11 la tradic hermetica y leibniz-adelanto paradigma d l complejidad

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THÉMATA. REVISTA DE FILOSOFÍA. Núm.  42, 2009. LEIBNIZ Y LA TRADICIÓN HERMÉTICA Bernardino Orio de Miguel. Sociedad Leibniz de España, Ma- drid Resumen: Heredero de la Tradición Hermética y a diferencia de sus maestros, Galileo, Descartes y Huygens, Leibniz entiende la ciencia natural como una ontología de lo singular. Todas las cosas producidas por la Sabiduría Suprema están dotadas de fuerza interna: vis insita rebus. De esta manera, con las mismas ecuaciones recibidas, Leibniz eleva la ciencia natural a un nivel metafísico, trastocando el concepto de inercia natural y, desde él, las nociones de infinito, expresión, continuidad y analogía, presididas todas ellas por lo que él llamaba «mi gran principio de las cosas naturales»: la uniformidad y variedad de la naturaleza. Con tres siglos de adelanto, Leibniz parece vislumbrar la ciencia unificada de la complejidad.  Abstract: Heir to the Hermetic Tradition but unlike his teachers, Galileo, Descartes and Huygens, Leibniz understands natural science as an ontology of the singular. Everything produced by the Supreme Wisdom is endowed with internal force: vis insita rebus. Thus, using the same equations as his teachers, Leibniz raises natural science to a metaphysical level, transforming the concept of natural inertia and concomitantly the notions of infinite, expression, continuity and analogy. Governed by what he called «my grand priciple of natural things»: the  uniformity and variety of nature. Three centuries in advance of our time, Leibniz adumbrated the unified science of complexity. 1. Leibniz frente al Cartesianismo. Las especulaciones de los grandes sabios tienen la virtud de arañar, por debajo de la contingencia del tiempo en el que viven, la dimensión universal y perenne de los verdaderos problemas humanos. Tal es el caso de Leibniz. Dentro de pocos años (2016) va a cumplirse el tercer centenario de su muer- te en soledad. Impulsor infatigable y sagaz espectador del nacimiento de la ciencia moderna, supo ver, por debajo de la cacharrería externa fascinante que la acompañaba, los progresos y, a la vez, los peligros que la acechaban. «Algún día —escribía en 1696 refiriéndose al Cartesianismo— los filósofos se asombrarán de cómo ha podido caerse en una opinión tan poco razonable como la de la secta maquinal» (A. I, 13, n. 59, p. 88).  Veinte siglos antes, otro sabio visionario, Aristóteles, en el libro primero de la Metafísica, cuando andaba buscando la «ciencia deseada», la ciencia de los primeros principios del saber, nos había obsequiado con esta asombrosa afirmación: «Y es la más digna de mandar entre las ciencias, y superior a la subordinada, aquélla que conoce el fin por el que debe hacerse cada cosa. Y este fin es el bien de cada una y, en definitiva, el bien supremo de la natura- leza toda» (Met. 982b 4-6).  Y Leibniz de nuevo: «La justicia es la caridad d el sabio. Y la sabiduría, la ciencia de la felicidad» (GP. VII 27, 43). Hoy, iniciado el siglo XXI, tras un gigantesco desarrollo científico y tecnológico, la clarividencia de estos dos grandes filósofos estremece por su

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    THMATA. REVISTA DE FILOSOFA. Nm.42,2009.

    LEIBNIZ Y LA TRADICIN HERMTICA

    Bernardino Orio de Miguel. Sociedad Leibniz de Espaa, Ma-drid

    Resumen: Heredero de la Tradicin Hermtica y a diferencia de sus maestros, Galileo,Descartes y Huygens, Leibniz entiende la ciencia natural como una ontologa de losingular. Todas las cosas producidas por la Sabidura Suprema estn dotadas de fuerzainterna: vis insita rebus. De esta manera, con las mismas ecuaciones recibidas, Leibniz

    eleva la ciencia natural a un nivel metafsico, trastocando el concepto de inercia naturaly, desde l, las nociones de infinito, expresin, continuidad y analoga, presididas todasellas por lo que l llamaba mi gran principio de las cosas naturales: la uniformidad yvariedad de la naturaleza. Con tres siglos de adelanto, Leibniz parece vislumbrar laciencia unificada de la complejidad.

    Abstract: Heir to the Hermetic Tradition but unlike his teachers, Galileo, Descartes andHuygens, Leibniz understands natural science as an ontology of the singular. Everythingproduced by the Supreme Wisdom is endowed with internal force: vis insita rebus. Thus,using the same equations as his teachers, Leibniz raises natural science to a metaphysicallevel, transforming the concept of natural inertia and concomitantly the notions ofinfinite, expression, continuity and analogy. Governed by what he called my grandpriciple of natural things: the uniformity and variety of nature. Three centuries inadvance of our time, Leibniz adumbrated the unified science of complexity.

    1. Leibniz frente al Cartesianismo.

    Las especulaciones de los grandes sabios tienen la virtud de araar, pordebajo de la contingencia del tiempo en el que viven, la dimensin universaly perenne de los verdaderos problemas humanos. Tal es el caso de Leibniz.Dentro de pocos aos (2016) va a cumplirse el tercer centenario de su muer-te en soledad. Impulsor infatigable y sagaz espectador del nacimiento de laciencia moderna, supo ver, por debajo de la cacharrera externa fascinanteque la acompaaba, los progresos y, a la vez, los peligros que la acechaban.

    Algn da escriba en 1696 refirindose al Cartesianismo losfilsofos se asombrarn de cmo ha podido caerse en una opinin tanpoco razonable como la de la secta maquinal (A. I, 13, n. 59, p. 88).

    Veinte siglos antes, otro sabio visionario, Aristteles, en el libro primero

    de la Metafsica, cuando andaba buscando la ciencia deseada, la ciencia delos primeros principios del saber, nos haba obsequiado con esta asombrosaafirmacin: Y es la ms digna de mandar entre las ciencias, y superior a lasubordinada, aqulla que conoce elfinpor el que debe hacersecada cosa. Yeste fin es el biende cada una y, en definitiva, el bien supremo de la natura-leza toda (Met. 982b 4-6).

    Y Leibniz de nuevo: La justicia es la caridad del sabio. Y la sabidura,la ciencia de la felicidad (GP. VII 27, 43).

    Hoy, iniciado el siglo XXI, tras un gigantesco desarrollo cientfico ytecnolgico, la clarividencia de estos dos grandes filsofos estremece por su

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    precisin. Frente a la razn mecnica y su deriva, la razn instrumen-tal, ellos propugnaban la razn orgnica. Sobre sta ltima quisierahacer algunas reflexiones. Pero antes convendr describir en dos palabrasla situacin actual para entender mejor la posicin de Leibniz frente alCartesianismo y su vigencia en nuestros das. Si por brevedad se me permi-te la auto-cita, lo har resumiendo un par de prrafos que escrib en 2001,cuando se iniciaba el siglo.

