1-rothfuss patrick - el nombre del viento

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PAGE 558

He robado princesas a reyes agnicos. Incendi la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayora todava no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de da. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos.

Me llamo Kvothe. Quiz hayas odo hablar de m.

ISBN 978-84-01-33720-8

9788401337208

Viaj, am, perd, confi y me traicionaron.

En una posada en tierra de nadie, un hombre se dispone a relatar, por primera vez, la autntica historia de su vida. Una historia que nicamente l conoce y que ha quedado diluida tras los rumores, las conjeturas y los cuentos de taberna que le han convertido en un personaje legendario a quien todos daban ya por muerto: Kvothe... msico, mendigo, ladrn, estudiante, mago, hroe y asesino.

Ahora va a revelar la verdad sobre s mismo. Y para ello debe empezar por el principio: su infancia en una troupe de artistas itinerantes, los aos malviviendo como un ladronzuelo en las calles de una gran ciudad y su llegada a una universidad donde esperaba encontrar todas las respuestas que haba estado buscando.

Atpica, profunda y sincera, El nombre del viento es una novela de aventuras, de historias dentro de otras historias, de misterio, de amistad, de amor, de magia y de superacin, escrita con la mano de un poeta y que ha deslumbrado por su originalidad y la maestra con que est narrada a todos los que la han ledo.

Patrick Rothfuss me ha recordado a rsula K. Le Guin, George R.R. Martin y J.R.R. Tolkien, pero en ningn momento he sentido que estuviera imitndolos. Sin duda El nombre del viento se convertir en un clsico.

The Times

Tan absorbente en una segunda lectura como lo es en la primera, este es el tipo de primera novela que la mayora de los autores tan solo pueden soar con escribir. El universo de la literatura fantstica tiene una nueva estrella.

Publishers Weekly

El nombre del viento es una de las mejores historias contadas en cualquier tipo de medio durante la ltima dcada. Gurdelo en la estantera al lado de El seor de los anillos.

The Onion A.V. Club

DISEO E ILUSTRACIN: THE ORION PUBLISHING GROUP, LONDRES

FOTOGRAFA DEL AUTOR: JAMIE ROTHFUSS

No sucede a menudo, pero El nombre del viento de Patrick Rothfuss s es tan bueno como dicen las reseas.

Locus

No solo est a la altura del extraordinario entusiasmo que ha generado, sino que lo sobrepasa. Cuando empiecen a leer, debern prepararse para perder el mundo real de vista y sumergirse en una historia de magia, amor y aventura inmensamente original e hipntica.

The Barnes & Noble Review

Patrick Rothfuss vive en Wisconsin y es profesor adjunto de lengua y literatura inglesa en la universidad. El nombre del viento, su primera novela, se ha convertido en el debut ms elogiado de la ltima dcada. Se ha traducido a veintisis lenguas. Gan el premio Quill al mejor libro de literatura fantstica. Amazon.com, la mayor librera online del mundo, lo seleccion entre sus diez joyas ocultas de 2007 y le dedic una resea entusiasta. Por su maestra como narrador y la originalidad de su historia, la crtica ha equiparado a Rothfuss con grandes escritores como J.R.R. Tolkien, rsula K. Le Guin y George R.R. Martin. Lectores de todas las edades, aficionados o no a la literatura fantstica, recomiendan con entusiasmo esta novela, destinada a convertirse en un clsico.

Actualmente Rothfuss est trabajando en The Wise Man's Eear (El temor de un hombre sabio), la continuacin de El nombre del viento.

www.patrickrothfuss.com www.elnombredelviento.com

EL NOMBRE DEL VIENTO

PATRICK ROTHFUSS

Traduccin de Gemma RoviraPLAZA JANS

Ttulo original: The Name of the Wind. The Kingkiller Chronicle: Day OnePrimera edicin: mayo, 2009

2007, Patrick Rothfuss

2009, Random House Mondadori, S. A.

Travessera de Gracia, 47-49. 08021 Barcelona 2009, Gemma Rovira Ortega, por la traduccinIlustracin del mapa: 2007, Dave Senior, sobre un diseo realizado con el asesoramiento de Patrick Rothfuss. Mapa cedido por The Orion Publishing Group, Londres.

Quedan prohibidos, dentro de los lmites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrnico o mecnico, el tratamiento informtico, el alquiler o cualquier otra forma de cesin de la obra sin la autorizacin previa y por escrito de los titulares del copyright. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos, http://www.cedro.org) si necesita foto-copiar o escanear algn fragmento de esta obra.

Printed in Spain - Impreso en EspaaISBN: 978-84-01-33720-8 Depsito legal: B. 15.030-2009

Compuesto en Anglofort, S. A.Impreso y encuadernado en Cayfosa (Impresia Ibrica) Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)

L 337208A mi madre, que me ense a amar los libros y me abri las puertas de Narnia, Pern y la Tierra Media.Y a mi padre, que me ense que si tena que hacer algo, deba tomarme mi tiempo y hacerlo bien.AGRADECIMIENTOSA...... todos los lectores de mis primeros borradores. Sois muchsimos, demasiados para que os mencione a todos, pero no para que os ame a todos. Si segu escribiendo fue gracias a los nimos que me disteis. Si segu mejorando fue gracias a vuestras crticas. De no ser por vosotros, no habra ganado...... el concurso Writers of the Future. De no ser por su taller, no habra conocido a mis maravillosos colegas del volumen 18, ni...... a Kevin J. Anderson. De no ser por sus consejos, no habra dado con...... Matt Bialer, el mejor agente del mundo. De no ser por sus indicaciones, no le habra vendido el libro a...... Betsy Wolheim, adorable editora y presidenta de la editorial DAW. De no ser por ella, no tendrais este libro en las manos. Quiz tendrais un libro parecido, pero este libro no existira.Y por ltimo, al seor Bohage, mi profesor de historia del instituto. En 1989 le promet que lo mencionara en mi primera novela. Siempre cumplo mis promesas.

PRLOGOUn silencio tripleVolva a ser de noche. En la posada Roca de Gua reinaba el silencio, un silencio triple.El silencio ms obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habra suspirado entre las ramas, habra hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habra arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas cadas en otoo. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puado de clientes, ellos habran llenado el silencio con su conversacin y sus risas, y con el barullo y el tintineo propios de una taberna a altas horas de la noche. Si hubiera habido msica... pero no, claro que no haba msica. De hecho, no haba ninguna de esas cosas, y por eso persista el silencio.En la posada Roca de Gua, un par de hombres, apiados en un extremo de la barra, beban con tranquila determinacin, evitando las discusiones serias sobre noticias perturbadoras. Su presencia aada otro silencio, pequeo y sombro, al otro silencio, hueco y mayor. Era una especie de aleacin, un contrapunto.El tercer silencio no era fcil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quiz empezaras a notarlo en el suelo de madera y en los bastos y astillados barriles que haba detrs de la barra. Estaba en el peso de la chimenea de piedra negra, que conservaba el calor de un fuego que ya llevaba mucho rato apagado. Estaba en el lento ir y venir de un trapo de hilo blanco que frotaba el veteado de la barra. Y estaba en las manos del hombre all de pie, sacndole brillo a una superficie de caoba que ya brillaba bajo la luz de la lmpara.El hombre tena el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se mova con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.La posada Roca de Gua era suya, y tambin era suyo el tercer silencio. As deba ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolva a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoo. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosin de las aguas de un ro. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.1Un sitio para los demonios

Era una noche de Abatida, y la clientela habitual se haba reunido en la Roca de Gua. No poda decirse que cinco personas formaran un grupo muy numeroso, pero ltimamente, en los tiempos que corran, nunca se reunan ms de cinco clientes en la taberna.El viejo Cob oficiaba de narrador y suministrador de consejos. Los que estaban sentados a la barra beban y escuchaban. En la cocina, un joven posadero, de pie junto a la puerta, sonrea mientras escuchaba los detalles de una historia que ya conoca.Cuando despert, Tborlin el Grande estaba encerrado en una alta torre. Le haban quitado la espada y lo haban despojado de sus herramientas: no tena ni la llave, ni la moneda ni la vela. Pero no creis que eso era lo peor... Cob hizo una pausa para aadir suspense porque las lmparas de la pared ardan con llamas azules!Graham, Jalee y Shep asintieron con la cabeza. Los tres amigos haban crecido juntos, escuchando las historias que contaba Cob e ignorando sus consejos.Cob mir con los ojos entrecerrados al miembro ms nuevo y ms atento de su reducido pblico, el aprendiz de herrero.Sabes qu significaba eso, muchacho? Llamaban muchacho al aprendiz de herrero, pese a que les pasaba un palmo a todos. Los pueblos pequeos son as, y seguramente seguiran llamndolo muchacho hasta que tuviera una barba poblada o hasta que, harto de ese apelativo, hiciera sangrar a alguien por la nariz.El muchacho asinti lentamente y respondi:Los Chandrian.Exacto confirm Cob. Los Chandrian. Todo el mundo sabe que el fuego azul es una de sus seales. Pues bien, estaba...Pero cmo lo haban encontrado? lo interrumpi el muchacho. Y por qu no lo mataron cuando tuvieron ocasin?Cllate, o sabrs todas las respuestas antes del final dijo Jake. Deja que nos lo cuente.No le hables as, Jake intervino Graham. Es lgico que el muchacho sienta curiosidad. Bbete tu cerveza.Ya me la he bebido refunfu Jake. Necesito otra, pero el posadero est despellejando ratas en la cocina. Subi la voz y golpe la barra de caoba con su jarra vaca. Eh! Aqu hay unos hombres sedientos!El posadero apareci con cinco cuencos de estofado y dos hogazas calientes de pan. Les sirvi ms cerveza a Jake, a Shep y al viejo Cob, movindose con vigor y desenvoltura.Los hombres interrumpieron el relato mientras daban cuenta de la cena. El viejo Cob se zamp su cuenco de estofado con la eficacia depredadora de un soltero de toda la vida. Los otros todava estaban soplando en su estofado para enfriarlo cuando l se termin el pan y retom la historia.Tborlin tena que huir, pero cuando mir alrededor vio que en su celda no haba puerta. Ni ventanas. Lo nico que haba era piedra lisa y dura. Una celda de la que jams haba escapado nadie.Pero Tborlin conoca el nombre de todas las cosas, y todas las cosas estaban a sus rdenes. Le dijo a la piedra: "Rmpete!", y la piedra se rompi. La pared se parti como una hoja de papel, y por esa brecha Tborlin vio el cielo y respir el dulce aire primaveral. Se acerc al borde, mir hacia abajo y, sin pensrselo dos veces, se lanz al vaco...El muchacho abri mucho los ojos.No! exclam.Cob asinti con seriedad.Tborlin se precipit, pero no perdi la esperanza. Porque conoca el nombre del viento, y el viento le obedeci. Le habl al viento, y este lo meci y lo acarici. Lo baj hasta el suelo suavemente, como si fuera un vilano de cardo, y lo pos de pie con la dulzura del beso de una madre.Y cuando Tborlin lleg al suelo y se toc el costado, donde lo haban apualado, vio que no tena ms que un rasguo. Quiz fuera cuestin de suerte Cob se dio unos golpecitos en el puente de la nariz, con aire de complicidad, o quiz tuviera algo que ver con el amuleto que llevaba debajo de la camisa.Qu amuleto? pregunt el muchacho intrigado, con la boca llena de estofado.El viejo Cob se inclin hacia atrs en el taburete, contento de que le exigieran ms detalles.Unos das antes, Tborlin haba conocido a un calderero en el camino. Y aunque Tborlin no llevaba mucha comida, comparti su cena con el anciano.Una decisin muy sensata le dijo Graham en voz baja al muchacho. Porque como sabe todo el mundo, Un calderero siempre paga doblemente los favores.No, norezong Jake. Dilo bien: Con un consejo paga doble el calderero el favor imperecedero.El posadero, que estaba plantado en la puerta de la cocina, detrs de la barra, habl por primera vez esa noche.Te dejas ms de la mitad:

Siempre sus deudas paga el calderero:

paga una vez cuando lo ha comprado,

paga doble a quien le ha ayudado,

paga triple a quien le ha insultado.

