1. reapertura y cierre de aquella primera crisis del …

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Del apuro se salió cuando ya comenzaba a hablarse del medio rural postproductivista y en este país se cernía la que se ha dado en llamar sociedad postindustrial -"La desorientación se refuerza en la medida en que dejamos de ser contemporáneos de nosotros mismos, ya que vivimos un período que es post" (Santos y Silvei- ra, 1998)-. Sobre ese horizonte se perfila un nuevo caserío, o quizá dos, o ninguno. Entre las explotaciones agrarias se abre una profunda brecha, unas pocas se constituyen en unidades de pro- ducción muy modernizas, mientras el resto, la mayoría, va desen- tendiéndose de la actividad agroganadera, es el caserío postindus- trial. 1. REAPERTURA Y CIERRE DE AQUELLA PRIMERA "CRISIS DEL CASERÍO" La Guerra Civil y la primera postguerra cerraron en falso aquel proceso de abandono de caseríos que en las primeras décadas del siglo XX se denominaba "la crisis del caserío". Con la recuperación económica visible ya a comienzos de los años 1950 se reabre una corriente de cierres que se acelerará, como casi todo, durante el desarrollismo. Pero además de no ser una novedad, el proceso res- pondía básicamente a la misma causa que lo había desatado cin- cuenta años antes: la concentración espacial del crecimiento econó- mico. La centralización del empleo no agrario en los núcleos urba- nos dejaba a los caseríos ubicados en los sectores excéntricos del territorio abandonados a sus propias fuerzas; de manera que aque- llos de base territorial insuficiente para garantizar la reproducción familiar se dejaron. El abandono de caseríos no es, en definitiva, sino el reflejo de la reestructuración de las relaciones de producción, que pasan a orga- nizarse de acuerdo con la dominante industrial. Se produce así una redistribución de la población activa a favor del sector secundario que tendrá su trasunto en la readaptación espacial del conjunto de la población. Sectores comparativamente amplios en este territorio pequeño registrarán un proceso de vaciamiento demográfico al que acompaña el del caserío. El despegue y aceleración del proceso de desarrollo industrial habido en el país entre 1950 y 1975 se acompañó de un crecimien- to demográfico que alcanza el importante valor medio anual del 236

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Del apuro se salió cuando ya comenzaba a hablarse del mediorural postproductivista y en este país se cernía la que se ha dadoen llamar sociedad postindustrial -"La desorientación se refuerzaen la medida en que dejamos de ser contemporáneos de nosotrosmismos, ya que vivimos un período que es post" (Santos y Silvei-ra, 1998)-. Sobre ese horizonte se perfila un nuevo caserío, oquizá dos, o ninguno. Entre las explotaciones agrarias se abre unaprofunda brecha, unas pocas se constituyen en unidades de pro-ducción muy modernizas, mientras el resto, la mayoría, va desen-tendiéndose de la actividad agroganadera, es el caserío postindus-trial.

1. REAPERTURA Y CIERRE DE AQUELLA PRIMERA"CRISIS DEL CASERÍO"

La Guerra Civil y la primera postguerra cerraron en falso aquelproceso de abandono de caseríos que en las primeras décadas delsiglo XX se denominaba "la crisis del caserío". Con la recuperacióneconómica visible ya a comienzos de los años 1950 se reabre unacorriente de cierres que se acelerará, como casi todo, durante eldesarrollismo. Pero además de no ser una novedad, el proceso res-pondía básicamente a la misma causa que lo había desatado cin-cuenta años antes: la concentración espacial del crecimiento econó-mico. La centralización del empleo no agrario en los núcleos urba-nos dejaba a los caseríos ubicados en los sectores excéntricos delterritorio abandonados a sus propias fuerzas; de manera que aque-llos de base territorial insuficiente para garantizar la reproducciónfamiliar se dejaron.

El abandono de caseríos no es, en definitiva, sino el reflejo de lareestructuración de las relaciones de producción, que pasan a orga-nizarse de acuerdo con la dominante industrial. Se produce así unaredistribución de la población activa a favor del sector secundarioque tendrá su trasunto en la readaptación espacial del conjunto de lapoblación. Sectores comparativamente amplios en este territoriopequeño registrarán un proceso de vaciamiento demográfico al queacompaña el del caserío.

