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1 La conversación Quiero iniciar una conversación acerca de Pablo el Apóstol. Aparte de Jesús, él es, sin duda alguna, la figura dominante del Nuevo Testamento (NT); más de la mitad de los libros del NT fueron escritos por él, en nombre de él o sobre él. Debido a esto, a través de los siglos, Pablo ha tenido una influencia incalculable sobre la Iglesia en todas partes del mundo, en todas sus formas, tamaños, dimensiones y denominaciones. Por desgracia, y precisamente porque ha tenido tanta influencia, muchas veces se le ha culpado por los peores excesos de la Iglesia: su discriminación y dogmatismo, su inflexibilidad y propensión a juzgar, sus prejuicios e intolerancia, su sexismo y machismo. Pero creo que Pablo ha sido mal entendido. Muy entendido mal. Con demasiada frecuencia, sus palabras se han “tomado prestadas”—sacadas de contexto y luego usadas para apoyar ideas y políticas, doctrinas y conductas por las cuales que él nunca hubiera abogado y a las cuales de hecho se habría opuesto firmemente. Es por eso que elegí escribir este libro y llamarlo El mensaje perdido de Pablo. En lugar de imponer nuestros supuestos culturales preconcebidos sobre este extraordinario pionero del primer siglo, nos corresponde tratar de escuchar bien el significado de sus palabras en términos de su contexto y cultura originales. Creo que esto no solo las liberará de su “encarcelamiento” en la negatividad, sino que también sacará a la luz su significado revolucionario y positivo para esta generación y para las futuras. Crecí en una iglesia local donde era difícil hacer preguntas honestas. El púlpito estaba por encima de toda contradicción. Pero en mis veinte decidí que preferiría vivir una vida con preguntas para las cuales tal vez nunca iba a encontrar respuestas, que una vida llena de preguntas que no se me permitía hacer. Eso es lo que me llevó a comenzar a hacer preguntas acerca de Pablo y a profundizar en algunos de los problemas que tenía con “el apóstol enojado”. La semana pasada tomé café con una mujer que me dijo que era miembro de su iglesia local. Durante nuestra conversación, le comenté que yo estaba escribiendo un libro sobre uno de mis héroes: el apóstol Pablo. Me miró horrorizada. “Lo que sea que tengas que decir, no me harás cambiar de opinión sobre él”. Entonces, aquí va mi confesión. Las ideas que presento aquí no son mías. A medida que leas el libro, descubrirás que las ideas son tomadas del mundo más amplio de la erudición; de

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1

La conversación

Quiero iniciar una conversación acerca de Pablo el Apóstol.

Aparte de Jesús, él es, sin duda alguna, la figura dominante del Nuevo Testamento (NT);

más de la mitad de los libros del NT fueron escritos por él, en nombre de él o sobre él.

Debido a esto, a través de los siglos, Pablo ha tenido una influencia incalculable sobre la

Iglesia en todas partes del mundo, en todas sus formas, tamaños, dimensiones y

denominaciones. Por desgracia, y precisamente porque ha tenido tanta influencia, muchas

veces se le ha culpado por los peores excesos de la Iglesia: su discriminación y dogmatismo, su

inflexibilidad y propensión a juzgar, sus prejuicios e intolerancia, su sexismo y machismo.

Pero creo que Pablo ha sido mal entendido. Muy entendido mal.

Con demasiada frecuencia, sus palabras se han “tomado prestadas”—sacadas de contexto y

luego usadas para apoyar ideas y políticas, doctrinas y conductas por las cuales que él nunca

hubiera abogado y a las cuales de hecho se habría opuesto firmemente.

Es por eso que elegí escribir este libro y llamarlo El mensaje perdido de Pablo. En lugar de

imponer nuestros supuestos culturales preconcebidos sobre este extraordinario pionero del

primer siglo, nos corresponde tratar de escuchar bien el significado de sus palabras en términos

de su contexto y cultura originales. Creo que esto no solo las liberará de su “encarcelamiento”

en la negatividad, sino que también sacará a la luz su significado revolucionario y positivo para

esta generación y para las futuras.

Crecí en una iglesia local donde era difícil hacer preguntas honestas. El púlpito estaba por

encima de toda contradicción. Pero en mis veinte decidí que preferiría vivir una vida con

preguntas para las cuales tal vez nunca iba a encontrar respuestas, que una vida llena de

preguntas que no se me permitía hacer.

Eso es lo que me llevó a comenzar a hacer preguntas acerca de Pablo y a profundizar en

algunos de los problemas que tenía con “el apóstol enojado”.

La semana pasada tomé café con una mujer que me dijo que era miembro de su iglesia local.

Durante nuestra conversación, le comenté que yo estaba escribiendo un libro sobre uno de mis

héroes: el apóstol Pablo. Me miró horrorizada. “Lo que sea que tengas que decir, no me harás

cambiar de opinión sobre él”.

Entonces, aquí va mi confesión. Las ideas que presento aquí no son mías. A medida que leas

el libro, descubrirás que las ideas son tomadas del mundo más amplio de la erudición; de

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pensadores y escritores antiguos y modernos. Representan un gran cuerpo de pensamiento

relacionado con Pablo y su mensaje, el cual, aunque de alguna manera se haya perdido para

nuestra sociedad, es, una vez que tengas la oportunidad de interactuar con él, literalmente

capaz de cambiar el mundo.

En términos del estudio de la vida y la obra de Pablo, hay una gran brecha entre el mundo

académico y la comprensión popular. Mi tarea es simplemente tratar de ayudar a un público

más amplio a llegar a comprender al apóstol mejor; desentrañar, dejar en claro, lo que otros ya

han explorado en tomos más extensos que están llenos de páginas de letra pequeña poco

atractiva y lenguaje técnico, pero que contienen información reveladora y sabiduría asombrosa.

Soy líder de una iglesia local. Como a menudo le digo a nuestra congregación, un sermón

debe considerarse excelente no porque todos los presentes en el edificio estén de acuerdo con

el predicador, sino porque, después de escucharlo les sobran las ganas de discutir, debatir y

analizarlo camino a casa.

Exactamente de la misma manera, no todos estarán de acuerdo con todo lo que yo voy a

decir aquí. Además, descubrirás que yo no estoy de acuerdo con todos los académicos que cito

en el libro. De hecho, hay algunos con quienes estoy completamente en desacuerdo. Hay otros

con quienes a veces estoy de acuerdo y a veces no, y otros más a cuyos profundos

planteamientos no tengo absolutamente nada que agregar ni restar.

Sin embargo, lo que más quiero hacer es expresar mi respeto por los aportes de todas las

personas que, desde muchas tradiciones y culturas y a lo largo de los siglos de la historia de la

Iglesia, han contribuido su comprensión a este diálogo. Cualquiera que sea mi opinión sobre el

contenido de su trabajo, cada uno ha tenido el coraje y el compromiso de participar en nuestra

conversación intergeneracional en curso, el único medio que tenemos para encontrar la verdad.

Ese es el punto. Aunque no siempre estaremos de acuerdo, nuestro sello distintivo, el sello

distintivo común de aquellos que buscan seguir a Jesús, debería ser que continuamos

escuchándonos unos a otros en una actitud de gracia y paciencia a medida que vamos

avanzando. Después de todo, Dios no nos acepta por lo correcto de nuestras opiniones, sino

que más bien nos muestra gracia y misericordia a pesar de los puntos de vista que adoptamos.

Y nos toca a nosotros aceptarnos unos a otros con base en ese mismo principio.

Lo cual me lleva a una confesión más. La forma en que veo las cosas ahora no es la forma

en que siempre las he visto. Mi fe esta cambiando. Está evolucionando. Espero que se esté

profundizando, desarrollando y madurando. Por lo tanto, en vez de enfatizar principalmente

la defensa de posiciones doctrinales inamovibles, considero que mi verdadera búsqueda, mi

verdadera responsabilidad, es comprometerme de todo corazón con la tarea continua de lidiar

con las Escrituras. Para mí, esta es una tarea permanente; no una tarea impulsada por ninguna

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falta de respeto o desprecio por la Biblia, sino, al contrario; por el más profundo respeto por su

colección de textos inspirados que la Iglesia ha considerado sagrados durante tantos siglos.

Así que, quizás no se trata tanto de que yo quiera empezar una conversación acerca de Pablo

el Apóstol, sino más bien darle continuidad a la que se ha estado dando desde que irrumpió por

primera vez en el escenario de la historia, en las plazas del mercado del Imperio Romano, y

luego se puso a escribir.

Este es mi aporte. Sigamos conversando.

PD. El pronombre personal de Dios es “espíritu”, no “él” o “ella”. La naturaleza de Dios es

“otra”. Pero nuestro lenguaje nos limita. A lo largo de este libro, al referirme a Dios he tratado

de usar una terminología que trasciende el género, pero ocasionalmente, debido a las

limitaciones del idioma, he fallado. Perdóname por favor.

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2

El revolucionario

Howard Thurman nació en Florida en 1899. En 1953, la revista Life lo catalogó como uno

de los 12 líderes religiosos más importantes de los EE.UU. Años más tarde, la revista Ebony lo

nombró una de las 50 figuras más importantes de la historia afroamericana.

Thurman, teólogo y educador, le llevaba 30 años a Martín Luther King, Jr. A través de su

trabajo como profesor en las universidades de Howard y luego Boston, así como su predicación,

se convirtió en un asesor intelectual y espiritual de confianza no solo para King, sino también

para una generación entera de futuros líderes del movimiento de derechos civiles en su lucha

por la libertad afroamericana.

A lo largo de las décadas de 1950 y 1960, King citó, parafraseó y echó mano a las ideas de

Thurman en sus discursos y sermones. Se dice que, durante la larga lucha del boicot a los

autobuses en Montgomery, King llevaba en su bolsillo una copia del libro más conocido de

Thurman. En “Jesús y los Desheredados”, Jesús se representa como el aliado de los

desposeídos—desde su pequeño grupo original de seguidores que vivían bajo la opresión del

ejército romano y sufrían el rechazo de la clase dirigente judía en la Palestina del primer siglo,

hasta los afroamericanos que vivían bajo el yugo de la esclavitud y la segregación en los EE.UU.

en el siglo XX.

Howard Thurman había sido criado por su abuela, quien nació en la esclavitud en una

plantación en el norte de Florida. Ella era cristiana comprometida, pero nunca aprendió a leer.

Thurman dijo que “Durante toda mi infancia y juventud me tocó leerle todos los días”. Pero

ella nunca le permitió leerle ninguna de las cartas de Pablo, excepto el capítulo 13 de 1

Corintios de vez en cuando.

Pasaron años, hasta que un día Thurman finalmente se armó de valor para preguntarle a su

abuela el porqué. Ella le explicó que su amo celebraba un culto religioso cada tres o cuatro

meses especialmente para los esclavos de la plantación. Y la lectura de la Biblia era siempre la

misma. Siempre de la carta de Pablo a los efesios: “Esclavos, obedezcan a sus amos…”1. Luego

el sermón del cura o pastor versaba sobre cómo la Biblia enseñaba que era la voluntad de Dios

que los negros fueran esclavos y sobre cómo, si eran buenos esclavos, Dios los bendeciría.

1 Efesios 6:5 (NVI).

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Thurman dijo que su abuela le dijo que en ese momento tomó la decisión de que, si alguna

vez tuviera la oportunidad de aprender a leer o si algún día fuera liberada, nunca más volvería

a leer las palabras de Pablo.

A través de los siglos, los escritos de Pablo se han convertido en armas. Sus palabras se han

utilizado para justificar la crueldad hacia, y la exclusión de, los negros y personas de color, las

mujeres, los adeptos de otras religiones, cristianos del tipo no adecuado (los católicos, los

ortodoxos o los protestantes, según el punto de vista), los no creyentes y personas LGBT, por

nombrar a solo algunos. Por lo tanto, no es de sorprenderse que innumerables cristianos y,

obviamente muchas otras personas, se sientan (cuando menos) ambivalentes con respecto al

“Apóstol” y sus palabras. Para muchos, él es el autor de la exclusión social estructural.

Entonces, el asunto es...

¡Advertencia! Sigue leyendo al menos el tiempo suficiente para darme la oportunidad de

explicarte lo que quiero decir después de que leas la siguiente afirmación:

Aunque a Pablo se le ha presentado como el campeón de la exclusión, he llegado a creer

que él era, de hecho, todo lo contrario. ¡Pablo—el verdadero Pablo—era el gran

“incluidor”!

Al apóstol Pablo lo han pintado como una extraña mezcla de los inflexibles evangelistas

callejeros de antaño y los teólogos académicos inaccesibles. Él no era ninguno de los dos. Creo

que Pablo era un revolucionario que vio nacer un nuevo mundo de inclusividad y dio su vida

para ayudar a hacerlo realidad. Se cuenta la historia de un obispo inglés que acababa de escribir

un libro sobre la teología de Pablo y que comentó irónicamente: “Donde sea que me inviten a

dar charlas sobre Pablo, sirven té y pastelitos y me hablan respetuosamente. Donde fuera que

hablaba Pablo, se desataba una revuelta”.

“Con el periódico en una mano y la Biblia en la otra. Esa es la mejor manera de interpretar

el mundo”. Esto es lo que me enseñaron en el seminario teológico. Lo que querían decir, era

que en un mundo anterior a los medios digitales y las redes sociales la Biblia brindaba el mejor

comentario y guía práctica de la vida.

Pero para la mayoría de las personas inteligentes y pensantes que yo conozco, dicha

afirmación es ridícula. La Biblia parece ser arcaica e irrelevante, y el Apóstol Pablo, por estar

estrechamente relacionado con la mitad del Nuevo Testamento y ser el autor de lo que se cree

que son algunas de las enseñanzas más draconianas (por no decir a veces incomprensibles) del

canon, parece ser uno de los más culpables. Y, más que eso, si hemos perdido la fe en la Biblia—

o al menos en nuestra interpretación de ella—tenemos otros discursos que nos están fallando

también.

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Tanto la retórica de izquierda como la de derecha nos han decepcionado. Y

estrepitosamente. Los diversos mundos idealistas que nos ofrecieron no han llegado. Sin

embargo, se aferran desesperadamente a sus discursos inservibles, de la misma manera que esas

almas perdidas, indefensas y exasperadas que se agarraron de los restos flotantes del Titanic en

un océano hostil mucho después de que el barco se había hundido.

Además, y recurriendo a otra metáfora, hemos comenzado a sentir que nos está llegando

una tormenta severa; que la forma de vida que tantos han dado por sentado durante tanto

tiempo es insostenible.

Estamos en crisis. Las cosas se sienten más frágiles, precarias y polarizadas de lo que jamás

hemos conocido. Nuestras instituciones democráticas y financieras, junto con nuestros

casquetes polares y comunidades locales, están al borde del colapso. Pero, peor aún, sentimos

que en medio de todo esto no tenemos timón. Nos encontramos a la deriva en un mar de

confusión sin un chaleco salvavidas ni sentido de dirección. El “progreso” científico y

tecnológico que nos iba a salvar no solo no ha podido lograr su cometido, sino que, como ahora

sabemos, la mayor parte del progreso real ha sido a expensas de otra persona.

Todos los discursos del pasado están muertos.

Necesitamos una nueva historia.

Y estoy lo suficientemente loco como para creer que es allí donde Pablo, el verdadero Pablo,

puede ayudarnos.

Nuestro problema es que hemos leído a Pablo de Tarso a través de las palabras de otros

hombres famosos, particularmente Agustín de Hipona, Lutero de Wittenberg y Calvino de

Ginebra, a todos los cuales nos encontraremos a lo largo de este viaje mientras tratamos de

redescubrir lo que creo que es el mensaje de Pablo que se perdió hace mucho tiempo. Es hora

de que desaprendamos nuestras lecturas culturalmente condicionadas de sus palabras y

trabajemos duro para permitir que en su lugar nos hable el verdadero Pablo, el pensador del

primer siglo.

En Occidente, el catolicismo medieval distorsionó lentamente las palabras de Pablo,

convirtiendo a muchas de ellas en la fuente de un sistema de control, vergüenza, miedo y

sentido de culpa paralizante católico.

Luego, Martín Lutero y Juan Calvino, los “protestantes” del siglo XVI, al intentar “reformar”

esos abusos, le dieron vuelta al significado de las palabras de Pablo para impulsar lo que se

convirtió en un nuevo sistema de control, vergüenza, miedo y sentido de culpa paralizante

protestante.

Nuestra tarea es no permitir que lo mismo vuelva a ocurrir.

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Hace más de treinta años, yo fundé una organización benéfica llamada Oasis. Una de las

cosas que hacemos es encargarnos de escuelas en Inglaterra. En este proceso, a menudo hemos

heredado edificios viejos que ya no sirven después de décadas de deterioro… a veces tienen

aulas de la década de 1960, un salón de actos de la década de 1970, una cocina y un comedor

de la década de 1980 y una ampliación de la década de 1990 con más aulas, un gimnasio y baños

nuevos. Todo conectado por una red enmarañada de corredores, un sistema de calefacción

inadecuado, pisos desnivelados y techos con goteras.

He aprendido que a veces es mejor botar todo y comenzar de nuevo. Pero también he

aprendido otra lección: es mucho más rápido deconstruir que construir. La demolición es fácil,

pero para la reconstrucción se necesita tiempo, planificación, habilidad y cuidado. Además, no

quieres botar las frutas frescas con las podridas. Hay algunos buenos principios de construcción

de escuelas que se han aprendido a lo largo de los años. Por lo tanto, aunque uno no desea

repetir los mismos viejos errores, sí quiere aprovechar las duras lecciones aprendidas, así como

los buenos métodos e investigaciones nuevos.

A mi modo de ver, es hora de comenzar de nuevo con Pablo. Sus escritos son un tesoro

oculto. Oculto porque ha sido descolorido, incrustado y enterrado en la suciedad y la mugre de

la historia y los estudios de la Iglesia a lo largo de los siglos, para luego ser usado, a veces sin

querer, a veces a propósito, para construir unas estructuras extraordinariamente represivas y

controladoras.

El significado que le damos a las palabras puede ser algo muy personal. Incluso palabras

sencillas, como “padre”, “madre”, “escuela”, “salud”, “hogar” y “trabajo” pueden transmitir

emociones y significados muy diferentes para distintas personas. Pero rara vez se reconoce esto.

