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Razón y Fe, 2013, t. 268, nº 1379, pp. 105-115, ISSN 0034-0235 105 Aceptar el reto. La necesaria parresía Tengo la sensación de que la nueva evangelización se encuentra en un impasse en el que la falta de progra- Cuando ya está todo dicho… Retos de la nueva evangelización a la Iglesia cotidiana Francisco García Martínez Facultad de Teología. Universidad Pontificia. Salamanca E-mail: [email protected] contexto Recibido: 31 mayo 2013 Aceptado: 3 julio 2013 RESUMEN: No está todo hecho; más bien, en lo que respecta a la evangelización, nos queda mucho por hacer. Para empezar y para que nuestra evangelización sea real- mente nueva conviene que la aceptemos y la vivamos como un verdadero reto, como un verdadero combate espiritual. Combate que necesita testigos de carne, capaces de recomponer desde Cristo, dentro y fuera de los marcos de la Iglesia, la estructura ecle- sial; capaces de enseñar a otros a llevar su existencia desde la caridad cristiana, a es- tablecer «comunidades compañeras» y a vivir la experiencia de la fe en el marco de una vida evangélica común. PALABRAS CLAVE: parresía, combate espiritual, testigos de carne, caridad social, alegría. When all is said… Challenges for the new evangelization in the Church ABSTRACT: Much reminds to be done; concerning evangelization we still have a lot to do. To start with and to obtain a radically new evangelization we must accept it and live it as a real challenge, as a real spiritual combat. A combat that needs witnesses of flesh and blood who are able to recompose from Christ the ecclesial structure, within and outside the frameworks of the Church. The witnesses are able to teach others how to take its existence from the Christian charity, to establish «partner communities» and to live the experience of faith within the framework of a common evangelical living. KEYWORDS: parrhesia, spiritual combat, witnesses of flesh and blood, social charity, joy. maciones pastorales concretas que conviertan su análisis de la reali- dad y sus indicaciones de fondo en acciones pastorales está quemando la propuesta. Desde la Evangelii nuntiandi se han vertido ríos de tin-

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Razón y Fe, 2013, t. 268, nº 1379, pp. 105-115, ISSN 0034-0235 105

Aceptar el reto. La necesaria parresía

Tengo la sensación de que la nuevaevangelización se encuentra en unimpasse en el que la falta de progra-

Cuando ya está todo dicho…Retos de la nueva evangelización a la Iglesia cotidiana

Francisco García MartínezFacultad de Teología. Universidad Pontificia. SalamancaE-mail: [email protected]

con

tex

to

Recibido: 31 mayo 2013Aceptado: 3 julio 2013

RESUMEN: No está todo hecho; más bien, en lo que respecta a la evangelización, nosqueda mucho por hacer. Para empezar y para que nuestra evangelización sea real-mente nueva conviene que la aceptemos y la vivamos como un verdadero reto, comoun verdadero combate espiritual. Combate que necesita testigos de carne, capaces derecomponer desde Cristo, dentro y fuera de los marcos de la Iglesia, la estructura ecle-sial; capaces de enseñar a otros a llevar su existencia desde la caridad cristiana, a es-tablecer «comunidades compañeras» y a vivir la experiencia de la fe en el marco deuna vida evangélica común.

PALABRAS CLAVE: parresía, combate espiritual, testigos de carne, caridad social,alegría.

When all is said…Challenges for the new evangelization in the Church

ABSTRACT: Much reminds to be done; concerning evangelization we still have a lotto do. To start with and to obtain a radically new evangelization we must accept it andlive it as a real challenge, as a real spiritual combat. A combat that needs witnesses offlesh and blood who are able to recompose from Christ the ecclesial structure, withinand outside the frameworks of the Church. The witnesses are able to teach others howto take its existence from the Christian charity, to establish «partner communities» andto live the experience of faith within the framework of a common evangelical living.

