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    1/35

    LA ILUSTRACI N Y LAS CIENCIAS

    PARA UNA HISTORIA

    DE L

    OBJETIVID D

    Josep Llufs Barona Javier Moscoso

    Juan Pimentel eds.

    UNIVERSITAT DE VALENCIA

    2003

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    2/35

    L edici6

    d aquesta obra ha comptat amb el patrocini de

    I

    GENER LIT T

    V LENCI N

    ONSELLERIA

    DE ULTURA

    I EDUsit

    legal: V-342-2003

    Impressi6: QUILES, Artes Graficas SA

    C/ Picayo,

    3

    46025 VALENCIA

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    3/35

    fNDICE

    INTRODUCCION, Josep Lluls Barona. Javier Moscoso Juan Pimentel

    .. ..

    ........ . 9

    ILUSTRACION. CIENCIA E HISTORIA

    1. De Ia historia de las ideas a Ia de las pnicti cas culturales: reflexiones

    sobre Ia historiograffa de la Ilustraci6n,

    Mc5nica

    Bolufer Peruga .

    ..

    ............... 21

    2.

    Las bases sociales de Ia Ilustraci6n, Pedro Ruiz Torres .... ....... ....... .... ..... .. 53

    3. La Ilustraci6n y Ia historia de las ciencias, Josep Llufs Barona

    ..

    . ..... ... ...

    .. ..

    ....

    ..

    . 69

    L

    DIMENSION

    PUBLIC

    DEL

    CONOCIMIENTO CIENTIFICO

    4.

    Bleu, Blanc, Rouge: el arte de Ia tintura

    y Ia

    imagen publica de los

    col ores en Ia Francia revolucionaria 1789-1814 , Agustin Nieto-Galan .... .

    91

    5. Un siglo de controversias. La medicina es panola de los novatores a Ia

    Ilustraci6n, Alvar Martinez Vidal y Jose Pardo Tomas ... .......

    ..

    ... .

    ..

    ....

    ..

    ... ....... I 07

    6. Dolor privado, sensibilidad publica, Javier Moscoso .......... . ..... . .... ............. 137

    LUGARES Y ESPACIOS DEL

    CONOCIMIENTO

    7. Popularizando Ia ciencia: el caso de Ia medicina domestica en Ia Espana

    de Ia Ilustraci6n, Enrique Perdiguero ....

    ..... ..... ..........................

    .. ...

    ...............

    155

    8. El Curso de qulmica general aplicada a las artes 1804- I 805) de Jose Maria

    San Cristobal y Josep Garriga i Buach, Jose Ramon Bertomeu Sanchez

    y Antonio Garcia Belmar ..... ..... .... .........

    ............................. ...... ......

    . 179

    L

    CIENCIA COMO

    PR CTIC

    9.

    Impostores

    y

    testigos: verosimilitud

    y

    escritura en las relaciones de viaje,

    Juan Pimentel

    .... .

    ..

    ...

    ..

    ...

    ...

    ...

    ..

    ...

    .. ..

    ...... ....... ..... ..........

    ..

    ..

    ... ..

    ...... .

    .... ............. ...

    237

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    DE LA HIS TO RIA DE LAS IDEAS A LA

    DE

    LAS PRACTICAS

    CULTURALES: REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIOGRAFfA

    DE LA

    ILUSTRACION*

    Monica Bolufer Peruga

    Universitat de Valencia

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    5/35

    MONIC BOLUFER PERUG

    cientes de que la Historia constituye un permanente dialogo del pasado con

    el

    presente que

    nos implica como intelectuales y como ciudadanos, interrogarnos sobre la Ilustraci6n nunca

    podra ser un ejercicio desapasionado, porque significa indagar en las luces y sombras

    en

    las que hun den sus raices nuestras sociedades contemponineas

    y,

    mas todavfa, en Ia matriz

    de nuestros criterios de verdad y nuestra propia subjetividad. Pero

    al mismo tiempo, el

    analisis propiamente hist6rico del pensamiento y las actitudes ilustradas obliga a dar cuen-

    ta de

    Ia discontinuidad que separa Ia sociedad del siglo xvm de Ia nuestra a partir de Ia

    profunda ruptura introducida

    porIa

    Revoluci6n francesa. Asf, el conocimiento de

    Ia

    Ilus-

    traci6n no puede ser mero reconocimiento, proyecci6n retrospectiva de aquellos rasgos

    que nos identifican, sino esfuerzo de comprensi6n de la alteridad de un mundo y una

    cultura en sus precisas coordenadas hist6ricas.

    1.

    DE

    LA CIUDAD CELESTIAL>

    DE

    LOS FILOSOFOS L PRAGMATISMO

    REFORMIST

    A:

    LA

    ILUSTR CION

    EN

    LA HISTORIA

    DE

    LAS IDEAS

    La histmiografia de

    Ia

    Ilustraci6n ha constituido, en buena medida, una busqueda de

    los orfgenes de Ia modemidad, empresa que, no obstante, se

    ha

    ido transformando en Ia

    medida en que lo hacfan los intereses y las perspectivas de los historiadores. Naci6 al calor

    del esfuerzo polftico e intelectual por defender los valores de raz6n, tolerancia, libertad e

    igualdad del avance del totalitarismo: en los irracionales af\os 1930, los intelectuales euro-

    peos hallaron reconfortante la fe ilustrada en el poder de la raz6n humana para transformar

    Ia

    sociedad y liberar al individuo de las coerciones de la costumbre y la autoridad arbitra-

    ria. En esa decada se publicaron obras fundamentales sobre Ia cultura de las Luces. Ernst

    Cassirer 1984) otorg6

    a

    pensamiento ilustrado verdadero rango filos6fico, frente a quie-

    nes lo despreciaban por carecer del rigor conceptual de los grandes sistemas metaffsicos,

    reivindicando como innovadora su forma de comprender

    Ia

    filosoffa como instrumento de

    Ia raz6n cientifica y operativa, susceptible de ser aplicada

    en

    cualquier campo. Carl Becker

    1932) apost6 por considerar

    Ia

    Ilustraci6n como

    un

    movimiento intemacional y no exclusi-

    vamente frances, cuyos representantes compartfan

    un

    proyecto global de sociedad plena-

    mente secularizada. Daniel Mornet 1988) fij6 en Ia historiograffa el vfnculo entre llustra-

    ci6n y revoluci6n, es decir,

    Ia

    responsabilidad del pensamiento ilustrado, difundido de

    arriba abajo de

    Ia

    escala social y del centro parisino a

    Ia

    periferia provincial , de forma

    acelerada en

    Ia

    segunda mitad del siglo xvm, como origen del sefsmo que arrumb6 de

    forma definitiva el Antiguo Regimen son, en gmn medida, las ideas las que han determi-

    nado

    Ia

    Revoluci6n francesa

    ).

    Por su parte, Paul Hazard 1975) situ6 los origenes de

    Ia

    Ilustraci6n en

    Ia

    crisis de

    Ia

    conc.iencia europea que entre 1680 y 1715 habria hecho temblar los fundamentos del

    pensamiento tradicional, a medida que una nueva generaci6n de intelectuales abandona-

    ban el conformismo cauteloso de Descartes en asuntos religiosos y polfticos para lanzarse

    a aplicar

    Ia

    crftica racionalista a todos los ambitos intelectuales y sociales, desde

    Ia

    filoso-

    ffa y la moral a

    Ia

    teorfa politica, el derecho y

    Ia

    ciencia.

    2

    Su obra, que modificaba el

    2. Una empresa que Hazard simboliza sobre todo en Ia figura de Pierre Bayley su ic

    omwire historique

    et critique 1697). puente entre e

    llibertinismo erudito

    del siglo

    XV

    II y

    Ia

    Ilustraci6n.

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    6/35

    DE LA HISTORIA DE LAS IDEAS A LA DE LAS PRACTICAS

    CUL

    TURALES

    enfoque cronologico mas habitual, tuvo una enorme inf1uencia, aunque trabajos posterio

    res hayan criticado

    su

    enfoque casi exclusivamente frances y su insistencia en privilegiar

    ]a lfnea cartesiana, simplificando asf

    Ia

    compleja historia intelectual del siglo xv11 Jacob,

    1987; Mesnard, 1992). En otro libro, este postumo, Hazard 1985) sistematizarfa el mun

    do intelectual de las luces en tres movimientos: uno, critico, de enfrentamiento con los

    valores religiosos que sostenfan el pensamiento tradicional el proceso del cristianis

    mo

    ,

    otro, constmctivo, de edificacion de un nuevo arden basado en principios seculares

    la ciudad de los hombres), y un tercero disgregaciones , marcado por las fisuras y

    contradicciones de ese proyecto intelectual y polftico, que explicarfan su fracaso no solo

    por la intensidad de

    Ia

    reaccion conservadora o por la superacion de las Luces en el furor

    revolucionario, sino como inevitable resultado de la heterogeneidad interna del movi

    miento. Fue esta una lfnea continuada por Peter Gay 1966 y 1969), quien, bebiendo de

    Hazard, considero

    el

    pensamiento ilustrado en su doble vertiente, critica y constmctiva,

    y lo caracterizo por su cosmopolitismo, su preocupacion por la humanidad y

    Ia

    libertad

    y,

    sobre todo, su iiTeligiosidad, heredera del paganismo antiguo y manifiesta tanto en

    Ia

    version moderada, defsta, como en Ia radical, atea.

    Con distintos matices, todas estas obras clasicas en

    Ia

    historiograffa de las Luces

    participaban de una concepcion idealista e individualista de la Historia, vinculada a la

    tradicion de Ia historia de las ideas proxima a la Filosofia, que se caracterizaba por

    centrarse de manera exclusiva en los grandes textos de la cultura occidental, relegando

    en cambio a una posicion secundaria el contexto social, politico o economico. Son obras

    que tienden a estudiar a los autores, tal como ironizarfa Michel Foucault, a modo de

    Ca-

    bezas sin cuerpo, bien mentes magistrales que representaban por sf solas el espfritu del

    tiempo o precursores aislados y adelantados a su propia epoca. Sin embargo, las aporta

    ciones de estos estudios no de ben ser infravaloradas, y ello por di versas razones: por el

    int1ujo renovador que tuvieron en su tiempo; por el interes de su continuacion actual, en

    particular en Ia

    intellectual histOI)

    anglosajona, que rehuyendo el idealismo extremo se ha

    aproximado, a traves del estudio de los conceptos y lenguajes, ala formacion de dimas de

    opinion, ideologfas y concepciones del mundo, y por el rigor y clarividencia con que el

    analisis de conceptos tan centrales y a Ia vez ambiguos y polisemicos en el pensamiento

    del siglo

    XVHI,

    como los de naturaleza Ehrard, 1970), felicidad Mauzi, 1979) o sensibili

    dad Mornet, 1933), ha desvelado Ia complejidad del pensamiento de las Luces.

