01 cultura y personalidad - ralph linton, breviarios del fce, ed. 1965(pág. 41 al 65)

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40 CULTURA Y PERSONALIDAD grupo reaccione así no muestra otra cosa en cuanto su personalidad, sino que cuenta con 1 2 normal para instruirse. Sus predisposiciones les no se revelarán mediante sus respuestas CONCEPTO DE LA CULTURA mente modeladas, sino por sus desviaciones de la f'd''"" L cultural. 'Son las discrepancias, y no su conducta El ,conocimiento de que las diferentes sociedades adop- mal, lo que reviste interés para conocerlo como indivi- tan\ formas distintas de vivir se remonta hasta los duo. En esto radica el gran interés de los estudios antiguos:· Efpii;;er individuo que fuera culturales _p;ua la psicología de la personalidad, y hasta a parar a un campamento extraño, y encontrara que no que el_ ps1cologo no sepa cuáles son las pautas de con- podía hablar con aquella gente ni entender cuanto veía, ducta 1mpuestas por una sociedad determinada, y pueda debió haberse percatado de las diferencias que presen- no tenerlas en cuenta como indicadoras de la , ta la cultura. De haber sido lo suficientemente afortu- nalidad, no estará capacitado para traspasar la .. nado para regresar con vida a su campamento, sus ob- de lo que es adaptación social y uniformidad cultural : servaciones le suministrarían abundante material para con el fin de llegar al auténtico individuo. las charlas junto al fuego. Todo el mundo se interesa por la rara o curiosa conducta de los demás y le gusta oír hablar de ella. La presencia de cualquier narración / de un viajero, realmente buena, no radica en los lugares extraños que menciona, sino en las originalidades de sus moradores. Los cuentos sobre costumbres ajenas deleitan a nuestra especie, y se escuchan con la misma mezcla de orgullo y envidia subconsciente que hace tan entretenida la más insignificante habladuda de nuestra misma sociedad. Herodoto, el m:ís grande de los narra- dores internacionales, consagró gran parte de su histo- ria a lo que en la actualidad llamaríamos descripciones de culturas, llegando hasta señabr algunas de las más ., notables diferencias entre las cosl.umbres griegas y egip- cias, y expresando verdadera sorpresa de que aquellos bárbaros se retiraran al interior de sus casas para satisfacer sus funciones excretoras en lugar de hacerlo en la calle, a la manera civilizada de los griegos. Pues estos detalles han sido transcritos por toda cla- se de autores, antiguos y modernos, de modo que cons- tantemente se ha venido acumulando un conjunto de datos que todavía son útiles al actual investigador de las culturas. Pero, hasta épocas muy recientes, los hechos p t 11

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40 CULTURA Y PERSONALIDAD

grupo reaccione así no muestra otra cosa en cuanto a¡ su personalidad, sino que cuenta con ~na 1 2 normal para instruirse. Sus predisposiciones les no se revelarán mediante sus respuestas CONCEPTO DE LA CULTURA mente modeladas, sino por sus desviaciones de la f'd''"" L

cultural. 'Son las discrepancias, y no su conducta El ,conocimiento de que las diferentes sociedades adop­mal, lo que reviste interés para conocerlo como indivi- tan\ formas distintas de vivir se remonta hasta los duo. En esto radica el gran interés de los estudios tiempcÍs~~~ antiguos:· Efpii;;er individuo que fuera culturales _p;ua la psicología de la personalidad, y hasta a parar a un campamento extraño, y encontrara que no que el_ ps1cologo no sepa cuáles son las pautas de con- podía hablar con aquella gente ni entender cuanto veía, ducta 1mpuestas por una sociedad determinada, y pueda debió haberse percatado de las diferencias que presen-no tenerlas en cuenta como indicadoras de la , ta la cultura. De haber sido lo suficientemente afortu-nalidad, no estará capacitado para traspasar la .. nado para regresar con vida a su campamento, sus ob-de lo que es adaptación social y uniformidad cultural : servaciones le suministrarían abundante material para con el fin de llegar al auténtico individuo. '¡ las charlas junto al fuego. Todo el mundo se interesa

por la rara o curiosa conducta de los demás y le gusta oír hablar de ella. La presencia de cualquier narración

/ de un viajero, realmente buena, no radica en los lugares extraños que menciona, sino en las originalidades de sus moradores. Los cuentos sobre costumbres ajenas deleitan a nuestra especie, y se escuchan con la misma mezcla de orgullo y envidia subconsciente que hace tan entretenida la más insignificante habladuda de nuestra misma sociedad. Herodoto, el m:ís grande de los narra­dores internacionales, consagró gran parte de su histo­ria a lo que en la actualidad llamaríamos descripciones de culturas, llegando hasta señabr algunas de las más

., notables diferencias entre las cosl.umbres griegas y egip­cias, y expresando verdadera sorpresa de que aquellos bárbaros se retiraran al interior de sus casas para satisfacer sus funciones excretoras en lugar de hacerlo en la calle, a la manera civilizada de los griegos.

Pues estos detalles han sido transcritos por toda cla­se de autores, antiguos y modernos, de modo que cons­tantemente se ha venido acumulando un conjunto de datos que todavía son útiles al actual investigador de las culturas. Pero, hasta épocas muy recientes, los hechos

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de este tipo se coleccionaban con un espíritu muy seme­jante al del amateur que reúne reliquias indígenas. Las costumbres de los grupos no europeos se consideraban como curiosidades propias para asombrar a los PI<;>fecc .. nos, y cuanto más raras y bizarras fueran mayor era el 'OrgUllo del descubridor. Los escritores de este período consideraron las costumbres ele su sociedad como las debidas, como las normales, no sujetas a objeción· algu­na, y hasta hace cincuenta años, la descripción de una moderna pauta cultural europea, a menos que fuera de alguna aislada comunidad campesina, se hubiera con­siderado tan fuera de lugar en un tratado etnográfico como un cuchillo de cocina en un carcaj ele flechas. Períodos de "caza-curiosidades" semejantes al mencio­nado pueden encontrarse en los principios ele casi todas las ciencias, por lo que parecen ser una etapa necesaria en su desarrollo . .La-.tmsle!1cia_h~l!l1_a11a a acumular no. vecl.ades .. se transforma cléspués y otros investigadores

·estudian y organizan los materiales coleccionados. Al revisar estas antiguas· eb1ografías, ocurre con frecuencia que el investigador moderno se irrita por las incons­cientes omisiones de sus autores, pero conviene que re­cuerde el viejo adagio de que "Más ~'ale poco que nada".