KEYWORDS: parrhesia, spiritual combat, witnesses of flesh and blood, social charity, joy.

maciones pastorales concretas queconviertan su análisis de la reali-dad y sus indicaciones de fondo enacciones pastorales está quemandola propuesta. Desde la Evangeliinuntiandi se han vertido ríos de tin-

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ta sobre la evangelización y poste-riormente sobre la nueva evangeli-zación 1, pero hay una especie deresistencia del sistema eclesial glo-bal a asumir la nueva situación queda origen a la llamada a salir de lasinercias y vías muertas de la vidaeclesial. Esto no solo en los respon-sables de la acción eclesial, sinotambién en los cristianos que ledan vida.

Hablo aquí de sistema no en sen -tido negativo, sino simplementedescriptivo, como la configura-ción que la Iglesia hace de sus es-tructuras y del imaginario de susfieles adaptado a la historia vividaen estos últimos siglos. Un siste-ma que responde a unas circuns-tancias históricas que lo hacíanquizá adecuado (con los límitesque marca la tangencialidad de laIglesia consigo misma, o su refe-

rencia al Reino), pero que se haconvertido en demasiado estrechopara un cristianismo a la altura deeste momento histórico.

Ahora bien, esta sujeción del cris-tianismo a una forma históricaque ya no tiene contexto más queen los inevitables afanes de segu-ridad del ser humano, que prefie-re siempre la reducción de la reali-dad al mundo conocido a salir desu tierra y descubrir la verdad en-tera de las cosas… nos está ha-ciendo pagar un precio muy alto,aunque quizá inevitable en estecambio de época.

Pues bien, la propuesta de la nue-va evangelización invita a un saltohacia adelante que no sea solo rees-tructuración externa, sino un volvera partir de Cristo (Kasper) Maestroy Señor, y no seguir partiendo so-lo del Cristo asimilado al sistemaeclesial. Algo que, como es natu-ral, solo cabe hacer desde la Igle-sia. Es necesaria la decisión de ca-minar hacia el futuro sin saber deltodo cómo es y sin saber del todolos caminos por dónde ir. En estesentido no es posible la nuevaevangelización sin una planifica-ción y organización de las estrategiaspastorales (Andrades), pero éstadebe afrontar de manera subya-cente un combate espiritual en ca-da cristiano y, en especial, en losllamados al ministerio pastoral.Un combate espiritual que lleve a

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1 Apunto algunas reflexiones recientesde las que me siento especialmente cer -cano y, en ocasiones, deudor en mis pa-labras: W. KASPER, «La nueva evangeli -zación como reto teológico, pastoral y es-piritual», en El evangelio de Jesucristo,Santander 2013, 243-317; G. AUGUSTIN

(ed.), El desafío de la nueva evangelización,Santander 2012; E. BIANCHI, Nuevos estilosde evangelización, Santander 2013; F. J. AN-DRADES, «Una propuesta pastoral de nue-va evangelización», en J. NÚÑEZ - F. J. AN-DRADES (coords.), Nueva evangelización. Re-tos y posibilidades, Salamanca 2012, 55-78;G. URIBARRI, El mensajero. Perfiles del evan-gelizador, Bilbao 2006.

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aceptar pacientemente, sin ceder ala idolatría a tiempos pasados ni atendencias iconoclastas, que latravesía del desierto será larga y elcamino no será en línea recta, sinodando un rodeo que seguramentenos hará pensar en más de unaocasión que moriremos en el de -sierto, porque ni se ve la tierraprometida ni se puede volveratrás. Un combate que fortalezcala confianza en Dios y la fidelidadcreativa.

Es importante evitar engañarnoscon la excusa de que no debemoshacer daño a la fe de los pequeñoscon cambios bruscos que sembra-rían confusión y ocultar nuestrosmiedos manteniendo formas ago-tadas o más que ambiguas, o ha-ciendo dejación de las propias res-ponsabilidades con ese discursosimplista, ineficaz y autojustifica-tivo que afirma que todo consisteen ser más santos. Hay un mo-mento, y este es el que parece es-tar viviendo la Iglesia en este cam-bio de época y su propuesta de(nueva) evangelización, en el quese debe afrontar la pregunta direc-ta: ¿También vosotros queréis mar-charos? Esta es la pregunta de fon-do con la que la (nueva) evangeli-zación confronta la fe de los fielesy la vida de sus estructuras. Hayque afrontar el paganismo interiorde una vida cristiana que se hamezclado demasiado con los crite-

rios del mundo hasta el punto deque le resulta duro escuchar quehay que comer la carne de Cristopara pertenecer a la Iglesia (Jn 6).Y hay que afrontar igualmente elmiedo que provoca la respuestapositiva cuando parece que supo-ne iniciar un camino de espantosakénosis (Mc 8, 27-32). Así lo plan-tean los evangelios de Juan y Mar-cos recordando la vida de Jesús yre-proponiéndola adaptada a suscomunidades.

