1ª tentación de jesús · 3 1. es de siempre y de todos la tentación de cobrar por dar lo que se...

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Aquí hay un peligro, que es la tentación: cualquiera, porque no lle- va artículo. Hay un peligro para la comunidad, y se pide a Dios que no nos deje ceder a esa tentación y que nos libre del Malo. Para interpretar este verso hay que ver si Mateo ha hablado antes de «tentación». Y ha hablado una sola vez: cuando está Jesús en el desierto. De manera que la tentación genérica, cualquier tenta- ción, está en relación con el desierto, donde se habla del «tenta- dor». Según Mateo, Jesús pasa en el desierto cuarenta días y cuarenta noches sin comer, ayunando y, al final, siente hambre. Estos cua- renta días y noches hay que tomarlos como una cifra tradicional, como un 'período' de tiempo: como se dice de Moisés y Elías que habían estado ese tiempo en el desierto. Lo que quiere decir Ma- teo, es que Jesús no es inferior a ellos; como Mateo tiene muy en cuenta el Antiguo Testamento, quiere dejar claro que la figura de Jesús no tiene nada que envidiar a la de Moisés y Elías. Después, en ese extremo estado de ayuno, Jesús vence la tenta- ción. Hay tres tentaciones, que son las mismas que se van a pre- sentar luego a la comunidad cristiana. Por eso tenemos que comentar las tentaciones de Jesús al comentar el Padre nuestro.

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Page 1: 1ª tentación de Jesús · 3 1. Es de siempre y de todos la tentación de cobrar por dar lo que se ha recibido gratuitamente (Mt 10,8), de usar en provecho propio lo que está destinado

Aquí hay un peligro, que es la tentación: cualquiera, porque no lle-va artículo. Hay un peligro para la comunidad, y se pide a Dios que no nos deje ceder a esa tentación y que nos libre del Malo.

Para interpretar este verso hay que ver si Mateo ha hablado antes de «tentación». Y ha hablado una sola vez: cuando está Jesús en el desierto. De manera que la tentación genérica, cualquier tenta-ción, está en relación con el desierto, donde se habla del «tenta-dor».

Según Mateo, Jesús pasa en el desierto cuarenta días y cuarenta noches sin comer, ayunando y, al final, siente hambre. Estos cua-renta días y noches hay que tomarlos como una cifra tradicional, como un 'período' de tiempo: como se dice de Moisés y Elías que habían estado ese tiempo en el desierto. Lo que quiere decir Ma-teo, es que Jesús no es inferior a ellos; como Mateo tiene muy en cuenta el Antiguo Testamento, quiere dejar claro que la figura de Jesús no tiene nada que envidiar a la de Moisés y Elías.

Después, en ese extremo estado de ayuno, Jesús vence la tenta-ción.

Hay tres tentaciones, que son las mismas que se van a pre-sentar luego a la comunidad cristiana. Por eso tenemos que comentar las tentaciones de Jesús al comentar el Padre nuestro.

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1ª tentación de Jesús Se le acerca el 'tentador ', el 'Malo' y le dice:

«Si eres hijo de Dios, haz que estas pie-dras se transformen en pan» (Mt 4,3). Y

Jesús le contesta: «No sólo de pan vive el hombre, sino de cualquier palabra que sa-le de la boca de Dios» (Mt 4,4).

Dice «el hombre» no Jesús, ni el Mesías, sino cualquier hombre. Las frases con que contesta Jesús están tomadas del Deuteronomio y se aplican a cualquier hombre.

¿Cuál es la propuesta del tentador?: que Jesús utilice sus cualidades, sus poderes, su excelencia, en beneficio propio, sin tener en cuen-ta el plan de Dios: por eso Jesús le responde con el plan de Dios: ¡cui-dado!, que no se trata sólo de comer, hay un plan divino, el hombre no vive sólo de pan, sino de lo que Dios diga también: el hambre propia no es el único elemento a tener en cuenta, sino cuál es el designio de Dios en este momento.

De modo que la primera tentación es el ateísmo práctico, no tener en cuenta el plan de Dios sobre los hombres y sobre Jesús, sino satis-facer la necesidad propia, usando para propio beneficio las cuali-dades que se tienen. Pero, primero es el plan de Dios, y luego... ya veremos si conviene hacer eso o no.

Y esa tentación, prescindir del plan de Dios o ateísmo práctico, puede venirle a la comunidad. Como está dotada de muchas cosas, porque tie-ne el Espíritu, las puede usar para su propio provecho y prestigio, y no para ponerlas al servicio de los demás.

