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Vida de los ms excelentes pintores, escultores y arquitectos Autor: Giorgio Vasari Estudio preliminar, por Julio E. Payr Nota del traductor Vidas de los ms excelente s pintores, escultores y arquitectos Giotto, pintor, escultor y arquitecto flore ntino Andrea Pisano, escultor y arquitecto Simone Martini y Lippo Memmi, pintore s sieneses Iacopo della Quercia, escultor Paolo Uccello, pintor florentino Masac cio, pintor de San Giovanni di Valdarno Donato, escultor florentino Fray Giovann i de Fiesole, de la Orden de los Hermanos Predicadores, pintor Fray Filippo Lipp i, pintor de Florencia Antonello da Messina, pintor Andrea del Castagno de Mugel lo y Domenico Veneziano, pintores Gentile da Fabriano y Vittore Pisano Verons, pi ntores Benozzo Gozzoli, pintor florentino Iacopo, Giovanni y Gentile Bellini, pi ntores venecianos Domenico Ghirlandaio, pintor florentino Sandro Botticelli, pin tor de Florencia Andrea Verrocchio, pintor, escultor y orfebre florentino Andrea Mantegna, pintor mantuano Pietro Perugino, pintor -1-

Vittore Carpaccio, y otros pintores venecianos y lombardos Luca Signorelli, pint or de Cortona Leonardo da Vinci, pintor y escultor florentino Giorgione da Caste lfranco, pintor veneciano Rafael de Urbino, pintor y arquitecto Miguel ngel Buona rroti, pintor, escultor y arquitecto florentino Tiziano de Cadore Notas Estudio preliminar, por Julio E. Payr Cargado de aos y de gloria, luego de haber s ervido a la mayora de los prncipes de Italia y pintado en la catedral de Orvieto a quellas inquietantes escenas del fin del mundo y del Juicio Final que haban de in spirar a Miguel ngel el clima de su gran fresco del testero de la Capilla Sixtina , Luca Signorelli, retirado en Cortona, su ciudad natal, dedic sus ltimos aos al pl acer de pintar slo por amor al arte, desdeando los encargos. Entonces record su moc edad y sinti renovada ternura por aquella Arezzo donde transcurriera su juventud ya lejana, cuando estudiaba arte bajo la insigne direccin del gran Pietro di Borg o a San Sepolcro, a quien nosotros llamamos Piero della Francesca. Con amor ejec ut, pues, para el oratorio del convento de San Jernimo, una importante tabla en qu e la Virgen Mara aparece rodeada por San Nicols, San Donato, San Esteban, tres fig uras bblicas y Niccol Gamurrini, auditor de la Rota. Con gran solemnidad y pompa f ue llevado el cuadro de Signorelli por los monjes jernimos desde Cortona hasta el convento aretino, y el pintor, pese a sus achaques de vejez, se empe en acompaarlo s para cuidar de que la obra fuera debidamente colocada en su sitio. Acaso no le animaba solamente el concienzudo propsito de velar por que la tabla quedase bien emplazada, sino tambin el sentimental deseo de volver a ver a los antiguos amigo s, y a sus deudos residentes en Arezzo. Uno de stos era Antonio Vasari, cuya hosp italidad acept Signorelli, instalndose en su casa. Y all es donde conoci al hijo de Antonio, un nio de ocho aos, que se llamaba Giorgio Vasari y era el futuro pintor y autor de las Vite de' pi celebri Pittori, Scultori ed Architetti . El prvulo, na cido en Arezzo el 30 de julio de 1511, evidenciaba una temprana vocacin por las b ellas artes y -detalle que, al parecer, no puede faltar en la biografa de artista alguno- su preceptor se quejaba de que en vez de estudiar las primeras letras, no hiciera otra cosa que borronear figuras en sus libros y -2-

cuadernos de la escuela de Santa Maria della Pieve en que lo haba inscrito su pad re. El bondadoso Signorelli, to abuelo de la criatura, aconsej a Antonio Vasari qu e, lejos de contrariar la inclinacin artstica del nio, le hiciera ensear el dibujo. Y volvindose hacia Giorgio le dijo con ternura: Estudia, mi pequeo pariente. Este co nsejo, y el amuleto de jaspe que luego le colg Signorelli al cuello para curarle las hemorragias nasales de que sufra, comprometieron la eterna gratitud del joven Vasari, quien claramente evidencia su cario en la Vida que luego escribi del ilus tre cortons. No slo por este detalle, sino por otros indicios, parece haber tenido bien arraigado el sentimiento familiar. Y tanto que, en otros lugares de sus fa mosos escritos, asegura que Lzaro Vasari, su bisabuelo, era pintor tan excelente que sus obras solan confundirse con las de Piero della Francesca. Y que su abuelo Giorgio era un ceramista genial, descubridor de los secretos de los alfareros e truscos y muy admirado amigo del Magnfico Lorenzo de Mdicis. Los historiadores mod ernos, escpticos por profesin y temperamento ante el neptico panegrico, investigaron , con el resultado de que la brillante genealoga estall como una pompa de jabn, pue s sus averiguaciones demuestran que Lzaro nunca sali de su modesta condicin de tala bartero, y que tanto el abuelo como el padre del autor de las Vidas fueron simpl es cacharreros. De donde se derivara su apellido profesional de vasari . Pero no es de extraar -y apenas merece provocar esa sonrisa que despiertan las pequeas van idades- que el cortesano pintor y arquitecto, ya en el medio del camino de su vida , deseara proveerse de antepasados distinguidos en el ejercicio de las artes: es o ocurra en tierra latina, imaginativa y metafrica, y en los comienzos del barroco , todo capricho y exageracin. Pero volvamos a la infancia de Giorgio Vasari: su p adre no ech en saco roto las palabras del ilustre Luca, y envi a su hijo al taller del francs Guillermo de Marsillac (o Guillermo de Marsella, como a la sazn lo lla maban en Italia), radicado en Arezzo, luego de haber adquirido fama como artista en vitrales, y dedicado a la duradera pintura a fresco. Por frgil y efmera haba ab andonado la pintura en vidrio, y los acontecimientos parecieron darle la razn cua ndo las hermosas ventanas que ejecutara para la antecmara de la capilla pontifici a, en el Vaticano, fueron destruidas en 1527, durante el saqueo de Roma, utiliznd ose el plomo de los engarces para la fabricacin de balas de arcabuz. Hacia la poca en que Giorgio Vasari ingres en su taller, donde conoci a Battista Borro y Benede tto Spadari, sus condiscpulos, Guillermo de Marsella estaba decorando el palacio arzobispal de Arezzo. Imaginemos, pues, al nio inicindose en los arrobadores secre tos del arte en la -3-

misma forma en que lo hacan todos los aprendices de la poca, es decir desempeando l as ms humildes tareas de limpieza en el obrador: lavando pinceles y vasijas, moli endo colores, tamizando la arena, preparando el revoque, perforando prolijamente los contornos de las figuras de los cartones y acaso barriendo el piso mientras el francs y los alumnos ms avanzados trazaban enormes imgenes miguelangelescas en las altas bvedas del Arzobispado. Conclua maese Guillermo esa obra importante, en 1524, cuando acert a pasar por Arezzo, en viaje a Florencia, el cardenal Silvio P asserini, tutor de los jvenes Alejandro e Hiplito de Mdicis quienes, a pesar de sus escasos aos, haban quedado como jefes de la poderosa familia en la Ciudad de la F lor desde que Clemente VII -Julio de Mdicis- sucediera al holands Adrin VI en el tr ono pontificio. De ms est decir que Passerini era el verdadero amo de Florencia, d onde gobernaba en nombre de sus pupilos y de acuerdo con las instrucciones del n uevo Papa. Ahora bien, los Vasari aretinos eran bienquistos de la estirpe medice a desde los tiempos de Giorgio el mayor, pues ste supo complacer a Lorenzo de Mdic is obsequindole para sus esplndidas colecciones algunas buenas piezas de cermica et rusca descubiertas por azar en el curso de excavaciones que hizo en busca de tie rras convenientes para su alfarera. Y el aprendiz de Guillermo de Marsella cayle e n gracia al cardenal Passerini, porque le recit agradablemente versos de Virgilio . Ofreci el purpurado proteger al joven Giorgio si lo llevaban a la capital de To scana, y esta maravillosa oportunidad no fue desdeada: poco despus, en 1525, Anton io Vasari condujo a su hijo, que a la sazn contaba 14 aos, a Florencia, donde, por indicacin de Passerini, el mozo fue alojado en la casa de Niccol Vespucci, caball ero de Rodas. All comparti Giorgio Vasari, gracias al favor del cardenal, la instr uccin humanstica que reciban los prncipes Alejandro e Hiplito, cuya juvenil imagen de la poca nos es familiar a travs del retrato que pint de ellos el Pontormo, apenas regresaron de Arezzo a Florencia. Y tambin empez a estudiar pintura bajo la direcc in de maestros ilustres. Durante algunos meses, fue discpulo de Miguel ngel, por qu ien senta una admiracin sin lmites y con el cual tuvo frecuentes contactos en el cu rso de su larga existencia. Al tener que trasladarse Miguel ngel a Roma para trat ar con el Papa acerca de la edificacin de la biblioteca Laurenciana y el mausoleo de Julin y Lorenzo de Mdicis, confi a Giorgio Vasari al cuidado de Andrea del Sart o. Y con este pintor estuvo el joven bastante tiempo, segn da a entender en sus e scritos, como para captar toda su confianza y enterarse de un peligroso secreto profesional. Pues, al parecer, Andrea copi por orden de Ottaviano de Mdicis el fam oso retrato de Len X con los cardenales Julin de Mdicis y Ludovico Rossi, y envi la rplica a Mantua, desobedeciendo la orden -4-

del Sumo Pontfice y engaando a ste y al duque Federico II, mientras Micer Ottaviano se quedaba con el original... En la bottega de Andrea del Sarto, Vasari trab ami stad con su condiscpulo Francesco Salviati, en cuya compaa iba a proseguir ms tarde sus fervorosos y eclcticos estudios artsticos en la Ciudad Eterna. Tambin fue alumn o de Baccio Bandinelli, de quien no parece haber guardado buen recuerdo, pues ni siquiera lo menciona entre sus maestros en la autobiografa que cierra el libro d e sus Vidas , si bien habla de l con respeto al referir la carrera de su amigo Sa lviati. La proteccin de Passerini y de los Mdicis no dur mucho, porque los aconteci mientos polticos lo impidieron. Haca apenas poco ms de un ao que Vasari se encontrab a en Florencia cuando la sublevacin florentina de mayo de 1527 oblig al cardenal a huir de la ciudad, llevndose a sus pupilos, Hiplito y Alejandro. Y Giorgio qued si n protectores. Regres a Arezzo, no se sabe bien si llevado por su padre o por ini ciativa propia (que suelen ser confusas las noticias dadas sobre su propia vida por el artista, y que se encuentran, unas en su autobiografa, otras dispersas en las pginas que dedic a Signorelli, Tribolo, Miguel ngel, Bandinelli, Salviati, Cris tofano del Borgo, Guillermo de Marsella, Tiziano y otros pintores con quienes tu vo vinculacin). Sea lo que fuere, Antonio Vasari muri de la peste en el mes de ago sto del mismo ao, y Giorgio tuvo que ocuparse de sus cinco hermanos menores, varo nes y mujeres. Con fraternal solicitud provey luego a su educacin y establecimient o mediante los recursos materiales que poco a poco adquiri ejerciendo su arte. Du rante esa estada en Arezzo, que no fue muy larga, hizo sus primeras armas en la tcnica del fresco, ejecutando modestos trabajos que le confiaron los campesinos d e las aldeas de las inmediaciones. Tambin merece sealarse que pint entonces, para L orenzo Gamurrini, un cuadro cuyo dibujo le haba sido proporcionado por el Rosso F lorentino y que fue la primera de las numerosas interpretaciones de ideas ajenas (recordemos su versin de la Leda de Miguel ngel) que ms tarde realiz en el curso de su carrera de pintor. Bruscamente decidi Vasari volver a Florencia, y all encontr la situacin ms tensa que nunca: la joven Repblica se vea confrontada con el peligro de una coalicin del Papa -deseoso de restaurar la autoridad de los expulsados Mdic is- con el Emperador, y los ejrcitos pontificio e imperial se preparaban para sit iar la ciudad de la Azucena Roja, febrilmente fortificada bajo la direccin de Buo narroti quien, segn l mismo deca, saba poco de pintura y escultura, pero era incompara ble ingeniero militar. Giorgio Vasari no era hombre de armas tomar. Ante las per spectivas blicas, busc la calma de Pisa en compaa del joyero Manno, con quien colabo r en diversas obras de -5-