Los hombres que estaban sentados a la barra se mostraron casi sorprendidos de ver a Kote all de pie. Llevaban meses yendo a la Roca de Gua todas las noches de Abatida, y hasta entonces Kote nunca haba participado en la conversacin. De hecho, eso no le extraaba a nadie. Solo llevaba un ao en el pueblo; todava lo consideraban un forastero. El aprendiz de herrero viva all desde los once aos y seguan llamndole ese chico de Rannish, como si Rannish fuera un pas extranjero y no un pueblo que estaba a menos de cincuenta kilmetros de all.Lo o decir una vez dijo Kote, notablemente turbado, para llenar el silencio.El viejo Cob asinti con la cabeza, carraspe y retom el hilo de la historia.Pues bien, ese amuleto vala un cubo lleno de reales de oro, pero para recompensar a Tborlin por su generosidad, el calderero se lo vendi por solo un penique de hierro, un penique de cobre y un penique de plata. Era negro como una noche de invierno y estaba fro como el hielo, pero mientras lo llevara colgado del cuello, Tborlin estara a salvo de todas las cosas malignas. Demonios y dems.Dara lo que fuera por una cosa as en los tiempos que corren dijo Shep, sombro. Era el que ms haba bebido y el que menos haba hablado en el curso de la velada. Todos saban que algo malo haba pasado en su granja la noche del Prendido pasado, pero como eran buenos amigos, no le haban insistido para que se lo contara. Al menos no tan pronto, ni estando todos tan sobrios.Ya, y quin no? dijo el viejo Cob diplomticamente, y dio un largo sorbo de su cerveza.No saba que los Chandrian fueran demonios dijo el muchacho. Tena entendido...No son demonios dijo Jake con firmeza. Fueron las seis primeras personas que rechazaron el camino marcado por Tehlu, y l los maldijo y los conden a deambular por los rincones de...Eres t quien cuenta esta historia, Jacob Walker? salt Cob. Porque si es as, puedes continuar.Los dos hombres se miraron largo rato con fijeza. Al final, Jake desvi la mirada y mascull algo que quiz fuera una disculpa.Cob se volvi hacia el muchacho y explic:Ese es el misterio de los Chandrian. De dnde vienen? Adonde van despus de cometer sus sangrientos crmenes? Son hombres que vendieron su alma? Demonios? Espritus? Nadie lo sabe. Cob le lanz una mirada de profundo desdn a Jalee y aadi: Aunque los imbciles aseguren saberlo...A partir de ese momento, la historia dio pie a numerosas discusiones sobre la naturaleza de los Chandrian, sobre las seales que alertaban de su presencia a los que estaban atentos y sobre si el amuleto protegera a Tborlin de los bandidos, o de los perros enloquecidos, o de las cadas del caballo. La conversacin se estaba acalorando cuando la puerta se abri de par en par.Jake gir la cabeza.Ya era hora, Crter. Explcale a este idiota cul es la diferencia entre un demonio y un perro. Todo el mundo sab... Jake se interrumpi y corri hacia la puerta. Por el cuerpo de Dios! Qu te ha pasado?Crter dio un paso hacia la luz; estaba plido y tena la cara manchada de sangre. Apretaba contra el pecho una vieja manta de montar a caballo con una forma extraa, incmoda de sujetar, como si llevara un montn de astillas para prender el fuego.Al verlo, sus amigos se levantaron de los taburetes y corrieron hacia l.Estoy bien dijo Crter mientras entraba lentamente en la taberna. Tena los ojos muy abiertos, como un caballo asustadizo. Estoy bien, estoy bien.Dej caer la manta encima de la mesa ms cercana, y el fardo golpe con un ruido sonoro contra la madera, como si estuviera cargado de piedras. Tena la ropa llena de cortes largos y rectos. La camisa gris colgaba hecha jirones, salvo donde la tena pegada al cuerpo, manchada de una sustancia mate de color rojo oscuro.Graham intent sentarlo en una silla.Madre de Dios. Sintate, Crter. Qu te ha pasado? Sintate.Crter sacudi la cabeza con testarudez.Ya os he dicho que estoy bien. No estoy malherido.Cuntos eran? pregunt Graham.Uno respondi Crter. Pero no es lo que pensis...Maldita sea. Ya te lo dije, Crter prorrumpi el viejo Cob con la mezcla de susto y enfado propia de los parientes y de los amigos ntimos. Llevo meses dicindotelo. No puedes salir solo. No puedes ir hasta Baedn. Es peligroso. Jake le puso una mano en el brazo al anciano para hacerlo callar.Venga, sintate insisti Graham, que todava intentaba llevar a Crter hasta una silla. Qutate esa camisa para que podamos lavarte.Crter sacudi la cabeza.Estoy bien. Tengo algunos cortes, pero la sangre es casi toda de Nelly. Le salt encima. La mat a unos tres kilmetros del pueblo, ms all del Puente Viejo.Esa noticia fue recibida con un profundo silencio. El aprendiz de herrero le puso una mano en el hombro a Crter y dijo, comprensivo:Vaya. Lo siento mucho. Era dcil como un cordero. Cuando nos la traas a herrar, nunca intentaba morder ni tirar coces. El mejor caballo del pueblo. Maldita sea! Yo... balbuce. Caray. No s qu decir. Mir alrededor con gesto de impotencia.Cob consigui soltarse de Jake.Ya te lo dije repiti apuntando a Crter con el dedo ndice. ltimamente hay por ah tipos capaces de matarte por un par de peniques, y no digamos por un caballo y un carro. Qu vas a hacer ahora? Tirar t del carro?Hubo un momento de incmodo silencio. Jake y Cob se miraron con odio; los dems parecan no saber qu decir ni cmo consolar a su amigo.Sin llamar la atencin, el posadero se abri paso entre el silencio. Pas con destreza al lado de Shep, con los brazos cargados de objetos, que empez a disponer encima de una mesa cercana: un cuenco de agua caliente, unas tijeras, unos retales de sbanas limpios, unas cuantas botellas de cristal, aguja e hilo de tripa.Si me hubiera hecho caso, esto no habra pasado mascull el viejo Cob. Jake intent hacerlo callar, pero Cob lo ignor. Solo digo la verdad. Lo de Nelly es una lstima, pero ser mejor que me escuche ahora si no quiere acabar muerto. Con esa clase de tipos, no se tiene suerte dos veces.Carter apret los labios dibujando una fina lnea. Estir un brazo y tir del extremo de la manta ensangrentada. Lo que haba dentro rod sobre s mismo una vez y se enganch en la tela. Crter dio otro tirn y se oy un fuerte ruido, como si hubieran vaciado un saco de guijarros encima de la mesa.Era una araa negra como el carbn y del tamao de una rueda de carro.El aprendiz de herrero dio un brinco hacia atrs, choc contra una mesa, la derrib y estuvo a punto de caer l tambin al suelo. El rostro de Cob se afloj. Graham, Shep y Jake dieron gritos inarticulados y se apartaron llevndose las manos a la cara. Crter retrocedi un paso en un gesto crispado. El silencio inund la habitacin como un sudor fro.El posadero frunci el ceo.No puede ser que ya hayan llegado tan al oeste dijo en voz baja.De no ser por el silencio, lo ms probable es que nadie lo hubiera odo. Pero lo oyeron. Todos apartaron la vista de aquella cosa que haba encima de la mesa y miraron, mudos, al pelirrojo.Jake fue el primero en recuperar el habla:Sabes qu es?El posadero tena la mirada ausente.Un escral respondi, ensimismado. Cre que las montaas...Un escral? le cort Jake. Por el carbonizado cuerpo de Dios, Kote. Habas visto alguna vez una cosa como esa?Cmo? El posadero levant bruscamente la cabeza, como si de pronto hubiera recordado dnde estaba. Ah, no. No, claro que no. Al ver que era el nico que se haba quedado a escasa distancia de aquella cosa negra, dio un paso hacia atrs. Es algo que o decir. Todos lo miraron. Os acordis del comerciante que vino hace un par de ciclos?Todos asintieron.El muy capullo intent cobrarme diez peniques por media libra de sal dijo Cob automticamente, repitiendo esa queja por ensima vez.Deb comprarle un poco murmur Jake. Graham asinti en silencio.Era un miserable escupi Cob con desprecio, como si aquellas palabras tan familiares lo reconfortaran. En un momento de apuro, podra pagarle dos, pero diez es un robo.No es un robo si hay ms cosas de esas en el camino dijo Shep, sombro.Todos volvieron a dirigir la mirada hacia la cosa que estaba encima de la mesa.Coment que haba odo decir que los haban visto cerca de Melcombe se apresur a decir Kote escudriando el rostro de sus clientes, que seguan observando aquella cosa. Cre que solo pretenda subir los precios.Qu ms te cont? pregunt Crter.El posadero se qued un momento pensativo y luego se encogi de hombros.No me enter de toda la historia. Solo se qued un par de horas en el pueblo.No me gustan las araas dijo el aprendiz de herrero. Se haba quedado a ms de cuatro metros de la mesa. Tapadla.No es una araa aclar Jake. No tiene ojos.Tampoco tiene boca apunt Crter. Cmo come?Qu come? pregunt Shep, sombro.El posadero segua observando aquella cosa con curiosidad. Se acerc un poco ms y estir un brazo. Los dems se apartaron un poco ms de la mesa.Cuidado dijo Crter. Tiene las patas afiladas como cuchillos.Como navajas de afeitar, dira yo dijo Kote. Acarici con sus largos dedos el cuerpo negro e informe del escral. Es duro y suave, como la cermica.No lo toques dijo el aprendiz de herrero.Con cuidado, el posadero cogi una de las largas y lisas patas e intent partirla con ambas manos, como si fuera un palo.No, no es duro como la cermica rectific. La puso contra el borde de la mesa y se apoy en ella con todo el peso del cuerpo.La pata se parti con un fuerte crac. Parece ms bien de piedra. Mir a Crter y pregunt: Cmo se hizo todas esas grietas? Seal las finas rajas que cubran la lisa y negra superficie del cuerpo.Nelly se le cay encima explic Crter. Esa cosa salt de un rbol y empez a trepar por ella, hacindole cortes con las patas. Se mova muy deprisa. Yo ni siquiera saba qu estaba pasando. Ante la insistencia de Graham, Crter se dej caer, por fin, en la silla. Nelly se enred con el arns, se cay encima de esa cosa y le rompi unas cuantas patas. Entonces eso se dirigi hacia m, se me subi encima y empez a treparme por todo el cuerpo. Cruz los brazos sobre el pecho ensangrentado y se estremeci. Consegu quitrmelo de encima y lo pis con todas mis fuerzas. Entonces volvi a subrseme... Dej la frase sin terminar; estaba plido como la cera.El posadero asinti con la cabeza y sigui examinando aquella cosa.No tiene sangre. Ni rganos. Por dentro es solo una masa gris. Hundi un dedo. Como una seta.Por Tehlu! No la toques ms! dijo, suplicante, el aprendiz de herrero. A veces las araas pican despus de muertas.Queris hacer el favor? intervino Cob con mordacidad. Las araas no son grandes como cerdos. Ya sabis qu es esa cosa. Mir alrededor, detenindose en cada uno de los presentes. Es un demonio.Todos miraron aquella cosa rota.No digas tonteras dijo Jalee, acostumbrado a llevar la contraria. No es como... Hizo un ademn vago. No puede...Todos saban qu estaba pensando. Era verdad que existan los demonios. Pero eran como los ngeles de Tehlu. Eran como los hroes y como los reyes: pertenecan al mundo de las historias. Tborlin el Grande invocaba al fuego y a los rayos para destruir demonios. Tehlu los destrozaba con las manos y los lanzaba, aullantes, a un vaco innombrable. Tu amigo de la infancia no mataba uno a pisotones en el camino de Baedn-Bryt. Eso era ridculo.Kote se pas una mano por el cabello rojo, y luego interrumpi el silencio:Solo hay una forma de saberlo dijo metindose una mano en el bolsillo. Hierro o fuego. Sac una abultada bolsita de cuero.Y el nombre de Dios puntualiz Graham. Los demonios temen tres cosas: el hierro fro, el fuego limpio y el sagrado nombre de Dios.El posadero apret los labios sin llegar a esbozar una mueca de desagrado.Claro dijo mientras vaciaba la bolsita de cuero sobre la mesa, y empez a rebuscar entre las monedas. Haba pesados talentos de plata, finos sueldos de plata, iotas de cobre, medios peniques y drabines de hierro. Alguien tiene un ardite?Hazlo con un drabn propuso Jake. Son de hierro del bueno.No quiero hierro del bueno replic el posadero. Los drabines tienen demasiado carbono. Es casi todo acero.Tiene razn terci el aprendiz de herrero. Pero no es carbono. Para hacer acero se emplea coque. Coque y cal.El posadero asinti con deferencia.T lo sabes mucho mejor que yo, joven maestro. Al fin y al cabo, te dedicas a eso. Sus largos dedos encontraron por fin un fino ardite entre el montn de monedas. Lo alz. Aqu est.Qu le har? pregunt Jake.El hierro mata a los demonios dijo Cob con voz vacilante, pero este ya est muerto. Quiz no le haga nada.Solo hay una forma de averiguarlo. El posadero los mir a todos a los ojos, uno por uno, como tantendolos. Luego se volvi con decisin hacia la mesa, y todos se apartaron un poco.Kote apret el ardite de hierro contra el negro costado de aquella criatura y se oy un breve e intenso crujido, como el de un leo de pino al partirse en el fuego. Todos se sobresaltaron, y luego se relajaron al ver que aquella cosa negra segua sin moverse. Cob y los dems intercambiaron unas sonrisas temblorosas, como nios asustados por una historia de fantasmas. Pero se les borr la sonrisa de los labios cuando la habitacin se llen del dulce y acre olor a flores podridas y pelo quemado.El posadero puso el ardite sobre la mesa con un fuerte clic.Bueno dijo secndose las manos en el delantal. Supongo que ya ha quedado claro. Qu hacemos ahora?