    La ampliacion de los fmites geograficos fue otra de las lfneas en las que se enrique

    cieron los estudios de la Ilustracion a partir de los aflos 1930 y en especial de los 60. La

    historiograffa clasica la presentaba como un movimiento esencialmente frances, cuyas

    etapas se hacian coincidir con las sucesivas generaciones de

    philosophes:

    de los inicios,

    con Voltaire y Montesquieu, a Ia Ilustracion plena de Diderot, D Alembert y Rousseau, y

    la Ilustracion tardfa de Kant o Lessing. La irrupcion en el debate internacional de Ja

    historiografia anglosajona, especialmente estadounidense Becker, 1932; Gay, 1966-69;

    Wade, 1977), condujo a abrir el canon a los autores norteamericanos, como Jefferson y

    Franklin, y a considerar la independencia de los Estados Unidos como Ia culminacion

    practica de los ideales ilustrados. Entre los europeos,

    Ja

    obra enciclopedica de Franco

    Venturi 1969-87) sobre la Ilustracion italiana en su contexto internacional desempeflo, a

    traves de su poderosa int1uencia sobre la historiograffa dentro y fuera de su pafs, un papel

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    MONICA BOLUFER PERUGA

    fundamental en el desarrollo de una nueva perspectiva que subrayaba los rasgos particula-

    res de las Ilustraciones nacionales, de San Petersburgo a Filadelfia y de Suecia a Napoles.

    Hasta tal pun to, que el actual desarrollo del enfoque nacional (Teich y Porter, 1981) ha

    despertado ciertas inquietudes sabre el excesivo enfasis en las diferencias teJTitoriales, a

    riesgo de abandonar

    Ia

    perspectiva europea y atenuar en exceso los rasgos comunes del

    movimiento (Robertson, 1992).

    Al mismo tiempo, los historiadores desde los afios 70 vienen dedicando una mayor

    atencion a algunos temas que Ia excesiva identificacion con el modelo frances habfa oscu-

    recido o distorsionado, como las relaciones entre religion e Ilustracion, los vfnculos entre

    Ilustracion y reformismo o las amistades peligrosas entre ilustrados y gobemantes ab-

    solutos (Scott,

    1990).

    Se ha cuestionado asf el caracter irreligioso de las luces, definidas

    por

    Peter Gay 1966) como

    Ia

    epoca del ascenso del paganismo modemo o

    por

    Vovelle

    1973)

    como siglo de descristianizaci6n, que culminarfa el proceso de desencanta-

    miento del mundo (Keith Thomas) iniciado con

    Ia

    revolucion cientffica. Frente a esas

    posturas, se ha puesto de relieve que, salvo las notorias excepciones, por lo general france-

    sas o inglesas, de ilustrados adscritos a posturas defstas (al modo de Hume, Rousseau,

    Montesquieu, Voltaire) o ateas (como los materialistas D'Holbach, La Mettrie o Diderot),

    los intelectuales de las Luces mantuvieron en muchos casas convicciones cristianas. cato-

    licas o protestantes, compatibles con un anticlericalismo generalizado y una hostilidad

    hacia Ia religiosidad barroca en favor de una devocion interior y sobria (Gusdorf, 1977).

    Asf, frente a Ia corriente representada por Ia escuela de Venturi, que insiste en el caracter

    eminentemente laico del movimiento, se ha propugnado

    Ia

    existencia de una Ilustracion

    catolica (Rosa,

    1981

    ), compuesta de creyentes e incluso clerigos que pretend an conci-

    liar

    Ia

    razon y

    Ia

    crftica con

    Ia

    ortodoxia religiosa y aspiraban a

    Ia

    reforma de

    Ia

    institucion

    eclesial y las formas de devocion. En el ambito anglosajon, se ha subrayado el hecho de

    que el radicalismo intelectual y polftico ingles y norteamericano hunde profundamente

    sus rafces

    en

    el mundo de

    Ia

    disidencia religiosa, del unitarismo

    a

    cuaquerismo (Haakonsen,

    1996); asimismo, se ha reevaluado

    Ia

    pujanza en el siglo xvm de tendencias religiosas

    basadas en

    Ia

    afectividad y

    Ia

    experiencia, Intima y compartida, de

    Ia

    fe (metodismo in-

    gles, pietismo aleman, Great Awakening en las colonias inglesas de America). desde una

    perspectiva que considera

    Ia

    compleja relacion entre razon y sentimiento como un eje

    fundamental en Ia cultura de las luces.

    La apertura de los estudios hacia otros paisajes politicos y culturales en los que los

    ilustrados mantuvieron, a diferencia del caso frances, vfnculos mas estrechos con el gobier-

    no ha contribuido a sustituir el estudio de

    Ia

    Ilustracion exclusivamente como un sistema

    de pensamiento por un enfoque que pone enfasis en su vertiente reformista y pragmatica

    (Ricuperati,

    1991 .

    Asf, Ia obra de Venturi 1970) convirtio Ia dialectica entre principios

    ideales y aplicaciones practicas, entre utopia y reforma. en el nudo esencial de las Luces,

    subrayando el necesario compromiso

    e

    los ilustrados implicados en tareas de gobiemo

    con las imposiciones dictadas

    por

    las circunstancias economic as,

    Ia

    relacion con los pode-

    res monarquico y eclesial o con los cuerpos constituidos y grupos de presion social. Desde

    una perspectiva distinta, mas polftica, Furio Dfaz 1973, 1994) ha insistido tambien en

    interpretar Ia Ilustracion como un movimiento presidido por un impulso de reforma, en-

    tendida esta como proceso pragmatico e institucional de conversion desde

    Ia

    esfera de las

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    8/35

    DE L HISTORI DE L S IDE S A LA DE LAS PR CTIC S

    CULTUR LES

    ideas a

    Ia

    de los actos administrativos. Ello permitio incorporar con pleno derecho

    al

    movimiento de las Luces a aquellos territorios, como las periferias meridional, nordica y

    oriental europea, cuyas circunstancias sociales y politicas no ofrecfan las condiciones de

    posibilidad para la emergencia y expresion publica de

    un

    pensamiento radical y a aquellos

    autores cuyas aportaciones mas significativas se produjeron, mas que en el plano intelec-

    tual y teorico, en el del debate y aplicacion practica de algunos principios ilustrados.

    3

    2.

    LA HISTORIA SOCIAL DE LAS LUCES

    Las tendencias que acaban de apuntarse estuvieron relacionadas con

    Ia

    reaccion

    historiografica propia de los afios 60 y 70 contra el idealismo, individualismo y elitismo

    de

    Ia

    historia clasica de las ideas, que tuvo su principal expresion en Francia en

    Ia

    historia

    de las mentalidades o

    nouvelle histoire

    vinculada a

    Ia

    escuela

    deAnnales

    Vovelle,

    1985;

    Chartier,

    1992 .

    Se interesaba esta por Ia dimension colectiva de los aspectos mentales

    visiones del mundo, sistemas de valores sociales, representaciones colectivas), partiendo

    de

    Ia

    idea de que, en ultima instancia, estos estan influidos por lo material y no tienen

    existencia sino encarnados en pnicticas sociales. Bajo

    el

    influjo de la Socioiogfa y Ia An-

    tropologfa, adopto una concepcion ampliada de

    Ia

    cultura que

    Ia

    extendfa mas alla del

    ambito del pensamiento nftido para englobar aspectos como las actitudes ante Ia muerte

    Vovelle), el miedo Delumeau) o los sentimientos Flandrin, Aries), a cuyo estudio se

    trasladaron los enfoques metodologicos primacia de las fuentes seriales explotadas con

    metodos cuantitativos) propios del paradigma historiografico imperante en los afios 60 y

    70 y aplicados ya con anterioridad

    al

    estudio de

    Ia

    economfa y

    Ia

    organizacion social.

    La historiograffa dieciochista se implico en este viraje desarrollando un interes por

    estudiar las relaciones entre el pensamiento ilustrado y su contexto economico y social,

    que dio origen a dos lineas fundamentales de investigacion. Por una parte, trabajos sobre

    la circulacion de libros y periodicos y el contenido de las bibliotecas particulares cuyos

    limites han sido sefialados, entre otros, por Wittman, 200 1 . que intentaban identificar, a

    partir de Ia difusion de las obras ilustradas, el alcance del movimiento entre los distintos

    grupos sociales. Por otra, estudios sobre sociabilidad intelectual, encabezados por el de

    Daniel Roche

    1978

    sobre las academias provinciales francesas, que permitieron superar

    una vision de las luces restringida a los mas brillantes cfrculos parisinos y extenderla a los

    ambientes acomodados y cultos de

    Ia

    peri feria.

    La

    continuidad de estos trabajos ha recrea-

    do una rica trama de instituciones mas o menos formales: sociedades cultas, literarias o

    filosoficas salones, tertulias y academias) , agrarias y tecnicas, polfticas cafes y clubes),

    de lectura asociaciones de lectores y bibliotecas de prestamo) o clandestinas logias

    masonicas), desigualmente repartidas por Europa. Pese a sus grandes diferencias, todas

    representaban de algun modo, en sus declaraciones, sus normas y sus practicas, los valores

    3.

    En

    esta lfnea se inscribe, por ejemplo, Ia prolongada controversia historiografica, recientemente

    revitalizada, sobre Ia existencia de una llustraci6n hispanica

    y

    sobre sus rasgos especfficos, en Ia que no podemos

    detenernos aquf.

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    MONIC BOLUFER PERUG

    y principios de las Luces, especialmente la sociabilidad, que se consideraba una tendencia

    innata a los humanos y un signo inexcusable de civilizaci6n y refinamiento:

    Por otra parte, otros historiadores que en los afios 70 trabajaban, en un cierto aisla-

    miento, con enfoques distintos a los de

    Ia

    metodologfa cuantitativa entonces dominante

    contribuyeron a descubrir que el siglo de la raz6n fue tambien

    el

    de Ia construcci6n de la

    modema privacidad sentimental. Asf, Philippe Aries ( 1987) abri6 una fertil vfa de aproxi-

    maci6n a la cultura ilustrada, lade Ia historia de los sentimientos y las actitudes familia-

    res, que serfa frecuentada con el tiempo por una nueva generaci6n de historiadores, desde

    un enfoque ahora crftico hacia muchos de los planteamientos iniciales, como el que asume

    Ia intrfnseca naturalidad (en suma, ahistoricidad) de los afectos humanos.

    Un impacto mas inmediato tuvo sobre la historiograffa de las Luces la obra desarro-

    llada desde los afios 70 por otro historiador, en este caso anglosaj6n, Robert Darnton, que

    asimil6

    Ia

    influencia de

    Ia

    sociologfa de Pierre Bourdieu y

    Ia

    antropologfa cultural de

    Clifford Geertz.