Además, como en este episodio habla de 'panes', está en relación con el reparto (mal llamado 'multiplicación') de los panes: no se satisface el hombre con milagritos, usando esa cualidad para su propio prove-cho, sino compartiendo los panes, que es como viene la saciedad de todos y la abundancia. Esto está en la línea de la 1ª bienaventuranza:

el compartir es el designio de Dios,

no el usar los dones para el propio beneficio.

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Padre Nuestro - 2ª parte - 3ª petición 2

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1. Es de siempre y de todos la tentación de cobrar por dar lo que se ha recibido gratuitamente (Mt 10,8), de usar en provecho propio lo que está destinado a los pobres (Ez 34,3s), de seguir en la inconsciencia de cuánto pan les robamos a ellos con nuestros derroches. ¿Conozco a alguien, en el pasado o en la actualidad, que no ha caído en esa tentación?

2. Y yo, ¿he caído en ella? ¿Cuándo, cómo y por qué? 3. ¿Por qué usar los dones de Dios para el propio provecho, interés y prestigio, no es sólo

traicionarlo, sino que es «ateísmo práctico»?

2ª tentación de Jesús Entonces se lo llevó el diablo a la ciudad santa, lo

puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, échate abajo, porque está escrito que a sus ángeles les ha dado órdenes que cuiden de ti, te sostengan con sus manos y tu pie no tropiece contra ninguna piedra» (Sal 91). Pero

Jesús le dice: «No tentarás al Señor tu Dios» (Mt 4,5-7).

El alero del templo era el sitio donde, según las fantasías del judaísmo del tiempo, se había de manifestar el Mesías. Ese desconocido que debía venir echaría desde allí su proclama al pueblo, pondría en marcha su milagrería pa-ra vencer a los paganos, haría el juicio, etc. De manera que, lo que se le pro-pone a Jesús, es una manifestación mesiánica esplendorosa, aún más, asombrosa: porque dejarse caer en el patio del templo, delante de la gente, es digno de prestigio.

¿Qué tentación es ésta? Por un lado, la del prestigio, del relumbrón, de la apariencia (peligros de la comunidad cristiana); por otro, es la irresponsabi-lidad. «No pasa nada, Dios se encarga de las consecuencias». Y no se en-carga. «Tú tírate abajo, que ya está escrito que los ángeles te llevarán en el ai-re». Pues esté escrito o no lo esté, eso no es verdad: eso es el providencia-lismo infantil. «Nada, nada, Dios lo arregla todo». Y no lo arregla. Porque nosotros somos los responsables de nuestras acciones, conducta y ac-tividad como comunidad cristiana. El Señor está siempre con nosotros, pero no podemos hacernos irresponsables.

«No, eso no cuenta; lo que cuenta es lo que Dios hace»: no es verdad, cuen-tan las dos cosas; Dios no trabaja sin el hombre, y el hombre no cons-truye sin Dios. Y esto es lo que el Señor dice en los cuatro evangelios: «Sin mí no pueden hacer nada». Pero él no va a hacerlo: él ha hecho lo suyo y

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ahora nos toca a nosotros. Hay una canción que dice: «Dios no tiene brazos, pero nosotros le damos los nuestros; Dios no tiene pies, pero nosotros cami-namos por él». Está la colaboración de Dios, su fuerza/Espíritu, pero la res-ponsabilidad es también nuestra.

La comunidad no puede ser atea

–como dice la primera tentación–,

pero tampoco puede ser irresponsable,

infantilmente providencialista

y, mucho menos, relumbrona.

1. ¿Por qué el detalle del alero del templo? 2. La tentación del prestigio, relumbrón y apariencia en nuestra iglesia: (señalo aquellas en

que yo u otros solemos caer; dar ejemplos concretos)

a. Creer que sin prestigio nada se consigue.

b. Buscar influencias y grandezas, títulos y primeros puestos.

c. Aspirar a cargos para darse importancia, mandar y manejar dinero, no para asumir la car-ga.

d. Afán de figuración y protagonismo, de exhibir títulos y lograr preeminencias.

e. Apetecer puestos importantes, llevar vestido singular y ostentoso.

f. No darse cuenta de lo ridículo que es, para un seguidor de Jesús de Nazaret, hacerse lla-mar reverendísimo, excelentísimo, eminentísimo, su santidad...

g. Fomentar el culto a la personalidad.

