06 estructura agraria de la región pampeana

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Tema 6 Estructura agraria de la región pampeana Ing. Agr. Alejandro Gustavo Buono Esta reseña tiene por finalidad explicar cómo se llega, a través de los años, a la actual formación del mapa catastral rural de la región pampeana; cuál es el motivo de la existencia de explotaciones agrícolas, ganaderas o mixtas de tamaños muy dispares y por qué la tenencia y la propiedad de la tierra no siempre están en las mismas manos. Los primeros pobladores de esta región tenían una economía basada en la caza, la pesca y la recolección de frutos. No practicaban la agricultura. Si bien esta actividad era conocida en América desde antes de la llegada de los euro- peos, en la región pampeana no existían especies que fueran capaces de ser cultivadas por el hombre. Cuando los conquistadores españoles pisaron las riberas de los ríos de la Plata y Paraná no encontraron grandes resistencias por parte de los aborígenes, quienes preferían huir si los resultados de las contien- das eran desfavorables. De este modo los españoles dispusieron de tierras sin mayor esfuerzo. Pero las tierras de esta región poco ofrecían a quienes vivían en ella. Sin embargo, se fundaron poblados que, a pasar de las penurias, logra- ron prosperar. Una importante actividad lucrativa que desarrollaron los primeros pobladores de la colonia del Río de la Plata fue la ganadería y fue la actividad que motivó la puja por la tenencia y propiedad de la tierra. Según Horacio Giberti 1 “fue la ganadería no sólo factor preponderante en le desarrollo nacional, sino causa de la estructura económica [...] el ganado transformó a Buenos Aires de tierra in- hóspita en centro productor de riquezas...” A partir de la ganadería es que ten- drá luego desarrollo la agricultura. La expansión de la actividad ganadera puede dividirse, para mejor compren- sión del fenómeno, en seis períodos: 1, difusión del ganado (hasta 1600); 2, las vaquerías (1600 – 1750); 3, la estancia colonial (1750 – 1810); 4, el saladero (1810 – 1850); 5, la merinización (1850 – 1900) y 6, el frigorífico (1900 en ade- lante) 1 . Los animales vacunos fueron introducidos por los españoles. Encontraron condiciones muy propicias para su multiplicación y hacia 1600 grandes rodeos cimarrones poblaban las pampas. La primera forma de explotación ganadera, las vaquerías, era una caza, pues el hombre no intervenía en su cría y multi- plicación. Durante el siglo XVII Buenos Aires ocupaba un pequeño territorio pero utilizaba un enorme espacio, sin ocupación duradera, con explotación de sus recursos 2 Durante el siguiente período, la estancia colonial, la tenencia de la tierra fue defendida con más fuerza que durante las vaquerías. Los establecimientos se componían de enormes extensiones donde pastaban miles de cabezas y tra- bajaban esclavos. No tenían cercas, salvo algunos obstáculos naturales como ríos, arroyos, etc. Por ese entonces la agricultura se practicaba en los alrede- 1 Giberti, Horacio C. Historia económica de la ganadería argentina. Hyspamérica 19863 La primera parte de esta reseña se basa en el libro citado. 2 Garavaglia. Juan Carlos Pastores y labradores de Buenos Aires. Ediciones de la Flor 1999.

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Tema 6 – Estructura agraria de la región pampeana

Ing. Agr. Alejandro Gustavo Buono

Esta reseña tiene por finalidad explicar cómo se llega, a través de los años, a la actual formación del mapa catastral rural de la región pampeana; cuál es el motivo de la existencia de explotaciones agrícolas, ganaderas o mixtas de tamaños muy dispares y por qué la tenencia y la propiedad de la tierra no siempre están en las mismas manos. Los primeros pobladores de esta región tenían una economía basada en la caza, la pesca y la recolección de frutos. No practicaban la agricultura. Si bien esta actividad era conocida en América desde antes de la llegada de los euro-peos, en la región pampeana no existían especies que fueran capaces de ser cultivadas por el hombre. Cuando los conquistadores españoles pisaron las riberas de los ríos de la Plata y Paraná no encontraron grandes resistencias por parte de los aborígenes, quienes preferían huir si los resultados de las contien-das eran desfavorables. De este modo los españoles dispusieron de tierras sin mayor esfuerzo. Pero las tierras de esta región poco ofrecían a quienes vivían en ella. Sin embargo, se fundaron poblados que, a pasar de las penurias, logra-ron prosperar. Una importante actividad lucrativa que desarrollaron los primeros pobladores de la colonia del Río de la Plata fue la ganadería y fue la actividad que motivó la puja por la tenencia y propiedad de la tierra. Según Horacio Giberti1 “fue la ganadería no sólo factor preponderante en le desarrollo nacional, sino causa de

