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Patrones espaciales en las elecciones locales de 2007 en Bogotá1.
Javier Jácome2.
RESÚMEN
La presente investigación estudia las preferencias electorales de la población de
Bogotá para las elecciones de Alcalde y Concejo en el año 2007. Se inicia
realizando una breve revisión teórica sobre el estudio de las elecciones y el papel
de la geografía en el mismo. A continuación se estudian los puestos de votación,
analizando la distancia que recorren el día de las elecciones votantes en dos
localidades de la ciudad, el tamaño del puesto de votación, su capacidad de atraer
votantes en función de su ubicación y la relación entre el estrato socioeconómico y
los patrones de votación. Finalmente, se utilizan los coeficientes de
autocorrelación global y local de Morán para las principales opciones en
contienda, encontrando la existencia de un comportamiento no aleatorio.
Palabras clave: Bogotá, elecciones, Geografía Política, Sistemas de Información
Geográfica, autocorrelación, clusters.
1 El presente trabajo es producto de la tesis de grado para optar al título de Magister en Geomática: “Patrones espaciales de opinión pública y comportamiento electoral en Bogotá”, realizada con la dirección de la profesora de la Universidad Nacional Myriam Susana Barrera.2 Politólogo y Magister en Geomática de la Universidad Nacional. Actualmente profesor investigador de la Fundación Universitaria Los Libertadores, Investigador principal del grupo de investigación en Geomarketing.
Keywords: Bogotá, Election districts, Elections, Political Geography, Geographic
Information Systems, autocorrelation, clusters.
ABSTRACT
This research examines the voting preferences of the population of Bogota for the
Mayor and Council elections in 2007. It starts making a brief theoretical analysis
on the study of elections and the role of geography in it. Next, the polling stations
are studied by analyzing the distance traveled on election day by the voters in two
different locations in the city, the size of the polling station, its ability to attract
voters based on their location and the relationship between socio-economic and
voting patterns. Finally, using the autocorrelation global and local coefficients
of Moran for the main options in contention, the existence of nonrandom behavior
can be observed.
INTRODUCCIÓN.
Durante tres periodos consecutivos -2003, 2007 y 2010- la izquierda política ganó
la alcaldía de Bogotá y obtuvo una votación cercana al 25% en el Concejo. Este
hecho es digno de análisis porque hace parte de una tendencia en la que grandes
sectores poblacionales, especialmente urbanos, dan un voto de confianza a
partidos y movimientos políticos que se hacen llamar a sí mismos independientes,
lo que ha producido, y continúa produciendo, una geografía del voto muy distinta a
la que predominó hasta los años noventa, al final del periodo bipartidista.
En efecto, en 2007 10 de las 30 alcaldías mayores a 100 habitantes quedaron en
manos de Movimientos Cívicos. De las primeras 6 ciudades (33.22% del potencial
electoral nacional), ninguna quedó en manos de un partido tradicional –Liberal o
Conservador-, sólo dos en manos de Partidos Políticos, y 4 en manos de
candidatos “independientes”.
Aunque inscrita en esta tendencia, el caso de Bogotá es particular porque dentro
de la constelación de partidos y movimientos que surgieron a partir de lo que
Francisco Gutierrez llamó “el deshielo del sistema bipartidista” (Gutiérrez Sanín
2007), no se había producido un apoyo de la población a la izquierda en esta
magnitud, en cuanto a número de votos y continuidad en el tiempo. También lo es
por el contexto en el que se produjo: un país polarizado, donde la derecha fue
claramente hegemónica a nivel nacional.
Existe la posibilidad de que, por una especie de efecto de contagio, este fenómeno
se pueda extender a otras ciudades del país. Colombia se ha urbanizado
progresivamente: en el censo de 1975 la población de las ciudades fue un 59% del
total, mientras que en el de 2005 había aumentado a 75%, se estima que en 2019
el porcentaje haya crecido dos puntos, ubicándose en el 77%. Bogotá, con un 17%
del potencial electoral, un 22% del PIB nacional y la condición de capital del país
(Universidad Externado de Colombia 2007), probablemente pueda ser un ejemplo
seguido por otros centros urbanos con condiciones similares.
Lo anterior es más plausible dado el proceso de concentración de la población en
las principales ciudades, fenómeno que, de acuerdo a la Universidad Externado,
acompaña a la urbanización. Una estadística descriptiva del potencial electoral
municipal lo demuestra: de los 1.119 municipios que Colombia tenía para las
elecciones de 2007, el promedio del potencial era de 24.651 votantes, mientras
que la mediana fue de 7.955.
Esta diferencia muestra una concentración de un sector significativo de la
población en unos pocos municipios con valores altos. Para el año 2007 el 50,37%
del censo electoral estaba constituido por personas que vivían en 30 municipios
con población superior a los 100.000 habitantes, mientras que el restante 49,67%
de las personas vivían en los 1.089 municipios restantes. Esto significa que la
mitad de los posibles votantes vive en el 2,68% de los municipios, mientras que la
otra mitad vive en el 97,2%.
Lo anterior indica que (1) por la concentración poblacional buena parte de las
elecciones se juegan en unos pocos centros urbanos, los cuales probablemente
tengan una dinámica socioeconómica diferente a la del resto del país; (2) los
partidos políticos, especialmente los tradicionales, han perdido competitividad en
las grandes ciudades frente a otro tipo de organizaciones políticas, como
movimientos y grupos significativos de ciudadanos.
Para comprender mejor los procesos que están detrás de este cambio en los
patrones del voto, una geografía electoral urbana es de gran importancia, porque
(1) es clave para detectar la presencia de factores naturaleza contextual que
explican en parte las votaciones, en los cuales el espacio es una dimensión
central- (Ronald John Johnston y Pattie 2006); (2) sirven como apoyo a estudios
de carácter composicional, en los que se examina la relación entre variables
socioeconómicas y electorales (King 1996).
Desafortunadamente, la geografía electoral en Colombia es aún incipiente y los
estudios existentes generalmente se realizan a escala municipal, tienen carácter
descriptivo y su objetivo no es establecer relaciones entre variables
socioeconómicas y electorales (Losada, Muñoz, y Castro 2008; Lozada, Giraldo, y
Muñoz 2005; Registraduría Nacional del Estado Civil 2008). Como excepción a
esta situación resalta el estudio sobre paramilitarismo y elecciones en Antioquia,
que, aunque realizado a escala municipal, examina la relación entre variables
electorales, socioeconómicas y de conflicto armado (López y Corporación Nuevo
Arco Iris 2007).