    5

    Dam on fue uno de los primeros en interesarse por las condiciones mate-

    riales de producci6n, difusi6n y circulaci6n de la obra literaria, en su celebre estudio del

    proceso de edici6n, impresi6n y distribuci6n de Ia Encyclopedic (Darnton, 1979), asi como

    en subrayar que

    Ia

    Ilustraci6n debe enmarcarse en el contexto de la organizaci6n de

    Ia

    actividad intelectual propia del Antigua Regimen, caracterizada, como toda la estructura

    social de

    Ia

    epoca, por los mecanismos del privilegio y el patronazgo. Deese modo, sus

    trabajos han puesto de relieve que, junto a los philosophes, instal ados en los cfrculos de Ia

    alta sociabilidad intelectual y mundana (salones y academias oficiales), donde gozaban de

    fama y reconocimiento, proliferaron los autores de segunda fila Grub street writers o

    boheme litteraire) que malvivfan de sus ocupaciones literarias, entre elias

    Ia

    publicaci6n

    de los populares livres philosophiques (obras ilustradas, pero tambien folletos escandalo-

    sos y pomograficos y satiras politicas).

    El resentimiento acumulado por estos contra

    Ia

    jerarqufa de Ia republica de las letras, en opinion de Damton, aliment6 su sentimiento

    de injusticia y su denuncia del sistema

    de

    privilegios propio del Antigua Regimen, llevan-

    do a muchos de ellos a abrazar

    Ia

    revoluci6n.

    Darnton defiende una historia que, en Iugar de considerar a los autores meras cabe-

    zas pensantes, los situa en su contexto social, el mundo de poder y prestigio en el que se

    4. Mas recientemente, Danie l Gordon (1994) ha llevado este argumento al terreno polftico, conside-

    rando

    que

    ese ideal y practica de sociabilidad constitufa para los ilustrados franceses un mecanismo

    que

    permitfa expresar opiniones sin poner en peligro el orden y Ia estabilidad polftica, yen este senti

    dolo

    contra-

    pan fan al desorden del sistema ingles, basado en Ia existencia de partidos y el debate y confrontaci6n electo-

    ral. Una vision sintetica del significado de Ia sociabilidad en

    el

    pensamiento yen las pnicticas de relaci6n del

    siglo

    XVIII

    Ia ofrece el artfculo de

    Dena

    Goodman

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    10/35

    DE LA HISTORIA DE LAS IDEAS A LA DE LAS PRACTICAS

    CULTUR LES

    desenvolvfan sus carreras y su produccion intelectual y, al mismo tiempo, se ha interesado

    tambien por el otro extrema de la cadena de transmision cultural, mostrando las formas

    individuales y creativas en que los lectores de un filosofo como Rousseau incorporaban lo

    lefdo a sus vidas Damton. 1998: 280, y 1987). En ambos sentidos, su modo de entender la

    historia social de Ia Ilustracion le distancia de Ia historia intelectual, pero tambien de la

    historia de las mentalidades al modo frances, con la que no comparte lo que considera el

    interes excesivo porIa cuantificacion de la cultura y l menosprecio del elemento simbo

    lico en las relaciones sociales Damton, 1987: 261).

    Por

    ello su obra, muy polemica, ha

    sido blanco tanto de crfticas que tachan de materialista su vision de Ia cultura como de

    otras de orientacion postmodema que desaprueban, por razones opuestas, su populismo

    y excesivo apego a lo real. Frente a quienes consideran incompatibles y mutuamente

    excluyentes las motivaciones y condicionamientos materiales vinculados al mercado del

    Jibro y sus vicisitudes) y las convicciones ideologicas, su coexistencia y relacion son, en

    cambia, para el una clave imprescindible del analisis historico. Comparte asf la reaccion

    de muchos historiadores actuales contra lo que consideran el nuevo idealismo del analisis

    de los discursos, que a su juicio amcnaza con llevar demasiado lejos las aportaciones del

    llamado giro lingi.ifstico de la Historia y las Ciencias Sociales. Deese modo, la historia

    social de las Luces tal como Damton Ia entiende y la practica constituye una apucsta

    explfcita frente a Ia tendencia a transportar a los filosofos a un mundo compuesto solo de

    discursos y lenguajes, que se aproxima, bajo un ropaje nuevo, a Ia abstraccion de la clasica

    historia de las ideas, amante de recrear, como en su dfa lo hiciera Carl Becker 1932), la

    ciudad celestial de los filosofos ilustrados.

    3. LAS NUEVAS FORMAS DE LA HISTORIA SOCIOCULTURAL

    La obra de Damton representa la evolucion que, desde la clasica historia de las

    ideas, pasando por la historia de las mentalidades que aspiro a sustituirla, ha llevado

    hasta las nuevas formas de aproximacion historica a los fenomenos culturales, que inclu

    yen la historia sociocultural britanica, Ia historia de las representaciones francesa o los

    ultimos desarrollos de Ia intellectu l history anglosajona Hunt, 1990; Chartier, 1992;

    Burke, 2000). Frente

    al

    uso de fuentes seriales y Ia cuantificacion, estas corrientes optan

    por analisis en detalle con enfoques fundamentalmente cualitativos. Rechazan la existen

    cia de correspondencias predeterminadas entre divisiones culturales y divisiones sociales

    basadas en el estamento o la fortuna, poniendo asf en cuestion dicotomfas como la estable

    cida entre cultura popular y cultura de elite.

    Y,

    sobre todo, niegan Ia idea de una de

    terminacion ultima de lo mental por lo social que subyacfa a Ia

    historia de las mentalida

    des. Lo fundamental en estas perspectivas es buscar una articulacion mas compleja entre

    discursos y practicas, partiendo de la idea de que la cultura no es simplemente uno de los

    niveles de la actividad humana superpuesto a lo economico y lo social, tal como preten

    dfa la nouvelle histoire

    ,

    sino un con unto de practicas de produccion de significado, el

    filtro a traves del

    cuallos

    individuos y los grupos interpretan y organizan el mundo.

    En esa linea se inscriben, por ejemplo, las obras de Roger Chartier 1992, 1995,

    2000), entre las que cabe destacar, por su impacto historiografico, su libra sobre los orfge-

    27

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    11/35

    MONICA BOLUF

    ER

    PERUGA

    nes culturales de la revolucion francesa. En el, Chartier trato de desatar el vinculo finalista

    establecido entre Ilustracion y revolucion. y sobre todo, desde el punto de vista teorico y

    metodologico. de subrayar el cambio de perspectiva que implica abordar esa relacion

    desde los planteamientos de la historia sociocultural. Se sumaba asf

    ala

    critica, frecuente

    en los estudios de los ultimos tiempos, contra la lectura teleologica de las Luces y de todo

    el siglo xvm, que solo lo comprende a partir de su desenlace obligado

    la

    Revolucion- y

    no examina de

    i

    sino aquello que conduce a este fin

    C h a ~ t i e r ,

    1995: 17), subrayando, por

    el contrario. que fueron los propios revolucionarios quienes, al elegir y reivindicar como

    sus ancestros a algunos de los filosofos del siglo xvm Voltaire, Rousseau. Mably, Buffon,

    Raynal...), construyeron una filiacion que serfa retomada por liberales y conservadores del

    siglo

    XIX.

    Contra la idea, contenida en

    Ia

    obra de Daniel Momet, de que los libros puedan

    hacer

    Ia

    revolucion compartida implfcitamente tambien por Damton, aunque este privi

    legie la intluencia de los escritores mas radicales y desarraigados, los Rousseau des

    ruiseaux, sobre Ia de los philosophes ,

    7

    Chartier afirma que hasta las innovaciones con

    ceptuales mas poderosas y mas singulares se insertan en determinaciones colectivas que,

    sin llegar a los pensamientos claros, regulan y rigen las construcciones intelectuales.

    Desde ese enfoque, atribuir orfgenes culturales

    ala

    Revolucion noes en modo alguno

    establecer sus causas, sino mas bien situar algunas de las condiciones que la hicieron

    posible, posible porque pensable Chartier, 1995: 14 .

    Entre esas condiciones de posibilidad, Chartier incluye un conjunto de factores cul

    turales y politicos: la desacralizacion de la monarqufa de la

    cualla

    circulacion de lite

    ratura filosofica y escandalosa crftica con el absolutismo regio serfa mas consecuencia que

    causa), la formacion de la opinion publica, culta y popular, como un tribunal

    al

    que los

    distintos sectores politicos enfrentados poder monarquico, resistencia parlamentaria,

    jansenistas, philosophes apelaban y trataban de ganar para su causa, y. en el trasfondo de

    todo ello, los cambios culturales propiciados por una circulacion mas amplia y libre de los

    impresos y por el desarrollo de habitos mas desenvueltos y descrefdos de relacion con la

    palabra escrita. No se trata, pues, solo de documentar Ia proliferacion de nuevas formas de

    sociabilidad y comunicacion, sino, por una parte. de reconocerles una dinamica propia, en

    Iugar de considerarlas unicamente desde el punto de vista de

    Ia

    ideologia que recogen o

    transmiten,

    y,

    por otra, de abrir el espectro de las practicas a tomar en cuenta por el histo

    riador: no solo los pensamientos claros y elaborados, sino tambien las representaciones

    inmediatas e incorporadas. no solo los compromisos voluntarios y razonados, sino tam

    bien las pertenencias automaticas y obligadas Chartier, 1995: 18). El anal isis de Chartier

    evacua asf el significado del propio concepto de Ilustracion un termino, de hecho, rara

    mente evocado en su obra) para disolverlo en un conjunto de transformaciones a largo

    plazo en las practicas culturales de lectura, escritura, produccion y circulacion de los

    libros y sociabilidad). Sus propios trabajos se han centrado fundamental mente en la histo

    ria del libro y la lectura, sustituyendo Ia primacfa del analisis social por su comprension

    como fenomenos culturales, y el estudio cuantitativo y economico por el de las formas de

    lectura como modos de consumo individual, y no solo colectivo.

    7. Juego de palabras irreproducible en castellano los Rousseau del arroyo

    .

    28

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    DE

    LA HISTORIA

    DE

    LAS IDEAS A LA

    DE

    LAS

    PR CTIC S

    CULTUR LES

    Tam bien Ia historiadora norteamericana Dena Goodman 1994 pretendio en su obra

    sobre Ia Tlustracion francesa construir. frente a aproximaciones de canicter exclusivamen-

    te intelectual. una historia cultural del movimiento ilustrado como el conjunto de reglas,

    principios y practicas que informaban Ia republica de las letras en el siglo xvw, a Ia vez

    que incorporar las preocupaciones teoricas y aportaciones analfticas surgidas de la historia

    de las mujeres. Su

    an>desarrollado por JUrgen

    Habermas en 1962, y que se apoyaba, a su vez, en

    Ia

    vision de Reinhard Koselleck 1959;

    8. En este sentido, en el capitulo 4 de su libro. Goodman realiza una crftica de los fundamentos y

    aportaciones de los trabajos de Roche , Darnton o Chartier.