la estructura económica [...] el ganado transformó a Buenos Aires de tierra in-hóspita en centro productor de riquezas...” A partir de la ganadería es que ten-drá luego desarrollo la agricultura. La expansión de la actividad ganadera puede dividirse, para mejor compren-sión del fenómeno, en seis períodos: 1, difusión del ganado (hasta 1600); 2, las vaquerías (1600 – 1750); 3, la estancia colonial (1750 – 1810); 4, el saladero (1810 – 1850); 5, la merinización (1850 – 1900) y 6, el frigorífico (1900 en ade-lante)1. Los animales vacunos fueron introducidos por los españoles. Encontraron condiciones muy propicias para su multiplicación y hacia 1600 grandes rodeos cimarrones poblaban las pampas. La primera forma de explotación ganadera, las vaquerías, era una caza, pues el hombre no intervenía en su cría y multi-plicación. Durante el siglo XVII Buenos Aires ocupaba un pequeño territorio pero utilizaba un enorme espacio, sin ocupación duradera, con explotación de sus recursos 2 Durante el siguiente período, la estancia colonial, la tenencia de la tierra fue defendida con más fuerza que durante las vaquerías. Los establecimientos se componían de enormes extensiones donde pastaban miles de cabezas y tra-bajaban esclavos. No tenían cercas, salvo algunos obstáculos naturales como ríos, arroyos, etc. Por ese entonces la agricultura se practicaba en los alrede- 1 Giberti, Horacio C. Historia económica de la ganadería argentina. Hyspamérica 19863

La primera parte de esta reseña se basa en el libro citado. 2 Garavaglia. Juan Carlos Pastores y labradores de Buenos Aires. Ediciones de la Flor 1999.

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dores de Buenos Aires, una aldea pobre. Se cultivaba trigo para consumo ur-bano y abastecer las naves que atracaban en el puerto. La expansión del territorio ocupado por los españoles fue creciendo lenta-mente hacia el sur y hacia el oeste. En 1780 dominaban 30.000 km2. Los colonos fundadores, según explica Giberti, ya sea por servicios prestados o influencias, tenían derecho a una merced, una cantidad de tierra según su condición social. Los peones recibían una peonía, solar de dimensiones pe-queñas. Las personas de posición social alta recibían una caballería, superficie que quintuplicaba la anterior. Todos tenían la obligación de edificar, ocupar la casa, labrar la tierra y poblarla de ganado. En la misma fuente se explica que las obligaciones impuestas eran difíciles de cumplir y los muchos beneficiarios quedaban al margen de la ley por incumplirlas y en cualquier momento la con-cesión podía ser anulada. Para la atmósfera corrupta que caracterizó a los go-biernos coloniales ello significaba peligro constante para quienes carecían de influencia, por lo que dependían de los poderosos. La tierra realenga 3 podía ser comprada, pero mediante trámites largos, engorrosos y caros que deman-daba influencia y fortuna. Era difícil lograr títulos perfectos de propiedad. La incertidumbre dominaba al propietario modesto y sin influencia, que a menudo eran despojados de sus tierras y entregadas a influyentes. De esta forma la tierra se concentró en pocos propietarios. Existió otra forma de poseer tierra, consistía comprar las suertes de estancia, lotes de media legua de frente (2,5 km) por legua y media de fondo (7,5 km), exentos de las pesadas cargas im-puestas a peonías y caballerías. Giberti señala que el origen de los latifundios no se debió a la excesiva superficie de los lotes, por el contrario, ellos no al-canzaban a lo que hoy se define como unidad económica4. La superficie de una suerte de estancia era de 1875 ha. En aquellos años podían pastar 900 vacunos, que producían 90 cueros por año. Cifra insuficiente para cubrir los gastos familiares y de explotación. El latifundio colonial se produjo por concentración de gran número de lotes en pocos propietarios, gente influyente y adinerada tales como militares, funciona-rios y comerciantes. Continúa aseverando Horacio Giberti: “Todo llevaba al la-

tifundio en gran escala y a la inseguridad de la explotación modesta, [...] casi nadie tenía títulos de propiedad y al finalizar el siglo XVIII los propietarios con títulos perfectos no pasaban de media docena, pero sus predios alcanzaban

