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    LA CRTICA CRTICA DE LA RED

    Pasadas cuatro dcadas desde el origen de internet y ms de veinte aos desde el nacimiento de la Red, las discusiones sobre estas tecnologas conservan una fuerte fragancia mstica. Las profecas sobre una prxima sociedad de la informacin o sobre nuevas rupturas tecnolgicas, com-parables a la revolucin industrial, han servido durante mucho tiempo para ocultar cualquier sentido realista de lo que, de forma ms inmediata, son estas tecnologas; el ordenador todava puede describirse como cues-tin de magia, un portal a otro plano del ser; la Red incluso ms. Los ex-pertos en tecnologas, pertenecientes a la corriente dominante, han de-sempeado habitualmente el papel de propagandistas de las industrias estadounidenses de alta tecnologa: tenemos la obligacin moral de aumentar la cantidad de tecnologa en el mundo, declaraba el Director disidente de la revista Wired, Kevin Kelly, mientras que Stewart Brand fundador del Whole Earth Catalogue y pionero de la cultura tecnolgica libertaria californiana con la que la Red ha estado asociada desde el co-mienzo se ha revelado como un partidario de la biotecnologa y de la energa nuclear1. Al mismo tiempo, estos personajes han sido fundamen-tales para hacer un gnero literario de la mistificacin de la Red.

    Transportados por los vuelos teolgicos de la fantasa, la han interpretado como una gran Mente Mundial en gestacin2. Tratando el progreso tcnico en la industria de la microelectrnica como una variable independiente con la que la humanidad en general puede ser medida, han extrapolado a par-tir de la ley de Moore la observacin de que el nmero de transistores en los circuitos integrados se duplica aproximadamente cada dieciocho me-ses un futuro punto de singularidad, de cantidad-en-calidad, en el cual surge una inefable superinteligencia sinttica que subsume y trasciende a la mente humana3. En una reencarnacin posmoderna de la analoga del relojero divino, incluso han sugerido que el propio universo no slo puede

    1 Kevin Kelly, How Computer Nerds Describe God, Christianity Today, 11 de enero de 2002; Stewart Brand, Whole Earth Discipline: An Ecopragmatist Manifesto, Nueva York, 2009.2 Vase por ejemplo, Jennifer Cobb Kreisberg, A Globe, Clothing Itself with a Brain, Wired, junio de 1995.3 Vase por ejemplo, Ray Kurzweil, The Singularity is Near, Nueva York, 2005.

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    S parecerse, sino realmente ser un ordenador gigante, dando previsiblemen-te lugar a las especulaciones de un reparto neoaristotlico: si el universo es un gigantesco ordenador, qu plataforma lo hace funcionar, y qu pro-gramador divino podra ser su indiferente impulsor?4. Incluso en su modo ms secular, semejante literatura ha pronosticado repetidamente la trascen-dencia tecnolgica de normas econmicas tradicionales5.

    En ltima instancia, lo que queda confundido con la mistificacin de estas tecnologas no es una cuestin tcnica: son las relaciones de propiedad y poder que les dan un cuerpo dentro de este complejo. Apareciendo princi-palmente como cuestiones tecnolgicas, que envuelven al mundo en una indiferente y universalizadora lgica tcnica, estas tecnologas en concreto son inseparables de las relaciones del capitalismo estadounidense de finales del siglo xx que las produjo. Un anlisis que se opusiera a esta confusin podra intentar lo que Adorno llam un reductio ad hominem, exponiendo las races sociales de este complejo tecnolgico para entenderlo como una mediacin clave en la reproduccin de la ltima sociedad capitalista.

    El delirio de literatura tecnolgica utpica ha convocado tpicamente a su opuesto, un complemento de detractores y escpticos. Incluso en los prime-ros das de la Red, cuando el tono predominante era de xtasis, Wired en-contr sus contrapartidas en reventadores de burbujas como Clifford Stoll y Kirkpatrick Sale6. Actualmente, en medio del creciente ruido de los medios de comunicacin en torno a cosas como la adiccin a Facebook y los trolls en Twitter, la literatura escptica ha adquirido una nueva prominencia; de las imprentas salen grandes cantidades de libros y un flujo constante de artcu-los que se preocupan por los efectos nocivos de la tecnologa. Para intentar realizar una crtica desilusionada, materialista, de la tecnologa actual, puede ser un paso til un examen de esta literatura negativa que, por lo menos, nos ayude a desinflar las grandiosas afirmaciones de los principales impulsores de Silicon Valley. Dentro de esta vasta bibliografa, la obra de Nicholas Carr sobresale por la claridad y amplitud de la visin histrica que ha utilizado. El proyecto de Carr, con su amplio alcance interdisciplinario, que teje la historia econmica con la tecnolgica, la neurociencia con la teora mcluha-nista de los medios de comunicacin, ofrece una base especialmente frtil para la reflexin. Carr es ms conocido por su artculo de 2008 en Atlantic Monthly, Is Google Making us Stupid?, y su ampliacin a libro, The Sha-llows: How the Internet is Changing the Way We Think, Read and Remember?7.

    4 K. Kelly, God Is the Machine, Wired, diciembre de 2002.5 Vase, inter alia, K. Kelly, New Rules for the New Economy, Nueva York, 1998; Chris Ander-son, The Long Tail: How Endless Choice is Creating Unlimited Demand, Londres, 2006; Chris Anderson, charla en la conferencia Wired 2011, un proyecto ampliado en Makers: The New Industrial Revolution, Nueva York, 2012.6 Clifford Stoll, Silicon Snake Oil, Nueva York, 1995; Kirkpatrick Sale, Rebels Against the Fu-ture, Reading, 1995.7 Nicholas Carr, The Shallows: How the Internet is Changing the Way We Think, Read and Remember, Nueva York, 2010 [ed. cast.: Superficiales. Qu est haciendo internet con nues-tras mentes?, Madrid, Taurus, 2011].

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    SEn estos trabajos, Carr resuma viejas preocupaciones de comentaristas de la tecnologa sobre el destino del libro en un mundo electrnicamente mediado; las inquietudes de figuras como Lewis Mumford, Marshall McLu-han y Neil Postman estn respaldadas por relatos de los recientes desarro-llos de la neurociencia y de la investigacin sobre la utilizacin de la tec-nologa, para apoyar el argumento de que internet puede estar cambiando a peor la misma estructura de nuestros cerebros. Pero Carr tuvo interven-ciones significativas antes de estos trabajos; The Shallows fue el tercer libro en una continua serie de publicaciones sobre tecnologa que se extiende durante ms de una dcada, y que muestran una perspectiva marcadamen-te negativa, definida principalmente en contra de las grandiosas afirmacio-nes de la industria tecnolgica y de sus defensores. La coherencia de esta produccin ms amplia hace que merezca la pena investigarla en conjunto.

    El crtico de la tecnologa como gur empresarial

    A diferencia de la mayora de los expertos en tecnologa, que a menudo tienen por lo menos un pie en esa misma industria, las relaciones de Carr han sido principalmente con los medios impresos, en particular con el pe-riodismo dirigido a empresas de mximo nivel. Despus de un doctorado en literatura inglesa y americana en Harvard y un periodo en el campo de la asesora de gestin, empez su carrera como escptico tecnolgico pro-fesional mientras trabajaba en calidad de redactor en Harvard Business Re-view. Carr se uni a la revista en 1997, en el momento en que empezaba a inflarse la burbuja puntocom. En 1998 ya estaba escribiendo sobre los po-tenciales efectos dainos de la nueva economa sobre las vidas de indivi-duos y compaas. Junto a un genrico despliegue de periodismo empresa-rial, Carr se ocup del potencial desestabilizador del correo electrnico para las organizaciones, de los corrosivos efectos del proceso de trabajo contem-porneo sobre el carcter de los individuos, de los efectos de la piratera de la informacin, de la hipermediacin de las transacciones econmicas que se producen en internet8. En 1999 ya estaba preguntndose si nuestros das de duro trabajo en empresas virtuales podran hacernos hombres y muje-res virtuales, eficientes y adaptables pero sin sustancia.

    En 2003 public en Harvard Business Review el artculo que perfil su ca-rrera, IT Doesnt Matter. Dirigido a una audiencia empresarial, IT Doesnt Matter sostena que la tecnologa de la informacin no debera ser consi-derada como una fuente fiable de ventaja competitiva, ya que tenda a convertirse en un mero producto de insumo y de ese modo en un simple coste de operacin para las empresas. Carr haba iniciado el proyecto des-

    8 Nicholas Carr, The Politics of E-mail, Harvard Business Review, marzo-abril de 1998; Being Virtual: Character and the New Economy, HBR, mayo-junio de 1999; Briefings from the Editors, HBR, julio-agosto de 1999; Hypermediation: Commerce as Clickstream, HBR, ene-ro-febrero de 2000.