orfebrera. Algunos leos y frescos dejados en edificios pisanos sealaron su paso por la ciudad en que se vincul con Dom Miniato Pitti, abad del monasterio de Agnano, el cual, en varias oportunidades, le encarg trabajos. Uno de ellos fue la decora cin de la iglesia de la abada de San Bernardo, en Arezzo, adonde regres Vasari en 1 529 dando un enorme rodeo por las montaas para evitar las zonas en que se desarro llaban acciones de guerra. Los problemas de familia del artista haban sido resuel tos entre tanto por su to. Y mientras realizaba diversos encargos en su ciudad na tal, en 1530, pas por all, en viaje a Roma, su ilustre condiscpulo Hiplito de Mdicis, ya elevado a la dignidad cardenalicia y, al parecer, destinado a encabezar el n uevo gobierno mediceo de Florencia, la cual haba sido sometida por Clemente VII y Carlos V. Sin embargo, el Papa y el Emperador eligieron como primer duque hered itario de Toscana -para suceder al gonfaloniero Soderini, a quien se recuerda ms por haber encargado a Leonardo y Miguel ngel los murales blicos del Palazzo Vecchi o que por cualquier otro motivo- a Alejandro, el otro condiscpulo de Vasari, moti vo por el cual la casa del cardenal Hiplito, su primo, pronto se convirti en refug io de los opositores a la tirana florentina. Mas lo que importa en este caso es q ue el joven purpurado llev a Giorgio a Roma, proporcionndole as la suprema oportuni dad de su vida para enriquecer sus conocimientos y desarrollar su capacidad artst ica. Los meses que Vasari pas en la Ciudad Eterna, en compaa de su amigo Salviati, con quien se encontr all, dibujando arquitecturas, copiando estatuas y cuadros, em bebindose en la enseanza de los maestros antiguos, recientes o contemporneos -Buona rroti, Rafael, Pulidoro y Baldassarre de Siena son los que con particular revere ncia menciona en su autobiografa-, y adquiriendo as esa ductilidad eclctica por la cual fue tan apreciada su obra en aquellos tiempos en que la pintura declinaba e n todas partes de Italia, salvo en Venecia, fueron los meses de su formacin esttic a fundamental. Para acumular el mayor nmero posible de dibujos, hizo Vasari un pa cto cooperativo con Salviati: se distribuan la tarea de copiar las obras maestras , de modo de no coincidir en los mismos modelos y, cuando llegaba la noche, desp us de una jornada de afanosa labor, se cambiaban los dibujos ejecutados en el da y cada cual copiaba los de su compaero. El formidable archivo de imgenes que reuni V asari de esa manera le sirvi en sus producciones posteriores, pues consideraba lci to -y parece haber sido un criterio compartido por muchos de sus contemporneosuti lizar las invenciones de los dems para elaborar las propias creaciones. Expresament e lo manifiesta en su Vida del Pontormo, a quien admiraba tanto, cuando dice: No crea nadie que Iacopo (Pontormo) sea censurable porque imitaba a Alberto Duro (D urero) en -6-

las invenciones, porque eso no es una falta y lo han hecho y hacen continuamente muchos pintores. Si, antes de ir a Roma, Giorgio Vasari era un modesto principia nte, se convirti despus en pintor hecho y derecho, mediante la enorme suma de expe riencia adquirida en ese perodo de estudio, gracias a su afn de aprender y su trem enda ambicin de igualar a los ms famosos artistas de su tiempo. Pero se someti a un esfuerzo desmedidamente intenso y prolongado, y, a consecuencia de la fatiga y del clima malsano de la Urbs , cay enfermo. Tuvo que volver una vez ms a Arezzo pa ra reponerse de su dolencia respirando el aire puro de sus colinas. Por otra par te, su protector, Hiplito de Mdicis, ya no se encontraba en Roma para auxiliarlo: se haba ausentado para Hungra, luego de presentar y recomendar a Vasari al Papa. C lemente VII haba dado al pintor una carta de introduccin para el duque de Toscana, a quien ste, como ya se dijo, conoca desde la poca en que juntos estudiaban humani dades. Cuando recuperada la salud, Giorgio pas a Florencia, fue recibido cordialm ente por Alejandro de Mdicis y se puso al servicio de este prncipe que, poco despus , iba a hacer envenenar en Istri a su primo el cardenal, protector del artista, oprimir al pueblo florentino, cometer todos los crmenes que caracterizan al tiran uelo, sumirse en los ms repugnantes excesos y finalmente morir asesinado por el r omntico Lorenzaccio, cantado por Musset. Tal fue el amo por cuyas bondades manifi esta Vasari tanta gratitud. Conquist sin esfuerzo su favor, pintndole su retrato, el de Lorenzo el Magnfico y el de Catalina, su hermanastra, futura esposa de Enri que II, reina de Francia y organizadora de la matanza de la noche de San Bartolo m. Tambin decor en aquellos das una cmara del palacio de los Mdicis que no haba llegad a concluir Giovanni da Udine y en la cual Vasari pint cuatro escenas de la vida de Julio Csar, con tanta satisfaccin del duque que ste lo recompens del modo ms gener oso. Ante el premio de sus esfuerzos qued deslumbrado el joven artista, que an no haba alcanzado la edad de veinte aos. Durante el septenio del reinado de Alejandro , Giorgio llev una existencia tan activa como prspera. El duque le encarg un sinnmer o de trabajos: desde obras arquitectnicas diversas hasta decoraciones para las fi estas oficiales y cuadros destinados tanto a iglesias de Florencia como a edific ios de Arezzo. Quejbase Vasari de que la envidia de sus colegas lo privaba de la cooperacin de stos cuando ms la necesitaba. En realidad, es de creer que los artist as florentinos se resistan a trabajar para el tirano, contra quien creca da a da el movimiento opositor. As, organizaron una verdadera huelga de brazos cruzados en e l momento en que con la mayor actividad se preparaban los festejos para la recep cin del emperador Carlos V en 1536. Habran fracasado los agasajos, por falta -7-

de adecuada decoracin de la ciudad, de no haber sido por el descomunal esfuerzo d esplegado por Giorgio, con la ayuda de muy pocos aprendices, para concluir a tie mpo los arcos triunfales bajo los cuales deba pasar el imperial visitante. Termin ada la tarea, Vasari, completamente exhausto, se desplom sobre un montn de paja, m aldiciendo las fiestas, y probablemente tambin a los duques y emperadores, y se q ued dormido. As lo encontraron los emisarios enviados en su busca por Alejandro de Mdicis y lo despertaron para llevarlo a su presencia: el duque estaba satisfecho de su celo y lo retribuy con ddivas esplndidas, que sirvieron a Giorgio para dotar a sus hermanas, sea que se casaran, sea que ingresaran en algn convento. El duqu e Alejandro cay poco despus, el da de la Epifana de 1537, bajo el pual del tiranicida que inspir a Miguel ngel su magnfica cabeza de Bruto. Y Vasari, muy comprometido c omo pintor favorito del tirano, huy a Arezzo, temeroso por su vida. Sus experienc ias personales acerca de la fragilidad del poder y la inestabilidad de la poltica lo indujeron a trabajar por su cuenta o, en sus propias palabras, a negarse a se guir la fortuna de las cortes y dedicarse slo al arte, aunque abrigaba la conviccin de que le sera fcil acomodarse con Cosme, el nuevo duque, protector del Bronzino. As, inici un largo perodo de andanzas por Italia, yendo de ciudad en ciudad, de co nvento en convento, al azar de los trabajos que le encomendaban, hasta que encon tr, en 1550, un nuevo amo en la persona de Juan Mara del Monte, entronizado Papa b ajo el nombre de Julio III. Sera tedioso transcribir la lista de las muy numerosa s obras que el pintor ejecut durante su fase de actuacin independiente en Arezzo, Val di Caprese, Monte Sansovino, Bolonia, San Gimignano di Valdelsa, Florencia, Lucca, Pisa, Rmini y muchos otros lugares, inclusive en Venecia, donde le fue pre ciossima la amistad de su compatriota Pietro Aretino, all radicado desde la poca de l saqueo de Roma, y en la Ciudad Eterna, donde hizo ms de trescientos dibujos nue vos de esculturas y arquitecturas para su archivo de copias y volvi a encontrarse con Miguel ngel. ste lo trat con amistad y cario y, luego de ver los trabajos de su antiguo alumno, le aconsej paternalmente que se dedicara con mayor empeo a la arq uitectura. Este consejo del gran solitario, que llen de satisfaccin y orgullo a qu ien lo reciba, no habr sido intencionado? Buonarroti alababa al aretino por cortesa (come si fa in presenza, segn dice el mismo autor de las Vidas, hablando de Tizia no), pero no poda engaarse acerca del muy discutible valor de las pinturas de Vasa ri, motivo por el cual indujo quizs a este artista, que ante todo era pintor, a d escuidar el pincel y preferir la regla del arquitecto: hiptesis que parece confir marse cuando se lee el hermoso -8-

soneto dedicado por Miguel ngel al autor de las Vidas con motivo de la publicacin de su libro, en el cual, con florentina elegancia, le menciona lo que le falta a su pintura Quel che vi manca, a lei [Natura] di pregio imparte, Nel dar vita ad altrui... 1 y lo alaba por haberse dedicado a la ms digna tarea de escribir. Morase, en efecto, la pintura al sur de Venecia por aquellos aos. Buonarroti no pint ms despus de ejecu tar su Juicio Final. Leonardo haba muerto en 1519, Rafael, en 1520. Correggio viv i hasta el 1534, el Sodoma, hasta el 1549. Sus sucesores, contemporneos de Vasari, eran a la sazn hombres como Daniel de Volterra, el Pontormo, el Ricamatore, Zucc heri, Primaticcio o Garofalo, y an no actuaba la generacin de los Carracci y la de l Caravaggio. Vasari era hbil pintor, veloz ejecutante, y se jactaba de su facili dad: Debo decir que siempre he producido mis pinturas, invenciones y proyectos, c on extraordinaria soltura, libre de esfuerzo, aun cuando no pretendo ser extrema damente rpido. Como prueba de ello est la gran tela que pint en San Giovan, de Flor encia, en menos de seis das, en 1542, para el bautismo de Don Francisco de Mdicis, hoy prncipe de Florencia y Siena. Pero su retrica, su facundia alegrica eran deplor ables, y temibles sus caprichos e invenciones, particularmente en las obras de t ema religioso. No pint para Bindo Altoviti una Deposicin de la Cruz en que se ve a Febo observando el rostro del sol, y a Diana, el de la luna? Y no hizo para el ca rdenal Farnesio una pintura de cuatro metros por dos, de la Justicia abrazando a un avestruz cargado con las doce Tablas, llevando en la mano un cetro rematado p or un cisne, y en la cabeza un casco de hierro y oro con tres plumas de distinto s colores, emblema del juez ntegro? Esa Justicia apareca desnuda de la mitad para ar riba; atados con cadenas de oro a su cintura estaban los siete Vicios que le son contrarios: la Corrupcin, la Ignorancia, la Crueldad, el Miedo, la Traicin, la Me ntira y la Calumnia, que llevan sobre sus espaldas a la Verdad desnuda, presenta da al Tiempo por la Justicia, con dos palomas que representan la Inocencia; la J usticia pone una corona de hojas de roble, smbolo de la Fortaleza, en la cabeza d e la Verdad... Un Rafael, un Leonardo, un Miguel ngel no necesitan semejante utile ra, tan rico arsenal de smbolos gastados para expresar sus pensamientos altos y tr atar temas tan arduos como El Milagro de Bolsena, La ltima Cena o La Creacin del H ombre. Pero Vasari supla lo que le faltaba con esa clase de abundancia y con una destreza de eclctico adquirida en el ejercicio de los ms diversos estilos y la imi tacin de los ms dispares modelos. Practicaba todos los gneros: historia, religin, ba tallas, retrato, mitologa, hacan brotar en l un -9-

