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Una Escuela para la Formación de Psicólogos Clínicos Como Operadores Sociales. Re-Planteo Francisco Mora Larch Introducción.- “Toda escuela de psicología… debe disponer de consultorios de salud mental con el objeto de tratar las tensiones que emergen dentro del campo mismo del aprendizaje. La identificación con el otro, o los otros, es el instrumento con el cual opera. El aprendiz de psicólogo…puede ver perturbado este instrumento de trabajo, que es fácilmente vulnerable, y el proceso de identificación, una vez viciado, acarrea graves distorsiones en el campo concreto de la observación, o sea, de la lectura de la realidad”. Pichon Rivière, E. Ser Psicólogo, pensado desde una psicología social de corte psicoanalítico, se define desde una opción política, comprometerse por la democracia, por el diálogo, por la participación social que fomenta la apertura, por los intercambios y el establecimiento de vínculos y redes solidarias en la comunidad y en la sociedad más amplia. Además debería comprometerse o incluir en su agenda, desarrollar una sensibilidad por lo humano, por el compromiso del respeto a los derechos humanos, por elaborar una visión de la vida que contrarreste las posturas pueriles e ingenuas, que quieren evitar percibir los aspectos aberrantes de la civilización, y de las sociedades divididas en clases, combatir los prejuicios de raza, de clase, de género, ser sensible y comprometido desde el punto de vista ecológico, y disciplinarse epistemológicamente, para asumir críticamente cualquier clase de propuesta teórica o metodológica, que intente mistificar o edulcorar la visión más integral y crítica del ser humano, cuando se aborda desde el paradigma de la complejidad. La organización o las organizaciones que se constituyan como entes representativos de los colectivos de psicólogos que, asumiendo su compromiso ético y social, entienden que no hay posibilidad de "cura", de modificación de estructuras individuales, grupales, familiares o colectivas, si no se va más allá de la intervención técnico-profesional, por mas loable que pueda ser esta, deben impulsar iniciativas de toda índole que fomenten y difundan el cambio a favor de las mayorías más

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Una Escuela para la Formación de Psicólogos Clínicos

Como Operadores Sociales. Re-Planteo

Francisco Mora Larch

Introducción.-

“Toda escuela de psicología… debe disponer de consultorios de salud mental con el objeto de tratar las tensiones que emergen dentro del campo mismo del

aprendizaje. La identificación con el otro, o los otros, es el instrumento con el cual opera. El aprendiz de psicólogo…puede ver perturbado este instrumento

de trabajo, que es fácilmente vulnerable, y el proceso de identificación, una vez viciado, acarrea graves distorsiones en el campo concreto de la observación, o

sea, de la lectura de la realidad”.

Pichon Rivière, E.

Ser Psicólogo, pensado desde una psicología social de corte psicoanalítico, se define desde una opción política, comprometerse por la democracia, por el diálogo, por la participación social que fomenta la apertura, por los intercambios y el establecimiento de vínculos y redes solidarias en la comunidad y en la sociedad más amplia.

Además debería comprometerse o incluir en su agenda, desarrollar una sensibilidad por lo humano, por el compromiso del respeto a los derechos humanos, por elaborar una visión de la vida que contrarreste las posturas pueriles e ingenuas, que quieren evitar percibir los aspectos aberrantes de la civilización, y de las sociedades divididas en clases, combatir los prejuicios de raza, de clase, de género, ser sensible y comprometido desde el punto de vista ecológico, y disciplinarse epistemológicamente, para asumir críticamente cualquier clase de propuesta teórica o metodológica, que intente mistificar o edulcorar la visión más integral y crítica del ser humano, cuando se aborda desde el paradigma de la complejidad.

La organización o las organizaciones que se constituyan como entes representativos de los colectivos de psicólogos que, asumiendo su compromiso ético y social, entienden que no hay posibilidad de "cura", de modificación de estructuras individuales, grupales, familiares o colectivas, si no se va más allá de la intervención técnico-profesional, por mas loable que pueda ser esta, deben impulsar iniciativas de toda índole que fomenten y difundan el cambio a favor de las mayorías más vulnerables que resienten los efectos nocivos de una sociedad eficazmente injusta.

