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Unidad V Trastornos en Etapa Puberal: Síndrome Puberal Fallas identificatorias Relación de objeto y desviaciones Ruptura y actuaciones Dolto, F. "Evolución de los instintos" (Etapa Genital) Freud, S. Tercer ensayo "La metamorfosis de la pubertad". García Arzeno “Síntesis de los rasgos típicos del síndrome de la niña púber” Fernández Moujan, “Rasgos de carácter en pubertad y mediana adolescencia”

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Unidad V

Trastornos en Etapa Puberal: Síndrome PuberalFallas identificatoriasRelación de objeto y desviacionesRuptura y actuaciones

Dolto, F. "Evolución de los instintos" (Etapa Genital)

Freud, S. Tercer ensayo "La metamorfosis de la pubertad".

García Arzeno “Síntesis de los rasgos típicos del síndrome de la niña púber”

Fernández Moujan, “Rasgos de carácter en pubertad y mediana adolescencia”

DOLTO, F “Pediatría y Psicoanálisis”SIGLO VEINTIUNO EDITORES S. A. 1996 – Madrid – 16o Edición

Etapa genital

Así, pues, según que la evolución anterior ala fase de latencia haya sido sana o no o que los sentimientos de inferioridad hayan obstaculizado el alba de la pubertad, la liquidación de un núcleo conflictivo residual o hecho regresar a la libido del sujeto a estadios anteriores- a la etapa fálica, se asistirá a la eclosión de una sexualidad normal o perversa o a una neurosis más o menos pronunciada. La masturbación (terciaria) se acompaña ahora de fantasías que se dirigirán ahora hacia objetos escogidos' fuera de la familia, a menudo nimbados de un valor excepcional que los hace todavía prudencialmente inaccesibles y suscita un progreso cultural en el trabajo.

Con la aparición de la eyaculación en el muchacho y la del flujo menstrual y el desarrollo de los pechos en la niña, la pubertad aportará los elementos que faltan para la comprensión del papel recíproco del hombre y de la mujer en la concepción.

Les queda todavía la tarea de aprender a centrar su ternura y sus emociones sexuales en un mismo ser, como en los tiempos de su infancia olvidada, y despues la de detener su elección despues de haber desmitificado sus elecciones sucesivas y la de fijada para la seguridad vital de los hijos que nacerán eventualmente de un encuentro concertado, interhumano, corporal, emocional y genitalmente logrado.

Y si el niño, objeto de la catexis libidinal de este período final del desarrollo, no llega a ello, su sustituto afectivo será la obra social común, porque la fecundidad es la característica de la realización en este estadio. (1)

La inteligencia. Aun cuando a menudo haya estrechas relaciones y una correspondencia manifiesta entre el desarrollo afectivo y el nivel mental, la experiencia nos enseña que no siempre es así, A fortiori, la apreciación numerica de un "nivel mental" no permite en manera alguna deducir que estemos ante un medio de aprehender o de juzgar "la inteligencia".

Nos parece que las predisposiciones a la posibilidad de sublimaciones intelectuales (que es en lo que justamente consiste el trabajo escolar e intelectual en general) dependen de elementos preformados, constitucionales, poniendo aparte todas las reacciones afectivas inhibidoras. Pero estas posibilidades de sublimación intelectual para ser utilizadas deben implicar un máximum de adaptación corporal y emocional que permita y respete la expansión del sujeto, individuo relativamente autónomo, lugar de integración de las leyes de su propia cohesión libidinal y de las que aseguran la cohesión de la sociedad.

Cuando una neurosis se acompaña de un nivel mental inferior a lo normal, este hecho puede deberse sea a una debilidad intelectual verdadera, sea a una inhibición brutal del derecho a la libido oral, anal, uretral o fálica, en la epoca en que el hedonismo de estas zonas era la meta electiva de la actividad.

El interes intelectual se despierta, en efecto, en estos estadios sucesivos, por adhesión afectiva a sustitutos del objeto sexual a medida que se van presentando frustraciones (orales, anales, uretrales) impuestas por el educador y el mundo exterior. El interes intelectual que deriva de la pulsión libidinal demanda que el sujeto tolere esta pulsión por lo menos el tiempo necesario para la formación de los intereses sustitutivos y hasta que estos intereses aporten por ellos mismos satisfacciones afectivas, además de la estima de los adultos. Sólo entonces el interes sexual correspondiente podrá acabar de extinguirse por sí mismo, mediante una represión sin peligro; se ha adquirido con ello la posibilidad de sublimación.

La hipertrofia de la "inteligencia" en relación al resto de la actividad psicofisiológica de un sujeto nos parece que merece el nombre de “síntoma neurótico", es decir, de reacción a la angustia, al sufrimiento. La inteligencia, debil, normal o superior, puede existir tanto en el neurótico como en el sujeto afectivamente sano; pero, dadas unas posibilidades originalmente iguales de sublimación, el sujeto sano dispone, en relación con el neurótico, de facultades intelectuales mejor adaptadas a la realidad y más fecundas. Sus intereses son más numerosos, sin ser incoherentes, y apuntan a resultados de eficacia objetiva para su medio social, al mismo tiempo que a su propia satisfacción y a su enriquecimiento personal.

En tales sujetos la etapa fálica y la fase de latencia, así como el comienzo de la fase genital en la pubertad, se caracterizan por el interes afectivo, la adhesión espontánea y sucesiva a todas las actividades de las que puedan (en su medio) tener noción.

Con la madurez de la sexualidad genital el individuo sacrificará entonces deliberadamente (y no reprimirá) aquellos intereses netamente incompatibles con la línea de vida que ha preferido. Y esto, por lo demás, sin amargura residual alguna frente a los objetos a los que ha renunciado y que verá elegidos por otros sin angustia.

Lo que acabamos de decir de la expansión de la inteligencia no es, por otra parte, más que una aplicación particular de la consumación feliz del desarrollo libidinal genital caracterizado por la "vocación", por el compromiso, la opción deliberada que, cuando es entera hasta en el inconsciente, se acompaña de una expansión psicofisiológica y de fijación libidinal en el modo llamado oblativo al objeto de amor, a la obra, al niño.

El pensamiento en la etapa genital. Hemos visto cómo, al comienzo de la situación edípica, el pensamiento participaba todavía del modo anal captativo triunfante o expulsivo triunfante, coloreado de ambición. Sólo con la liquidación del complejo de Edipo puede el pensamiento ponerse al servicio de la sexualidad llamada oblativa) es decir, la que rebasa la búsqueda de satisfacciones narcisistas, sin negadas por otra parte.

En el estadio genital el pensamiento se caracteriza por el buen sentido, la prudencia y la objetividad de la observación. Es el pensamiento racional.

La objetividad hacia la cual tenderá el individuo será la de apreciar toda cosa, todo afecto, todo ser y a sí mismo, en su justo valor, es decir, por su valor intrínseco, sin perder de vista el valor relativo en relación con los otros seres. El sujeto no se aproximará al máximo de esta objetividad total a menos que, por una parte, haya liquidado en sí los conflictos neuróticos y, por la otra, no haya conservado en su inconsciente, núcleos de fijación arcaica.

El pensamiento objetivo total, consciente, patrimonio del estadio genital acabado, parece por lo demás incompatible con la introspección, tanto, aunque por otras razones, como el pensamiento narcisista del estadio oral, que era preconsciente e incapaz de objetivación. El estadio genital oblativo se caracteriza por la fijación libidinal al objeto, heterosexual, para una vida en pareja, fecunda, y para la protección del hijo (o de su sustituto).

Esta fijación sexual genital puede, en el adulto maduro, ir hasta el abandono total, sincero, es decir, hasta el inconsciente, de los instintos de su propia conservación, para asegurar la protección, la conservación y la libre expansión de la vida fisica y psíquica (afectiva e intelectual) del hijo, del fruto. Es una fijación oblativa a un objeto exterior al sujeto mismo, cuya supervivencia y logro le importan más que los suyos propios. (2)

Con un modo de pensar total y constantemente al servicio de la libido genital ya no puede uno tratar de concebir "se”.

Para poder formular tal pensamiento, es preciso un mínimum de interes por sí mismo (autoerótico) intricado al interes objetal oblativo; no es, por consiguiente, una motivación del estadio genital. Las tentativas de reflexión sobre este pensamiento rayan con lo inefable y salen del dominio del pensamiento racional humano. La introspección depende, pues, siempre, aun en el estadio genital, de un modo de pensar de modalidad anal y nunca es racional ni objetiva.

El modo de pensar totalmente oblativo es incontrolable para el sujeto, y esto es quizá lo que acompaña a la conmoción total psicofisiológica del orgasmo genital en el coito con una pareja sexual "amada", en el adulto que ha llegado, en el doble plano, consciente e inconscientemente, al estadio genital oblativo. Pero lo propio del orgasmo sexual es precisamente expresar lo inexpresable y aportar consigo emociones impensables, no controlables e incomunicables.

El modo genital oblativo del pensamiento puede todavía sufrir regresiones, una vez que ha sido alcanzado, y los fracasos o errores en la elección del otro o las pruebas que sobrevienen a un niño o a la obra creadoramente concebidos pueden inducir, por la angustia de castración siempre asociada desde la edad edípica al valor narcisista etico del individuo, una regresión neurótica. Pueden reaparecer modos de pensar y de reaccionar de los estadios anteriores. Son los casos de neurosis traumáticas, cuyos síntomas traducen la derelicción objetal, que implica la perdida del gusto por vivir, la recaída en la situación emocional edípica crítica, transferida a objetos a los que siente homólogos.

Pero hasta la vejez, las pulsiones estructuradas por el Edipo encuentran su ordenamiento creador en la lucha, experimentada una y otra vez conflictivamente, articulada al Edipo. Con arreglo al mismo modelo existencial que esta crisis resolutoria humana, las pulsiones libidinales y las pulsiones de muerte se confrontarán por medio de huellas, que siguen siendo estructurantes, del complejo de castración. Así como el dormir y sus sueños de deseo satisfecho sostienen, por el ritmo necesario del reposo, la vitalidad consciente de un tercio de la vida humana, del mismo modo, en el caso de una prueba más severa en la vida genital, experimentada en la realidad, la regresión a la enfermedad servirá de compensación narcisista. La libido genital, en cuyas realizaciones creadoras el fracaso ha hecho menoscabo, encuentra ahí un sustituto castrador que hace las veces de padre, el dolor que lo orienta hacia un nuevo lanzamiento dinámico de su persona, re confirmada en su destino, sin amargura residual como en los tiempos del complejo de Edipo.

La alegría creadora signa el redescubrimiento de la libido genital nuevamente creadora.

NOTAS

1. Dejaremos fuera del marco de este estudio el caso del celibato por vocación, común a tantas reglas religiosas y que, en sus modalidades humanamente logradas, puede expresarse en lenguaje psicoanalítico como un exito del sujeto en la simbolización de su persona y de su fecundidad libidinal 2. Oblativo no debe entenderse como ideal virtuoso, sino como una manera de amar al otro, el ser amado, la obra o el hijo, con un amor instintivo, protector, igual y a menudo superior en intensidad libidinal al instinto de conservación de sí. Es el desplazamiento adulto del narcisismo a la descendencia.

EL SINDROME DE LA NIÑA PUBER M. E. GARCÍA ARZENOCAPÍTULO II

SINTESIS DE LOS RASGOS TIPICOS DEL SINDROME DE LA NIÑA PUBER

Se trata de la hija mayor de un grupo familiar, que llega a la edad de la pubertad. Debemos ubicarnos unos meses antes de la aparición de la menarca. Sabemos que esta coincide aproximadamente con la edad en que la madre tuvo la suya. El hecho de que sea con la mayor con quien se note mas claramente este proceso, parece obedecer a que la niña no tiene la imagen de otra hermana a quien le haya ocurrido lo mismo y con quien identificarse, ya que, por otro lado, es la primera vez que la situación se le plantea a la mama, por la cual esta, a su vez, se siente coaccionada a revivir su propia menarca.La sumatoria de todas estas circunstancias hace que para la niña, la situación sea más problemática que para las otras hijas mujeres que pudiera haber en la familia, dado que a su turno, ya habrán oído hablar del hecho que se avecina y tendrán a la mamá mejor preparada para el acontecimiento.

Separación- individuación

Llegado este momento evolutivo se intensifican por un lado todas las ansiedades que se han dado en la fase separación-individuación respecto de la mama tal como lo ha descrito M. Mahler (14) en el momento inicial de la vida cuando el niño aprende a caminar, a separarse de la mamá, y tienen que tolerar ambos las ansiedades concomitantes. Es una regresión al servicio del desarrollo "como las que describe Peter Blos (1a y 1b).

Se reactiva en este momento, en la niña, el miedo a la separación y necesita reconfirmar constantemente a constancia objetal de la madre. Necesita que la madre se mantenga comprensiva a pesar de las contradicciones que la niña plantea. Es "pegote" de la mamá y al mismo tiempo se la ve malhumorada, rezongona. Le pide un consejo y luego lo rechaza. Necesita reafirmar su identidad tomando a la mamá como modelo, pero tampoco quiere utilizarla como tal.

Muchas veces acaba haciendo exactamente lo que la mamá hace, sin aceptarlo verbalmente. Por eso su estado de animo es de desasosiego; el desconcierto incrementa los temores, su humor es depresivo y el control de la ansiedad precario.

