro de capilla de aquella catedral, á losdiez y siete años se distinguió ya como cantor, compo-sitor y director de orquesta.

Compuso varias óperas ligeras adornadas de gracio-sos cantos, que se hicieron muy populares, y en cuyaejecución tomó una parte principal él mismo como can-tante. En 1807 se marchó para siempre de España esta-bleciéndose en Paris.

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Sus hijas, María Malibran y Paulina Viardot, fueroncantantes muy notables, sobretodo laprjmera, que arre-bataba en todas partes al público con el fuego de la pa-sión y la maestría de su canto que la había adquiridobajo la dirección de su padre.

Sabido es que García desempeñó el papel de Condede Almaviva en el extreno de El Barbero de Sevilla deRossini y que es autor de la delicada y característicaserenata que se canta en la ópera. «Se il mió nome sa-per voi bramate.»

Todas sus canciones españolas son bellísimas.Las buenas tradiciones de la escuela de García que

tan notables cantantes produjo, apenas se conservan enlos artistas del día. Algunos muy afamados que recorrenlos teatros del mundo haciendo breves exhibiciones,parece que se han propuesto llevarse en su retirada alhogar doméstico, con los secretos del art.e, los últimosmaravedises del público que forzosamente acude áoírles.

Como Vicente Martín, Manuel García murió en tierraextraña: le sorprendió la muerte en París á los cincuen-ta y siete años de edad, pero dejó en su patria el polende su fecundo ingenio español que todavía circula ycirculará por las ideas de los compositores españolesque aspiren á caracterizar los sentimientos del pueblo,con frases graciosas y elegantes, mal comprendidas ypeor apreciadas de los fatuos dilettanti de romanzas ycavatinas que se cantan aquí en idioma extranjero.

Por real orden de 28 de Diciembre de 1799 se prohi-bió en los teatros de España «representar, cantar nibaylar piezas que no fueran en idioma castellano y ac-tuadas por actores y actrices nacionales ó naturaliza-dos en los reinos.»

Lo de bay lar piezas que no fueran en idioma castella-no, debía referirse sin duda á los bailes con canto.

Las óperas del repertorio italiano y las del reperto-

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rio francés, entonces en juego, se cantaron en el teatrode los Caños del Peral, en español y por artistas espa-ñoles, durante los años de 1800 á 1808. Si á esta medidagubernativa hubiesen correspondido la actividad de losautores españoles y el patriotismo del público, habríapodido echar hondas raíces en el país la Opera nacional.

Ochenta y más años después, para que pueda ejecu-tarse una ópera de un compositor español en nuestroregio coliseo, es condición precisa que tenga letra ita-liana. *

Podemos decir, sin reserva alguna,- que no hemosadelantado gran cosa en españolismo lírico-teatral enla lucha con el italianismo desde principio del siglo.

El movimiento musical en España al comenzar estesiglo, además de no ser muy halagüeño como lo habrácomprendido el galante auditorio, fue contrariado é in-terrumpido repetidas veces por las discordias político-sociales y las guerras que aniquilaron al país con lamuerte de miles de sus valientes hijos, y con la ruina deinnumerables familias que lloraban á la vez la pérdidade sus deudos y haciendas.

El clarín guerrero, que al espirar las víctimas del Dosde Mayo llamaba en son de venganza á la ultrajada na-ción española para luchar contra los ejércitos del Capi-tán del Siglo, obligó á los españoles á cambiar los ins-trumentos de la paz por instrumentos de muerte, y losespectáculos de recreo, entre ellos la ópera, se suspen-dieron casi por completo durante la guerra gloriosísi-ma de la Independencia.

A esta época de paralización artística, siguió otrobreve período de ópera ilaliana en que el público oyópor primera vez música de Rossini. El 29 de Se-tiembre de 1816 se dio La italiana en Argel, que pro-dujo «un entusiasmo inexplicable,» según MesoneroRomanos.

En los años de 1818 y 1819 se ejecutaron en los tea-

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tros de la Cruz y del Príncipe (*) II tuteo en Italia, deRossini; Oro non compra amore, de Portógallo; y la obrade Mosca I pretendenti, traducidas al castellano.

Estalló la revolucción del año 20, y á las aplau-didas cavatinas reemplazaron los himnos patrióticos.

El Himno de Riego, convertido en ardiente grito delibertad, se llevó la palma del triunfo entre los demás,pero muy pronto se trocó en palma del martirio paraaquellos que con más calor y fé lo habían entonado.

