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Galindo Hernández, Carolina. La teoría del Estado en la era de la globalización: algunas aproximaciones y problemas pendientes. En publicación: Filosofía y teorías políticas entre la crítica y la utopía. Hoyos Vásquez, Guillermo. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2007. ISBN: 978-987-1183-75-3. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/hoyos/12Hernandez.pdf Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales de América Latina y el Caribe de la Red CLACSO http://www.clacso.org.ar/biblioteca [email protected]

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  • Galindo Hernndez, Carolina. La teora del Estado en la era de la globalizacin: algunas aproximaciones y problemas pendientes. En publicacin: Filosofa y teoras polticas entre la crtica y la utopa. Hoyos Vsquez, Guillermo. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2007. ISBN: 978-987-1183-75-3.

    Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/hoyos/12Hernandez.pdf

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    RESULTA UN LUGAR COMN en la discusin actual en las ciencias sociales la armacin segn la cual se experimentan a nivel mundial una serie de cambios signicativos en la dimensin y alcances polticos, sociales, econmicos y por qu no culturales del Estado. En efecto, nos enfrentamos a una poca marcada por la hegemona del mercado, los procesos de integracin y el fortalecimiento de un marco de toma de decisiones que desborda ampliamente las fronteras y competencias de los estados. En otras palabras, y como lo arman importantes analistas, presenciamos actualmente el ocaso, la debacle o la retirada del Estado, la institucin social y poltica ms compleja y poderosa de la historia de Occidente.

    Sin embargo, acontecimientos como la ltima guerra de Irak y el fortalecimiento del autoritarismo de Estado (valdra la pena preguntar si de su autoridad) en algunos pases latinoamericanos llevan a cuestio-nar o compartir tan slo de manera parcial tales diagnsticos sobre el

    Carolina Galindo Hernndez*

    La teora del Estado en la era de la globalizacin: algunas aproximaciones y problemas

    pendientes

    * Integrante del grupo de investigacin Estudios sobre Identidad de la Universidad del Rosario, Bogot, Colombia. El presente artculo forma parte de la investigacin Anlisis comprensivo de las interrelaciones entre tendencias actuales de la losofa poltica y los estudios sobre las transformaciones recientes del Estado-nacin en Colombia, realizada con el apoyo de Colciencias y la Universidad del Rosario.

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    n del Estado. En efecto, la emergencia o fortalecimiento de los deno-minados por Noam Chomsky estados canallas1 (rogue states) (Chomsky, 2001: 9) y de fenmenos como el neopopulismo o el hiperpresidencia-lismo cuestiona seriamente tal consenso sobre el n del Estado y obliga a la revisin de las posturas que, desde las diferentes corrientes tericas encargadas de su estudio, se han generado a su alrededor.

    Una primera revisin de algunas de las ms importantes teoras del Estado permite formular la hiptesis general que orienta el presente artculo, segn la cual, si bien se ha advertido un cambio sustancial en la concepcin y funciones de esta institucin a partir de las ltimas tres dcadas o, para ser ms precisos, a partir de los procesos de globali-zacin (cambio que se maniesta en una interpretacin generalizada como debacle o retirada), el Estado no solamente sigue siendo un eje regulador fundamental de la vida social en sus diferentes niveles local, regional, nacional e internacional, sino que tambin se percibe un cre-cimiento del mismo en algunas de sus competencias, especialmente en el control de la seguridad, sea interna o externa.

    Para abordar tal hiptesis, planteo inicialmente dos dicultades importantes. La primera de ellas se relaciona con la concepcin de glo-balizacin bajo la cual se est examinando el estado del Estado; la se-gunda hace referencia al criterio desde el cual se construye tal balance. Una vez examinadas dichas dicultades, presentar algunas tendencias actuales en las teoras del Estado y, por ltimo, sealar algunas consi-deraciones nales sobre los retos y dicultades en la comprensin ac-tual de los estados en la era de la globalizacin.

    GLOBALIZACIN: ELEMENTOS PARA UNA DISCUSINSea cual fuere la denominacin con que quiera designrsele: formacin global, cultura global, sistema global, modernidades globales, proceso global, culturas de la globalizacin o ciudades globales (Santos, 2003: 167), la globalizacin es, como arma Wieviorka, la preocupacin cen-tral, el trmino emblemtico de las ciencias sociales a partir de los aos noventa. Sin embargo, es necesario sealar que la coexistencia de mltiples concepciones, tratamientos y perspectivas desarrolladas sobre el tema ha conducido a la reduccin del debate a la frmula con la globalizacin o contra la globalizacin; es decir, la discusin sobre la globalizacin se identica de manera casi exclusiva con una polmica

    1 El apelativo de Estado canalla puede tener un doble signicado: en primer lugar, es de carcter propagandstico y hace alusin a aquellos estados declarados como enemigos de una potencia. Un segundo signicado (ms literal en trminos del autor) se aplica a los es-tados que no se consideran obligados a actuar de acuerdo con las normas internacionales, situacin que caracteriza procesos de toma de decisiones de pases como Estados Unidos.

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    de carcter ideolgico. En este sentido, resulta muy importante dejar sentados algunos elementos clave para la comprensin de la globali-zacin sobre los cuales exista el mayor consenso acadmico posible, aunque con ello se corra el riesgo de desconocer otras perspectivas y categoras relevantes para el tratamiento del fenmeno. Sin el estable-cimiento de algunos elementos comunes entre sus deniciones ms amplias, crece la dicultad para examinar la discusin sobre el fen-meno en general y algunos problemas particulares, como el futuro del Estado en esta era.

    En primer lugar, existe un consenso alrededor de algunos temas para comprender la globalizacin: primero, esta se entiende como un proceso o conjunto de procesos. En este sentido, y siguiendo a Hugo Fazio Vengoa (2002: 2), la globalizacin se concibe como un fenmeno activo y organizado espacialmente en el tiempo, de larga duracin, pese a las amplias discusiones que se han establecido sobre su carcter con-temporneo. Por ello, aunque se emplea el trmino de forma singular, sus manifestaciones en realidad son plurales. As, resultara ms co-rrecto hablar de globalizaciones2 (econmica, social, poltica, cultural, etc.) en lugar de globalizacin. Cada uno de estos ambientes en donde se despliegan las tendencias globalizantes puede tener su propio ritmo, espacialidad, densidad y temporalidad, aunque no se los pueda conce-bir exclusivamente como universos separados.