Creo que es aquí donde está elverdadero reto de la (nueva) evan-gelización, en esta recomposiciónradicalmente crística de la estruc-tura eclesial y en la aceptación deuna presencia radicalmente kenó-tica, aunque alegre de la Iglesia enla sociedad. Cristo, que hace estapregunta, se muestra lo suficiente-mente radical con su vida comopara no desidentificar su camino,y lo suficientemente paciente conlos discípulos como para no ago-tarlos con excesos puristas. Es an-te esta pregunta donde el mundose divide y la Iglesia encuentra suhumilde lugar sin salirse del mun-do, pero sacramentalizándose pa-ra él. Es este desgarro provocadopor Cristo el necesario en la (nue-va) evangelización.

Por tanto, hay que evitar que lapropuesta de la (nueva) evangeli-zación se haga ineficaz al ser utili-zada para justificar acciones que

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no apuntan a este centro. No dejade ser preocupante que muchasde las acciones pastorales que sesitúan a su amparo no hacen sinoencubrir la falta de ánimo o de pa-rresía para cambiar de paso laorientación de la acción pastoral osólo parecen ser calmantes contranuestra pequeñez e irrelevanciasocial. Hay que recordar que hastahace muy poco éramos mayoríalos cristianos y aún lo seguimossiendo en España y, sin embargo,la des-identificación evangélica,con la que se vive una religiosidaddifusa bajo formas cristianas, estáhaciendo que muchos en el fondono sean mejor que pocos. Si se mepermite diría: «No todo el que di-ce ‘nueva evangelización’, ‘nuevaevangelización’ entrará en el futu-ro de la Iglesia».

La vida cristiana ha de volver a si-tuarse bajo el descenso de Dios,bajo su kénosis de amor en Cristoque, siendo la bendición por exce-lencia del mundo, supone siem-pre, como en el caso de Jacob, uncombate terrible. Éste, si se acepta,renovará la Iglesia aunque parez-ca dejarla herida, porque esta heri-da es la herida de la gracia que lalleva humildemente al encuentroevangelizador de un mundo dehermanos heridos.

Por tanto, mi sensación es que loque falta más que palabras es pa-rresía para hacer o iniciar, aunque

sea a tientas, lo que nos vienen di-ciendo desde hace tiempo los vi -gías más avezados o para dejar dehacer lo que ya sabemos que nofunciona, pero nos da cierta segu-ridad o aceptación social. En cual-quier caso, apuntaré algunos re-tos, ya ampliamente reflexiona-dos, que apuntan al fondo másque a las formas.

La fe como bendición. La deseabilidad de la propia fe

Hace un tiempo, hablando sobreun testimonio cristiano que fueseevangelizador, Luc Pareydt afir-maba: «El primer objetivo no estanto hacer que los otros crean ‘co-mo nosotros’, sino que crean quenosotros creemos de verdad en algo,en Alguien que hace posible nues-tra alegría de vivir y el gusto deponernos en contacto con quienesbuscan a tientas esa alegría y eseplacer» 2. La cita se sitúa en líneacon la invitación que hacía san Pa-blo a la alegría en la Carta a los Fi-lipenses. Una alegría asentada enla paz de Dios que, cuando uno seentrega a Él, guarda los corazonespor medio de Cristo Jesús (Fil 4, 4-7).

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2 L. PAREYDT, Testigos para nuestro tiempo.Cristianos atractivos, Bilbao 1996, 37-38.