    En efecto, la razn mecnica, que inaugur la distincin cartesianaentre la res cogitans y la res extensa y fue elevada a categora de princi-pio ontolgicocon la interpretacin materialista del pensamiento de Newtonpor la ciencia moderna, ha entrado en los ltimos veinte o treinta aos enuna profunda crisis. Aquel sueo en un mundo objetivo que el hombre

    dominara desde fuera de la naturaleza, perfectamente analizable ydescribible, predecible en los datos del sistema en origen, reversible, claroy distinto, est siendo cuestionado por los nuevos conceptos de complejidady caos, el descubrimiento de estructuras disipativasen los sistemas natura-les alejados del equilibrio, la irreversibilidad del tiempo natural y la entro-pa negativa, la idea de un universo autoorganizado, siempre abierto a laformacin de nuevos sistemas orgnicos, esto es, un universo crecientemen-te creativo en novedad y, a la vez, suprasistmico. Se anuncia una nuevamanera holstica de entender la ciencia y el hombre, modelos de actividadnatural que son aplicables lo mismo a la formacin de rocas y cristales queal crecimiento demogrfico de poblaciones, a la prediccin meteorolgica oa los latidos del corazn. Desde el viejo Poincar, el apasionado Von Bertha-lanffy, el iluminado Cantor, hasta las ltimas investigaciones de E. Lorenz,Prigogine, Morin, Luhmann, R. Thom o Mandelbrot, por no citar a nuestro

    inspirado filsofo-telogo Panikker, la ciencia natural empieza a ser tam-bin la ciencia del hombre, la ciencia unificada de lo viviente, como queraLeibniz.

    Por otra parte, la razn instrumental, que inaugur la Ilustracin ytom como modelo econmico y tambin ontolgico la economa clsicadesde J. Bentham y A. Smith hasta el actual neoliberalismo, ha desemboca-do en un mundo que, cualquiera que sea el anlisis interesado que se quierahacer, ofrece en la actualidad un hecho monstruoso: la ms alta sofistica-cin tecnolgica al lado de la ms inhumana miseria de millones de sereshumanos. Aquella ciencia, que para Leibniz deba ser el saber de la felicidaden orden al mejoramiento de todos los seres humanos, se ha convertido hoyen el saber del Poder, en una suerte de voraz mecanismo de destruccincreadora, como denunci Schumpeter hace aos, esto es, simple destruc-cin del ser, el consumo que consume toda identidad.

    Nuestra pregunta, pues, como filsofos actuales sigue siendo la mismaque Leibniz se formulaba: podemos hacer compatible el desarrollo cientficocon el progreso humano? Dicho con ms precisin: Es posible construir unaciencia que, en su propia constitucin tcnicaintrnseca, contenga los par-metros de sabidura, que Aristteles y Leibniz le pedan a la ciencia? Otodava de manera ms radial: Es neutral la ciencia emprica? Los socilo-gos de la ciencia, evidentemente, dicen que no: los fines con los que sepractica la ciencia actualmente no son los mismos que los fines de la cienciamisma. Pero nuestra pregunta no es sociolgica sino ontolgica, y a ella hayque volver: Es cierto que la realidad del mundo natural est dividida en

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    dos esferas radicalmente distintas: la pensante y la extensa? La res-puesta de Leibniz, y la de no pocos de los autores que acabo de citar, es:rotundamente, no. Ms all de las disquisiciones de los expertos y de lossesudos trabajos especializados de los investigadores, este es, en mi opinin,el verdadero legado de Leibniz, esta es la herencia que nos ha transmitido,este es el reto: es posible una ciencia unificada?

    Las dos crisis que acabo de mencionar cientfica una, poltica la otrano seran, quizs, sino las dos caras de un vicio de raz: la ruptura de aque-lla razn orgnica que Leibniz quiso siempre mantener. Heredero de unavieja idea que se remonta a los llamados prisci theologi y que recibenPlatn, Aristteles y Plotino, en una formidable tradicin que, atravesandola Edad Media tanto juda o musulmana como cristiana, llega hasta la

    Escuela de Florencia de Ficino y Pico della Mirandola y los neoplatnicosnaturalistas del Renacimiento, Cardano, Cusa o Campanella, Leibniz habaconcebido un mundo unitario, orgnico, activo, energtico, un vasto sistemade sistemas arquitectnicos, nunca clausurado por sus datos en origen sinoabierto a infinitas perspectivas irreversibles, porque el mundo es el efectocompleto in fieride la Causa Plena, de la Razn Suprema o Principio de laRazn, que se expresa o se despliegaen infinitos sujetos activos, cada uno delos cuales expresa, a su vez, de formas muy diversas a todos los dems, ydonde cada nivel ontolgico de la naturaleza expresa y es expresado, a suvez, por todos los dems niveles de lo real, que est gobernado por lo queLeibniz llamaba ley de continuidady puede ser conocido por razonamientoanalgico.

    De acuerdo con este planteamiento, Leibniz construye su ciencia naturaly, analgicamente, su ciencia moral y poltica, desde los parmetros que la

    tradicin orgnica le ofreca. Saltando por encima de todos los mecanicismosy adelantndose trescientos aos, Leibniz, el hermtico ilustrado se nosofrece hoy ms actual que nunca.

    2. La Tradicin Hermtica

    Empecemos esta vez por el final, estableciendo una definicin operativaque nos permita concentrar bien nuestra atencin en el terreno en el quevamos a movernos, a fin de establecer despus la trayectoria hasta Leibniz.

    2.1. Definicin

    El trmino hermetismo hace referencia en primer lugar al legendarioy ficticio dios egipcio Hermes Trismegistos, que habra posedo los secretos

    de la sabidura universal. Los primeros escritores cristianos, Lactancio,Clemente de Alejandra, Agustn, ms tarde el Pseudo-Dionisio y EscotoErigena, y finalmente los filsofos renacentistas, atribuan errneamentea Hermes Trismegistos la autora de una serie de quince libros dialogadosconocidos hoy bajo el nombre de Corpus Hermeticum, que ms tarde IsaacCasaubon (1614) descubri eran textos gnsticos escritos durante los siglosII y III de nuestra era. Como durante siglos tales secretos eran comunicadosslo a los iniciados y eran transmitidos en lenguajes cifrados, el trminohermtico ha terminado por significar tambin en nuestro lenguaje ordi-nario todo aquello que es secreto, insondable y, en definitiva, no verificable

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    ni reducible a conceptos empricamente contrastables.De esta manera, la nocin de hermetismo ha quedado tan ambigua, tan

    difusa de contornos, que en ella podemos incluir a todos aquellos escritoresque con tcnicas muy diversas trataban de descubrir, por debajo de losfenmenos sensibles, ocultos significados que los hicieran inteligibles y, a lainversa, trataban de construir sus artefactosde forma que stos convocaranen los seres humanos la vivencia de lo sublime, bajo el supuesto de la uni-dad orgnica del mundo, el cual, ms all de lo que hoy concebiramos comometfora, se converta en un inmenso smbolo. As, los viejos metalrgicoshelenistas, los arquitectos y maons, los alquimistas, kabbalistas, botnicos,mdicos, bilogos y naturalistas, quiromnticos, adivinos, filsofos ilumina-dos, telogos y msticos.