    En segundo lugar aun entendindola como un proceso de larga duracin, la globalizacin aparece en un primer trmino como un

    2 Esta opinin es compartida por uno de los analistas que ha explorado con mayor dete-nimiento el tema en Amrica Latina, como es Boaventura de Sousa Santos. Con el n de lograr una mejor comprensin de tal opinin, vale la pena citar en extenso la clasicacin elaborada por Santos al respecto: La globalizacin econmica se reere bsicamente a la consolidacin de una economa dominada por el sistema nanciero y por la inversin a escala global; procesos de produccin exibles y multilocales; bajos costos de transpor-te; revolucin en las tecnologas de informacin y de comunicacin; desregulacin de las economas nacionales; preeminencia de las agencias nancieras multilaterales y la emer-gencia de tres grandes capitalismos transnacionales: americano, japons y europeo. La globalizacin social da cuenta de la transformacin en la estructura de clases sociales a partir de la emergencia de una clase capitalista transnacional, transformacin reejada en el crecimiento de la brecha existente no solamente entre las diferentes clases sociales sino entre los pases ms pobres con respecto a los pases ms ricos. La globalizacin poltica se caracteriza por la reduccin de la autonoma poltica y la soberana efectiva (traducida en trminos de una desnacionalizacin del Estado, una desestatalizacin de los regmenes pol-ticos y una internacionalizacin del Estado nacional) de los estados perifricos y semiperi-fricos, y el aumento dramtico de las asimetras del poder transnacional entre el centro y la periferia del sistema mundial. Por ltimo, en la globalizacin cultural se distinguen dos fenmenos importantes: la creacin de universos simblicos transnacionales y la homo-geneizacin cultural generadas a partir de la expansin de los medios de comunicacin electrnicos y las migraciones (Santos, 2003: 170-191).

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    fenmeno econmico y poltico, que posteriormente tendr implica-ciones sociales y culturales (Wieviorka, 2003: 26). Al entenderla ini-cialmente como un fenmeno econmico y poltico (especialmente del primer tipo), llegamos a un nuevo consenso, que es el del fuerte impac-to del desarrollo tecnolgico en la expansin de la globalizacin; pues tal desarrollo transforma el modelo de produccin (al reemplazar el esquema de la produccin de bienes nales bajo el techo de una gran fbrica por la produccin de partes componentes que pueden ser pro-ducidas en cualquier parte del mundo y ensambladas directamente en los mercados nales) traducido en procesos de exibilizacin, descen-tralizacin, internacionalizacin e interdependencia en las sociedades nacionales; a su vez, ello multiplica y descentraliza los centros de deci-sin (Orjuela, 2003: 11). De manera paralela, tal desarrollo tecnolgi-co privilegia como mdula de la produccin econmica a los sistemas de provisin de servicios y manejo de la informacin3 (Hardt y Negri, 2002: 253 y ss.), incrementndose as el papel de los mercados nancie-ros mundiales que operan crecientemente en tiempo real. Este aumen-to afecta de manera sensible otras esferas de la vida social; en efecto, tal y como lo seala Giddens, los mercados monetarios (que funcionan las veinticuatro horas del da) dependen de una fusin de tecnologas satlite e informticas, que inciden tambin sobre otros aspectos de la sociedad. Un mundo de comunicacin electrnica instantnea, en el que estn implicados incluso quienes viven en las regiones ms po-bres, reorganiza las instituciones locales y las pautas vitales cotidianas; la globalizacin est transformando la vida diaria, especialmente en los pases desarrollados, a la vez que crea nuevas fuerzas y sistemas transnacionales: transforma las instituciones de las sociedades en que vivimos (Giddens, 1999: 43-46).

    A partir de esta sentencia de Giddens, se presenta un tercer con-senso, segn el cual la globalizacin, de manera paralela, refuerza o potencialmente puede reforzar las identidades, as como los procesos de empoderamiento de las comunidades en los niveles local y regional. Como arma Santos:

    El tiempo presente [de globalizacin] aparece ante nosotros como dominado por un movimiento dialctico en cuyo interior los pro-cesos de globalizacin se maniestan a la par con los procesos de localizacin. De hecho, a medida que se intensican la interdepen-

    3 En este sentido, Hardt y Negri consideran este aspecto tan relevante en la dinmica actual del capitalismo que, citando a Franois Bar, el nuevo imperativo que se impone es tratar la fabricacin como si fuera un servicio (Hardt y Negri, 2002: 154).

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    dencia y las interacciones globales, las relaciones sociales parecen, en general, estar cada vez ms desterritorializadas [] pero, por otro lado, nuevas tendencias regionales, nacionales y locales estn emer-giendo, construidas en torno a una nueva preeminencia de los dere-chos a las races. Tales localismos se reeren por igual a territorios reales o imaginados y a formas de vida y de sociabilidad fundadas en las relaciones frente a frente, en la proximidad y en la interactividad (Santos, 2003: 196; nfasis en el original).

    Sin embargo, ms all de la dimensin puramente cultural o identita-ria, la rearmacin de lo local tambin debe entenderse desde un punto de vista institucional: presenciamos una transformacin signicativa de las responsabilidades y competencias de las diferentes entidades territoriales, desde las ms sencillas hasta las ms complejas, en un contexto de competitividad como producto de un proceso continuo de reforma del Estado en los ltimos veinte aos.

    Por ltimo, es preciso plantear una reexin nal sobre las pers-pectivas a partir de las cuales se analizan los procesos de globalizacin. Debemos insistir en la necesidad de evitar la reduccin del anlisis de estos procesos a una dimensin puramente ideolgica. Los consensos hasta aqu presentados pueden leerse, precisamente, a la luz de la dico-toma con la globalizacin o contra la globalizacin, y no es esta la tarea que nos ocupa aqu. Como bien lo arma Wieviorka (2003: 29-30), las ciencias sociales tienen mucho que ganar si se apartan de las contro-versias que se ubican en un terreno ideolgico, pero una cosa es pensar acerca de estas luchas o reexionar en torno de lo que cuestionan, y otra muy distinta es dar cuenta de la globalizacin. No se da cuenta de una cosa por la otra; no se dar cuenta de los actores por la descripcin del sistema al que pertenecen. La reexin sobre los movimientos globales debe: primero, evitar quedarse anclada en los debates sobre la globaliza-cin para ocuparse preferiblemente de la conciencia de los actores que se enfrentan en estos procesos; segundo, interrogarse sobre el sentido de su accin, sus orientaciones, las relaciones sociales y polticas en las que se constituyen y actan; pero, ante todo, debe ocuparse de esas relacio-nes que los actores construyen y transforman de manera continua.

