14167735 antologia poetica de robert desnos

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Antologa potica de Robert Desnos Traduccin de Carlos Cmara y Miguel ngel Frontn. La paloma del arca Maldito sea el padre de la esposa del herrero que forj el hierro del hacha con la que el leador derrib la encina en cuya madera se tall la cama donde fue engendrado el tatarabuelo del hombre que condujo el coche en el que tu madre conoci a tu padre ! Tanto so contigo... Tanto so contigo que pierdes tu realidad. Es tiempo an de alcanzar ese cuerpo viviente y de besar en esa boca el nacimiento de la voz que amo? Tanto so contigo que mis brazos, acostumbrados a cruzarse sobre mi pecho al abrazar tu sombra, no se amoldaran quizs al contorno de tu cuerpo. Y que, ante la apariencia real de lo que me obsede y me gobierna desde hace das y aos, me transformara tal vez en una sombra. Oh incertidumbres sentimentales! Tanto so contigo que ya no es tiempo tal vez de que despierte. Duermo de pie, el cuerpo expuesto a todas las apariencias de la vida y del amor y en cuanto a t, la nica que hoy me importa, menos podra tocar tus labios y tu frente que la primera frente y los primeros labios que llegasen. Tanto so contigo, tanto camin, habl, dorm con tu fantasma que no me queda ya, y sin embargo, sino ser un fantasma entre fantasmas y cien veces ms sombra que la sombra que se pasea y se pasear, vivaz, por el reloj de sol de tu vida. No, el amor no ha muerto... No, el amor no ha muerto en este corazn y en estos ojos y en esta boca que proclamaba el comienzo de sus funerales. Escuchad, estoy harto del pintoresquismo y de los colores y del encanto. Amo el amor, su ternura y su crueldad. Mi amor no tiene ms que un nombre y una forma. Todo pasa. Bocas se adhieren a esta boca. Mi amor no tiene sino un nombre y una forma. Y si algn da lo recuerdas, Oh t, forma y nombre de mi amor, Un da en el mar entre Amrica y Europa, A la hora en que el ltimo rayo de sol se refleja en la superficie ondulada de las olas, o bien una noche de tormenta bajo un rbol en el campo, o en un veloz automvil, Una maana de primavera en el Boulevard Malesherbes, Un da de lluvia,

Al alba antes de acostarte, Piensa, se lo ordeno a tu fantasma familiar, que nadie te am ms que yo y que es una pena que no lo hayas sabido. Piensa que no hay que lamentar las cosas: Ronsard, antes que yo, y Baudelaire cantaron el pesar de las viejas y de las muertas que despreciaron el amor ms puro. T, cuando estes muerta, Seguirs siendo bella y deseable. Ya estar muerto, encerrado por entero en tu cuerpo inmortal, en tu imagen asombrosa por siempre presente entre las maravillas perpetuas de la vida y de la eternidad, pero si vivo Tu voz y su acento, tu mirada y su brillo, Tu olor y el de tus cabellos y muchas otras cosas an vivirn en m, En m que no soy ni Ronsard ni Baudelaire, En m que soy Robert Desnos y que, por haberte conocido y amado, Valgo tanto como ellos. En m que soy Robert Desnos, para amarte Y que no quiero dar otro renombre a mi memoria sobre la tierra despreciable. Aprovechando la noche Deslizarse en tu sombra aprovechando la noche Seguir tus pasos, tu sombra en la ventana. Esa sombra en la ventana eres t, no es una sombra, eres t. No abras la ventana tras cuyas cortinas te mueves. Cierra los ojos. Quisiera cerrarlos con mis labios. Pero la ventana se abre y el viento, el viento que hace oscilar extraamente la llama y la oriflama envuelve mi huida con su manto. La ventana se abre: no eres t. Ya lo saba. La voz de Robert Desnos Tan parecida a la flor y a la corriente de aire al curso de agua a las sombras pasajeras a la sonrisa entrevista en esa memorable medianoche tan parecida a todo a la felicidad y a la tristeza es la medianoche pasada que yergue su torso desnudo sobre los campanarios y los lamos llamo a los que se han perdido en los campos los viejos cadveres los jvenes robles cortados los jirones de tela que se pudren sobre la tierra y la ropa puesta a secar cerca de las granjas llamo a los tornados y a los huracanes a las tempestades los tifones los ciclones las marejadas los temblores de tierra llamo al humo de los volcanes y de los cigarrillos los anillos de humo de los cigarros de lujo llamo a los amores y a los enamorados llamo a los vivos y a los muertos