malezal tupido de imgenes fciles, a menudo rememoradas de cien composiciones anali zadas con pasin en sus aos de estudios. Uno de sus trabajos ms importantes lo reali z en el convento de la Orden fundada por San Romualdo en el valle de Camaldoli, d onde el pintor encontr buclico descanso despus de sus aos de ajetreada vida cortesan a. Mientras estuvo activo all, dice que aprendi cun favorables son para el estudio l a paz y el silencio, comparados con el rumor de la plaza del mercado y de la cor te. Era poco despus de su fuga de Florencia, en aquel perodo misantrpico en que compr endi su error al fundar sus esperanzas en los hombres y las veletas de este mundo. Ms tarde trabaj en el monasterio de San Michele in Bosco, cerca de Bolonia, cuyo refectorio decor con tres enormes murales. En Venecia, favorecido por la propagan da de Pietro Aretino, ejecut pinturas de techos en el Palacio Cornaro. Luego deco r profusamente la casa que se haba comprado en Arezzo y en que hizo pinturas que c ubran la sala, tres cmaras y la fachada. Esa decoracin comprenda alegoras de todas la s provincias y ciudades en que Vasari haba trabajado, trece cuadros grandes que r epresentaban a los dioses, las Cuatro Estaciones del Ao, el Talento, la Envidia, la Fortuna, la Abundancia, la Liberalidad, la Sabidura, la Prudencia, el Esfuerzo , el Honor, episodios de la vida de Apeles, Zeuxis, Parrasio, Protgenes y otros a rtistas antiguos, Dios Padre bendiciendo a la progenie de Abraham, la Paz, la Co ncordia, la Virtud, la Modestia y otras menudencias. Y todo eso, segn expresa en sus memorias, lo hizo como mero pasatiempo de veraneo. En Npoles, donde conquist muc ha fama, restaur y moderniz el comedor del monasterio de Monte Oliveto. All lo ayud una nube de colaboradores, con quienes transform la antigua sala gtica en el prime r interior de estilo renacentista creado en tierra napolitana. En Roma, por fin, pint escenas del pontificado de Pablo III en la cancillera del palacio San Giorgi o, adems de ejecutar una serie de trabajos para el cardenal Farnesio y otros pers onajes. Quiz no se haca -a pesar de sus explosiones de orgullo- excesivas ilusione s acerca del mrito de su arte y el de sus contemporneos. Acaso intuy que su poca no era la de las grandes realizaciones, sino aquella en que haba llegado la hora de recapitular cunta obra grandiosa se haba realizado en pintura en los ltimos siglos. Efectivamente, luego de describir el San Jernimo Penitente que pint para Bindo Al toviti, uno de sus principales clientes (en el cual, para representar las tentac iones de la carne hizo a Venus que, cargando en brazos al Amor, huye lejos del S anto, llevndose de la mano al Juego, mientras caen al suelo el carcaj y las flech as, y las saetas que Cupido dispar contra San Jernimo vuelven, rotas, hacia el tra vieso nio, - 10 -

siendo recogidos algunos trozos de las mismas por las palomas que acompaan a Venu s), dice el artista: No s hasta qu punto me agradan ahora todas esas pinturas, aunq ue entonces me gustaban y las hice lo mejor que poda. Pero como el arte en s es di fcil, hay que contentarse con lo que logra quien lo hace. Sea lo que fuere, ms impo rtante que su produccin pictrica y arquitectnica tan abundosa de ese perodo es el he cho de que, en el curso de sus andanzas por las ciudades de Italia y sus visitas a los monasterios, Vasari fue acopiando informaciones acerca de todos los artis tas que actuaban o haban actuado anteriormente en la pennsula. Inici, pues, esa tar ea de recapitulacin tan oportuna en el momento en que dormitaba el genio. Visitab a los talleres de sus colegas, les requera datos acerca de su vida, examinaba los monumentos, recoga recuerdos populares relativos a los artistas del pasado, toma ba nota, cuidadosamente, de todas las obras de arte que vea y trataba de reunir n oticias sobre sus autores y las circunstancias en que fueron realizadas. No omita detalle: quera saber a quin haban pertenecido cuadros y estatuas, quin haba hecho ed ificar tales palacios, en manos de quines estaban en su tiempo, y registraba prol ijamente en sus papeles la ubicacin exacta de cada cosa. Esos apuntes acumulados en largos aos de viajes fueron la base documental de las Vidas , que empez a escri bir en 1546, luego de una conversacin que sostuvo en Npoles con el cardenal Farnes io y otros prelados e intelectuales, en la poca en que diriga los importantes trab ajos de decoracin de Monte Oliveto. Refiere Vasari en su autobiografa cmo fue induc ido a escribir su libro inmortal. Dice que a la sazn sola ir a ver comer al cardenal Farnesio por la noche, encontrndolo sentado a la mesa en compaa de Annibale Caro, su secretario, que era poeta, escritor y comendador de la Orden de San Juan de J erusaln, del poeta Francisco Mara Molza, disipado, vivaz y elegante, de Gandolfo y Claudio Tolomei, Romolo Amaseo, monseor Giovio y otros ingenios que abundaban en su corte napolitana. Pablo Giovio, obispo de Nocera, que en esos das escriba sus Elogios de los escritores clebres y meditaba su Historia contempornea y un tratado de geografa, expres en una de las reuniones que le gustara hacer un libro acerca d e todos los artistas famosos, desde Cimabue hasta la fecha. Posea este prelado un a valiosa coleccin en que figuraban numerosos retratos de hombres ilustres, y se interesaba vivamente por el arte. Habl largamente Giovio de su proyecto y revel -di ce Vasari- poseer grandes conocimientos y seguro juicio acerca de las cosas artst icas. Pero bien es cierto que se conformaba con una exposicin de conjunto y no ex aminaba los problemas en detalle; adems, al referirse a los artistas, a menudo - 11 -

confunda los nombres, los apellidos, los lugares de nacimiento y las obras, y no deca las cosas con exactitud, sino muy a lo grueso. Cuando Giovio termin de hablar, el cardenal Farnesio se volvi hacia Vasari y le pregunt: Qu decs de esto, Giovio? No er una bella obra, un gran trabajo? Bella, Monseor Ilustrsimo, si Giovio cuenta con l a ayuda de algn artista que ponga las cosas en su lugar y le diga cmo son en reali dad. Digo esto porque si bien sus palabras fueron maravillosas, ha hecho confusi ones y dicho unas cosas por otras. A pedido del mismo Giovio, de Caro, Tolomei y los dems, el cardenal propuso entonces al pintor que le proporcionara al historia dor un resumen y una noticia coherente de todos los artistas y sus obras, por or den cronolgico, y Vasari prometi complacerlo. As -agrega- me puse a ordenar mis recu erdos y buscar mis apuntes, tomados desde que era jovencito para pasatiempo mo y en razn de mi cario por nuestros artistas, toda referencia a los cuales tena yo muy a pecho. Reun todo lo que al respecto me pareci oportuno, y lo llev a Giovio quien , luego de alabar mucho ese trabajo, me dijo: Giorgio mo, quiero que emprendis vos la tarea de desarrollar toda la obra, en la excelente forma en que, segn veo, sab ris hacerlo. Porque yo no me atrevo, no conociendo las tcnicas ni sabiendo muchos detalles que conocis vos; adems, aunque yo hiciera el libro, a lo sumo escribira un tratadito semejante al de Plinio. Haced lo que os digo, Vasari, porque veo que lo lograris bellsimamente: me habis dado prueba de ello en esta narracin". Mas como l e pareci que yo no estaba muy decidido, me hizo decir lo mismo por Caro, Molza, T olomei y otros amigos mos. Y finalmente me resolv, y puse manos a la obra con la i ntencin de entregala, una vez terminada, a alguno de ellos para que la revisara y corrigiera, y la publicara luego con otro nombre que no fuese el mo. Esta timidez de escritor novel que le haca desear a Vasari la publicacin de su libro bajo nomb re ajeno, se disip un ao despus ante las sinceras alabanzas que Annibale Caro hizo de la primera parte de sus Vidas, cuando se la someti con el objeto de pedirle co nsejo y opinin. Caro slo objet algunos detalles de estilo, fcilmente subsanables; de seaba para una obra como sta, una redaccin sencilla, semejante al lenguaje hablado . Sin embargo, al mismo eclesistico que reclamaba la palabra llana, y condenaba l o metafrico y peregrino, en la carta que con tal motivo escribi a Vasari, se atrib uyen generalmente las partes ms ampulosas del texto de las Vidas y, especialmente , aquellas consideraciones filosficas con que se tropieza aqu y all en los - 12 -

prlogos y los encabezamientos de captulos, las cuales parecen haber sido su contri bucin propia a la obra de su amigo el pintor. Otros dos colaboradores tuvo Giorgi o en su actividad literaria: un annimo monje copista de la Orden de los Olivetano s, recomendable por su prolijidad, su ortografa y su buena letra, y Dom Gian-Matt eo Faetani da Rmini, abad del monasterio de Santa Maria di Scolca, hombre sabio y avezado en las letras, quien corrigi la copia definitiva de las Vidas, ejecutada en su abada mientras Vasari pintaba la Adoracin de los Reyes Magos para el altar mayor de la iglesia de los monjes. As, como en la Edad Media, el renacentista Vas ari acuda a la experiencia del escritor y el calgrafo monsticos para poner a punto su historia del arte. Terminado y pulido el original, que fue dedicado Al Ilustrsi mo y Excelentsimo Seor Cosme de Mdicis, Duque de Florencia, Seor Mo Observandsimo, el ibro fue impreso por el clebre Lorenzo Torrentino, impresor del prncipe toscano, y publicado en 1550, obteniendo un xito tan sonoro como inmediato. Vasari, que a l a sazn contaba treinta y nueve aos de edad, haba puesto trmino a su prolongada solte ra. Se cas por injuncin expresa del cardenal del Monte, legado pontificio en Boloni a, para quien haba proyectado la casa que edific en Monte Sansovino. El cardenal c onsider que era tiempo de que contrajera matrimonio y provey personalmente la espo sa: la joven se llamaba Niccolosa y era hija de Francesco Bacci, noble ciudadano de Arezzo. Poco despus, el legado pontificio fue elegido Papa como sucesor de Pa blo III, y el pintor supuso que la exaltacin de ese personaje, que le haba manifes tado su benevolencia en muchas oportunidades, le procurara ocasin de realizar magn as obras en la Ciudad Eterna. Por lo tanto, resolvi hacer abandono de su activida d independiente y ponerse al servicio del nuevo Papa, despus de no haber tenido o tro amo que l mismo durante trece aos. Julio III recibi cordialmente en Roma a Vasa ri, y, en efecto, le confi trabajos diversos de pintura y arquitectura, inclusive los bocetos para la construccin de la Villa Julia, que Giorgio ejecut en colabora cin con su admirado colega Ammanati, pero ms tarde fueron modificados por Vignola y Miguel ngel, quien segua siendo el rbitro de las artes en aquella ciudad. Cuatro aos permaneci Vasari al servicio del Sumo Pontfice, que parece haber sido un patron o sumamente difcil y caprichoso, pues segn expresa el autor de las Vidas, Julio II I siempre estaba cambiando de idea y pensando en proyectos nuevos, que era preci so concretar y presentarle da tras da. En suma, la experiencia romana no fue satis factoria para el artista, decepcionado por las veleidades de su Mecenas. Lleg por fin a la conclusin de que poco se poda esperar de l, y que en vano se empeaba en ser virlo. - 13 -