Estos estudios, por la escala en que se realizan, permiten captar patrones
regionales pero no profundizan en la dinámica del voto urbano. La agregación de
datos como porcentajes –en una versión del problema de la unidad de área
modificable3- no permite observar la distribución espacial de las preferencias
3 Una definición de este problema lo proporciona Escandón “Los resultados obtenidos del análisis de datos agregados dependen de la forma en que hayan sido agrupados dichos datos, es decir, depende tanto del número de zonas como del análisis de estas. Así, el problema de las unidades de área modificables tiene dos partes, el llamado efecto de escala y el efecto de la división en zonas. El efecto de la escala provoca que, al calcular una estadística (Como varianza o correlación) a diferentes escalas, se obtengan resultados distintos. Por su parte, el efecto de división en zonas provoca que, al reagrupar los datos en sistemas de zonas diferentes aunque de la misma escala, se obtengan también distintos valores para una misma estadística” (párr. 11)
electorales en las ciudades, quedando velada de esta manera una aproximación a
las bases sociales de los partidos políticos y su ubicación en el sistema urbano.
Por lo anterior, y buscando comprender mejor a las bases sociales de los
principales partidos políticos que compitieron en las elecciones locales de 2007 en
Bogotá, se decidió la realización de un análisis espacial urbano para la ciudad al
nivel más detallado posible, tomando en consideración tanto variables electorales
como socioeconómicas.
Sin embargo, este proyecto debió enfrentar varios problemas. En primer lugar no
se cuenta con una cartografía electoral de referencia, es decir una que indique
donde están los puestos de votación y la población que vota en los mismos, por lo
que dicha cartografía debe ser, en parte, construida. Aunque Bogotá, en su área
urbana y rural, contó con 467 puestos de votación en las elecciones locales de
2007, la cartografía electoral más detallada los agrupa en las 20 localidades de la
ciudad (Registraduría Nacional del Estado Civil 2008), la más pequeña de las
cuales –La Candelaria- cuenta con aproximadamente 95.000 habitantes.
Además de lo poco detallada de la escala, no es claro en principio que la
Localidad sea la unidad más apropiada para agrupar los datos electorales, entre
otras cosas porque las mismas no son socioeconómicamente homogéneas. El
estrato socioeconómico, una variable resumen del nivel de bienestar de la
población, muestra una alta variabilidad en función de la localidad, presentándose
el caso de cuatro de estas que tienen todos los estratos posibles (Secretaria De
Planeación 2009)
Un problema adicional lo constituye el hecho de que las variables
socioeconómicas disponibles son limitadas y hay dificultades para su despliegue
cartográfico, por ejemplo, mientras la información socioeconómica más detallada y
confiable proviene del Censo realizado por el DANE en el año 2005, la cartografía
que esta entidad vende para su despliegue es de 1996.
A lo anterior se suma el hecho de que los puestos de votación presentan
información agregada y anónima, por lo que no es claro de donde provienen los
votantes, lo que hace difícil comparar, aún a nivel ecológico, los valores de las
votaciones con variables socioeconómicas como las de los censos.
Por lo anterior, para explorar y analizar la distribución espacial de las preferencias
políticas de la población de Bogotá se decidió proceder en tres pasos: generando,
a partir de la revisión de literatura, un marco conceptual que explicase la relación
entre votaciones y espacio; avanzando en la identificación de las unidades de
análisis más apropiadas; e identificando la distribución espacial de las votaciones
en las elecciones de alcalde y concejo en Bogotá en 2007.
El estudio se limitó al área Urbana de Bogotá porque la población en la misma es
mucho mayor que en las zonas rurales. Cuando se realizó el último Censo
nacional, en el año 2005, en el área Urbana vivían 6.763.325 personas mientras
que en el resto del Distrito Capital había 15.366 habitantes, es decir que las zonas
urbanas concentran cerca del 98,8% de la población. Esto sucede a pesar de que
el área rural tiene 121.070 hectáreas, frente a 42.591 del resto la ciudad (Sosa,
2008).
REFERENTES TEÓRICOS
La inclusión del espacio en el análisis de las votaciones no es una elección obvia,
importantes escuelas de pensamiento analizan el voto centrándose en individuos o
grupos sociales, sin tomar en cuenta el contexto espacial. En el ámbito de la
geografía electoral existe una discusión sobre si dichas escuelas son suficientes
para explicar el voto, o si, por el contrario, en la explicación del mismo juega un
papel relevante el contexto (Agnew 1996; Ronald John Johnston y Pattie 2006;
King 1996), en buena medida, el alcance de esta disciplina depende de la
respuesta que se dé a este interrogante.
Desde un punto de vista composicional, tres enfoques distintos han predominado
en la explicación del voto: la escuela sociológica, la escuela psicológica y la
escuela de la acción racional. La escuela sociológica considera que los
determinantes del voto son factores sociales: la clase, la renta, la profesión, la
religión y el hábitat, votar por tanto sería una experiencia de grupo, un tipo de
acción colectiva en el que colectivos sociales con intereses comunes escogerían
la opción que representa mejor sus intereses(Martín Salgado, 2002). Los
exponentes de esta teoría creen que personas que viven en condiciones
semejantes tienden a mostrar conductas electorales semejantes o, en otras
palabras, que “se actúa políticamente como se es socialmente” (Peschard, 2000).
Uno de los términos acuñados desde la teoría sociológica es el de clivajes, por el
mismo se denotan divisiones centrales en una sociedad, que dominan la arena
política durante periodos relativamente largos, alrededor de los cuales los
ciudadanos construyen sus adscripciones políticas y los partidos logran bases de
apoyo sólidas. Un ejemplo típico es la división entre trabajadores y patronos en el
siglo XX en Europa, que dio origen a partidos que defendían las causas de uno de
estos grupos y sus aliados. En la medida en que los grupos sociales rivales
pueden estar localizados de manera diferenciada en el espacio, su expresión
política por medio de votaciones probablemente seguirá el mismo patrón.