    29

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    MONICA BOLUFER

    PERUGA

    1988) sobre la patogenesis de la sociedad moderna. Habermas establecio la aparicion

    en el siglo XVIII de una esfera publica polftica caracterizada por constituir un espacio de

    discusion y de crftica sustraido a la influencia del Estado, es decir, un ambito publico que

    no se identificaba con el gobiemo y la corte, sino con

    ellibre

    ejercicio de la c1itica, en el

    sentido kantiano, y cuya emergencia como un contrapoder constituirfa una garantfa de

    transparencia y participacion polftica en las democracias modemas. Se trataba, en la vi

    sion de Habermas, de un ambito burgues, diferenciado tanto de

    Ia

    corte absolutista,

    donde imperaba

    Ia

    opacidad en el juego politico, como del pueblo, que no gozaba de ac

    ceso al debate crftico. Sus manifestaciones fueron los nuevos espacios de asociacion libre

    como los clubes o

    coffee houses

    ingleses) y los medios de comunicaci6n peri6dicos,

    li

    belos, caricaturas) en los que se ejercfa la crftica de las instituciones. Y su constituci6n

    serfa paralela, segun otros historiadores, a Ia del publico cultivado como arbitro considera

    do competente para juzgar en materia de gusto literario o artistico, a traves de las institu

    ciones propias de

    Ia

    republica de las letras y de los salones de pintura, que fueron progre

    sivamente liberando a artistas y escritores de

    Ia

    dependencia exclusiva de los mecanismos

    del patronazgo: como el publico de las obras literarias o artfsticas,

    Ia

    opini6n publica

    polftica fue considerada ala vez como una voz a escuchar o un tribunal dotado de poder

    y como un sector a convencer por los intelectuales o los gobiemos.

    9

    Los planteamientos de Habermas han hecho gran fortuna en la historiograffa, en

    particular anglosajona, a partir de su tardia traducci6n al frances en 1978,

    al

    ingles y a

    caste llano en 1989 y 1990 respectivamente

    ).

    En el contexto de crisis de los estructuralismos

    y de renovado

    in

    teres por los aspectos culturales propios de la His to ria en los afios 80 y 90,

    su propuesta ofrecfa una concepci6n de la polftica ampliada con respecto a los enfoques

    tradicionales que la limitaban

    aljuego

    cortesano o partidista,

    ala

    vez que sugerfa una for

    ma de relacionar los cambios culturales del xvm con las transformaciones en las condicio

    nes materiales producidas en

    Ia

    epoca, partiendo de Ia teorfa marxista pero tratando de

    evitar todo determinismo. Su tesis ha inspirado una profusi6n de estudios hist6ricos sobre

    los espacios y mecanismos de la opini6n publica Chartier, 1995 y 2000), las practicas de

    sociabilidad en particular los clubes y cafes ingleses

    -Cowan 2001-

    pero tambien los

    salones franceses -Goodman 1992 y 1994), la prensa y los medios de comunicacion

    Censer, 1994; Urzainqui, 1995) o

    Ia

    actividad

    pol

    ftica en Ia Europa del siglo xvm Hellmuth,

    1990; Baker, 1993 ), La asimilaci6n de Ia teorfa habermasiana ha llevado incluso a abusar

    indiscriminadamente del concepto de esfera publica hasta

    el

    punto de vaciarlo de conte

    nido te6rico y de diluir su especffico significado historico, tal como ha analizado con

    agudeza Brian Cowan 200 I), pero tambien ha estimulado el desarrollo de perspectivas

    crfticas. Entre estas ultimas destacan las que sefialan el canicter idealista y abstracto del

    concepto

    h b e r m s i ~ m o

    de esfera publica, que olvida que las condiciones de intercam

    bio y discusi6n no son igualitarias, sino que configuran espacios de reunion y debate res

    trictivos y excluyentes, y las que rechazan

    su

    exclusiva identificaci6n con Ia sociabilidad

    supuestamente democratica, aunque en realidad masculina y elitista) de los clubes y cafes.

    9. De

    ahf Ia expresi6n. habitual en Ia epoca. de

    Baker, 1993). Cha11ier cita a

    respecto un discurso de Malesherbes an te Ia Academia frances a en 1775: Se ha erigido un tribunal indepen

    diente

    de

    todos los poderes a

    que

    todos los poderes respetan, que aprecia el talento,

    que

    dictamina acerca de

    todas las personas de merito Chartier, 1995: 43-44) .

    30

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    14/35

    DE LA HISTORIA DE LAS IDEAS A LA DE LAS PRACTICAS

    CUL

    TUR LES

    En este sentido, se ha subrayado

    Ia

    existencia, dentro de la propia cultura politica del

    Antigua Regimen, de mecanismos que permitfan Ia expresion de la disidencia y la crftica

    con respecto a las acciones del gobiemo, algunos de los cuales cobraron nuevo vigor y

    significado

    en

    el siglo xvm, pero que

    no

    pueden identificarse sin mas con la Ilustracion o

    englobarse en Ia esfera publica burguesa de Habermas. Arlette Farge 1993) ha exami-

    nado los mecanismos del rumor en el siglo

    XVIII

    y en particular el papel que las palabras

    sueltas, las expresiones espontaneas, captadas al vuelo por los informadores de la policfa

    y a veces castigadas en los tribunales, ejercieron en

    el

    proceso de desacralizacion de

    Ia

    monarqufa. Tambien Carla Hesse 200 I) ha analizado la retorica popular de las vendedo-

    ras de Paris y los rituales y sfmbolos que a traves de elias expresaban la lealtad del pueblo

    frances a su rey, documentando un alejamiento insensible respecto de la institucion mo-

    narquica que conducirfa

    al

    protagonismo de las vendedoras de les ailes en las

    jomadas

    revolucionarias. Por su parte, Sarah Maza 1993), en su estudio sobre las memoires

    judiciaires, escritos de los abogados que daban a conocer al publico los casos judiciales,

    ha mostrado como escandalos privados se revestfan de

    un

    significado y una intencionalidad

    crftica de caracter politico y social, para censurar Ia depravacion de la nobleza o

    Ia

    tiranfa

    monarquica, en una politizacion de lo privado que alcanzarfa

    su

    maximo exponente en

    Ia literatura libertina y escandalosa dirigida contra

    Ia

    corte yen especial en Ia denigracion

    revolucionaria de la figura de Marfa Antonieta.

    Por otro lado, Ia obra de Joan Landes 1988) abrio en la historiograffa norteamerica-

    na un intenso debate a proposito del significado de la participacion de las mujeres en Ia

    vida intelectual y polftica del Antigua Regimen y de su exclusion con

    Ia

    revoluci6n. Par-

    tiendo de las categorfas de Habermas, Landes contrapone la cultura de los salones, que

    considera espacios sociales situados, como Ia corte, dentro de la esfera publica absolutis-

    ta, a Ia ideologfa rousseauniana favorable a una estricta separacion de esferas y de pape-

    les para cada sexo, que toma como representativa del pensamiento de la Ilustracion. Asf

    pues,

    Ia

    revolucion, llevando a Ia practica los principios ilustrados y rousseaunianos, ha-

    brfa excluido a las mujeres del espacio publico, por oposicion a

    su

    participacion en Ia

    cultura polftica del Antigua Regimen. Esta lectura ha sido criticada como excesivamente

    reduccionista, en la medida en que identifica

    Ia

    revolucion con las Luces, y estas a

    su

    vez

    de forma casi exclusiva con el pensamiento de Rousseau, un error historico que conduce a

    afirmar que la esfera publica burguesa constitufa por esencia un espacio y un proyecto exclu-

    yente , obviando asf todo

    el

    intenso debate ilustrado sobre los espacios y responsabilidades

    de los sexos e imponiendo una categorizacion excesivamente rfgida y homogenea sobre

    Ia

    diversidad de las formas de sociabilidad y actividad polftica en los siglos xvm y XIX.

    Los estudios actuales tienden, por el contrario, a abandonar una lectura lineal de Ia

    progresiva exclusion femenina de lo publico en favor de visiones mas matizadas. El resul-

    tado son analisis que, por una parte, tienen en cuenta que Ia dicotomfa publico/privado no

    constituye una oposicion fija cargada de

    un

    unico significado, sino un contraste dinamico,

    cuyos terminus revistieron sentidos diversos a lo largo del tiempo e incluso en el mismo

    momenta historico: asf, lo publico se identificaba en el siglo xvm tanto con

    lo

    politico

    como con el ambito de Ia sociabilidad amplia o anonima, contrapuesta

    ala

    vida domesti-

    ca o a las relaciones en un cfrculo escogido, o con

    el

    mercado, regido por las leyes de los in-

    tercambios comerciales Davidoff, 1995; Morant y Bolufer, 1998b). Por otra parte, los

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    MONIC

    BOLUFER

    PERUG

    nuevos estudios no pierden de vista que las vidas de hombres y mujeres nose ajustaban a

    lfmites nftidos entre publico y privado, sino que comprendian ambitos diferenciados en

    funcion del sexo, pero tambien espacios comunes, aunque ocupados de formas diversas y

    con distintas connotaciones simbolicas: no existfan esferas separadas netamente, afirma

    Brian Cowan a proposito de la sociabilidad en Inglaterra entre finales del siglo XVII y

    mediados del xvm, pero tam poco existia

    un

    mundo social neutral

    al

    sexo en el que hom

    bres y mujeres tuvieran un Iugar

    igual>>

    1

    En este sentido cabe entender, por ejemplo,

    el

    debate sobre el significado de los sa

    Jones, a partir de Ia obra de Dena Goodman y las aportaciones de sus crfticos. Asf, algunos

    de estos consideran que Goodman ha sobrevalorado

    Ia

    importancia de los salones dentro

    del complejo y abiganado mundo de Ia sociabilidad intelectual dieciochesca, reduciendo

    esta a su dimension mas

    el

    itista y parisina Darnton, 1998); otros creen que toma de forma

    demasiado literal Ia metafora igualitarista de

    Ia repC1blica

    de las letras Chartier, 1998: 82),

    olvidando que las diferencias de condicion y rango no desaparecfan, aunque fueran menos

    explfcitas, en las conversaciones exclusivas del salon Goldsmith, 1998); otros, en fin,

    han puesto de relieve las limitaciones del papel social de las salonnieres, que no implicaba

    necesariamente

    un

    reconocimiento sin tensiones de

    Ia

    actividad y la ambicion intelectual

    femenina Harth, 1995).