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    S pus de que su detector de sandeces editoriales se activara con las hiper-blicas afirmaciones, entonces habituales en la empresa, sobre las virtudes de la inversin en tecnologas de la informacin (TI; en ingls, information technology, IT). El ttulo era una provocacin para la industria, que obliga-damente aull en respuesta: Bill Gates, Steve Ballmer (director general y presidente de Microsoft), Paul Flessner (vicepresidente de Microsoft), Craig Barrett (director general de Intel), Brad Boston (director de TI de Cisco), y muchos otros se sintieron suficientemente heridos como para replicar al artculo de Carr en un tono que, algunas veces, rayaba la denuncia directa. Un ao ms tarde haba dejado su puesto editorial en Harvard Business Review para publicar en forma de libro una versin ampliada del mismo argumento, Does IT Matter?, en Harvard Business School Press9. Aqu Carr describa a la tecnologa de la informacin como una tecnologa infraes-tructural ms que propietaria, y trataba de ofrecer una perspectiva ms sensata, centrndose en tendencias sociales y tecnolgicas a largo plazo. Compuso su libro sobre una base escptica: si la tecnologa de la informa-cin era tan importante para la productividad, por qu haba pasado cua-tro dcadas ejerciendo una influencia insignificante antes de manifestarse repentinamente en el boom de Clinton? Por qu algunas industrias y regio-nes parecan beneficiarse de ella y otras no? Por qu los claros ganadores del desarrollo tecnolgico se reducan a un pequeo conjunto de compa-as, mientras pareca tener un efecto negativo o limitado sobre el resto? Pareca haber como han estado sealando durante dcadas los economis-tas un cierto problema con los ordenadores cuando se llegaba a cifras de productividad10.

    La nuez pequea se convierte en un disolvente universal

    A nivel poltico-econmico abstracto, la extensa argumentacin de Does IT Matter? era como emplear un mazo para cascar una nuez bastante pequea: es algo obvio que ninguna compaa individual conseguir asegurarse para s misma una significativa ventaja a largo plazo sobre los competidores ni-camente mediante la compra de bienes que tambin estn disponibles para esos mismos competidores. Pero la esencia del libro de Carr era proporcio-nar una integrada elaboracin econmica e histrica de las dinmicas a travs de las cuales la TI haba sido cada vez ms mercantificada, haciendo la transicin desde ser un esfuerzo prohibitivamente caro para la mayora de las compaas algo emprendido solamente con un gran riesgo por ca-pitales concretos en esfuerzos vanguardistas, como el de J. Lyons&Co a fi-

    9 N. Carr, Does IT Matter? Information Technology and the Corrosion of Competitive Advanta-ge, Boston, 2004 [ed. cast.: Las tecnologas de la informacin. Son realmente una ventaja competitiva?, Barcelona, Urano, 2005].10 Un relato decente sobre los debates de las dcadas de 1980 y 1990 sobre este problema, y una solucin poco convincente, se encuentra en Thomas K. Landauer, The Trouble With Computers: Usefulness, Usability and Productivity, Cambridge, 1996.

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    Snales de la dcada de 1940 con LEO (Lyons Electronic Office) a un bien cada vez ms estandarizado, ampliamente disponible, producido en serie, con un precio de venta que se desinfla rpidamente, todo ello asociado a una mejora exponencial de rendimiento11. Con esta mercantificacin, soste-na Carr, la TI haba hecho la transicin de un activo particular de la com-paa individual a algo compartido por compaas, una mercanca general-mente disponible para todos. En el proceso, se haba convertido en un aspecto estndar de la infraestructura, un prerrequisito para la mayora de los negocios; de ese modo estaba claro que no tena sentido apelar al gasto en TI como una base primordial de ventaja competitiva.

    Gran parte de esta historia de mercantificacin podra contarse al nivel del hardware de ordenadores, aislndola de otros factores: aqu haba habido un rpido abaratamiento de bienes relacionado con el progreso tcnico ilustrado por la ley de Moore, y con la estandarizacin de los componentes industriales representada por compaas como Dell. Ya en 2000 el coste de procesamiento de datos haba disminuido en ms del 99,9 por 100 desde la dcada de 1960, mientras que el coste de almacenamiento era una minscu-la fraccin de su precio en la dcada de 195012. Pero para Carr, el software tena caractersticas particulares que ayudaban a impulsar el proceso de mercantificacin de la TI en general. Ya que los tpicos costes de produc-cin eran muy elevados y los de distribucin muy bajos, el software tena unas extraordinarias economas de escala, lo que haca que a menudo fuera preferible compartir recursos entre empresas antes que desarrollar tecnolo-gas propias particulares. Esto suministr una racionalidad econmica para la centralizacin del suministro de TI por terceras partes que podan apro-vechar al mximo estas economas de escala atendiendo a muchos clientes. Pero eso tambin proporcionaba una base econmica para la tica comuni-taria del programador, representada en grupos de usuarios profesionales como el ya antiguo SHARE de IBM. Las resultantes estandarizaciones del hardware y del software significaron que la TI normalmente rebasaba las necesidades de sus usuarios, ya que las tecnologas desarrolladas para los usuarios ms exigentes tendan a generalizarse. Esto a su vez ejerci una presin deflacionaria sobre los precios, ya que era lgico para los usuarios optar por tecnologas ms baratas, antiguas o gratuitas que eran adecuadas para sus necesidades, en vez de excederlas a lo loco. Y ya que el software no estaba sometido al desgaste, una vez que haba saturado el mercado,

    11 Inevitablemente utilizar aqu dos trminos muy distintos, pero confusamente similares: commoditization (mercantificacin, mercantilizacin estandarizada) y commodification (mercantilizacin). La diferencia entre ellos est relacionada con la diferencia entre el signi-ficado de la palabra mercanca (commodity) en la corriente dominante de la economa y en la economa poltica marxista: para la primera, una mercanca es algo ms especfico; The Economist la define como un producto comparativamente homogneo que normalmente puede ser comprado en grandes cantidades. La mercantificacin indica esta estandarizacin del producto, que le permite ser producido y vendido en cantidades masivas. Sin embargo, en trminos marxistas, una mercanca es cualquier bien producido para la venta en un mer-cado, y mercantilizacin es la transformacin de algo en una mercanca en este sentido. 12 N. Carr, Does IT Matter?, cit., p. 9.

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    S slo se podan cosechar nuevos beneficios empujando a los usuarios hacia un ciclo de ascenso al que a menudo se resistan.

    Carr consideraba la TI como infraestructural en el mismo sentido que el ferrocarril, el telgrafo, el telfono, la red elctrica y de autopistas. Para Carr, la consolidacin de este estatus infraestructural era una realizacin de la tendencia de la TI a ser abaratada, estandarizada y de uso generali-zado, derivando finalmente hacia su conversin en una utilidad basada en una red; la apoteosis de la TI mercantificada. Cada vez ms, los bienes de la TI servicios de software, almacenamiento de datos e incluso la propia energa de computacin no se compraran como el capital fijo de com-paas individuales, sino que estaran basados en grandes centros de datos centralizados y proporcionados como servicios en internet por un puado de grandes proveedores. En esta trayectoria, la TI estaba siguiendo un sendero que anteriormente haba tomado el suministro elctrico; una ana-loga histrica que Carr detallara en su siguiente libro, The Big Switch13. Tales servicios, cada vez ms omnipresentes y asequibles econmicamen-te, ofrecan pocas ventajas competitivas para capitales individuales. Real-mente, para Carr, podra ser el caso contrario, el impulso hacia la estanda-rizacin dentro de la TI tambin provocaba la uniformidad a nivel de las propias prcticas empresariales, cada vez ms mediadas por un software estndar, socavando as las ventajas competitivas ms all del nivel de la TI, el disolvente universal de la estrategia empresarial.

    La economa lastrada

    A este nivel, Carr pareca considerar que la TI mostraba una economa gene-ral de declive y potencialmente contribua a ella. En esto, su perspectiva parece una inversin pesimista del optimismo de la nueva economa que acompa a la burbuja puntocom que estall en 2000, pocos aos antes de la publicacin de Does IT Matter? Donde los entusiastas de finales de los noventa haban anticipado un precipitado despegue de la TI hacia la econo-ma ingrvida, Carr vio un lastre inducido por la TI que aceleraba el descen-so. Haba muchas indicaciones de que la propia TI pudiera estar al final de su fase de desarrollo: el exceso de fibra ptica y de capacidad procesadora en relacin a las necesidades de los usuarios, el carcter asequible en general de los bienes de TI y la creciente conversin de los vendedores de TI en suministradores de computacin en la nube; en esto Carr vio una analoga histrica con ciclos anteriores de inversin tecnolgica. Los indicadores eco-nmicos no eran prometedores: haba pocas seales de una contribucin positiva de la TI a la productividad en otras industrias, pero una significativa contribucin al desempleo tecnolgico acompaado, en la propia industria de TI, por tendencias deflacionarias y rendimientos en rpido descenso. Esto

    13 N. Carr, The Big Switch: Rewiring the World, from Edison to Google, Nueva York, 2008 [ed. cast.: El gran interruptor: el mundo en red, de Edison a Google, Barcelona, Deusto, 2009].