h. Construir templos y grandes edificios, pero ni la más pequeña comunidad.

i. Ser masa, no levadura.

j. Gloriarse por la asistencia masiva a ceremonias, misas, procesiones; apreciar la cantidad sin fijarse en la calidad.

k. Celebrar con gran solemnidad el mensaje de Cristo sin vivirlo, sin testimoniarlo y ni siquie-ra entenderlo (el culto de los ritos no de la vida).

l. «Triunfalismo». Apelar al origen divino de nuestra iglesia en lugar de esforzarnos por imitar a su Modelo divino.

m. Contar como católicos a todos los que han sido bautizados en la Iglesia católica y consi-derar católicos practicantes a los que van a misa los domingos.

n. Tratar de figurar y darse importancia en lugar de ser útil.

o. Cuando se hace el bien, lo que se busca no es el bien de los demás sino fama y dinero.

p. Otros:

3. La tentación del providencialismo infantil y de la irresponsabilidad: (señalo aquellas en que yo u otros solemos caer) a. «Milagrismo». Esperar que Dios haga lo que a nosotros nos toca hacer y que poco o nada

nos esforzamos por hacer.

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b. Pedirle a Dios que la capital de Francia sea Londres porque así se ha puesto en el exa-men escrito de geografía.

c. Atribuir poderes mágicos a los ritos sacramentales, a oraciones, imágenes, objetos y de-vociones; tener por fe y religión lo que es superstición (=perversión de la fe y de la religión).

d. Pretender multiplicar el número de sacerdotes y religiosos llenando los seminarios de in-vertidos, tontos inútiles, enfermos mentales y vividores

e. Dar cargos de responsabilidad a amigos, allegados, simpatizantes, sobones, convenidos, partidarios, incondicionales... a pesar del daño que hacen por su ineptitud o mala conducta.

f. Rechazar toda forma de planificación familiar y tener todos los hijos que vengan, pensan-do que Dios provee.

Otros:

4. Anthony de Mello cuenta el caso de un hombre que, después de haber visto a una niña en una situación de terrible miseria, increpa duramente a Dios y le pregunta cómo es posible que él, el Padre todopoderoso, no haya hecho nada para socorrer a esa pobre criatura inocente. Dios permanece callado; pero, después de un momento de silencio, le contesta: «Pensándolo bien, sí que he hecho algo por ella... ¡Te he hecho a ti!»

¿Qué significa esta respuesta de Dios? ¿Creo que eso mismo Dios me dice a mí todas las veces que quiero descargar sobre

él mi responsabilidad ante la miseria, el sufrimiento, la desgracia de otros seres humanos?

5. Comentar: «A partir de su resurrección Cristo no tiene otro cuerpo visible que el de los cristia-nos, ni tiene otro amor para dar que no sea el de ellos» (L. EVELY). Si le digo a una persona: «Sonríe, Cristo te ama», ¿sonreirá si yo no le sonrío? ¿Podrá creerme cuando le digo que Cristo la ama, si yo no la amo?

En la pared de una capilla semidestruida durante la guerra civil espa-ñola, junto a un Cristo mutilado por la metralla (sin manos ni pies), alguien escribió esta oración:

Cristo, no tienes manos; tienes sólo nuestras manos para realizar hoy tu trabajo.

No tienes pies; tienes sólo nuestros pies para guiar a los hombres por el camino de la Vida.

No tienes labios; tienes sólo nuestros labios para hablar hoy del amor de tu Padre.

No tienes medios; tienes sólo nues-tra ayuda para realizar esa nueva sociedad realmente digna del hom-bre, de la cual tú echaste las bases.

Somos la única Biblia que la gente lee hoy.

Nosotros somos tu mensaje escrito en obras y palabras.

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JESÚS y la TENTACIÓN de la MAGIA 1. «Frente a un mundo que lo abruma y a seres que le dan miedo o a los que

quiere dominar, el hombre trata de adquirir un poder que rebase de sus pro-pias fuerzas y que lo haga dueño de la divinidad y consiguientemente de su destino. Si los métodos han cambiado hoy, la tendencia y el deseo de dominar lo desconocido siguen enraizados en el corazón humano y conducen a prácti-cas análogas. La adivinación (Ez 13,1-23) y la hechicería (Miq 5, 11ss; Dt 18,10; Sab 12,4; Ap 18,23) que constituyen el arte mágico (Sab 17,7) son tan actuales hoy como en los tiempos bíblicos.» (L. DUFOUR, Vocabulario de teolog-

ía bíblica)

2. La tentación de la magia es grande, y también Jesús quiso, en cierto modo, sufrirla. Satán lo invita a utilizar su poder divino para saciar su hambre y asombrar a los judíos; pero él no querrá realizar prodigios ni para acreditar su misión (Mt 16,1-4), ni para evitar el arresto, la tortura y la muerte (Mt 26,53; Lc 23,8; Mc 15,29-32).

