· el “virgen del carmen » . atento a sus operaciones de confrontación de marcas y nume...
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FRANCISCO ARN ICHE S
LA S U
N Q U
(HISTORIA DE UN ( HOMBRE DEMAR»
QUE TOMO EL AMOR EN SERIO)
N O V EL A
V. H. Sanz Calleja.— Editores e Impresores.
Casa cen tral : Mon tera , 31 — Ta lleres : Rond a d e A tocha, 23 .
MA D R I D
El “V i rgen del Carmen» .
Atento a sus operaciones de confrontación de marcas y numeraciones
,no se dió cuenta Luciano de que ya era la hora de co
mer, y con e l ruido de l a maquin i l l a tampoco oyó la voz de l Ma
yordomo, que le gritaba desde e l portalón de la camareta:—¡Don Luciano , que ya están don Ramón y los demás en l a mesa !
Fué necesario que _term inase de tragar l a escoti lla l a es lingada
de carga que pendi a de l puntal,bal anceán dos e , para que oyese
lo que le decían . Pero como é l era un ofici al minucioso y ordenado , no cons intió abandonar l a cub ierta hasta que aclaró unaconfus ión de marcas que hab í a en aquel l a factura de embarque .
El ej erci ci o de cualquier profes ión defrauda muchas i lus iones .
Luciano, por ej emplo , que con oc ía l a suya de nauta como pocos
y que hab í a estudiado fundamentalmente su carrera,se ve ia ahora
ob l igado,por defi ci encias de l régimen interio r de los buques mer
cantes,a recib i r y entregar mercancias
,cuando
,en buena lógi ca , es a
labor deberi a estar reservada exclus ivamente a los ofi ciales admin istrativos que e l buque necesi taba para su serv i cio , dejándole aél lugar para ampli ar sus conocimien tos técn icos
,que son ,
por sun aturaleza , de los que n o t ienen l ími tes . ¿Y para ocuparle en estosmenesteres tan humi ldes hab ía estudiado tanta Geografi a náuticay tanta Tr igonometr ía recti l ín ea y esféri ca? ¡Bah ! N o era ésta sumis ión . Ya lo decia e l mismis imo Código de Comercio : su ob l igación era llevar a fel iz térm ino el car gamento. Como vemos , l a l i teratura legis l at iva daba en un precepto conciso y terminante l aprimordial obl igación de l marino
,en la que se hal lan condensadas
important ísimas discip l inas c ien tíf icas . Además,e l Código no ha
b ía querido prescindi r de l concepto aleatorio que supon ían los
riesgos graves que e l marino podría sufri r hasta e l momento dichoso de terminar con bien su derrotero
,para mostrar los incon
ven ien tes que se acumulan en con tra de l arr ibo fe l i z de la navey j ustif icar l a mayor sab i duria y pe ri cia que se l e p ide
"
al Capi tán .
Conservaba todav ía e l Có digo,entre sus modismos, aquel l as fra
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ses arcaicas que fueron sacramentales entre los primeros exploradores de l Océano; como queriendo expresar que n i aun con las
conquistas de los t iempos modernos,que hab ían perfeccionado
las naves y sus máquinas,podrían o lvidarse los modismos que
hacían de la profes ión náutica,al mismo tiempo que práct ica
cient ifi ca, aventura contra todos los e lementos . Todavía no ten íamando efect ivo de capi tán y ya le preocupaba la responsabi l idadque podria tener e l d ía de mañana
,que se deducirí a de su im
portante misión . De aqu i su preocupación por adiestrarse prácticamente y completar su instrucción cient ífi ca para fines puramentenáuticos y no para estos otros , s implemente admin istrativos . Aunrecordaba, como s i los tuviese delante , aquel los renglones que se rv ían de lema en e l pró logo de l Curso de A stronom ía n áu tica ynavegación ,
de D . Francisco Fernández Fontecha,e l ins igne ca
ted rát ico , que les expl i caba esta asignatura en Cádiz . Decían as í((Mi v ida, l a de mis connavegan tes y los grandes intereses de l
cargamento de l a nave cuya dirección estará confiada a mi ca rgo,
penden de mi aptitud en e l desempeño de l levar l a derrota con
acierto .— Canellas (A s tronom ía
Ni s iqu iera en los t iempos prósperos,de grandes rendimientos ,
como eran aquél los,l as Compañ ías navieras querí an aumentar e l
personal , y se daba el caso que los p i lotos agregados en viaj e deprácti cas ten ían que desempeñar baj os menesteres rutin arios ys implemente mecáni cos
,que a la larga redundariam en perj u icio
de su instrucción técn ica . Afortunadamente , Luciano pronto mandaría buque . Ya estaba examinado de capi tán; le sobraban díasde navegación
,y por s i era poco esta suficiencia, demostrada ofi
ci almente ante los tribunales de examen , contaba, además , consu prestigi o de navegante seguro
,ganado en ocas ión de habe r
subst itu ido, en casos de accidente o enfermedad , a sus propioscapi tanes .N o só lo le conocían b i en sus Armadores; también le conocían
los otros,los que en más de una ocas ión l e hab ían hecho propo
s iciones ventaj osas,que le hacían dudar, pero que nunca quiso
aceptar,porque prefi rió aguardar a que v in iese la recompensa
por los pasos lentos de algo merecido y en buena l id ganado, alograrlo por los procedimientos rastreros de una trai ción . Era delos que sab ían esperar. Todo l legaría .
Todav ía punteó una partida de sacos; cerró su l ibro , plegó ladocumentación y se perdió por l a escala en espi ral , que le conduj oa su camarote . Se aseó lo indispensab le y fué a ocupar su pues toen la mesa.
Durante l a comida se hab laba poco . El Capitán era hombreparco de palabras , que interrogaba, afirmaba, dudaba , exclamaba
y respondí a con monos í labos . La mesa era una prolongación de lcuarto de b itácora
,donde continuaba la misma concis ión en las
ó rdenes e idéntico formul ismo para comunicarse entre s i l os hab itantes de aquel mundi l lo flotante, donde , no obstan te e l muti smoy la sobriedad
,ten ían representación todas l as pas iones humanas ,
que no se hacen ostens ib les n i con l a frecuencia n i con l a vio lencia que en t ierra fi rme
,porque e l temor al ais l amiento pone un
freno en cada temperamento y una sordina en cada boca. L oshab itantes de un buque no se e l igen entre s i
,y por esta razón
,
por rebeld ía a la imposición de l acaso,re ina entre el los una host i
l idad tácita que lo mismo hace cris is para convert i rse en unaexpl os ión de alegre camaraderí a que para transformarse en unaagres ión y aun en este ú ltimo caso es muy frocuente la reconci l i ación inmediata
,el mutuo perdón . Que de to
das las cadenas que esclav izan a l a Human idad , es l a más tenazla sociabi l idad , que ostenta la dual idad paradój i ca de anhelarse yodi arse con igual fuerza .
Nunca se dist inguieron los buques de carga por l a pu lcri tud .
El mantel , i lustrado con manchas de v ino , ci rculares como el fondode los vasos que lo conten ían , y con otras huel las de yema de huevoy de ace ite
,reflej aba turb iamente l a luz que proyectaba l a lám
para y era l a desesperación de l p rimer maquin ista,aque l exquis ito
de Ordóñez , que ten i a l a máquina cuidada y l impia como un juguete costoso y que decía que prefería come r sob re una planchade su tarima que en aquel la sucia mesa . El Capitán
,que rara
vez so l í a recoger l as p rotestas más o menos dis imuladas de unosy otros
,comía en si lencio . Una vez , al d ía s iguiente de una pro
testa de O rdóñez , desatendida por e l mayordomo , ante un mantelque parecía l a reproducción a cinco co lores de una carta geográfica
,e l capitán de los monos í labos y de los ademanes b reves t i ró
con vio lencia de una punta de l mantel y miró impas ib le cómocaían al suelo , con horrísono estruendo, bote l l as , vasos , p latos ycub iertos
,dej ando al descub i erto l a mesa de caoba
,en la que se
ve ian los rodeles y huel las de una suciedad que hab ia traspasadola tel a . Todos esperaron pacientemente , y cuando se reanudó lacomida
,vestida ya l a mesa con fl amantes manteles , e l maquin ista
ten í a ese gesto dub itativo de las personas que no s aben s i hanprocedido bien o mal al exterio rizar sus refl exiones . En cambio
,
no cab ía duda, observando al mayordomo , que éste serv í a de malagana al promotor de aquel la. pequeña tragedi a y de muy buentalante al Capitán
,que se hab i a l imitado a ser e l b raz o ej ecutor
de los exagerados escrúpulos de Ordóñez , e l re lamido . S i,indu
d ablemen te , no nos equi vocamos al apreciar los precedentes y lasconsecuencias de l a diminuta catástrofe : e l maquin ista la hab ía
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i deado , pensó ej ecutarla , volvió sob re su pensamiento; la qu iso,como di rí a cualquier penal ista de la escuela subj etivista
,pero
nunca se atrevió a poner en práct ica su idea; e l Capitán as imi lóaquel furor destructor de que estaba saturada e l alma del ma
qu in ista y la ej ecutó , considerándola y el mayordomopagó los vidrios rotos .Era sábado
,y el segundo ofi cial
,l os maquin istas y un agregado
se sentaron a la mesa con traj e de fiesta . Saldrían después decenar . Ya lo ten ían acordado : i rí an primero al Café
,después al
Teatro,y ya se son re í an previendo que al sal i r de ver la función
se perderían entre l a concurrencia y no volverían a verse hastamuy bien entrada la mañana del domingo . Después vendrían loscomentarios de rigor en tales casos :—¿Dónde se metió usted ayer, don Tomas?— preguntarí a e l se
gundo ofici al al agregado .
— Mira e l ¿Y dónde se metió usted,que no l e vol
v imos a ver el pe lo?— Hombre
,otro día, por lo menos , se despide usted de la gen te…
— Y usted,a ver s i t iene
, por lo menos , l a atención de ofrecernos su casa.
—Me heSó lo O rdóñez quedaba exclu ido de aquel las vayas , pues todos
sab ían que únicamente al l l egar a Bi lbao se permi t í a algún tra
p icheo, y eso s iempre con la misma, que ya en más de una ocas ión le vieron acompañado por el l a en e l Teatro y en los Toros .
En los demás puertos se contentaba con sal i r de paseo , para n o
cometer otro exceso que el de comprar alguna postal de muj erdesnuda
,a las que é l l lamaba fotografi as artísticas , que tan to más
le entusiasmaban cuanto más completo era el desnudo y mayore l radi o de las curvas que la escultura ostentaba . Por lo cual ,cuando los alegres ofi ciales se cansaban de bromear entre s i
,l a
emprendían con e l pulcro b i lbaín o,diciéndole:
— Y usted,don Antoni o
, ¿qué , en viaj e de p recep to has ta B i lbao?Y como don Antonio no se dignaba contestar a aquel los des
lenguados , l o hacia otro por él , diciendo :— Don Antonio bastante tiene con comprar su postal consab i da.