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    Sno pareca ser seal de una industria destinada a permanecer joven para siempre, como muchos tipos de Silicon Valley todava parecen creer.

    En los ocho aos transcurridos desde la publicacin de Does IT Matter? como Carr anticip, la TI emigrara cada vez ms a la nube a medida que la informacin mundial y el poder de computacin ha pasado a estar monopolizado por un puado de compaas gigantes. Las tendencias defla-cionarias en algunas reas quizs han excedido incluso a las expectativas de Carr, cancelando o bloqueando en el proceso el mismo carcter de mercan-ca de muchos bienes de la TI. El acceso a importantes servicios de internet a menudo se ofrece gratis para ser monetizado en una fecha futura una vez que se haya establecido un monopolio en una tentativa de alcanzar una rpida expansin o a cambio de datos del usuario que pueden formar la base para ingresos por marketing y publicidad. En este sentido, la analo-ga entre la TI y la red elctrica, que Carr esbozaba en The Big Switch, pue-de alcanzar sus lmites: las fuentes de ingresos del suministrador de electri-cidad todava se derivan de la venta de electricidad, mientras que solamente en una minora de los casos las grandes compaas tecnolgicas derivan ingresos directamente de una utilidad que proporcionan: Elastic Cloud Compute (EC2) y Simple Storage Service (S3) de Amazon, por ejemplo. Las enormes economas de escala y los vastos mercados, combinados con los efectos de red, han dado a las compaas de TI una inclinacin extremada-mente fuerte hacia el estatus de monopolio, haciendo que la contrapresta-cin estratgica de servicios gratuitos sea una prctica econmicamente ra-cional para los competidores. Esto se ha convertido en una herramienta estndar ms en el arsenal de los gigantes, junto al litigio por patentes, a las compras de compaas y a amarrar a los usuarios en ecosistemas tecnol-gicos y jardines vallados. En este entorno solamente unas cuantas compa-as basadas en internet obtienen beneficios significativos; en su salida a Bolsa a mediados de 2012, incluso Facebook luch por dar una imagen convincente de sus perspectivas de rentabilidad a largo plazo. Y all donde los beneficios proceden de la venta de servicios de marketing, esos benefi-cios existen solamente como un coste para otros capitales, o lo que es lo mismo, como una deduccin de los beneficios a nivel del conjunto social.

    Para Carr, la maduracin de tecnologas infraestructurales pareca ser un proceso intensamente destructivo: viejas empresas, e incluso industrias en-teras, eran destruidas, se perdan empleos y las economas sufran. Mucho tiempo antes del estallido de las puntocom, y rebatiendo a un profeta de una anterior nueva economa, Rosa Luxemburg seal que muchas de las crisis del siglo xix seguan a fases de intensa inversin en infraestructu-ras14. Carr probablemente estara de acuerdo; una sugerencia de que la culminacin del desarrollo infraestructural de mediados del siglo xix pudo

    14 Rosa Luxemburg, Reform or Revolution? [1899], en The Essential Rosa Luxemburg, Chica-go, 2008, pp. 52-53 [ed. cast.: Reforma o revolucin, Madrid, Akal, 1978]. Luxemburg estaba rebatiendo la afirmacin de Bernstein de que la inversin en infraestructuras, el crdito y los crteles capitalistas permitiran al capital superar sus propias tendencias a las crisis.

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    S haber desempeado un papel importante en desencadenar la Gran Depre-sin de 1873-1896 pone fin a Does IT Matter?:

    En la dcada de 1870, el mundo tambin estaba surgiendo de una juerga de gastos inspirada por la tecnologa. La rpida expansin del ferrocarril, del transporte martimo y de las lneas de telgrafo abri las puertas al libre comer-cio mundial e inspir masivas inversiones de capital. La combinacin resultan-te de una produccin creciendo rpidamente, el vertiginoso aumento de la productividad, la feroz competencia y la extendida sobrecapacidad industrial prepararon el escenario para cerca de tres dcadas de deflacin, a pesar de la continua expansin de la economa mundial [] Los beneficios cayeron con los precios y las empresas sufrieron [] Los trabajadores perdieron sus em-pleos, los granjeros y agricultores se rebelaron, y los pases empezaron a re-construir las barreras al comercio15.

    Infraestructural o propietaria?

    Esta es una explicacin convincente, preferible en mucho al entusiasmo de una revista tipo Wired, y mucho ms realista. Sin embargo, la invectiva de Carr contra la idea de que la inversin en TI per se poda ser positiva para la ventaja competitiva produce algunas extraas consecuencias a medida que se traslada, desde los pronsticos de gurs empresariales so-bre las peculiaridades de la inversin en TI, a la elaboracin de un razo-namiento histrico-econmico ms general. Y la sugerencia de Carr de que la TI estaba al final de su desarrollo parece, prima facie, estar en contradiccin con la actual situacin en la que Apple se ha convertido en la compaa ms valorada del mundo y en la segunda ms rentable con un teln de fondo de crisis global, mientras que otras compaas como Google y Amazon todava parecen estar en una fase de crecimiento heroico16. De forma ms sustancial, hay un cierto nmero de resbalones conceptua-les en la historia de Carr sobre la mercantificacin y deflacin de la TI, y de su evolucin hacia el estatus de utilidad basada en la red. Hasta qu

    15 N. Carr, Does IT Matter?, cit., pp. 146-147.16 El pasmoso rcord de la valoracin de Apple en el mercado en 2012 se produce en un periodo en el que la relacin precio-beneficios es verdaderamente moderada y se sustenta en la elevada rentabilidad que, de manera continua, ha desplegado desde la introduccin del iPhone. Con 33.000 millones de dlares, Apple slo se ve superada en beneficios anuales por los 41.100 millones de Exxon Mobil, y eclipsa los 9.700 millones de dlares de Google y los 600 millones de Amazon. Aunque en la ltima dcada ms o menos ha tenido sistemtica-mente poco xito en apoderarse de nuevos mercados, el continuo dominio de Microsoft de los sistemas operativos y sus compras de productos existentes tambin la mantienen en el extremo superior de la escala de rentabilidad, con 23.500 millones de dlares. Vase The Worlds Biggest Companies, Forbes.com, abril de 2012; Steven Russolillo, Apples Market Value: To Infinity and Beyond!, Wall Street Journal, 20 de agosto de 2012; Philip Elmer-DeWitt, Andy Zaky makes the case for buying Apple now, Fortune, 10 de octubre de 2012; Jay Yarrow, Chart of the Day: The Astounding Growth of iPhone Profits, Business Insider, 2 de agosto de 2012.

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    Spunto estas tendencias son especficas de la TI y de su estatus como tec-nologa infraestructural? De hecho, hasta qu punto la TI es necesaria-mente una cuestin de infraestructura?

    La oposicin entre la tecnologa propietaria y la infraestructural es fun-damental en el argumento de Carr, pero tambin es la base de cierta con-fusin. Para Carr, propietaria significa tecnologas particulares que no poseen las empresas competidoras y, por ello, potencialmente importan-tes para la ventaja competitiva, mientras que infraestructural significa lo contrario: las tecnologas que estn generalizadas. Ya que los bienes de la TI han tendido a abaratarse y a volverse ampliamente disponibles, no tienen un estatus propietario estable en el sentido de Carr. Pero lo que resulta confuso en esta terminologa es que muchos bienes de TI que son propietarios en el sentido normal se poseen como una propiedad son compartidos o infraestructuales en el sentido de Carr: los ordena-dores de sobremesa estndar y sus sistemas operativos, por ejemplo. Y, por otra parte, muchos bienes de TI que son infraestructurales en el sen-tido normal son inseparables de las cadenas de comunicaciones son totalmente propietarios en el sentido de Carr: los centros de datos de Google son inversiones en capital fijo que emplean tecnologas rodeadas de secretismo y difcilmente reproducibles por posibles competidores. In-cluso en el especfico uso de estos trminos que hace Carr, una tecnologa que es propietaria para una compaa tiene su propiedad exclusiva cabe suponer que pueda ser la base de un bien infraestructural para otros, como sucede en el caso de las utilidades. Adems, la inversin en TI puede acabar en algo que es propietario en el sentido de Carr, incluso cuando implica la compra de mercancas genricas: las compras por parte de Face-book de cantidades ingentes de hardware estndar, por ejemplo, que le permiten hacer funcionar los servidores que sostienen su monopolio socio-comunicacional. As, parece que esta oposicin resulta ser falsa.

