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TEMARIO PARA EL EXAMEN GENERAL DE TEOLOGÍA I. TEOLOGÍA FUNDAMENTAL 1.- “Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las palabas de Dios y realiza la obra de la salvación que el Padre le encomendó” (DV 4). (Naturaleza, objeto, economía y significado de la Revelación divina, según DV cap. 1, 2-4 y Verbum Domini 6-21). CONCILIO VATICANO II: Dei Verbum cap. I,2-4 (Naturaleza y objeto de la Revelación) “La revelación es un diálogo de amor”. Mike. 2. (Objeto:) Quiso Dios , con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Eph 1,9): por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Eph 2,18; 2 Petr 1,4). En esta revelación, Dios invisible (cf. Col 1,15; 1 Tim 1,17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Io 15,14-15), trata con ellos (cf. Bar 3,38) (fin:) para invitarlos y recibirlos en su compañía (ser introducidos en la comunión de amor que es la santísima Trinidad ). El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas ; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio. La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación. (Preparación de la revelación evangélica) 3. Dios, creando y conservando el universo por su Palabra (cf. Io 1,3), ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo (cf. Rom 1,19-20); queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural, se reveló desde el principio a nuestros

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TEMARIO PARA EL EXAMEN GENERAL DE TEOLOGA

I. TEOLOGA FUNDAMENTAL

1.- Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las palabas de Dios y realiza la obra de la salvacin que el Padre le encomend (DV 4). (Naturaleza, objeto, economa y significado de la Revelacin divina, segn DV cap. 1, 2-4 y Verbum Domini 6-21).

CONCILIO VATICANO II:

Dei Verbum cap. I,2-4

(Naturaleza y objeto de la Revelacin)

La revelacin es un dilogo de amor. Mike.

2. (Objeto:) Quiso Dios, con su bondad y sabidura, revelarse a S mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Eph 1,9): por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Eph 2,18; 2 Petr 1,4). En esta revelacin, Dios invisible (cf. Col 1,15; 1 Tim 1,17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Io 15,14-15), trata con ellos (cf. Bar 3,38) (fin:) para invitarlos y recibirlos en su compaa (ser introducidos en la comunin de amor que es la santsima Trinidad). El plan de la revelacin se realiza por obras y palabras intrnsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvacin manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio. La verdad profunda de Dios y de la salvacin del hombre que transmite dicha revelacin, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelacin.

(Preparacin de la revelacin evanglica)

3. Dios, creando y conservando el universo por su Palabra (cf. Io 1,3), ofrece a los hombres en la creacin un testimonio perenne de s mismo (cf. Rom 1,19-20); queriendo adems abrir el camino de la salvacin sobrenatural, se revel desde el principio a nuestros primeros padres. Despus de su cada, los levant a la esperanza de la salvacin (cf. Gen 3,15), con la promesa de la redencin; despus cuid continuamente del gnero humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvacin con la perseverancia en las buenas obras (cf. Rom 2,6-7). Al llegar el momento, llam a Abrahn para hacerlo padre de un gran pueblo (cf. Gen 12,2-3). Despus de la edad de los patriarcas, instruy a dicho pueblo por medio de Moiss y los profetas, para que lo reconociera a l como Dios nico y verdadero, como Padre providente y justo juez; y para que esperara al Salvador prometido. De este modo fue preparando a travs de los siglos el camino del Evangelio.

(En Cristo culmina la revelacin)

4. Dios habl a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora, en esta etapa final (economa) nos ha hablado por el Hijo (Hebr 1,1-2). Pues envi a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios (cf. Io 1,1-18). Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las palabras de Dios (Io 3,34) y realiza la obra de la salvacin que el Padre le encarg (cf. Io 5,36; 17,4). Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre (cf. Io 14,9); l, con su presencia y manifestacin, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurreccin, con el envo del Espritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelacin y la confirma con testimonio divino; a saber, que Dios est con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y la muerte y para hacernos resucitar a una vida eterna.

La economa cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasar; ni hay que esperar otra revelacin pblica antes de la gloriosa manifestacin de Jesucristo nuestro Seor (cf. 1 Tim 6,14; Tit 2,13).