— Y hace b ien; esas no dan disgustos .—N i piden— N i
Y as í suces ivamente . Todos los sábados se repet í a la mismaescena
,s iendo lo más frecuente que acabasen riñendo . Podía de
cirse que don Antoni o era el t ipo episódico que con sus extrava
gancias romp ía l a monoton ía de la v ida de a bordo; por lo cualtodos le consagraban cierta gratitud, ya que amen izaba, aun sin
proponérselo, aquel l a v i da tediosa . Entre las monoman ías de donAntonio sobresal í a el entusiasmo con que trataba de imitar losusos y costumbres norteamericanos . S e reveló en é l tan marcadatendencia desde un buen d ia que tuvo ocas ión de vis i tar un buquede aquel l a nacional idad
,l l amado Cook, en e l que iba de maqui
n ista primero un amigo suyo . En una so la vis ita a la nave deWi lson se asimi ló don Anton io todo cuanto de bueno y de sab iotiene la organ ización naval mercante de los ameri canos del Norte
,
pero con tal entus iasmo y decis ión que tuvo la vana pretens iónde implantarlo
,adaptándolo , por lo menos , a la zona que com e
prendía su j urisdicción en e l buque,y claro es que tropezó con
la resistencia pas iva de todos los que no comprend ían e l alcance'
de tan saludables enseñanzas o no querían ad 0 ptarlas por ser e li luso de Ordóñez quien las propon ía . Grande fué l a chacota quetodos hicieron de é l cuando le v ieron trabaj ar en las entrañascomplicad ís imas de l vapor con guantes de goma, moda cop iadade los industriosos hij os de Yanqu i land ia y adoptada por é l— ¿ycómo no? con los que se parecía a esos comadrones que s e loscolocan para l a exploración uterin a . Nadie sab í a s i se pon ía losguantes para ev itar a la máquin a e l contagio pos ible de sus pecadoras aunque precavidas manos
,pues como a muj er prop ia l a
queria; o para zafarse de su tizne , que , al fin , aunque muy amada ,era mujer y exudaba untuos idades por sus comisuras , que eranmuchas . Al princip io y mientras todos simulaban escuchar debuena fe al maqu in ista , éste se entus iasmaba refiriendo la b ienentendida organ ización de los buques norteamericanos , en los queque se l legaba , en la prohib i ción de l consumo de alcoholes , hastael extremo de multar e l Master a su propia tripulación , remitiendoacto continuo certifi cado al Departamento de tráfico marít imo
,
de haberlo as í afectuado . Un d ia que don Anton io se s intió locuaz,
contó todas estas cosas… ¡y para qué quiso más ! Cuando alguienpedía una copa de cualquier l icor y le ofrecían a él
,contestaba
cualquiera , s in dej arle t iempo a que é l lo h i ciese por su cuenta:— N o l e dei s, que no se es ti l a en el Cook.
Pero don Antonio,aquel que se peinaba con cosmético y con
lociones y que usaba esencias caras,se levantaba enfureci do y
con un gesto elocuente, les decía:— A m i ustedes me…Y acababa la frase con un verbo trans it ivo
,que ya sabemos
que son aquel los cuya acción pasa a otro .
S e despidieron todos . El Cap itán y Luciano quedaron de so
bremesa.
L a P o l a r .
S in hablarse , se d i j eron vari as cosas . Por ej emplo : ((Que no hacía falta l a alegria tumultuosa de aquel los locos para dive rti rse.»
aQue el l os dos se hal laban muy bien en su mutua compañ ía.»
“No consideraban el co lmo de la fel i c idad i r al teatro,aunque
no tendría nada de part icular que al fin lo decidiesen .» b ienme hal l o a su lado
, querid is imo d on Ramón de mi alma !» quédulce sosiego encuentra este viej o lobo de mar en tu presenci a
,
amad ísimo rapaz ! »Cesó el diá logo sin palab ras y comenzó este otro—¿Qué dinero pagaste hoy a l a gente?— preguntó a Luciano
d on Ramón .
—En esta l ibreta tengo l a nota.
— Pues pásala al l ibro .
— Ahora mismo .
Mientras Luciano hacía los correspondientes asientos en e l l ibrode contab i l idad del buque
,sostuv ieron capitán y pi lo to
, in mente,otro parrafito bastante más substancioso y que tal vez d esconc ierte, de momento , a los que no conocen b ien a estos dos personajes . Acotamos en forma dramática el discreteo a que hemosaludido
,para mej or comprensión de los l ectores .
LUC IANO .— Y£l me extrañaba a m i que no me preguntases algo
de las ch inchorrer ias de a bordo .
DON RAMÓN .—Ya sabes que me gusta saber todo lo que pas a
en mi barco,y deseo
,además
,l levarlo todo al d ia .
LUC IANO .— P€I
'
O ya sabes que no descuido n ingún serv i cio .
DON RAMÓN .— Convenido que eres modelo de ofici al es . Lo digo
yo, y basta. ¿Es que te he molestado?LUC IANO .
— D€ n inguna manera. Como s i me manda usted pi caragua de una bodega anegada . ¿Quiere usted que trepe ahora mismo por la escala de mesana o que me ponga a cobrar un caboen e l atraque? A mi no me molesta nada de lo que usted me mandehacer. Pero el que a mi no me moleste no quiere decir que dejede ser una rareza .
Don Ramón .— Bueno
,hombre
, ¿qué le vamos a hacer? Ya veremos lo que haces tú cuando l legues a mis años .Lumm o . lo mismo .
DON RAMÓN .
LUC IANO .— PLICS… que estamos de acuerdo .
DON RAMÓN .— Como yo lo esperaba .
LUCIANO .— NO podía ser de otra manera .
S e conocían tan perfectamente aquel los dos seres , estaban tan
identificados en su rec íproca comprensión , que e l diá logo que acabamos de transcrib i r es un alarde de l a transparenci a de sus ce
f ebros . S e le í an el pensamiento mirándose con rapid ís ima oj eada .
Otras veces , i n i ci ado el diálogo , lo continuaban sin mirarse s iquiera; y aun en lugares independientes y l ej anos del buque con
tinuaban esta extraña comunicación . Como acabamos de ver en
estos diálogos mudos , Luciano se perm itía l a i rreverencia de tratar con cierta fami l iaridad a su capitán; aunque en el forma lismo
se observase l a ausencia de reglas protocolarias,éstas estaban
excesivamente supl idas con el más acendrado respeto y l a másabso luta adhesión .
Antes que terminase e l mudo coloquio,ya hab í a hecho Luciano
las anotaciones en e l l ib ro . Colocó e l secante con e l mayor esmeroy con gran parsimoni a en la ú lt ima págin a escrita, lo cerró , reco
gio l ibro , p luma y tintero y lo l levó todo a su estante . A l cabode un rato volvió al l ado de su capitán y le hab ló de esta manera:
—Don Ramón , creo que representan esta noche una opereta
muy bonita . ¿Quiere usted que vayamos?—Bueno— dij o don !Ramón con l a concisión que le caracterizaba.
Y ya estaba dicho todo . Aquel los dos hombres,que se quer ían
en trañab l emente , apenas se hab l aban aparentemente, como acabamos de ver. Era e l que se profesaban un amor tácito que sólo semanifestaba en ocasiones excepcionales . Por ej emplo : cuando seseparaban circunstancialmente o cuando a cualquiera de el l os l eocurr ía algún acontecimiento fami l i ar, ya fuese adverso o fe l i z .
En estas ocasiones se pon ían frente a frente,se miraban a los
oj os y se estrechaban las manos hasta trasmi ti rse re cíprocamentela emoción que cada uno de el los senti a . Aquel la mutua relaciónde sentimientos se diferenciaba, cuando hab í a un motivo grave ,en que el apretón de manos era de mayor duración e intens idad
que en otras ocasiones .Aquel l a tarde todos hab ían pedido dinero . Luciano era el úni co
que só lo en contadas ocas iones reclamaba alguna cantidad a cuentade su sueldo . Tení a novia en Sev i l la
,pensab a cas arse y aguardaba
la escal a de aque l puerto para l iquidar sus haberes con la Cas aarmadora y llevarle a l a chi ca, como ten ía por costumbre , l a gorrallena de duros , que vaciaba sobre su falda, después de separaralguna cantidad para comprar chucherías a su madre y a su hermana. La gracia cons ist í a en l levarle a l a nov i a sus pagas en pe
seda s monedas de a duro,que producían al caer sobre el regazo
de e l l a e l s on ido argentino de una carcaj ada . Des de que don Ramón supo e l decidido propós ito que hizo Luciano de casarse , nocons intió que gas tase un céntimo en cosas supé rtluas , y cuandoalgo le pedía e l pi l oto
,le d iscutía l a entrega, como s i se lo pagase
de su pecul i o particu lar . Fueron una noche al teatro y Luci anose adelantó para s atisface r e l importe de las local i dades; perod on Ramón , que lo advi rt ió a t iempo , l o separó con un ademánenérgi co de l a taqui l l a y abonó e l precio . Al domingo s iguientele dij o :
—Vamos al teatro,mej or dicho
,vienes
Y comprendiendo Luciano lo que aquel lo queri a deci r, se dej óconvidar.Eran las ocho y hasta las nueve no s al drian . Don Ramón se
puso a escribi r una carta y Luciano sub i ó a cubie rta. Le gus tabaabstraerse , dedi carse a la muda contemplación de la noche ins ondable , no para zafarse por egoísmo de las luchas con sus semej antes; lo hacia
,senci l lamente
,para cambiar de tortura
,pues
debe saberse que cuando se ais laba de todo lo terrenal sufrí ainfin itamente más que cuando se hal laba en contacto con los
hombres,porque las luchas con l os seres semej antes se arregl an ,
a fin de cuentas,con un gesto de valor o de resignación , mientras
que estas otras,cuyo enemigo n o se conoce , ¿quién es capaz de
solventarlas? En uno de estos momentos de duda se hal laba Lnciano aquel la noche . Estaba en esa edad en que los hombres buscan la expl i cación de todos los fenómenos y la causa ú lt ima detodas las sensaciones . Ten ía
,pues
,muchis imo camino ade lantado
para hal lar e l de su desgracia . N o era, s in embargo , un pas ionaln i un soñador que quiere prescindi r de la real idad de la vida .
Ten í a veintiún años,había terminado su carrera a los diez y ocho
y hací a tres que navegaba . El contacto con e l mar, ese mediograndioso
,ambiente propi cio para toda clase de epopeyas , le pre
dispuso a las más profundas medi taciones y a las exaltaciones
más absolutas,exacerbando en é l su innato prurito contemplativo .
No creemos que n ingún maestro de moral istas n i de fi lósofosfuese capaz de clas if icarle entre los seres que se caracteri zan porun rasgo determinante de una personal idad o por una tendenciamanifiesta . Luciano s ign ifi caba
,a lo sumo , una predisposición ,
un anhe lo : una predispos ición al b ien,un anhe lo de perfecci ona
miento,deducidos de su generosa y optimista j uventud; pero n i
su carácter estaba aún formado n i su personal i dad sentimentalestaba claramente dibuj ada . Exist ía, indudab lemente , un desequilibrio manifiesto entre su organismo fis i co— aunque de proporciones medianas , hermoso y p letori co de v ida— y su consti tución
an ímica,que parecía l a de un infante todav ía. De homb re y muy
hombre ten í a e l cuerpo,muscu loso y viri l , fortalecido por una
constante afición y prácti ca de toda clase de gimnas ias; de niñomuy pequeño era su alma, conmovida a cada paso por cualquier
impresión sentimental .La noche estaba estrel l ada . En aquel la ocas ión propici a recordó
el Almagesto, de Ptolomeo , e l l ib ro de l primer as trónomo—poeta
que,aunque equivocado en sus teorías cien tíficas , i deó una cons
titución s i deral y formó e l primer catá logo de estre l las . Este ín
ven tar io maravi l loso le s i rv ió a é l de nexo espi ri tual para l igarsea Carmita con bridas misteriosas . En las primeras noches de no
v ios , cuando su alma , anhelante de amab les l igaduras , se afanabapor uni rse amorosamente a l a de su novi a, l a enseñó a buscarla estre l la Polar
,y convinieron
,sub rayando l a ocurrenci a con
grandes risas,que de al l í en ade lante , cuando la ausenci a los sepa
rase,mirarían ambos a aque l punto de referencia de su enfi lación
sentimental,como lo hacian antiguamente los viej os navegantes ,
que no contaban n i con los aparatos más rudimentari os para marcar la derrota . A veces
,al i nf luj o de su propi a sugestión se con
solaba de las tris tezas de la ausenci a, creyendo ver en aque l l adivina pupi la parpadeante la mirada reflej ada de Carmita .
Sen t ía Luciano en aque l los momentos un ansi a de querer y se rquerido que acababa con un dolor in tens ís imo de alma y corazón .