Con el tiempo se introdujeron· ciertas modificacio­nes en el criterio de quienes se ocupaban ele estos asun­tos, y de la simple colección ele curiosidades se pasó a la investigación científica de la conducta humana. La primera, y tal vez la más importante de estas modifica­ciones fue que se dieron cuenta ele que para entender la vida humana en general eran más importantes las semejanzas ele las costumbres ele las sociedades que sus diferencias. Así, el hecho ele que toda sociedad tenga algún tipo de organización familiar es a la larga mucho más trascendente que el que las mujeres tibetanas de la clase inferior tengan generalmente varios maridos. El primero constituye una guía para entender las necesi· clacles y la potencialidad de la especie humana en ge-

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CONCEPTO DE LA CULTURA 43 neral, pero el segundo es un problema concreto que sólo puede resolverse estudiando las condiciones y la histo­ria locales. Pero aun cuando .este problema se resolvie­ra, la solución no diría gran cosa del comportamiento ele los miembros de otras sociedades.

El segundo cambio, que apareció algo después que el primero, consistió en que se llegó a saber que hay muchos problemas que únicamente pueden resolverse estudiando el conjunto de la vida de las sociedades.

· Aunque se puedan desentrañar ciertos hechos de la con­ducta humana mediante la comparación ele las diversas formas que toma en las sociedades una particular insti­tución como el matrimonio, existen muchos otros que sólo pueden entenderse observando la manera ele actuar esta insti tucí6n en determinadas sociedades, y cómo se relaciona con las demás instituciones. Este método es todavía más necesario cuando se trata ele comprender la conducta individual, pues aunque reaccione peculiar­mente a las situaciones dadas; ra personalidad se mani­fiesta modelada por sus experiencias en el conjunto ele la vida social. l~on el progreso ele los estudios ele la personalidad, el cgnce¡Eo sl~ C].Ilt\!m )m lLc;:gªªo _ _g sgr de importancia f.~llª~S!_f1tal, t.ant~ 12.~~~- e} psi_c~lqg() ~o para .~L S()C:i()l()go Y. el a;:~~gp<JlSJgp. Sera una de las anñas más-útiles que tei1ga el psicólogo para sus investigaciones, pero para que sea plenamente eficaz, antes es preciso entender con toda claridad lo que dicho concepto implica y cuáles l()ll. s_us)iiT.I_it~cio_ne_s. Í ~l~rmino cultura, cuando se le emplea en, los estu­

dr¿s científicos, no tiene el valor que le da el vulgo. En general se refiere a la forma de vida de cualquier so­ciedad, y no simplemente a las zonas que la misma sociedad considera como más elevadas o deseables. Cuando la cultura se ~lica a nuestro modo de vivir, nada tiene que ver con el hecho de tocar el piano o ves­tir bien. Para. el sociólogo, esas actividades son simples elementos de la totalidad ele nuestra cultura, totalidad

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44 CULTURA Y PERSONALIDAD CONCEPTO DE LA CULTURA 45 que también comprende actividades tan distintas co;~,\ti~~~Ía vocablo, los que trabajan en una determinada la de fregar platos o conducir un automóvil, pero tienden a emplearlo casi con los mismos signi-a los fmes de los estudios sobre la cultura son pero con matices individuales. Con el tiempo, men~e de la mism~ c~~egoría que "los más grandes implantan los significados más aceptados y se des-namlentos de la v1cla . De lo anterior se deduce los individuales, siendo el final ele este proceso para el sociólogo_ no existen sociedades ni aparición de un concepto claro y preciso que se de-que carezcan ele cultura. Toda sociedad posee una con un solo vocablo, ele significado nítido para tura, por muy sencilla que sea, y todo'ser humano los que trabajan en el campo científico respectivo. culto en el sentido ele que es portador de una u embargo, aun cuando se haya alcanzado este acuer-cult~ra. r el término usado puede ser susceptible de definicio-

El tr?bajo del s~i<Jlogo debe comenzar con diferentes. Pero la esencia de toda definición es vestJ~ac1on sobre las c;¡¿Jturas, o formas selecCiona algunos aspectos del concepto total, des-ele VIda ele las diversas sociedades. La cultura a expensas de los demás. Esto, y el -consi-e_l si~~1ificado que aquél le da, representa una·' valor de la definición para un propósito deter-hzacmn basada en la observación y comparaciÓn depender'á de la finalidad que persiga su autor. una sene de culturas. En gran parte guarda con muchas definiciones posibles de una .cultura, cada 1~, nusma relación que el. "mono araña" de la de las cuales es útil de acuerdo con el tipo de inves-Cion de_ un naturalista respecto a los innumerables de que se trate. En esta forma, sería absolu-l:os arana, cuyo conjunto constituye la especie correcto definirla como "la herencia social de hva] C'º-ªndp el antropólogo expresa que la miembros de una sociedad", peroesto ayudaría poco hene tales o cuales características, lo que en los investigadores del desenvolvimiento de la perso-qu;ere dec1r es. qu~ todas las culturas presentan Basándonos en el uso general, y en conside-mun esas caractenstJcas. Son las culturas, a los intereses especiales de los investigadores de cada una a su soc1edad, las que constituyen las aventuraremos la siguiente definición: des orgam~adas, funcmnales, por lo que el C!~Ja ~Qll.Ql)cta. apren-de be estud1arse en relación con una cultura resultac]os · cm1ducta, _cuymu~lementps

A pesar de que durapte muchos años se trasmiten los_nJiembros.de un¡t, .. s()_C.LeslJl.d.¡,;. el :ocablo cul.tur~ .para designar el tipo de vida de toda defiñidól1,- ésta requiere ciertaan1p]jacióú soc1edad, su s1gmflcado exacto, en función del algunas explicaciones. El término ,cJmfig!ful>:ill.riJ sig-do, todavía es vago en ciertos respectos. Corno · que tanto la conducta corno sus resultados, que muchos conceptos empleados en las ciencias . ·componen una cultura, encuéntranse organizados en un_-el de cultura ha venido sufriendo con e1 uso un todo que sirve de modelo. Este aspecto de la cultura · de delimitación gradual. Dicho proceso obedece a implica cierto número de problemas, pero en estas pá-ncceS!Ciades el~ !as ciencias nuevas, algunas de un no es preciso tomarlos en consideración porque arrollo muy rap1do, y es el único realmente factible conducta aprendida limita las actividades por clasi· falta de una autoridad última a la que pudieran ficar, como parte de una configuración cultural, a aque· terse las d1ferencias de opinión. Cuando aparece .Has cuya forma se ha modificado por el proceso del

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aprendizaje; esta limitac;:ión la sanciona el prolongado uso. A J?Csar de la evrdente mfluencia que sobre la cultu:a e¡ercen, no se Consideran como partes integran­tes m la conducta mstmtrva m las tendencias funcla­n_1entales .que en última instancia suministran los incen­tivos. ele la conducta i_nclividual. Sin embargo, aunque se eh;nmen estos fenomer;os del concepto de cúltura, to?avra 1':' queda un sentido extraordinariamente am­plio. Según se hizo notar en el capítulo anterior, parece que aparte ele los conectados con los procesos fisiológi­cos el ho11_1bre cuenta .con muy pocos reflejos que no s_ean co~clrcwnados. Aunque la conducta la originen las ,necesida_des, lo normal es que las formas que revista csten condrcwnaclas por la experiencia, como ocurre con el a_cto ele cm:ner, que, aunque sea una respuesta a la necesidad mdJVrdual de nutrirse,_ la manem depende de la forma en que se haya aprendido a hacerlo. En la frase que se analiza, el término conducta debe tomarse en su más a;nplio sentido, ~e. manera q~e comprenda todas las_ actlVlclades del mdlVlduo, ya sean manifiestas· o encubrertas, físicas o psicológicas. Por éonsiguiente para los propósitos ele esta definición la instrucción' el pensamiento, etc., no se consideran' más que com~ otras tantas formas ele conducta, como los movimientos musculares coordinados que los procesos técnicos com­prenden.

