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Relatos fantásticos hispanoamericanos Antología Selección, prólogo, notas y bibliografía José Miguel Sardiñas y Ana María Morales LaNonda Casa de las Américas

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Relatos fantsticos hispanoamericanos Antologa Seleccin, prlogo, notas y bibliografa Jos Miguel Sardias y Ana Mara Morales LaNonda Casa de las Amricas Nota de los antlogos:En las distintas etapas de la elaboracin deestelibro,incluida la investigacin bibliogrfica,contamos con la colaboracin de Isela Irn Nohen Orea Galleta. Edicin:ClaraHernndez Diseodecubierta:KhiustinTorns Fotografadecubierta:TessioBarba Diseointerior:RicardoRafaelVillares Correccin:IrisCano Realizacincomputarizada:Alberto Rodrguez Todoslosderechosreservados Sobre la presente edicin: Fondo EditorialCasa de las Amricas,2003 ISBN 959-260-009-0 casa FondoEditorialCasa delas Amricas 3ra. yG,El Vedado,La Habana,Cuba www.casa.cult.cu Prlogo Literaturafantstic;:a,ofantasmal? L literatura fantstica, ese gnero, subgnero, espe-cie o categora transgenrica,ese ente literario que nadie sabe a ciencia cierta dnde comienza ni dnde termina -y no por falta de esfuerzos para atraparlo-, tiene una nueva arl.tolbg. Y as ha de ser, segn parece, pues las antologas sehan vueltoun hbitodela fantstica.Mas, afortunadamel}te, no un hbito gratuito. En otros gneros,la seleccin valorativa presta los mismos servicios que viene dand desde sieiilpre: difundir, privilegiar, canoniZar textos, en muchos casos simplemen-te del olvido a que los cotidenarfi el conjunto de una obra mediocre. En la narrativa fantstica, en cambio, esa formatcitadela crtica cumple -sobre todoen los mejores casos- una funcin especfica, adems d las men-cionadas: h.a sido un medio de mostrar la eXistencia inde-pendiente de un gnero que los escritores han frecuentado de forma ocasional la mayora de las veces (y conste que no nos referimos ->, de Macedonio Femndez; un fragmento de Star Maker, de Olaf Stapledon; el sueo de la mariposa y Chuang Tzu,de Herbert Allen Giles; y Tln,Uqbar,Orbis Tertius,de Borges.Peroentrelosnumerosostextosno adscritos a ningn conjunto en ese prlogo, hay al menos otros ocho que podran figurru: con derecho entre estas fan-tasas:La persecucin dell\1aestro y Glotonera msti-ca -(Alexandra David-Neel), Quin es el rey? y Los goces de este mundo (Lon Bloy), El pauelo que se teje solo 12A. 'Bioy Casares: resea de El jardn de senderos qr.ie se bifurcan, por J. L.Borges,Sur,1942, nm.92, p.62. 13 Ibld.,p.64. 14 A.BioyCasares:Prlogoa.:J.L.Borges,S.OcampoyA.Bioy Casares(eds.):op.ctt.,p.13. 15 A.Bioy > (Chesterton) y Sola-y su alma (Tho-mas Bailey Aldrich).En total',trece fantasas,conjeturas, juegos o pesadillas metafsicas. Con ellas, Borges, Ocampo y Bioy abran, en la lite ratura argentina -:pero tambin ms all-, la tendencia de lo fantstico-metafsico, 16 de cuya importancia habla el hecho de haber contribuido a modificarestat:uto de lo fantstico en el canon genrico. Pues si hasta una po-ca tan reciente como el ao 1914, en Europa la Am-riCaLatina es necesario extenderla hasta la dcada de la literatura fantstica se identificaba en. trmi-nos generales por una serie de tpicos como las aparicio-neshorrorosasysobrenaturales,losvampiros,las atmsferas gticas, el demo,:tismo, el magnetismo animal, mesmerismo o hipnotismo y los fenmenos parapsicol-gicos,que caracterizan lo que se ha denominado etapas de premadurez y madurez del gnero17 y que pertenecen a las mrgenes del conocimiento y la cultura oficiales, a partir de los decenios de 1940 y 1950 ser preciso tomrur en cuenta una forma literaria diferente, que juega a hacer 16 Enrique Luis Revol: La tradicin fantstica en la literatura argentina;., CuadernosHispanoamericanos,1969,nm.233,p.426.Desu repercusin fuera del Rode la Plata es sntoma elque,si en Elarte yla literaturafantsticos Vax dedicaba poco ms de dos pginas al comentario de Tion ... ,.,mencionado como parte de una antologa europea, en otra de sus obras posteriores ya consagra anlisis de ese cuento, como parte de la antologaque venimos comentando,elcaptulocorrespondienteaLo fantsticometafisico,ltimadelascuatrocategorasqueestudia(las restantes son: lo fantstico tradicional, lo fantstico interior y lo fantstico potico);vid., .Louis Vax:I:art et la litti'aturejantastiques, 4a. ed., Paris, PressesUniversitatresdeFrance,1974,pp.117-119[la.ed.,1960],y Las obras maestras de la literatura fantstica, trad. J. Aranzadi, Madrid, Thurus,1981,pp.177-192[la.ed . .francesa,1979]. 17 AntoineFatvre:Genesed'un genrenarratif,le fantastique(essat de priodisation),en La littraturejantastique,1991,pp.17 et sqq. -... una clase de miedo insrefinado y difciL Noel que pro-cede, con los tpicos mencionados, de una reaccin irra-cionalista frente a la ideologa de la Ilustracin, sino del tanteo ldicro de ciertas posibilidades de explicacin de los principios primeros o ltimos en que se sustenta la vida del hombre en el universo y que,por tal razn, ya deja de ser miedo para onvertirse en perplejidad, vrti-go u horror racionales. Bioy Casares, eri1940, se refera a El acercamiento a Almotsim, Pierre Menard, autor del Quijote y TlOn,Uqbar, Orbis Tertius como ejerci-cios de incesante inteligencia y de imaginacin feliz,ca-rentes de languideces, de todo elemento humano, pattico o sentimental, y destinados alectores intelectuales, es-tudiosos de filosofa,casi especialistas en literatura. 18 Y aunque en 1965 juzgaba excesivas esas palabras (en una posdata aadida auna reedicin de la Antologa), en una cosa no le faltaba razn: las fantasas metafsicas no slo extraen su material de un discurso tan poco margi-nal alo largode la historia como Ja filosofa, .sinoque presuponen un horizonte de expectativas19 y un grado de competencia literaria20 notablemente ms complejos que los de un lector de textos fantsticos tradicionales. Por fin, hay una cuarta razn para interesarse por esa obra y es que ella contiene un esbozo de la primera antolo-ga fantstica hispanoamericana,aun cuando no se haya hecho con ese propsito. Como se ha dicho, el criterio de seleccin que sigUieron Borges, Ocampo y Bioy fue hednico 18 A.Bioy Casares:Prlogo,.ya citado,p.13. 19 Hans Robert Jauss:Historia de la literatura como provocacin a la ciencia literaria;.,trad. S.Franco, en Dietrich Rall (comp.): En busca del texto. Teora de la recepcin literaria, Mxico, Universidad Nacional Autnoma deMxico,1993,p.57. 20 Jonathan Culler: La potica estructuralista.El estructuralismo, la lingstica y el estudio de la literatura, trad: C. 'Manzana, Barcelona, Anagrama,1978,pp.188-228. 