    Todas estas distintas orientaciones tienden, por una parte, a sefialar el caracter dis

    tintivo y excluyente de los espacios y practicas de sociabilidad en

    razon del sexo y de

    Ia

    condicion), frente

    al

    canicter idealizado de

    Ia

    esfera publica burguesa de Habermas

    como ambito igualitario de intercambio racional. Tambien, por otra parte, a diluir

    el

    pro

    tagonismo de las practicas de sociabilidad ilustrada en Ia configuracion del tribunal de Ia

    opinion, convirtiendo Ia emergencia de Ia opinion publica en un proceso mas amplio con

    mecanismos diversos, unos propios del Antiguo Regimen y heredados de siglos anterio

    res, otros caracteristicos de las Luces, que abarcaban a diversos sectores de

    Ia

    sociedad, in

    cluidos los populares. Por ultimo, estos enfoques crfticos tratan de evitar las conexiones

    demasiado

    directa>

    Cowan, 200 I: 146). Una unica version de Ia esfera publica es in suficiente para

    permitirnos comprender Ia complcja variedad de formas en que las mujeres se identiticaban con comunidades

    que

    se

    extendfan mas alia de los limites -cualesquiera que estos fuesen- de

    Ia

    casa y Ia familia >> Rendall , 1999:

    482); veanse tambien, para una crftica de

    Ia

    transposici6n demasiado directa de las categorfas nonnativas publi

    co/privado al ambi to de las practicas de vida, Vickery 1993). Barker y Chalus 1998 ),

    hoemaker

    1998).

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    16/35

    OE LA HISTORIA DE LAS IDEAS A LA DE LAS PRACTICAS CUL

    TUR

    ALES

    5. MASCULINO Y FEMENINO EN LA CULTURA

    DE

    LAS LUCES

    Como

    puede apreciarse en

    l

    debate a prop6sito de Ia noci6n de esfera publica, a

    la renovaci6n historiognifica de los estudios sobre las Luces han contribuido tam bien en

    gran medida las perspectivas que han situado en el centro de su anal isis la diferencia entre

    Jos

    sexos, entendida como una variable construida cultural e hist6ricamente, constitutiva

    de todas las relaciones sociales y uno de los ejes primordiales de organizaci6n y

    je-

    rarquizacion de Ia sociedad. Desde este enfoque se vienen realizando aportaciones nue vas

    y en muchos casos crfticas que iluminan de

    fonnas

    distintas y reveladoras, en toda su

    complejidad y sus paradojas, Ia Tlustracion como un conjunto de ideas, principios valo

    res que cobran sentido encamados en pnicticas culturales y de sociabilidad: relaciones

    familiares, amorosas, amicales y de trato intelectual, habitus de lectura, escritura y consu

    mo cultural o formas de subjetividad.

    En efecto,

    Ia

    diferencia de los sexos fue en el siglo

    xv

    un

    tema recurrente de reflexi6n y debate, no confinado a los limites de los ensayos

    espedficos sobre el canicter>>las Costumbres y Ia educacion

    de

    las mujeres, tan pro

    pius

    de

    la epoca, sino presente

    de

    una forma u otra en todos los ambitus , desde la filosoffa

    a la literatura medica, moral, polftica y economica. prensa y literatura de creaci6n (en

    particular Ia

    novela y el teatro) y escritos privados tdiarios, autobiografias, corresponden

    cia). 2 Se trata de un eje que atraviesa las grandes preocupaciones del siglo: Ia reflexi6n

    sobre

    Ia

    naturaleza humana y

    Ia

    diversidad de la especie,

    Ia

    relacion entre cuerpo mente,

    Ia

    reforina

    de

    la educacion, la moral y las costumbres, el examen crftico de las institucio

    nes, desde Ia familia a los regfmenes politicos, el sentido e implicaciones del progreso de

    Ia civiiizacion, Ia tension entre naturaleza y cultura, raz6n y sentimiento, individuo y so

    ciedad.

    Los ilustrados, asumiendo lo masculino

    como

    norma universal, presentaron a

    Ia

    mujer bajo el signo del otro, de lo distinto. Sin embargo, tendieron a evitar ellengua-

    je de

    Ia

    inferioridad y lajerarqufa propio de la misoginia tradicional, tanto popular como

    culta, y a referirse

    ala

    feminidad de

    fonna

    positiva y elogiosa. como diferente y comple

    mentaria de la masculinidad, ensalzando su valor moral y utilidad para

    Ja

    sociedad en su

    conjunto. El modelo adoptaba forrnas diversas. Algunas, de concepcion esencialista y

    consecuencias deterministas, ponian el enfasis en

    Ia

    noci6n de naturaleza como norma

    a partir

    de

    Ia cual justificar las pautas de vida en sociedad, atribuyendo a los sexos cuali

    dades fisicas, morales e intelectuales distintas que venfan a corresponder, providencialmen-

    II . Buena parte de las aportaciones se han canalizado en los ullimos anos en el proyecto internacional

    Feminism and Enlightenment,

    que

    entre 1998 y

    2

    I ha reunido a mas de I especialistas de diversos

    pa

    fs

    es, bajo

    Ia

    direcci6n de Barbara Taylor (Taylor, 1999).

    12. Asf, limit; ndonos a algunos ejemplos, se ha explorado desde esa perspectiva tanto

    Ia

    obra de los

    philosophs como Ia de las escritoras francesas del siglo xvu1. el papel que Ia redefinici6n de

    Ia

    masculinidad y

    Ia feminidad desempen6 en Ia formaci6n de

    Ia

    clase media inglesa, los orfgenes del feminismo en los cfrculos

    radicales ingleses de finales de siglo, el debate sobre

    Ia

    funci6n social de las mujeres en

    Ia

    independencia norte

    americana o Ia controversia al res peeto de su situaci6n legal en el c6digo civil prusiano, asf como las implicaciones

    de gencro en Ia discusi6n estetica y filos6fica sobre

    Ia

    idea de lo belloy lo sublime en Alemania; en Espana, los

    trabajos recientes situando el debate en su contexto intemacional, estableciendo sus similitudes y sus rasgos

    especfficos con respee to a los otros pafses curopeos. V eanse, entre otros, Hall y Davidoff ( 1994). Davis y Farge

    1 992

    ),

    Bolufer ( 1998).

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    17/35

    MONICA BOLUFER PERUGA

    te, con las funciones y espacios diferentes que se les asignaba en

    a

    sociedad: en los hom-

    bres.

    a

    acci6n, la reflexi6n abstracta,

    a

    actividad exterior; en el de las mujeres, la vida de

    interior, el mundo de los afectos y

    a

    familia. A elias, sin embargo, se las consideraba

    detenninadas, en mayormedida que los hombres, porsu cuerpo sexuado, tal como Rousseau

    expres6 en su novela pedag6gica Emile con claridad y crudeza: El var6n es var6n en al-

    gunos instantes, Ia hembra es hem bra durante toda su vida, o por lo menos durante toda

    su juventud; todo Ia atrae hacia su sexo, y para desempeiiar bien sus funciones precisa

    de una constituci6n que se refiera a el.

    En este como en otros ambitos, se produjo en el siglo xvm un importante trasvase

    entre el discurso filos6fico o literario y el cientffico. En particular. los medicos, pre-

    tendiendose los mas autorizados para desvelar

    a

    verdad de la naturaleza oculta tras

    las convenciones sociales, contribuyeron poderosamente a construir

    a

    ilusi6n de unas

    identidades masculina y femenina naturales. Esas nociones a priori modelaron los plan-

    teamientos y resultados de

    a

    investigaci6n anat6mica y fisiol6gica, que en el siglo XVIII

    subray6 y exacerb6, tomando como norma implfcita el cuerpo masculino, las caracterfs-

    ticas peculiares de a feminidad, dando Iugar a una imagen de las mujeres como seres

    fnigiles, debiles y sensibles, de fibras nerviosas extremadamente delicadas, incapaces

    de realizar actividades intelectuales que implicasen atenci6n sostenida y razonamiento

    abstracto Knibiehler y Fouquet, 1983: Schiebinger, 1989; Laqueur, 1994; Bolufer, 1997).

    Ideas esas que intluyeron tambien sobre Ia forma en que los medicos interpretaban su

    experiencia clfnica, y que llegaron a un publico amplio a traves de obras de divulgaci6n

    para una vida saludable. AsL los tratados de Medicina domestica, libros de Conser-

    vaci6n y educaci6n ffsica de los niiios y artfculos en la prensa, ampliamente lefdos

    por las elites y estratos medios de

    a

    sociedad europea, recomendaban, en aras de

    a

    salud, pautas de conducta diferenciadas segun el sexo y la condici6n social: a los hom-

    bres acomodados, una vida de actividad, moderaci6n y templanza en el ejercicio de sus

    responsabilidades sociales y familiares, y a las mujeres, una existencia domestica, vol-

    cada en el cuidado de sus hijos segun los modemos preceptos higienicos. Orden ffsico y

    social se explicaban mutuamente, y

    a

    naturaleza aparecfa como una instancia regulado-

    ra, personificada a modo de un Dios, ora vengador, ora benevolente, que repartfa casti-

    gos a quienes osaban contravenir sus disposiciones y recompensas a quienes escucha-

    ban su voz.

    Otra version de este discurso de la complementariedad, de caracter mas utilitario y

    pragmatico, sin recrearse en afirmar una naturaleza que muchos consideraban dudosa o

    poco transparente, subrayaba mas bien Ia conveniencia social, los beneficios que, segun

    se afirmaba, se derivarfan de que hombres y mujeres se ajustaran a sus respectivos pa-

    peles y espacios: es el caso de mucha de a literatura reformista, mas o menos ilustrada,

    sobre educaci6n, costumbres y fomento de la economfa y

    a

    poblaci6n. En cualquier

    caso, lo que se justificaba era una distribuci6n social de funciones presentadas como

    diferentes y complementarias. Fue el ideal que se puso de moda en toda Europa a finales

    de siglo, pasando de los tratados filos6ficos y textos cientfficos a las novelas, peri6di-

    cos, conversaciones y practicas cotidianas de muchos hombres y mujeres de las elites

    cultas.

    34

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    18/35

    DE LA

    HISTORI

    A DE LAS IDE AS A LA DE LAS PRACTICAS CULTURALES

    .Como interpretar este cambio cultural, visible en los discursos yen las pnicticas de

    vi

    da de Ia sociedad europea del siglo

    XVIII,

    que transforrno los modelos de masculinidad y

    fe

    minidad y los valores asociados a lo privado y domestico?

    La

    historiograffa ha tendido

    a caracterizar el siglo

    XVIII por el

    triunfo del esencialismo en

    Ia

    representacion teorica de

    Ia

    diferencia de los sexos Ia diferencia irreducti ble

    -Laqueur,

    1994- frente a

    Ia

    vision

    gradualista de

    Ia

    diferencia y el interes por los seres ambiguos propios de

    Ia

    medicina

    galenica y de

    Ia

    cultura renacentista y barroca),

    como

    correlato del triunfo de Ia domesti-

    cidad y el sentimiento en el imaginario colectivo y en las forrnas de organizacion social.

    Sin embargo, ese relato resulta reduccionista y prematuro, en cuanto que limita a una

    unica faceta

    el

    pensarniento de las Luces, tan rico, complejo y contradictorio, y anticipa

    al

    siglo XVIII el triunfo de unos modelos culturales que solo se impondrfan en Ia centuria

    siguiente .