,1a expresión rfl.iiy}Jpdos de la condu.G.ta se refiere a f~nomcnos el~ dos hpos totalmente diferentes: psicoló­giCo y matenal. El primer tipo abarca aquellos "'ies.ul­tacl_os ele la conducta que están representados en el in­dJV~duo por los estados psicológicos, y comprende las actitudes,, los sistemas de valores y el saber. Clasificar estos fenornenos corno resultados de la conducta tal vez parezca un ·verdadero tour de force; pero es incuestio­nable que se encuentran en el individuo como resultado de su in~eracció;1 ~on el medio que lo rodea, v del aprendiza¡e consigmente. Al mismo tiempo tampoco

CONCEPTO DE LA CULTURA 47 pueden clasificarse como condt~ct,a ?prendida, P\Jesto que carecen de las cuahdades dm~rnJCas que el temu­no implica. Al igual que las reahclacles del mediO ex­terno, ejercen una influencia directa en el desarrollo de

1 las pautas d~ co~~ucta .. En_ :sta forma~ al e~frent;rse a

: una nueva sJtuacwn, el mdJVrduo reaccwnara, no umca­. mente de acuerdo con su realidad objetiva, sino también ' según las actitudes, valores y conoci~nie~tos qu~ haya

adquirido corno resultado de su expenencra antenor. El primitivo que por vez primera encuentra a un blanco, tal vez lo adore corno si fuera un dios, lo trate como a un huésped distinguido o lo ataque en seguida, dependien­do su proceder únicamente de los factores del tipo que estudiarnos.

Quizás ciertos sociólogos encuentren discutible que se incluyan los resultados rnatenales de la c~nclucta entre los fenómenos abarcados''por el concepto de cul­tura, pero esto ha sido admitido por el ;1so. antroJ?oló­gico desde hace tanto tiempo cm;1o el termmo misrn? ele cultura. lLos objetos .que habitualmer;te han fabn­cado y utilizado los miembros ele una socry~lad Siempre se han conocido. colectivamente corno su 1'cultura rrn­terial", y se han considerado ~omo parte integrante ele la configuración cultural. EI_1 este caso, el verdadero problema consiste en saber SI los ob¡etos deben co;-'sl­derarse en sí mismos corno parte de la cultura o sr el contenido de la configuración cultural debería limitar­se a los elementos psicológicos a que corresponden los objetos. En otras palabras ¿se incluirá. el hacha o so­lamente las ideas gue comparten los miembros de una sociedad acerca de cómo deba ser un hacha y qué cua­lidades haya de tener? La inclusión ~e los objetos ma­teriales complica la labor de aquellos mvesllgadore~ que tratan de utilizar el concepto de cultura con crertos propósitos; p.s;rg_ para quienes se ocupan del estudio de la personalidad, la eliminación, d~ la S~. rial __ C(Jf!E_titui_rg¡ una verdadera perdida y no una ga-

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48 CULTURA Y PERSONALIDAD 1 nancia. El medio ambiente en que todo individuo se i desarrolla y actúa, comprende siempre una gran varie- [ dad de objetos fabricados por el hombre, pudiendo ser r considerable el efecto del contacto con ellos, en rela- 1

ción. Go? el desenvolvimiento de la p~rsonalidadJPor cons1gmcnte, este aspecto de la totahdad del inedia ambiente puede actuar ora estimulando, ora inhibien­do el desarrollo de la destreza manual, o aun el de as­pectos más fundamentales, como las actitudes tan co­munes de la timidez o la confianza en sí mismo. La primera experiencia de un niño que se cría en una casa llena de objetos frágiles será totalmente diferente de la del que se cría donde no hay nada que se pueda dañar ni dañarle. Incluso la costumbre ele sentarse en silla y acostarse en cama· supone toda una serie de ries­gos infantiles que faltan por completo en una sociedad cuyos miembros lo hacen en el suelo.

La expresión cg7nfLa.Itir y ~rasmitir limita todavía más el contenido ele las configuraciones culturales. En este caso, por compartir se entiende que una determina­da pauta de conducta, actitud o conocimiento, es común a dos o más miembros de una sociedad, sin implicar una actividad ele cooperación o propiedad conjunta. Cualquier rasgo de la conducta, actitudes, etc,, que sea peculiar a un individuo aislado no se considerará como P.arte de. la .c~ltura de la sociedad, si bien estas peculia­ndades mdlV!duales pueden llegar a serlo a su debido tiempo. En efecto, toda innovación cultural parte de una persona o a lo sumo de un grupo muy pequeño de individuos. En consecuencia, una nueva técnica para tejer cestos no ha de clasificarse como parte de la cultura mientras únicamente sea del dominio ele una persona,. sino cuando llegue a cundir y participen ele ella otras más.

Para, aclarar todavía más las limitaciones impuestas al contenido cultural por el factor compartir, es nece­sario recordar que las culturas son continuos. El com-

j CONCEPTO DE LA CULTURA 49 partir que justifica la inclusión de un determinado ras­go en la cor¡figuración cultural debe deterrtlinarsc en relación al continuo socio-cultural,_ y no en relación a una· cultura tal como exista en un momento dado. Por ejemplo,.el hecho de que en 1945 no haya habido más que un solo médico en cierta comunidad no querrá decir que los recursos profesionales de aquel individuo no deban considerarse como parte integrante ele la cul­tura de la comunidad. Normalmente ésta habrá tenido otros médicos con anterioridad y en lo sucesivo segura­mente tendrá otros más. Por consiguiente, en el trans­curso del tiempo hay una participación en determinados tipos ele conocimiento y conducta, aunque no exista en un momento dado. Esto último nos lleva inmediata­mente al problema de si los rasgos del conocimiento o de la conducta individuales que después alcanzan una categoría 'cultural deben considerarse desde un princi­pio como parte de la cultura. Lógicamente es probable que deban serlo pero como su posición sólo es posible establecerla retrospectivamente, y como al originarse no actúan como elementos de la configuración cultural en marcha, resulta que el problema es más bien d¡: orden académico.