Vemos entonces que se reavivan las ansiedades típicas del momento de separación- individuación. En este sentido, es un segundo momento en el que ese problema se agudiza. Margaret Mahler ha descrito detalladamente el proceso que se da en la primera infancia y que recrudece en la pubertad: la simbiosis mamá-bebe y el proceso de separación-individuación.

Estas niñas muestran un repentino apego exagerado a los padres, especialmente a la madre. En algunos casos extremos, las fobias sirven para justificarlo hasta el punto de pedir que la madre duerma con ella u ocupar el lugar del padre en la cama matrimonial. En un caso, por ejemplo, sucedió que la hija exigía dormir con la luz de su habitación encendida y las puertas de su cuarto y el de sus padres, abiertas. Por supuesto, cabe interpretar este hecho como una forma altamente eficaz de controlar las relaciones íntimas de los padres. Pero podemos pensar que en este momento evolutivo no es un capricho o un manejo o al menos no es eso solamente; tambien se trata de una regresión a la etapa de simbiosis con la madre. La niña tiene miedo y busca a su mamá como continente que tranquiliza. Tiene miedo de que papá le haga daño en sus relaciones sexuales que ya no niega ni ignora. Tiene miedo de hacer le daño ella misma por el hecho de transformarse en mujer y porque deberá desprenderse de ella a muy corto plazo, para poder continuar su desarrollo. Todo esto está implícito en esa conducta regresiva y controladora. El papel del padre, en un caso así, es tan importante como el de la madre. La mamá se ve ante una disyuntiva dificil de solucionar. El papá resulta ser el tercero excluido, y si tolera y fomenta esa situación el desarrollo de la niña se detendrá en este punto, pues ella ha pasado a ocupar un lugar que sin duda el no ocupaba junto a su mujer. Si no lo tolera en absoluto, se resiente tanto las relaciones de ambos miembros de la pareja como la de ellos con la hija.Es importante tomar en cuenta todos los detalles de lo que sucede en este momento, ya que podemos aventurar la hipótesis de que se repite lo que sucedió en la primera edición de este conflicto, es decir, cómo se dio la simbiosis madre-hija, y cómo y de que manera se incluyó el padre para romperla.

Dice M. Mahler: Denominamos al nacimiento psicológico del individuo proceso de separación-Individuación: El

establecimiento de un sentimiento de separación respecto de un mundo de la realidad y de una relación con él, particularmente con respecto a las experiencias del propio cuerpo y al principal representante del mundo tal como el infante lo experimenta, el objeto primario de amor. Este proceso, como cualquier otro proceso intrapsíquico, se manifiesta a todo lo largo del ciclo vital. Nunca termina; sigue siempre en actividad; en nuevas fases del ciclo vital observamos cómo actúan aun nuevos derivados de los procesos más primitivos. Pero los principales logros psicológicos de este proceso ocurren en el período que va del cuarto o quinto mes a los 30 o 36 meses, lapso que denominamos fase de Separación-individuación. El proceso normal de separación-individuación, que sigue a un período simbiótico evolutivamente normal, incluye el logro por parte del niño de un funcionamiento separado en presencia de la madre y con la disponibilidad emocional de ésta...

Continúa Mahler: En cualquiera y en todas las etapas de la vida puede reactivarse (o permanecer periférica o, incluso,

centralmente activo) un viejo sentimiento parcialmente irresuelto de identidad o de los limites corporales...

Esta reactivación debe suponer se mas aguda en la niña que en el varón, puesto que siendo mujer debe volver a la madre como modelo de identificación. Deberíamos señalar, un nuevo modelo de identificación.Utilizando la perspectiva lacaniana podríamos decir que la niña no se reconoce en la madre; nuevamente debe renunciar a ser el objeto de su deseo y, si el proceso es normal, reconocer que el padre es el objeto de deseo de la madre, Ella no se reconoce a si misma. La madre no la reconoce. Ambas deben adaptarse a una nueva imagen.

Como dijimos, el conflicto al comienzo del desarrollo psicológico puberal está muy centrado en la relación con los padres (no aun con los hombres) y estalla cuando se percibe el propio desarrollo sexual inminente, lo que enfrenta a la niña con la imagen de los padres sexuados. Si en este momento evolutivo acaece la separación prolongada, muerte, enfermedad o crisis depresiva de la madre, la crisis puberal de la hija será lógicamente más severa y se extenderá mucho mas de lo que dura ese momento normalmente.

Entonces puede haber detenciones del desarrollo, regresiones y conflictos con la femineidad, la elección de pareja y la fertilidad.

El proceso normal puede alterarse, por ejemplo, porque la niña no renuncia al vínculo con la madre, porque la madre es posesiva y no se lo facilita o el padre lo fomenta con su ausencia, o bien la madre es inmadura y entra en crisis depresivas, paranoides, o confusionales cada vez que la niña hace sus intentos de crecimiento. El padre es una figura temida y por lo tanto no dirige sus deseos hacia el, porque es "malo" (por proyección de sus temores), dejando a un lado la posibilidad de que en la realidad pueda serlo (esto agravaría aun más los problemas).

Algunos desenlaces pueden ser:

1) La elección homosexual, o sea la no sublimación ni renuncia al vínculo posesivo-tiránico de la madre. Esto presupone la regresión al parasitismo del objeto (relación de objeto narcisística) a lo que se agrega la satisfacción sexual perversa (15)2) La persistencia del vínculo idealizado con la madre, en un nivel muy infantil, muy regresivo, siendo posiblemente en el futuro, la hija que quedo soltera para cuidar a los padres, específicamente a la madre, y no por causas reales que lo justifiquen. Aquí persiste el vínculo oral receptivo-pasivo con abstinencia sexual y con renuncia a la sexualidad femenina adulta. 3) La aparente salida hacia un vínculo heterosexual con un muchacho que posea características claramente maternales. Alternativamente serán madre e hijo. A menudo esta situación provoca dificultades en las relaciones sexuales y es obstáculo para tener bebes, en tanto no está realmente creado el espacio para el tercero. Si es así, el hijo conscientemente deseado se rechaza inconscientemente, porque es el representante del padre que amenaza con romper el vínculo idealizado con su mamá. Estimo que esta es una de las razones que explica los celos que pueden llegar a sentir tanto uno como otro integrante de una pareja y que, según su intensidad, pueden determinar una esterilidad primaria. Me atrevería a afirmar aun

sin una base empírica suficiente por el momento, que estas mamás pueden llegar a tener un buen embarazo, símbolo de una unión simbiótica con su madre, O sea que mientras puedan identificarse con el bebe, sobrellevan bien la gestación, Pero el momento del parto puede ser conflictivo porque el partero es el representante del padre que corta el cordón umbilical destruyendo esa unión idealizada. Entonces es probable que la depresión posparto de la madre sea seria, que preste poca o ninguna atención al bebe, que sienta rechazo hacia el. Los casos más graves podrían desembocar en una psicosis puerperal: el embarazo no ha sido vivido “como si” fuera una unión con la madre, sino que lo ha sido concretamente, realmente, para la paciente, y la confrontación con la realidad se torna catastrófica y desestructurante. Esto es más serio aun si pensamos que estas depresiones graves en las que la mamá no presta ninguna atención afectiva a su bebe, son causa de un cuadro autista futuro en el hijo. Decimos entonces que el deseo sexual que recrudece es peligroso si se lo satisface, pero además, la no satisfacción se transforma en angustia que incrementa la agresión. Ello explica el estado de confusión interna que aflora en conductas desconcertantes y al mismo tiempo inexplicables. La madre sexuada es la rival peligrosa. La niña en este momento necesita sentir nuevamente a la mamá como madre nutricia, pero le resulta muy dificil disociar ambos aspectos y se incrementa su angustia. En algunos casos, el volver a la madre nutricia va a constituir un hecho. Algunas niñas van a disociar, merced a defensas obsesivas, ambas imágenes y quedarán fijadas a una etapa oral receptiva en un vínculo idealizado con una madre permanente y exclusivamente nutricia. En los varones puede darse tambien, y es causa de futuros trastornos en su relación con las mujeres porque no pueden integrar la mujer maternal, madre de sus hijos, con la mujer amante sexualmente deseada. En las niñas, la fijación permanente a la madre nutricia puede advertirse como simultánea a una tendencia a la obesidad, a veces diagnosticada como obesidad incurable. Otras veces va acompañada por fobias graves que prácticamente le imposibilitan desenvolverse en el mundo externo con una mínima seguridad e independencia; en otros casos pueden aparecer somatizaciones graves y hasta mortales. En una oportunidad pude analizar la situación de una paciente en breve tiempo por la gravedad de su caso. Se trataba de una niña de aproximadamente 11 años que aún no había tenido su menarca. Recibí el pedido de consulta en carácter de urgente. La madre, en una entrevista a solas, relató que le habían practicado una histerectomía por padecer de cáncer. Lo planteó como totalmente superado y agregó que el esposo “tiene constantes aventuras con otras mujeres", faltaba mucho del hogar y no se llevaban nada bien. Dijo que todo esto no le afectaba porque ella practicaba yoga. La niña hacía al padre las escenas que debía hacerle la mamá, reprochándole sus aventuras y su ausencia. Comenzó a resistirse totalmente a ingerir alimentos y llegó a hacer un cuadro de anorexia nerviosa grave. Era tan dramático que sus fuerzas ya no le alcanzaban para abrir la puerta del edificio cuando llegaba a las entrevistas. Despues de unas pocas entrevistas para indagar la problemática subyacente, debió ser internada por decisión del clínico y del psiquiatra infantil que la atendían, quienes optaron por someterla a una cura de sueño con administración de suero para sacarla de la situación orgánica- mente crítica. Esta niña había hecho una identificación introyectiva total o masiva con la madre, y somatizaba la sintomatología cancerosa como si fuese a morir ella, en lugar de su madre.

Temores

En esta etapa, el temor de que a la mamá le pase algo se debe, en lo que he llamado primera fase de la pubertad, a un recrudecimiento de la dependencia afectiva respecto a aquella. Es como si volviera a dar los primeros pasos y por eso necesita mucho de la mamá como sosten y como alimento. Cuando la mamá se va, revive los instantes en que, siendo bebita, debía elaborar los momentos en que mamá desaparecía de su vista, confundidos con la perdida irreparable de ella. Las experiencias positivas fueron atenuando (o intensificando, según el caso, pero limitemonos al desarrollo normal) estas ansiedades y finalmente logró convencerse de que mamá podrá reaparecer luego de desaparecer. En la pubertad se revive esta etapa la ansiedad es la misma. La fantasía subyacente seria: “Si sigo creciendo debo soltarme de la mano de mamá pero sin ella no puedo seguir adelante”.

El mismo temor de que "a mamá le pase algo" tiene que ver, un paso más adelante, con la reactualización de la etapa edípica de los cuatro o cinco años, en la que deseas al papá como novio y la mamá, es la rival.

En la primera infancia la niña actúa esta situación con bastante naturalidad. Ahora, el yo de la niña emite señales de angustia porque no puede reprimir por más tiempo el impulso incestuoso y teme las

consecuencias. Su miedo expresa el deseo inconsciente de ocupar su lugar, al lado de papá. La fantasía subyacente en este momento es: “Si yo me hago mujer, la mato; le gano, la pierdo, me mata, me abandona, me odiará, etc.”. Según el caso, la estructura de personalidad previa, la historia personal y el nivel de desarrollo libidinal familiar logrado, esta situación cobrará mayor o menor dramaticidad. Si la mamá es tambien muy fóbica, la situación termina en un círculo cerrado; los temores se potencian mutuamente y se precipita una consulta urgente con un profesional. En este caso hará falta indudablemente una ayuda terapeutica vincular. La mamá no puede rectificar los temores de la hija o se los ratifica. El papá no funciona como contenedor de la situación. Lo ideal sería que el pudiese convalidar la femineidad de ambas y no de una a expensas de la otra. Hacia la tercera fase de la pubertad se acentúa en las niñas el miedo a los hombres, Se da una yuxtaposición de la fantasía universal histerica, de violación por transformación del peligroso en angustia y el deseo inconsciente de la satisfacción sexual en temor a un castigo cruel. Pero esto, como dije, se yuxtapone con la fantasía de que su transformación en mujer significa matar a la madre o triunfar maníacamente sobre ella, lo cual equivale tambien a perderla. De manera que por ahora no se permite tomar al padre como objeto de su deseo sexual (para pasar luego al objeto heterosexual incestuoso), porque la transformaría de hecho en una rival muy peligrosa para su mamá a quien aun necesita mucho.