El despegue y aceleración del proceso de desarrollo industrialhabido en el país entre 1950 y 1975 se acompañó de un crecimien-to demográfico que alcanza el importante valor medio anual del

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2,5%. En su base están el incremento del balance vegetativo y unintenso proceso inmigratorio; a resultas de ambos se pasa de los225 hab./km2 de 1950 a los 435 de 1975. No obstante, desde elpunto de vista espacial se presentan diferencias notables; aunquetodas las comarcas registran crecimientos positivos, no existepunto de comparación entre el del Gran Bilbao y el Duranguesadoque sobrepasan el 3%, y el del resto de las comarcas vizcaínas queen general no alcanzan el 1%; en Gipuzkoa, el crecimiento a nivelcomarcal resulta algo más equilibrado, encontrándose por debajode las tasas medias únicamente las comarcas de Urola-Costa yTolosaldea (Galdos, 1998). Pero si se pasa a la escala municipal secomprueba que de 81 municipios guipuzcoanos 23 pierden pobla-ción en el mencionado período, mientras que otros 20 registrantasas de crecimiento muy inferiores a la media; la situación se agu-diza en Bizkaia donde de 97 municipios sólo 48 aumentaron supoblación.

Los núcleos de menos de 2.000 habitantes pasaron de englo-bar 324.561 personas en 1950 -el 34% sobre el total- a 223.888en 1970 -el 13%-; un descenso superior al 30% a pesar de laimportante vitalidad del crecimiento natural. En 1981 la pobla-ción rural había descendido a 172.400 habitantes, un nuevo rece-so del 23%. En definitiva, los sectores no afectados por el desa-rrollo industrial habían reanudado su proceso emigratorio hacialos centros en que aquel se polarizaba: el área metropolitana deBilbao, prolongada en el eje Nervión-Ibaizábal hasta enlazar conlos sectores medios y bajos de los valles guipuzcoanos del Deba,Urola y Oria, conectando este último con la aglomeración donos-tiarra.

No obstante, la pérdida de población no afectó del mismo modoa los diferentes sectores del espacio rural; a una escala mayor puedeestablecerse un segundo nivel de segregación espacial, según el cualeran las vertientes de los valles las que registraban las mayores pér-didas de población, frente a los fondos que la mantenían. La causade tal disemetría radica en las diferentes posibilidades de acceso alos centros fabriles con que los caseríos ubicados en unas y otroscontaban. Mientras los de fondo de valle se encontraban próximosa las carreteras que los conectaban con las industrias más inmedia-tas, buena parte de los de ladera accedía hasta la red viaria principala partir de pistas y caminos precarios que hacían inviables los des-plazamientos diarios. Este proceso no afectará únicamente a las ver-

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tientes de los valles ajenos al proceso industrializador, sino a las delconjunto del territorio la6

Y es que la vía preferentemente elegida por el caserío insufi-ciente para subvenir la reproducción familiar fue la del comple-mento de ingresos a partir del trabajo industrial; sin embargo, esta-ba también "el aldeano que con su bicicleta no puede alcanzarfácilmente la fábrica o taller... Para éstos no hay otra solución quela formación de unidades de cultivos superiores... y para ello es pre-ciso que la industria continúe absorbiendo el exceso de mano deobra campesina y resolviéndole el problema de la vivienda" (Cajade Ahorros Vizcaína, 1959, p. 55).

Lo cierto es que muy pocas veces se optó por la ampliación deltamaño del caserío, según habrá ocasión de ver, de modo que cuandola distancia impedía el acceso al mercado laboral su abandono se impu-so. Pero además, el abandono de caseríos por causa del aislamiento eraun proceso que tendía a realimentarse. A1 disminuir el número de habi-tantes de las barriadas peor comunicadas se reducían también las posi-bilidades de mantenimiento de las redes de caminos que hasta entonceshabía venido haciéndose a partir del trabajo en común, del "auzolan",multiplicándose así las dificultades de acceso (Douglass, 1977).