En cambio, cuando las usamos, suponemos que su significado es claro y obvio. Sin embargo, las

palabras y frases utilizadas por otras personas pueden servir para liberarnos o meternos en

calabozos de los que no podemos escapar. Pueden relajarnos y calmarnos, o ponernos nerviosos.

Inspirarnos y emocionarnos, u oprimirnos y desinflarnos. Crear espacio para nosotros o

encerrarnos.

Las palabras y frases del primer siglo a menudo están demasiado manchadas y descoloridas

por su uso a lo largo de los siglos para que sean fácilmente entendidas en el siglo XXI. Términos

como la justificación, la ley, el juicio, la salvación, la santidad, la ira, la justicia, el cielo y el

infierno pueden terminar, en su forma descontextualizada, por sonar bastante aterradores y

causar una enorme confusión y dolor. De hecho, me imagino que conoces a personas, a muchas

personas, que alguna vez se consideraban parte de la Iglesia, pero ya no. Y, del mismo modo, a

muchos otras que nunca han considerado unirse.

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¿Y cual ha sido el resultado de todo esto? La voz de Pablo ha sido mal escuchada, mal

entendida, mal interpretada, mal utilizada, mal juzgada y, por lo tanto, a veces descartada por

completo, por ser demasiado severa, misógina y disciplinaria. Se ha perdido.

Es hora de que lo dejemos hablar de nuevo.

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3 El anhelo

El Nuevo Testamento consta de 27 libros. Trece de ellos fueron escritos por Pablo o escritos

en su nombre por otro autor plenamente influenciado por su pensamiento. Además, Pablo

figura como el personaje central de los Hechos de los Apóstoles. Eso equivale a poco más de la

mitad de todo el Nuevo Testamento.

Existe un consenso casi universal de que el mismo Pablo escribió las siete cartas que

conocemos como Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Filipenses, 1 Tesalonicenses y Filemón.

Sin embargo, los eruditos discrepan en cuanto a Efesios, Colosenses y 2 Tesalonicenses debido

a cuestiones relacionadas con el contenido, el estilo y el vocabulario. Existe un consenso

generalizado de que las tres cartas que llamamos “pastorales” - 1 y 2 Timoteo y Tito - fueron

escritas por otros en nombre de Pablo, tal vez incluso después de la muerte de este.2

Nada de esto es siniestro. Más bien es como los estudiantes leales de Rembrandt, inspirados

e influenciados por su vida y obra, que hicieron todo lo posible para pintar con su estilo y

colores exactos. Sin embargo, a pesar de sus mejores esfuerzos, los expertos, a través de

investigación rigurosa, pueden distinguir los originales de Rembrandt de los cuadros pintados

por sus seguidores. Para los propósitos de este libro, me enfocaré principalmente en aquellas

cartas que son aceptadas por todos, sin ignorar las demás, especialmente cuando está claro que

buscan ampliar los principios que Pablo establece en otra parte.

2 Algunos de los primeros líderes de la Iglesia también atribuyeron a Pablo la autoría de la epístola anónima a los

Hebreos, pero esto fue rechazado muy temprano, en primero lugar por Orígenes de Alejandría.

Muchos estudiosos cuestionan la autenticidad de 2 Tesalonicenses, ya que para ellos parece un intento deliberado

de volver a escribir 1 Tesalonicenses. Sugieren que 2 Tesalonicenses cita y sigue el formato de 1 Tesalonicenses,

al mismo tiempo que ofrece un plan diferente para cuándo llegará el “fin”. Otros niegan que exista alguna

contradicción entre estos dos textos. Colosenses y Efesios presentan una cuestión de otro tipo. Su estilo y

vocabulario parecen diferir de las cartas indiscutibles de Pablo, lo que lleva a muchos estudiosos a sugerir que

provienen de un escritor diferente.

Por otro lado, existe un consenso general de que las tres cartas pastorales fueron escritas en el nombre de Pablo

después de su muerte. El término técnico para esto es “pseudoepigrafía”. Dichas cartas presentan un conjunto más

elaborado de oficios y servicios de la iglesia y nuevas cuestiones doctrinales y prácticas, mientras que el

vocabulario, el estilo, e incluso los conceptos clave, de Pablo se ignoran o se cambian para representar a la Iglesia

como una jerarquía mucho más rígida. Las seis cartas en disputa a veces se denominan deutero-paulinas, es decir,

escritas en el nombre de Pablo por otro autor plenamente influenciado por su pensamiento.

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Debido al gran volumen e influencia de la obra de Pablo, tratar de entender el desarrollo

de la Iglesia sin referirse a él es algo como intentar comprender el desarrollo de la música

moderna sin ninguna referencia a Elvis… o los Beatles, los Stones, Dylan, Michael Jackson y

U2, todos juntos. Algunas personas incluso van tan lejos como para afirmar que el cristianismo,

como hemos llegado a practicarlo, debería ser etiquetado con mayor precisión como

“paulinismo”. No queda duda de que Pablo sigue teniendo una enorme influencia en la manera

en que pensamos que deberíamos seguir a Jesús.

Pablo, o para darle su nombre de nacimiento hebreo Saulo, nació alrededor del año 6 d.C.,

de padres judíos en la ciudad de Tarso, en el sudeste de lo que hoy es Turquía, a 20 kilómetros

del Mar Mediterráneo. Jesús quizás le llevaba unos 10 años. Alrededor de 70 años antes,

Pompeyo, uno de los grandes líderes militares de Roma, había llegado a Tarso con un ejército

y convirtió la ciudad en la capital de la provincia romana de Cilicia. Por esta razón, además de

ser judío, Pablo nació como ciudadano del Imperio.3

A menudo se argumenta que Pablo se apoderó del mensaje sencillo, generoso y lleno de

gracia de Jesús para luego convertirlo en un sistema legalista de exclusión y control, un culto

misógino y homofóbico, y que lo que tenemos que hacer es volver al mensaje sencillo de Jesús.

No estoy de acuerdo. Veo las cosas de manera muy diferente.

Es cierto que Saulo fue educado como legalista. Un judío estricto. Un fariseo. Pero, como

nos cuenta Hechos 9, en ese ahora famoso camino de Damasco, este conservador religioso ultra-

legalista y ferozmente nacionalista, cuya misión era destruir la naciente Iglesia, tuvo una

experiencia única: “una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. Él cayó al suelo y

oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? —¿Quién eres, Señor?—

preguntó. —Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—. Levántate y entra en la

ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer.”

Por supuesto, se cuestionan los detalles exactos de lo que sucedió. Historiadores, teólogos y

psicólogos llevan muchos años analizando la naturaleza exacta de este encuentro. ¿Fue

psicológico o físico? ¿Hubo literalmente un foco reflector en el cielo que lo cegó? ¿Alguien más

lo vio? Hechos nos dice que las personas que lo acompañaban escucharon un sonido, pero no

dice que lo hayan podido reconocer como una voz humana. Entonces, ¿fue la experiencia de

Saulo solo interna?

Estas son preguntas que nadie puede contestar. Sin embargo, lo que es indiscutible es el

resultado. Independientemente de lo que haya pasado en ese camino, Saulo fue transformado

por la experiencia. Hasta ese momento, había dedicado toda su considerable energía y pasión a

preservar y continuar las tradiciones de Israel. Es por eso que estaba tan involucrado en la

3 Pablo fue probablemente uno de los nombres romanos de Saulo.

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persecución violenta de los seguidores del “Camino” (como se conocía a los seguidores de Jesús)

que estaban promoviendo una herejía peligrosa. Justo cuando, ante la presión romana, Israel

necesitaba mantener su sentido de identidad y propósito claro y fuerte, estos renegados de

mente débil lo estaban diluyendo y erosionando.

Pero, a partir de ese momento, Saulo fue un devoto sin reservas de Jesús. Quedó cautivado

por él. Hasta donde sabemos, tenía poco más de 20 años en ese momento, y por el resto de su

vida aplicaría toda su energía, dedicación y ambición a esta nueva historia.

Así que pasó el resto de su vida viajando (cubrió alrededor de 16.000 kilómetros), a menudo

encerrado y golpeado, pero constantemente escribiendo, enseñando y, lo que es más

importante, construyendo pequeñas células revolucionarias e interculturales comprometidas

con una cosmovisión diferente, centrada totalmente en la comprensión de Pablo del Cristo

resucitado.

Saulo —o Pablo, que claramente se convirtió en su nombre preferido4— fue un negociador,

pensador global y líder de pensamiento estratégico, innovador, creativo y lleno de energía.

Lejos de subvertir el mensaje de Jesús, realmente lo entendió y pasó el resto de sus días lidiando

con lo que significaba cuando se aplicaba al amplio entorno del mundo no judío.

El público de Jesús era principalmente judío. Sin embargo, había insistido en que sus

seguidores deberían llevar su mensaje “a todo el mundo” y les enseñó su forma revolucionaria

de ser humano.5 Esto, por supuesto, fue un gran desafío. Pero llegada la hora, surge el hombre.

Apareció Pablo.

Fue este desafío el que llevó a Pablo a áreas de pensamiento que Jesús no había tenido que

abordar, o sobre las cuales no había dejado ninguna enseñanza específica. Es por esta razón que

pasa tanto tiempo hablando de temas que Jesús ni siquiera mencionó.

La tarea de Pablo era descubrir cómo aplicar el mensaje transformador y liberador de Jesús

a comunidades para las cuales los símbolos culturales del judaísmo eran completamente ajenos.

Temas como la circuncisión y las leyes alimentarias nos parecen remotos y triviales, pero, lejos

de ser una distracción del mensaje liberador de Jesús, eran asuntos de gran envergadura para

Pablo. A él le tocó la gigantesca tarea de navegar a través de todo eso, formular sus ideas y luego

tratar de aplicar los valores revolucionarios de Jesús a nuevas situaciones interculturales.

Gracias a su conciencia estratégica, reconoció que dichas células tenían que ser

manifestaciones integradas de las enseñanzas y el ejemplo de Jesús, comunidades genuinas de

4 A menudo se supone que el nombre de Saulo fue cambiado cuando se convirtió en seguidor de Jesús, pero ese

no es el caso. Lucas continúa refiriéndose a él como Saulo, incluso cuando se ha convertido en un maestro aceptado

dentro de la Iglesia. Luego, en Hechos 13.9, Lucas indica que los nombres eran intercambiables: “Saulo, o sea

Pablo”. 5 Ver Marcos 16.15; Mateo 28.19–20; Hechos 1.7–8.

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paz; de lo contrario, el mensaje de Jesús sería siempre una causa de división y segregación en

lugar de la unidad humana. Además, enfrentó un segundo desafío que lo complicó todo. Tenía

que lograr comunicar esta nueva comprensión de Jesús como el Mesías para todo el mundo, al

mismo tiempo que trabajaba con los primeros seguidores de Cristo, que eran todos judíos. Para

los primeros seguidores de Jesús, había pocas cosas más importantes o sagradas que las leyes

alimentarias y el rito de la circuncisión.

Entonces Pablo escribió:

Entre los judíos me volví judío, a fin de ganarlos a ellos. Entre los que viven bajo

la ley me volví como los que están sometidos a ella … a fin de ganar a éstos.

Entre los que no tienen la ley me volví como los que están sin ley … a fin de

ganar a los que están sin ley.6

Y el relato bíblico de su vida y obra nos cuenta que abordó esta tarea con un entusiasmo

incontenible y un impulso que iba a cambiar el mundo.

6 1 Cor 9: 20-21.

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4

Aire

Mi nieto mayor ama los tiburones. Todos los tiburones. Cuando tenía tres años, le compré

un tiburón de plástico para que lo disfrutara en una piscina durante nuestras vacaciones

familiares de verano. El tiburón llegó por correo. Mi nieto no aguantaba las ganas de abrir el

paquete, pero después de hacerlo se sintió muy decepcionado. El tiburón que llegó, de tiburón

tenía muy poco. Era plano y tenía la forma de la caja en la que llegó.

Me las arreglé para aliviar su decepción al explicarle que solo teníamos que inflarlo con

mucho aire y pronto tendría la forma auténtica de un tiburón. Él quería empezar en seguida y

observaba ansiosamente mientras yo soplaba. Primero apareció la aleta dorsal y luego la cola.

Mi nieto estaba fascinado y me hacia comentarios todo el tiempo. Pero tenía un problema.

Podía ver a través de la “piel” de plástico transparente del tiburón y eso lo inquietaba.

Al final, no aguantaba la curiosidad. “Abuelito”, dijo, “¿qué está pasando?”.

“Lo estoy llenando de aire y eso es lo que lentamente le está dando forma”.

Hubo un largo silencio. “¿Qué es el aire?” preguntó.

“Aire es lo que estoy soplando”.

“¿De dónde viene?”

“De mis pulmones.”

“¿Qué son pulmones?” Eso solo confundió el asunto más, porque tuvimos que hablar de

pulmones por varios minutos antes de volver al asunto del aire.

Finalmente le expliqué, “El aire es algo que está a tu alrededor. No puedes verlo, pero es lo

que yo he estado soplando en el tiburón, y es lo que todos nosotros respiramos todos los días.

Es lo que nos mantiene vivos a todos. Dependemos del aire.” Mi nieto ya había vivido por tres

años, totalmente dependiente del aire, sin darse cuenta de su existencia.

La cultura en que vivimos es como el aire que respiramos. Aun cuando somos conscientes

de ella, tendemos a darlo por sentado y olvidarlo. La absorbemos sin notarla. Raramente nos

tomamos el tiempo de hacer preguntas al respecto, probarla o analizarla.

Los expertos tienen varios nombres complejos para esto—un macrorrelato, una

metanarrativa, un modelo cultural controlador—pero al final todo se reduce a lo mismo. Todos

vivimos dentro de algún tipo de gran historia. Y, en Occidente, un factor clave en esa historia

dominante es el capitalismo. A pesar de que muchos de nosotros hacemos todo lo posible para

mantener nuestros ojos abiertos, para no aceptar sus suposiciones a ciegas sin filtrarlas y para

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vivir “contraculturalmente”, su “aire” nos rodea, estamos inmersos en él y tomamos muchas de

sus implicaciones por sentado.7

Pablo también vivió dentro de un metarrelato; era el aire que respiraba. Y en 1977, un

teólogo llamado Ed Sanders nos hizo ver de una forma nueva en qué consistía esa historia.

Escribió un libro llamado Pablo y el judaísmo palestino, que para la Iglesia occidental era como

una bomba atómica en lo que a su comprensión de Pablo se refería. Su impacto se fue

incrementando lentamente hasta que los resultados se convirtieron en lo que los teólogos ahora

llaman la “Nueva Perspectiva sobre Pablo”.8

Lo que Sanders intentó hacer fue averiguar el tipo de historia cultural en la que vivía Pablo.

¿Cuál era el aire cultural que respiraba? ¿Qué daba por sentado? ¿Cuáles eran las suposiciones

de Pablo acerca de la vida que estaban detrás de todo lo que decía? Sanders afirmó que el

problema básico que enfrentaba la erudición acerca del Nuevo Testamento era que no había

tomado la historia lo suficientemente en serio. Como consecuencia, había entendido mal lo

que Pablo estaba diciendo a su público original y, por ende, lo que sus enseñanzas nos dicen

hoy.

El problema es que siempre hay un lapso entre el desarrollo de teología de punta y la

enseñanza impartida en la iglesia local. A lo largo de los años, lo he visto una y otra vez, y la

brecha puede ser grande. Pero ya es hora de que todos nos familiaricemos con la cultura de

Pablo.

La historia en la que vivió Pablo se llama “judaísmo del Segundo Templo”. Ese era el oxígeno

que él y todos los demás judíos del primer siglo respiraban.

¿Por qué es importante esto? Porque un texto sin contexto se convierte en pretexto. Y ese

ha sido el problema con las historias de exclusión y rechazo, condenación y segregación que se

han alimentado con los escritos de Pablo.

La historia del judaísmo es la historia de cómo Dios eligió al pueblo de Israel y trabajó con

ellos a lo largo de los siglos. Sus comienzos se nos presentan en el libro de Génesis, con el relato

de un hombre llamado Abrahán y la promesa que Dios le hizo: no solo que le iba a bendecir

con muchos descendientes, sino que a través de ellos bendeciría a todos los pueblos de la tierra.

Es una historia maravillosa. Pero las cosas terminan saliendo mal. Y, para ir al grano, mucho

más tarde el pueblo de Israel terminó siendo esclavos en Egipto, la superpotencia de la época,

por un período de alrededor de 400 años. Sin embargo, desde lo más profundo de su

7 Para más información sobre “metanarrativas”, ver Neil Postman, The End of Education (London: Vintage, 1996). 8 Entre los muchos defensores de la Nueva Perspectiva figuran académicos como Tom Wright, James Dunn y

Wayne Meeks.

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desesperación, clamaron a Dios por su libertad. Y eventualmente, a través de otro personaje

famoso—Moisés—Dios contestó sus oraciones.

Fueron rescatados por medio del evento que se llegaría a conocer como el Éxodo. Fueron

liberados de la esclavitud y de Egipto. Dios los redimió. Dios los salvó como pueblo, más que

como individuos. Y ese extraordinario episodio de la historia se convirtió en el fundamento de

su comprensión de sí mismos y de su relación con Dios.

Su escape, o más bien su rescate, de Egipto solo intensificó la confianza inquebrantable de

los antiguos judíos en las promesas que el Dios de toda la creación les había hecho y en su

relación pactal con Él. Como el Dios de toda la creación había cumplido sus promesas, se podría

confiar en Él en el futuro. El Dios de toda la creación no les fallaría.

Esto es lo que Pablo creía y, de hecho, esto es lo que la gente de la fe judía cree todavía.

Incluso hoy, si intentaras convencer a un judío que podría ser “salvo” al repetir cierta oración,

tus palabras le resultarían incomprensibles. Aunque por educación no se lo diría, estaría

pensando: Somos salvos, somos redimidos, ya sucedió y volverá a suceder. Somos la gente que

conoce la gracia de Dios.

Entonces, ¿qué pasa con lo del Segundo Templo?