    El

    siglo xvm no fue, en efecto, pese a su insistente apelacion a

    Ia

    naturaleza, tan

    estrictamente biologista

    como

    lo serfa el

    XIX. Por

    el contrario,

    Ia

    Ciencia ilustrada desarro-

    ll

    o conceptos como los de habito> , medio, temperamento o constitucion para re-

    ferirse a los comportamientos incorporados por

    Ia

    educaci6n y Ia costumbre que consti-

    nifan. por a

    sf

    decirlo, una segunda naturaleza social j> de los seres humanos Ehrard, 1970;

    Jordanova, I 989; Moscoso, 2000). En general, el pensamiento del siglo reconocio Ia difi-

    cultad de establecer lfmites entre naturaleza y cultura: los ilustrados se debatieron entre

    Ia

    fa

    scinacion hacia un idealizado e inconcreto estado de naturaleza y el convencimiento

    de que el proceso de civilizaci6n era irreversible y Ia naturaleza humana no podfa ser

    s

    in

    o una naturaleza social. En ese contexto,

    Ia

    discusion sobre

    silas

    identidades femeninas

    y masculinas eran hechos de naturaleza, fijos e inmutables, o bien el resultado del modo en

    que las sociedades se organizaban y evolucionaban historicamente, permanecio abierta a

    lo largo de todo

    el

    siglo. Frente a las posturas mas esencialistas, Ia importancia que los

    ilustrados concedfan a

    Ia

    educacion y el entomo en

    Ia

    configuracion del canicter y las

    costumbres, individuales y colectivas, constitufa un argumento poderoso para recuperar,

    desde otra perspectiva,

    Ia

    tradicion racionalista que desde finales del Seiscientos habfa

    afirrnado Ia igualdad esencial de los sexos en tanto que seres de raz6n, y para afirrnar

    como lo hicieron

    JosefaAmar,

    Mary Wollstonecraft, Mme.

    d Epinay

    o Condorcet, entre

    tantos otros), que lo que sol

    fan

    considerarse rasgos innatos de

    Ia

    feminidad o

    Ia

    masculini-

    dad eran producto de una distinta formaci on moral, intelectual y sentimental. Tam bien las

    noticias sobre sociedades lejanas en el tiempo o el espacio, tomad as de

    Ia

    H istoria y de los

    relatos de viajes por tierras exoticas, sugerfan

    Ia

    infinita variabilidad de las costumbres e

    in

    cluso, para los mas atrevidos,

    Ia

    ausencia de constantes inamovibles en los valores mo-

    r

    al

    es y en las formas de organizar las relaciones amorosas, farniliares y sociales entre

    hombres y mujeres.

    Por otra parte,

    junto

    a

    Ia

    tendencia a identificar a las mujeres con el espacio privado

    y los sentimientos y a atarlas

    al

    orden

    de

    Ia naturaleza, atraviesa Ia Ilustraci6n otra podero-

    sa lfnea de pensamiento que las vinculaba con Ia civilizaci6n y los valores propios de una

    sociedad comercial y refinada asf,

    commerce tanto

    en

    ingles como en frances, significa-

    ba tanto intercambio econ6mico como sociabilidad intelectual y relaci6n entre los sexos).

    3

    3

    .

    Por

    ejemplo. David

    Hume

    , en sus ensayos Sobre el ascenso y progreso de las artes y las ciencias

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    19/35

    MONICA BOLUFER PERUGA

    Los ilustrados franceses valorahan

    el

    trato y

    Ia

    conversacion entre los sexos

    como

    indicati-

    va del superior grado de civilizacion de su pais, mientras que los historiadores escoceses

    Smith, Ferguson, Millar, Kames, Alexander),

    en

    su vision de la historia

    como

    progreso,

    pusieron en relacion el desarrollo social y economico y el perfeccionamiento del gobiemo

    y las leyes con el refinamiento general de las costumhres, formas de cultura y sentimiento,

    incluyendo

    el

    matrimonio. Ia convivencia familiar

    y Ia

    relacion entre los sexos. En defini-

    tiva, a las mujeres se las consideraba protagonistas e impulsoras del avance de Ia civiliza-

    cion, en la medida en que se entendfa que sus cualidades propias suavidad de maneras,

    modestia, sensibilidad) contribufan a Ia contenci6n de las pasiones, y a Ia vez su situaci6n

    legal y social se estimaba indicativa del estadio

    de progreso alcanzado por una sociedad

    Tomaselli, 1985: Moran, 1998; Sebastiani, 1998).

    Asf pues, el pensamiento ilustrado sobre Ia diferencia de los sexos

    nose

    reduce

    al

    discurso de Ia feminidad domestica, sino que contiene, en relaci6n compleja y tensa, otros

    hilos diversos y opuestos, y debe ponerse en relaci6n con los cambios y tensiones experi-

    mentados en el siglo

    XVIII

    por las sociedades europeas, que adoptaron nuevas pnicticas de

    vida privada, asf

    como fonnas

    nuevas de sociabilidad y comunicacion, y que, de manera

    mas o menos acusada segun pafses, acusaron el ascenso de nuevos valores y criterios de

    adscripcion social, los de

    Ia

    fortuna,

    el

    gusto y

    el

    merito, en un ordcn todavfa estamental.

    Pero ademas, lo que en la logica de

    Ia

    historia intelectual, atenta a

    Ia

    filiacion de las

    ideas, Ia estructura del pensamiento, sus fuentes e intluencias, pueden aparecer

    como

    co-

    rrientes separadas y contradictorias, desde una perspectiva atenta a las pnicticas sociales,

    ala

    apropiaci6n individual y colectiva de los discursos, a sus usos particulares y a las for-

    mas

    en

    las que los discursos se

    encaman

    en las vidas y modelan

    Ia

    experiencia, cobra otro

    aspecto menos excluyente. Asf, el anal isis de los escritos y las estrategias vitales de muje-

    res y hombres de las elites ilustradas muestra las formas diversas, complejas y contlictivas

    en

    que tomaron posicion con respecto a los discursos sobre la naturaleza y las responsabi-

    lidades de los sexos, realizando apropiaciones personales, con frecuencia crfticas, de los

    modelos de la epoca. En este senti do, los estudio que ponen en relaci6n las vidas, acciones

    y escritos de las mujeres con el marco de su tiempo, desde enfoques biograficos o bien

    reconstruyendo

    fonnas de

    relacion, lazos y redes sociales, constituyen una aproximacion

    necesaria que enriquece y complica nuestra comprension del funcionamiento de los mo-

    delos culturales. Por ejemplo, el debate sobre el significado social e intelectual de los sa-

    lones ilustrados ha puesto de relieve

    Ia

    importancia del papel de las

    salonnieres

    pero

    tambien su ambigiiedad, y ha trazado una cronologfa que relaciona la transformacion de

    las fonnas de sociabilidad con

    Ia

    evolucion cultural y politica, vinculando la decadencia

    de los salones con el ascenso de

    Ia

    ideologfa rousseauniana de

    Ia

    domesticidad y el senti-

    miento.14 Por otra parte, los amilisis

    en

    profundidad de Ia vida y escritos de mujeres que

    y , consideraba que en el estadio de Ia civilizaci6n comercial ambos sexos se

    relacionan de forma f1uida , conversando y

    contribuyendo

    uno al placer y entretenimiento del otro>>, desa-

    rrollando

    asf Ia

    naturaleza sociab

    le de los humanos y elogi6 el ejemplo frances , en el que . V eanse, entre otros, Tomaselli

    1985).

    Akkerman

    1992),

    Gordon

    1994

    .

    14.

    Segun

    Ia

    influyente interpretacion

    de Carolyn Lougee 1976), los sa lones

    tuvieron

    su

    origen en

    Ia

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    20/35

    DE LA HISTORIA DE

    LAS

    IDEAS A LA DE LAS PR ACTICAS CULT URALES

    vivieron en tiempos tlorecientes de Ia sociabilidad de los sal ones (como Mmes. du Deffand

    0

    Chatelet) o de aquellas de una generaci6n posterior, que experimentaron tambien la

    emergencia del ~ n o e l o de Ia mujer natural rousseauniana, esposa y madre sensible

    (como Mme. d Epinay en Francia, Mary Wollstonecraft en Inglaterra o

    JosefaAmar

    y

    Ia

    condesa de Montijo en Espana), permiten matizar todo contraste rfgido entre esos dos

    momentos culturales. Por el contrario, ponen de manifiesto que las primeras no vivieron

    sin contlicto las relativas libertades amorosas y sociales que les pennitia su tiempo y su

    condici6n, mientras que estas ultimas cuestionaron el modelo de

    Ia

    domesticidad o bien lo

    adoptaron de formas menos restrictivas, que no exclufan una convicci6n en Ia igualdad

    moral e intelectual de las mujeres o una activa presencia en los ambitos de cultura, socia

    bilidad y escritura de su tiempo.

    5

    Por todo ello, retener de la llustraci6n tan solo su discurso elogioso sobre

    Ia

    acci6n

    civilizadora de las mujeres, que reconocfa su papel en las practicas de sociabilidad intelec

    tual del siglo, o bien afirmar, por el contrario, que la cultura de las Luces se limit6 a sus

    tituir Ia misoginia tradicional por una imagen aduladora de

    Ia

    naturaleza domestica y sen

    timental de las mujeres, que sustentaba modelos de conducta y de organizaci6n social

    extremadamente restrictivos, resulta igualmente simplificador. Y ello porque no rinde

    jus-

    ticia a la riqueza del pensamiento ilustrado, renunciando a comprenderlo no solo en sus

    construcciones coherentes y cerradas, sino tambien en sus tensiones, sus conflictos y sus

    dudas, a Ia vez que olvida la complejidad de las fonnas de apropiaci6n cultural. Omite,

    asimismo, que, mas alia del circulo selecto de los salones, otros cambios sociales, los que

    atanfan a las practicas de lectura, escritura y sociabilidad, difusi6n de los impresos y am

    pliaci6n del mercado Iiterario, o bien

    al

    activismo ref01mista y moralizante de

    Ia

    epoca,

    cambios relacionados con (pero no reductibles

    a las transfotmaciones de los valores y las

    ideologias, abricron posibilidades nuevas (aunque restringidas, a Ia vez que diferentes

    segun pafses), a las mujcres de las clases altas y medias. Les pcrmitieron ciertas formas de

    participaci6n en sociedades de cankter cultural, refo1mista o filantr6pico, desde las Socie

    dades Econ6micas espafiolas a las sociedades

    de

    debate inglesas o algunas logias mas6nicas

    francesas (Jacob, 1995; Thale, 1995; Bolufer, 1998), la influencia como publico lector

    en

    ascenso, y

    por

    clio crecicntemente buscado por los editores, que, diciendo adaptarse a sus

    preferencias, contribufan a modelar sus gustos y actitudes (Shevelow, 1989; Bolufer, 1995;

    Chartier, 2000: 179-198), o la actividad profesional de

    Ia

    escritura y Ia publicaci6n, fen6-

    meno de particular relevancia en lnglaterra

    y

    Francia (Goldstein y Goodman, 1995 ; Eger,

    Grant, O Gallchoir y Warburton ,

    2001

    . En suma, el siglo de las Luces dej6 una herencia

    compleja y ambigua que en el siglo xtx fundamentarfa el desaiTollo y difusi6n de Ia ideologfa

    de la domesticidad y el sentimiento, convertida ahora en el sentido comun de Ia burguesfa

    liberal y ampliada en su alcance a otros grupos, pero

    ala

    vez pondrfa las bases intelectua

    les y sociales para Ia eclosi6n del feminismo contemponineo.

    epoca posterior ala Fronda. cuando la noblez

    a,

    derrotada en sus aspiraciones polfticas, eonstruyo sus propios

    espacios de cultura, distintos y separados de Ia corte. En el siglo XV III , fueron espeeiahnente celebres los

    s

    al

    ones de

    Mme

    . de Lambert ( 1647-1733),

    Mme

    . de Tenein (1682-1749), Mme. du Deffand (1696-1780) ,

    Mile. de Lespinasse (1732-1776) , Mme. d Epinay (1726-1783), Mme. de Gratfign y (1695-1758) , Mme .