17 18 y dio lugar a un conjunto heterogneo de textos y fragmentos, de pocas y procedencias diversas, en los que no es dificil percibir una marcada y comprensible preferencia por1os de tradicin anglosajona. Pero dentro de ese conjunto haba tam-bin textos escritos originalmente en espaol, entre los cua-les los latinoamericanos eran la mayora. Y es al donde puede verse lo que en opinin de estos grandes conocedores de lo fantstico destacaba como digno de ser degustado y compar-tido:un fragmento de novela de Arturo Cancela y Pilar de Lusarreta, cuentos de Mara Luisa Bombal, Santiago ve, Macedonio Femndez, Leopolqo Lugones, de los tres.an-tlogos (en el caso de Borges, en una ocasin solo, en la otra, en colaboracin con Cecilia Ingeniems) y el enigmtico Car-los Peralta, adems de una pieza dramtica de Elena Ga:rro. Ciertamente es dificil juzgar una seleccin basaqa en un elemento tan subjetivo y personal. No obstante, son posibles dos observaciones: hay una.omisin significativa, la de Hora-co Quiroga, y un predominio casi absoluto de autores argen-tinos. Lo primero puede entenderse como una consecuencia de la imagen estereotipada de escritor selvtico que por tanto tiempo ha envuelto al narrador uruguayo, que. obviamente no era la ms atractiva para los cosmopolitas colaboradores de lareVistaSur-21 ydificultaba el acceso a sus varios y valiosos cuentos fantsticos. Y en cuanto al predominio sealado, no debe extraar si se recuerda que, tambin por muchosla literatura fantstica en Latinoamrica se escribi con con-tinuidad ca8i exclusivamente en la Argentina. 22 21Cj. Pablo Rocca: Horacio Quiroga, el escritor yel mito,. Montevideo. Edicionesde la Banda Oriental,1996,p.50. Esta peculiaridad ha llamado 'la atencin de los crticos.que han ofrecido diversas razones para explicarla; vid., entre otros, el art. cit. de RGutirrezGirardot, p. 3_3,y Julio.Cortzar: Notas sobre lo gtico en elRodelaPlata,Cahiersdu MondeHispaniqueet Luso-Brsi/ien (Caravelle),1975,nm.25,p.15L Antologasgenerales A esa an,tologa han seguido otras que, con crite.rios dis-miles, a veces no muy claros o simplemente no explcitoshan optado tambin por centrare en el gnero fantstico, pendientemente de llllli poca o regin determinadas. La inconseguible Antologa del cuento extrao (B\le-nos Aires,1956J,que prepar Rodolfo J. Walsh, distribuye en cuatro tomos .cuarenta y nueve textos,de los que casi lll!a tercera parte es de hispanohablantes. De ellos, prcti-camente la mitad vuelven a ser argentinos (Borges, Lugo-nes,Bioy.Bernardo Kordon,Jos Blanco y S.Ocampo) y cinco son espaoles; slo cuatro pertenecen a otros pases geJ Illundo hispnico: Julio Garmendia (Venezuela), Miguel Angel Asturias (Guatemala), Ricardo Palma (Per) y Osear (l3oUvia). Ante una, seleccin como sta, evidente-mente no puede 'hablarse de equilibrio -por otra parte no buscado-, pero s de un principio de diversificacin. La titulada escuetamente Cuentosfantsticos (La Ha-bana, 1968),de Rogelio tlopis, coincide en varios casos con sus dos p:redecesorl!) rioplatenses, pero entre los nombres que aade, de acuerdo con su carcter eclctlco2s-abarca stiras, Ql.lJ.l!Ornegro,divertimentos, fbulas,etc.-, se en-cuentran los uruguayos 'Felisberto Hemndez y Mario Bene-detti, el mexicano Ju@ Jps Arreo,la y cinco cubanos: Jos Manuel Poveda, Jos Lezama Lima, Elseo Diego, Jos Lore.n-zo FUentes y el propio antlogo. c:ompatriotas, como en las anteriores, sobrepasan n nmero a los dems latinoa-_Oosargentinos al incluidos, contra toda previ-Sion, son solo tres: Borges, Dabove y Lugons). No obstante, el exceso se vuelve excusable si se piensa en que signilcaba otorgar relevancia arepresentantes de una tendencia poco prestigiada -es decir, particularmente poco prestigiada- den-tro de la literatura nacion_al. 23 RogelioLlopis(ed.):Cuentos fantsticos,.La .Habana,Instituto del Libro,1968, p. x. 19 20 El libro de lo inslito (Antologa) 1989), de-bido a Emiliano Gonzlez y Beatriz lvarez Klein, no es exac-tamente un compendio de cuentos fantsticos; ni siquiera se limita a cuentos o a narrativa. Pero comparte mltiples afinidades con 'eltipode obra -deque venimostratanqo. Seguramente por su peculiar punto de prtida, sus compi-ladores pueden reivindicar lo mismo nombres fundaiJ1en-tales de la tradicin no hispnica, soslayados hasta entonces ennuestrasantologas,comolosdeArthurMachen y Howard P.Lovecraft, que como la poesa, normru-menteausentedelospredios fantsticosyairadru,nente de ellos por eln1s clebre de sus teorizadores. 24 Entre los escritores latinoamericanos, ya numerosos, pre-sentes aqu se hallan Quiroga (Uruguay), Jos Mara Egu-ren y Clemente Palma (Per), Mar_a Guillermo Jimnez, Ulalume Gonzlez de Len y Beatriz Alvarez Kle4l Hctor A.(Argentina) y Mara Elena Lla-na (Cuba), todos narradores.. La Antologa de cuentos de misterio y terror (Mxico, 1993 ),de lln Stavans, se defme misma como volumen multinacional.25 Y,en efectQ,lo es, aunque con predominio notable de los autores britnicos. De treinta y ocho escp.tores (y textos, uno poruno de aqullos, todos hombres, ade-ms), diez son britnicos; cuatro, estadounidenses;mexicanos (entre los cuales figura Stavans); tres, argentinos, y otros tantos, franceses y espaoles; dos, rusos y cios, uru-guayos. Estn representados por uno solo: Alemania (curio-samente, dada su rica tradicin), Brasil, Cuba, Italia, Japn, y Nicaragua. Los hispanoamericanos, en total, su-man doce. Los criterios de seleccin fueron el gt!_sto y la breve-dad; se trata de una biblioteca personal mnima>>,24V!d.Tz.Todorov:op.cit.,cap.4,pp.63-67. 2sIln Stavans(ed.):Antologa de cuentos de misterio yterror,2a. ed., Mxico,Porra, .1998,p ..x11. de un entretenimiento personal al que le he dedicado exquf-sitas noches.26 La iittoducin finaen cuenta algunos es-tudios tericos (Vcix,Caillois, Thdorov), aunque no con excesivo rigor,27 yrevisa algas il.tblbgas similares a la suya, prin-cipalmente la de Borges et al., de la que se reconoce deudora, y la de Italo Calvino, Cuentosfantsticos del xiX. Msrecientemente,AlbertoManguelha compilado Aguasnegras.Antologa delrelato fantstico(Madrid, 1999). que, a pesar de la abundante produccin latinoame-ricana no argentina, acoge slo a dos escritores que no per-tenecen a la literatura de ese pas: Garca Mrquez y Quiroga; los restantes son Borges, Cortzar, Liliana'Heker y Manuel Mujica Lainez. nacionales a>Resonar ste, levantarse ella asustada -en ademn como de precipitarse al lago- y sentir en mi gargantaJas manos de Gabriel, que me opriman como una argolla de acero, todofue obra de un segundo. No puedo decir si la ondina se sumergi onoen las ondas,pues furiosoel amante no me solt hasta que ca sofocado y sin sentido. Cuando volven mi acuerdo me hall solo:todo estaba desierto y en silencio. La luna, medio V>, cuento largo o novela corta), el autor anota que . De Palma son tambin los libros: Historietas malignas (1926) y XYZ ( 1935 l -novela, juzgada como importante antecedente de La in-vencin de Morel. de A. Bioy Casares. 1 NancyM.Cason:BreaktngTradtttons:The/Ftcttonoj Clemente Palma,Lewisburg,BucknellUniversityPress,1988,p.126. 