Con la vuelta al poder del gobierno absolutos volvióá imperar la ópera italiana con delirante entusiasmo enperjuicio de los intereses morales y materiales de lascompañías de verso, dando asunto para que se enri-queciera el Parnaso español con una admirable sátirade Bretón délos Herreros, escrita contra la melomaníade los madrileños por los cantantes italianos, en la que,entre otras cosas sangrientas, decía:

¡Triste! ¿Qué vas áhacer? Aunque MinervaDeclamara por tí, no se corrigeLa tenaz filarmónica caterva.

Hay un genio infernal que la dirige;Gigante enorme que 4 domar su furiaMás robusto poder que el tuyo exige.

Hubo prima-donna, la hermosísima Adelaida Sala,que trocó la corona artística de laurel por una áureacorona nobiliaria con grandeza de España de primeraclase.

Semejante á la lucha de los partidarios de la Todi conlos de la Giorgi-Banti en tiempo de Farinelli, se entablóen 1831 entre los admiradores de Adelaida Tossi y losde la Meric-Lalande otra lucha formidable.

Con la dirección de la compañía italiana confiada al

(*) El teatro de los Caños del Peral había sido abandonadapor ruinoso, desde el año 10.

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célebre compositor Mercadante, adquirió mayor impor-tancia el espectáculo de la ópera.

El año 1827 fue llamado el sabio maestro D. RamónCarnicer, hijo ilustre de Lérida, por el ayuntamiento deMadrid, para dirigir los teatros déla Corte.

Este notabilísimo compositor leridense había dadoya grandes pruebas de su ingenio musical y buenascondiciones como director en Barcelona, donde la óperaitaliana tenía tanta importancia como en Madrid.

Compuso varias óperas en estilo italiano que alean*zaron gran éxito. De todos los inteligentes es admiradala brillante overtura que escribió para El Barbero deSevilla, de Rossini,- la cual este año mismo ha sidoaplaudida con entusiasmo en el teatro Real, mereciendolos honores de la repetición.

Fue autor de muchas canciones populares, himnos,piezas instrumentales, etc., etc.

Cuando la fundación del Real Conservatorio de Mú-sica de María Cristina, se le confió la cátedra de compo-sición, que la desempeñó como debía esperarse de sugran saber y larga experiencia.

D. Francisco Asenjo Barbieri fue discípulo suyo.Esta es una verdadera gloria para la memoria del insig-ne maestro.

Bajo muchos conceptos es digna de admiración yrespeto la parte que tomó en el movimiento musicalD. Ramón Carnicer, como asimismo todos sus distin-guidos colegas catalanes que en la ciudad condal supie-ron sostener siempre á gran altura el divino arte.

Pero entre todos los paisanos de Carnicer merecedigna y especial mención el venerable D. Baltasar Sal-doni, cuya brillante historia artística y literaria debeser estudiada en la importante obra ya citada de Peñay Goñi.

Sus óperas Ipennestra, Cleonice, Boabdil y Guzmátiel Bueno, honran al arte español y su Diccionario ds

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efemérides de músicos españoles, será siempre un mo-numento inapreciable de consulta para los que se dedi-quen á los estudios biográficos de los que han consa-grado su vida al divino arte en nuestro país.

Tres compositores españoles que figuraron tambiénen el primer tercio del siglo, dignos de especial recuer-do, son; Fernando Sors, José Melchor Gomis y JuanCrisóstomo Arriaga.

Educado el primero en la famosa Escolanía de Món-serrat bajo la dirección del sabio P. Fray AnselmoViola, empezó su carrera distinguiéndose en Barcelonacon una ópera que compuso, titulada Telémaeo, quegustó mucho; al año siguiente de su estreno se repre-sentó en Venecia con éxito favorable.

Emigró á Francia y fue muy considerado por loscompositores notables de Paris. Después de haber esta-do en Inglaterra y Rusia dando felices pruebas de sugenio musical, volvió á la capital francesa donde se dis-tinguió como compositor y como ejecutante.

Sors fue el soberano de la guitarra; su admirablemétodo y tratado de armonía para el mismo instrumen-to y varias composiciones y arreglos notables, mereceneterno renombre.

El arte español le es deudor de preciosas y caracte-rísticas canciones y piezas instrumentales.

Murió en París el año 1839 víctima de una enferme-dad dolorosísima y en un estado de pobreza muy dignode compasión.

