12 acta isabel de la caballeria

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ACTA PÚBLICA DEL PARTO DE ISABEL DE LA CAVALLERÍA, ZARAGOZA, 10 ENERO DE 1490 En el nombre de Dios. Amén. Para que conste frente a todos que en el año de la Natividad de nuestro señor Jesucristo 1490, el día contado como el décimo día del mes de enero, entre la décima y la onceava hora antes del mediodía, en un cuarto cuyas ventanas reciben la luz de la calle, en las habitaciones superiores de las casas del magnífico señor Martín Gil de Palomar y de Gurrea, señor del pueblo de Argavieso, localizado en la parroquia de San Juan del puente en la ciudad de Zaragoza, de cara a las casas del señor Sancho de Ayala, librero, así como de aquellas que pertenecían al señor Martín de Pertusa y también en la calle pública llamada Guchillería; estando ahí, la magnificente Isabel de la Cavallería, hija del magnificente e inminente señor Alfonso de la Cavallería, y quien ha sido esposa de su magnificencia Pedro de Francia, fallecido, que había sido el señor del pueblo de Bureta, caminando alrededor del antedicho cuarto en donde las ventanas fueron abiertas y prendidas algunas velas benditas, acompañada por dos mujeres que la sostienen por sus axilas, quejándose acerca del sufrimiento que le viene del dolor de su embarazo, entrando a la labor de parto. Yo, Domingo de Cuerla, notario, junto con los testigos escritos y nombrados debajo, se constituyeron ahí personalmente, habiendo sido llamados con mucha insistencia por la ante dicha Isabel para atender su labor de manera que pudiéramos personalmente ver y ser testigos oculares del bebé que será parido por la antes mencionada hija Isabel. Y ella dijo que requiere mucho que yo, como notario pueda escribir un acta pública y dejar declaración formal de la administración de su labor así como del bebé que está a punto de nacer. Y después, habiendo dicho lo anterior, en el antedicho cuarto y ante Isabel, se constituyen personalmente: Catalina de Cutanda, cuyo popular alias era de Salinas, viuda, que ha sido esposa de Gabriel de Salinas, difunto, y Aina de Medina, esposa de Gonzalvo Tizón, albañil, parteras, o popularmente llamadas madrinas, para la administración de la labor, también especialmente llamadas para administrar la labor de parto de la antedicha Isabel. Por requerimiento de Isabel, yo, el antedicho Domingo de la Cuerla, notario, y enfrente de todos estos testigos nombrados, toqué con mis manos sus cuerpos y en medio de sus piernas, con sus faldas y ropas arriba de sus camisas de tal manera que pude ver y examinar si las parteras cargaban algún bebé fraudulentamente, o si Isabel tenía alguno debajo de su falda. Y yo, el

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Acta de Isabel de la Caballeria

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Page 1: 12 Acta Isabel de La Caballeria

ACTA PÚBLICA DEL PARTO DE ISABEL DE LA CAVALLERÍA, ZARAGOZA, 10 ENERO DE 1490

En el nombre de Dios. Amén. Para que conste frente a todos que en el año de la Natividad de

nuestro señor Jesucristo 1490, el día contado como el décimo día del mes de enero, entre la

décima y la onceava hora antes del mediodía, en un cuarto cuyas ventanas reciben la luz de la

calle, en las habitaciones superiores de las casas del magnífico señor Martín Gil de Palomar y

de Gurrea, señor del pueblo de Argavieso, localizado en la parroquia de San Juan del puente

en la ciudad de Zaragoza, de cara a las casas del señor Sancho de Ayala, librero, así como de

aquellas que pertenecían al señor Martín de Pertusa y también en la calle pública llamada

Guchillería; estando ahí, la magnificente Isabel de la Cavallería, hija del magnificente e

inminente señor Alfonso de la Cavallería, y quien ha sido esposa de su magnificencia Pedro

de Francia, fallecido, que había sido el señor del pueblo de Bureta, caminando alrededor del

antedicho cuarto en donde las ventanas fueron abiertas y prendidas algunas velas benditas,

acompañada por dos mujeres que la sostienen por sus axilas, quejándose acerca del

sufrimiento que le viene del dolor de su embarazo, entrando a la labor de parto.

Yo, Domingo de Cuerla, notario, junto con los testigos escritos y nombrados debajo, se

constituyeron ahí personalmente, habiendo sido llamados con mucha insistencia por la ante

dicha Isabel para atender su labor de manera que pudiéramos personalmente ver y ser

testigos oculares del bebé que será parido por la antes mencionada hija Isabel. Y ella dijo que

requiere mucho que yo, como notario pueda escribir un acta pública y dejar declaración

formal de la administración de su labor así como del bebé que está a punto de nacer.

Y después, habiendo dicho lo anterior, en el antedicho cuarto y ante Isabel, se constituyen

personalmente: Catalina de Cutanda, cuyo popular alias era de Salinas, viuda, que ha sido

esposa de Gabriel de Salinas, difunto, y Aina de Medina, esposa de Gonzalvo Tizón, albañil,

parteras, o popularmente llamadas madrinas, para la administración de la labor, también

especialmente llamadas para administrar la labor de parto de la antedicha Isabel. Por

requerimiento de Isabel, yo, el antedicho Domingo de la Cuerla, notario, y enfrente de todos

estos testigos nombrados, toqué con mis manos sus cuerpos y en medio de sus piernas, con

sus faldas y ropas arriba de sus camisas de tal manera que pude ver y examinar si las parteras

cargaban algún bebé fraudulentamente, o si Isabel tenía alguno debajo de su falda. Y yo, el

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antes mencionado notario y los testigos, vimos que ninguna, Isabel o sus parteras tenían nada

en sus ropas personales y vestidos.