Bueno, aunque hizo falta otra generación, el pueblo de Israel fue redimido por medio del

Éxodo y finalmente terminó en lo que llamaron “la Tierra Prometida”, y allí se estableció para

disfrutar de su nueva vida de libertad. Con el tiempo llegó a establecer una monarquía. El más

conocido de sus reyes era David, a quien siguió su hijo Salomón, quien ordenó la construcción

de un templo.

El primer templo.

Ese templo albergaba la “Shekiná” de Dios. Shekiná es una palabra hebrea que significa

“morar” o “asentarse” y denota la presencia divina de Dios. De hecho, en su viaje a través del

desierto, los judíos llevaron consigo una especie de templo itinerante, una enorme carpa que

llamaron el Tabernáculo, donde también creían que estaba presente la Shekiná de Dios.

Hasta aquí todo bien. Pero luego las cosas volvieron a salir mal.

La monarquía se corrompió. El liderazgo se dividió. La unidad se perdió. El norte y el sur

del país pelearon entre sí y se dividieron en dos entidades separadas: Israel (el norte) y Judá (el

sur). La superpotencia del momento, Asiria, conquistó el norte. Más tarde cayó ante Babilonia,

dirigida por el tirano Nabucodonosor, quien asedió Jerusalén, lo que resultó en su destrucción,

incluida la demolición del Templo, en el año 587 a.C. El rey de Judá, Sedequías, fue capturado.

Sus hijos fueron ejecutados delante de él. Luego lo cegaron y lo deportaron, junto con muchos

otros, a la ciudad de Babilonia. El reino independiente de Judá se acabó y fue humillado al

convertirse en una provincia babilónica.

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Sin embargo, como pasa siempre con los imperios, la misma Babilonia cayó ante el rey

persa, Ciro el Grande. Y, bajo su administración, a los judeanos exiliados se les permitió regresar

poco a poco a Judá a partir de aproximadamente el año 538 a.C. Según el libro bíblico de Ezra,

se reconstruyó el muro de la ciudad, y alrededor del año 520 a.C. comenzó la construcción del

Segundo Templo en Jerusalén. ¡Había nacido el judaísmo del Segundo Templo!

Sin embargo, no todo era color de rosa.

Aunque habían vuelto a su propia tierra, los judíos no eran realmente libres y el Segundo

Templo no estaba terminado. De hecho, nunca se terminó. Herodes—un rey títere—seguía

construyéndolo durante la vida de Jesús. Tampoco disfrutó, según la opinión popular, de la

presencia de la Shekiná de Dios. A pesar de que el pueblo judío había regresado a su propia

tierra, sentía que el exilio no había concluido. Seguía esperando. Vivía bajo la opresión de una

sucesión de potencias extranjeras que gobernaron sobre sus preciosas tierras y les negaron su

libertad.

Entre el 336 y el 323 a.C., Alejandro Magno conquistó gran parte del mundo mediterráneo

oriental, incluido lo que había sido el reino de Judá y la ciudad de Jerusalén, así como Egipto y

gran parte de Persia. Después de su muerte, estas tierras fueron divididas y gobernadas por sus

generales y quienes los siguieron. Entre los grupos rivales se encontraban los seléucidas y los

ptolomeos quienes, en diferentes momentos, llegaron a controlar la vida en Palestina (tanto el

antiguo reino del sur como el del norte), aunque afortunadamente optaron por respetar la

cultura judía y proteger las instituciones judías.

Sin embargo, esta política fue revocada deliberada y cruelmente por el rey seléucida

Antíoco IV, cuyo apodo era Epífanes.9 Aunque su razonamiento exacto es disputado, alrededor

del 168 a.C. dio el paso sin precedentes de prohibir la práctica de la religión judía. Emitió un

decreto que prohibía el estudio de la ley de Moisés, incluida la observancia del sábado y la

práctica de la circuncisión. Y, para colmo, ordenó a los judíos que adoraran a Zeus, colocó una

estatua del dios griego en el Templo y sacrificó un cerdo (la “abominación desoladora”

mencionada en la profecía de Daniel).10

Esta provocación deliberada enfureció a los judíos tradicionales. Bajo el mando de un héroe

local llamado Judas Macabeo, se armó una revuelta exitosa contra las tropas de Antíoco.

Los rebeldes macabeos establecieron su propio gobierno y, en un evento recordado hasta el

día de hoy por los judíos en la celebración de Hanukkah, purificaron el Templo. Conocida

como la dinastía asmonea, la familia de los macabeos se mantuvo en el poder por 100 años,

hasta que finalmente el general romano Pompeyo, el mismo Pompeyo que conquistó Tarso,

9 “Epífanes” significa “un Dios manifiesto”. 10 La historia se conserva en los libros de 1 y 2 Macabeos (parte de la Biblia católica y los apócrifos protestantes).

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atacó Jerusalén con éxito en el año 63 a.C. e impuso el control romano sobre todo el área. Sin

embargo, como un “reino cliente” de Roma, los asmoneos conservaron su posición hasta el año

37 a.C. cuando Herodes el Grande, designado “Rey de los judíos” por el Senado romano, se

convirtió en rey de Israel.

Una vez más, ahora bajo el dominio romano en lugar del griego, el pueblo judío se sintió

atrapado. Sintió que se le negaba su propia identidad y que no podía practicar su fe como

quisiera. Seguía esperando, impaciente para que Dios, con quien tenía una relación pactal y en

quien tenía absoluta confianza, le redimiera nuevamente tal como había sucedido en el pasado.

Su oración era sencilla: “Señor, intervén y hazlo de nuevo. Hazlo otra vez”.

Isaías, uno de los sabios de Judá, alguna vez profetizó:

Sobre este monte el Señor Todopoderoso

preparará para todos los pueblos,

un banquete de manjares especiales,

un banquete de vinos añejos,

de manjares especiales y

de selectos vinos anejos.

Sobre este monte rasgará

el velo que cubre a todos los pueblos,

el manto que envuelve a todas las naciones.

Devorará a la muerte para siempre;

el Señor omnipotente enjugará las lágrimas

de todo rostro,

y quitará de toda la tierra

el oprobio de su pueblo.

El Señor mismo lo ha dicho.11

Todo judío del Segundo Templo se aferraba a este pasaje, junto con otros de varios libros de

la Biblia hebrea que ahora se encuentran en nuestro Antiguo Testamento, mientras esperaba

impaciente que llegara su “mesías”, otro libertador al estilo de Moisés.

Ningún judío creía en un conjunto de conceptos ahistóricos y teológicos sobre una

salvación de otro mundo. En cambio, todos creían que estaban viviendo un drama “en tiempo

real”, uno que llegaría a su clímax cuando su tan esperado mesías finalmente aparecería para

librar una guerra contra sus enemigos y liberarlos. Y esa salvación, ese rescate, nunca se trataba

de la liberación de un sentido interno de angustia privada, sino más bien de la liberación de la

11 Isaías 25.6–8.

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realidad de la esclavitud social a través de un evento físico que cambiaría la historia de la

humanidad en el presente.

Más que eso, creían que eran todos protagonistas, participantes activos, en lugar de

simplemente miembros pasivos del público en ese gran drama que se estaba desarrollando.

Fue por eso que cuando Jesús entró en Jerusalén montado en un burro, al comienzo de la

semana que terminaría con su muerte, la gente cantó “Hosanna”, que significa “sálvanos”,

“libéranos”. Lo cantaron porque se atrevieron a creer, en ese momento, que él era el Mesías

que tanto habían esperado. Habían puesto su esperanza en otros, como Judas Macabeo, en el

pasado. Esta vez pusieron sus esperanzas nacionalistas en Jesús; luego, trágicamente desde su

perspectiva, vieron esas esperanzas aplastadas nuevamente. ¿Por qué? Porque, según ellos, Jesús

no “cumplió”. En vez de liberarlos del control romano, Jesús sufrió la máxima humillación—la

ejecución en una cruz unos cuantos días después.

Así era el judaísmo del Segundo Templo, con su mezcla particular de anhelos y expectativas.

Y, en pocas palabras, esa era la metanarrativa de Pablo.

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5

Un mundo nuevo

Ningún discurso, ninguna teología, es únicamente de interés teórico y abstracto. Todas

nuestras creencias son importantes. Para nosotros y para los demás. Ahora y para las próximas

generaciones. Nos moldean. Moldean nuestro mundo. Moldean la vida de los demás.

El encuentro de Saulo en el camino a Damasco cambió su historia. Pero la experiencia no

la destruyó, sino que la completó. Le dio vida. Pero la pregunta sigue siendo: ¿cuál era la razón

exacta por la que Saulo acosó a los seguidores de Jesús en primer lugar? La respuesta no es

exactamente lo que uno podría pensar.

La decisión de Saulo de pedir permiso para darle caza a los seguidores de Jesús no se debía

a la creencia de éstos en un mesías. Él también creía en la llegada de un mesías judío, y anhelaba

ver ese día. Su problema era otro. Su problema era que Jesús era el tipo de mesías equivocado.

Jesús estaba muerto. Y un mesías muerto no podía ser ningún mesías.

¿Cómo podría un libertador muerto ser un libertador? ¿Cómo podría un mesías muerto

enfrentarse al ejército imperial y lograr la libertad para Israel? Era simplemente impensable

para un apasionado judío como Saulo que un supuesto mesías pudiera haber muerto como

delincuente. ¿Cómo podría lo sagrado terminar lleno de agujeros? De hecho, años después, él

reconoció ese mismo punto. Admitió que un mesías crucificado era un “motivo de tropiezo” o

“locura” para el pueblo judío.12

Esta es la razón por la cual Saulo sentía que tenía que sofocar el movimiento incipiente que

estaba diluyendo el judaísmo y haciéndolo justo en el momento en que debía de mantenerse el

carácter distintivo de éste. Los seguidores del Camino tenían que ser destruidos antes de que

pudieran hacer demasiado daño.

Pero en el camino a Damasco, Saulo escuchó la voz de Jesús. Y a través de ese encuentro,

no importa la forma que haya tomado, Saulo reconoció que Jesús estaba vivo. Para él eso tuvo

enormes consecuencias. A partir de ese momento, con la misma energía inagotable con que

había llevado a cabo su tarea de exterminar la Iglesia, pasó el resto de su vida contando esa

nueva historia acerca de Jesús, el Mesías inverosímil.

Para Pablo, este compromiso se convirtió en un asunto agotador. En los años venideros

emprendería tres viajes larguísimos, cubriendo miles de kilómetros en los sistemas de

12 1 Corintios 1.23 (NVI).

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transporte primitivos, precarios y peligrosos de la época para compartir entusiasmadamente la

verdad que él había descubierto con otras personas en todo el Imperio. Además, donde quiera

que viajara, siempre se aseguró de no ser una carga al insistir en trabajar para ganarse la vida.13

Pero su mensaje no siempre fue bien recibido, y los disturbios, ataques y largos

encarcelamientos se convirtieron en parte de su vida. Mientras lidiaba con esto, se dedicó a

escribir cartas a las células que ya había establecido, para ayudar a alentarlos y dirigirlos.

Sin embargo, pasara lo que pasara nunca dejó de ser consciente de la importancia de actuar

de manera estratégica. Como ciudadano romano, Pablo podía viajar por todo el Imperio, pero

escogió deliberadamente dirigirse hacia el oeste en lugar del este. ¿Cuál habrá sido la razón? Su

objetivo era llegar al corazón del sistema imperial: la propia Roma. Él creía que había aparecido

un nuevo emperador, se llamaba Jesús y todos necesitaban saberlo.

El discurso de Saulo siempre había estado en conflicto con la gran historia imperial de su

época. Augusto, que había muerto solo unos 20 años antes, había sido el primer emperador del

Imperio Romano. Había dirigido la Roma imperial desde el año 27 a.C. hasta su muerte en el

año 14 d.C. y, además, había construido un extraordinario aparato de relaciones públicas.

Bajo el liderazgo de Augusto, Roma había pasado de ser una república con problemas al

imperio más grande y más famoso de todos. Y como su fundador y único líder, Augusto había

desarrollado lo que él llamó su “evangelio” para la gente, la “buena nueva” articulada en una

inscripción hallada en Mira de Licia: “Divino Augusto César, hijo de dios, emperador de cielo

y tierra, el benefactor y salvador del mundo entero os ha traído paz”.14

Los escritores y poetas de Roma, Horacio y Ovidio, Livio y Virgilio, así como muchos otros,

contaron esa historia como si hubiera sido el clímax de la historia humana. Se presentaba a

Augusto, el hijo adoptivo del deificado Julio César, como la persona que traía la justicia no solo

a Roma, sino también a todo el mundo. Marcaba el comienzo de una era de prosperidad: la

todavía famosa Pax Romana (Paz Romana). Este era el discurso que se promovía con

entusiasmo entre la gente a través de los medios sociales de la época, desde la arquitectura,

monumentos y estatuas imperiales hasta las monedas, obras de teatro y poemas. Era un mensaje

con un alcance masivo.

Pero Saulo nunca creyó el bombo publicitario, porque conocía la realidad. Lo reconoció

por lo que era: nada más que una parodia de la historia real. Y esa historia, la historia del

judaísmo del Segundo Templo, había llegado a su clímax en Jesús, el tan esperado, pero

igualmente inverosímil, Mesías judío, que también era el verdadero Señor de todo. Pablo llegó

a comprender que, a diferencia de César, este rey no gobernaba mediante actos de violencia y

13 Lucas nos dice que Pablo fabricaba tiendas de campaña. 14 Citado por Brian D. McLaren en El mensaje secreto de Jesús (Nashville: Thomas Nelson, 2006, cap. 2).

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subyugación, sino que había elegido liberar a todos los hombres y mujeres a través de su

sacrificio personal.

Es un gran error pensar que Pablo era un cristiano. Pablo no era un cristiano, era judío.

Nunca echó por la borda su herencia, nunca la abandonó. Simplemente llegó a creer que Jesús,

el Mesías judío, era el Mesías de todo el mundo, no solo de los judíos.

Los escritos de Pablo están llenos de referencias a los profetas judíos, al rey David, a

Abraham y Moisés. ¿Por qué hacer eso si había abandonado el judaísmo? Pablo seguía viviendo

en la historia judía del Segundo Templo; simplemente había llegado a creer que Jesús era el

cumplimiento de dicha historia.

Entonces, escribió lo siguiente a sus amigos en la ciudad de Colosas:

Él [Hijo] es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda Creación, porque

por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles

e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades; todo ha sido creado

por medio de él y para él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él

forman un todo coherente.15

Pero, en la mente de Pablo, no se trataba de dos rivales—César y Jesús—que estuvieran

compitiendo por el primer puesto. Se trataba de una forma de pensar muy diferente. Se trataba

de la liberación más que del control. La liberación de la búsqueda del poder y el interés propio

en lugar de la liberación a través de la búsqueda del poder y el interés propio. La liberación de

la espada no con la espada.

Había nacido un mundo nuevo.

Si Saulo se presentara ante nosotros hoy, haría las mismas preguntas sobre los sistemas

imperiales en los que nosotros hemos depositado nuestra confianza. ¿Nos han liberado o

esclavizado? ¿Nuestro supuesto “progreso” nos ha liberado? ¿Cómo se está desarrollando

nuestro concepto de la aldea global? ¿Todos se han “beneficiado” de nuestro mundo

globalizado, o algunos están decepcionados y han sido privados de sus derechos? Lo cual, por

supuesto, plantea algunas preguntas aún más profundas para nosotros.

¿El niño al cual hemos dado luz se comporta como una bestia? ¿Nuestra versión de la

globalización engendra corporaciones y multinacionales que ven el mundo como un solo

mercado en el cual son libres para—por no decir obligados a—asignar y reasignar sus recursos,

cambiar la producción y comercializar bienes para fines de eficiencia y para su propia

sostenibilidad y crecimiento continuo? ¿Concentra el poder económico y promueve la

15 Colosenses 1.15–17.

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distribución desigual de las ganancias económicas a medida que los súper ricos globales se

alejan del resto de nosotros?

¿Tendríamos que reconocer que, impulsado en gran medida por el capitalismo sin

restricciones, nuestra versión del globalismo ha producido desplazamiento social? ¿Que ha

erosionado las costumbres, los procesos políticos y las ideas? ¿Que ha puesto en peligro la salud?

¿Que ha convertido exuberantes prados en desiertos áridos? ¿Que ha llevado a la desintegración

de las culturas indígenas y la pérdida de soberanía? ¿Que no ofrece ninguna solución al hecho

de que las economías quebradas, las sequías y las malas cosechas, así como las zonas de guerra,

producen migraciones masivas, que a menudo no solamente son la opción lógica, sino quizás

la única opción para aquellos que más han perdido?

¿Tendríamos que admitir también que anhelamos una generación de líderes en todo el

mundo que sean capaces de pensar desinteresadamente en las necesidades de toda la tierra y

toda su gente desde una perspectiva global integrada?

No hace mucho me invitaron a hablar con altos ejecutivos de una importante institución

financiera multinacional. Analizamos el problema cada vez mayor que tenían para retener al

personal. Me explicaron que la edad promedio de su personal era solo 28 años, y que su desafío

era abordar la cuestión de por qué “tanto talento” dejaba su empleo. Por mis conversaciones

con otras grandes organizaciones financieras, sé que es común que se dé esta situación.

Mientras hablábamos, un miembro del personal, una joven que se había graduado de

Harvard, se sentó en la sala para escuchar la conversación. Le pregunté si se identificaba con la

tendencia que estábamos analizando. Respondió que no solo resumía su visión de las cosas, sino

que también era la opinión de todos sus colegas jóvenes. “Trabajaremos aquí para ganar

experiencia, pero nos iremos de aquí para dedicar nuestras vidas a algo que nos haga sentir más

satisfechos y realizados, aunque peor remunerados”.

Pablo nunca consideró su nueva fe en Cristo como una llave para darle la espalda al mundo

ni a la gente que le rodeaba. Esa nunca fue su posición. El tribalismo no cabía en su

pensamiento. Pablo había llegado a creer que podía confiar en que el Dios creador y redentor

de Israel iba a enderezar el mundo entero y crear justicia para todos en consonancia con sus

antiguas promesas.