    Una nueva confusin se produce con la conceptualizacin que hace Carr de tecnologas infraestructurales o compartidas. Por una parte, estn aso-ciadas con procesos generales de mercantificacin; la reduccin del hard-ware a componentes baratos, estandarizados, por compaas como Dell, o la centralizacin de la produccin de software debido a enormes econo-mas de escala. Pero, por otra parte, la TI se identifica como infraestructu-ral y, de ese modo, como compartida en el mismo sentido que la red del ferrocarril o la telefnica. Estas son claramente dos cosas bastante diferen-tes, y aunque es posible que haya alguna relacin entre ellas, hara falta que esa relacin estuviera claramente elaborada; en la explicacin de Carr, estn simplemente refundidas y, adems, las dos presentan problemas. En primer lugar, las mercantificaciones del hardware y del software pueden ser consideradas meramente como ejemplos extremos de las dinmicas generales del desarrollo tcnico capitalista que, por supuesto, tiende con el tiempo a abaratar y a menudo a estandarizar la produccin de mu-chos bienes. La generalizacin de los avances tcnicos es una parte ele-mental de estos procesos: las innovaciones tcnicas provechosas tienden

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    S a acabar compartidas entre capitales en el sentido dbil de que la com-petencia y la mercantilizacin impulsan su difusin. En este sentido, hay pocas innovaciones tcnicas que permanezcan siendo fuentes duraderas de ventaja competitiva, de forma que poco hay que discutir en el caso particular de la TI. En segundo lugar, las tecnologas infraestructurales con las que Carr asocia la TI son todas redes de transporte o comunicaciones que, inherentemente, no son propiedad de ningn usuario individual de forma tal que sea capaz de ofrecer una ventaja nica. El acceso a semejantes cosas, si es que no la propiedad, est compartido por capitales individua-les ms o menos por definicin: si tanto la propiedad como la utilizacin de semejante tecnologa estn en manos de un solo capital, claramente fracasa en desempear cualquier papel infraestructural, as que de nuevo es algo obvio sostener que el carcter infraestructural de la TI incide negativamen-te en cualquier posibilidad de obtener una ventaja competitiva.

    A pesar de estos problemas conceptuales, el panorama general resulta plausible, apoyado con pertinentes ejemplos histricos. Por ello puede merecer la pena dejar a un lado el marco interpretativo de Carr e intentar explicar el mismo problema utilizando algunas distinciones alternativas. Debido a que el panorama con el que estamos trabajando es de carcter predominantemente econmico, se tratar de una discusin generalmente poltico-econmica, pero un entendimiento tcnico concreto de la TI tam-bin es importante, mientras se tenga presente que las tecnologas son artefactos sociales y no entidades metafsicas.

    Qu clase de tecnologa es la TI?

    Los ordenadores, el software, etc., no son siempre ni forzosamente tecno-logas de la comunicacin, y su historia es distinta de la historia de la in-fraestructura de las telecomunicaciones. Los bienes de la TI solamente se vuelven infraestructurales en la medida en que desempean un papel dentro de las tecnologas de la comunicacin, y esto lo han hecho histri-camente a travs de su integracin con una infraestructura de telecomuni-caciones preexistente. Por ello necesitamos hacer una distincin aqu entre medios de comunicacin y lo que podramos llamar medios de computa-cin. Solamente los primeros se pueden considerar como inherentemente infraestructurales, compartidos en el sentido fuerte, e inmediatamente pro-clives a los tipos de efectos de red ejemplificados en tecnologas como el telfono17. Debido a su general carcter social, el desarrollo de nuevos medios de comunicacin es, por lo general, un asunto complejo para ca-pitales individuales; suelen ser enormemente caros de desarrollar y supo-nen complejos temas de coordinacin. Por estas razones a menudo son llevados a cabo por el Estado, como sucedi con internet. Bienes produ-

    17 Un solo telfono es intil; el mismo telfono conectado a otro es algo til; conectado a una red de varios lo es enormemente ms: la utilidad de la tecnologa aumenta con el tamao de la red.

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    Scidos con el propsito de procesar informacin no son inherentemente proclives a los mismos problemas. Pueden, desde el principio, ser produ-cidos por capitales individuales sin preocupacin por los problemas gene-rales de infraestructura. Pero, como muchas importantes innovaciones tcnicas, su produccin tiende a comenzar siendo compleja, cara y difcil, antes de ser refinada y abaratada con el tiempo. En el proceso realizan una transicin desde lo que, de hecho, son prototipos y produccin limi-tada a mercancas producidas en serie, por lo menos en la medida en que exista un mercado o pueda ser creado para ellos. Esta dinmica es, en esencia, lo que Carr interpreta como un proceso de mercantificacin. A este nivel, los bienes de la TI se diferencian poco de los microondas o los frigorficos.

    Sin embargo, ms all de esto es posible identificar una fuerte afinidad por la estandarizacin que es especfica del ordenador, porque todos los ver-daderos ordenadores en el sentido de Alan Turing son lgicamente idn-ticos: todos son mquinas de Turing universales capaces, en principio, de hacer funcionar cualquier programa escrito para cualquier otro ordenador, desde el primer ordenador central al ms avanzado centro de datos moder-no. Por ello, la posibilidad de copiar el software y las funcionalidades de un ordenador a otro es fundamental para la informtica18. Adems, todo dato codificado es como el lenguaje necesariamente iterable y por ello, en principio, capaz de ser copiado. Desde luego hay muchas situaciones en las que no es solamente posible, sino tambin muy til, el ser capaz de copiar software y datos de un ordenador a otro; un razonamiento paralelo puede hacerse al nivel de los componentes del hardware. Las incompatibi-lidades concretas entre mquinas individuales parecen as un impedimento para transferencias que, por definicin, deberan ser posibles. Para los usuarios, adquirir bienes de TI no estndar que inhiben semejantes trans-ferencias supone una penalizacin, y, concomitantemente, un fuerte incen-tivo para que los productores las permitan, especialmente una vez que los estndares ya han empezado a ser coherentes. Por ello, la creacin de es-tndares para interrelacionar estas mquinas y para facilitar la transferencia de datos y la funcionalidad, inevitablemente, se presenta como un proble-ma que resolver, y esto es lo que finalmente conduce, entre otras cosas, a internet y a la Web, dos tecnologas que son fundamentalmente el resulta-do de estndares tcnicos: TCP/IP (Transmission Control Protocol/Internet Protocol) para la primera, y HTTP (Hypertext Transfer Protocol) para la segunda. Ms que cualquier tecnologa particular, fenmenos como inter-net y la Web son producto de protocolos de comunicaciones: conjuntos de reglas precisas para transferir datos de un ordenador a otro.

    Entonces, si el ordenador no es intrnsecamente un medio de comunica-cin, la universalidad de su construccin lgica bsica significa que es muy probable que la gente quiera encontrar maneras estndar de mover

    18 Alan Turing, Computing Machinery and Intelligence, Mind LIX, 236, octubre de 1950, pp. 441-442.

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    S datos, software y componentes de hardware entre ordenadores individua-les. Y, una vez que estn bien establecidas, slo hay un pequeo paso para empezar a usar la transferencia de datos entre ordenadores para la comunicacin entre la gente, especialmente una vez que la produccin en serie del hardware (que est fomentada por y a su vez fomenta la estan-darizacin tcnica) da como resultado el que los ordenadores se difundan ampliamente por la sociedad. El ordenador, como artefacto social, tiene por lo menos algunas fuertes afinidades electivas con los medios de co-municacin, y esto lo vemos realizado en la fusin de la comunicacin y la computacin que constituye internet.

    Interrupciones estndar

    Una vez que surge una gran red como internet, las penalizaciones por abandonar sus estndares se vuelven tan elevadas que se descartan en la mayora de los casos, reforzando as la subyacente propensin a la estan-darizacin. Sin embargo, la estandarizacin priva a los fabricantes indivi-duales de TI de modos significativos de diferenciar cualitativamente sus productos de los de los competidores. Si una determinada mercanca de TI es fundamentalmente genrica, y por ello puede ser fcilmente intercam-biada por una producida por un capital competidor, la competencia tende-r a estar centrada con ms fuerza alrededor de factores como la velocidad y la capacidad que hasta ahora han demostrado estar tcnicamente bas-tante abiertos y el precio19. Por ello puede ser que aqu la importancia de la estandarizacin signifique que las dinmicas competitivas, que son evi-dentemente generales para el capitalismo en conjunto, sean particularmen-te agudas cuando se trata de la computacin, e incluso ms una vez que el ordenador ha empezado a ser utilizado para la comunicacin.