Entendemos que el sufrimiento psíquico campea y domina todo el espectro social, pero “se ensaña” curiosamente en las capas más vulnerables de los desposeídos y des-heredados de nuestro país, por la política vil del sistema económico neo liberal, sobre la cual se ejercen políticas de pauperización creciente, de discriminación económica, de género e incluso racial, para ellos las migajas cuando las hay, soportan la marginación y resisten a la represión policial y muchas veces militar, pagan su existencia en el sacrificio de los miembros más nobles que dan la cara ante el atropello y la injusticia, y aun ahí, padecen los embates siempre presentes del Sistema Judicial, de los políticos corruptos y demagógicos.

En México no hay una política clara y definida de Salud Mental (Avendaño, C. et al, 2008), no hay una cultura desarrollada ni subdesarrollada en este campo que contrarreste los embates terribles de la política económica neoliberal que se ciernen sobre la población mayoritaria de México. El término “dolor país”, propuesto por Silvia Bleichmar (2002), alude a los costos sociales, políticos, económicos, sanitarios y humanos, que tiene que pagar la población de una nación, en función de

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que un pequeño grupo de capitalistas y los cómplices a su servicio (gobernantes, funcionarios, “intelectuales”, y técnicos del saber práctico), se propongan sacrificarlos en beneficio del mismo sistema opresor y en función de intereses políticos al servicio de los países centrales o imperialistas de nuevo cuño.

La Salud Mental abarca una problemática macro social y no se puede arreglar o responder a ella formando mas psicólogos para atender a los sujetos “disfuncionales”, o “desgastados” por el sistema, en forma individual: primero, porque las causas de los daños psíquicos, sociodinámicos o comunitarios no tienen más causa que condiciones sociales injustas y opresoras, aunque se las intente hacer pasar como problemas “psicológicos” es decir, individuales; segundo, porque resolver el problema individual o grupal, es trasmitir la idea de que son los sujetos o los pequeños grupos los responsables de su sufrimiento o patología, dejando al sistema opresor intacto y bien aceitado.

El psicólogo como técnico de la salud mental, solo produce sentido social y humano cuando es capaz de alzarse por encima de las visiones individualistas e ingenuas de la psicología académica, para comprometerse desde una psicología crítica que tiene por función aportar a los sujetos no solo en los momentos o etapas clave de transición que se “recorren” en la experiencia vital de todo sujeto, sino en las condiciones socioeconómicas, culturales y sociales que generan una violencia y un sufrimiento sin precedentes en la historia de la civilización occidental, elementos que le permitan una adaptación crítica y activa a su medio social, en un contexto que lo produce pero del cual él es a su vez productor.

La asunción de la democracia por el gremio de psicólogos, nos hace entender que vivimos en un país donde impera la simulación, la corrupción, la violencia, la injusticia y la falta de libertades ciudadanas como la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de cátedra, de estudiar lo que uno quiera, el derecho de huelga, y muchos derechos conculcados mas, por este nuevo sistema social que se nos ha impuesto desde políticas externas, pero para las cuales, ciertos grupos de poder político al interior de cada país se hicieron eco, traicionando o tergiversando los ideales de independencia y autonomía que nos caracterizan como nación.

Las condiciones imperantes, añadidas a la injusta e infame concentración de la riqueza en unas pocas manos, impiden incluso que no pueda haber en este país trasparencia del ejercicio de los recursos públicos, que no pueda haber elecciones libres y “limpias”, que permitan crear los necesarios consensos sociales. Estamos comprometidos entonces con la lucha por una autentica democracia, ya que solo en ella se podrá hacer frente al malestar social y al sufrimiento humano que alcanza visos catastróficos en estos tiempos.

El Psicólogo, como profesional sabe que su ámbito es el del Cambio Social (Pichon Riviere, E. [1966]1971: 68) y contribuye a ello desde su rol, pero sabe también que lo decisivo se juega en el terreno político, por lo que no puede desentenderse de la necesidad de impulsar ese cambio, participando técnica y políticamente junto a las mayorías que desean una transformación real y verdadera de las estructuras económicas y políticas que nos han sido conculcadas desde los grupos más poderosos que rigen el destino de nuestro país, de nuestra gente.