Verbum Domini. Nmeros 6-21El Dios que hablaDios en dilogo6. La novedad de la revelacin bblica consiste en que Dios se da a conocer en el dilogo que desea tener con nosotros.[14] La Constitucin dogmtica Dei Verbum haba expresado esta realidad reconociendo que Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compaa.[15] Sin embargo, para comprender en su profundidad el mensaje del Prlogo de san Juan no podemos quedarnos en la constatacin de que Dios se nos comunica amorosamente. En realidad, el Verbo de Dios, por quien se hizo todo (Jn1,3) y que se hizo carne (Jn1,14), es el mismo que exista in principio (Jn1,1). Aunque se puede advertir aqu una alusin al comienzo del libro del Gnesis (cf. Gn 1,1), en realidad nos encontramos ante un principio de carcter absoluto en el que se nos narra la vida ntima de Dios. El Prlogo de Juan nos sita ante el hecho de que el Logos existe realmente desde siempre y que, desde siempre, l mismo es Dios. As pues, no ha habido nunca en Dios un tiempo en el que no existiera el Logos. El Verbo ya exista antes de la creacin. Por tanto, en el corazn de la vida divina est la comunin, el don absoluto. Dios es amor (1 Jn 4,16), dice el mismo Apstol en otro lugar, indicando la imagen cristiana de Dios y tambin la consiguiente imagen del hombre y de su camino.[16] Dios se nos da a conocer como misterio de amor infinito en el que el Padre expresa desde la eternidad su Palabra en el Espritu Santo. Por eso, el Verbo, que desde el principio est junto a Dios y es Dios, nos revela al mismo Dios en el dilogo de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en l. As pues, creados a imagen y semejanza de Dios amor, slo podemos comprendernos a nosotros mismos en la acogida del Verbo y en la docilidad a la obra del Espritu Santo. El enigma de la condicin humana se esclarece definitivamente a la luz de la revelacin realizada por el Verbo divino. Analoga de la Palabra de Dios7. De todas estas consideraciones, que brotan de la meditacin sobre el misterio cristiano expresado en el Prlogo de Juan, hay que destacar ahora lo que los Padres sinodales han afirmado sobre las distintas maneras en que se usa la expresin Palabra de Dios. Se ha hablado justamente de una sinfona de la Palabra, de una nica Palabra que se expresa de diversos modos: un canto a varias voces.[17] A este propsito, los Padres sinodales han hablado de un uso analgico del lenguaje humano en relacin a la Palabra de Dios. En efecto, esta expresin, aunque por una parte se refiere a la comunicacin que Dios hace de s mismo, por otra asume significados diferentes que han de ser tratados con atencin y puestos en relacin entre ellos, ya sea desde el punto de vista de la reflexin teolgica como del uso pastoral. Como muestra de modo claro el Prlogo de Juan, el Logos indica originariamente el Verbo eterno, es decir, el Hijo nico de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial a l: la Palabra estaba junto a Dios, la Palabra era Dios. Pero esta misma Palabra, afirma san Juan, se hizo carne (Jn1,14); por tanto, Jesucristo, nacido de Mara Virgen, es realmente el Verbo de Dios que se hizo consustancial a nosotros. As pues, la expresin Palabra de Dios se refiere aqu a la persona de Jesucristo, Hijo eterno del Padre, hecho hombre.Por otra parte, si bien es cierto que en el centro de la revelacin divina est el evento de Cristo, hay que reconocer tambin que la misma creacin, el liber naturae, forma parte esencialmente de esta sinfona a varias voces en que se expresa el nico Verbo. De modo semejante, confesamos que Dios ha comunicado su Palabra en la historia de la salvacin, ha dejado or su voz; con la potencia de su Espritu, habl por los profetas.[18] La Palabra divina, por tanto, se expresa a lo largo de toda la historia de la salvacin, y llega a su plenitud en el misterio de la encarnacin, muerte y resurreccin del Hijo de Dios. Adems, la palabra predicada por los apstoles, obedeciendo al mandato de Jess resucitado: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creacin (Mc 16,15), es Palabra de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en la Tradicin viva de la Iglesia. La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada. Todo esto nos ayuda a entender por qu en la Iglesia se venera tanto la Sagrada Escritura, aunque la fe cristiana no es una religin del Libro: el cristianismo es la religin de la Palabra de Dios, no de una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo.[19] Por consiguiente, la Escritura ha de ser proclamada, escuchada, leda, acogida y vivida como Palabra de Dios, en el seno de la Tradicin apostlica, de la que no se puede separar.[20] Como afirmaron los Padres sinodales, debemos ser conscientes de que nos encontramos realmente ante un uso analgico de la expresin Palabra de Dios. Es necesario, por tanto, educar a los fieles para que capten mejor sus diversos significados y comprendan su sentido unitario. Es preciso tambin que, desde el punto de vista teolgico, se profundice en la articulacin de los diferentes significados de esta expresin, para que resplandezca mejor la unidad del plan divino y el puesto central que ocupa en l la persona de Cristo.[21] Dimensin csmica de la Palabra8. Conscientes del significado fundamental de la Palabra de Dios en relacin con el Verbo eterno de Dios hecho carne, nico salvador y mediador entre Dios y el hombre,[22] y en la escucha de esta Palabra, la revelacin bblica nos lleva a reconocer que ella (la Palabra) es el fundamento de toda la realidad. El Prlogo de san Juan afirma con relacin al Logos divino, que por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho (Jn1,3); en la Carta a los Colosenses, se afirma tambin con relacin a Cristo, primognito de toda criatura (1,15), que todo fue creado por l y para l (1,16). Y el autor de la Carta a los Hebreos recuerda que por la fe sabemos que la Palabra de Dios configur el universo, de manera que lo que est a la vista no proviene de nada visible (11,3). Este anuncio es para nosotros una palabra liberadora. En efecto, las afirmaciones escritursticas sealan que todo lo que existe no es fruto del azar irracional, sino que ha sido querido por Dios, est en sus planes, en cuyo centro est la invitacin a participar en la vida divina en Cristo. La creacin nace del Logos y lleva la marca imborrable de la Razn creadora que ordena y gua. Los salmos cantan esta gozosa certeza: La palabra del Seor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejrcitos (Sal 33,6); y de nuevo: l lo dijo, y existi, l lo mand, y surgi (Sal 33,9). Toda realidad expresa este misterio: El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos (Sal 19,2). Por eso, la misma Sagrada Escritura nos invita a conocer al Creador observando la creacin (cf. Sb 13,5; Rm 1,19-20). La tradicin del pensamiento cristiano supo profundizar en este elemento clave de la sinfona de la Palabra cuando, por ejemplo, san Buenaventura, junto con la gran tradicin de los Padres griegos, ve en el Logos todas las posibilidades de la creacin,[23] y dice que toda criatura es Palabra de Dios, en cuanto que proclama a Dios.[24] La Constitucin dogmtica Dei Verbum haba sintetizado esto declarando que Dios, creando y conservando el universo por su Palabra (cf. Jn 1,3), ofrece a los hombres en la creacin un testimonio perenne de s mismo.[25]La creacin del hombre9. La realidad, por tanto, nace de la Palabra como creatura Verbi, y todo est llamado a servir a la Palabra. La creacin es el lugar en el que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura; por tanto, la salvacin del hombre es el motivo de todo. La contemplacin del cosmos desde la perspectiva de la historia de la salvacin nos lleva a descubrir la posicin nica y singular que ocupa el hombre en la creacin: Y cre Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo cre; hombre y mujer los cre (Gn 1,27). Esto nos permite reconocer plenamente los dones preciosos recibidos del Creador: el valor del propio cuerpo, el don de la razn, la libertad y la conciencia. En todo esto encontramos tambin lo que la tradicin filosfica llama ley natural.[26] En efecto, todo ser humano que llega al uso de razn y a la responsabilidad experimenta una llamada interior a hacer el bien[27] y, por tanto, a evitar el mal. Como recuerda santo Toms de Aquino, los dems preceptos de la ley natural se fundan sobre este principio.[28] La escucha de la Palabra de Dios nos lleva sobre todo a valorar la exigencia de vivir de acuerdo con esta ley escrita en el corazn (cf. Rm 2,15; 7,23).[29] A continuacin, Jesucristo dio a los hombres la Ley nueva, la Ley del Evangelio, que asume y realiza de modo eminente la ley natural, liberndonos de la ley del pecado, responsable de aquello que dice san Pablo: el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no (Rm 7,18), y da a los hombres, mediante la gracia, la participacin a la vida divina y la capacidad de superar el egosmo.