En contraposición al que llamaron “determinismo social” de la escuela sociológica,
surgió la escuela psicológica. Para este enfoque las unidades de análisis son los
individuos y la metodología de recogida de datos lo constituyen principalmente las
encuestas y entrevistas (Peschard, 2000). Esta escuela, llamada de Míchigan,
plantea la tesis de que las actitudes, percepciones, valores y creencias son las
determinantes del voto, y entre ellos especialmente la lealtad al partido (Martín
Salgado, 2002).
Los estudios empíricos de Michigan mostraron que una de las variables que mejor
explicaba el comportamiento electoral era la identificación partidaria. La
investigación psicológica que realizaron les permitió determinar que 1. Los niños
desarrollan actitudes políticas a muy temprana edad, a veces a los 6 o 7 años; 2.
Que esta preferencia está determinada principalmente por las lealtades de los
padres; y 3. Que la influencia de la familia continúa, en mayor o menor grado, a lo
largo de la vida (Martín Salgado, 2002, p. 136). Donde no había un sistema de
partidos arraigado, esta tradición explicó el comportamiento electoral a partir de la
llamada cultura política, asumiendo que percepciones y creencias sobre la política
así como el papel que cree que juega el individuo dentro del sistema político
condicionaría su voto (Bustillos, Silván-Ferrero, y Huici 2007; Peschard 2000)
Una tercera tradición, es la del “votante racional”, que proviene de la teoría
microeconómica de la demanda y tiene la particularidad de que equipara al
votante con un consumidor, el cual asigna su ingreso a aquellas ofertas que
maximicen su bienestar. De acuerdo a Godínez et. Al. “esta racionalidad
económica del individuo como consumidor, llevada al papel de elector indica que,
dado un abanico de ofertas públicas, racionalmente asignará su voto por aquel
partido o candidato del cual espera obtener mayor utilidad o bienestar” (2001, 3)
Desde este punto de vista el voto es primordialmente una toma de decisión. Los
factores que, según este modelo, influyen en el voto son: la posibilidad de elegir, la
información, la incertidumbre y el modo en que los votantes relacionan su voto con
el de los demás y con la labor del gobierno. En el ámbito electoral esta teoría
concibe que: 1. Los actores son votantes, partidos y gobiernos; 2. Los gobiernos
son partidos con éxito; 3. Los electores seleccionan gobiernos en las elecciones,
tomando en cuenta sus actuaciones pasadas y el grado de credibilidad, por
ejemplo, tenderían a premiar a los buenos gobiernos reeligiéndolos y a castigar a
los malos votando por la oposición; 4. Los partidos se conciben como unitarios, sin
divisiones internas (Kuschick 2004).
En la actualidad se acepta que los tres enfoques son complementarios, por lo que
deben verse como conjuntos de herramientas que pueden ser usados en
combinaciones diversas dependiendo de cada investigación en particular. En
relación con la geografía electoral subyace la pregunta sobre si el espacio mismo
–el contexto- contribuye significativamente a la explicación del fenómeno electoral
o si, por el contrario, las explicaciones composicionales bastarían para
comprenderlo. En el segundo caso la geografía tendría un papel reducido a la
realización de cartografía para la visualización de patrones electorales que se
explicarían de otro modo, se trata de una visión del espacio como contenedor.
Una posición clara en el primer sentido es la de Gary King (1996), quien en un
debate organizado por la revista Political Geography afirmó que el contexto no
sólo no cuenta, sino que no debe contar. Este autor defiende una postura cercana
a lo que tradicionalmente se ha conocido como “positivismo”: en su concepto el
trabajo de los geógrafos políticos debe ser mostrar que el contexto no cuenta, es
decir que los fenómenos tienen causas universales independientes de su
localización, por lo que al conocer suficientemente bien la política sería superfluo
el conocimiento contextual.
De acuerdo a King, entre las diferentes formas de desplegar la información –por
color, alfabéticamente, peso, grado de incertidumbre, etc-, la representación
cartográfica tiene la ventaja de que permite observar patrones que no habrían sido
vistos de otra forma, especialmente por la capacidad que tenemos los seres
humanos de realizar dichas asociaciones si nos son presentadas visualmente. En
sus palabras “La geografía es útil porque es una técnica estándar de pedagogía:
que conecta algo que no conocemos a la información que ya conocemos”(King,
1996, p. 161)
Por el contrario, el geógrafo Jhon Agnew (1996) lamentaba que la Geografía
electoral se hubiera preocupado por mostrar distribuciones que eran explicadas
por factores no espaciales. Rechazando de plano la visión que explica las
distribuciones espaciales de los fenómenos políticos como causados por factores
que operan uniformemente a escala nacional, y que ve las desviaciones locales de
este patrón como residuos irrelevantes. Agnew no cree que variables
consideradas a escala nacional causen la conducta del voto, por el contrario
considera que la causalidad opera mediante mecanismos sociales que van desde
la estructura social al individuo y de este a la estructura social (R. Johnston y
Pattie 2006)
Este punto de vista, también llamado contextual, representa una forma de concebir
la realidad social en el que no se desconoce la influencia de factores
composicionales, sino que se los concibe vinculados intrínsecamente al espacio.
Las formas espaciales en este sentido dejan de ser vistas como un contenedor
vacío de procesos sociales, para pasar a ser tratados como “cosas que contienen
procesos sociales en la misma medida en que los procesos sociales son
espaciales” (Harvey 1977, 3)
De acuerdo con Jhonston y Pattie el punto de vista contextual no niega al
composicional, sino que lo complementa. Así, por ejemplo, las personas que
ocupan determinada posición dentro de la sociedad serán más proclives a votar
por determinado partido político –los autores citan el ejemplo de los obreros
Británicos, proclives a votar por el partido laborista-, aunque esa tendencia será
más pronunciada en un lugar que en otro por la influencia del contexto local en
aspectos como “el desarrollo de la conciencia de clase y su relación con las
ideologías políticas” (R. Johnston y Pattie 2006, 40)
La evidencia empírica parece confirmar la relevancia del punto de vista contextual,
en este sentido Sui y Hugill argumentan que “existe una voluminosa literatura que
muestra evidencia creíble sobre la existencia del efecto de vecindario en
elecciones nacionales usando tanto datos agregados como provenientes de
encuestas” (2002, p. 160) conclusión compartida por otros autores (Agnew 1996;
Bosque 1981; Bosque Cendra 1982; Cox 1971; R. J. Johnston 1974; R. Johnston
y Pattie 2006). En la literatura se ha descrito varios mecanismos que explican
esta transmisión del contexto a las elecciones.