    Sin embargo, en el ordenador tambin hay una tendencia inherente a so-cavar las dinmicas competitivas al nivel del software. Ya que lo que se produce para uno es, por lo menos en principio, capaz de funcionar en todos los dems y esta posibilidad aumenta con la creciente estandariza-cin, y ya que el cdigo del software es muy intensivo en trabajo para producirlo inicialmente pero inherentemente iterable una vez escrito, hay una fuerte posibilidad de que un nico capital pueda servir a todo el mer-cado con una mercanca de software particular. Si la universalidad tcnica del ordenador puede fomentar las dinmicas competitivas en algunos ni-veles, entonces, promueve los monopolios en el software. Puede resultar tentador referirse aqu al carcter de monopolio natural de los medios de comunicacin, pero hay que sealar que estas posibilidades monopolistas en el software existen independientemente de cualquier convergencia tec-nolgica de la computacin con los medios de informacin. La formacin de monopolios a nivel del software no es, sin embargo, el final de la his-

    19 Ya en 1950, Alan Turing reconoci que la velocidad sera la principal diferencia cualitativa entre los ordenadores. Vase A. Turing Computing Machinery, cit., p. 441.

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    Storia. Como se ha sealado anteriormente, la misma facilidad con la que los monopolios son potencialmente formados en el software hace que para los competidores resulten racionales contramedidas extraordinarias. Inclu-so puede ser racional regalar totalmente el software, o financiar el desa-rrollo de un software libre o de cdigo abierto equivalente, si ello sirve para impedir que un competidor desarrolle una posicin monopolista des-de la cual pueda amenazar con incidir sobre otras lneas de produccin en las que los beneficios todava son posibles, o apropiarse de un mercado que ms tarde pueda ser monetizado de alguna otra manera. Por ello, la tensin entre el monopolio y las dinmicas competitivas en el software tiende no slo a conducir al descenso de los precios, como en el caso del hardware, sino a destruir totalmente el estatus de mercanca del software a medida que el mercado, gradualmente, se llena de alternativas gratuitas para un producto dominante.

    Estas consideraciones generales se corresponden ms o menos con lo que ha sucedido realmente en la historia de la TI en trminos de estandariza-cin, rpido progreso tcnico y tendencias deflacionarias al nivel del hard-ware, y fuertes tendencias al monopolio a nivel del software sumadas a tendencias a que el software sea desmercantilizado incluso anteriores a la plena convergencia de la TI y de los medios de comunicacin. Estas din-micas han conducido a los centros de datos centralizados del presente que funcionan con grandes cantidades de hardware barato, estndar y con soft-ware libre o de cdigo abierto, y que suministran a mercados potencialmen-te universales servicios de software propietarios pero a menudo gratuitos (en trminos de precio). Desde luego, este somero esbozo asla peculiari-dades de la TI del contexto macroeconmico ms amplio. En cualquier historia econmica real de estas evoluciones tendran que tomarse en con-sideracin otros factores, como el papel de la barata mano de obra asitica.

    Finalmente, si tanto la deflacin de precios del hardware como la destruc-cin del estatus de mercanca del software tienden a limitar las perspecti-vas de rentabilidad de las empresas de TI incluso mientras se desarrollan posiciones de monopolio, podemos esperar que los actores dominantes exploten sus posiciones para derivar ingresos de fuentes ajenas a la TI, o busquen moverse a nuevas lneas de produccin. Y esto es precisamente lo que estamos viendo: Google regala la mayora de sus servicios de soft-ware, pero deriva sus ingresos del marketing; Amazon permanece centra-da en su papel como un minorista de bienes ajenos a la TI, como libros, pero se diversifica en la produccin de nuevas clases de artilugios; Apple obtiene una significativa parte de sus ingresos de ventas de contenido por medio de las tiendas iTunes, mientras repetidamente se mueve a nuevas lneas de produccin. El imperativo de explotar las posiciones de mono-polio tcnico para obtener ingresos no tcnicos quiz pueda ayudar a explicar los crecientes alineamientos entre estos gigantes tecnolgicos y los suministradores de contenidos comerciales. Si es tentador apelar a la evidencia de la continua solidez de los principales actores de la TI, en contra de la desalentadora perspectiva econmica descrita por Carr, puede

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    S ser que su xito est precisamente basado en que sacan beneficios de reas que no estn en este momento aquejadas por los lmites generales de la industria de TI. Estas compaas actualmente exitosas, desafiando a un con-texto global de crisis, pueden ser las excepciones que demuestren la regla.

    Fin del trabajo

    El siguiente libro de Carr se public cuatro aos despus, cuando los to-ques a rebato empezaron a sonar con la crisis financiera de 2008. The Big Switch ampli el argumento de Does IT Matter? trazando las analogas his-tricas entre la conversin de la electricidad en una utilidad, y la de la TI. Aqu Carr esbozaba varias perspectivas sombras que se pueden anticipar como resultado de la culminacin del desarrollo de la TI. En particular, daba una versin de lo que podra llamarse la teora del final del trabajo del desarrollo tecnolgico, prediciendo un creciente desempleo tecnol-gico producto de los avances en la TI. Carr sostena que el desempleo ocasionado por la informatizacin difera de evoluciones semejantes ante-riores: la electrificacin contribuy a la creacin de una amplia fuerza de trabajo de cuello blanco, por ejemplo, incluso mientras su aplicacin en las fbricas estaba destruyendo empleos industriales. Pero los ordenado-res no generaban cantidades significativas de nuevo empleo; aunque pu-dieran aumentar la demanda de personal de oficinas para el proceso de informacin, estas mismas tareas a menudo las pueden realizar los orde-nadores. As, la informatizacin aumenta la sustitucin de trabajadores por mquinas, desde el mundo del trabajador manual al del administrati-vo. Siguiendo a Jagdish Bhagwati, Carr sugera que esto podra ayudar a explicar las crecientes desigualdades de ingresos bajo el neoliberalismo y el estancamiento de los ingresos en el extremo inferior de la escala: el continuo desplazamiento de trabajadores hace que la presin sobre los salarios se vuelva incesante. Al mismo tiempo, la minscula elite que controlaba los centros de datos sobre los que funciona la Red estaba vol-vindose sorprendentemente rica20.

    Carr estaba especialmente preocupado por la suerte del trabajador intelec-tual, ya que la fuerza de trabajo profesional de las industrias asociadas a la informacin peridicos, publicaciones, radiodifusin y televisin dis-minua a travs de su subsuncin en el medio universal de internet. Entre 2001 y 2007, los empleos en la industria editorial y de comunicaciones en EEUU haban disminuido en un 13 por 100, segn el Departamento de Trabajo, y sin un aumento correspondiente del empleo relacionado con la Web; aqu haba un descenso incluso ms pronunciado, en el mismo pe-riodo llegaba al 29 por 10021. (Actualizando las estadsticas de Carr, en Estados Unidos los empleos en la industria editorial, exceptuando a inter-net, ha descendido en casi el 30 por 100 desde 2001; en la radio y televi-

    20 N. Carr, The Big Switch, cit., pp. 136, 145-147.21 Ibidem, p. 134.

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    Ssin, exceptuando a internet, en el 20 por 100, y los empleos en procesa-miento de datos, hosting y servicios relacionados, en un 25 por 100)22. Mientras tanto, sealaba Carr, la tendencia, presente en los campos de bsqueda y recuperacin de informacin, a desglosar el contenido, diso-ciando los artculos de las revistas y los peridicos, imponiendo en el proceso un clculo econmico sobre la composicin de las piezas indivi-duales que ahora eran obligadas a competir entre s por el ranking de buscadores, estaba contribuyendo a un declive del periodismo de calidad.

    Si hay algo que vincula los argumentos econmicos de Carr con el giro in-terior de su best-seller de 2010, The Shallows, es, a mi juicio, una preocupa-cin por la suerte de esta figura, amenazada no slo por las tendencias econmicas sino tambin por las ramificaciones cognitivas del declive de la letra impresa; por el recorte de vectores que, conjuntamente, pueden volver precaria su posicin. De hecho, el tema de una industria editorial y de artes grficas amenazada se repetira en The Shallows junto a argumentos ms neurolgicos23. Al final de The Big Switch, Carr construye un puente entre estos niveles, rematando los resultados negativos previsibles de la culmina-cin del desarrollo de la TI en la red informtica global con un esbozo de la tesis bsica de The Shallows. Tomando una posicin que invierte la de Kevin Kelly en la revista Wired quien simplemente abraza la perspectiva de volverse tan dependiente de la mquina que pudiera parecer que nos hicieran una lobotoma si nos divorciramos de ella, Carr se preocupa por el debilitamiento de nuestra inteligencia que podra provocar el uso conti-nuo de internet. A diferencia de la pgina escrita, con sus muchas virtudes cognitivas, la Red pone el nfasis en la inmediatez, simultaneidad, contin-gencia, subjetividad, disponibilidad y, por encima de todo, en la velocidad. Mediante su uso podemos llegar a reducir nuestro pensamiento a una ma-gra actividad procesual que refleje formalmente la computacin de la m-quina, falto de las profundidades de la inteligencia literaria tradicional24.