    Esta exhortacin de Wierviorka tambin resulta pertinente a la hora de examinar las tendencias en el estudio del Estado en la era de la globalizacin. En efecto, hay una serie de problemas pendientes que van ms all de los balances que puedan realizarse sobre el tema. Tales problemas se relacionan directamente con la pertinencia y el futuro del Estado-nacin en la era de la globalizacin. Y estas cuestiones, al igual que los procesos de globalizacin en general, han tendido a presentarse bajo el esquema de los amigos o enemigos del Estado-nacin, reduccio-

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    nismo indeseable en la medida en que desconoce los matices y retos que en materia de accin poltica y fortalecimiento de la sociedad civil se plantean para el futuro.

    CONCEPCIONES TERICAS ACTUALES SOBRE EL ESTADO-NACIN: TENDENCIAS Y PROBLEMAS PENDIENTESAunque la reexin inicial sobre la gnesis, estructura y competen-cias del Estado descans fundamentalmente en la losofa poltica, las transformaciones y avances en la investigacin de las ciencias sociales han dado lugar a una serie de campos especcos, especialmente en el rea de la ciencia poltica, que se podra decir han suplantado el lugar ocupado por la losofa poltica en esta reexin. Me reero especca-mente a las teoras sobre la democracia, y en particular a las teoras del Estado, construidas a partir de esquemas interdisciplinarios, en espe-cial desde la sociologa, la ciencia poltica, los estudios de las relaciones internacionales y los ms recientes desde la antropologa4; en este sen-tido, la construccin de un balance debe realizarse desde este ltimo campo epistemolgico particular: las llamadas teoras del Estado5.

    Examinar las principales tendencias dentro de este campo de es-tudio especco presenta algunas dicultades. La primera de ellas radi-ca, precisamente, en su carcter interdisciplinario, que en un momento dado implica una cierta incompatibilidad con los paradigmas de las disciplinas de origen. Una segunda dicultad tiene que ver con el hecho de que algunas de estas tendencias, al igual que buena parte de las pers-pectivas desde las cuales se abordan debates como el de la globaliza-cin, tienden a identicarse con discusiones puramente ideolgicas. Y la ltima quiz la ms importante se relaciona con la idea de que los balances tericos sobre la situacin actual del Estado responden a cri-

    4 Sobre este particular es importante destacar los esfuerzos de autores como Akhil Gupta en la construccin de un relativamente reciente campo de estudio como lo es la Antropo-loga del Estado (Gupta y Sharma, 2006).

    5 En una ponencia que presentara en el VII Congreso Mundial de Sociologa, en 1970, Nor-bert Elas reclamaba a la comunidad de socilogos de la poca la ausencia de estudios so-bre el problema de la construccin de la nacin y los procesos de formacin del Estado en la larga duracin, dada su enorme importancia emprica y terica para los estudiosos de la disciplina (Elas, 1998: 104). Treinta aos despus de la exhortacin del socilogo alemn, encontramos una situacin similar, agravada a mi juicio por la llamada crisis de algunos paradigmas, por no decir de la disciplina sociolgica en general, especialmente en un cam-po sumamente problemtico como es el del estudio del Estado-nacin en la llamada era de la globalizacin. En efecto, la situacin de divisin denunciada por Elas al interior de la disciplina sociolgica se presenta claramente en un campo particular que, en los ltimos veinte aos, ha tomado una fuerza especial: el del estudio del Estado-nacin. A tal campo debe aadirse una caracterstica especial en dimensiones de tiempo y espacio; en este sen-tido, se habla del Estado en la era neoliberal, el Estado en la era de la globalizacin.

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    terios de naturaleza muy diferente y, en algunos casos, inconmensura-bles: es esta ltima dicultad la que merece mayor atencin a la hora de dar cuenta de las principales tendencias en la reexin sobre el tema.

    En efecto, una primera revisin de las ms recientes orientacio-nes en materia de teoras del Estado permite identicar la existencia de mltiples criterios desde los cuales es posible construir los balances en esta materia. Tales criterios pueden establecerse a partir de discipli-nas, escuelas (tendientes a la defensa de posturas tambin ideolgicas) o como respuesta a preguntas especcas como la que nos ocupa en este artculo: la pregunta por el Estado en la era de la globalizacin o por el Estado en el contexto de la crisis del Estado de Bienestar. Con respecto al criterio de las disciplinas, los avances ms signicativos han sido pre-sentados desde el campo de las relaciones internacionales. En tal sen-tido, vale la pena destacar los trabajos orientados bien sea desde una tradicin neorrealista o desde nuevas formulaciones del paradigma de la interdependencia, inuenciados de manera signicativa por la hegemo-na del anlisis econmico en el tratamiento de fenmenos polticos.

    El criterio de las escuelas ha sido adoptado especialmente desde la ciencia poltica y la sociologa en trabajos de sntesis como los reali-zados por Michael Mann, en los que se pretende establecer tendencias generales que presentan una continuidad a lo largo de la historia, a partir de la pregunta por la naturaleza y funciones del Estado moderno. As, se proponen tres grandes tendencias: la teora de las clases fuer-temente ligada a los paradigmas marxistas6, la teora pluralista re-forzada por una tendencia general hacia la democratizacin propia de los procesos de globalizacin y que comprende el campo particular de reexin conocido como las teoras de la democracia y la teora elitista caracterizada por la asignacin de un papel central a los poderes aut-nomos del Estado, que se constituye sobre la base de una clase poltica o un conjunto de roles e instituciones que poseen sus propios meca-nismos, impulsos y esferas de accin. Para Mann, estas tres grandes

    6 Vale la pena recordar que en el seguimiento a las teoras marxistas sobre el Estado pue-den encontrarse diferentes tendencias articuladas a una poca especca, o encaminadas a la superacin de un paradigma particular. Algunas de ellas son: la funcionalista, que hace referencia como su nombre lo indica a las distintas funciones y formas que histrica-mente ha asumido el Estado; la estructuralista, tendiente a superar esta visin anterior y que intenta explicar un cierto grado de independencia que adquieren algunas prcticas de la entidad estatal frente a los intereses de las clases dominantes en el contexto del capita-lismo tardo, as como frente a sus problemas de eciencia y legitimidad; y una posmar-xista, orientada al tratamiento de la cuestin del poder estatal en el contexto del ocaso del eurocomunismo y la expansin global del capital. Para un tratamiento ms detallado de las tendencias marxistas en teoras del Estado pueden examinarse los trabajos de William Ramrez Tobn (1987) y Alfredo Ramos Jimnez (1999).