Habiendo llegado á mis manos varias canciones es^pianolas de Gomis, sumamente apreciables, se despertóen mí el deseo de adquirir noticias acerca de este autor.Valenciano, como Vicente Martín, fue discípulo de D. Jo-sé Pons, compositor distinguido y maestro de capilla dela catedral de Valencia.

Cuandose vinoáMadridá dirigir la música delaguar-.diá de S. M /trató de darse á conocer como compositor.

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Descorazonado por las dificultades con que tropezabapara lograr que se ejecutaran sus obras en los teatrosde la Corte, donde sólo había podido conseguir Ja repre-sentación de una ópera titulada La Aldeana y un monó-logo dramático titulado Sensibilidad y Prudencia, Go-mis emigró á Francia.

Marchó luego á Inglaterra donde le sonrió la fortu-na, pero su deseo de figurar en el teatro le hizo volver-se á Paris y escribió varias obras para la Opera cómicaque no llamaron mucho la atención. El Diablo en Sevi-lla y alguna otra de sus óperas contienen piezas impor-tantes.

Este autor fue tachado, por críticos notables, de ha-ber usado con exceso el género español en las óperasfrancesas. ¡Vaya por los que para dar los buenos dias enlengua castellana, recurren á una música destinada áque la juzguen nuestros tataranietos, suponiendo queantes no haya sido pasto de la bienhechora polilla!

Gomis murió en Paris el 1836 á los 45 años de edad ymurió... pobre. ¡Sarcasmo del destino que, con sañainextinguible, parece complacerse á menudo en quemueran en la miseria los que producen el deleite y lailustración de la humanidad, mientras concede sin tasael codiciado metal á los que quizá hayan hecho verterabundantes lágrimas de dolor á muchos infelices en elmanejo de sus negocios!...

Un Mozart español, nacido á orillas del Nervión áprincipios del siglo actual, hubiese honrado el mundodel arte con producciones admirables de su genio pro-digioso, dignas del inmortal autor de Don Juan, si laparca inexorable no hubiese cortado en la flor de suju ventud el hilo de la doble .preciosa vida del hombre-artista por excelencia.

D. Juan Crisóstomo de Amaga, hijo de Bilbao, na-ció en la región del arte como brota, crece y ondula ma-

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jestuosamente su elegante copa la gallarda palmera enél abrasado desierto, ofreciendo su exquisito y doradofruto al viajero fatigado y triste, y en el periodo más lo-zano de s"u desarrollo, se ve tronchado su esbelto tron-co por la furia desoladora del Simoun.

Asombra lo que dice Fetis acerca de Arriaga.'Escuchad: «Antes de adquirir conocimientos de ar-

monía compuso una ópera española, cuyas ideas erandeliciosas y enteramente originales.

»A los 13 años se marchó á París y en el Conservato-rio estudió el violín con Baillot, y la armonía bajo midirección.

«Menos de tres meses le bastaron para adquirir co-nocimiento perfecto de la armonía, y al cabo de dos añosno había dificultad en el contrapunto y en la fuga que novenciese como por vía de juego.

»Se reunían en Arriaga dos facultades que rara vezreúne el artista: el don de la inventiva y la aptitud máscompleta para vencer todas las dificultades de laciencia.

k «Escribió una fuga á ocho voces que causó el asom-bro de Cherubini por la perfección del trabajo.

«Los progresos de este joven artista en el arte de to-car el violín no fueron menos rápidos; la naturaleza lehabía organizado para ejecutar bien todo lo que perte-nece al dominio de la música.

»Su primer obra fue una colección de tres cuartetospara violín que se publicó en Paris en 1824. Es imposi-ble imaginar nada más. original, más elegante ni escri-to con más pureza que estos cuartetos, no lo bastanteconocidos. Cada vez que eran ejecutados por su jovenautor excitaban la admiración de los que le oían.

«Compuso muchas obras de distintos géneros: unaovertura, una sinfonía d grande orquesta una misa á cua-tro voces, una salve regina, cantatas francesas etc., etc.

«Tantos trabajos realizados antes de la edad de diez

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y ocho años, habían sin duda maleado la buena consti-tución de Arriaga, en quien á fines de 1825 se declaróuna grave enfermedad de languidez que le condujo alsepulcro en los últimos días del mes de Febrero del añosiguiente, y el mundo musical se vio privado del por-venir de un hombre destinado á contribuir poderosa-mente al adelanto de su arte, como los amigos del jo-ven artista se vieron privados del alma más candorosay pura.»