Cuando le acomet ía esta pas ión de án imo,l e gustaba prolongarla,
recrearse en e l la, como el que re i tera sus tormentos , por propiacompl acencia, para mej or merecer e l favor divino . ¡Querer y serquerido ! He aqu í l a suprema aspi ración de su alma, que representaba todo e l ciclo de su vi da sentimental
,en cuyos l ími tes se re
clu i r ia voluntariamente , cons iderándose e l más fel iz de los mo rtales . Cuando ca ía en este de l iqui o amoroso
,se afanaba por perso
n if icar en alguien sus anhelos,y só lo consegu ía traer a su mente
aquel la Carmita q ue le aguardaba al lá en S evi l la . todohay que deci rlo . N o sent í a Luci an o por aque l la chi qui l l a graciosa,que le embobaba con su charla gi tanesca en las interminab lesconversaciones de novios , todo e l amor exclus ivista que ,
supone
la renunciaci ón a toda otra ans ia amorosa,s ino que
, por el con
trario, aque l la nena no s ignifi caba para é l más que el motivo
inmediato con e l que satisfacía muy defi cientemente su supremaaspiración . Al calo r de aque l la pas ión deficiente , e l alma de Lnciano se iba consumiendo como en una combustión incompleta.
Luciano present ía e l porveni r amoroso que le estaba rese rvado .
En la unión de dos seres que creen amarse hay siempre algo fatale ine ludib le que hace pensar en la predestinación . S on bromasde un Cupido beodo
,que se complace en en lazar a seres opuestos
y en separar a los que realmente son afines . Estaba convencido .
En vano lucharía é l contra la fuerza de l dest ino . Por esta razón,
cuando se encontró un d ía ante Carmita, l e di j o que la que ría,y se lo dij o
,por cie rto
,de tan be l la y original manera
,que la mu
chacha creyó haber inspi rado una pasión profunda . Y no hab íatal cosa . ¿No conocéis a ese muchacho
,enamorado semp item o,
que cada d os semanas se prenda de una muj er dist in ta? Puesno burlaros de é l . Tened le lást ima . Tenedla también de Luciano .
S on los enamorados subj etivos que cantan sus endechas ante unosoj os
,s in importarles gran cosa que sean azu les
,verdes o negros;
porque e l color es particularidad que,como otras muchas
,se
adapta bien al verso cambiando e l Po r ahora,aque
l l a suprema aspi ración de su alma,tal como la imaginaba
,per
fecta y abso luta, no ten ía forma concreta; no se l lamaba siquieraCarm i ta . ¡Qué inmenso se consideraba cuando se hal laba poseído poraquel la i lus ión ! ¡Qué pequeño , en cambio , cuando buscaba en l av ida de relación la práctica de sus sueños ! ¿LO lograría algún día?
¡Pobre alma angusti ada que dudaba de todo , incluso de su p ropia bondad ! Las personas que l e querían , es deci r, su madre , suhermana
,don Ramón y los marineros de su barco
,decían : e ¡Qúé
bueno es Luciano !» Cuando alguna vez hab ia o ido esta afirmación ,se entristeció y pensó que el benévolo j uicio de los demás le ob l i
gaba a los sacrifi cios y abnegaciones que la sociedad impone asus miembros priv i l egi ados . ¿Pero es que era é l bueno en real idad?S i se r bueno consiste en la predisposi ción al b ien
,pract icándolo
en benefi cio del prój imo cuantas veces podía,entonces s i
,é l era
bueno,muy bueno . ¿Pero es que puede l lamarse bueno a quien
s i ente e l deseo desmedido de e levarse sobre e l n ive l moral de losdemás
,aspirando incesantemente a un más e levado estado de per
feccionam iento? No; aquel lo no estaba b ien . Tenía que recr im i
narse . Bien es verdad que le hab ian asegurado personas doctasque deb ía acal lar esos escrúpulos
,pues l a aspi ración del hombre
es leg ítima s i está fundada en un anhelo de bondad , de j usticia;pero l legaba é l en ocasiones a tan supremos deseos de perfección ,que dudaba de su legit imidad . ¿Era tan bueno como todos as e
guraban? ¿Era tan malo como é l mismo supon ía? No . Ni lo uno
n i lo otro . Luciano era senci l l amente un hombre . Y en este termino medio se quedaba
,satisfecho de haberse asignado un lugar
equ idistante de ambos extremos . La vida,misteriosa propu lsora ,
le l anzaría a cualquiera de e l los .Aun eran mayores sus dudas y su confus ión en l a cuestión rel i
giosa . Luciano n o ten ía fe, s iendo éste uno de los motivos másgrandes que ten ia para inculparse
,j uzgando de las cosas más
santas y elevadas con un criterio acomodaticio y oportunista que
exclui a todo credo . Luciano as ist í a al Santís imo S acramento de l aMisa s in conocer exactamente su sign ifi cado n i l a equ ivalenci ade su ritual; no podí a repeti r n inguna oración compl eta, porquesu l i teratura artificiosa— según él— no pose ía e l interés dramáticosuficiente para heri r su memoria. N o queremos meternos en otrospormenores en cuanto a la práctica que hacia de su rel i gión , para
no extremar nuestros cargos contra é l en materia l i túrgi ca. ¿Esesto ser cristiano? No . Pero en camb i o sentía un gran b ienestarcuando penetrando en cualquier templo— y mucho más s i era éstede las más humi ldes casas que a Dios dedica l a Crist iandad— el evaha su espír itu a lo inf in i to , l evantaba su frente s in temor al div ino j u icio y a solas con su conciencia
,“hágase l a voluntad de
Dios »,decía. Demostrando con esto que no era tan grande su
rebel dí a como hij o de Dios , n i tan densa su ignoranci a de las div in as invocaciones , pues oportunamente repetía para encomendarsea El
,en tresacándolas de las oraciones que aun recordaba , frases
que hab iendo herido su sentimiento,expresaban una idea com
pleta . Las fórmulas de su preferencia , y otras que é l aderezabapara expresar los dist intos estados de su alma
,eran todo su ba
gaj e rel igioso . O tras veces n o rezaba materialmente . Posab a sumirada
,tris te como un lamento
,sobre l a cruz más senci l l a de l
templo,empal i decia in tensamente emocionado ante e l s igno de l
Redentor— l a figura más grandiosa que pudo conceb i r l a Humanidad
,l a concepción más excelsa
,más bel l a y más efi caz del
Numen D ivino , indub i tabl e , só lo por su grandeza,digna de l a
ficción de un D ios , s i Cristo Redentor no hub iese existi do— y ro
gaba por l os suyos , l e hacia donación de su alma y acatab a l aenseñanza ej emplar de aquel signo que representa los brazos ene l bel l o gesto de tenderse haci a l a Humanidad
,s inti éndose en
aque l momento orgul loso de pertenecer,aunque inmereci damente
,
a una confesión rel igiosa que posee tan poéti cas y magnas enseñas . Ratificándose en igual concepto de lo bel l o y pi adoso , apartaba su mirada de las imágenes chabacanas , que deb ieran habersesometido a una previ a censura art íst i ca . Decía Luciano que l asmalas imágenes eran blasfem ias cr i stal izadas , y que deberí a exco
mu lgarse a sus autores; y afi rmaba que las obras bel l as de l a es
cultura rel igiosa eran oraciones concrecionadas,y que Salc i llo ,
Montañés y Sus i llo deb ieran ser canonizados . ¿Era esto ser un malcristiano? No . Creemos que esto era ser un buen crist iano . Ahorab ien , lo que le ocurrí a a Luciano es lo que ya hemos d icho antes :que n i su personal idad esp i ritual estaba formada completamenteni sus discipl inas morales
,s in as imi lar todavia
,tenian l a fuerza
suficiente para dominar y reducir a l a sumisión sus i ncip ien tesrebeldías de muchacho imaginativo .
Don Ramón le l lamó desde el portalón . Atravesaron la plancha
que comunicaba el vapor con el muel le , y , cruzando pi rámidesde mercancías , se di rigieron por e l re l leno de la ciudad a una cal lede l centro , donde estaba e l teatro . Aún no hab ía comenzado larepresen tación . Cap itán y pi loto se v ieron obl igados a molestara unas señoritas que ocupaban las primeras butacas de l a fi l a.Cuando aquel las muchachas se l evantaron para dej arlos pasar
,
don Ramón se l levó torpemente l a mano al sombrero,Luciano
p idió perdón con sol tura un poco más mundana y las ocupantesperdonaron con leves sonrisas discretas . Luciano se sint ió curioseado por aquel las damitas e legantes y aun se encendió más sucolor rosa tostado de hombre de mar . El primer acto se des l izócon algún comentario de Luciano
,contestado parcamente con
monos í labos y gruñidos asensores del capitán . Durante el primerentreacto vino e l cons ignatario a traerles e l correo . Abrazó ci ns ivamen te a Luciano
,dándole l a enhorabuena . La Casa Armadora
le daba las órdenes oportunas para d esen ro lar le, por haber sido
nombrado capi tán del nuevo vapor adquirido,ya fondeado en
S evi l la,adonde deb i a dirigi rse por t ierra uti l izando e l primer
correo . Las señori tas miraban ahora descaradamente a Lucianohasta ponerl e los carri l l os al roj o cereza . L os ofi ci ales y e l agregado del barco
,conocedores ya de la nueva
,vinieron a abrazar le ,
haciéndolo tan efusiva y expresivamente que las sonoras palmadas que le p rop in aron en la espalda atraj eron la atención de granparte de la sala . Luciano sonreía satisfecho . Con la apoteos is deque era obj eto
,n o se acordó de abrir dos cartas que le hab ia en
tregado el consignatario . Habí a reconocido las letras . Eran deRosarito
,su hermana
,y de Carmita . Comenzaba otro acto . Aque
l l a muchacha que ocupaba la butaca inmediata a la suya l e miraba descaradamente
,moviéndose con frecuencia en su asiento
y girando e l busto so pretexto de mirar en la misma direcciónque Luciano se hal laba
,para enfocar lo resuel tamente . Luciano
prescindió de lo que ocurría en l a escena . Adoptó una act itudmuy suya
,que cons ist ía en mirar con oj os t r i s tes y en abandonar
su cuerpo con lax itud de convaleciente , para corresponder de alguna manera a la mirada as idua y penetrante de aquel l a vecin itade butaca que l e contemplaba
,languidamente también , y que
luego baj aba la v ista y l a replegaba en su regazo,como s i qui
s iera atraerle y cob ijarle al l í , encima de su falda .
_ 20 _
resca trayecto ri a de l tren , se suceden la Base Naval de Ríos , denueva creación , en la ens enada de su nombre; l a rada de Rande,de fabulosa referencia en la H istoria; y entre estos d os be l los par aj es y e l Lazareto de San S imón , surgen una seri e de playas y en
senadas que ya la industri a y e l comercio empiezan a uti l izar,
una vez saturada l a vista de tantas be l lezas . Es l a superfi ci e delas aguas de esta profunda y di latada ria espej o donde se reflej auna vegetación exuberante y eternamente primaveral . Estamosen plena Groenlandia gal lega, pues constantemente verde es estat ierra durante las cuatro estaciones de l año por l a copa de lospinos , l a alfombra de sus prados , las espigas de l maí z y los pampanos de sus v ides . Esta prodigiosa flora gal lega parece que se hapropuesto escalonar sus productos en e l transcurso de los d íasde l año para mantener perennemente en estos montes y en sus
valles una decoración de eterna vitali dad .
El dinamismo del tren,transmit ido a su cerebro
, es timulabal os recuerdos de Luciano .
S e ve ía con sus compañeros de la Escuela Náutica,cuando se
fumaban l a clase y se iban a remar Guadalquivi r arriba. Entonces fué cuando de tanto o í r habl ar a sus camaradas de mar y demarinos empezó a tomarle afición a la carrera . Llevaba la voz
cantante un nieto de d on Tomás (a) el P i loto, un viej o capi tánde velero que se h izo rico l levando cargamentos de v ino y ace itea Cuba y volviendo abarrotado de azúcar
,tabaco y m aderas . Un
tal P inzón,hij o de un capitán de corbeta de la marina de guerra,
l e l l evaba la contrari a y los dos rapaces se enredaban en vio lentasdiscus iones sob re s i l a preponderancia en la sab i duría y peri c i ade nuestros marinos estaba de parte de los mer cantes o de los de
guerr a . All i sal ía a re luci r hasta e l narcis ismo de éstos,que— según
e l n ieto de l P i loto— no sab ían más que bai lar y perfumarse, mientras que aquél los eran e l alma del comercio . ¡Qué manera de envenenar l as discus iones aquel los mocosos , que sól o sab í an enalte
cer a unos con menoscabo de los otros !— Y si lo haces por lo de l un ifo rme, no te apures , que te des
t inan a la Trasat lánt ica y al l i te pones"
guerrera con galones ygorra con escudo y toa la pesca— decía Laredo, que éste era e l nombre de l descendiente de l P i loto, animando a Luci ano a deci di rsepor los suyos .