    Este hecho, que a nosotros hoy podra parecernos en el mejor de loscasos curioso o incluso divertido, fue sin embargo durante ms de veintesiglos el alimento espiritual de centenares de generaciones, que se vieronescandalosamente frustradas con la inmisericorde ruptura cartesiana. Secomprende as, de momento, que Leibniz, nacido y educado en una Alema-nia mstica y esotrica, pegado a la Tradicin, se rebelara contra un mecani-cismo chato y pobre e invirtiera su descomunal talento en hacer compatibleaquella visin holstica y unitaria con los nuevos descubrimientos de unaciencia emprica, a cuyo nacimiento haba l contribuido como el que ms.

    Reducida, pues, para entendernos a un denominador comn operativo,la nocin de hermetismo podra ser descrita en tres proposiciones ontolgi-cas y una proposicin epistemolgica.

    Las proposiciones ontolgicas son las siguientes:2.1.1. El ser es actividad. Esto es, todas las cosas de la naturaleza

    todas, lo mismo un mineral, una planta, un animal o el hombre soninternamente activas hasta en sus ms mnimas partculas o centros deactividad. De manera que el lado exterioro manifestacin fenomnica de lascosas es el resultado de dicha actividad interna. El mundo es simblico(simbolismo vertical).

    2.1.2. Todas las cosas estn relacionadas entre sen grados y nivelessegn su proximidad o tipo de actividad, y se transforman unas en otras, demanera que constituyen un organismo holstico(simbolismo horizontal).

    2.1.3. Esto es as porque el universo est regido por la armona univer-salo unidad en la pluralidad como expresinde la Causa Comn. El Todoel Uno.

    Como consecuencia,2.1.4. El criterio universal de nuestro conocimiento del mundo es el

    principio de analoga, en virtud del cual podemos razonar de ida y vuelta

    desde unos sujetos a otros y desde unos niveles ontolgicos a otros, con talde que nuestra razn, que forma parte de la naturaleza misma, encuentreen ellos distintas semejanzas o integracin de contrarios, pues el mundo,como expresin del Gran Hacedor, es aquel crculo cuyo centro est en todas

    partes y su circunferencia o lmite en ninguna.

    2.2. Breve sntesis histrica

    2.2.1. Desde su primer juventud segn escribe a Nicols Rmond alfinal de su vida Leibniz se sinti fascinado por la filosofa de Platn, hasta

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    el extremo le dice de que si alguien redujera a Platn a sistema haraun gran servicio al gnero humano y se vera que yo me acerco un poco aello (GP III 606, 637). Renunciando por brevedad a las tradiciones esotri-cas egipcias, caldeas, persas y pitagricas que confluyen en el propio Platn,inicimonos con l pues a l se refiere Leibniz en mltiples ocasiones y l esel primer vnculo potente de la Tradicin Hermtica. En el Fednencontra-mos la Mensordenadora del mundo; en elParmnides, el Uno como causadel ser; en el Teeteto, la asimilacin de la divinidad por parte del hombresabio y justo; en el Timeo, el mundo como animal viviente, el alma delmundo. Pero, sobre todo, Platn canoniza para el resto de la historia intelec-tual de Occidente la doctrina de las Ideas, que recibir infinitas variacionesa lo largo de los siglos: todo cuanto cae bajo el mbito de los sentidos no es

    en modo alguno lo real, de manera que una explicacin adecuada de lanaturaleza visible de las cosas debe necesariamente trascender ese territo-rio para buscar algn principio no material que lo funde, le d unidad ysentido, lo haga inteligible. Platn niega que la combinacin de datos emp-ricos constituya el verdadero conocimiento de lo que un fenmeno tiene dereal; su causa es distinta de las condiciones que lo hacen verificable; o comoacusar Leibniz a los filsofos materiales de su poca, que confunden lascondiciones con la causa verdadera, pues explicar cmo un movimiento sesigue de otro movimiento no es explicar nada sino trasladar el problema,mientras no averigemos la causadel movimiento (GM VI 134).

    2.2.2. Pero desde Platn a Leibniz han pasado muchos siglos y conven-dr disear a grandes rasgos las lneas de fuerza que conducen del uno alotro. Tras la muerte de Aristteles y Alejandro Magno, el mundo helensticovive un largo perodo de expansin poltica, de ruptura de fronteras, de

    disolucin de laPolis, de inseguridad espiritual y bsqueda del conocimien-to. La herencia platnica se desglosa en dos grandes corrientes. Por un lado,el espectacular desarrollo de la ciencia matemtica (Euclides, Eratstenes,Aristarco, Arqumedes, Apolonio de Perga, Diofanto), que quedar larga-mente en el olvido hasta la irrupcin precisamente de los grandes matem-ticos de los siglos XVI y XVII. Y por otra parte, la bsqueda de salvacin porel conocimiento mstico (neoplatnicos, neopitagricos, las Escuelas mora-les, Numenio, Apolonio de Tiana, Eudoro, Albino, Plutarco, Apuleyo).Como en tantas pocas de crisis o cambio de universo, ambas tendencias,aparentemente opuestas, son realmente complementarias y convergen enuna nueva manera de pensar lo real y lo aparente, que dominar la culturaoccidental hasta Plotino en el siglo III de nuestra era: es la Gnosis, dondematemtica y conocimiento mstico vuelven a hermanarse. Es el conoci-miento sapiencial, una ontologa del Uno transcendente que se despliega en

    lo mltiple inmanente, una epistemologa experiencial, tica, mediante laque el hombre descubre en lo mltiple el regreso a la Unidad. Las esenciasson como los nmeros, y el Uno, la Monas monadum est ms all de todoser numerable siendo, a la vez, su fundamento. Es la dialctica o aspiracincsmica a la unidad la que desencadena aquel conflicto colosal entre lamateria que tiende a degradarse, a pluralizarse y anihilarse, y las formasespirituales que la sujetan y la elevan hasta lo inteligible.

    2.2.3. La Gnosis, esto es, la dialctica entre materia y espritu a labsqueda de la unidad, experiment en los siglos sucesivos innumerablesvariaciones y se enriqueci con nuevos elementos. Citemos en primer lugar

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    el caudal judeo-cristiano, a su vez en una doble vertiente. Por un lado, laambigua herencia de Filn de Alejandra se incorpora a la gnosis cristianay desencadena el desarrollo autctono judo en la Mstica de la Mrkabaoespeculacin sobre el Carro de Fuego del profeta Ezequiel para culminar enel Sefer Yetziraho Libro de la Creacin (s. III d. C.), que es el tratado funda-cional de la metafsica kabbalstica numerolgica, que travesar la EdadMedia para desembocar en la kbbalah judeo-hispana en los siglos XII yXIII con el Sefer Zoharo Libro del Esplendor, y ms tarde con los kabbalis-tas de Safed tras la expulsin de los judos de Espaa y Portugal, dondeencontramos las admirables especulaciones de Moses Cordovero y de Abrah-am Cohen Herrera, en las proximidades de Leibniz.