La ética del psicólogo es una ética política, porque es una ética de la verdad, renunciar a la ética que se sustenta en la verdad es impedir que la dimensión política sea factible de ser pensada por los usuarios de sus servicios como una vía justa, necesaria, promotora de la autoafirmación que todo sujeto humano requiere experimentar, saberse autónomo y responsable de sí mismo, de su nicho ecológico y social, pero comprometido con el bien común.

No puede haber salud mental sin participación social, en la casa, en la familia, en la calle, en la comunidad o en el barrio, el empoderamiento del propio destino crea un sino que da sentido a la vida humana, impulsando al crecimiento y desarrollo para nuevas e inéditas formas de interacción social, de humanismo critico y de solidaridad social.

Por eso, el gremio de psicólogos no puede desentenderse de la democracia, y menos cuando sabe que el sufrimiento, la pobreza, la enfermedad y la muerte innecesarias no se justifican en un país

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que posee una gran riqueza, pero le está vedada por un pequeño grupo que la usufructúa egoístamente, respaldado por los gobiernos serviles al capital extranjero y nacional, olvidando que de esta forma se generará más violencia que la que se trata de apaciguar con la violencia del Estado.

¿Qué tipo de Psicólogos estamos formando?

Parece ser que la institución formadora, la Facultad o Escuela de Psicología, se ha desentendido de su función social y de su compromiso con el campo de la salud mental, pero más allá, se ha des-implicado de la vocación humanista y crítica que debe expresarse en la formación de psicólogos con un carácter reflexivo, y sujetos conscientes de su papel y su participación efectiva en el medio social, sensibles al sufrimiento humano en todas sus facetas.

En el marco del proceso de formación profesional de los estudiantes de la licenciatura en Psicología, siempre planteamos una serie de cuestiones que debían abordarse de inmediato, en función de responder a las necesidades que en materia de formación profesional se avecinaban para este sector de alumnos, a los que adscribimos en el campo de la ciencia social.

La justificación de la siguiente propuesta, requería de una serie de elementos que estábamos dispuestos a ir aportando paulatinamente, pero que nos consumían un tiempo considerable del cual carecíamos. Atañe a que en términos sucintos se podía resumir en “el problema” ya expresado por muchos autores acerca de la formación del psicólogo (Bleger, j., 1966; Danis, J., 1969; Harari, R. 1970; Foladori, H., 2002; Courel, R., 1999-2000; Beltrán, M. et al, 2012) y la práctica de la psicología.

La formación de un psicólogo clínico, tendiente a la práctica de la psicoterapia, debe hacer avanzar esta “tendencia”, la que puede ser ampliada y orientada hacia el Campo de la Salud y la Enfermedad mental, en términos de la prevención (Psicoprofilaxis), o en términos de la promoción de la salud (Psicohigiene). Una formación que tiende a privilegiar el interés y la instrumentalización en el trabajo comunitario e institucional, como una forma de asunción de una identidad profesional que ronda en un agente social comprometido e implicado en los procesos “de cambio social”, es decir, el Psicólogo como promotor de cambios que puedan ser generados por los grupos y colectivos con los que coopere en su actividad profesional.

Visto de manera muy sucinta, desde esta óptica podríamos plantear y repensar las necesidades institucionales que la carrera demandaría, en función de la formación e instrucción profesional, para responder a las prácticas específicas de la profesión.

La Formación Profesional en Ciencias Sociales y Humanas.

La licenciatura en psicología, puede valer de referente y modelo para entender lo que atañe a una propuesta que remite al desarrollo de la organización académica que en términos generales, complejiza la formación profesional, como una forma de mostrar los niveles de comprensión exigidos cuando un estudiante en prácticas se pone a prueba en su contacto con la realidad social.

Siguiendo el análisis de alguna estructura curricular (Mora L., F. 1989), la propuesta implícita es la formación de un profesional de la psicología que dominantemente se forme en la psicología clínica, practique el diagnóstico, maneje pruebas de evaluación en psicopatología y en otros campos (diagnóstico en orientación vocacional o en selección de personal, por ejemplo), proponga y aplique la psicoterapia individual o grupal, para la resolución de las problemáticas que enfrente.