    Helvetius ( 1719- 1800) y Mme Geoffrin ( 1699-1777).

    15

    . Vcanse, respectivamente , los trabajos

    de

    Cravcri ( 1995 ), Morant ( 1997

    ,

    Bolufer ( 1998),

    Morant

    y

    Bolu fer ( 1996), B urdiel ( 1994 , L6pez-Cord6n ( 1994 . Taylor (2002) .

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    21/35

    MONICA BOLUFER PERUGA

    6. LA CULTURA DE LA PRIVACIDAD Y LA SENSIBILIDAD

    Y LA CONSTRUCCION DEL INDIVIDUO MODERNO

    El debate sobre el concepto de esfera publica,

    a

    que nos hemos referido anterior

    mente, debe ponerse en relacion con el am1lisis de otro proceso trascendental en Ia evolu

    cion a largo plazo de las sociedades occidentales, inscrito en el proceso de civilizacion

    tal como este fue teorizado por Norbert Elias 1987): Ia construccion de Ia privacidad

    como ambito de experiencia y como conjunto de valores, que implico nuevas formas de

    relacion y un nuevo concepto de individuo y se articulo sobre modelos de masculinidad y

    feminidad distintos y desiguales, tal como hemos venido indicando. En efecto, Ia constitu

    cion de un nuevo publico, fundado en

    Ia

    comunicacion establecida entre personas priva

    das, liberadas de las obligaciones debidas al prfncipe, solo es posible a partir del retrai

    miento del individuo en los distintos tipos de convivencia conyugal, familiar, amistosa,

    mundana, erudita) que lo sustraen a las exigencias y a Ia vigilancia del Estado y de su

    administracion.

    El

    pun to de partida serfa el del Antiguo Regimen, un mundo de relaciones

    y actividades sociales en buena medida indistintas, en las que los umbrales de

    lo

    que hoy

    consideramos lo personal, lo privado y lo publico se solapaban. El de llegada, Ia sociedad

    burguesa del siglo xrx que identificaba lo privado con

    Ia

    familia y el ambito de los senti

    mientos y Ia moral, y lo publico con el espacio de los negocios y Ia polftica, considerados

    competencia prioritaria aunque no exclusiva) de las mujeres y los hombres, respectiva

    mente. Asf,

    Ia

    familia modema se fundamento sobre

    Ia

    representacion de

    Ia

    privacidad

    como territorio autorregulado y limitado en sus contactos con el exterior segun el modelo

    teorizado por liberales como Locke, y difundido

    porIa

    literatura) y sobre

    un

    modelo de

    relaciones basado en Ia fidelidad conyugal, el amor paterno y Ia obediencia filial, el nuevo

    orden del sentimiento basado en Ia supuesta naturalidad de los afectos mas que en el

    ejercicio visible de Ia autoridad conyugal y paterna que, sin embargo, mantuvo intactas

    sus prerrogativas e incluso las acrecent6 a lo largo del siglo Morant y Bolufer, l998a).

    Desde enfoques distintos,

    en

    ocasiones convergentes y a veces polemicos, Ia histo

    ria de las mentalidades Aries, 1987; Chartier, 1989) y Ia historia de las mujeres Davis y

    Farge, 1992; Davidoff y Hall, 1994; Vickery, 1993; Rendall, 1999) han estudiado Ia trayec

    toria sinuosa de ese proceso que fuc redibujando los fmites entre lo publico y

    lo

    privado,

    cuyo desarrollo se ha atribuido a tres causas fundamentales. De una parte, Ia construccion

    de las monarqufas modemas, cuya progresiva ampliacion de compctencias contribuyo a

    delimitar contr rio aquellos espacios y creencias religiosas o intelectuales) que se con

    sideraban pertenecientes

    a

    ambito estricto de lo personal. Por otra parte, las reformas

    religiosas, con su insistencia en

    Ia

    practica individual de

    Ia

    oracion, Ia introspeccion y

    Ia

    lectura piadosa. Por ultimo, el avance de Ia alfabetizacion y el desarrollo de formas de

    lectura silenciosa, que favorecieron modos de relacion intima y estrecha con Ia palabra

    escrita. A esos tres factores cabrfa afiadir, siguiendo las sugerencias de Koselleck, el em

    puje de

    Ia

    crftica intelectual, que, a partir de las guerras de religion de los siglos xvi y XVII,

    afirmo

    Ia

    inviolabilidad de Ia conciencia individual, ampliandola del campo de las con

    vicciones religiosas a Ia esfera del pensamiento y proclamando Ia libertad de Ia republica

    de las letras frente a absolutismo. Todos estos desarrollos confluyeron para constituir, en

    los discursos y las practicas, espacios que eran objeto de una valoracion nueva: Ia intimi-

    38

  • 7/24/2019 01 Boluffer - De la historia de las ideas Historiografa Ilustracin.pdf

    22/35

    DE LA

    HISTORI

    DE LAS IDEAS A

    L

    DE LAS

    PR CTIC S CULTUR LES

    dad individual, los cfrculos restringidos y selectos de relaciones sociales y, en particular,

    el ambito familiar.

    6

    El descuhrimiento de

    Ia

    intimidad y

    Ia

    valoracion del sentimiento han sido inter

    pretados habitualmente como Conquistas de la modemidad, en la linea de la llamada

    aproximacion sentimental a

    Ia

    historia de la familia Aries, 1987; Stone, 1990), de la

    que se ha hecho eco Daniel Roche 1993) a contraponer el reconocimiento de

    la

    libertad

    individual y el descubrimiento del amor conyugal y matemo en el siglo

    XVIII

    a las familias

    rfgidamente autoritarias y desprovistas de afectos del Antiguo Regimen. El individualis

    mo liberal y

    Ia

    cultura del sentimiento se inscribirfan asf, segun esa interpretacion am

    pliamente extend ida, en uno de los procesos constitutivos de la modemidad: Ia progresiva

    liberacion del sujeto de las constricciones sociales del Antiguo Regimen y las injerencias

    de poderes extemos comunitario, familiar, eclesiastico, sefiorial o monarquico), que ha

    brfa tenido otros hitos en el individualismo renacentista, Ia obsesion protestante

    yen

    par

    ticular calvinista

    porIa

    autoexploracion espiritual o

    el

    cogito cartesiano Porter, 1997).

    Esta interpretacion ha merecido importantes objeciones por su caracter excesiva

    men

    te

    rupturista, que olvida que

    Ia

    emergencia de cierta conciencia individual desde

    Ia

    Baja Edad Media no cancelo la importancia de los vfnculos y solidaridades familiares ,

    corporativas y comunitarias, y por su idealismo, que hace abstraccion de los cambios en

    Ia

    vida material, fndice y requisito de las nuevas practicas de Ia intimidad y Ia soledad, e

    ignora que el sexo, condicion social, estado civil, edad o cultura condicionaban los modos

    en que las personas podfan representarse y actuar como sujetos Davis, 1986

    ).

    Pero sobre

    todo, tal lectura asume implfcitamente que el individualismo constituye una tendencia

    espontanea de los humanos, ahogada en

    Ia

    sociedad de Anti guo Regimen por el peso de las

    convenciones colectivas. Las teorfas de Foucault sobre los discursos como instrumentos

    de poder y los mecanismos modemos de coaccion y las de Elias 1987) sobre el proceso

    de civilizacion permiten, en cambio, abordar el proceso de una forma mas compleja. En

    particular, Elias sefialo el caracter historico de las estructuras psfquicas y formas de

    interrelacion personal antafio consideradas signos de una invariable naturaleza huma

    na), poniendolas en relacion con transformaciones polfticas y cambios en los equilibrios

    de poder sociales, como parte de un mismo proceso de civilizacion. Asf, la evolucion de

    los comportamientos que entre fines de Ia Edad Media y principios del siglo XIX reempla

    z

    olas

    coacciones impuestas sobre los individuos desde el exterior por formas de autocontrol

    del cuerpo, las pulsiones y los afectos, indujo nuevas formas de suhjetividad y una nueva

    nocion y practica de la intimidad como aquel ambito donde no llegaba Ia mirada y Ia

    presencia de otros.

    En esta lfnea, Ia modem a historiograffa ha en ten dido la construccion de Ia privacidad,

    mas que como una liberacion de imposiciones extemas, como el desarrollo de formas

    de autocontrol y distincion y de practicas de relacion e intimidad, producto de las transfor

    maciones polfticas, economicas y sociales de Ia epoca modema. La sensibilidad fue, junto

    con la razon, un emblema de las luces Barker-Benfield, 1992), pero tambien constituyo,

    implfcitamente, un signo de distincion, altemativo o complementario a Ia fortuna, el naci-

    16. Como visiones de conjunto acerca de este proceso

    y

    de sus diversos planteamientos historiognifi

    cos. pueden consultarse los trabajos de Chartier eta/ 1989). Goodman 1992). Morant

    y

    Bolufer 1998b).

    39

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    MONIC BOLUFER PERUG

    miento o los modales, que se desplegaba en gestos y actitudes publicas y privadas lagri

    mas, lecturas, gestos amorosos, formas de amistad y de relaci6n familiar).