[30]Realismo de la Palabra10. Quien conoce la Palabra divina conoce tambin plenamente el sentido de cada criatura. En efecto, si todas las cosas se mantienen en aquel que es anterior a todo (Col 1,17), quien construye la propia vida sobre su Palabra edifica verdaderamente de manera slida y duradera. La Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo.[31] De esto tenemos especial necesidad en nuestros das, en los que muchas cosas en las que se confa para construir la vida, en las que se siente la tentacin de poner la propia esperanza, se demuestran efmeras. Antes o despus, el tener, el placer y el poder se manifiestan incapaces de colmar las aspiraciones ms profundas del corazn humano. En efecto, necesita construir su propia vida sobre cimientos slidos, que permanezcan incluso cuando las certezas humanas se debilitan. En realidad, puesto que tu palabra, Seor, es eterna, ms estable que el cielo y la fidelidad del Seor dura de generacin en generacin (Sal 119,89-90), quien construye sobre esta palabra edifica la casa de la propia vida sobre roca (cf. Mt 7,24). Que nuestro corazn diga cada da a Dios: T eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu palabra (Sal 119,114) y, como san Pedro, actuemos cada da confiando en el Seor Jess: Por tu palabra, echar las redes (Lc 5,5).Cristologa de la Palabra 11. La consideracin de la realidad como obra de la santsima Trinidad a travs del Verbo divino, nos permite comprender las palabras del autor de la Carta a los Hebreos: En distintas ocasiones y de muchas maneras habl Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo (1,1-2). Es muy hermoso ver cmo todo el Antiguo Testamento se nos presenta ya como historia en la que Dios comunica su Palabra. En efecto, hizo primero una alianza con Abrahn (cf. Gn 15,18); despus, por medio de Moiss (cf. Ex 24,8), la hizo con el pueblo de Israel, y as se fue revelando a su pueblo, con obras y palabras, como Dios vivo y verdadero. De este modo, Israel fue experimentando la manera de obrar de Dios con los hombres, la fue comprendiendo cada vez mejor al hablar Dios por medio de los profetas, y fue difundiendo este conocimiento entre las naciones (cf. Sal 21,28-29; 95,1-3; Is 2,1-4; Jr 3,17).[32]Esta condescendencia de Dios se cumple de manera insuperable con la encarnacin del Verbo. La Palabra eterna, que se expresa en la creacin y se comunica en la historia de la salvacin, en Cristo se ha convertido en un hombre nacido de una mujer (Ga 4,4). La Palabra aqu no se expresa principalmente mediante un discurso, con conceptos o normas. Aqu nos encontramos ante la persona misma de Jess. Su historia nica y singular es la palabra definitiva que Dios dice a la humanidad. As se entiende por qu no se comienza a ser cristiano por una decisin tica o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientacin decisiva.[33] La renovacin de este encuentro y de su comprensin produce en el corazn de los creyentes una reaccin de asombro ante una iniciativa divina que el hombre, con su propia capacidad racional y su imaginacin, nunca habra podido inventar. Se trata de una novedad inaudita y humanamente inconcebible: Y la Palabra se hizo carne, y acamp entre nosotros (Jn1,14a). Esta expresin no se refiere a una figura retrica sino a una experiencia viva. La narra san Juan, testigo ocular: Y hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo nico del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn1,14b). La fe apostlica testifica que la Palabra eterna se hizo Uno de nosotros. La Palabra divina se expresa verdaderamente con palabras humanas. 12. La tradicin patrstica y medieval, al contemplar esta Cristologa de la Palabra, ha utilizado una expresin sugestiva: el Verbo se ha abreviado:[34] Los Padres de la Iglesia, en su traduccin griega del antiguo Testamento, usaron unas palabras del profeta Isaas que tambin cita Pablo para mostrar cmo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. All se lea: Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado (Is 10,23; Rm 9,28)... El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequea, tan pequea como para estar en un pesebre. Se ha hecho nio para que la Palabra est a nuestro alcance.[35] Ahora, la Palabra no slo se puede or, no slo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jess de Nazaret.[36] Siguiendo la narracin de los Evangelios, vemos cmo la misma humanidad de Jess se manifiesta con toda su singularidad precisamente en relacin con la Palabra de Dios. l, en efecto, en su perfecta humanidad, realiza la voluntad del Padre en cada momento; Jess escucha su voz y la obedece con todo su ser; l conoce al Padre y cumple su palabra (cf. Jn 8,55); nos cuenta las cosas del Padre (cf. Jn 12,50); les he comunicado las palabras que t me diste (Jn17,8). Por tanto, Jess se manifiesta como el Logos divino que se da a nosotros, pero tambin como el nuevo Adn, el hombre verdadero, que cumple en cada momento no su propia voluntad sino la del Padre. l iba creciendo en sabidura, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres (Lc 2,52). De modo perfecto escucha, cumple en s mismo y nos comunica la Palabra divina (cf. Lc 5,1). La misin de Jess se cumple finalmente en el misterio pascual: aqu nos encontramos ante el Mensaje de la cruz (1 Co 1,18). El Verbo enmudece, se hace silencio mortal, porque se ha dicho hasta quedar sin palabras, al haber hablado todo lo que tena que comunicar, sin guardarse nada para s. Los Padres de la Iglesia, contemplando este misterio, ponen de modo sugestivo en labios de la Madre de Dios estas palabras: La Palabra del Padre, que ha creado todas las criaturas que hablan, se ha quedado sin palabra; estn sin vida los ojos apagados de aquel que con su palabra y con un solo gesto suyo mueve todo lo que tiene vida.[37] Aqu se nos ha comunicado el amor ms grande, el que da la vida por sus amigos (cf. Jn 15,13). En este gran misterio, Jess se manifiesta como la Palabra de la Nueva y Eterna Alianza: la libertad de Dios y la libertad del hombre se encuentran definitivamente en su carne crucificada, en un pacto indisoluble, vlido para siempre. Jess mismo, en la ltima cena, en la institucin de la Eucarista, haba hablado de Nueva y Eterna Alianza, establecida con el derramamiento de su sangre (cf. Mt 26,28; Mc 14,24; Lc22,20), mostrndose como el verdadero Cordero inmolado, en el que se cumple la definitiva liberacin de la esclavitud.[38]Este silencio de la Palabra se manifiesta en su sentido autntico y definitivo en el misterio luminoso de la resurreccin. Cristo, Palabra de Dios encarnada, crucificada y resucitada, es Seor de todas las cosas; l es el Vencedor, el Pantocrtor, y ha recapitulado en s para siempre todas las cosas (cf. Ef 1,10). Cristo, por tanto, es la luz del mundo (Jn8,12), la luz que brilla en la tiniebla (Jn1,54) y que la tiniebla no ha derrotado (cf. Jn 1,5). Aqu se comprende plenamente el sentido del Salmo 119: Lmpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero (v. 105); la Palabra que resucita es esta luz definitiva en nuestro camino. Los cristianos han sido conscientes desde el comienzo de que, en Cristo, la Palabra de Dios est presente como Persona. La Palabra de Dios es la luz verdadera que necesita el hombre. S, en la resurreccin, el Hijo de Dios surge como luz del mundo. Ahora, viviendo con l y por l, podemos vivir en la luz.13. Llegados, por decirlo as, al corazn de la Cristologa de la Palabra, es importante subrayar la unidad del designio divino en el Verbo encarnado. Por eso, el Nuevo Testamento, de acuerdo con las Sagradas Escrituras, nos presenta el misterio pascual como su ms ntimo cumplimiento. San Pablo, en la Primera carta a los Corintios, afirma que Jesucristo muri por nuestros pecados segn las Escrituras (15,3), y que resucit al tercer da segn las Escrituras (1 Co 15,4). Con esto, el Apstol pone el acontecimiento de la muerte y resurreccin del Seor en relacin con la historia de la Antigua Alianza de Dios con su pueblo. Es ms, nos permite entender que esta historia recibe de ello su lgica y su verdadero sentido. En el misterio pascual se cumplen las palabras de la Escritura, o sea, esta muerte realizada segn las Escrituras es un acontecimiento que contiene en s un logos, una lgica: la muerte de Cristo atestigua que la Palabra de Dios se hizo carne, historia humana.