Sin embargo, como en toda práctica profesional que se precie de tal, esta labor debe ser “vigilada” y supervisada, ya que es en esta actividad la supervisión (Grinberg, L., 1975), donde realmente se

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logra aprender el manejo del instrumento y su correcta aplicación (aplicación y manejo del encuadre, desempeño del rol, criterios diagnósticos, jerarquización y evaluación de problemáticas, manejo psicoterapéutico del paciente, etc). Un aspecto importante a tomar en cuenta atañe a la demanda que surge de la necesidad formativa, más que instrumental. Desde hace tiempo, distinguimos entre instrucción y manejo u obtención de información, y la formación propiamente dicha (Mora L., F. 1992). Pero en el campo de la Psicología y las ciencias humanas, la formación apunta a realizar, más allá de la asunción de la necesidad de la práctica, la labor de trabajarse a sí mismo, en un proceso continuo, permanente y a profundidad (Mora L., F. 2012).

Nos referimos a que el instrumento principal del psicólogo, como de cualquier profesional de las ciencias humanas, es su propia personalidad (Bleger, J. 1973), el enriquecimiento de sus esquemas referenciales, el desarrollo de su pensamiento crítico, la necesidad de reflexión y problematización de las realidades que enfrenta en los diversos niveles de intervención social: individual, familiar, grupal, institucional y comunitaria.

Entendemos la urgencia de formar profesionales, como una forma de paliar los déficits en su formación humana y esto no se logra produciendo psicólogos en masa sino formando psicólogos, donde su característica esencial y crítica para esta labor, es que se formen como profesionales reflexivos, que es lo que demanda el campo problemático en el que irán a insertarse, que se posicionen críticamente ante su realidad social. En el profesional de la psicología, la piedra clave de su formación es su propia experiencia en una psicoterapia, sea individual o grupal, que los sensibilice en el terreno de la salud y enfermedad mental, que no puede ser abordada parcialmente y solo desde la “experiencia” teórica o intelectual.

Es en su propia experiencia terapéutica donde, como espacio social, podrán asimilar y procesar lo que aprenden teóricamente, pero también es en ese espacio desapercibido por la mayoría, donde el psicólogo procesa y produce de una forma renovada la experiencia de “expurgar” los nódulos y los núcleos de sus propios elementos patógenos, que metabolizados en el proceso e historizados, son la condición “existencial” (Frick, E., 2000) que impulsa a la actividad reparatoria y “sanadora” en el campo de la psicología clínica y social, es decir del sufrimiento humano generado por una subjetividad que ha registrado los embates “tóxicos” de las condiciones sociales de existencia, con poca capacidad para hacerles frente.

Por otra parte, hay un carácter social en la práctica psicológica que no se ha asumido plenamente por parte de los psicólogos, y que posteriormente se volvió una “rama” o campo de la psicología, es su carácter de praxis (Pichon Riviere, E., 1973), que lleva al operador a asumir su condición de sujeto sometido a las dimensiones económicas, políticas, ideológicas, culturales, que permean y muchas veces obturan su visión acerca de lo que es sano, enfermo o “desviado”. El psicólogo evidencia sus escotomas en la valoración infranqueable ante el diagnóstico y la práctica psicoterapéutica posterior, incluida la intervención psicosocial (Bozzolo, R. et al., 2008).

Entendida de esta forma, la condición social remite a los grados de conciencia alcanzados por su formación teórica, técnica, metodológica (Harari, R., 1976), pero también humana y critica al ampliar sus referentes identificatorios que alimentan su yo consciente a través de la experiencia psicoterapéutica, y a esto se suma su compromiso político en aras de una sociedad más justa y menos generadora de sufrimiento humano-social, que le permita des-suturarse de una visión estrecha de los fenómenos que estudia y sobre los que interviene. Una propuesta no novedosa pero si poco explotada, tiene que ver con un perfil de psicólogo acorde a las problemáticas que enfrenta, que ya no son meramente individuales, sino de carácter social y colectivo y muchas veces, de urgencia (Campuzano, M. 1987; Melillo, A., et al 2008).

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El problema de la salud y la enfermedad no está circunscrito en mas, en una problemática que no rebasa lo grupal o lo familiar (Waisbrot, D. et al, 2003), atañe a las formas de disolución de los lazos sociales, a la fragmentación social y a los nuevos tipos de anomia que genera una sociedad que apunta a destituir los valores modernos y ancestrales, en función del lucro, la inmediatez, la superficialidad, el goce fugaz, la explotación exacerbada, la cosificación de las personas y la ganancia máxima del capital, sobre la idea de humanidad, solidaridad, bien común y justicia social.