Juicio tan entusiasta del ilustre Fetis equivale á si*quedara grabado en planchas de oro para la posteridadel nombre exclarecido de Arriaga.

Tengo fé en que la culta población de Bilbao, dondetodo sentimiento noble y generoso tiene asiento, haráque recuerden sus paisanos al joven compositor, gloriade Vizcaya, erigiéndole un monumento en aquellos pin-torescos sitios de la invicta villa.

Martín, García, Sors, Gomis y Arriaga que hubieranpodido contribuir poderosamente á defender con bríosel pabellón de la música dramática española, emigra-ron al extranjero, donde murieron casi todos ellos en laflor de sus años.

Nuestros primeros compositores, consagrados á cul-tivar la música de los templos como maestros de capi-lla, no pudieron prestar su concurso al espectáculo pro-fano, al que tal vez se vieran obligados á mirarle condesprecio.

¿Qué extraño, es, pues, que dominados por los italia-nos y abandonados de los nuestros, hubiese llegado altristísimo estado en que se encontró la música dramáti-ca española al comenzar el siglo xix,como la relación delos'hechos habrá convencido á la distinguida concu-rrencia?

La música religiosa, en cambio, aunque no á la al-tura de otras épocas, había conservado en algunas igle-

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sias de España cierta severidad tradicional propia delos antiguos maestros y digna de todo elogio.

Dice Eslava: «Las iglesias catedral y del Patriarca de"Valencia han sido las que han cultivado el estilo anti-guo por más tiempo y con mayoresmero que ningunaotra.»

Doyagüe,' Prieto, Cuéllar, Montesinos, los dos Ledes-mas, D. Mariano y D. Nicolás, Andreví y otros maestrosde capilla compusieron obras notables, publicadas enla Lira sacro-hispana, serie primera del siglo xix.

El dignísimo sucesor de los grandes maestros espa-ñoles en el género religioso, fue D. Hilarión Eslava; yen el género didáctico muy superior á todos ellos.

Sus numerosas obras religiosas son notables en ge-neral y muchas verdaderamente bellas.

Los tratados de armonía, de melodía, de contrapun-to y fuga y el gran método de solfeo que publicó, hancontribuido y seguirán contribuyendo poderosamenteal progreso del arte en España.

El Museo orgánico y la notabilísima colección deobras religiosas que lleva el título de Lira sacro-hispa-na, que hemos mencionado, son una prueba más desus grandes títulos como maestro y como sabio.

Legó su glorioso nombre á la posteridad y hoy viveen la memoria de los distinguidos discípulos que siguensus luminosas huellas, recordando al venerable maes-tro con el amor de hijos cariñosos y agradecidos.

Todos hacen justicia á Eslava:Nui

Chiniamo il capo al MassimoFattor che volle in luiDel creator suo spíritoPiu vast'orma stampar.

El italianismo es la pesadilla de los que en músicaenarbolan la bandera nacional al grito de «¡Viva la Ópe-

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ra española!» y quisieran que aquí siguiésemos el ejem-plo del czar de todas las Rusias publicando sin pérdidade tiempo un ukase para la supresión del teatro italia-no, como el que hace poco se publicó en San Peters-burgo.

Y el italianismo, sin embargo, es muy español.Es muy español... y de tiempo inmemorial.Nuestros autores dramáticos y nuestros literatos del

siglo xvi padecieron de italianismo á más no poder.Cervantes lo justifica en sus obras inmortales, más*

que nadie, con italianismos sin cuento.¿Y qué diremos del italianismo de nuestros pintores,

escultores y arquitectos? ¡Ellos que á Italia la conside-ran como á su segunda patria! Preguntadles, pregun-tadles si tienen á menos visitar el artístico país

dove il si suonaé inspirarse ante las obras maestras que Roma, Floren-cia y Venecia conservan en suntuosos palacios, siendola admiración y recreo de la humanidad ilustrada.

Para ellos el italianismo es una pasión, es un elemen-to de vida artística que se hermana cariñosamente conel carácter español.

Pero en música el italianismo es otra cosa muy dis-tinta que en las demás artes.

Aquí, algunos compositores, llenos de ardor patrió-tico-musical, han declarado guerra á muerte al italia-nismo, pero en sus banderas en lugar de leones rampan-tes y castillos almenados, parece verse trazada el águi-la negra de dos cabezas, á la que no podría calificarseciertamente de ave canora.

Estos enemigos de la dulce melodía que ya necesitancondimentarla con el asafétida de los romanos parapoderla tragar, tienen fija la vista, por lo general, enpaíses extraños cuando tratan de hacer obras españolas.

