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PEGASO REVISTA MENSUAL MONTEVIDEO DIRECTORES! Pablo d« Grecla-Joai Haría O«lg»íc Octiirc «1921. N.' 40 Aio VI. EL URUGUAY Y LA CULTURA ITALIANA {CQiitinuación) El primero que acude a mi memoria es Ruskin, el gran» esteta inglés, de quien puede decirse con ver- dad que sus ojos se posaban regocijadamente sobre la hermosura de las cosas, en el éxtasis de una per- petua contemplación. La adolescencia de este pensa- dor extraordinario transcurrió entre los más bellos panoramas de la península. Adoró las piedras de Ve- necia y paseó gozosamente su alma de arliata , en las mañanas florentinas, deslumhrado por ¡as glorias del arte inmortal. El mismo ha dicho en una de sus páginas más elocuentes, que un estudio hecho -en los jardines de rosas de San Miniato y en la avenida-.de ci- preses de la Porta Romana, en Florencia, figura para el entre los recuerdos de los mejores días de su vida. Aguzó su sensibilidad exquisita y vibrante en el contacto con tantas creaciones armoniosas del ingenio del hombre. ¡Qué sugestión educadora ha de emanar ' de la frecuentación asidua de aquellos serenos tem- plos de la belleza, que se abren en Italia, en todas, las oiudades ilustres, a las peregrinaciones de los sedien- . tos de ideal y de perfección! ' Ruskin comprendió como nadie esa sana influencia, y cuando retornó a Inglaterra promovió un movi-

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Page 1: 1*4 PEGASO PEGASO Aparecen aquí también, aunque quizas no … · para realizar en el mundo sus desmesurados ensue-ños de dominación material y de absorbente imperia-lismo! De

1*4 PEGASO

En el Azul. Poesías por Fernando Maristany.—Editorial Cervan-tes.—Valencial'ormaí este tomo de poesias la primera parto de un binomio lí-

rico, del cual "La Bicha y e l Dolor", obra que comentamos ya ennúmeros anteriores de "Pegaso" constituje la segunda^

Aparecen aquí también, aunque quizas no tan firmemente disefia-dos, como en "La Dicha y el Dolor", las múltiples cu.ilidades queseñaláramos en elogio de este lírico, una de las figuras representativas del actual parnaso hispánico.

£1 libro trae, además, un bello prólogo de Pascoaes, el notablepoeta lusitano.—J M. D.

tGlosas y Escolaos—Por José Fernández Coria.—Buenos Aires.

He aquí un libro sano^ y bueno. El autor ha reunido en él unaserie de artículos—si inconexos por el asunto, ligados por el espíritu—en los que ha \ oleado el trop pleln de su alma Bueno y Baño porqueen lenguaje sencillo } claro, habla soBre las cosas que se le vanocurriendo, con sinceridad y emoción Pero encontramos que su emoción es realmente comunicativa sólo cuando trata SQbre temas edu-cacionales " E l problema educacional" y las "Memorias, de un ra-bonero" son sus mejores capítulos JEstas últimas sobre todo. Huboun momento en que nos hicieron recordar a D'Amicis, aunque no esel género '

Las escuelas frías % sin alma, para la estadística; el maestro degramática, sucio y malqueriente, el de historia, entusiasta por sucátedra, cariñoso y amado por sus discípulos, el compañero Patri-cio, a quien llegó a negar un 'día como Pedro; los detalles bien expuestos y las reflexiones bien bochas, el placer de la rabona y elsentimiento de su falta en las escuelas sin alma: todo eso lo diceFernández Coria con una sencillez que es un encanto y con una ver-

id que da calor

Desearíamos que BU futuro libro fuera todo él como este capítulote elogiamos sin reparo —A. B.

T ? . d eT , I b a r b O l l«"1—E-sayo - P o r Alejandro Andrade Ccello. -

Quito, E«uador.—1921 .

Mny f r e s a n t e este folletito de veinte páginai, que el espirita

E"SÍ£ t C M l I ° ha d e d l C a d ° 8 nues l ra *'an Povisa Jua-na de Ibarbourou. Bevela amor, conocimiento, espíritu. Nt, im-porta que no coincidamos en cierto, conceptos, aca,o de.VirtMdo.

el entusiasmo de corazón, el entusiasmo por • nuestras cosai one

pufo T » ' ° e ' ° ? Í a>y e n ? r a n a e " C0D g ' n " M 0 " ^ ^ " "ritmo

PEGASOREVISTA MENSUAL MONTEVIDEO

DIRECTORES! Pablo d« Grecla-Joai Haría O«lg»íc

Octiirc « 1 9 2 1 . N.' 40 — Aio VI.

EL URUGUAY Y LA CULTURA ITALIANA

{CQiitinuación)

El primero que acude a mi memoria es Ruskin, elgran» esteta inglés, de quien puede decirse con ver-dad que sus ojos se posaban regocijadamente sobrela hermosura de las cosas, en el éxtasis de una per-petua contemplación. La adolescencia de este pensa-dor extraordinario transcurrió entre los más bellospanoramas de la península. Adoró las piedras de Ve-necia y paseó gozosamente su alma de arliata , enlas mañanas florentinas, deslumhrado por ¡as gloriasdel arte inmortal. El mismo ha dicho en una de suspáginas más elocuentes, que un estudio hecho -en losjardines de rosas de San Miniato y en la avenida-.de ci-preses de la Porta Romana, en Florencia, figura parael entre los recuerdos de los mejores días de su vida.Aguzó su sensibilidad exquisita y vibrante en elcontacto con tantas creaciones armoniosas del ingeniodel hombre. ¡Qué sugestión educadora ha de emanar 'de la frecuentación asidua de aquellos serenos tem-plos de la belleza, que se abren en Italia, en todas, lasoiudades ilustres, a las peregrinaciones de los sedien- .tos de ideal y de perfección! '

Ruskin comprendió como nadie esa sana influencia,y cuando retornó a Inglaterra promovió un movi-

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miento de simpatía y de devoción por el arte italia-no, afanándose en que sus obras maestras exornasenla National tiallery, que antes de 1845 no poseía sinomuy contadas producciones de los exunios pintorespeninsulares. Desde aquella feelia, cinco salas vastí-simas, consagradas a las escuelas de Siena y de Flo-rencia, con cuadros magistrales de Boticelli, de Lipf»,de Pozzoli, de Perugia, de Ghirlandajo, arraigan enel turista el convencimiento de que el apostolado deleminente pensador ha producido todos sus frutos,modificando la sensibilidad j la mentalidad de ungran país que parece psicológicamente organizado sólopara realizar en el mundo sus desmesurados ensue-ños de dominación material y de absorbente imperia-lismo!

De las neblinosas islas británicas llega también aItalia, en los comienzos del siglo pasado, el atormen-tado cantar de Don Juan. Proscripto de una socie-dad llena de preocupaciones y mojigaterías como lasociedad inglesa de aqnel tiempo, Byron buscó en elgeneroso país latino un poco más de libertad para sninteligencia y para su corazón. Amó, sufrió, soñó, pro-dujo en la patria de Petrarca algunas de sus obras di-lectas. El cielo azul y la tierra siempre florida semostraban propicios a las magníficas efusiones de susensibilidad. Era aquél un hombre extraordinario, untemperamento casi delirante, ávido de emociones BU-premas, y como para satisfacer sus perpetuas inquie- 'tudes y sus dolorosas ansias de acción, llegó a Italiaen los mismos momentos en qne este país se diaponía

1 a lanzarse de lleno a la yorágine de Jas agitacionesrevolucionarias. "El suelo volcánico de Italia—escri-be nno de sus biógrafos—no era el más a propósitopara mantener tranquilo e indiferente a Tin hombre\de ese temple. Hubo el año de 1820, en toda la penín-sula, un gran movimiento, de sociedades secretas y deconspiraciones, y Byron no rehusó ni su nombre ni

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su fortuna, ni su talento ni su persona, para unirsea los que trabajaban en favor de la independenciaitaliana. Redactó proclamas, compró armas, albergócombatientes en su casa. El esfuerzo abortó, los de-sastres de 1821 sumieron otra vez al país^ en ¡a iner-jcia y en la miseria, y nadie lo sintió y lamentó másamargamente que él, él que había escrito estas pala-bras en una de sus cartas privadas: <fno hay sacri-ficio demasiado grande pata tan grande objeto. ¡UnaItalia libre! Pensadlo bien: si eso es la poesía de lapolítica!" En los tercetos de La piofecia de Dan-te formnló el consejo práctico, el único que la podíasalvar: "unios, — hace decir al famoso poeta y pa-triota, — unios y los Alpes serán una barrera insu-perable." Necesitábase, sin embargo, mucho más deun cuarto de siglo todavía para que el consejo fueseoído y atendido. Por fortuna, en esos infaustos díashabía ya visto la luz la" generación a que pertenecie-ron Mazzini, Garibaldi, Azeglio, el conde de Cavoury otros ilustres italianos, admiradores todos, Mazzi-111 principalmente, del genial creador de "Manfredo".

"Una pavorosa tragedia epilogó en Italia también lavida de otro gran poeta británico, enamorado de la luzmeridional que baña las armoniosas costas peninsu-lares, arrulladas por el cántico eterno de las olas ypor la eterna música de los vientos, i Conocéis, aca-so, la obra melodiosa de ese peregrino del ensueñoque se llamó Shelleyl Nadie ha cantado como él elvuelo mágico de la alondra y su serenidad sugestiva,y nadie ha loado mejor y en más admirables estrofasel canto delicioso de aquella avecilla gue precipita SUBsalmodias improvisadas' en- largos torrentes de me-lodía. N

"En la púrpura pálida de la tarde—exclama el poe-•ta—se baña í» vuejo; vas a fundirte en ella como laestrella se funde en la claridad del pleno día; perocuando mis ojos han cesado de verte, oigo fu grito de-

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lirante." Este delicado rimador que amó tan inefa-blemente a su arte, pereció, a los veintinueve años desu edad, en la dilatada bahía de Spezia. Se le tributa-ron exequias que tuvieron algo de la solemnidad delos funerales antiguos. Su cuerpo, arrojado a la ori-lla, fue devorado por,una hoguera, mientras la piedadde algunos amigos transportaba a Boma aquel privi-legiado corazón, en el que sólo se albergaban noblespasiones y puros sentimientos. Sobre el sepnlero queguarda el precioso despojo, se grabó esta inscripciónlacónica y expresiva: "Cor cordium": corazón todocordialidad, todo efusión, todo emocionado amor porlas cosas. Algunos años antes, en 1821, otro poeta in-glés, John Keats, se había extinguido dulcemente enlo más florido de su juventud, cuando se abre en elalma de los favorecidos por el numen la rosa fragantede los epitalamios, en aquella misma tierra italiana acuyo regazo había implorado hospitalidad reparadora,huyendo del clima inclemente de su país de nieblashostiles.