Además, los cambios corporales que indudablemente registra modifican la imagen de sí misma. A veces el llamado "estirón" y las modificaciones de su imagen corporal que va cobrando formas femeninas, la asustan mucho porque el tiempo que insume incorporar los cambios no corre parejo a la rapidez del desarrollo real que va adquiriendo. Todo ello lo registra internamente con mucho miedo. Falla la imagen especular porque la imagen que los demás, especialmente la mamá, le devuelven no coincide con la que tiene de sí misma, todavía mucho más infantil de lo que en realidad se la ve (13). Dice Winnicott (16):

Una criatura que tiene una deformidad puede devenir un niño sano con un self que no está deformado y el sentimiento que él tiene acerca de ello está basado sobre el vínculo en tanto persona aceptada. Las distorsiones del yo pueden provenir de distorsiones de las actitudes de los que cuidan del niño... esta tarea, fácil pero importante, deviene dificultosa si el niño, tiene una anomalía de la cual la madre está avergonzada de la cual ella se siente culpable, que la espanta la impacienta o la desespera... El self, el sentimiento que el niño tiene de ello y la organización de su yo, pueden estar intactos porque se apoyan sobre la base de un cuerpo que es normal para el niño en curso del periodo de formación. (Traducción de la Dra. Arzeno)

Cuando digo que ante las transformaciones corporales la niña se llena de temores y necesita que la madre le devuelva una imagen modificada validando los cambios como positivos, me estoy refiriendo a estos conceptos de Winnicott. Si la mamá no registra los cambios o no los gratifica con elogios, elección adecuada de ropa, permiso para comenzar a maquillarse, etc., la niña lo percibe como desvalorización de su persona o como franca prohibición a crecer, y lo registra en el nivel afectivo como que no la quieren como es ahora. Los demás le dirán que está muy linda, muy alta, muy “señorita”. Pero internamente le provocan mucho susto, con miedo a lo que pueda ocurrir, con terror a lo que los hombres le puedan decir por la calle. En este sentido, los hombres serán a corto plazo vividos como sátiros por proyección de la propia excitación sexual descontrolada y peligrosa, y tambien como mecanismo para evitar la culpa por la responsabilidad respecto del deseo sexual que inminentemente será consciente León Grinberg (8) expresa:

La relativa estabilidad lograda durante los años de latencia y mantenida a costa de la represión de las fantasías sexuales, los mecanismos obsesivos y las fuertes disociaciones, entra en crisis cuando irrumpe la pubertad, con la reaparición de la masturbación y la ruptura de la disociación diferenciadoras obsesiva, rígida y exagerada de la latencia, que permitía saber muy tajantemente qué era bueno y qué malo, qué femenino y qué masculino, etc.

En cuanto comienza la adolescencia por el contrario, todo es confusión, que da lugar a nuevas y variadas disociaciones como defensa... Cuando la reaparición de la masturbación trae consigo una fuerte tendencia regresiva a abandonar la propia identidad de un objeto por intrusión en él, el adolescente será presa de ansiedades confusionales, más intensas que las que todos los adolescentes experimenten en cierta medida. Esta es la confusión acerca de los cuerpos, que aparece con el primer vello pubiano, el primer crecimiento de los senos, la primera eyaculación, etc.... El camino no hacia la aceptación del cuerpo como propio pasa por la elaboración del duelo por la

pérdida del cuerpo infantil y la pérdida de la imagen de los padres de la infancia.

Vaya retomar aquí el tema de los miedos a los ladrones. Por un lado, podríamos pensar que ese ladrón es el representante del futuro sátiro, en la etapa siguiente, que temerá encontrar a cada paso por la calle. Por ahora estamos en el momento en que teme que un ladrón entre a la casa y haga algo, como matar, robar, amenazar. El peligro de violación aparece más adelante integrando la psicología específicamente adolescente.Cabe explicitar aquí que la intensidad del deseo es siempre simetrica a la intensidad del castigo fantaseado. Por lo cual lo que la niña teme que el ladrón le haga, nos indicará cuál y cuán intenso es su deseo, que por ahora deberá permanecer inconsciente porque le angustia mucho tomar conciencia de el. Por eso es dificil el abordaje terapeutico de las niñas de esta edad porque dirán constantemente "NO", aunque escuchen con avidez una interpretación al respecto.En la primera fase de la pubertad el deseo inconsciente es acaparar a la madre robando el lugar que corresponde al padre. Por eso sus miedos a los ladrones son franca expresión del temor a la retaliación. Un ladrón entrará a robarle a la madre. Por supuesto, la imagen del padre se presta de maravillas para cumplir este rol.El padre sexuado amenaza, "hambriento", a su madre nutrida tan amada. Es otra versión del cuento del Lobo Feroz. El miedo se desplaza de la figura del padre hacia un extraño {el ladrón), para expresarse en toda su dramaticidad sin caer en una situación psicótica (pánico al padre) ni reprimir totalmente el conflicto, lo cual demoraría el proceso de desarrollo.Al tema del ladrón le sucede el del sátiro, que constituye otro representante inconsciente del padre sexuado, quien por eso y en ese momento, es persecutorio y cuyo predecesor ha sido el pene y el pecho malos, persecutorios, de la primera etapa del desarrollo en el primer trimestre de vida, según lo ha analizado exhaustivamente Melanie Klein (10,11 Y 12).Así por ejemplo dice (11):

En circunstancias favorables la niña cree no sólo en la existencia de un pene introyectado peligroso sino en uno benéfico y servicial. Como resultado de esta actitud ambivalente, luchará por contrarrestar su miedo a un pene "malo" introyectado por una introyección continua de uno "bueno" en el coito...

Con respecto a los miedos en la pubertad esta misma autora dice (11): Mis propias experiencias confirman ampliamente el punto de vista de H. Deutsch, de que las

desilusiones y golpes a su narcisismo que recibe la niña cuando comienza a menstruar son muy grandes. Pero yo creo que su efecto patogénico se debe a la circunstancia de que reactivan miedos anteriores.

Los miedos analizados aquí por esta autora pueden resumirse así:1) miedo a ser atacada y destruida por la madre vengativa quien, además, quiere recobrar el pene del padre y los bebes que la hija le ha quitado2) miedo a ser atacada y dañada por el padre al copular sádicamente con ella3) miedo a que el interior de SU cuerpo sea atacado y dañado por el Gaita sádico de los padres en lucha uno contra otro dentro de ella.

Dice que la niña identifica la sangre menstrual con excrementos peligrosos que pueden haber dañado su propio cuerpo, por lo cual la hemorragia asociada a cortadura le parece una realidad confirmatoria de sus temores: su interior está dañado.

Dice tambien: Los efectos psicológicos de la menstruación son responsables, en parte, del hecho de que a esta edad las dificultades neuróticas de la niña aumenten muchísimo. Aun si es normal, la menstruación resucita sus viejas situaciones de ansiedad, aunque desde que su yo y sus métodos de dominar su ansiedad han sido adecuadamente desarrollados, puede modificarla mejor que en su temprana infancia.

Me permito revisar este último concepto kleiniano y dejar al menos planteado como interrogante la siguiente reflexión: habiendose acortado considerablemente la distancia entre fantasía y realidad en lo que a experiencias sexuales se refiere, la represión del impulso sexual exige al yo un esfuerzo suplementario que le desgasta, disminuyendo así su posibilidad de utilizar buenas defensas ante la angustia aumentada por la esperanza y el temor a la realización del deseo. Ciertamente, si su desarrollo es normal está en

mejores condiciones que otras niñas para reponerse de la crisis, pero pienso que el desarrollo puberal la enfrenta con un drama hasta cierto punto, inedito. Descubrimiento de los padres como pareja sexuada

¿Por que se reactiva la imagen del padre sexuado como perseguidor?Por un lado, porque es la contrapartida del pene bueno, equivalente a su vez del pecho bueno, nutricio, de la primera infancia. El padre sexuado ocupa por ahora el lugar de un padre persecutorio, malo, heredero, a su vez, del pecho malo = ausente. Mucho más adelante podrá hacer la integración del padre protector, equivalente al pecho bueno y nutricio, con el padre sexuado. En segundo lugar, es así porque en realidad desearía separarlo de la madre y acapararla. Por proyección retaliativa es vivido como persecutorio.

En tercer lugar, porque es el objeto de un deseo sexual vivido en sí mismo como peligroso por tres razones fundamentales: la intensidad del impulso, la debilidad del yo y el peligro fantaseado de que algo va a ocurrirle a la madre a causa de la gratificación de su deseo sexual y como efecto de ella. En la adolescencia se mantienen estos temores y las mismas razones aquí enumeradas, pero mientras la niña púber teme que le suceda algo a la madre, la adolescente (o adolescencia propiamente dicha, según la terminología que se utilice) teme por sí misma, es decir que la culpa es depresiva en el primer caso y persecutoria en el segundo. (9) (Vease nota al pie.)

Freud en sus primeros trabajos explicaba que un hecho traumático como los accidentes, las muertes súbitas, etc., no siempre lo es en sí mismo. Hay hechos que devienen traumáticos porque la posibilidad del yo, de afrontarlos, incorporados y elaborados es muy pobre. Entonces la debilidad yoica hace que su registro emocional quede reprimido, escotomizado, desplazado, etc., hasta que en cierto momento algún hecho similar a los anteriores, que no tiene nada de traumático, será vivido traumáticamente.En La histeria (cap. 1: "El mecanismo psíquico de los fenómenos histericos", 5) Freud dice:

Estas observaciones nos parecen demostrar la analogía patógena de la histeria común con la neurosis traumática y justificar una extensión del concepto de histeria traumática. En la neurosis traumática la verdadera causa de la enfermedad nunca es la leve lesión corporal sino el sobresalto, o sea el trauma psíquico. También con relación a muchos síntomas histéricos, nos han revelado análogamente nuestras investigaciones causas que hemos de calificar de traumas psíquicos. Cualquier suceso que provoque los afectos penosos del miedo, la angustia, la vergüenza o el dolor psíquico, puede actuar como tal trauma. De la sensibilidad del sujeto y de otra condición que más adelante indicaremos, depende que el suceso adquiera o no importancia traumática. En la histeria común, hallamos muchas veces sustituyendo al intenso trauma único, varios traumas parciales o sea un grupo de motivaciones que sólo por su acumulación podrían llegar a exteriorizar un efecto traumático, y cuya única conexión está en constituir fragmentos de un mismo historial patológico. En otros casos son circunstancias aparentemente indiferentes las que por su coincidencia con el suceso realmente eficaz, o con un instante de gran excitabilidad, adquieren la categoría de traumas, que nadie sospechara poseyeran pero que conservan ya a partir de este momento.

Pero la conexión causal del trauma psíquico con el fenómeno histérico no consiste en que el trauma actúe de agente provocador, haciendo surgir el síntoma, el cual continuaría subsistiendo independientemente. Hemos de afirmar más bien, que el trauma psíquico o su recuerdo actúa a modo de un cuerpo extraño, que continúa ejerciendo sobre el organismo una acción eficaz presente por mucho tiempo que haya transcurrido desde su penetración en él. Esta actuación del trauma psíquico queda demostrada por un singularísimo fenómeno, que confiere además a nuestros descubrimientos un alto interés práctico. Hemos hallado en efecto, y para sorpresa nuestra al principio, que los distintos síntomas histéricos desaparecían inmediata y definitivamente, en cuanto se conseguía despertar con toda claridad el recuerdo del proceso provocador y con él el afecto concomitante y, describía el paciente con el mayor detalle posible dicho proceso, dando expresión verbal al afecto. El recuerdo desprovisto de afecto carece casi siempre de eficacia.

Es importante tornar en consideración estos temprano s conceptos freudianos que apuntan a comprender la etiología de la histeria, porque en el momento evolutivo en el que concentro este estudio se desarrolla ese mismo drama. La explicación que halla Freud a los síntomas histericos en sus primeros escritos nos sirven, en gran medida, para explicar los síntomas que surgen en la edad puberal, que

aparecen como inevitables y que parecen tener mucho en común con la histeria según la explicación freudiana.

Estas niñas tienen miedo a que entren ladrones, a quedarse solas, y aun contra toda lógica necesitan revisar todos los rincones porque puede haber alguien.

Esta conducta asusta mucho a los padres porque piensan que la niña ha enfermado gravemente. Ella sufre mucho; no encuentra descanso ni tranquilidad. Algunas veces su comportamiento tiene relación con algo real que le ha ocurrido a ella, a una amiga, en el barrio o que ha leído en el periódico. La explicación sería la siguiente: ese hecho puede haber ocurrido en la realidad, pero jamás justificaría que se desencadene tal crisis de angustia. Ese hecho coincide o "encaja" con el drama interno. Por eso lo externo resulta potenciado al máximo. La niña piensa que ya le está por ocurrir o le ha ocurrido lo mismo. Ningún recaudo que se pueda tomar en la realidad calma su angustia por esa misma razón. El problema es interno, no externo; o al menos, no exclusivamente. De hecho se agudiza mucho más si le falta la madre o el padre que la protejan. En este momento del desarrollo, la niña está muy ligada a la madre. Al padre real lo siente ausente o lejano. La relación objetal interna es, como ya lo exprese, con un padre persecutorio que amenaza con sacarle la madre que ella misma le "roba" y acapara. El padre interno es un perseguidor, por otra razón más: debe ser temido para no ser todavía deseado sexualmente. Es bastante común que las niñas desarrollen conductas hostiles hacia el padre que son reactivas y tienen esa base. En este sentido es importante explicitar estos hechos hasta donde es factible para que el padre sepa afrontados sin sentirse muy herido.Más adelante Freud señala:

En el análisis de toda histeria basada en traumas histéricos comprobamos que impresiones de la época presexual, cuyo efecto sobre la niña ha sido nulo, adquieren más tarde como recuerdos, poder traumático, cuando la sujeto adolescente o ya mujer llega a la comprensión de la vida sexual. La disociación de grupos psíquicos es, por decirlo así, un proceso normal en el desarrollo de los adolescentes, y no puede parecer extraño que su ulterior incorporación al yo constituya una ocasión frecuentemente aprovechada de perturbaciones psíquicas. Quiero además expresar aquí mis dudas de que la disociación de la conciencia por ignorancia sea realmente distinta de la producida por repulsa consciente, pues es muy probable que los adolescentes posean conocimientos sexuales mucho más precisos de lo que en general se cree e incluso de lo que ellos mismos suponen. Otra de las variantes que presenta el mecanismo psíquico de este caso consiste en que la escena del descubrimiento que hemos calificado de "auxiliar" puede serio también de "traumática" pues actúa por su propio contenido, y no tan sólo por despertar el recuerdo de sucesos traumáticos anteriores. Reúne de este modo los caracteres del factor auxiliar y los del traumático. Pero en esta coincidencia no veo motivo ninguno para abandonar una diferenciación de concepto a la que en otros casos corresponde también una separación temporal (...) Omito explicar también aquí el proceso regularmente comprobado por mí en un gran número de casos de que la sospecha de relaciones sexuales hace surgir, en sujetos virginales, un efecto angustioso.