    Por otra parte, el Corpus Hermeticum. Es difcil exagerar la importancia

    de este conjunto de libros gnsticos para la historia del pensamiento organi-cista hasta la irrupcin del Cartesianismo. En estos textos encontramos lasfrmulas cannicas de lo que los viejos metalrgicos y alquimistas helenis-tas haban sintetizado en la figura del ouroboros: El Todo El Uno, quedespus en la Edad Media la Tabla de Esmeraldaexpres con aquel aforis-mo que Leibniz reproducir casi a la letra: Lo de dentro es como lo defuera, lo de arriba como lo de abajo, para que se verifique la perfectaunidad. (GP III 339, 343; GP V 65; GP VI 545,548; 601, 617-621; GP VII394, etc). Es decir, la corteza (lo de fuera) y el ncleo (lo de dentro) de lascosas son las dos partes de una misma cosa, que se buscan y se requierenmutuamente para constituir la realidad: hemos de descubrir y acoplar a losfenmenos aquello que ocultan.

    2.2.4. En una sntesis muy apretada, la doctrina del CH, tal como lafueron variando los siglos posteriores, es la siguiente. Damos el nombre de

    Dios al Uno, que est ms all de todo ser y de toda esencia numerable.Pero si esto es as y, sin embargo, El Uno es perfecto, ha de ser necesaria-mente difusivo de s mismo, debe explicarse: ha de producirse un procesodialctico que ponga en el ser un principiado, una esencia, una substanciaque contenga en s la infinita virtualidad de lo dable, que sea una ymltiple, que sea, a la vez, complicacin y explicacin del ser. De estamanera, aun no siendo nmero el Uno y habiendo slo un nico principiado,ste ha de expresarse de forma mltiple. La Luz infinita nuclear del Uno hade envasarse o materializarse en los infinitos moldes de variadas for-mas. Estas multiplicaciones no son partes sino fulguraciones o chispasde la Unidad y difieren de ella por razn de su limitacin y entre ellasmismas por razn de su lugar en el mundo. Como todas las cosas provie-nen del Uno, hay razn para el ser y no la hay para el no-ser; por lo tanto,es al aspecto limitativo o privativo de luz a lo que llamamos materia en

    sus infinitos grados de densidad o sutilidad. No es posible, pues, una mate-ria puramente extensa o muerta, pero toda criatura, dotada de vida ypercepcin, muestra su lado material, que necesita para ser activa. Es, as,la naturaleza un compuesto orgnico hasta sus ms mnimas partes. Y comocada criatura es un lugar del universo, es y permanecer por siempre lamisma bajo sus diversas transformaciones aparentes, reflejando desde smisma a todas las dems y al Hacedor; es, pues, a la vez una unidad ontol-gica y una multiplicidad representativa. Este conjunto infinitamente jerar-quizado de epifanas limitadas de la Divinidad constituye una unidadorgnica sin vaco, donde se establece una continuidad discontinua (!) de

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    relaciones que permite decir unas substancias en trminos de todas lasdems y argumentar transversalmente en los diversos niveles ontolgicosdel ser.

    Este conjunto de proposiciones ontolgicas y epistmicas produce en losescritores hermticos y organicistas desde el siglo XV al XVII un especficotipo de razonamiento que definimos comoprincipio de analoga: la unidaddesplegada en multiplicidad sin dejar de ser una. Esta ser la herenciaque Leibniz elaborar tcnicamente en su mnada, concepto ste que laTradicin Hermtica haba dejado diseado de forma animista en la metfo-ra de los espejos vivientes o globos de mercurio que, esparcidos eninfinitas unidades, reflejan y son reflejados cada uno por todos los dems.

    2.2.5. Para terminar este epgrafe, permtaseme ahora desplegar una

    pequea taxonoma y una breve nmina de autores hermticos que pueblanel Renacimiento. No pretendo con ello ningn alarde de erudicin; quisierasolamente que el lector se sienta abrumado, como yo lo estoy, ante unamasa de obra escrita que es literalmente inabordable.

    Encontramos, en primer lugar, la Tradicin armnico-musical, quehunde sus races en el pitagorismo y en la concepcin mstica de la matem-tica. Dios, el gran Gemetra del universo, habra hecho las cosas armnica-mente, segn peso, nmero y medida. De acuerdo con esto, el principio deunidad y armona universal sera un principio formal/numrico, del que sederivaran las cualidades materiales del conjunto de las cosas. JohannesKepler, Robert Fludd, Athanasius Kircher, John Dee, Giordano Bruno,Gernimo Cardano, Erhard Weigel seran algunos representantes de estacorriente.

    En un segundo grupo y en conexin con el anterior, asistimos al impacto

    producido por el Neoplatonismo Cristiano y losKabbalistas cristianos, quese inicia con Ficino y Pico. El Espritu es una substancia sutil que penetratodos los poros de la realidad csmica y permite la interpretacin unitariade las cosas con el hombre-microcosmos en el centro. El cuerpo no sera msque un espritu condensado y el espritu nada ms que un cuerpo sutilizado.La tradicin gnstica delPimandery elAsclepiosdel CH, las traduccionesde Platn y de Plotino as como la especulacin kabbalstica en torno alSefer Zohar, constituyen las principales fuentes del neoplatonismo cristia-no. Agrippa de Nethesheim, Guillaume Postel, Giordano Bruno, AthanasiusKircher, Chr. Knorr von Rosenroth, los Helmontianos, Lady Con-wayseran algunos nombres.

    Una tercera manifestacin del principio de unidad y armona universalla constituye el esfuerzo sincretista por conciliar el cristianismo con eljudasmo y, en general, con todas las filosofas paganas. La verdad es una

    y debi de revelarla Dios a los Antiguos Telogos. A travs de ellos setransmiti a los hombres. Pero la maldad o debilidad humana hizo queaquella riqueza originaria de la sabidura ancestral se oscureciera, y esnecesario rastrear sus huellas ocultas bajo la escoria de ritos, herejas oerrores. Dos son los caminos para conseguir este objetivo. Uno es la bsque-da de la Verdadera Filosofa, depurando las doctrinas errneas mediante laRazn y la Escritura, los dos Libros del conocimiento. El otro es el intentoenciclopedista por descubrir la Lengua Universal o la Lengua Admica, quepermitira reconstruir partiendo de nociones simples y mediante clculo laracionalidad coherente y sistemtica de todas las verdades. Sincretistas y

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    1Un tratamiento extenso y tcnico de los prrafos que siguen puede verse en mis libros Leibniz y elHermetismo, Univ. Polit. de Valencia, 2 vols. Valencia 2002. Leibniz. Matemtica - Fsica - Metafsica. enwww.oriodemiguel.com , y en mi ltimo trabajo Aspectos hermticos del racionalismo matemtico deLeibniz, ibidem.