La marginalidad física devendrá progresivamente en marginali-dad económica y social. Por lo que a lo económico ĉoncierne, nohay más que recordar la reseñada caída de la productividad queexperimentó el empleo agrario respecto al industrial en esosaños 1a7. La familia del caserío registra una continua pérdida decapacidad adquisitiva, frente a la industrial que veía mejorar sus

146 En Rentería, municipio de temprana industrialización, se calculaba para la década de1960 el abandono de un 27% de caseríos, que "... están fundamentalmente localizados en lasque podríamos denominaz zonas agrícolas alta y baja de Rentería, entendiendo por zona altaaquella que está más alejada del casco urbano y por zona baja la que está lindante al mismo.Esta distribución geográfica del fenómeno social de la desaparición del caserío tiene en Ren-tería -y posiblemente no sólo en Rentería- una doble explicación... así, en la zona alta, hansido causas de abandono del caserío, por una parte las circunstancias que el alejamiento de unnúcleo urbano lleva consigo, tales como la precariedad de servicios de todo tipo... y la dificul-tad de acceso (caminos sin asfaltado ni iluminación) agravada por las continuas lluvias y loquebrado de su orografía... en la zona baja las causas de la desaparición del caserío son, comoes de suponer, las inherentes a la expansión del proceso de crecimiento al tiempo que sofoca aaquellos que resistiendo al primer embate de la urbanización persisten durante cierto tiempo,rodeados por los nuevos bloques de viviendas, en sus labores [radicionales hasta que ceden anteel atractivo de la venta de terrenos" (Gaur, 1971, p. 94).

'"^ "... el ingreso medio bruto por caserío asciende en números redondos a Cien mil pta.Pero de esos ingresos brutos hay que deducir los porcentajes que se estimen por los siguientesconceptos: paza el pago del criado, si existe; para la adquisición del pienso complementariopara el ganado; ... para la renta del caserío... y, en fin, para mejoras de la explotación. Si

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rentas pero también sus condiciones de trabajo -horarios fijos,vacaciones...- y, más en general, de vida. En el caserío, las limita-ciones que su modernización planteaba hicieron que el trabajo semantuviera en parecidas condiciones a las de mediados de siglo; encuanto a las de vida, baste saber que servicios esenciales como elagua corriente y la luz eléctrica sólo en la primera mitad de los años1980 empezarán a ser una realidad para los peor comunicados. Laemigración y la precaria situación económica en que se encontrabanlas familias que permanecieron en los caseríos de estos sectores másexcéntricos estaban abocando a la desestructuraci^n social: "Alrecorrer los caseríos se nota, en la mayor parte de los ^^sos, un fuer-te pesimismo respecto al futuro. Ancianos cuyos hijos se han mar-chado y que saben han de ser los últimos que trabajen en el caserío"(Martín Galindo, 1969, p. 43) 148.

Siendo esas las causas fundamentales del proceso, poco se sabesobre su magnitud: "Se percibe, sí, la dinámica del caserío y el fenó-meno de la disminución de los mismos es de suficiente importanciacomo para haberse hecho patente a todos los niveles, pero no existe...una evolución cuantitativa precisa de la evolución experimentada. Detal forma que todos los ĉomentarios se basan en informaciones par-ciales, estimaciones más o menos afortunadas, impresiones, cuandono la simple anécdota o la exageración" (Etxezarreta, 1977, p. 121).

Ciertamente, las evaluaciones que pueden encontrarse respectoal fenómeno del abandono de caseríos en las primeras décadas deesta segunda mitad del siglo XX son del tipo a que la autoraalude 149. Ante la carencia de recuentos precisos sobre el número de

se hacen estas deducciones quedazá un ingreso líquido por caserío insuficiente para satisfacerlas necesidades familiares. Y este razonamiento es válido, aun teniendo en cuenta que existaun porcentaje de caseríos que estén en condiciones de cubrir esas necesidades familiazes eincluso de ahorrar sobrantes; pero es evidente que otros en mayor número llevan una vida lán-guida y precaria... "(Mombiela, 1963, p. 46).

^^$ "foda marcha de un grupo doméstico agrícola es acogida por los restantes baserrita-rrak con una indignación decepcionada que subraya su sentido de pérdida social. Si el quedaz-se o el marcharse se enfocasen con un criterio estrictamente económico, el abandono podríaacogerse con alegría ya que aumen[a la cuota de cada casa en los recursos comunes así comolos terrenos de propiedad privada que se pueden alquilar. Pero para los caseros, esas ventajasquedan netamente superadas por la vulnerabilidad personal y por el mayor aislamiento socialque amenazan a cada grupo domés[ico..: '(Douglass, 1977, vol. I[, p. 98).