Por ejemplo Jhonston considera que la interacción personal cercana, o «boca a
boca», es uno de los medios de transmisión privilegiado de la mayor parte de la
información local. Este tipo de intercambios tendrían lugar durante contactos
formales e informales en lugares de trabajo, organizaciones de voluntarios,
conversaciones con los vecinos, entre otros. El autor considera que “en tanto
muchas personas trabajan cerca de casa e interactúan principalmente con sus
vecindarios, los flujos de información local deben también desplegar sesgos
espaciales” (1974, p. 418)
El efecto de protección local es otro mecanismo mediante el cual el contexto se
transmite a la política, se refiere a una movilización electoral de una comunidad
asentada en determinado territorio, ante un hecho que los afecta de manera
similar. Hui ofrece un ejemplo: en la Localidad de College Station en Texas se
realizó un referendo en el que los votantes decidieron sobre la conveniencia de
abrir una avenida que había sido previamente cerrada, la votación, en la que ganó
la alternativa de reabrir la avenida, mostró un claro patrón geográfico: en las zonas
beneficiadas por la reducción del tráfico, se tendió a votar por mantener cerrada la
vía, mientras que aquellas personas que veían restringidas sus alternativas de
movilidad con el cierre votaron en contra (Sui y Hugill 2002).
También mediante la economía el contexto se transmite a la política. Dado que la
cifra del desempeño económico nacional puede esconder diferencias
substanciales en el desempeño económico local, la evaluación de los ciudadanos
sobre el gobierno puede diferir también de manera importante. En este sentido,
Johnston y Pattie encontraron una relación significativa entre el comportamiento
económico local y la votación por el partido en el gobierno. Son igualmente
importantes las campañas locales de los partidos políticos, las cuales aunque
tienen menos peso que las campañas nacionales realizadas a través de medios
de comunicación masivos, podrían definir el resultado en elecciones muy
competidas. Además, del hecho de que los grupos sociales con características
socioeconómicas similares tienden a asentarse en lugares también similares (R.
Johnston y Pattie 2006).
A pesar de la abundante literatura producida desde la geografía electoral, se le ha
acusado de carecer de un marco teórico que integre la evidencia empírica dentro
de una concepción más global del espacio y la sociedad. Por ejemplo, Taylor y
Flint afirman que al no existir una teorización implícita se cae un la asunción
implícita de los supuestos de la democracia liberal (2002), mientras que Agnew
considera que se han tendido a aceptar dos proposiciones de manera acrítica 1. El
territorio del estado nación como contenedor de los acontecimientos políticos y
especialmente los electorales; 2. El impacto de la membrecía a un grupo social
sobre las actitudes y conducta individual.
Estos autores proponen esquemas para subsanar la falencia que critican. Por
ejemplo Agnew considera que debe considerarse el “contexto” de una forma más
amplia: no es sólo contexto local, sino la forma en que el espacio, a través de
varias escalas geográficas, figura en las estrategias retóricas de los partidos, el
anidamiento del proceso de influencia y la geografía política de la elección
electoral (Agnew, 1996, p. 144). Mientras que Taylor y Flint consideran que las
elecciones sólo representan un aspecto de la geografía del poder: la política de
acumulación, dejando por fuera otro aspecto igualmente importante que invitan a
considerar, la política de acumulación (2002).
En todo caso, los aportes que pueda realizar la geografía electoral en la
comprensión de las elecciones para el caso colombiano y como insumos para una
comprensión más global de la relación entre política y espacio pasan por la
construcción de estudios empíricos, de los que desafortunadamente se han
realizado pocos en el país. El presente estudio pretende contribuir analizando la
distribución espacial de las preferencias electorales en la ciudad de Bogotá en las
elecciones de 2007, indagando sobre el problema de la unidad de análisis más
adecuada, así como la relación entre los perfiles de los partidos políticos y los
grupos sociales que los soportan.
METODOLOGÍA
Realizar un análisis de la distribución espacial de los resultados electorales para la
ciudad de Bogotá implicó, en primer lugar, definir la unidad básica de análisis y
generar la cartografía que permitiera representarla. Para hacerlo se decidió
realizar una aproximación a la distancia entre el lugar de residencia y el puesto de
votación para el promedio de los votantes, agregando una pregunta sobre el
puesto de votación a una encuesta sobre ideología política que se realizó en dos
localidades de la ciudad: Teusaquillo y la Candelaria.
La encuesta, aplicada en el año 2011, tuvo carácter residencial. En ella se
seleccionó a personas que hubieran votado en las elecciones locales de 2007 a
quienes se preguntó en qué puesto de votación sufragaron en esa oportunidad.
Mediante un método coordinado negativo se distribuyó aleatoriamente entre las
manzanas de las dos localidades una muestra de 707 personas, una por
manzana.
Por otra parte, se realizó una geocodificación de los puestos de votación
presentes en el área urbana de la ciudad, utilizando como base un geocodificador
de direcciones realizado para las direcciones de Colombia por el Ingeniero Edwin
Piragauta (2006), localizando 450 de ellos. Con los puestos de votación
geocodificados se procedió a probar las siguientes hipótesis: 1. Las personas
votan en el puesto de votación más cercano a su lugar de residencia; 2. Las
personas votan en un puesto ubicado dentro de la Unidad de Planeación Zonal –
UPZ- donde viven; 3. Las personas votan en la localidad donde viven; 4. Las
personas votan en una localidad diferente a aquella donde viven
Para comprobar la hipótesis de si las personas votan en el lugar más cercano a su
lugar de residencia, se generaron polígonos de Thiessen a partir de los puntos que
representan los puestos de votación. Para las UPZs y Localidades se usó la
cartografía de referencia de la Unidad Administrativa Especial de Catastro Distrital.
A partir de dicha cartografía, y con las encuestas geocodificadas, se determinó,
mediante una matriz de distancias, la unidad de análisis a utilizar para comparar
los datos socioeconómicos y electorales.
Con los polígonos de Thiessen se realizó un cálculo adicional, mediante una
superposición con la cartografía del censo de 2005: se determinó cuantas
personas mayores de 16 años en 2005 – probablemente un número similar al de
personas con 18 años en 2007-, vivían en cada polígono de Thiessen, cifra que se
comparó con los registrados para votar en el puesto correspondiente, lo que se
conceptualizó como la capacidad de atracción del puesto de votación. También se
analizaron los puestos en función del número de votantes y su ubicación en el
espacio urbano.