3. Exigir señales prodigiosas no indica disposición a creer sino falta de fe y hasta mala fe (Jn 4,48; Mt 12,38s). Pretender que se nos obligue a creer, es lo mis-mo que negarse a creer. La fe, como la confianza o el amor, no se impone. Para reconocer al Señor es preciso descender en la profundidad del corazón, allí donde hablan esos signos que sólo la mirada de fe/amor puede discernir.

4. El rechazo de la tentación de realizar prodigios, recorre todo el evangelio. El rico de la parábola (Lc 16,27ss) insiste para que Lázaro vaya a visitar a sus hermanos, porque «si un muerto resucita y se les aparece, seguro que se convertirán». Pero Abraham le dice: "Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite".

No sólo el milagro no revela nada a los que no creen, sino que a menudo los en-durece: como al faraón que se obstinó en retener al pueblo de Dios a pesar de las plagas cada vez más extraordinarias que se abatían sobre su país (Ex 7,3.9; 11,10; etc.); como a los fariseos a quienes cegó completamente el milagro del re-cuperar la vista un ciego (Jn 9,13-41); como a las autoridades judías que, des-pués de que Jesús resucitara a Lázaro, decidieron matar a ambos (Jn 11,53; 12,10).

Los milagros de Jesús no son prodigios que él realiza para que todos se sien-tan obligados a creer en él, sino signos de amor que él da porque ya la fe está allí. El mismo subraya esto cuando dice: "¡Tu fe te ha salvado!" (Mc 5, 34). Cuando no hay fe, no hace ningún milagro (Mc 6,5s), porque de nada sirve hacer señales si no hay nadie que las reciba. (Recién comenzamos a agitar la mano en señal de saludo, cuando reconocemos a alguien que nos estaba es-perando).

5. Es esta misma tentación la que vuelve a presentarse cuando Judas, con su traición, intenta forzar a Jesús a emplear su poder para salvar su vida (Mt 27,3-5); cuando los discípulos quieren pelear a punta de espada para defender a su maestro (Lc 22,49); cuando Herodes, tal vez, le dejaría en libertad si Jesús le divertía con algún número de magia (Lc 23,8); cuando transeúntes,

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espectadores, sacerdotes, soldados y los terroristas crucificados con él, le re-tan y se burlan: "¡Que baje de la cruz ese Mesías, para que veamos y crea-mos!" (Mc 15,32). Detrás o a través de todos ellos se percibe la sonrisa ma-ligna y triunfante del Enemigo: "¡Jaque mate!"

6. Jesús resucitado no se impone más que el Jesús mortal. Permanece el Hijo que todo lo recibe de su Padre (Hch 1,7), el Cristo pobre de Belén y del Calva-rio. En lugar de aplastar a los que anteayer lo desafiaron y convertir a todo el mundo con su sola presencia, se limita a algunas apariciones "a los que de an-temano había escogido como testigos" (Hch 10,41). Tan sólo le reconocen los que estaban preparados a reconocerlo. El reproche a Tomás, quien rechaza la experiencia de fe de la comunidad y pretende una señal destinada a él solo, se dirige igualmente a todos aquellos que quieren ver para creer lo que sólo puede ver el que cree (Jn 20,29).

7. Las señales prodigiosas no entran, pues, en la categoría de signos de la fe. Jesús las descarta categóricamente todas las veces que se las piden o que quisieran inducirlo a pedírselas a su Padre: "¡No pongas a prueba al Señor tu Dios!". "Tentar a Dios" equivale a "hacer enojar a Dios" (Jdt 8,14b). Recurrir a la magia es recurrir al Enemigo. Este nos engaña haciéndonos creer que con su ayuda podemos fácilmente conseguir lo que Dios nos niega.

1. "Tentar a Dios" es: (SI) (NO) (?) Incredulidad, infidelidad (Mt 12,39).

Dudar de Dios ("¿Está o no está el Señor con nosotros?", es la pregunta que recorre todos los relatos del Exodo).

Tener miedo de hacer lo que Dios pide (Ex.14,10ss).