Pero se impone otra consideración respecto al tér­mino C.PI}l_pa¡.tir ele la definición que estudiamos. No se debe creer que éste implica que necesariamente todos los miembros ele una sociedad comparten los elementos de una configuración cultural, ya sea en el transcurso del tiempo o' en un momento dado. En efecto, sería

·.imposible encontrar un elemento cultural compartido por todos los. miembros de una sociedad durante la du­ración total de la misma. 'Las cultg_r.fls .. cambian y se _c1e$envll.elven, .Y en _el ... curs.o.. ck. s.u .historia descartan ~i~rtos. elementos y asiiJ1ila.l} •. ot!..Q.s, de modo que como resultado de esfe'pl:oceso pueden experimentar transfor­maciones casi completas en cuanto al contenido, y pro· fundos cambios en los patrones, si la sociedad perdura

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lo bastante y .se ve sometida a suficientes vicisitudes. Por esto en el mundo hay muchos lugares donde, según las pruebas suministradas por la antropología física, la población moderna desciende clirectamen(e ele la del neolítico sin que jamás se haya interrumpido la conti­nuidad cultural y social, aunque la vida ele dichas po­blaciones modernas tenga muy pocos rasgos en común con sus antecesores neolíticos. Si se toma un:'I configu­ración socio-cultural en un determinado momento, se hallará que no hay elementos culturales que compartan todos los miembros ele la sociedad, y que aunqt¡e parti­cipen ele algunos todos los adultos, los niños no lo harán, en tanto que muchas ideas y actividades ele los adultos sólo serán propias ele los miembros ele algunas agrupa­ciones existentes denh·o ele la sociedad, ya sean los hom­bres, las mujeres o ciertos artesanos especiali¡;aclos. Di­chas especializaciones no deben dejar de considerarse, sin embargo, como pmte ele la configuración cultural, ya que se ajustan a otros elementos dentro ele la con­figuración y contribuyen al bienestar del conjunto ele la sociedad.

El término t;asmitir requiere varias consideracio­nes. El compartir los elementos ele conducta, etc., de­pende ele su trasmisión de uno a otro individuo por medio ele la instrucción o ele la imitación. Estos proce­sos actúan a través del tiempo, y la mayoría ele los ele­mentos que componen las configuraciones culturales se trasmiten de generación en generación y duran más que la vida ele cualquier miembro ele la sociedad. Desde el punto de vista del individuo, la cultura .de la socie­dad en que éste crece constituye su herencia social, dis­tinta ele la que biológicamente pueda tener. Aquélla le proporciona toda una serie ele adaptaciones al medio ambiente en que tiene que vivir y actuar. Estas adapta­ciones, encarnadas en pautas de conducta, las crearon 1os miembros anteriores de su sociedad, como Íesultado de sus experiencias, y las han trasmitido por Id instruc-

'll.' oilm '"ihlodo~0::,•;;",~:,:;,;~~';::"' pcc mod;,; 1

otras experiencias, frecuentemente penosas, hasta logra_r ]os ajmtcs aclccuaclos. En muchos respectos, la .tra.smt­sión ele dichas adaptaciones ele la conducta es en c1erto modo paralela a la ele las ele orden estructural 'Y hsw­lóaico desarrolladas por los antecesores del individuo co~11 o resultado de las mutaciones y de la selecció~. E': esta forma, las técnicas culturales para c?nsegmr ah­mentas en la jungla, propias de alguna socteclacl de ne­gros del occidente ele Africa, ideadas por las gene:acw­nes pasadas, las recibirá el individuo al serie tr_asmtbdas por la instrucción. Un alto grado ele mmumclacl_ a la malaria, también logrado por las pasadas generac1?nes, le será trasmitido por la herencia¡ y ambas trasmlSlones serán necesarias para la superviyencia dentro de las con­diciones locales.

Este examen ele la cultura revela que dicho concep­to comprende fenómenos por lo menos ele tres órdenes diferentes. Del material, es decir, ele los productos de la in~lustria· def'cii'ietico o la conducta manifiesta (puest? que nec~sariamente implica movimient~) y del psígm­co, es decir, los conoc1m1entos, las acbtucles y los va­lores de que participan los miembros _de una soctedad. Para los propósitos del presente estud1~, los fenómenos de las dos primeras órdenes son conshtuyentes del as­pecto manifiesto ele una cultura, y los del tercer?, o sean los fenómenos psíquicos, del aspecto e!1cubrerto de la misma. Ambos son igualmente reales e Importan­tes para entender la conducta huma~a, pero para el investigador representan problemas diferentes. EI as­pecto manifiesto ele toda ~ulthra es ~oncret? y tang1ble, está sujeto a ]a observaCIÓn y reg1stro dtrectos y no ofrece conclusión alguna que no pueda corro,borarse ?on la ayuda ele medios me.cánicps con;o la camara c~ne­matográfica y la grabac1Ón del somdo. Todo postble error en su campo no ·se deberá más que a una defec­tuosa observación, pero fácil será corregirlo.

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l'vias la información sobre·la cultura encubierta pre­senta problemas de un tipo totalmente distinto. Ésta es cuestión de estados psíquicos, y la naturaleza, e in­cluso la. existencia misma de dichos estados, sólo pue­de deducirse de la conducta manifiesta que originan. El problema de descubrir las pautas encubiertas de una cultura, es el mismo que averiguar el contenido y la organización de la personalidad de un individuo, por ~· lo que las investigaciones están sujetas a las mismas F fuentes de error. Aunque en los momentos actuales asís- ¡'t tamos a un gran mejoramiento de las técnicas aplicadas ¡·.·.··

al estudio objetivo de los fenómenos psíquicos, todavía hay un importante elemento de subjetividad que se halla f hasta en la diagnosis de la personalidad individual,

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siendo mucho mayores las posibilidades de error, si se l.:

ensaya dicha diagnosis en los miembros de toda una socieddad, o aun en los de un determinado grupo cons- ¡1, titui o en su propiO seno.

Los antropólogos que trabajan en el campo, rara 1 vez tienen la debida preparación para utilizar las más 1 acabadas y exactas técnicas del examen psicológico, y 1 aun si la tuvieran lo único que casi siempre está a su 1

alcance es la aplicación de las pruebas mentales a un pe- ' queño grupo de población, al que no es posible con-

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sidcrar como una verdadera muestra escogida al azar. Los individuos con quienes el investigador de campo l entra en contacto no son simples unidades de un cuadro estadístico, sino gente cuyas reacciones ante él varia­rán tanto como las de las personas de nuestra propia sociedad. Puesto que por lo general son absolutamente incapaces de comprender la finalidad de las pruebas t' mentales, se resisten a someterse a ellas todavía más t: que en nuestra sociedad. De ello resulta que los ími- f cos sujetos generalmente disponibles para el examen ¡ son a) los que han congeniado con el observador y se ¡: han hecho sus amigos, y b) aquellos cuyo nivel econó• mico permite que la resistencia pueda ser vencida me-

CONCEPTO DE LA CULTURA 53 diante la pequeña gratificación de que por lo general se dispone para estos trabajos. Por consiguiente, lo que tiene lugar es una positiva selección de los sujetos, acaso inconscieute, pero que introduce cierta fuente de erro¡ al tratar de generalizar los resultados del examen, ex­tendiéndolos al conjunto total de la sociedad.