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ésta no acontece en el mismo cre-yente como fuente de alegría. ¡Na-da! Esta alegría, paz o serenidaddel corazón que se da incluso enmedio de la angustia y que, poresto mismo, supera todo razona-miento, procede de la confianza enque nada puede separarnos delamor de Dios (Rom 8, 31-39). Mu-chas veces el hermano Roger invi-tó a los que lo escuchaban a radi-carse en este espacio… Si la con-fianza del corazón estuviera alprincipio de todo… Y vaya si haconseguido ser un testigo evange-lizador…

Esto supone que la fe ha de reco-nocerse y re-vivirse como un espa-cio terapéutico radical, un aconte-cimiento salvífico, un trato conDios como presencia tan discretacomo fundante y bienhechora.Presencia que se manifiesta no so-lo en los centros personales y so-ciales del bienestar, tantas vecesolvidados de los amenazantes ex-trarradios de la vida, sino en elcentro mismo de la angustia hu-mana. En ese extrarradio de dolory soledad que es el núcleo dondenuestra vida ha de discernir suverdadero sentido o sin-sentido.Por eso, esta bendición que es la fedebe afrontar en el creyente laprueba de las angustias propias ylos dolores del mundo, y mostrar-se en ellos como gozosa esperanzadesde la cruz de Cristo.

La fe debe salir de ese estado dereligiosidad difusa en que se en-cuentra y someterse a sus conteni-dos más nucleares: la creación, elperdón de los pecados, la resurrec-ción de los muertos y la vida encomunidad, porque son ellos laexpresión confesante del encuen-tro con el Dios de la paz. Es el go-zo en el mundo, el perdón, la es-peranza y el amor comunitariodonde la fe puede acontecer en elhombre como paz y alegría verda-deras, las que el mundo no da. Esnecesario que la fe revierta el ca-mino de los últimos años y vuelvaa su lógica natural: la fe no es coin-cidente con el amor que damos, si-no con el amor de Dios que recibi-mos de Él de forma sobreabun-dante.

Solo una oración evangélica, unaoración que medite los misteriosde la fe en los que Dios se ha ma-nifestado, una oración que aden-tre más allá del infantilismo cris-tiano al que nos ha sometido unainiciación para niños, podrá en-contrar esta paz que hace de no -sotros testigos atractivos (Pareydt)que hacen deseable la fe, que invi-tan a un itinerario de búsquedaconfiada.

Por tanto, esta deseabilidad noproviene de manifestaciones ex-ternas especiales, no tiene nadaque ver con tácticas de evangeliza-ción, sino que es anterior y funda

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la presencia evangelizadora en sudimensión más individual prime-ra en cuanto diálogo del cristianocon los que le rodean y en su di-mensión más estructural de accio-nes donde las comunidades pue-dan ofrecerse como espacios decompañía y búsqueda en mediode la desorientación actual.

Lo que está en juego, por tanto, esla recuperación del Dios-bendiciónque genera alegría y hace natural en elhombre una palabra que le refleja alcontar la propia vida personal. Y, porotro lado, la recuperación del artede la vida compartida que media es-ta bendición, un arte que es a lavez litúrgico y relacional en las co-munidades. Si es verdad que enuna sociedad enteramente (?) cris-tiana el arte de la comunitariedadde la fe quedaba francamente di-luido, hoy por hoy este arte evan-gélico aparece como una posibili-dad francamente enriquecedora y,a la vez, como una acción nece -saria.

La fe como liberación. La compañía cristiana a los que sufren

No basta lo anterior como el textode Filipenses advierte. La alegríaque ha sido otorgada al cristianose refleja en la naturalidad de unabondad que atraviesa las propias

obras y que todo el mundo puedever (v. 5). Por tanto, la alegría de lafe debe convertirse en una hospi-talidad interior donde el corazónacoge a los otros en sus propiosafectos y en un compromiso exte-rior donde los propios trabajosse abren a las necesidades de losdemás.

Es esta presencia de la bondad devida del cristiano en el mundo co-tidiano lo que puede hacer verque la fe es una bendición para to-dos, también para los que no latienen. Se trata de una presenciabenevolente que es apoyo en lasnecesidades más básicas de ali-mento, sanidad, educación, com-pañía y perdón, e igualmente de-fensa de la dignidad de cualquieraque sea atropellado por personaso instituciones.