Desconfiar de él, desobedecerle, (Sal.95,10) despreciarle (Núm.14,11.24)

Murmurar, quejarse, reclamarle (Ex 17,7).

Ponerle condiciones, exigir intervenciones milagrosas para seguir confiando en él (Jdt 8, 11-17).

Hacer enojar a Dios (Sal 95,10s; 106,32; Jdt 8,14b; Mc 9,19). Hacerle caso al diablo y acabar por recurrir a él (Mt 4,3. 6.9).

2. Dios jamás hace por nosotros lo que podemos hacer por nosotros mismos. ¿Por qué? 3. ¿Por qué Jesús no quiso dar ninguna señal milagrosa a los teólogos y sacerdotes judíos

a pesar de que se la pedían formalmente, como se piden las credenciales a un embaja-dor?

4. ¿Por qué la única señal que Jesús quiere dar es la de Jonás? (Mt 12,38ss; 16,1ss) ¿Cuál es esa señal y de qué es señal?

5. ¿Por qué Dios no intervino ni cuando Jesús moría en la cruz? Al no intervenir, ¿no les estaba dando la razón a los que lo habían condenado como blasfemo e impostor?

6. Leer, subrayar y comentar:

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"¿Qué es eso de creer? Ante todo, reencontrar la profundidad de mi ser, la profundidad en que estoy unido a la Fuente; respetar la Presencia inspiradora y dejar que el Espíritu de Dios haga lo que yo no soy capaz de hacer. Entonces todo resulta posible. En ocasiones, hasta el milagro; pero, sobre todo, resulta posible prescindir del milagro, porque tengo la seguridad que me da el Amor del Padre, y no me desespero si El no me libra tan pronto del mal que me hace sufrir." (EVELY)

7. La S. Escritura y el magisterio de la Iglesia condenan toda clase de adivinación y brujería, toda práctica de magia "mediante la cual se pretenda domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre los demás, aunque sea `pa-ra procurar la salud" (CIC 2117). Dt 18,12 asegura que "al Señor le repugnan los que hacen estas cosas". ¿Por qué? (Señalar las respuestas válidas, numerándolas en orden de importancia).

Implican peligro para la salud y pueden provocar perturbaciones psíquicas y morales.

Atacan la fe/confianza en el verdadero Dios.

Anulan la responsabilidad y la libertad humanas.

Consciente o inconscientemente implican un recurso al «enemigo» quien, tras apariencias y comienzos complacientes, oculta su poder siempre maléfico y destructor.

Niegan que la salvación se da solamente en Jesucristo y en la adhesión permanente y per-sonal a él y a su proyecto.

La aparente seguridad que dan los hábitos supersticiosos se quiebra rápidamente ante con-flictos serios y no siempre a favor de una mayor comprensión de la fe y de la propia res-ponsabilidad.

8. El culto al Señor de los milagros ¿es expresión de adhesión a Jesús y compromiso a rea-lizar su proyecto de humanidad nueva (a nivel individual y social), o es un culto sincrético y mágico en busca de "milagros"?

JESÚS y la TENTACIÓN del PRESTIGIO Jesús renuncia a la popularidad, al prestigio, a la celebridad o al éxito apa-rente que podría fácilmente conseguir deslumbrando las masas con las dotes excepcionales de su personalidad y con la fuerza divina que el Padre le ha comunicado en plenitud.

Prefiere compartir la suerte de los que se ven privados de sus derechos y amenazados en su misma existencia.

Tocará sólo el corazón de los más generosos, rechazando adhesiones equí-vocas y consensos superficiales.

Aguantará fracasos, derrotas y los golpes más duros, porque está decidido a no seguir el camino que le propone Satanás, el que aparentemente pasa de victoria en victoria, sino el que le señala su Padre, el camino del amor que no se desdice nunca, ni ante la muerte.

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Leer, subrayar, comentar: "Renunciar a toda autoglorificación es un rasgo esencial y constante de Jesús, la actitud asombrosamente decidida que ha tenido siempre.

En toda su vida jamás encontramos extravagancia y exaltación. Jamás quiso brillar para arrastrar. Su interior callaba, no se ponía delante, no se exhibía.

Nada tenía que "conseguir" de los hombres para sí. Renunciaba a toda posesión material y espiritual.

No se daba importancia, se liberaba de su yo, se dejaba penetrar en su intimidad por las ne-cesidades ajenas; no quería instrumentalizar a nadie para sus propios fines.