centenares de leguas cuadradas [...] Todo conspiraba contra el desarrollo de una clase media ganadera...” Según Garavaglia (op. cit.) la superficie pampeana ocupada en 1779 por los colonizadores era de alrededor de 30.000 km2. La población de Buenos Aires y su campaña era de aproximadamente 36.800 personas. El saladero surgió luego de la revolución de 1810. Salar la carne de los ani-males muertos permitía aprovechar recursos que antes se desperdiciaban. Esta industria tomó pujanza a partir de 1815 cuando una fracción de ganaderos y comerciantes desplazaron del poder a los revolucionarios de Mayo. Se estima que hacia mediados de la década de 1830 la superficie ocupada era de 180.000 km cuadrados5. Desde la formación del gobierno de 1810 se 3 Realengas eran las tierras que, durante la Edad Media y la edad Moderna pertenecían a la

corona. Enciclopedia Espasa Calpe. 4 Unidad económica es la superficie mínima con la que debe contar un establecimiento para

satisfacer las necesidades familiares y permitir progreso económico. 5 Garavaglia. Juan Carlos Pastores y labradores de Buenos Aires. Ediciones de la Flor 1999.

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dictaron medidas tendientes a distribuir la tierra. En 1812 había intención de distribuir gratuitamente a los hijos de país suertes de estancias y chacras para siembra. Los beneficios se extendían a los extranjeros. Se sumaba a esto la abolición del mayorazgo de 1813. Sin embargo la tierra no se dividió y los inmi-grantes nunca llegaron a estas costas por la falta de paz y estabilidad social. En 1817 Pueyrredón intenta ampliar la frontera hacia el sur y el oeste y distri-buir la tierra entre quienes participaran de la campaña. Pero no tuvo los resul-tados esperados. En 1826 se dictó la ley de enfiteusis. Era una cesión de tierra pública que el estado hacía contra el pago de un canon del 4% para las tierras agrícolas y del 8% para las ganaderas. Su principal finalidad fue recaudar para el erario público. Esta ley no tuvo ningún efecto a favor del reparto de la tierra, sino que sirvió para la especulación y el lucro de unos pocos, pues en cerca-nías de Buenos Aires, en Pergamino, en Rojas y otras localidades lejos de la frontera, se concedían superficies de 20, 30 o 40 leguas cuadradas6. No se exigía poblarlas ni introducción de ganado. Se permitían que se subarrendasen o que se transfirieran los derechos. Mientras que a las familias de labriegos o pequeños ganaderos se les cedieron las tierras alejadas, lindantes con la fron-tera7. La enfiteusis dejó el triste saldo de haber distribuido entre 538 enfiteutas más de 8 millones de hectáreas, alrededor de 16.000 ha para cada uno. Durante el gobierno de Rosas se resolvió no renovar la mayoría de los contratos de enfi-teusis y duplicar el canon. También se produjeron confiscaciones. El resultado fue que en 1840, 293 personas eran tenedoras de más de 8 millones de hectá-reas. En esos años profundos cambios se producen en Europa en relación con la producción de bienes. La industria, más lucrativa que la agricultura, es la activi-dad donde se vuelcan los capitales y la necesidad de materias primas aumenta grandemente. Europa demanda lana y en estas tierras la cría de ovejas toma un fuerte impulso. En el norte de la provincia de Buenos Aires muchos estable-cimientos criadores de vacunos se dedican a la cría de ganado lanar. Comen-zaba la merinización. Las exportaciones de lana, que en 1850 era de casi 8.000 tm, en 1875 alcan-zaban las 90.000 tm. Superaban en valor económico a las exportaciones de vacunos a pesar de que también sufrieron un aumento en el período aludido. Con la merinización aumenta notablemente la población rural de Buenos Ai-res. Se sumó la implementación del alambrado (conocido desde de 1845). La explotación lanar requiere más mano de obra y surgen en gran número esta-blecimientos de 200 o 300 ha dirigidos por inmigrantes. En 1879 la frontera se corre más hacia el sur y el oeste. Una superficie de 400 mil km2 se suma al territorio nacional quitada a la población indígena. Si-guió a esto un nuevo movimiento colonizador y de reparto de tierras. Es intere-sante destacar la cita que Giberti hace de Miatello8 “En la provincia de Buenos Aires no se adoptó el sistema de colonización, tal como en Santa Fe, Córdoba 6 Una legua cuadrada son 2.500 ha.

7 Garavaglia (op. cit.) cita a Pedro Andrés García “... las familias que trasladadas a la vera de

los fortines cultivaron la tierra regando muchos pobladores con su sangre en las imbasiones frequentemente de los Barbaros Ynfieles ... 8 Miatello, Hugo. “La agricultura y la ganadería en la República Argentina”. Boletín del

Ministerio de Agricultura.