Es necesario recordar que el evan-gelio está lleno no de conversos,sino de bendecidos por la bondadde Cristo, una bondad que mani-fiesta la presencia de un Dios fi-lántropo que, deseando la salva-ción de todos, escoge a algunospara revelarse a todos en su bon-dad. Quizá aún no hemos reflexio-nado de modo suficiente lo quela sacramentalidad de la Iglesiasupone, digámoslo con palabrasgruesas, la no conversión cristianade la mayoría de aquellos a losque está también reservada la sal-vación.

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Pensamos que es muy importanteconservar un doble nivel de la cari-dad a la que está llamado el cristia-no. Es necesaria su estructuraciónpara que sea realista y eficaz ennuestras sociedades. Son impres-cindibles organizaciones y volun-tariados concretos que den cuerpo,lo que podríamos llamar caridadsocial. Sin embargo, es necesariaen estos momentos una re-apro-piación personal de la caridad. Esdecir, estas organizaciones y vo-luntariados no deben absorber lalógica de la caridad a la que se de-be cada cristiano en su situaciónconcreta. La caridad cristiana, labondad de la que habla san Pablo,es una forma de existencia perso-nal que no puede ser sustituidapor compromisos parciales y es-tructuras de servicio a las que unoapoya. Se trata de reavivar la dis-creta presencia testimonial del cris-tiano como tacto concreto de labondad de Dios en las relacionesde tú a tú. La compañía a los en-fermos, la escucha de los que se en-cuentran en soledad, la generosi-dad invisible con los que están ennecesidad para los que las estruc-turas son lugares tanto de ayudacomo de vergüenza, el perdón con-creto para los que han tenido com-portamientos contra nuestra vi-da… Es en la generosidad de vidacon los pobres y en el perdón a losenemigos donde se acredita la fecomo evangelio para el mundo, co-

mo buena noticia para los pobres ylos pecadores.

Es importante igualmente com-prender que esta presencia bene-volente no nos pertenece en exclu-siva. Pablo mismo invita, en el tex-to ya citado de Filipenses, a loscristianos a fijarse y aprender de lovirtuoso, noble, justo, amable… delmundo que les rodea (v. 8). El cre-yente debe aprender a percibir lossignos de la gracia de Dios en losotros sin peros (Lc 9, 38-40). Se ale-gra por ellos y aprende de ellos,pues no es la primera vez que enellos se refleja mejor la vida deDios que en los propios elegidos(Lc 7, 9).

Por tanto, la alegría propiamentecristiana debe convertirse, a travésdel amor, en alegría de aquel a cu-yo lado caminamos. Los creyentestenemos el reto de re-encontrar laalegría de la entrega (Hch 20, 35) y ala vez el arte de la discreción. Si bienes verdad que quizá en determi-nadas ocasiones la Iglesia deberámostrar sus obras, debería hacerlocon esa conciencia paulina de co-meter un desvarío (2 Cor 11, 17) yenseguida volver a su lugar pro-pio: que tu izquierda no sepa lo quehace tu derecha (Mt 6, 3).

Las reflexiones de los dos aparta-dos anteriores suponen un necesa-rio esfuerzo por la des-ministeriali-zación de la (nueva) evangeliza-

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ción. Nos referimos con esto a quela renovada presencia de Dios ennuestro mundo, la puesta en cir-culación de su presencia por partede la Iglesia, tiene el reto primariode situarse en la vida cotidiana detodos los fieles y no en accionespuntuales, por muy adecuadasque sean. Es necesaria la recons-trucción de la Iglesia en la vidapersonal de los cristianos de for-ma que sea esta vida concreta, ensu presencia personal y en sus re-laciones mutuas, en sus celebra-ciones y su generosidad cotidiana,la que se haga luz para las genteso levadura escondida en medio deellas. Es necesaria la rehabilitaciónde la Iglesia desde el sacerdociocomún de los fieles como pueblode Dios (que funda la propuestaeclesiológica de la Lumen Gentiumy la Gaudium et Spes) a cuyo servi-cio está todo lo demás, ¡todo! Por-que es en este sacerdocio donde seda gloria a Dios (Ef 1,4-6) y dondeaparece la gloria de Dios para elmundo (Mt 5, 16).