2 Paraotrasafinidadesy,sobretodo,paralasdiferenciasde tratamientodeestosaspectosentrePoeyPalma,g.GabrielaMora: "La Granja Blanca" de Clemente Palma: relaciones con el decadentismo y Edgar Allan Poe,Casa de las Amricas,1996, nm. 205, pp.62-69. r Adoa Efntlla Pardo Bazn 1 Realmente se vive o la vida es una ilusin prolonga-da? somos seres autnomos e independientes en nuestra existencia? somos efectivamente viajeros en lajornada de la vida osomos tan slo personajes que habitamos en el ensueo de alguien, entidades de mera forma aparente, sombras trgicas ogrotescasque ilustramos las pesadi-llas o los sueos alegres de algn eterno durmiente? Y si es as, por qu sufrimos y gozamos por cuenta nuestra? Debiramos ser indiferentes e insensibles; el sufrimiento o el placer debieran corresponderle al soador sempiterno, dentro de cuya imaginacin representamos nuestro papel de sombras, de creaciones fantsticas. Siempre le expona yo estas ideas pirronianas a mi viejo maestro de fllosoffa,quien se rea de mis descarros y censu-raba cariosamente mi copstante tendencia a desviar las teo-rasfilosficas,hacindolasencaminarseporsenderos puramente imaginativos. Ms de una vez me explic el senti-do verdadero del principi hegeliano:todo lo real es ideal, todoloideal es real,principio que,segn mi maestro, yo glosaba e interpretaba inicuamente para aplicarlo a ceptos ultra-kantianos. El filsofo de Koenisberg afirmaba que el mundo, en nuestra representacin, era una visin torcida, un reflejo inexacto, un noumeno, una sombra muy vaga de la realidad. Yo le sostena a mi maestro que Kant estaba equivo-cado. puesto que admita una realidad mal representada den-tro de nuestro yo;no hay tal mundo real:el mundo es un !51 .1 1 152 estado intermedio del ser colocado entre la nada (que no existe), Y la realidad (que tampoco existe); un simple acto de imaginacin, un ensueo puro en el que los seres flotamos con apariencias de personalidad, porque as es neceSario para divertir Y hacer sentir msa ese soador eter-no, a ese durmiente dentro de cuya imaginacin viVimos. En todo caso, El es la nica realidad posible ... El buen anciano y yo pasbamos largas horas discu" tiendo los ms arduos e intrincados problemas ontolgi-cos. La conclusin de nuestros debates era mi maestro quien la senta_ba enms o menos parecidos a stos: que yo jamas sena un filosofo,sinoun loco;que yoretorca toda teora filosfica por clara que fuera, la dislocaba y de-formaba, como si fueran pelotas de cera expuestas al calor de un.sol de extravagancia; que no tena la se.renidad nece-saria para seguir con paso firme un sistema o teora, sino que, muy al contrario, se me exaltaba la fantasa ytrocaba las ideas ms transparentes, y hasta los axiomas, en cues-tiones intrincadas: haca tocas gigantescas de .los guijarros delo, a fuerza de sutilezas absurdas e inaguantables. Y.anadm mi maestro, que. yo le pareca bien de esas flores de ornamentacin que comienzan siendo correctamente ve-getales Yterminan en cuerpos de grifos, cabezas de silvanos o disparatadas bestias, bien un potro salvaje y ciego,que galopara desaforadamente en medio de una selva incendia:-da. Nunca quiso admitir que sus filsofos eran los imagi-nativos y fantaseadores, los potros salvajes y desenfrenados; Y quej':oera el sereno y clarividente. Sin embargo, mi caso, en el cual fue. un poco actor, creoque.le hizo modificar un tanto sus ideas filosficas ... 11 Desde que yo tena ocho as me haba acostumbrado a ver en. mi prima Crdelia, la mujer que deba ser mi espo-sa. Sus padres y el mo haban concertdo este enlace, apo-yado por el cario que nos una yque ms tarde haba de convertirse en un amor loco y vehemente ..Cordelia, que era pocos meses menor que yo fue la. compaera de mi infancia; con mi prima pas e)' dolor de la muerte de mis padres, y adolescentes ya, fuimos mutuam,ente maestros el uno del otro. De tal rriodo llegaron a compenetrarse nuestros esp-ritus que experimentbamos las mismas impresiones las mismas lcturas y ante los mismos objetos. Yoera su maestro de matemticas y de filosofia, y ella me enseaba la msicay el dibujo. Naturalmente, lo que yo enseaba a Cordelia eJa una detestable tergiversacin de la ciencia de pi maestro. En las l).Oches de verano subamos Cordelia y yo a la terraza a discutir a la luz de la luna. Eraalta,esbeltayplida,suscabellos abundantes, de un.rubio de espigas secas, formaban cn-traste conrojo encendido de sus labios y el brillo febril de sus ojos pardos. No s qu haba de extrao en la admi-rable belleza. de Cordelia, que me pona pensativo y triste. En la catedral de la ciudad haba un cuadro, La resurrec-cin de la hija de Jairo, de un pintor flamenco; la nista era una nia de cabellos descoloridos, cuyo rostro era muy semejante al de Cordelia, as como la expresin de asom-bro al despertar del pesado sueo de la muerte: se vea que en aquellos ojos no se haba borrado la huella de los miste-rios sondeados en las tinieblas-de la tumba... Siempre que estaba con Cordelia recordaba tenazmente el cuadro de la doncella vuelta a la vida. Cordelia discuta conmigo serenamente, recostada su plida cabeza de arcngel sobre mi hombro. Las ideas de 153 154 Cordelia seguan en su cerebro el mismo proceso mental que seguan las ideas en el mo, y se desbordaban en un raudal delicado y puro de idealismo; entonces nuestras almas, lige-ramente separadas aJ comenzar la discusin, se unan nue-vamente CO}TIOviejos camaradas que seen la el).crucijada de un camino y prosiguieran juntos la jornada. Ya en este punto de conjuncin dejbamos la conversacin ffiosfica o artstica y habl.bamos 'slo de nuestro amor. El amor es vida. Por qu, adorando adelia,perciba como un hlito impalpable de muerte? La sonrisa luminosa de Cordelia era vida; la ntima felicidad que nos enajenaba llenando de alegra y fe nuestras almas era vida; y,sin embargo, senta la impresin de que Carde-la estaba mue:rta.de que Cordelia era iricorprea.En el invierfl:o, mientras afuera caa la rieve,pasbamos largas veladas tocando las ms bellas sonatas de Beethoven y los apasionadosnocturnosdeChapn.Esa msica brotaba impregnada del sentimiento que nos una, y sin embargo, al mismo tiempo que experimentaba inefable felicidad, sen-ta como si algo de' la nieve que caa fuera se inffitrara en mi alma, comq si en el admirable tejido de harmonas se h-biera deslizado un pedazo del hilo, ya cortado, de la madeja de las parcas; senta una impresi:r;t triste e indefinible de pesadez de losa sepulcral ... 