No fue hasta el siglo V, alrededor del año 420 d.C., que la cruz de Jesús comenzó a usarse

como un símbolo del cristianismo. Una de las principales razones por ello obviamente fue la

amenaza de la persecución. Pero si llegas a visitar las catacumbas de Roma, notarás que todas

las primeras imágenes pintadas por los cristianos son imágenes de liberación. Son de Daniel en

el foso de los leones; de los tres jóvenes en el horno de fuego; del Éxodo. ¿Por qué? Porque para

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todos los primeros cristianos, al igual que para Pablo, Jesús fue el libertador, el Mesías. Y el

movimiento que inauguró fue el nuevo Éxodo, esta vez para el mundo entero.

Pablo no creía en una teología incorpórea. No creía que la fe fuera aceptar un conjunto de

creencias etéreas. Para él, la fe era una forma de vivir. Era una forma de ser.

Con demasiada frecuencia cometemos el error de creer que el cristianismo es un asunto de

intelecto. Que de alguna manera se trata de creer lo correcto, de tener creencias ortodoxas que

pueden ser apuntadas y expresadas claramente sin titubear ni desviarse. Pero, para Pablo, ser

seguidor de Cristo significaba intentar cambiar la sociedad, formar parte de una historia. Era

una revolución social.

Para sorpresa de algunos, en sus escritos Pablo solo menciona el nacimiento de Jesús una

vez, en un solo renglón de su carta a sus amigos en Galacia.16 Para él, la historia de la Pascua

era el momento clave, el momento que había cambiado el mundo y transformado la vida.

Hubiera estado de acuerdo con las palabras de un gran teólogo de otra época, Karl Barth, quien

dijo que la resurrección de Jesús era como una roca grande que cayó en la charca de la historia.17

Pablo llegó a creer que Jesús era el Mesías porque había hecho lo que Isaías había dicho que

iba a hacer. Él había “devorado a la muerte”. Debido a esto, Pablo estaba convencido de que

estaba naciendo el mundo nuevo y que a través de Jesús se cumpliría el resto del pasaje de

Isaías: “un banquete de manjares especiales, un banquete de vinos añejos, de manjares

especiales y de selectos vinos añejos”. Él creía que “el Señor Omnipotente enjugará las lágrimas

de todo rostro, y quitará de toda la tierra el oprobio de su pueblo”.18 Para Pablo, Jesús era el

comienzo de una nueva creación; una nueva liberación que era para toda la gente del mundo

entero, no solo como receptores, sino también como participantes.

Nuestro problema es que, como descubriremos más adelante, el foco de atención en gran

parte de la Iglesia occidental ha pasado desde la Edad Media del marco bíblico más amplio tan

evidente en las cartas de Pablo, a una discusión mucho más egocéntrica sobre cómo nosotros,

como individuos, podemos “ser puestos a derecho con Dios” e “ir al cielo”.

Pero es hora de seguir a Pablo, sacar nuestra historia de este persistente marco medieval y

volver a conectarla con el relato bíblico de cómo Dios está renovando toda la creación y

buscando nuestra participación en esa gran misión.

Después de su experiencia en el camino a Damasco, sabemos que Pablo completó su viaje a

la ciudad, donde estuvo por un tiempo con los seguidores de “El Camino” y comenzó a hablar

16 Gálatas 4.4: “Pero cuando llegó el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la

ley...” 17 Karl Barth, The Word of God and the Word of Man (San Francisco: Harper, 1957, p. 63). 18 Isaías 25.6–8.

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de la revolución que había tenido lugar en su vida. El resultado fue un anticipo de lo que le iba

a pasar muchas veces. Los que antes habían sido sus partidarios ahora intentaron matarlo, así

que los hermanos tuvieron que sacarlo de la ciudad clandestinamente y enviarlo a Jerusalén.

Allí, algunos miembros de la iglesia le tuvieron miedo, algo que era perfectamente

entendible. Pero Bernabé, uno de sus líderes, creyó en él y comenzó a servir como su

patrocinador. A Pablo pronto se le dio la oportunidad de explicar públicamente las razones por

el cambio que había experimentado, lo que llevó a algunas de las facciones judías tradicionales

a intentar atentar contra su vida. Esta vez, la iglesia decidió que lo mejor era mandarlo de

regreso a su cosmopolita ciudad natal de Tarso por un tiempo.

Pablo luego desapareció, y no estamos seguros por cuánto tiempo. Pero en algún momento,

Bernabé fue a buscarlo, lo encontró y lo llevó a la ciudad de Antioquía, donde pasaron el

siguiente año juntos. Durante ese período, Pablo sin duda aprendió y enseñó acerca de su nueva

y revolucionaria forma de ver el mundo. Fue la iglesia allí la que reconoció su pasión y don

para las misiones, y le encargó que se fuera a Chipre con su mentor Bernabé.

Este antiguo perseguidor despiadado de los seguidores de El Camino—ferozmente

nacionalista y profundamente conservador—había resurgido, habiendo reformulado toda su

cosmovisión a la luz de la muerte y resurrección de Jesús.

¡Había nacido Pablo, el líder mundial!

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6

Perspectiva

Hemos cometido un error de categoría.

Hemos dividido la vida en compartimentos. Aristóteles era filósofo, Pitágoras era

matemático, Ptolomeo era astrónomo, Cicerón era abogado y Pablo era un líder religioso.

Nos encanta separar, clasificar y etiquetar los componentes de la vida. Pero la vida no es

así. Aristóteles, Pitágoras, Ptolomeo, Cicerón y Pablo: todos eran eruditos de talla mundial,

genios interdisciplinarios.

Pablo no era principalmente un escritor religioso. Él escribía acerca de la vida; la filosofía;

la ética, la cultura, la política, la economía y la sociología, así como la teología.

Los predicadores a menudo actúan como si nadie pudiera dudar de la verdad de sus

opiniones; como si su púlpito o tarima estuviera ubicado, metafórica y literalmente, dos metros

por encima de toda contradicción. Pero, aunque alguna vez eso haya sido cierto, ahora no lo

es. Pablo no es propiedad privada de la Iglesia. La Iglesia no tiene el monopolio de la

interpretación del pensamiento de Pablo y su significado. Alrededor del mundo lo estudian los

historiadores y filósofos, los arqueólogos y analistas políticos, los sociólogos y antropólogos, los

psicólogos y psicoterapeutas, los lingüistas y estrategas, así como los teólogos. Más que eso, la

erudición es diversa y se caracteriza por la polinización cruzada, avanza siempre y, en el caso

de los arqueólogos, cada año literalmente saca a la luz nuevos descubrimientos.

Los predicadores de antaño podían permitirse sacar una frase o un par de versículos del

pensamiento general de Pablo (o de cualquier otra persona) y usarlos para apoyar las ideas que

ya habían desarrollado. Sigue sucediendo. Todos sabemos cómo alguien puede tomar una frase

de un político o una celebridad, fuera de contexto, y luego darle una interpretación favorable

para sus propios fines. Pero ahora eso tiene nombre; se llama “fake news” [noticias falsas].

Hay una palabra larga que los eruditos bíblicos usan para ayudarnos a detectar y lidiar con

todo esto: la hermenéutica, la teoría de la interpretación. En lugar de preguntar, “¿Qué significa

este pasaje, versículo o historia de la Biblia para mí?”, la hermenéutica insiste en que la primera

pregunta siempre debe ser: “¿qué significó para su público original, las primeras personas en

oírlo o leerlo?” Y para contestar esa pregunta, debemos abordar cuestiones relacionadas con la

cultura o metarrelato dentro del cual se hizo la afirmación.

Entonces, ¿qué estaba pasando cuando Pablo escribió sus cartas a los romanos y los

corintios? ¿Qué estaba pasando en la vida cívica? ¿Qué era lo que preocupaba a las personas

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que vivían en esas ciudades? ¿Cuáles eran sus esperanzas y aspiraciones? ¿Qué estaba pasando

en la vida de Pablo? Es solo cuando abordamos estas preguntas que podamos entender lo que

estaba diciendo a sus oyentes originales.

Los errores que cometemos con respecto a estos asuntos pueden ser muy costosos.

Consideremos, por ejemplo, este consejo que Pablo dio a los jóvenes seguidores de Jesús en la

ciudad de Corinto:

Pienso que, a causa de la crisis actual, es bueno que cada persona se quede como

está. ¿Estás casado? No procures divorciarte. ¿Estás soltero? No busques esposa…

Sin embargo, los que se casan tendrán que pasar por muchos aprietos, y yo quiero

evitárselos.19

Una búsqueda rápida en Internet te mostrará que la gran mayoría de los artículos escritos

por los líderes de la iglesia sobre este pasaje son intentos de rehabilitar el enfoque de la vida de

Pablo, aparentemente contra el sexo y el matrimonio, ¡tal vez porque generalmente los que

escriben dichos artículos están casados!

Y la cosa se pone peor. Esta interpretación de las palabras de Pablo (que él estaba en contra

del sexo y el matrimonio) también ha desempeñado un papel en el desarrollo de la política de

la Iglesia Católica Romana referente al celibato obligatorio entre sus líderes. Durante los

primeros siglos de la Iglesia, el clero continuó casándose si así lo decidía. Pero en 1075 el Papa

Gregorio VII emitió un decreto que efectivamente prohibía que los hombres casados fueran

sacerdotes. Cincuenta años después, la decisión fue formalizada por el Primer Concilio de

Letrán, que se celebró en 1123. Desde entonces, el celibato ha sido obligatorio para los

sacerdotes católicos romanos.

El lector ya estará familiarizado con algunos de los problemas a los que esto ha contribuido:

desde la falta crónica de postulantes para el sacerdocio, hasta la gran cantidad de escándalos

sexuales históricos y actuales con la que esa denominación ha tenido que lidiar.

¿Y si la Iglesia ha malentendido a Pablo? ¿Si el contexto en el cual escribió esos versículos

fue completamente diferente? ¿Si Pablo realmente no estaba en contra del sexo o el

matrimonio, si nunca estuvo comprometido con la idea de que el mejor estado para todos,

porque el fin del mundo era inminente, era el celibato? ¿Si la preocupación de Pablo era por

algo que tenía que ver mucho más con el momento que se vivía?

De hecho, eso es exactamente lo que el mismo Pablo afirma. Él dice, “Pienso que, a causa

de la crisis actual...” La pregunta es, ¿cuál era esa “crisis actual”?

19 1 Corintios 7.26–29.

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Ahora se sabe que asegurar el suministro permanente de alimentos era una preocupación

constante en las antiguas ciudades romanas. En Corinto, “la necesidad de importar alimentos,

especialmente granos, era tan crítica que la ciudad tenía su propio funcionario ... encargado de

adquirir cantidades suficientes”, dice el historiador grecorromano Donald Engels en su libro

Roman Corinth: An alternative for the classical city.20

Además, Lucas nos cuenta en Hechos 18.1-18, que Pablo pasó unos dieciocho meses

viviendo en la ciudad, trabajando duro para establecer una iglesia local allí. Generalmente se

acepta que llegó allí “aproximadamente en marzo del año 50 y se quedó allí más o menos hasta

septiembre del año 51” y más tarde (unos dieciocho meses o dos años después, en el 53 o el 54)

escribió la carta que llamamos 1 Corintios a sus amigos allí.21

Gracias a varios historiadores antiguos, también sabemos que la escasez de granos en partes

del Imperio Romano provocó una serie de hambrunas severas a mediados del primer siglo,

durante el reinado del emperador Claudio.22 Esto lo confirma Lucas en Hechos 11.28. De hecho,

se cree que Corinto probablemente se vio gravemente afectado por la hambruna del año 51; la

hambruna a la que el historiador romano Tácito se refiere como una “calamidad”, y que

Suetonio, otro historiador de finales del primer siglo, también menciona. Entonces, como

explica el teólogo Raymond Collins, “Puede que Pablo simplemente esté dando a los cristianos

solteros de Corinto un consejo práctico en medio de las dificultades de la vida.”23

Es más que probable que la terrible hambruna que Pablo experimentó mientras estuvo

allí—y que él sabía que fácilmente podría repetirse—habría tenido un gran impacto en su

perspectiva e influido en el consejo práctico que dio a sus amigos que aún vivían allí.

Sin lugar a dudas, luego de su transformación en el camino a Damasco, Pablo habría visto

la “crisis actual” como una prueba más del desmoronamiento de las estructuras de poder que

sostenían el orden mundial de su época. Parece más que probable que, en lugar de estar en

contra del sexo y el matrimonio, simplemente entendió que a mediados del primer siglo d.C.

(cuando no existían los anticonceptivos), más matrimonios significaban más bocas para

alimentar en una ciudad afectada por el hambre.

Esto nos lleva a otro principio hermenéutico.

20 D. F. Engels, Roman Corinth: An alternative for the classical city (Chicago: University of Chicago Press, 1990),

p. 58. 21 David Prior, The Message of 1 Corinthians (Leicester: IVP, 1985), p. 14. 22 Bruce W. Winter, After Paul Left Corinth: The influence of secular ethics and social change (Grand Rapids: W.

B. Eerdmans, 2001), pp. 215–32. 23 Raymond F. Collins, First Corinthians. Sacra Pagina, ed. Daniel J. Harrington, vol. 7 (Collegeville: Liturgical

Press, 1999), p. 293.

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Todas las cartas de Pablo abordan situaciones específicas. Cada una está escrita para un

público en particular. Cada una de ellas (con la posible excepción de la Carta a los Romanos)

va dirigida a personas que él conocía bien, y está escrita en un momento en que tiene algo

importante que decirles, o porque lo han contactado con respecto a un problema específico que

enfrentan.

Eso significa que Pablo dice cosas diferentes a distintas iglesias en diferentes situaciones en

distintos momentos. Entonces, descontextualizar un punto específico que él destaca para una

iglesia en particular y tratar de convertirlo en un principio universal, aplicable en todo

momento, en todos los lugares, a todas las personas, es cometer un error peligroso, no importa

cuántos predicadores lo avalen.

Hace algunos años tenía dos iglesias a mi cargo. Estaban en comunidades completamente

diferentes (a unos ocho kilómetros de distancia entre sí) y sus respectivos miembros no se

conocían muy bien. Yo escribía a los líderes de ambas muy seguido. Pero mi consejo para cada

iglesia era totalmente diferente. Mirando hacia atrás, a menudo he pensado que si alguien

tomara esos viejos correos electrónicos y tratara de construir una teología coherente basada en

ellos, cualquier conclusión a que llegaran terminaría tergiversando mis comentarios y, peor

aún, confundiéndoles terriblemente.

Leer cada una de las cartas de Pablo a la luz del contexto cultural específico en el que se

escribió hace una gran diferencia práctica en cuanto a su comprensión. Lo que fue claro para

sus lectores originales a menudo no lo es para nosotros.

Dejar de lado nuestras suposiciones—profundizar en y familiarizarnos con las referencias

culturales, alegorías y metáforas del mundo de Pablo—es, por lo tanto, un fundamento vital si

queremos entender sus escritos por lo que son. Solo cuando hacemos esto podemos sacar del

texto lo que realmente estaba allí en primer lugar. Si no reconocemos la distancia cultural entre

el mundo bíblico y nuestros entornos contemporáneos, simplemente llegamos al texto con

nuestro sesgo occidental moderno, lo que inevitablemente nos lleva a hacer todo tipo de

suposiciones falsas. Terminamos cargando a Pablo con nuestras “cosas”, convirtiendo sus

escritos en poco más que una cámara de ecos para nuestras propias ideas preconcebidas.

Consideremos, por ejemplo, al famoso Martín Lutero, el monje, sacerdote y erudito alemán

del siglo XVI que se convirtió en reformador de la Iglesia. En octubre de 1517 se opuso a la

religión organizada de su época al clavar sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Castillo en

Wittenberg (que servía como el tablón de anuncios de la ciudad), y entregarlas al obispo de su

área. La audacia de esta acción dio inicio a lo que ahora llamamos la Reforma: la re-formación

de gran parte de la Iglesia Occidental.

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Lutero había llegado a creer que la Iglesia establecida, con sus excesos de poder y control,

simplemente no encajaba ni con la vida de Jesús ni con las necesidades del mundo en que

Lutero estaba llamado a vivir y servir. Con eso como su punto de partida, reinventó la fe, la

salvación y la forma de la Iglesia, todo con base en su comprensión de la obra de Pablo y

especialmente la Carta a los Romanos. Pero, incluso en el momento en que Lutero hizo su

valiente protesta, también cometió algunos grandes errores.

Lutero llegó a creer que lo que Pablo había enseñado acerca de los judíos y el judaísmo era

el equivalente directo de su propia lucha contra el catolicismo medieval. Al hacerlo, creó tantos

problemas como los que resolvió, y seguimos lidiando con algunos de ellos hasta el día de hoy.

Por ejemplo, pocos dudan de que su lectura e interpretación del Nuevo Testamento y lo que

significaba para el pueblo judío fue al menos un factor en el Holocausto, el intento de los nazis

de eliminar el pueblo judío de la faz de la tierra.

En su juventud, Lutero había defendido al pueblo judío. Pero parece haber esperado que

los judíos se convirtieran en forma masiva a su versión del cristianismo. Cuando esto no

sucedió, su actitud contra ellos se endureció lentamente, llegando a convertirse en verdadera

furia.

Todo esto llegó a un punto crítico en 1543 cuando, con casi 60 años de edad, Lutero escribió

De los judíos y sus mentiras, un libro antisemita de 65,000 palabras en el que denunció a los

judíos e instó a su persecución. En él, expuso detalladamente sus opiniones de los judíos y el

judaísmo. Dijo que era un “pueblo abyecto y despreciable, es decir, no un pueblo de Dios, y su

jactancia de linaje, su circuncisión y su ley deben ser considerados sucios”.24

Luego propuso que las sinagogas y escuelas rabínicas deberían ser quemadas, que los libros

de oración y escritos religiosos de los judíos deberían ser destruidos, que a los rabinos se les

debería prohibir enseñar y predicar, y que los bienes y dinero de los judíos deberían ser

confiscados—y solo devueltos a aquellos que realmente se convirtieran. Según Lutero, no se

les debía mostrar ninguna piedad ni misericordia, ni facilitarles protección legal alguna. Debían

ser usados para el trabajo forzado o expulsados de Alemania para siempre. Aún más

sorprendentemente, hasta parece defender el asesinato de judíos, escribiendo: “Seremos

culpables de no destruirlos”.