149 Así, por ejemplo, en Gipuzkoa "En principio del siglo actual, existían unos 14.000caseríos, en 1940 no pasarían de 12.000, y hoy aproximadamente unos 6.000... existiendo uni5R'o deshabitado o en ruina, demostración todo ello de que, en muchos, su explotación esantieconómica..." (Ruigomez, 1979, p. 965); en Bizkaia, "La cifra de granjas o caseríos dismi-nuye rápidamente: en 1965 había 20.000; en 1972 sólo quedaban 7.000 en toda la provincia"(Azaola, 1976, p. 705).

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caseríos, se impone la utilización de los Censos Agrarios que, sinembazgo, presentan ciertas dificultades de uso respecto a este finconcreto, ya que no todas las explotaciones en ellos recogidas soncaseríos. Una primera aproximación puede realizarse considerandosolamente aquellas que por su tamaño se consideren susceptibles deconstituirse en caseríos. Esa fue la vía elegida por Etxezarreta ]so

En este trabajo se ha decidido mantener el límite superior pro-puesto por la autora -50 ha-, sabiendo que muy pocos caseríos lle-gaban a alcanzarlo al inicio del período, pero en atención a uñ posi-ble redimensionamiento del caserío a lo lazgo del mismo se ha pre-ferido pecar por exceso y no por defecto. Respecto al límite inferior,se ha optado por el mínimo propuesto, es decir, por el de las 2 ha.De acuerdo con lo hasta ahora tratado, es cierto que durante la pri-mera mitad del siglo el caserío propendió hacia las 4 ha de superf'i-cie mínima, pero debe recordarse que el fenómeno de redimensio-namiento no se produjo en las zonas próximas a los núcleos urba-nos ni tampoco fuera de ellas cuando, por la razón que fuere, cupola posibilidad de complementar ingresos en el exterior de la explo-tación; en definitiva, no puede suponerse que desaparecieran todoslos caseríos con una superficie inferior a 4 ha. Es más, de acuerdocon la encuesta, existían y existen caseríos por debajo de la fronte-ra dimensional de las 2 ha; sin embargo, reducirla aún más signifi-ca incluir un número muy importante de explotaciones que no soncaseríos, sino huertas periurbanas, viviendas unifamiliares en terre-no rústico... Así pues, en un primer intento de aproximación setomazán por caseríos las explotaciones de entre 2 y 50 ha.

El número global de las explotaciones de entre 2 y 50 ha regis-tra un retroceso en el período 1962-1989 del 13%; descenso que enrelación a las estimaciones oficiosas a que se hacía referencia másarriba resulta bastante moderado. Pero sorprende más aún el escasodecremento que se produce en la década de los años 1960, cuandoa tenor de la información cualitativa se produjo el mayor número de

iso «,., bajo el epígrafe "Caseríos" únicamente aquellas explotaciones censables com-prendidas enve 4 y 50 ha por juzgar que ésta será una aproximación más realista. Dado que enVizcaya hay un mayor número de pequeños caseríos, hemos ampliado esta categoría... pararecoger también el intervalo entre 2 y 4 ha a efectos de comple[ar la información, pero segui-mos creyendo que una primera aproximación más realista requiere considerar que los caseríostienen por lo menos 4 ha... No consideramos caseríos a las explotaciones mayores de 50 ha yaque estas explotaciones suelen consistir en otros tipos de explotación, ins[ituciones privadas,comunales... pero difícilmente caseríos" (1977, p. 122).

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TABLA IV-5: Evolución del n° de explotaciones de 2 a 50 ha. 1962-1989.

Todas las explotaciottes Ezpl. con tierras labradasAños

Total Base /00 q.otalBase 100

en 1962 en 1962

1962 25.218 100 20.977 1001972 24.179 96 17.051 811982 21.163 84 15.548 741989 22.054 87 16.537 79

Fuente: Censos Agrarios.

abandonos. Así lo advirtió Etxezarreta, quien a propósito de lapequeña variación habida en el intercensal 1962-1972 señalaba:"Aunque creemos que es posible que la disminución de las explota-ciones sea menor de lo que los comentarios generales afirman, senos hace bastante difícil aceptar este resultado ante el testimonio debastantes caseríos vacíos en los pueblos más montañosos... Consi-deramos que en los Censos la deiinición de explotaciones no es ade-cuada para un estudio de la evolución de los caseríos pues... puedenestar incluidos en los mismos, explotaciones que, lógicamente,como tierra agrícola que son, pertenecen a algún "empresario" peroque no son caseríos en activo" (1977, p. 127).