llamo a los sepultureros llamo a los asesinos llamo a los verdugos llamo a los pilotos a los albailes y a los arquitectos a los asesinos llamo a la carne llamo a la que amo llamo a la que amo llamo a la que amo la medianoche triunfante despliega sus alas de raso y se posa sobre mi cama los campanarios y los lamos se pliegan a mi deseo stos se desmoronan aquellos se derrumban los que se perdieron en el campo encuentran su camino al encontrarme los viejos cadveres resucitan al oir mi voz los jvenes robles cortados reverdecen los jirones de tela que se pudren en la tierra y sobre la tierra restallan a mi voz como el estandarte de la revuelta la ropa puesta a secar cerca de las granjas viste mujeres adorables que no adoro que vienen a m obedecen mi voz y me adoran los tornados giran en mi boca los huracanes enrojecen acaso mis labios las tempestades rugen a mis pies los tifones acaso me despeinan recibo los besos ebrios de los ciclones las marejadas vienen a morir a mis pies los temblores de tierra no me conmueven pero hacen que todo se hunda a mi orden el humo de los volcanes me viste con sus vapores y el de los cigarrillos me perfuma y los anillos de humo de los cigarros me coronan los amores y el amor tan largamente perseguidos se refugian en m los enamorados escuchan mi voz los vivos y los muertos se someten y me saludan los primeros con frialdad y los segundos familiarmente los sepultureros abandonan las tumbas apenas cavadas y declaran que slo yo puedo encargar sus trabajos los asesinos me saludan los verdugos invocan la revolucin invocan mi voz invocan mi nombre los pilotos se dejan guiar por mis ojos los albailes se marean escuchndome los asesinos me bendicen la carne palpita a mi llamado la que amo no me escucha la que amo no me oye la que amo no me responde. Canto del cielo La flor de los Alpes le deca a la caracola: "reluces" La caracola le deca al mar : " resuenas "

El mar le deca al barco : " tiemblas " El barco le deca al fuego : " brillas " El fuego me deca : " brillo menos que sus ojos " El barco me deca : " tiemblo menos que tu corazn cuando ella aparece " El mar me deca : " resueno menos que su nombre que su nombre en tu amor " La caracola me deca : " reluzco menos que el fsforo del deseo en tus vanos ensueos " La flor de los Alpes me deca : " es bella " Yo deca : " es bella, es bella, es conmovedora " Viejo clamor Un tallo despojado en mi mano es el mundo La cerradura se cierra sobre la sombra y la sombra aplica el ojo a la cerradura Y he aqu que la sombra se desliza en el cuarto La bella amante que vel la sombra ms carnal de lo que puede imaginar el pjaro perdido en su blasfemia el gran pjaro de plumaje blanco trepado al hombro de la bella de la incomparable puta que vela sobre el sueo El camino se calma de pronto esperando la tormenta Una red verde para cazar mariposas se abate sobre la vela Quin eres t que tomas la llama por un insecto Un extrao combate entre la gasa y el fuego Sobre tus rodillas querra yo pasar la noche Sobre tus rodillas De cuando en cuando sobre tu frente ensombrecida y serena pese a las apariciones nocturnas pondra en su sitio un mechn desordenado Vigilara el lento balanceo del tiempo y de tu respiracin Este botn lo he encontrado en el suelo Es de ncar Y busco el ojal que lo perdi S que le falta un botn a tu abrigo En el flanco de la montaa se marchita el edelweiss El edelweiss que florece en mis sueos y entre tus manos cuando se abren Saludo en la maana cuando la ebriedad es comn cuando el ro adolescente desciende con paso descuidado las escaleras de mrmol colosales con su cortejo de nubes blancas y de ortigas La nube ms bella era un claro de luna recientemente transformado y la ortiga ms alta estaba cubierta de diamantes Saludo en la maana a la flor del carbn la virgen de gran corazn que me har dormir esta noche Saludo en la maana a los ojos de cristal a los ojos de lavanda a los ojos de yeso a los ojos de bonanza a los ojos de sollozo a los ojos de tormenta Saludo en la maana salud! La llama est en mi corazn y el sol en el vaso (1) Pero ay nunca ms podremos volver a decir Salud a todos en la maana! cocodrilos ojos de cristal ortigas virgen flor del carbn virgen de gran corazn. (1) Desnos parafrasea un clebre verso de Verlaine: "Le ver est dans le fruit, le rveil dans le rve" (el gusano est en el fruto, el despertar en el sueo.)