En los tiempos que atravesamos se ha despertadouna afición extraordinaria á la música pura, como han

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dado en llamar algunos á la música instrumental, y eotodas partes buscan con avidez los compositores como-elemento principal para sus obras, los cantos popu-lares.

En vista de esto, yo aconsejaría á nuestros jóvenescompositores que, si bien no sea tan distinguido, porser género español, estudiasen los tesoros musicalesque se hallan esparcidos por España, los cuales, expío •tadós con talento, sobriedad y buen gusto, imitando ála industriosa abeja, podrían llegar á elaborar ricos pa-nales de miel hiblea musical, que serían buscados conavidez por los hijos de esos mismos países que hoy nosmandan sus rapsodias de aires nacionales, que no sonaires superiores, de ningún modo, á los aires caracte-rísticos españoles.

El italianismo está muy arraigado en nuestro públicoy sólo podrá sucumbir, y ojala fuera pronto, cuando elespañolismo y no un germanismo híbrido se abra caminohonroso en medio de la confusión que nos rodea, hijade la vanidad y de la ignorancia supina de aquellos que,,á fuerza de osadía y de carecer de todo sentimiento de-licado, llegan á creerse genios y dictadores en el artesin comprenderlo ni sentirlo.

La educación musical.

Esta parte del tema bastaría por sí sola para ocupartodo el tiempo de una ó más conferencias, pero com-prendiendo yo la natural impaciencia con que todos losque se dignan escucharme aguardan que la buena mú-sica, habilísimamente ejecutada, reemplace cuanto an-tes á la mala música, torpemente hablada, prometo denuevo ser breve.

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Tratándose de la educación musical en España, ¿có-mo no rendir entusiasta homenaje de respeto, admira-ción y gratitud á la augusta fundadora del antiguo Con-servatorio, hoy Escuela Nacional de Música y-Declama-ción?

En la generalidad de los españoles amantes de lamúsica, fuera grave falta, en mí... sería un crimen.

Nacida bajo el risueño cielo de Ñapóles, vino radian-te de hermosura y juventud á ocupar el trono castella-no con aplauso universal.

Oid cómo en vigoroso estilo y delicados conceptosprorrumpía Quintana:

Todo te aplauda; en resonantes himnosTodo se inunde: el monteLos diga al valle, y los repita el ríoY los aprenda el mar. ¡Ella aparece!¿No veis cuál resplandece,Del arrebol del alba enrojecidaPor las gracias ornada,Y de alta gloria y majestad cercada?¿No veis cómo á los rayos de su frente

*' Todo con grata admiración se inclina?Ella es: la augusta Reina de OccidenteElla es: la amable y celestial Cristina.

Cuando la música en todos sus ramos se hallaba en-tre nosotros en el más lastimoso estado, se publicó unreal decreto firmado por Ballesteros en 15 de Julio de1830, que principia así:

«El Rey nuestro señor se ha servido mandar que se•establezca en esta Corte un Conservatorio de Músicaque llevará el augusto nombre y gozará de la excelsaprotección déla Reina nuestra señora.»

Todos saben que el medio más poderoso de propa-gar los conocimientos musicales, fase característicade la civilización moderna, y de seguir las huellas delos grandes maestros, es la creación de conservatorios.

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Allí donde el estudio de la música se empieza en lasescuelas de párvulos y se sigue en la 1.a y 2.a enseñan-za, existen varios conservatorios muy importantes.

Díganlo Bélgica, Alemania, Francia, Italia, etc., etc.¿Y cuál es su principal misión con relación á los in-

tereses generales del arte?En un acto público y solemne celebrado en presen-

cia del Sr. Ministro de Fomento (*) manifesté mi opiniónsobre este punto, indicando al mismo tiempo, ligera-mente, parte de los resultados que hoy dá el estableci-miento oficial que tengo el inmerecido honor de dirigir,

«Es la misión principal de los Conservatorios de Mú-sica, en concepto nuestro, dije entonces, proporcionaral arte'los elementos que reclame para su mayor ex-plendor y progreso.

Educar hábiles profesores de orquesta, organistas ypianistas distinguidos, jóvenes compositores que siganlas huellas de los grandes maestros, cantantes expertosque sepan interpretar con acierto las obras que se lesconfien, aportar, en fin, á la ilustrada clase media de lasociedad moderna un contigente artístico inteligente ylaborioso, debe ser el cuidado de los centros de ense-ñanza musical.