Unas horas ms tarde, el posadero, plantado en la puerta de la Roca de Gua, descans la vista contemplando la oscuridad. Retazos de luz procedentes de las ventanas de la posada se proyectaban sobre el camino de tierra y las puertas de la herrera de enfrente. No era un camino muy ancho, ni muy transitado. No pareca que condujera a ninguna parte, como pasa con algunos caminos. El posadero inspir el aire otoal y mir alrededor, inquieto, como si esperase que sucediera algo.Se haca llamar Kote. Haba elegido ese nombre cuidadosamente cuando lleg a ese lugar. Haba adoptado un nuevo nombre por las razones habituales, y tambin por algunas no tan habituales, entre las que estaba el hecho de que, para l, los nombres tenan importancia.Mir hacia arriba y vio un millar de estrellas centelleando en el oscuro terciopelo de una noche sin luna. Las conoca todas, sus historias y sus nombres. Las conoca bien y le eran tan familiares como, por ejemplo, sus propias manos.Mir hacia abajo, suspir sin darse cuenta y entr en la posada. Ech el cerrojo de la puerta y cerr las grandes ventanas de la taberna, como si quisiera alejarse de las estrellas y de sus muchos nombres.Barri el suelo metdicamente, sin dejarse ni un rincn. Limpi las mesas y la barra, desplazndose de un sitio a otro con paciente eficacia. Tras una hora de trabajo, el agua del cubo todava estaba tan limpia que una dama habra podido lavarse las manos con ella.Por ltimo, llev un taburete detrs de la barra y empez a limpiar el enorme despliegue de botellas apretujadas entre los dos inmensos barriles. Esa tarea no la realiz con tanto esmero como las otras, y pronto se hizo evidente que limpiar las botellas era solo un pretexto para tener las manos ocupadas. Incluso tarare un poco, aunque ni se dio cuenta; si lo hubiera sabido, habra dejado de hacerlo.Haca girar las botellas con sus largas y elegantes manos, y la familiaridad de ese movimiento borr algunas arrugas de cansancio de su rostro, hacindolo parecer ms joven, por debajo de los treinta aos. Muy por debajo de los treinta aos. Era joven para ser posadero. Era joven para que se marcaran en su rostro tantas arrugas de cansancio.