El duque Cosme de Florencia solicitaba insistentemente su presencia, y Vasari co nsider que le convena ms este protector que aquel en quien tantas esperanzas haba pu esto. As es como regres en 1555 a Toscana para servir al duque, a cuyas rdenes trab aj desde entonces hasta el fin de su vida. Ese mismo ao falleci Julio III. En los ao s transcurridos desde el asesinato de Alejandro, Cosme haba estabilizado completa mente su autoridad, que deba afirmarse en forma definitiva cuando obtuvo el ttulo de Gran Duque de Toscana, en 1569. Haba elegido el prncipe como alojamiento el his trico Palacio Viejo, la hosca fortaleza erigida por Arnolfo di Cambio en el centr o de Florencia. Ese edificio requera transformaciones profundas para convertirse en digna residencia ducal. La primera tarea de Vasari consisti en decorar la sala llamada de los Elementos, en que pint una de sus sorprendentes alegoras: La Castrac in del Cielo por el Aire . En otras cmaras describi las cuatro estaciones, los doce meses, los trabajos de Hrcules. Y ms tarde decor nuevos aposentos del palacio duca l con una serie de pinturas que trazan la historia de Florencia, desde su fundac in hasta los das de Cosme I, y para cuya ejecucin despleg febril actividad. Y tambin adorn cuatro habitaciones del piso del palacio reservado a la duquesa Leonor de T oledo, pintando para su deleite, y como discreto homenaje a la hija del virrey d e Npoles, las hazaas de las mujeres ilustres, griegas, hebreas, latinas y toscanas en las paredes de su residencia particular. El duque Cosme empleaba tambin a Vas ari como consejero arquitectnico -con plausible criterio, por cierto, pues coinci den los juicios en que fue grande y original en sus creaciones de arquitectura, a las cuales infundi la belleza que nace de la sobriedad y los claros trazados. D irigi obras de construccin, no slo en Florencia sino tambin en Pisa, Pistoia, Arezzo y otras ciudades. En l560, de acuerdo con los planos de Vasari, se comenz la edi ficacin del Palacio de los Oficios, hoy insigne museo, que se inaugur en 1574 y fu e primitivamente sede de la administracin pblica de Toscana. Giorgio estaba partic ularmente orgulloso de la ingeniosa solucin que dio al problema de unir este edif icio nuevo -como lo requera el duque Cosme- con el Palacio Pitti, construido por Brunelleschi del otro lado del Arno. Vincul las dos construcciones mediante esa l arga galera suspendida que cruza el ro por encima del augusto Puente Viejo y da su singular fisonoma a ese trozo del panorama de Florencia. Cosme I estaba posedo po r la fiebre del urbanismo y empeado en el embellecimiento de su capital y otras p oblaciones de sus Estados, pues, como dice Giorgio, el seor duque, excelentsimo, a la verdad, en todo, se complace en la edificacin de palacios, ciudades, fortaleza s, puertos, galeras, plazas, jardines, fuentes, aldeas y otras cosas semejantes, - 14 -

bellas, magnficas y utilsimas para comodidad de sus sbditos. Y Vasari, su consejero en todas esas obras, aunque en el curso de su existencia entera trabaj con intens idad, jams conoci perodo de actividad mayor que la de stos, sus ltimos aos. Ora se enc ontraba en Pisa, dirigiendo los trabajos del palacio conventual de los Caballero s de San Esteban y la iglesia de San Stefano ai Cavalieri, ora trabajaba en la b iblioteca Laurenciana dibujada por su ilustre maestro, proyectaba un sepulcro es plndido para Cosme y su familia, a imitacin del concebido por Miguel ngel para Lore nzo y Julin de Mdicis, o edificaba una loggia en la principal plaza aretina. Nuest ra Seora de la Humildad, en Pistoia, le debe su hermosa cpula, y, en Florencia, si empre por orden del duque, introdujo considerables reformas en Santa Croce y San ta Maria Novella, sin vacilar en destruir los frescos de Masaccio para mejorar l a perspectiva interior de la iglesia. En 1566, despus de ms de un decenio de esfue rzo constante para satisfacer la sed de mejoras edilicias de su Seor Observandsimo , Vasari sinti la necesidad de un descanso. Dedic sus vacaciones a recorrer una ve z ms la pennsula en que se hallaba disperso tal nmero de obras pictricas debidas a s u alerta mano, y se detuvo especialmente en Loreto, Pava, Miln, Ferrara y Venecia para retomar contacto con viejos amigos, refrescarse la memoria examinando pintu ras y esculturas vistas en otras oportunidades y acopiar nuevos datos acerca de los artistas que no haba comentado en la primera edicin de sus Vidas . A este viaj e debemos la segunda edicin, revisada y muy ampliada, del famoso libro, que las p rensas de los Giunti, florentinos, dieron al pblico dos aos despus, en 1568, y que como la anterior fue dedicada a Cosme I. Incluy esta vez el autor su autobiografa, que no figuraba en los tomos de la prnceps , as como la larga descripcin de los fu nerales de Miguel ngel, fallecido en 1564 para gran afliccin de su discpulo, entusi asta admirador y amigo entraable, y agreg a la versin inicial una gran cantidad de informaciones y comentarios sobre artistas contemporneos. Pero antes de esta publ icacin, e inmediatamente despus de su viaje por Italia, ya se haba puesto en contac to, en febrero de 1567, con el Papa Po V, coronado el ao anterior, quien lo llam a Roma para consultarlo acerca de las obras de la baslica de San Pedro y le hizo di versos encargos. Para este Pontfice piamonts, que haba hecho edificar la iglesia de Santa Croce del Bosco, cerca de Alessandria della Paglia, ejecut un enorme cuadr o de altar que deba ser colocado en dicho templo, y que Vasari califica de Macchi na grandissima, quasi a guisa d'arco trionfale . Cuando, ese mismo ao, el pintor decor la capilla de su propia familia en Santa Maria della Pieve, en Arezzo, quis o emular al Papa y pint una mquina similar, llena de adornos en - 15 -

estuco que encuadraban composiciones alusivas a San Jorge y otros santos y escen as de ambos Testamentos. A esa capilla fueron trasladados los restos de su madre , fallecida en Florencia en 1557, de Antonio Vasari, su padre, y de Lzaro y Giorg io el Viejo, bisabuelo y abuelo, respectivamente, del autor de las Vidas . Retra tos de esos miembros de su familia completaban la decoracin del sepulcro. Ocupado principalmente en trabajos arquitectnicos, Vasari no descuidaba del todo la pint ura. Una interminable serie de cuadros sali de su taller en aquellos aos, y slo men cionaremos aquellos que hizo para el prncipe Francisco, hijo de Cosme I y futuro Gran Duque de Toscana, quien los envi a Espaa, como obsequio para la hermana de Le onor de Toledo, con lo cual se estableci el contacto del artista con aquel Reino, que ms tarde haba de solicitar en vano sus servicios. Una obra importante reclama ba a la sazn el inters y los esfuerzos de Vasari: la decoracin del palacio ducal de Siena, que le haba sido encomendada por su amo. Tuvo que interrumpir la preparac in de los cartones para la misma cuando Po V requiri nuevamente su presencia en Rom a, en el ao 1570, y Cosme I, deseoso de satisfacer al Pontfice gracias al cual aca baba de ser exaltado a la dignidad de Gran Duque, le cedi su pintor y arquitecto por tiempo indeterminado. El Papa no slo deseaba que Vasari dirigiera las obras d e San Pedro, restaurara San Juan de Letrn y llevara el Acqua Vergine de Salona a Roma (agregando una nueva especialidad, la de ingeniero hidrulico, a sus ya mltipl es facetas profesionales), sino que le encarg la decoracin de tres capillas privad as en el Vaticano. Giorgio tena prisa por regresar a Florencia, y el nico modo de cumplir su deseo consista en liquidar cuanto antes el trabajo encomendado por el Sumo Pontfice. Entonces realiz una proeza digna de Luca Giordano, ms conocido por s u bien ganado apodo de Fa Presto: en poco menos de tres meses, y con la sola ayuda de Sandro del Baldassarre -pintor que no ha dejado rastros en la historia del a rte-, hizo cincuenta y seis trozos de cartones para la mencionada decoracin, esbo z doce cuadros grandes con los temas de Tobas y el ngel Rafael, la vida de San Este ban y los hechos de San Pedro Mrtir, y cubri los techos de las capillas con figura s de las Virtudes Teologales y de santos y santas de la Orden de Santo Domingo.2 As, en el mes de julio del mismo ao, Vasari se encontraba de regreso en la Ciudad de la Flor, donde terminaba la decoracin de la sala grande del Palacio, que fue inaugurada en los primeros das de enero de 1572. El Papa haba premiado su prodigio sa destreza y premura nombrndolo caballero y, apenas concluy su tarea en Florencia , pidi una vez ms que bajara a Roma. Era el propsito de Po V proseguir la magna obra iniciada bajo el reinado de Pablo III y continuada en el curso de los - 16 -

pontificados de Julio III, Marcelo II y Pablo IV: la decoracin de la suntuosa Sal a Regia del Vaticano, construida de acuerdo con los planos de Antonio de Sangall o y en que ya haban trabajado a la sazn Perino del Vaga, Daniel de Volterra il brag hettone, Salviati, Giuseppe Porta, Arrigo Fiamingo y otros. Las pinturas de esa s ala describan el podero victorioso de la Iglesia, manifestado en las luchas del Po ntificado con los emperadores de Alemania. Y la Iglesia acababa de conquistar un nuevo triunfo para la fe, pues las flotas combinadas de Don Juan de Austria y M arcantonio Colonna haban vencido el 7 de octubre de 1571 a los infieles en el Gol fo de Lepanto. Po V consider oportuno completar los murales de la Sala Regia con t res composiciones alusivas a esa batalla naval, y las encomend al flamante caball ero, quien ejecut al fresco un panorama del Golfo, con Cefalonia, las islas, los arrecifes y las galeras de ambos bandos formadas en orden de combate, ms la escen a de la bendicin y entrega del estandarte al jefe de las fuerzas cristianas y, po r fin, la lucha y la derrota de los turcos, entreverada con caprichosas alegoras. Muri Po V, sucedindole Gregorio XIII, y Vasari, quien durante su estada en Roma, a dems de las escenas de la batalla de Lepanto, haba empezado a pintar los cartones para la decoracin de la cpula insigne de Santa Maria del Fiore, que le fuera encar gada por el gran duque Cosme, volvi a Florencia, luego de tomarse un breve descan so en Arezzo, y se puso a pintar en ese monumento del genio de Brunelleschi aque lla corona de Profetas y de Ancianos que nunca lleg a concluir. A fines de 1572, en efecto, lo llamaba a Roma el nuevo Papa, y Cosme I, enterado de que no deseab a realizar el viaje, con mil argumentos lo convenca de la conveniencia de complac er a Gregorio XIII y le insinuaba su deseo de que actuara en la Ciudad Eterna co mo agente secreto suyo, informndole acerca de la poltica pontificia. Completa, pue s, el caballero Vasari, con Juan Van Eyck y Rubens, el tringulo de los pintores q ue desempearon para sus prncipes misiones diplomticas, a la vez que ejercan su artsti ca profesin. El enrgico Gregorio XIII quera que Vasari concluyera prontamente la de coracin de la Sala Regia, y haba elegido el tema para los ltimos frescos que deba ej ecutar: era su voluntad que pintase la cosa degli Ugonotti. Como se ve, no perda ti empo para hacer conmemorar en pintura aquel hecho que entonces se consideraba co mo el ltimo triunfo de la Iglesia: la matanza del da de San Bartolom se haba produci do el 24 de agosto de 1572, y en noviembre del mismo ao encargaba el Sumo Pontfice a Vasari tres composiciones relativas a lo que el prncipe Francisco de Mdicis lla m el santo y notable suceso de la ejecucin de los hugonotes en Francia. - 17 -