[39] Tambin la resurreccin de Jess tiene lugar al tercer da segn las Escrituras: ya que, segn la interpretacin juda, la corrupcin comenzaba despus del tercer da, la palabra de la Escritura se cumple en Jess que resucita antes de que comience la corrupcin. En este sentido, san Pablo, transmitiendo fielmente la enseanza de los Apstoles (cf. 1 Co 15,3), subraya que la victoria de Cristo sobre la muerte tiene lugar por el poder creador de la Palabra de Dios. Esta fuerza divina da esperanza y gozo: es ste en definitiva el contenido liberador de la revelacin pascual. En la Pascua, Dios se revela a s mismo y la potencia del amor trinitario que aniquila las fuerzas destructoras del mal y de la muerte.Teniendo presente estos elementos esenciales de nuestra fe, podemos contemplar as la profunda unidad en Cristo entre creacin y nueva creacin, y de toda la historia de la salvacin. Por recurrir a una imagen, podemos comparar el cosmos a un libro as deca Galileo Galilei y considerarlo como la obra de un Autor que se expresa mediante la sinfona de la creacin. Dentro de esta sinfona se encuentra, en cierto momento, lo que en lenguaje musical se llamara un solo, un tema encomendado a un solo instrumento o a una sola voz, y es tan importante que de l depende el significado de toda la pera. Este solo es Jess... El Hijo del hombre resume en s la tierra y el cielo, la creacin y el Creador, la carne y el Espritu. Es el centro del cosmos y de la historia, porque en l se unen sin confundirse el Autor y su obra.[40]Dimensin escatolgica de la Palabra de Dios14. De este modo, la Iglesia expresa su conciencia de que Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios; l es el primero y el ltimo (Ap 1,17). l ha dado su sentido definitivo a la creacin y a la historia; por eso, estamos llamados a vivir el tiempo, a habitar la creacin de Dios dentro de este ritmo escatolgico de la Palabra; la economa cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasar; ni hay que esperar otra revelacin pblica antes de la gloriosa manifestacin de Jesucristo nuestro Seor (cf. 1 Tm 6,14; Tt 2,13).[41] En efecto, como han recordado los Padres durante el Snodo, la especificidad del cristianismo se manifiesta en el acontecimiento Jesucristo, culmen de la Revelacin, cumplimiento de las promesas de Dios y mediador del encuentro entre el hombre y Dios. l, que nos ha revelado a Dios (cf. Jn 1,18), es la Palabra nica y definitiva entregada a la humanidad.[42] San Juan de la Cruz ha expresado admirablemente esta verdad: Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habl junto y de una vez en esta sola Palabra... Porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado a l todo, dndonos el todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visin o revelacin, no slo hara una necedad, sino hara agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad.[43]Por consiguiente, el Snodo ha recomendado ayudar a los fieles a distinguir bien la Palabra de Dios de las revelaciones privadas,[44] cuya funcin no es la de... completar la Revelacin definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla ms plenamente en una cierta poca de la historia.[45] El valor de las revelaciones privadas es esencialmente diferente al de la nica revelacin pblica: sta exige nuestra fe; en ella, en efecto, a travs de palabras humanas y de la mediacin de la comunidad viva de la Iglesia, Dios mismo nos habla. El criterio de verdad de una revelacin privada es su orientacin con respecto a Cristo. Cuando nos aleja de l, entonces no procede ciertamente del Espritu Santo, que nos gua hacia el Evangelio y no hacia fuera. La revelacin privada es una ayuda para esta fe, y se manifiesta como creble precisamente cuando remite a la nica revelacin pblica. Por eso, la aprobacin eclesistica de una revelacin privada indica esencialmente que su mensaje no contiene nada contrario a la fe y a las buenas costumbres; es lcito hacerlo pblico, y los fieles pueden dar su asentimiento de forma prudente. Una revelacin privada puede introducir nuevos acentos, dar lugar a nuevas formas de piedad o profundizar las antiguas. Puede tener un cierto carcter proftico (cf. 1 Ts 5,19-21) y prestar una ayuda vlida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el presente; de ah que no se pueda descartar. Es una ayuda que se ofrece pero que no es obligatorio usarla. En cualquier caso, ha de ser un alimento de la fe, esperanza y caridad, que son para todos la va permanente de la salvacin.[46]La Palabra de Dios y el Espritu Santo15. Despus de habernos extendido sobre la Palabra ltima y definitiva de Dios al mundo, es necesario referirse ahora a la misin del Espritu Santo en relacin con la Palabra divina. En efecto, no se comprende autnticamente la revelacin cristiana sin tener en cuenta la accin del Parclito. Esto tiene que ver con el hecho de que la comunicacin que Dios hace de s mismo implica siempre la relacin entre el Hijo y el Espritu Santo, a quienes Ireneo de Lyon llama precisamente las dos manos del Padre.[47] Por lo dems, la Sagrada Escritura es la que nos indica la presencia del Espritu Santo en la historia de la salvacin y, en particular, en la vida de Jess, a quien la Virgen Mara concibi por obra del Espritu Santo (cf. Mt 1,18; Lc1,35); al comienzo de su misin pblica, en la orilla del Jordn, lo ve que desciende sobre s en forma de paloma (cf. Mt 3,16); Jess acta, habla y exulta en este mismo Espritu (cf. Lc10,21); y se ofrece a s mismo en el Espritu (cf. Hb 9,14). Cuando estaba terminando su misin, segn el relato del Evangelista Juan, Jess mismo pone en clara relacin el don de su vida con el envo del Espritu a los suyos (cf. Jn 16,7). Despus, Jess resucitado, llevando en su carne los signos de la pasin, infundi el Espritu (cf. Jn 20,22), haciendo a los suyos partcipes de su propia misin (cf. Jn 20,21). El Espritu Santo ensear a los discpulos y les recordar todo lo que Cristo ha dicho (cf. Jn 14,26), puesto que ser l, el Espritu de la Verdad (cf. Jn 15,26), quien llevar los discpulos a la Verdad entera (cf. Jn 16,13). Por ltimo, como se lee en los Hechos de los Apstoles, el Espritu desciende sobre los Doce, reunidos en oracin con Mara el da de Pentecosts (cf. 2,1-4), y les anima a la misin de anunciar a todos los pueblos la Buena Nueva.[48]La Palabra de Dios, pues, se expresa con palabras humanas gracias a la obra del Espritu Santo. La misin del Hijo y la del Espritu Santo son inseparables y constituyen una nica economa de la salvacin. El mismo Espritu que acta en la encarnacin del Verbo, en el seno de la Virgen Mara, es el mismo que gua a Jess a lo largo de toda su misin y que ser prometido a los discpulos. El mismo Espritu, que habl por los profetas, sostiene e inspira a la Iglesia en la tarea de anunciar la Palabra de Dios y en la predicacin de los Apstoles; es el mismo Espritu, finalmente, quien inspira a los autores de las Sagradas Escrituras.16. Conscientes de este horizonte pneumatolgico, los Padres sinodales han querido sealar la importancia de la accin del Espritu Santo en la vida de la Iglesia y en el corazn de los creyentes en su relacin con la Sagrada Escritura.[49] Sin la accin eficaz del Espritu de la Verdad (Jn14,16) no se pueden comprender las palabras del Seor. Como recuerda san Ireneo: Los que no participan del Espritu no obtienen del pecho de su madre (la Iglesia) el nutrimento de la vida, no reciben nada de la fuente ms pura que brota del cuerpo de Cristo.[50] Puesto que la Palabra de Dios llega a nosotros en el cuerpo de Cristo, en el cuerpo eucarstico y en el cuerpo de las Escrituras, mediante la accin del Espritu Santo, slo puede ser acogida y comprendida verdaderamente gracias al mismo Espritu. Los grandes escritores de la tradicin cristiana consideran unnimemente la funcin del Espritu Santo en la relacin de los creyentes con las Escrituras. San Juan Crisstomo afirma que la Escritura necesita de la revelacin del Espritu, para que descubriendo el verdadero sentido de las cosas que all se encuentran encerradas, obtengamos un provecho abundante.[51] Tambin san Jernimo est firmemente convencido de que no podemos llegar a comprender la Escritura sin la ayuda del Espritu Santo que la ha inspirado.[52] San Gregorio Magno, por otra parte, subraya de modo sugestivo la obra del mismo Espritu en la formacin e interpretacin de la Biblia: l mismo ha creado las palabras de los santos testamentos, l mismo las desvela.[53] Ricardo de San Vctor recuerda que se necesitan ojos de paloma, iluminados e ilustrados por el Espritu, para comprender el texto sagrado.[54]Quisiera subrayar tambin, con respecto a la relacin entre el Espritu Santo y la Escritura, el testimonio significativo que encontramos en los textos litrgicos, donde la Palabra de Dios es proclamada, escuchada y explicada a los fieles. Se trata de antiguas oraciones que en forma de epclesis invocan al Espritu antes de la proclamacin de las lecturas: Enva tu Espritu Santo Parclito sobre nuestras almas y haznos comprender las Escrituras inspiradas por l; y a m concdeme interpretarlas de manera digna, para que los fieles aqu reunidos saquen provecho. Del mismo modo, encontramos oraciones al final de la homila que invocan a Dios pidiendo el don del Espritu sobre los fieles: Dios salvador te imploramos en favor de este pueblo: enva sobre l el Espritu Santo; el Seor Jess lo visite, hable a las mentes de todos y disponga los corazones para la fe y conduzca nuestras almas hacia ti, Dios de las Misericordias.