Kote lleg al final de la escalera y abri la puerta. Su habitacin era austera, casi monacal. En el centro haba una chimenea de piedra negra, un par de butacas y una mesita. Aparte de eso, no haba ms muebles que una cama estrecha con un gran arcn oscuro a los pies. Ninguna decoracin en las paredes, nada que cubriera el suelo de madera.Se oyeron pasos en el pasillo, y un joven entr en la habitacin con un cuenco de estofado que humeaba y ola a pimienta. Era moreno y atractivo, con la sonrisa fcil y unos ojos que revelaban astucia.Haca semanas que no subas tan tarde dijo al mismo tiempo que le daba el cuenco. Esta noche deben de haber contado buenas historias, Reshi.Reshi era otro de los nombres del posadero, casi un apodo. Al orlo, una de las comisuras de su boca se desplaz componiendo una sonrisa irnica, y se sent en la butaca que haba delante del fuego.A ver, Bast, qu has aprendido hoy?Hoy, maestro, he aprendido por qu los grandes amantes tienen mejor vista que los grandes eruditos.Ah, s? Y por qu es, Bast? pregunt Kote con un deje jocoso en la voz.Bast cerr la puerta y se sent en la otra butaca, girndola para colocarse enfrente de su maestro y del fuego. Se mova con una elegancia y una delicadeza extraas, casi como si danzara.Vers, Reshi, todos los libros interesantes se encuentran en lugares interiores y mal iluminados. En cambio, las muchachas adorables suelen estar al aire libre, y por lo tanto es mucho ms fcil estudiarlas sin riesgo de estropearse la vista.Kote asinti.Pero un alumno excepcionalmente listo podra llevarse un libro afuera, y as podra mejorar sin temor a perjudicar su valiosa facultad de la vista.Lo mismo pens yo, Reshi. Que soy, por supuesto, un alumno excepcionalmente listo.Por supuesto.Pero cuando encontr un sitio al sol donde poda leer, una muchacha hermosa se me acerc y me impidi dedicarme a la lectura termin Bast con un floreo.Kote dio un suspiro.Me equivoco si deduzco que hoy no has podido leer ni una pgina de Celum Tinture?Bast compuso un gesto de falso arrepentimiento.Kote mir el fuego y trat de adoptar una expresin severa, pero no lo consigui.Ay, Bast! Espero que esa muchacha fuera tan adorable como una brisa templada bajo la sombra de un rbol. Ya s que soy un mal maestro por decirlo, pero me alegro. Ahora mismo no estoy muy inspirado para una larga tanda de lecciones. Hubo un momento de silencio. Esta noche a Crter lo ha atacado un escral.La fcil sonrisa de Bast desapareci como si se le resquebrajara una mscara, dejndole un semblante plido y afligido.Un escral? Hizo ademn de levantarse, como si pensara salir corriendo de la habitacin; entonces frunci el ceo, abochornado, y se oblig a sentarse de nuevo en la butaca. Cmo lo sabes? Quin ha encontrado su cadver?Crter sigue vivo, Bast. Lo ha trado aqu. Solo haba uno.No puede haber un solo escral dijo Bast con rotundidad. Ya lo sabes.S, lo s afirm Kote. Pero el hecho es que solo haba uno.Y dices que Crter lo mat? se extra Bast. No pudo ser un escral. Quiz...Era un escral, Bast. Lo he visto con mis propios ojos. Kote lo mir con seriedad y aadi: Crter tuvo suerte, eso es todo. Aunque qued muy malherido. Le he dado cuarenta y ocho puntos. He gastado casi todo el hilo de tripa que tena. Kote cogi su cuenco de estofado y prosigui: Si alguien pregunta, diles que mi abuelo era un guardia de caravanas que me ense a limpiar y coser heridas. Esta noche estaban todos demasiado conmo-cionados para hacer preguntas, pero maana algunos sentirn curiosidad. Y eso no me interesa. Sopl en el cuenco levantando una nube de vaho que le tap la cara.Qu has hecho con el cadver?Yo no he hecho nada con el cadver aclar Kote. Yo solo soy un posadero. No me corresponde ocuparme de ese tipo de cosas.No puedes dejar que se las arreglen ellos solos, Reshi.Kote suspir.Se lo han llevado al sacerdote, que ha hecho todo lo que hay que hacer, aunque por motivos totalmente equivocados.Bast abri la boca pero, antes de que pudiera decir algo, Kote continu:S, me he asegurado de que la fosa fuera lo bastante profunda. S, me he asegurado de que hubiera madera de serbal en el fuego. S, me he asegurado de que ardiera bien antes de que lo enterrasen. Y s, me he asegurado de que nadie se quedara un trozo como recuerdo. Frunci la frente hasta juntar las cejas. No soy idiota, sabes?Bast se relaj notablemente y se recost de nuevo en la butaca.Ya s que no eres idiota, Reshi. Pero yo no confiara en que la mitad de esos tipos sean capaces de mear a sotavento sin ayuda. Se qued un momento pensativo. No me explico que solo hubiese uno.Quiz murieran cuando atravesaron las montaas sugiri Kote. Todos menos ese.Puede ser admiti Bast de mala gana.Quiz fuera esa tormenta de hace un par de das apunt Kote. Fue una autntica tumbacarretas, como las llambamos en la troupe. El viento y la lluvia podran haber hecho que uno se separara de la manada.Me gusta ms tu primera idea, Reshi dijo Bast, incmodo. Tres o cuatro escrales en este pueblo seran como... como...Como un cuchillo caliente cortando mantequilla?Como varios cuchillos calientes cortando a varias docenas de granjeros, ms bien repuso Bast con aspereza. Esos tipos no saben defenderse. Apuesto a que entre todos no llegaran a juntar seis espadas. Aunque las espadas no serviran de mucho contra los escrales.Hubo un largo y reflexivo silencio. Al cabo de un rato, Bast empez a moverse, inquieto, en la butaca.Alguna noticia?Kote neg con la cabeza.Esta noche no han llegado a las noticias. Crter los ha interrumpido cuando todava estaban contando historias. Eso ya es algo, supongo. Volvern maana por la noche. As tendr algo que hacer.Kote meti distradamente la cuchara en el estofado.Deb comprarle ese escral a Crter musit. As l habra podido comprarse otro caballo. Habra venido gente de todas partes a verlo. Habramos tenido trabajo, para variar.Bast lo mir horrorizado.Kote lo tranquiliz con un gesto de la mano con que sujetaba la cuchara.Lo digo en broma, Bast. Esboz una sonrisa floja. Pero habra estado bien.No, Reshi. No habra estado nada bien dijo Bast con mucho nfasis. Habra venido gente de todas partes a verlo repiti con sorna. Ya lo creo.Habra sido bueno para el negocio aclar Kote. Me vendra bien un poco de trabajo. Volvi a meter la cuchara en el estofado. Cualquier cosa me vendra bien.Se quedaron callados largo rato. Kote contemplaba su cuenco de estofado con la frente arrugada y la mirada ausente.Esto debe de ser horrible para ti, Bast dijo por fin. Debes de estar muerto de aburrimiento.Bast se encogi de hombros.Hay unas cuantas esposas jvenes en el pueblo. Y unas cuantas doncellas. Sonri como un nio. S buscarme diversiones.Me alegro, Bast. Hubo otro silencio. Kote cogi otra cucharada, mastic y trag. Crean que era un demonio.Bast se encogi de hombros.Es mejor as, Reshi. Seguramente es mejor que piensen eso.Ya lo s. De hecho, yo he colaborado a que lo piensen. Pero ya sabes qu significa eso. Mir a Bast a los ojos. El herrero va a tener un par de das de mucho trabajo.El rostro de Bast se vaci lentamente de toda expresin.Ya.Kote asinti.Si quieres marcharte no te lo reprochar, Bast. Tienes sitios mejores donde estar que este.Bast estaba perplejo.No podra marcharme, Reshi. Abri y cerr la boca varias veces, sin saber qu decir. Quin me instruira?Kote sonri, y por un instante su semblante mostr lo joven que era en realidad. Pese a las arrugas de cansancio y a la plcida expresin de su rostro, el posadero no pareca mayor que su moreno compaero.Eso. Quin? Seal la puerta con la cuchara. Vete a leer, o a perseguir a la hija de algn granjero. Estoy seguro de que tienes cosas mejores que hacer que verme comer.La verdad es que...Fuera de aqu, demonio! dijo Kote, y con la boca llena, y con un marcado acento tmico, aadi: Tehus antau-sa eha!Bast rompi a rer e hizo un gesto obsceno con una mano.Kote trag y cambi de idioma:Aroi te denna-leyan!Pero bueno! le reproch Bast, y la sonrisa se borr de sus labios. Eso es un insulto!Por la tierra y por la piedra, abjuro de ti! Kote meti los dedos en la jarra que tena al lado y le lanz unas gotas a Bast. Que pierdas todos tus encantos!Con sidra? Bast consigui parecer divertido y enojado a la vez, mientras recoga una gota de lquido de la pechera de su camisa. Ya puedes rezar para que esto no manche.Kote comi un poco ms.Ve a lavarla. Si la situacin es desesperada, te recomiendo que utilices alguna de las numerosas frmulas disolventes que aparecen en Celum Tinture. Captulo trece, creo.Est bien. Bast se levant y fue hacia la puerta, caminando con su extraa y desenfadada elegancia. Llmame si necesitas algo. Sali y cerr la puerta.Kote comi despacio, rebaando hasta la ltima gota de salsa del cuenco con un trozo de pan. Mientras coma, miraba por la ventana, o lo intentaba, porque la luz de la lmpara haca espejear el cristal contra la oscuridad de fuera.Inquieto, pase la mirada por la habitacin. La chimenea estaba hecha de la misma piedra negra que la que haba en el piso de abajo. Estaba en el centro de la habitacin, una pequea hazaa de ingeniera de la que Kote se senta muy orgulloso. La cama era pequea, poco ms que un camastro, y si la tocabas veas que el colchn era casi inexistente.Un observador avezado se habra fijado en que haba algo que la mirada de Kote evitaba. De la misma manera que se evita mirar a los ojos a una antigua amante en una cena formal, o a un viejo enemigo al que se encuentra en una concurrida taberna a altas horas de la noche.Kote intent relajarse, no lo consigui, se retorci las manos, suspir, se revolvi en la butaca, y al final no pudo evitar que sus ojos se fijaran en el arcn que haba a los pies de la cama.Era de roah, una madera poco comn, pesada, negra como el carbn y lisa como el cristal. Muy valorada por perfumistas y alquimistas, un trozo del tamao de un pulgar vala oro. Un arcn hecho de esa madera era un autntico lujo.El arcn tena tres cierres. Uno era de hierro; otro, de cobre, y el tercero era invisible. Esa noche, la madera impregnaba la habitacin de un aroma casi imperceptible a ctricos y a hierro recin enfriado.Cuando Kote pos la mirada en el arcn, no la apart rpidamente. Sus ojos no resbalaron con astucia hacia un lado, fingiendo no haber reparado en l. Pero solo con mirarlo un momento, su rostro recuper todas las arrugas que los sencillos placeres del da haban borrado. El consuelo que le haban proporcionado sus botellas y sus libros se esfum en un segundo, dejando detrs de sus ojos solo vaco y dolor. Por un instante, una nostalgia y un pesar intensos se reflejaron en su cara.Entonces desaparecieron, y los sustituy el rostro cansado de un posadero, un hombre que se haca llamar Kote. Volvi a suspirar sin darse cuenta y se puso en pie.Tard un buen rato en pasar al lado del arcn y en llegar a la cama. Una vez acostado, tard un buen rato en conciliar el sueo.Tal como Kote haba imaginado, a la noche siguiente volvieron todos a la Roca de Gua para cenar y beber. Hubo unos cuantos intentos desganados de contar historias, pero fracasaron rpidamente. Nadie estaba de humor para historias.De modo que todava era temprano cuando la conversacin abord asuntos de mayor trascendencia. Comentaron los rumores que circulaban por el pueblo, la mayora inquietantes. El Rey Penitente estaba teniendo dificultades con los rebeldes en Resavek. Eso era motivo de preocupacin, aunque solo en trminos generales. Resavek quedaba muy lejos, e incluso a Cob, que era el que ms haba viajado, le habra costado localizarlo en un mapa.Hablaron de los aspectos de la guerra que les afectaban directamente. Cob predijo la recaudacin de un tercer impuesto despus de la cosecha. Nadie se lo discuti, pese a que nadie recordaba un ao en que se hubieran cobrado tres impuestos.Jake augur que la cosecha sera buena, y que por lo tanto ese tercer impuesto no arruinara a muchas familias. Excepto a los Bentley, que ya tenan dificultades. Y a los Orisson, cuyas ovejas no paraban de desaparecer. Y a Martin el Chiflado, que ese ao solo haba plantado cebada. Todos los granjeros con dos dedos de frente haban plantado judas. Eso era lo bueno que tena la guerra: que los soldados coman judas, y que los precios subiran.Despus de unas cuantas cervezas ms, empezaron a expresar otras preocupaciones ms graves. Los caminos estaban llenos de desertores y de otros oportunistas que hacan que hasta los viajes ms cortos resultaran peligrosos. Que los caminos estuvieran mal no era ninguna novedad; eso lo daban por hecho, como daban por hecho que en invierno hiciera fro. La gente se quejaba, tomaba sus precauciones y segua ocupndose de vivir su vida.Pero aquello era diferente. Desde haca dos meses, los caminos estaban tan mal que la gente haba dejado de quejarse. La ltima caravana que haba pasado por el pueblo la formaban dos carromatos y cuatro guardias. El comerciante haba pedido diez peniques por media libra de sal, y quince por una barra de azcar. No llevaba pimienta, canela ni chocolate. Tena un pequeo saco de caf, pero quera dos talentos de plata por l. Al principio, la gente se haba redo de esos precios. Luego, al ver que el comerciante se mantena firme, lo insultaron y escupieron en el suelo.Eso haba ocurrido haca dos ciclos: veintids das. Desde entonces no haba pasado por el pueblo ningn otro comerciante serio, aunque era la estacin en que solan hacerlo. De modo que, pese a que todos tenan presente la amenaza de un tercer impuesto, la gente miraba en sus bolsitas de dinero y lamentaba no haber comprado un poco de algo por si las primeras nevadas se adelantaban.Nadie habl de la noche anterior, ni de esa cosa que haban quemado y enterrado. En el pueblo s hablaban, por supuesto. Circulaban muchos rumores. Las heridas de Crter contribuan a que esos rumores se tomaran medio en serio, pero solo medio en serio. Ms de uno pronunci la palabra demonio, pero tapndose la sonrisa con una mano.Solo los seis amigos haban visto aquella cosa antes de que la enterraran. Uno de ellos estaba herido, y los otros haban bebido. El sacerdote tambin la haba visto, pero su trabajo consista en ver demonios. Los demonios eran buenos para su negocio.Al parecer, el posadero tambin la haba visto. Pero l era un forastero. El no poda saber esa verdad que resultaba tan obvia a todos los que haban nacido y haban crecido en aquel pueblecito: las historias se contaban all, pero sucedan en algn otro sitio. Aquel no era un sitio para los demonios.Adems, la situacin ya estaba lo bastante complicada como para buscarse ms problemas. Cob y los dems saban que no tena sentido hablar de ello. Si trataban de convencer a sus convecinos, solo conseguiran ponerse en ridculo, como Martin el Chiflado, que llevaba aos intentando cavar un pozo dentro de su casa.Sin embargo, cada uno de ellos compr una barra de hierro fro en la herrera, la ms pesada que pudieran blandir, y ninguno dijo en qu estaba pensando. Se limitaron a protestar porque los caminos estaban cada vez peor. Hablaron de comerciantes, de desertores, de impuestos y de que no haba suficiente sal para pasar el invierno. Recordaron que tres aos atrs a nadie se le habra ocurrido cerrar las puertas con llave por la noche, y mucho menos atrancarlas.A partir de ah, la conversacin fue decayendo, y aunque ninguno revel lo que estaba pensando, la velada termin en una atmsfera deprimente. Eso pasaba casi todas las noches, dados los tiempos que corran.2