111 Cordelia y yo debamos casarnos despus de cumpli-dala edad de veintitrs aos, y an, nos faltaba uno. Lastierrasdelmayo.razgome producqn cuantiosa renta. Una de mis posesiones ez;.a la Granjaca, que primitivamente fut;ermita y uno de mis antepasa-dos convirti en palacio. Se encontraba en el fondo de un inmenso bosque, fuera del trflco humano.Haca dos si-glos que nadie la habftgba: nada tena de-granja, pero en el r testamento de mi padre y en los papeles y libros d la fami-lia se :la designaba con el nombre de la Granja Blanca. All resolvimos Cordelia y yo radicar nuestra vida,para gozar de nuestro amor, sin testigos, frente a la libertad de la na-turaleza. Cada tres o cuatro meses hafhos excursiones a la Granja Blanca Cordelia, mi maestro y yo.Con grandes dificultades haba logrado cttlbiat el 'vetusto mobiliario de la granja por muebles nuevos, y mi novia presida el arreglo de las habitaciones cort el gusto exquisito que la caracteri-zaba.iQu hermosa me pareca con su tnica blanca y Su sombrero de amplias alasplegada:s sobre sus mejillas, en-cerrando su'rostro plido en una penumbra en la que ful-gur-abanSSgrandes ymisteriosas pupilas!Coninfantil alegra; apenas descendamos del carricoche, corrp. Carde lia:por el bosque y llenaba su delantal de lirios, clavellinas y rosas-silvestres. Las mariposas y liblulas revoloteaban traviesasentornodesu cabecita,comosi acecharanel momento de caer golosas sobre sus labios, tan frecos y tan rojos como las fresas.La muy picaruela procuraba extra-viarse en el bosque para que yo fuera -a buscarla, y al encon-trarla, ya. ala sombra de unos limoneros, ya al pie de un arroyo, 'ya oculta entre un grupo dela coga en mis brazos y :le daba un beso largo,.muy largo, en-los labios o en las plidas mejillas,tan plidas y tan tersas .. -. Y,sin em-bargo demi.felicidad, senta un modo-lejano e indefinible, despus de- esos sculos tan puros y apasionados, la ini-presin. de haber besado los sedosos ptalos de una gran flor de lis nacida en las junturas de"una tumba. IV Faltaba aproxfmadamente un mes para que se recili-zara nuestro enlace. Cordelia y yo habamos ha-cer la ltima excursin a la Granja Blanca. Fui una maana acompaado del maestro, a buscarla. Carde-155 1' li 1 I!.L.,,_ 156 lia no poda salir, porque se senta enferma. Entr a verla; la pobre no se haba levantado; apenas el].tr en su alcoba se sonri para tranquilizarme yme tendi la mano para que se la besara. iCmo arda su mano y cun grande era la semejanza del rostro de Cordelia con el de la hija de Jgrro! En los das siguientesla fiebre de la enferma. iCorde-lia tena la malaria!Sus manitas ardan horriblemente y mis labios se quemaban al posarse sobre su plida frente. iQu hacer, Dios roo! Cordelia se me mora, ella lo senta, ella saba que pronto la encerraran en una caja blanca y se la llevaran para sieqpre, lejos, muy lejos de m; lejos, muy lejos de la Granja. que ella haba arreglado-para que fuera el nido misterioso de n11estra felicidad; lejos, muy lejos de ese bosque que ella cruzabavestida de blanco como un gnm lirio qqe cruzara entre las rosas y las clavellinas. por qu esa injusticia? Por qu me la arreb;1taban de mi lado? Po-dra rni virgencita ser feltzen el cielo sin cmisbesos? Po-dra encontrar all una mano que acariciara-con ms ternura sus cabellos plidos y vaporosos? ... La msan-gustia se apoderaba de m alorla delirar con la Granja Blanca. Las maldiciones y las splicas, las y las oraciones se sucedan en mis labios, demandando la salud de mi Cordelia. DiramelaDios o el Diablo, poco me impor-taba. Yolo que quera era la. salud de Cordelia.La habra comprado con. mi alma, mi vida y mi fortun; habra hecho lo ms i.u.m:undoy lo ms criminal;me habra atrado la indignacin del. Universo y la maldicin eterna de Dios; ha-bra echado en una caldera la sangre de toda la humanidad, desde Adn hasta el ltimo hombre de las generaciones fu-turas, y hecho un cocimiento en el Infierno con el fuego des-1:4Iado a mi condenacin, si as hubiera podido obtener una droga que devolviera ami CorQ.eJia la salud. N'ouna, sino mil condenaciones eter:rjas habra soportado sucesivamen-te, como precio de esa ventura que con implacable maligni-dad me arrebataba la naturalez. iOh, cunto sufr! r Una maana amaneci Cordelia mejor.Yo .no haba descansado en cuatro noches y me retir ami casa ador-nlir. al da.siguiente por la tarde.iQu tarde tan horrible! Al llegar a la calle de la c_asa de Cordelia vi la puer-ta cerrada y gran gento. Pregunt el motivo, lvido de ansie-dad, loco de angustia; un.imbcil me respondi: -iLaseorita Cordelia ha muerto! Sent uiJ. agudo dolor en el cerebro y ca al suelo ... No s quines me socorrieron, ni cunto tiempo. horas. aossiglos estuve sin sentido. Cuando volv en m me en la casa de mi maestro,situada apoca distancia de la casa de Cordelia. Vol a la ventana y la abr de par en par: la casa de Cordelia estaba como de costumbre. Sal corriendo como un loco, y entr en la casa de mi novia... V La primera persona aquien encontr fue ala madre de Cordelia. Le cog la memo lleno de ansiedad: _y Cordelia, madrecita ma? -Ve a hijo, en eljardincillo ...estar all. regando sus violetas y helioqopos. Acud conmovido al jardn y encontr efectivamente a Cordelia, en un banco de mrmol regando sus flo-res. La bes. delirante de amor. en la frente, y luego. rendi-do por la emocin, me puse allorar como un nio cabeza rec.ostadasus rodillas. Largo rato estuve as1 sm-tie11do que las manos deCordelia acariciaban misy ,oyndola murmurar am odo, con vo=?dulce y mrmosa, frases de consuelo. -Creste que me morira, verdad? -S... -tehe credo muerta, ms an, he Gredo ver tu entierro, ngel mo.iOh,qu infamia tan grande hubiera sido el robarme la luz.. la nica luz de mi vida! 157 158 -iQu loco eres!iMorirme sin que hubiramos sido felices!Dicen que la malaria no perdona, y ya ves, me ha perdonado. en consideracin a nuestro amor: se ha confor-mado con robarme un poco de sangre. Y realmente los labios de Cordelia estabm casi bUm-cos, y en general la piel, especialmente enJas manos y en el rostro, tena una palidez y una transparencia extremadas. Pero apesar de que la malaria la haba debilitado tanto, estaba ms bella si cabe .que antes. Un mes despus Cordelia y yo nos casbamos con gran boato, y,el mismo da de nuestras nupcias, fui a encerrar-me .con mi tesoro en la solitaria Granja Blanode un rato. -Opino -respond- que si ltimamente lo he-Juzgado mal dos veces, he. acertado en mi primera impresin sobre usted. -Me }Iajuzgado usted dos veces loco, verdad? -No es difcil adivinarlo ... Quedamos otro w.omentocallados.Nose la menor alteracin. ep. la cortesa habitual de y me-. nos an en la reserva y la mesura que lo distinguan. =Tiene usted una fuerza s;Alejandra,debelada,implor en vano la misericordia del Csar; antes de un ao las legiones reportaron el triunfo, pero yo logr apenas divisar el rostro de Marte. Esta privacin me doli y fue tal vez la causa de que yo me arrojara adescubrir,por temerosos y difusos desiertos, la secreta Ciudad de los Inmortales. Mis trabajos empezaron, he referido, en un jardn de Tebas. Toda esa noche no dorm, pues algo estaba comba-tiendo en mi corazn. Melevant poco antes del alba; mis esclavos dorman. la luna tena el mismq color de la infinita rena. Un jinete rendido y ensangrentado_ vena del oriente. A unos pasos de in, rod d.el.caballo. Con una tenue voz insa-ciable me pregunt en latn el nombre ODo'MiNGUEZALBA) lpanatn,1904:-1994:) tr relato se incluy en La boina roja ycinco cuentosde 1954 asaber obtenido, en 1953, el primer premio del Concurso,lnterame, rican? del ?uento,por el diario El Nacional, de Mxico.- de las tecnicas surrealista y cubista utllizadas en su com oldel empleo de la prosa seudocientfica y la retrospectlva2 eusoeapresencia de elementos mgicosu- 3 en este cuento, desde el punto de vista anomala y opaca de la realidad que transmite el, de una distorsin probable en suuno. Otras obras na:ratlvas de Sinn: Ala orilla de las estatuas madu-Los pjaros del sueo ( 1957), La isla mgica ( 1979) y El e aro de los malos ofidios y otros cuentos ( 1982). 