A continuación se realizó una operación de unión entre los datos de las manzanas
cuya fuente es la UAECD –para 1999- y los puestos de votación, agregando de
esta manera al puesto el atributo del estrato socioeconómico de la manzana en la
que se encuentra ubicado4. Se determinó el valor de esta variable para 319
puestos, de los cuales que 26 estaban en estrato 1, 109 en estrato 2, 139 en
estrato 3, 33 en estrato 4, 7 en estrato 5 y 5 en estrato 6. Con estos datos se
analizó, mediante gráficos, el comportamiento de la votación por estrato
Posteriormente se realizó un análisis de la distribución espacial de las votaciones
para Alcaldía y Concejo en 2007 utilizando como herramienta los índices globales
y locales de Morán. El índice global de Morán establece la relación entre el valor
de una variable en cada una de las unidades de análisis respecto al valor de sus 4 Mediante una operación intersect, en la que se extraen las características de un layer al cruzarlo con otro, se obtuvo el estrato socioeconómico de los puestos de votación. Se pudo obtener el estrato de 319 puestos, dado que 126 estaban en áreas institucionales y 5 fuera del layer con la estratificación urbana.
vecinos. La definición de vecindad para el presente trabajo se realizó
contemplando un umbral mínino para que todos los puestos pudiesen ser
incluidos, lo cual se logró utilizando una distancia de 2732,58 metros, es decir:
cualquier unidad que estuviera a menos o igual distancia de otro puesto fue
considerada vecina de este último. Para realizar este procedimiento se utilizó el
software libre Rookcase, que funciona como un complemento de Microsoft Excel.
El indicador global de Morán viene dado por la pendiente de la recta de la
comparación entre los valores de la variable considerada para una unidad espacial
y aquella de los vecinos y se formaliza de la siguiente manera (Vilalta 2005):
Donde n es el número de unidades en el mapa y Wij la matriz de distancia que
define si las unidades son vecinas. El índice es normalizado restándole su valor
medio y dividiendo la diferencia en su desviación típica –valor Z-, por lo que si
toma valores positivos y estadísticamente significativos -mayores que 2,58 a un
nivel de significación de 1%- se podrá concluir que los datos presentan
autocorrelación espacial positiva, si el valor estandarizado es negativo y
estadísticamente significativo -menores de -2,58 a un nivel de significación de 1%-
se puede afirmar que los datos presentan autocorrelación espacial negativa.
Finalmente, si el valor estandarizado se incluye dentro del intervalo [-2,58; 2,58] se
podrá admitir la hipótesis nula o de aleatoriedad espacial (Sánchez Rivero, 2008).
A pesar de que este indicador muestra la existencia de autocorrelación espacial
para el conjunto de los datos, no permite detectar en que forma el patrón global se
distribuye a nivel local, dado que pueden existir lugares con una alta correlación
espacial de la variable y otros con un comportamiento aleatorio de la misma. Por
lo anterior, se suele utilizar el estadístico local de Morán, el cual permite encontrar
clusters y outliers espaciales y viene dado por la siguiente fórmula:
Donde
Dado que este índice también se estandariza, su interpretación es similar al
estadístico global, si Z es estadísticamente significativo y positivo existirá
autocorrelación positiva, si es negativo y estadísticamente significativo el sentido
de la autocorrelación será negativa, si se ubica dentro del rango [-2,58; 2,58] se
aceptará la hipótesis nula de existencia de aleatoriedad espacial.
Finalmente, mediante el software ArcMap se realizó un despliegue cartográfico de
la presencia de los clusters y outliers para las principales opciones electorales
analizadas, logrando de esta manera una aproximación a la ubicación en el
espacio de los grupos sociales que soportan cada una de las opciones en
contienda.
RESULTADOS.
Los puestos de votación
Las encuestas realizadas en las localidades de Teusaquillo y La Candelaria
indicaron que sólo el 36% de los encuestados votó en el puesto de votación más
cercano a su lugar de residencia, un 58% lo hizo en la UPZ más cercana –en La
Candelaria sólo hay una-, mientras que cerca de un 82% lo hizo en la Localidad –
ver
-. Aunque no se pueden extrapolar los resultados al resto de la ciudad, son el
único indicador disponible sobre la escala en la que se realiza el voto, por lo que
se considera prudente utilizar la localidad como unidad de análisis a nivel
ecológico para comparar datos electorales con datos socioeconómicos.
La Candelaria Teusaquillo Total
% del N de la
columna
% del N de la
columna
% del N de la
columna Recuento
Votó en el puesto
más cercano
Si 49,8 25,5 36,2 256
No 50,2 72,5 62,7 443
NS/NR 0,0 2,0 1,1 8
Total100,0 100,0 100,0 707
Votó en la
Localidad
Si 79,7 83,6 81,9 579
No 20,3 14,4 17,0 120
La Candelaria Teusaquillo Total
% del N de la
columna
% del N de la
columna
% del N de la
columna Recuento
NS/NR 0,0 2,0 1,1 8
Total100,0 100,0 100,0 707
Votó en la UPZ Si - - 58,8 228
No - - 41,2 160
Total - - 100,0 388
Tabla 1. Matriz de distancias que compara lugar de residencia y lugar donde votaron los encuestados.
Fuente: elaboración propia.
También se tomaron en cuenta los puestos de votación como unidad de análisis,
aunque considerando sus limitaciones: de ellos se conoce su dirección, la
abstención y los porcentajes de las votaciones, sin embargo no se sabe de donde
provienen los votantes.
El puesto de votación más grande de la ciudad es el de Corferias, con 739.682
potenciales votantes, lo que se debe a que, hasta 2003, fue el puesto censo de la
ciudad donde se inscribían automáticamente las cédulas que no habían sido
registradas por sus portadores en otro lugar, por el mismo motivo tiende a recoger
una gran cantidad de población abstencionista -88,3% frente a 53,2% para el
conjunto de la ciudad-.