Un da precioso

Era uno de esos das perfectos de otoo tan comunes en las historias y tan raros en el mundo real. El tiempo era agradable y seco, el ideal para que madurara la cosecha de trigo o de maz. A ambos lados del camino, los rboles mudaban de color. Los altos lamos se haban vuelto de un amarillo parecido a la mantequilla, mientras que las matas de zumaque que invadan la calzada estaban teidas de un rojo intenso. Solo los viejos robles parecan reacios a dejar atrs el verano, y sus hojas eran una mezcla uniforme de verde y dorado.Es decir, que no poda haber un da ms bonito para que media docena de ex soldados armados con arcos de caza te despojaran de cuanto tenas.No es una yegua muy buena, seor dijo Cronista. Apenas sirve para arrastrar una carreta, y cuando llueve...El hombre lo hizo callar con un ademn brusco.Mira, amigo, el ejrcito del rey paga muy bien por cualquier cosa con cuatro patas y al menos un ojo. Si estuvieses completamente majara y fueras por el camino montado en un caballito de juguete, tambin te lo quitara.El jefe del grupo tena un aire autoritario. Cronista dedujo que deba de ser un ex oficial de baja graduacin.Apate orden serio el individuo. Acabemos con esto y podrs seguir tu camino.Cronista baj de su montura. Le haban robado otras veces, y saba cundo no se poda conseguir nada discutiendo. Esos tipos saban lo que hacan. No gastaban energa en bravuconadas ni en falsas amenazas. Uno de los soldados examin la yegua y comprob el estado de los cascos, los dientes y el arns. Otros dos le registraron las alforjas con eficacia militar, y pusieron en el suelo todas sus posesiones materiales: dos mantas, una capa con capucha, la cartera plana de cuero y el pesado y bien provisto macuto.No hay nada ms, comandante dijo uno de los soldados. Salvo unas veinte libras de avena.El comandante se arrodill y abri la cartera plana de piel para examinar su contenido.Ah dentro solo hay papel y plumas dijo Cronista.El comandante gir la cabeza y le mir por encima del hombro.Eres escribano?Cronista asinti.As es como me gano la vida, seor. Y eso a usted no le sirve para nada.El hombre rebusc en la cartera, comprob que era cierto y la dej a un lado. A continuacin vaci el macuto sobre la capa extendida de Cronista y revis su contenido.Se qued casi toda la sal de Cronista y un par de cordones de bota. Luego, para consternacin del escribano, cogi la camisa que Cronista se haba comprado en Linwood. Era de hilo bueno, teida de color azul real, oscuro, demasiado bonita para viajar. Cronista ni siquiera haba tenido ocasin de estrenarla. Dio un suspiro.El comandante dej todo lo dems sobre la capa y se levant. Los otros se turnaron para rebuscar entre los objetos personales de Cronista.El comandante dijo:T solo tienes una manta, verdad, Janns? Uno de los soldados asinti. Pues qudate esa. Necesitars otra antes de que termine el invierno.Su capa est ms nueva que la ma, seor.Cgela, pero deja la tuya. Y lo mismo te digo a ti, Witkins. Si te llevas ese yesquero, deja el tuyo.El mo lo perd, seor dijo Witkins. Si no, lo dejara.Todo el proceso result asombrosamente civilizado. Cronista perdi todas sus agujas menos una, sus dos pares de calcetines de repuesto, un paquete de fruta seca, una barra de azcar, media botella de alcohol y un par de dados de marfil. Le dejaron el resto de su ropa, la cecina y media hogaza de pan de centeno increblemente dura. La cartera de piel qued intacta.Mientras los hombres volvan a llenar el macuto de Cronista, el comandante se volvi hacia el escribano.Dame la bolsa del dinero.Cronista se la entreg.Y el anillo.Apenas tiene plata balbuce Cronista mientras se lo quitaba del dedo.Qu es eso que llevas colgado del cuello?Cronista se desabroch la camisa revelando un tosco aro de metal colgado de un cordn de piel.Solo es hierro, seor.El comandante se le acerc, frot el aro con los dedos y lo solt de nuevo sobre el pecho de Cronista.Puedes quedrtelo. Yo nunca me meto entre un hombre y su religin dijo. Vaci la bolsa en una mano y se sonri mientras tocaba las monedas con un dedo. La profesin de escribano est mejor pagada de lo que yo crea coment mientras empezaba a repartir las monedas entre sus hombres.Le importara mucho dejarme un penique o dos? pregunt Cronista. Lo justo para pagar un par de comidas calientes.Los seis hombres se volvieron y miraron a Cronista como si no pudieran dar crdito a lo que acababan de or.El comandante ri.Por el cuerpo de Dios! Los tienes bien puestos, eh? Haba un deje de respeto en su voz.Parece usted una persona razonable replic Cronista encogindose de hombros. Y todos necesitamos comer para vivir.El jefe del grupo sonri abiertamente por primera vez.Esa es una apreciacin que no puedo discutir. Cogi dos peniques y los blandi un momento antes de ponerlos de nuevo en la bolsa de Cronista. Aqu tienes un par de peniques, por tu par de huevos. Le lanz la bolsa a Cronista y guard la bonita camisa de color azul real en sus alforjas.Gracias, seor dijo Cronista. Quiz le interese saber que esa botella que ha cogido uno de sus hombres contiene alcohol de madera que utilizo para limpiar mis plumas. Si se lo bebe le sentar mal.El comandante sonri y asinti con la cabeza.Veis lo que se consigue cuando se trata bien a la gente? les dijo a sus hombres al mismo tiempo que montaba en su caballo. Ha sido un placer, seor escribano. Si te pones en marcha ahora, llegars al vado de Abbott antes del anochecer.Cuando Cronista ya no pudo or los cascos de caballos a lo lejos, meti sus pertenencias en el macuto, asegurndose de que todo iba bien guardado. Entonces se quit una bota, arranc el forro y sac un paquetito de monedas que llevaba escondido en la puntera. Puso unas cuantas en la bolsa. Luego se desabroch los pantalones, sac otro paquetito de monedas de debajo de varias capas de ropa y guard tambin unas cuantas en la bolsita de cuero.La clave estaba en llevar siempre la cantidad adecuada en la bolsa. Si llevabas muy pocas, los bandidos se frustraban y tenan tendencia a buscar ms. Si llevabas muchas, se emocionaban, se crecan y podan volverse codiciosos.Haba un tercer paquetito de monedas dentro de la hogaza de pan, tan dura que solo habra interesado al ms desesperado de los delincuentes. Ese no lo toc de momento, como tampoco el talento de plata que tena escondido en un tintero. Con los aos, haba acabado por considerar esa ltima moneda un amuleto. Nadie la haba encontrado todava.Tena que admitir que seguramente aquel haba sido el robo ms civilizado de que haba sido vctima. Los soldados haban demostrado ser educados, eficientes y no demasiado despabilados. Perder el caballo y la silla era una contrariedad, pero poda comprar otro en el vado de Abbott y an le quedara dinero para vivir con holgura hasta que terminara esa insensatez y se reuniese con Skarpi en Treya.Cronista sinti necesidad de orinar y se meti entre los zumaques, rojos como la sangre, que haba en la cuneta. Cuando estaba abrochndose de nuevo los pantalones, algo se movi entre los matorrales cercanos, y de ellos sali una figura oscura.Cronista dio unos pasos hacia atrs y grit, asustado; pero entonces se dio cuenta de que no era ms que un cuervo que agitaba las alas para echar a volar. Chasc la lengua, avergonzado de s mismo; se arregl la ropa y volvi al camino a travs del zumaque, apartando las telaraas invisibles que se le enganchaban en la cara.Se colg el macuto y la cartera de los hombros, y de pronto se sinti ms animado. Lo peor ya haba pasado, y no haba sido tan grave. La brisa desprenda las hojas de los lamos, que caan girando sobre s mismas, como monedas doradas, sobre el camino de tierra y con profundas roderas. Haca un da precioso.3

Madera y palabra

Kote hojeaba distradamente un libro, tratando de ignorar el silencio de la posada vaca, cuando se abri la puerta y por ella entr Graham.Ya he terminado. Graham maniobr entre el laberinto de mesas con exagerado cuidado. Iba a traerlo anoche, pero me dije: Una ltima capa de aceite, lo froto y lo dejo secar. Y no me arrepiento. Qu caramba! Es lo ms bonito que han hecho estas manos.Entre las cejas del posadero apareci una fina arruga. Entonces, al ver el paquete plano que sujetaba Graham, su rostro se ilumin.Ah! El tablero de soporte! Kote esboz una sonrisa cansada. Lo siento, Graham. Ha pasado mucho tiempo. Casi lo haba olvidado.Graham lo mir con extraeza.Cuatro meses no es mucho tiempo para traer madera desde Aryen tal como estn los caminos.Cuatro meses repiti Kote. Repar en que Graham segua mirndolo y se apresur a aadir: Eso puede ser una eternidad si ests esperando algo. Intent componer una sonrisa tranquilizadora, pero le sali muy forzada.Kote no tena buen aspecto. No pareca exactamente enfermizo, pero s apagado. Lnguido. Como una planta a la que han trasplantado a un tipo de tierra que no le conviene, y que empieza a marchitarse porque le falta algn nutriente vital.Graham percibi la diferencia. Los gestos del posadero ya no eran tan prolijos. Su voz no era tan profunda. Hasta sus ojos haban cambiado: ya no brillaban como unos meses atrs. Su color pareca ms plido. Eran menos espuma de mar, menos verde hierba que antes. Ahora parecan del color de las algas de ro, o del culo de una botella de cristal verde. Antes tambin le brillaba el cabello, de color fuego. Ahora pareca... rojo, sencillamente rojo.Kote retir la tela y mir debajo. La madera era de color carbn, con veteado negro, y pesada como una plancha de hierro. Haba tres ganchos negros clavados sobre una palabra tallada en la madera.Delirio ley Graham. Extrao nombre para una espada.Kote asinti tratando de borrar toda expresin de su semblante.Cunto te debo? pregunt en voz baja.Graham cavil unos instantes.Despus de lo que me diste para pagar la madera... Un atisbo de astucia brill en sus ojos. Uno con tres.Kote le dio dos talentos.Qudate el cambio. Es una madera difcil de trabajar.S que lo es replic Graham con cierta satisfaccin. Dura como la piedra bajo la sierra. Y con el formn, como el hierro. Las voces que llegu a dar. Y luego, no poda quemarla.Ya me he fijado dijo Kote con un destello de curiosidad, y pas un dedo por el oscuro surco de las letras en la madera. Cmo lo has conseguido?Bueno respondi Graham con petulancia, cuando ya haba malgastado medio da, la llev a la herrera. El muchacho y yo conseguimos marcarla con un hierro candente. Tardamos ms de dos horas en grabar las letras. No sali ni una voluta de humo, pero apestaba a cuero viejo y a trbol. La condenada! Qu clase de madera es esa que no arde?Graham esper un minuto, pero el posadero no daba seales de haberlo odo.Y dnde quieres que lo cuelgue?Kote despert lo suficiente para mirar en torno a s.Creo que eso ya lo har yo dijo. Todava no he decidido dnde voy a ponerlo.Graham dej un puado de clavos de hierro y se despidi del posadero. Kote se qued en la barra, pasando distradamente las manos por el tablero de madera y por la palabra grabada en l. Poco despus, Bast sali de la cocina y mir por encima del hombro de su maestro.Hubo un largo silencio que pareca un homenaje a los difuntos.Al final, Bast habl:Puedo hacerte una pregunta, Reshi?Kote sonri con amabilidad.Por supuesto, Bast.Una pregunta molesta?Esas suelen ser las nicas que merecen la pena.Se quedaron otra vez en silencio contemplando el objeto que reposaba sobre la barra, como si trataran de guardarlo en la memoria. Delirio.Bast luch consigo mismo unos instantes; abri la boca, la cerr, puso cara de frustracin y repiti todo el proceso.Sultalo ya dijo Kote.En qu pensabas? pregunt Bast con una extraa mezcla de confusin y preocupacin.Kote tard mucho en contestar.Tengo tendencia a pensar demasiado, Bast. Mis mayores xitos fueron producto de decisiones que tom cuando dej de pensar e hice sencillamente lo que me pareca correcto. Aunque no hubiera ninguna buena explicacin para lo que haba hecho. Compuso una sonrisa nostlgica. Aunque hubiera muy buenas razones para que no hiciese lo que hice.Bast se pas una mano por un lado de la cara.Entonces, intentas no adelantarte a los acontecimientos?Kote vacil un momento.Podramos decirlo as admiti.Yo podra decir eso, Reshi dijo Bast con aire de suficiencia. T, en cambio, complicaras las cosas innecesariamente.Kote se encogi de hombros y dirigi la mirada hacia el tablero.Lo nico que tengo que hacer es buscarle un sitio, supongo.Aqu fuera? Bast estaba horrorizado.Kote sonri con picarda y su rostro recuper cierta vitalidad.Por supuesto dijo regodendose, al parecer, con la reaccin de Bast. Contempl las paredes con mirada especulativa y frunci los labios. Y t, dnde la pondras?En mi habitacin contest Bast. Debajo de mi cama.Kote asinti distradamente, sin dejar de observar las paredes.Pues ve a buscarla.Hizo un leve ademn de apremio, y Bast sali a toda prisa y claramente contrariado.Cuando Bast volvi a la habitacin, con una vaina negra colgando de la mano, sobre la barra haba un montn de botellas relucientes y Kote estaba de pie en el mostrador, ahora vaco, montado entre los dos pesados barriles de roble.Kote, que estaba colocando el tablero sobre uno de los barriles, se qued quieto y grit, consternado:Ten cuidado, Bast! Eso que llevas en la mano es una dama, no una moza de esas con las que bailas en las fiestas de pueblo.Bast se par en seco y, obediente, cogi la vaina con ambas manos antes de recorrer el resto del camino hasta la barra.Kote clav un par de clavos en la pared, retorci un poco de alambre y colg el tablero.Psamela, quieres? dijo con una voz extraa.Bast la levant con ambas manos, y por un instante pareci un escudero ofrecindole una espada a un caballero de reluciente armadura. Pero all no haba ningn caballero, sino solo un posadero, un hombre con un delantal que se haca llamar Kote. Kote cogi la espada y se puso de pie sobre el mostrador, detrs de la barra.La sac de la vaina con un floreo. La espada, de un blanco grisceo, reluca bajo la luz otoal de la habitacin. Pareca nueva; no tena melladuras ni estaba oxidada. No haba brillantes araazos en la hoja. Pero aunque no estuviera deteriorada, era antigua. Y, pese a ser evidente que era una espada, tena una forma inslita. Al menos, ningn vecino del pueblo la habra encontrado normal. Era como si un alquimista hubiera destilado una docena de espadas y, cuando se hubiera enfriado el crisol, hubiese aparecido aquello en el fondo: una espada en su estado puro. Era fina y elegante. Era mortfera como una piedra afilada en el lecho de un ro de aguas bravas.Kote la sostuvo un momento. No le tembl la mano.Entonces colg la espada en el tablero. El metal blanco grisceo brillaba sobre la oscura madera de roah. Aunque se vea el puo, era lo bastante oscuro para que casi no se distinguiera de la madera. La palabra que estaba grabada debajo, negra sobre la negra madera, pareca un reproche: Delirio.Kote baj del mostrador, y Bast y l se quedaron un momento lado a lado, mirando hacia arriba en silencio.La verdad es que es asombrosa dijo entonces Bast, como si le costara admitirlo. Pero... Dej la frase inacabada, buscando las palabras adecuadas. Se estremeci.Kote le dio una palmada en la espalda con extraa jovialidad.No te molestes por m. Pareca ms animado, como si la actividad le proporcionara energa. Me gusta dijo con repentina conviccin, y colg la vaina negra de uno de los ganchos del tablero.Haba cosas que hacer: limpiar las botellas y ponerlas de nuevo en su sitio, preparar la comida, fregar los cacharros. Durante un rato, hubo una atmsfera alegre y ajetreada. Los dos conversaron de asuntos sin mucha relevancia mientras trabajaban. Y aunque ambos iban sin parar de un lado para otro, resultaba evidente que eran reacios a terminar cualquier tarea que estuvieran a punto de completar, como si temiesen el momento en que terminaran el trabajo y el silencio volvera a llenar la habitacin.Entonces ocurri algo inusual. Se abri la puerta y el ruido inund la Roca de Gua como una suave marea. Fue entrando gente, charlando y descargando fardos. Buscaron mesas y dejaron las capas en los respaldos de las sillas. Un individuo que llevaba una gruesa cota de malla se quit la espada desabrochndose el cinto y la apoy contra una pared. Dos o tres hombres llevaban cuchillos en la cintura. Cuatro o cinco pidieron bebidas.Kote y Bast se quedaron mirndolos un momento, y rpidamente se pusieron a trabajar. Kote, sonriente, empez a servir bebidas. Bast sali afuera para ver si haba caballos que hubiera que llevar a los establos.Pasados diez minutos, la posada pareca otro sitio. Las monedas tintineaban sobre la barra. Aparecieron bandejas con queso y fruta, y colgaron un caldero de cobre a hervir en la cocina. Los hombres cambiaron de sitio mesas y sillas para acomodar mejor al grupo de casi una docena de personas.Kote iba identificndolos a medida que entraban. Dos hombres y dos mujeres, carreteros curtidos tras aos viviendo en los caminos y felices de poder pasar una noche al abrigo del viento. Tres guardias de mirada severa que olan a hierro. Un calderero barrigudo, de sonrisa fcil con la que exhiba los pocos dientes que le quedaban. Dos jvenes, uno rubio y otro moreno, bien vestidos y de habla educada: viajeros que haban sido lo bastante sensatos para juntarse con un grupo ms grande que les brindara proteccin en el camino.Les llev una o dos horas instalarse. Regatearon los precios de las habitaciones. Empezaron a discutir amistosamente sobre quin dormira con quin. Fueron a buscar lo indispensable a los carromatos y a las alforjas. Pidieron que les prepararan baeras y se les calent agua. Se llev heno a los caballos, y Kote llen de aceite todas las lmparas.El calderero sali precipitadamente afuera para aprovechar la ltima luz del da. Recorri las calles del pueblo con su carro de dos ruedas tirado por una mua. Los nios lo rodearon, pidindole caramelos, historias y ardites.Cuando comprendieron que no iban a sacarle nada, la mayora perdi el inters. Formaron un crculo con un nio en el centro y empezaron a dar palmadas al son de una cancin infantil que ya era antiqusima cuando la cantaban sus abuelos:

Cuando de azul se tie el fuego del hogar,

cmo podemos actuar?, cmo podemos actuar?

Salgamos corriendo, escondmonos huyendo.

Riendo, el nio que estaba en el centro intent salir del corro mientras los otros trataban de impedrselo.Calderero anunci el anciano con su voz cantarna. Hojalatero. Afilador. Zahori. Corcho cortado. Balsamaria. Pauelos de seda trados de la ciudad. Papel de escribir. Dulces y golosinas.Eso atrajo a los nios, que volvieron a acercarse al calderero y lo siguieron formando un pequeo desfile por la calle. El anciano iba cantando:Cuero para cinturones. Pimienta negra. Fino encaje y suaves plumas. Este calderero solo se quedar un da en el pueblo. No esperen a que anochezca. Vengan, seoras! Vengan, muchachas! Tengo ropa interior y agua de rosas!Un par de minutos ms tarde, se instal delante de la posada Roca de Gua, mont su rueda de afilar y empez a afilar un cuchillo.Cuando los adultos empezaron a rodear al anciano, los nios se pusieron a jugar otra vez. Una nia que estaba en el centro del corro se tap los ojos con una mano e intent atrapar a los otros nios, que correteaban dando palmadas y cantando:

Si sus ojos son como el azabache,

adnde escaparse?, adnde escaparse?

Lejos y cerca, los tienes a la puerta.

El calderero atenda a todos por turnos, y a veces a dos o tres personas a la vez. Cambiaba cuchillos afilados por cuchillos romos y una moneda pequea. Venda tijeras y agujas, cazos de cobre y botellitas que las mujeres escondan rpidamente. Venda botones y bolsitas de canela y de sal. Limas de Tinu, chocolate de Tarbean, cuerno pulido de Aerueh...Y mientras los nios no paraban de cantar:Veis a un hombre sin rostro?Se mueven como fantasmas de un sitio para otro.Cul es su plan?, cul es su plan?Los Chandrian, los Chandrian.

Kote calcul que aquellos viajeros deban de llevar juntos cerca de un mes, lo bastante para encontrarse cmodos unos con otros, pero no lo suficiente para pelearse por nimiedades. Olan a polvo de los caminos y a caballo. El posadero aspir ese olor como si fuera un perfume.Lo mejor era el ruido. El cuero cruja. Los hombres rean. El fuego crepitaba y chisporroteaba. Las mujeres coqueteaban. Incluso alguien volc una silla. Por primera vez desde haca mucho tiempo, no haba silencio en la Roca de Gua. O si lo haba, era demasiado tenue para que pudiera apreciarse, o estaba muy bien escondido.Kote estaba en medio de todo aquello; no paraba de moverse, como si manejara una enorme y compleja mquina. Tena una bebida preparada en cuanto alguien la peda, y hablaba y escuchaba en la medida justa. Rea los chistes, estrechaba manos, sonrea y retiraba rpidamente las monedas de la barra, como si de verdad necesitara el dinero.Entonces, cuando lleg la hora de las canciones y todos hubieron cantado sus favoritas y seguan queriendo ms, Kote se puso a dar palmadas desde detrs de la barra, marcando el comps. Con el fuego brillando en su pelo, cant Calderero, curtidor. Cant ms estrofas de las que nadie haba odo jams, y a nadie le extra lo ms mnimo.