    enciclopedistas coincidan en el presupuesto metafsico de la magia natural,de la unidad entre el ser y el pensar, entre las palabras y las cosas: sera laTeurgia y la Pansofa. Desde los proyectos del Ars Magna de Lulio, lossincretistas y enciclopedistas del Renacimiento son legin. Entre los prime-ros, Agostino Steuco, Francesco Giorgio, Rapine de Saint-Marie, PhilipCouplet, Herbert of Cherbury, Paul Berrier, Philip Mornay, Ponthus deTyard, Symphorien Champier, Lefebre dEtaples, Rosenroth, F. M. vanHelmont Y entre los enciclopedistas, Ludovico Lazarelli, Comenius,Petrus Ramus, John Wilkins, Heinrich Alsted, George Dalgarno, HeinrichBiesterfeld, Sebastin Izquierdo, Juan Caramuel, Athanasius Kircher,todos ellos convencidos del poder mgico-operativo que anida en el fondo delas cosas y de sus correspondientes palabras. Podramos aadir a esta doble

    serie la figura de Leibniz.Un cuarto grupo lo encontramos en la obra y herencia de Paracelso, losparecelsistas, los helmontianos, los Filsofos Qumicos. Frente a galenistasy aristotlicos, su visin mstico-mgica del mundo basada en la lectura delos dos Libros, la Biblia y la Naturaleza, su concepcin de una nueva medici-na y una nueva nocin de enfermedad, hicieron de los paracelsistas elsmbolo de una verdadera revolucin filosfica. Los filsofos qumicos sededicaron al estudio emprico de los procesos fisiolgicos de la naturalezainterpretndolos como procesos qumicos la Yatroqumica: Dios habrasido el primer qumico; introdujeron estos estudios dentro del aparatoconceptual de la filosofa, para poner finalmente a sta al servicio de unaconcepcin religiosa del mundo. Herederos, sin duda, del platonismo de laEscuela de Florencia, del hermetismo teosfico y kabbalista, y expertoscomo nadie en el arte de la magia, los encantamientos y las corresponden-

    cias universales, los paracelsistas y helmontianos produjeron, dentro de susmutuas discrepancias y polmicas, la mezcla explosiva de una filosofavitalista, a la vez que experimental y religiosa. Algunos paracelsistas impor-tantes fueron Peter Severinus, Gnter von Andernach, Joseph Duchesne,Turquet de Mayarne, Robert Fludd, Juan Bautista van Helmont y su hijoFrancisco Mercurio, con quien Leibniz mantuvo una estrecha amistad ycuyo vitalismo animista intent el filsofo traducir a un vitalismo racional.

    3. Leibniz y la Tradicin Hermtica1

    En una breve exposicin slo es posible sealar algunos rasgos genera-les que nos permitan vislumbrar el modo como Leibniz asume esta Tradi-cin. He sugerido al comienzo y esto es esencial que su proyecto consis-ti en hacer entrar por los cauces de la nueva ciencia moderna los cuatro

    ejes que definen el hermetismo. Vemoslo un poco ms de cerca.3.1. Galileo, Descartes, Huygens, Newton, todos ellos entendan laciencia natural como aquel conjunto de leyes formales abstractas que go-biernan el funcionamiento de las cosas. La experiencia emprica de locotidiano es despojada de su singularidad para ser entendida abstractamen-te desde el experimento matemtico de la razn. Todos ellos, siguiendo a

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    Galileo, identificaban mundo matemticocon mundofsico,con mundo real.Leibniz, por el contrario, contra viento y marea y basndose en un

    concepto anticartesiano de substancia, pretende nada menos que unaciencia natural que no abandone la ontologa de lo singular. Lo singular esirrepetible, lo singular es indefinible por conceptos finitos abstractos, losingular es lo nico real. Por lo tanto, cualquier ciencia de la naturalezacuya estructura tcnica no contenga la vis insita rebus, la actividad internade cada cosaen la teorizacin abstracta de sus conceptos no ser nunca unaciencia stricto sensu (a de Volder, GP II 234, 276s).

    3.2. Esta escandalosa afirmacin, que a nosotros mismos hoy nos desco-loca, es el eje trasversal de todo el edificio cientfico de Leibniz, la precondi-cin epistmica y ontolgica esencial de su ciencia natural. Cuando, siguien-

    do la cinemtica de Galileo y Huygens, trata de demostrar contra Descartesque no es la cantidad de movimiento sino la fuerza viva lo que se conservaen el choque de los cuerpos, Leibniz sobredimensiona estas ecuacionesintroduciendo en ellas previamente lafuerza o potencia interna del cuerpo,que ha de manifestarse despusen el choque; de manera que en la ecuacinresultante la accin externa proveniente del cuerpo chocado es slo lacondicinpara que se muestre la verdadera causadel efecto producido, queson las respectivasfuerzas internasde ambos cuerpos. Esta afirmacin noslleva a comprender la nocin de conatuso tendencia elemental infinitesimaldel cuerpo, que ya no es tampoco, contra lo que pretendan Aristteles y losEscolsticos, una mera disposicin necesitada de agente exterior sino elembrin mismode la actividad de cuerpo. Por lo tanto, no slo no basta laextensin e impenetrabilidad cartesianas para explicar las leyes de loschoques; tampoco una mera consideracin cinemtica es suficiente; hay que

    pensar que algo mshay en los cuerpos. Este algo ms es el conatus ofuerza muertaque se desplegar enfuerza viva(cfr.Brevis Demonstratio,GM VI 117-123, y carta a Bayle, GP III 48; Specimen Dynamicum I, GM VI241s).

    3.3. A la luz de esta idea directriz, Leibniz tiene que trastocar todos losconceptos recibidos, empezando por el de inercia. Ningn cuerpo es indife-rente al estado de reposo o de movimiento uniforme rectilneo (como preten-da Descartes). Se lo dice Leibniz a de Volder de esta manera:

    Dos cosas en las que yo siempre me apoyo, los resultados de la expe-riencia y la razn del orden, me han hecho reconocer que la materia hasido creada por Dios dotada internamente de cierta repugnancia almovimiento o, por decirlo con una sola palabra, dotada de aquella resis-tencia por la que un cuerpo se opone por s mismo al movimiento, de

    manera que, si est en reposo, resiste a todo movimiento, y, si est enmovimiento, a todo movimiento mayor aun en la misma direccin,rompiendo as la fuerza del que le impele (GP II 170s).

    El cuerpo resisteporque se autolimita con ocasindel choque a fin deconservar el equilibrio interior entre la entelequia y la materia prima ocontra-actividad de toda substancia, de las que resulta la actividad delcuerpo (GP II 170s). Esta nueva afirmacin es no menos extraa y escanda-losa que la anterior. De forma muy sumarsima es lo siguiente. SegnLeibniz, como la medida de la extensin, lo mismo que la del tiempo, el

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    espacio, el nmero o la cantidad, est sometida a la continuidad fenomnicaideal homogneade nuestra imaginacin matemtica, resultar que ningu-no de estos parmetros puede dar razn directa de la variacin, diversifica-cin y heterogeneidad actualmente infinitade la actividad del mundo, amenos que entre nuestras medidas fenomnicas (fuerzas derivativas medi-bles en los cuerpos) y la estructura ontolgica de lo que l llama to dynami-kn (fuerzas primitivas: la entelequia y la materia prima o resistencia, queconstituyen la substancia simple) pueda establecerse alguna relacin,alguna analoga estructural, que sea algo ms que una mera elaboracinsemntica de conceptos, y permita legitimar el trnsitodel nivel epistmicode la substancia, que es simple e inextensa, al nivel epistmico de la medidaexterior de los choques, que es algo compuesto y extenso. Esta analoga

    entre lo interior y lo exterior, entre lo simple y lo compuesto, entre la activi-dad interna de las substancias y la actividad externa de los cuerpos, esnecesaria pues, de lo contrario, nada de lo que ha dicho hasta ahora servi-ra, su sistema sera una pura ensoacin y, en definitiva, nos veramosabocados al callejn sin salida de Platn, el Jorisms, ruptura entre loformal y lo material, y se nos escapara de las manos la unidad del universo,de la que habamos partido. (Recordemos, de pasada, que sta era la dificul-tad que Leibniz quera resolver del platonismo y de su heredero, el herme-tismo, a fin de poderlo reducir a sistema). As pues, cul es la relacinentre las Ideas, lo formal, y las cosas sensibles, lo material?).

