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Los Chichos y Estopa se juntan en Vallecas en su particular jornada de reflexión. ¡Que vivan los rumberos!

¡NI MÁS, NI MENOS!David y José Muñoz, Esto-pa, nacieron con el sonidocrudo y protestón de LosChichos. Casi treinta añosdespués se publica un li-bro que repasa la vida delos autores de ‘Ni más, nimenos’ y ‘Quiero ser libre’.interviú ha conseguidojuntar en Vallecas a lasdos bandas para que sedesahoguen y disfruten. Aritmo de rumba y palmasaseguran que más prontoque tarde todos darán unconcierto en Las Ventas.

Alberto [email protected]

Fotos: Victoria Iglesias

■ Julio González, David Muñoz, Emilio González,José Manuel Muñoz y Júnior González, en elparque de las ‘tetas’, en el corazón de Vallecas.Chichos y Estopa en estado puro.

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erano de 1983. Un Seat 131 Supermira-fiori de color blanco –aquel que era “im-portante, no importado”– comienza a de-jar atrás la periferia de Barcelona. Unemigrante extremeño va a los mandos delbólido; su mujer, junto a él, lleva prepara-dos unos bocadillos de lomo o de fileteempanado. Da lo mismo, están igual dericos. En el asiento trasero, medio ador-milados, van David, de 7 años, y José Ma-nuel, de 5. Todos son conscientes del pu-ñado de horas que quedan hasta llegar aZarza-Capilla (Badajoz), su pueblo. Mu-ñoz padre coge una cinta del dúo Pimpi-nela y la enchufa en el radiocasete, perono dura mucho. Los de atrás ponen carasraras. Cambio de cinta. Ahora sí: “No, no,no, no mami / no me dejes solo, no mami /no puedo vivir, no, no, no, no mami / túme has dado la vida que tengo / perosiempre fui malo contigo / tú me diste a mítodo lo bueno / pero yo para ti fui un malhijo / me marché de mi casa, ahora vuelvo/ y te encuentro con muy poca vida / no tevayas, no me dejes solo / que yo quierocuidarte la herida / no, no, no, no ma-mi...”. Carne de gallina colectiva. Son LosChichos los que suenan.

24 de marzo de 2004. Parque de las te-tas –pocos conocen su nombre real–, cua-tro pequeñas lomas redondeadas en el co-razón de Vallecas desde donde se divisatodo Madrid. Veintiún años después, tresgitanos (Julio, Emilio y Júnior) y dos pa-yos (David y José Manuel) se arrancancon la rumbita. Son Los Chichos y los Es-topa. Aquellos niños del Supermirafiori,convertidos ahora en cracks de la músicapopular de nuestro país, han cumplido susueño de pasar un buen rato con sus ído-

los coincidiendo con la publicación deNosotros, Los Chichos (Ediciones B), deRosa Peña y J. Valderrama.

“Nacimos con Los Chichos, con esacinta verde que ponía mi padre en el co-che, con esos temas de amor y desamordonde no había mariconadas”, recuerdaDavid, el mayor de los hermanos Muñoz.“Nuestro chupete era esa cinta”, apunti-lla José Manuel.

Sala Macumba (Madrid), cinco o seisaños atrás. Muerto Jero, el del medio deLos Chichos, la nueva formación de loque algunos consideraron los precursoresdel gipsy rock, del sonido Cañorroto, yque en realidad era una rumba actualiza-da, electrificada y con letras que habla-ban de la parte más cruda de los cotidiano(desamor, drogas, presidios...), van a em-pezar su actuación en la discoteca. Dosveinteañeros llaman a la puerta del came-rino y allí les recibe Eduardo Guervós, elmánager de toda la vida. “David y Joséestaban asustados. Miraban de reojo. Medijeron que querían conocer a sus mitosy preguntaron si podían pasar. Cuandoentraron, allí estaban Los Chichosechándose una partidita a las cartas. Jo-sé, el pequeño de los Estopa, no se locreía y se apoyaba con miedo en la es-palda de Julio para comprobar que erande verdad”, comenta Eduardo. “Es quefueron un auténtico fenómeno social pa-

V “NUESTRO CHUPETE

ERA ESA CINTA QUE

PONÍA MI PADRE:

CANCIONES DE

DESAMOR Y SIN

MARICONADAS”,

DICE DAVID ‘ESTOPA’

¡NI MÁS, NI MENOS!48 interviú 29 de marzo de 2004

■ Pleno Vallecas.José Manuel, elpequeño de losEstopa, se echa unbaile con Júnior, elmenor de LosChichos. Detrás, unospalmeros de lujo.

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sado de padres a hijos, hablaban de loque vivían sin tapujos”, dice David.

Hoy, Estopa son los que arrasan con unafórmula similar al del grupo del Pozo delTío Raimundo: base de rumbas y un pocomás de rock, poemas urbanos, historiascallejeras y un toque de canción protesta.Y es que salvo en lo que menos importa,calés frente a payos, hay muchas coinci-dencias. Los Chichos son familia y se cria-ron en el extrarradio de una gran ciudad.Estopa, también. Los dos tardaron tiempoen ser reconocidos. Para el trío, el boca aboca y los expositores de los bares de ca-rretera fueron fundamentales. Para el dúode Cornellá, la insistencia en que oyeransu maqueta fue clave. Su público no tieneetiquetas. “Bueno, bueno. Nosotros gustá-bamos a payos y gitanos por igual. Estopaa mi gente no le gusta tanto”. Las palabrasde Julio González se las hace tragar sumujer –¡cómo iba a perderse ella este en-cuentro!– y algún chaval de la comitivachichera: “Pues a mí me encantan y me sésus canciones”. Júnior, el tercer chicho,hijo de Emilio y que se incorporó tras elsuicidio de Jero en 1995, lo tiene claro:“No se puede negar, han inventado un pa-lo nuevo, un estilo con sello personal aun-que se hayan fijado en nosotros”.