Excluyendo a Corferias, los puestos de votación tuvieron una media de 8.060
votantes, el puesto de mayor tamaño, después de Corferias, fue el de Unicentro,
en la localidad de Usaquén, con 45.011 electores inscritos, mientras que el más
pequeño fue el de El Verjón, en la localidad de Santafé, con 172 inscritos. La
mediana de 6.762 votantes, indica que la mayoría de los puestos tienden a tener
unos pocos miles de votantes inscritos –ver Figura 1-.
Potencial electoral50.00040.00030.00020.00010.0000
Frec
uenc
ia
100
80
60
40
20
0
Media =8.059,71Desviación típica =5.
555,292N =450
Figura 1. Potencial electoral de 450 puestos de votación para las elecciones locales del año 2007.
Un mapa con el tamaño de los puestos de votación muestra que los más grandes
tienden a estar ubicados al occidente de la ciudad, especialmente en las
localidades de Keneddy, Usaquén, Suba, Bosa y Fontibón –Figura 2-, debido a
que esta ha sido la dirección principal de la expansión urbana en las pasadas
décadas. Allí se ha construido un tipo de vivienda masiva, en muchos casos de
propiedad horizontal y ubicada en conjuntos cerrados.
Figura 2. Clasificación de puestos de votación por tamaño. Puede observarse que varios puestos de votación más grandes están ubicados en localidades que se integraron a la ciudad en 1954 como Usaquén, Suba, Bosa y Engativá.
Cuando se examina la capacidad de atracción de los puestos de votación, medida
por la relación entre los mayores de 18 años que viven en el polígono de Thiessen
correspondiente a un determinado puesto de votación y aquellos que votan en el
mismo, se encuentra que los puestos que atraen más población tienden a estar
ubicados en centralidades urbanas, o en zonas con un fuerte componente
institucional, como en el caso de la plaza de Bolívar -Figura 3-.
Ordenando de mayor a menor capacidad de atracción de votantes a los puestos
de votación, el primer lugar corresponde a Unicentro: uno de los centros
comerciales más grandes del país, ubicado en el norte de la ciudad. Mientras que
los lugares 2, 3, 4 y 5 corresponden a las plazas centrales de Suba, Usaquén,
Fontibón y Bosa. Curiosamente, estas cuatro localidades fueron municipios
independientes de Bogotá hasta 1953, cuando fueron anexados a Bogotá, sin que
se realizara un plebiscito, por el dictador Gustavo Rojas Pinilla (Díaz 2006).
Figura 3. Clasificación de los puestos de votación en función de su capacidad de atracción de potenciales votantes que habitan en su área de influencia.
Lo anterior ofrece unos primeros indicios de la construcción social del espacio
electoral para la ciudad: una distribución diferenciada de la densidad habitacional,
en relación con los proyectos urbanísticos desarrollados en las pasadas décadas y
una mayor disposición de los votantes a viajar, en función de atributos de los
lugares, tales como la centralidad y su carga simbólica. El uso preferencial de las
plazas centrales se podría explicar, además, por la existencia de tradiciones como
la asistencia a misa y el encuentro con los vecinos el día de las elecciones.
Preferencias electorales por estrato
El estrato socioeconómico es un elemento que puede contribuir a una
caracterización de los puestos, dado que es un atributo inherente al sitio donde
están ubicados. De alguna manera, la comparación de la información sobre
votación con el estrato socioeconómico permite aproximarse a una caracterización
del votante, considerando que los puestos generalmente están ubicados en zonas
del mismo estrato de su entorno.
Claramente pueden observarse diferentes preferencias políticas en función esta
variable. En las votaciones para Alcalde el candidato de la Izquierda, Samuel
Moreno Rojas, fue claramente preferido en los estratos más bajos, mientras que
su votación disminuyó ostensiblemente a medida que aumentaba el estrato; lo
contrario sucedió con Enrique Peñalosa, quien obtuvo una votación cercana al
75% en el estrato 6, mientras que sólo logró un 11% de los votos en el 1 -Figura 4-
. Cabe destacar también que los votos no marcados, nulos y en blanco tienden a
tener valores más elevados en los estratos bajos, lo que podría relacionarse con
un mecanismo de abstención o con un desconocimiento de la mecánica del voto.
Figura 4. Votación en porcentaje para las principales opciones a la Alcaldía de Bogotá en 2007 con relación al estrato socioeconómico
En las votaciones para Concejo, se observa que también los electores Bogotanos
conservan unas preferencias diferenciadas en función del estrato socioeconómico.
Así, obtuvieron resultados favorables en los estratos bajos el Polo Democrático
Alternativo, Convergencia Ciudadana, y los partidos políticos más pequeños –
clasificados como otros en la Figura 5-. Se presenta en estos estratos,
igualmente, una mayor votación en Blanco, así como mayor cantidad de votos
nulos y no marcados. El movimiento MIRA –de composición religiosa-, es
especialmente fuerte en el estrato 3, mientras que el Polo Democrático, a
diferencia de las elecciones para alcaldía, conserva un nivel constante de
preferencia de los estratos 1 al 4.
Figura 5. Votación en porcentaje para las variables que disminuyen su valor cuando sube el estrato en las elecciones de concejo para Bogotá en 2007
Otros partidos, obtienen sus mejores votaciones en los estratos altos: Cambio
Radical, el Partido de la U, el Partido Conservador y el Partido Liberal -Figura 6-.
Estos partidos, excepto el último, hicieron parte de la coalición de Gobierno del
entonces presidente Uribe. Por sus programas y su pertenencia a esta coalición,
los tres primeros pueden clasificarse de derecha. Mientras que del Partido Liberal
Francisco Gutierrez dice que, aunque tiene un centro izquierda fuerte, es
mayoritariamente de centro-derecha (Gutiérrez Sanín 2007).
Figura 6. Votación en porcentaje para las variables que aumentan su valor cuando sube el estrato en las elecciones de concejo para Bogotá en 2007.
Se observa, pues, una clara identificación en los estratos altos con partidos de
derecha, a excepción del partido convergencia ciudadana, que aunque presente
en la coalición de gobierno de Uribe, fue uno de los más vinculados al escándalo
de la parapolítica. El hecho de que los estratos altos voten por menos partidos que
los bajos, que estos sean de derecha y que la incidencia de votos nulos, no
marcados y en blanco sea baja, muestra una mayor capacidad de acción colectiva
para definir unos partidos como sus representantes y apoyarlos de manera
efectiva.
Comportamiento espacial de las preferencias electorales.