[55] De aqu resulta con claridad que no se puede comprender el sentido de la Palabra si no se tiene en cuenta la accin del Parclito en la Iglesia y en los corazones de los creyentes.Tradicin y Escritura17. Al reafirmar el vnculo profundo entre el Espritu Santo y la Palabra de Dios, hemos sentado tambin las bases para comprender el sentido y el valor decisivo de la Tradicin viva y de las Sagradas Escrituras en la Iglesia. En efecto, puesto que tanto am Dios al mundo, que entreg a su Hijo nico (Jn3,16), la Palabra divina, pronunciada en el tiempo, fue dada y entregada a la Iglesia de modo definitivo, de tal manera que el anuncio de la salvacin se comunique eficazmente siempre y en todas partes. Como nos recuerda la Constitucin dogmtica Dei Verbum, Jesucristo mismo mand a los Apstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicndoles as los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que l mismo cumpli y promulg con su boca. Este mandato se cumpli fielmente, pues los Apstoles, con su predicacin, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que haban aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espritu Santo les ense; adems, los mismos Apstoles y otros de su generacin pusieron por escrito el mensaje de la salvacin inspirados por el Espritu Santo.[56] El Concilio Vaticano II recuerda tambin que esta Tradicin de origen apostlico es una realidad viva y dinmica, que va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espritu Santo; pero no en el sentido de que cambie en su verdad, que es perenne. Ms bien crece la comprensin de las palabras y las instituciones transmitidas, con la contemplacin y el estudio, con la inteligencia fruto de una ms profunda experiencia espiritual, as como con la predicacin de los que con la sucesin episcopal recibieron el carisma seguro de la verdad.[57] La Tradicin viva es esencial para que la Iglesia vaya creciendo con el tiempo en la comprensin de la verdad revelada en las Escrituras; en efecto, la misma Tradicin da a conocer a la Iglesia el canon de los libros sagrados y hace que los comprenda cada vez mejor y los mantenga siempre activos.[58] En definitiva, es la Tradicin viva de la Iglesia la que nos hace comprender de modo adecuado la Sagrada Escritura como Palabra de Dios. Aunque el Verbo de Dios precede y trasciende la Sagrada Escritura, en cuanto inspirada por Dios, contiene la palabra divina (cf. 2 Tm 3,16) en modo muy singular.[59] 18. De aqu se deduce la importancia de educar y formar con claridad al Pueblo de Dios, para acercarse a las Sagradas Escrituras en relacin con la Tradicin viva de la Iglesia, reconociendo en ellas la misma Palabra de Dios. Es muy importante, desde el punto de vista de la vida espiritual, desarrollar esta actitud en los fieles. En este sentido, puede ser til recordar la analoga desarrollada por los Padres de la Iglesia entre el Verbo de Dios que se hace carne y la Palabra que se hace libro.[60] Esta antigua tradicin, segn la cual, como dice san Ambrosio, el cuerpo del Hijo es la Escritura que se nos ha transmitido,[61] es recogida por la Constitucin dogmtica Dei Verbum, que afirma: La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra dbil condicin humana, se hizo semejante a los hombres.[62] Entendida de esta manera, la Sagrada Escritura, an en la multiplicidad de sus formas y contenidos, se nos presenta como realidad unitaria. En efecto, a travs de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice slo una palabra, su Verbo nico, en quien l se dice en plenitud (cf. Hb 1,1-3),[63] como ya advirti con claridad san Agustn: Recordad que es una sola la Palabra de Dios que se desarrolla en toda la Sagrada Escritura y uno solo el Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados.[64]En definitiva, mediante la obra del Espritu Santo y bajo la gua del Magisterio, la Iglesia transmite a todas las generaciones cuanto ha sido revelado en Cristo. La Iglesia vive con la certeza de que su Seor, que habl en el pasado, no cesa de comunicar hoy su Palabra en la Tradicin viva de la Iglesia y en la Sagrada Escritura. En efecto, la Palabra de Dios se nos da en la Sagrada Escritura como testimonio inspirado de la revelacin que, junto con la Tradicin viva de la Iglesia, es la regla suprema de la fe.[65] Sagrada Escritura, inspiracin y verdad19. Un concepto clave para comprender el texto sagrado como Palabra de Dios en palabras humanas es ciertamente el de inspiracin. Tambin aqu podemos sugerir una analoga: as como el Verbo de Dios se hizo carne por obra del Espritu Santo en el seno de la Virgen Mara, as tambin la Sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del mismo Espritu. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiracin del Espritu Santo.[66] De ese modo, se reconoce toda la importancia del autor humano, que ha escrito los textos inspirados y, al mismo tiempo, a Dios como el verdadero autor.Como han afirmado los Padres sinodales, aparece con toda evidencia que el tema de la inspiracin es decisivo para una adecuada aproximacin a las Escrituras y para su correcta hermenutica,[67] que se ha de hacer, a su vez, en el mismo Espritu en el que ha sido escrita.[68] Cuando se debilita nuestra atencin a la inspiracin, se corre el riesgo de leer la Escritura ms como un objeto de curiosidad histrica que como obra del Espritu Santo, en la cual podemos escuchar la voz misma del Seor y conocer su presencia en la historia.Adems, los Padres sinodales han destacado la conexin entre el tema de la inspiracin y el de la verdad de las Escrituras.[69] Por eso, la profundizacin en el proceso de la inspiracin llevar tambin sin duda a una mayor comprensin de la verdad contenida en los libros sagrados. Como afirma la doctrina conciliar sobre este punto, los libros inspirados ensean la verdad: Como todo lo que afirman los hagigrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espritu Santo, se sigue que los libros sagrados ensean slidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvacin nuestra. Por tanto, toda la Escritura, inspirada por Dios, es til para ensear, reprender, corregir, instruir en la justicia; para que el hombre de Dios est en forma, equipado para toda obra buena (2 Tm 3,16-17 gr.).[70] Ciertamente, la reflexin teolgica ha considerado siempre la inspiracin y la verdad como dos conceptos clave para una hermenutica eclesial de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, hay que reconocer la necesidad actual de profundizar adecuadamente en esta realidad, para responder mejor a lo que exige la interpretacin de los textos sagrados segn su naturaleza. En esa perspectiva, expreso el deseo de que la investigacin en este campo pueda progresar y dar frutos para la ciencia bblica y la vida espiritual de los fieles. Dios Padre, fuente y origen de la Palabra20. La economa de la revelacin tiene su comienzo y origen en Dios Padre. Su Palabra hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejrcitos (Sal 33,6). Es l quien da a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo (2 Co 4,6; cf. Mt 16,17; Lc9,29).Dios, fuente de la revelacin, se manifiesta como Padre en el Hijo Logos hecho carne (cf. Jn 1,14), que vino a cumplir la voluntad del que lo haba enviado (cf. Jn 4,34), y lleva a trmino la educacin divina del hombre, animada ya anteriormente por las palabras de los profetas y las maravillas realizadas tanto en la creacin como en la historia de su pueblo y de todos los hombres. La revelacin de Dios Padre culmina con la entrega por parte del Hijo del don del Parclito (cf. Jn 14,16), Espritu del Padre y del Hijo, que nos gua hasta la verdad plena (Jn16,13).Y as, todas las promesas de Dios se han convertido en Jesucristo en un s (cf. 2 Co 1,20). De este modo se abre para el hombre la posibilidad de recorrer el camino que lo lleva hasta el Padre (cf. Jn 14,6), para que al final Dios sea todo para todos (1 Co 15,28).21. Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejana del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada. Colgado del leo de la cruz, se quej del dolor causado por este silencio: Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado? (Mc 15,34; Mt 27,46). Jess, prosiguiendo hasta el ltimo aliento de vida en la obediencia, invoc al Padre en la oscuridad de la muerte. En el momento de pasar a travs de la muerte a la vida eterna, se confi a l: Padre, a tus manos encomiendo mi espritu (Lc23,46).Esta experiencia de Jess es indicativa de la situacin del hombre que, despus de haber escuchado y reconocido la Palabra de Dios, ha de enfrentarse tambin con su silencio. Muchos santos y msticos han vivido esta experiencia, que tambin hoy se presenta en el camino de muchos creyentes. El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio. Por tanto, en la dinmica de la revelacin cristiana, el silencio aparece como una expresin importante de la Palabra de Dios.Concepto de economa