Ahora bien, el factor selectivo se torna más impor­tante cuando se llega a continuos contactos y relacio­nes más íntimas tan necesarios para formarnos un jui­cio sobre la personalidad. Al observador que vive en una sociedad extraña sólo le es posible entablar rela­ciones amistosas con un reducido número de individuos, pero la índole· ele éstas variará de acuerdo con la per­sonalidad e intereses de ambas partes. Los únicos nati­vos que el investigador llegará a conocer a fondo serán aquellos con quienes establezca una relación de sim­patía. Pero las conclusiones basadas en un grupo así seleccionado estarán bien lejos de poder aplicarse al grupo total. Pqr ejemplo, durante nuestra experiencia con varios grupos "primitivos" siempre nos hemos en­contrado con muchos individuos genuinamente escépti­cos respecto a lo sobrenatural, pero sería absolutamente erróneo considerar esa actitud como general, y ni si­quiera frecuente, en estas sociedades. La única forma en que hasta ahora es posible eliminar estas potencia­les fuentes de error consiste en procurar que cada socie­dad sea estudiada por varios investigadores, los que de­berán trabajar independientemente y ser de personalidad tan distinta como fuere posible.

Las dificultades que se acaban de citar no deben interpretarse en el sentido de que es imposible obtener un cuadro preciso de la cultma encubierta de una so­ciedad sino de que es difícil; además sirven para advertir que las conclusiones emitidas por un solo observador no deben tomarse como la última palabra al respecto. Sin embargo, quienes estudien la personalidad y utili­cen las informaciones etnológicas deberán percatarse

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de que la afirmación de que los miembros. de una so­ciedad sean cobardes, avaros o indiferentes a Jos niños parte de la observación de conocidos en cierto mod~ seleccionad?s y de un juicio subjetivo, lo que no ocurre cuando se .:11ce que a modo de cuna utilizan tablas, que hacen vasiJaS de madera o danzan cuando hav luna llena. o

¡'Pero existe otra diferencia entre la cultura mani­fiesta y la encubierta. La cultura se trasmite princi­pal.mente por su. aspecto manifiesto. Los estados psí­q,mc~s que consbt:1yen la cultura encubierta no son por s1. m1smos trasm1s1bles, los pueden percibir otros indi­VIduos, ya sean observadores extraños o los jóvenes de la misma sociedad, pero sólo a través de la conducta manifiesta que los expresa. El contacto con la cultu­ra manifiesta de la sociedad y la experiencia derivada de aquélla, vuelve a crear en cada individuo Jos estados psíquicos participados que constituyen la cultura encu­bierta. Así llega a compartir b pauta cultma] de su so­ciedad que cons_iste en temer a algún obj·::to inofensivo, como a un craneo humano, sólo porque otros miembros de la sociedad 'manifiestan el temor en su presencia o le d1cen que hay que temerlo. De igtd manera adopta la pauta cultur~l de su. sociedad que atribuye un gran valor a determmadas fmahdacks, porque ve que· otros mremJ;ros de la soc1edad se esfuerzan por conseguirlas.

Crecm.os que esto haya aclarado lo que el antropó­logo cons1dera como cultura, con los diversos órdenes de fenómenos que su concepto abarca. Pero en sus. esfuerzos por utilizar este concepto como instrumento para la investigación, hasta los antropólogos llegan a confundirse a veces. Aun en sus estudios frecuentemen­te descriptivos no distinguen entre el aspecto de las culturas a havés del tiempo y el que presentan en un momento dado de su historia, no obstante plantear pro· blemas diferentes cuyo estudio reclama métodos algo distintos. Para los investigadores es más importante q~¡e

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S5 CONCEPTO DE LA CULTURA -

para los psicólogos pe;cibir esta' diferencia de los proce­sos culturales, pues estos sólo neccs1tan ocuparse del efímero fragmento del continuo cultural que correspon­de a la vida de los individuos objeto de' investigaci?1:.

'!Sin embargo, el error de muchos trabaJOS arüropologl­cos, cuyos autores no distinguen con toda clandad e~tre las condiciones corrientes de las culturas que descnben y las que sólo sobreviven en la .memoria de los info;man­tes ancianos, puede crear d1fJcultades a los ps1colog.os que se sirvan de sus obras. -:Por cons1gmente, la descnp­ción de la cultura de una tnbu que mezcle las pautas culturales del pasado con las de la actua~idad, no podrú usarse eficazmente como base para estud1ar la personah­dad de sus miembros.

·-Para el psicólogo es de mucha mayor importancia el· error en que incurre casi siempre el. antropólogo, de no distincruir con precisión entre la reahdacl de una cul­tura com~ configuración de h1s diversas formas el~ con­ducta, etc., y lo que él construye sobre esa reahdad y emplea para describir y manejar l~s datos cultt~rale~. La falta de una terminología que sHva para chstmgmr con justeza estos dos aspectos de la ,ctütura ha sido fuen­te inagotable de t;astornos, no um~amente pa~a , los psicólogos y an tropologo~, .smo tam b1en para los ni oso­fas y los versados en log1ca que se han ocupado del conécpto de cultura. ''Con el intento de allanar el pro­blema nos b emos aventurado a acuñar los términos de cultwa real y construcción cultural, cuyos significados procuraremos explicar en seg~icla. , .. . .

__La cultura real ele una sociedad. esta constJnuda por la veréG'CfertícÜ;'icft!~actitudes, etc., de sus miembros. Comprende un gran número ele elementos, pero sin que haya identidad entre dos ele ellos. No hay dos personas que siempre reaccionen exactamente en la mis1;1a ~o.rma ante un estímulo dado, e incluso el mrsmo mdl\'lduo reacciona a dicho estímulo de modo diferente en trem· pos diversos. Cada parte de la conducta individual di·

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56 CULTURA Y PERSONALIDAD

fiere de todas las demás en ciertos respectos, y para colmo de males, tampoco hay dos _estímulos _idé~ticos. Sin embargo, a pesar de esta vanabt~tdad _mtnnsec~, el individuo es capaz de desarrollar fehces a¡ustes, mas ·' o menos automáticos, con su medio ambiente. Genera­liza respecto a un determinado tipo de estímulos, abar- f cándalos a base de sus semejanzas, sin preocuparse por las diferencias. Así, el niño aprende en la escuela que la llamada de una campana significa que es la hora de salida sin percibir las pequeñas diferencias_ diarias en cuanto al tono y duración de la señal, y de tgual mane-ra, aunque su respuesta nunca se repita exactamente en la misma forma será la mtsma en todas las ocaswnes. Pasando ahora del individuo a los grupos de individuos 1

que tienen una fase común de conocimientos y expe- ¡ riencias la situación es m'uy semejante. Para volver. al • ejemplo de la escuela, todo alumno que haya temdo 1