¡Qué i lusiones tan locas entonces ! Poco conocían sus quinceaños mal contados de las real idades de l a vida y, no obstante, …
aspi raba a obtener de su profes ión,cualquiera que fuese l a que .
'
e l igiera,un fin heroi co o uti l i tario, l e era igual; pero a lo que él
no s e aven ía de ninguna manera era a someters e al p as o lento's
de esas profes i ones modestas que conducen a l a anemia .y a .la“
21
,;obscuridadn El había elegido la carre ra de marino por lo que ten iade aventurera, fij ándose más en el i nterés dramático que l a protesi ón
,insp ira, que en su verdadera Pero al propio
t iempo tamb ién porque la misteri osa leyenda de que se rodea a
todo exp lorador de los mares se aven ía muy bien con su carácterexa l tado y fabuloso . Y —
¿por qué no deci rlo?— porcreer de buena fe que era frecuente en e l ej ercici o de l a navega
'
cion el enriquecimiento ráp ido de los que la practi can . No eraun ambicioso vulgar
,a pesar de sus pocos años . No sentí a e l afán
de adqui ri r r iquezas o nombradía por e l mero gusto de poseerl as,
s in o porque aquél las y ésta confieren poder, y el poder, dominio ,y el domin io
,admiración .
Cuando se extasiaba,como le hemos v ist o , a bordo del Mar ia
del Carmen,buscando la Polar para ofrecer la quinta esencia de
su espír itu a aque l ser imaginario que su alma anhelaba, hubieraquerido ofrecerse héroe
,cualquie ra que fuese su condi ción heroi ca
,
¡,pues aun lat í a en su pecho e l deseo de merec e r l a admi ración deaque l la muj er extraordinaria que su propi a obses ión calenturientale hab ía grabado en la mente con huel las inde leb les . Envidiaba
ºcon toda su alma a esos ídolos populares que vest i dos de seda y
¡ oro , saben matar toros de los que barren l a arena con e l resopli do
.fd e su f ie reza y se l levan tras de s i l a mirada de toda una muche
wdumbre , a la que subyugan con un gesto gal lardo; admiraba a los
¡ que saben cautivar a un auditorio con su voz cas i d iv ina; a losonen obras de l arte l í r ico que quedan como frases sacrade un lenguaj e ideal y a los que reproducen en l ienzos
¡ l a misma vida palp itante de los modelos de manera que su labor
a parece una colaboración digna de Dios En todas las p rofes iones
gart ísticas o bél i cas hal laba momentos en que el h ombre , e levándose¡ sobre e l n ive l medio de l a Humanidad , daba l a sensación de un
:…8ér superio r, para quien l a muj er tendria secretas o públ i cas ad
mh iraciones . A eso aspiraba él . Por ella serí a é l ambicioso . Todos¡ ¡ los p asos que daba en este mundo los enderezaba a ese único fin .
una ocasión aquel l a idea fij a fué un freno que le conescrupuloso , se cre ía enA la muj er , pues , l e de
en—más de una oca
ra cuando consegu ía
de adolescente y lospor propia ref lexión
de aquel la mirada divin a que l eda sobre s i como un tibi o rayoo lo hacen los pétalos de l a micalor so l ar ! Cuando esto ocurrí a
,
_ 22 _
desistia de la aventura amorosa , y con una dul ce resignación se
reservaba p ar a entonces , para cuando ambos se mere ci esen y el
amor los ungiese con todos los ól eos ¡Ah , entoncescon qué vehemenci a y de qué plena manera sabrí a é l amar !…Recordaba el episodio con sus menores detal les . S e hab ía exa
minado de pi loto en Cádiz , y festej aba el éxi to con los amigos .
'
Al terminar la cena , en esa hora propici a, se deshizo e l grupo ycada cual marchó por su lado . i ba Luciano a poner proa al muelle ,como se dice en términos marineros , para i r a dormir al vaporen el que iba de agregado
,cuando advi rt ió que le miraban . Eran
un chu li llo y una golfa , cas i una n iñ a . Deshizo aquél el grupobruscamente empujándol a a ella
'
y diciéndol e— Anda… ¡So prima !Desapareció e l chul o , se in corporó a Lu ciano l a infel iz , y s in
hab l arse,apretadamente unidos y mirándose
,anduvieron por ca
l l es que é l no conocia . Llegaron a un caseron sórdido , en cuyoportal ard ía un débi l mechero de gas; sub ie ron al primer piso yentraron en una al coba con menaj e entre de hospital y de cá rcel .Las miradas penetrantes de l a chiqui l la se conv i rt ieron en impío
“
rantes; l a sumis ión de antes se troco en súpl i ca y e l abandonedenunciado cuando se dej aba caer sobre su hombro
,en dejació r
absoluta de todo lo que s ign ifi case afirmación de una pe rsonal i dad .
Retrepad a sobre e l pecho de Luciano quedó la pobre , segura delsu protección
,con e l mismo abandono con que pudiera quedar.
sobre el regazo de l a madre . Era una muchacha bel l ís ima , cas
una niña… ,uno de tan tos pá rvulos del amor cuya con templació r
*
parte e l alma. Luci ano se hal laba intimidado por l a presencia d"aquel la v í ctima
,s in poder art i cular palabra . La apretó t ímida
mente contra su pecho , s in atreverse a estrechar demasiado aquecerco
,por temor a lastimarla . ¡Qué bien se hal laban as í los dos:
¡Cuánto tiempo estuvieron s in deci rse nada , mirándose con avidey suspi rando hondamente ! Parecían dos náufragos de la vida quse hubiesen salvado con un oportuno abrazo de amor y cuya mc
tua poses ión fuese un resarcimiento de las maldades recibidas dl os hombres . Ambos contradecían con su acti tud la real i dad (1
l os verdaderos papeles que respect ivamente d esempecomedia del mundo . ¿Por qué razón n o
ese canto jocun do a la v ida quer ían? ¿Por qué hab ía de converti r en pesar lo que só lo deb íat i tu ir para é l un placer? ¿Por qué eran lágrimas lo que el la le
c ia , en lugar de risas y de besos? Pero agradezcámos les quef iquen el espectácul o soez que los amadores dan al mundo , sub:
t ituyéndolo por este otro i dí l i co… ¡ Flor purisima nacida en pant:
no cenagoso,cuya nit idez deb i eran tenerf_presente de por vic
“
_ 23 _
los que practican e l amor ! Lucian o recordaba l a escena con gra
titud porque en aquel momento se hab ía revel ado en él su res is
tencia,su repuls ión más bien
,a las prá cti cas groseras de un amor
s in ideal . S orprendida la muchacha al prin cip i o ante l a presenci ade un hombre que n o exige n i last ima, pronto comprendió que sehal laba baj o el poder amab le de un ser dis t in to a los demás , ycambió en gratitud y adhesión sus in cipi entes temores .
En la cal le sonó un s i lb ido como un tra llazo . La nena, estremecida nervi osamente , se apretó más contra e l pecho de Luci ano;pero al f in se desprend ió de sus brazos y dij o mi rándole a los oj os—¿Serías tú capaz de quererme?
— Ya te quiero .
—¿Mucho?
— Muchis imo.
—¡Qué bueno eres !
— Y tú ¡qué hermosa !— Tengo que— Bueno .
—¿Quieres tú que yo me vaya?
— N i yo tampoco .
Otro s i lb ido , aún más estridente que el primero , les separó . S eimpacientaba e l chulo .
— Toma— le dij o Luciano,entregánd ol e todo e l d inero que
Hevaba .
—¿Me buscarás mañana?— preguntó e l l a mientras met í a parte
de l din ero en un bols i l lo de mano y e l resto en e l seno .
— S í— contestó él , que n o quiso ser crue l .S e dieron un beso de novios y se separaron .
Le halagaba saberse ascendido a Capi tán . S eguramente lo s á
b ian ya la madre y la hermana y éstas se lo habrían comun i cadoa Carmita
,de quien eran amigas . ¿Ser í a este e l origen de l a re al i
zación de sus sueños? ¡Quién sabe ! P odría navegar durante diezo doce años con mando efectivo de Capitán , y s i ten í a suerte sereti rari a con algunos mi les de duros gan ados y después pedi rí a undestin o en tierra . Le gustaba la v ida de a bordo
,pero mientras
no determinara casarse . Luciano hab ía hal lado en l a v ida marit ima un medio muy adecuado para sus nobles y al tas aspi racionessentimentales , pero , por otra parte , presentía l a vida de l hogar ,de cuyo goce no quería prescindi r n i aun a camb io de l ej erci ci oactivo de la profes ión que amaba tanto . No serí a él como muchosotros capitanes y pi l otos a quienes conoc ía , que estando casados ,algunos muy recientemente , se contentaban con poner e l retratode l a muj er en el camarote , a veces al l ado de l a imagen de cual
_ 24 _
quier amante de una noche o de alguna cantante de café a quienle hab ían pedido o robado aque l miserabl e trofeo
,que luego mos
traban a los amigos y a los visi tantes del barco con pueri l orgul loestudianti l , teni endo la precaución de ºcultar estos furtivos t e
cuerdos entre las páginas de un l ibro o en e l ú ltimo rincón cuandol legaban al puerto de residencia d e l a fami l ia . Luciano compadecíapor igual a las pobres muj eres obl igadas a vivi r en vi udez cas ipermanente , y a el los , que se consolaban de las di latadas ansencias con pequeñas trai ci ones
,en las que cre ían hal lar un resarcí
miento proporcionado a su estado imperfecto . Muros,Noya y
Rivei ra , en G al i cia; Avi l és y Gij ón , en Asturias; Bermeo , Lequeit io , Bi lbao , S antander, Santoñ a y Pasajes , en e l res to de l l i toralcantábri co , y S evi l l a, Cádiz , San Fernando
,Málaga
,Cartagena
,
Denia , Valenci a y Barcelona , en e l resto de la costa , eran los puertos donde moraba esa muj er resignada
,de mirada dul ce y expre
sión lánguida , que s iendo hij a de marino , se casa con marino,
habiendo aprendido de l a madre es a conformidad que se necesi tapara uni rse con e l hombre que la abandonará apenas gustada l aamable intimidad de l desposori o
,para no volver a verle más que
en las fechas señaladas,entre las que deberá contar interminab les
horas,
de angustia,de las que só lo la l ib rará e l inquietante papel i to
azu l de l tel égraf o . Las muj eres de esta condi ción consti tuyen unaextraña dinastía
,que desvi rtuada por alguna intrusa que igno
rante de l supl i ci o que le espera,s e revela pronto, mereciendo la
pena del repudio, o se adapta, l ogrando carta de naturaleza . La
muj er de l marino, muradana, avi les ina o natural , en fin , de uno
de esos pueb los antes ci tados,es dulce y pas iva, fie l y recatada;
aprendió de la madre e l arte de saber esperar y espera meses ymeses al novio—mar ido
,al mar ido—amante, que tantas cosas es para
e l la e l hombre que la poseyó con ansias de impaciencia y con ah
helos febri les,y del que tuvo que separarse cuando apenas se
empezaba a dar cuenta de que se consumaba e l b íbl i co des ign i ode su transcendente pape l de desposada . Soporta esta s ingularmuj er l a ausencia y el s i len cio , los l argos d ecursos del t iempo s innoticias y lo acepta todo como s i fuesen las tristezas que estas ituación acarrea las cláusulas de un contrato cuyas duras condiciones hubiese aceptado Llega un d ia e l marido yencuentra la casa en orden
,hasta e l ú ltimo rincón ha sido des
hollinado; l os traj es de l a gente menuda han sido renovados; l amodista l e entregó sus propias galas reformadas o flamantes, y lapropi a persona de l a av i lesina o de l a muradana se entrena nuevamente en e l arte de l senci l l o tocado , al que perdi ó la afición;cultiva con dias de antel ación a la fecha anunciada el al iño desu persona
,y al aguij ón del deseo
,casi dormido , y al espolazo de
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una naturaleza cas i v i rgen , vigorosa y propi cia,vibra todo el
hermoso ser de l a casta muj er para recib i r al hombre indiscutib l e,
al que no hab ía que pedirle cuentas de su conducta por esos puertos de Dios , al que habría, en camb i o , que enamorar con sab i as
que sus buenas horas de sufrimiento hab ía pasadoen los d ías de tormenta y sus tristes ratos de soledad mientrasnavegaba . Ya lo sabe la que se casa con marino o torero : no lepida cuentas de los d ías ausentes; afánese en enamorar le
,para
no perder el puesto de priv i legi ada, y espere paciente aque al hogar retorne para que por .propi a voluntad no vue lvaa sal i r de él . I nfe l i ces e l las , que tienen que esperarDesdichados el l os
,que tienen que recurri r a l a trai ción . Por eso
él nunca querria parecerse a el l os, que eran pequeños trai dores ,gentes vulgares s in i deales n i inquietudes , que habituados a unaconstante v ida de minúscul as felon ías , esperaban que e l barcotocase en e l puerto de casa para dej ar l a ropa de verano y tomarla de inv ierno , so lucionar algún asunti llo fam i l i ar y dedi carle unashoras efus ivas a l a muj er, quedando con es a s expansiones saturados de amor conyugal para un viaj e redondo y en
'
cond iciones,
por consiguiente , de sobrel l evar una di l atada ausenci a con res ignación casi p l acentera . El no ser ía de esos . S i se casaba serí a paravivi r s iempre al l ado de su muj er, queriéndol a mucho .