2.- Dios quiso que lo que haba revelado para la salvacin de todos los pueblos, se conservara siempre ntegro y fuera transmitido a todas las generaciones (DV 7). (Concepto de Tradicin y relacin entre Escritura, Tradicin y Magisterio de la Iglesia segn Dei Verbum cap. 2,7-10 y Verbum Domini 17-18)

Dei Verbum cap. II,7-10TRANSMISIN DE LA REVELACIN DIVINALos Apstoles y sus sucesores, heraldos del Evangelio7. Dispuso Dios benignamente que todo lo que haba revelado para la salvacin de los hombres permaneciera ntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Seor, en quien se consuma la revelacin total del Dios sumo, mand a los Apstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicndoles los dones divinos. Este Evangelio, prometido antes por los Profetas, lo complet El y lo promulg con su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora y de la ordenacin de las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los Apstoles, que en la predicacin oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que haban recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o haban aprendido por la inspiracin del Espritu Santo, como por aquellos Apstoles y varones apostlicos que, bajo la inspiracin del mismo Espritu, escribieron el mensaje de la salvacin.Ms para que el Evangelio se conservara constantemente ntegro y vivo en la Iglesia, los Apstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, "entregndoles su propio cargo del magisterio". Por consiguiente, esta sagrada tradicin y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2).La Sagrada Tradicin8. As, pues, la predicacin apostlica, que est expuesta de un modo especial en los libros inspirados, deba conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesin continua. De ah que los Apstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que ensearon los Apstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpeta y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.Esta Tradicin, que deriva de los Apstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espritu Santo; puesto que va creciendo en la comprensin de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplacin y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazn y, ya por la percepcin ntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesin del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.Las enseanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradicin, cuyos tesoros se comunican a la prctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradicin conoce la Iglesia el Canon ntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella ms a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que habl en otro tiempo, habla sin intermisin con la Esposa de su amado Hijo; y el Espritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16).Mutua relacin entre la Sagrada Tradicin y la Sagrada Escritura9. As, pues, la Sagrada Tradicin y la Sagrada Escritura estn ntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiracin del Espritu Santo, y la Sagrada Tradicin transmite ntegramente a los sucesores de los Apstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Seor y por el Espritu Santo para que, con la luz del Espritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicacin; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espritu de piedad.Relacin de una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio10. La Sagrada Tradicin, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depsito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depsito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apstoles y en la comunin, persevera constantemente en la fraccin del pan y en la oracin (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservacin, en el ejercicio y en la profesin de la fe recibida.Pero el oficio de interpretar autnticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado nicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no est sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este nico depsito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradicin, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, segn el designio sapientsimo de Dios, estn entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la accin del Espritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvacin de las almas.Verbum Domini 17-18Tradicin y Escritura17. Al reafirmar el vnculo profundo entre el Espritu Santo y la Palabra de Dios, hemos sentado tambin las bases para comprender el sentido y el valor decisivo de la Tradicin viva y de las Sagradas Escrituras en la Iglesia. En efecto, puesto que tanto am Dios al mundo, que entreg a su Hijo nico (Jn3,16), la Palabra divina, pronunciada en el tiempo, fue dada y entregada a la Iglesia de modo definitivo, de tal manera que el anuncio de la salvacin se comunique eficazmente siempre y en todas partes. Como nos recuerda la Constitucin dogmtica Dei Verbum, Jesucristo mismo mand a los Apstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicndoles as los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que l mismo cumpli y promulg con su boca. Este mandato se cumpli fielmente, pues los Apstoles, con su predicacin, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que haban aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espritu Santo les ense; adems, los mismos Apstoles y otros de su generacin pusieron por escrito el mensaje de la salvacin inspirados por el Espritu Santo.[56] El Concilio Vaticano II recuerda tambin que esta Tradicin de origen apostlico es una realidad viva y dinmica, que va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espritu Santo; pero no en el sentido de que cambie en su verdad, que es perenne. Ms bien crece la comprensin de las palabras y las instituciones transmitidas, con la contemplacin y el estudio, con la inteligencia fruto de una ms profunda experiencia espiritual, as como con la predicacin de los que con la sucesin episcopal recibieron el carisma seguro de la verdad.[57] La Tradicin viva es esencial para que la Iglesia vaya creciendo con el tiempo en la comprensin de la verdad revelada en las Escrituras; en efecto, la misma Tradicin da a conocer a la Iglesia el canon de los libros sagrados y hace que los comprenda cada vez mejor y los mantenga siempre activos.[58] En definitiva, es la Tradicin viva de la Iglesia la que nos hace comprender de modo adecuado la Sagrada Escritura como Palabra de Dios. Aunque el Verbo de Dios precede y trasciende la Sagrada Escritura, en cuanto inspirada por Dios, contiene la palabra divina (cf. 2 Tm 3,16) en modo muy singular.[59] 18. De aqu se deduce la importancia de educar y formar con claridad al Pueblo de Dios, para acercarse a las Sagradas Escrituras en relacin con la Tradicin viva de la Iglesia, reconociendo en ellas la misma Palabra de Dios. Es muy importante, desde el punto de vista de la vida espiritual, desarrollar esta actitud en los fieles. En este sentido, puede ser til recordar la analoga desarrollada por los Padres de la Iglesia entre el Verbo de Dios que se hace carne y la Palabra que se hace libro.[60] Esta antigua tradicin, segn la cual, como dice san Ambrosio, el cuerpo del Hijo es la Escritura que se nos ha transmitido,[61] es recogida por la Constitucin dogmtica Dei Verbum, que afirma: La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra dbil condicin humana, se hizo semejante a los hombres.[62] Entendida de esta manera, la Sagrada Escritura, an en la multiplicidad de sus formas y contenidos, se nos presenta como realidad unitaria. En efecto, a travs de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice slo una palabra, su Verbo nico, en quien l se dice en plenitud (cf. Hb 1,1-3),[63] como ya advirti con claridad san Agustn: Recordad que es una sola la Palabra de Dios que se desarrolla en toda la Sagrada Escritura y uno solo el Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados.[64]En definitiva, mediante la obra del Espritu Santo y bajo la gua del Magisterio, la Iglesia transmite a todas las generaciones cuanto ha sido revelado en Cristo. La Iglesia vive con la certeza de que su Seor, que habl en el pasado, no cesa de comunicar hoy su Palabra en la Tradicin viva de la Iglesia y en la Sagrada Escritura. En efecto, la Palabra de Dios se nos da en la Sagrada Escritura como testimonio inspirado de la revelacin que, junto con la Tradicin viva de la Iglesia, es la regla suprema de la fe.[65]