1 Seymour Menton El cuenthis histrica3aed F1 panoamericano. Antologa crtico-21'1 G.:co,ondo de Cultura Econmica,1980p396 smaearcra:RogelioSinne,' Abreu (eds.): LatinAmertcan Writer;, SCohle ylMarSia_ Sons,1983,p.945.arescnbner s "JorgeRuffinelli:EltrpicosensualdR, conversacin con el escritor), en Enrique (Una aSinn (poesaycuento},MXico,Signos ..;;:enaje Nos refernlos al rasgo s-ald''p. lalittraturefantasttqueP:s Todorov: Introduction a esp.126 et sqq.''onsueuil,1970,pp.113-130, -Mire, doctor Paul Ecker, su silencio no corresponde en_nad a la1buena voluntad que hemos tenido en su caso. Debe usted comprender que la justicia requiere hechos con-cretos. No me puedo explicar la pertinacia que pone en su mutismo . .Paul Ecker clava sus ojos verdes en el vaco.Siente calor. Transpira. Las pausas isocrnicas de un gran venti-lador le envan aratos un airecillo tnue, que juguetea un instante con las rojizas hebras de su barba. ( ...All en la islita no haca tanto calor. Era agrada-ble sentarse en los peascos ala orilla del mar... Hundir los ojos en la vasta movilidad. ocenica ... Ver cmo se di-vierten los raudos tiburones ... Y sentir la caricia del vien-to que te echa al rostro la espuma.de las olas... ) -Hemos tenido, doctor, no slo en cuenta el merecido prestigio de que goza como bilogo y mdico, sino tambin las mltiples demandas de clemencia enviadas por hom-bres celebrrimos. por universidades, academias, museos ... iVeaqu arsenal de cartas!. ..De. Londres,Buenos Aires, Estocolmo, Pars ... sta de Francia nos hace recordar que dos aos antes tuvo usted el honor de presidir el Gran Con-greso Mundial de Ictiologa que se reuni en la Sorbonne ... Recuerda?... Menos mal que sonre. (iLa Sorbonne!... S, all la conoci ... Tena el aspec-to de una.inocente colegiala, pero iqu embrujadora!... Lo que ms lo sedujofue sujaldita corta azul marino y aque" 261 r. 262 lla boina roja levemente ladeada sobre una sien... Slo quiero su autgrqfo -le dijo-. Yome llamo Linda Olsen y estudio en La Sorbona. Me interesan las ciencias. Quisie-ra hacer prodigios como Madame Curte... ve qu Estado es usted? Yo soy de Atlanta.) Paul Ecker se estremece, sin saber defmir si es por el aire de los ventiladores o por otras mil causas que procura olVidar sin conseguirlo. El funcionario prosigue: -En estas cartas nos ruegan ser clementes... Nosmen-cionan.sus recientes estudios sobre diversos temas deJctio-Y. dice John Hamilton,por' la gran nnportanciade su Memoria: sobre la: Vida erptica de los pe. ces.en la cual relaciona con las fases lunares los canibios de color.que, durante el desove, sufren. ciertas especies. ( ... Por culpa de JohnHamtlton sela encontr de nue-vo enPenstlvania... Nome recuerda ya? iSoy'Lindade la boina roja! ...iQu memoria la suya; doctor Ecker.Claro, como no llevo mi casquete purpreo ni la azul... Qu tal me veo con lentes? Parezco gente sena: verdad? Tal vez por esono me ha reconocido ... Jamas olvidare nuestros paseos en Pars... Recuerdaeh el otoo, cmo caan las hojas?...y el paseo vesperitno en_ las barcazas del Sena? y aqulla tarde alegre en lo mas alto de .la Thur E!ffel? Thngo en casa lafoto, [a recuer-da?.. Bueno, doctor,no quierofastidiarlo... Le debo de-clarar detodosmodosqueesteenclJ.entronoha sido casual... .He venido a buscarlo porque en [aprensa he vis-to que el Instituto de Piscicultura lo enva aestudiar los del Archipilago de las Perlas, cerca de Panam... maravilla!...iPasar un entefo disfrutando del Troptco,del mar, del sol, del aire, libremente yen ntimo contacto con la Natraleza!... iTiene usted que llevarme!... Es1 necesario que. yo su asistente... iDoctor, se lo.supli-co. Vea que tengo razones para hacerle este ruego ... Ya estoy desesperada... Mire si no: Usted sabe que me gra-du en Pars ... Bueno, de nada me ha valido todo eso. To-dava ando cesante ...iS, s,no he de negarle que recib una oferta de John Hamtlton! ...iQu ofensa! se imagi-na? Yo,asistente de un hombre de color...iOh, s! ... Todo lo clebre que usted quiera llamarlo ... Ni me lo diga... Ya s que es candidato al Premio Nobel ...iS, s! ... Pero aun as...Usted comprende, dctor. .. ) Eljuez respira incmodo.Se enjuga la calva con el humedecido pauelo. Y,haciendo mil esfuerzos por conser-var la calma, declara: - Thdo ello nos obliga a ser un tanto indulgentes ... pero necesitamos saber de todos modos el paradero de Miss 01-sen... Cuando lo hallaron a usted sobre la playa de Saboga, pareca enajenado ... Llevaba en la cabeza la boina roja de ella... Su_ropa, hecha jirones, daba a entender su lucha con las olas entrelosarrecifes...Thna,adems,lasmanos ylospies rasguados ... La sangre de una herida ms honda haba man-chado parte deJa camisa... A medida que fue recuperando su lucidez mental daba diversos y hasta contradictorios detalles del siniestro, lo cual fue buen estimulo para que los marine-ros de la Base imaginaran e hicieran circular las ms extra-as versiones del suceso.... Unos, al ver deshecha la pequea chalupa, pensaron que iba ustd. con: Miss Olsen cuando lo sorprendi la tempestad... Otros, por ciertos datos.inconexos que usted dej entrever, supusieron que usted haba empuja-do a Miss Olsen entre los tiburones ... Hubo quienes CJ'eyeron lo del suicidio por no s qu percance sentimental... ( ... cmo iba a asesinarla? suicidio? iNi pensarlo! Las causas y los hechos eran muy diferentes; pero cmo decirlos sin despertw la duda de quefuesen producto del desvarQ causado por el nar.ifragio?... Todava le quedaba en los odos la escalofriante risa de la haitiana y an pa-recale or sobre las olas el canto de Linda Olsen tremo-lando como una banderola... ) 263 264 '-Por eso decidimos celebrar esta audiencia prelimi-nar _muy en privado. Slo estarn presentes las personas estrictamente necesarias yeso cuando hagan falta.Nole hemos dado pase ni a los seores de la .prensa. Usted com-prende: sera un gran desprestigio para la ciencia. yas nos lo ha aqvettido por cable cifrado el Instituto de Piscicultu-:Aunde Washingtonse recibi un mensaje en elque sobre la discrecin que este proceso requiere, tra-tandose de una celebridad como usted ... Sin embargo, no debemos_negar que ciertos trniites de obligada rutina... Oh, tan solo para cubrir las apariencias ... Ya que, segn lo sus colegasde la Universidad,no existe Indicio alguno que no d feabsoluta de su inocencia...De modos, usted de'Qe ayu No. sabiendo mentirle, me enred ms y ms hasta quedar frente a ella convertido en un vulgar asesino. ( ... Paul Ecker se estremece... Abre los ojos suradamente como sobrecogido por una extraa visin. _..;., Cree or de nuevo la carcajada de la haitiana yel miste-rioso canto del huracn. Ante sus ojos se extiende el mar inmenso,yle parece ver surgir de sus olas la cabeza de Linda con las pupilasfjas como enestado de trance. Slo Ecker oye su voz que dice: -No me agradan los