Por lo tanto, no debería sorprendernos que 400 años más tarde Lutero se convirtiera en un

favorito de los nazis, idolatrado como un héroe alemán, especialmente por sus escritos

antijudíos. El Tercer Reich incluso reimprimió y exhibió De los judíos y sus Mentiras durante

las manifestaciones de Nuremberg. Para ellos, era el acicate perfecto para alimentar su fervor

violentamente antisemita.

24 Martín Lutero, Sobre los judíos y sus Mentiras (1543), capítulo 4.

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Examinaremos algunos de los otros problemas que la interpretación de Lutero de los

escritos de Pablo han creado para la Iglesia y la sociedad en general un poco más adelante. Pero

que quede constatado aquí que la mala teología a menudo cuesta vidas.

Debemos aprender la lección y hacer todo lo posible para resistir la tentación de ver

nuestras propias situaciones en los escritos de Pablo. En cambio, tenemos que hacer el trabajo

duro de meternos en su mundo y permitir que él nos desafíe. Lutero no reconoció el hecho de

que Pablo no fuera un pensador de la Reforma del siglo XVI; y los europeos posteriores no

lograron comprender, al tratar de excluir la naturaleza mística de la fe, que Pablo tampoco era

un pensador de la Ilustración del siglo XVIII. Lo que todos, incluso yo, debemos evitar es

convertir a Pablo en un pensador posmoderno del siglo XXI.

Pablo era un seguidor judío de Jesús del siglo I y del Segundo Templo. La tarea requiere

muchísima disciplina, pero tenemos que meternos en el mundo de Pablo en lugar de tratar de

arrastrarle a él hacia el nuestro. Si no lo hacemos, nos hacemos ventrílocuos y convertimos a

Pablo en nuestro muñeco.

Todos conocemos las historias del dolor causado por la mala interpretación de Pablo a través

de los siglos. Sabemos cómo sus palabras se usaron para justificar algunos de los episodios más

inhumanos, brutales y represivos de la historia humana: para sancionar cruzadas e

inquisiciones, avalar cazas de brujas en Europa y América del Norte, representar a los africanos

como malditos por Dios y por lo tanto, justificar la esclavitud de millones, legitimar el apartheid

y el antisemitismo, mantener a las mujeres subordinadas a los hombres, incitar a la islamofobia,

oprimir a las personas homosexuales, abusar del medio ambiente y más.

No podemos seguir viendo nuestra propia teología preexistente en los escritos de Pablo para

luego afirmar que él la confirma. Tenemos que batallar con el texto en vez de suponer que

Pablo está de acuerdo con nosotros, y para eso debemos reconocer que todos llegamos a los

escritos de Pablo con nuestros prejuicios, producto de nuestros contextos y culturas, y nuestras

esperanzas y temores. Esto, por supuesto, significa que tenemos que reconocer que todo lo que

decimos, incluso cuando decimos que es definitivo, en realidad es provisional.

Si respetamos la Biblia, hemos de ponerle mayor empeño a su estudio y hacerlo juntos, y

eso solo se logrará con preguntas y cuestionamientos abiertos y honestos. Y, al hacerlo, es

esencial que sigamos escuchando las voces y opiniones de los demás, sin difamar, calumniar ni

tergiversar las palabras de quienes no están de acuerdo con nosotros. No debería haber

preguntas que no se puedan formular, que sean demasiado peligrosas para analizar.

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7

Un error legal

Intentar comprender las enseñanzas de Pablo sin entender la cosmovisión del judaísmo del

Segundo Templo es algo como tratar de comprender la trama de una película larga y compleja

habiendo visto únicamente la última hora. Sin una comprensión más profunda de la historia,

es casi inevitable que caigas en la trampa de hacer grandes suposiciones y llegues a conclusiones

erróneas.

“Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley

exige,” explica Pablo a sus amigos en Roma.25 No es de extrañar, entonces, que a primera vista

pareciera estar diciendo que la única forma en que alguien es considerado “justo” por Dios es

por “fe” en lugar de por cualquier intento de cumplir “las obras de la ley” (por el contexto

sabemos que Pablo se refiere a la ley de Moisés).

Pero, y aunque sea ampliamente aceptada, la opinión de que Pablo había llegado a creer de

alguna manera que la ley judía estaba muerta, que las enseñanzas morales del Antiguo

Testamento habían sido borradas, y que lo único que importaba ahora era la “fe en Cristo”, es

ilógica. Simplemente no puede ser eso lo que él quiso decir.

Incluso una ojeada de los escritos de Pablo revela un mensaje muy diferente. Por ejemplo,

les dijo a los miembros de la iglesia en Efesios que “debían quitarse el ropaje de la vieja

naturaleza,” con sus “deseos engañosos” y “ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a

imagen de Dios”.26 Que hábitos como mentir, asesinar, engañar o abusar de otras personas son

incompatibles con la vida buena es uno de los principios fundamentales de los Diez

Mandamientos. Está claro que lo que Pablo tiene en mente no son estas “obras de la ley”. En

cambio, está pensando en algo completamente diferente.

El Apóstol expone lo que realmente está pensando en su carta a sus amigos en Galacia.

Siguiendo la historia del capítulo 2, está claro que había un grupo influyente de cristianos judíos

dentro de la iglesia al que no le gustaba las implicaciones del enfoque liberal de Pablo en cuanto

a la inclusión de los gentiles. Seguían insistiendo en que todos los seguidores de Cristo, tanto

gentiles como judíos, debían observar todos los ritos tradicionales de la religión judía, incluso

la circuncisión y las leyes alimentarias. Pero Pablo ve las cosas de manera muy diferente. En lo

que a él respecta, todos estos viejos marcadores de identidad o distintivos del judaísmo, los

25 Romanos 3.28. 26 Efesios 4.22–24.

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cercos que dividen a los judíos de los no judíos, han sido erradicados por Jesús. Como deja muy

claro: “Para nada cuenta estar o no estar circuncidados.”27

Lo cual nos lleva de vuelta a Ed Sanders y Pablo y el judaísmo palestino, el libro que hizo

que entendiéramos a Pablo y su mensaje. En la generación posterior, un gran número de

académicos, inspirados por la visión de Sanders, han continuado investigando, analizando y

debatiendo los asuntos planteados en sus obras. Bibliotecas enteras de libros y artículos de

teología del Nuevo Testamento no solo se han publicado, sino que se han revisado

continuamente para mantenerse al día con nuestro pensamiento y evidencia avanzados. Y el

trabajo de escritores como James Dunn, Tom Wright y muchos otros28—al igual que el mío en

este libro—representa nada más que las ondas y réplicas de esa gran detonación.

Esto no significa en modo alguno que todos estos pensadores estén diciendo exactamente

lo mismo. De hecho, se ha sugerido que sería más correcto hablar en plural de “Las nuevas

perspectivas sobre Pablo.” Sin embargo, todos están de acuerdo en que las perspectivas

históricas luteranas sobre Pablo, el judaísmo, la fe y las obras se prestaban para malas

interpretaciones.

A mi parecer, el problema es que algunos escritores de la Nueva Perspectiva prefieren

deconstruir lo viejo en lugar de construir lo nuevo. Otros quieren conservar la mayor parte de

lo viejo, pero quizás agregar uno o dos anexos nuevos. A otros más les encanta la arquitectura,

pero desde un punto de vista puramente técnico; se deleitan en los conocimientos que conlleva,

pero les falta el coraje necesario para comprometerse con la gran reconstrucción que saben que

alguien va a tener que llevar a cabo eventualmente.

Sin embargo, como ya he dicho, en lugar de criticar partes del plano de la Reforma,

deconstruir algunas de sus paredes, reparar el techo, agregar uno o dos anexos y esperar que no

haya goteras, o simplemente darle vuelta a la idea, es hora de que todos reconozcamos que el

edificio que tenemos en este momento no es apto para la finalidad prevista. Es hora de volver

a la mesa de dibujo y comenzar de nuevo, no porque disfrutamos del esfuerzo académico, sino

porque queremos construir algo que sea habitable y que nos proporcione el espacio y los

recursos necesarios para continuar con el trabajo para el cual nos contrataron.

Por supuesto, si somos sabios lo que construimos tendrá una continuidad, así como una

discontinuidad, con los que nos precedieron, aprendiendo del pasado y al mismo tiempo

27 Gálatas 6.15. 28 James “Jimmy” Dunn es un destacado académico británico de Nuevo Testamento que durante muchos años fue

Profesor de Divinidad en el Departamento de Teología de la Universidad de Durham. Se le atribuye haber acuñado

la frase “Nueva perspectiva sobre Pablo” durante la Manson Memorial Conference que dio en 1982. Tom Wright

es un teólogo paulino inglés y un obispo anglicano jubilado. En la academia, también publica bajo el nombre de

N. T. Wright. Tom es uno de los escritores más prolíficos de la “Nueva perspectiva sobre Pablo”.

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mirando hacia el futuro. Pero, sea cual sea el diseño, debemos construir nuevamente sobre la

base de la visión de los dos revolucionarios más grandes que creo que el mundo haya visto

jamás: Jesús de Nazaret y su fiel y valiente seguidor, Pablo de Tarso.

Así que, exploremos un poco más en detalle el epicentro de la explosión conocida como la

“Nueva Perspectiva”.

La mayoría de los cristianos bien informados saben que Lutero, el padre de la Reforma y de

la Iglesia Protestante, tuvo un problema con el libro de Santiago en el Nuevo Testamento. No

le gustaba; lo llamó una “epístola de paja” e hizo campaña para que se eliminara de la Biblia.

Pero, ¿por qué?

La respuesta también es bien conocida. El mensaje de Santiago simplemente no encajaba

con la tesis de Lutero, que—según su comprensión de la Carta a los Romanos—era que la

salvación era “solo por fe”. Para el fastidio de Lutero, Santiago enseñó lo contrario, que “a una

persona se la declara justa por las obras, y no solo por la fe”.29 No es de extrañar que Lutero

quisiera callarlo.

Esto plantea una cuestión mucho, pero mucho más grande, para nosotros. Si el fundamento

principal de la Reforma se basa en una doctrina, una suposición, que no encaja con el texto de

al menos uno de los libros del Nuevo Testamento, ¿esa doctrina será correcta o equivocada?

¿Una epístola de paja o una doctrina de paja? Si todos los hechos no se ajustan a la explicación

que nos han dado durante los últimos quinientos años, ¿será hora de regresar a la mesa de

dibujo?

Sanders sostuvo exactamente eso: ¡la suposición central de Lutero había sido un gran

error!30 De hecho, el libro de Sanders era tan explosivo que le costó mucho encontrar a alguien

dispuesto a publicarlo. El libro fue rechazado varias veces antes de que consiguiera una editorial

lo suficientemente valiente.

Pero, en 1963, más de una década antes de que apareciera el famoso libro de Sanders, Krister

Stendahl, un erudito cuya especialidad era la teología luterana, publicó un artículo en el que

argumentaba que la comprensión de Lutero de la cosmovisión del apóstol Pablo no se ajustaba

a los hechos. Dijo que se basaba más en un conjunto de suposiciones erróneas sobre las creencias

de Pablo que en una lectura e interpretación cuidadosas de sus escritos. Como sugirió Stendahl,

el problema era que el padre de la Reforma, y otros que lo siguieron, cometieron el mismo

29 Santiago 2.24. 30 En realidad, Sanders no fue el primero en hacerlo, pero fue el primero en llamar la atención del mundo más

amplio de la academia sobre este gran problema.

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error, el de “imponerle ideas occidentales modernas a la Biblia, y especialmente a las obras de

Pablo”.31

En pocas palabras, de acuerdo con el punto de vista protestante histórico, basado en la idea

de Lutero de sola fide, o justificación “solo por fe”, Pablo sostiene que las “buenas obras” no

cuentan; simplemente no se tienen en consideración en la salvación. Es solo la “fe” la que hace

la diferencia. Pero, dijo Stendahl, debemos sacar las cartas de Pablo de este marco engañoso y,

en su lugar, interpretarlas en base a una comprensión del judaísmo del primer siglo, en sus

propios términos. Si no nos sumergimos en los supuestos y valores culturales detrás del texto,

nunca lo entenderemos correctamente. Es demasiado fácil dar por sentado los supuestos

culturales occidentales al interpretar la Biblia, un documento antiguo producido en una cultura

muy diferente.

Sanders se dio cuenta de esto y, a través de su estudio de los escritos judíos y las cartas de

Pablo, argumentó que la comprensión tradicional luterana de la teología del judaísmo y de

Pablo era fundamentalmente defectuosa. Pablo no se oponía a la ley judía, dijo Sanders;

simplemente tenía problemas con las prácticas religiosas como la circuncisión, las leyes

alimentarias y la observancia de días especiales, todas las cuales se habían convertido en

marcadores de identidad que la mayoría de los judíos aprovechaban para diferenciarse de otras

naciones.

Sanders dijo que Pablo simplemente estaba rechazando la creencia judía común de que

observar esas tradicionales costumbres israelitas hacía que una persona quedara mejor ante los

ojos de Dios. A modo de ilustración, Sanders señaló el recordatorio de Pablo a sus lectores en

Roma de que, tal como dice Génesis, antes de que se diera la Torá (la ley judía), “Le creyó

Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.”32

Sanders insistió que Pablo nunca cuestionó las buenas obras en general; de hecho, de sus

cartas se desprende que son muy importantes. Pasa mucho tiempo hablando sobre el estilo de

vida. Por ejemplo, en su carta a los seguidores de Jesús en la ciudad de Colosas escribe:

…abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje

obsceno. Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el

ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios … revístanse de afecto

entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que

se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro.

31 Krister Stendahl, “Paul and the Introspective Conscience of the West”, Harvard Theological Review (1963),

citado en James Allman, “Gaining Perspective on the New Perspective on Paul”, Bibliotheca Sacra 170: 677 (enero

de 2013), 51. 32 Romanos 4.3, citando Génesis 15.6: “Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia”.

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Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima

de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.33

Tal y como lo demostró Sanders, el pueblo judío de la época de Pablo nunca enseñó una

salvación legalista a través de sus “obras”. En cambio, creían que eran “salvos” porque habían

sido elegidos por Dios. Esto no tenía absolutamente nada que ver con ellos, y absolutamente

todo que ver con Dios. Históricamente, esto había sido a través del famoso éxodo de Egipto y,

aunque las cosas habían dado un giro difícil desde entonces, y los romanos ahora tenían el

control de su país, sabían sobre la base de su historia que Dios sería fiel a ellos y que serían

rescatados nuevamente en el futuro. Podían confiar en Dios. Dios era fiel. Era el pueblo elegido

de Dios. Tenían un antiguo, inquebrantable y sempiterno pacto con Dios.

Si le hubieras preguntado a cualquier judío del primer siglo, incluido Saulo, si era salvo,

habría respondido: “Por supuesto”. Y, si luego le hubiera preguntado: “¿Qué hiciste para ganar

eso?” se habría encogido de hombros, sonreído y respondido: “¡Nací judío!”

Entonces, para Pablo, al igual que para todos los demás judíos, guardar la ley era

simplemente una forma de vida para las personas que ya habían sido redimidas. Observar el

sábado o el rito de la circuncisión era simplemente una forma de expresar gratitud por lo que

ya era un hecho, no un método de tratar de hacer lo suficiente para ser aceptado. De hecho,

aunque esto es una sorpresa para algunos a quienes se les ha enseñado que el cristianismo es la

única religión construida sobre la gracia, y que todas las demás religiones son intentos de llegar

a Dios, el concepto mismo de la gracia está enraizado en la palabra del Antiguo Testamento

hesed, que significa la bondad, fidelidad inmerecida y benevolencia de Dios. ¡El judaísmo no

es, y nunca fue, impulsado por las “obras” o el “esfuerzo”!

El judaísmo siempre fue una religión de gracia; y lo sigue siendo.34 Si no fuera así, sería

como si Dios dijera: “Bueno, mira. Durante varios miles de años he intentado esto de la ley,

pero últimamente me he dado cuenta de que no funciona; la gente simplemente no puede

cumplirla. Entonces, he cambiado de opinión. He decidido abandonar el plan A y trabajar en

una idea completamente nueva.” ¿Dónde dejaría eso la perspicacia, inmutabilidad y naturaleza

eterna de Dios?

El problema es que Lutero no parece haber entendido eso nunca. En cambio, veía a los

judíos del primer siglo como católicos del siglo XV y principios del siglo XVI. Si hubiera leído

los escritos de Pablo con más cuidado, habría visto que el Apóstol no estaba refiriéndose a toda

la ley, sino simplemente las leyes de pureza judía, las leyes alimentarias, las reglas sobre el

33 Colosenses 3.8–9, 12–14. 34 Véase James D. G. Dunn y Alan M. Suggate, The Justice of God: A fresh look at the old doctrine of justification by faith (Grand Rapids: W. B. Eerdmans, 1994), pp. 7–8.

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sábado y la práctica de la circuncisión. Y el problema ni siquiera era con esas prácticas en sí

mismas, sino que muchos judíos tradicionales las habían convertido en marcadores de

identidad; distintivos que poco a poco se habían vuelto más importantes en sí mismas de lo que

originalmente habían representado. El mensaje se había convertido en el siguiente: “Si te

circuncidan, si guardas el sábado y todas las reglas judías sobre los alimentos, entonces estás

“adentro”. Si no, estás “afuera”.

Aunque el judaísmo mismo se construyó sobre la gracia, esos judíos de alguna manera

habían logrado imponer barreras que llegaron a excluir a otros. Y eso también fue cierto para

algunos de los judíos que se convirtieron en los primeros seguidores de “El Camino”.

Celebraban el hecho de que estaban “adentro”, pero construían barreras para excluir a otros.

En esencia, todo el mensaje de Pablo es sobre la eliminación de esas barreras porque Cristo es

el Mesías para el mundo entero.

Pablo realmente no creía que hubiera algo malo en el judaísmo. Era judío y durante toda

su vida se habría identificado exactamente de esa manera. Lo que es diferente es que, debido a

su experiencia en el camino a Damasco y su posterior reflexión al respecto, llegó a creer que a

través de Jesús todos los beneficios que los judíos siempre habían disfrutado ahora se habían

extendido al mundo entero.