3.- La fe es la respuesta propia del hombre a Dios que habla (Elementos esenciales de la fe segn la S. Escritura y el Magisterio de la Iglesia: Dei Filius cap III; Dei Verbum 5 y Verbum Domini 22-28)

Dei Filius (Vaticano I)

Constitucin dogmtica sobre la fe catlica

Captulo 3: Sobre la feYa que el hombre depende totalmente de Dios como su creador y Seor, y ya que la razn creada est completamente sujeta a la verdad increada; nos corresponde rendir a Dios que revela el obsequio del entendimiento y de la voluntad por medio de la fe. La Iglesia Catlica profesa que esta fe, que es principio de la salvacin humana15, es una virtud sobrenatural, por medio de la cual, con la inspiracin y ayuda de la gracia de Dios, creemos como verdadero aquello que l ha revelado, no porque percibamos su verdad intrnseca por la luz natural de la razn, sino por la (motivo formal:) autoridad de Dios mismo que revela y no puede engaarse ni engaarnos. As pues, la fe, como lo declara el Apstol, es garanta de lo que se espera, la prueba de las realidades que no se ven16.Sin embargo, para que el obsequio de nuestra fe sea de acuerdo a la razn17, quiso Dios que a la asistencia interna del Espritu Santo estn unidas indicaciones externas de su revelacin, esto es, hechos divinos y, ante todo, milagros y profecas, que, mostrando claramente la omnipotencia y conocimiento infinito de Dios, son signos ciertsimos de la revelacin y son adecuados al entendimiento de todos. Por eso Moiss y los profetas, y especialmente el mismo Cristo Nuestro Seor, obraron muchos milagros absolutamente claros y pronunciaron profecas; y de los apstoles leemos: Salieron a predicar por todas partes, colaborando el Seor con ellos y confirmando la Palabra con las seales que la acompaaban18. Y nuevamente est escrito: Tenemos una palabra proftica ms firme, a la cual hacis bien en prestar atencin, como a lmparas que iluminan en lugar oscuro19.Ahora, si bien el asentimiento de la fe no es de manera alguna un movimiento ciego de la mente, nadie puede, sin embargo, aceptar la predicacin evanglica como es necesario para alcanzar la salvacin, sin la inspiracin y la iluminacin del Espritu Santo, quien da a todos la facilidad para aceptar y creer en la verdad20. Por lo tanto, la fe en s misma, aunque no opere mediante la caridad21, es un don de Dios, y su acto es obra que atae a la salvacin, con el que la persona rinde verdadera obediencia a Dios mismo cuando acepta y colabora con su gracia, la cual puede resistir22.Por tanto, deben ser credas con fe divina y catlica todas aquellas cosas que estn contenidas en la Palabra de Dios, escrita o transmitida, y que son propuestas por la Iglesia para ser credas como materia divinamente revelada, sea por juicio solemne, sea por su magisterio ordinario y universal.Ya que sin la fe es imposible agradar a Dios23 y llegar al consorcio de sus hijos, se sigue que nadie pueda nunca alcanzar la justificacin sin ella, ni obtener la vida eterna a no ser que persevere hasta el fin24 en ella. As, para que podamos cumplir nuestro deber de abrazar la verdadera fe y perseverar inquebrantablemente en ella, Dios, mediante su Hijo Unignito, fund la Iglesia y la provey con notas claras de su institucin, para que pueda ser reconocida por todos como custodia y maestra de la Palabra revelada.Slo a la Iglesia Catlica pertenecen todas aquellas cosas, tantas y tan maravillosas, que han sido divinamente dispuestas para la evidente credibilidad de la fe cristiana. Es ms, la Iglesia misma por razn de su admirable propagacin, su sobresaliente santidad y su incansable fecundidad en toda clase de bienes, por su unidad catlica y su invencible estabilidad, es un gran y perpetuo motivo de credibilidad y un testimonio irrefragable de su misin divino.As sucede que, como estandarte levantado para todas las naciones25, invita tambin a s a quienes no han credo an, y asegura a sus hijos que la fe que ellos profesan descansa en el ms seguro de los fundamentos. A este testimonio se aade el auxilio efectivo del poder de lo alto. El benignsimo Seor mueve y auxilia con su gracia a aquellos que se extravan, para que puedan llegar al conocimiento de la verdad26; y confirma con su gracia a quienes ha trasladado de las tinieblas a su luz admirable27, para que puedan perseverar en su luz, no abandonndolos, a no ser que sea abandonado. Por lo tanto, la situacin de aquellos que por el don celestial de la fe han abrazado la verdad catlica, no es en modo alguno igual a la de aquellos que, guiados por las opiniones humanas, siguen una religin falsa; ya que quienes han aceptado la fe bajo la gua de la Iglesia no tienen nunca una razn justa para cambiar su fe o ponerla en cuestin. Siendo esto as, dando gracias a Dios Padre que nos ha hecho dignos de compartir con los santos en la luz28 no descuidemos tan grande salvacin, sino que mirando en Jess al autor y consumador de nuestra fe29, mantengamos inconmovible la confesin de nuestra esperanza30.

Dei Verbum 5

(La revelacin debe recibirse con fe)

5. Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe (cf. Rom 16,26; comp. con Rom 1,5; 2 Cor 10, 5-6). Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela. Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espritu Santo, que mueve el corazn, lo dirige a Dios, abre los ojos del espritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad. Para que el hombre pueda comprender cada vez ms profundamente la revelacin, el Espritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones.