Nadie ms que t Nadie ms que t pese a las estrellas y a las soledades Pese a las mutilaciones de rboles al caer la noche Nadie ms que t seguir su camino que es el mo Cuanto ms te alejas ms crece tu sombra Nadie ms que t saludar nunca el mar al alba cuando cansado de errar yo salido de los bosques tenebrosos y de los matorrales de ortigas camine hacia la espuma Nadie ms que t me pondr la mano en la frente ni en los ojos Nadie ms que t y niego la mentira y la infidelidad Puedes cortar la cuerda de esta embarcacin anclada El guila prisionera en una jaula roe lentamente los barrotes de cobre cubiertos de verdn Qu evasin! Es el domingo sealado por el canto de los ruiseores en los bosques de un suave verdor el hasto de las nias en presencia de una jaula en que se agita un canario mientras en la calle solitaria el sol desplaza lentamente su lnea delgada sobre la acera caliente Cruzaremos otras lneas Nadie nadie ms que t Y yo solo solo solo como la hiedra marchita de los jardines suburbanos solo como el vidrio Y t nadie ms que t. Al alba La maana se desmorona como una pila de platos en miles de fragmentos de porcelana y de horas y de guijarros y de cascadas que caen sobre el mostrador de este bar muy pobre donde persisten las estrellas en la noche del caf. sa no es pobre, no, en su vestido de noche sucio de barro, tiene la riqueza de las realidades de la maana, de la embriaguez de su sangre y del perfume de su aliento que ningn insomnio puede alterar. La riqueza de s misma y de todas las maanas pasadas, presentes y futuras, de s misma y del sueo que la vence, del sueo rgido como la caoba del sueo y de la maana y de s misma Y de toda su vida que slo se mide en maanas, en albas fulgurantes, en cascadas, en sueo, en noches vivientes. Es rica, incluso si tiende la mano

y debe dormir a la intemperie en su vestido mugriento sobre un lecho de desierto. La banda de Moebius Este sendero por el que camino Me lleva de regreso a otro destino. Por ms que lo recorra en lnea recta No ser el mismo cuando de la vuelta. Giro en redondo mas el cielo cambia Ayer fui un nio y hoy Un hombre soy. El mundo es una cosa bien curiosa Y entre las rosas la rosa No se parece a otra rosa. El ngulo bajo el cual El ngulo bajo el cual... Y, para empezar, qu ngulo? Slo quiero conocer se en que apoyo la cabeza cuando me pego a l a escondidas. ngulo, me estrangulas Bella Inglaterra de leyenda Me englobas, me devoras Mis ojos cerrados La noche ma El ngulo bajo el cual... Aparicin Nacido del lodo, en direccin al cielo, ms flotante que una nube, ms duro que el mrmol, Nacido de la alegra, surgido del sueo, ms flotante que un resto de naufragio, ms duro que un corazn, Nacido de su corazn, surgido del cielo, ms flotante que el sueo, ms duro que el cielo, Nacido, surgido, flotante ms duro y ms cielo, y ms corazn y ms mrmol, Ni sueo ni nube ni resto de naufragio, y tanto y ms, Sino sueo flotando en el corazn de los mrmoles dispersos como restos de un naufragio, A lo largo del cielo de un pobre paisaje que brota y flota como un corazn... Y que sangra, oh sangra, sangra tanto Que tantos mrmoles, abandonados, alineados, erectos como si hubiesen surgido, Terminarn flotando como restos de un naufragio. Pero ya no se trata de flotar, ni de surgir ni de endurecerse, Sino de hacer, de todo lodo,cemento, mrmol, cielo, nube y gozo y restos de un naufragio Y un corazn, por cierto, y todo lo que se ha dicho ms arriba

Y un sueo, un sueo hermoso, un sueo bueno, Un buen sueo de lodo Nacido del caf y de la noche y del carbn y de la tinta y del crespn de las viudas Y de cien millones de negros Y del abrazo de dos negros en una sombra de abetos Y del bano y de las multitudes de cuervos sobre la carroa... Hasta que se abra, por fin, cubriendo el universo, Un ramo, un inmenso ramo de rosas rojas. A los sin cuello Casas sin ventanas, sin puertas, de techos hundidos, Puertas sin cerraduras, Guillotinas sin cuchilla... Me dirijo a vosotros que ya no tenis orejas, Ni boca, ni nariz, ni ojos, ni cerebro, Ni cuello. Surgs con paso firme en el ngulo de la calle que lleva a la taberna. Os sentis a la mesa, bebis vino puro, bebis mucho, Y en seguida el vino circula en vuestros pechos, llenndolos de una vida nueva : " Dnde est tu peluca ?" dice un sin cuello a otro sin cuello, Que se vuelve sin decir nada Y lo expulsan y lo echan y lo arrastran y lo pisotean. "Y a ti, qu te pasa ?" "Soy aqul contra el que se alzan todas las leyes. Aqul a quien los partidos extremos an llaman criminal. Criminal de derecho comn, De derecho comn, banal como el horno en donde se coca el pan de nuestros padres. Soy el rebelde de toda civilizacin, El asesino abyecto, el vil corruptor de nias, el stiro, El ladrn despreciable, Soy el traidor y soy el cobarde, Pero hace falta acaso ms coraje Para sofocar en s mismo la moraleja de las fbulas idiotas Que para hacer frente a la opinin. (Lo que no es poca valenta.) Soy el rebelde a toda regla, El enemigo de todos los legisladores. Anarquista ? Ni siquiera eso. Soy aqul sobre el que pesa el eje de todo cdigo, El hombre de sentidos sobrehumanos. Anuncio el Moiss del maana Y maana ese Moiss exterminar a quienes se me asemejan, El eterno engaado, El sin cuello, Y dadme ms vino y choquemos los vasos. Ahora que ha terminado de hablar, Retomo la palabra:

"Recibid mi saludo, El saludo de Robert Desnos, de Robert el Diablo (1), de Robert Macaire (2), de Robert Houdin (3), de Robert Robert, de Robert mi to, Y cantad conmigo, todos en coro, vamos, la pequea dama de la derecha, El seor barbudo de la izquierda, Uno, dos, tres : Recibid mi saludo, El saludo de Robert Desnos, de Robert el Diablo, de Robert Macaire, de Robert Houdin, de Robert Robert, de Robert mi to"... Y otros que no nombro, y no son los peores. Mis sin cuello, mis queridos sin cuello, Hombres nacidos demasiado temprano, siempre demasiado temprano, Hombres que habrais participado en las revoluciones de maana Si el destino no os impusiese hacer las revoluciones para morir en ellas, Hombres sedientos de demasiada justicia, Hombres de la fosa comn al pie del muro de los Federados (4), A pesar de las balas sembradas alrededor del cuello. Hombres de los cercados levantados en pleno cementerio, Porque no es cosa de mezclar trapos con banderas (5). Estas ltimas se clavan en las astas, Y son ellas que, humilladas, Restallan tristemente al viento de la aurora En la hora en que la cuchilla cae Haciendo resonar el echo de las Prisiones eternas. NOTAS : (1) Robert le Diable: personaje legendario medieval, nacido de la unin de Berthe, hija del duque de Normanda, con un ser diablico. Fue llamado "el Diablo" en razn de la crueldad que manifest desde su ms temprana infancia. En 1831 Meyerbeer estren la pera del mismo nombre inspirada en esta leyenda. (2) Personaje de "El albergue de las solanas" (1823) y de "Robert Macaire" (1834); prototipo del bribn que, en la sociedad moderna, se esconde bajo el aspecto de un banquero o de un periodista. (3) El clebre prestidigitador francs, naturalmente. (4) Muro situado en el cementerio del Pre-Lachaise, contra el cual fueron fusilados, el 28 de mayo de 1871, los ltimos defensores de la Comuna de Pars. (5) Juego de palabras sobre la expresin : "ne pas mlanger les torchons et les serviettes" -- no mezclar los trapos con las servilletas, con la que se recomienda tratar de modo diferente a las personas segn su condicin social. Cementerio Aqu estar mi tumba, y slo aqu, bajo tres rboles.

Recojo sus primeras hojas primaverales Entre un zcalo de granito y una columna de mrmol. Recojo sus primeras hojas primaverales, Pero otras hojas nacern de la feliz podredumbre De este cuerpo que, si puede, vivir cien mil aos. Pero otras hojas nacern de la feliz podredumbre, Pero otras hojas se ennegrecern Bajo la pluma de los que cuentan sus aventuras. Pero otras hojas se ennegrecern Con una tinta ms lquida que la sangre y que el agua de las fuentes : Testamentos incumplidos, palabras que se pierden ms all de los montes. Con una tinta ms lquida que la sangre y que el agua de las fuentes, Podr yo defender mi memoria del olvido Como una jibia que huye perdiendo la sangre, perdiendo el aliento ? Podr yo defender mi memoria del olvido ? Esquina Hay en esta esquina una atmsfera de recuerdos, de encuentros, de hechos extraos absurdos y muy importantes El naranja y el verde ponen flores en la vitrina de la farmacia En las ventanas del caf pueden leerse las inscripciones esmaltadas La cancin del transente es la misma que en cualquier otra parte El farol es el mismo Las casas iguales a tantas otras El mismo empedrado Las mismas aceras El mismo cielo Y sin embargo muchos se detienen en este lugar Muchos parecen encontrar aqu el olor de su propio cuerpo Y el perfume de amores pasados Irremediablemente sepultados en un tortuoso olvido. La ninfa Alcestes Naciste a medianoche del beso de dos fuentes Y reflejos, Alcestes, slo te ofrece el mundo, Fuegos fatuos, fulgores, una lejana lmpara Y en el cielo la Osa Mayor de siete antorchas. Es de noche y, partiendo veloz a la carrera, Ignoras que la sombra se somete y se esfuma Cuando el sol, en lo alto de las cimas, reparte En la voz de los pjaros el oro de su bolsa. Volvern, bien lo s, la maana y la aurora, Las he visto, tambin las vers, no lo dudo, Ya al ritmo de su danza mi corazn se hincha.