    Penalizaciones y angustia

    La literatura de la ansiedad tecnolgica tiene un largo pedigr. En 1889, un colaborador de la revista Nature reflexionaba sobre las penalidades y angustias que inexorablemente acompaan a cada nuevo invento, unas calamidades realmente producidas por novedosos aparatos que han sido considerados como beneficiosas y maravillosas mejoras:

    22 US Department of Labor, Bureau of Labor Statistics. Los empleos en Otros servicios de informacin se han recuperado desde mediados de la dcada de 2000, y estn ahora un 13 por 100 ms altos que en 2001, pero la agregacin de la edicin digital y la bsqueda de empleo con cosas como servicios bibliotecarios hace que la comparacin sea problemtica.23 N. Carr, The Shallows, cit., pp. 92-93.24 Kevin Kelly, We Are the Web, Wired, agosto de 2005; N. Carr, The Big Switch, cit., pp. 225-229.

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    S Actualmente nuestro animal de compaa ms peligroso es la electricidad; en el telgrafo, en la farola de la calle y en el telfono. Hemos introducido la energa elctrica en la ms simple de nuestras industrias domsticas y hemos tejido al ms sutil de los agentes, una vez activo solamente en las manifestaciones ms sublimes de la Omnipotencia, como una telaraa por nuestras moradas, y hemos llenado nuestra atmsfera con los filamentos de la muerte25.

    La crtica tecnolgica, centrada en torno a lo que creo que podemos ver como un nico complejo de telecomunicaciones-informtica emergente desde hace tiempo, ha articulado, sin embargo, un conjunto especfico de ansiedades alrededor del pensamiento humano. Lewis Mumford, escri-biendo desde las profundidades de la Gran Depresin, plante ya inquie-tudes sobre la tecnologa que se avecinaba y que, mutatis mutandis, po-dran encajar directamente en actuales debates populares:

    Cuando la radiotelefona se complemente con la televisin, la comunicacin se diferenciar del trato directo slo en la medida en que el contacto fsico inme-diato ser imposible [] Cul ser el resultado? Evidentemente una ampliacin del abanico de trato social: contactos ms numerosos, demandas ms numerosas que atender y tiempo. Pero, desafortunadamente, la posibilidad de este tipo de trato inmediato con todo el mundo no significa necesariamente una personali-dad menos trivial o menos provinciana. Porque, por encima y en contra de la conveniencia de la comunicacin instantnea, est el hecho de que las grandes abstracciones econmicas de escribir, leer y dibujar, los medios del pensamiento reflexivo y de la accin deliberada, se vern debilitados [] Que la amplitud y la repeticin demasiado frecuente del trato personal puede ser socialmente in-eficiente ya est clara a travs del abuso del telfono [] Con el telfono, el flujo de inters y atencin, en vez de estar autodirigido, est a merced de cual-quier persona extraa que busca desviarlo hacia sus propios propsitos26.

    Aunque normalmente se le recuerda como el primer tecno-evangelista al estilo Wired, tambin Marshall McLuhan, en The Gutenberg Galaxy, se preocupaba por el efecto perjudicial que la infraestructura electrnica de comunicaciones por llegar tendra sobre el libro y sus muchas emanacio-nes, como el lector interiorizado27. Despus de McLuhan, personajes per-tenecientes a una tradicin en general mcluhanista, como Neil Postman, han repetido este tema28. Aunque el objeto inmediato de preocupacin ha cambiado con el tiempo desde la convergencia de la radiotelefona y la televisin de Mumford, a las tecnologas elctricas de McLuhan, y ahora

    25 Charles Hallock, Natures Revenge on Genius, Nature, noviembre de 1889.26 Lewis Mumford, Technics and Civilization [1934], Chicago, 2010, p. 240 [ed. cast.: Tcnica y civilizacin, Madrid, Alianza, 1998].27 Marshall McLuhan, The Gutenberg Galaxy [1962], Toronto, 2011 [ed. cast.: La galaxia Gu-tenberg: gnesis del homo typographicus, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1998].28 Neil Postman, Amusing Ourselves to Death, Nueva York, 1985 [ed. cast.: Divertirse hasta morir: el discurso pblico en la era del show business, Barcelona, La Tempestad, 2001]; y Technopoly: The Surrender of Culture to Technology, Nueva York, 1992 [ed. cast.: Tecnpolis: la rendicin de la cultura a la tecnologa, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1994].

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    Sa la preocupacin de Carr sobre internet y la red de utilidades de la TI, todas ellas podran verse como instantneas de una lnea continua de desarrollo tecnolgico.

    La originalidad de The Shallows se encuentra principalmente en su utiliza-cin de la teora de la neuroplasticidad y de ciertos estudios sobre la usa-bilidad del hipertexto frente al texto impreso, para dar una base ms cientfica a afirmaciones de la crtica tecnolgica que vienen de mucho tiempo atrs y que normalmente han sido de un carcter ms especulativo y azaroso. Pero el relato fundamental es viejo, asociado en especial a McLuhan y a sus seguidores. De acuerdo con l, la escritura, la imprenta, los medios electrnicos algunas veces incluso el mismo lenguaje son todas tecnologas que moldean significativamente nuestras capacidades cognitivas (y quiz otras); con cada innovacin, estas capacidades se ven alteradas, y por ello, igual que la escritura destruy las capacidades huma-nas y las estructuras sociales de la cultura oral, los medios electrnicos amenazan ahora con destruir los de la cultura impresa. En estas explica-ciones, el cambio de lo oral a lo literario a menudo se refleja como suce-de en The Shallows mediante la referencia a Fedro29. Con gran irona, el texto de Platn presenta a Scrates contando la historia de Theuth, el in-ventor de la escritura, y cmo el gran rey Thamus rechaza sus afirmacio-nes: este invento producir olvido en las almas de los estudiantes porque no utilizarn su memoria, parecern ser omniscientes y en general no sabrn nada; se convertirn en una pesada compaa, mostrando la apa-riencia de la sabidura sin su realidad.

    El siguiente movimiento de esta narrativa est tpicamente representado por la invencin de la imprenta de Gutenberg, pero Carr esboza un nme-ro significativo de acontecimientos en la historia de la escritura que ayu-daron a la propagacin del alfabetismo: el cdice, la creacin de metdi-cas gramticas textuales y la ruptura de la anterior scriptura continua que tenda a demandar un descifrado vocalizador en palabras espacia-das, y por ello ms fciles de analizar gramaticalmente, que facilitaban la lectura en silencio. Esto trajo una mayor privacidad e interioridad a la ex-periencia de leer, ayudando a mantener la atencin sostenida, lo cual permita una mayor complejidad del razonamiento. Pero leer continu siendo una actividad relativamente restringida hasta que la imprenta de Gutenberg cambi la economa de la edicin, miniaturizando el libro y permitiendo su incorporacin a la vida diaria. Con el texto producido a nivel de masas, la lectura en silencio se convirti en una actividad cada vez ms ampliamente practicada, promoviendo una generalizada tica del libro. Ahora, con el descentramiento del libro en la era de internet, una nueva tica intelectual est entrando en vigor, a medida que el texto est cada vez ms subsumido en el ordenador y multiplicado por medios electrnicos. Con estas evoluciones, concluye Carr, las profundidades de

    29 Vase por ejemplo, N. Postman, Technopoly, cit., pp. 3-20.

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    S la mente literariamente cultivada se presentan como una prdida a medida que remamos en los bajos [shallows] intelectuales de una constante dis-traccin y sobrecarga de informacin.

    Tonto es el que hace tonteras

    La observacin neurocientfica central que desarrollaba The Shallows era que los cerebros humanos son profundamente plsticos por naturaleza, estn en un constante proceso de transformacin anatmica y fisiolgica a medida que se remodelan en respuesta a la experiencia; a travs de las cambiantes conexiones entre las neuronas y la generacin de nuevas co-nexiones es como aprendemos y recordamos. Aunque gran parte de la neurociencia del siglo xx estaba dominada por una metfora mecnica que implicaba que la estructura del cerebro estaba necesariamente esta-blecida, en la dcada de 1980 sufri una transformacin hacia un modelo mucho ms fluido despus de la publicacin, por parte de Michael Merze-nich, de resultados que demuestran la existencia de una considerable neuroplasticidad en los monos. Empezando por el descubrimiento de que la estructura del cerebro poda cambiar al adaptarse a traumas fsicos, creci una conciencia de que el cerebro est realmente en un proceso de cambio constante a lo largo de nuestras vidas. Las actividades, el flujo general de la experiencia, incluso el propio pensamiento, modelan y re-modelan, fortalecen o debilitan las conexiones neuronales existentes. Como seala Carr, en un pervertido guio a Feuerbach, o quizs a Descar-tes, nos volvemos, neurolgicamente, lo que pensamos.