Cuando por fin se inaugur la Sala Regia, el da de Corpus Christi de 1573, luego de haber trabajado en ella, durante 28 aos, trece artistas al servicio de siete Pap as sucesivos, los mximos honores correspondieron a Vasari por haber llevado a trmi no la obra, ponindole el broche de oro de las composiciones que describen el aten tado de Maurevel contra el almirante Gaspar de Coligny, la visita de Carlos IX y Catalina de Mdicis al anciano herido, el asesinato de ste por Besme y los Guisa, y la escena en que el Rey va a la iglesia para dar gracias a Dios. sta fue la ltim a pintura que lleg a concluir Vasari, y es curioso sealar que, al realizarla, se h aba convertido en cronista de la ms palpitante actualidad de su tiempo. Llegamos a l fin de su biografa que, sea dicho de paso, l slo redact en parte en sus Vidas (has ta 1568, fecha de la segunda edicin florentina) y fue completada mediante los esf uerzos sucesivos de Monseor Giovanni Bottari, Giuseppe Piacenza, Giovanni Gaye y Caetano Milanesi en cuanto se refiere a los ltimos aos de su carrera. Felipe II de seaba tomarlo a su servicio: en nombre del Rey Catlico le hizo brillantes ofrecim ientos Marcantonio Colonna cuando regres de Espaa, despus de su victoria de Lepanto . Pero el viejo pintor declin ese honor. Slo deseaba acabar las pinturas de la cpul a de Santa Maria del Fiore, que consideraba su obra capital. No dudaba, en su ve jez, de la grandeza de su produccin pictrica, que la posteridad se resiste a valor ar tan alto. Ya cuando pintaba las capillas de la Cmara de Po V pretenda con ingenu a soberbia no ser inferior a Rafael y Miguel ngel, pero en la cpula de Brunellesch i se prometa lograr un lavoro omnipotente, da far tremare spaventare ogni fiero e gagliardo ingegno . Conceba los ocho cascos de la media naranja convertidos medi ante sus pinturas en algo as como una suma teolgica abarrotada de figuras de ngeles , tronos, patriarcas, apstoles, virtudes, vrgenes santas, religiosas, profetas, do ctores, mrtires, pontfices y sacerdotes, colocados en registros encima de los ciel os de Saturno, Mercurio, Jpiter, Marte, el Sol y la Luna en los cuales, divididos en zonas de tinieblas y de luces, se desarrollaba un inmenso Juicio Final con e l castigo de los envidiosos, los avaros, los holgazanes, los golosos, los soberb ios, los lascivos y los colricos, y la salvacin de los misericordiosos, los pacfico s, los beatos, los castos y los pacientes. Acicateado por el deseo de adelantar esta obra, en junio de 1573 estaba de vuelta en Florencia y, trepado al altsimo a ndamio, prosegua pintando las ya comenzadas cspides de aquellas montaas de personaj es que haban de descolgarse en masa compacta desde la abertura de la farola hacia el crucero del solemne Duomo . Nueve meses trabaj con obstinado ahnco y slo interr umpi la tarea al acaecer la muerte del Gran Duque Cosme, en abril del ao siguiente . - 18 -

Luego volvi Vasari a sus Profetas y sus Ancianos de Santa Maria del Fiore. Pero e l destino no quiso que terminara su invencin postrera: dos meses despus de su seor, el 27 de junio de 1574, falleci el fiel servidor de la Casa de los Mdicis a la ed ad de sesenta y dos aos, despus de haber seguido con empeo, con honor y con provech o grandsimo para l y los dems el consejo del anciano Signorelli: Impara, parentino . Federico Zucchero, con la ayuda de Passignano y otros, concluy las pinturas de la cpula durante el reinado del nuevo Gran Duque, Federico I. Los restos de Vasar i fueron sepultados cerca de sus padres y dems deudos en Santa Maria della Pieve, en su Arezzo natal. No dej herederos de su matrimonio con Niccolosa di Francesco Bacci, y su apellido subsisti por la rama colateral, a travs de su sobrino Giorgi o Vasari, caballero de San Esteban (que hizo imprimir en 1588 por los Giunti los curiosos y hasta entonces inditos Ragionamenti del to acerca de las decoraciones del palacio ducal y de la catedral de Florencia) y de los descendientes de ste, h asta el ao 1687 en que se extingui la familia en la persona de Francisco Mara Vasar i. Mas no se extingui la fama del autor de las Vidas en ms de cuatro centurias y m edia, ni es previsible que se extinga mientras viva en este mundo el amor de las cosas del arte. Giorgio Vasari, quien acaso fue el mejor pintor activo en la se gunda mitad del siglo xvi en la Italia central y meridional (en un perodo, por ci erto, de pronunciada decadencia de la pintura), no ha dejado una obra pictrica qu e concite la admiracin ni siquiera el inters muy vivo en el hombre de nuestros das: decorador fcil y abundante, seducido por la ancdota, el smbolo, la alegora y el emb lema, dotado de una imaginacin ms literaria que plstica, y afectado por el gusto de su tiempo -que para nosotros es rayano en el mal gusto-, slo alcanz la meta de la grandilocuencia con la flecha de su ambicin disparada hacia la grandeza. La rela tiva sobriedad de sus retratos, comparados con aquellas grandes mquinas que disem in por toda Italia, hace preferir su autorretrato de los Oficios, y las efigies d e Cosme, Lorenzo y Alejandro de Mdicis, o la de Pablo Giovio -promotor de su carr era literaria- a cualquiera de sus pinturas murales, sean stas las escenas de la vida de San Pedro, ejecutadas en el Vaticano y tan gustadas por Po V, o las vasta s composiciones del Palacio Viejo de Florencia. Tampoco se salvan de la crtica ad versa sus innumerables cuadros de caballete, tales como la Bacanal de stiros, fau nos y silvanos , y las Gracias acicalando a Venus , que pint para el cardenal Hipl ito: en ellos se ve quiz mejor que en cualesquiera otras producciones de Vasari l os defectos del manierista , formado en la copia e imitacin de los ms diversos mae stros. - 19 -

No es, pues, su pintura lo que podra darle la inmortalidad que ya le vaticin Migue l ngel, cuyo veredicto se ve corroborado en el transcurso del tiempo. Ni bastara t ampoco su obra arquitectnica -aunque es valiosa-, para sacar su nombre de esa pen umbra en que los siglos terminan por envolver injustamente a los constructores d e los palacios y las iglesias. Mas lo que da permanencia a la gloria de Giorgio Vasari y lo mantiene vivo, porque siempre est presente en el recuerdo de todos lo s enamorados del arte, son las pginas de sus admirables Vidas de los ms excelentes pintores, escultores y arquitectos . Esta obra monumental no tiene, por su enve rgadura, precedente en todo lo que va desde la Antigedad hasta los das del artista aretino. Pudo ste, por cierto, ayudarse algo con los escritos de Dante, Petrarca , Boccaccio, Sacchetti, Filippo Villani y Cennino Cennini, extractando de ellos unas cuantas citas, pocos conceptos y jirones de material informativo, as como le fue posible consultar los comentarios de Lorenzo Ghiberti y del libro de pintur a de Len Bautista Alberti, y orientarse en el laberinto veneciano con la ayuda de las luces de Pietro Aretino, Paolo Pino y Ludovico Dolce. Mas esas referencias aisladas se pierden en el mar de cosas que averigu por su cuenta para escribir es a verdadera historia del arte italiano, extensa y completa, que abarca desde los albores del siglo XIII hasta fines del XVI e incluye algunos datos -a la verdad endebles- acerca de la pintura en Flandes. Est concebida esa historia como un co mpendio de biografas de artistas clebres, precedido por un sinttico tratado de la p intura, la escultura y la arquitectura, cuyo propsito consiste en familiarizar al lector con la terminologa y las tcnicas de las profesiones artsticas. El libro se divide en tres partes que corresponden aproximadamente a las otras tantas centur ias cuya produccin de arte se refleja en el escrito, pues Vasari no dej de percibi r que una infancia, una adolescencia y una madurez de caracteres bien definidos se haban manifestado en el Trecento , el Quattrocento y el Cinquecento. En el prlo go general de la obra y los prefacios que encabezan las grandes divisiones del t exto expone Vasari sus ideas estticas y su juicio relativo a cada poca, para pasar luego al relato biogrfico, cronolgicamente ordenado, en que seala la rtmica secuenc ia de maestros y discpulos que a su vez se vuelven tutores de otros, determinando la continuidad y el ascenso del arte. Nos ofrece inagotable material de lectura , e ilimitado tema para el comentario. Adems de prolijos detalles sobre la vida y la produccin de los artistas considerados dignos de figurar en su historia, brin da muchas frescas ancdotas para solaz del lector, valiosos consejos tcnicos para e l profesional (a quien explica aqu la razn por la cual se cuartean las telas pinta das al leo, all cmo se ha de evitar la corrosin de los frescos por las sales marinas , ms lejos, el buen mtodo de preparacin de los estucos, o el sistema empleado por g randes escultores para - 20 -