Pero, Ninfa, sabr anunciarle a medioda A tu hermana, que debe nacer a plena luz, Que el ocaso y la noche y el silencio regresan? Este corazn que odiaba la guerra He aqu este corazn, que odiaba la guerra, anhelando el combate y la batalla ! Este corazn que no lata sino al ritmo de las mareas, de las estaciones, de las horas del da y de la noche, Helo aqu, hinchndose y enviando a las venas una sangre ardiente de salitre y de odio. Y tanto ruido lleva al cerebro que los odos me silban, Y no es posible que ese ruido no invada la ciudad y an los campos Como el sonido de una campana llamando a la rebelin y al combate. Escuchad. Lo oigo volver repetido por el eco. Pero no, es el ruido de otros corazones, de millones de otros corazones que laten como el mo en toda Francia. Todos esos corazones palpitan al unsono por la misma tarea. Su ruido es el del mar al asalto de los acantilados Y toda esta sangre lleva a millones de cerebros la misma consigna : Todos contra Hitler y muerte a sus secuaces ! Sin embargo este corazn odiaba la guerra y palpitaba al comps de las estaciones, Pero una sola palabra : Libertad, ha bastado para despertar las antiguas cleras Y millones de franceses se preparan en la sombra para la tarea que la aurora prxima les impondr. El guardin del Pont-au-Change Soy el guardin de la Rue de Flandre, Estoy en pie mientras duerme Pars. Hacia el norte un incendio lejano enrojece la noche. Oigo aviones que pasan sobre la ciudad. Soy el guardin del Point-du-Jour. El Sena se enrosca en la oscuridad, detrs del viaducto de Auteuil, Bajo los veintitrs puentes que cubren Paris. Oigo explosiones hacia el oeste. Soy el guardin de la Porte-Dore. En torno al torren el bosque de Vincennes adensa sus tinieblas. He oido gritos provenientes de Crteil Y hay trenes que avanzan hacia el este dejando una estela de cantos de revuelta. Soy el guardin de la Poterne-des-Peupliers. El viento del sur me trae un humo acre, Murmullos inciertos y estertores Que se disuelven en algn lugar, en Plaisance o Vaugirard.

Al sur, al norte, al este, al oeste, No hay sino un estrpito de guerra que converge hacia Pars. Soy el guardin del Pont-au-Change Despierto en el corazn de Pars, en el rumor creciente En que reconozco las pesadillas pnicas del enemigo, Los gritos de victoria de nuestros amigos y los de los franceses, Los gritos de dolor de nuestros hermanos torturados por los alemanes de Hitler. Soy el guardin del Pont-au-Change No velo esta noche slo sobre Pars, Esta noche de tormenta slo sobre Pars en su fiebre y su fatiga, Sino sobre el mundo entero que nos rodea y nos urge. En el aire fro todo el fragor de la guerra Avanza hacia ese sitio en que viven los hombres desde hace tanto tiempo. Gritos, cantos, estrpito, estertores vienen de todas partes, Victoria, dolor y muerte, cielo color de vino blanco y de t, De las cuatro esquinas del horizonte atravesando los obstculos del globo, Con perfumes de vainilla, de tierra mojada y de sangre, De agua salada, de plvora y de hogueras, De besos de una giganta desconocida cuyos pasos se hunden en la tierra ahta de carne humana. Soy el guardin del Pont-au-Change Y os saludo, en el umbral del da prometido, A vosotros todos camaradas de la Rue de Flandre a la Poterne-des-Peupliers, Desde el Point-du-Jour hasta la Porte-Dore. Os saludo, vosotros que dorms Despus del duro trabajo clandestino, Impresores, portadores de bombas, desmontadores de rieles, incendiarios, Repartidores de octavillas, contrabandistas, portadores de mensajes, A todos vosotros que resists, yo os saludo, jvenes de veinte aos con sonrisa de manantial Viejos con ms nieves en la cabeza que los puentes, hombres robustos, imgenes de las estaciones, Os saludo en el umbral de la nueva maana. Os saludo a orillas del Tmesis, Camaradas de todas las naciones presentes en la cita, En la vieja capital inglesa, En el viejo Londres y la vieja Bretaa, Americanos de todas las razas y de todas las banderas, Allende los espacios atlnticos, De Canad a Mxico, de Brasil a Cuba, Camaradas de Ro, de Tehuantepec, de Nueva York y de San Francisco. He dado cita a toda la tierra sobre el Pont-au-Change, Despierto y en lucha como vosotros. Hace un momento, Alertado por sus pesados pasos en el empedrado sonoro, Yo tambin he abatido a mi enemigo.