Esto lo dice Freud a propósito de Catalina, una muchacha que trabajaba en una hostería de un lugar en el que pasó unas breves vacaciones. Sus palabras son muy útiles para entender el momento en que la fantasía de la relación sexual de los padres se transforma inexorablemente en la percepción real o en la suposición sobre bases realistas, y es revestida de las características de un hecho traumático. Es notable la disociación que puede llegar a hacer el hijo o la hija entre lo que saben intelectualmente acerca de las relaciones sexuales y que eso mismo ocurra entre papá y mamá (negación que puede llegar a ser renegación). Cuando estas relaciones no pueden ser más negadas y llegan a reconocerse adquieren las características de un acontecimiento traumático por la violencia con que penetran en la conciencia, rompiendo la disociación previa (los otros, sí; papá y mamá, no). Por eso es que si la niña menstrúa o está próxima a menstruar, esto la lleva, en el fondo, a reconocer que su propio desarrollo sexual le demuestra que su mamá es una madre sexuada. Esto despierta estupor, rabia, rechazo, pena, etc., según la estructura de personalidad previa, y explica que la menstruación en sí no es vivida como un acontecimiento feliz. Lo común es que provoque angustia, llanto y que la madre deba consolarla. Esto sucede aun habiendo sido debidamente informada. En ese momento constituye un descubrimiento deprimente, defraudante ya que pone en crisis la imagen que ha tenido hasta entonces, de sus padres. Cuanto más idealizados hayan sido previamente, más conflictivo será este momento evolutivo para la niña, porque tenderá a denigrarlos en la misma medida. Es posible que por esta razón muestre un brusco rechazo hacia ambos padres,

especialmente hacia la madre. En la misma obra de Freud, el capítulo titulado "Psicoterapia de la histeria" incluye otros conceptos

útiles que, a mi juicio, explican este momento evolutivo: Son, en efecto, síntomas o equivalentes y rudimentos de manifestaciones de angustia, razón

por la cual he dado a este complejo, separado de la neurastenia, el nombre de "neurosis de angustia", afirmando que nace por acumulación de estados de tensión física de origen sexual. Esta neurosis no tiene tampoco todavía un mecanismo psíquico. Pero actúa regularmente sobre la vida psíquica siendo sus manifestaciones peculiares la "expectación angustiosa", las fobias y las hiperestesias, con respecto a los dolores. Tal y como la defino, la neurosis de angustia coincide psíquicamente en parte con aquella neurosis que algunos autores agregan a la histeria y a la neurastenia, dándole el nombre de hipocondría. Pero ninguno de ellos delimita exactamente a mi ver, esta neurosis. Además, el empleo del nombre "hipocondría" queda siempre limitado por su estricta relación con el síntoma de miedo a la enfermedad (pág. 159).

Acumulación de tensión

Este párrafo es fundamental porque arroja luz acerca de la acumulación de síntomas de que adolecen las niñas de esta edad. La "expectación angustiosa" es en ellas evidente. Las fobias son infaltables. Las hiperestesias se aprecian en sus dolores ambulatorios. El miedo a lastimarse y enfermarse es tambien constante. Siguiendo a Freud y desde un enfoque económico, lo explicaríamos por la "acumulación de estados de tensión fisica de origen sexual". Podríamos afirmar entonces que el instinto sexual, en este momento, está a punto de romper las compuertas que la latencia erigió para contenerlo y desviar su cauce en beneficio de la socialización y culturalización del sujeto. Parte de el, como afirma Freud (6) seguirá siendo objeto de sublimación (en una evolución normal); otra parte será satisfecha a traves de gratificaciones pregenitales diversas; pero inexorablemente queda una tercera parte que ahora pugna por ser satisfecha según su autentico fin, objeto y fuente. Es a partir de esta porción del instinto sexual, que aún está muy lejos de poder satisfacerse realmente, que comenzará a acumularse tensión, la cual generará angustia y esta, a su vez, determinará la formación de síntomas.

Neurosis evolutiva normal

Retomando el último párrafo de Freud, me atrevería a sostener que hay una edad en el desarrollo femenino en que surgen histerias de angustia, de conversión e hipocondrías, entremezcladas, formando parte de una crisis evolutiva. Esto es lo que describo como síndrome de la niña púber y cuyas manifestaciones permitirían hablar de la "neurosis normal”, propia de esta etapa de la vida.

Abordaje terapéutico

La aparición súbita sin antecedentes de patología previa y la remisión espontánea (o con esclarecimientos o terapias breves) una vez acaecida la menarca y elaborado el cambio, ratificarían que este cuadro no debe ser encarado como una neurosis clínica ni sometido a una psicoterapia psicoanalítica individual profunda y prolongada. Estos tratamientos quedarán reservados para los casos en que la patología previamente existente agrave el cuadro y coloque al yo de la niña ante un conflicto intensamente dramático que no pueda resolver por sí sola. Por tal razón se impone realizar un psicodiagnóstico minucioso desde la primera consulta. Así se podrá discriminar si la niña, con una adecuada base previa sana, podrá superar este momento exitosamente, o si quedará detenida aquí en su desarrollo femenino. El grado de continencia familiar, en especial maternal, tambien debe tenerse en cuenta para decidir la estrategia más adecuada.

Algunas veces los recursos defensivos se acentúan recrudeciendo una severa represión con intensificación de las defensas obsesivas y empobrecimiento en lo creativo o en la espontaneidad general de la personalidad. Estos casos podrían comprenderse como latencias conservadas más allá de los límites evolutivos normales, lo cual puede generar posteriormente severas neurosis. La profunda disociación mente-cuerpo con intelectualización brillante puede llevar a una niña a ser una mujer exitosa en ese

terreno, pero cuya evolución sexual femenina ha quedado detenida como en su periodo de latencia, cual un animal prehistórico (respuesta muy significativa cuando aparece en un protocolo de Rorschach o en el Cuestionario desiderativo) que yace bajo un glaciar.

Un caso en el que fui consultada, es bien elocuente al respecto. Se trataba de una muchacha internada en una institución, de 20 años, que desde hacía cinco y a partir del cambio de un colegio de niñas a otro mixto, desarrolló una serie de síntomas a saber: dejó de comer, de hablar, comenzó a fracasar en los estudios y demoraba largos minutos en contestar, lo cual sucedía despues de compulsivos movimientos espasmódicos.En el pasillo del hospital se la veía parada en la misma posición durante largo tiempo, dando toda la impresión de una catatónica.El material escaso pero elocuente de esta muchacha, hija única, indicaba una detención del proceso puberal antes de comenzar. Había tenido la menarca a los 11 años, pero sin ninguna reacción emocional. El Test de Bender mostraba enfasis en las figuras redondeadas (indicador de regresión) y reforzamiento de un ángulo de cada figura cuadrilátera, dando la impresión de una punta de lanza. Pienso que esta muchacha debió sentir pánico ante el proceso que se desarrollaría entre ella y su madre, inhibió la agresión y la hostilidad al máximo, volvió la agresión contra sí misma (anorexia nerviosa) y se prohibió hablar por pánico a decir algo agresivo. Su paralización catatónica parecía reforzar esta necesidad de reprimir vigorosamente los sentimientos hostiles contra la madre (detener este proceso) y sólo se permitía movimientos casi convulsivo s que preocupaban pero no irritaban a los padres. Recuerdo tambien el caso de un varón de 11 años. El tema de su dibujo libre fue precisamente este: un coche anfibio debía atravesar una cordillera y de este modo podía andar tanto sobre tierra como sobre el agua. Su conflictiva confirmaba que su problema central era la imposibilidad de mantener por mucho tiempo más el instinto sexual, sentido como poderoso y peligroso, sujeto a un estado de hibernación. Sus defensas obsesivas claudicaban y su fracaso escolar fue el motivo manifiesto de la consulta. En realidad estaba lanzando un dramático S.O.S. para que alguien lo ayudara a pasar este período peligroso (cordillera), para lo cual necesitaba levantar la represión sin temor a ser destruido o aplastado (modelo anal de retaliación por ser este su punto de fijación ya que evitaba lo fálico con horror). Su pedido o fantasía de curación era el de ser dotado de las plásticas cualidades del anfibio que puede vencer condiciones hostiles.Volvamos al tema del desarrollo femenino.

Vínculo madre-hija

Había expresado, siguiendo a Freud, que la acumulación de tensión por insatisfacción del instinto sexual engendra angustia y que este es uno de los factores etiológicos del síndrome de la niña púber. Pero a esto debemos agregar otro enfoque que es vincular y que pone el acento en la relación de la niña con la madre. La angustia es tambien la manifestación clínica de su ambivalente vínculo. De por sí, incluir el elemento sexual en el propio esquema corporal y en las relaciones con los demás, constituye un serio problema. Mucho más serio aun es incluirlo en la relación con los propios padres. Específicamente, en relación con la madre, el temor es a inferirle algún serio daño simultáneo con su desarrollo puberal.Al respecto Freud dice claramente en su artículo "La feminidad" (1932), lo siguiente (18):

... en el curso del tiempo, la muchacha debe cambiar de zona erógena y de objeto, mientras que el niño conserva los suyos. Surge entonces la interrogación de cómo se desarrollan tales cambios y particularmente de cómo pasa la niña de la vinculación a la madre a la vinculación al padre o, dicho de otro modo, cómo pasa de su fase masculina a la fase femenina que biológicamente le está determinada... Orientaremos ahora nuestro interés hacia la disolución de esta poderosa vinculación de la niña a su madre. Sabemos de antemano que su destino es perecer, dejando el puesto a la vinculación al padre... El apartamiento de la madre se desarrolla bajo el signo de la hostilidad; la vinculación a la madre se resuelve en odio el cual puede hacerse muy evidente y perdurar a través de toda la vida o puede ser luego cuidadosamente supercompensado, siendo lo más corriente que una parte de él sea dominada, perdurando la otra. Estas variantes dependen en gran medida .de lo que sucede en años posteriores. Pero aquí nos limitaremos a estudiarlo en el período de viraje hacia el padre, investigando sus motivaciones... De los reproches que la sujeto dirige a su madre, el que más se remonta es el de haberla criado poco tiempo a sus pechos... Parece más bien que el ansia de la niña por su primer alimento es inagotable y que el dolor que le causa la pérdida del seno materno no

se apacigua jamás.

Interrumpo aquí esta cita para llamar la atención acerca de la importancia de este párrafo para comprender la etiología de la obesidad y de la anorexia nerviosa. En ambos cuadros, la niña se mantiene fijada, por carencia, básica o por excesiva gratificación, al pecho materno del cual no puede cesar de ingerir (obesidad) o no quiere recibir nada en absoluto por el intenso odio persistente (anorexia). En ambos casos no se ha aceptado la perdida del pecho y no se tolera ni elabora pacíficamente tal etapa.Continuando la cita de Freud:

Otra acusación contra la madre surge al hacer su aparición en la nurserí un nuevo bebé. Cuando las circunstancias lo hacen posible, la niña relaciona tal suceso con la privación del seno materno. La madre no quiso o no pudo seguir dándole el pecho porque necesitaba amamantar al nuevo infante... Pero no es sólo la privación del seno materno... Se siente destronada, despojada, perjudicada en su derecho... desarrolla... rencor contra la madre infiel...Se torna "mala", excitable, desobediente y abandona los progresos realizados... Los deseos sexuales infantiles, distintos en cada fase de la libido, y que, en su mayor parte no pueden ser satisfechos, constituyen una copiosa fuente de hostilidad contra la madre. La más intensa de estas privaciones aparece en la época fálica, cuando la madre prohíbe a su retoño ... el placentero jugueteo con sus órganos genitales, al cual ella misma hubo de inducirle antes, al descubrirle, en sus cuidados de higiene corporal, la cualidad erógena de dichos órganos ... Pensaríamos, incluso, que esta primera relación amorosa de la niña está destinada al fracaso, precisamente por ser la primera, pues estas precoces cargas de objeto son siempre ambivalentes en muy alto grado; junto al amor intenso existe una intensa tendencia a la agresión, y cuando más apasionadamente ama el niño a su objeto, más sensible se hace a las decepciones y privaciones que el mismo le inflige.