Hoy todavía tenemos marcadores de identidad. En la iglesia local en la que yo crecí, uno

tenía que decir la “oración del pecador” para estar “adentro”. Esa era la prueba de que habías

“nacido de nuevo”, que eras un verdadero cristiano en lugar de uno falso. En otras iglesias, se

trata más de si eres “lleno del Espíritu”, lo cual se hace evidente porque “hablas en lenguas”.

En otras iglesias, se trata de tener cuidado de no desafiar al líder o hacer demasiadas preguntas

incómodas. En otros casos, es totalmente diferente. Se trata de asistir de manera regular, de

estar en la misa o de confesarse, o de bautizarse, no divorciarse o no ser gay practicante o de

genero no binario...

Los marcadores de identidad siguen vivos en el siglo XXI.

Pero para Pablo, el único marcador de identidad era ser humano.

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8

Fiel

La historia de Anjezë Bojaxhiu.

No una historia acerca de Anjezë Bojaxhiu, sino la historia de Anjezë Bojaxhiu.

Durante su servicio de toda una vida a los más pobres de los pobres, Anjezë o Teresa, como

era mucho más conocida, se convirtió en un ícono de la fe cristiana en acción; su extraordinaria

compasión por los enfermos, los moribundos y los miles de otras personas que nadie más estaba

dispuesto a cuidar ha sido reconocida y aclamada en todo el mundo.

Pero, después de su muerte en 1997, se armó una colección de cartas privadas de Teresa que

revelaron otra, hasta entonces secreta, dimensión de su historia. Había pasado casi 50 años de

su vida sintiéndose completamente desconectada de Dios y a menudo dudando hasta de su

existencia.

En 1946, después de haber trabajado 17 años como maestra en Calcuta, la Madre Teresa, de

36 años, se dirigió a las estribaciones de las Himalayas para un retiro. Más tarde dijo que en el

viaje hacia allá, sintió que Cristo la llamó a abandonar la seguridad de su papel en la escuela

para ir a trabajar en los barrios bajos de la ciudad, tratando directamente con los más pobres de

los pobres: los enfermos, los moribundos, los mendigos y los niños de la calle. Ella dijo que

escuchó la voz del mismo Jesús desafiándola: “Ven, sé mi luz”.

Dos años más tarde, en 1948, Teresa finalmente recibió permiso de sus superiores para

iniciar lo que se convertiría en su vocación por el resto de sus días—vivir entre los pobres y los

moribundos. Ella escribió: “Mi alma en este momento está en perfecta paz y alegría”. Pero dos

meses después de haber comenzado su nuevo trabajo, le escribió una carta a una amiga cercana

en que admitió que le estaba costando: “Qué torturas de soledad ... Me pregunto cuánto tiempo

sufrirá esto mi corazón”.

Cinco años después, en 1953, le escribió a otra amiga: “Por favor, reza especialmente por

mí... para que nuestro Señor se me revele, porque hay una oscuridad tan terrible dentro de mí,

como si todo estuviera muerto. Ha sido así más o menos desde el momento en que comencé el

trabajo.” Pero, como sus cartas posteriores dejan en claro, y si bien encontró la forma de aceptar

la situación, siguió sintiendo la ausencia de Dios por el resto de su vida, aparte de unas semanas

en 1958.

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Más de 40 cartas de Teresa, escritas a través de casi medio siglo, finalmente se publicaron

en forma de libro en 2008, con el título de Ven, sé mi luz.35 Recogidas por otros miembros de

su congregación, las Misioneras de la Caridad, dichas cartas están llenas de la pura y dura

verdad de su profunda e intensa lucha para tener fe, lo que ella describía como la “sequedad”,

“oscuridad”, “soledad” y “tortura” que estaba experimentando. Dijo también que “su sonrisa”

era “una máscara”, “una capa que cubre todo”.

Entonces, ¿por qué se publicaron estas cartas?

Algunos de los críticos de Teresa las han visto como evidencia clara de que ella era

esencialmente un fraude, alguien que aprovechó una religión en la que realmente no creía para

obtener apoyo para su trabajo. A mi parecer, esto es malinterpretarle a ella y su honestidad por

completo. Mi propio viaje por la vida me lleva a pensar de manera muy diferente. Como explica

la editora de las cartas de Teresa, otro miembro de su congregación, el libro es “un ministerio

escrito de la vida interior [de Teresa]”. Incluso llega a sugerir que podría ser “recordado como

tan importante como su ministerio con los pobres”.

La doctrina de sola fide (“solo por fe” en latín), también conocida como la doctrina de la

justificación solo por fe, ha sido la piedra angular del protestantismo desde que Martín Lutero

la anunció por primera vez. “Esta única roca firme que llamamos la doctrina de la justificación”,

insistió Lutero, “es el artículo principal de toda la doctrina cristiana, que comprende el

entendimiento de toda piedad”.36

Sola fide afirma que el perdón de Dios para los pecadores culpables se otorga y se recibe

solo por la fe, excluyendo toda obra. Fue desarrollada por Lutero en oposición a los abusos y

los sistemas de control de poder que encontró en el catolicismo. Por fe somos salvos. Y hasta el

día de hoy, sola fide distingue a muchas iglesias protestantes de la Iglesia católica y las iglesias

ortodoxas.

Para muchas personas, “la fe” y no “las buenas obras” es lo que se necesita para cruzar la

línea: para pertenecer o “estar adentro”. Dios ha decidido quién será “salvo”, y la respuesta es

aquellos que tienen “fe”. Pero, así las cosas, ¿cuánta fe es suficiente para “entrar” de manera

segura? ¿Cuánta duda es demasiada duda y te mantendrá “afuera”?

De la manera en que lo vio Lutero, al igual que todos los que le han seguido o han asimilado

sus ideas, las “obras” son los inútiles esfuerzos que hacemos los seres humanos para tratar de

cumplir con las normas inalcanzables de Dios. Pablo había sido el gran defensor que argumentó

en contra de la idea, condenada al fracaso, de que los seres humanos podrían merecer la

35 Madre Teresa, Ven, sé mi luz: Las escrituras privadas de la Santa de Calcuta (Image, 2015). 36 Martín Lutero, “Comentario sobre Gálatas”, citado en Herbert Bouman, “The Doctrine of Justification in the

Lutheran Confessions”, Concordia Theological Monthly 26:11 (noviembre de 1955), p. 801.

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salvación de Dios a través de sus “buenas obras”. La había reemplazado con la buena noticia de

que la fe era suficiente.

Es extraño. Por un lado, Lutero reconoció correctamente que ser aceptado por Dios tiene

que ver con la gracia inmerecida de Dios para con nosotros, más que con lo que hacemos. Pero

luego, después de haber hecho este gran aporte, entendió mal la naturaleza de la “fe”, la cual

irónicamente volvió a convertir en una obra. Si eres salvo “solo por la fe”, todo se reduce a tu

capacidad de creer; de lograr formar los pensamientos correctos, suficientes pensamientos

correctos con la intensidad correcta.

¿Y cuál ha sido el resultado de todo esto? La ansiedad por la salvación—precisamente lo

que todo el sistema fue diseñado para reemplazar. Lo cual es, paradójicamente, la razón por la

cual muchas personas que asisten a la iglesia, tanto protestantes como católicas, es que tienen

un alto nivel de culpa o preocupación. No es que “solo por la fe” no sea suficiente; es que es

demasiado. Exige a la gente más de lo que pueda sostener. Deja a muchos quebrantados,

aplastados y confundidos.

Por el contrario, Sanders y, en los últimos cuarenta años, un gran número de otros teólogos,

lingüistas, sociólogos e historiadores, afirman categóricamente: Lutero y, tras él, todos los

demás pensadores de la Reforma, incluido Juan Calvino, cometieron un gran error. Aunque

optaron por traducir la pequeña palabra griega pistis (πίστις) en el Nuevo Testamento como

“fe” en el sentido de “creencia” en Dios o Cristo, sería mucho más cabal traducirlo como

“fidelidad”.

Y, aunque a primera vista este tecnicismo pueda parecer bastante aburrido, ¡en realidad lo

cambia absolutamente todo!

Si pistis significa “fidelidad”, la idea que transmite es distinta de la de la palabra “fe”. Es un

compromiso firme con el metarrelato o historia dentro de la que vives—no importa lo que

sientas o creas en un momento dado. Tomemos, por ejemplo, los compromisos que asumen los

esposos, de ser fieles uno a otro.

Hace mucho tiempo, yo me paré frente a una congregación en el sur de Londres y asumí

unos grandes compromisos con Cornelia, quien a través de este proceso se convertiría en mi

esposa:

Llamo a estas personas presentes aquí

Para ser testigos de que yo Stephen John Chalke

Te recibo a ti, Cornelia Reeves,

Para ser mi legítima esposa

para tenerte y sostenerte,

De hoy en adelante;

En las alegrías y las penas,

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En la riqueza y la pobreza,

En la salud y en la enfermedad,

Para amarte y cuidarte,

hasta que la muerte nos separe. Este es mi voto solemne.

Y Cornelia asumió exactamente los mismos compromisos conmigo.

A través de los años, he aprendido que todo esto ha sido más fácil en algunas ocasiones que

en otras. En ciertas ocasiones, nuestros sentimientos nos han ayudado, pero en otras no. En

ocasiones, las circunstancias y las oportunidades han obrado a favor de nosotros, pero en otras

en contra. En ocasiones, la fidelidad ha tratado de puro placer y alegría, al sentirnos realizados

por la experiencia. En otras, frente a la naturaleza mundana de la vida, la duda y la tentación,

ha sido mayormente cuestión de aguantar y atrincherarse.

Entonces pistis, entendido como fidelidad, implica y requiere mucho esfuerzo. Resulta que

la fidelidad significa comprometerse peligrosamente con una manera de ser y comportarse,

ante interminables temores e incertidumbres naturales. De hecho, a veces la fidelidad—como

ya lo he reconocido—no se trata más que de aferrarse a una historia y hacer todo lo posible

para vivirla. No se trata de la consistencia, intensidad, fuerza o concentración de nuestros

sentimientos. No se trata de un estado de sólida certeza o estabilidad, fuera del alcance de todo

cuestionamiento o duda.

La fidelidad acepta la duda como parte del viaje. Aprende que la lucha y los retrocesos no

son su enemigo, sino un instrumento que ayuda a fortalecerla. De hecho, vivir fielmente

comprometido con algo sería una imposibilidad práctica si ese fuera el caso, porque nuestros

sentimientos nunca son estáticos; fluctúan, van y vienen como la marea. Elegir vivir fielmente

comprometido con algo significa comprometerse con tus dudas, en lugar de ignorarlas, porque

vivir “intencionalmente” es escoger un estilo de vida muy exigente.

La fidelidad es dura; es exigente; requiere resistencia y honestidad—tal vez esta es una de

las razones por las que tantos desisten. Pero es solo a través de la fidelidad que prosperamos.

El problema con la palabra “fe” es que siempre pensamos que significa “creencia”, en el

sentido de la aceptación intelectual de un conjunto de teorías o doctrinas, mientras que

“fidelidad” significa una vida vivida conforme a un compromiso asumido. Pistis tiene más que

ver con la acción y el comportamiento que con la aceptación “cerebral”. En otras palabras, vivir

fielmente es una elección hecha ante la duda y los reveses. Un compromiso de vivir

intencionalmente.

Si pistis significa fidelidad, quizás sea útil preguntarnos cómo encaja con la teología del

libro de Santiago, el libro del cual Lutero quería prescindir. La verdad es que cuando

cambiamos “fe” por “fidelidad”, el problema que Lutero tuvo con el libro de Santiago

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desaparece por completo. Santiago se dirigía a todos aquellos en su época que intentaban

reducir pistis a un asentimiento intelectual o la aceptación de una “creencia” sin ningún intento

de vivir “fielmente”. Es por eso que él está convencido de que pistis sin obras no es pistis en

absoluto: está muerto. En nuestra época, ¡este es el pensamiento de la Nueva Perspectiva!

Si Lutero hubiera entendido que pistis significaba “fidelidad” en el sentido de confiar

obstinadamente en lugar de “fe” en el sentido de simplemente “creer”, nunca habría acuñado

su eslogan engañoso, “solo por la fe”. Porque, como Santiago también insiste rotundamente, la

fe sin obras no te deja en un lugar superior a un demonio.37

Somos “salvos”—hablaremos más sobre lo que significa esa palabra más adelante—por la

gracia de Dios y solo la gracia de Dios. Es cosa de Dios y no tiene nada que ver con nosotros. Y

luego somos llamados a vivir y cumplir “fielmente” con esa gran verdad: ¡todos estamos

“apuntados”!

Entonces, la pregunta es: ¿“apuntados” para qué? Y la respuesta de Pablo es: “para formar

parte del pueblo de Dios”. Todos somos elegidos. Por lo tanto, vivir en consonancia, en

sincronía, con esto es la mejor forma de ser humano, la forma más satisfactoria de ser humano.

Dicho de otra manera, el evangelio no se trata de “invitar a Jesús a que entre en tu corazón”.

¡Más bien, se trata de que “Jesús nos invite a entrar en su corazón”!

Y ese, por supuesto, es el punto de la historia de la vida de Anjezë Bojaxhiu. Una mujer que

creyó en una historia y luego decidió vivir fielmente dentro de ella. Los miembros de la

congregación de Teresa inicialmente trataron de impedir que se publicaran sus cartas,

argumentando que sería mejor destruirlas para proteger su reputación. Fue solo cuando

intervino el Vaticano que fueron publicadas. Esto resultó ser una decisión maravillosa; lejos de

ser una vergüenza, se han convertido en una fuente de fortaleza para otros al hablar de una

fidelidad genuina.

Cualesquiera que hayan sido los sentimientos, temores, dudas o estado de incredulidad de

Teresa, su compromiso con la metanarrativa dentro de la cual vivió nunca flaqueó. Para Teresa,

siempre fue difícil alcanzar la “fe” en lo que a sus sentimientos se refería; pero su “fidelidad” a

su historia resultó ser suficiente.

¡Eso es pistis!

37 Santiago 2.19.

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9

Pensar como un hebreo

Imagínate a una mujer que vive en tu ciudad y recientemente, por primera vez en su vida,

ha comenzado a asistir a una iglesia local. Un domingo, el líder de la iglesia sugiere que todos

tomen la decisión de leer un breve pasaje de la Carta a los Romanos todos los días durante las

próximas semanas, porque es la presentación más detallada de la teología del apóstol que

tenemos. “¿Por qué no te comprometes a leerlo en tu teléfono, quizás en el autobús o en el

tren, de camino al trabajo cada mañana?”

Lo que el líder no les ha dicho es que:

• Pablo escribió sus cartas hace aproximadamente dos mil años en un idioma antiguo

lleno de referencias culturales, alegorías y metáforas que nos son desconocidas.

• Pablo era un judío de la época del Segundo Templo y escribió desde el punto de vista

de esa cosmovisión específica. Sin embargo, él era un judío del Segundo Templo que

había tenido que repensar sus ideas, sin abandonarlas del todo, después de su encuentro

con Cristo. Es esencial llegar a un entendimiento básico de su cosmovisión interna para

poder comprender sus argumentos.

• Las personas que escuchaban las cartas de Pablo eran miembros de una iglesia local

multiétnica.

• Algunas de esas personas, a pesar de estar empapadas del pensamiento judío, habían

elegido seguir a Jesús como el verdadero Mesías. Sin embargo, ese grupo incluía a gente,

a diferencia de Pablo, que insistía en aferrarse a varios de sus viejos prejuicios

nacionalistas y religiosos.

• Otros seguidores de Cristo eran de origen romano pagano y buscaban la igualdad con

sus homólogos judíos, pero estaban siendo marginados por aquellos judíos tradicionales

que se negaban a aceptarlos a menos que adoptaran una serie de prácticas rituales

religiosas judías, incluida la circuncisión.

• Pablo quería dirigirse a ambos grupos e interactuar con ellos. De hecho, escribió su

Carta a los Romanos específicamente para aclarar la situación y poner fin a la “guerra

cultural” que había surgido entre ellos.

Comprender el contexto es crucial para poder entender las intenciones de cualquier autor.

Por lo tanto, para poder entender a Romanos, primero debes familiarizarte con todos esos

problemas.

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Entonces, la pregunta es: en tu opinión, ¿cuáles serían las posibilidades de que ese nuevo

miembro de la iglesia en el siglo XXI, leyendo la Biblia en el autobús camino al trabajo, llegara

a entender la carta de alguna manera útil o significativa?

Incluso para aquellos de nosotros que hemos estudiado la Biblia y asistido a la iglesia local

durante décadas, el problema es que muchas de nuestras ideas sobre la fe, la salvación, el reino

de Dios, la justificación, el juicio, la salvación, etc., han sido moldeadas e influenciadas por

cosmovisiones muy diferentes de las de Pablo, el revolucionario del primer siglo. En pocas

palabras, esto significa que si realmente queremos entender lo que Pablo dijo en términos que

son relevantes para nuestra cultura, es hora de que asumamos la responsabilidad de aprender a

leer sus escritos, en su contexto original, mucho más en serio.

Lo cual nos lleva de vuelta a esa palabra: pistis. Creo que una traducción mucho más exacta

sería “la fidelidad” en vez de “la fe”. Por supuesto, aunque muchas personas están de acuerdo,

muchas otras no lo están, sino que están convencidas de que debemos ceñirnos a la vieja lectura

de “la fe” y la cosmovisión que representa.

Este es un asunto importante, porque la idea de “la fe” o “la fidelidad” domina todo el Nuevo

Testamento. Eso significa que la decisión que tomemos con respecto a lo que creemos moldeará

nuestra propia definición de lo que es ser cristiano.

Entonces, ¿cómo sabemos quién tiene razón? ¿Cómo puedes confiar en lo que yo estoy

escribiendo? ¿Pistis significa “fe” o “fidelidad”? ¿Y cómo podemos estar seguros?