Hay quien acusa á los Conservatorios de que no pro-ducen genios.

Semejante acusación tiene fácil y poderosa defensa.El genio es purísimo destello de la Divinidad. No

existe, pues, no ha existido ni existirá nunca en el mun-do más que un catedrático capaz de formar genios, yaen la ciudad, ya en la aldea, lo mismo á orillas del cau-daloso Rhin que del sediento Manzanares. Este únicomaestro de genios es... el Supremo Hacedor, que no

(*) En la distribución de premios correspondientes al cursoescolar de 1883 á 1884, que se verificó en la Escuela Nacional'de Música y Declamación.

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con mucha frecuencia nos suele enviar alguno de susafortunados discípulos, conocidos con los nombres dePalestrina, Morales, Victoria, Beethoven, Rossini, laMalibran, Rubinstein, Sarasate, etc., etc.

La inmensa mayoría de los, distinguidos profesoresde nuestras orquestas de conciertos y de teatros sondiscípulos de nuestra Escuela, como asimismo los quese dedican á la enseñanza, que son muchos y muy en-tendidos.

¿Y qué diremos de las notables discípulas de las cla-ses de piano, que logrando pingües resultados, ejercenadmirablemente la profesión de leccionistas, conquis-tando el aprecio general en las casas que frecuentan,por su irreprochable comportamiento?

¡Cuantos beneñcios deben á la Escuela esas aprecia-bles jóvenes!

Sin la educación artística que aquí recibieron, tal vezmuchas de ellas se verían precisadas á manejar élpedalde una máquina cosedora de Singer para aliviar conpenoso trabajo y escaso provecho la situación precariade sus familias, en lugar de manejar los pedales de unpiano de Erard ó de Montano.

No falta quien se queje de su suerte adversa en elejercicio de su profesión.

Ciertamente, no todos los que siguen la carrera de lamúsica logran alcanzar una posición ventajosa, y hayalgunos que, por falta de talento ó de laboriosidad, seven obligados á buscar otra manera de vivir. Lo mismopasa en las demás carreras.

Hasta la leña en el campoTiene su separación;Una sirve para santosY otra para hacer carbón.

Si todos los que estudian para médicos ó abogadoscuajaran y llegaran á tener clientela... ¡Pobre huma-.nidad!»

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La educación musical que se ha desarrollado feliz-mente en España y que ha transformado por completola inteligencia y aficiones del público profano, no es só-lo la educación técnica que se recibe en las escuelas es-peciales, sino la que se ha adquirido durante los añosde vida que llevan la Sociedad de cuartetos y la de Con-ciertos que nos han hecho conocer obras maestras delas que antes se ignoraba el nombre de sus autores porel vulgo, y ahora las distingue hasta por el tono en queestán escritas.

Yo he oido decir á un aficionado oreeehiante, incapazde conocer si un papel de música se halla colocado ha-cia abajo ó hacia arriba, que le gustaban mucho «lasinfonía en do menor de Beethoven y el quinteto en solmenor de Mozart.»

¡Qué diferencia de aquellos tiempos, y no muy leja-nos, en que las soberbias obras que hoy causan la ad-miración de nuestro público y las aplaude con entu-siasmo, se oían de mala voluntad y se calificaban des-deñosamente entre bostezos de música sabia, equiva-lente, según el público de entonces, á música fastidiosa!

Con permiso de la distinguida Sociedad, voy á citarunas frases groseras que ahora serían rechazadas conindignación general, de uno á quien le preguntaron,«qué le parecía el andante de la Sinfonía Pastoral queacababa de ejecutarse,» y contestó:

—¡Si esto es más largo que la esperanza de un pobre!¡Señor, si dura más que un par de botas!...

Cuanto pudiera decirse en elogio de los ilustres fun-dadores y directores habilísimos de las sociedades ci-vilizadoras del pueblo español en el conocimiento delrepertorio clasico-musical, fuera pálido en compara-ción de lo que se merecen.

¿Quién no envidiará la gloria de Monasterio, Guel-benzu, Gaztambide, Barbieri y Vázquez?

Sus nombres exclarecidos quedarán grabados en la

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historia y serán considerados por las generaciones fu-turas, como faros bienhechores que han iluminado laselva oscura del arte

che la diritta via era smarrita.Respecto ala conveniencia é importancia de gene-

ralizar todo lo posible la educación elemental y popu-lar de la música, dije hace poco en otra parte' (*):

«Todas las naciones civilizadas lo comprenden así.Popularizar á la vez que perfeccionar su estudio ,esuna de sus preferentes atenciones.