De Alemania han llegado también a la Italia mater-nal y acogedora peregrinos ilustres; sin duda, todosaquellos que han sentido germinar en su alma las depu-radoras emociones del arte, del heroísmo y do la belle-za. Gcethe la visitó con unción, y puede afirmarse queen el éxtasis de las altas contemplaciones se disolvió,como un copo de nieve bajo un rayo de sol, la olím-pica serenidad del gran impasible. "El viaje a Ita-lia" narra las etapas del sublime peregrinaje. Y en laspáginas de "Los años de aprendizaje de GuiHermoMeister", el insigne escritor ha dejado el testimoniovivo y tangible de su amor por el bello y claro paísmeridional. Cuando Linda entona o recita su hMiM»inmortal, comprendemos que es a Italia a quien serefiere, porque hay en la deliciosa canción como unaroma inconfundible que no puede ser otro qne esa

B j UBÜQUAT T LA CUIÍTUBA ITALIANA 149

suave fragancia de azahar que embriaga a los quevisitan por primera vez ciertas regiones de la privi-legiada península: "¿Conoces el país donde florecenlos naranjos? En el follaje sombrío brilla la naranjade oro; dulce brisa sopla del cielo azul; ol mirtodiscreto, el laurel soberbio, allí se levantan. jLo co-noces? Allí es, allí es, joh, mi muy amado, a dondequisiera ir contigo 1

¿Conoces la casa? Su techo descanBa sobre colum-nas. La sala brilla, la sala resplandece, y las estatuasde mármol se levantan y me miran: ¿qué te han he-cho a tí, pobre niña? i las conoces! Allí es, allí es, ¡oh,mi protector, a donde quisiera ir contigo!

¿•Conoces la montaña y su sendero brumoso? Lamuía busca en ella un camino por entre las cumbres;en las cavernas habita la vieja raza de los dragones.La roca se precipita, y por encima de ella el torrente.¿La conoces! Allí es, allí es, a donde nuestro caminonos conduce; loh, padre mío, partamos!"

"Luego que Linda hubo concluido el canto por se-gunda vez, agrega el novelista, se quedó un momentosilenciosa, fijó en Guillermo una mirada profunda yle preguntó:

—t>Conoees tú ese país?—'Presumo que es Italia,—respondió él—{Df dónde

has tomado esa canción?—¡La Italia!—repitió Linda, pensativa.—Si vas a

Italia, llévame contigo: tengo frío aquí."1?odq el ansia de los que acuden al dichoso país la-

tino en busca de tibieza, de halagos sensuales, de cla-rida3 y de armonía, está compendiada en osa fraseinsinuante y como estremecida por el anhelo de losdías de sol y de encanto que se desean V que se es-peran. _ ' '

Heine, que ful por el mundo prodigando mofas ysarcasmos, que ee burlS de s« propia" patria, que •ri-diculizó a BUS miemos connacionales, en Italia aupo

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arrodillarse y adorai.r Niestzche se bañó en la lum-bre radiosa de aquelíl cielo único y bendito, antes deque su inteligencia nsaufragara <?n la perenne noche dela locura, y en'cuantito a 'Wagnor, después de haberescrito las notas patéticas de su "Tristán e Isolda",rindió en la legendaria Veneeia de los Dnx, en la quehabía refugiado sus hondas nostalgias y sus fecun-flas melancolías, aqnuella alma poderosa que debe dehaber sido saludada < en la eternidad por el retumbaroceánico de los aplaussos de todos los siglos y de todoslos pueblos!

Francia es la grann hermana latina de Italia Porsobre ciertas desavenceneias históricas y por sobreciertos enconos tradiricionales, la patria de Rabelaisha sabido honrar a Illa patria del Dante y vincularsea ella" por la inteligeeneia y por el corazón Casi nohay un francés ilusture o preclaro que no haya idoa prosternarse en el ssagrado suelo itálico, frente a lasruinas seculares o as los fascinadores paisajes quedeslumhran los ojos ; v que reposan el espíritu Eseculto por Italia es anuterW al romanticismo, porquedata de los días lumimoíos de aquel Renacimiento quees como una dilataciónn del espíritu humano y como unaencantada primavera de la historia del mundo. Ta he-mos visto cómo gustaraba Chateaubriand de la agrestecampiña romana Mime Staél, en las apasionantespáginas de su nivelas "Corina",, hace conocer a suscompatriotas las cindñades itálicas y sus bellezas mo-numentales Los rommüntieos avivan y estimulan esadevoción provechosa. Lamartine descubre en los al-rededores de Ñapóles s el perfil delicado de su Gracie-la. Sthendal se asimilDó de tal manera el temperamen-to italiano, que su turunba, por una humorada del in-signe escritor, ostenata sólo este sucinto epitafio:"Enrique Beyle, milawés". Alfredo de Mnsset y Jor-ge Sand pasean por tóVtos los rincories'de Italia, enmía peregrinación roofn&ncegoa, I» 'ind.iSwíta liberad. ñ

EL UEUGUAT T LA CULTUBA ITAUANi. 151

de sus corazones, aquella pasión desenfrenada queinspira luego al poeta doliente y desengañado lasmagníficas elegías de "Las Noches". Edgard Quinetdiscurre sobre las revoluciones de Italia con una admiración tan profunda, con una simpatía tan íntimay tan efusiva, que no parece sino que hubiera encon-'trado en aquel armonioso país la segunda patria desu espíritu Pocos han hablado de Veneeia con tanemocionada ternura como Teófilo Gauthier, en ciertosinolvidables camafeos grabados y trabajados con ver-dadero celo de artífice. De Hipólito Taine vosotrossabéis que ha fyecho también su viaje a Italia y quelo ha narrado en su bello estilo sanguíneo y pictóricoSe ha detenido frente a los frescos gigantes de Mi-guel Ángel, admirando las atormentadas y ciclópeasfiguras del Juicio Final, y frente a las madonas sua-ves y seráficas de Eafael y de Cimabue. El tiene,sin embargo, la obsesión de los esplendidos panora-mas. Su vista discierne con facilidad y prontitud' losmás tenues matices de las cosas. Si admira el Coliseode Boma y la catedral de Milán, busca en su paletariquísima las tintas' más puras y prestigiosas paradescribirnos el joyante mar de Ñapóles y su perfectoazul, del cual él mismo dice que es casto y tierno co-mo una prometida v como una virgen. Tschia v Capri,en los bordes del cielo, son blancos en su muelle mu-selina de vapor, v el azul divino luce dulcemente has-ta perderse de vista en esa bordadura nivea. El gol-fo entero parece un vaso de mármol expresamente re-dondeado para recibir el mar. Una flor satinada, unancho iris aterciopelado, de dulces pétalos luminosos,en que el sol se exhibe, y que vienen a distenderse so-bré una orla nacarada': he ahí las ideas que «e preci-pitan en el espíritu y que no bastan, sin embargo,para expresar la inefable impresión que suscita en el •viajero aqnel bello espectáculo. Al pie de los peñascose] agua es verde, como nna esmeralda transparente,

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a veces con reflejos de turquesa o de amatista, especiede diamante líquido que cambia de matiz "on todoslos accidentes de la profundidad o de la roca, especiede joya abigarrada y movediza que encuadra !a abier-ta flor divina.

FRANCISCO ALBEBTO SCHINCA.

(Concluirá).

GINETTE

Flor de leyenda, flor triste como ningunaPara ornar los cabellos centenarios del Rhin;La sirena melódica viste un manto de lunaY en sus ojos se espeja el lago de Globin,

Céfiro cu dulce cálamo interpone su cuita;Hay cien siglos dormidos en el vasto canal...Ün esquife, entre perlas, boga y en la, infinitaLámina aznl, Colonia y^rgue su catedral.

Entre músicas suaves y espejismos de oriente,Pasajera sonámbula de la noche al amor,Qinette sobre las aguas inclina dulcementeSus pupilas de estrella y su busto de flot.

¿Por qué sus ojos muestian visible desvarío?Bada Misterio' le hace señas desde el azulO el enigma que acecha en el fondo del »íoLe ofrece los encantos de su alcoba de tulf

¿Idilio?... ¿Cüa acaso de un amor sin comienzo?Ti es puntos suspensivos en el folio de ayer...El imposible esbozo sobre el dwino lienzoO el éxtasis soñado que no pudo nacerf

Rige la hnia el vuelo de su blanca cuadrigaSobre el sendero de astros del celeste jardítiY oración elegiaca o emocional cantiga

'El ruiseñor arranca a su antiguo violín.

DB OOTOU.

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LAS NUEVAS LITERATURAS

HUGO MAYO

Es Hago Mayo uno de los representantes ecuatoria-nos de la novísima tendencia poética que intenta reformar en absoluto los clásicos moldes de la poesía.

Tendencia muy interesante, y que lleva en sí mismafecundos gérmenes de futuro, a pesar de los humoris-mos desconcertantes, de las chuscadas y de los absur-dos con que — un poco para burlarse francamente delpúblico incauto e ingenuo, resucitando el viejo y gas-tado sistema de épater le boui-gcois; y un mucho parallamar la atención esquiva de ese mismo público, enuna rédame sistema yanqui—el grupo llamado nadáis-ta ha revolucionado^ mundo de las letras en París, enItalia y en España.

El mismo Rafael Lasso de la Vega, uno de los após-toles más convencidos de este movimiento, confiesaabiertamente esta posición burlesca del dadaísmo, enun estudio que tiene, sin embargo, mucho de serio y deverdadero: "A semejanza de aquella estatua de Elpoeta asesinado, modelada, no en bronce ni en már-mol, sino en nada, en el vacío, Dada no es nada. Ya lomanifestaron Tzara y Picabia. Esta nada está enpugna contra la otra nada que nos infesta: teatros, li-bros, exposiciones oficiales, etc., todo lo que hoy la gen-te aplaude y saborea como un caramelo. Dada es, pues,un farsa muy superior a la que hubiese inventado ennuestros días, si viviese, el clásico genio inventor dela farsa: Aristófanes. Es preciso dar la batalla, perosin encolerizarnos. Es posible que nos muramos de"risa cojfio aquel griego... Pero detrás 4e nuestra rjsa

I¿i CBUZ DEL SUDO 155

está la seriedad; tras la destrucc-tnén la nueva edifica-ción.

En cuanto a Dada es la apoteosiss de la burla; se bur-la de todo, hasta de sí mismo". — (Oosmópolis, di-ciembre de 1920).

MEDIODÍA

El sol va pasandocon hambre

olvidando los niños

Las calles COMIDO paj alelasson testigos c&de ¿as embajadasde Pleamar yy Bajamar

Dentro de las vitrinasmundos soñadospor Copérnico

, Catros con emolo niasi giran sobre SSM órbita¡

Empleados'que esperan eren los veniiladoiesel milagro' prometido

1 Telescopiosnegroscaféazulesllevaniemiofobia

Fosa la vida en busca ites ano congelaciónazul

Los transeúntes» aon,.lluvia de DianaHtoo MAYO.

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Lo más desconcertante en este movimiento, qné nosabemos si nació en veras o en burlas, y cuyos inicia-dores no sabemos si fueron simples embancadores depúblico o si tomaron deliberadamente ese camino paraobligar a que se les prestara una atención demasiadosolicitada por miles de objetos diversos, es que, hoypor hoy, el movimiento existe seriamente, no sabemossi a causa o a pesar de esos mismos iniciadores.

Una pléyade de jóvenes poetas está creando real-mente una nueva poesía con fórmulas acaso arbitra-rias, acaso exageradas, pero realmente existentes.

Y es el caso de estudiar con atención — si nuestramodalidad no acepta de Heno los nuevos cánones—loque haya en ese movimiento de aprovechable como vi~talidad poética. Tan equivocados estaríamos al enco-gernos de hombros despectivamente, ante la nuevapoética, como al aceptarla íntegramente, con efusionesde neófito.

Lo curioso del caso es que el Eío de la Plata, tanabierto a todas las novedades literarias y sociológicas,haya permanecido indiferente en absoluto a ese movi-miento que absorbe la atención de tantos literatos; yal que Guillermo de la Torre, en las páginas de ''Cos-mópolis", y Cansinos Assens en las de "Cervan-tes", han dado tanta importancia, al punto de publicaresta última revista verdaderas antologías ultraístaspor las cuales ya teníamos ocasión de conocer a nues-tro joven autor.