]a experiencia en cuestión se preparará para abandona: ,el 1··

aula al oír sonar la campana, y aunque la preparacwn ·. individual sea diferente en los detalles, las diferencias

1

. quedarán comprendidas t:n un restringido campo de variabilidad. Por esto los alumnos seguramente cerra­r8n sus cuadernos y reunirán cuantos objetos hayan f

llevado a la escuela, 'y no se quitarán el abrigo ni harán 1

otra cosa semejante. 11

y"De esto se deduce que las diversas formas ele con­ducta que constituyen una cultura real pueden agrupar­se a ~>artir de las situaciones que generalmente las susci­tan. ~Toda situación generalizada se vincula a umi serie ele formas de conducta que presentan muchos aspectos en comú;~. Por otra parte, es lo más frecuente que las variantes de dicha serie caigan dentro de ciertos límites fáciles de reconocer y que pueden haber quedado esta­blecidos por consideraciones de orden puramente prác­tico. Éste es el caso de la cestería, en que sólo hay pocas maneras de hacer el tejido en espiral. Pero esos límites también pueden fijarlos las sancio.nes sociales, segÚ:il

CONCEPTO !)E LA CULTURA 57 ..-puede verse en el hecho de que toda sociedad· cuen fa con determinadas técnicas para la celebración del ma­trimonio o para aproximarse al superior para pedirle un favor, y que en ambos casos el comportamiento que se aparte del normal no obtendrá los resultados apete­cidos. Este hecho es reconocido tácitamente por los miembros ele la sociedad. La conducta que se mantenga dentro de los límites de la eficacia se considerará como normal, pero aquella que se exceda se tendrá por ridí­cula y con frecuencia reprensible.

Esta variabilidad de bs respuestas normales ante determinada situación puede considerase como una pau­ta dentro· ele la cultura real, y a la inversa, esta última puede concebirse como una configuración compuesta de un gran número de pautas que en mayor o menor grado están mutuamente ajustadas y relacionadas entre sí desde el punto de vista funcional. Importa recordar que una pauta de la cultura real no es una forma sin­gular de la conducta, sino toda una serie de formas de conducta que varían dentro de ciertos límites.

·iLa variabilidad de la conducta en toda cultura real presenta un serio problema, incluso en el caso de tener que hacer su simple descripción. Claro es que no se pueden describir todas las formas de conducta que jun­tas c~nstituyen la cultura, ni es posible present~r toda la sene de formas de conducta que constituyen las res­puestas normales a cada una ele las situaciones que pue­den hacer reaccionar a los miembros de una sociedad. El investigador se ve precisado a presentar una constmc­ción cultural tanto para dar un cuadro comprensible de una cultura como para manejar los datos culturales. Establece el modo 1 de la limitada serie de variaciones

1 En toda serie estadística, el modo corresponde a aquel punto de la serie en que se concentra el mayor nítmero de las frecuen~ cias. El modo, por consiguiente, representa lo tipico de la serie. En cuanto a las pautas culturales, el autor considera que como cada una de e1las muestra cierta elasticidad en cuanto a su práctica, aquella forma más frecuente de practicarla, su modo estadístico, puede dew

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'.)

1 '

58 CULTURA Y PERSONALIDAD

que están comprendidas en cada una ele las pautas cul­turales reales y entonces utiliza este modo como símbolo ele pauta cultural real. Por consiguiente, si el investi­gador encuentra que los miembros de determinada so­cieda~l tienen el h<íbito ele acostarse entre las ocho y Ias diez, pero que el modo para su serie ele casos cae en las nueve y cuarto, entonces dirá que el hecho ele acostarse a las nueve y cuarto es una ele las pautas de la cultura que estudw, pues este pnn to modal puede con­Siderarse como una fJ(IJlta cultural teórica. ALa totalidad ele la construcción cultural se establece combinando todas las pautas culturales teóricas que en esa forma se han desarrollado, y en gran parte mantiene con la cul­tura real la misma relación que las pautas construidas con las reales. Aunque la cultura construida en ningún punto t~nga una exacta correspondencia con la real, sí proporci~n_a una apr~ximación, breve y conveniente, de las condiciOnes clommantes en la cultura real. La ex­periencia ha demostrado que a base de semejantes cons­trncciones no sólo es posible estudiar la estructura ele las culturas reales y las relaciones recíprocas de sus pantas componentes, sino también predecir con bastante proba­biltclaclla conducta ele los miembros ele una sociedad en situaciones diversas. Las construcciones culturales no son _m;ís que simples instrumentos indispensables al in­vestigador, y cuya creación la justifica su utilidad.

Resumiendo, I_;¡. cultuw JSil está formada por ]a suma total ele _las formas ele conducta que comparten y que han temdo que aprender Jos miembros ele una socie­dad. Un~ !Jauta cultural re~¡ representa una vmiabi- · helad limitada de las formas ele conducta dentro ele la que normalmente quedarán comprendidas las respues­nominarsc paut:1 cultural construida. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que una pauta cultural es teórica por hacer abstracción de las ~ariantes que no corresponden al modo estadístico,' pero que en realidad corresponde a 1a forma l~pica o rnás frecuente de cumplir~ la. La pauta cultural real, en cambio, comprende todas ]as variantes que la pauta puede presentar en cuanto a su pr:íctica. [":f.]

CONCEPTO DE LA CULTURA 59 tas ele los miembros ele una sociedad a una situación determinada./' Así, los individuos pueden compo_rtarse ele diferente manera sin salirse ele la pauta cultural rcc1!. Una jJ[I_Hta cultural t!!Órica o construida corresponde <11 modo ele las variaciones dentro de um. norma cultural reaL Una vez bien entendidos cstm conceptos f,ícil es resolver la mayor parte de las dificultades q_ue . se hallan al relacionar ln experiencia y la conducta mdlVl­clualcs con los elatos culturales presen lados en forma

modal. Al considerar las condiciones en que se efectúa el

desarrollo individual, salbi a la vista el valor ele las pau­tas culturales teóricas cuando se

1 trata ele rcsmmr las

influencias ambientnlcs que im11ortan para la forma­ción ele la pcrsonalich1d.y. Por lo general, todo ser hu­mano se desarrolla v actúa como miembro ele grupos organiznclos que participan de un "habitat"_ común, ele ]o que se deduce que la mayor parte, del m, echo _'m;b_~.ent~ con el que se encuentra, en rclacwn reciproca est.I Ic

presentado por los clemas mdn:Icluos o por los ob¡c­tos fabricados por ellos. Este hecho es ¡;artJcularmentc cierto respecto a bs primeras fases del Ciclo ele la :•Ida, cuando se colocaron los cimientos del desarrollo ele la personalidad. El cuidado ck los adultos interp01:c una barrera entre los niüos y b Imwor parte del mcc!JO _am­biente mltnral de su socicclacl, como el niño csqmmal que ac01noclaclo en la "parka" cl,e su madre ~e siente poco afectado por la temperatura _mtica. ~'In~hJ,~nmJs, el~ ]as pnmeras expenencias del mcltviduo s.c clcinan ele Ll conducta ele otras personas cerca ele el, como en_ el caso ele las técnicas del adulto para atender al ~1_no, o las respuestas del adulto· ante la conduct': de la n_mc:. Pero esa conducta también puede estar onentada hacia los fines deseados por el niño mismo, lo qnc hace que éste la observe e imite. En ambos casos la conduct<I ele

los demás suministra experiencias al niño a expensas . -.· 1 ltl! de las cnalcs forma sus propias pautas e e conc uc ·a. ~e

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¡.,. ~':

CONCEPTO DE LA CULTURA 61 alrededor de las doce y media, sería muy semejante .a la adquirida por hacerlo invariablemente a esta hora.