En "La disposición a la neurosis obsesiva" (1913), Freud agrega: ...nos inclinaremos a considerar como típica en la naturaleza humana cierta medida de tal anticipación de la evolución del Yo y a encontrar basada la facultad de la génesis de la moral en el hecho de que, después de la evolución, es el odio el precursor del amor. Quizá es éste el sentido de una frase de W. Steckel, que me pareció en un principio incomprensible, y en la que se afirma que el sentimiento primario entre los hombres es el odio y no el amor. Pero, como dice Freud, todos estos factores (destete, nacimiento de un hermanito, decepción amorosa, celos, seducción seguida de prohibición y ambivalencia en la relación objetal) no bastan para alejar a la niña de la madre pues no apartan al varón respecto de ella. Hace falta algo más: “... nos sorprendió descubrir, por medio del análisis, que la niña hace responsable a la madre de su carencia de pene y no le perdona tal desventaja”.

Por todas estas razones (y la principal es la herida narcisística) vemos teóricamente fundamentada la inexorabilidad de la disolución del vínculo que originariamente la niña ha establecido con la madre.

Además, Freud dice que todo amor temprano o primitivo es altamente ambivalente y, por lo tanto, el amor incondicional lleva en sí el germen del odio. (18)

Creo importante señalar que esta situación resulta muchas veces desplazada por la jovencita hacia su primer novio "en serio”, como lo he señalado en otra parte de este trabajo. En mi práctica clínica he hallado que resulta contraproducente combatir estos amores incondicionales. Cuanto más se oponen los padres más los refuerzan, paradójicamente. En realidad, ello sucede porque la joven (o el varón) necesita convencerse de que no está obedeciendo al deseo de los padres como una niña sumisa, sino que es su propio deseo. Ello provoca enfrentamientos con los padres, pero es una dura prueba de realidad que necesita para saber que ha crecido.

Agregaría aquí una observación más: para completar la perspectiva freudiana debemos recordar los aportes de la teoría vincular y de la comunicación familiar para comprender que este proceso puede trabarse no sólo por dificultades de la niña, sino por las de la madre o el grupo familiar.Si la niña percibe que la madre no podrá soportar el momento en que ella se torne "mala, excitable, desobediente", al decir de Freud, resultará detenida en este punto del desarrollo a menos que el padre sea buen sosten de la madre y la ayude a pasar esta etapa con cariño y apoyo.

Este planteo es retornado por la teoría de M. Klein quien, mujer al fin, se ha internado más a fondo que Freud en los intrincados vericuetos de la identidad femenina. Ella plantea que en su desarrollo psicosexual la niña comienza con un período homosexual de fijación al pecho materno hasta que, buscando otro objeto libre de toda carga de agresividad proyectada por frustración, busca el pene paterno. Cambia primero de zona y luego de modelo de gratificación, entrando ya en el período edípico positivo temprano, simiente del descrito por Freud alrededor de los cuatro años. Pero, como dice M. Klein (10), la niña no abandonará el pecho materno en buenos terminos sino saturada de odio y resentimiento porque se ha negado a darle todas las satisfacciones que ella esperaba. Es así que tales expectativas se dirigen ahora al papá. El miedo a la retaliación subsiste, y adopta la conformación similar al daño ocasionado en la fantasía: su mamá no le dio un bebe, ni el pene de papá que guarda en su interior tan celosamente. Ella atacó su vientre para robárselos Y. arruinar todo eso que mamá no le ha querido dar. Ahora mamá se vengará privándola de la posibilidad de obtener un buen pene y de tener bebes.

En el momento de la pubertad, este drama edípico femenino cobra nuevamente vigencia. La señal de que el drama se ha desencadenado, estaría dada por la sintomatología que he descrito al comienzo del trabajo. Desde la perspectiva kleiniana dicha sintomatología sería comprendida como prueba de la ambivalencia hacia la madre, reactivada.Con respecto al desarrollo puberal normal, dice M. Klein (11):

Los efectos psicológicos de la menstruación son responsables, en parte, del hecho de que a esta edad las dificultades neuróticas de la niña aumenten muchísimo. Aun si es normal, la menstruación resucita sus viejas situaciones de ansiedad, aunque desde que su Yo y sus métodos de dominar su ansiedad han sido adecuadamente desarrollados, puede modificarla mejor que en su temprana infancia.Ordinariamente también obtiene una fuerte satisfacción de la aparición de la menstruación. Siempre que su posición femenina haya sido bien establecida durante la primera expansión de su vida sexual, considerará la menstruación como una prueba de ser sexual mente madura y mujer y como un signo de que puede tener mayor confianza en la esperanza de recibir gratificación sexual y de tener hijos (págs. 347 y sigs.).

Otro aspecto de la teoría kleiniana es el que pone el enfasis en las ansiedades de separación y en los modelos de duelo que surgen para elaboradas.En la pubertad se reactiva el modelo de duelo con que la niña se alejó de su madre durante las fases previas.

La pubertad es un de momento de duelo

La pubertad es fundamentalmente un momento perdidas, sufrimiento y duelo. Como ya lo señale antes, la menarca no es recibida con alegría solamente. Más bien es con lágrimas y pesar o al menos, con marcada ambivalencia. Y cómo podría ser de otro modo si ella es una prueba de realidad de que:

ha perdido el cuerpo de la infancia; tambien a los padres de la infancia; finalmente, ha perdido la fantasía omnipotente de la bisexualidad.

Tres perdidas o tres heridas narcisísticas dolorosas, según el enfoque que se prefiera.Esto explica sobradamente por que afirmo que la pubertad es, antes que nada, un momento de duelo. "Llore de alegría”, dijo una joven recordando ese momento. La alegría puede ser la reacción maníaca que acompaña intrínsecamente al duelo por la infancia perdida, aunque tambien debemos considerada en muchos casos tan autentica como el dolor y una ayuda para soportado. Pero denota tan sólo el aspecto ligado al crecimiento y el progreso que implica la pubertad, cuya trascendencia aún no es convincente en este primerísimo momento puberal.Tanto la niña como el varón púber, ambos atraviesan el drama de desprenderse de la madre preedípica que es fálica, potente, fecunda y tambien dominante, posesiva y tiránica. (En la lámina IX del Psicodiagnóstico de Rorschach suele aparecer alguna respuesta con este simbolismo.) Pero el precio que habrá que pagar por esta liberación es que, al mismo tiempo, perderá a la madre nutricia, es decir a la fuente externa de protección y suministro. La simbiosis con sus dos facetas deberá cortarse en este momento para siempre y este es el drama puberal que, al mismo tiempo, es un renacimiento."Ahora ya eres igual a mamá", dijo una señora a su hija, desatando un llanto inconsolable en

la niña a quien había creído hacer un elogio. En realidad ella no es aún igual a su mamá ni tampoco es ya una niña. Su llanto tiene que ver con esta especie de despersonalización, de crisis de identidad, y tan sólo el cariñoso abrazo materno calma su angustia tal como ocurrió en los primeros días de vida. El concepto kleiniano de posición esquizo-paranoide y depresiva debe ser tambien tomado en cuenta porque los cambios corporales, las modificaciones del mundo interno y de las modalidades vinculares hacen recrudecer ansiedades confusionales y paranoides, que explican tanto las fobias (si el instinto peligroso se proyecta al mundo externo), como los síntomas hipocondríacos (si se lo deposita en el propio cuerpo). Esto forma parte del proceso normal, y lo ideal es que se pueda llegar a una integración depresiva, a descubrir el aspecto positivo de tales cambios y sacar provecho de la nueva modalidad vincular con los padres. Entonces sí podríamos estar seguros de que la niña ha comenzado a disfrutar de su crecimiento y que ha atravesado exitosamente el período puberal.

Helene Deutsch (4) expresa:

El psicoanálisis es por excelencia una teoría evolutiva, ya hasta cuando habla de "brotes" en el proceso del desarrollo se refiere a intensificaciones más o menos revolucionarias de los procesos evolutivos. Así, cuando consideramos la pubertad como una revolución psicológica, nos damos perfecta cuenta de que es únicamente un brote hacia adelante desde fases evolutivas previas. Es corriente en la jerga psicoanalítica definir la pubertad como "una nueva edición del periodo infantil". Pero hemos prestado suficiente atención a la actividad preparatoria de la que depende completamente la pubertad, la forma prerrevolucionaria, por así decir, que domina la psique durante el período que precede inmediatamente a la pubertad, es decir, en la prepubertad (...) Defino la prepubertad como esa última fase del período de latencia en la que, aunque pueden descubrirse ciertos precursores de los futuros impulsos sexuales, su característica es la de estar desligada, en su grado máximo, de la sexualidad infantil. Es una fase en la que los instintos sexuales están en su grado más débil, mientras el desarrollo del yo es más intenso. Esta definición no está de acuerdo con la emitida por otros autores, quienes piensan que la prepubertad se caracteriza por las necesidades sexuales intensificadas que marcan el comienzo de la pubertad. Para los fines de mi exposición parece preferible considerar este ascenso de la sexualidad como perteneciente a la siguiente fase de la pubertad... En esta fase la psique humana es un gobernante sabio que forma sus armas antes de que el agresor aparezca (...) Creo que podemos limitar la prepubertad entre los 10 y 13 años, no olvidando el hecho de que sus manifestaciones se continúan y. de igual modo corno ocurre con la pubertad misma, pueden incluso persistir hasta la edad del climaterio. Todos nosotros llevamos hasta avanzada edad nuestro infantilismo, nuestra prepubertad y nuestra pubertad, aunque en variados grados (...) la aparición de la menstruación puede constituir la línea límite entre la prepubertad y la pubertad. Pero nuestra observación parece demostrar que, aunque la menstruación es la clave para la pugna de la pubertad y tiene gran significación en la psicología de la muchacha, no podemos trazar un paralelo absoluto entre acontecimientos físicos y psicológicos. Se encuentran muchachas que menstrúan antes de alcanzar la pubertad psicológica y otras que penetran en la pubertad psicológica antes de que aparezcan los signos físicos correspondientes.

Coincido en algunos puntos con esta autora y valoro altamente sus conceptos sobre todo tomando en cuenta que sus trabajos datan de 1925 a 1949, aproximadamente. Comparto el concepto de pubertad psicológica paralela a los cambios fisicos y fisiológicos concomitantes. Tambien coincido en señalar un período previo (prepubertad para H. Deutsch) hacia el final de la latencia, aunque las edades cronológicas deban ser modificadas para adaptadas a nuestra epoca. Lo que ella describe como prepubertad ocurre en nuestras niñas entre los 8 y 10 años aproximadamente. Las características que ella señala son: un brote de actividad intensificada (la niña parece varonil); aflojamiento de los lazos afectivos de la infancia (es decir que disminuye la dependencia emocional previamente a la pubertad que es cuando más se intensifica); aumento del sentido de responsabilidad e independencia; renuncia a la vida fantástica infantil (prefieren los juegos estrictamente reglados); y una "vuelta hacia la realidad". Estas características corresponden a lo que, al menos en nuestro medio, hallamos en la última etapa de la latencia y que serían como una especie de pródromo que anuncia su culminación. En ciertos casos la niña permanece fijada indefinidamente en este momento y sin llegar a ser estructuralmente una homosexual, se le parece mucho. Sólo si la niña ha

recibido de la madre un modelo femenino saludable, aceptará mejor la perdida del aspecto masculino de su bisexualidad y el sufrimiento que conlleva, como precio para acceder a la posición femenina receptiva y genital.Una niña me respondió una vez en oportunidad de administrarle el Cuestionario desiderativo, que ella desearía ser un príncipe antes que nada. Le pregunte el porque de su elección y me respondió: "Porque a las princesas siempre las duermen y les pasa de todo como en los cuentos de la Bella Durmiente o Blancanieves, ¿viste? Despues llega el príncipe y las salva. Por eso prefiero ser el príncipe". En este ejemplo es muy claro que no se trata de una elección homosexual autentica sino secundariamente como efecto del deseo de recuperar autoestima y valores narcisísticos que ella piensa que pierde si adopta la femineidad.Volviendo a H. Deutsch, recordemos que ella señala acertadamente que la relación de la hija con su madre es extraordinariamente ambivalente y por eso se desplaza muchas veces la tremenda idealización concomitante hacia alguna figura del entorno (maestra, por ejemplo) pero yo considero que esta es una pauta de, que ha comenzado la pubertad psicológica. Continúa diciendo H. Deutsch:

"En la prepubertad de las muchachas la adhesión a la madre representa mayor peligro que la adhesión al padre. La madre es un gran obstáculo para el deseo de la muchacha de desarrollarse y sabemos que el estado de 'infantilismo psíquico' que se encuentra en muchas mujeres adultas es el resultado de una adhesión no resuelta a la madre durante la prepubertad”.

Aunque considero que los rasgos de personalidad que esta autora describe incluyen características de distintos períodos evolutivos, al menos tal como podemos observados hoy en día, deseo señalar la importancia y vigencia de dos conceptos vertidos en los párrafos anteriores: la relación de la niña hacia su madre es tremendamente ambivalente y la adhesión a ella representa un peligro mayor que la adhesión al padre. Esto último podríamos considerarlo como un principio válido para todo el desarrollo femenino en general y no tan sólo para la prepubertad. Dice Deutsch:

La lucha por la independencia en este período nos recuerda notablemente el proceso que tiene lugar aproximadamente entre los dieciocho meses y los tres años de edad, en el curso de lo que llamamos fase preedípica de la infancia. Para dar sus primeros pasos en el mundo exterior, el niño pequeño, después de estar en una total dependencia, debe también desprenderse de su madre, que le transporta y alimenta... Muy semejante es la conducta de la muchacha en la prepubertad; llena de odio y de rabia desea alejarse de la influencia de la madre, aunque al mismo tiempo refleja frecuentemente una necesidad angustiosa e intensificada de permanecer bajo la protección maternal.