¿Has oído hablar de ese libro Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus? Estoy

consciente de sus defectos y su tendencia a estereotipar a los hombres y las mujeres, pero, a

pesar de eso, cuando mi esposa Cornelia y yo finalmente lo leímos, unos quince años después

de casarnos, sentimos como si se nos hubieran caído las vendas de los ojos. Cada uno de nosotros

es único y cada relación es diferente, pero el libro nos mostró a nosotros cómo los dos habíamos

abordado e interpretado de manera completamente diferente innumerables situaciones que se

nos habían presentado a lo largo de nuestro matrimonio. Si tan solo hubiéramos leído el libro

de John Gray una década antes, nos habría ahorrado una gran cantidad de “malentendidos”.38

Los documentos que componen la Biblia están todos escritos desde la perspectiva del

pensamiento oriental/hebraico. El pensamiento oriental no es lo mismo que el pensamiento

occidental. Pero, para aquellos de nosotros que estamos empapados del pensamiento

occidental, es muy difícil interpretar estos escritos a través de cualquier otro lente que no sea

el de la filosofía occidental. Es la forma en que vemos las cosas. ¿Y cuál es el resultado? Unos

graves errores de traducción, interpretaciones equivocadas, malentendidos y tergiversaciones

del texto.

38 John Gray, Men Are from Mars, Women Are from Venus (Londres: HarperCollins, 1992).

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El pensamiento de Pablo estaba empapado de la tradición judía de la Torá. Aunque se

convirtió en el “Apóstol de los gentiles”,39 esto no sucedió porque era un pensador griego, sino

porque era un pensador judío que se convenció de que Jesús era el Mesías judío y que el Mesías

judío era el Mesías para todo el mundo.

“La teología de Pablo era esencialmente hebraica”, afirma Marvin Wilson en su libro Our

Father Abraham: Jewish roots of the Christian faith.40 En lugar de leer a Pablo a través de los

ojos de lo que llamamos el helenismo (el pensamiento y la cultura griegos), es esencial recordar

que aunque Pablo entendía y se desenvolvía en el mundo grecorromano, fue, por encima de

todo, hebreo hasta la médula.

Pablo estaba orgulloso de ser judío;41 según sus propias palabras, “hebreo de pura cepa...

fariseo”.42 Y, como judío fiel, creía que le correspondía interpretar las Escrituras hebreas

cuidadosamente. Para él, elegir seguir a Jesús no significaba romper con su judaísmo, sino ver

su pleno florecimiento.

Este punto es importante: la Biblia—toda la Biblia, incluyendo los escritos de Pablo—nace

de su entorno cultural hebraico, y solo se entiende plenamente en términos de éste. Ignorar

esto es subvertir su mensaje. Entonces, para poder entender a Pablo, debemos darnos a la tarea

de enfocar en el lenguaje y los patrones de pensamiento del pueblo hebreo.

Y cuando lo hacemos, ¡cambia todo!

El hebreo antiguo es primordialmente un idioma de los sentidos más que de conceptos. Sus

palabras expresan cosas concretas o materiales, movimientos y acciones que golpean los

sentidos y crean una respuesta emocional. Utiliza palabras que expresan cosas que se pueden

ver, tocar, oler, saborear u oír. Solo de forma secundaria, y cuando forman parte de metáforas,

pueden usarse para denotar ideas abstractas.

Es esa la forma en que está escrito todo el Antiguo Testamento, y es el ???mundo de

pensamiento en que operaba Jesús. Por lo tanto, si pretendemos comprender mejor los textos

e ideas que informaron la cosmovisión de Pablo, es esencial que aprendamos al menos los

conceptos básicos de la filosofía de los antiguos hebreos.

Aquí tenemos un principio importante: todos tienen derecho a su propia opinión, pero no

a su propio conjunto de hechos.

39 Romanos 11.13. 40 Marvin R. Wilson, Our Father Abraham: Jewish roots of the Christian faith (Grand Rapids: WB Eerdmans,

1989), p. 8). 41 2 Corintios 11.22. 42 Filipenses 3.5.

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Tomemos solo un ejemplo sencillo. En el Salmo 1.3, hablando de una persona que no

“camina en la senda de los pecadores”, el escritor continúa comentando: “es como el árbol

plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se

marchitan”.

En este pasaje, tenemos una colección de palabras concretas que expresan pensamientos

abstractos: “un árbol” (alguien recto y justo), “un río” (la gracia), “fruto” (el buen carácter),

“hojas que jamás se marchitan” (el bienestar y la prosperidad) y “caminar” (vivir bien).

El primer libro de la Biblia, Génesis, introduce lo que se convertirá en un tema central del

judaísmo. Explica que tanto Enoc como Noé “caminaron con Dios”. Y a partir de entonces, eso

es lo que era el judaísmo; una manera de recorrer el camino de la vida y hacerlo bien. El libro

de Isaías lo plantea de la siguiente manera: “Este es el camino; síguelo.”43 Es por eso que Miqueas

nos dice que una persona que vive bien practica la justicia, ama la misericordia y “camina” con

Dios.44

Todo lo cual crea una dinámica extraordinariamente nueva para las famosas palabras de

Jesús “Yo soy el camino”, y una explicación subversiva de la razón por la cual los primeros

seguidores de Jesús llamaban su fe “el Camino”. Esto se menciona, por ejemplo, en Hechos 9.

Aquí, cuando Saulo todavía buscaba erradicar a los seguidores de Jesús, acudió al Sumo

Sacerdote en Jerusalén para pedir cartas de autorización para las sinagogas en Damasco. Su

objetivo era tan sencillo como despiadado: tomar preso a todos y cada uno de los que

encontraba allí que pertenecían al “Camino”.

Para el pueblo hebreo, la religión nunca fue simplemente un sistema de ética, un código de

conducta, una ideología, un conjunto de creencias o un credo. Los hebreos entendían su vida

diaria de fe en términos tangibles. Era un viaje continuo o peregrinación; el camino que

eligieron tomar.

Pero este enfoque concreto oriental es muy distinto de la filosofía occidental que utiliza un

lenguaje abstracto para expresarse; conceptos e ideas que no se pueden ver, tocar, oler, probar

u oír.

Esto, por supuesto, plantea una cuestión importante, una que, si no la abordamos ahora, tú

la plantearás más adelante. Si el idioma hebreo nunca usa pensamiento abstracto, ¿cómo es que

hay muchos ejemplos de pensamiento abstracto en el Antiguo Testamento? Consideremos, por

ejemplo, el Salmo 103.8: “El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor”.

¿Qué hacen aquí las palabras abstractas “clemente”, “compasivo”, “ira” y “amor”? La

respuesta es sencilla. Cada una es una palabra abstracta en inglés que se ha utilizado para

43 Isaías 30.21. 44 Miqueas 6.8.

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traducir y reemplazar una palabra hebrea original y material. Los traductores de la Biblia a

menudo traducen de esta manera, porque el hebreo original no tiene sentido cuando se traduce

literalmente.

Para muestra un botón: tomemos una de las palabras abstractas en español usadas en el

Salmo 103.8—“la ira”. “La ira” es una traducción de la palabra hebrea ַףא (aph), que literalmente

significa “nariz”. Una palabra muy concreta. Pero la frase “El Señor es clemente y compasivo,

lento para la nariz y grande en amor” sería muy extraña; ¡habría tenido poco sentido para un

lector de habla española!

La palabra ַףא aparece 270 veces en la Tanakh45 y en la mayoría de los casos, en más de

doscientas ocasiones, se traduce como “ira” o “enojado” en lugar de “nariz”.

Entonces la pregunta es, ¿cuál es la conexión?

Bueno, cuando alguien está enojado, respira más fuerte y sus fosas nasales comienzan a

dilatarse. Es por eso que el hebreo ve la ira como “la dilatación de las fosas nasales”, y por eso

que los lingüistas traducen “nariz” como “ira” en el Salmo 103.8.

Pero esto nos lleva a otro principio igualmente importante de la traducción, que también

es fundamental para poder entender a Pablo. ¡El contexto! “Nariz” se traduce mejor como “ira”

aquí en el Salmo 103, pero en otra parte, en un párrafo diferente, podría significar una nariz

literal, por ejemplo, en el Salmo 115.6: “Tienen oídos, pero no pueden oír, nariz, pero no

pueden oler”.

Entonces, volvamos a pistis, que por supuesto no es una palabra hebrea. Más bien, es una

palabra griega, utilizada por Pablo y otros para comunicar una idea hebrea. Es por eso que para

encontrar la prueba definitiva de si pistis significa “la fe” o “la fidelidad” en los escritos de

Pablo, debemos averiguar la historia y etimología de la palabra, y la(s) palabra(s) hebrea(s) que

se está(n) traduciendo.

Primero lo más importante. Cuando los primeros seguidores de Cristo recibieron las cartas

de Pablo, nadie quedó allí sentado preguntándose: “¿Qué quiere decir con esta extraña palabra

pistis?”, como si Pablo acababa de inventarla y necesitaba una explicación. Las cartas de Pablo

no iban dirigidas a académicos que podrían pasar horas en la sección de consultas de una

biblioteca teológica, sino a personas normales que estaban ocupadas, en términos con los que

podrían identificarse fácilmente.

45 La Biblia hebrea también se conoce como Tanakh, que es el acrónimo de la primera letra hebrea de cada una de

las tres subdivisiones tradicionales del Texto Masorético: Torá (“Enseñanza”, también conocida como los Cinco

Libros de Moisés), Nevi'im (“Profetas”) y Ketuvim (“Escritos”). Es, por supuesto, también la fuente textual del

Antiguo Testamento cristiano.

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En la mitología griega, Pistis era la diosa—la personificación—de la confianza, la

honestidad, la bondad, la fiabilidad y la lealtad o fidelidad. Y, debido a esto, en la retórica

griega, llegó a tener el significado metafórico del impacto o el resultado de la verdad (a

diferencia de la presentación inteligente o persuasiva de esta). Entonces, dejando de lado

cualquier otra consideración, la traducción de pistis como “la fe” en Occidente para significar

la aceptación de un concepto, creencia o doctrina, en contraposición a sus resultados prácticos,

es muy distinta del uso que se le daba en la cultura griega.

Más que eso, vale la pena señalar que el nombre romano para la diosa griega Pistis no era

otro que Fides. Y fides es la palabra latina de la cual se deriva la palabra inglesa faith (fe), que

se cree data de alrededor del año 1200.

La pregunta más profunda, sin embargo, tiene que ver con el contenido pleno de la idea

hebrea que pistis comunicaba en griego. De hecho, hay una serie de palabras hebreas, usadas

en la Tanakh, que están relacionadas con la fe o la creencia en Dios. Analizaremos brevemente

solo una, aunque la investigación de todos y cada uno arroja el mismo tipo de resultado, y

concuerda precisamente con lo que ya hemos descubierto sobre lo “concreto” del idioma

hebreo.

El verbo hebreo aman ( אַ ןמַ ), a menudo traducido como “creer”, se usa 110 veces en el

Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Génesis, Dios le dijo a Abram: Mira hacia el cielo y

cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia!” El pasaje concluye

diciendo: “Abram creyó (aman) al Señor, y el SEÑOR lo reconoció a él como justo”.46

Aunque la traducción de esto generalmente significa, como aquí, que Abram creyó la

promesa de Dios, aman en realidad significa mucho más que simplemente saber que algo es

cierto. En un nivel más profundo significa apoyar, ser permanente, ser confiable, verdadero,

seguro, firme y fiel. Y, al profundizar más, descubrimos que estas definiciones de aman se

derivan de su significado original literal, material y concreto, que es “sostener con el brazo”,

“cargar a un niño” o “amamantar”. En otras palabras, el uso de aman significa que Abram obró

de acuerdo a sus opiniones: se dedicó a vivir y trabajar para esta historia con profunda

convicción.

Por cierto, no es casualidad que esta palabra sea la forma verbal de una palabra que todos

conocemos muy bien: “amén”. Al decir “amén”, estamos declarando literalmente que

“apoyamos esto, estamos comprometidos con esto con todo lo que somos, cargaremos esto”.

Cualquier lectura seria de pistis que pretenda tratar sus antecedentes y raíces hebraicas

como se merece debe reconocer que, dado todo este contexto, solo puede significar la fidelidad

(o la fe en el sentido de fidelidad y confiabilidad); nada más siquiera comienza a encajar.

46 Génesis 15:5-6.

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Al traducir pistis como la fe, en el sentido de creencia—la capacidad de sostener un

conjunto particular de posiciones intelectuales—a la palabra se le priva de todo su valor ético

y sus implicaciones. Se reduce a un símbolo de mérito sin sentido—otro marcador de

identidad—que contradice cada palabra de los escritos de Pablo. De hecho, a mi parecer, la

palabra fe se ha malinterpretado de esta forma con tanta frecuencia que el núcleo del mensaje

del Nuevo Testamento no se ha identificado correctamente, y su pleno poder ético y relevancia

para la vida diaria permanecen sin explotar.

Esto debería quedar claro para cualquier persona comprometida con el análisis crítico del

Nuevo Testamento. Consideremos el uso de la palabra pistis en la Carta a los Gálatas: “Pero el

fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad (pistis),

humildad y dominio propio”.47

Este análisis también plantea otras sugerencias útiles y estimulantes para la traducción de

pistis—por ejemplo, la obediencia y la lealtad. El teólogo Matthew Bates tiene otra sugerencia.

Argumenta que hay contextos específicos, especialmente en los escritos de Pablo y los

Evangelios, en los que la única interpretación razonable de pistis es “lealtad”, la actitud de los

sujetos leales hacia su gobernante soberano. Él dice que en lugar de la frase “solo por la fe” de

Martín Lutero, los cristianos deberían hablar de la salvación “solo por la lealtad”.

Si la palabra “fe” no existiera y tuviéramos que usar una palabra diferente, lo mejor sería

reemplazarla con confianza o lealtad.

Pienso en mis propias experiencias en la vida y el liderazgo. Ahora me entrevistan a

menudo acerca del crecimiento de Oasis. Me preguntan cómo pueden crear una organización

benéfica o un negocio y lograr la escala suficiente para que tenga éxito. ¡Mi primera respuesta

es “no lo hagas”! Mi segunda es que si estás decidido a hacerlo, adelante. Pero yo les digo:

“Recuerda esto—te costará todo. Será maravilloso, pero también será terrible, porque lo que se

necesita para que una empresa tenga éxito es que al menos una persona esté irracionalmente

comprometida con su éxito”.

La fidelidad se trata más de sudor y persistencia que de grandes momentos de inspiración.

Recuerdo todo un período, entre 1998 y 2003, cuando la vida para mí consistía en aferrarme a

los compromisos que había hecho frente a lo que parecía ser la firme resistencia de los que se

me oponían. La fidelidad, he aprendido, se trata muchas veces de la capacidad de aguantar,

seguir y no darse por vencido, sin importar a dónde lo lleven sus pensamientos.

Entiendo que algunos podrían temer que al decir estas cosas estoy desmantelando de alguna

manera los componentes básicos de su “fe”. Sé que el miedo a perder una antigua cosmovisión

47 Gálatas 5.22–23.

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confiable que durante mucho tiempo ha proporcionado una sensación de plausibilidad puede

ser desafiante y desorientador. Pero al final, es solo la búsqueda de la verdad que nos libera.

La “fe” bíblica no es la aceptación intelectual de un concepto, un compromiso con un

conjunto de doctrinas y teorías, o un sentido místico de paz y bienestar. Es, más bien, un

compromiso peligroso con una forma de vida radical; un llamado a la acción, una manera de

caminar, un llamado a la lealtad. Eso, y solo eso, es pistis.

Siempre que Pablo, el judío, habla de “fe”, lo que tiene en mente es la fiel obediencia y

lealtad a la decisión de caminar por la vida en el camino de Cristo—y las buenas obras que

naturalmente fluyen de ella. Su énfasis constante en el comportamiento ético, en quitarse el

ropaje de la vieja naturaleza y ponerse el de la nueva, es un elemento clave de su comprensión

de la respuesta apropiada de los que ya pertenecen o se encuentran “adentro”: la fidelidad.

Jesús es el Mesías para el mundo entero.

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10

¿Y si…?

Toda la “protesta” de Lutero contra la Iglesia Católica medieval se centraba en una serie de

credos centrales, cada uno de los cuales tenía un nombre en latín. Los dos más conocidos

todavía se citan hoy: sola gratia (solo por la gracia) y sola fide (solo por la fe).48

La última vez que escuché a alguien decir con mucha certeza que somos “salvos por la gracia

solo por la fe” fue hace apenas dos días. Por supuesto, la idea proviene de pasajes en los escritos

de Pablo como este: “Porque por gracia ustedes han sido salvados, mediante la fe; esto no

procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (NVI).49

Pero el problema es, cuando realmente te pones a analizar eso, la forma tradicional de

entender esas palabras, por así decirlo, hay varios puntos que son difíciles de conciliar entre sí.

Para empezar... ¿cómo podemos ser salvos por gracia mediante la fe? O somos salvos por la

gracia, o somos salvos por la fe. No puede ser ambas cosas, porque no solo son diferentes, sino

que son mutuamente excluyentes.

La gracia es un regalo: no hay nada que el beneficiado pueda hacer para merecerlo. No tiene

nada que ver con sus méritos o esfuerzos. Pero la fe es muy diferente. Como ya hemos

analizado, la fe tiene mucho que ver con nuestra propia capacidad y esfuerzo; a fin de cuentas,

es una “obra”.

¿La gracia mediante nuestra fe? ¿No debería tratarse de la una o la otra? ¿La gracia o nuestra

fe? O es un regalo, o es un gran esfuerzo.

Pero surge otra cuestión. Si, como Pablo luego sugiere, esta “fe... no procede de ustedes,

sino que es el regalo de Dios”, las cosas se ponen aún más complicadas. Según el punto de vista

protestante tradicional, o naces con fe (buenas noticias para ti) o naces sin fe (muy malas

noticias para ti). Pero no hay nada que puedas hacer al respecto. O la tienes o no la tienes. Eres

“salvado”, o no lo eres. Y todo esto está predeterminado, decidido de antemano. O recibes el

regalo de Dios, o no lo recibes. O naces “adentro”, o naces “afuera”.50

48 El trabajo de Lutero se fundamentó en cinco principios básicos o solas: sola Scriptura (solo las Escrituras), sola gratia (solo la gracia), sola fide (solo la fe), solus Christus (solo Cristo) y soli Deo gloria (la gloria solo para Dios). 49 Efesios 2.8–9. 50 Esta cosmovisión fue desarrollada por otro reformador del siglo XVI, Juan Calvino, y adoptada por sus seguidores

y sucesores; ahora se conoce como “teología reformada”.