60 CULTURA Y PERSONALIDAD !: este modo, en nuestra sociedad, la desaprobación de los~· adultos cuando el niño come con los dedos le hace!' abandonar pronto la costumbre, al mismo tiempo que observa en los mayores ciertas formas de obrar. Esto , le provee de las pautas qilturales que después pone en práctica, tal vez privadamente.

La mayoría de los acontecimientos de consecuencias

Pero es preciso añadir en seguida que esto no impli­ca .que los resultados del contacto con una pauta de la cultura re~] sean Jos mismos para todos los individuos, porque existen abundantes pruebas de que no es así.

~.La experiencia de todo sujeto al participar en una situa-

d maderas en la formación de la personalidad son del tipo de repetición. ~~j IJJ1 episodio inusitado y violento es capaz de provocar resultados traumáticos, la esencia del desarrollo de la personalidad, como la de las for­mas de instrucción más directa e inmediatas, está en ' la repetición de determinados estímulos y de las formas de conducta que constituyen para ellos las respuestas · adecuadas.¡ Bajo las condiciones normales de la vida social, la mayor parte de los estímulos externos a Jos l.·

que el niño responde tiene por origen la conducta de ·· otros individuos, y aunque ésta nunca sea la misma en dos ocasiones, casi siempre sus variantes corresponde· . rán a una u otra de aquella limitada serie de formas de conducta que, como ya se dijo, constituyen las pautas¡ de la cultura real. .,,Por otra parte, parece haber una ' estrecha correlación entre el modo de las variantes de la conducta de la serie mencionada y el tipo de expe· ricncia que e] individuo obtiene por sus contactos con personas que actúan dentro de la serie, es decir, de la pa¡1ta cultural real. En otras palabras, respecto a sus efectos sobre el individuo, las diversas formas de con­ducta de una pauta cultural representan lo que en física . se llama fenómenos convergentes a la larga, sus dife. · rencias tienden a anularse, de nwdo que su resultado cumulativo en la formación de la personalidad es muy semejante al que se produciría por la repetición de un· solo género de conducta1 que estuviera situado en el ' punto modal de la serie que constituye la pauta. En·· consecuencia, la experiencia derivada del hecho de co- . mer entre las doce y la una, pero con más frecuencia ,

ción dada, no sólo se ve influida por la situación en sí, sino también por sus propias capacidades y percep­ciones. Así, un:;¡ pauta cultural, según la cual un mu­chacho no debe dejar que falte leña, no producirá el mis:no tipo de experiencia si es fuerte y activo que si es débil y enfermizo. Para un niño a quien se le ha incul­cado que Jos gitanos son robachicos, la presencia de uno de ellos tendrá un significado totalmente distinto a] de otro que ignore ese rasgo folklórico. Pero incluso en a9uellos casos en que la situación externa se pueda considerar como constante, estos factores individuales producen resultados diferentes, según la persona de que se trate.

Puesto que unaY ~.QD!ib:UL'ción cultml es la suma de los modos de las diversas pautas que componen una ~ul~ura real, y puesto_ que el modo ele cada pauta está mbmamente correlacwnado con el tipo de experien­cia que los individuos obtienen de los contactos con ella se deduce que tal construcción cultural puede utili~ za~se para resumir el ~edio so~io-cultural del que los miembros de toda sociedad denvan el conjunto de su <:J'periencia .. Aunque a los miembros de una sociedad no les sea posible tener experiencias originales de todas las pautas de su cultura, todos ellos entrarán en con­tacto con muchas pautas iguales. Estas pautas, tal como están representadas en la construcción cultural, pueden considerarse como constantes en el estudio de la forma­ción de la personalidad. Proporciona el trasfondo uni­forme por referencia al cual pueden estudiarse y com­pararse las diversas respuestas y las configuraciones de

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62 CULTlJHA y PERSONALIDAD

la personalidad de los miembros ¡ para los estudios ele !n 'Jersonalicl· ~e una sociedad,, y d1spensable establecer di~·ha b·• ·; es una ayuda m­renc¡a estable "se como punto de refe-

Un ejemplo concreto aclar r' . : ¡ . , tre las pautas cultural ¡ a a mas a relacwn en-miembros de u

11a so',.~=dyl '1 expenencia común de los -1e ac en p·1rt1c ¡ e•

que en una sociedad 11 . · ~ .u ar., l:tupongarnos debe alimentar a los na! una pauta segun la cuai se hacerlo más due 'en ese ~~:~s Siempre que !]oren, y no cha pauta cultural uc ;;~o. Dadas las v~na~Jtes de di­cías de la \'!'da el' q . duda producu>In las exige11

• ' ' wn·J se ¡ ¡ f · · los miemb el " '' . Juec e a Irmar que no todos

mentados ~fsllo~1restSii~O~Ietad han de haber sido ali­ocasiones todos ]

0' h·Jbr: rn ~alrgo, e;1 la mayoría de las ' an SIC o scrrun ¡.¡ . t d el

como resultado que a todos 5 .¡ { b'. pan a, an o , oportunidades para hacer d;lc es lan rn:dado muchas • ta para satisfacer el hambre lld~to la pnmcrü respues­tendrán mucho de COl~JÚn ,

1' ¡~or ·~que sus exp:-riencias .

del funcionamiento ¡ 1

' pes,¡¡ e toda la vambilidacl · el' 'el e e a pauta v de sus d'f · m IV! uales .. A este res ecto ; . , . 1 ·crcncias una sociedad se J'JrCC. r,P ' todos los Imcmbros de que se parezcan ~·los eck1 a\J~~~ho más en.tre sí que lo la pauta para aliment-Jr ·¡ lo~ 1.: otra sociedad en que tamente trazada, )' e¡; ],; qt~e 111;1~; se encuentre estríe­cuenta o, por el contrario se- e t~ntdo no se tome en L , a cas 1ga 0

·i as ~onstrucciones cultmales e 1 • . d· • personalidad, no sir"eiJ so' lo ar·¡' en e estu 10 de la b · · P· r '''tmm ] e]'

¡ente socio-cultural· tamb', . ' el ' e me 10 am-nosis de la ¡JersonaÍicJ,nd .Iell] .tydu an mucho en la diag-

'cl ' " 111c lVJ tnl Toe!· . t trm a representa el modo d 1 f' · ,¡ p.1u ·a cons-una serie de · el' 'd e as armas de conducb de

1 111 lVI u os respecto a un 't . '

Ja!lará que aunque 1 a Sl W\C!O.n, V se

d 1 ' ' norma mente todas h. . ·

e. a conducta de un individuo e t; l ' . 's va nantes bJIIdad de la norma cultu 1 . sien e enrro de la var.Ja-

d , .