Por mí parte, pienso que cuando la niña vive esta problemática está ya en plena etapa puberal. Para Deustch es prepuberal y la define como homosexual dado que el objeto amado es del mismo sexo. En cambio reserva para la pubertad la problemática heterosexual o triangular. En la prepubertad el conflicto central es, según ella, la separación de alguna figura femenina re- presentante de la madre. Comparto totalmente esta idea pero insisto en afirmar que esto ya constituye una primera etapa puberal que nada tiene en común con la latencia.

Primera etapa puberal

H. Deutsch en su obra cita a otro autor importante por su aporte a este tema específico, Peter Blos. (1) Este autor aclara que emplea el termino "pubertad" para calificar las manifestaciones fisicas de la maduración sexual y en cambio, el de "adolescencia", para calificar los procesos psicológicos de adaptación a las condiciones de la pubertad. En esto parece seguir una línea clásica de pensamiento. Pero cuando dice “... estos hallazgos (cambios observables en los niños)... sí demuestran la forma en que la maduración sexual inicia y produce cambios en la vida mental del púber" (pág. 16), me ofrece la oportunidad de plantear mi posición: la pubertad implica cambios corporales, mentales y conductuales por lo que debe ser encarada como una unidad psicofisica y no disociada drásticamente. Blos mismo expresa: “... el proceso de la pubertad afecta el desarrollo de sus intereses, su conducta social y la cualidad de su vida afectiva... “(pág. 20), aunque prefiere reservar el termino "preadolescencia" para designar los cambios psicosociológicos. Al margen de las coincidencias o discrepancias termino lógicas, Blos tiene el merito de haber descrito detalladamente las peripecias de esta etapa del desarrollo femenino dentro del contexto general de su hipótesis de trabajo: el conflicto edípico no se resuelve definitivamente en la llamada fase edípica; continúa desarrollándose a lo largo de toda la vida. Sus trabajos dan prueba de su excelente calidad como clínico de adolescentes y teórico brillante, capaz de desmenuzar el desarrollo edípico femenino poslatencia con magistral lucidez.

Especial atención debemos dedicar tambien a las ideas de Marie Bonaparte (2), discípula de Freud y profunda conocedora de la sexualidad femenina.

Función erótica y función reproductora

En su obra discrimina la función reproductora femenina y la función erótica. Ambas no se implican recíprocamente. Frigidez y esterilidad no se suponen mutuamente. M. Bonaparte se propone y logra describir el largo camino que debe recorrer la niña para acceder a una función erótica normal y los múltiples obstáculos que puede hallar.

El erotismo de la mujer, al igual que la psicosexualidad humana, se edifica efectivamente sobre tres amplios estratos: constitución, restos edípicos, formación prepuberal o adulta (pág. 134).Plantea la evolución psicosexual partiendo de los primeros cuidados maternos que resultan en excitaciones activas de zonas erógenas pasivas (orales, anales y genitales). Así, en la niña habría un registro primitivo de un erotismo pasivo masoquista cloacal y clitorídico hacia la madre como objeto amado. De allí pasa a una actitud clitorídica, es decir masculina activa sádica, hacía la madre. Esto mismo despues se transfiere al padre para pasar luego al renacimiento de las pulsiones pasivas cloacales que suministran el prototipo de lo que más tarde será el coito. Dice:

Cuando la niña recibe ternura, amor, aunque de fin inhibido, consiente mucho más fácilmente en adoptar la actitud psicosexual que la naturaleza y el hombre exigen de la mujer, con todos los riesgos narcisísticos y vitales que esta actitud implica (pág. 142).

Destaca así la necesidad de recibir cariño del padre como factor decisivo en el desarrollo normal. Esto contribuye a lo que ella llama el "abrir" psicológicamente la vagina durante el complejo de Edipo pasivo. Si todo este proceso se desarrolla felizmente, la niña acepta la larga espera de la latencia, cual una Bella Durmiente a la espera del Príncipe que la despertará. La pubertad sería el momento de comenzar a despertar. La desfloración será un hecho real que abrirá, ahora sí, la vagina, como un área que hasta ahora ha guardado celosamente su secreto. La iniciación de su vida sexual develará el misterio de cuál de los elementos de las series complementarias ha sido de mayor peso; cuánto y cómo han incidido episodios infantiles tales como juegos sexuales, seducciones, etc. Se sabrá cuál ha sido el destino final de las fantasías infantiles y de las pulsiones que las promueven.

Siguiendo a Freud esta autora enumera cuatro destinos para las pulsiones masoquistas: 1) sucumben a la represión exitosa, se las olvida completamente; las pulsiones se reprimen tambien y desde el inconsciente perturban más o menos la personalidad según que la represión haya sido más o menos exitosa; 2) la pulsión instintiva parcial (masoquismo) se conserva consciente junto con la representación y se configura una perversión (flagelamiento, por ejemplo) que se aísla y tiene primacía sobre lo genital; 3) la fantasía inofensiva se conserva en el inconsciente y la pulsión se ha separado de ella y sublimado; 4) la pulsión se ha transformado en su contrario (sadismo activo).

Apoyada en estos conceptos y en las características de la constelación edípica lograda, Bonaparte describe varios tipos de mujeres.

Homosexualidad femenina

Las homosexuales que conservan apariencia femenina, siguen jugando a la relación madre- bebe; los roles pueden ser fijos o alternativos; el órgano ejecutor del placer es el clítoris; el pene inspira horror; regresan a la epoca en que la mamá las acariciaba y excitaba; el padre es excluido por ser perturbador.Otras homosexuales, las de corbata y saco, se identifican con la madre activa primitiva, solícita con el niño y con el padre; las fantasías clitorídicas son más activas; no soportan comprobar la falta de pene y se comportan como hombres con la mujer amada, sustituto de la madre a quien desean penetrar activamente. En mi experiencia he comprobado que el tratamiento psicoanalítico de mujeres homosexuales del segundo tipo progresa dentro de esta variedad de posibilidades sin que sea posible modificar sustancialmente la fantasía edípica profunda. La homosexual activa acepta su carencia de pene sin entrar en graves crisis

(psicóticas por el grado de desorganización) cada vez que el tratamiento logra romper su ferrea renegación de la realidad. Las fantasías de re- modelación quirúrgica del cuerpo (es decir, la actuación psicótica al servicio de la renegación) desaparecen. La carencia de pene no produce ya un dolor mental insoportable.

La satisfacción por adoptar roles activos (invitar a su amiga, pagar, llevada de paseo, pagar sus estudios, su ropa, dominada en sus gustos y decisiones, etc.) cede su lugar a una posición más receptiva pasiva, al menos de una manera más equitativa, pues lo anterior las transforma en seres explotados y usados si el masoquismo primitivo (tan intenso como intensa es su transformación en lo contrario) las lleva a elegir como pareja a mujeres narcisistas, psicópatas o egoístas sin escrupuloso

El pene paterno, el padre, sigue siendo excluido, temido y odiado si amenaza con seducir a su amante. Pero no reniega de su cuerpo de mujer. Como dice M. Bonaparte: "El clítoris en general les basta, y la idea del pene grande y 'grosero' del hombre les inspira generalmente un perfecto horror" (pág. 123).

Este horror puede aparecer encubierto por un sentimiento de desvalorización ("No nos hace gozar") o de triunfo maníaco ("No nos hace falta"). El cuerpo femenino es idealizado y hasta puede surgir algo así como un sentimiento de estar contentas con ser mujer. Visto esto como proceso terapeutico, es indudable que marca progresos evidentes. Pero aunque disminuya el vínculo sado-masoquista destructivo en la pareja, la aceptación de sí misma aumente, disminuya el narcisismo y aumenten la discriminación, el sentido de realidad y los logros en el mundo externo, la fantasía básica de escena primaria con la que logra el mayor placer terminal sigue siendo homosexual. Muchas veces debemos considerar que clínicamente hemos hecho todo lo que se podía hacer, aunque teóricamente quedara mucho por modificar. Justamente Bonaparte expresa que si a una predisposición constitucional se suman experiencias infantiles eróticas con placer terminal, ello deja establecido un modelo de comportamiento erótico muchas veces irreversible y no siempre favorable al acceso a una función erótica normal. Una paciente que sufría y gemía por haber nacido mujer, decía luego de varios años de análisis que se sentía bien con su propio cuerpo, podía aceptar que un hombre se le acercara solícito y que le resultara agradable tener un coito con el; pero que de ninguna manera-gozaba tanto ni llegaba a sentirse tan excitada como con una mujer.Las homosexuales que han aceptado mejor ser objeto pasivo de las caricias activas, tienen mejores posibilidades de aceptar a un hombre.

Frigidez total y parcial

Ya entre las mujeres heterosexuales M. Bonaparte describe cinco grupos:1) Las frígidas totales (vaginales y clitorídicas) en las que se da la mayor represión posible del complejo de Edipo activo y pasivo. Generalmente se trata de una inhibición histerica, son más femeninas que las clitorídicas y cuando despiertan de la anestesia vaginal esta zona toma la delantera.2) Las clitorídicas, cuya función fálica viriloide predomina a expensas de la vaginalidad más o menos inhibida. En ellas perdura el complejo de Edipo activo, aunque se ha establecido y predomina el pasivo hacia el padre; han pasado de la fijación a la madre, al padre pero continúan codiciando el pene activo (clítoris); se reprime el objeto central: la madre; el padre la ha sustituido en el momento de la toma de conciencia, narcisísticamente dolorosa, de la castración materna; su vagina no se "abrió" nunca como una zona erógena.

Capacidad erótica satisfactoria

3) Las que pueden tener un orgasmo genital vaginal y clitorídico no simultáneos sino excluyentes. El clítoris conservó sus fines activos y quiere empujar hacia adelante. Pero ha adquirido una vagina receptora. Adaptada al objeto, fin y zona, conserva como yuxtapuesta una organización fálica antagonista edificada sobre una "homosexualidad" muy profunda y muy reprimida. 4) Las que muestran erogeneidad clitorídica y vaginal conjugadas armoniosamente. Están fijadas al momento de pasaje del clítoris a la vagina, de la madre al padre; del complejo de Edipo activo al pasivo. El objeto y fin edípicos pasivos han sido plenamente alcanzados; han reprimido las fantasías activas hacia la madre y transformado las pulsiones libidinales en masoquismo. La zona clitorídica juega un rol subordinado a la primacía vaginal en los juegos previos al coito. 5) Llegamos finalmente a las mujeres insensibles a las caricias clitorídicas que sólo llegan al orgasmo por el

coito. El complejo de Edipo activo hacia la madre ha sido relativamente debil y sucumbió a la represión exitosa. Ha renunciado al objeto amoroso femenino y a la zona erógena activa. Las pulsiones activas sádicas transformadas en pasivas se deslizan hacia la vagina receptora del pene. Ha superado la fidelidad primitiva a la madre, ha pasado al padre y finalmente al hombre. La fidelidad al padre es para ella un segundo umbral dificil de franquear. Dice M. Bonaparte:

Como quiera que sea, el ímpetu libidinoso biológico, generalmente más fuerte en el macho que en la hembra, es un poderoso suplemento en la evolución normal de la sexualidad del hombre. Muy distinto es el caso de la mujer. El impulso libidinoso activo del que el clítoris es portador debe interrumpirse para que la mujer pueda alcanzar su propia función erótica (pág. 140)... Cuando la niña recibe ternura, amor, aunque de fin inhibido, consiente mucho más fácilmente en adoptar la actitud psicosexual que la naturaleza y el hombre exigen de la mujer, con todos los riesgos narcisísticos y vitales que esta actitud implica. La penetración en el cuerpo será una herida: ¿qué importa para la que es amada? (...) El sufrimiento esperado se vuelve goce soñado. El masoquismo femenino termina... A cambio de amor, la mujer acepta todos los peligros; muchas veces se entregaría definitivamente si el hombre quisiera conservarla y no fuera el primero en frustrarla, a veces sin remedio (pág. 142).

Desearía dar enfasis a una parte de un párrafo citado más arriba: En el caso ideal, la mujer ha superado victoriosamente la fidelidad primitiva a la madre tanto en lo

que respecta a la zona erógena o al fin pulsional como al objeto amoroso; ha pasado así íntegramente, adaptada mente al padre y de ahí al hombre que le sucederá (pág. 125).

Pubertad: infidelidad a la madre

Pienso que la problemática psicológica puberal se desarrolla en torno de ese acto de infidelidad a la madre, tan doloroso como inevitable para ambas. En tanto que la temática adolescente propiamente dicha gira alrededor de la inevitable infidelidad al padre para lograr salir de la atracción incestuosa que el ejerce sobre la niña si su desarrollo ha sido normal.Esta es la razón por la que he centrado mi atención en el duelo que hija y madre deben hacer al acercarse la primera a la pubertad.Dice M. Bonaparte:

... Se diría que la niña ha elegido entre su virilidad y su femineidad; los fines de las pulsiones, de activos se han vuelto pasivos, aun cuando el clítoris convexo sea portador, durante un cierto tiempo de pulsiones de fin pasivo.