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    escuelas permiten establecer un cierto consenso sobre el desarrollo de los estados modernos, que se relaciona bsicamente con las siguientes ideas: el Estado constituye, al mismo tiempo, un actor y un lugar; este lugar tiene a la vez muchas mansiones y diferentes grados de autono-ma y cohesin, aunque tambin responde a las presiones de los capi-talistas, a las de los otros grandes actores de poder y a las necesidades ms generales que expresa la sociedad (Mann, 1997: 82).

    Pese al establecimiento de este consenso, Mann considerar ne-cesario formular un cuarto tipo de teora que intente superar las in-suciencias particulares de los conjuntos anteriores y logre conciliar criterios de carcter funcional con otros de carcter institucional. Este cuarto tipo de teora corresponde a lo que el autor denomina teora del embrollo (fuertemente inuenciada por la sociologa del Estado de Max Weber), y que dene al Estado bsicamente como:

    1) un conjunto diferenciado de instituciones y personal que 2) implica una centralidad, en el sentido de que las relaciones polticas irradian desde el centro y hacia el centro para abarcar 3) una demarcacin territorial sobre la que ese Estado ejerce 4) en alguna medida una ca-pacidad de establecer normas autoritarias y vinculantes, respaldadas por algn tipo de fuerza fsica organizada (Mann, 1997: 85).

    De este esfuerzo de sntesis vale la pena sealar una conclusin impor-tante presentada por el autor: los estados son ms confusos y menos sistmicos y unitarios de lo que pretenden los tericos. Tal conclusin resulta muy importante a la hora de examinar los lmites y posibilida-des actuales del Estado, en la medida en que reconoce la complejidad del fenmeno y la dicultad de realizar cualquier tipo de anlisis a par-tir del esquema puramente institucional o funcional.

    Es precisamente a partir de la pregunta por las funciones del Estado que se establece el ltimo criterio para la construccin de un balance sobre sus teoras explicativas: la pregunta por su viabilidad en el contexto de la crisis del Estado de Bienestar. Frente a este problema, es posible destacar una serie de trabajos que, desde diferentes enfoques, identican algunos debates importantes, como las clasicaciones rea-lizadas por Clyde W. Barrow en Critical theories of the State. Marxist, neo-marxist, post-marxist (citado por Herrera Zgaib, 2003: 152) y los inventarios presentados por el socilogo britnico Bob Jessop. La cla-sicacin de Barrow examina cinco grandes enfoques, algunos de los cuales recogen elementos fundamentales del legado marxista, as como preguntas tambin formuladas en algunas de las clasicaciones seala-das anteriormente: uno instrumentalista, expresado en los trabajos de Ralph Miliband; el estructuralista, a cargo de Nicos Poulantzas y los he-

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    rederos de Althusser; el derivacionista, desarrollado por Elmer Altvater y la Escuela Alemana de la Lgica del Capital; el enfoque sistmico analtico de Claus Offe y Jrgen Habermas; y el planteamiento realista organizacional de Theda Skocpol (Herrera Zgaib, 2003: 154-155).

    Por otro lado, la tipologa desarrollada por Jessop plantea la emergencia de cuatro grandes conjuntos de enfoques, que se suman a aquellos derivados del examen de los problemas de clase: las teoras de corte neoestatista, la teora foucaultiana, el feminismo y el anlisis del discurso.

    Las clasicaciones establecidas hasta ahora corresponden a muy diferentes criterios; pero la apuesta general de este artculo apunta a otro tipo de clasicacin: la oposicin, ms que entre disciplinas o es-trictamente entre teoras, se da ms bien en dos concepciones (tanto tericas como prcticas) que, podra armarse, presentan una visin nalista del problema. La primera de ellas asume el Estado como una realidad positiva, totalizadora, toda coherente en s misma, que se erige como condicin de posibilidad de todo discurso razonable sobre poder, soberana o ciudadana; la segunda considera al Estado como una rea-lidad autopoitica, que est en relacin con un entorno ms amplio y cuya descripcin de s misma vara de acuerdo con la relacin del Esta-do con tal entorno, llmese capital, tecno-informtica, luchas sociales, etc.7 (Chaparro Amaya y Galindo Hernndez, 2003: 2). En este sentido, la clasicacin presentada por Jessop es la que podra articularse de la mejor manera con este criterio, particularmente en relacin con el legado marxista y la escuela neoestatista.

    Jessop reconoce, en primer lugar, el aporte de la herencia mar-xista a la discusin sobre la teora del Estado, en la que se destaca fundamentalmente la contribucin de la obra de autores como Nicos Poulantzas en la comprensin contempornea del Estado8. Se destaca as una primera corriente dentro de los trabajos marxistas ms o menos recientes, que pasa del anlisis de la funcin al de la forma del Estado y examina el impacto de la separacin institucional del Estado con res-pecto a la economa9. En este sentido, siguen siendo problemas centra-les de estudio las contradicciones estructurales, los dilemas estratgicos y el desarrollo dependiente histricamente condicionado de la trayec-toria de las formas especcas de Estado. Por otro lado, una segunda

    7 En este sentido, es importante examinar cmo las nociones de estabilidad, crisis y viabili-dad se constituyen como un criterio fundamental para la construccin de modelos de Esta-do. Un anlisis detallado de estas nociones puede encontrarse en Lehmann (1988: 814).

    8 Sobre la contribucin de Poulantzas, ver tambin el artculo de William Ramrez Tobn (1987).

    9 Contrastar el trabajo de Ramrez Tobn (1987: 12) con el de Jessop (1999: 100).

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    corriente abandona la visin del aparato de Estado como cosa o sujeto simple y comienza a analizar su poder como una relacin social com-pleja; presenta conceptos como el de la selectividad estructural10 de los diferentes estados y los factores que determinan sus capacidades estra-tgicas, otorgando as un mayor nfasis a la naturaleza relacional del poder del Estado y su capacidad para proyectar su poder sobre campos sociales que van ms all de sus propias fronteras institucionales; ello supone, igualmente, la produccin de estudios ms complejos de las luchas, instituciones y capacidades polticas.