1 ra rea ¡aro vez c·,¡·r' .

eran a a totalidad de , : ~ :- . " .t. espon-parte de ella, y es posibl esta 'a,lnabihdacl: Sc_rú;< una e que e modo mciivic!ual en

CONCEPTO DE LA CULTURA 63 este sector difiera considerablemente del de la pauta cultural en su conjunto. >:La diferencia existente entre este modo individual y la pauta cultural construida re­flejará el compromiso que todo individuo tiene que es­tablecer entre las pautas culturales de su sociedad y sus propias inclinaciones. Dichas desviaciones individua­les, si no aparecen más que en unas cuantas pautas, no son de gran importancia para la diagnosis de la perso­nalidad. Por consiguie.nte, si la pauta indica que un sujeto debe hacer grandes y frecuentes regalos a su sue­gro, y en realidad le da lo menos que puede, eso no significará otra cosa sino que le desagrada su suegro' o que tiene ya pensada la ruptura de su matrimonio. Sin embargo, si el modo de los diversos campos ele va­riabilidad de la conducta de un individuo se desplaza mucho con respecto a una gran serie ele pautas cons· truidas, es de suponer que la dirección de este desplaza­miento refleje alguna cualidád especial del individuo. Así, si el sujeto antes mencionado no .. sólo esquiva sus obligaciones con su suegro, sino también en la mayor parte de las demás situaciones que requieren gastos, po· demos estar seguros de que se trata de un avaro. En efecto, en la opinión que diariamente nos formamos de la personalidad de los demás, utilizamos constan te­mente este factor de la desviación del modo de las pau­tas culturales, aunque esta utilización se efectúe ele una manera inconsciente. No expresamos las normas de conducta en términos de pautas culturales, pero sabe­mos lo que son, reconocernos en seguida las desviacio­nes, y ele acuerdo con ello clasificamos a los demás.

Pero antes de dar pm: terminado este asunto, sería bueno mencionar otro aspecto de la situación, referente a las pautas culturales . .'Además de las pautas reales y ele las pautas teóricas creadas a base de la observación y esquematización de la conducta por el investigador, toda cultura comprende cierto número de lo que pode-· mas llamar {Jautas ideales. Se trata de abstracciones

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64 CULTURA Y PERSONALIDAD

creadas por los miembros mismos d~ l~s sociedades Y que representan e~ consenso de la opmwn sol:re 1~ fo:: ma en que se deb1era comporta; la ge~te en s1tuac¡.ones especiales. Ahora bien, la cuan ha de d1chag p~utas idea­les varía considerablemente de una a otra so~1edad; Al­gunos grupos son muy conscientes de. la ex1stencw de la cuitura y propensos a hacer generahzacwnes s_obre la conducta. Sin embargo, no hay uno solo q~e mvente pautas ideales de conducta para todas }as Sltu~cwnes. Incluso en las sociedades ele cultura mas consc1e11te y de mentalidad más afecta al análisis, de vez en cuando encuentra el investigador que los informantes son total­mente incapaces ele expresar cuál sería la condu~ta ade­cuada en una situación especial, y se ven prec1sados a relatar lo que sucedió en otras ocasiones pasadas en que surgió esta situación. Esta falta de pauh;s 1deales es tanto más interesante, ya que la comparacwn de los relatos revela generalmente la presen.cia. de una. rauta cultural real con un modo de vanab1hdad facil de notar. ;:Por lo común, paree~ que las 12~utas ideales se desarrollan con más frecu_~a_eru:clacl01L..CDIL1.quell~s situaciones qu'euña sociedad considera como . de mas importancia, y particul.arn:J.el~te con las que 1mpl~:~n la acción recíproca ele mdlvKtuos colocados en postCIO·

,nes socialmente diferentes. \.··. ¡.Las pautas ideales pueden no concordar, y de hecho

ocurre así casi siempre, con las pa_utas modales o t~ó­ricas que el investigador crea m~dmntc sus observaciO­nes de la conducta real. En ctertos casos, esta falta de concordancia no refleja más que la imposibilidad de que la pauta ideal marche con la realidad ele los ~am­bios culturales. Esas pautas se basan en la 1_1;emo~¡a ?e las cosas que fueron y no en 1~ observacwn d1recra. Puede ser también que ht pauta 1deal nunca haya con­cordado en otros casos con el modo de la pauta real, sino que represente un desiderátum, un valor que se ha violado más veces que se ha cumphclo. En ambos

CONCEPTO DE LA CULTURA 65 casos, las pautas ideales ejercen cierto efecto norma­tivo, desanimando que la gente se desvíe mucho de ellas. Sin embargo, cuando dichas pautas ideales llegan a ser simples expresiones y se cristalizan totalmente, tienden a perder parte de su influencia porqu.e adquieren una eústencia independiente y en vez de representar la res­puesta adecuada a una determinada situación se trans­forman en la respuesta adecuada a una interrogación es­pecial. Hay pautas ideales como "haz bien y no mires a quien" que sobreviven como respuesta verbal frente a la memoria personal y observación diaria de lo contrario. Estas expresiones puramente verbales son pautas de la cultura real pero deben clasificarse como literatura de una sociedad y no dan más indicación de la conducta real de sus miembros que cualquier otro rasgo d~l folk­lore. Es, pues, muy de desear que quienes intenten estudiar las culturas distingan con toda claridad las construcciones culturales establecidas por ellos a base de la observación y las pautas culturales ideales que les trasmiten verbalmente los miembros de la sociedad, sin importarles la honradez y las buenas intenciones con que lo hagan.

Los lectores cuyo interés principal radique en la psicología de la personalidad considerarán seguramente que se ha consagrado demasiada amplitud al análisis del concepto de cultura. Reconocemos que gran parte de lo que se ha dicho guarda escasa relaci¡'m con las investigaciones referentes a nuestra propia sociedad y

" cultura, pero es que los tipos de conducta normál son en ellas tan bien conocidos del investigador, y tan fácil­

'( mente reconocibles las desviaciones, que no requieren puntualizar su significado. Sin embargo, cuando las

·" investigaciones rebasan este campo, relativamente es­trecho, se impone una explicación de los conceptos cul· turales.