    3.4. Para establecer esta relacin y justificar su nueva nocin de inercianatural de los cuerpos, Leibniz ha de reelaborar tambin otros cuatroconceptos fundamentales para l, que inevitablemente nosotros hemos deexponer secuencialmente, pero cuyo contenido se circulariza, esto es, pode-

    mos empezar o terminar por cualquiera de ellos pues todos se contienen entodos; tales conceptos son el infinito, la expresin, la continuidad, la analo-ga.

    3.4.1. Empecemos por la nocin de infinito, su siempre prometida ynunca terminada Scientia Infiniti. Es la crucial distincin entre infinitoideale infinito actual,

    no nos vaya a ocurrir advierte Leibniz que, confundiendo lo idealcon las substancias reales, pretendamos buscar partes actuales en elorden de los posibles y partes indeterminadas en el agregado de losactuales, y nos precipitemos as en el laberinto del continuo cayendo encontradicciones inexplicables (GP II 282).

    Dicho ms en concreto en dos palabras: la materia secunda, o sea, lo que

    comnmente llamamos materia corprea o masa de los cuerpos, est actual-mente dividida, diversificada hasta el infinito sin trmino alguno (no haytomos fsicos indivisibles) como expresin que es de la diversificada ysiempre variada actividad de las substancias, de las que aqulla resulta; porel contrario, la extensin, lo mismo que el espacio, el tiempo, el nmero o lacantidad, son producto ideal, abstracto, continuo, indefinido y siempreinterminado de nuestra imaginacin matemtica. Obsrvese que ni en larealidadfsica ni en la idealidadmatemtica hay mnimos ltimos; en estolo real y lo ideal coinciden; pero difieren, y de forma radical, en que lo ideales un producto subjetivo de nuestra imaginacin, mientras que lo real est

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    ah, concreto, actual. Ahora bien, seala Leibniz siguiendo en esto la posi-cin ms extrema del hermetismo, si no hubiera unidades reales o prime-ros constituyentes (GP II 267) (las substancias simples, lo que la TradicinHermtica llama fulguraciones de la Divinidad), no habra pluralidadesreales (la materia extensa o los extensos); pero, ni desde las pluralidadesmatemticas (que son ideales) ni desde las pluralidades fsicas (que estndiversificadas actualmente sin trmino) es posible alcanzar las unidadesreales (o el Uno), que son de otro orden no fsico ni matemtico (GP IV578s). Pero, entonces, seguimos atrapados en el mismo problema de antes:cmo es posible este saltoontolgico de lo Uno a lo mltiple, por una parte,y de lo ideal a lo actual, por otra? El principio de solucin de este problemaes la teora de la expresin.

    3.4.2. La nocin de expresin, esto es, la conviccin segn la cual el serde cada cosa consiste en representar a todas las dems desde su particularsitus en el universo, era una idea comnmente admitida y practicada enla Tradicin Hermtica desde tiempos muy antiguos y haba sido formuladabajo el smil de los globos de mercurio o espejos vivientes que, esparcidospor el ancho mundo, representan y son representados cada uno por todos losdems. La Monas Monadum o Uno no es causa fsica de los seres numera-bles sino el Prototipo o Referencia Universal o Concentracin de toda posi-ble representacin. De esta manera, la expresin adquiere en la pluma deLeibniz una significacin csmica, holstica, de manera que no slo cadasubstancia representa y es representada por todas las dems in infinitum,sino tambin unos niveles ontolgicos dicena otros y son dichospor otroscada uno desde supropiolenguaje tcnico o, dicho en otros trminos, todosestos niveles contienen principios que son entre s distintospero equipoten-

    tes. Esto es, por poner slo aqu un ejemplo, ser lcito argumentar desde laaproximacin infinitesimal de las variables en la construccin geomtrica deuna curva, a la aproximacin siempre inagotable entre las percepciones dedos substancias: las reglas matemticas del clculo son distintas que lasleyes metafsicas de las substancias, pertenecen a rdenes ontolgicosdistintos; pero unas y otras son equipotentes, es decir, expresan cada una ensu terreno un mismo universo csmico de recursividad infinita,aunque enel primer caso se trate de un infinito ideal, y en el segundo de un infinitoactual, esto es, de la irrepetible singularidad de cada sujeto del mundo.

    3.4.3. Esto significa, y al mismo tiempo justifica, lo que Leibniz llamala ley de la continuidad: en el terreno de nuestras representaciones feno-mnicas todo es continuo, aunque en el terreno de las substancias y de loscuerpos reales todo es discreto, discontinuo. La continuidad, que, siemprehay que repetirlo, slo se da en la medida de los fenmenos, no es en origen

    un principio de la razn deductiva ni es tampoco en origen un conceptomatemtico, sino una verdad de hechoque deriva del principio de perfec-cin: Dios pudo haber hecho un mundo fenomnicamente discontinuo, y nohay ms razn terica para la continuidad en los grados de movimiento quela pueda haber en los grados de perfeccin de las criaturas, esto es, ningunarazn terica; la continuidad slo tiene un origen: la ley del orden(GP II168, 182). Tampoco es slo la ausencia de saltos. La continuidad es, en lasmanos de Leibniz, lo siguiente: Cuando la experiencia y la razn descubrenaproximaciones insensibles entre variables de un sistema dado, es lcitobuscar aproximaciones en otro sistema con tal de que se conserve una

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    cierta analoga, aunque entre los dos sistemas no haya ninguna semejanza(GP III 51-55; GP II 112s; GP VII 263s), de manera que lo que se produce esuna relacin especularo representativa entre rdenes o niveles ontolgicosdistintos. La ley de la continuidad le dice Leibniz a Johann Bernoulliha sido violada por los matemticos sobre todo en el terreno ajeno a la Geo-metra (GM III 742; GP II 282)

    3.4.4. Con ello resulta que la continuidad se convierte en un mecanismoepistmico oprincipio arquitectnicoque nos permite operar en nuestrasinvestigaciones precisamente en virtud de la expresin csmica (GP VII279). La naturaleza de las cosas observa una actividad de aproximacin porgrados insensibles, propia de cada uno de estos niveles, que puede seratribuida como algo analgicamente comna todos ellos, de manera que

    mutuamente se expresanen la unidad. Yo dira sugiere Leibniz en losNouveaux Essais que hay una manera de semejanza no entera o, por asdecir, in terminis, sino expresivao de relacin de orden (GP V 118). Obser-vamos, as, que el procedimiento analgicoen el razonamiento acerca de losfenmenos naturales amenaza con caer en cualquier capricho arbitrario,como frecuentemente les ocurra a tantos hermticos, kabbalistas y alqui-mistas. Pero vemos tambin que el razonamiento analgico es de unapotencia heurstica descomunal, que hunde sus races precisamente en unaconcepcin del mundo organicista, que hoy llamaramos complejidad, y queentonces se situaba en los antpodas del razonamiento deductivo mecanicis-ta. Leibniz llamabaArs Inveniendia este razonamiento analgico.