La sublime inqu ietud.
Apenas l legó a Sev i l l a, y después de ab razar a l a madre y a lahermana
,aquel l a Rosarito que era su orgu l lo por lo buena y lo
bonita,se d irigió
”
Luciano a casa de su novia .
La amistad estrecha de las dos fami l i as l e autorizó para haceruna vis ita a aquel l a hora inoportuna . Apenas eran las diez de l amañana . Es deci r, que l lamó a l a puerta y entró en aquel la casas in más autorizaci ón que l a quiso tomarse, y s in otros est ímu losque los de su propia vehemencia, que l e conduj eron s iempre aponer en práct ica lo p rimero que l e di ctaba el corazón . Dudó unmomento mientras sub ía l a escalera . De una parte
,l e deten ían
algunos d iscreteos enoj osos que hab ía sosten ido con Carmita enlas ú lt imas cartas
,y de otro l ado , l a ret icencia apenas in i ci ada
por Rosarito,que contestó con cierto tono al preguntarle por e l la:
— Está buena… ¿Vas a ir a verl a?
— Pues cl aro,mujer . ¿Es que crees tú que no debo i r?
— S í,hombre , s i .
Pero como Luciano estaba impaciente por ver a su novi a , apesar de las reticencias de unos , de los d iscreteos de otros y desus propias dudas
,n o l legó la indecis ión a paral izar su febri l tra
yectori a y se hal ló , como por encanto , en aquel gab inet ito quetan bi en conoc ía por haberlo con la vista
,desde la
cal le,cuando todavía no era pi loto y Carmi ta no le habia dicho
ue S l .q
¡Cuántas veces en los dias de l santo de Carmita , o en cualquierotra fiesta fami l i ar
,contempló Luciano desde e l arroyo a las ami
gas que formaban parte de la reunión y a otros amigos suyos,
más afortunados que él , que habiendo sido presentados a la familia, ten ían acceso a aque l r i ncón i deal , donde é l hubiese s ido tandichoso ! Pero ten ía que contentarse con mirar desde la cal le yesperar a que Carmita , acompañada de cualquier amiga confidente ,sal iese al balcón a con solar le del extrañamiento a que estaba condenado , dedicándole unas expresivas mi radas y , en ocas iones excepc ionales , alguna palabra sue lta, que ten ía para él , en aquel losmomentos propicios a la i lus ión , l a poéti ca e locuencia de una odaen veinte cantos . Duraba poco la vis ión ideal; s onaba adentro e lp iano con las notas inolv idables de algún vals— todos recordamoscon melancol ia las notas mágicas de algún vals— y desaparecíanlas muchachas de l balcón para volver a surgir borrosas
,in ciertas
,
girando en los brazos de un Y también desfi laba enaquel la alocada farándula Carmita , que n o habia podido d iscu lparse ante los requerimientos de algún osado , que no respetabala ausencia de ¡Ay, tormentos Todos estospequeños dramas de su v ida estudianti l , l os memorables episodi osde aquel los dias fe l i ces , l e ven ían a l a memoria , contemplandoen aque l momento desde dentro las losas de l a cal le que en otrot iempo s i rvieran de pedestal glori oso a aque l —márti r . En estasdulces reflexi ones estaba, cuando apareció doña Luz , l a madrede Carmita . Se saludaron : é l , con cierta efus ión , propia de l mu
chacho de buena fe que espontánea y noblemente rezuma hastapor sus últ imos poros toda su hombrí a de bien; e l la , con cie rtafrial dad
,pecul iar de l a señora que ha parlamentad o previamente
con la n iña , habiendo entre ambas marcado un plan convenido.Después de los saludos usuales , sostuvieron doña Luz y Ln
ciano el siguiente substancioso diá logo :— Doña usted sabrá d iscu lparme este atrevimiento de
venir a su casa… , pero no supe con tenerme . Ten ía t an tos deseosde ver a y de saludar a ustedes .
— Gracias . U sted ya sabe que siempre viene a su casa.
— 28
cados y diestramente coloreados por la Naturaleza; redond ita su
boca carnosa , de lab ios gordezue los; ci rcu lar su mentón ape tecitodo inclu ido en una arbitrari a curva
,que era e l óvalo de
su cara gitana . El resto de su apetitosa figura eran una seri e decurvas proporcionadas para produci r una sensación armónica ypara no qui tarle cierta esbe ltez a la figura . No le perj udicaba aCarmita mostrarse tal cual era ante cualquier severo j uez de lasartes plásticas , que a lo menos creería hal larse en presencia deun portentoso proyecto de muj er, dicho sea s in án imo de zaheri rlos leg ít imos sentimientos de l a chica , puesto que exteriorizamosnuestra ecuánime opin ión a fuer de s incera y des interesada . Pero
,
en cambio , guárdese Carmita de mostrarse a los demás al ladode doña Luz
,y no haga caso al dicho de que e l mej or lugar para
hal larse una hij a es al l ado de su madre . Vade retro ! No se pasende l istos los más avisados con estas palabras y vayan a creer quealudo a la fal ta de ejemp lar i dad maternal de doña Luz . ¡Dios mel ibre de tal ! Me refiero a la influencia perj udicial que doña Luzproduce sobre Carmita
,pues se parecen tan t is imo
,l lega a tal gra
d o l a s imi l i tud entre ambas,que parecen la misma persona
, con
diferencia crono lógica de tre inta años . Y lo que se disculpa comogracioso defecto en e l rasgo f isonóm ico de la hij a
,merced hecha
al tal ismán de los pocos años,es ti lde cons iderab le en la madre;
y lo que se perdona como apetitosa p rod igalid ad de formas en laj oven— repito las gracias a la diosa J uventud es repuls iva reiterac ión en la v iej a . L o que es en Carmi ta agrupación graciosade c írcu los sab iamente ordenados , es en doña Luz confusa y ago
biante superpos ición de pesadas esferas . Que s i en la novia todoes leve
,tenue y armónico
,es en la viej a todo denso , grave y con
fuso . Círculo es la l ínea geométrica de la composición escul turalde Carmita
,pero del radio indispensab le para que cada línea
consti tuya una alabanza a su total anatomia . Círcu los,igualmente
,
son los rasgos de la const i tución monumental de la viej a , pero deun radio tan enorme que a veces parece que se hal l a en e l infin ito ,por su ampl ia y colosal curvatura . ¿Y cómo es pos ib le , Dios m ío,que
'
aquellos dos seres tanto , resu ltando una tanbonita y otra tan horrenda? Nunca como entonces se formó l,.nc i ano cabal idea de lo que eran cantidades negativas . La imp res ión que sufrió su sens ib le receptib i lidad fué enorme . No l e ind ignaba mucho hal lar una diferencia de encantos tan enorme entremadre e hi j a . Eso , después de todo , era lo natural . Inaudito hubiese s ido lo contrario . Pero… lo que le enfurecia has ta e l l ími teera que aquel los dos seres s e pareciesen pese a todaslas razones de génesis f is io lógica que pudiese haber para el lo :
Algo desencantado , no tan to¿por e l mal efecto que en él causó
la act itud opuesta de la hermana, por el recibimiento hosti l de'
doñ a Luz y el no mucho más grato de Carmi ta, como por la cond id ón“
s imi litudinar ia”de '
ésta con relación a l a oronda seño'
ra,quiso despedirse para reanudar la entrevista con su novia cuandole ¡hubiese '
aband0nadoº
aquel desencanto fu lminante que tan despreven ido le hab ía cogi do .
“
— Que te s ientes te digo— repitió , aprem iándo le, su novia .
'
— Un momento nada más . Es mala hora .
— ¿Cuándo'
has l legado?— Hace dos horas apenas .
—¿Estuviste en tu casa?
— Digo… De al lá vengo .
— ¿Y t e ha dej ado venir tu hermana?—¿Y por qué no me hab ía de dej ar?
—¡Qué sé Ya hablaremos .
hablaremos . Pero ahora, me voy .
— Antes quis iera yo advertirl e una cosa, h l ] 0 mío— duo doñaLuz
,que hasta aquel momento se hab í a l imitado a mi rar alter
nat ivamente a los novios durante el b reve diálogo que sostuvieron .
— U sted dirá , doña Luz .
— Tengo entendido que usted,h i j o m io , ha teni do la ocurrencia
de'
i r entregando a mi hij a ciertas cant idades de dinero que procede n
,según creo
,de sus haberes
,y como este procedimiento ,
que por'
otra parte nos honra sobremanera,no es usual
,sobre
todo en nuestra clase soci al , yo l e ruego que vue lva a incautarsedel total de aquel las sumas , a cuyo fin Carmita le en tregará _
el
opor tuno j ust if i cante,que es un resguardo de depós ito de l a pro
pia Casa Armadora donde usted presta sus serv i ci os .
—Efectivamente , señora— empezó diciendo Luciano , enroj e cidopor l a vergúenz a y la indignación que le hab ían producido lasagudas y aceradas palabras de l a vi ej a tuve en hora desgraciada, que a m i me pareció d ichos ís ima , l a infanti l ocurren ci ade proponerle a mi novia
,a l a que en aquel los momentos pensaba
que l legaría a ser mi muj er,fuese l a depos itaria de l primer dinero
que yo empezaba a ganar, y que seri a l a base de nuestra futurafel i ci dad . Debo defender con calor e l procedimiento
,porque no
es or igi nal: Algunos compañeros míos lo _Yo me emo
cione profundamente cuando lo o i L o referia, entre otros ,un
' pi loto,casi un niño— pues só lo los n iños cometen tamañas
inconvenienc ias que me decia cas i l lo rando de alegría: <<En
cuanto'
lleguemos y termine la maniobra del amarre , me mudo;baj o a tier ra , voy a la Casa, cobro ciento veinte durazos qu e medeben , y
º
a l levarlos a la Tú verás… ,tenemos relaciones
desde los doce Quise imitar a aquel p i loto; pero me'
he'
_ 30 _
equivocado . Yo, entonces , pensaba como él . Me pareció tan na
tural imitar esa costumbre pintoresca y simpáti ca de la gentebaja … Además , Carmita l a hal ló entonces muy acertada y has ta
¿Verdad?— S í , hombre; s i l a cosa no tiene nada de part icular; pero s i
supieras cuánto se han reído de m i algunas amigas que lo hansab ido .