LAS NUEVAS UTEKATUBAS 157

FLUVIAL

El síncope de la nocheanula el aire 'en soluciones de sulfato

Puntuaciones ortográfica» de oiro sigloen el alumbrado de las embarcaciones

Discursosinsolubles

Proyecciones de cuerposgeométriéos

Yodo en oposición' con Coiy

Arabesco»formando - -ecuacionesnihilistas

Marinos de barbas niqueladassoplan chimeneas ambulantes

La ciudad liquidacomo sanatorio de sales

adicionaHUGO MAYO.

Entre nosotros creo que solamente la efímera revis-ta "Los Nuevos.1' se ocupó algo de este movimiento,publicando composiciones de Isaac del Vando VUlariGerardo Diego.y algún otro.

Federico, Morador, entre nuestros poetas, parece ten-der algo hacia esta escuela, aun ouando Be defienda de

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158 PEGASO

mi calificativo de dadaísta, aplicado a algunas_do iaa_composiciones de su libro "Poesía". También un jo-ven poeta, Carlos Kodríguez Pintos, de quien PEGASOpublicó algunas composiciones, tiene una ligera ten-dencia hacia el creacionismo; y digo ligera tendencia,porque comparadas con las de su inventor, VicenteHuidobro, aparecen casi clásicas en absoluto.

En cambio, los otros países de América han seguidorápidamente dicho movimiento. El mismo Vicente Hui-dobro, que pasa por ser el introductor del creacionis-mo en España, es chileno. César E. Arroyo es arneu-cano, como lo son Hugo Majo y Victorio Abril."Los demás ases, Lasso de la Vega, Guillermo de To-

rre, César E. Comet, Rivas Panedas, Correa Calderón,entendemos que son todos hispanos.

Ahora, nuestros conocimientos sobre la nueva ten-dencia no nos permiten clasificar de un modo absoluto4as composiciones de Hugo Mayo con que PEGASO daa conocer a este adalid de la nueva poética, entre losultraístas con que el dadaísmo francés—que defiendeen "L'Esprit Nouveau" Paul Derinée, — ha tomadocarta de ciudadanía en España, o bien entre los crea-cionistas que patrocina Huidobro y defiende Guiller-mo de Torre, o bien entre las cien otras que, cual hon-gos crecidos a la sombra de la rama' materna, el cubis-mo, se multiplican sin paz ni armonía, a pesar de lapoca diferenciación de sus matices para aquellos quelos contemplamos, desde afuera; aunque por sus con-diciones generales, nos inclinemos a colocar a nuestronuevo colaborador en la entusiasta falange de los ul-traístas.

Luisi.

Montevideo, 1921.

EL ACECHO

A, letmo SlaaacoidaCarlos Bemáidee.

Juan

A cincuenta metros de la puerta de calje de micas>a, iiabia una librería, a donde no vi jamás entrar"mi cliente.

Con mis libros bajo el brazo, frente a eÜa, cruzabatodas las mañanas; apresurado o lento, según mis es-tados de ánimo. Camino obligado, en donde hallabasiempie las mismas caras; unas, ansiosas, esperandoel tranvía; otras serenas, andando paso a paso ..

Mis ojos veían con la inconsciencia más grande, Jascaras conocidas, lffs puertas cordiales, los balconesamables, y aquellos gruesos caracteres en rojd que,en el cristal limpio de la vidriera de la librería, ver-saban :

Lasky, y diez centímetros más abajo: IÁbrería fun-dada en 189...

Nunca consideré como casa vecina la de Lásky, ellibrero. Parecíame distante muchas cuadras de mi za-guán, ,aunque casi siempre terminaba de colocarme el,sombrero, cuando cruzaba por el espaf até.. . ' '

Durante tres años, a las ocho de1 la mañana eran missalidas. Al atardecer, mis regresos.'''

La' vidriera era amplia, con un cristal brillante ylimpio. La puerta era pequeña, estrecha, daba la im-presión de tín pasillo secreto, de ésos que abundan eh

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160 PBOASO

novelas policiales. Apenas dejaba adivinar su interiorsombrío, desde donde llegaba, algunas veces, un vahoextraño, mezcla de humedad y de sabroso olor a pa-

. peí. Inconscientemente percibía todo psto.Lasky, el dueño de la librería, sentado detrás dei

escaparate, descansaba en un viejo sillón, entre dospilares de libros. Desde la calle, al cruzar frente a lavidriera, se veían sus oios color oro. Eran desagra-dables y ásperos. La cabeza, inmóvil, surgía de entrelo& pilares, como un llamado, como un grito. Era im-posible detenerse en la vidriera a curiosear, ante losexecrables ojos color oro, sin pestañas ni cejas. Ha-cían daño Eran hostiles a cuanto curioso -se acercasea la vidriera. Tardes hubo, en que cruzaba observan-do de rabo de ojo, los libros alineados. Apostado,otras veces, en la esquina cercana, observaba los ges-tos de los transeúntes Al retirarse de la vidriera deLasky, llevaban un gesto de asco, de repulsión, en susrostros marcados de acedía Yo les tenía un miedo detres años, y, sin embargo, ¿no me vieron ellos pasar,día tras día, durante tanto tiempo, como pira sermevecinos o familiares?

Allí estaban siempre, mirando — escudriñadores—y apurando las cosas de la calle, con atención inusita-da. Parecían, aquellos ojos color oro, dos nioueditasdoradas, o las puntas de dos taladros dorados, empe-gados en agujerear el aire y el cristal de la vidriera.Lo veían todo. Al hombre que pasa despreocupado;al obrero de sucia vestimenta; al mendigo harapien-to; a la lujosa dama; a la buscona; al curioso que seasoma a la vidriera por costumbre; al escolar de in-genuo mirar celeste... A todoa, aquellos ojos colororo, veían diariamente cruzar por delante de la tien-da de libros... Ojos sin pestañas ni cejas, que no medejaban estudiar la ubicación de los alineados librosdéla vidriera. Lasky estaba allí, entre dos pilares delibros, con las manos en sus bocamangas, el pecho

EL ACECHO 161

hundido, los hombros caídos y la mirada, clavandosu loco afán, desde la oscuridad de la tienda.

Los ojos color oro me veían siempre pasar. Cono-cerían muy bien mi corbata a rayas", mis cuellos lus-trosos, mi traje azul . Cuando cruzaba un des.cono-cido, ellos multiplicaban la atención. ¿Entraría a com-prarle? i Le agradaría algún libro' t Buscaba una no-vela en donde estuviese retratado su espíritu? {Algúndrama, parecido al de su vida, buscaba el desconocido?

Pensé que debía entrar, alguna vez, en lo de Lasky.Era—sin duda alguna—una burla mía, solapada yperversa, acercarme tarde a tarde y no entiar nunca.

Los ojos color oro comenzaban a odiarme y se agu-zaban las puntas de aquellos taladros dorados. Creíque les era un ser antipático, despreciable, como esosque se burlan de un anormal. Los ojos color oro, cadavez más desagradables, acabarían por enfermar misojos.

Entré. Lasky abandonó su sillón y vino hacia mí.Tuve la impresión de que el miedo me entraba por losojos, pero Lasky, con las manos en sus bocamangas,estaba ya cerca mío, Adopté un gesto displicente ynoté cambiados los ojos color oro. Ahora me erancordiales, amables, me acogían con un aire familiar,y dábanme valor.

—De esta reyista—dije señalando la revista PEGA-SO—el número catorce...

Sacó las manos de sus bocamangas. Eran sarmen-tosas, dedos largos, rematados en uñas largas y afi-ladas; amarillas y feas. Colocó la diestra sobre unoslibros y comenzó un ágil tamborileo. Dióme esca-lofríos. Había olor a libros. El local, poco aireado,daba la impresión de un sótano atestado de libros.Miró adonde yo señalara y encaminándose con unalentitud majestuosa, como la del hombre satisfecho,resuelto a saldar una deuda. Levantó un brazo has-ta las estanterías y me alargó el ejemplar pedido,

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con ademán seguro; cierto. Tomé la revista y pudeapreciar de ceica las diez uñas amarillas y afiladas de-aqueOas manos sarmentosas, huesudas, laigas.

—¿Cuánto?—inteirogué lacónico y frío.—Uno y cincuenta.. —La voz era recia, como sus

ojos. Dijo las palabras con firmeza, de la misma ma-nera que clavaba en las pupilas de los transeúntes,los clavos dorados de su3 ojos color oro. Casi me atre-vería a afirmar ahora, que soniió imperceptiblemen-te, mientras le abonaba el ejemplar adquirido.

Dejé vagar una mirada estúpida, por las estante-rías repletas de libros y con el gesto de hombre en suscabales, salí de la tienda de Lasky, con arroganciaHabía gastado uno y cincuenta después de tres añosde continuo pasar por aquella librería .

Di vuelta en la puerta de calle, a mi izquieida, yme detuve, junto a una curiosa mujercita, a mirar loslibros de la vidriera. Los ojos color oro no estaban

^ allí. Ambos, con satisfacción, contemplamos ^vidrie-ra Los libros mejores parecían atraer nuestras mi-radas. Noté que mi compañera de curiosidad,—algu-na chica frivola,—alejaba sus miradas, de los libros detítulos sugestivos. Pude cerciorarme de que-en lalibrería de Lasky había libros llegados en el últimocorreo, pidiendo a gritos que yo los» comprase. l"uvovarios segundos de dulce paladeo. Mis manos se in- •

. quietaban porque no podían palparlos, tocarlos, parasentir mejor la emoción del libro nuevo. Se lee conlas manos, a veces, aunque e'sto parezca' raro. Un ami-go tengo yo, el cual huele los libros antes de leerlos. Esque, indudablemente, hay ejemplares que requierenlos cinco sentidos para ser saboreados. Obsérvese elolor particular de ciertos libros, que no han sidoabiertos nunca, desde que allá en Europa, unas ma-

. nos—tal vez femeninas—los empaquetaron para Amé-rica. El goce de los curiosos de las vidrieras, es de losmás refinados, de los más puros goces,

EL ACECHO 163

Cuando entraba en el dominio de la vidriera,aprendiendo de memoria lugares, títulos, actores,etc., vi a mi compañera de curiosidad hacer un ges-to desdeñoso, cruel para mí, y alejarse. La mirésorprendido, i Qué había hecho yo a aquella mujer pa-ra que así se aleja'sei fNo fui *,u buen compañero decuriosidad? Volví la vista sobre la vidriera y estaban,luminosos, diabólicos, los ojos color oro. Comprendíel gesto de la compañera de cunosidad y contemplélos ojos de Lasky con un poco de valor. Eran ahora,como dos ruedas de fortuna, pequeñitas, girando ver-tiginosamente. Me clavaban sus clavos dorados, en lasmismas pupilas. Aquellos ojos no eran los mismos delhombre que me vendiera la revista montevideana. Ha-bían cambiado, cambiaban espantables y ásperos, ati aves de los cristales. Pude dominarme y así domi-narlos. Bajé la vista y me sorprendió la cubierta par-da de cuero, de un viejo ejemplar colocado pn el cen-tro de la vidriera. No le había visto autes SP repetíael fenómeno del paseante que no sabe cómo son las-\

.molduras y comizas de las fachadas de las nasas pordonde cruza a diario.