    3.5. As pues, para evitar desviaciones fantasiosas, estos cuatro concep-tos, infinito, expresin, continuidad, analoga,o el uso novedoso y csmicoque Leibniz hace de ellos, requiere ahora dos cosas: unfundamentosuperior

    que los unifique y haga vlidos; y un criteriopara su aplicacin. El criteriono puede ser otro que la experiencia y la razn, dice Leibniz. Mas no unaexperiencia baconiana puramente inductiva de contabilidad de hechos nitampoco slo una razn matemtica, sino lo que Leibniz reitera innumera-bles veces a de Volder, la razn del orden, de la que la lgica de nuestrarazn es vicaria (GP II 168s). Y el fundamento de unificacin y validacinoperativa de estos mecanismos arquitectnicos es lo que el filsofo llamabami gran principio de las cosas naturales, el principio de uniformidad /variedad de la naturaleza (GP III 339, 345; GP VI 533-535; C. 11-16; GP VI152, etc.), que yo me permito llamar principio hermtico, que convierte aLeibniz en el ltimo de los hermticos o, si se quiere, en un hermticoilustrado. Digamos, pues, dos palabras sobre este principio ltimo delconocimiento de las cosas naturales.

    4. Uniformidad / variedad: El reencuentro de Leibniz con el Herme-tismo

    4.1. En efecto, el principio de uniformidad / variedadno es estrictamen-te platnico ni aristotlico; pertenece a la herencia del platonismo, es her-mtico y afecta directamente a la nocin y sobre todo al uso que laTradicin hace de la nocin de materia. Hunde sus races, como ya suger alcomienzo, en la nocin tradicional de smbolocomo envase materializadoren el que inevitablemente ha de manifestarse y corporizarse la actividaddivina para ser realmente activa extra se, tal como los kabbalistas y ms

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    tarde los Filsofos Qumicos haban mostrado en sus especulaciones yexperimentos. Se trata, pues, de la materia como una esencial auto-resisten-cia, como la contra-parteque la actividad ha de ponerse a s misma para seractiva, lo que define ya el universo declinante de los mltiples grados deactividad de que se compone el mundo y cada cosa. De esta manera, loexterior o resistente en sus variados grados no es distinto de lo interior oncleo activo, sino slo su exteriorizacin o cscara.

    Como suger al principio, los viejos metalrgicos, los neoplatnicos, losbotnicos y alquimistas, los filsofos renacentistas, designaron este princi-pio bajo el anagrama El Todo El Uno, que, recogido en la Tabla de Esmeral-da, fue transmitido durante siglos a aqullos que queran conocer los secre-tos de la naturaleza, lo que Leibniz llamaba la summa rerum, esto es, la

    bsqueda de la causadel movimiento, no slo el modocomo ste se produce,se modifica y se transmite (GM III 728). En su peculiar Ars Inveniendifsico-metafsico-tico, aquellos hombres antiguos trataban de descubrir elinterior de las cosas y del hombre mismo desde la transformacin o met-noia de su propia envoltura exterior: esta era la verdadera metafsicaalqumica, y no la mera bsqueda del oro. Ni la materia era, para ellos, lapura indeterminacin que anhela una forma que desde fuera les adviene, nilas formas, almas o espritus, andan por ah vagando ajenas a la materiali-dad. Convertir lo corpreo en incorpreo decan, lo slido en voltil,solve et coagula (analiza y sintetiza, traducir Leibniz), porque naturalezase alegra con naturaleza, naturaleza vence a naturaleza, naturaleza contie-ne naturaleza; lo de dentro es como lo de fuera, lo de arriba como lo deabajo, para que se verifique la perfecta unidad (Pseudo-Democritus,Physi-ca et Mystica, s. II d. C. ed. St. Linden: The Alchemy Reader, Cambridge

    2003, p. 38-47)4.2. Desde sus aos jvenes, cuando asiste y participa en la polmica desus maestros y guas entre Platn y Aristteles, entre Antiguos y Modernos,Leibniz haba seguido esta Tradicin y haba definido el cuerpo como mensmomentanea y la mente como aquel punto central del que extrae su lugarel cuerpo (GP I 52s). Pasado el sarampin foronmico mecanicista y liberadotambin del yugo de Aristteles (GP IV 478), Leibniz renuncia al movimien-to como esencia de los cuerpos para reducirlo a pura idealidad (GM VI122s), puro trnsito accidental y mudable, slo sustentado en algo esencialy permanente: la actividad interna de los cuerpos, lafuerza(GP II 251-252,270). Con ello Leibniz retoma la vieja idea hermtica de la concepcin de lasubstancia como una unidad real actividad-resistencia, dentro-fuera, ncleo-cortezay, por lo tanto, inseparable de la materialidad: la substancia leibni-ziana, no siendo corprea (pues ha de ser fundamento, no parte de lo exten-

    so), ha de estar esencialmente incorporada para ser realmente activa y nodesertora del orden csmico producido por el Autor de las cosas (GP III 340,345s; GP VI 601, 617-621, etc). Mientras haya entelequias o almas o loanlogo a ellas, habr siempre una materia ms o menos sutil en la que seincorporen y mediante la que se trasladen a otro teatro, transformndosesin perder su individualidad. La nocin de semilla, que Leibniz utilizarpara designar las mnadas orgnicas que, creadas todas desde el origen delmundo, transforman su envoltura exterior, ejemplifica, mejor que ningunaotra, este concepto (GP III 565; GP II 75; Grua 127; Couturat 16; GP V 309;GP VI 534).

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    De esta manera, y con todas las distinciones y mecanismos epistmicossealados, Leibniz traslada el viejo principio hermtico a su nuevo gran

    principio de las cosas naturales, que ahora formula as:

    Siempre y en todas partes y en todas las cosas todo es como aqu, esdecir, que la naturaleza es uniformeen el fondo de las cosas [esto es,todas ellas son activas, subsistentes], aunque haya variedaden el msy en el menosy en losgradosde perfeccin [esto es, cada una con supropio mdulo de actividad, que determina la sucesin de sus variadasmanifestaciones]. (GP III 343-348).

    A partir de 1695, Leibniz utiliza masiva y universalmente su ley de la

    continuidadfundndola en esteprincipio de uniformidad / variedadcomotrmino medio de sus demostraciones dinmicas y metafsicas. Lo haceprogramtica y explcitamente refirindose siempre a su primera formula-cin de la continuidad en 1687 (carta en respuesta a Malebranche, GP III51-55), en su primera carta a Varignon de 1702 a propsito de la continui-dad matemtica (GM 91-95), en el Tentamen anagogicumde 1690-95 (GPVII 278), en su correspondencia con G. Grandi de 1713 (GM IV 219), conChristian Wolff en 1713 (GM V 385), con Johann Bernoulli (GM III 438,543, 742), en la polmica con P. Bayle (GP IV 568) y en los Nouveaux Essais(GP V 48-49). Y lo utiliza pragmticamente en momentos decisivos. Enume-ro slo algunos.