Ha muerto en el arroyo, el alemn de Hitler annimo y odiado, El rostro sucio de barro, la memoria ya a medio podrir, Mientras yo ya escuchaba vuestras voces de las cuatro estaciones, Amigos, amigos y hermanos de las naciones amigas. Escuchaba vuestras voces en el perfume de los naranjos africanos, En los pesados hedores del ocano Pacfico, Blancas escuadras de manos tendidas en la oscuridad, Hombres de Argel, de Honolulu, de Tchoung-King, Hombres de Fez, de Dakar y de Ajaccio. Embriagantes y terribles clamores, ritmos de pulmones y de corazones, Del frente de Rusia llameando en la nieve, Del lago Ilmen a Kief, del Dniper al Pripet, Llegis hasta m, nacidos en millones de pechos. Os escucho y os oigo. Noruegos, daneses, holandeses, Belgas, checos, polacos, griegos, luxemburgueses, Albaneses y yugoslavos, compaeros de lucha. Oigo vuestras voces y os llamo, Os llamo en mi lengua conocida por todos Una lengua que no tiene ms que una palabra: Libertad! Y os digo que estoy alerta y que he abatido a un hombre de Hitler. Ha muerto en la calle desierta En el corazn de la ciudad impasible he vengado a mis hermanos asesinados En el fuerte de Romainville y en el Mont Valrien, En los ecos fugitivos y renacientes del mundo, de la ciudad y de las estaciones. Y otros al igual que yo velan como yo y matan, Como yo acechan los pasos sonoros en las calles desiertas, Como yo escuchan los rumores y el estrpito de la tierra. En la Porte-Dore, en el Point-du-Jour, en la Rue de Flandre y en la Poterne-des-Peupliers, A lo largo y a lo ancho de Francia, en las ciudades y en los campos, Mis camaradas acechan los pasos en la noche Y mecen su soledad entre los rumores y el estruendo de la tierra. Pues la tierra es un campo iluminado por miles de fuegos. La vspera de la batalla se acampa en toda la tierra Y tambin vosotros, camaradas, os acaso las voces, Las voces que os llegan desde aqu cuando cae la noche, Que desgarran los labios vidos de besos Y que vuelan largo tiempo en el espacio Como pjaros migratorios que la luz de los faros enceguece Y que se estrellan contra las ventanas del fuego.

Que mi voz llegue hasta vosotros, s, Clida y gozosa y resuelta, Sin miedo y sin remordimientos Que mi voz llegue hasta vosotros con la de mis camaradas, Voces de la emboscada y de la vanguardia francesa. Escuchadnos ahora vosotros, marineros, pilotos, soldados, Os decimos buen da, No os hablamos de nuestros sufrimientos sino de nuestra esperanza, Os decimos buen da en el umbral de la maana prxima, A vosotros que estis a nuestro lado, y tambin a vosotros Que recibiris nuestro saludo de la maana Cuando el crepsculo con botas de paja entre en vuestras casas Buen da, a pesar de todo, buen da para maana! Buen da con todo el corazn y con toda nuestra sangre! Buen da, buen da, el sol se levantar sobre Pars, Aunque las nubes lo oculten all estar, Buen da, buen da de todo corazn, buen da! Una estrella fugaz Una bella noche de verano, una estrella fugaz aparece en el cielo. Pasa sobre un pueblo y, desde un balcn, una joven que la mira formula un deseo : "ser amada, ser siempre amada". Pasa sobre un cruce de caminos donde un joven formula un deseo tambin : "amar, amar siempre". Pasa sobre un huerto en que una joven formula otro deseo, el tercero : "no amar jams". Y, naturalmente, los tres personages se encuentran durante una fiesta campestre en la que todos bailan. El joven se enamorar naturalmente de la segunda muchacha que no lo amar. La primera se quedar sola. Llegar a ser la confidente del joven. Finalmente, el joven lograr casarse con la que ama y la vida sigue, triste para el joven enamorado sin remisin, vaca para la mujer que no ama, sombra para la que quiere ser amada y no lo es. El drama se cierra cada vez ms en torno a los tres personajes, ya que es en su confidente que el hombre ve cmo sus deseos se cristalizan poco a poco, a medida que el tiempo pasa. La accin ir creciendo hasta el da en que, en un incendio, preferir salvar, no a su mujer, sino a aquella que desea ser amada. Sobre los escombros humeantes una estrella fugaz provocar en ellos un ltimo deseo : "amarse". En torno a este guin ha de vivir un pueblo, las tareas del campo, la sucesin de las estaciones, el envejecimiento del mundo.

Campos de brbaros

Esto es lo que he visto, yo, brbaro detenido a orillas de los mares occidentales! Moran arcoiris entre las estelas(*) de araas Y en una ruta haba marcas de pasos Yo vea morir el sol entre las olas que aqu quedan al oeste y al este en mi pas mi amor y mi corazn eran grandes pjaros que volaban en medio de una multitud de astros Y yo me mora oh ideal a la hora en que nos era grato hacerlo a m y al amor las olas al retroceder sin cesar sobre las dunas descubran montones de huesos que el cielo henda como un ojo que alguien revienta o como una botella de tinta rota hacindolos semejantes a esos frascos tan lindos que se ven en las vitrinas de las perfumeras yo soy el hombre rojo y desnudo que saca su verga delante de las mujeres y la oculta en el amor y ante s mismo adis barcos pesqueros que parten hacia occidente daris vueltas sin cesar sin alcanzarme y quizs oh reflejis todava para ciertos ojos en estos mares occidentales Frente a los cuales yo, brbaro, me he detenido El sol semejante a la arena quemada a medianoche en un arenal con cogulos de sangre y cabellos de esa mujer de esa estupenda mujer, s La mujer, os digo, me ha seducido Y civilizado, a m, brbaro, holgazn de pies de plomo(**) y dientes de oro soy reflejo entre los rayos de hierro y de acero y he visto. He visto morir los astros en mis uas La felicidad sin par, la mujer que ya sabis, morir en mis uas Y quizs a pesar de las olas que retroceden sin cesar delante de los cementerios oh piloto perdido en esos mares occidentales sois, acaso, pjaros muertos desde hace siglos y cuyo esqueleto golpea siniestramente el aire en que repercuten los ecos mientras el pajarero se consume tendiendo las redes?