negros... No puedo remediarlo ... es algo que he llevado en la sangre desde pequea... Son taras defamilia que no es el aso discutir. ..Con todo y eso, confieso que Joe Ward no tuvo nada que ver con nues-tro asunto...Si aalguien lecabe culpa esam...Yote ment, Paul Ecker, premeditadamente o por mo_-mentnea... Mejor dicho, no huboficcin alguna; ms bien malentendido... Lo cierto es que el ambiente de la isla me hechiz transformndome,me hizo ver en m misma a otra persona distinta de la de antes ... Para m, pobre vc-tima de las inhibiciones sociale$, aquello era un milagro delibertad ...All en la islano haba prejuicios queme ataran... Deshice mis cadenas yme sent amis anchas, con ganas de gritar,de hundirme ntegra en la embria-guez del ambiente... Todo en la isla me pareca un milq-gro de la Naturaleza... Los colores del fnar; ljuego alegr de espumas y gaviotas; el canto de los pjaros; el brillo de la luz; la exuberancia de vida; la.cancula; yel olor pene-trante de la tierra despus de la tormenta ... Todo habla-ba de amor, todo era un himno pagano que me inundaba como en una vorginelujuriosa,lasciva...Mi juventud arda... Mi cuerpojoven se deshaca en un delirio deslum-brado... Por eso, en pleno goce de mis actos, retozaba des-calza bajo la lluv{a... Quera ser una nota en el gran canto de la Naturaleza... iCon qu placer ansiaba vengarme de la vida dejada atrs!... Por eso me entregu sin prembu-los al rubio Parket. .. Lo hic sencillamente, como lo hacen los pjaros ylas aves del mar. .. Aquello para Ben slofue un.rato de Q[uscacin... Pefls en las consecuencias y, ate-rrado, ya no quiso acercrseme... Me hua... Yo,en cam-1' 273 1 bio, lo deseaba sin compromiso alguno... Quera saciar mi sed, pues ya era tarde parafrenar mi impulso. Y.decidi-da a dominar sus temores, dispuse darle 9oquetean-do con Joe.Nohe de negar que,aunque siento repudi contra los negros, no prob desagrado sino ms. bien plao cer. .. Me causaban deleite laspiruetas y las mil ocurrencias de Joe Ward ... Joven.juerte,radiante,tena los dientes blancos yrea con una risa atractiva... .La atmsfera de la isla ylafragancia de la brisa. yodada me lo hicieron mi-rar embellecido como unApolo negro... Comenc a darme cuenta de que estaba en peligro de entregarme, pues ya me le insinuaba con insistencia ... l,vindose deseado, fuecayendoenlaurdimbredevoradora...Unatarde ..:..Ben Parker lo esperaba en la lancha, pero Joe prefiri jugar conmigo- yo le tirabafrutas de un rbol cuando de pronto me un abejorro... Asustada, quise bajar del tronco yresbal ...Joe,acercndose,me recibi en sus brazos yme bes en la.boca ... Sent como una especie de vrtice que me arrastraba... Ya a punto de caer,lanc un grito' yhu aterrorizada...Cuando t,Paul, saliste,tuve vergenza de parecerte una chiquilla ridcula,irreflexi-vamente grit como una histrica: iSocorro! /Me ha lado! .../PobreJoe! ...Sobrecogidode pnico,seretir cuesta abajo y, embarcndose, puso rumbo ala Base en compaa deBen Parker. .. Luego, puestos de acuerdo, no quisieron volver. ..El negro dijo que haba visto j'antas" mas en la isla...Seguramenteloque sf presinti fue la horca y el espectro de Lynch... La que t pusiste en mi defensa ytus prolijos cuidados, aparte de tu oferta de matrimonio que yo no comprend a primera vista, me hicieron acercarme atu vida,atus estudios... Luego, al notar que iba a ser madre, me apresur a aceptar tu pro-puesta matrimonial... Que el nio. era de Parker, no haba duda; pero eso qu importaba... Yosaba que t estabas embebecido ... Me casara contigo,yla criatura tendra un padre ms digno que el rubio marinero... Cuando me puse grave... Recuerdo noche llova terriblemen-te ... Brillaban mil relmpagos ... Y me atemorizaban los truenos y el estruendo del mar. .. Despus, no supe ms.. . Al despertarme, ya era de madrugada. .. Pens en mi hija.. . No s .por qu pensaba que era una nia,con su carita linda y-sus bracitos que yo le besara... sera idntica a Ben?... Abr los ojos ... Me vi sola en la estancia... Pens: torta comple-ta yautntica de Isa_ac Ahasuerus, conocido c_on el nom-bre de.El Judo Errante..(Madrid,l845) yc:on Chrontcles the Orig_tnals of Cartaphllus,theWa_1We-ring Jew (1858). de David Hoffman, Luego yinieron los esteticistas..e hicieron lite.rtura, purf}literatura. con el tema.. del JudQ Errante (Rubn Da-ro .et al). Se oy en la.calle un_gr;mRabinovich se en-cogicomo Wl9- tortuga en su caparaz_nP.elec;tor. .Com-prendi que ese estrpitootra treta del mundo,que queda atra:erl9 balcn. Antes, un pjaro, Abara, un cho-que de .automviles. Suban voces airadas, bocinazos ... Oh, el mundo. cul sera su prxima .treta? l_J:g Jpcendio en el egificio? lO qu? 347 348 sta, mi autobiografa -prosegua el Judo-Errante-intenta deshacer tantas falsedades acumuladas. Ya es hora de que el mundo sepa la verdad. La verdad es que fue un error asociar la crucifiXin de Jess con la inmortalidad del Judo Errante. Eran dos hechos vecinos, 1:l vez conco-mitantes, pero en todo caso ilidependientes. Jess, en la serie natural; el Judo Errante, en la sobrenatural. Y as, despus de ese largo prembulo, el Judo Errante comenz a contar cmo Dios le confiri la ii!mortalidad. Rabinovich, sin dejar de leer, arregl un cojn y cam-bidepostura.Cada vezsiinpatizaba ms con elJudo Erran:te.Hasta le imaginaba un rostro, tih gesto, un modo de andar; rostro, gesto,adar parecidos a los de lmism:o, Rapinovich. El Judo Errante, que negaba la divinidad de Jess, afirmaba erichibio que l s tena rasgos divos. La in-mortalidad no era el nico. Y porque participaba de Dios es que le haba sido dad escribir, eternamente, un libro m-gico. Las relaciones que tuvocon Je-ss fueron amistosas, pero nunca lo haba admirado. Desde muchacho Jess le p-areCi una criatura ingenua:, de corazh siinple, muy ima-ginativo. Pero cuando Jesus se puso a predicar, l no pudo menos que burlarse de su optimismo. Jesus se senta he-raldo del reino de DioS en la tierra,nuncio deun nuevo orden justo y feliz.Haba que prepararse m>.Naturalmente tena un nom, bre suburbano y ridculo, propio de un colegio de monjas. Ya se lo dira alguna vez. La noche l1aba sido una decepcin pero Alberta -deba llamarla as- me haba dejado algo in-definible, eso que dan los viajes y que es como un secreto compartido con multitudes de otra parte. Como ella se qued en l,a casa de la fiesta, deduje que viva all. Yo volv a la ma un poco.harto del tonto papel que haba desempeado y bastante cansado de la trasnoche. Eran las cinco de la madrugada. Cuando me despert me not horriblemente fatigado; eso de vivir en sueos era ago-tador, pero no me resultaba ms divertido estar despierto. Pareca que de algn modo el mundo del sueo me pertene-cayme ofreca mayores recompensas. Me. caus gracia el que yo tuviera dos mundos y que incluso pudiera vivir en sueos en lugar de vivir despierto, segn hacen los neurti-cos o los locos,satisfechos con las apariencias de las co-sas. Al abrir los ojos, sent en mi mano.elperfume de Alberta (ya su nombre no me haca rer). Soy un neurtico que se gasta el doble .que