Esto supone que se debe produciruna re-composición de la ministe-rialidad de la Iglesia desde esteelemento que hará que todo en laIglesia se vaya evangelizando(evangelización ad intra) y aparez-ca la verdadera presencia evange-lizadora de la Iglesia para el mun-do. Esto no significa tanto la crea-ción de nuevos ministerios comola afirmación del sentido de los

mismos desde la Palabra que Diosdirige al mundo y que debe ser lafuente primigenia de la espiritua-lidad ministerial, palabra que sehace densa y eficaz en los sacra-mentos. Quizá se pudiera decirque es la palabra evangélica lo queda carne al sacramento, ya que sinella la carne de Cristo, que se ofre-ce en comunión, se convierte engracia difusa de una religiosidadnatural o pagana con formas cris-tianas.

La re-estructuración de la iniciación cristiana y la re-configuracióncomunitaria de los espacios de la fe

En este apartado intentamos apun-tar hacia las estructuras eclesialesque se hace necesario renovar parair haciendo posible lo apuntadoanteriormente. Se trata de la re-es-tructuración de la iniciación cristia-na y las formas de expresar la di-mensión comunitaria de la vidaconcreta.

En primer lugar es necesario repe-tir que la radicación de esta inicia-ción en el período de la infanciasin referentes cristianos mínimosen el ámbito de la familia está sien-do un fracaso estrepitoso, y que es-to se agravará por la lejanía cadavez mayor de los padres, y ya de

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los abuelos, de la fe práctica. Portanto, la renovación de la inicia-ción no se producirá con un cam-bio de catecismos, con un reorde-namiento de los sacramentos (bau-tismo-confirmación-eucaristía), nicon una llamada, casi ofensiva, aun renovado compromiso de loscatequistas…

La iniciación se juega sobre todoen la presencia de una comunidadcompañera (iglesia doméstica, co-munidad parroquial, grupo defe…) que ofrezca verdaderos espa-cios de aproximación y vivenciade la fe a los que incorporarse.Hay que decir que no hay mista-gogía posible sin contexto de fe yviceversa. Esto supone que su cen-tro debe pasar a ser la vida de losadultos y dejar de ser la vida delos niños, sin que esto supongaarramblar con la catequesis infantil.

De igual manera, la iniciación re-quiere la recuperación del disci-pulado frente a la Palabra de Dios,un discipulado acompañado porla cercanía de quien ha hecho deesta disciplina la fuente de su vi-da. Es la referencia a esta Palabraviva lo nuclear, una palabra quedebe ser vivida en diálogo de fe.Por otra parte, es necesaria la re-cuperación del respeto por los sa-cramentos, que no se produce poruna estilización estética de susformas, sino por su celebración ensu tiempo y bajo su sentido, sin re-

ducirlos a la lógica de consumo re-ligioso en la que nos hemos vistoenvueltos demasiadas veces congusto.

Esta iniciación requiere una nuevaministerialidad que forme o refor-me a los llamados a ser acompa-ñantes en estos procesos. Hom-bres y mujeres, laicos, religiosos opresbíteros, que sean discípulosbreados en el arte de la vida cris-tiana en el mundo, hondos cono-cedores de los misterios de la vida(vuelta especialmente complicaday sin referencias) y de la fe, y ama-bles compañeros que no temenhablar de la radicalidad del evan-gelio con la paciencia y discreciónde quien conoce su propia debi -lidad.

Por otra parte, como ya hemosapuntado, la salida de la cristian-dad y de un cristianismo generali-zado, nos posibilita y a la vez hacenecesaria la recuperación de la vi-da fraterna como testimonio de vi-da evangélica frente al mundo. Esurgente, superando el purismo co-munitarista que se ha dado en losdecenios anteriores, apropiarse elmotivo de fe al que apuntaba. Notodos han de estar en pequeñosgrupos o comunidades de vida,pero todo cristiano debe sentir aun grupo de personas como sucompañía de fe, signo de su perte-nencia al cuerpo eclesial. Esto ten-drá muchos niveles, pero es nece-

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sario que las parroquias generendinámicas de reconocimiento fra-terno, de vivencias sencillas perohondas de comunión que se arrai-guen en lo espiritual sin dejar detocar lo más concreto de la vida.