Autores como Caplan (1966) o Bleger (1966, op cit), desde los años 60’s, o incluso W. Reich (1973) desde los años 30’s, abogaban ya por una labor de prevención en salud, y ya habían identificado que una disciplina como el Psicoanálisis, en su acepción Teórica o Metodológica, podía rendir grandes frutos en el campo de la salud y la enfermedad mental, enfocando su instrumentalización en el terreno de la prevención y el enfoque social (Bleger, J, 1966, op cit; Moise, C., 2001), y no solo en el de la rehabilitación de los neuróticos o los enfermos mentales.

Para no extendernos, algunos de estos considerandos nos fueron dando la pauta para plantear una propuesta de trabajo que permite acompasar e ir consolidando la labor académica y de formación teórica, con los requerimientos mínimos de una práctica supervisada que debe ser una exigencia básica, elemental, en la formación y entrenamiento del estudiante y del profesional de la psicología.

El Proyecto de Formación debería contemplar:

1. La Creación de un Centro de Salud Mental Comunitario (CESAM).

2. Junto a la conformación de un Instituto de Investigaciones Psicosociales, integrado al Cesam

La creación de un Centro de Salud Comunitario de una Escuela de Psicología (social).

Se enmarca en la necesidad de crear una organización que administre y dirija las prácticas requeridas y exigidas en la formación y entrenamiento de los estudiantes de la licenciatura de psicología o de prácticas interdisciplinarias.

La actividad propedéutica es básica y fundamental para el desarrollo de competencias, que facilita que estas puedan ser incorporadas a los esquemas de pensamiento y acción, se trata del proceso básico de saber y saber hacer que permita constatar el desarrollo de las competencias requeridas para una consolidación de la instrumentación eficaz del operador social, es decir, que el estudiante no solo “posea” sino sobre todo que la halla integrado a sus esquemas de pensamiento y acción, pasando de estar informado a haberse formado.

A la vez, este Centro de Salud Mental permitirá y favorecerá la orientación de los egresados a la atención y resolución efectiva de las necesidades de la población, generando a la vez la ratificación o la rectificación y el re-conocimiento de la validez y eficacia de los conocimientos adquiridos en la institución formativa.

El Centro debe contar con el personal adecuado, encargado de elaborar los planes y programas de acción comunitario en el campo de la Salud Mental, los Problemas Sociales y el estudio de los factores causales de Patología Mental desde la primera infancia, aunado a la forma en cómo las problemáticas macro sociales de una sociedad orientada al lucro privado, genera las condiciones

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productoras de sufrimiento humano, marginación social, desocupación, adicciones y violencia física y simbólica en amplios sectores de la población.

Se debe contar con profesionales orientados a la investigación social, psicosocial, institucional y comunitaria, operadores sociales con bagajes formativos que hayan derivado en producir experiencias de intervención social, donde se constata e identifica que la problemática de la Salud Mental en nuestro país, es un problema social, más que individual o grupal.

Deben ser operadores sociales que propongan líneas de acción comunitaria, para responder en la práctica con Proyectos de acción específicos que apunten a formular respuestas y soluciones a cuestiones necesarias y urgentes en nuestro campo. Solo enumeraré algunos de los problemas más significativos y críticos:

La pobreza extrema, que raya en la falta de alimento necesario para sobrevivir. La droga-adicción en niños y jóvenes. La desintegración familiar y la falla en la función de sostén de las familias en situaciones

precarias y críticas para la sobrevivencia física y humana. La violencia intra-familiar. El problema de las personas accidentadas y la atención psicología requerida para ellos y sus

familias, por las secuelas físicas y mentales que les deja la experiencia. La violencia social, vinculada esta a las estrechas ligas con el narcotráfico y la delincuencia

organizada. El aumento exacerbado de niñas-madre, jovencitas entre 12 y 17 años, no aptas

humanamente hablando, para hacerse cargo de otro ser. La violencia en las escuelas y la falta de contención de estas instituciones, para procesar el

conflicto generado por esta violencia. El alto índice de fracasos escolares en todos los niveles de escolarización. La des-instrumentalización de los padres para aportar a la vida social y afectiva de sus hijos. El desempleo agudo o crónico, o subempleo en un grueso de la población que transita entre

los 18 y los 40 años y que su único sustento se genera en el trabajo de limpiaparabrisas en las esquinas de las calles de la ciudad.