El padre preside este proceso como un dios soberano. Tratemos de imaginarnos que puede entonces ocurrir en el alma infantil. La madre, originalmente castradora y castrada ella misma, ha sido más o menos abandonada a causa de un rencor enorme; en su lugar se ha elegido al padre portador del falo. La mayor parte del amor dirigido en un principio a la madre ha sido transferido al padre. Con todo su organismo que madura y con todo su psiquismo expresándolo, la niña aspira oscuramente a ser el objeto amoroso del padre, adorado, en sentido psíquico y en sentido fisico. Quiere que el padre la ame, que la busque, que este todo el tiempo con ella, que la acaricie, la penetre, la fecunde. Quiere tener como la madre envidiada un hijo suyo. Evidentemente, los mecanismos de estos actos fisiológicos no están claros en su mente infantil, que ignora el esperma y la vagina. Pero por sus pulsiones de objeto viril la niña ya es enteramente una mujer en miniatura (pág. 141). Janine Chasseguet-Smirgel, perteneciente a la escuela francesa, opina (3) sobre la causa de la frigidez femenina que

... decir como Marie Bonaparte que la causa está en la mayor debilidad de la energía libidinal de la mujer, o con Helene Deutsch, que es preciso referirse a las "inhibiciones constitucionales", o de acuerdo con numerosos autores, recurrir a la bisexualidad, me parece que constituyen maneras idénticas de eludir el descubrimiento y la interpretación de factores inconscientes que constituyen lo esencial de la tarea del psicoanalista, como lo señala Jones (La sexualidad femenina precoz).

Esta autora expresa que la frigidez no es una debilidad ni una inhibición de la energía libidinal femenina sino más bien

...una formación reactiva basada en el rechazo y la contrainvestidura de los componentes pulsionales,

que se oponen por esencia, a la idealización, a lo espiritual, a lo sublime: me refiero a las pulsiones sádico-anales.

Es interesante este planteo pues ella afirma que es necesario analizar a fondo los sentimientos de culpabilidad femeninos para que el tratamiento prospere, y que a la culpabilidad edípica ligada a la superación de la madre, se agrega la culpabilidad frente al padre, de cuyo falo se apodera.En algunos casos podríamos hallarnos claramente frente a esta doble problemática, es decir, que la niña sienta inconscientemente interferido su desarrollo libidinal porque no quiere desplazar a la madre ni despojar del pene al padre superándolo en inteligencia, escolaridad, eficiencia, etc.

J. Chasseguet-Smirgel se refiere en su trabajo a mujeres que sufren de serias inhibiciones intelectuales o laborales, son frígidas y no pueden realizar alguna acción porque la consideran masculina. La tesis de esta autora es que la actividad que tales funciones requiere está en estas mujeres asimilada a un componente sádico-anal de la sexualidad; se sienten culpables frente a estas pulsiones y como salida inhiben su actividad (sexual, intelectual, etc.). Si para satisfacer el deseo femenino de incorporar el pene paterno, la mujer emplea el componente sádico-anal, este recurso se constituye en una fuente de culpabilidad. La analidad transmite a la vagina sus componentes eróticos y agresivos, lo que tiñe de culpabilidad la incorporación activa del pene. El análisis de ese sentimiento de culpa es lo que debe encararse intensivamente en el tratamiento. En consecuencia, ella recomienda no interpretar directamente estas inhibiciones como producto de la envidia del pene ya que así se incrementaría la culpabilidad. En tanto que

...si reconocemos la dolorosa herida narcisista sobre la que se funda esta envidia, podemos no solamente calmar esta herida, sino también permitir el acceso al Edipo (o sea al padre) ... La envidia del pene no es, en el fondo, más que la expresión simbólica de otro deseo. La mujer no quiere ser un hombre, sino separarse de su madre, siendo completa, autónoma, mujer.

En la primera edición del proceso edípico este logro podría observarse en los juegos de las niñitas de 4 ó 5 años. Prefieren roles femeninos y juegos en los que hacen lo que hace mamá. Se inclinan por las muñecas, tazas, platitos en vez de autos y trenes (de función penetrante). Pero es un rol femenino activo, dinámico, pleno: ella es la señora que atiende a sus hijitos, los baña, prepara la comida y recibe a las visitas. Los juegos competitivos (preferidos por los varones) no les atraen, más bien las alejan. En las entrevistas diagnósticas familiares es común que lleguen vestidas coquetamente, luciendo anillos y collares. Se esmeran por hacer la comida o servir el te y tratan de acaparar la atención del papá. Cuando la dedicación de la madre al hermanito menor despierta reacciones de celos intensos, diríamos que está fijada aún a la mamá y no logra una buena interacción cariñosa y creativa con el; si lo logra nos daría indicios de que la evolución edípica ha sido normal y ha llegado hasta el fin.Sabemos que la latencia mantendrá todo esto como en un compás de espera hasta la pubertad. Entonces recrudece la problemática pero con elementos cuantitativa y cualitativamente modificados por las circunstancias evolutivas que la niña está viviendo. Ya no puede jugar con sus muñecas y pedirle a papá que se case con ella. Los misterios de la realidad que teme pronto serán acontecimientos y aún no está preparada para enfrentarlos.

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FERNANDEZ MOUJAN, O. “Abordaje teórico y clínico del adolescente”NUEVA VISION – BUENOS AIRES – 1986 – 2a EDICION

CAPITULO XRASGOS DE CARACTER EN LA PUBERTAD Y MEDIANA ADOLESCENCIAPublicado en Acta Psiq. Y Psicol. Am. Lat., n 16, 1970.

Los conceptos de Freud sobre identificación, permiten entender la importancia de los rasgos de carácter en la pubertad. En el capítulo 3 de El Yo y el Ello, Freud plantea el problema en terminos de transformación de la libido objetal en libido narcisista, que trae consigo el abandono del objeto externo y sus fines sexuales ("una especie de sublimación"). El Ello puede tolerar la perdida y la posibilidad de esperar, cuando el Y o se ha modificado para dominarlo. Esta modificación consiste en que por identificación, el Yo ha reconstruido dentro de sí el objeto externo sexual, sea con fines de tolerar su perdida y ofrecerse como tal al Ello, o tambien para tolerar la espera (simultaneidad de carga de objeto e identificación) ofreciendose al Ello temporariamente. Freud llega aun más lejos, afirmando que estas identificaciones entran dentro del proceso de las fases del desarrollo y forman el carácter.

Consideramos los rasgos del carácter en la pubertad como transicionales y con una doble finalidad: elaborar una perdida y permitir una espera. Por medio del rasgo de carácter se expresarían en el Yo las identificaciones del objeto perdido y, simultáneamente, las del esperado. Estos dos objetos cambian para el púber varón y la púber mujer por influencia de factores culturales y biológicos. En la pubertad la presión biológica tiene más peso que la cultural en los cambios psicológicos.

La púber mujer, al tener la primera menstruación (12 años), percibe externamente "sangre" como confirmación externa de una perdida: la del "pene", aceptado en la fantasía inconsciente bisexual. Pero simultáneamente percibe una serie de impulsos de características polimorfo-perversas, sádicas y libidinosas que tienen que ver con lo nuevo surgido en ella: la expresión de su feminidad. Está, como vemos, ante dos procesos de identificación: uno ligado a ansiedades de perdida, el otro, a ansiedades ante lo nuevo de carácter persecutorio, y los dos a objetos sexuales: el padre y la madre.

La púber, ante esta emergencia, se identifica con un objeto parcial: el pene del padre, y lo ofrece a sí misma (por identificaci6n) como falo, adquiriendo ciertos rasgos masculinos ligados al padre o sustitutos (hermanos, tíos, etcetera). Esta posibilidad calma ambas ansiedades: por un lado, al sentirse poseedora de un falo no percibe la perdida de la bisexualidad como algo que la expone a una angustia intolerable ligada al conflicto edípico (niega internamente la heterosexualidad aunque externamente la perciba). Y a la vez se identifica con la madre, pero en grado menos intenso ya que lo perentorio para ella es calmar la perdida. Lo nuevo, sus deseos genitales, son perfectamente controlados por la identificación fálica; así evita la percepción interna de sus deseos edípicos pregenitales y genitales.

Siempre es más tolerable perder algo que no se tiene realmente (lo fálico) que lo que coincide con la propia identidad.

La bisexualidad detiene el enfrentamiento de la propia identidad con lo nuevo que se percibe. Veremos que a los 15 años se invierte la situación: lo fálico cede el lugar de privilegio a lo femenino. Esto tiene una importancia psicopatológica enorme, pues la existencia de una buena identificación infantil femenina (madre internalizada) debilita la identificación masculina (fálica o del padre internalizado), la cual adquiere una importancia transitoria que debería terminar su primacía a los 15 años.

El rasgo de carácter primordial de las mujeres púberes adquiere ahora un significado mas claro. Es como un objeto transicional percibido en forma narcisista (por medio del dominio sobre el varón y la indiferencia aparente) que permite controlar las dos ansiedades, de perdida y persecutoria y esperar el ansiado rol femenino, con que se enfrentará a los 15 años (1) al asumir el complejo edípico ahora postergado.

La importancia de lo cultural en esta emergencia es enorme, pues la exigencia de asumir la identidad sexual tambien está postergada en la mujer. Es sabido que en nuestra cultura los rituales de iniciación sexual en las mujeres recien suceden a los 15 años. Esta modalidad cultural tambien se expresa en la atribución de roles, normas y actitudes consolidando los rasgos fálico-narcisista s hasta los 15 años, cuando la formación del Yo y las normas sociales coincidirían en la necesidad de afrontar la heterosexualidad femenina.

De no coincidir surgirían conflictos donde ya los rasgos de carácter no servirían como defensas adecuadas, dando paso a los síntomas. En la pubertad« femenina el conflicto estaría dado entre la emergencia de los instintos, con sus fantasías concomitantes, y el Yo apoyado por la "presión cultural" (Superyó).

Se puede resolver a nivel de rasgo de carácter porque la ansiedad de perdida -que es fundamental a esta edad- tiene, con la identificación masculina la posibilidad de expresión en un rasgo de carácter aprobado por la cultura. (2) El Ello lo aprobará transitoriamente si al mismo tiempo le ofrece la posibilidad de cierto grado de satisfacción sexual femenina. El rasgo de carácter narcisista lo permite con la satisfacción en la exhibición y seducción (modalidad de "atrapar"), expresión de la identificación femenina (madre deseada y admirada).

Por este motivo, la pubertad femenina es un período libre de las enfermedades típicas de la edad (expresión del conflicto edípico) y, cuando la enfermedad aparece, es de características más serias (preedípicas). (3)

Veamos que pasa ahora con los rasgos de carácter en el varón y por que con tanta frecuencia fracasan como sistema defensivo.

En la línea del planteo teórico anterior, diremos que la perdida del púber varón es la de la feminidad (la madre) a la cual tiene que recuperar por identificación, como objeto ahora desexualizado (expresado en el carácter pasivo). Pero simultáneamente descubre lo nuevo: su desarrollo fisico y genital, así como tambien sus impulsos libidinosos genitales, que necesita posponer. Le ofrece a su Ello, por identificación, aspectos parciales de una imagen masculina (el padre interno) no asimilados al Yo, que le permitirían esperar, dado que la percepción de su cuerpo e impulsos le hacen prever que la masculinidad no es lo perdido con el crecimiento, sino lo nuevo peligroso que realmente puede perder.

Aquí tambien, como en las chicas, la identificación tiene un carácter defensivo, primando las defensas pasivo-femeninas, a las que no teme tanto perder dado que no coinciden con su identidad sexual real.

Tambien el rasgo de carácter adquiere el valor de objeto transicional, involucrando lo perdido y lo esperado y manteniendo la bisexualidad como defensa ante la angustia de castración.

La pasividad es la expresión de esta identificación femenina que le permitiría tolerar transitoriamente la ansiedad de perdida y la persecución, pues con ella no enfrenta la rivalidad edípica. El púber varón, con su carácter pasivo, se autocastra transitoriamente, esperando una mayor tolerancia a sus impulsos sexuales todavía teñidos de sadismo y perversión. Pero simultáneamente se identifica con "su novedad" (aspectos de la masculinidad en pleno desarrollo) para poder esperar. Esta identificación es más debil y necesita ser negada en parte, ser expresada caracterológicamente como rigidez y compulsiones (es una masculinidad no sintónica con el Yo, "como si").

La adquisición de los rasgos de carácter en el varón tiene el mismo sentido que en la mujer: por un lado expresarán la posibilidad de elaborar un duelo (fuerte identificación con el sexo perdido) adquiriendo características transitorias de los dos sexos, y por otro la paulatina aceptación de su identidad sexual (debil identificación con el propio sexo). Es claro aquí que ambas identificaciones (masculina y femenina) aparecen en su rasgo de carácter, pasivo-compulsivo (inhibiciones, irresponsabilidad, machismo, fanfarronería, formalismos, masturbación, etc.).

A diferencia de las mujeres, este rasgo no está fuertemente consolidado y está propenso a ceder paso a defensas más regresivas, tales como los síntomas. El motivo es doble: por un lado la presión social en contra de sus rasgos de carácter y por otro la externalización de sus genitales que le impiden toda negación al estar expuestos tanto a percepción y estimulación, como a castración.