En un intento por discernir a las unas de los otros y de acuerdocon las posibilidades que ofrece la serie estadística en su conjunto,en este trabajo se ha decidido considerar caseríos únicamente a lasexplotaciones que, además de estar incluidas en el intervalo dimen-sional propuesto, posean alguna tierra de labor; según lo ya expues-to, el caserío ha ido convirtiendo durante esta segunda mitad delsiglo XX la mayor parte de sus antiguas tierras de cultivo en prados,pero ha mantenido y mantiene la huerta destinada al consumo fami-liar, de modo que el laboreo de una porción de tierra, mayor omenor, se constituye en característica intrínseca del mismo.

Si se vuelve sobre la Tabla IV-5, se observa que a lo largo detoda la serie entre un 20 y un 30% de las explotaciones comprendi-das en el intervalo dimensional 2 a 50 ha carecen de alguna tierralabrada, lo que significa con pocas dudas que se trata mayoritaria-mente de explotaciones forestales, a lo sumo de pastizales. Toman-do, pues, por más cercana a la realidad de la evolución en el núme-ro de caseríos esta segunda aproximación, desde 1962 hasta 1989

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desaparece el 21% de ellos, frente al 13% que se obtenía bajo el pri-mer intento de aproximación.

Por otra parte, esta segunda serie de datos encaja mejor con elsupuesto de que el proceso de abandono tuvo lugar, sobre todo, enla década de 1960; de acuerdo con ella, casi una quinta parte de loscaseríos desaparece en esos años, frente al 4% que se obtenía alconsiderar todas las explotaciones de entre 2 y 50 ha. Esta marcadadiferencia entre una y otra series de datos tiene una explicación sen-cilla: muchos de los caseríos abandonados en los sectores peorcomunicados del territorio, en los más montañosos, pasaron a con-vertirse en plantaciones forestales, es decir, se mantienen comoexplotación si bien dejan de funcionar como caseríos15'.

En la década de 1970 se produce un decremento del 9% quetiene lugar sobre todo en el primer quinquenio, porque la corrientede abandonos cesa coincidiendo con el fin del desarrollismo. Elhecho no tiene que ver, sin embargo, con la crisis económica y con-siguiente lacra del paro industrial que a partir de entonces se desa-tó y frente a la que el caserío en contadas ocasiones se ha constitui-do en alternativa. Fueron la mejora de la infraestructura viaria y lageneralización del automóvil, así como la de los servicios básicoslas que pusieron punto final al proceso.

Si se recurre de nuevo a las informaciones demográficas, es ver-dad que la tasa de crecimiento medio anual negativa de -0,08% quese establece para el conjunto del territorio en el período 1981-1996-provocada por el descenso de la natalidad y el cambio de signo enlos movimientos migratorios- se agudiza en las comarcas que con-servan un mayor número de municipios rurales: Markina-Ondárroa,Arratia-Nervión, Alto y Bajo Deba, Goierri y Tolosa. Sin embargo,esos mayores decrecimientos no son producto de la emigración,sino del menor crecimiento natural a que da lugar el superior enve-jecimiento de su población (Galdos, 1998).

Las nuevas tendencias respecto al tiempo de ocio y la búsquedade una mayor calidad ambiental, en un territorio que se caracteriza

15^ Al considerar únicamente como caseríos las explotaciones de entre 2 y 50 ha con tie-rras de labor se produce una coincidencia, quizá meramente casual, de la que se considera opor-tuno dar cuenta. Cotejando informaciones de variado tipo, entre ellas encuestas, Etxezarreta(1977) evaluó para los primeros años 1970 el número global de caseríos en unos 17.SOQ repar-tidos entre Bizkaia y Gipuzkoa a razón de 9.500 y 8.000 respectivamente, cifras bastante pró-ximas a los 9.481 y 7.570 que de acuerdo con el criterio censal propuesto se obtienen para elaño 1972.