    Por ltimo, podra sealarse la existencia de una tercera corrien-te, relacionada con la contribucin de la teora de la regulacin a la economa poltica. Esta pone nuevamente a la luz la cuestin de que las economas estn socialmente incorporadas y son reguladas socialmen-te, lo que obliga a entender que el sistema estatal debe jugar un papel clave en la regulacin-reproduccin de la acumulacin del capital. Tal enfoque permite abrir espacio para anlisis ms complejos y concretos de la contribucin del Estado a la modelacin, sostenimiento y deterio-ro de los regmenes de acumulacin y modos de crecimiento especcos (Jessop, 1999: 101-102).

    En relacin con el primer grupo de teoras, Jessop plantea el sur-gimiento de un movimiento terico orientado a traer de vuelta al Estado, como variable explicativa esencial para el anlisis social. Dicho movi-miento realiz una crtica fuerte a los enfoques del Estado predominan-tes en la posguerra, pues consideraba que se encontraban demasiado centrados en la sociedad; tal es el caso del marxismo, el pluralismo y el estructural-funcionalismo. En cambio, este movimiento representado por autores como Stephen D. Krasner, Michael Mann, Theda Sckopol y E. A. Nordlinger, entre otros propone una serie de temas bsicos que propenden a la legitimacin del neoestatismo, entre los cuales se des-tacan los siguientes: la posicin geopoltica de los estados modernos en el sistema internacional de estados-naciones y sus implicaciones para la lgica de la accin del Estado; la dinmica de la organizacin militar y el impacto de lo militar en el desarrollo global del Estado; los pode-res administrativos especcos del Estado moderno, en especial los que provienen de sus capacidades para producir y reforzar colectivamente

    10 Se entiende la nocin de selectividad estructural como los medios con que el Estado, como conjunto de instituciones, ejerca un impacto especco y diferencial sobre la capa-cidad de las diversas fuerzas polticas para realizar sus intereses y estrategias particulares mediante el acceso y control de ciertas capacidades estatales, que siempre dependen, para sus efectos, de vnculos con fuerzas y poderes que se encuentran ms all del Estado. Jessop (1999) resalta que este concepto ha sido especialmente considerado por autores como Claus Offe y, como sealramos anteriormente, Nicos Poulantzas.

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    decisiones obligatorias en una sociedad centralmente organizada y te-rritorialmente limitada; el papel del Estado como factor especial en la modelacin de instituciones, la formacin de grupos y la articulacin de intereses, capacidades polticas, ideas y demandas que van ms all del Estado; las patologas propias del gobierno y el sistema poltico, como la corrupcin y las fallas del Estado; y, por ltimo, los intereses y capacidades propios de los administradores del Estado que se oponen a los de otras fuerzas sociales.

    Estos tericos consideran que existen presiones y procesos pol-ticos especcos que modelan la forma e instituciones del Estado, que le otorgan una autonoma real para enfrentar presiones y fuerzas que surgen de la sociedad ms amplia y que, por tanto, le brindan una centra-lidad nica e irreemplazable en la vida nacional y el orden internacional. Vale decir, se considera que el Estado se constituye como una fuerza por derecho propio y no sirve a la economa o la sociedad civil. Sin embargo, esta autonoma del Estado no constituye un rasgo estructural jo de to-dos y cada uno de los sistemas de gobierno, sino que diere entre estados, reas de poltica y a travs del tiempo. Ello se debe a los lmites externos sobre el alcance de la accin autnoma del Estado y las variaciones en la capacidad y disposicin de los administradores del Estado para empe-arse en una estrategia independiente de los actores no estatales.

    Jessop destaca una variante fundamental de este tipo de teoriza-cin, y es aquella que centra la teora del Estado en la guerra. En este sentido, se advierte que un creciente nmero de tericos se ha dedicado a recobrar la dimensin militar de la teora del Estado, diferente de un enfoque arqueolgico11: sostienen que la guerra ha dado forma al siglo XX, que los estados se preparan continuamente para la guerra y han aumentado sus capacidades militares y de vigilancia. Se comprende al Estado como un aparato para hacer la guerra y reprimir, que debe de-fender su integridad territorial contra otras fuerzas y mantener la co-hesin social dentro de su propio territorio, recurriendo a la coercin cuando resultara necesario. Por ello, el Estado sera la primera instan-cia o el sostn del poder militar en el mundo de hoy, donde hay otros estados-naciones; una vez que surge el Estado (a travs de la guerra o la preparacin para la guerra), muchos aspectos clave de su forma y sus funciones estn determinados principalmente por el inters en la defen-sa externa y la pacicacin interna (ver Jessop, 1999: 103-107).

    11 Cabe recordar que un enfoque de estudio del Estado con un carcter arqueolgico (con otras variantes y denominaciones) se constituy en la preocupacin central de autores como Charles Tilly (citado por Krasner, 2001a), Norbert Elas, Michel Foucault y Pierre Bourdieu, quienes en mayor o menor medida ubican a la guerra como uno de los ejes estructurantes de sus anlisis.

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    No obstante, esta reivindicacin de la centralidad del Estado como categora fundamental para el anlisis social no ha estado exenta de fuertes crticas, orientadas a sealar su carcter poco novedoso, la inconsistencia de algunos estudios empricos que pretenden defenderla, su excesiva unilateralidad y para Jessop la ms importante su funda-mentacin en una falacia terica. En efecto, el neoestatismo supone que existen fronteras claras y ntidas entre aparato de Estado y sociedad, ad-ministradores del Estado y fuerzas sociales, y poder estatal y poder so-cial, lo que generara la mutua exclusin y autodeterminacin de ambas partes. En consecuencia, se excluyen numerosas formas de interseccin posibles entre Estado y sociedad. Citando a T. Mitchell, Jessop plantea:

    [Existe] la necesidad de estudiar el proceso detallado de la organiza-cin espacial, el ordenamiento temporal, la especicacin funcional y la supervisin y vigilancia, que an crean la apariencia de un mundo esencialmente dividido entre Estado y sociedad; esta divisin es con-ceptualmente anterior a cualquier inuencia posible del Estado sobre la sociedad o de la sociedad sobre el Estado; y es una divisin que se produce a travs de prcticas en ambos lados de la lnea divisoria en-tre Estado y sociedad (Jessop, 1999: 108; nfasis en el original).