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y Entre Ríos para entregar fraccionada la tierra al inmigrante europeo". Los la-tifundios imperantes, el conservadorismo de los terratenientes y la escasa ac-

ción oficial han detenido un tanto la evolución colonial de la provincia [...] Sin

embargo [...] la agricultura se extendía y difundía tanto cuanto consentía la época y sus circunstancias.” El alto valor de la tierra impedía su compra por los inmigrantes sin recursos, mientras que en Santa Fe una hectárea valía alrede-dor de 5 pesos oro, en Buenos Aires llegaba a 19 pesos oro. En la década de 1860 sobraba carne en Buenos Aires y faltaba en Europa. El tasajo no tenía mercado y no había manera de exportarla. Se vendían animales en pie a Brasil y Chile. Este problema comenzó a encontrar una solución en 1877 con la invención del frigorífico. El pionero en lograr enfriar fue un francés llamado Tellier. Luego Carré y Julien perfeccionaron el procedimiento hasta lograr temperaturas de –30 ºC. La exportación de carnes congeladas comenzó en la década de 1880 pero se necesitaron dos décadas para que cobrara im-portancia. Fue a partir de 1900 que las exportaciones de carnes congeladas superaron a las de animales en pie. Los mercados europeos, principalmente Gran Bretaña, exigían mejor calidad de carne que la que proveían los animales criollos. Esto promovió la cruza con razas procedentes del país citado. Surgieron animales menos rústicos y exi-gentes de pastos tiernos. Debieron sembrarse bastas extensiones con alfalfa para proporcionar a las nuevas razas los pastos adecuados. Pero esta necesi-dad acarreaba un serio problema a los estancieros, pues no contaban con ele-mentos para labranza y siembra. La solución fue la siguiente: los hacendados dividieron sus propiedades con alambrados en lotes de 1.600 a 2.000 ha. Luego los subdividieron en lotes menores, de 200 ha, sin alambrados, con amojonamiento. Los arrendaron a chacareros inmigrantes, principalmente ita-lianos, quienes con elementos y recursos propios, por el término de 3 o 4 años sembraban trigo, maíz y lino. Al cabo del ese plazo debían dejar el predio sem-brado con alfalfa. Con este sistema aumentaron grandemente las superficies cultivadas y au-mentó también el número de agricultores no propietarios. La superficie culti-vada en 1895 era de 5 millones de ha y en 1908 alcanzó a 16 millones. En 1900 en la provincia de Buenos Aires había 8 mil chacras dedicadas al cultivo de granos, el 40% de esos chacareros eran propietarios y en 1910 el número de chacras llagaba a 18.300 y propietarios sólo eran el 26%. La tenencia de la tierra en arrendamiento también existía en las explotaciones ganaderas pues el censo de 1916 revela que el 44% de la superficie destinada a ganadería era arrendada. En el partido de Pergamino la superficie dedicada a cultivos, según el censo de 1895 era de cinco mil hectáreas9 10. En 1914 los cultivos superaban las 130.000 ha. Un claro ejemplo del proceso que se desarrollaba en aquellos tiempos es el caso de estancia La Magdalena, de Ortiz Basualdo, quien a prin-cipios del siglo XX comenzó a ceder tierra en arrendamiento o aparcería y hacia 1926 liquidó su ganado y ubicó chacareros en todo el establecimiento. 9 Horacio Giberti. “El maíz, estructurador del espacio (Pergamino 1900 – 1930)”. Estudio

elaborado en 2001. 10

El partido de Pergamino tiene una superficie de aproximadamente 300.000 ha.