Cuando miré nuevamente, el ejemplar único, deparda cubierta, vi un rótulo a su lado. Versaba:

' "Ejemplar único. Hay dos en él mundo." En aquelmomento los ojos de Lasky, todo Lasky en 'os ojos,me indicaban el ejemplar único, mientras giraban losojos color oro, como dos ruedas, de fortuna, pequeñi-tas. . . Puse mis cinco sentidos para comprender loque decían los ojos, o lo que ansiaban decii. Tresaños de diario cruzar frente a ellos, no me habían al-canzado para descifrar su enigma. Por otra parte,nunca me había empeñado en ello. Pude abstraermede la baraúnda callejera; peatones y automóviles; ^pasos en la acera; vendedores ambulantes, tran-vías ruidosos, todos se habían alejado de mí. Esta-ba yo solo, frente a un par de ojos color oro} gi-^

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1634 KWABO

rano do, con no sabía qué afán loco, i Qué podiam d'e-cirmne desde adentro de la tienda, a mí, que apenashabíña «ntrado una sola vez? Recapacité unos instan-tes * y se me ocurrió pensar que jamáB había vistoaqueael ejemplar único. Al mirar con insistencia la par-da crenbierta, di con la clave del terrible enigma. Aque-llos ojos esperaban el comprador del ejemplar único,con s avidez, con afán enfermizo. Era el acecho, el enor-me aflceebo de los que esperan. En el brillo de los ojoscolora1 oro, descubrí la tragedia de Lasky, el -supliciobrutsal de una espera, el enfermizo esfuerzo de un ace-cho. -Acechaba al cliente, desde su viejo sillón, como unperroc de presa, al grito del cazador. Como la ansiedadde cié en pescadores hambrientos, al levantar las redes,en una atardecer. El ejemplar único dormía en el esca-parattte, desde cinco añO3 atrás. Lasky lo puso en lavidri».era una mañana, y se apoBtó tras él, para es-perarr el cliente. Pretendía señalar, indicar con losojos, a cnanto transeúnte se detuviese en el escapa-íate. ¡i ¡Y pensai que sus ojos eran los enemigos suyos!Hacíaan huir a los clientes, con gestos de asco y re-pulsióon La tragedia silenciosa y bárbara de ojos enacechan, no la La cantado, ni contado nadie. La tra-gedia de los ojos color oro, por mí vivida, no po-drá nT unca, nadie, cantarla. Fue formidable y silen-'ciosa. Vivió cerca de cinco años, pero tuvo la fuerzade un acecho de siglos Acecho, en donde el hambre,el lujoo, la vanidad, todo se concentraba. Acecho cam-biante » en los ojos; que eran a veces monedas dora-das; oMtras, puntas de taladros dorados, empeñadosen pas aar fi través del cristal; muchas veces, clavos deoro, y no pocas, ruedas de fortuna doradas, girando,girándolo. Por las noches, en loa sueños felices, seríanruedas s de fortuna...

Supes el secreto de aquellos ojos y los compadecí yadmiré.* El cristal de la vidriera me enseñaba la tra-gedia ódel hombre que lucha, silenciosamente . . Pen-

BL ACECHO Ib5

sé en las hijas de Lasky, en sus faldas do seda...Pensé en su mujer, en los altos alquileres, en las miltentaciones de Buenos Aires, cambiante como una ví-bora de muchos colores. Pensé en la vanidad, en ellujo, en la moda, en las hijas de Lasky, bien vestidas.

Los esfuerzos que él hacía para detener a los cu-riosos, eran sobrehumanos. Se enfermaba. Delirabacomo un loco, detrás de la vidriera, como una arañahambrienta a la puerta de su cueva, viendo volar lasmoscas próximas a la trampa. Cada paseante era unposible comprador; era, tal vez, eí hombre que se lle-varía aquel ejemplar único, mitad de su fortuna enlibros.

El tormento del vendedor, condenado a esperar elcliente, es trágico. | Verle pasar y comprender que si 'uno tan sólo, adquiere algo, significa el saldo de unadeuda! El tormento horrible comprendí aquella tar-de . Sufrí con Lasky, sufrí con sus diabólicos ojoscolor orb^ percatándome de su mal irremediable.

Perversos y cicateros, serían aquellos que, com-prendiendo la tragedia de sus oj'os, no entraban acomprar libros en lo de Lasky. Cuando niño, me com-placía en engañar a las arañas, imitando el ruido delas moscas presas en la tela, y comprendí, recordan-do, el suplicio espantoso de un acecho semejante.Desde aquella tarde me propuse adquirir el ejemplarúnico, arrancarlo de aquella vidriera, como a un ár-bol seco, en mitad de un camino polvoriento Arran-car el libro de la vidriera sería quitar el mal a Lasky,hacerle feliz una hora, alegrar tal vez \a, vida de unade sus hijas, ignorantes de la tragedia 'del acecho.• Debía extirpar el mal del librero desgraciado, ad-

quiriendo el ejemplar único. La sola idea de que conaquellos ojos color oro, Lasky podía dañar a una desus hijas—a 'quienes no conocía—me alentaba en miobra benéfica...

[Pobre Lasky, el hombre del acecho) repetía a cada

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rato, aquella tarde de mi feliz ocurrencia, en entrarpor el numero atrasado de una revista uruguaya..

Cnando me alejé, Lasky había quedado en la vidrie-ra, con sus ojos en acecho. Al acostarme, la nochedel descubrimiento' del secreto, estuve hasta tarde,pensando eii el acecho de todos los hombres. El casode Lasky me pareció nn índice. Señalaba el terriblemal que aqueja a muchos hombres. A unos másque a otros, meditaba, pero a todos el acecho hade ir secando poco a poco el corazón, hasta !a muerte.¿Nadie ha visto o sentido la ansiedad de uii lustrabo-tas que ofrece sns servicios gritando! ¿La ansiedad .del vendedor de baratijas? ¡Hoy no se vende nada!—he oído decir a más de uno. Pero ellos, los que va-gan, distraen la vista, son asaltados y sorprendidospor miles de acontecimientos callejeros. El acecho deLasky, la espera ansiosa del comprador de sn ejem-plar único, llegado con enormes esperanzas, sólo yola comprendía. Para los ojos color oro, aquel libromagnífico echaba raíces a medida que los días pasa-ban. El viejo ejemplar de cubierta parda descansabacomo un muerto, entre los libros recién llegados. Enlos ojos color oro, la visión del libro único era dis-tinta a la mía. Para los ojos del librero en acecho, yano tenía forma, color ni tamaño, aquel eje'nplar deparda cubierta. Era una visión fantástica ds una es-peranza parda, petrificándose ante sns ojos. Erapomo una roca sombría en la playa de un mar de pa- 'sión, el cual con sus olas debía pulverizaría... Elacecho de Lasky era su suplicio. Pasaban los cnrio-sos, pasaban transeúntes, de la mañana a la noche.Unos apresurados, ni miraban su vidriera. Otros sedetenían un segundo, pero nadie entraba por el ejem-plar único. Varios bibliotecarios de clubs porteños,habían desdeñado el ejemplar ofrecido. Lasky espe-raba el hombre suyo. Imaginábalo vestido de mil ma-neras. AI cabo del día eran nmohos los posibles ~com-'

167

pradoTes. Por otra parte, yo no vi jamás a ningunapersona cruzar el umbral de la librería de Lasky. .

Sabedor de la silenciosa y honda tragedia ele unpar de ojos color oro, traté, en los días subsiguien-tes, de aminorar el mal del acecho. ~

Una tarde, a la vuelta de mi labor, crucé por se-gunda vez el umbral de la tienda de libros . Habíavisto los ojos de Lasky sus raras señas. iQué señas,Dios mío! Giraban los ojos, como dos ruedas de for-tuna y m« enseñaban el libro, la gran esperanzasuya. Porque percibí nna sonrisa, no sé si 'le burlao de alegría, aquella tarde entré a preguntar el pre-cio del libro.

Lasky se puso de pie. Las manos—sus uñas—esta- \ban metidas hasta los codos, en las bocamangas de snvestimenta amplia. Miré con curiosidad falsa y estu-diada, una estantería con libros en rústica Pe acercóLasky «y dándome vuelta bruscamente, le dije:

—iCuántopide por el ejemplar único íLos ojos color oro, sin pestañas ni cejas, habían

cambiado. Eran otros, ásperos sí, pero guardando unatranquilidad más visible. Vi su boca de labios finos ypálidos. La frente estrecha, surcada por dos líneas .solamente; rectas arrugas, finas, de sien a sien. T mecontestó:

—Mil quinientos pesos, señor, mil quinientos. . —Al decir por segunda vez mil quinientos, los ojos co-lor oro grabaron en mis ojos, las palabras mil qui-men-tos. ¡Eran los mismos ojos del acecho! Acecha-ban ahora mi impresión. Soneteaban mi espíritu, es-perando con ansiedad la respuesta. Miré atentamen-te a mi alrededor y sentí,las miradas. Libros, fo- s

lletos, estanterías, me fueron antipáticos, me echaban'de allí. Empujado por la mano de atjrella senñoscu-ridad de la tienda, del sombrío negocio f'e Lasky,-Isalí/lentamente, paso a paso, intentando silbar un aire'

r nacional, - * , * „ -

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168 PEGASO

—¡Mañana!—dije con seguridad y me lancé a lacalle, perdiéndome entre las gentes, llevando en losojos, otros ojos color oro, como dos moneditas; y, enla espalda, la mano que me empujó hacia la puertaestrecha.

Al retornar no miré la vidriera. Me cuidé muy biende acercarme allí, pero sentí en el alma toda la tra-gedia de los ojos color oro. Ya la conocía tan bien,que no había necesidad de verlos. Pasarían los tran-seúntes, se alejarían después de acercarse a la vidrie-ra, con un gesto de acedía y perversidad. Pasaríanunos y otros por delante de sus ojos, sintiendo losclavos dorados, con el intento de clavarlos allí. Lahonda tragedia yo la sabía de memoria. El acechabrutal de la araña a la puerta de sn cueva, contem-plando lo maravilloso de su trampa, lo sentía, lo vi-vía. Me veía niño engañando a las arañas.. ; Aque-lla noclie me dormí pensando en el acecho de Laskyy en una araña hambrienta...

Eran las ocho. Salí de mi casa como de costum-bre, y sin acordarme nada de lo sucedido. El sueñome había matado la impresión del acecho. Crucéfrente a la librería de Lasky y la hallé cerrada. Unatromba de ideas y pensamientos cruzó por mi cabeza.Me detuve en la esquina, al lado de un buzón. Graciasa él, la gente no me llev'ó por delante. Recordé mi sue-ño de la noche anterior. Había visto a Lasky, liradoen la vidriera, con un libro entre las manos, debatién-dose delirante, loco. Vi las uñas amarillas quebrarse,una á una. Las uñas de Lasky se quebraban al apre-tar, al agarrar el libro único. Vi quebrarse nueveuñas, una a' una, menos la del pulgar derecho, recia,fuerte, curvada! No recuerdo más, de aquella visión

* ' " •» -

J u ACEOHO 169

ligera, de mi sueño diatfbólico. La librería, que ahoraconsideraba vecina, estaaba. cerrada, y en la puertametálica, un cartelito mee dio la noticia funesta: '' Ce-rrado por duelo". Fue para mí como un telegramallegado de allende los mnar-es. ¡Los ojos cojor oro, losojos del acecho, habían : muerto!