cualquiera, porque vive dos veces y no una sola, me dije, como si debiera dar una explicacin a alguien.aunque me preocupaba otro problema. cmo iba ahacer Alberta para llamarme si ella era un sueo ymi telfono, el que le di durante nuestro encuentro en el sueo, no iba asonar en la realidad? Meconsol pensando en el anillo y el gato y con mejor humor me duch, sal a dar una pequea vueltayvolv a casa: desde el ascensor escuch-el insistente sonido del telfono.Con horrible precipitacin abr la puerta. y me aferr al telfono:iHola!iHola!sos vos? dije. En pocas horaspasado del usted 475 476 nal al vos ms impetuoso, ms llenopastn, m;is cerra-do. S, era ella, por supuesto. No me preocup demasiado en averiguar cmo haba logrado salir del sueo para lla-mar !1 "n telfono real, pero lo importante era que estaba all. Por qu no vens a verme? l1s ocho estar en casa, agregu con aplomo. Tengo que hablarte, tengo que decirte muchsimas cosas recalqu despus, aunque me sorprend pues no me agradaba sr insistente y sobre todo porque deseaba decirle una sola cosa: quera.S, ir sin falta, yo tambin quiero hablarte me respondi la pequea voz desde algn otro lado. Y ;;t esperarla: a las ocho haca ya tantos siglos que la esperaba, que me enoj con ella por su desconsideracin y me apliqu en una impaciencia cansada que nada bueno prometa. En efecto, no vino a las ocho y media, ni alas diez ni a las doce. Entogces se me ocurri lo que cualquiera hubiera pensado, pero que a m ni se me haba pasado por la 9abeza. Ellame haba P.!ibl!ldo desde elstieo, per deba encontra-ine en la realidad -mi habitacin- oen elsueo -nti otra habitacin? Rindome como un nio que ha comprendido un nsterio, me arroj sobre la cama, me desabroch la cor-bata a los tirones y senvestido, me dorm. Lo comn es -aun para la gente que suea siempre-no soar la misma pi otra secuencia correlativa. Yo puedo hacer lo que se antoje con mis sueos, desde abrir cajones hermticos repetirlos en todos sus detalles y por supuesto, volver a algn lugar... No me fue dificil regre-sar ala casa de la fiesta ycerca de la esquina -otra vez estaba todo oscuro pero esta noche no se casaba nadie-la encontr temblorosayenojada. Latom en mis brazos con desesperacin y metindonos en e1 primer taxi,la traje a casa. Ya en el departamento le pedfdtsclllpas -se lo haba dicho en e\ auto pero necesitaba repetrselo- por no haber entendido que la cita era en el sueo. Lo bueno quetienen estas equivocaciones iniciales es que permiten ganar tiem-po: las cuatro horas de espera nos hicieron pensa,r que ni antes ni despus tenamos nada defendible o justificable, salvo estar juntos. A ella le agradaba hacer t y aunque lo detesto, lo beb co:p.bastante entusiasmo.Noera ingenua ni tmida y po-sea un cierto aire distrado que me hizo pensar que hba vivido ya.otras veces lo mismo. Es franca pens, cansado deldisimulo virginaldetantas mujeres yAlberta,como prosiguiendo nmonlogo, exclam:. No me gusta disimu-lar. Odio el disimulo y a los que disimulan. Lodijo con tanta vehemencia que me sent aludido; creo que volqu el t. Se agach para ayudarme asecar el piso. Ya no recue'i-do ms, las horas estn llenas de besos, de t y de 'preguntas innumerables y absurdas. La acompa hasta la puerta cuando ya el sol nos ilu-nnaba: parecamos dos ciegos por la forma en que an nos aferrbamos. Senta algo que -no s.cm9 decirlo- podra ser la existencia deJ .alma,quiz si el alma fuera mi brazo distinto que, justamente esa noche, yo haba puesto en acti-vidad. Y esa sensacin nueva me dejabapoco menos que bobo. Me pidi que no laolvidra y me.rog: Llmame.. Aldespertarme me precipit al bao;la cabeza me daba YUeltas,como si. hubiera beb.ido.Nila ducha, ni el trajinar del diario, bastaron para despertarme .. Esquiv a Moes, salud malhumorado a y regres de inme-diato a:casa .. Ahora saba que no se trataba de perder tiem-po llamando-por mi telfono de 'todos los das:. era el otro, el del sueo,.eLque deba unirme a ella. Cuando.me.dorm, no me result dificil recordar eLnmero, marcar con mano ms.trmula an que. en la realidad su nmero y preguntar por ella..Tomte un taxile ped. Y agregu bajito,como con vergenza:. Venrpido. Esta vezno lcimos. t: no necesitamos de ningn pre;. texto para acariciarnos en eldepttamento que se fue que,. dando sin sol y sin luz, porque nadie se acord de encender 477 478 las lmpara.Pens mucho en el t mientras la abrazaba, era insensato distraerse pero sin querer, cerca de su nuca, el olor del t me dejaba perplejo: creo que ella siempre per-fumaba como el t, aunque no lo bebiera. Ests distrado, me dijo. Insinu un reproche: , respondi sabiendo que me hera. Era evidente que cerca de ella, con el rostro flojo por el cansando no pareca. dueo denada, ni siquiera de m mis-mo. Ella. era la nica duea, la nica que exista como una pirmide slida y emocionante. No me entendiste ... cada vez que yo quiera regresare-mos a este departamento. Incluso puedo repetir tus pala-bras antes de queJas digas, afirm. Ella comenz avestirse con prisa como si se encontrara ante un desconocido. Com-prend que haba hablado de ms, pero era tarde. por qu tena que explicarle algo que yo mismo ignoraba? Esto era un sueo o realidad? Ella me buscaba o me obedeca? Un golpe en la puerta que se cierra me-despert. Me levant, no tuve ganas de.afeitarme y corr al diario, cabizbajo y asaz desmemoriado para saludar a nadie. Era mentira, no exis-ta.el presente: ella y ellaunay mil veces haban ocupado y devorado el lugar de mi presente. Volv!acasa temprano,lecomo si no me importase dormir y a las doce me acost. Entonces ya no pude disimu-lar y comoquien se tira aun precipicio me sumerg en el sueo. Thve un absurdo sueo cualquiera: por ms. que hice no pude recordar su telfono ni encontrar la esquina de la casa.Pens que de hallarla, tocara el timbre, preguntara por ella, le explicara.. Sera urta sonsera pedirle disculpas, ms bien tratara de hacerle olvidar la ltima escena conven-cindola que de verdad eXista. Y deba existir porque en toda la noche -'evidentemente ella se escabulla, hasta llegue a ver-la en un mnibus con su sonrisa melanclica- no pude ha-llar el sueo con la calle y la casa, por ms que me golpe contra varios como si fueran rocas e intent diez, cien llama-dos telefnicos. AJa maana siguientehablaldiario ydi parte de enfermo: volv. a dormirme con una ferocidad que ignoraba en mi persona...pero tampoco encontr la esquina, ni su voz trmula me Uam por telfono.Creo que una semana seguida dej d ir cli diario: dorm todo el da y toda la no-che, desechando, agrupando, maldiciendo los sueos que no eran los de la casa.iQu no hubiera dado por ver los rboles o la noche en ese rincn de Buenos Aires que para m era todo.eLniundo! iPensarqueme haba credo omnipotente!iSlomi extraordinaria pequeez pudo hacerme exagerar la impor-tancia de la estatura! Me convenc que ella no dependa de m para vivir,que incluso era yo quien necesitaba de ella para quitarme ese dolor constante que me despertaba a veces en la cama. Vagamente recuerdo que vino Lucila: habl poco con