Se encontraron indicadores positivos de autocorrelación para el conjunto de
opciones analizadas. Dado que el valor de Z es mayor a 2.58 en todos los casos,
se puede concluir que la concentración no es aleatoria y está positivamente
correlacionada, con un nivel de confianza del 99% -Tabla 2-. Los mayores valores
del estadístico global de Morán se encuentran en las votaciones por candidatos
para la Alcaldía, seguidos por los votos no marcados y nulos de Alcaldía y
Concejo.
Tabla 2. Valor del índice global de Morán para las principales opciones políticas en contienda en las elecciones de 2007.
Partido o candidato
Índice global de
Morán Elección
Valor Z
Samuel Moreno 0,5031 Alcaldía 43,37
Enrique Peñalosa 0,5079 Alcaldía 43,78
William Vinasco 0,4413 Alcaldía 38,07
Votos en Blanco 0,2626 Alcaldía 22,73
Nulos 0,4414 Alcaldía 38,07
No marcados 0,3857 Alcaldía 33,3
Polo Democrático 0,2235 Concejo 19,37
Partido de la U 0,1248 Concejo 10,91
Cambio Radical 0,1789 Concejo 15,55
Partido Liberal 0,0888 Concejo 7,82
Partido Conservador 0,0634 Concejo 5,64
MIRA 0,2025 Concejo 17,58
Convergencia Ciudadana 0,1345 Concejo 11,74
En Blanco 0,1495 Concejo 13,03
Nulos 0,4429 Concejo 38,22
No marcados 0,3816 Concejo 32,96
Fuente: elaboración propia
Probablemente, la correlación relativamente alta de las votaciones para alcalde se
deba a la existencia de un clivaje con una clara manifestación espacial: un mayor
apoyo a la izquierda en las clases bajas y un claro apoyo a la derecha en las altas.
Los patrones de apoyo a los dos principales candidatos parecen copiar la
distribución espacial de la población por estratos, donde las clases bajas viven al
sur y los altos -5 y 6- en algunos lugares del norte de la ciudad: la mayoría de la
localidad de Usaquén, una parte de la de Chapinero y una parte de Suba.
Moreno obtuvo su mejor votación en el suroriente de la ciudad, especialmente en
las localidades de Ciudad Bolivar, Tunjuelito, Usme, Antonio Nariño, Rafael Uribe
Uribe, San Cristobal y la Candelaria -Figura 7-, las cuales son predominantemente
de estratos 1, 2 y 3. Enrique Peñalosa, el candidato de la derecha, obtuvo sus
mejores votaciones en las localidades del norte de la ciudad, especialmente en
Usquén, Chapinero, Barrios Unidos, Suba y Teusaquillo, con población
predominantemente de estratos 4, 5 y 6. Una tercera opción en contienda, el
candidato William Vinazco, también muy cercano a Uribe y cuya candidatura
parecía destinada a restarle votos a Moreno, obtuvo votaciones significativas en el
suroccidente de la ciudad, en barrios de estrato 2 y 3, principalmente en las
localidades de Bosa, Ciudad Bolivar, Kennedy y Fontibón.
Figura 7. Porcentajes y clúster (Indice local de Moran) de votación por Samuel Moreno en las elecciones de Alcalde en año 2007.
Figura 8. Porcentajes y clúster de votación por Enrique Peñalosa en las elecciones de Alcalde en año 2007. Puede verse cómo las votaciones por Enrique Peñalosa están clusterizadas en Localidades de Clase Media y Alta del norte de la ciudad, igualmente se observa muy poca acogida de sus propuestas en las localidades más pobres, ubicadas al sur de la ciudad.
Figura 9. Porcentajes y clúster de votación por William Vinasco en las elecciones de Alcalde en año 2007. Los valores altos por este candidato se concentraron en barrios populares en el sur y surooccidente de la ciudad, mientras que parece generar cierto rechazo en las localidades con mayores ingresos al norte.
Las votaciones para concejo de la ciudad, por su parte, no están tan clusterizadas,
probablemente porque existen más opciones que se disputan el voto; aunque
también puede deberse a la existencia de una agenda más amplia en los
concejales, que recoge temas transversales a las clases sociales; o simplemente
por la inexistencia, en algunos de estos, de una ideología política explícita,
reduciéndose la búsqueda de votos a una dinámica de realización de favores a
grupos de electores.
La votación más clusterizada fue la del Polo Democrático con un valor de 0.2235,
los mejores resultados, a diferencia de las votaciones por el mismo partido a la
Alcaldía, se ubicaron en zonas de clase media en la zona central de la ciudad,
especialmente en las localidades de La Candelaria y Teusaquillo, aunque se
mantuvo el rechazo de los estratos 5 y 6. También estuvieron concentradas las
votaciones del movimiento religioso Mira con resultados especialmente favorables
en algunos lugares de las localidades de Engativá, Kennedy, Antonio Nariño y
Suba, lo que probablemente se relaciona con las principales áreas de influencia de
la iglesia que le sirve como base social -Figura 16-.
Para Cambio Radical el valor global del estadístico de Moran se ubicó en 0.1789,
lo cual se debe a clusters de valores altos en zonas de estratos altos de las
localidades de Suba, Usaquén, Chapinero y Barrios Unidos, todas en el norte de la
Ciudad -Figura 11-. Aunque llama la atención la existencia de un cluster de
valores altos en la localidad de Rafael Uribe Uribe, ubicada en el sur de la ciudad y
con población de ingresos mucho menores que los de los lugares mencionados
arriba.
La votación por el Partido de la U. muestra una autocorrelación espacial global de
tan sólo 0,125, esta opción política presenta clusters de valores altos en las
localidades de Suba, Usaquén, Barrios Unidos y Chapinero, especialmente en
zonas de clase alta -Figura 12-. Igualmente bajo es el valor de autocorrelación de
la votación por el Partido Liberal, la cual presenta un índice de 0,088. Este partido,
que unas décadas atrás fue hegemónico en la ciudad, ha mostrado un declive en
sus votaciones, por lo que posiblemente esta baja correlación se deba a que
mantiene simpatías en varios lugares sin ser particularmente fuerte en ningún
área, en concordancia la Figura 13 muestra la existencia de pequeños clusters
ubicados de manera dispersa en la Ciudad.
El Partido Conservador, por su parte, tiene un índice global de Morán de 0,1130.