Hice correr la mano esen la vieja ventana de la casade la esquina y enredé e«n mis dedos una tela de ara-ña. Me dio asco, miedoo y no recuerdo qué más...Mirando la librería cerrrada, con la peisiana de la vi-driera, baja, como entorn nado párpado de un muerto, vien la libxería de Lasky l-.la cueva de la araña hambrien-ta, a quien acababa de - quitar la tela sutil, con mismanos blancas.

—I El acecho es, como o el hambre!—pensé, y seguími camino por la calle de siempre...

ENRIQUE M. AMOBÍM.

Invierno 1921. 8ueno:»s Aires. De un libro titulado:"Amorím".

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CUADROS DEL CONVENTILLO

Se camina con cautela.Se habla bajo. Hay mucha gente.Una débil luz de vela

.Naufraga'en el aire opacoA fuerza de vaho, encierroY humareda de tabaco,ife hace toser ese ambienteAl entrar. ü,n perro flacoMe rezonga sordamente;Y en tanto se acalla al perro,Alguien me arrastra del sacoHacia una cama de fierro.

Sobie el colchón, dura, calma,Como si fuera de yeso,Hay tina niña extendida...¡Un poco de piel y huesoSosteniéndose tu la vidaPor una hilacha de alma!

La contemplo así, suspenso,Breve rato; sin embargo,El minuto es tan intensoQue a todos ña parecidoInfinitamente largo,í entra un desío de mido,

'Pe wdar¡ de mostrar denuedo,

~ BIT PAGÓLA 9 8

Como cuando por adentroNos anda arañando el miedo. -Una—sin duda la hermana—Va a llenar en la catiillaDel agua la palangana.Este me alarga una silla;Una- tohalla aquél. La abuelaAlza y me acerca la vela,Ahincándose en un tranquiloAvivar de su pabilo.Con un gesto brusco y breve ,Me saca-el sombrero e.1 padre.Sólo una no se mueve, yLa madre...

Pongo la-tohaUa en el pecho,Sobre la tohalla nii oído.¡Y otra ves aquella calma!Es un silencio esculpidoEn p\edra el que está en mi acecho,Sólo para mí deshechoPor el mínimo crujido x

Que hace una hilacha de almaRompiéndose dentro un pedio,Y un soplo helado, foráneo,Que me anda erizando el cráneo...

171

Al fin levanto la frente, , -Voy a hablar; mas de repente,

' Hace llorar un vecinoEn el patio a su vihuela.Y no sé 'qué clandestinoFrío en el cuartp se cuela,Que el perro gruñe de nuevoY cae él fallo de seboPe las breaos de ¡a abuela,

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172 PEGASO

Queda a oscuras la motada.Como algo a las manos hielaTardan en prender la vela.Cuando al fin constgven eso,Ya no hay que decir wás nada.La pequeña les piel y hueso...'

TOSE MABH DELGADO

EDUCACIÓN SEXUAL

Alrededor de una conferencia

La- sociedad se ha ido organizando empíricamente,al azar de los acontecimientos y de Li lucha por lavida, a través de las edades Hace ya cierto tiempo—no mucho—que el espíritu científico ha empezado adeducir nociones exactas del mundo y de la vida. Es-tos conceptos son actualmente lo suficientemente pre-cisos, como para permitimos asentar sobre ellos eledificio social.

Sin embargo, esta obra ha de tardar mucho tiempotodavía Los prejuicios que vienen de atrás y los de-fectos propios de su constitución originaria^ sé opon-drán durante largo tiempo a una organización socialfisiológica y humana. Ifay una profunda falta de com-prensión de los problemas sociales en la misma gente^culta, obcecada por las ideas que les han inculcadodesde niños. Toda la obra por hacer está así en la es-,cuela. Pero, icu&rfdo estará capacitada la escuela pa-ra enseñar lo que debiera y como debiera! That isihe quesiíoii.

lia. doctora Paulina Luisi dio en la Sociedad de Me- (dicina una conferencia sobre Enseñanza Sexual. Pre-conizaba en ella dos cosas fundamentales: la necesi-dad de formar, por la escuela, el carácter de los ni-ños, de educar sn voluntad y su hombría de bien, y lade enseñar la verdad'en todas las" cosas de la vida.

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174 PEGASO

i Hay nada más racional? Sin embargo, no le pareceasí, ni remotamente, a todo el mundo. ¿Cómo va a en-señar la escuela lo que el recato más elemental pro-hifae,i-Aquí de las ideas tradicionales, de los prejui-cios viejos. Las religiones—por qnerer exaltar artifi-cialmente verdades — han hecho de las necesidadescorporales actos nefandoB, casi delictuosos. Y esteerror funesto ha traído estas lamentables consecuen-cias: ayuntamientos monstruosos, enfermedades ve-néreas, ejemplares de degeneración de la especie, cadadía más numerosos.

¿Por qué ocultar cosas que sou fisiológicas, si preci-samente por tales deben, no sólo no ocultarse, sino serperfectamente conocidas! Nada de lo que es humano,nada de lo que es de la tierra debe ser desconocido anadie. Sólo el conocimiento exacto de las cosas puededar la pauta para las acciones razonables. Esto es lofisiológico y lo saludable para todo criterio sano y biennacido.,Aparte de que la ocultación de cosas natura- "les lleva, no al recato ni a la honestidad, como equi-vocadamente se pretende, sino al disimulo y al vicio,que es lo que vemos por todas partes.

¿Queréis hombres y mujeres sanos y honestos, re-catados de verdad, pudorosos como la naturaleza quie-re que lo sean y no pudibundos, como la educación,actual los hace? Educadlos sinceramente en el cono-cimiento de la naturaleza, sin afectación ni alarde, yeducadlos en el amor a la verdad y en el cultivo desu voluntad y de su hombría de bien. Ahí está todo..

La enseñanza sexual así entendida hace parte in-tegrante de la enseñanza general y no debe ui siquie-ra ser mencionada con tal nombre. Lo que se pretfen,-de no es enseñar a los niños tales cosas deliberada-mente, sino simplemente no hacer ocultación de ellas,como de cosa prohibida—que ahí está el mal—e irlashaciendo conocer, por maneras apropiadas a cada edad»a medida que la propia curiosidad de los niños se des- 4

EDUCACIÓN SEXUAL 175

pierte. Todo esto sin miedo, sin falsas pudibundeces,con toda naturalidad, de un modo impersonal, refi-riéndose siempre al hombre, sin particularizarse nun-ca con nada ni con nadie.

La orientación de la escuela y su modo de enseñar,dentro de una orientación fisiológica, científica, im-personal y exacta: he ahí lo que hay que cambiar yel problema fundamental que hay que resolver parapoder llegarla una organización social igualmente ra-cional y fisiológica. La enseñanza sexual no es sinoun capítulo de esta modificación esencial de orienta-ción y de doctrina.

¿Cuándo tendremos una escuela así concebida?

ALBERTO BBIGKOLE.

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Monumenio al gaucho. Primer premio: Obra deJosé Luie Zorrillo de San Ma'J,tín

CRÓNICAS DE ARI'E

El concurso para el

monumento al gaucho

Ha Yenovado .este concurso el VIeJO pleito sobre <'1

carácter .local quajsuscitó el discutido 111011 umento a.Artiga~. YS€~rendvar{t siempre esto pleito cuando sotrate de inITlo:rtalizarun héroe o una •hazaña genuina­melito nuestrá .. Yes que la escultura, estáticay 8010111­

ne,fijadefhiitivaU1ente en el espacio y en el tiempouna imagenqnecada cual sientedistíuta. IDl 'gaucho,héroe nativo, que ha vivido con .nuestra infancia en el

I hogar, enIa.escuela; al salir de la historia, yen nues... travida de' honrbres al comprender iy amar el pasa"do,adql1ier'ü~th.·Jr~~torl1odistinto(ni 'cada mentalidad,Yes así"qu~l~ilt'e las numerosas maquettes, ~iqllelque miraba no ;juzgaba por 'lo quc.fonía al1tesí,~t:tiA­

lado, corno un valor estético, sino que ana1izah~:.t encoinparaeioneoll·üI tipo que abrigaba su e<~r(jhro/ conel gaucho que élhubi.era hecho si hubiera sido escul..

'toro .FJspo¡r~}so que, este concurso cl(}spül'tó tanto .íntc-rés, y. despertó .•.. tantas •crfticas y. qrítieos dorrnidoS.

Pero. alltysd(} . entrar en jui·eio,pel'nlítasenos .una H-gera \.c1igresión, ••·•• perxXlftasenos .qtH~alahemos •••.. este •.en­tusiasDlo· qucponeel'puebloexl ·10 que .secrea:'Cll 8'11

époea,avaloJ:andoY'c1iscutien,~o Jo. que .llevarft al fu­tl1ro.·.•l1na'p~lpitalc,~6ncleoada· .•..• 'una ...·.de••. las .·.•.vidas ·.qUt~pasan' asu'lado.Pero'permítasenos qUE} lamentemos

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('JRÓN1CAS DE A:R'r:m 177

que ahorre' su entusiasmo sólo para la escultura roo­numental, olvidando que hay otro arte amplio y ge­neroso, que también necesita y exige su entusiasmo ysu crítica; un arte que seextíende por doquiera, que'lo cierra todas las perspectivas en la ciudad, que loguía y' lo orienta, que lo {mida y loahrigay que loha dH guardar deñnitivamente : la arquitectura. El díaque nuestro pueblo ponga tanto entusiasmo y fe almirar los nuevos 111.1U:OS que se levantan, ese día ten­dremos arquitectura expresiva, humana, arquitecturanuestra, y no el triste montón de paredes grises queforman nuestra ciudad. ' ,

Decíamos que cada persona tenía un concepto all­ticipado del gaucho. Por' oso el jurado, con sabiaor-ientación, les ofreció a los artistas, para vigorizaro reetiñcarese concepto, o-quizás para exaltarlo, laspáginas más ,'llül"!nOSas éxtraídasde la epopeya de

~. , Artigas, Hoy libroTIlatriz¡ de ,dos monumentos, con­tieneel germen de {oc{ü;' los monumentos .futuroadenuestra hazañaguerrera.iMónumento él mismo de pa­labras vibrantes, de ritmos sonoros, "de sugestionesarmonioaas, do' alegorías nativas" de naturaleza, dehistoria y ele'patria, inspirará: el ciclo de nuestra vidapasada, que se ha de inmortalizar en lapiec1ra. o enelrnlU'O~ Yasfse. trasmutará siempre la exaltación líricaqllcanimaeste/,conjulltoimpalpahle ele 'palabras,a ladura y ooncisagravedad delbrollce, entrando a suamalgama como una. nueva 'substancia que le, darádure­za de inmortalidad .•'Por 'las páginas de 'la epopeya deArtigas pasa siempre ',elg,al1'cho.El maestro lo 'évocaasí: "¡.El tlaucho! Os debohaeersentir eongrandeintensidad 'esa figura porqúe es nuestro rtipo Iioméri-cO;,'esel mismo que vemos en la Ilíaaa,juntp>a lash1JteOa.9 naves ele los aqueos, ° al píe de las murallasde la sagrada I1i6n"conclucido por, Aquiles,eL·de losligeroa-pies, ° por Héctor, el doroadordeeahallOs ".'Por la potencia sugeridora de la gran literª-tur.a;7

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ORÓNICAS J.)'E A.R/J:'ln 179vestido en tela de leyenda, azul y dorada, revivo elgaucho toda su agitada vida calnpüsina, Corr« 1::>01'

las lomas, 'se hunde en los pasos do los ríos, se pegaal caballo Ji'" forma el centauro americano , ntac'a fren­te a frente, hiere, mata, huye con valentía, Se 080011­de en la rna rafia del bosque, como un gato lllontés, :-::li­gue en el éxodo, servicial y hUllULllitario, haco silba!'su lazo acrobático y c1escl'illü ¡dreuI'os enormes NHl susboleadoras , canta rOlllúntico en las noehes Iunaros ;vaga por los campos infinitos y corro en su caballn 1>01'la tierra de amplios horizontes" dueño y señor de lasverdes riquezas que el sol' dora con lnnnillcc'llüIa.