Horas ms tarde reinaba una atmsfera clida y jovial en la taberna. Kote estaba arrodillado frente a la chimenea, avivando el fuego, cuando alguien dijo a sus espaldas:Kvothe?El posadero se dio la vuelta, con una sonrisa algo confundida.Seor?Era el rubio bien vestido. Se tambaleaba un poco.T eres Kvothe.Kote, seor replic Kote con el tono indulgente que las madres emplean con los nios y los posaderos con los borrachos.Kvothe el Sin Sangre insisti el hombre con la tpica obstinacin de los beodos. Tu cara me resultaba familiar, pero no la identificaba. Sonri con orgullo y se toc la punta de la nariz con un dedo. Entonces te he odo cantar, y he sabido que eras t. Te o una vez en Imre. Despus llor a mares. Jams haba odo nada parecido, ni lo he odo desde entonces. Me partiste el corazn.El joven sigui hablando, y sus frases eran un tanto inconexas; su rostro, sin embargo, mantena una expresin muy seria.Ya saba que no podas ser t. Pero me ha parecido que s. A pesar de todo. A quin conoces que tenga ese pelo? Sacudi la cabeza tratando sin xito de aclarar sus ideas. Vi el sitio donde lo mataste, en Imre. Junto a la fuente. Los adoquines estn destrozados. Frunci el ceo y se concentr en esa palabra. Destrozados. Dicen que nadie puede arreglarlos.El hombre rubio hizo otra pausa. Entrecerr los ojos para enfocar mejor al posadero, y pareci sorprendido por su reaccin.El hombre pelirrojo sonrea.Insinas que me parezco a Kvothe? Al famoso Kvothe? Yo siempre lo he pensado. Incluso tengo un retrato suyo. Mi ayudante siempre se burla de m por eso. Me haras el favor de repetirle lo que acabas de decirme a m?Kote tir un ltimo leo al fuego y se levant. Pero al apartarse de la chimenea, se le dobl una pierna y cay pesadamente al suelo derribando una silla.Varios viajeros se le acercaron, pero el posadero ya se haba puesto en pie y les haca seas para que volvieran a sus asientos.No, no. Estoy bien. No os preocupis. A pesar de su sonrisa, era evidente que se haba hecho dao. Tena el rostro transido de dolor, y tuvo que apoyarse en una silla. Hace tres veranos, cuando atravesaba el Eld, me dispararon una flecha en la rodilla. Me cede de vez en cuando. Hizo una mueca de dolor y aadi con tono nostlgico: Por eso dej la buena vida en los caminos. Se agach para tocarse suavemente la pierna, doblada en un ngulo extrao.Uno de los mercenarios dijo:Yo en tu lugar me pondra una cataplasma, o se te hinchar mucho.Kote volvi a tocarse la pierna y asinti con la cabeza.S, creo que tiene usted razn, seor dijo. Se volvi hacia el joven rubio, que estaba de pie junto al fuego, oscilando ligeramente. Podras hacerme un favor, hijo?El joven asinti, abstrado.Cierra el tiro. Kote seal la chimenea. Me ayudas a subir, Bast?Bast fue hasta l y se coloc un brazo de Kote sobre los hombros. El posadero se apoy en l y, cojeando, fue hasta la puerta y subi la escalera.Una flecha en la pierna? pregunt Bast por lo bajo. Tanto te avergenzas de una pequea cada?Menos mal que eres tan ingenuo como ellos dijo Kote con aspereza en cuanto estuvieron fuera del alcance de la vista de la clientela. Empez a maldecir por lo bajo mientras suba unos escalones ms; era evidente que no le pasaba nada en la rodilla.Bast abri mucho los ojos, y luego los entrecerr.Kote se par en lo alto de la escalera y se frot los ojos.Hay un tipo que me ha reconocido dijo frunciendo el ceo. Al menos sospecha.Quin? pregunt Bast con una mezcla de enfado y aprensin.Ese rubio de la camisa verde. El que estaba ms cerca de m, junto a la chimenea. Dale algo que le haga dormir. Ya ha bebido mucho. Si se queda frito, a nadie le extraar.Bast cavil un momento.Nogrura? pregunt.Mejor mhenka.Bast arque una ceja, pero asinti con la cabeza.Kote se enderez.Escchame con atencin, Bast.Bast parpade una vez y asinti con la cabeza.Kote habl resuelta y decididamente:Era escolta municipal de Ralien. Me hirieron unos bandidos cuando defenda una caravana. Una flecha en la rodilla. Hace tres aos. En verano. Hice bien mi trabajo. Un comerciante celdi-co, agradecido, me dio dinero para montar una posada. Se llama Deolan. Habamos viajado juntos desde Purvis. Mencinalo de pasada. Lo tienes?Te he escuchado con atencin respondi Bast con formalidad.Ya puedes bajar.Media hora ms tarde Bast llev un cuenco a la habitacin de su maestro y le asegur que abajo todo iba bien. Kote asinti y le dio instrucciones a su pupilo de que no lo molestaran durante el resto de la noche.Bast cerr la puerta al salir; su expresin era de preocupacin. Se qued un rato en lo alto de la escalera, pensando qu poda hacer.Resulta difcil decir qu era lo que tanto preocupaba a Bast. No se apreciaba ningn cambio en la actitud de Kote. Salvo que se mova un poco ms despacio, quiz, y que la pequea chispa que la actividad de esa noche haba prendido en sus ojos se haba apagado un poco. De hecho, apenas se vea ya. De hecho, poda no haber existido nunca.Kote se sent delante del fuego y se comi la comida con movimientos mecnicos, como si sencillamente buscara un sitio en su interior donde depositarla. Despus del ltimo bocado, se qued sentado con la mirada perdida; no se acordaba de qu haba comido ni de qu sabor tena.El fuego crepit; Kote parpade y mir alrededor. Se mir las manos, recogidas una dentro de la otra sobre su regazo. Pasados unos instantes, las levant y las abri, como si quisiera calentarlas a la lumbre. Eran unas manos elegantes, con dedos largos y delicados. Las observ atentamente, como si esperara que hiciesen algo por propia iniciativa. Entonces las baj de nuevo al regazo, recogidas, y sigui contemplando el fuego. As permaneci inexpresivo, inmvil hasta que en la chimenea solo quedaron cenizas grises y unas brasas que ardan dbilmente.Cuando estaba desvistindose para acostarse, el fuego llame. La luz rojiza descubri unas dbiles lneas en su cuerpo, en la espalda y en los brazos. Todas las cicatrices eran lisas y plateadas, y lo surcaban como rayos, como rastros de dulces recuerdos. La llamarada del fuego las ilumin brevemente todas: las antiguas y las nuevas. Todas las cicatrices eran lisas y plateadas excepto una.El fuego parpade y se apag. El sueo recibi a Kote como un amante en una cama vaca.Los viajeros partieron a la maana siguiente, temprano. Bast los atendi y les explic que a su amo se le haba hinchado mucho la rodilla y que no se vea con nimos de bajar la escalera tan pronto. Todos lo entendieron salvo el joven rubio, que estaba demasiado atontado para entender nada. Los guardias se sonrieron y pusieron los ojos en blanco mientras el calderero soltaba un sermn improvisado sobre la abstinencia de bebidas alcohlicas. Bast le recomend diversas curas para la resaca, todas desagradables.Cuando se hubieron marchado, Bast se qued atendiendo la posada. Una tarea sencilla, porque no haba clientes. La mayor parte del tiempo la dedic a buscar maneras de distraerse.Poco despus del medioda Kote baj por la escalera y se lo encontr en la barra cascando nueces con la ayuda de un grueso libro encuadernado en piel.Buenos das, Reshi.Buenos das, Bast dijo Kote. Alguna noticia?Ha pasado el hijo de Orrison. Quera saber si necesitamos cordero.Kote asinti, como si hubiera estado esperando esa noticia.Cunto le has encargado?Bast hizo una mueca.Odio el cordero, Reshi. Sabe a mitones mojados.Kote se encogi de hombros y fue hacia la puerta.Tengo que hacer unos encargos. Vigila esto, quieres?Siempre lo hago.Fuera de la posada Roca de Gua, en la vaca calle de tierra que discurra por el centro del pueblo, no corra ni pizca de brisa. El cielo era una extensin uniforme de nubes grises; pareca que quisiera llover pero no lograse reunir la energa suficiente.Kote cruz la calle y fue hasta la puerta de la herrera, que estaba abierta. El herrero llevaba el pelo muy corto y tena una poblada y enmaraada barba. Mientras Kote lo observaba, meti con cuidado un par de clavos por la abrazadera de la hoja de una guadaa, fijndola con firmeza a un mango curvo de madera.Hola, Caleb.El herrero apoy la guadaa en la pared.En qu puedo ayudarte, maese Kote?Por tu casa tambin ha pasado el hijo de Orrison? Caleb asinti. Siguen perdiendo ovejas? pregunt Kote.La verdad es que han aparecido algunas de las que haban perdido. Destrozadas, eso s. Prcticamente trituradas.Lobos? pregunt Kote.El herrero se encogi de hombros.Ya s que es raro en esta poca del ao, pero qu va a ser? Un oso? Creo que estn vendiendo los animales que no pueden vigilar, porque andan escasos de mano de obra.Escasos de mano de obra?Han tenido que dejar marchar al jornalero por culpa de los impuestos, y su hijo mayor se alist al servicio del rey a principios de verano. Est combatiendo a los rebeldes en Menat.En Meneras le corrigi amablemente Kote. Si vuelves a ver al chico, dile que me gustara comprar tres mitades.Lo har. El herrero mir al posadero con complicidad. Algo ms?Bueno... Kote mir hacia otro lado; de pronto pareca cohibido. Me preguntaba si tendras por ah alguna barra de hierro dijo sin mirar al herrero a los ojos. No hace falta que sea bonita. Un trozo de hierro basto me servira.Caleb chasc la lengua.No saba si vendras. El viejo Cob y los dems pasaron anteayer. Fue hasta un banco de trabajo y levant un trozo de lona. Hice un par de ms por si acaso.Kote cogi una barra de hierro de unos sesenta centmetros de largo y la hizo oscilar con una mano.Eres un tipo listo.Conozco el negocio repuso el herrero con petulancia. Necesitas algo ms?Pues... dijo Kote al mismo tiempo que apoyaba cmodamente la barra de hierro sobre un hombro, s, hay otra cosa. No te sobrarn un delantal y unos guantes de forja?Tal vez respondi Caleb con vacilacin. Por qu?Detrs de la posada hay una vieja parcela llena de zarzas dijo Kote sealando hacia la Roca de Gua con la cabeza. Creo que voy a desbrozarla para plantar un huerto el ao que viene. Pero no quiero despellejarme vivo.El herrero asinti e hizo seas a Kote para que lo siguiera a la trastienda.Tengo los viejos dijo mientras desenterraba un par de pesados guantes y un acartonado delantal de cuero; ambos estaban chamuscados en varios sitios y manchados de grasa. No son bonitos, pero supongo que te protegern un poco.Cunto quieres por ellos? pregunt Kote sacando su bolsa.El herrero neg con la cabeza.Si te pidiera una iota ya me parecera excesivo. Ni el muchacho ni yo los necesitamos.El posadero le dio una moneda, y el herrero meti el delantal y los guantes en un viejo saco de arpillera.Ests seguro de que quieres hacerlo ahora? pregunt el herrero. Hace tiempo que no llueve. La tierra estar ms blanda en primavera, despus del deshielo.Kote se encogi de hombros.Mi abuelo siempre deca que el otoo es la estacin idnea para arrancar de raz cualquier cosa que no quieras que vuelva a molestarte. Kote imit la temblorosa voz de un anciano: En los meses de primavera todo est demasiado lleno de vida. En verano, est demasiado fuerte y no hay manera de soltarlo. El otoo... Mir alrededor; las hojas de los rboles estaban cambiando de color. El otoo es el momento idneo. En otoo todo est cansado y ms dispuesto a morir.Esa misma tarde, Kote envi a Bast a recuperar horas de sueo. Entonces se movi con desgana por la posada, haciendo las pequeas tareas que no haba terminado la noche anterior. No haba clientes. Cuando por fin anocheci, el posadero encendi las lmparas y, sin mucho inters, se puso a hojear un libro.Se supona que el otoo era la estacin del ao ms ajetreada, pero ltimamente escaseaban los viajeros. Kote saba con funesta certeza lo largo que iba a ser el invierno.Cerr la posada temprano, lo que nunca haba hecho hasta entonces. No se molest en barrer, no haca falta. No limpi las mesas ni la barra, porque no se haban utilizado. Restreg un par de botellas, cerr la puerta con llave y fue a acostarse.No haba nadie all que pudiera notar la diferencia. Solo estaba Bast, que, preocupado, observaba a su maestro y esperaba.4