    Una vez revisadas algunas dicultades para la construccin de balances en materia de teoras del Estado, deseara reconocer la imposibilidad de que tales balances (planteados desde criterios muy particulares y, quizs, arbitrarios) puedan dar cuenta de todas las discusiones posibles alrededor de un tema tan complejo como es el de la naturaleza y pers-pectivas del Estado en el mundo. Estos estados sobre el Estado se cons-tituyen en una herramienta til, al plantear una visin ms compleja e interdisciplinaria del campo de estudio, con el nimo de superar la tradicional equiparacin que se realiza entre teoras institucionalistas o anlisis desde la economa con categoras como teora del Estado o reforma del Estado. Vale la pena recordar que la agenda de discusin actual sobre el Estado tiene ms que ver con la viabilidad de este en la era de la globalizacin que con un estricto anlisis de su naturaleza. Al-gunos elementos relevantes de esta agenda se abordarn en la siguiente seccin, a la luz del impacto que los procesos de globalizacin pueden ejercer en las diferentes posturas tericas y polticas sobre la pertinen-cia actual y el futuro del Estado-nacin.

    RETOS Y DIFICULTADES PARA LA COMPRENSIN DE LOS ESTADOS EN LA ERA DE LA GLOBALIZACINEn este artculo se han presentado dos antecedentes importantes a te-ner en cuenta en el momento de examinar la discusin terica ms

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    reciente sobre la viabilidad del Estado en la era de la globalizacin. El primero tiene que ver, efectivamente, con el impacto producido por las globalizaciones en la naturaleza y funciones de la institucin estatal. Sin duda alguna, como lo arma Mason (2001: 49-50), las transformaciones globales se estn presentando paralelamente con una reconguracin del Estado y sus relaciones con las esferas tanto domsticas como in-ternacionales. Sobre la entidad estatal se ejercen diferentes presiones, tanto desde arriba, en forma de creciente interdependencia econmica y fuerzas polticas y culturales que fcilmente penetran sus fronteras nacionales, como desde abajo, en forma de cambios trados por la glo-balizacin que afectan individuos, familias, sectores sociales y comuni-dades subnacionales. Por otro lado, la internacionalizacin de ciertas funciones otrora de dominio exclusivo de los estados especialmente en reas relacionadas con la economa, la seguridad y la cultura represen-ta otra manera a travs de la cual las fronteras fsicas de los estados se debilitan y pierden vigencia.

    El segundo antecedente se relaciona con la diversidad de crite-rios que pueden establecerse a la hora de construir un estado del arte de las teoras del Estado, y seala que tal diversidad de criterios obliga a dirigir la apuesta de investigacin hacia una clasicacin basada en dos concepciones, tanto tericas como prcticas, que presentan una visin nalista del problema, ms que sobre el enfrentamiento entre escuelas, disciplinas o teoras. Como sealramos previamente, nos encontra-mos frente a dos grandes perspectivas: la primera entiende al Estado como una unidad compacta que constituye el eje ordenador de las otras esferas de la vida social, mientras que la segunda concibe al Estado como una parte ms de un sistema (que incluye la economa, la cultura, las nuevas tecnologas, as como a las nuevas formas de organizaciones humanas e institucionales) que afecta de manera permanente su auto-descripcin y radio de accin.

    Este anlisis desde el adentro y el afuera del Estado, a diferencia de uno dirigido por los criterios anteriormente estudiados, no tiende a desembocar en una polarizacin de los diagnsticos, que se identi-ca ms bien al igual que en el caso de los estudios de la globaliza-cin con un reduccionismo tendiente a defender o atacar la necesidad o pertinencia de la institucin estatal. Tal perspectiva en la revisin de las teoras no naliza en el establecimiento de una polarizacin de este tipo; por el contrario, desemboca en una paradoja. Mientras gran parte de los crculos acadmicos y algunos de carcter poltico establecen como un consenso la sentencia sobre el n o la debacle del Estado o, por lo menos, se dan por sentadas conclusiones segn las cuales la so-berana estatal ha sido minada, presenciamos el ocaso del Leviatn, reformar es reducir, minimizar, desaparecer, entre otras, de manera

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    paralela se experimenta, por un lado, el fortalecimiento de la interven-cin del aparato estatal en amplios sectores de la sociedad civil, a travs de competencias como el control de la seguridad, la recaudacin tri-butaria y un aumento del gasto pblico, y, por otro, la salvaguarda de algunos principios clsicos de una soberana de carcter westfaliano.

    Esta ltima observacin requiere ser examinada un poco ms de cerca, a partir de los contrastes existentes en los procesos de gestacin y desarrollo de los diferentes estados propios de la era moderna, que desembocan en dilemas planteados por la globalizacin. En ese sentido, resulta muy importante tener en cuenta que el impacto de este ltimo fenmeno se presenta en forma diferenciada en aquellos pases que, de alguna u otra manera, lograron desarrollar un proyecto nacional esta-tal12, frente a otros que se consideran, segn Oswaldo De Rivero (2003), estados inviables o entidades caticas ingobernables.

    Un diagnstico sobre la situacin del Estado en el contexto de la globalizacin exige, en primera instancia, una diferenciacin previa en-tre aquellos estados que tradicionalmente han ejercido o ejercen algn tipo de hegemona (bien sea de carcter poltico, econmico, militar y por qu no cultural) frente a aquellos cuya historia ha estado marcada por la dependencia, la dominacin y el no-desarrollo en aspectos como el crecimiento del aparato estatal, la defensa de la seguridad nacional y la promocin del sistema capitalista.