Más que una dudad (~llün'H de estatnas, rniís quo HIt

lnonte ele piedrn con una fJscm lturu illnlonsa (In 111. ei­rna, lrabia do hacer eterna y palpitante .la figiu'a delhéroe, este poema l!Hüpitante Y' eterno. 'mI lll:OllCH1 nos10 dará subrayado, quieto, rfgiao, para (¡l'HA" lo grabe­mos corno un signo CHl nuestra momorin, Poro In litera­tura, hecha do algo" impalpahl», palabras, :palabras ypalabras, 10 haeo di verso y alriuHldo; 10

41sugiol'ü bajo

todos los cielos do .la tierru, brUJantes o torrnmlt:osos,ba;jotodos Jos ciclos del alma, do alegría. o de mise-.ría. Es la glorificaeión do las palabras ovoead.oras,que or('.a con. sutil trama imaginativalUl monumento

. {~i~tinto en ~ada, eerebro , la ~)statua 'os la glorifieü,­cion en la .piedra o en el bronce que para t()(loE!" loscerE~br'()serE~a pI mismo monumento preciso, domina­doreinln?vil. Mas, si la litorai:ura que no oonoeE~ su­jecÍón deüspacio ni do tiCIJ11PQ, ]0 evoca amplio v di­verso" en 'peI''1)(d~ua. acción, también lo (~voeltpáli~lo yvago. Cada-púgina, Jo haee vivir de una v:id~:t distint~~,pero una vida sin. contornos. fi;jos, sin :faeeiones" amor­fa,sin osatul'a,'lw'ühar de nebulosaSllbstal1üia psíqniea.1../a estatua ledacOl1er(}cióndefinitiva. IJo detien.e enun 'instante dc~ la (~popHya..Lo. bnnortalizafiJo y qu:ie-'to. enel.mommlto. ú.1gido d(jSll vida, cuando Sü :inflfJ,-roa d,e,m.ayorcaloranínlioo. &Ouál es el momento OElel1-

eial, el momento ü~l que esehér~e:' legendario vibramás in ten sam ente en vida O? Es en la acción guerrera.bjsenando defiende su solar, con su caballo y, la lan­ím, del avance extranjero. •'El gancho f'ué soldado,¡)l'H~O (le la Iibcrtad, y, corno tal, sobre todo, ha pre­dominado hasta ahora, enla imaginación popular, que~ln lo representa siempre con el carácter decel1ta~ro

homérico ", 'diee la nota a Ia Asarnhlea, que suscribe, la Comisión del Monumento.

:EJn esta actitud fué expresado .'. el gancho por losque obtuvieron el primero y. el segundo premio­;10s6 Luis Zorrilla de .san Martín,consll gauchoblanco, de sangre caucásica depurada Y' quemadapOI',d sol ,patrio,'. y Barbieri, 'lC?n .:~u .gaucho in­dio de arisca y caliente sangre .primitiva. Los dos

-nacieron .directamente de las páginas ele Zorrilla de "ISa:n:Martín,tU10 do aquello: ' '., •.. ; en los campe­sinos altivos, de barbas y cabellos negros o ru­bios, do. ojos horizontales, de tez curtida pOI' el sol,poro :irrigada por Iimpia sangrec~tlc.ásica'"~o __el otrode esto: "... mezclados a otros tipos lampiñós, .co­lor de co'bre, de pómulossalientes y frentosestr:c~las,<le ojospequeño'S.yea.si oblicuos, dec~bellos .rígidos

negros, ,de mirar .hosco, huraño '". "I.J?s dos. e~car­nan das tetnperatD.ento~, dos .psicologias ~¡stmta~pero quel~bra,ron})or ígua; la,ep~eya patrIa.__ .ASldpt)(~ta yi6 las· almas'<hermanadas en, la .h~zana,.lanÜS111U llamadeheroísmointlamandolosdlstlntos co­razones; no los apartó, los i~ualó en su evocación de laepopeya ; no les' di6rangos distintos,~xaltandoa,~a;

par el ardor guerrero del blanco y .el:mpetu salvajedelanestizo. Porque los dos brazos SIempre fueronjuntos en In gesta l1qmé1'Íca, •. el brazo ar~og'antey}ie­

ro OTl.arresto hispá~~co y 'el brazo nudoso)" fleXIble(wmouna liana, en la actitud inc1ómita.Unferm.e~"

to rebelde .existía en el a'irü que respiraban yenel~h­

nlento qnoJesnutría, fermento n~cic1o de la, planta In..

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dígona"fet'In(~ntoqlle 'ag,itaha I todos "'10,8' llül}ViOS, y quesi hacíaanisco, ,~respil1oso al úrbol llativo,haeía (J11Ú~caro y eruel'al ho~nbl'e que se ülnpapaba d(> su' esen­eia . fel'lnellto que 'eneendió ,todas las células, ,las qus"

aldisciplinursey constituirsHen. IllodaHdu,d doíilliti~vU,dieron el produoto del hornbre libl'ebn,jo €~l eicdojibre de Ámérica.Pero el mismo fermento hinió envinos dístiritos en (l,iliitillt os recipientes; el vino agri­dulce de Ia. viña indígena, en vaso dequemactll alfare­l'Ju; el: vino ,gel1el'oso de- ütviña, hispániea. en vaso d<:lblanca alfarerfa.

No era posible"sÍl) crear Un sér híbrido, de psico­logía defor~e, reunír en una solaeIlearllaeióu los dostemperamentoS. Por eso JOSé lJ¡li¡¡ ZOJ;'l'ilJIl eJ¡prOHÓel iaucllO blanco, y Barhieri (!I kaucho. indígena. NosdeteueInos encstus dos expl'esione,s porque eoncep-tuari¡os que Son las. qu(! realizan acahadllluento y mi

el, má;ximo de. intensidad 111 gJorilieaei6n d':,1 gauOllo.SOIl las 'que sintetizan lasoaractél"Ísti{lus tan divor­sas ya yecesantagónicas que, 1101' virtud dol amorPatrio, se confundio1'0n y Sil uni¡~rQll en 111, hwlill,]Jlgauch"dé Zorrilla va lanza orecta, altivo 'sr sefiot; 01de Barbieri, llUY'e o atuca ondulante y {¡,gil 'eOnlO 01puma. UnoseidéntHica su lanza, afilada y rígidlhsiemp:re deroclla;(~¡ otro, a su l1echa;si!l¡adora ycru.él, 1Jlio:Sé Yél'g'11esohro. el eah!d16 al'ro.u;anto so­reno ¡ el Qtl'(l ..se (\Urvaellllll gesto de dliseSpIJ'l'l1Oiónindia.Uno j inefe, e1 otro es eentmli'o, Aquél gn­lQPa,.c¡¡,bitU/)to.andallte. dI) h'\ grím cansl!.! .ésto seCjlI'va" !lsíUi¡ arco hll!ll¡ÚIO .que tendil'll'!l ~outl'Ulitfllerza>invasol'a~ ul'coiJI indio, al'aOel ,ilahallo, .ylas'bestia~ta1JlNénll\~ oIllpa~entall a los dl~eñQs. ¡']ni1lnO

, d<5-cil y:valie.nte,r1iellsa.~qmoeJ.al1l()¡~a¡v!tje .eiJ:lilQ1Jli~a -eiLelotro; 'Stl retuel'{le :!'Pl'.iuando'un 'sololnovimíento-cOll üIholnbre.

El'~,ul'ado,qtl\lY!l Jléntía.nref{l~en(liaP?l'elfripodel 'gal1~hQhll1neQ (así lo diee un pál'l'a:fQ de la nota

" , d José Luis Zorrilla de San Mm'UnDetalle del boceto premiado. 01'~gr¿nal e

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,! I

ORÓNICAS DÉ ARTE 181

mencionada: " ha llegado a ser· el gaucho uru­guayo, el vhombre que, .producto dü acciones y reae­cienes sociológicas, y'mezela de razas en que ha pre­dominado, por fin, la caucásica . . . "), adjudicó el pri­mer premio al boceto de José Luis Zor rilla, y fué unfallo bien acertado, Porque, aparte del valor ieatéti­co o histórico de los dos grupos considorados; el deZorri.lla es lUUY superior al de .Barbieri en cuanto ramouuménto, por Ia nobleza de su proporción, por suequilibrio sntre el grupoy el basamento, el único ba­samento de' la exposición bien proporcionado a la. es­tatua, bien plantado en tierra. Barbieri .rompió launidad de su grupo agreste y huraño con la intromi­sión de una apaeibloy lenta victoria queuaminaconpaso matronal en ritmo desencóntrado ..juntoval ca­ballo indómito. ¡Su boceto tiene una hase exigua,demasiado pulida yqne contrasta con laauda­oía y el ímpetu del grupoeoueatre . lSugal1(110 esduro, flloso, hirsnto como una rama de ·espi.nillo.¡l1ue­le a 'I'ltdmralezaprimítiva; la base es blanda, afemina­da,sin aristas, eonIos-ángulos redondeados, reclamaTUl ambiente amable desalón: Elbasamentoda Zorri­Ila es fuerte, se abre para adquirir su valor de 'Por.si.Sólo encontramos exceso de .aristas y de planos eor­tantos, que dividenolefeoto. de ·ruacizo y,grande queestá Ilamadoaproducir. . . .

~,~v>h:ªcªm!.~~,~?.'q~, >,.~~a)t!~J~l1EOnümento_d~".4gl'rillª..y 10 que sea0ti8a>~()mO unerror ,es un mérito. Es tea-tralporque es .granc1e,amplio,vibrante, perqueresis- i

te .bien el aire libre, 'Porque es .armónico yf1Jerte~n

todas sl1slínea,s, 'porql~éseduce de inmediato con la,eloCl16xlcia vehemente de.su~granc1es In°villlientos.Sino fUéra teatr8:1 no sería apto (para llna,~loriñcaeión

en medio ala calle. La plástica ,y la pintura. históricadeben (ira eso, al. gesto .sintético y teatral. Ql1izás •elgrupo de Zorrillapeque de acusar demasiadoe déta-

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lles históricos y veristas, que le quitan algo de esateatralidad simple q\le debe aoontuar.

En el basamento escribió Zorrilla el segundo capí.tnlo de la gloriñcación al gaucho. Es el capítnlo deSu vida. Los otros concursantes usaron distintos pro­cedimientos; han puesto I~ anécdota como una llama­da, como una asterisco al margen del libro de piedray bronce; la historia del gancho se desarrolla así enla media tinta humilde del bajorrelieve, que se hundeen un fondo sobre la misma piedra. Este .fué el pro­cedimiento usado Con fortuna por Barbieri y con granéxito por Pena, que presentó una de las más hermo­sas piezas del concurso. El otro procedímiento, quemuchos. usaron, es el del verismo o naturL'lismo, que

-trata estérilmente de copiar con fidelidad fotográfi­ca, paisajes, animales, costnmbres, atándolos COn ri­gidez y torpeza a la piedra.