    El trabajo experimental de Eric Kandel, quien en 2000 obtuvo el premio Nobel, indicaba que la memoria estaba relacionada con un nuevo creci-miento neuronal, y que la adaptacin de la babosa marina a una experien-cia repetida estaba materializada en un debilitamiento fsico de conexiones sinpticas concretas, demostrando las bases neurolgicas del aprendizaje. Esto implicaba un debilitamiento de posiciones fuertemente gentico-deter-ministas: aunque sin duda los genes especificaban muchas de las conexio-nes bsicas entre neuronas, la experiencia poda regular la fuerza y la efec-tividad a largo plazo de estos vnculos, y encender o apagar genes especficos30. Desde este punto de vista, la lgica de la seleccin natural funciona en el nivel bsico necesario para permitir que el cerebro siga sus propios procesos neurolgicos de adaptacin a lo largo de la vida del indi-viduo; escapar a las restricciones del genoma propio, como seal el neu-rlogo lvaro Pascual-Leone. La divulgacin de Carr de esta contraeviden-cia neurocientfica para el reduccionismo gentico quizs explica el burln artculo de opinin de Steven Pinker en New York Times, lanzado en la di-reccin general de Carr con poco inters por el argumento razonado31.

    30 N. Carr, The Shallows, cit., p. 187.31 Steven Pinker, Mind Over Mass Media, New York Times, 10 de junio de 2010.

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    SSin embargo, para Carr, esta perspectiva del cerebro aparentemente liber-taria no equivala a un carcter completamente abierto del proceso neuro-lgico. Al contrario: a medida que las experiencias o actividades repetidas fortalecan conexiones neuronales especficas, estas podan tomar un ca-rcter coercitivo, obligndonos a ejercitarlas an ms y as encerrndonos en rgidos modelos de comportamiento que podran tener consecuencias negativas; la drogadiccin, por poner un ejemplo evidente. En el extremo, los que sufren depresin y desorden obsesivo-compulsivo podran perpe-tuar las bases neurolgicas de sus propias condiciones. El cambio neuro-lgico tambin podra suponer el debilitamiento de conexiones beneficio-sas a medida que las neuronas fueran reorientadas por modelos de comportamiento cambiados: los taxistas londinenses suelen tener un hipo-campo anterior ms pequeo para que su hipocampo posterior se acomo-de a un enorme conocimiento espacial de la ciudad.

    Tambin la utilizacin de herramientas tiene fuertes efectos neurolgicos; nuestras neuronas registran realmente las herramientas como si fueran ex-tensiones de nuestro cuerpo; as, los violinistas desarrollan una estructura del cerebro manifiestamente diferente a la de los dems. Esta era la piedra fundamental del argumento neurocientfico de Carr: si la ciencia tena razn, la amplia utilizacin diaria de internet a la que nuestras mentes estaban cada vez ms subordinadas tena que estar inscribiendo significativos modelos neurolgicos. Con sus rpidos ciclos de peticin/respuesta, de estimulacin multisensorial y de sobrecarga de informacin, la Red era perfectamente adecuada para reconvertir nuestros cerebros en nuevos comportamientos adictivos. Peor todava, induca un estado de distraccin a medida que el maremgnum de datos competa por nuestra atencin. En este estado de sobrecarga, los humanos tenan que luchar para sintetizar una nueva expe-riencia, para convertirla en la clase de memoria a largo plazo con significa-do que era la base de nuevo entendimiento. Lo que pareca estar perdin-dose era los beneficios neurolgicos de la lectura de libros: las capacidades para una atencin sostenida y un pensamiento lineal, estructurado. Nume-rosos estudios, muchos de los cuales fueron sistemticamente examinados en 2005 por Diana DeStefano y Jo-Anne LeFevre, haban servido para indi-car la inferioridad cognitiva del hipertexto frente a la tradicional pgina impresa32. En vez de ofrecer estimulantes oportunidades para la exploracin no lineal de temas, como una vez se pens, las constantes posibilidades de navegacin encontradas en una pgina de hipertexto aadan una significa-tiva sobrecarga cognitiva, a medida que a la lectora se le peda constante-mente que eligiera entre el texto ante ella y alguna otra tentacin. En una de sus ms tenues maniobras retricas reminiscente de la afirmacin de MacLuhan de que los medios electrnicos estaban induciendo un nuevo estado de tribalismo, Carr sugera que estbamos regresando a un primor-dial estado de distraccin, sufriendo una regresin a un estado primitivo del que la imprenta de Gutenberg anteriormente nos haba librado.

    32 Diana DeStefano y Jo-Anne LeFevre, Cognitive Load in Hypertext Reading: A Review, Computers in Human Behavior XXIII, 3, mayo de 2007, pp. 1616-1641.

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    S La cuestin referente a la tecnologa

    Adems de McLuhan, la obra de Lewis Mumford Technics and Civilization era aqu una influencia. Tanto para Mumford como para McLuhan, los desarrollos tecnolgicos sealaban transformaciones de la propia humani-dad, aumentando nuestras facultades pero alterndolas tambin en el pro-ceso. En este argumento, lo que Carr denominaba en particular tecnologas intelectuales el mapa, el reloj, la mquina de escribir, tanto aumentaban como transformaban nuestras capacidades mentales. Cada una de ellas acarreaba una tica intelectual, una norma oculta de funcionamiento mental, que poda ser oscura para los usuarios e incluso para los inven-tores pero que, sin embargo, las daba forma. A medida que estas tecno-logas pasaban a ser de uso general, a lo largo de generaciones, sus ticas intelectuales quedaban arraigadas en las estructuras de la experiencia hu-mana, adquiridas como estndar por cada individuo. De ese modo, la historia de la tecnologa poda interpretarse como una historia de las trans-formaciones en la mente humana. En el pensamiento de Mumford fue el reloj el que, permitiendo una concepcin abstracta del tiempo, puso en funcionamiento la matematizacin de la realidad y los principios de la modernidad cientfica. De igual modo, el mapa permiti una abstraccin de la experiencia del espacio. Para Carr, dado lo que sabemos de la neu-roplasticidad, cada una de estas transformaciones tecnolgicas ha debido tener sus implicaciones a nivel neurolgico; aunque esta afirmacin no podra ser falsada exhumando los cerebros de nuestros antepasados.

    Pero qu podra explicar el ritmo de aplicacin de las tecnologas? Por qu, por ejemplo, la rueda hidrulica ya considerada como una potencial fuente de poder en el Imperio romano solamente se impuso en Europa en el ltimo periodo feudal?33. En otras palabras, la invencin de una tec-nologa no es suficiente ni para explicar su generalizacin ni la de cual-quier tica intelectual resultante. En interpretaciones ms tecnicistas, y especialmente con influencias de McLuhan, el desarrollo de tecnologas como la escritura y la imprenta a menudo sirve como el terreno explicativo para una vasto despliegue de fenmenos, desde la creacin del Estado-nacin moderno al desarrollo de una interiorizada, reflexiva subjetividad. Pero qu explica la excelencia de la imprenta de Gutenberg alrededor de 1450, y por qu su utilizacin se extendi tan rpidamente? En Europa muchos otros, adems de Johannes Gutenberg, estuvieron esforzndose al mismo tiempo para desarrollar una solucin tcnica para el problema de la reproduccin mecnica del texto. Desde finales del siglo xii la produccin en serie de manuscritos, comercialmente organizada, haba avanzado a ritmo acelerado, impulsada por el desarrollo de un pblico lector surgido en torno de las nuevas universidades, y produca trabajos de literatura y romance, as como tratados de derecho, poltica y ciencias, y ediciones de

    33 Perry Anderson, Passages from Antiquity to Feudalism, Londres, 1974, pp. 79-80 [ed. cast.: Transiciones de la Antigedad al feudalismo, Madrid, Siglo XXI de Espaa, 2012].

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    Sautores clsicos como Aristteles. La imprenta de Gutenberg fue, desde luego, inventada para resolver un problema especfico: el de la reproduc-cin econmica del texto. Y esto slo poda ser un problema en la medida en que ya hubiera una demanda de libros por parte de una sustancial capa social que quera leerlos y era capaz de pagar por ellos; una demanda que, evidentemente, no la cubra la produccin de manuscritos34.

    La imprenta de Gutenberg, y Carr es plenamente consciente de ello, no precedi o produjo al sujeto alfabetizado, sino que simplemente facilit su generalizacin al conseguir que la produccin de libros fuera ms econ-mica. A lo largo del camino, sin duda ejerci a travs de algunas de sus propias caractersticas formales una influencia sobre el texto que mane-jaba, a travs de la estandarizacin de las prcticas y estilos tipogrficos, o del tamao de las pginas tcnicamente viable para imprimir y encuader-nar, por ejemplo. Se podra deducir que la experiencia de la lectura fue as modelada de manera significativa. Pero hay una tendencia en la crtica de la tecnologa a enfatizar en exceso semejantes factores a expensas de ex-plicaciones sociohistricas de mayor alcance. Si la historia de la tecnologa puede leerse como la historia de las transformaciones de la mente huma-na, tambin necesitamos recordar que habr muchos otros determinantes dando forma simultneamente a esa mente: la vida urbana, la guerra, la procreacin, por nombrar tres de ellas. De forma ms general, habra que mirar al grado en el que la relacin de intercambio media la reproduccin social; a la estructura y al papel de la familia; a la existencia de formacio-nes sociales y culturales de mayor escala, como las clases, los gneros, las castas o religiones; al grado de uniformidad lingstica; a la formalizacin de comportamientos aceptables, como leyes o normas ticas; a los mode-los de trabajo y educacin. Estas cosas, desde luego, deben haber tenido cierta relacin con la generacin histrica del individuo alfabetizado aso-ciado en esta tradicin con la imprenta de Gutenberg. Sera necesario te-ner en cuenta una serie similar de factores al considerar cualquier trans-formacin anloga que pueda estar en marcha en la era de la Red.