armar sus bocetos de arcilla), descripciones de innumerables obras de arte hoy d esaparecidas, y aun consideraciones morales y conceptos filosficos referidos al c aso particular de la actividad artstica. Y su moral y filosofa estn tan cargadas de sabor de poca, que iluminan en cuanto al pensamiento generalizado de los intelec tuales en la segunda mitad del siglo XVI. Hasta sus mismos errores, que son much os y muy perdonables, y sus parcialidades, que son escasas y no menos comprensib les, fomentan la perpetuidad del libro y de su gloria, en la medida en que dan p ie para la averiguacin y el reverente juicio rectificador. Formado en Florencia, protegido por los Mdicis, subyugado por la grandeza titnica del Buonarroti, no poda dudar Vasari un solo instante de la superioridad del arte toscano en comparacin con el de cualquiera de las otras comarcas de Italia y, particularmente, con el vneto. Y lgicamente haba de hacer suya, como doctrina indiscutible, la sentencia de Miguel ngel acerca de las limitaciones de Tiziano en aquella primera querella entr e la lnea y el color que se produjo al confrontarse los talentos de Toscana y de Venecia. Y, sin embargo, con qu magnfico esfuerzo de ecunime objetividad justifica e l pintor y escritor aretino la ltima manera, impresionista, del mago de Cadore, y cmo se empea justicieramente en demostrar cunto trabajo, cunto esfuerzo y cunta cien cia hay en las aparentes improvisaciones de ese hondo y suntuoso proveedor de Ca rlos V! No puede ser tachado de parcialidad, as, en bloque, un autor que, como l, tanto se cuida de no criticar y se ve arrebatado por el entusiasmo, volcando a m anos llenas los calificativos halageos, los superlativos ditirmbicos -excelentsimo, brillantsimo, terribilsimosobre todas las obras de los artistas que se suceden des de el primero de los grandes precursores hasta las cumbres del Alto Renacimiento , y que apenas reserva sus censuras abiertas para la odiada maniera tudesca o la go ffa maniera greca, que parecen ser an, muy avanzado el siglo XVI, el coco de los a rtistas. S: Vasari denuncia con tal insistencia los males de los estilos gtico y b izantino, que nos da qu pensar, ya que ello parecera superfluo despus de Masaccio, Leonardo, Rafael y Buonarroti. Los denuncia en nombre de la vida, que es el leitmo tiv, por otra parte, de sus alabanzas para todos los creadores que admira, de Ci mabue en adelante. Encuentra esa realidad, esa representacin viviente, hasta en e l mosaico de la Navicella, qu digo, hasta en la vela de mosaico de la barca de San Pedro! Y lo que rechaza en el arte de los hombres de la Edad Media es la ausenc ia de realismo fsico en sus figuras, la cual, en su juicio, no se compensa por la intensidad de la expresin emotiva: porque si percibe muy bien la terribilit de Migu el ngel, no sabe verla en la obra de un annimo tallista medieval. Admira, en cambi o, - 21 -

incondicionalmente, los exvotos policromados y estofados del escultor Orsini, am igo y discpulo de Verrocchio, en los cuales anida mucho del horror agazapado en l os museos de muecos de cera. Cuando lo arroba el entusiasmo y le faltan palabras para elogiar alguna estatua o pintura, proclama que est viva, viva, y tal como cree ver latir las venas en el cuello de Mona Lisa, llega a convencerse de que el re trato de un Papa, pintado al fresco en una muralla, es como una aparicin fantstica que impone respeto rayano en el pavor. Tal obsesin de la vida significa sencillame nte que se vive en una era de derrumbe y de muerte, en que ya no encuentran apli cacin prctica los principios mismos que con tal ampulosidad se declaman. Como acae ce en la decadencia senil en que no se hace otra cosa que hablar del amor, ya im practicable. Los eclcticos artistas imitadores de Leonardo, de Rafael y de Miguel ngel han perdido contacto con la realidad vital. Por eso, precisamente, los gtico s y los bizantinos son para ellos un espantajo inquietante: el fantasma de su pr opia desvitalizacin. No ven en ellos lo mucho bueno que tienen: slo ven la frmula e stereotipada antigua, parienta cercana de su propio academismo manierista. Vase cm o se desespera Vasari, al pintar un retrato del duque Cosme revestido de armadur a, porque la coraza imitada al leo no resiste la confrontacin con el frreo peto que le sirve de modelo. Y el nico recurso que halla -simblico recurso-, aconsejado po r Pontormo, para quedar satisfecho con su obra consiste en alejar de su vista el objeto concreto, la realidad de la armadura... Ciertamente, no es el valor crtic o lo que se busca ya en el libro de Vasari, historiador y cronista emrito. Su estt ica es pobre, aun comparada con la de algunos de sus contemporneos y predecesores , y su juicio sobre la excelencia de las obras se funda principalmente en valore s tcnicos y en las curiosidades temticas que pueden presentar cuadros y esculturas . Elogia la belleza de los paos, la habilidad de los escorzos, la justeza de la p erspectiva, y celebra sobre todo las actitudes inesperadas, los movimientos capt ados al vuelo en la observacin del mundo real. Por ejemplo, le entusiasman aquell os soldados de la Batalla de Pisa, de Miguel ngel, que en vano se esfuerzan por p onerse las calzas despus de su bao en el Arno, y no lo logran porque tienen las pi ernas mojadas. En este afn por subrayar en sus descripciones los caprichos que pu ede contener una determinada composicin artstica, Vasari revela un algo popular, i ngenuo, prosaico y profano que hace pensar en el cicerone. Y no es ste, sin duda, uno de los menores encantos de las Vidas. El corpulento Giorgio, de frente desp ejada, cejijunto, arrugado, barbudo, con su nariz de alas palpitantes y su mirad a vida de pintor, que nos mira fijamente desde el marco de su autorretrato de los Oficios, era, qu duda cabe?, un hombre jovial de esos que en la madurez prudente - 22 -

saben recordar sus mocedades, en que tambin hicieron de las suyas, y sonrer ante l as picardas y las locuras de los dems. As, al lado de los ms prolijos detalles, inte resantes para quien quiere hurgar en la carrera o la obra de un artista (no desd ea dar, como una autntica gua del viajero, precisiones minuciosas sobre la ubicacin de tal fresco o tal escultura, como por ejemplo: ... en Sant'Antonio de Verona, e n la extremidad del tabique del coro, a la izquierda, debajo de la curva de la bv eda...), nos regala con esa pltica amena, campechana, del curioso y del viandante que ante todo se asombra, que con todo se deleita, recoge la verdad con la fbula, el documento con la leyenda -aun el chisme y la calumnia credos de buena fe- y r elata la ancdota sabrosa, el detalle significativo, la chuscada del maestro, la b roma del garzone, la escena sentimental o el episodio dramtico, entrecortando su disquisicin sobre arte con vibrantes cuadritos costumbristas de la intimidad de s us hroes. En las biografas de sus contemporneos y de aquellos artistas ya fallecido s en sus das, pero de quienes se conservaban tradiciones populares an muy despiert as, abundan, pues, tales escenas de la vida de Bohemia del Renacimiento -graciosas , picarescas, conmovedoras, trgicas, humorsticas o burlescas-, que, tomadas en su conjunto, forman un cuadro de poca extraordinariamente colorido. El odio de Paolo Uccello por el queso con que lo hartaba el abad, el castigo que Giotto impuso a la vanidad del burgus gentilhombre -que como se ve es de todos los tiempos-, las c hanzas de Botticelli, la moral social de Donatello evidenciada en la hora de la muerte, la incontinencia de Filippino Lippi, el orgullo de Buonarroti y mil otro s rasgos humanos se destacan as, como ilustraciones de alto color, en el texto de las Vidas de Giorgio Vasari. Alguna vez, al recoger una conseja fuertemente arr aigada en la creencia del pueblo, fue injusto. Tal el caso de su juicio sobre An drea del Castagno, a quien fustiga con tan noble indignacin por haber asesinado a un colega... que muri cuatro aos despus del supuesto asesino. Empero, aun inverosmi l y falsa, qu magnfica escena dramtica es la de la imaginaria muerte de Domenico Ven eziano, tal como la refiere! Adems, los errores de informacin eran ineludibles, fa tales para Vasari, dadas las condiciones en que realiz su obra. Compil datos por o bservacin personal y por contacto directo con aquellos artistas que fueron sus co ntemporneos, pero tambin se vio forzado a admitir lo que aportaba la crnica oral ac erca de sus predecesores. Le faltaban textos que lo informasen con mayor exactit ud y, aparte de lo que pudo recoger en los escritos de los autores que hemos men cionado, la mayor parte de las referencias con que arm el enorme cuerpo de sus Vi das tuvo que cosecharla l mismo, en aos de paciente esfuerzo, - 23 -

interrogando a centenares de prncipes, prelados, monjes, burgueses, caballeros y doctores acerca de la procedencia y la paternidad de las obras de arte conservad as en sus palacios, sus conventos, sus iglesias o sus casas, a la vez que escuch aba cuanto quisieran relatarle sobre nacimiento, educacin y carrera de los pintor es, escultores y arquitectos. Cmo extraarse, pues, de que se deslizara alguna equiv ocacin en sus biografas? Y por qu sorprenderse de que de pronto confundiese dos cuad ros o dos frescos y los describiese como uno solo (realizando as una extraa antici pacin superrealista) un averiguador como l, que haba contemplado millares de objeto s de arte pero slo poda confiar en su memoria y sus apuntes en el momento de redac tar su libro, ya que no gozaba, como el historiador de hoy, de la inapreciable v entaja de poder acudir a la consulta de obras especializadas y catlogos de colecc iones y de museos cuando le asaltaba alguna duda? La tarea que le cupo desempear a Giorgio Vasari fue la de un pioneer de la historia del arte italiano. Precisam ente por ello infunde admiracin y respeto su extraordinario monumento biogrfico, p iedra fundamental en que se han apoyado desde sus das hasta hoy todas las constru cciones de los historiadores que, continundolo, se han esforzado por desentraar la verdad de la evolucin artstica. Pueden ser ms seguros y cientficos que Vasari, mas ninguno lo ha superado en vivacidad, entusiasmo y comprensin humana. Y -no lo olv idemos- su hazaa, la inicial, fue la ms difcil de todas. Nota del traductor La traduccin de esta seleccin de las Vidas de los ms excelentes pintores, escultores y arquitectos se ha hecho sobre la base de la ltima edicin de l libro de Giorgio Vasari, realizada por G. C. Sansoni, de Florencia, en 1906, q ue contiene en nueve tomos el texto completo de las Vidas, transcripto de la seg unda edicin de la obra, hecha mientras viva el autor, en el ao 1568, por los Giunti , y que lleva comentarios y acotaciones de Gaetano Milanesi, comprendiendo, en f orma de notas y apndices, todos los aportes sucesivos de Monseor Giovanni Bottari, G. Montani, G. Masselli, Pini, Carlo Milanesi, P. Marchese y Selvatico al escla recimiento del escrito original. Se han consultado las versiones francesas de Ch arles Weiss (Edicin Dorbon-Ain, Pars, 1926) y de Leclanch (Pars, 1839), inglesa de A. E. Hinds (Everyman's Library, J. M. Dent and Sons Limited, Londres) y castellana de J. Farrn y Mayoral (Luis Miracle, Barcelona, 1940), as como la edicin italiana a breviada de Adriano Salani (Florencia, 1931), esto ltimo para - 24 -

considerar el criterio con que se acorta en Italia el texto de Vasari. En esta v ersin castellana, algunas Vidas muy extensas (por ejemplo la de Miguel ngel) se ha n abreviado, y en otras se ha simplificado un tanto el profuso estilo del autor, pero en las ms no slo se ha traducido fielmente el original a nuestro idioma, sin o que se ha tratado de respetar en todo lo posible los giros, las expresiones ca ractersticas, la construccin (a veces viciosa) de la sentencia, el empleo capricho so de las maysculas y hasta la puntuacin, con el objeto de conservar el sabor prop io del lenguaje literario del aretino, que an no se ha podido apreciar justamente en castellano, por ser en extremo libres todas las versiones publicadas hasta l a fecha. - 25 -