José Luis Zorrilla no puso en rol secundario laanécdota ilustrativa. Hizo avanzar en forma osadade altorrelieve, todo el ciclo gaucho: infancia, adoles­cencia, edad viril, muerte. Lo atrae a la plena luz,y así anima la piedra basamental, de elocuencia y desimpatía, no quitándole su función Primera de sopor.te. La maqlletfe acusa muy infielmente la belleza deesta concepción. La perspectiva dibujada da mejoridea porque marca el despiezo que corta los altorre­lieves. Pero no están solucionados con arreglo a laidea. Las figuras de frente, por la distinta sucesión devolúmenes, no se prestan para la simplificación queexige el despiezo; es el error del primer altorrelieve;quizás el posterior, COn la lujosa tama~n del árbol ysu tronco fuerte y nudoso en el eje del macizo, pue­~a proporcionar una terminación fuerte y originaldel basamento.

Además, los a1torrelieves están separados en - unplano distinto del basamento. Por un lado ha ~entidoZorrilla la unidad, la compenetración funcional del

183

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182 PEGASO

..

í

ORÓNIOAB DE ARTE

nto por otro lado los separa,relieve y del basame " y lt cortándose agriamentelos aísla en un plano mas a o,

" 1 s del monumento.en los angn o t nosotros creemos errores,

Sabemos que es os que con que se mancha y se'd d la premura

son naei os e eite Lo importante-estermina en el barro una ";aq

ll 1 ~ión desde que alcomp:obar lo ace;ta~~fi~~ti:a,s~: le s'erá difícil a Zo­trabajar a la esca.a Iiñear las figuras para que pue-rrilla colocar y SlIDp l. t d

• 1 piedra cor a a.dan caber bien en a. nos suzíero la obra

l observaciones qne o·Estas son as . d 1 maquetie en sí, maq!let-

Premiada. Hemos juzga o a Ul'S de una obra que' deei esbozo croq J

te, que quiere ~lr ensem~s en el talento vigoroso yva a ser. Y cuan 0'p cuando nos adelantemos ima­trabajador de ZorrlllJ la realización futura, podre­g'inativamente, buscan o l fuerza de este artistamos ver, los que ~~noc:~o~o~umento que honre alen ardiente svóluoión, é Que la hon re con

h nre nuestra poca. .gaucho y que o . s y no con títulos irnpor-valores nuestros, amerIC.~~od. con grito juvenil y vi.tados j que fla ho~re. r;pI;e~aola despedida al gauchobrante, en materia mas u t'a el rapsoda. ('1 homéri-

t el padre poe , tiQue le en onara "Y oldado de la aurora, a ,da como él sellama: o, s

, b "héroe de la som ra .

C. A. HERREnA MAl,) LE~N.

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GLOSAS DEL MES

Sobra duelo»

Por demostrar su valor, puesto en duda por unapersona vinculada íntimamente con las armas, unhombre que jamás había tenido entre sus manos unapistola o una espada, ha concurrido a un duelo en queestuvo a punto de perder la vida.

El hecho no es nuevo. En los buenos tiempos ro-mánticos, era casi vulgar. Juan ,Car,Ios Gómez tuvoun gesto parecido, aunque los antecedentes del casono son del todo iguales, ya que él fue, entonces, el pro-vocador del lance, deseoso de mostrar a cierto temi-do profesional del duelo, que a él no lo amedrentaba.Sabido es que habiéndole tocado las ventajas de unlance que, por sus condiciones soverísimas, tornabancasi en asesinato, descargó-al aire su pistola, excla-mando que había ido a morir, pero no a matar.)

En el caso que comentamos hoy, el hombre ha mos-trado también su guapeza y se ha dado la satisfac-ción de obligar a su contrincante a reconocer lealmen-te que se había equivocado respecto a sus condicio-nes varoniles. Ha sido necesario para esto qne unabala le agujereara el cuello y por una diferencia demilímetros no lo eliminara de la vida. Como se ve, lasatisfacción ha costado un poco cara; pero, en fin, siParís vale una misa, la reputación de nuestro corajebien vale una cicatriz.

Nosotros, sin embargo, sostenemos que esto es te-

GLOSAS DEL 185

ner un concepto bárbaro y estúpido del valor. En pri-mer término, no creemos que sea menos deshonrosopara un hombre el decirle: usted no tiene energía, us-ted no tiene inteligencia, usted no tiene perseveran-cia; que el decirle: usted no es guapo. Y, sin embar-go, aquellas vejaciones las soportan todos, sin consi-derarse agraviados, mientras que esta última nos obli-ga a lavarla con sangre, a menos de malquistarse <sonla sociedad o de servir de pasto a glosas mortificantes.¡ Todo, menos que se desconozca el toro que llevamos /adentro! '

Y, en segundo lugar, nos parece necesario definir elvalor. Bien mirado, éste no es más que una simplecuestión de insensibilidad o quizás de inconscienciafrente als peligro de la vida. Su medida es dada por elmayor o menor riesgo de muerte que acarree la consu-mación de un acto. Pero como la muerte va por milcaminos distintos, el valor puede mostrarse, a su vez,

- de mil maneras.Es evidente que quien se pone sin temblar frente a

una pistola, a veinte pasos de distancia, demuestra notemer a la muerte... por herida de bala. Pero es elcaso que este valiente por nada del mundo sería ca-paz, aeaso, de cuidar a un pestoso, de lanzarse a unrío para salvar a un náufrago o,' simplemente', de en-trar en una casa sospechada de albergar duendes...

Se nos ocurre que los hombres que quisieran demos-trar su valor, en vez de asar un procedimiento tan tea-tral y estéril como el del duelo, deberían revelarlo demodo menos egoísta, dejando de su coraje algún bien-en beneficio colectivo.

Y es bueno no olvidar este otro hecho: en -caso decatástrofes, naufragios, incendios, los héroes surgen,generalmente, no de los profesionales del valor, sinode, loa humildes artesanos, de los buenos burgueses, 3elps pacíficos viajantes... . •

y José

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Charniismo

PEGASO

' El entusiasmo promovido por la visita del generalMangin culminó, según informes suficientes de la pren-sa diaria, en. el baile ofrecido por el huésped ilustre,a bordo de su nave, en vísperas de partir.

Alguien de la fina concurrencia tuvo la peculiar afi-ción de acentuar ese entusiasmo, llevándose algunas.chucherías de las que enriquecen la nave; y tal hono-rable gesto no sólo ha movido acerbas críticas, sinoque también dio fundamentos a un minucioso juez deinstrucción para abrir un proceso.

A este efecto recientemente se ha dirigido oficio alilustre militar.

Nos parece, salvando los respetos, haberse inicia»do una acción equivocada.

Ningún homenaje más autóctono, más hondo y ge-nuino que el de esa gente sin vanidad, gloriando re-catadamente al huésped, comprobando entre la alga-zara de las fiestas protocolares, una encantadora su-pervivencia de costumbres aborígenes, purs desde elfondo sombrío de nuestra nacionalidad es que vino elgesto desconceptuado; fue un impulso atávico, perocon deliciosa adaptación a nuestra época"del antiguomalón charrúa.

Y aquí es donde nosotros hallamos qué elogiar:nnestra bastante abigarrada multitud ofrendó su en-tusiasmo en la manera que podían hacerlo quienesya nada conservan exento de las modificaciones deuna civilización ejemplar. Nuestra ética mira haciafocos encendidos en mundos viejos; nuestra indumen-taria no se inmoviliza en líneas que no' sean de uni-versal aprobación; nuestra arquitectura reconstruyemoldes afamados; nuestra mentalidad, — no habría

GLOsis DEXJ MES 187

para qué- decirlo,—repite con encoiniable acierto losmás preclaros ejemplos.

Nuestro vivir es así.De modo que en la férvida acogida habríamos dado

al general Mangin una sensación de monotonía pesa-da, agasajos que, por culpa de nuestra elevación^ re-sultan semejantes a los de todas partes.

EBB determinación de generatriz charrúa, interpo-lada^graciosamente, cambió la situación.

Habrá sido la nota "culminante, la que tal vez ahon-dó más en él ánimo del duro guerrero. Extraerá lacertidumbre de nuestras facultades positivas y veráque la civilización no nos ha deformado, ni penetra-do totalmente. Verá que en medio a nuestro esplen-dor, parques a la francesa, aulas repletas, industriasnacientes, damas enjoyadas viviendo en oportuna sun-tuosidad, en medio a eso subsiste el ardid del abori-gen; encogiéndose pero no transformándose. El abo-rigen viste frac y tiende blandamente las manos deuñas que fulgen; y está pronto al malón, que cumpli-rá sin ulular, en cuanto la inadvertencia ambiente fa-vorezca .

Esa nota exótica nos la debe agradecer el generalMangin, por lo cual resulta excéntrico el proceso ini-ciado.> Tal es lo que nos parece prudente decir. Por lo de-

más, corresponde a la perspicacia de los lectores for-mar un juicio que nuestra delicadeza nos impide so-licitar favorable. '

EMILIO SAMIEL.

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Crónica» policiale»

PEGASO

IJn diario metropolitano, al registrar en su crónicapolicial ciertos hechos conmovedores de la vida dia-ria, hacía reflexiones sensatas que debemos alabar yque mucho nos agradaría poder leer siempre, 'en oca-siones semejantes. Dos pequeñas criaturas muerenenvenenadas por haber comido un pan infelizmenteencontrado por ellas en el pretil de una ventana; unamadre, humilde y cariñosa, que llevaba a un hijo enbrazos a la policlínica de un hospital, muere de golpepor una bala que un sujeto de la hampa tira a otro,on el preciso instante en que la madre pasa... Apar-te de Ja fatalidad de los sucesos en sí, hay en el nnodode organización de la vida colectiva defectos gravesque contribuyen a la acumulación de esos hechos fatales. Y a ellos se refería el articulista, que aprove-chaba los sucesos para hacer aquellas reflexiones ysugerir enseñanzas preventivas.

Del aprovechamiento de cualqnier suceso para comentarlos al margen como éstos, derivaría una granenseñanza educativa, que la prensa diaria está en eldeber de realizar. Y como son posas las veces en qnela vemos cumplir con él, nos ha parecido muy justosubrayar la actitud de este diario y de su buen cro-nista.

Al-BBRTO BRIONOMS.

Edicfone* nVltra»

"Vltra" aspira a persentar la Cultura Americana."Vltra" es una exposición de valores americanos."Vltra" reclama la ayuda de todos los intelectualesdel Continente. Las ediciones "Vltra" publican men-suaímente: un cuadernillo de literatura; "Vltra", re-vista continental y edición extraordinaria "Vltra"(novela, teatro, verso). v

Editorial y Agencia de Publicaciones "Vltra", S.A, Casilla 3323, Santiago de Chile,

Notas Bibliográficas

Poemas.—Por Callos1 César Lenzi —Montevideo.—1921.Reafirma el autor en este bello libro el prestigio de una perso-

nalidad literaria que ya se diseñaba 'Vigorosamente^Muy diestro en el manejo del verso, dotado de nn alma inspi

Tada, casi todas sus composiciones tienen cierta- complicación sensitúa en el fondo y cierta manera aristocrática en la forma, quelas destaca y constituyen, a nuestro juicio, las cualidades caracte-rísticas de este poeta.