    Aunque esta perspectiva histrica algunas veces se ha sobrepasado a s misma The Big Switch prcticamente sugera que la red elctrica poda explicar en su totalidad la configuracin del capitalismo estadounidense del siglo xx, Carr no ha sido ingenuo en estos asuntos35. Consciente de que razonamientos as se enfrentan, por lo comn, a acusaciones de deter-minismo tecnolgico, en The Shallows intentaba atajarlas con una diferen-ciacin de niveles. Al nivel de la experiencia inmediata e incluso algunas veces a nivel social, los humanos podan elegir claramente qu herra-mientas utilizar y cmo desplegarlas; pero, desde una perspectiva histri-ca ms amplia, el desarrollo tecnolgico debe verse en posesin de su

    34 Lucien Febvre y Henri-Jean Martin, The Coming of the Book: The Impact of Printing, 1450-1800, Londres, 1976, pp. 15-76 [ed. cast.: La aparicin del libro, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2004 (N. del T.)].35 N. Carr, The Big Switch, cit., cap. 5.

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    S propia lgica, porque la especie humana no se ofreci en masse para adoptar una tecnologa como el reloj, el mapa, el fusil o internet, o eligi con prstina y abstracta libertad cmo utilizarlas. Esto no significaba que las tecnologas se desarrollen autnomamente los papeles de lo social, lo econmico y otros factores tambin necesitaban ser considerados, pero estaba claro que una nueva tecnologa, una vez que empezaba a arraigar, ejerca una cierta clase de compulsin. Aunque esto es sin duda cierto, lo que queda oscurecido en estas calificaciones es cualquier sentido del peso proporcional de estos diversos factores. Puede mostrarse que la influen-cia de la tecnologa sobre las estructuras de la cognicin es tan grande como para justificar periodizaciones tecnolgicas de las modalidades del pensamiento humano per se? No pueden otros factores invertir o cancelar cualquier influencia que pueda pensarse que tiene la tecnologa, o com-plicarla hasta el punto de que estaramos mejor servidos buscando otra sealizacin? Tiene sentido, por ejemplo, considerar que la invencin del texto, en s misma, seala el final de la era de la oralidad, cuando los poe-tas picos perduraron en muchas partes del mundo durante varios miles de aos despus, a la par que su invento?

    El punto de vista del diseador de interfaces

    El principal factor causal que identifica Carr en el declive de mente alfa-betizada catedralicia es el ordenador como un objeto de interaccin prctica. A travs de nuestro compromiso directo con esta herramienta es cuando ms plausiblemente se puede decir que provoca la formacin de nuevos modelos neuronales, igual que el intrprete de violn cultiva un especfico trazado neurolgico. Y, con la Web como una fuente de infor-macin cada vez ms dominante, en este nivel inmediato es donde se capta el desplazamiento del libro: en vez de abrir el libro, encendemos el porttil; en vez de la silenciosa atencin del libro, nos introducimos en el torbellino de datos de la Web. A travs de esta interaccin nos transfor-mamos nosotros mismos, en algunas maneras para peor. Los dos nicos elementos de esta figura conceptual son el usuario humano individual y la tecnologa con la que ellos interactan: expresa lo que podramos llamar el punto de vista del diseador de la interfaz de usuario. Las evoluciones neurocientficas sobre las cuales Carr basa sus argumentos son tambin la base de la actual investigacin sobre Interfaces cerebro-mquina direc-tamente prtesis cerebralmente controladas, aunque la investigacin so-bre el uso del ordenador que l emplea es del mismo tipo que la que los diseadores Web utilizan cuando refinan las aplicaciones web36. Desde esta perspectiva, el usuario que se ve es necesariamente un individuo bastante abstracto, en gran medida indeterminado por condiciones socia-

    36 Sobre interfaces cerebro-mquina vase por ejemplo Lebedev y Nicolelis, Brainmachine Interfaces: Past, Present and Future, Trends in Neuroscience XXIX, 9, pp. 539-543; sobre investigacin sobre la usabilidad de la Web, vase especialmente el trabajo de Jakob Nielsen en useit.com.

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    Sles, econmicas, geogrficas, culturales o de otro tipo. Confinado a reas de investigacin tan bien definidas, esta abstraccin resulta racional. Pero Carr quiere sacar de la experiencia de este individuo abstracto una visin sociohistrica ms amplia del declive cultural, y no est claro que este enfoque proporcione una base suficiente para semejante visin. Aunque podamos aceptar que los argumentos neurolgicos de Carr sobre la utili-zacin de la red son convincentes, por s mismos no confirman por com-pleto el panorama general que se ofrece en The Shallows.

    Una limitacin del punto de vista del diseador de interfaz es que es probable que nos deje reflexionando sobre remedios limitados, meramen-te tcnicos. Puede el atribulado sujeto de The Shallows encontrar como-didad en nuevas formas de suministro de contenido caracterizadas por la anti-distraccin, anti-fragmentacin, la anti-alta velocidad? Pasar quiz nuestra salvacin por el lector electrnico (e-reader), con su ausencia de banners publicitarios y de hipervnculos que puedan sabotear la concen-tracin? Carr parece haber previsto que semejante pensamiento podra atemperar la fuerza negativa de su argumento y emplea algn tiempo en defender, de forma poco convincente, que los lectores electrnicos dis-traen tanto como los ordenadores propiamente dichos37. Aunque tienen claramente sus limitaciones, sus engorrosas interfaces y limitado acceso a la Web difcilmente nos atraen para extraviarnos errticamente en el ma-torral de datos de la Web de la misma manera en que lo hace un navega-dor adecuado. Pero tampoco podemos sostener convincentemente que semejantes herramientas resolvern los problemas a los que hace frente la mente alfabetizada tradicional: los problemas de esta mente no son me-ramente tcnicos, sino sociales y econmicos. Tambin polticos.

    El modelo de Carr para lo que podramos llamar el usuario del libro el sujeto alfabetizado contemplativo est basado especialmente en visiones del trascendentalismo americano y de la poesa romntica. Se trata de Nathaniel Hawthorne sentado meditabundo en Concord, Massachusetts, antes de ver rota su concentracin por los intrusivos sonidos de la moder-nidad, o el Keats de Ode to Pysche38. Esta figura suministra la norma con la cual medir nuestro declive tecnolgico. Pero seguro que afronta mu-chos otros desafos actualmente adems del carcter formal de la tec-nologa: la generalizacin de la inseguridad y la precariedad econmica; la erosin de la separacin entre el trabajo y la vida: el declive de la in-tegridad del hogar como un espacio externo al bullicio de la existencia capitalista. Tristemente, en este mundo, y para la mayora de nosotros, es algo raro ser capaces de forjarnos el espacio psicolgico que requiere esta figura; sentarse con tiempo, con la tranquilidad requerida por la lectura

    37 N. Carr, The Shallows, cit., pp. 101-104. En otros lugares Carr ha escrito de manera ms creble sobre los problemas de los libros electrnicos, no en trminos de distraccin, sino en trminos de su falta de permanencia respecto a la pgina impresa. Vase N. Carr, Books That Are Never Done Being Written, WSJ, 31 de diciembre de 2011.38 N. Carr, The Shallows, epgrafe y pp. 166-171, 219-220.

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    S en profundidad. El ordenador y la Web bien pueden ser factores signifi-cativos en producir esta situacin, no slo a travs de nuestras interac-ciones directas con ellos, sino tambin a travs de sus implicaciones so-ciales, econmicas y culturales, muchas de las cuales estn hbilmente trazadas por Carr a lo largo de sus tres libros. Pero hay claramente otros factores aparte de la tecnologa. La Web, podramos decir, es la construc-cin tecnolgica por excelencia de un capitalismo neoliberal cada vez ms enfermo. Como tal es un importante factor para modelar los vectores del comportamiento y de la experiencia que caracterizan a este mundo. Pero tambin es un producto de ellos, as como de la sociedad en la que tienen lugar. No sorprende que la tecnologa de un mundo hiperflexibilizado, inseguro, turbulento, ofrezca poca seguridad para la mente meditativa y resueltamente estructurada.

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