Hablando de parecidos, David preguntaa Los Chichos si tuvieron problemas conla censura, ya que Estopa ha visto cómosu último anuncio promocional ha sidovetado en las televisiones. En el spot, unniño pinta con un spray una e delante dela palabra stop de una señal de tráfico yuna a detrás hasta conformar Estopa. Unanciano le recrimina y el niño salta di-ciendo: “Pero ¿la calle es tuya?”, títulode su último trabajo. Apología del destro-zo de material urbano ha sido la acusa-

No nos engañemos, diferencias las hay,y muchas. “¿Tú sabes lo que era estarsiete u ocho horas en un coche para lle-gar a Córdoba o Sevilla? ¿Tú sabes loque era Despeñaperros?: se tardaba másde una hora en atravesar el puerto. Allííbamos los tres, en el 124 pa’rriba ypa’bajo. Para tocar en Galicia tenías quedesplazarte un día antes. Hoy, te coges elAVE y en dos horitas, o si no el avión, o síno el pedazo Mercedes”, explica EmilioGonzález, el otro hermano chicho.

Júnior acaba hablando de los apartamen-tos Guttemberg, en las Ramblas barcelone-sas. Ellos podían tener hoteles de cinco es-trellas, pero preferían alojarse en esos apar-tamentos, “donde no nos faltaba de ‘na’.Pasaba gente de todo pelaje y a nosotrosnos trataban como a reyes, que si el cocidi-to, que si tal, que si cual –cuenta Emilio sindetalles, porque el desparrame debía de serfino–. Allí perdí yo mi pañuelo”, concluyeJúnior. La virginidad, dichoso pañuelo.

“Está claro –explica David Estopa–que hoy es todo más cómodo y el marke-ting ha cambiado. En nuestro caso, el ti-rón se hace aprovechando nuestra ima-gen real, sin adornos. A la gente le gustanlas canciones y le da igual nuestra apa-riencia. De hecho, yo consumo ‘moda lo-pri’, lo primero que cojo del armario”.

Entre cafelito y cafelito la cosa se ca-

lienta. Julio habla de que van a hacer undisco donde cantantes conocidos inter-pretarán temas de Los Chichos y les pidea los Estopa que elijan una. David se lan-za a cantar y palmea con calma. “A míme gustaría ‘La historia de Juan Casti-llo’. ¿Ése no era su nombre de verdad?”,pregunta José Manuel. “No, era un sar-gento de la policía de Villaverde, pero tu-vimos que cambiar el nombre”. Y es queen esa historia había muertos, choros,chivatos y un policía muy conocido enesa época. La conversación se desfasa.“En México me preguntaron qué signifi-caba lo de ‘el del medio de Los Chichos’,y dije en tono mexicano: «Pues manito,es como el del medio de Los Panchos»”,cuenta David. Y al final, una promesa:“Antes de que tengamos que llevar bas-tón, Los Chichos y los Estopa tocaránjuntos en Las Ventas”.

“¿TÚ SABES LO QUE

ERA TARDAR OCHO

HORAS A SEVILLA

EN UN 124?”,

RECUERDA EL

‘CHICHO’ EMILIO

¡NI MÁS, NI MENOS!50 interviú 29 de marzo de 2004

UN MERECIDO HOMENAJE ATODO UN FENOMENO SOCIAL

Rosa Peña, directora de cine, yJ. Valderrama, hijo de Juanito

Valderrama, han escrito un librobiográfico de unos de los gruposmás emblemáticos de las últimastres décadas. Los Chichos hanvendido más de diecisiete millo-nes de copias (sobre todo en cin-ta de casete) y sólo por eso semerecían este homenaje, para al-gunos tardío. En tono ameno (seincluyen las letras y la opinión deartistas), Nosotros, Los Chichos(Ediciones B) repasa la historiade los autores de Quiero ser libre.Desde la primera vez que llega-

ron a una discográfica y sus res-ponsables pensaron que no triun-farían porque eran “demasiadogitanos”, sus grabaciones y ensa-yos nocturnos en casa de un co-lega, su relación con Juan JoséMoreno Cuenca, El Vaquilla; ocómo regalaron mil radiocasetesa los presos, hasta sus encontro-nazos con la autoridad, su épocade consumo de todo tipo de dro-gas, sus giras internacionales... Ysobre todo, cómo pasaron de ído-los a lolailos hasta que unos cha-vales volvieron a acordarse de eldel medio de Los Chichos.

ción. “Nosotros tuvimos el caso de ‘Lacachimba’, una canción que hablaba deponerse fino con lo que se echa en la ca-chimba”. Tuvieron que cambiarle elnombre porque decían que era apologíade las drogas. “Por esa regla de tres ten-drían que retirar de circulación todas laspelículas de ‘Rambo’ y muchas otras porapología de la violencia”, comenta José,el pequeño de los Estopa.

■ Esos cuellosde camisa, esosbotines, esos‘pelucos’ ycadenas deoro... Así eranen los 80,cuando Jero, eldel medio,todavía vivía.

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