    En efecto, si se examina tanto desde una perspectiva del aden-tro, como desde un anlisis del entorno la situacin actual de los es-tados a partir de estas diferencias y no desde un punto de vista gene-ralizante que pasa por alto importantes procesos histricos, es posible advertir, inicialmente, un crecimiento importante del aparato estatal en los pases del primer tipo. Tal armacin es ampliamente sustentada en los estudios de Peter B. Evans, Linda Weiss, Theda Sckopol y Atilio Boron. Este ltimo autor, por ejemplo, en la lectura realizada de una de las obras detractoras clsicas del Estado-nacin (ver Boron, 2002), seala la existencia de un interesante fenmeno13: el aumento del ta-mao del Estado en los catorce pases industrializados de la OECD,

    12 Resulta interesante recordar que, sobre este punto, autores como Michael Mann sea-lan que los grandes proyectos de Estado-nacin relacionados con una gura como la del Leviatn tan slo llegaron a tener dimensiones modestas en Occidente, en la medida en que se comenz a experimentar, de manera paralela a su surgimiento, una expansin y defensa de mbitos cada vez ms circunscriptos al mundo de lo privado (Mann, 1999: 6).

    13 Las fuentes consultadas por Boron incluyen estudios de organismos internacionales como las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el im-portante anlisis Big government is still in charge presentado por The Economist en septiembre de 1997.

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    medido a travs de indicadores como la proporcin del gasto pblico en relacin con el PIB. Dicha medicin muestra que, a pesar de las refor-mas neoliberales orientadas al logro de unas metas de austeridad scal y reduccin del gasto pblico, entre 1980 y 1996, el gasto pblico de los pases seleccionados ascendi del 43,4% del PIB al 47,1%. Por otro lado, los estudios de Weiss indican que, si bien se advierte el trnsito de una forma de estatismo hacia formas de gobierno interdependiente, se presenta un incremento del poder infraestructural del Estado (el caso de China), reejado en un incremento del nivel de intervencin en as-pectos como la regulacin tributaria y la investigacin e innovacin en materia cientca y tecnolgica (Weiss, 2003: 294 y ss.).

    Tal situacin presenta un contraste signicativo con aquella pre-sentada en el segundo tipo de pases, en los que se advierte un fenme-no paradjico que ha sido claramente expuesto por autores como Con-suelo Ahumada y Boaventura de Sousa Santos: la reduccin de amplios renglones del gasto pblico, especialmente de aquellos destinados al cumplimiento de las responsabilidades sociales del Estado, aumenta de manera paralela al fortalecimiento de las tradicionales funciones repre-sivas del aparato estatal tendiente a consolidar, de una vez por todas, la expansin capitalista en la periferia. Este incremento se maniesta de manera especial en algunas regiones de Amrica Latina, a travs de la emergencia de gobiernos asociados a formas hiperpresidencialistas o neopopulistas.

    Las polticas de ajuste estructural y estabilizacin macroecon-mica exigieron cambios legales e institucionales masivos, en un contex-to de nalizacin de un perodo largo de intervencin estatal en la vida econmica y social, lo que representa lo paradjico de la situacin: la desvinculacin del Estado slo pudo obtenerse a travs de una fuerte intervencin estatal: el Estado debe intervenir para dejar de intervenir; es decir, regular su propia desregulacin (Santos, 2003: 181). Despus de poco ms de quince aos de polticas de ajuste en la regin, el pa-norama est marcado por la incertidumbre y las esperanzas generadas por el retorno de la democracia que no ha logrado dar los frutos espe-rados: el autoritarismo de Estado, la inequidad social y la inestabilidad poltica siguen caracterizando el devenir histrico de la regin. A la hora de establecer este balance, lo importante es sealar que cualquier juicio sobre la situacin del Estado en la regin debe tener en cuenta esta doble contingencia, y no limitarse a sentencias totalizadoras como reduccin o autoritarismo.

    En relacin con el tratamiento de la seguridad nacional, los ata-ques del 11 de septiembre marcaron un cambio de perspectiva en esta agenda, a travs del fortalecimiento del discurso y de las polticas hege-mnicas de la seguridad nacional, que implican aspectos como la justi-

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    cacin de las guerras preventivas y el desconocimiento de instituciones y acuerdos internacionales, as como la violacin de la soberana nacio-nal por parte de pases poderosos hacia pases de la periferia. La guerra de Irak ilustra cmo la hegemona mundial sigue descansando, bsica-mente, en el mismo conjunto de pases desde nes del siglo XIX y sobre los mismos principios desde los que tradicionalmente se ha sustentado. Y aunque an no ha logrado ser resuelta la amenaza terrorista, es preci-samente la permanencia de esta amenaza la que permite la expansin y el fortalecimiento de sus sistemas de seguridad14 y defensa nacionales y la intervencin directa en la formulacin y ejecucin de polticas de seguridad en los pases perifricos. Lo paradjico de tal situacin es que la lucha contra el terrorismo se ha justicado sobre la idea del fortale-cimiento de una gobernabilidad internacional, basada en un esquema de interdependencia y cooperacin, que entra en franca contradiccin con la situacin descripta anteriormente.

    La amenaza terrorista, sin embargo, no es el nico factor que permitira explicar (y justicar) un acrecentamiento de las funciones militaristas y coercitivas del Estado. La emergencia de una serie de cam-bios en el desarrollo de los conictos blicos, conocida como las nuevas guerras15 dentro de las que podran incluirse ciertas modalidades de terrorismo, plantea tambin serios retos al estudio de la situacin ac-tual de los estados en esta materia, en la medida en que la adaptacin (trmino tomado de la metfora del camalen de Clausewitz) de los conictos blicos a las nuevas circunstancias sociales y polticas obliga a repensar las nociones tradicionales de seguridad y defensa naciona-les, tanto desde un mbito global y regional como desde los lmites de la soberana interna de los estados. Se observa aqu una paradoja: aunque las nuevas guerras son el producto del debilitamiento de la autoridad, de la fragmentacin e incluso de la desintegracin de algunos estados, posibilitan al mismo tiempo el aumento de sus funciones militaristas y represivas. Tal observacin debe ser asumida de forma diferencial en relacin con la capacidad y autonoma de los estados a la hora de en-

    14 Las recientes declaraciones del ministro del Interior alemn, Wolfgang Schuble, res-pecto a la necesidad de la instauracin de ejecuciones selectivas para los sospechosos de terrorismo y a la creacin de un delito de conspiracin que permita anular sus conexiones telefnicas y va Internet en Alemania, ilustran de manera signicativa esta situacin.

    15 El concepto de nuevas guerras ha sido planteado por autores como Mary Kaldor y Hefried Mnkler y describe las transformaciones experimentadas en el desarrollo de los conictos armados en el contexto de una economa globalizada y la privatizacin de la vio-lencia como consecuencia del crecimiento del crimen organizado y la aparicin de grupos paramilitares. En un principio, las nuevas guerras se asocian con la erosin de la autono-ma y, en casos extremos, la desintegracin del Estado, como la Guerra de los Balcanes, los conictos tribales en frica y el conicto armado colombiano.