— Qué piadosas son tus amigas .— Y tú , qué susceptible , hombre . Parece que te has picado .
— No . ¿Por qué? Ahora no puedo esperar,pues tengo que i r a
la Casa; pero ya tendrás ocasión de darme esos jus tifi cantes .
A los pies deTuvo que o lvidar Luciano la mala impres ión que le produj o la
entrevis ta con Carmita y con su madre para pensar en su carr era
y en su porveni r. Fué directamente al escri torio . Al entrar en laCasa Armadora
,y a medida que iba pasando por l os diferentes
negociados , l os j efes y dependientes l e fel i ci taban . Al fin de estafe l iz trayecto ri a de abrazos y parabienes
,en la que cada amigo
demostraba hasta qué grado lo era,por l a efusión y s inceridad
que pon ía en la fel ici tación,l legó al despacho de Andrés Arnao .
S e abrazaron los dos antiguos camaradas .Hab laron durante dos horas . Andrés sent ía l a necesidad de co
municar sus proyectos a Luciano,con quien tendria que compar
tir preocupaciones y responsab ílidad es . S e apoderó de l j oven armador una locuacidad tan s incera que le ob l igó a comunicar a suCap itán
,además de los asuntos re lacionados con e l mando del
nuevo buque adquirido,los futuros p lanes que bul l í an al lá en lo
más recóndito del cerebro de Andrés Arnao,con espléndidas pers
pect ivas de fabulosas empresas navieras . El éxito , que ten ía paraél en aquel los momentos privi legiadas d eferencias , es e l que so l
taba su lengua con verbosidad optimista y el que estimulaba suimaginación con presentimientos felic ís imos . Iba camino de hacerse ri co . La guerra ofrec ía a la navegación española horizontesampl ios
,cuyos efectos ya hab ían empezado a sentirse , traduc ién
dose en una elevación en los fl etes superior a toda ponderación .
Andrés le expuso la s ituación a Luciano frotándose l as manos degusto ante e l halag ii eño porvenir que para ambos se presentaba .
Era la ocasión prop ici a para enriquecerse . Tenia él unos planesque no eran para tratados en el despacho
,donde incesantemente
ten ía que recib i r gente . Aquel l a tarde tampoco podría hablar conél,porque ten ía una j unta de accionistas de la S ociedad Naviera,
que él regentaba; pero l e esperaba a cenar en su casa, y después,mientras tomaban el café
,hab l arían tranqui lamente de los vastos
proyectos de Andrés .
Aquel la tarde la dedicó Luciano a vis itar y a tomar posesióndel Ti tán , el vapor de su nuevo mando . Las buenas condicionesdel buque y los fel i ces augurios que Andrés le hab ía hecho horasantes
,l e hicieron sonreir ín timamente, pres intiendo una total co
rroboración de los presagios de Arnao .
A las nueve en punto se presentó Luciano en casa de Andrés .El criado le conduj o a un despacho luj osamente amueb l ado y decorado con el más puro esti lo clás ico español . A los pocos minutos vino Andrea Bordal lo
,l a muj er de Andrés . S e conocían , pero
el recuerdo era tan remoto y las condiciones en que en algunaocasión se v ieron fueron tan diferentes
,que e l encuentro de ahora
más b ien entorpecía que faci l i tab a l a i dentifi cación a que mutuamente se sometieron . Pocos segundos bastaron para que cada unode el los concretase en una breve referencia l a huel l a del pasado.
Para Andrea era'
Luc iano : <<El chico que me miraba .» Era Andreapara Luciano : <<La muchacha que tanto me gustaba .» Pero hab íanvivido en círcu los de relación tan distantes que j amás tuvieronocasión de hablarse . Sólo recordaba Luciano un fel iz , aunque ins ign ificante episodio
,que ampl ifi caba algo la imagen remota de
aquel los d ías dichosos . Un día de invierno de sol radiante , comomuchos de Andalucía
,sal ió Andrea con su madre
,de compras
,
por la mañana; se cruzaron con Luciano y con An tucho Flórez ,y éste , al pasar Andrea , se l levó l a mano al sombrero y la saludómuy cariñosamente . Luciano inqu ir ió
'
del amigo noticias de la muchacha, desconocida para él , y Flórez le contestó :— No te molestes . La pidieron ayer . S e casa con Andrés Arnao .
Debía de conservar Andrea de Luciano igual recuerdo,por i den
tico detal le , puesto que apenas se saludaron le preguntó e l l a—¿Era usted amigo d e An tucho Flórez?
— S í— contestó Luciano,s in querer ampli ar l a expl i cación y sin
t iendo un íntimo placer dej ando en e l misterio l a insp i ración dela pregunta y la concis ión de l a res puesta.
No era bel l a Andrea . Todos los poetas y los más céleb res enamorados han ensalzado y cas i d ivin izado a sus muj eres porque niunos n i otros tuvieron la l ib re voluntad necesaria para emiti r susj uicios . Los enamorados se hal laban coaccionados por e l hechizoy los poetas alucinados por e l hambre; pues de todos es sabidoque estos seres extraños j amás se al imentaron lo suficiente . Refiri éndonos particularmente a los poetas
,que son los entes que más
bel l as mentiras han dicho y los que más han calumn iado a laNaturaleza, recordemos que , como s iempre han desvari ado, nuncanos han dado la imagen real de l obj eto de sus amores o del afánde su inspiración , s ino la imagen virtual , que era reproducciónde la que el los l l evaban en su mente enferm iza y calenturi enta.
_ 32 _
No as í Luciano , que aunque predispuesto naturalmente a recibi rcualquier man ifestaclón estética
,se hal laba b ien al imentado
,pudo
j uzgar a Andrea estéticamente . Tal vez la muj er del armador notuviese la boca perfecta
,pues unos dientes algo grandes
,igual es
y b lanqu isimos , pero con los i n cis ivos bas tante prominentes,de
formasen un poco su boca; tal vez no fuese perfecta su nariz, por
semej arse al rasgo caracter ísti co de l os Borbones; es posib le quesus oj os , aunque de interesante coloración cobriza, no fueran losuficientemente grandes n i Pero su boca era roj a yestaba animada por una perenne sonrisa, verbo de su bondadcandorosa; su frente , de clási ca l ínea, era luminosa , hal lándoseanimada por un claro resplandor; sus manos priv i legiadas , de levetinte carmíneo en e l extremo de los dedos , hacian pensar , esperanzados , en e l al ivio de todas l as penas y de todos los dolores;y , por último , transcend ía de toda su persona un hál i to tan tib ioy vivif icante que era un paraiso el pedazo de tierra que a su ladose p isaba . En mérito de todo lo cual
,Luciano , para no desva
riar como los poetas al uso,dec ía y repet ía en loca porfí a cons igo
mi smo que Andrea pose ía el qu id d ivinas , que hacia de aquel lamuj er de facciones vulgares y defectuosas un dechado de suges
tión . esto era Andrea : una sugest iva i rres ist ib le ,que hechizaba s in propon érselo, enamoraba s in mirar y esclavi
zaba s in yugo . Algo distinta era la Andrea de hoy a la que hacealgunos años miraba Lucian o con in cipiente Lamaternidad— ya ten ía dos hi j os— hab ía apagado un tanto e l b ri l l ode sus oj os y redondeado algo sus formas de muj er esbelta, y todala transformación se hab ía operado s in restarle interés a su caran i flexib i l idad a su cuerpo . No s e vest ía Andrea como la mayorparte de las muj eres . Sus vesti dos no parecían e l artifici o inspi
rado en e l capricho de la moda . Es muy fre cuente que por muchogusto que tenga una muj er para vesti rse
,y por muy exquis i to
que sea e l cuidado que dedique a l a elección de telas y hechuras ,que su propi a fantas ía traicione la pureza de la l ínea o l a armon íade l co lor y que el la misma se infl i j a e l castigo de afearse o d es
componerse,s iendo as i que lo que buscaba era embel lecers e . Los
vestidos de Andrea parecian la envo ltura adecuada y natural paraaquel cuerpo divino .
Entró en e l despacho una doncel l a requi riendo a Andrea departe de un pequeño ti ran o que bramaba en una hab i tación lej ana . Se disculpó graciosamente— U stéd sabrá perdonarme . Ese pequeño m io n o me dej a tran
qui l a un solo momento . En esa mesa tiene usted periódicos yl ibros .
S in saber por qué, l a i dea de la matern idad, que tan dignamente
_ 33 _
ostentaba Andrea, hirió tan vivamente a Luciano , que le contuvo
,dejándol e petrificado
,s in permitirl e dar un paso más en aquel
sendero apacibl e y flori do de los recuerdos de un ayer no muylej ano . S e hab í a cons iderado l igado en cierto modo a Andrea;b ien es verdad que sólo por e l mágico poder de aquel las remembranzas que los colocaron algún d ía sobre un mismo plano… ; peroahora
,e l diminuto S ansón que berreaba, hab ia el evado inop ina
damente uno de los extremos del p lano , que , al quedar in cl inado,le hab í a arroj ado a é l
,a Luciano , de l lugar ameno en que tan a
gusto s e hal laba . Dicho de otra manera, para que esté más enconsonanci a con e l l enguaj e técn i co de un capitán mercante :a Luciano acababa de arroj arle por la borda de aquel la nave ,extraña para é l
,el l lanto desesperado del hij o de Andrea, que
era grito potente de la contundente real i dad . S abido es que losniños
,a esas edades, no dej an dorm i r a nadie… y much ís imo me
n os'
soñar . A l diab l o , pues , se fueron los sueños de Luciano . Sobreun vargueño vió un retrato de Andrea . Le dieron intenciones derobarlo . Lo miró i ntensamente . S e acordó de la desconsol ado raentrevista que tuvo con Carmita por l a mañana , de l desamparoamoroso en que se i ba a S e iba aproximando tanto al
retrato , que empañó el cristal con su al i ento . Iba a cogerlo , conla doble y sana intención de l impiarl o y de besarlo , cuando oyópasos . Se separó precipi tadamente de l p i e de l vargueño . Era Andrea, que volv ía .
Disculpó ésta hábi lmente la tardanza de Andrés,atribuyéndola
a sus múltip les ocupaciones . Luciano , por su parte , dis imulaba alas mi l maravi l las la alegria inmenm que le causaba tal retraso ,pues se hal laba complacid ís imo al lado de aquel l a encantadoramujer. Só l o cosas agradab l es sab i a decir
, pareci éndose en esto ala t ierra buena, que únicamente buenos frutos da . Aludió a lounánime que fué , entre los consej eros de la Naviera, l a des ignación de Luciano para Capitán del Titán , y a los e logios que Andréshacia de é l . Luciano , s in desdeñar estas alabanzas , antes por e lcontrario , agradeciéndol as s inceramente , eludi a discretamente estetema de l a conversación para ocul tar su personal idad detrás delinterés que l e p roducía la v ida de Andrea . Sólo a medias pudoinformarse de lo que deseab a saber . Andrea
,según sus propias
referencias , sal i a poco; desde que tuvo e l primer n iño , cas i nunca .
Andrés ten ía much is imo qué hacer y,además
,los vi aj es l e ab
sorb ian mucho tiempo . Por otra parte , e l l a era más bien aficionadaa la tranqui l idad de l hogar. En su casa sería en donde mej or lopasaría, s i Andrés pudiese acompañarla . Pero n i para eso ten iatiempo . No eran reproches los conceptos que sal ían de boca deAndrea, y, s in embargo, Luciano pudo advert i r en aquel los ih
3
conscien tes l amentos , que el l a se esforzaba por darle s aparienciade jus tifi caciones , e l origen de un desencan to , e l comienzo desgar rador de una des i lus ión defin i t iva .
— ¿Quiere usted tomar alguna cosa mientras viene Andrés?preguntó Andrea .