El problema de la delincuencia juvenil. El proceso de des-manicomialización y el manejo de los enfermos mentales que son

liberados para una vida en común. La integración plena a la vida social de las personas con alguna discapacidad.

Conscientes que este tipo de problemáticas remiten a factores causales que van más allá del trabajo individual, toda propuesta y apuesta a la labor propedéutica de los estudiantes, debe enmarcarse en proyectos de investigación - acción para determinar y establecer con precisión los factores causales y generadores de las condiciones de desvalimiento individual y social, que lleva, sobre todo a los jóvenes, a transitar por caminos y destinos de riesgo para su salud, para su libertad y para su integridad psicosocial.

La función del Centro, además de proponer y supervisar las prácticas de los estudiantes, debe ofrecer desde el vamos, los servicios prioritarios y más generales de todo Centro. Orientado a los servicios a la comunidad, establecerá contacto para enlaces y coordinación de servicios en su área de actividad y en su área geográfica, así, su labor consistirá en ofertar los siguientes servicios:

Asistencia psicológica individual, grupal y familiar

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Asesoría en dificultades institucionales, desde el ámbito psicosocial a instituciones como clínicas, guarderías, despachos jurídicos, Pymes, escuelas, asambleas barriales, colectivos varios, etc.

Apoyos en situaciones de crisis como inundaciones, duelos, intentos de suicidio, etc. Enlace de colaboración con variadas instituciones, empezando con algunas ONGs que

desarrollen proyectos alternos al control del estado.

La creación del Instituto de Investigaciones Psicosociales (IPSI)

Debe contemplarse como el corolario de la labor primera del equipo de investigadores sociales-supervisores del Centro de Salud Mental Comunitaria. La re-formulación de los esquemas referenciales de los docentes - supervisores, debe dar pie a ensayar y proponer desde el ámbito de la realidad social y sus “demandas”, la orientación de los futuros operadores sociales, en términos del análisis de los instrumentos y competencias requeridos, para hacer frente a las problemáticas abordadas.

Esto requerirá de los involucrados, la determinación de realizar investigación social desde los ámbitos que marquen las problemáticas que urge abordar con intervenciones pertinentes, es decir, justificada teóricamente la pertinencia de esa intervención que debe abarcar ámbitos como el psicosocial socio dinámico y comunitario.

Se abre ante nosotros todo el panorama de la investigación en prevención, tan abandonada a la vez que requerida para evitar seguir en la tarea cómplice del sistema de “poner parches” o “tapar hoyos”, en lugar de “remover y cambiar el pavimento y la cimentación de las calles y avenidas”, para prevenir que aquellos vuelvan a aparecer.

Estas líneas de investigación y las que se vayan generando deberán irse concretando en las propuestas de formación de post-grado, que favorezcan y estimulen la formación de especialistas en áreas y ámbitos clave que requieren de intervenciones psicosociales justas y efectivas, en función de tres objetivos:

Resolución efectiva y eficaz de los problemas abordados. Producción de Investigación Social, en el modelo de investigación – acción Re-formulación de los programas de formación a partir de la evaluación y de la

retroalimentación que proporciona la praxis social.

Aun esto, daremos tan solo algunas propuestas ya trabajadas por nosotros, como diseños curriculares de post-grado en la modalidad de Diplomados o Maestrías, que nos permitan acceder a un nivel de excelencia en la formación de los egresados.

Diplomado en Psicoprofilaxis, Parto y Puerperio. Diplomado en Droga-Adicción y el Trabajo con Adictos. Diplomado en Acompañamiento Terapéutico. Diplomado en Inter-Consulta Medico-Psicológica. Especialidad en Psicología Clínica Grupal. Especialidad en Psicoterapias Breves y de Emergencia. Especialidad en Clínica Infantil Individual y Grupal Especialidad en Psicología Educativa. Diplomado o Maestría en Psicología Comunitaria. Diplomado o Maestría en Psicología del Trabajo y Condiciones Laborales. Especialidad en Psicoterapia Familiar y el Trabajo con Familias.