»En el Congreso Musical Belga, primero, y reciente-mente en la sección musical del Congreso de Amberes,•se ha tratado extensamente esta cuestión.

»La Comisión enviada en 1876 por el ministerio fran-cés de Instrucción pública á la Exposición Universal4e Filadelfla, hizo constar en el luminoso informe quepresentó, el siguiente curioso dato:

«En las escuelas donde la enseñanza musical se ha-lla más desarrollada y floreciente, las demás enseñan-zas se encuentran también á grande altura.»

Esto se comprende muy bien.La música es luz del alma que aviva los sentidos y

no puede menos de ejercer favorable influencia en lajuventud aplicada.

En muchos paises, antes que el niño tenga el menor•CQnocimiento del abecé y de la teoría elemental del sol-feo, se le hace cantar breves y sencillísimas melodíascon palabras que fácilmente se graban en la memoria,contribuyendo de este modo á despertar suave y pro-gresivamente su infantil inteligencia.

Es un ejercicio muy provechoso para los niños. Conél se mejora su oido, se corrigen defectos de pronun-ciación, muy comunes en ellos, se desarrolla el senti-miento del ritmo y, lo que no tiene precio, les produce

(*) En la Escuela de Música y Declamación.

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una saludable alegría, moral y físicamente conside-rada.

Además puede apreciarse como excelente prepara-ción para el conocimiento del solfeo, con cuyo requi-sito marchan sobre seguro los que quieran dedicarsedespués á estudios superiores.

«Si todos aprendieran desde la infancia el canto yla lectura musical, dice un ilustrado escritor, ofreceríaventajas considerables, fáciles de comprender, para laeducación general y para la formación de coros y or-questas, sociedades populares ó filarmónicas, concier-tos, festivales, músicas militares, etc., etc.

Bélgica, Holanda y Suiza, sin necesidad de citar otrasnaciones, presentan abundantes y elocuentísimos ejem-plos que prueban la verdad de semejante aserto.

A eso debemos aspirar en España los que amamosel progreso en sus manifestaciones más cultas y prove-chosas.

Sin que sea jactancia meridional, podemos asegurarque los habitantes de las orillas del Ebro, de los vallesy montañas de Cataluña y Galicia y de las ProvinciasVascongadas, no ceden en inteligencia y aptitud musi-cal á los hijos de los pueblos que baña el caudaloso Es-calda ni á los moradores de la pintoresca patria de Gui-llermo Tell,

En vida del inolvidable Clavé se organizaron, bajO'su acertada dirección, notables y numerosos orfeones,que ostentaban en sus estandartes el glorioso escudo-cíe las sangrientas barras, enlazado con símbolos delarte fascinador.

En Galicia las sociedades musicales están dando-pruebas de una gran actividad, digna del mayor elogio,,cultivando sus poéticos cantos populares, al mismotiempo que la organización de last masas corales y suinstrucción van perfeccionándose.

Estos son elementos propios y ricos para la ópera

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popular-española—bulgo Zarzuela—espectáculo en elque debiera reflejarse siempre, con discreción y artemanejada, la nacionalidad musical que tanto distingue ánuestro país de los otros.»

La ópera popular debe considerarse también comomedio admirable de desarrollar en las masas la aficióná la música, y los autores que se dedican á cultivarla,son dignos de aplauso y de protección que no tienen.

Los individuos de la Asociación artistica-cooperati-va., para continuar el desarrollo de la zarzuela, allá pprlos años de 1849 á 1850, Sres. Barbieri, GaztambideOudrid, Hernando, Inzenga, Salas y Olona prestaron elservicio mayor que se ha prestado en España, al teatrolírico-dramático español y de cuya prosperidad pendela suerte de innumerables familias.

Es de lamentar que á las primeras obras que se die-ron con el título de Zarzuela en nuestros tiempos, no lohubiesen cambiado por el de ópera popular, ó cosaparecida. ,

Siguiendo el argumento que emplearon para ponerel desdichado nombre á la primera comedia con músi-ca que se representó en el Palacio de la Zarzuela delPardo, pudo haber llamado el Sr. Hernando á Colegialasy Soldados que se representó en el teatro de la calle delas Urosas, Instituto, porque este era su nombre.

Dos de los compositores más populares y que ma-yormente contribuyeron al crédito de la zarzuela en superíodo brillantísimo, fueron Gaztambide y Oudrid.