A estas dos presiones, biológica y cultural, se agrega la modalidad masculina del Yo en expresar sus impulsos sexuales, que Erikson llama intrusiva. Lo que quiere decir es que la modalidad intrusiva es tambien la externalización de los deseos. Todo está afuera en el varón: sus genitales, el rol social que la cultura le asigna y su modalidad psicológica de expresar los impulsos (intrusión). No es de extrañar entonces que la defensa contra la angustia de castración sea un rasgo de carácter que trate de mantener todo adentro y muy controlado (pasivo-compulsivo), así como tampoco que la fobia sea la neurosis predilecta de los varones púberes. Los rituales de iniciación sexual para los varones, expresados manifiestamente o no, se ubican en nuestra cultura a los 12 ó 13 años (día del aprendiz), presionándolo a que acepte rápidamente su identidad sexual masculina, poniendose en contra de sus rasgos de carácter

pasivo-femeninos. Debe ser por esto que los rasgos varoniles son tan reactivos (compulsivos) expresión de una impulsividad en conflicto. Todas estas presiones hacen a sus rasgos de carácter poco eficaces, pues no son admitidos como una transacción que el púber ofrece a la sociedad. Le es más dificil esperar, siendo sus identificaciones de espera poco eficaces para tantos requerimientos. Esta es nuestra razón para definir la pubertad como el período psicopatológico típico de los púberes varones, que caen con mucha mayor frecuencia que las mujeres en defensas sintomáticas (neurosis y psicosis).

Pasaremos ahora a explicar por que esta relación psicopatológica se invierte a los 15 años.La pubertad es un período que se podría llamar preadolescencia, ya que su finalidad es permitir a quienes la atraviesan un compás de espera antes de afrontar el conflicto edípico genital que marca el verdadero comienzo de la adolescencia (15 años).

Varias son las razones de este compás de espera, pero subrayare dos en especial: primero, y como más importante, que durante la pubertad los impulsos son de características polimorfo-perversas, dando al conflicto edípico la característica de pregenital; en segundo lugar, la necesidad de restaurar lo antes posible la identidad del Yo y sus funciones en crisis, especialmente la capacidad sintetica y de pensamiento en la forma adulta ("pensamiento lógico-formal", Piaget) que le permitirá elaborar sus conflictos en niveles más simbólicos.

A los 15 años la modalidad femenina receptiva más aceptada posibilita mejor el interjuego entre la atracción femenina y la conquista masculina, enfrentando así la rivalidad edípica. De más está decir que las chicas durante su pubertad fueron afianzando sus identificaciones femeninas y debilitando las fálicas, lo que las ha ido haciendo más receptivas. Por otra parte, la presión social que apoyaba la moratoria en las mujeres con respecto a la aceptación de la identidad sexual ha cesado, lo que les crea una situación dificil al tener que enfrentar abiertamente el conflicto edípico genital. Esto explica por que este período, 15 a 18 años, es el período psicopatológico por excelencia en las mujeres.

A esta edad no son tan necesarios los rasgos de carácter defensivos típicos de la pubertad simplemente porque a los 15 años las púberes ya están preparadas para afrontar intelectual y sexual- mente su rol, por tener la identidad más afianzada.

El rasgo de carácter se reemplaza en ambos sexos por la "barra", que interviene como un objeto transicional. La barra es el último baluarte de la bisexualidad, o sea, la última posibilidad de sentir los impulsos sexuales individuales todavía confundidos con los del otro sexo, no formando ya parte de sí como en el carácter, sino como miembro del grupo. Esto sucede por el fenómeno de identificación proyectiva, en el que chicas y varones viven inconscientemente corno propio el sexo opuesto. La barra se vive como una unidad por el monto de identificación proyectiva: cada uno vive al otro como parte de sí y al mismo tiempo como distinto.

En la pubertad esta identificación proyectiva se había hecho en el rasgo de carácter que expresaba el otro sexo; la barra lo suplanta a esta edad. Se trata de un grado mayor de individuación y socialización que permite al mismo tiempo un segundo compás de espera para que la identidad se vaya consolidando y para permitir la adaptación social mediante la intimidad de la pareja. Además de permitir una paulatina individuación y adaptación sexual, la barra tambien permite un paulatino aprendizaje del pensamiento adulto.

La adaptación a la barra es un intento gradual de adaptación social, pues podemos considerarla como un objeto transicional (Winnicott) en el sentido de que contiene elementos infantiles (bisexualidad, familiaridad, sometimiento, códigos infantiles, roles y juegos infantiles, etcetera) y del mundo adulto (heterosexualidad, código convencional, normas colectivas, autonomía, etcetera), que poco a poco se van integrando con ciertas posibilidades de control de los impulsos y asunción paulatina de roles que van alejando de la familia.

Los varones llegan mejor preparados para adaptarse socialmente, dado que sus rasgos de carácter no han sido tan defensivos como los de las mujeres. Tambien al llegar a los 15 años pierden definitivamente la feminidad a nivel individual, siendo reemplazada por la identificación en la barra con las chicas.

Todos, varones y mujeres, a los 15 años se sienten más identificados con su propio sexo, pero todavía tienen que aprender a instrumentarlo y aceptar la bisexualidad real como un elemento enriquecedor que no requiere ser proyectado afuera, en la barra o en los rasgos de carácter. En la pubertad, la bisexualidad fantaseada servía para graduar la ansiedad surgida por la heterosexualidad (conflicto edípico), pero a los 15 años su abandono pone al descubierto ansiedades vinculadas con la

homosexualidad latente. Es bastante conocido que las parejas con fuertes rasgos simbióticos controlan en el otro sexo la

intolerancia a la propia bisexualidad. La perdida del otro como depositario de sus impulsos homosexuales (el otro es una parte de sí) origina un aumento de ansiedad homosexual. La reintroyección de estos aspectos homosexuales surge cuando se rompen las estructuras caracterológicas, las barras o las parejas precoces que vemos en los adolescentes. De la fuerza de la identidad sexual del Yo, depende que la aceptación de la bisexualidad no se transforme en homosexualidad.

Esta aceptación de la bisexualidad real es la base para la futura aceptación de la pareja en terminos de unión objetal en vez de unión narcisística. De todos modos, hay un período de carácter narcisista en la relación de pareja que se extiende hasta la adultez joven.Podemos terminar estos comentarios sobre los rasgos de carácter y la barra como objetos transicionales bisexuales agregando que la psicopatología depende directamente de la falla de estas dos defensas normales para elaborar el duelo básico de la adolescencia: la perdida de la bisexualidad fantaseada y la aceptación de la bisexualidad real. Rotas estas defensas y aceptada la bisexualidad real surge con toda claridad el conflicto edípico, que de pregenital pasa a plantearse en terminos de genitalidad adulta a los 15 años.

NOTAS

(1) Los "15 años" están determinados culturalmente (pueden llegar a ser, en la actualidad, los 14). (2) Entendemos que el carácter sirve como defensa de ansiedades mientras no entra en conflicto con las normas de la cultura. Sería una transacción entre el Yo y la sociedad, en tanto que el síntoma, una transacción entre los impulsos del Ello y el Superyó, dejando de lado la desadaptación al medio. (3) Cuando se trae a una púber en consulta por sus fobias, es porque han superado lo que la cultura admite como normal.

Casos clínicos

Comentare aquí algunos casos de pacientes observados en el hospital, con el fin de ilustrar lo expuesto. Teresa es una adolescente de 15 años y viene a consulta porque no está contenta y no sabe por que, relatando en seguida una serie de muertes cercanas que la afectaron mucho y sus deseos de irse al campo para no ver a nadie y andar a caballo. La madre relata que aflojó en el estudio, que se ha puesto más exigente, triste, susceptible y sin tantos noviecitos. Fue ella misma, además, la que pidió ver a un psiquiatra. Tiene una hermana mayor que fue su polo opuesto hasta el año pasado cuando de ser una chica pegada a la madre y enfermiza, pasó a ser alegre e independiente. Antes de esta "caída", Teresa era reservada con los padres, independiente, segura de sus decisiones, eficiente en el estudio, muy salidora, con frecuentes parejitas, desordenada en la casa, muy deportista y que se bastaba a sí misma. Como datos relevantes de su informe, la madre cuenta que tuvo que abandonar a Teresa en el primer mes de vida, por su enfermedad postparto. Otro dato importante es que "fue una chica fácil, que no daba trabajo". Con esta breve síntesis del caso, podemos mostrar cómo a los 15 años se le rompe a Teresa la estructura caracterológica que hemos llamado fálico-narcisista, emergiendo el conflicto subyacente de características depresivas.La perdida de la bisexualidad defensiva que manejaba con los rasgos de carácter y sus relaciones indiscriminadas de pareja, la enfrenta con sus propios impulsos, hasta ahora fuertemente reprimidos por miedo a la muerte (abandono, rechazo). De ellos, nos está diciendo, se defiende con el aislamiento narcisista (el campo) y poseyendo al padre (andar a caballo). Traje este ejemplo para mostrar claramente cómo la bisexualidad defensiva que manejaba en sus rasgos de carácter (fálico-narcisistas) se pierde como defensa a los 15 años, apareciendo con claridad la angustia de perdida, muy poderosa, vinculada a la aceptación de sus deseos sexuales ligados a etapas muy tempranas con la madre. De todos modos, no parece muy intensa esta fijación: es probable que haya tenido una buena madre sustituta. Tomás tambien tiene 15 años. Viene por ciertos temores de carácter obsesivo (a la muerte de los padres) y episodios depresivos que viene arrastrando desde los 12.La madre dice de el que es un buen chico, buen

hijo, buen alumno; muy apegado a los padres, no tiene amigos, no hace deportes, demasiado pulcro, tímido y aprensivo. El dice que no quiere cambiar ni alejarse de su familia. Rechaza toda violencia y enfrentamiento con lo no familiar y el otro sexo. Existe en Tomás una tendencia marcada al sometimiento, al aislamiento; tiene poca iniciativa. Sus deseos son compulsivos: rituales, higiene, estudio, etcetera. A la madre le diagnosticaron diabetes hace poco y esto aumentó los temores de Tomás.La madre vive para sus hijos y el padre es paternal con todos, incluso con la propia esposa.En los tests sobresale una fuerte identificación femenina y una muy debil identificación masculina, a la que vive como algo irreal, fantástico y dañino. Priman los rasgos esquizoides, fóbicos y obsesivos.Con estos datos podemos hacer un breve comentario en la línea que nos hemos trazado aquí. Estamos ante un chico con rasgos pasivo-compulsivos, que tienden a caracteropatizarse por el fondo esquizoide amenazante. Es bien evidente cómo los rasgos pasivo-femeninos le están evitando "salir" de la madre y enfrentar tanto al padre afuera como internamente a sus propios impulsos masculinos vividos como excesivamente sádicos. Está extremadamente limitado en su movilidad "corporal" a fin de negar la percepción de su crecimiento, y por consiguiente la tremenda angustia de castración. Sólo el pensamiento tiene cierta movilidad. Carece de toda integración en grupos, esto es, no puede renunciar a la bisexualidad defensiva caracterológica, lo cual hace que el pronóstico sea reservado.El último caso que voy a relatar es un poco más complicado, pero muy ilustrativo. Carolina tiene 16 anos y desde los 13 anda de novia con un muchacho con el que últimamente se pelea. Despues de una de estas peleas, realiza un intento de suicidio. No tiene amigos, es buena estudiante, alegre de carácter, con tendencia a tener amistades muy exclusivas, extremadamente celosa. Hasta la pubertad con complejo de ser fea y con miedo al rechazo; a esta edad se vuelve segura, alegre, independiente, adquiriendo rasgos de mujer adulta' y sentimientos (le superioridad. Todos estos cambios puberales se incrementaron cuando se puso de novia. El es un muchacho algo mayor, serio, un poco sumiso hasta que sus vínculos sexuales se hicieron más definidos: desde entonces ella está más sumisa y el dominante y agresivo (cambio frecuente cuando se resquebraja un vínculo simbiótico). Vive incluida dentro de la madre y vive al padre como la parte de la madre severa y controladora.Los tests denuncian extremado narcisismo, fuerte identificación masculina, impulsividad, rasgos histericos psicopáticos y depresivos.Lo interesante de señalar en Carolina es el cambio de carácter puberal, en el que se nota claramente la defensa bisexual fálico-narcisista para contener sus temidos impulsos sexuales, que la llevarían a enfrentar su perturbado vínculo con la madre.El prematuro noviazgo es un refuerzo de sus defensas caracterológicas, probablemente insuficientes ante la enorme ansiedad homosexual incrementada por la ausencia de la hermana, que funciona como su parte femenina (se enojó ante su ida).Con el intento de suicidio está señalando las características sádicas de su masculinidad (impulsividad extrema, dicen los tests) que trata a toda costa de controlar narcisísticamente para evitar la perdida de la bisexualidad, que la haría esperar despertando sus impulsos pregenitales sádicos y sumergirse en la depresión.En los dos últimos casos, evidentemente más graves que el primero podemos ver cómo las malas identificaciones tempranas, con la madre en Tomás y con el padre en Carolina, les impiden fortalecer su propia identidad sexual y enfrentar normalmente el conflicto edípico. Ambos, al llegar a los 15 años, tienen una crisis con grandes posibilidades futuras de estructurar uno, una caracteropatía obsesiva y la otra, impulsiva.