Este bajo puntaje oculta, sin embargo, la existencia de clusters con votaciones
altas en las localidades de Chapinero, Usaquén, Suba, Fontibón y Usme -Figura
14-. Mientras que Convergencia Ciudadana presenta un coeficiente de
Correlación Global de 0,1345, lo cual se debe principalmente a clusters
relativamente pequeños dispersos en varios lugares de la Ciudad: Suba, La
Candelaria y Santafé, Bosa y Engativá -Figura 15-.
Para los votos en blanco se observó un índice global de 0,392, con clusters de
valores altos ubicados especialmente en zonas periféricas de las localidades de
Usaquén, Suba y Engativá -Figura 18-. Para los votos no marcados y nulos, que
se presentan en un mapa combinado, se observan votaciones especialmente altas
en localidades del sur de la ciudad como Bosa, Ciudad Bolivar y Usme -Figura 17-.
La lectura de estos resultados debe realizarse con cuidado dado que puede
significar cosas tan diferentes como bajos niveles de escolarización que inciden en
mayor posibilidad de errar en el momento de manifestar la preferencia electoral o
simplemente desafecto por el sistema político.
Figura 10. Porcentajes y clúster de votación por el Polo Democrático Alternativo en las elecciones de Concejo en el año 2007. Puede observarse la presencia de clusters de valores altos en las localidades de La Candelaria, Santafé, Teusaquillo y Bosa, lo que marca una diferencia con los patrones observados en las elecciones para alcalde donde los clusters estuvieron ubicados en el suroriente de la ciudad.
Figura 11. Porcentajes y clúster de votación por Cambio Radical en las elecciones de Concejo en el año 2007. La votación por este partido es especialmente fuerte en localidades estrato alto del norte de la ciudad, aunque llama la atención un cluster ubicado en la localidad de Rafael Uribe Uribe, en el sur de la ciudad.
Figura 12. Porcentajes y clúster de votación por el Partido de la U en las elecciones de Concejo en el año 2007. Se observan para el partido de la U una concentración de valores altos en localidades del norte de la ciudad, así como una votación irregular en otras del centro y sur.
Figura 13. Porcentajes y clúster de votación por el Partido Liberal en las elecciones de Concejo en el año 2007. Se puede ver unos patrones de votación bastante irregulares, con pequeños clusters diseminados en varios lugares de la ciudad
Figura 14. Porcentajes y clúster de votación por el Partido Conservador en las elecciones de Concejo en el año 2007. Pueden observarse clusters de valores altos en localidades del norte de la ciudad, así como en Usme y Fontibón. En este último caso puede observarse que el cluster de valores altos contrasta con un cluster de valores bajos de la votación por el Polo Democrático Alternativo -Figura 10-.
Figura 15. Porcentajes y clúster de votación por Convergencia Ciudadana en las elecciones de Concejo en el año 2007. Se observan varios clusters de valores altos dispersos en la ciudad, así como clusters de valores bajos en las localidades del nororiente de la ciudad.
Figura 16. Porcentajes y clúster de votación por el Movimiento Mira en las elecciones de Concejo en el año 2007. Para el movimiento Mira se observa un alto nivel de clusterización de valores altos especialmente en tres lugares: Engativá, Antonio Nariño y la Parte sur de la localidad de Kennedy. Probablemente donde es fuerte el proselitismo religioso de este movimiento.
Figura 17. Porcentajes y clusters de votación para los votos No marcados y nulos. A diferencia de las votaciones por Partidos o el Voto en Blanco cuyo porcentaje se calcula respecto a los votos válidos, ese porcentaje se calcula con base en el porcentaje de participación.
Figura 18. Clusters y Outliers para votos en blanco en las elecciones de concejo en el año 2007. Llama la atención que los clusters de valores altos se ubican principalmente al norte y noroccidente de la ciudad. Es también llamativo que los valores altos en esta variable no coinciden con aquellos observados en la votación para Alcalde, donde se ubicaron en el sur de la ciudad.
CONCLUSIONES.
La geografía electoral es una herramienta de gran utilidad para la comprensión de
las elecciones porque permite representar factores composicionales y abordar
factores contextuales que contribuyen a la comprensión de este aspecto de la
política. Sin embargo, a pesar de valiosos estudios realizados, en el país existe un
amplio campo para avanzar en investigaciones sobre la dinámica electoral, en el
cual vale la pena abordar la dinámica urbana por su dimensión poblacional y las
particularidades del comportamiento de los votantes.
El análisis permitió identificar indicios de una construcción social del espacio
electoral, como la capacidad de los puestos de atraer a distintas cantidades de
personas en función de su ubicación, así como un tamaño diferenciado que
probablemente se relacione con la historia de urbanización de la ciudad. Se
observó también que el estrato es una variable que diferencia de manera clara los
patrones de votación, especialmente para alcaldía, la clara polarización entre las
clases alta y baja parece ser un indicio de un clivaje relacionado con la forma en
que se distribuye la riqueza en la ciudad. Considerando las claras desigualdades
socioeconómicas existentes no es extraño que esto suceda, lo que es extraño,
más bien, es que lo mismo no suceda en el conjunto del país o en otras ciudades,
donde la desigualdad es igual o más marcada.
Se identificó que las votaciones están autocorrelacionadas, lo que implica un
patrón espacial en su distribución. Los partidos tienen nichos electorales
distribuidos a los largo de la ciudad, aunque estos son de menor tamaño en el
caso del Concejo que en el de la Alcaldía, la mayor diversidad espacial de los
mismos para el concejo sugiere una agenda más diversificada que en el caso de
la Alcaldía. En la elección de alcalde las opciones se redujeron a dos alternativas
viables, lo que parece mostrar que las dos grandes opciones políticas antagónicas
tienen la capacidad de hacer girar en su órbita una diversidad de agendas
sectoriales y locales.
En todo caso, el presente es únicamente un estudio exploratorio y existen varias
líneas de investigación que se podrían seguir para comprender mejor las
votaciones en el país desde un punto de vista geográfico. Especialmente valdría
la pena examinar los diferentes aspectos del llamado efecto contextual, incluyendo
un análisis de los patrones de inversión pública territorial, esto último permitiría
comprender la forma en que gobiernos electos buscan mantener una base de
apoyo ofreciendo incentivos selectivos a la población.
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