NOTAS : (*) En el original se lee "toiles d'araignes", literalmente "estrellas de araas", con un juego de palabras entre "toiles" = estrellas y "toiles" = telas.

(**) En el original: "pieds nickels", literalmente "pies niquelados"; la expresin "avoir les pieds nickels" (tener los pies niquelados) significa rehusarse a actuar o a "marchar", mostrarse habitualmente indolente o perezoso. La hormiga Una hormiga de dieciocho metros Con un sombrero en la cabeza No existe, no, no existe, no. Una hormiga que arrastra un carro Lleno de pinginos y de patos, No existe, no, no existe, no. Una hormiga que habla francs, Que habla latn y javans, No existe, no, no existe, no. Eh ! Por qu no ? The night of loveless nights Noche glacial y ptrida, noche espantable, noche De fantasmas invlidos y de plantas podridas, Incandescente noche, llama y fuego en los pozos, Tinieblas sin relmpagos, astucias y mentiras. En el fragor del ro, quin me mira? Marinos, Pescadores, ahogados? Reventad los tumores Malignos en la piel de las sombras fugaces, Ya me han visto esos ojos, clamores: resonad! Hasta los edificios alargaba ese da El sol, en la ciudad, la sombra de los rboles. Restallaban banderas en lo alto de las torres, Daba a los sacrificios sus frutos el verano. Vienes de lejos, s, vomitando culebras, Triste asesino, hroe, por cierto, sin dolor El amante se esfuma, y a ti, hijo suicida De tus obras, ansiar la dicha te avergenza? En mi hielo, oh espectro, la noche se prolonga Entre fretros fros y pechos goteantes, Quema y arde el amor como una falsa oronja Y en las manos invlidas la sombra de una amante. Sin embargo no eres de aquellos que desdeo. Estrchame la mano, oh mi hermano!, besmonos Entre cartas de amor, entre cintas y peines, La plegaria jams ensuci tus rodillas.

Buscabas en la playa al pie de los peascos La cala donde encallan las estrellas marinas: Por el glido cielo los fuegos del ocaso Navegaban, y t, soando entre salinas, Veas circular barcos desconocidos En el agua agitada por saltos imposibles. Dnde estn esas tardes? Apuntad los caones, olas, hacia los blancos del cielo rumoroso. Qu destino te hizo siervo de las severas, Las de largos cabellos que hechizan colibres, Las que en el duro seno dan un fatal asilo, Las que llevan un nido de misterio en la nuca, Las que hallaste desnudas en noches de naufragio, Las que incendios y pramos pueblan, las que mienten Sin por eso perder la mirada sincera, Las que agost el fatal amor antes de tiempo, Las de hondo corazn, las de piernas hermosas, Las de sutil sonrisa, malvada y delicada, Las de ternura ardiente como un diamante en llamas, Las que en la marcha van meneando las caderas. Las de bragas estrechas que estrangulan los muslos, Las que bajo la falda llevan un pantaln Blanco que, artificioso, les desnuda la piel Entre la jarretera y el vuelo de volados, Las que ansioso seguiste con esperanza o dudas No se volvieron nunca, nunca para mirarte, Y las flores marchitas que al andar arrojaban Te arrastraron tras ellas, al azar de sus pasos. Hasta la muerte, empero, las seguirs, sin pausa, Con los ojos cansados de indagar las tinieblas, De ver un nuevo da nacer sobre sus lechos Y de albergar su sombra en tus ojos cerrados. Con su mirada dulce y una rosa en la boca, Torturarn tu pecho, derramarn tu sangre Encarnizadamente, con sus manos crueles, Como por castigar el amor que les dieron. Qu dicha si bastara, para lograr su amor, Hacer frente sin miedo a increbles peligros, Conservar siempre fieles el corazn y el alma Para ver la ternura en sus ojos brillantes,