Nadie era insignificante para él. Escuchaba a todos. Dejaba que todos llegaran hasta él: los pobres, los enfermos, los locos, los atribulados, los importunos, los niños, las mujeres, las personas importantes, los espías, los adversarios...

Esa entrega desinteresada a los demás, se manifiesta sobre todo en forma de compasión, paciencia y humildad. Se ve que Jesús interiormente no tenía enemigos. Desde un comien-zo, por principio, renunciaba a hacerle daño a quien fuere.

El aspecto positivo de esta actitud es inexpresable." (L.BOROS, El Dios presente)

Leer los pasajes siguientes y copiar el versículo más significativo: Mt 11,28-30; Jn 13,12-16; Fil.2,6-11

3ª tentación de Jesús La tercera tentación de Jesús es la más grande.

El diablo se lo lleva a un cerro altísimo y le muestra en un momento to-dos los reinos del mundo con su gloria. La gloria significa todo: riqueza, poderío militar, económico, etc. Y ya no le llama 'hijo de Dios', porque lo que

le está proponiendo es que deje de serlo. Pero le dice: «Todo esto te daré,

si me rindes homenaje» (Mt 4,9). Le dará todos los pueblos, será el em-perador universal.

Eso era lo que se pensaba entonces: el Mesías judío debía ser el emperador universal. Había varias concepciones del Mesías, pero la más común en tiem-po de Jesús era que el Mesías sería el rey de Israel y, además, sometería, a todos los pueblos paganos, que serían sus súbditos.

Y el diablo le dice: «Con eso tienes seguro el triunfo, el poder, el dinero, la gloria, el esplendor; todos irán detrás de ti. La gente lo que espera es eso: un Mesías poderoso, rico. De modo que te aseguro la eficacia del Reinado de Dios. Así todo el mundo lo aceptará, pero con una condición: que me rindas homenaje».

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Y Jesús le contesta: «Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor, tu Dios, rendirás homenaje y a él sólo prestarás servicio» (v.10). Con esto está di-ciendo que, intentar propagar el Reino de Dios por medio del dinero, del poder, del dominio, del prestigio, es servir a Satanás, no a Dios. Eso se ve clarísimo aquí: es Satanás quien lo propone.

El programa de Jesús es precisamente lo contrario, como lo ha expresado su bautismo que está inmediatamente antes. Él está dispuesto a dar la vida con tal de salvar a la Humanidad. Dar la vida: no apoderarse de la vida de los demás, sino dar la suya para ayudar al hombre a salir de su situación.

Pero el diablo lo que dice es que nada de dar la vida, que lo que le correspon-de es la gran gloria, el ser rey del mundo.

Aquí están las dos concepciones para la comunidad cristiana y para cada cristiano en particular. Y para la Iglesia actual:

Cómo pretendemos propagar el Reinado de Dios, ¿dando la vida por los demás o dominando con el dinero, el poder, el prestigio, etc.?

Pues, ya sabemos la respuesta: la primera es la única que lleva al Reinado de Dios, la segunda lleva al de Satanás: y Satanás, en el evangelio, es el símbolo del poder.

El poder es tentador, porque crea la ambición del poder y todo hombre se sien-te atraído por la ambición y el deseo de dominio.

Todo lo que sea poder, ambición de poder, deseo de dominar, está en el campo de Satanás: y éste es el enemigo, el adversario del hombre y, por lo tanto, de Dios.

En SÍNTESIS

1. La escena de la prueba a la que es sometido Jesús inmediatamente después de su unción como Mesías, describe anticipadamente todas las tentaciones de LIDERAZGO, PODER MILAGRERO o DESPÓTICO que le sobrevendrán a partir de este momento y hasta la muerte en cruz; la triple prueba las en-globa todas.

2. El empuje de la fortísima experiencia interior que ha tenido Jesús en el Jordán lo llevará a enfrentarse sin desfallecer a todas las falsas expectativas que la sociedad judía había ido depositando en torno a la figura del Mesías. Son con-comitantes la experiencia del Espíritu y la lucha interior contra toda especie de escapismo (1ª tentación), de provocación providencialista de Dios (2ª ten-tación) de mesianismo político dominador (3ª tentación).

3. El «diablo» (palabra griega que traduce el hebreo «Satanás») es el adversa-rio por antonomasia del plan de Dios sobre la humanidad, ya que justifica el fin con medios que niegan y avasallan la libertad del hombre, poseyéndolo y fanatizándolo. No es otro que el espíritu de poder y dominio vigente en la sociedad, indiferente a las desastrosas consecuencias que acarrea el abuso de poder para la humanidad.