Verbum Domini 22-28La respuesta del hombre al Dios que habla Llamados a entrar en la Alianza con Dios22. Al subrayar la pluriformidad de la Palabra, hemos podido contemplar que Dios habla y viene al encuentro del hombre de muy diversos modos, dndose a conocer en el dilogo. Como han afirmado los Padres sinodales, el dilogo, cuando se refiere a la Revelacin, comporta el primado de la Palabra de Dios dirigida al hombre.[71] El misterio de la Alianza expresa esta relacin entre Dios que llama con su Palabra y el hombre que responde, siendo claramente consciente de que no se trata de un encuentro entre dos que estn al mismo nivel; lo que llamamos Antigua y Nueva Alianza no es un acuerdo entre dos partes iguales, sino puro don de Dios. Mediante este don de su amor, supera toda distancia y nos convierte en sus partners, llevando a cabo as el misterio nupcial de amor entre Cristo y la Iglesia. En esta visin, cada hombre se presenta como el destinatario de la Palabra, interpelado y llamado a entrar en este dilogo de amor mediante su respuesta libre. Dios nos ha hecho a cada uno capaces de escuchar y responder a la Palabra divina. El hombre ha sido creado en la Palabra y vive en ella; no se entiende a s mismo si no se abre a este dilogo. La Palabra de Dios revela la naturaleza filial y relacional de nuestra vida. Estamos verdaderamente llamados por gracia a conformarnos con Cristo, el Hijo del Padre, y a ser transformados en l.Dios escucha al hombre y responde a sus interrogantes23. En este dilogo con Dios nos comprendemos a nosotros mismos y encontramos respuesta a las cuestiones ms profundas que anidan en nuestro corazn. La Palabra de Dios, en efecto, no se contrapone al hombre, ni acalla sus deseos autnticos, sino que ms bien los ilumina, purificndolos y perfeccionndolos. Qu importante es descubrir en la actualidad que slo Dios responde a la sed que hay en el corazn de todo ser humano. En nuestra poca se ha difundido lamentablemente, sobre todo en Occidente, la idea de que Dios es extrao a la vida y a los problemas del hombre y, ms an, de que su presencia puede ser incluso una amenaza para su autonoma. En realidad, toda la economa de la salvacin nos muestra que Dios habla e interviene en la historia en favor del hombre y de su salvacin integral. Por tanto, es decisivo desde el punto de vista pastoral mostrar la capacidad que tiene la Palabra de Dios para dialogar con los problemas que el hombre ha de afrontar en la vida cotidiana. Jess se presenta precisamente como Aquel que ha venido para que tengamos vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Por eso, debemos hacer cualquier esfuerzo para mostrar la Palabra de Dios como una apertura a los propios problemas, una respuesta a nuestros interrogantes, un ensanchamiento de los propios valores y, a la vez, como una satisfaccin de las propias aspiraciones. La pastoral de la Iglesia debe saber mostrar que Dios escucha la necesidad del hombre y su clamor. Dice san Buenaventura en el Breviloquium: El fruto de la Sagrada Escritura no es uno cualquiera, sino la plenitud de la felicidad eterna. En efecto, la Sagrada Escritura es precisamente el libro en el que estn escritas palabras de vida eterna para que no slo creamos, sino que poseamos tambin la vida eterna, en la que veremos, amaremos y sern colmados todos nuestros deseos.[72]Dialogar con Dios mediante sus palabras24. La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Seor: el Dios que habla nos ensea cmo podemos hablar con l. Pensamos espontneamente en el Libro de los Salmos, donde se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a l, presentarle nuestra vida en coloquio ante l y transformar as la vida misma en un movimiento hacia l.[73] En los Salmos, en efecto, encontramos toda la articulada gama de sentimientos que el hombre experimenta en su propia existencia y que son presentados con sabidura ante Dios; aqu se encuentran expresiones de gozo y dolor, angustia y esperanza, temor y ansiedad. Adems de los Salmos, hay tambin muchos otros textos de la Sagrada Escritura que hablan del hombre que se dirige a Dios mediante la oracin de intercesin (cf. Ex 33,12-16), del canto de jbilo por la victoria (cf. Ex 15), o de lamento en el cumplimiento de la propia misin (cf. Jr 20,7-18). As, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace tambin Palabra de Dios, confirmando el carcter dialogal de toda la revelacin cristiana,[74] y toda la existencia del hombre se convierte en un dilogo con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida. La Palabra de Dios revela aqu que toda la existencia del hombre est bajo la llamada divina.[75]Palabra de Dios y fe 25. Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe (cf. Rm 16,26; Rm 1,5; 2 Co 10,5-6), por la que el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que l ha revelado.[76] Con estas palabras, la Constitucin dogmtica Dei Verbum expresa con precisin la actitud del hombre en relacin con Dios. La respuesta propia del hombre al Dios que habla es la fe. En esto se pone de manifiesto que para acoger la Revelacin, el hombre debe abrir la mente y el corazn a la accin del Espritu Santo que le hace comprender la Palabra de Dios, presente en las sagradas Escrituras.[77] En efecto, la fe, con la que abrazamos de corazn la verdad que se nos ha revelado y nos entregamos totalmente a Cristo, surge precisamente por la predicacin de la Palabra divina: la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo (Rm 10,17). La historia de la salvacin en su totalidad nos muestra de modo progresivo este vnculo ntimo entre la Palabra de Dios y la fe, que se cumple en el encuentro con Cristo. Con l, efectivamente, la fe adquiere la forma del encuentro con una Persona a la que se confa la propia vida. Cristo Jess est presente ahora en la historia, en su cuerpo que es la Iglesia; por eso, nuestro acto de fe es al mismo tiempo un acto personal y eclesial.El pecado como falta de escucha a la Palabra de Dios26. La Palabra de Dios revela tambin inevitablemente la posibilidad dramtica por parte de la libertad del hombre de sustraerse a este dilogo de alianza con Dios, para el que hemos sido creados. La Palabra divina, en efecto, desvela tambin el pecado que habita en el corazn del hombre. Con mucha frecuencia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos la descripcin del pecado como un no prestar odo a la Palabra, como ruptura de la Alianza y, por tanto, como la cerrazn frente a Dios que llama a la comunin con l.[78] En efecto, la Sagrada Escritura nos muestra que el pecado del hombre es esencialmente desobediencia y no escuchar. Precisamente la obediencia radical de Jess hasta la muerte de cruz (cf. Flp 2,8) desenmascara totalmente este pecado. Con su obediencia, se realiza la Nueva Alianza entre Dios y el hombre, y se nos da la posibilidad de la reconciliacin. Jess, efectivamente, fue enviado por el Padre como vctima de expiacin por nuestros pecados y por los de todo el mundo (cf. 1 Jn 2,2; 4,10; Hb 7,27). As, se nos ofrece la posibilidad misericordiosa de la redencin y el comienzo de una vida nueva en Cristo. Por eso, es importante educar a los fieles para que reconozcan la raz del pecado en la negativa a escuchar la Palabra del Seor, y a que acojan en Jess, Verbo de Dios, el perdn que nos abre a la salvacin.Mara Mater Verbi Dei y Mater fidei27. Los Padres sinodales han declarado que el objetivo fundamental de la XII Asamblea era renovar la fe de la Iglesia en la Palabra de Dios; por eso es necesario mirar all donde la reciprocidad entre Palabra de Dios y fe se ha cumplido plenamente, o sea, en Mara Virgen, que con su s a la Palabra de la Alianza y a su misin, cumple perfectamente la vocacin divina de la humanidad.[79] La realidad humana, creada por medio del Verbo, encuentra su figura perfecta precisamente en la fe obediente de Mara. Ella, desde la Anunciacin hasta Pentecosts, se nos presenta como mujer enteramente disponible a la voluntad de Dios. Es la Inmaculada Concepcin, la llena de gracia por Dios (cf. Lc1,28), incondicionalmente dcil a la Palabra divina (cf. Lc 1,38). Su fe obediente plasma cada instante de su existencia segn la iniciativa de Dios. Virgen a la escucha, vive en plena sintona con la Palabra divina; conserva en su corazn los acontecimientos de su Hijo, componindolos como en un nico mosaico (cf. Lc 2,19.51).[80] Es necesario ayudar a los fieles a descubrir de una manera ms perfecta el vnculo entre Mara de Nazaret y la escucha creyente de la Palabra divina. Exhorto tambin a los estudiosos a que profundicen ms la relacin entre mariologa y teologa de la Palabra. De esto se beneficiarn tanto la vida espiritual como los estudios teolgicos y bblicos. Efectivamente, todo lo que la inteligencia de la fe ha tratado con relacin a Mara se encuentra en el centro ms ntimo de la verdad cristiana. En realidad, no se puede pensar en la encarnacin del Verbo sin tener en cuenta la libertad de esta joven mujer, que con su consentimiento coopera de modo decisivo a la entrada del Eterno en el tiempo. Ella es la figura de la Iglesia a la escucha de la Palabra de Dios, que en ella se hace carne. Mara es tambin smbolo de la apertura a Dios y a los dems; escucha activa, que interioriza, asimila, y en la que la Palabra se convierte en forma de vida.28. En esta circunstancia, deseo llamar la atencin sobre la familiaridad de Mara con la Palabra de Dios. Esto resplandece con particular brillo en el Magnificat. En cierto sentido, aqu se ve cmo ella se identifica con la Palabra, entra en ella; en este maravilloso cntico de fe, la Virgen alaba al Seor con su misma Palabra: El Magnficat un retrato de su alma, por decirlo as est completamente tejido por los hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios. As se pone de relieve que la Palabra de Dios es verdaderamente su propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. As se pone de manifiesto, adems, que sus pensamientos estn en sintona con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar ntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada.[81] Adems, la referencia a la Madre de Dios nos muestra que el obrar de Dios en el mundo implica siempre nuestra libertad, porque, en la fe, la Palabra divina nos transforma. Tambin nuestra accin apostlica y pastoral ser eficaz en la medida en que aprendamos de Mara a dejarnos plasmar por la obra de Dios en nosotros: La atencin devota y amorosa a la figura de Mara, como modelo y arquetipo de la fe de la Iglesia, es de importancia capital para realizar tambin hoy un cambio concreto de paradigma en la relacin de la Iglesia con la Palabra, tanto en la actitud de escucha orante como en la generosidad del compromiso en la misin y el anuncio.[82] Contemplando en la Madre de Dios una existencia totalmente modelada por la Palabra, tambin nosotros nos sentimos llamados a entrar en el misterio de la fe, con la que Cristo viene a habitar en nuestra vida. San Ambrosio nos recuerda que todo cristiano que cree, concibe en cierto sentido y engendra al Verbo de Dios en s mismo: si, en cuanto a la carne, slo existe una Madre de Cristo, en cuanto a la fe, en cambio, Cristo es el fruto de todos.[83] As pues, todo lo que le sucedi a Mara puede sucedernos ahora a cualquiera de nosotros en la escucha de la Palabra y en la celebracin de los sacramentos.