    Por su parte, los

    estudios realizados desde Ia historia de las mujeres han puesto

    el

    acemo en el caracter

    sexuado del nuevo sujeto sensible y de Ia domesticidad sentimental Morant y Bolufer,

    1998a). Asf, frente a Ia idea del individuo liberado, en nombre del sentimiento, de las

    coacciones externas, se afirma

    Ia

    formaci6n del modemo individuo sensible como un

    hecho social. El lenguaje de los sentimientos, que apelaba a aquello en apariencia mas

    espont{meo y universal, los impulsos del coraz6n, constitufa en realidad un c6digo di

    ferenciador, una moral modulada de forma distinta para hombres y mujeres y para los

    distintos grupos sociales. La educaci6n sentimental ilustrada actu6 asf como una forma,

    dulce, si se quiere, de coacci6n, o, en palabras

    de

    Pierre Bourdieu, una

    v i o l e n c i

    sim

    b61ica que se ejerce sobre los corazones y las conciencias, construyendo emociones,

    comportamientos

    y

    en definitiva, identidades sociales. De ese modo, Ia emergencia del

    individuo moderno, Ia construcci6n de Ia privacidad y Ia cultura de Ia sensibilidad se

    afirman como procesos sexuados y como aspectos fundamentales de

    Ia

    cultura de

    a

    Ilus

    traci6n, en Intima conexi6n con el proceso politico del reformismo ilustrado y con el

    desarrollo

    de Ia

    esfera ptiblica.

    7. LOS EUROPEOS Y LOS OTROS

    Otro ambito de gran desarrollo historiognifico en los ultimos tiempos ha sido el

    estudio de las actitudes de los ilustrados hacia las culturas extraeuropeas Bitterli, 1982;

    Marshall y Williams, 1981 ). Los

    f

    mites del mundo conocido, inmensamente ampliados

    desde el inicio de Ia era de los descubrimientos, se vieron expandidos todavfa mas por las

    exploraciones cientfficas que en el siglo xvm recorrieron tanto territorios nuevos particu

    larmente en el

    Pacffico) como areas ya colonizadas, observando sus recursos naturales y

    Ia

    vida de sus pueblos Pimentel, 200 I). Los relatos de viajes, muy populares en los siglos

    modernos yen especial en el XVIII, constituyeron, mas alia de

    Ia

    descripci6n empfrica de la

    geograffa, flora, fauna de las regiones visitadas y las costumbres de sus habitantes, un

    ambito de reflexi6n sobre

    Ia

    naturaleza humana y

    Ia

    sociedad: Mi intenci6n era, escri

    bi6 Georg Forster en su

    Voyage around the World

    cr6nica filos6fica del segundo viaje

    de Cook, considerar

    Ia

    naturaleza hum ana desde el mayor numero posible

    de

    perspec

    tivas. Asimismo, la tradici6n ut6pica, desde Ia Utopia de Thomas More 1511) hasta las

    numerosas ensofiaciones ilustradas como el Supplement au voyage de Bougainville de

    Diderot), proyect6 sobre las fronteras imaginarias de Ia civilizaci6n de America en el

    siglo xvi y de las islas del Pacifico en el xvm) los principios ideales que debfan regir el or

    den social y

    Ia

    moral individual, mientras que

    Ia

    ficci6n del observador ex6tico de

    Ia

    cultura europea desde las Carras persas de Montesquieu hasta las Cartas marruecas de

    Cadalso) constituy6 un recurso literario habitual para criticar

    Ia

    propia sociedad desde

    Ia

    impostura de

    Ia

    mirada del otro.

    Los estudios clasicos sobre

    Ia

    Ilustraci6n ya habfan sefialado

    como

    el relativismo

    cultural desarrollado al calor de Ia comparaci6n de modelos sociales, religiosos y politi

    cos, favorecida por los viajes y su recreaci6n literaria, fue una de las fisuras que propicia-

    40

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    DE

    L

    HISTORI

    DE LAS IDEAS A

    L DE

    LAS

    PR CTIC S CULTUR LES

    ron el resquebrajamiento del pensamiento tradicional Hazard, 1985 . Sin embargo, en las

    ultimas decadas se han desarrollado, bajo el impulso de

    Ia

    descolonizaci6n y

    Ia

    inmigra

    ci6n extraeuropea, otros enfoques anal lticos que alcanzaron notoriedad a rafz de Ia publi

    caci6n del celebre ensayo de Edward Said 1990) sobre el orientalismo en

    Ia

    cultura euro

    pea. En estos trahajos se aborda Ia invenci6n del otro no solo como parte sustancial de Ia

    reflexi6n ilustrada sobre Ia sociedad. Ia historia o

    Ia

    naturaleza humana, sino fundamental

    mente como un mecanismo de hegemonfa cultural que justificaba el dominio europeo

    sobre el mundo.

    Asf, por ejemplo, se han trazado en el pensamiento del siglo

    XVIII

    los orfgenes de Ia

    moderna teorfa racial, a partir de

    Ia

    literatura de viajes y de las obras de ilustrados y di

    vulgadores que utilizaron sus testimonios. Los historiadores escoceses, por ejemplo, se

    plantearon el problema de la diversidad de las sociedades humanas y lo resolvieron te6ri

    camente trazando una trayectoria lineal del salvajismo a

    Ia

    civilizaci6n. Mientras que al

    gunos, como Ferguson Essays on the

    istor_v

    o Civil Society, 1767), desde presupuestos

    universalistas, atribuyeron el atraso de los pueblos primitivos a sus circunstancias hist6-

    ricas, asigmindoles la misma capacidad de progreso, otros, como Lord Kames

    Sketches

    o

    the History o Man, 1774), establecieron

    el

    concepto de una diferencia ffsica y moral

    originarias, poniendo asf las bases de una teorfa racial. tendencias ambas que serfan divul

    gadas en obras como la Encyclopedie o la Encyclopaedia Britannica Sebastiani, 2000 y

    2000b .

    Sin embargo, junto con esos modelos que inscribfan las diferencias entre los euro

    peos y los Otros en tenninos de clara jerarqufa, racial o evolutiva, el encuentro con lo

    extrano se experiment6 tambien como un enriquecimiento de los propios horizontes men

    tales y morales y como catalizador de lo que John Hope Mason y Robert Wokler 1992:

    197 han llamado una IIustraci6n dolorosa: una reflexi6n crftica sobre Ia propia iden

    tidad europea. Es

    el

    mito del parafso perdido, en

    el

    que el abismo de la diferencia cultural

    se vadea trasladando a los pueblos extraeuropeos hacia el pasado, real o imaginario, de

    Ia

    propia Europa: los salvajes en los margenes del mundo representan un estadio anterior y

    quiza mas feliz de

    Ia

    humanidad. Sin embargo, Ia observaci6n de la alteridad tambien con

    tribuy6 a quebrar los suenos de una sociedad primitiva ideal y Ia imagen edenica del

    buen salvaje, y con ello a perfilar la conciencia Iucida de que Ia civilizaci6n, con sus

    ventajas y sus renuncias, consistfa un camino irreversible, como reconoci6 Georg Forster:

    EI viajero que recorre los cuatro continentes no hallara

    en

    ningun Iugar esa tribu en

    cantada que los sonadores le prometen encontrar en cada bosque yen cada selva. Asf,

    los ilustrados no siempre defendieron a ultranza

    un

    universalismo insensible a las diferen

    cias, sino que, por el contrario,

    Ia

    imagen del

    Otro

    fue un motivo de ret1exi6n y contro

    versia que puso en cuesti6n la propia identidad y superioridad de los europeos yen el que

    Ia civil izaci6n occidental volc6 sus afanes de dominio, pero tambien sus deseos y sus

    inquietudes.

    4

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    MONICA BOLUFER PERUGA

    8.

    LOS MONSTRUOS DE LA RAZON:

    LA CRITICA

    RADICAL

    A LA ILUSTRACION

    Los cambios de enfoque metodologico y teorico en el estudio y valoracion de las

    Luces a los que nos venimos refiriendo remiten a una profunda mutacion historiografica y

    epistemologica que tiene como telon de fondo todo un enjuiciamiento filosofico y moral

    de

    Ia

    modemidad . En su origen,

    Ia

    modema historiograffa dieciochista se identifico sin

    apenas fisuras con los valores de razon, sentimiento, tolerancia, libertad, cosmopolitismo

    y sociabilidad que consideraba propios de

    Ia

    llustracion. Frente a

    esa

    tradicion,

    Ia

    obra de

    Horkheimer y Adorno 1994 , escrita bajo el impacto de

    Ia

    segunda guerra mundial y el

    Holocausto, invirtio absolutamente

    Ia

    valoracion de las Luces, afirmando

    que

    Ia

    razon

    ilustrada contenia una intrinseca tendencia totalitaria, un impulso hacia

    Ia

    objetivacion del

    ser humano y la constriccion social que desembocarfa en los terrihles monstruos politi-

    cos del siglo xx. Esta crftica filosofica ha influido en

    Ia

    tendencia anglosajona_

    yen

    parti-

    cular americana a interpretar Ia llustracion como un programa de control y disciplinamiento

    mas que de emancipacion, en el

    que

    situan las ralces de

    Ia

    razon instrumental, dominadora

    y materialista, origen de los aspectos mas oscuros de

    Ia

    civilizacion contemponinea.

    Sin embargo,

    Ia

    influencia entre los historiadores de

    Ia

    teorfa crftica ha sido nota-

    blemente menor que Ia de otro crftico de Ia modemidad, Michel Foucault, que contrapuso

    a los sistemas disciplinarios especificos del Antigua Regimen, centrados en

    el

    castigo y

    Ia

    destruccion del cuerpo, los mecanismos de control social e ideologico, mas sutiles e insi-

    diosos, propios de las sociedades contemponineas. Su tesis sostiene que

    Ia

    racionalizacion

    administrativa de Ia monarqufa absoluta en el siglo XVII y el despliegue de Ia razon ilustra-

    da

    en el xvr11 produjeron las tecnologfas

    de

    poder y pnicticas disciplinarias caracteristicas

    de Ia modema

    civilizacion. Foucault desarrollo esa idea de fondo analizando, por una

    parte, los cambios en el derecho penal y las pnicticas carcelarias y,

    por

    otra, la omnipre-

    sencia y poder de

    Ia

    mirada y la practica medica en el control de las vidas individuales y

    las relaciones sociales. Asi, sus obras,

    en

    particular

    igilar y castigar

    y

    nacimiento

    de

    a clfnica

    Foucault, 1994 y 1989), transformaron profundamente la interpretacion de

    Ia

    fi-

    lantropfa ilustrada y de la medicalizacion de la sociedad, de su tradicional valoracion positi-

    va en terminos de progreso a una lectura crftica que subrayaba sus implicaciones represivas.

    Sin embargo, si

    esa

    perspectiva contribuyo a cuestionar una interpretacion simplista

    de

    Ia

    Ilustracion exclusivamente como

    un

    discurso y una accion reformista de razon y

    progreso, ello no debe convertir aquel relato luminoso en la cronica oscura del despliegue

    inexorable del poder, presentando ahora a los sujetos historicos de

    Ia

    modemidad como

    prisioneros de una red de discursos y practicas de normalizacion y moralizacion. Cierta-

    mente,

    Ia

    inocencia perdida no puede ni debe) recuperarse, y los historiadores de

    Ia

    Ilus-

    tracion que somos hijos de la posmodemidad nunca podremos volver identificarnos del

    todo y sin tensiones con los valores ilustrados. Pero la perspectiva que ve en la Ilustracion

    tan solo un d