Es de esta manera como el cristia-no se sentirá acompañado por unapresencia de Cristo, que no termi-nará siendo solo un holograma ensus propias soledades, necesida-des y proyecciones, sino una pre-sencia real al contacto con su mis-mo cuerpo eclesial que le toca en eltacto de aquellos a los que ha sidoincorporado y con los que vive sufe. Es necesario igualmente que lavivencia comunitaria de los dife-rentes grupos no absolutice su for-ma, sino que sirva de mediaciónde una fraternidad eclesial global.

Digamos para resumir que es ne-cesario recuperar la alegría del disci-pulado en todos los cristianos, algoque generará una forma de inicia-ción cristiana discipular (relacio-nal y auto-implicativa). Junto aello se debe recuperar para todosel arte de la vida evangélica común,que, aunque en distintos niveles yformas, deberá ir haciéndose habi-tual en todos.

Por último, la vida cotidiana

Unas últimas palabras para afron-tar otro de los retos fundamenta-

les. Si bien es verdad que debemosasumir que Dios nos segrega delmundo, que nos hace distintos pa-ra mostrarse Él mismo, es igual-mente necesario reconocer que sudistinción se ha realizado en unamor absoluto por el mundo quele ha llevado a aceptarlo comoparte de su propia vida con la en-carnación. Es así como el cristianodebe situarse. La (nueva) evange-lización no podrá ser eficaz si deinicio se presenta como una pre-sencia eclesial alternativa a unmundo perverso. Algunas predi-caciones deberían recordar que nisiquiera en la Iglesia salimos nun-ca del todo de ese mundo del quepreviene el evangelista Juan. Elevangelio como buena noticia seasienta en una aceptación incondi-cional de la carne de este mundo,de sus dinamismos, de sus formascomo manifestó el mismo Cristoen su encarnación. Esto suponeque los cristianos hemos de recu-perar el amor por el mundo sinsospechas. Solo en las formasmundanas de nuestras pasiones,de nuestras relaciones, de nues-tros trabajos… es posible expresarla buena noticia.

Ahora bien, este amor por el mun-do no puede convertirse, como su-cede demasiado a menudo, en unadoble vida justificada: cumplir conDios y vivir para el mundo. Elmundo debe ser acogido en no -sotros en su verdad, verdad que

Francisco García Martínez

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solo se encuentra en la lógicaevangélica, donde el designio deDios se expresa en la carne. Unalógica en la que todo es bueno y ala vez todo es relativo, insuficientey peligroso si no está reconciliadocon el puesto donde Dios apunta asituarlo.

Esto supone que se ha de aprenderel arte de asumir complacidamente lapresencia de la carne en la que somos yante el mundo que nos constituye talcomo Dios lo hizo y, a la vez, el ar-te de la indiferencia ante todo, puestodo es finalmente relativo frente aCristo como palabra de Dios parahacerse todo en todos (1Cor 15, 28) y

dar así consistencia última a la en-tera creación (Col 1, 17).

Recordemos para terminar que,según la parábola del sembrador,muchas semillas parecieron per-derse, pero la cosecha fue final-mente espléndida. No tengamosmiedo, pues, de que puestos en lasmanos del Señor seamos comoesas semillas que parecen no darfruto en la evangelización, pues lavictoria del Reino siempre se es-conde, en su misterio más hondo,a los cálculos demasiado estrechosy desconfiados de los hombresque intentan reducirlo todo a suspropios tiempos. ■

Cuando ya está todo dicho…

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Este libro ofrece al lector salmos para ayudar a disponerse a un encuentrocon Dios siempre abierto a plenitudes insospechadas. Dios es quien tienela iniciativa para conducirnos por el camino único que recorre cada unode nosotros dentro de su corazón y en la construcción de Su reino ennuestra historia. Nuestro misterio se une al misterio de Dios, tanto en lacontemplación como en el trabajo. El título, La pascua de los sentidos, ha-ce referencia a la transformación que dicho encuentro obra en nosotros–«Comenzar a ver todo con ojos nuevos»–, en la que muere una maneravieja de percibir y se gesta una sensibilidad nueva para acoger la presenciay la acción de Dios en nuestras vidas.

BENJAMÍN GONZÁLEZ BUELTA, SJ

La pascua de los sentidos

208 págs.P.V.P.: 13,50 €

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