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    frentar este tipo de conictos. Muestra de ello es el papel hegemnico asumido por Estados Unidos en la llamada lucha contra las drogas, en la que ha impuesto su agenda particular, a travs de la gura del esta-blecimiento de un sistema internacional autnomo que incide signi-cativamente en las polticas y regulaciones que los diferentes pases productores o consumidores desarrollan frente al fenmeno.

    Para nalizar, deseara realizar una breve reexin sobre un ltimo aspecto problemtico a tratar en materia de teoras del Estado, y se reere bsicamente al papel que juega el anlisis del sistema capitalista a la hora de construir un balance sobre la situacin actual de los estados. Como bien se ha establecido, aunque se advierten claramente las presiones de interdependencia econmica en la soberana y autonoma de los estados, as como una cierta reconguracin en su naturaleza y algunas de sus funciones (en mayor grado en unos que en otros), vale la pena recurrir a explicaciones histricas que permiten establecer la relatividad entre el di-vorcio existente entre intervencionismo estatal y el fortalecimiento del ca-pitalismo, aun en el contexto de la globalizacin. En este sentido, pueden destacarse los aportes realizados por Michael Mann y Stephen D. Krasner, quienes desde diferentes perspectivas de anlisis resaltan la centralidad de la institucin estatal en el desarrollo del sistema capitalista.

    Mann cuestiona seriamente la amenaza que el sistema capita-lista representa para el futuro del Estado, en la medida en que las eco-nomas mantienen an una fuerte dependencia del aparato estatal, in-cluso frente al crecimiento de las dinmicas de carcter transnacional. Tal dependencia se advierte a travs de la coexistencia de tres aspectos importantes. El primero se relaciona con el papel central del mercado interno en la dinmica de las economas nacionales, mientras que el segundo hace alusin a los fuertes vnculos que atan a las compaas multinacionales con la legislacin e infraestructura de sus pases de ori-gen. Este fenmeno tambin se presenta en el mbito de los mercados nancieros considerados como el sello distintivo de la economa glo-bal, que requieren para su expansin la jacin de ciertos parmetros desde el mbito estatal, como la jacin del precio de las acciones de acuerdo con los mercados nacionales de valores, las leyes corporativas y las prcticas contables (Mann, 1999: 7-8). El tercer y ltimo aspecto seala la existencia de un capitalismo ms de carcter transnacional que global, en la medida en que el sistema es impulsado desde las re-giones del Norte desarrollado (Norteamrica, Europa y Asia Oriental), porque estas generan la mayor parte de la produccin mundial, domi-nan el mercado y poseen el control de los organismos internacionales que legislan sobre la materia, aunque esta hegemona puede tender a disminuir con la migracin de las empresas hacia los pases del Sur que ofrecen mayores ventajas comparativas (Mann, 1999: 12).

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    El examen de Krasner, por su parte, apunta a sealar que los estados siempre han operado en un contexto internacional integrado, incluso, como se seal anteriormente, en lo relativo al ujo interna-cional de capitales. En este campo, arma el autor, se han exagerado las diferencias con la situacin existente en el pasado y el grado de integracin que han alcanzado los mercados globales de capital, pues, si se recurre a la historia, es posible comprobar que a principios de la Edad Moderna los gobernantes dependan en buena medida de las nanzas internacionales, de forma mucho ms intensa que los estados desarrollados de la edad contempornea. Tal situacin result evidente en el caso de la nanciacin de actividades pblicas (la ms importante de las cuales era la guerra) cuando los estados carecan de la capacidad administrativa para extraer recursos de sus propias economas (Tilly citado por Krasner, 2001a). En resumen, la novedad de la globalizacin y su impacto sobre la viabilidad del Estado-nacin se relativizan en la medida en que ocurre lo siguiente:

    A travs de los varios cientos de aos durante los cuales las reglas de soberana han sido ampliamente comprendidas, el control del Estado nunca pudo ser dado por sentado. Los estados nunca pudieron aislar-se del mbito externo. La globalizacin y las normas internacionales intrusas no son un fenmeno nuevo sino viejo. Algunos aspectos del mbito contemporneo son nicos el nmero de organizaciones no gubernamentales transnacionales ha crecido dramticamente, las or-ganizaciones internacionales son ms prominentes, el cibercrimen no podra existir sin el ciberespacio. Estos desarrollos s desafan el control del Estado. Una prdida del control puede precipitar una cri-sis de autoridad, pero aun una crisis de autoridad es slo una condi-cin necesaria pero no suciente para desarrollar nuevas estructuras de autoridad. Nuevas reglas podran emerger en una forma evolutiva como resultado del proceso de ensayo y error llevado a cabo por ac-tores racionales pero miopes. Pero estos arreglos, como, por ejem-plo, la accin policial internacional, probablemente coexistirn con las estructuras soberanas convencionales en vez de suplantarlas. La adaptabilidad de la soberana es, si no otra cosa, un reejo de su tole-rancia frente a las alternativas (Krasner, 2001a: 40).

    Hasta el momento, se han planteado algunos problemas y posibilida-des generados frente a la tarea de realizar un estado del arte o balan-ce sobre las tendencias actuales en las teoras del Estado. Si bien la apuesta de investigacin planteada deja sin resolver an problemas de importancia crucial como el impacto de las nuevas tecnologas, la diversicacin cultural y la crisis de algunas identidades nacionales

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    en las diferentes lecturas que puedan realizarse sobre la viabilidad del Estado en la era de la globalizacin, resulta importante rescatar la necesidad de proponer este debate ms all de consideraciones pu-ramente ideolgicas y coyunturales, as como de reduccionismos que no permiten examinar los matices histricos y las diferencias particu-lares presentadas en los procesos de gnesis y desarrollo de distintas formas de Estado. El carcter complejo de la institucin-aparato-ac-tor-forma Estado presenta un reto fundamental a las ciencias sociales y la losofa poltica: dar cuenta, desde nuevas categoras y mtodos, de las posibilidades a futuro de esta institucin que, pese a sus trans-formaciones, contradicciones y frustraciones, sigue constituyndose, en palabras de Lechner (1981), en el ordenador por excelencia del conjunto de la vida social.

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