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Publicaciones.

Una labor complementaria y alterna del Centro, debe ser la conformación del Equipo de Salud Mental para Casos de Desastre, que permita una respuesta rápida, eficaz y pertinente para la colaboración con otras instituciones en la atención de las victimas afectadas por los efectos traumáticos de catástrofes físicas o sociales. El equipo debe estar preparado para intervenir en:

Secuelas traumáticas por accidentes automovilísticos (accidentología) Secuelas traumáticas por pérdidas a causa de Inundaciones. Secuelas traumáticas por sismos devastadores. Afectados por la violencia y el daño causados por narcotráfico, extorsión y secuestro. Secuelas traumáticas a causa de incendios. Atención a víctimas de abuso sexual y/o violación. Atención a inmigrantes, a causa del “exilio”, condiciones críticas de encierro, extorsión y/o

desempleo.

Terminamos con un elemento básico, a la vez que nos lanza a navegar por otros niveles de actividad y praxis social.

El Centro de Salud Mental Comunitario como el Instituto de Investigaciones Psicosociales deberá contar con la producción, difusión y distribución de publicaciones:

1. una orientada a la población, a la manera de una gacetilla que oriente la actividad humana y las prácticas hacia la mejora de la Salud Mental poblacional, así como

2. la publicación de una Revista del Instituto donde tengan cabida los ensayos, artículos e investigaciones, tanto de los profesionales de los Centros de Trabajo, como de la producción generada por los estudiantes en su proceso de formación profesional.

Educación Continua.

El Centro de atención en salud mental deberá contar y programar, coordinado con el Instituto de investigaciones, una serie de actividades referidas a la educación continua, que permita generar ofertas de servicios más amplia a la comunidad y ya fuera del ámbito del servicio asistencial. Esto se puede concretar a través de algunos programas, por ejemplo:

- El Programa de Profesores Invitados (con varios de los cuales mantenemos desde hace años un contacto cercano)

- El Programa de Capacitación Laboral, ofertado por maestros del Centro.- Talleres diversos, orientados a trabajo colectivo.- Escuela para Padres, en función permanente.- El Ateneo Clínico, para la Supervisión e Investigación de casos.- El Ateneo Psicosocial Comunitario, para el análisis de la Intervención Psicosocial.- Ciclo de Conferencias.- Organización de un Congreso Metropolitano bi-anual de Salud Mental.- Cine Club.- Etc. Etc.

Conclusión.

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Como se ve, el trabajo a realizar es mucho, pero también es ambicioso y noble, en lo que atañe a intentar una formación integral y holística de los operadores sociales como son los psicólogos y todos aquellos profesionales cuya labor se enclava en el trabajo con personas y grupos (Maestros, pedagogos, sociólogos, trabajadores sociales, enfermeras psiquiátricas, psiquiatras, etc)

Existiendo ya muchas universidades de prestigio formando psicólogos desde hace varias generaciones, la única forma de no sumar más “al montón”, es buscar ofertar una formación auténticamente humana, crítica, instrumentalizada, pero con un alto grado de pensamiento crítico y compromiso social, que permita agregar un Plus en nuestros egresados, plus que haga la diferencia cuando ingresen al mercado de trabajo en el ámbito de los servicios asistenciales, pero también de prevención y promoción de la salud.

Los egresados de la licenciatura en Psicología, no pueden ni deben ofertar más de lo mismo, algunas de sus características y cualidades serán:

la rigurosidad teórica aunada a la flexibilidad y sensibilidad humana; el ofrecimiento de un trabajo asistencial cuidadoso, pero la alternativa de pasar de la

rehabilitación a la prevención en salud; más allá de ratificar una realidad para reconocerla y operar en ella, mostrar una realidad

pasible de ser transformada merced a la crítica de lo existente naturalizado, para co-operar en la transformación de esa realidad y proponer un cambio direccional y planificado.

A partir de estos aspectos elementales, podremos ampliar cada rubro o ítem, después de escuchar los señalamientos, comentarios y observaciones que este documento suscite en los interesados, en especial, a los profesionales que se interesan en la formación y ya operan en la realidad social, desde un posicionamiento crítico y socialmente implicado.

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