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Según el catastro de 1890 la tierra en el partido estaba totalmente otorgada. Eran 138 propietarios que comprendía el padrón catastral. Diecisiete de ellos tenían propiedades entre 1 y 4 leguas cuadradas. Los propietarios de mayores extensiones eran once, quienes poseían el 44% del total de la superficie, en promedio tenían 12.000 ha (4,5 leguas) cada uno. Se destaca la propiedad de Juan Anchorena de 17.500 ha. La heterogeneidad de tamaño de las superficies no era muy grande. El catastro de 1936 no mostraba variantes significativas11. La llegada de los chacareros obedeció a la necesidad descripta más arriba de alfalfar las estancias, sin embargo con el correr de los años la agricultura des-plazó a la ganadería, como lo demuestra el ejemplo citado de Ortiz Basualdo. Pues la cesión en alquiler de la tierra para cultivar granos redituaba más a los estancieros que la cría de ganado. Así el partido de Pergamino se pobló de chacras sobre tierra ajena. Los propietarios en 1937 eran pocos y el número de explotaciones era de 3.052. Cabe destacar que esta situación era muy dife-rente a la de Estados Unidos de América donde los colonos fueron dueños de las tierras que ocupaban, tomadas de la población indígena. Fueron, desde el inicio, propietarios de pequeñas parcelas, que les daba estabilidad de posesión y posibilidad de criar porcinos y vacas lecheras. En nuestro país la tenencia era inestable pues los contratos duraban de 3 a 5 años y aunque la cesión de tie-rras en alquiler para cultivar cereales y lino había dejado de obedecer a la ne-cesidad de alfalfar los campos, la modalidad del contrato por pocos años per-sistía. En 1937 la superficie destinada a granos era de 170.000 ha. El maíz ocupaba un lugar preponderante, con 120.000 ha y se había transformado en un monocultivo. Según datos censales, los chacareros arrendatarios ocupaban tres cuartas partes de la superficie agrícola, o sea 125.000 ha. “En la región pampeana, el número de arrendatarios creció de 76.000 a 157.000 y pasaron de representar el 43% al 59% de los productores pampea-nos. Cabe aclarar que el arrendamiento presentaba importantes heterogenei-dades: arriendos para practicar agricultura, pero también para la ganadería, y un importante sector de arrendatarios que realizaban ambas actividades. Ade-más, los había pequeños, pero también arrendatarios medianos, e incluso grandes. Siempre existieron pequeños propietarios que, sin hijos a quienes dejar la explotación, arrendaban sus campos al retirarse, y también era común el arriendo realizado de hermanas a hermanos, en general, en la pampa mai-cera se observa que eran grandes propiedades las que cedían en arriendo pe-queños lotes a muchos productores. Predominaban los contratos orales y de corta duración, en 1937, el 50,3% de los arrendatarios carecía de contrato for-mal y sólo un 5% establecían plazos mayores a cinco años”12. En el norte bonaerense la proporción de aparceros y arrendatarios era mayor que en el resto de la región pampeana: representaban casi el 70% de los pro-ductores. 11

Horacio Giberti. “El maíz, estructurador del espacio (Pergamino 1900 – 1930)”. Estudio elaborado en 2001.

12 Javier Balsa. “Tenencia del suelo y desarrollo capitalista: los casos del Corn Belt

norteamericano y la pampa maicera argentina, 1947-1988”. http://www.fahce.unlp.edu.ar/mundoagrario/Mesa%2063/Balsa.htm

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En la misma fuente citada (Javier Balsa, Tenencia del suelo y desarro-llo capitalista: los casos del Corn Belt norteamericano y la pampa maicera ar-gentina, 1947-1988) se encuentra una descripción de la situación del período siguiente a 1940, hasta fines de la década de 1960: ”alrededor de la mitad de los arrendatarios y aparceros habrían logrado acceder a la propiedad de la tie-rra en un contexto de fuerte presión sobre los terratenientes: arriendo y aparce-rías prorrogadas casi indefinidamente entre 1942 y 1967, con cánones licuados por la inflación y amenazas de expropiaciones, al tiempo que se ofrecían cré-ditos blandos para la compra de parcelas (Balsa, 1999)13. La otra mitad de los arrendatarios y aparceros habría abandonado la actividad, migrando en general hacia las grandes ciudades en proceso de industrialización. Llovet ha enmar-cado esta desaparición de aparceros y arrendatarios dentro de la crisis más general de las explotaciones familiares Para este autor, en los años sesenta el arriendo mantuvo un lugar importante, pero ahora en unidades de mayor ta-maño; el lugar social del arrendamiento había cambiado (Llovet, 1988: 274 y ss.)14. En este mismo sentido, un estudio sobre las pequeñas unidades en la zona maicera (explotaciones hasta 40 hectáreas en Pergamino), encontró que en 1972 entre ellas predominaba la tenencia en propiedad: 71% estaban en propiedad, 12% combinaban propiedad con otra forma de tenencia, y sólo el 17% restante aún eran arrendatarios o aparceros; el 39% de estos pequeños productores salían a trabajar campos ajenos como contratistas de maquinaria” (Torchelli, 1972: 15 y 29 - 30)15. Si bien en 1937 predominaban los arrendata-rios y aparceros, para 1969 los propietarios superaban ampliamente en número a los no propietarios. A partir de la década de 1960 el número de explotaciones se redujo intensa-mente, pues quedaron alrededor de la mitad de las unidades presentes al co-mienzo del período (de 21.932 a 10.897). Los fenómenos más importantes, detrás de esta reducción general en la cantidad de unidades, fueron una crisis de las explotaciones de 25 a 100 hectáreas y el crecimiento en el número de explotaciones mayores a las 200 hectáreas. Para fines de los años ochenta los arrendatarios controlaban sólo alrededor de una quinta parte de la superficie. En el gráfico siguiente se ilustra la evolución de la forma de tenencia de la tierra según su propiedad. Los propietarios pasaron del 41 al 52% de la superficie. Los propietarios que arriendan otras parcelas, del 9 al 31% y los arrendatarios y aparceros, del 50 al 17%. La forma de tenencia combinada (propietarios que arriendan otras parcelas) fue la que más se incrementó. A principios del siglo XX esa forma de tenencia de tierra no existía. 13 Balsa, Javier (1999). “Tierra, política y productores rurales en la pampa argentina, 1937-