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por la tremenda concentración de la población sobre espacios con-gestionados, hacen que la población urbana vuelva la vista hacia elcaserío, sobre el que se constata una demanda creciente, tanto pararesidencia principal como secundaria, que incluso ha llevado a larecuperación de viviendas ya en ruina. Con todo, sorprende el incre-mento del número de supuestos caseríos que señala el último inter-censal, un 5% de 1982 a 1989. La recuperación de viviendas de case-ríos no supone que vuelva a ponerse en marcha la explotación; engeneral, sólo se han comprado las casas con una pequeña parcela enderredor. Por otra parte, ya en la segunda mitad de los 1970 y conmayor intensidad en los 1980 se han producido numerosas ventas deparcelas de caseríos, con destino a la construcción de viviendas uni-familiares en terreno rústico. Pero uno y otro procesos habrían dadolugar, casi sin excepción, a explotaciones de tamaño inferior a 2 ha,puesto que por regla general y de acuerdo con el iin que animó esascompraventas, el tamaño de las parcelas segregadas trataba de ajus-tarse al mínimo de lha exigido por la normativa urbanística vigenteen esos años respecto a la edificabilidad en ese tipo de suelo.

En consecuencia, difícilmente puede achacarse el incremento delnúmero de explotaciones comprendidas en el intervalo de entre 2 y50 ha a las parcelaciones que, al contrario, podrían haber conducidoa que algunos caseríos incluidos en Censos anteriores en los márge-nes dimensionales propuestos pudieran dejar de estarlo a fecha delúltimo, al ver disminuida por debajo de las 2 ha su superf'icie total.En realidad, el problema parece residir en la propia información cen-sal; entre ambos Censos existe una diferencia notable en cuanto a lasuperf'icie total computada -el de 1982 registra unas 22.500 hamenos que el de 1989-, lo que podría suponer que en la primerafecha no se contabilizaron todas las explotaciones existentes, o bienque aún habiéndose computado no se dimensionaron correctamente,o quizá ambas cosas, siempre y cuando se tome por más fiable lainformación correspondiente al último Censo Agrario t52.

'S'- En cualquier caso, es muy probable que ni esas ni las restantes informaciones censa-les sean todo lo fidedignas que se desearía; así por ejemplo, respecto al Censo de 1962 laEscuela Rural de Zabalegui realiza las siguientes apreciaciones: "La supeficie censada está engeneral, como es lógico, por debajo de la supe^cie total del municipio. En ello influyen lasedificaciones, carreteras, caminos, ríos... y la tendencia normal a declazaz menos de lo que setiene a los medios oficiales por un instinto de autodefensa... Por ova parte, se da el caso paza-dójico inverso. Hay municipios cuyas superficies agrarias censadas sobrepasan la superficietotal del mismo.." (1969, p. 66).

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Sin querer tratar de explicar lo inexplicable y haciendo más hin-capié en las tendencias que en las cifras coneretas, a fin de cuentaspuede decirse que el proceso de abandono de caseríos se retoma enla década de los años 1950, que su ritmo se incrementa notable-mente en la de los 1960 y primeros 1970, paralizándose en los 1980.A lo largo del período el número de caseríos desciende en un 21%de acuerdo con las extrapolaciones que han podido realizarse a par-tir de los Censos Agrarios, y en un 30% según la información obte-nida mediante encuesta 15;

Revisada la evolución del proceso, quedan por ver las caracte-rísticas de las explotaciones a las que mayoritariamente afectó. Al

GRÁFICO N° 16: Evolucióra de las explotaciones con tierras labradassegún ta^nario. 1962-1989.

9.000

8.000

7.000

6.000

5.000

4.000

3.000

2.000

1.000

0

N' explotaciones

2a4 4a10 t0a20 20 a 50Ha.

Año 1962 ® Año 1972 , Año 1981 , Año 1989 I

Fuenre: Censos Agrarios.

^s' Existen alguoos recuentos locales sobre la magnitud del proceso de abandono de case-ríos: en Hondarribi para 1969 se habían abandonado un 3-1°c de los contabilizados en 1920IGreenwood, 1978); en el barrio de Basalgo. Bergara, en 1970 permanecían habitados el 749^(Arpal, 1979): en Etxalar de 1950 a 1966 se abandonan un 209^ (Douglass, 1977); en Markinade 19^0 a 1985 se abandonan el 309^ ( Barinagarrementería. I989).

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segregar en intervalos dimensionales el conjunto de explotacionesde entre 2 y 50 ha que disponen de alguna tierra labrada, se obser-va que son las más pequeñas las que tienden a desaparecer en mayornúmero, supuestamente aquellas más necesitadas de complementaringresos. Las que disponen de entre 2 y 10 ha sufren un retrocesoglobal del 30% a lo largo del período, mientras las mayores de 10ha propenden a la estabilidad.