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4. Contra Jesús no ha tenido éxito. No desiste del todo, sin embargo, de salirse con la suya: volverá a la carga, si bien ya no directamente contra Jesús, inten-tará hacer fracasar su plan a través de sus discípulos. De hecho lo conseguirá, en parte, haciendo prevaricar a «Judas Iscariote, que pertenecía al grupo de los Doce» (Mt 26,14; Lc 22,3.47); y a Simón Pedro/«el Piedra», cabeza del grupo (Mt 19,2; Lc 22,31s): «Judas»/judaísmo le «traicio-nará» (Lc 6,16; 22,4-6.47s), Simón «Pedro»/El-dispuesto-a-todo «renegará» de él (Lc 22,33s.55-62). Satanás (Lc 22,3.31) hará caer al primero y al último de la lista de los Doce, es decir, a todo el Nuevo Israel. Las tentaciones de la riqueza y prestigio, dominio y poder, a las que van sujetos o sucumben los discípulos en el evangelio, siguen siendo obstáculos para la misión de la comunidad.

5. Hay DOS CLASES de PERSONAS que están radicalmente incapacitadas para entrar en el reino de Dios:

los ricos, los que retienen, de la manera que sea, lo que los otros necesi-tan para no morirse de hambre.

los que pretenden estar sobre los demás y no se hacen como el ni-ño/chiquillo criadito, y como el mismo Jesús, últimos de todos y servidores de todos.

6. En la PARÁBOLA del SEMBRADOR: el «Satanás quien les quita el mensaje en cuanto lo escuchan a los de jun-

to el camino» representa el poder dominador (y la ideología que lo justifi-ca). Es lo que vuelve totalmente refractarios e impenetrables al mensa-je de Jesús tanto a aquellos que lo ejercen como a los que lo desean y a aquellos que lo aceptan y se someten a él.

En todos aquellos en quienes prima el afán de protagonismo y de mando, el deseo de prestigio y superioridad sobre los demás, el men-saje de Jesús desaparece sin dejar rastro, como si nunca lo hubieren oído.

7. Las respuestas de Jesús a las tentaciones muestran los rasgos propios de sus seguidores:

a. Fidelidad a Dios entendida como servicio y entrega a los demás.

b. Reflexión y responsabilidad personales en ese servicio.

c. Exclusión de todo afán de dominio sobre los demás.

Dejan así en claro desde el principio que la nueva sociedad (=el reinado de Dios):

a. Se funda sobre la solidaridad. b. Excluye el fanatismo religioso. c. No se va a implantar mediante la violencia, el dominio o la guerra.

El Mesías no va a ser un general triunfador ni un caudillo nacionalista. Más aún:

usar el poder (fama, dominio, riqueza) para llevar adelante la liberación de la humanidad significa impedirla y frustrarla.

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Padre Nuestro - 2ª parte - 3ª petición 2

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Antes que juzgar a otros, me examino sinceramente a mí mismo/a:

¿Hasta qué punto he comprendido a Jesús y he hecho míos estos rasgos en mi vida, en mi compromiso cristiano en mi actividad pastoral?

¿Dónde y cuándo he fallado?

1. ¿Por qué Jesús presenta un chiquillo/criadito como modelo a sus discípulos y les asegu-ra que si no se hacen como él (último de todos y servidor de todos) no pueden entrar en el Reino de Dios?

2. Jesús ha prohibido a los suyos: (V) (F) (?) a. Ejercer los ministerios de magisterio y gobierno. ( ) b. Usurpar una autoridad que sólo pertenece al Mesías y a Dios. ( ) c. El afán de figuración y protagonismo, exhibir títulos y lograr preeminencias. ( ) d. Apetecer puestos importantes, llevar vestido singular y cualquier forma de ostentación. ( )

3. ¿Desobedecen a Jesús quienes se hacen llamar: Padre, Reverendo, Superior, Monseñor, Excelentísimo, Eminentísimo, Santo Padre? ¿O no hay que tomar tan a la letra esa prohi-bición?

4. Los títulos altisonantes y la vestimenta pomposa, ¿ayudan a difundir mejor el evangelio de Jesús?

5. Observar las fotos (A) del Cardenal Rivera como aparece en las primeras páginas de una Biblia mejicana de 1959; (B) de Mons. Dalle, el Tayta Lucho, bebiendo chicha entre los comu-neros de Ayaviri (1971).