1969”, Cuadernos del PIEA (Fac. de Cs. Económicas de la UBA), vol. 9. 14

Llovet, Ignacio (1988). "Tenencia de la tierra y estructura social en la provincia de Buenos Aires. 1960-1980" Citado en Barsky y otros La Agricultura Pampeana. Transformaciones productivas y sociales. Buenos Aires, CFE-IICA-CISEA 15 Torchelli, Juan Carlos (1972). "El minifundio de la región maicera argentina". Tesis de Maestría de la Escuela para Graduados en Ciencias Agropecuarias de la República Argentina. INTA Castelar (inédita).

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El tamaño promedio de las explotaciones, hacia fines de la década de 1980 era, según la forma de tenencia, la siguiente: propietarios, 57 ha; propietarios que arrendaban otras parcelas, 215 ha y arrendatarios y aparceros, 136 ha.

En el territorio nacional, a partir de 1988 se produce una concentración de la tierra. En la región pampeana, según datos del Censo Nacional Agropecuario de 1988 comparado con el del año 2002 demuestra la caída del número de establecimientos agropecuarios, en alrededor de 60 mil unidades (196.254 es-tablecimientos en 1988 y 136.345 en 200216) y el consiguiente aumento de sus superficies. Según la misma fuente la superficie media en 1988 era de 391,3 ha y en 2002 de 530,7 ha. El número de explotaciones, todo el territorio nacional, disminuyó en más de 100 mil, pues pasó de 421.221 establecimientos a 317.816 en los censos citados. La causa principal de la quiebra de los establecimientos agropecuarios es la disminución del ingreso y la consiguiente pérdida de la rentabilidad. El ingreso puede disminuir por causas de productividad (disminución de los rendimientos por unidad de superficie) o por depreciación del valor de los productos. Cuando el ingreso baja a niveles que no alcanza a cubrir los costos de explotación y mantención de la familia rural se llega al minifundio. Se puede encontrar una explicación de lo ocurrido en Pergamino en la década de 1970 en el trabajo citado (Torchelli, Juan Carlos - 1972). "El minifundio de la región maicera ar-gentina". Tesis de Maestría de la Escuela para Graduados en Ciencias Agrope-cuarias de la República Argentina. Castelar) donde se hallan los siguientes datos:

a) la agricultura ocupa el 66% de la superficie explotada, 16

INDEC, “Censo Nacional Agropecuario de 1988 y CNA de 2002”.

Superficie según tenencia

Norte de Buenos Aires, 1947-1988

41%

9%

50%52%

31%

17%

0%

70%

Propietarios Propietarios que arriendan otras

parcelas

Arrendatarios y aparceros

1947

1988

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b) el maíz se cultiva en el 46% de la superficie explotada (70% de la su-perficie agrícola). El 50% del ingreso dependía del cultivo de maíz. En la tesis citada, en la página 44 se encuentra un cuadro donde se aprecia la evolución de los precios de varios productos. Entre ellos el del maíz.