    4.2.1. La dimensin metafsica del clculo diferencial. Esto es, el trin-gulo caracterstico es el mdulo tcnico matemtico que concentra en s laley de la sucesin de los distintos puntos de una curva, de la mismamanera

    que la substancia simple es el mdulo tcnico metafsico estable que seexpresa en la sucesin de sus modificaciones temporales. Cuando sus cole-gas afirmaban que la dxexpresa o representa la variacin de un trmino dela sucesin en el movimiento de un cuerpo, las palabras expresin, movi-miento, cuerpo, estaban referidas a la extensin o cuerpo matemticobajo la ley de la inercia newtoniana y, por lo tanto, algo completamenteajeno a cualquier actividad interna de los cuerpos; mientras que Leibniz, sindejar de utilizar las mismas ecuaciones, las transciende, las sobredimensio-na, las refiere, bajo su nueva nocin de expresin y continuidad, al dinamis-mo interno de los cuerpos, de manera que la variacin en la naturaleza noes un mero problema que afecte a la extensin y al nmero, que son cosasideales y continuas, sino a lo extenso, esto es, a los cuerpos o agregados,que son cosas reales y heterogneas como expresinde la actividad de lassubstancias.

    4.2.2. El proceso de la Dinmica. La expresin hermtica dirige tambinel trnsito de lafuerza muertaa lafuerza viva, o sea, desde la ley de equili-brio de las fuerzas muertas (en la palanca) a la ley de equipolencia entre lacausa plena y el efecto entero (en el mpetu adquirido por los cuerpos) me-diante las nociones dinmicas de conatus y de impetuscomo expresin deinteligibilidad de la actividad sucesiva del cuerpo (GM VI 218; GP II 154-156).

    4.2.3. Leibniz vuelve a utilizar este principio transversal en el argumen-to central de la Dinmica, a saber, cuando necesita de la elasticidadesen-cial de todos los cuerpos, a fin de cohonestar la accin-resistencia de stos

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    con el equilibrio interior del to dynamikon de cada substancia simple (GMIII 544s; GM II 151, 157, 170, 177, 199; GP III 504; GM III 565s, etc).

    4.2.4. Igualmente, este principio es el fundamento de todo su tratamien-to de los organismos, la preformacin orgnica de los mismos, los plieguesy repliegues de los seres vivos y su transformacin orgnica, como puedeverse en sus ltimos escritos vitalistas.

    4.2.5. Y cuando, finalmente, acorralado por de Volder, se ve obligado adar una demostracin a posterioride la activitasde toda substancia, esteprincipio es el trmino medio de su argumentacin. Lo dice as: Si nosotrosexperimentamos nuestras percepciones y apetitos, tiene que haber ennosotros, aunque fenomnicamente no lo percibamos, un principio activocomo origen de dichas experiencias, pues todo lo accidental o mudable debe

    ser modificacin de algo esencial y perpetuo (GP II 251, 252, 257, 262, etc).Esta constatacin, segn Leibniz, es a posteriori. Ahora bien aade, eneste principio de accin se contiene un gran fondo de inteligibilidad univer-salizable, pues en l hay algo anlogoa lo que reside en nosotros, la percep-cin y el apetito (), ya que, al ser uniformela naturaleza de las cosas, nopuede ser la nuestra infinitamente distinta de todas las dems substanciassimples de las que se compone todo el universo (GP II 270, 264, 272, 282;GM III 756); () de lo contrario, habra demasiado salto, y la naturalezaescapara demasiado de su carcter de uniformidadpor un cambio esencialinexplicable (GP III 340, 345). Es, pues, esta uniformidad de la naturalezala que hace analgicamente inteligible la existencia universal de principiosactivos, argumento ste, que no es en absoluto a posteriori, sino radicalmen-te hermtico, tal como se haba hecho desde siglos.

    5. Conclusin provisional

    En sntesis, a diferencia de sus maestros y colegas, Leibniz accede aparticipar en los nuevos descubrimientos de la ciencia moderna desde suprevia conviccin inalterable de que el universo producido por la CausaComn es un conjunto infinito (esto es, mayor que cualquier nmero dado)de sujetos activos, subsistentes, dotado cada uno de su propio mdulo deactividad, que representa o dicede manera ms o menos confusa o distintaa todos los dems. Esta es la complejidad ontolgica del mundo que, salvan-do evidentemente la distancia de tres siglos, viene al encuentro de lasnuevas teoras acerca de la complejidad en los sistemas alejados del equili-brio, esto es, en sistemas abiertos indefinidamente al tiempo irreversible.Por lo tanto, desde el punto de vista epistmico o acceso a esa complejidad,el sistema natural de Leibniz no puede ser secuencial formado por princi-

    pios o axiomas abstractos lgicamente independientes, de los que se deduz-can de forma sucesiva conclusiones no reversibles, como ocurre en la Lgica,en la Matemtica y en la Ciencia Newtoniana. El sistema de Leibniz ha deser circular y existencial, esto es, la descripcin de dicho estado de cosas,sustentadas en estructuras conceptuales equipotentes(esto es, que mutua-mente se expresan dicindose unas a otras), pero distintas(esto es, diciendoanalgicamente cada nivel desde su propio lenguaje tcnico), que iluminandesde variados puntos de vista la coherencia del sistema como las calles ylas plazas de una ciudad, de las que se puede partir y a las que se puedellegar desde cualquier otra (GP VI 616), un sistema de sistemas siempre

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    abierto a nuevas estructuras.En una palabra, los ejes arquitectnicos utilizados por Leibniz, la

    expresincomo estructura del ser, la analogacomo estructura del pensarsobre el ser, la continuidadcomo mecanismo de aproximacin asinttica alser, integrados bajo el principio hermtico, esto es, no mecanicista, de launidad orgnica y holstica del mundo, deben formar parte intrnseca de suargumentacin, de su experimentacin, de su matemtica, de su mecnica,de sus ecuaciones de movimiento. No hacerlo as, dejarlos pasar o evocarlossimplemente como si fueran penses primes, como tantas veces se hace,sera, en mi opinin, no hacer justicia al pensamiento cientfico de Leibniz,aunque hoy no nos guste, y quizs cerrar el camino a nuevas intuicionesacerca de lo que podra ser una ciencia unificada de la naturaleza y del

    hombre.En el Escrito 25, junio 1703, le dice Leibniz a de Volder a propsito delos matemticos y cientficos, sus colegas:

    En general, los hombres, contentos con satisfacer a su imaginacin, nose preocupan de las razones, y por eso han surgido tantas cosas mons-truosas contra la verdadera filosofa. Quiero decir, que no han empleadoms que nociones incompletas y abstractas, o sea, matemticas, que elpensamiento sustenta, pero que, desnudas en s mismas, la naturalezano reconoce, como la de tiempo, la de espacio o extensin puramentematemtica, la de masa meramente pasiva, la de movimiento matemti-camente entendido, etc, con lo que pueden los hombres fingir lo diversosin alcanzar la diversidad real. (GP II 249).

    Hoy, en la era de la nueva complejidad que l de alguna manera vislum-br, y abrumados por las nuevas amenazas de un futuro incierto, parece quela radicalidad proftica de Leibniz todava nos produce miedo.

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    Bernardino Orio de MiguelSociedad Leibniz de Espaa

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