¿Qué impresión creo yo que causarían entonces estas fotos? ¿Qué impresión causan en mí ahora?

6. ¿Trato de darme importancia y figurar, o trato de ser útil? ¿Más me importa ganarme el aprecio de los demás, o hacer algo bueno por ellos?

7. ¿Tengo suficiente estima de mí mismo/a para aceptarme tal cual soy, con mis cualidades y defectos, o tengo que exhibir continuamente alguna superioridad sobre los demás?

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8. ¿Tengo que sentirme superior para no sentirme inferior? ¿Trato de rebajar a los demás y de hacerles sentir que me son inferiores, para sentirme yo superior? (Es la conducta propia del que tiene un complejo de inferioridad)

9. ¿Me esfuerzo por conseguir ascensos y puestos más altos, o por servir mejor allí donde estoy?

10. ¿Me vuelvo abusivo y arrogante en cuanto se me dé algún cargo o autoridad? (Es la con-ducta propia del “cholo emergente”)

11. ¿Doy órdenes, manipulo, amenazo, o prefiero estimular la colaboración voluntaria, res-petando siempre la libertad ajena?

12. (A) = de acuerdo (D) = en desacuerdo (?) = en duda En la comunidad cristiana no puede haber unos encima de otros, unos que mandan y otros

que obedecen. Todos son por igual sacerdotes, profetas y reyes.

En ella, como en todo grupo humano, tiene que haber necesariamente quien oriente, guíe, coordine y presida, pero siempre desde una actitud de servicio a la comunidad, nunca jamás, bajo ningún concepto, como el amo que ordena y manda.

La obediencia y el sometimiento no ya sólo a Dios, sino además a un ser humano al que hay que aceptar como “voz de Dios”, mande lo que mande (con tal que lo que mande no sea pe-cado), es lo más opuesto a la libertad y responsabilidad inalienables que Jesús ha dado a sus discípulos.

Son muchos los creyentes que dan más importancia a la observancia de las leyes, a la fide-lidad a unos superiores, a lo que dice il cura, el obispo... que a la fidelidad a la propia cons-ciencia yal cariño entre las personas.

En la Iglesia todo poder que pretenda utilizarse para cosas que van en contra del Evangelio, y no sirve para asegurar el respeto a las personas, a los derechos humanos de las perso-nas, a la dignidad de cualquier persona, no puede ser un poder que viene de Dios y no po-demos sentirnos obligados a aceptar sus exigencias.

En la Iglesia jerarquía no significa mando sagrado sino diaconía (=servicio) en función de la koinonía (=comunión).

13. Subrayar y comentar: YVES CONGAR, uno de los grandes teólogos del Concilio Vaticano II, en el mismo día de su apertura, el 11 de octubre de 1962, escribió en su diario esta página:

“Veo el peso, no denunciado, de la época en que la Iglesia señoreaba con gran poder temporal, en que papas y obispos eran señores, tenían una corte, protegían a los artistas, aspiraban a pompas iguales a las de los césares. Esto la Iglesia en Roma nunca lo ha repudiado. Nunca ha sido su programa dejar de ser la igle-sia constantiniana. Dios llamó al pobre Pio IX a sacar a la Iglesia de la infeliz donación de Constantino, convirtién-dola a un evangelismo que le hubiera permitido ser menos del mundo y más en el mundo. Pero él hizo exactamente lo contrario. Hombre catastrófico que ni siquiera sabía lo que era la “eccle-sia”.

Pio IX reina todavía, Bonifacio VIII reina todavía: se han puesto por encima de Simón Pedro, el humilde pescador de hombres...

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Todo esto, que es la parte no cristiana de la Iglesia romana, que condiciona, o más bien, impide la apertura a una tarea plenamente evangélica y profética, todo esto viene de la mentira de la donación de Constantino(1).

Nada decisivo se podrá hacer mientras la iglesia romana no salga totalmente de sus pretensio-nes feudales y temporales. Es preciso acabar con todo esto. ¡Y se acabará!

(1) Nombre del documento falso, fraguado en el siglo VIII, según el cual el emperador Cons-tantino entregaba todo el imperio de Occidente al obispo de Roma contemporáneo suyo, San Silvestre, y se retiraba a Constantinopla. El embuste fue descubierto en 1450 por Lorenzo de Valla, quien, demostrando de manera irrebatible la evidente falsificación, logró no morir “convertido en cerilla” por la “Santa” In-quisición de la época.