Relación de precios

Maíz

Años Precio Precio

corriente deflacionado a moneda

constante de 1971

1962 5,42 30,42

1963 7,46 32,51

1964 6,93 23,94

1965 9,43 26,29

1966 10,40 24,16

1967 13,97 25,85

1968 13,82 23,32

1969 17,77 28,28

1970 19,98 26,47

1971 20,01 20,01

Es notable la pérdida de valor del maíz. Para el año de estudio representaba el 66% del valor de año 1962. Por lo tanto, para una economía donde el in-greso por cultivo de maíz representa el 46% del ingreso total, una pérdida de su valor del 34% causa una marcada disminución del ingreso. Suponiendo que los demás factores no cambiaron (precio de los otros granos y las carnes) la caída del ingreso es del 16%. Si bien esto no explica cabalmente el colapso de las explotaciones de 40 ha, da una idea de una de las causas que provocaron la aparición del minifundio. Como se precisó más arriba, durante la década de 1990 la disminución de establecimientos agropecuarios alcanzó la cifra de 103.405 en todo el país y de 59.909 en la región pampeana. Durante ese periodo los precios internacionales de los granos llegaron a su punto más bajo de los últimos 30 años. Las refor-mas del Estado efectuadas a partir de 1991 impidieron compensar esas bajas ya sea por modificación del tipo de cambo y/o fijación de precios sostén otor-gados por la Junta Nacional de Granos. La ley de Convertibilidad ancló el tipo de cambio y sólo una ley podía modificarlo y las reformas del Estado disolvie-ron la mayor parte de los organismos públicos, entre ellos la Junta. Los autores Mario Lattuada y Guillermo Neiman 16 aseveran: “Diversos estudios microeco-nómicos, realizados durante la década de 1990 llegaron a similares conclusio-nes: la escala necesaria para la reproducción y crecimiento de las explotacio-nes agrarias había crecido sensiblemente durante los años noventa; la rentabi-lidad obtenida no permitía absorber las situaciones de endeudamiento y el po-der adquisitivo de los pequeños agricultores se había reducido dramática-mente, incluso en los casos en los que la explotación se realizaba con la mejor tecnología y métodos de gestión”. 16

Mario Lattuada y Guillermo Neiman: El Campo Argentino: crecimiento y exclusión. Ed. Capital Intelectual. Buenos Aires 2005.

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“Mientras que en el período 1979 - 1983 un agricultor debía cultivar 38 hectá-reas para obtener un ingreso equivalente a 1.200 dólares mensuales, en 1994 necesitaba 161 hectáreas para lograr el mismo ingreso. La escala requerida se había multiplicado por cuatro en el caso de pequeñas explotaciones”. “Los cambios sufridos en la relación entre el ingreso agrícola y los costos de vida de la familia rural fueron significativos. El nivel del costo de vida creció notablemente en comparación con la evolución de los precios de los bienes comercializados internacionalmente, como son los productos agropecuarios pampeanos. Los agricultores de la región pampeana sufrieron una disminución del 50% en su capacidad de compra al comparar el período 1992-1998 con el periodo 1982-1988”. Durante los años 90 se produjo la aparición de una nueva figura el campo argentino: el mega productor. Surgieron empresas que controlaban superficies muy grandes, por ejemplo el Grupo Benetton posee 900 mil hectáreas ubicadas en las provincias patagónicas. Se dedica a la producción de carne ovina y lana. Otra empresa de este tipo es Irsa-Cresud, que posee propiedades en las pro-vincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, La Pampa, San Luis, Salta y Chaco. Suma 400 mil hectáreas que destina a la producción de carne vacuna, leche y granos. Otra gran empresa es Los Grobo Agropecuaria S.A., que con-trola 70 mil hectáreas en la región pampeana, pero es dueña de 20 mil. Accede a parcelas por arrendamiento y su principal actividad es el cultivo de granos, principalmente soja.17 Durante los años 90 otro actor cobró importancia: el contratista. Su definición no es sencilla pues “el inquilino de un campo es el contratista del propietario de la tierra, pero éste puede a su vez ser demandante de servicios prestados por otros contratistas tales como la siembra, la aplicación de herbicidas, insectici-das, etc.; cosecha y otros servicios. A su vez, cada uno de estos prestadores suele ser demandantes de servicios de mantenimiento, combustibles, alimen-tos, comunicaciones y demás. Es decir, se forma una cadena contratista cuya complejidad se puede esbozar pero en general se torna cada vez más com-pleja”. Reinaldo Muñoz: La Patria Contratista: Escenarios Agrícolas 2005/06 18. Este autor, Jefe de Economía del INTA Pergamino, en el informe citado, de agosto 2005 destaca que los contratistas “recogieron el 70% del volumen de la cosecha del país y se constituyeron fuertemente desde los 90 en el factor tras-cendente para que muchos pequeños y medianos productores que no pudieron capitalizarse pudieran mantener sus explotaciones e inclusive a retener la pro-piedad de la tierra.” Datos oficiales indican que existen alrededor de 15.000 contratistas. “Desde el punto de vista económico los contratistas prestadores de servicios de maquinarias tuvieron su origen en la mecanización especializada que reque-rían las culturas y que no pudo afrontar el propietario de la tierra por la elevada inversión o por la escala de su predio. También, porque algunos sesgaron sus inversiones hacia los bienes en maquinarias, donde mediante el contrato de servicios lograban obtener rápidas ganancias. A su vez, quienes decidieron dejar de invertir en maquinaria quedaron relegados a una estricta contratación 17