— No, muchas gracias . Tal vez usted lo neces ite más que yo .
Trepido e l auto a la puerta . ¡Por fin ! Se fueron hacia e l comedor,para esperar al l í a Andrés y compensar a lgo del tiempo perdido .
Andrés se discu lpó , con cuatro frases hechas , ante Luciano . A sumuj er no l e d ij o una so la palabra . Comie ron . En el transcurso dela cena , pudo observar Luciano la muda admiración que aún sent ía Andrea por su marido . Le escuchaba en si lenci o
,atenta a su
palabra , con verdadero arrobamiento , s i rviéndole todo cuanto dela mesa neces i taba con di l igencia servi l
,só lo comparable a la del
esclavo que teme caer en desgracia con su amo . Andrés parec íano adverti r l a denigrante sumisión de su muj er , puesto que aceptaba su humil lante acatamiento casi s in advert i r lo , seguramente ,por estar a este trato ya habituado . En cambio , Andrés , hacía dela infe l i z caso omiso
,y en más de una ocasión que quiso Luciano
reparar con sus sol i ci tudes esta falta,se encont ró su galan tería
cortada en seco por la brusca in terrupción de Andrés,que le d ec ía :
— N o; Andrea no toma l icores . No t iene costumbre .
Y todo esto dicho sin aventurarse s iquiera a consultar con el la,que repetía, como un eco de la voz de su marido :— N o tomo… , no tengo costumbreAndrés hab ló con gran entus iasmo de todos sus proyectos . To
dos los hombres t ienen un ges to que les va bien , un momento dec is ivo que es el suya, una frase elocuente en la que condensansu aspiración ideal . Y por esta razón
,Andrés , que n o era gal l ardo
n i e locuente,se transfiguraba cuando hab laba de sus negocios ,
adquiriendo proporciones de coloso . En estos momentos de suexaltación culminante
,l e miraba y le admiraba Andrea con ver
dadero arrobamiento,casi con idolatrí a
,aunque ponía en su gesto
absorto un dej o de amargura que,traducido al lenguaj e vulgar ,
quería deci r—¡Qué gran talento te ha dado Dios para los pero
qué repoqu ís imo me quieres !La alabanza de s incera admiración y e l reproche de enamorada
malher id a se un ían en la misma mirada . Todo esto lo advirti óLuciano por propia investigación
,acuc iada por lo que la púb l i ca
murmuración le hab ía soplado al oido . El j oven Capi tán apenaso ia lo que Andrés le hablaba . Aquel l a j ornada estaba s iendo doloros ís ima para Luciano . Su alma dolorida , predispuesta a la conm i
se'
rac ión , se sol idarizó con la de Andrea, aunque s in advert i rlo
— 36
Es anteponer la a todo .
Cons iderarse absolutamen te desd ichados s i no la vimos un d ía .
Es paradoj a tan enorme ese sentim ien to , que só lo por sugestión
nos damos la vida o nos injer imos la muer te, s in que ella , inocente
de tan bruscas trans iciones,lo advierta .
Es cons iderarse recompensado con una sola m irada,a insac iable
aunque haga donación de todo , que de tal manera es al prop io tiempo
nuestro sér,sometido a rebelde.
Es tr isteza horrenda el d ia que obtenemos su amor , porque s ince
ramente creemos que no lo merecemos y tememos des/(orar , soeces ,sus i lus iones
,como se deshoj a una bella rosa entre dedos torpes .
E s renunci ación de la d icha que al fin obtenemos , porque só lo
con dolor , lágr imas y sangre creemos d ign if i car el santo y puro
amor, por el que nos hallamos
El s ingu lar adulter io de Andrés Arnao .
La fastuos idad con que vivia Andrés Arnao l e sugería a todoel mundo e l recuerdo de su pasado
,trayendo a la memoria la
rápida ascens ión que le encumbró en pocos años . Andrés era un
joven zuelo ferrolano que l legó a S evi l l a un buen d ia , s in más ayuda que la de su t ío
,un j efe prestigioso de nuestra Armada, n i otro
patrimonio que unas elementales nociones de aritmética prácti ca ,puestas a contribución de una activi dad pasmosa y de un afándesmedido de abri rse camino . El t ío logró para e l sobrino un empleo en una Agencia de Aduanas . El muchacho era act ivo y háb i l .La idea de l legar le qui taba e l sueño y aprovechaba sus prolongados insomnios para estudiar e l Inglés y perfeccionarse en Contab i l idad y Mecanografía . Al año de trabaj ar ya ten ia un gran carte lentre patrones de fa luchos y pataches , y todos le buscaban , presc ind iendo de los otros empleados de la Agencia , mucho más anti
guos que él , para despachar sus barcos ráp ida y expeditamente .
Esa expres ión tan gráfi ca y usual entre los despachantes de buques
,de “correr los documentos de
_
un barco» , j amás se ap l i cócon mayor propiedad que cuando se referia a la gestión que paraesos fines real i zaba Andrés Arnao . l nterpretaba velozmen te lasnotas originales que los cargadores l e entregaban para que redactase las facturas de l embarque; escrib í a el texto de es tos documentos y de todos los que componen la documentación completa
de los buques y carg'
amentos con velocidad inus itada,y después
de un par de horas de labor feb ri l , extend ía todos los papelessobre su pupitre
,l os clas ifi caba y los apr is ionaba entre sus dedos ,
debaj o de sus b razos y aun a veces entre sus dientes,colocando
los en un orden que sólo é l conocía, depos itán do los después sobrelos diferentes negoci ados de l a Comandancia de Marina
,de l a
Aduana y la S anidad del Puerto , donde recogía l a fi rma de losdiferentes funcionarios . Y s iempre con l a misma velocidad quein icialmente se hab ía impuesto . Con frecuencia ten ia que uti l izarsu s impat ía personal y e l crédi to afortunado que como dependiente ten ía
,para j ustifi car en ocasiones la omis ión de un requi
s i to o disculpando y prometiendo subsanar, como efectivamentelo hacia
,en e l más b reve p lazo , l a falta cometida en la redacción
o presentación de los mi l y mi l documentos que l a compl i cada máquina admin istrativa exige . S iendo tan grande e l número de buques que despachaba
,y tanta l a rapi dez que cada cual reclamaba
para lo suyo,a nadie le sorprenderá que cuando no una pól iza
,
fuese una fi rma lo que faltase , y en ocasiones consistiese la om i
s ión en cu alquiera de los innumerab les datos que a un buque sele piden : bandera, tone laj e , matrícula, tripulación , pasaj eros , se
guros de la carga y de los tripulantes , etc ., etc . Es as í
,y no pude
ser de'
otro modo,l a vida mercante naval . Los más avezados no
serían capaces de catalogar, reseñándolas completamente , todasl as causas que pueden influi r en que las operaci ones de carga ydescarga y entrada y sal i da de buques tengan forzosamente quehacerse de una manera rápida, violenta, anormal y hasta , a veces ,contradictori a . Los cambios de l a moneda nacional o extranj eradet ienen un embarque o l o precipi tan , según los casos . Las mareas
,
s i son sens ib les en los puertos de embarque y de desembarque,
ob l igan a l”
pron to despacho o al amarre . U nas importaciones hosti lizan a otras . El mar bonancib le o e l mal ti empo son árb i tros
,
en ocasiones,absolutos
,del estatismo o d inam icidad del tráfico .
La l ínea de amarre dispon ib le estimula l a descarga . El estado san itario de los puertos de procedencia
,tráns ito o destino
,in terviene
también . Los Aranceles de cada nación son asimismo un propulsorde las corrientes mercanti les . Las consecuencias de esta complej ared de circunstancias l as solventaba Andrés Arnao con suma per ic ia . A la puerta de las dist intas oficinas que antes hemos enunciado , o sea a l a boca de cada una de las enrevesadas arterias deeste arb itrario s istema ci rculatorio de l papeleo oficial
,aguardaban
a And rés comerciantes,cap itan es
,pi lotos y cargadores . A éste l e
entregab a un rol,a aquél un permiso de sal ida
,al de más al lá
una l icencia de al ij o…Una vez terminado el despacho urgente de l d ía, s e apoyaba nues
tro hombre sobre una eslingada de caj as o de sacos descargados ,y con l a v ista vaga , imprecisa , contemplando cómo el agua cha
poteaba l as planchas de acero de los buques atracados al muel le ,perdido entre aquel bosque artifi cioso de palos y chimeneas
,se
desataba su ambición con una ansia de prosperidad que sólo sab íaacal lar prome t iéndose trabaj ar hasta consegui rla . Después de estas fiebres que su ambición le producían
,quedaba el muchacho
fatigado y maltrecho por e l desgaste estéri l de energías . Y sedormía profundamente , abrazado idealmente a las imágenes queen su cerebro le dej aban impreso sus cotidianos cuentos de la lechera . Cuando a la mañana siguiente despertaba sobresaltado porque la fuerte luz de un so l de muy entrada la mañana le recordaba su ob l igación , se lamentaba con harto dolor de su corazóndel t iempo perdido en soñar . Aunque de sobra sab ia él que aquel los sueños
,estéri l es ahora
,l e conduci rían a una palpab le y pros
pera real i dad . Sus sueños in tranqu i l os eran la dolorosa gestaciónde su porveni r .Un d ia se l e vió en el paseo acompañado de una muchacha pá
lida y dulce que le escuchaba s iempre con un pro longado mutismoy los oj os muy ab iertos , expectantes . A las dos semanas de esteacontecimiento memorab le
,el t ío de Andrés
,aquel j efe de nues
tra Armada,se personó en casa de Andrea Bordal lo y sostuvo un
breve y defini tivo diálogo con doña Asunción Insúa,viuda de don
Joaqu ín Bordal lo,Capitán mercante
,que al mori r hab ía dej ado
algunos ahorros . Todo quedó convenido . A los treinta días j ustosde esta entrevista histórica
,e l propio j efe de la Armada
,visti endo
la levita de uniforme,conduj o de su brazo al al tar a Andrea Bor
dal lo . Con asistencia de con tad ís ímo número de invitados,se ce
l ebro l a ceremonia , solemne por su propia senci l l ez . N o hubo viaj ede novios . Estos
,l os padrinos , que fueron doña Asunción y e l t ío
de l novio,los testigos y un reducido número de amigos
,ce lebra
ron la boda cenando en l a modesta casi ta que amuebló Andrés .Cuando terminado e l senci l lo convite quedaron solos los novios
y l a madre,dij o ésta a Andrés
,entregándol e un sobre grande
,
que conten ía documen tos— Toma
,hij o m io . Aquí tienes toda nuestra fortuna. Entre esos
papeles encontrarás un ampl io poder que te he otorgado y quete facul ta para administrar lo poco que tenemos .
L os nuevos conyuges besaron a l a buena señora en la frente yse di rigieron gozosos a emprender e l nuevo camino que la vidales ofrecía . S e encerraron en la alcoba con dos vuel tas de l l ave .
Estuvieron muchos minutos de pie,en el centro de l a hab i tación
,
abrazados,besándose . A Andrés le parecía otra su muj er ahora ,
amorosa,apas ionada, enroj ecida por el deseo . Quiso e l l a apagar
—39
l a luz para desnudarse . <<No . Espera»— impidió é l . Mientras Andrease arreglaba e l pelo para pasar la noche , tomó Andrés nuevamente e l sobre que doña Asunción l e entregara , y buscando entrelos muchos papeles que conten ía , sacó e l poder y leyó : “Escr i tur a
de mandato otorgada a favor de d on Andrés Arnao y Encinasante e l notario de esta ciudad etc .» S iguió l eyendo conavidez
.Después de la i dentifi cación de la otorgante , ven ían las
cláusul as. N o cab ía duda . Estaba autorizado para efectuar con
los b ienes y valores que aquel las muj eres ten ían toda clase de
operaciones de compra, venta, crédito , etc ., etc . Así se hacían l as
cosas. ¡Y además estaba ahora Andrea tan hermosa con su buena
mata de pelo suelta ! En mangas de camisa se dirigió a la puertade la alcoba
,abrió y ordenó a l a muchacha:
— ¡Que me l lamen a las s iete !