De camino a Newarre

Cronista caminaba. El da anterior haba cojeado, pero ahora le dolan los pies pisara como pisase, as que no tena sentido cojear. Haba buscado caballos en el vado de Abbott y en Rannish, y haba ofrecido sumas exorbitantes por los animales ms lamentables. Pero en los pueblos pequeos como esos, a la gente no le sobraban caballos, sobre todo estando prximo el tiempo de la cosecha.Pese a llevar todo el da andando, segua en el camino cuando cay la noche; la calzada de tierra, con profundas rodadas, se convirti en un terreno traicionero, lleno de siluetas apenas vistas. Tras dos horas avanzando a tientas en la oscuridad, Cronista vio unas luces que parpadeaban entre los rboles y abandon su propsito de llegar a Newarre esa noche, pues no pudo renunciar a la hospitalidad de una granja.Dej el camino y fue hacia la luz dando tumbos entre los rboles. Pero el fuego estaba ms lejos y era mayor de lo que le haba parecido. No se trataba de la lmpara de una vivienda, ni de las chispas de una fogata. Era una hoguera que arda con fiereza entre las ruinas de una casa de la que solo quedaban dos muros de piedra desmoronadizos. Acurrucado en la esquina que formaban esas dos paredes haba un hombre. Llevaba una capa con capucha, y se abrigaba con ella como si fuera un da de pleno invierno y no una templada noche de otoo.Las esperanzas de Cronista aumentaron cuando vio un pequeo fuego de cocinar con un cazo colgando encima. Pero al acercarse, percibi un olor desagradable que se mezclaba con el del humo de lea. Apestaba a pelo quemado y a flores podridas. Rpidamente, Cronista decidi que fuera lo que fuese lo que ese hombre estuviera cocinando en el cazo de hierro, l no quera probarlo. Sin embargo, la perspectiva de sentarse junto al fuego era mejor que la de acurrucarse en la cuneta.Cronista entr en el crculo de luz que proyectaba la hoguera.He visto el fu... Se interrumpi, porque la figura se puso en pie de un brinco, blandiendo una espada con ambas manos. No, no era una espada, sino una especie de garrote, largo y oscuro, con una forma demasiado regular para ser un tronco.Cronista se par en seco.Solo buscaba un sitio donde dormir se apresur a decir, e inconscientemente agarr el aro de hierro que llevaba colgado del cuello. No quiero causar problemas. Te dejar cenar en paz. Dio un paso atrs.La figura se relaj; baj el garrote, que roz una piedra y produjo un sonido metlico.Por el carbonizado cuerpo de Dios, qu haces aqu a estas horas de la noche?Iba hacia Newarre y he visto el fuego.Y te has dirigido en plena noche hacia un fuego desconocido? El hombre encapuchado sacudi la cabeza. Ser mejor que te acerques. Le hizo seas para que se aproximara, y el escribano se fij en que el individuo llevaba puestos unos gruesos guantes de cuero. Que Tehlu nos asista, has tenido mala suerte toda la vida, o la reservabas toda para esta noche?No s a quin esperas dijo Cronista, y todava retrocedi un paso ms, pero estoy seguro de que prefieres hacerlo solo.Cllate y escucha replic el individuo con aspereza. No s cunto tiempo nos queda. Mir hacia abajo y se frot la cara. Dios, nunca s cunto tengo que decir. Si no me crees, pensars que estoy loco. Y si me crees, te asustars y ser peor. Volvi a mirar hacia arriba y vio que Cronista no se haba movido. Ven aqu, maldita sea. Si te vas ahora, eres hombre muerto.Cronista mir por encima del hombro hacia el oscuro bosque.Por qu? Qu hay ah fuera?El hombre lanz una breve y amarga risotada y sacudi la cabeza, exasperado.Quieres que te diga la verdad? Se pas las manos por el pelo, y al hacerlo se baj la capucha. La luz de la hoguera ilumin un cabello de un rojo increble, y unos ojos de un verde asombroso e intenso. Mir a Cronista como si se midiera con l. Demonios dijo. Demonios con forma de araas enormes y negras.Cronista se relaj.Los demonios no existen. Por su tono de voz, era evidente que haba pronunciado esas palabras muchas, muchas veces.El pelirrojo solt una risotada de incredulidad.Bueno, en ese caso supongo que podemos marcharnos todos a casa! Y le lanz una sonrisa de loco a Cronista. Mira, supongo que eres un hombre instruido. Eso lo respeto, y en gran parte tienes razn. Adopt una expresin ms seria. Pero aqu y ahora, esta noche, te equivocas. Te equivocas de plano. Cuando lo comprendas no querrs estar al otro lado de la hoguera.La rotunda certeza en la voz de aquel hombre le produjo a Cronista un escalofro. Con la impresin de que estaba cometiendo una estupidez, borde la hoguera poco a poco hasta situarse al otro lado.El desconocido enseguida lo cal.Supongo que no llevars armas, verdad? pregunt, y Cronista neg con la cabeza. En realidad no importa. Una espada no te servira de mucho. Le puso en las manos un grueso leo. Dudo que consigas darle a alguno, pero vale la pena intentarlo. Son rpidos. Si se te sube uno encima, trate al suelo. Intenta caer sobre l y aplastarlo con el cuerpo. Rueda por el suelo. Si logras sujetar a uno, lnzalo al fuego.Volvi a ponerse la capucha y sigui hablando, muy deprisa:Si llevas alguna prenda de repuesto, pntela. Si tienes una manta, podras envolver...De pronto se interrumpi y mir ms all del crculo de luz.Qudate con la espalda pegada a la pared dijo de pronto, y levant el garrote de hierro con ambas manos.Cronista mir ms all de la hoguera. Una silueta oscura se mova entre los rboles.Llegaron a la zona iluminada, avanzando pegadas al suelo: eran unas siluetas negras, con muchas patas y del tamao de ruedas de carreta. Una, ms rpida que las dems, se dirigi hacia la luz sin vacilar, movindose con la inquietante y sinuosa velocidad de un insecto que se escabulle.Antes de que Cronista pudiera levantar el leo, la cosa avanz de lado bordeando la hoguera y salt sobre l con la agilidad de un grillo. Cronista levant las manos al mismo tiempo que la cosa negra le golpeaba en la cara y en el pecho. Sus fras y duras patas buscaron un sitio donde sujetarse, y Cronista sinti unas fuertes punzadas de dolor en la parte de atrs de uno de sus brazos. El escribano se tambale; se le torci un tobillo y empez a caer hacia atrs agitando los brazos.Al caer, Cronista vio el crculo de luz por ltima vez. Haba ms cosas negras saliendo de la oscuridad; sus patas marcaban un rpido staccato contra las races, las piedras y las hojas. Al otro lado de la hoguera, el hombre de la capa sostena su garrote de hierro en alto con ambas manos. Estaba completamente inmvil, completamente callado, esperando.Cronista todava estaba cayendo hacia atrs, con esa cosa negra encima, cuando not una sorda y oscura explosin: se haba golpeado la cabeza contra la pared de piedra. Todo se ralentiz alrededor, se volvi borroso y, finalmente, negro.Cronista abri los ojos y vio una confusa mezcla de luminosidad y siluetas oscuras. Le dola la cabeza. Notaba diversas lneas de intenso dolor en la parte de atrs de los brazos y, al respirar, un dolor ms sordo en el costado izquierdo.Tras un largo momento de concentracin, el mundo volvi a aparecer ante l, aunque desenfocado. El desconocido estaba sentado cerca de l. Ya no llevaba puestos los guantes, y su pesada capa colgaba de su cuerpo hecha jirones; pero por lo dems pareca ileso. La capucha de la capa le tapaba la cara.Ests despierto? pregunt el hombre con curiosidad. Me alegro. Con las heridas en la cabeza nunca se sabe. Lade un poco la cabeza. Puedes hablar? Sabes dnde ests?S contest Cronista con voz pastosa. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para pronunciar esa nica palabra.Mejor an. Veamos, la tercera es la definitiva. Crees que podrs levantarte y echarme una mano? Tenemos que quemar y enterrar los restos.Cronista movi un poco la cabeza y de pronto sinti nuseas.Qu ha pasado? pregunt.Quiz te haya roto un par de costillas respondi el hombre. Se te haba subido uno encima. No tuve muchas opciones. Se encogi de hombros. Lo siento, si te sirve de algo. Ya te he cosido los cortes de los brazos. Creo que se te curarn bien.Se han ido?El hombre de la capucha mene la cabeza.Los escrales no se retiran. Son como las avispas cuando salen del avispero. Siguen atacando hasta morir.Una expresin de horror se extendi por el rostro de Cronista.Hay un nido de esas cosas?No, por Dios. Solo eran cinco. Sin embargo, tenemos que quemarlos y enterrarlos, para asegurarnos. Ya he cortado la lea que vamos a necesitar, de fresno y de serbal.Cronista solt una risotada que son un tanto histrica.Como en la cancin infantil:

Atiende, si no escuchas no da igual:

esta vez cavars un hoyo abismal,

cogers fresno, olmo y serbal...

S, exacto dijo el hombre de la capucha con aspereza. Te sorprendera la cantidad de verdades que se esconden en las canciones infantiles. No creo que haga falta cavar tan hondo, pero... no me vendra mal un poco de ayuda.Cronista levant una mano y se palp la parte de atrs de la cabeza; luego se mir los dedos y le sorprendi que no estuvieran manchados de sangre.Creo que estoy bien dijo al mismo tiempo que lentamente se apoyaba en un codo y a continuacin se sentaba. Hay algn...? Parpade un momento y todo l se desmadej; cay hacia atrs sin fuerzas. Su cabeza golpe el suelo, rebot una vez y se qued quieta, ligeramente ladeada.Kote esper largo rato pacientemente sentado, observando al hombre inconsciente. Cuando no vio ms movimiento que el lento subir y bajar del pecho, se puso en pie con dificultad y se arrodill al lado de Cronista. Le levant un prpado y luego el otro, y dio un gruido. Al parecer, lo que acababa de ver no lo haba sorprendido mucho.Supongo que no vas a volver a despertarte, verdad? pregunt sin muchas esperanzas. Le dio unos golpecitos en la plida mejilla. No, no lo creo. Una gota de sangre cay en la frente de Cronista, seguida rpidamente de otra.Kote se enderez y le limpi la sangre a Cronista lo mejor que pudo. No fue fcil, porque tambin tena las manos ensangrentadas.Lo siento dijo distradamente.Exhal un hondo suspiro y se quit la capucha. Tena el rojo cabello apelmazado y adherido al crneo, y media cara cubierta de sangre seca. Poco a poco empez a quitarse los restos de la capa. Debajo llevaba un delantal de herrero, cubierto de grandes tajaduras. Se lo quit tambin, revelando una sencilla camisa gris de tejido artesanal. Tena el brazo izquierdo y los hombros oscuros y mojados de sangre.Kote hizo ademn de empezar a desabrocharse la camisa, pero entonces decidi no quitrsela. Se puso trabajosamente en pie, cogi la pala y poco a poco, con mucho dolor, empez a cavar.5

Notas

Era pasada la medianoche cuando Kote lleg a Newarre cargando el cuerpo inerte de Cronista sobre los hombros lacerados. Las casas y las tiendas del pueblo estaban a oscuras y en silencio, pero la posada Roca de Gua estaba iluminada.Bast, de pie en el umbral, casi danzaba de irritacin. Al ver acercarse a Kote, ech a correr calle abajo agitando, furioso, un pedazo de papel.Una nota? Te escapas y me dejas una nota? dijo en voz baja, pero furioso. Por quin me has tomado, por una ramera de puerto?Kote se dio la vuelta y sacudi los hombros hasta depositar el cuerpo inerte de Cronista en los brazos de Bast.Saba que lo nico que haras sera discutir conmigo, Bast.Bast sujet a Cronista ante l sin esfuerzo.Si al menos hubiera sido una nota decente. Si ests leyendo esto, seguramente estoy muerto. Qu clase de nota es esa?Se supona que no la encontraras hasta maana respondi Kote cansado, y echaron a andar por la calle hacia la posada.Bast mir al hombre que llevaba en brazos como si lo viera por primera vez.Quin es este? Lo zarande un poco, mirndolo con curiosidad antes de cargrselo sobre un hombro con facilidad, como si fuera un saco de arpillera.Un pobre desgraciado que pasaba por el camino en el momento menos adecuado contest Kote con desdn. No lo sacudas demasiado. Todava debe de tener la cabeza un poco suelta.Pero qu demonios has ido a hacer? pregunt Bast cuando entraron en la posada. Si me dejas una nota, al menos deberas decirme qu... Bast abri mucho los ojos al ver a Kote a la luz del interior de la posada, plido y cubierto de barro y de sangre.Si quieres puedes preocuparte dijo Kote con brusquedad. Es tan grave como parece.Has salido a buscarlos, verdad? dijo Bast en voz baja, y entonces abri mucho los ojos. No. Te quedaste un trozo del que mat Crter. No puedo creerlo. Me mentiste. A m!Kote suspir y subi pesadamente la escalera.Ests enfadado porque te he mentido, o porque no me has pillado mintindote? pregunt.Me ofende que pensaras que no podas confiar en m contest Bast farfullando de rabia.Interrumpieron su conversacin mientras abran una de las numerosas habitaciones vacas del segundo piso, desvestan a Cronista, lo acostaban y lo arropaban. Kote dej la cartera y el macuto del escribano en el suelo, cerca de la cama.Tras salir y cerrar la puerta de la habitacin, Kote dijo:Confo en ti, Bast, pero no quera ponerte en peligro. Saba que poda hacerlo yo solo.Podra haberte ayudado, Reshi replic Bast, dolido. Lo sabes muy bien.Todava puedes ayudarme, Bast dijo Kote. Se dirigi a su habitacin y se dej caer en el borde de la estrecha cama. Necesito que me cosas las heridas. Empez a desabrocharse la camisa. Lo hara yo mismo, pero a los hombros y a la espalda no llego.No digas tonteras, Reshi. Ya lo har yo.Kote seal la puerta.Mis cosas estn en el stano.Usar mis propias agujas, muchas gracias dijo Bast con desdn. Son de un hueso de excelente calidad. No como esas repugnantes agujas de hierro mellado tuyas, que te perforan como pequeas astillas de odio. Se estremeci. Piedra y arroyo! Es espeluznante lo primitivos que podis llegar a ser. Bast sali de la habitacin y dej la puerta abierta.Kote se quit lentamente la camisa, haciendo muecas de dolor y aspirando entre los dientes, pues la sangre seca se pegaba y tiraba de