Al requerimiento de la antedicha Isabel de la Cavallería, ambas parteras sobre sus rodillas y

tocando con sus manos una imagen de nuestro señor, Jesucristo, y los cuatro Evangelios,

solemnemente juraron, rezando y adorando la antedicha imagen y Evangelios, atender bien y

sin ningún fraude o truco la labor de parto de la antedicha Isabel. Y habiendo hecho esto, una

cama que estaba en la habitación fue descubierta y yo, el antedicho notario y los testigos,

vimos que no había nada en ella excepto lo necesario y apropiada ropa de cama. Y habiendo

hecho esto, la ante dicha Isabel de la Cavallería continuamente quejándose acerca de su

sufrimiento y a punto de entrar en labor, yo, el antedicho notario y los testigos nombrados

antes, estuvimos presentes ahí, viendo a Isabel de la Cavallería y a sus parteras y a las otras

personas que estaban ahí, con el intento deliberado de asegurar de que ellos no hicieron y no

pudieron haber hecho ningún truco trayendo algún bebé o cambiar uno por otro. Y la

antedicha Isabel de la Cavallería, quejándose acerca de su dolor en la labor de parto, se tendió

sobre su espalda en los brazos y piernas del antedicho señor Martín de Palomar y Gurrea,

señor de Argavieso, quien estaba sentado en una silla sosteniéndola con fuerza, la antedicha

Isabel tenía ciertas reliquias sobre su vientre y muchas velas benditas se prendieron

alrededor, y las parteras estaban ahí, Aina, sobre sus rodillas enfrente de la antedicha Isabel, y

la antes mencionada Catalina Salinas estaba entre las piernas de la antedicha Isabel de la

Cavallería, sentada en un taburete con una manta tendida en sus rodillas para asistir el

trabajo de parto y para recibir al bebé que estaba a punto de nacer, y había también una olla

limpia de latón en medio de las piernas de la antedicha Isabel, como pudimos ver, donde yo,

el notario y los testigos vimos y oímos caer la sangre y el agua que salieron fuera del cuerpo

de la antedicha Isabel de la Cavallería durante su labor. Y entonces, después de muchos

grandes dolores que la antedicha Isabel de la Cavallería sufrió yo, el notario, los testigos

nombrados antes y algunas otras personas que estuvieron ahí y quisieron ser testigos del

trabajo de parto de la antedicha Isabel de la Cavallería, vimos cómo ella dio a luz y un bebé

salió de su cuerpo, completamente mojado y con sus ojos cerrados. Catalina de Cutanda, alias

Salinas, partera, recibió al bebé en sus manos y en la manta antes dichas que ella sostenía. Y

teniendo al bebé en sus manos, como ya he dicho, yo, el notario y los testigos lo vieron, vimos

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cómo el cordón umbilical colgaba de la placenta dentro del cuerpo de la antedicha Isabel de la

Cavallería y fue fijado al ombligo del antedicho recién nacido bebé, y la antedicha partera

Salinas, ayudó al antedicho trabajo de parto, estuvo trabajando para recibir y sacar, así como

hizo y sacó la placenta donde el antedicho bebé había crecido en el cuerpo de la antedicha

Isabel de la Cavallería, y yo, el antedicho notario y los testigos, vimos que la placenta cayó en

la ante dicha olla con una gran cantidad de sangre que estaba ahí. Y entonces, habiendo hecho

lo anterior, la antes mencionada Catalina de Cutanda, alias Salinas, partera, descubrió al

antedicho recién nacido bebé que había arropado en la manta en la que lo había recibido, y

yo, el notario los testigos mencionados antes, y otras personas que estaban ahí y quisieron

verlo, fuimos públicos testigos y vimos que el recién nacido bebé era un varón, dado que

tenía todos los órganos masculinos que un hombre tiene, como son, su miembro y sus

acompañantes popularmente conocidos como pija y pelotas. Y entonces, habiendo visto y

examinado al antedicho bebé, que fue varón como se dijo antes, la antes mencionada

Catalina, partera, ante mí, el notario los testigos mencionados antes, cortó el cordón umbilical

del antedicho niño y lo arrojó con la manta que ella tenía.

Y habiendo hecho lo anterior, la antes mencionada Isabel se adormeció y casi fuera de sí

debido al largo trabajo de parto, el antedicho Martín de Gurrea, señor de Argavieso, me

preguntó, el antedicho notario público, en su propio nombre y como apoderado de Isabel de

la Cavallería, que había dado a luz, si estaba dispuesto a escribir en un acta pública tantas

veces como fuera necesario en orden a mantener el derecho de Isabel de la caballería y para

preservar sus intereses en el futuro.

Esto sucedió en la ante dicha ciudad de Zaragoza, el antedicho día, mes y año, en las casas y

lugar mencionado antes. Todos los testigos presentes de todo esto fueron: maese Pedro de

Juana, zapatero, y Ferrando Domínguez, notario, habitantes de la ciudad de Zaragoza.