Pero los ms audaces, si no los ms sinceros, Roban, a boca llena, a sus bocas un s, Y ante nosotros, como en un mascarn de proa, Esplende su sonrisa y flotan sus cabellos. Pues lo nico rige el amor y sus penas, Slo l posey las almas fervorosas Algunos, sometidos por desgracia a su ley Vctimas de un verdugo fueron durante aos. En sus metamorfosis otros lo persiguieron: Tras ojos muy azules, he aqu los muy negros Brillando en una cara donde muere la rosa, Ms profundos que el cielo y la desesperanza. Amo de sus insomnios y tambin de su sueo En masa los arrastra, por diversos pases, En pos de epifanas y mares desventrados... Ser la pleamar y faltar la estrella. Alguien me dijo que, extraviado entre hielos, En un caos de montes y lejos de los mares, Vio pasar sin violencia y sin humo la masa Empenachada, inmensa, de un barco gigantesco. Marinos silenciosos asan los cordajes Y pjaros chillones rozaban los obenques, Contra los parapetos soaban bailarinas Enfundadas en telas suntuosas y turbantes. En sus cuellos y brazos enhebraban las joyas Mil destellos glaciales, y grandes abanicos De plumas, en sus manos, crepitaban, tendidos Hacia escalas con torres rojas de fiesta y bailes. Bailarines absortos en su melancola, En sueos comparaban sus ansias al acero. Entre los montes era, en noche de locura, Grandes nubes rozaban el flanco de los tmpanos. Hubo otro, tambin, que en medio de un calvero Un rosal descubri entre enhiestos abetos. Cuntas rosas de sangre alcanz a recoger Antes de adormecerse, al alba, bajo el musgo?

Sus ojos preservaron, sin embargo, el extrao Paisaje en la pupila, y su titubeante Corazn eligi, para dejar la lucha, El lugar que embalsaman la rosa y el tomillo. En la poca aquella en que con voz vibrante Cantbamos, cruzamos singulares pases En que a nuestras amadas, con palabras de claro Sentido familiar, el eco responda. Pero hoy, desde que la noche nos aplasta, En nuestro pecho tienen acentos misteriosos Esas voces, y cuando nos las trae el recuerdo Su orden imperiosa nosotros no acatamos. Escuchis esas voces cantando en la montaa, Escuchis la trompetas romanas y los cuernos? Por qu slo cantamos estribillos de reos Al comps de una eterna y lgubre campana? Ser acaso Don Juan quien va por la alameda En que la sombra se une a espectros del amor? Ha marcado los pechos con su taln pesado El paso que resuena en las noches desiertas? No es por cierto el Don Juan que desciende impasible La escalera baada de luces infernales, Ni aquel que profan, escupiendo, la Biblia Y beba, burln, con el Comendador. Incomprendidos, nunca conmovieron sus ojos, Ni conoci su boca sino el beso del sueo, Y es el Don Juan que suea, en sombros ardores, Con la que lo desprecia y lo ignora y sin tregua Clava su boca muda, sus labios sepulcrales, Sus helados diamantes en sus ojos y boca, Crueles ojos de esfinge y manos animales En sus ojos y manos, y en su estrella y su cielo. Mas l, herido el pecho por difuntas quimeras,

Que hunden an el pico ptrido en sus amores, Con un beso viril, oh bellezas efmeras, Os salvar quizs antes que llegue el fin. En su boca la risa fresas aplastar, Un destino ms puro le marcar los ojos. Es Baco que renace de brasas y ceniza, En los dientes ceniza y brasas en las manos. Mas por uno que vuelve, cuntos que sin morir En los pies y en el alma llevan duras cadenas. Los ros corrern, se pudrirn los muertos... Cada ao las hayas se cubrirn de hojas.

Cuando me place vivo en una hondonada tenebrosa sobre la cual el cielo parece un rombo destrozado por las sombras de los abetos los alerces y las peas que recubren las pendientes escarpadas. En la hierba de la hondonada crecen extraas tuberosas ancolas y clquidos que las liblulas y las mantas religiosas sobrevuelan y siempre son tan idnticos a s mismos el cielo la flora y la fauna en la que las sombras cornejas y el ratn almizclero suceden a los insectos que no s qu estacin inmutable ha cado sobre esta hondonada siempre nocturna con su palio romboidal estrellado que ninguna nube atraviesa. En el tronco de los rboles han grabado dos iniciales, siempre las mismas. Qu cuchillo las traz qu mano para qu corazn? Cuando llegu por primera vez el pequeo valle estaba desierto. Nadie haba venido antes aqu. Slo yo lo he recorrido. La charca en que las ranas nadan a la sombra con movimientos regulares refleja estrellas inmviles y el pantano que los sapos pueblan con su grito sonoro y triste tiene siempre el mismo fuego fatuo. La estacin del amor triste e inmvil planea en esta soledad. Siempre la amar y quizs nunca pueda franquear la linde de los alerces y los abetos escalar los peascos barrocos para alcanzar el camino blanco por el que ella pasa a ciertas horas. El camino donde las sombras no siempre tienen la misma direccin. A veces me parece que la noche acaba justo de caer. Pasan cazadores por el camino que no veo. Bajo los alerces resuena el canto de los cuernos de caza. La jornada ha sido larga entre los campos arados a la caza del zorro el tejn o el venado. Un vapor blanco se desprende de las narices de los caballos en la noche.

La msica de caza se va apagando. Y yo descifro con dificultad las iniciales idnticas en el tronco de los alerces que bordean la hondonada.