Habiendo sido los dos colegas mios muy apreciados,me he creído en el deber de consagrar un recuerdo fra-ternal á su memoria en el momento que se ha mentadoel espectáculo lírico-dramático español por ellos suma-mente popularizado.

D. Joaquín Gaztambide tenía talento claro, gran ima-ginación, y aptitud para la música dramática de primerorden.

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Fue director de orquesta notabilísimo, porque á sugrande inteligencia unía un carácter enérgico que todosrespetaban.

En sus obras se manifestó siempre espontáneo, ele-gante y vigoroso.

Catalina, Los Magyares, El valle de Andorra, Una .vieja, Casado y Soltero, El estreno de una artista, etc..que se deben á su genio poderoso lo prueban. ,

Su música característica española no tiene rival, porla brillantez rítmica y el buen gusto que la distingue.

D. Cristóbal Oudrid füé un compositor de intuiciónfecunda para crear ideas musicales llenas de gracia yfrescura, y un hombre de trato muy ameno con susamigos, que seguían con él la broma de decirle, «quenadie sabía de donde era, ni quien había sido su maes-tro, y mucho menos... la edad que tenía.»

Era rubio como un hijo de la soberbia Albión y teníaacento andaluz: componía jotas con el espíritu aragonésde un héroe del sitio de Zaragoza, dígalo su famosarondalla; gallegadas, como si hubiese nacido en lospintorescos valles de Galicia; bailables característicosandaluces, manchegos, ó lo que fuera necesario, comonadie. Escribió zarzuelas importantes en todos los gé-neros, que alcanzaron éxitos brillantes.

Saliendo un día del teatro del Circo, Oudrid, en com-pañía de un amigo que la echaba de Licurgo, se entabló•entre los dos una conversación que aproximadamentese redujo al siguiente diálogo:

—Debiera Vd. estudiar más, amigo Oudrid.—No tengo tiempo.—Debiera Vd. ilustrarse para poder juzgar por sí

mismo con filosóficas consideraciones, las condicionesde sus propias obras y saber en qué consiste la impre-sión que causan en los demás.

—Confieso francamente,—replicó Oudrid, que no soy

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partidario de las disertaciones académicas délos cinocé-falos sobre si los versos se hacen con la glándula pineal t

y que tengo en mucho las rudas lecciones del gran filó-sofo que se llama Publicóla quien todos, sin excepción,procuramos contentar, y que para hacerle sentir se ne-cesita tener un alma bien templada.

Hora es ya que el divino arte ataje mi torpe palabracon su maravilloso lenguaje y rompan á cantar las dis-tinguidas señoritas y suenen los bien templados instru-mentos manejados por artistas que son gloria del arteespañol.

Dijo Ayala:La música es el acento

Que el alma arrobada lanzaCuando á dar forma no alcanzaA su mejor pensamiento;De la flor del sentimientoEs el aroma lozano;Es del bien más soberanoPresentimiento suave,Y es todo lo que no cabeDentro del lenguaje humano.

HE DICHO.

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PROGRAMA MUSICAL

1.° Terzetto de la ópera titulada Una eo&a rara,cantado por las señoritas Lizarraga, Gui-dotti y Castro, alumnas de la Escuela Na-cional de Música y Declamación y discí-pulas del Sr. Inzenga MARTINI.

2.° Las quejas de Maruja, canción españolacantada por la señorita Terzi, discípuladel Sr. Martín y alumna de la Escuela Na-cional de Música y Declamación, acompa-ñada con la guitarra por el profesor D. Ig-nacio Agustín Campo SORS.

3." Dos tiempos de un cuarteto, ejecutados porlos Sres. Monasterio, Urrutia, Lestán yMirecky ARRIAGA.

4.° El ehaeho moreno, canción española, canta-da por la señorita Guidotti GOMIS.

5." Adiós á la Alhambra, melodía para violín,ejecutada por la señorita Terzi, discípuladel autor MONASTERIO.

6." Canción de El estreno de una artista, canta-da por la señorita Lizarraga GAZTAMBIDE.

7.°. Dúo de Boleras y Caña, cantado por las se-ñoritas Guidotti y Castro GARCÍA.

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CANCIÓN

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DON FERNANDO SORS

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LAS QUEJAS BE MARUJACANCIÓN.

FERNANDO SORS.

Andantino.

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PIANO.

CANTO.

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Di.ees que me quie . res á la vis.ta es -

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Calcos1: de A.Riiiz,