Giotto, pintor, escultor y arquitecto florentino La misma deuda de gratitud que contraen los artistas pintores con la naturaleza -la cual sirve continuamente de ejemplo a quienes, extrayendo lo bueno de sus partes mejores y ms bellas, siempr e se ingenian en representarla e imitarla-, la han contrado tambin, a mi entender, con Giotto, pintor florentino: por cuanto, habiendo quedado sepultados durante tantos aos, bajo las ruinas causadas por la guerra, los mtodos de las buenas pintu ras y sus lineamientos, l solo, aun cuando nacido entre artfices ineptos, por la g racia de Dios resucit ese arte que se haba extraviado y le dio una forma que puede calificarse de buena. Y, en verdad, fue milagro muy grande que aquella poca gros era e incapaz tuviese el poder de obrar en Giotto tan sabiamente que el dibujo, del cual poco o ningn conocimiento tenan los hombres de esos tiempos, mediante l vo lviese enteramente a la vida. Sin embargo, este grande hombre naci en el ao l276 e n la comarca de Florencia, a catorce millas de esta ciudad, en la aldea de Vespi gnano, siendo su padre, llamado Bondone, un hombre sencillo, labrador de la tier ra. ste, cuando tuvo al hijito a quien dio el nombre de Giotto, lo cri de conformi dad con su condicin, cumplidamente. Y cuando alcanz la edad de diez aos, mostrando en todos sus actos an infantiles una vivacidad y presteza de ingenio extraordinar ios, que lo hacan grato no slo a su padre sino a todos aquellos que lo conocan en l a aldea y fuera de ella, Bondone le dio la custodia de unas ovejas. Mientras rec orra el campo, apacentndolas ora en un lugar, ora en otro, impulsado por la inclin acin de su naturaleza al arte del dibujo, en las piedras, en la tierra o en la ar ena dibujaba constantemente alguna cosa del natural o bien alguna fantasa suya. A s, un da, mientras Cimabue iba por sus asuntos de Florencia a Vespignano, se encon tr con Giotto - 26 -

quien, mientras pacan sus ovejas, sobre una piedra lisa y pulida, con un guijarro un tanto afilado, dibujaba una oveja del natural, sin haber aprendido la manera de hacerlo con ningn maestro que no fuera la naturaleza. Detvose Cimabue muy mara villado y le pregunt si quera ir a vivir con l. Contest el nio que si esto era del ag rado de su padre, ira gustoso. Lo solicit, pues, Cimabue a Bondone, quien bondados amente concedi el permiso, alegrndose de que se llevara al nio a Florencia. Cuando estuvo all, en poco tiempo, ayudado por la naturaleza y adiestrado por Cimabue, n o slo igual el prvulo el estilo de su maestro sino que se hizo tan buen imitador de l natural, que abandon completamente la torpe manera griega3 y resucit el moderno y buen arte de la pintura, introduciendo la prctica de retratar fielmente del nat ural a las personas vivientes, cosa que desde ms de doscientos aos atrs no se pract icaba: y si alguno lo haba intentado, no lo haba logrado con mucha felicidad ni ta n bien como de pronto lo consigui Giotto. ste, entre otras cosas, retrat, como an ho y puede verse en la capilla del palacio del Podest de Florencia, a Dante Alighier i, coetneo y grandsimo amigo suyo y no menos famoso como poeta de lo que Giotto lo era al mismo tiempo como pintor, y tan alabado por Messer Giovanni Boccaccio en el proemio del cuento de Messer Forese da Rabatta y de dicho Giotto el pintor. En esa capilla se encuentra el retrato, igualmente de mano del mismo, de Ser Bru netto Latini, maestro de Dante, y de Messer Corso Donati, gran ciudadano de aque llos tiempos. Fueron ejecutadas las primeras pinturas de Giotto en la capilla de l altar mayor de la Abada de Florencia, en la cual hizo muchas cosas consideradas bellas, pero especialmente una Nuestra Seora cuando recibe la Anunciacin; porque en ella expres vivamente el miedo y el espanto que el saludo de Gabriel - 27 -

caus a Mara Virgen, la cual parece que, llena de grandsimo temor, casi pretenda dar se a la fuga. Es de la mano de Giotto, asimismo, la tabla del altar mayor de dic ha capilla, la cual se ha conservado all hasta hoy y an se conserva, ms por cierta reverencia que se tributa a la obra de tan grande hombre que por cualquier otro motivo. Y en Santa Croce hay cuatro capillas de la mano del mismo, tres entre la sacrista y la capilla grande, y una del otro lado. En la primera de las tres, qu e es de Messer Ridolfo de' Bardi, y en la cual estn las cuerdas de las campanas, represent la vida de San Francisco, en la muerte del cual buen nmero de Hermanos m uestran bastante fielmente el efecto del llanto. En la otra, que es la de la fam ilia de los Peruzzi, hay dos historias de la vida de San Juan Bautista, a quien est dedicada la capilla; all se ve muy vivamente representada la danza de Herodas y la actividad de algunos criados que sirven la mesa. En la misma estn dos histori as de San Juan Evangelista, maravillosas, aquella de cuando resucita a Drusiana y la de su ascensin al cielo. En la tercera capilla, que es la de los Giugni, ded icada a los Apstoles, fueron pintadas por mano de Giotto las historias del martir io de muchos de ellos. En la cuarta, que est del otro lado de la iglesia, hacia e l Norte, y pertenece a los Tosinghi y los Spinelli, dedicada a la Asuncin de Nues tra Seora, Giotto pint la Natividad de la Virgen, sus Bodas, la Anunciacin, la Ador acin de los Reyes Magos y la Presentacin de Cristo nio a Simen, que es algo bellsimo, porque, adems del gran cario reflejado en aquel anciano que recibe a Cristo, la a ctitud del nio cuando, asustado por l, tiende los brazos y se vuelve muy atemoriza do hacia su Madre, no puede ser ni ms tierna ni ms bella. Luego, en la muerte de e sa Nuestra Seora estn los Apstoles y un buen nmero de ngeles con antorchas en la mano , muy hermosos. En la capilla de los - 28 -

Baroncelli, en dicha iglesia, hay una tabla al temple, de mano de Giotto, en que est desarrollada con mucho cuidado la coronacin de Nuestra Seora, con un grandsimo nmero de figuras pequeas y un coro de ngeles y Santos muy diligentemente ejecutados . Y como en esta obra estn escritas en letras de oro su firma y la fecha, los art istas que consideren en qu poca Giotto, sin ninguna luz acerca de la buena manera, dio comienzo al buen modo de dibujar y colorear, se vern forzados a sentir vener acin por l, en suma. En la misma iglesia de Santa Croce se encuentran tambin, sobre el sepulcro de mrmol de Carlo Marzuppini Aretino, un Crucifijo, una Nuestra Seora , un San Juan y la Magdalena al pie de la cruz; y del otro lado de la iglesia, p recisamente enfrente, sobre la sepultura de Lionardo Aretino, hay una Anunciacin cerca del altar mayor, la cual ha sido repintada por pintores modernos, con esca so juicio de quien lo hizo hacer. En el refectorio hay una historia de San Luis y una Cena, en un rbol de la Cruz, pintados por l mismo, y en los armarios de la s acrista, historias de la vida de Cristo y de San Francisco, con figuras pequeas. T rabaj tambin en la iglesia del Carmine, en la capilla de San Juan Bautista, en que pint toda la vida de ese Santo dividida en varios cuadros. Y en el Palacio de la Parte Gelfa de Florencia hay, de su mano, una historia de la Fe Cristiana, pinta da al fresco y perfectamente; en ella se ve el retrato del Papa Clemente IV, qui en cre aquella magistratura, dotndola de sus armas, que ha conservado siempre y an conserva. Despus de hacer estas obras, partiendo de Florencia para ir a concluir en Ass los trabajos comenzados por Cimabue, al pasar por Arezzo pint en la Pieve l a capilla de San Francisco que est encima del baptisterio; y en una columna redon da, cerca de un capitel corintio, antiguo y bellsimo, hizo un San - 29 -

Francisco y un Santo Domingo, retratados del natural. Y en el Duomo, fuera de Ar ezzo, pint en una capilla la Lapidacin de San Esteban, con hermosa composicin de fi guras. Concluidos estos trabajos, se traslad a Ass, ciudad de Umbra, llamado por Fr ay Giovanni di Muro della Marca, entonces general de los Hermanos de San Francis co. All, en el templo superior, pint al fresco, bajo el corredor que corta las ven tanas a ambos lados de la iglesia, treinta y dos episodios de la vida y los acto s de San Francisco, o sea diecisis de cada lado, tan perfectamente ejecutados que conquist grandsima fama. Por cierto, se ve en esa obra gran variedad, no slo en lo s gestos y las actitudes de cada figura, sino en la composicin de todos los episo dios; adems, hace ver muy bien la diversidad de los trajes de aquel tiempo y cier tas imitaciones y observaciones de las cosas de la naturaleza. Entre otras, es b ellsima una composicin en que un sediento, en quien se reconoce a lo vivo el deseo del agua, bebe de una fuente, arrodillado en tierra, con grandsimo y realmente m aravilloso afn, al punto de que casi parece una persona viviente sorprendida en e l acto de beber. Hay all muchas otras cosas dignsimas de consideracin, acerca de la s cuales, para no ser tedioso, no me extender ms. Baste decir que toda esa obra co nquist a Giotto enorme reputacin por la bondad de las figuras y por el orden, la p roporcin, la vivacidad y la facilidad que posea naturalmente y que mediante el est udio haba desarrollado mucho ms, sabiendo en todos los casos expresarse claramente . Y porque Giotto, adems de lo que la naturaleza le diera, fue estudiossimo y siem pre estuvo pensando en cosas nuevas y hurgando en la naturaleza, mereci ser llama do discpulo de la naturaleza, y solamente de ella. - 30 -

Terminadas dichas historias, pint en el mismo lugar, pero en la iglesia inferior, las partes altas de las paredes del altar mayor y los cuatro ngulos de la bveda s uperior en que se encuentran los restos de San Francisco, y cubri todo eso con in venciones caprichosas y bellas. En el primer ngulo est San Francisco glorificado e n el cielo, rodeado de aquellas virtudes que se requieren para estar perfectamen te en la gracia de Dios. De un lado, la Obediencia pone al cuello de un fraile, que est de rodillas delante de ella, un yugo cuyas riendas son tendidas hacia el cielo por determinadas manos; y ponindose un dedo sobre la boca para significar s ilencio, tiene los ojos puestos en Jesucristo, que vierte sangre por el costado. Y en compaa de esta virtud estn la Prudencia y la Humildad, para demostrar que don de realmente se halla la obediencia, siempre estn la humildad y la prudencia, que dan buen resultado en todas las cosas. En el segundo ngulo est la Castidad, la cu al, afirmada en una roca fortificada, no se deja seducir ni por los reinos ni po r las coronas ni por las palmas que algunos le ofrecen. A los pies de sta se hall a la Pureza, que lava a los desnudos, y la Fortaleza conduce gente a lavarse y p urificarse. Cerca de la Castidad est, de un lado, la Penitencia, que con unas dis ciplinas expulsa al Amor alado y hace huir a la Inmundicia. En el tercer lugar e st la Pobreza, la cual va descalza pisando espinas; un perro le ladra por detrs y en torno de ella estn un nio que le arroja piedras y otro que, con un palo, le ace rca espinas a las piernas. Y se ve aqu a esta Pobreza desposada con San Francisco , mientras Jesucristo le ase la mano, en la presencia, no desprovista de misteri o, de la Esperanza y la Caridad. En el cuarto y ltimo de dichos lugares hay un Sa n Francisco glorificado, que viste la blanca tnica del dicono y est como triunfante en el cielo, en medio de una multitud de ngeles que en torno de l forman coro - 31 -