mi hermana, para no perder ese estado de semivigilia salva-dora; Cuando se march, volva ubicarme en el sueo para cavar hondo en. todas las escenas y no perdonar ninguna esquina. Daba vueltas, caminaba, marcaba telfonos, espia-ba por los rinconesdelas calles.Nunca me parecims grande Buenos Aires m ms intil. Odi el Oeste, su lgubre horizonte, las frivolidadesde.Palermo, el afrancesamiento o la pesadez de algunas zonas. Pero el t ... S,el t fuemi aliado,mi amigo maravilloso,mi i n ~ creble, formidable.ngel. Ya dije que perfumaba como el t; por ah tom el hilo. Comenc por soar grandes comercios que vendan t,mayoristas e importadores. Convers con 479 480 los.dueos y as supe que al principio de la calle Montevi-deo, un pequeo locaiaimacenaba el t ms selecto de Bue-nos Aires. Volv a soar cn.la calle Montevideo. Frecuent elnegocio y un medioda apareci una anciana vivaracha. Me salud. Usted estuvo en casa para el casamiento de un sobrino. Record lanoche primera;lafiesta... Sonre como un sonso: all, sobre el escritorio, haba-dejado.una direc-cin.Meexplic:Ami sobrina -la ltima de las mucha-chas que vive con.nosotr.os-le.encanta esta marca de t. Sin que elr dueo lo advirtiera, tom la tarjeta.con las indi-caciones. Hasta que una tarde -digo qp.a hora cualquiera, yo dorma COII!O si me hundiera.enlabrecha del cre percibir cerca el olor del t. Mede pronto. Sent la necesidad de cerrar la puerta con llave.Ech el pasador. Volv atirarme en la cama: hgado,pulmones, bazo, puse todo para dormirme. Y de nuevo surgi el olor del t y en tma ventana de.Belgrano, en ForestyPino,lavipreparn-dose una taza. Me asom a la ventana y la salud. Me son-ri de ilimediato. Hacemucho que.no te veo,me dijo. Esta vez tam-bin haba reproche, .pero nadie quera abrir ningunallga. Puedo pasar Alberta? Me gustara conocer tu casa...In-cluso podra tomar t. Con paso di vuelta ala esquina; ah estaba el cornedor.que yo conoca, el rbol, la vereda. Y un sol incre-ble, salvaje como un cisne, haca el.amor con la tarde. Ella me abriJa puerta; quise darle la mano, pero fue imposi-ble.La abrac ysupe que sera para siempre, su olor,su cuerpo. No. haba nadie en casa y comprend que tqrdaran mucno en llegar. Yo mismo haca aos que esperaba queme abrieran esa puerta y no s dednde saqu fuerza para decirle: Me gustatu casa... me gustq_todo ... megusts vos. Porprimera, vez,creoquedesdequenac,tuvela conviccin de llegar aun punto en el que yoestaba total-mente presente, ms yo que nunca, con todas mis edades Y terriblemente lcido. Y supe que ella tambin se senta as. Me acarici el pecho, palpitante debajo de mi suter azul. En el despacho del diario en el que trabajaba Nicasio J.Rossi eltelfonosoninfructuosamentedurante das hasta que el telefonista comenz ainformar, por comodi-dad:Elseor Rossi no trabaja ms aqu.Estvez y su hermana lo fueron a buscar al departamento en el cual viva pero lo hallaron vaco, aunque fue necesario romper la puerta que, increblemente, estaba trabada por adentro. Coloca-ron este aviso en la pgina 7, en la columna de las Perso-nas buscadas:NICASIOROSSI,37 AOS,SOLTERO. SU HERMANA LUCILA Y SU AMIGO ESTVEZ AGRADE-CERAN CUALQUIER INFORME SOBRE SU PARADERO. DESAPARECI ALREDEDOR DEL 30 DE OCTUBRE, CON UN SUTER AZUL. Thmado de: Cuentosfantsticos argentinos. Segunda Serie,de Nicols Ccaroy Antonio E. Serrano Redonnet. BuenosAlres, EMECE. 1976. 481 Nadie ELISEODIEGO (Cuba,1920-1994) 486 levita, el canto de un bastn, un chaleco de curiosos esplen-dores, un ancho lazo escarlata y una cabeza alta y fina en que slo era posible ver la nariz demasiado larga y la barba ms negra aun que la sombra. Este caballero, al llegar al ltimo peldao, toc su chistera con el canto de su vara e hizo ade-mn de dirigirse sin ms a la vasta puerta del patio. Rojo de rabia, su involuntario anfitrin extendi una mano convulsa; algo, sin embargo, en aquella espalda nti-da, contuvo a tiempo el gesto.lQuin es usted? -grit en cuanto pudo-, lquin demonios es usted? Porque en todo el da, siendo domingo y trabajndose a escondidas, nadie haba entrado en el patio, ni haba otra puerta que la espa-ciosa de los carros, con su verja chirriante. El otro lade un poco la. cabeza, como si dudase de la pregunta. Nadie -dijo en voz baja, y se alej a largos pa sos elsticos, en los que no haba la menor sugerencia de prisa. El comerciante arroj al suelo el martillo que an s o s ~ tena en la mano. La escalera avanzaba impasible a travs de la noche, iluminada su cima por la leve demencia de las estrellas. Con los ojos siguieron los operarios el rumor en desorden de su ascensin, a cada peldao increblemente ms lejano, hasta que se hizo el mismo silencio de antes. Como no regresara subieron dos de sus hombres a buscar-lo; una y otra vez gui la linterna en las vueltas; una y otra vez parpade la luz en el descenso. Nada hay all arriba -dijo uno, persignndose. Hasta la maana esperaron en el resplandor febril de los faroles, al pie de la enorme escalera de caracol, entre los abundantes esqueletos y maraas. que a ninguna parte iban. Pero nunca ms;baj nadie de la gran escalera. Thmado de: Eliseo Diego: Noti.cla! de la Quimera, La Habana, UNIN, 1975. ' Triste le ville ABELARDOCASTILLO (Argentina,1935) Triste le ville apareci publicado dentro del libro Las panteras y el templo, en 1976. Laideademorarenelinfiernoessiempre,cuandomenos, desconsoladora, como cualquiera conceder. Que el infierno sea uno diferente para cada cual: retorcerse eternamente en lo que ms uno odi en vida, es un refinamiento casi intolerable que ofrece este cuento, de afortunadas resonancias borgeanas.En l,no se trata ya de la dantesca ciudad doliente, sino de un pueblo triste, el lugar ms solita-rio imaginable. A l, cqmo a tantos otros espacios alternos de la narra-tiva fantstica, se llega desde Buenos Aires, en tren, al azar, por descui-do. Acaso por exceso de curiosidad. Triste le ville .tambin est incluido en BAJARLA. Otras obras: El otro Judas ( 1959), Las otras puertas ( 1963), Israjel (1964),Cuentos crueles(1966), El cruce delAqueronte (1982), El que tiene sed ( 1985 ), Las maquinarias de la noche ( 1992), Crnica IJTI. {nicicido ( 1993), Cuentos completos ( 1997). r ' en el atardecer, o como devastada por su desolacin,era igual(ome pareci igual)acualquier inoceQ.te estacin de pueblo. Ni ms miserable o fantasmal, ni ms prfida. Baj de mitren. Envuelto en el crepsculo, un vigilantefumaba contra un cerco. No vi otro ser Viviente. No vi un perro, ho vi un pjaro. El silencio tena color, era como ceniza. Las vas, lejos, se juntaban. al doblar un reco-do. Pens: las paralelas se cortan en el infinito. Y de pronto me acometi una violenta necesidad de regresar. Record que durante el viaje yo me haba doW.qo; me pareci haber visto entre sueos un desvo: Como una msica trunca, me vino a la memoria el rostro up.a mujer. Todo esto tena un significado que ahora me resultaba penoso itivesti-gar.Un pensamiento me trgnqu_ili.z:Buenos Aires no po-da estar lejos.Vila ventanilla de pasajes cerrada;quiz hasta me quedaba tiempo