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Pero si así son las cosas, ¿por qué Pablo se molestó en escribir, predicar, enseñar y viajar

tanto en primer lugar? La suerte ya está echada. No puedes cambiar la situación. Aunque no te

guste, no queda otro que aguantártelo. El hecho hecho está.

¡Es un enredo!

Pero, ¿qué pasaría si pistis no solamente significa la fidelidad, sino que la fidelidad a la cual

se está refiriendo Pablo en esos versículos de Efesios 2 es la fidelidad de Dios en lugar de la

nuestra? ¿Qué pasaría si, en lugar de leer esta afirmación de la manera en que se ha traducido

tan a menudo, en realidad la frase completa debería leerse: “Porque por gracia ustedes han sido

salvados, mediante la fidelidad de Cristo; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de

Dios, no por obras, para que nadie se jacte”?

De repente no solo tiene sentido, sino que nos conduce a otra frase clave de Pablo: la frase

griega pistis Christou, que él utiliza media docena de veces en sus escritos.51

Martín Lutero, Juan Calvino e innumerables otros después de ellos decidieron traducir

pistis Christou como “fe en Cristo”, y luego basar todo su enfoque doctrinal en ello. Se nos

enseña que somos salvados al poner nuestra “fe en Cristo”. Pero yo sugiero que esta traducción

fue un gran error, que es la causa del enredo en que nos han metido durante los últimos

quinientos años, ¡y que es hora de resolverlo!

Si, como hemos visto, la palabra griega pistis implica “la fidelidad” en el sentido de

obediencia fiel, lealtad y confiabilidad, en lugar de “la fe” en el sentido de la capacidad de

comprometerse inamoviblemente con un conjunto particular de posiciones doctrinales y

creencias, ¿qué significa esto para pistis Christou?

De niño me enseñaron que yo sería “salvado” mediante mi “fe en Cristo”. Si yo creía,

heredaría la vida eterna, pero, por supuesto, el lado oscuro era que, si yo no creía, iba a

enfrentar las consecuencias: la separación eterna de Dios. Bueno, la cosa es que yo sí creí. Pero

el problema era que muchos de los niños que estaban en la escuela dominical conmigo, o más

tarde aquellos en el grupo juvenil de la iglesia a la que asistí, no lo hicieron. O, para decirlo más

claramente, a veces, por más que lo intentaran, simplemente no pudieron.

Este mismo enfoque sigue siendo muy común y lamentablemente continúa condenando a

millones de personas. Hace solo un par de meses asistí a un funeral, donde el vicario que dio el

sermón aprovechó la ocasión para informar a todos los miembros de la congregación que no

eran cristianos, que estaban allí llorando la pérdida de su amigo querido, que, por ser

incrédulos, su destino eterno sería la destrucción.

Volvamos a pistis Christou. Podría sorprenderte saber que hasta la época de la Reforma

Protestante, prácticamente todas las traducciones del Nuevo Testamento habían optado por

51 Romanos 3.22, 26; Gálatas 2.16; 3.22; Efesios 3.12; Filemón 3.9.

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traducir esta famosa frase paulina como “la fe de Cristo”, en el sentido de la fidelidad ejercida

por Cristo, en lugar de “la fe en Cristo”, o sea, nuestro nivel de creencia personal en Cristo.

Considera, por ejemplo, la famosa traducción de la Biblia en latín, la Vulgata, que en gran

parte fue el resultado del trabajo del primer padre de la Iglesia, Jerónimo. Cuando, en el año

382, el entonces líder de la Iglesia, el Papa Dámaso I, le encomendó la tarea de traducir la

Biblia, Jerónimo eligió traducir Romanos 3.21–22 así: “Pero ahora, independientemente de la

ley, se ha manifestado la justicia de Dios de la que hablaron la ley y los profetas. Se trata de la

justicia de Dios, mediante la fe de Jesucristo…”52

Algunos señalarán que esta interpretación de pistis Christou en la versión en inglés de la

Vulgata en latín proviene de la traducción católica Douay-Rheims que se publicó en Francia

después de la muerte de Lutero. Entonces, podrían argumentar que fue producida para refutar

los puntos de vista de Lutero y, por lo tanto, está sesgada a favor de la doctrina católica más que

la protestante.

Sin embargo, nada de eso se puede decir de la traducción al inglés de William Tyndale.

Todos están de acuerdo en que en ella se promovieron muchas de las ideas anticatólicas de

Lutero. De hecho, muchos estudiosos sugieren que fue inspirada en parte por un ejemplar del

Nuevo Testamento alemán de Lutero que Tyndale adquirió en el año 1522.

Tyndale, cuyos esfuerzos eventualmente le costarían la vida, era un lingüista muy talentoso

que había estudiado en Oxford. Además del inglés, dominaba el francés, el griego, el hebreo,

el alemán, el italiano, el latín y el español. Comenzó su traducción de la Biblia al inglés

minuciosamente mediante el uso de un texto griego compilado por Erasmo de varios de los

primeros manuscritos.53 Pero también consultó el Nuevo Testamento en latín de Erasmo, la

versión protestante en alemán de Lutero, y la Vulgata.

Para este fiel lingüista, lo único que importaba era el objetivo de traducir con exactitud la

Biblia al lenguaje de la gente común, para que todos pudieran tener acceso a ella por sí mismos

en lugar de confiar en un sacerdote. Según Foxe, en su famoso Libro de los Mártires, el propio

Tyndale explicó que su razón por realizar la traducción era para hacer posible que “el hombre

que maneja el arado en Inglaterra sepa más de las Escrituras que el Papa”.54

52 A medida que el latín comenzó a reemplazar al griego como el idioma común en el Imperio Romano de

Occidente, a fines del siglo IV d.C. el Papa Dámaso eligió a Jerónimo para esta tarea debido a su dominio del

griego, el hebreo y el latín. La traducción resultante se conoce como la Vulgata. 53 Desiderio Erasmo (c. 1466-1536) fue uno de los eruditos más famosos e influyentes del Renacimiento europeo

y definió el movimiento humanista en el norte de Europa. Escribió varias ediciones del Nuevo Testamento en

griego y latín que ayudaron a impulsar tanto la Reforma protestante como la Contrarreforma católica. 54 Foxe cuenta la historia de Tyndale en el Capítulo 12 de su Libro de los Mártires.

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Sin embargo, después de que la Iglesia Católica le negó permiso para producir este nuevo

texto en Inglaterra, Tyndale se vio obligado a huir a Europa Continental, donde publicó su

primera edición completa del Nuevo Testamento en 1526. Fue a partir de ahí que comenzó a

enviar ejemplares de su obra a Inglaterra en forma de contrabando.

Tyndale aprovechó su gran erudición para producir una traducción radical del Nuevo

Testamento, lo que enfureció a la Iglesia Católica. Sintió, por ejemplo, que una traducción más

exacta de la palabra griega ἐκκλησία (ekklesia) sería “congregación” (en vez de “iglesia”). El

efecto de esto, por supuesto, era socavar la estructura centralizada de la Iglesia. Eligió traducir

la palabra griega πρεσβύτερος (presbuteros) como “anciano” en lugar de “sacerdote”, lo cual le

quitaba poder clerical a la Iglesia. Él tenía claro que la palabra griega μετανοεῖτε (metanoeite)

debería traducirse “arrepentirse” en lugar de “hacer penitencia”, apoyando de esa manera las

opiniones de reformadores como Lutero que habían cuestionado dicha práctica.

Thomas More, el católico comprometido a quien el rey Enrique VIII nombró Lord Canciller

en 1529,55 consideró el Nuevo Testamento de Tyndale parte de la amenaza protestante a la

estabilidad de la Iglesia y la sociedad, y se entregó en cuerpo y alma a la tarea de suprimirlo.

No solo lo condenó y lo prohibió, sino que dio órdenes de perseguir a Tyndale, hasta que

finalmente fue capturado en Amberes en 1535. Foxe nos dice que, después de ser condenado

por herejía en el año 1536, Tyndale, el fiel y valiente traductor de la Biblia, fue estrangulado y

luego quemado en la hoguera, donde sus últimas palabras fueron: “¡Señor, ábrele los ojos al rey

de Inglaterra!”.

A la luz de todo esto, la forma en que Tyndale decidió traducir Romanos 3.21–22 es de gran

importancia. La traducción al español moderno sería la siguiente:

Ahora, se ha manifestado la justicia de Dios sin la mediación de la ley, de la que

dan testimonio la ley y los profetas. La justicia, que sin duda Dios considera

buena, llega mediante la fe de Jesucristo... (énfasis añadido)56

Aunque Tyndale avaló muchos aspectos de la forma en que Lutero entendía las Escrituras,

y estaba dispuesto a dar su vida por ese compromiso, simplemente no pudo traducir el pistis

Christou como “la fe en Cristo”.

55 Thomas More (1478-1535) es venerado por la Iglesia Católica como santo. Abogado, escritor y estadista inglés,

More fue consejero de Enrique VIII y Lord Canciller de Inglaterra entre octubre de 1529 y el 16 de mayo de 1532.

Se opuso a la separación del rey de la Iglesia Católica, y finalmente se negó a reconocer a Enrique como Jefe

Supremo de la Iglesia de Inglaterra y a aceptar la anulación del matrimonio del rey con Catalina de Aragón. Esto

condujo a su condena por traición y su ejecución por decapitación. 56 https://www.biblestudytools.com/tyn/romans/.

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Sin embargo, a medida que la Reforma se extendió por Europa, otros traductores

protestantes no tuvieron tales reparos. Casi todos le dieron la espalda a la antigua forma de

entender pistis Christou y comenzaron a traducir la frase de acuerdo con la interpretación de

Lutero. El resultado fue que para el siglo XX la traducción “la fe en Cristo” se daba por sentado

y se ha convertido hoy en la base incuestionable de todo el enfoque de cientos de miles de

iglesias locales alrededor del mundo.

El mensaje del evangelio moderno queda claro para todos: “¡Cree y serás salvo! Pero, como

Dios es amor, se nos otorga el libre albedrío, lo que significa que si le das la espalda a Dios, ¡tu

deseo será concedido y después de la muerte pasarás la eternidad en el infierno!” Para la

mayoría de la gente fuera de la burbuja protestante occidental, esto apunta más a que “Dios es

volátil” que a “Dios es amor”.

Evidentemente, la postura de Lutero fue impulsada de muchas maneras por los supuestos

culturales que ya hemos explorado, los cuales les condujeron a los reformadores a cometer el

error de equiparar el mundo y las palabras de Pablo del primer siglo con su propia situación,

circunstancias y batalla en el siglo XVI con la Iglesia Católica Romana. Pero, en Inglaterra,

donde la ruptura con Roma inicialmente tuvo que ver mucho más con la independencia política

de Roma que con la doctrina, el texto de Romanos 3.21–22 en la famosa traducción al inglés

KJV, conocida popularmente como la Versión Autorizada y patrocinada por el Rey Jacobo I (de

pies a cabeza un monarca anticatólico) y publicada en el año 1611 (casi cien años después de

que Lutero introdujera su innovación con respecto a pistis Christou), en español se leería así:

Pero ahora la justicia de Dios se manifiesta sin la ley, de la cual dan testimonio

la ley y los profetas; Incluso la justicia de Dios que es por la fe de Jesucristo...

Más que eso, la KJV (que millones de personas en todo el mundo siguen amando y

utilizando hasta el día de hoy) traduce las palabras de Pablo a los seguidores de Cristo en Galacia

al inglés de la siguiente manera en inglés: “La vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe

del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”.57 Y mientras Filipenses 3.9 en la Nueva

Versión Internacional en inglés dice “… encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia

que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo”, la KJV dice: “Y

encontrarme unido a él no teniendo mi propia justicia, que es de la ley, sino la que es por la fe

de Cristo”.

No fue hasta la década de los ochenta—los años de apogeo de artistas como Wham!,

Whitney Houston, Madonna, Tina Turner, Lionel Richie, Michael Jackson y Diana Ross—que

57 Gálatas 2.20.

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Richard Hays escribió su libro tan influyente The Faith of Jesus Christ.58 En él, insistió en que

la única forma de leer la frase de Pablo pistis Christou auténticamente es en consonancia con

la antigua lectura tradicional de “la fe o la fidelidad de Jesucristo”.

Hays fue categórico al argumentar que hablar como si la “obra” llamada fe es lo que

realmente tenemos que hacer para agradar a Dios es cometer un error fundamental. Según

Hays, y siguiendo exactamente la línea de William Tyndale, el énfasis principal de Pablo está

en la fidelidad de Cristo en lugar de nuestra imperfecta fe humana. La lealtad de Cristo a su

misión divina es la razón por nuestra aceptación por parte de Dios; y el reconocimiento de esta

gran verdad redentora nos llama a cada uno de nosotros a una vida de fidelidad.

Desde entonces, muchos otros pensadores de la “Nueva Perspectiva” han profundizado en

los puntos de vista de Richard Hays, pero, al mismo tiempo, hay quienes piensan que insistir

en interpretar esta famosa frase de Pablo como “la fidelidad de Cristo” socava lo que consideran

la necesidad absoluta de la fe humana. Para ellos, la idea planteada en el siglo XVI de que la

salvación llega a través de la capacidad de tener y mantener “la fe en Cristo” se ha convertido

en la piedra angular de su comprensión de las Escrituras.

Entonces, ¿cómo resolver esto? ¿De quien es la pistis de que Pablo está hablando? ¿Somos

salvos por gracia mediante la fidelidad de Cristo? ¿O somos salvos por gracia mediante nuestra

fe o fidelidad? Algunos dirán “¿Qué importa?” Pues, importa muchísimo.

Primero, cualquiera que sea nuestra opinión con respecto a este tema, vale la pena reflejar

que, en términos históricos, esta nueva perspectiva “revolucionaria” sobre el pensamiento de

Pablo—centrada en “la fidelidad de Cristo”—es la misma interpretación que la Iglesia Ortodoxa

ha sostenido a lo largo de su historia y también la que sostuvieron los escritores antiguos antes

de la Reforma. Entonces, la interpretación “novedosa” de pistis Christou (la de “la fe en Cristo”)

es la que introdujeron los reformadores europeos del siglo XVI.

¡Advertencia! Para todos aquellos que no estén interesados en los tecnicismos de la

gramática griega, siento mucho que tengan que leer las próximas 200 palabras. Para aquellos sí

están interesados, que las disfruten...

Está claro que la frase griega de dos palabras pistis Christou no contiene ninguna

preposición de enlace, como “en” o “de”. Entonces, ¿de dónde viene “en” o “de” y quién decide

cuál es correcto? Primero, algunos hechos:

La relación entre las dos palabras griegas que componen la frase pistis Christou está

determinada por su naturaleza, y Christou es un genitivo.

Los genitivos pueden ser subjetivos u objetivos.

58 Richard Hays, The Faith of Jesus Christ (Grand Rapids: WB Eerdmans, 1983).

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En una traducción objetiva de Christou, Cristo se considera el objeto de la fe y, por lo tanto,

la frase se traduciría “la fe en Cristo”.

En una traducción subjetiva de Christou, Cristo es el que posee la fe, por lo que pistis

Christou se traduciría “la fe o la fidelidad de Cristo”.

La pregunta que nos queda es esta. ¿Cómo es que algunos expertos pueden llegar a traducir

la frase como “[tu] fe en Cristo” (una traducción genitiva objetiva), mientras otros la traducen

como “la fidelidad (fe) de Cristo” (una traducción genitiva subjetiva)? Sin olvidarnos de los que

abogan por ambas posibilidades, dependiendo del verso exacto en cuestión.

Si estás dispuesto a dedicarle tiempo al asunto, puedes leer los argumentos opuestos, así

como las diferentes posiciones intermedias. Y te darás cuenta de que cada uno sostiene que su

posición es la correcta y que sus adversarios han cometido el error garrafal de confundir un

genitivo subjetivo con un genitivo objetivo—¡o viceversa!

Sin embargo, a mi modo de ver, todo esto no solo confunde más que ayuda, sino que no

capta la verdadera cuestión hermenéutica en absoluto. Cualquiera que haga afirmaciones

absolutistas basadas en lo que considera ser los tecnicismos de la lengua griega es, de hecho,

simplemente insincero. El asunto no es técnico—es precisamente por eso que diferentes

lingüistas llegan a conclusiones diferentes. La realidad es que las decisiones de cada escritor

han sido determinadas no por alguna fórmula poco clara de la gramática griega, sino por su

comprensión más amplia y suposiciones preexistentes sobre el metarrelato y el contexto de los

escritos de Pablo.

Don Carson, un escritor que rechaza la “Nueva Perspectiva”, reconoce esto. “En términos

de simple gramática”, dice, “la expresión griega (que no utiliza preposiciones similares a “en” o

“de” en inglés) podría leerse de cualquiera de las dos maneras”. Pero, habiendo reconocido que

“los problemas, francamente, son complejos”, insiste en que “aunque el tema de Jesús siendo

fiel y obediente a su Padre celestial es bastante fuerte en el Nuevo Testamento... está lejos de

ser obvio que el tema se encuentra en la media docena de pasajes que hablan de la fe en/la

fidelidad de Jesucristo”.59

Entonces, aunque algunos podrían pensar que la traducción de esta frase griega altamente

polémica es una árida tarea técnica que debe dejarse en manos de lingüistas profesionales,

resulta que no es así.

La idea de que la base de la salvación es “la fidelidad de Cristo” y no el antiguo concepto de

“la fe en Cristo” sería nada menos que una revolución. Revolucionaría nuestra comprensión

del mensaje de la Biblia. Le daría la vuelta a la idea de Lutero del siglo XVI. Sería un cambio de

paradigma. No sería solo la última novedad, pero nada trascendental; no sería sola un nuevo

59 D. A. Carson, “Faith” y “Faithfulness”. https://www.ligonier.org/learn/articles/faith-and-faithfulness/.

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anexo útil para el antiguo edificio de la Reforma. Sería tanto un regreso al antiguo camino como

un nuevo comienzo.