con un estandarte en que se ve una cruz con siete estrellas; y en lo alto se hal la el Espritu Santo. En cada uno de los ngulos hay palabras latinas que explican l as historias. Similarmente, adems de dichos cuatro ngulos, hay en las paredes pint uras bellsimas que, a la verdad, merecen ser apreciadas, tanto por la perfeccin qu e en ellas se ve como por haber sido ejecutadas con tanto cuidado, que han conse rvado su frescura hasta hoy. En esta serie est el retrato de Giotto, muy bien hec ho; y sobre la puerta de la sacrista, de mano del mismo, y tambin al fresco, hay u n San Francisco recibiendo los estigmas, tan tierno y devoto que a m me parece se r la ms excelente pintura que Giotto realiz entre esas obras, todas verdaderamente bellas y loables. Cuando hubo terminado finalmente dicho San Francisco, regres a Florencia, y, llegado a esa ciudad, pint para enviarla a Pisa una tabla de San F rancisco en el horrible desierto de Vernia, ejecutndola con extraordinaria prolij idad, pues adems de ciertos paisajes llenos de rboles y de peascos -que eran cosa n ueva en aquel tiempo-, muestra en la actitud del San Francisco -que con gran fer vor recibe, arrodillado, los estigmas- un muy ardiente deseo de recibirlos e inf inito amor hacia Jesucristo, quien, en el aire y rodeado por Serafines, se los c oncede; los sentimientos se expresan tan a lo vivo que es imposible imaginar nad a mejor. En la parte inferior de la misma tabla hay tres episodios de la vida de l mismo Santo, muy hermosos. Esta tabla, la cual se ve hoy en San Francisco de P isa, en un pilar al lado del altar mayor, y que es muy venerada en memoria de ta n grande hombre, dio motivo para que los pisanos, al terminarse la construccin de l Campo Santo de acuerdo con los planos de Giovanni di Niccol Pisano, confiaran a Giotto la pintura de una parte de la pared interior. Efectivamente, como el edi ficio, por la parte - 32 -

exterior, llevaba incrustaciones de mrmol y tallas ejecutadas a enorme costo y co mo el techo estaba revestido de plomo y el interior lleno de columnas y sarcfagos antiguos, obra de los paganos, llevados a aquella ciudad desde diversas partes del mundo, quisieron los pisanos que las paredes interiores llevasen nobilsimas p inturas. Por este motivo, Giotto fue a Pisa e hizo en una extremidad de una de l as paredes de ese Campo Santo seis grandes episodios de la vida del pacientsimo J ob, pintados al fresco. Y como sensatamente consider que los mrmoles, de aquel lad o del edificio en que tena que trabajar, estaban vueltos hacia el mar y que, sien do de cierta calidad, a causa del viento marino siempre estn hmedos o arrojan cier ta cantidad de sal, como ocurre generalmente con los materiales pisanos; estiman do, por otra parte, que por esa razn se empaan los colores y las pinturas o son co midos -para que se conservase lo ms posible su obraen todos los lugares donde pro yectaba trabajar al fresco hizo hacer un revoque, intonaco o incrustacin, por dec irlo mejor, con cal, yeso y polvo de ladrillo, tan bien mezclados que las pintur as que luego ejecut encima se han conservado hasta este da. Y en mejores condicion es estaran si la despreocupacin de quien deba velar por ellas no las hubiese dejado atacar tanto por la humedad; pues el hecho de no haberse cuidado de ello, como poda hacerse fcilmente, ha sido motivo para que, por sufrir las consecuencias de l a humedad, esas pinturas se han echado a perder en ciertos sitios, ennegrecindose las carnaciones y descascarndose el intonaco; adems, por su naturaleza, el yeso, mezclado con cal, se corrompe y pudre con el tiempo,4 de donde resulta que por f uerza se destruyen los colores, aunque al principio parezca que cuajan bien. En esos episodios hay muchas y hermosas figuras, adems del retrato de Farinata degli Uberti: en - 33 -

particular ciertos villanos que, al llevar las dolorosas nuevas a Job, no podran ser ms sensibles ni demostrar mejor el dolor que les causan la prdida de los anima les y las otras desventuras. Igualmente tiene estupenda gracia la figura de un c riado que est con un abanico al lado de Job, plagado y abandonado por casi todos. Y, bien ejecutado en todas las partes, es maravilloso por la actitud que adopta al espantar con una mano las moscas que acosan al amo leproso y pustulento, mie ntras con la otra se aprieta, asqueado, las narices para no sentir el hedor. Muy bellas son, igualmente, las dems figuras de estas historias, y las cabezas de va rones y mujeres; y los paos estn tratados con tanta delicadeza que no sorprende qu e aquella obra adquiriera tanta fama en la ciudad y fuera de ella como para que el Papa Benedicto IX enviase de Treviso a Toscana a uno de sus cortesanos para e nterarse de qu clase de hombre era Giotto y cules eran sus obras, pues proyectaba confiarle algunas pinturas en San Pedro. El cual cortesano, yendo a ver a Giotto , supo que en Florencia haba otros maestros excelentes en la pintura y el mosaico y habl en Siena con muchos maestros. Luego, con los dibujos que stos le confiaron , fue a Florencia y dirigindose una maana al taller de Giotto, el cual estaba trab ajando, le expuso el pensamiento del Papa y de qu modo quera valerse de su obra; f inalmente, le pidi algn dibujo para enviarlo a Su Santidad. Giotto, que era muy co rts, tom una hoja de papel en la cual, con un pincel mojado en rojo, apoyando el b razo en el costado para hacer de l un comps y haciendo girar la mano, dibuj un crcul o tan perfecto de curva y de trazo que era maravilloso verlo. Hecho esto, dijo, sonriendo, al cortesano: Aqu est el dibujo. El interlocutor, creyendo que el artista se burlaba, contest: No he de recibir otro dibujo que ste? Basta, y aun sobra con l epuso - 34 -

Giotto-, enviadlo junto con los dems y veris si ser apreciado. El emisario, viendo q ue no poda obtener otra cosa, se alej bastante insatisfecho y preguntndose si Giott o no le haba tomado el pelo. Empero, al enviar al Papa los dems dibujos, con los n ombres de quienes los haban ejecutado, le remiti tambin el de Giotto, refiriendo la forma en que se haba empeado en trazar el crculo sin mover el brazo y sin ayuda de comps. Y el Papa y muchos cortesanos entendidos reconocieron por ese dibujo hast a qu punto Giotto superaba en excelencia a todos los dems pintores de su tiempo. D ifundise luego esta ancdota, de la cual naci la expresin que an se acostumbra aplicar a los individuos espesos: Tu se' pi tondo che l'O di Giotto .5 Expresin interesan te no slo por la forma en que naci, sino mucho ms por su significado, que consiste en la ambigedad, pues en Toscana, tondo, adems de redondez perfecta, quiere decir pesadez y torpeza de ingenio. Hzolo, pues, dicho Papa ir a Roma, donde, honrndole mucho y reconociendo sus mritos, le encomend pintar en la tribuna de San Pedro cin co historias de la vida de Cristo y, en la sacrista, la tabla principal, todo lo cual fue ejecutado con tanto empeo, que jams sali de sus manos ms acabado trabajo al temple. As mereci que el Papa, considerndose bien servido, le hiciera dar como pre mio seiscientos ducados de oro, aparte de concederle tantos favores, que en toda Italia se habl de ello. En Roma fue muy amigo de Giotto -para no callar cosa dig na de memoria que se relacione con el arte- Oderigi d'Agobbio, excelente miniatu rista de aquella poca; ste, dirigido por el Papa, mini para la biblioteca del palac io muchos libros, los cuales en gran parte han sido destruidos por el tiempo. En mi libro de dibujos antiguos hay algunas reliquias de la propia - 35 -

mano de este hombre que, a la verdad, era de valor, aunque fue mucho mejor su ma estro, Franco Bolognese, miniaturista, quien, para el mismo Papa y la misma bibl ioteca, en aquella poca realiz excelentemente bastantes obras de ese estilo, como puede verse en mi mencionado libro, donde conservo de su mano dibujos para pintu ras y miniaturas, tales como un guila muy bien hecha y un len que destroza un rbol, bellsimo. A estos dos miniaturistas excelentes se refiere Dante en el captulo XI del Purgatorio, en que se trata de los vanagloriosos, en los siguientes versos: O, dissi lui, non se' tu Oderisi, L'onor d'Agobbio, e l'onor di quell'arte Che i lluminare chiamata in Parisi? Frate, diss'egli, pi ridon le carte Che pennelleggi a Franco Bolognese: L'onor tutto or suo, e mio in parte .6 El Papa, luego de ver las obras de Giotto, cuyo estilo le agrad infinitamente, le orden que pintara en todas las paredes de San Pedro temas del Antiguo y el Nuevo Testamento. Para emp ezar, Giotto hizo el ngel de siete brazos que est sobre el rgano y muchas otras pin turas, que en parte han sido restauradas por otros en nuestros das y en parte, al construirse las paredes nuevas, o bien fueron destruidas o bien sacadas del edi ficio viejo de San Pedro y colocadas debajo del rgano. Por ejemplo, para que no s e destruyera una Nuestra Seora que Giotto pint, se hizo cortar la pared en torno d e la figura y se la reforz con vigas y hierros para transportarla, y, en razn de s u belleza, cimentarla en cierto lugar, escogido con piedad y con el amor que tri buta a las obras excelentes del arte, por Messer Niccol Acciaiuoli, doctor floren tino que adorn ricamente con estucos y otras - 36 -

modernas pinturas aquella obra de Giotto. De la mano de ste es tambin la nave de m osaico7 que est sobre las tres puertas del portal, en el patio de San Pedro, la c ual es realmente maravillosa y ha sido merecidamente alabada por todos los bello s ingenios; porque all, adems de la composicin, est la representacin de los Apstoles, que de diversas maneras se esfuerzan en medio de la tempestad del mar, mientras los vientos soplan en una vela cuyo relieve es tal que no lo tendra tanto una vel a verdadera. Sin embargo, es difcil dar con pedazos de vidrio un efecto de unidad como el que producen los claros y las sombras de esa gran vela, que a duras pen as podra imitarse con el pincel aunque se realizasen los mayores esfuerzos. Adems, hay un pescador, de pie sobre una roca, que pesca con lnea y cuya actitud revela una paciencia extrema, propia de su oficio, mientras en su rostro se pintan la esperanza y el deseo de pescar algo. Debajo de esta obra hay tres arcos pintados al fresco, de los cuales nada dir porque estn destruidos en gran parte. Coinciden , sin embargo, los elogios universalmente dirigidos a esta obra por los artistas . Luego de pintar Giotto en la Minerva, iglesia de los Hermanos Predicadores, un a Crucifixin grande sobre tabla, al temple, que a la sazn fue muy alabada, regres a su patria, de la cual haba estado ausente durante seis aos. Pero poco despus, Clem ente V fue creado Papa, en Perugia, por haber fallecido el Papa Benedicto IX, y Giotto se vio obligado a acompaar al Pontfice adonde ste condujo la corte, es decir a Avin, para realizar algunas obras. Una vez all, hizo, no slo en Avin sino en muchos otros puntos de Francia, muchas tablas y pinturas al fresco, bellsimas, las cual es gustaron infinitamente al Papa y a toda la Corte. Cuando, por fin, hubo termi nado, Clemente V lo licenci afectuosamente y con - 37 -

muchos obsequios, de modo que regres a su casa no menos rico que honrado y famoso . Y entre otras cosas se llev el retrato de ese Papa, que luego regal a Taddeo Cad di, su discpulo. Y el regreso de Giotto a Florencia ocurri en el ao 1316. Mas no le fue concedido detenerse mucho tiempo en Florencia, porque, llevado a Padua por obra de los seores della Scala, pint en el Santo, iglesia construida en aquella poc a, una capilla bellsima. De all se traslad a Verona, donde hizo algunas pinturas pa ra Messer Cane en su palacio y, especialmente el retrato de ese caballero; asimi smo, pint una