Sin embarcarse definitivamente en ninguna tendencia—sea porquo no baya encontrado todavía su ruta, sea por amor al edecti*cismo—el autor rebela acabadamente su capacidad para expresarseja dentro de la rigidez de los moldes clásicos, comd dentro de lalibertad moderna, sin que el verso pierda sus encantos eufónicosy su decoro poético

Demasiado sutil, tal vez, son emociones las suyas que ge sientencomo un ligero frémito de hojas y de ramas agitadas por una brisaindolente y perfumada Su pena naufraga fácilmente entre bur-bujas de champagne, y la quimera lo arrastra con frecuencia, re-animando sin duda cromos desleídos, hacia países y lagares visio-narios. . .

No hay, pues, realidad desnuda y, por consiguiente, intensidademocional en estoB poemas; se ve que el autor esta enamorado dela belleza artística y prefiere modelar el mármol antes que trabajarsobre miserable arcilla. Sin embargo, cuando quiere, como en "SanIgnacio de Loyola", uno de los mejores poemas del libro, sabe- enrasgos concisos, firmes y altamente expresivos, revelarnos el carác-ter y bajar hasta la intimidad de un alma—I, IX. D. 1

¡

Un Pueblito y nn Poet».—Versos por Ernesto Morales.—Buenos Ai-'

Emana de este breve tomo de versos un perfume de humildady sencillez que conquista, sin mayor esfuerzo, el ánima del lector

Exáltase aquí la vid» trasquila, lenta y familiar de nn pueblo tan^pequeño que no tiene médico,'ni cura, y en dónde, acaso por esta

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190HTKUSO-

ausencia, el autor advierte ques todos son buenos de alma y sanosde cnerpo. Por lógico contragoMIjw se deprime también la intensidad™tal de las grandes urbes, las lineas fctas de sus avenidas, el tn-multo de sus millonarías colmena!!.

Xo es Morales el primero qa»e en América canta estos temas;pero es, sin dada alguna, uno d»le los que los siente con más hondo-ra r, por lo tanto, de los que lo os canta mejor,

La sinceridad de sn senHmienaito se revela en el tono ingenuo ysimple de sus estrofas, en la coniíoidanúa perfecta de la seníaeifiay la expresión, en la naturalida.íd y el realismo de las imágenes yde los pensamientos.

"TJn alegre grupo de casas tfhlineas se amontonan frente a laestación, casi en los riele% cnal na montan de chicas qne se agru-pan a ver pasar los trenes." "OCse la llnvis y, hacendosamente,—Limpia la blanca faz de las casiiitas-".—"Tí ella con so destino re-signada—Besponde: ¡qnS he de hiaaeer si Dios lo insuda!"—Y aquí, ^adentro de las casas,—la vida se s toma miope:—El hombre qne leeo dnerme—La mujer que duerme o o cose''.

Tres pecados veniales, porque ' Sin. poco numerosos, pueden, sinembargo, culpársele: no obstante J ni tacto y su finnra sentimental,su ingenuidad cae, a veces, en el o dominio de la simpleza; asimismo,a pesar de su habitual buen gasto, ss verso (como en la composición"El Jefe"), desciende en ocasionéis a. lo prosaico y barato; y, paraconcluir, ha.v en la obra on poco • di abajo del diminutivo, un evi-dente exceso de mañanitas, pneblIlNillos, qnedito, pajarillos, faro-litos. . .

Con todo, puede enorgullecerse Wiceste López, de albergar y ha-ber sensibilizado con su morondangas a nn poeta de las cualidadesde Ernesto Morales, a qoien débese colocársele entre los primeroslíricos de la actual generación arge-snünj.—J. M. D.

a alma de la rosa.—Por Gastón IV^gaeira.—Montevideo.—1921.f h " " " " eampagties.—Pw Gastón. Fígueiríi..—Montevidoo.—1931.

La pedagogía vclgar ka eneontrao.do siempre bondadoso y htuna-no el estimólo a los qne comienzan, • > los qoe son jóvenra y traesun aliento y un ardor 7>ro sí hasta qxjné panto es plausible o execra-ble ese aplauso, sin tasa ni medidaja, que las gentes se creen coaderecho a prodigar. Sólo conoico. el D daSo evidente qne los launaanticipados hacen a laa frente» qne a madrugan y a lo* corazonesqne amanecen.

De ahí entonces, que contrariando laUi Toces unánimes, pero coa elpensamiento sereno, ramos y decir q"H« Gastón PSgneira tiene tpm-eritivar mucho m fronda lírica, podalarUs etm frecuencia y regarlacon esmero, para esperar recién qae atUvta las florea qne ahora cortay deshoja antea de tiempo. So juventud,—yo étto qne no puede terjnventnd tener quince «Sos,—esta taau a n d a d a de sana* Kt«ra-riaa, que el sol no ha podido entrar aúíüíi ea «a boaqnedllo, y ¡

NOTAS BIBLIOGRÍFICAÉ 191si sus rayos se quiebran y se pierden entre las ramazones más altas.

De todas las reconvenciones que le haríamos en larpo comenta-rio /que el espacio reduce, queremos señalar tan sólo la urgente yfundamental necesidad de revisar el idioma,— cosa indispensableque Figueira tiene que hacer antes de publicar otro \olumcn,—siquiere ir ascendiendo en el camino emprendido.

El idioma castellano es muy rico en palabras, y no hay por quérecurrir a invenciones arbitrarias para expresar una idea o pintarun paisaje, por más complicados y sutiles que sean.

Así, palidosa, diamanteaba, vallerino, marñleante, sombrajoso, al-deanares, zafirino, temor, ambarescente, odoroso, rubíceos, amatisti-no, opaleaba, vespe.riana, florir, ondulear' y cien más que el autorinventa con facilidad, perjudicando ostensiblemente sus ideaciones.

Claro, que todo ello está de acuerdo con las tardes lilas y los- parques violetas y los ruiseñores azules que Pigueira utiliza en cada

página; pero hay que convenir definitivamente que el decadentismodo 1809 ya no es tolerable en los jóvenes de 1921...—T. M. /

Poemas del hombre.—POT Carios Sabat Breasty.—Montevideo. —19S1. ,Que hay poesía en este libro de los '' Poemas del hombre'', e5

indudable. Poesía vigorosa y humana, poesía de la vida y de lanaturaleza, púgil en la esperanza y en el brazo, llena de arrojo y deemoción, desnuda de "túnicas literarias, vibrante y tensa como el arcoindígena o como el heráclida griego... Fuerte poesía de soSadoracti\o, que tiene corazón y voluntad de hombre, para arrojarla enla cara del tiempo con. gesto arrogante y atlétko. Como Walt\Whit-man, pudiera ser este poeta el poeta humano, que dice sólo o v imultitud, la palabra moderna.

Sin embargo, lealtad y verdad obligamos a declarar concreta-mente que la poesía de este libro no está en los versos,—que noexisten por cierto,—sino en el vnelo libro del pensamiento que sehunde como un ala en el cielo claro de la mañana, o cae como unrayo do sol sobre el verde peinado del jardín.

Hay'acaso defectos y vícioSj—(quién de los humanos no los hat—que comportan deméritos a la poética de Sabat Krcasty,—-poro Unabella seguranza nos da sn misma obra: la certeza de que pronto vaa llegar para el púgil enardecido la serenidad firme y recia, casiestatuaria, limpia como una sonrisa de diosa, que hará triunfar cla-ramente su poesía de hombros tranquilos, de cuello pleno y de anchafrente placida..'—T. ü

Después, de Ayacucho.—Enrique Bernardo Núñez.—Caracas.—1920.Annque según el autor advierte hidalgamente en el comienzo, ya

le fue prohibido cultivar eate género de arte, reincide con tal en-tusiasmo, que allí mismo, y muy cerca, declara tener planeada!nueras novelas.

Page 27: 1*4 PEGASO PEGASO Aparecen aquí también, aunque quizas no … · para realizar en el mundo sus desmesurados ensue-ños de dominación material y de absorbente imperia-lismo! De

192PEGASO

Esto nos agrada, pues y a que el seBor Enrique Bernardo Uüfiez,en este libro que venimos de leer, no logró infundirnos la impre-sión de cuanto su ancho título sugiere, tal vez encontremos eso enlos venideros hijos de su ingenio

No logró mayor cosa, no sefior, en este libro; y buen chasco tu-vimos cuando?, guiados por atrayentes y evocadores títulos de algunos de sus cincuenta capítulos, buscamos con avidez, encontrán-donos, no "muñecos de corazón", como parece ya le ha sido dichoal señor Núñez; no esos muñecos, sino sujetos totalmente conteníporáneos, cuya psicología pacata no cuadra a elementos de epopeya

Y no encontramos tampoco Is reconstrucción que de aquel vivirnos promete, pues el señor Núñez maneja sus bérives en escenariomuy penosamente reconstruido, y la mezquindad resultante es im-ponderable.

Leído todo el libro nos queda una impresión particularísima, lade que el prefacio vale más que el resto; pues allí sí el señor Núñezpuso cosas sentidas, observaciones de su expenoncia, merecedoras delinterés con que las anotamos. Y diremos mis, diremos que respe-tándolas, poniéndolas en práctica como cumple s todo varón since-ro, nos librara de esta opresora angustia en -que nos deja, esperando a que sus nuevos libros nos traigan cuánto el título del leídonos prometió.

Pues nos cautivan los hombres de aquella época, y también suscosas»

" De las telas ya marchitas" soy el magnífico amante' • Modas- y colores viejos

" (Quién luesSros encantos ¿abef . "—XU 8.

Estadios literarios.—Por Jorge M. Bohde —Buenos Aires.—1820.Este libro, que llega a nuestro poder un poco tarde, ha obtenido

uso de Tos premios municipales qne- acaban de otorgaran. Robde,quo ea su anterior obra hizo versos a la manera clásica, en est«volantón de alta critica, aparece igualmente influenciado de clasi-cismo. Se ve que gusta de leer a los autores españolea, desde Me-pennitido qse cristalice su prosa, que fuera en EspaSa castiza, enperíodos amplios y "redondos". Lis "Estudios literarios" deRodhe no se distinguen por la excesiva originalidad: son más bienla obra de un estudioso. Pero revelan sentido critico y, por encimade todo, un gran temperamento literario. Es un libro de viejo jo-ven o, aun mejor, de joven viejo.—V. A. 0.

PEGASODIRECTORES; Pabla de Grecia—José Uaná Delgado

EL URUGUAY Í LA CLLTURA ITALIANA

(Conclusión)

En cuanto a Víctor Hugo, su adhesión a la patria" deLeopardi se manifestó en todas las ocasiones, hastadurante el lamentable destierro de Chiernesey. Alentóa Mazzini, amó con cariño fraterno a Garibaldi, diri-gió" a los precursores de launidad nacional proclamasvibrantes y ardorosas, Mazzini, en 1856, escribió des-de Londres una carta al poeta, exhortándole a que de-dicase algunas palabras a Italia, que se inclinaba enaquellos momentos hacia los reyes. Hugo contestó conun llamado vibrante, con una* larga epístola profética,de la que tomo estos conceptos,: "No tengáis otro pen-samiento que «1 de vivir vuestra vida propia, ser laItalia. Y repetid sin^ cesar, desde el fondo del alma,que mientras Italia.no sea un pueblo, el italiano noserá un hombre. Italianos, la hora llega, y lo,digopara vuestra satisfacción,: viene por vosotros, porque«ausáis gran inquietud a los tronos continentales. Sí,el reinado de los monstruos y de los déspotas, gran-des 7 pequeños, está próximo a terminar. Acordaossiempre de que sois hijos de una tierra predestina-da para el bien, fatal para el mal, en la que proyec-tan su sombra los dos gigantes del pensamiento hu-mano, Miguel Ángel y -.el Dante; Miguel Ángel, que

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