Mario Lattuada y Guillermo Neiman: Op. Cit. 18

Reinaldo Muñoz: “”La patria contratista: escenarios agrícolas 2005/06”. www.elsitioagricola.com /articulos/munoz/La%20Patria%20Contratista%20- %20Escenarios%20Agricolas%202005-06.asp

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de los servicios. En los años recientes la acumulación de capital en calidad y en oportunidad estuvo en manos de los contratistas. La intensificación de la agricultura con la creciente utilización de insumos, la consolidación del cultivo de soja, la siembra directa, tuvieron como grandes protagonistas a los contra-tistas. Algunas formas más complejas por el aporte de inversores fueron los pools de siembra, que aparecieron y desaparecieron en busca del rédito alto y perentorio. Una economía como la Argentina, con grandes cambios en las re-glas de juego, inestabilidad macroeconómica y política, tendía a favorecer un comportamiento de gran preferencia por la flexibilidad, a la que ha respondido con agilidad la figura del contratista.” 20 Actualmente, en la región pampeana el 60% de la tierra está en manos de contratistas. Este dato surge de una estimación actualizada, tanto del sistema de extensión del INTA como de otras organizaciones rurales, como la Federa-ción Agraria Argentina y CONINAGRO. Para finalizar esta lectura se transcriben las definiciones de explotación agro-pecuaria (EAP) y de productor que proporciona el Instituto Nacional de Esta-dísticas y Censos (INDEC). La primera es “la unidad de organización de la pro-ducción que produce bienes agrícolas, pecuarios o forestales destinados al mercado; tiene una dirección ejercida por el productor que asume la gestión y los riesgos de la actividad productiva, con una superficie no menor a 500 m2, integrada por una o varias parcelas ubicadas dentro de los límites de una misma provincia; utiliza en todas las parcelas algunos de los mismos medios de producción de uso durable y parte de la misma mano de obra.” “El productor agropecuario es la persona física o jurídica que en calidad de propietario, arrendatario, aparcero, contratista accidental u ocupante, ejerce el control técnico y económico de la EAP.” 21

20

Reinaldo Muñoz: Op. Cit

21

INDEC. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. http://www.indec.gov.ar/proyectos/censo2001/cna/cna_defini.asp Definiciones censales y metodología de relevamiento

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Bibliografía Giberti, Horacio C. Historia económica de la ganadería argentina. Hyspamé-rica 1986. Garavaglia. Juan Carlos Pastores y labradores de Buenos Aires. Ediciones de la flor 1999. Miatello, Hugo. “La agricultura y la ganadería en la República Argentina”. Bo-letín del Ministerio de Agricultura. Horacio Giberti. “El maíz, estructurador del espacio (Pergamino 1900 – 1930)”. Estudio elaborado en 2001.

Javier Balsa. “Tenencia del suelo y desarrollo capitalista: los casos del Corn Belt norteamericano y la pampa maicera argentina, 1947-1988”. http://www.fahce.unlp.edu.ar/mundoagrario/Mesa%2063/Balsa.htm Balsa, Javier (1999). “Tierra, política y productores rurales en la pampa ar-gentina, 1937-1969”, Cuadernos del PIEA (Fac. de Cs. Económicas de la UBA), vol. 9. Llovet, Ignacio (1988). "Tenencia de la tierra y estructura social en la provin-cia de Buenos Aires 1960-1980". Citado en Barsky y otros La Agricultura Pampeana. Transformaciones productivas y sociales. Buenos Aires, CFE-IICA-CISEA Torchelli, Juan Carlos (1972). "El minifundio de la región maicera argen-tina". Tesis de Maestría de la Escuela para Graduados en Ciencias Agropecua-rias de la República Argentina.” INTA Castelar (inédita). INDEC. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos INDEC, Censo Nacional Agropecuario de 1988 y CNA de 2002. Mario Lattuada y Guillermo Neiman: El Campo Argentino: crecimiento y ex-clusión. Ed. Capital Intelectual. Buenos Aires 2005. Reinaldo Muñoz: ”La patria contratista: escenarios agrícolas 2005/06” www.elsitioagricola.com/articulos/munoz/La%20Patria%20Contratista%20-%20Escenarios%20Agricolas%202005-06.asp