Con todo, no debe extraerse la conclusión de que únicamente seabandonaran caseríos insuficientes e incapaces de complementarrecursos; también sobre una parte de los tradicionalmente denomi-nados "fuertes" se producirán deserciones, consecuencia de su inca-pacidad para acceder a las diversas redes de distribución mediantelas que, una vez impuesta la especialización láctea sin condicionesni excepciones posibles, era preciso colocar diariamente en el mer-cado un producto perecedero como la leche.

Además, sobre el panorama general expuesto tuvo incidencia elrégimen de tenencia; a partir del trabajo de campo se constata queen esos sectores marginales del territorio cuando el caserío no setenía en propiedad el abandono fue prácticamente sistemático y casiindependiente de la mayor o menor viabilidad del caserío, mientrasque la mayor parte de los casos de resistencia tienen que ver con latenencia directa. Según habrá oportunidad de ver, las rentas comen-zaron a suavizarse, por lo que la causa principal se encuentra en lafalta de incentivo para la mejora de la explotación y muy especial-mente de la vivienda. En un momento en que la economía del case-río se precarizaba, los propietarios se desentenderán por completode posibles renovaciones buscando, más bien al contrario, su aban-dono con el fin de dedicar las tierras a la plantación forestal. En estesentido, parece que el acceso a la propiedad, que tendrá lugar sobretodo en la década de los años 1960, contribuyó de manera decisivaa frenar el proceso de cierre de caseríos, que en otro caso podríahaber adquirido aún mayor calado.

En definitiva, aquella "crisis del caserío" que se abriera ya en loscomienzos del siglo XX se reanuda en los años 1950, prolongándo-se hasta casi los inicios de la década de 1980. En un primer nivel sematerializa en los sectores excéntricos del territorio con respecto alos polos y ejes de desarrollo y en un segundo en las vertientes,frente a los fondos de valle; en la intersección de ambos, es decir,en las laderas de los valles de cabecera es donde el proceso se agu-dizó: "Fue esta tendencia la que empujó a un baserritarra a observar

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que "ahora la gente es como el agua, fluye de las montañas hacia elmar" (Douglass, 1977, vol. II, p. 69). Entre tanto, en las escasasvegas la pérdida de caseríos no era debida al proceso de abandono,sino al de la expansión urbana que los engullía, frecuentemente trasun periodo transitorio durante el que se convirtieron en coloniashacinadas de obreros, ante el gravísimo problema de la vivienda quela inmigración masiva acarreó.

2. EL CASERÍO INDUSTRIAL ^A TIEMPO PARCIAL?

La crisis de la agricultura tradicional se solventó en el ámbitodel caserío con el abandono de unas cuantas unidades de explota-ción; por lo demás, el caserío que siguió funcionando en la nuevaera de la agricultura moderna fue básicamente el mismo. La rigidezdel mercado de la tierra y la alternativa de la plantación forestal seconjugaron para hacer inviable la mejora estructural. De este modo,aunque el caserío se .modernizó hasta el límite de sus posibilidadesno pudo dejar de seguir apoyándose en uno de sus pilares tradicio-nales: el trabajo intensivo, ni tampoco renunciar al que en otro tiem-po se constituyera en su principal factor de corrección: la pluriacti-vidad. Por todo ello se le da en este trabajo el nombre de caseríoindustrial a tiempo parcial, aunque esta calificación sea cuestiona-ble, según habrá oportunidad de ver.

"En la organización actual del mundo, hasta el más remoto case-río euskaldun depende de un mercado mundial, y esta dependenciase irá incrementando a medida que aumente la especializaciónganadera de la zona" (Etxezarreta, 1977, p. 53). EI recurso masivoal consumo de piensos, como único medio de aumentar el volumende producción a medida que los márgenes de beneficio de la lechese reducían, está en la base de la liquidación de este caserío cuyaquiebra económica coincide en el tiempo con la que se ha dado enllamar la crisis de la agricultura moderna.

Desencadenada en los años 1970 como consecuencia del enca-recimiento de la energía, con respecto al caserío esa crisis no hizosino dejar al descubierto unas fallas estructurales que también vení-an conteniéndose con arreglo a otro tipo de energía barata: la pro-porcionada por la autoexplotación familiar. Por eso, la crisis delcaserío industrial a tiempo parcial responde más a la de la agricul-tura tradicional que a la de la moderna; en ese sentido, si esta últi-

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