A las siete,efect ivamente , se l evantó Andrés Arn ao en la ma
ñana que s igui ó a su noche de nov io . Aque l hombreci to recti l í neo ,un poco anormal
,que se hab ía propuesto marcarse prev iamente
e l programa de todos los dí as de su vida , hacía gala de una vo
l untad inflexib l e,alardeando de entereza aun en esa ocasión tan
propicia a todas las conces iones y a todas las deb i l i dades , cual
e ra el primer acto matrimoni al . Pertenecía Andrés , indudab lemen
te , a una m inor ía de hombres que se imponen un deber y lo cumpleu con exactitud cronometri ca, aunque vanas razones sentimentales se opongan a el l o .
Ni es ocas ión n i tenemos t iempo ahora de anal izar suproceder. Expongamos los hechos tal cual ocurrieron
,y
conf iamos que aque l que s iga leyendo se expl ique per setodo cuanto neces i te para l l egar al conocimiento de l acontextura moral de este tipo de nues tra veridi
_
ca historia . De dos procedimientos disponemos para dar a conocer el carácter de las personas : uno es anal iti ca
,va de
dentro a fuera , i rradi a de lo más íntimo y fundamentalde las cri aturas a lo puramente accidental; exponiendolos caracteres por este procedimiento , se dice cómo son ,
ypartiendo de esta base fi rm ís ima , ya no asombra lo quelos seres hagan , por raro que sea . Es e l otro procedimiento e l s in tético; se interna desde la periferia , que esla epidermis humana , hasta e l centro , que es e l corazón;procede ten iendo por origen e l detal le episódico
,l as ocu
rrenci as , e l modo de ser, estar y conducirse, y termina
ten iendo por fin la unifi cada resul tante de todas sus cáracter ísticas que se comuni ca con e l centro fundamental .Expon iendo este s istema , se dice lo que son capaces de
hacer l as personas . Preferimos este ú ltimo,porque t iene
mayor interés dramático,se confunde con e l que s igue
e l vulgo y estimul a la reflexión y el estudio de los cáracteres . Otra ventaj a tiene : que disculpa e l proceder delas personas , por cons iderarl as en contacto más íntimoe inmediato con la vida y a nadie se le oculta que as ílos j ueces serán más comprens ivos y benévolos . ¡Disculpa tantos errores l a vida !
Al entrar Andrés en su escri torio al d ía siguiente,produj o entre
los demás empleados una extraña sensación,que se traduj o en
miradas insistentes y en r isitas con ten idas . Trabaj ó hasta lasnueve . Después se di rigió a Tel égrafos y depositó e l s iguientedespacho :
aMieres .— Gerente Minera Asturiana — Embarque en Musel qu i
n ien tas toneladas carbón buen cribado. Buque l isto cargar lunespróximo .
— A rnao.»
Al sal i r de depos itar e l telegrama, respi ró profundamente . Estaba j ugada la primera carta . Después se di rigió al Banco de España
,donde doña Asunción ten ia depositados los valores , y al l i
presentó e l poder que l a bondadosa suegra l e hab ia conferido .
Registró su fi rma y convino con aquel la entidad lo necesari o parareal izar la operación de gi ro
, con el fin de s i tuar en la SociedadMinera Asturiana , de Gij ón , los fondos necesarios para e l pagodel cargamento de carbón que minutos antes hab ía comprado .
Este era Andrés Arnao . Horas antes se hab í a desposado con sunovia
,aquel l a n iñ a pál ida
,dulce
,pasiva; l a sugest iva inconsciente ,
que se hab ía entregado a él con la misma pars imonia e i dénticasonrisa con que le hab ía dicho que s i cuando le pidió re lacioneshacía dos meses escasos . Ahora, al entregar e l te legrama en laventani l la
,acababa de desposarse con la Suerte , beldad a quien
é l persegu ía con tal tesón desde hacía tanto tiempo y por quienten í a muchísima más i lus ión que por su prop ia muj er . Sentía enaquel instante toda la dulce emoción que experimenta e l enamorado cuando da el primer beso de posesión carnal . S e había consumado el extraño adulteri o de Andrés Arnao . Este ej ercía sobrel a débi l muchacha una sugestión tan enorme
,una influencia per
sonal tan decis iva, que Andrea, cuando él hablaba, quedaba suspensa de sus palabras , pendiente de sus l ab ios l a mirada, a veces
— 41
s in comprender bien lo que decía , pero con una negación tanabso luta de su propi a voluntad que más ten í a visos de ido latríaque de mera admiración . El la era la muj er sugest iva, por sus encantos;pero con rel ación a su marido , era l a sugest iva sugestionada .
Durante la comida no dij o nada en su casa . Tendrí a mayoresencantos guardar sólo para s i e l recuerdo de l a primera ins inuaciónformal con el objeto de su antigua y extraña pasión . Además , l eatormentaba
,como si realmente se tratase de una pas ión real y
efect iva,e l i lógico escrúpulo de l a supuesta traición que le hací a
a la esposa . A el la,ante quien no hab ía sent ido n i una sensación
aproximada en intensi dad a la que le produj o l a próxima real ización de su primer negocio . S i
,era reprobab le lo que hacía . Con
el dinero de su muj er,la legítima , iba a cortej ar a la otra . Es decir
,
que la ciega confianza que l a suegra l e demostró horas antes,l a
trai cionaba él ahora para di rigir su primera instancia galanteadoraa la rara beldad por quien pasó tantas noches en claro . Era
,real
mente,abominable . Tuvo verg
'
úenza y repugnancia de s i mismo .
Unicamente conseguí a acal lar sus escrúpulos haciendo propós itosmuy formales de hacer compatib les ambos amores
,entendi endo
que tal compatibi l i dad deberí a cons isti r en resarci r a l a esposade sus traiciones y despoj os
,restituyéndole e l caudal distraído y
agasajándola l iberalmente con j oyas y vestidos . Pues b ien sab íaél que la otra sólo p ide el primer sacrifici o de dinero y de activi
dad para devolver después l a primera dádiva centupl i cada . Era
su esperanza de revers ión tan plena, tan abso luta, que ins ist iendofiel en el la
,exclu ía todo temor de fracaso
,que podrí a hacerle des
merecer ante los oj os de la madre , que le hab í a hecho entrega desu pobre pecul io . En la Prensa de l a tarde leyó un te legrama enel que se daba la noticia de haberse declarado l a huelga de mineros ingleses en las cuencas carbon íferas del País de Gales . El
corresponsal añadía que los cargadores de l puerto de Cardiff secundaban el paro
,negándose a cargar e l carbón que hab ía sal i do de
las minas con anterioridad a la fecha de l a huelga . Graci as a es taparal ización temporal en l a producción y exportación del carbóninglés
,e l asturiano obtuvo un alza en su precio
,que osci l ó de
ocho a diez pesetas por tonelada , según clases . Este éx ito inesperado l e animó a referi r a las muj eres
,por l a noche
,mientras cena
ban , l a operación que hab ía real izado por l a mañana .
Andrés obtuvo en l a venta de este primer cargamento una ganaueia muy halagadora . I nsisti ó en e l negoci o
,y más adelante
importó un cargamento de dos mi l toneladas de carbón ingl ésque l e dej ó muy buena uti l i dad . Estab leció e l negoci o con cie rt aampl i tud y una fel iz oportunidad ace leró su triunfo . Un buen d íase le presentó un financiero ingl és
,un verdadero gentleman por su
_ 42 _
porte correctísimo , muy conocedor de nuestro pais , para el quededicaba toda la grati tud del que en su suelo ha real izado ping i les negocios , que le propuso la formación de una Sociedad parala explotación de l negocio de carbones montado en grande . S etrataba de establecer depósi tos flotantes y terres tres de carbonesnacional es e ingleses en los principales puertos españoles . La entidad inglesa pose ía minas y buques . Buscaba mercados . Andrésno lo dudó un solo momento y convino con e l inglés la formaciónde la S ociedad . S e valoró a muy buen precio e l stock que Andréspose ía
,l o mismo que todo su material flotan te
,y,aparte de su
nombramiento de Delegado de la Compañía en todo el Sur deEspaña
,se encontró con un número de acciones de la Empresa ,
cuyo valor nominal ascendía a la respetabl e cifra de doscientascincuenta mi l pesetas . Hasta ese día puede deci rse que Andrésl e hizo el amor a la señora Fortuna . Desde aque l dí a puede ase
gurarse que fué él e l ased iado . N o tuvo más trabaj o que e l dedej arse querer . Los amigos l e ofrecieron dinero para establ ecernuevos negocios
,alentados por su buena estre l l a . Aprovechó e l
momento,formó una Sociedad y compró un barco . S u adqu is ici ón
coincidió con la subida exorb itante de los fl etes,y en pocos dí as
descontaron e l capital que e l buque les hab ía costado . Todo suhaber se acrecentaba en progresión geométri ca y pronto se hal l ópotentado . El segundo buque que la S ociedad constitu ida porAndrés compró es el que iba a mandar Luciano .
Aprovechó Luciano los d ías que estuvo en S evi l l a para ded icarlos a su fami l ia
,mientras pertrechaban y aprovis ionaban su
buque. Disfrutaba cogiendo a su hermana del bra zo y llevándose laa pasear a las horas en que más animación ha b ía por l as cal lescéntri cas . Encon traba grupos de amigos que l e abrazaban
,recor
dando sus buenos tiempos de estudiantes,y que p iropeaban de lo
l indo a Rosarito,con esa procac idad andaluza tan caracterist i ca .
Luciano,aunque algo host i l al p iropo andaluz
,aguantaba el cha
parron bonachonamen te , s in sol tar de l suyo e l b razo de Rosarito ,quien se ocultaba riendo tras e l hombro de su hermano . Muypronto queda hecho e l retrato de Rosari to dic i endo que era la risapersonif icada . Todo en el l a re ía : el p icaro gu i ñ o de unos oj i l losnegros
,no muy grandes
,pero s i muy expresivo s; l a b oca, graciosa
mente rasgada,con un gesto p ica
'
n te; su c lhar la,atro pe l l ada y
chistosa,con tal gal imat ías de ces , eses y c hes que d aba glori a
o írla; su accionar turbulento , mil veces más e locuente O,ue su verbo, y su andar pasícorto, r í tmico y gracioso ..
_ 44 _
malvados de esta calaña tienen siempre un públ i co propicio a es
cucharles todas sus criminales invenciones,no hay para qué decir
que la especie aleve de que era vict ima cualquier pobre muchacha,
se extend ía con la eficacia y la difus ión que todas estas pi carescastradiciones . O tro procedimiento ponia en prácti ca para enlodar dealguna manera a las almas cándidas que le daban oidos; cual erae l de referi r1es cuentos indecentes
,aunque atenuando mucho su ver
d or,y en ocasiones dándoles una adaptación totalmente inofen
s iva,y aun deduciendo del mismo relato una moralej a absolu ta
mente edificante . También sol ía emplear con las muchachas unlenguaj e l ibre
,e l mismo que se usa entre hombres de o ídos poco
escrupulosos,profi riendo pal abrotas
,t imos
,dichos y j uegos de
palabras de doble sent ido,que luego las inocentes muchachas repe
tian inoportunamente delante de otros muchachos,y aun delante
de sus propios padres y hermanos,causando la h i l aridad
,cuando
no l a indignación , de cuantos l as escuchaban . Podríamos reseñaraqu í algunos de los motes que Cuevas poní a y muchos de los sucedidos que l e t ienen a é l y a inocentes muchachas por profagon istas de sus tristes ocurrencias; pero renunciamos a hacerlo
,
porque no queremos contribui r a l a divulgación de tan amorall eyenda . Además
,seguro estoy de que no neces itará el lector de
mis referencias para conocer mej or el t ipo . Tal vez haya entrelos que me lean quienes puedan darme ciento y raya en el conocimiento de l personaj e y de sus fechorí as . En todas l as ciudadeshay un Gustavo Cuevas .Por conocer Luci ano l as cual i dades de éste , por repugnarle el
t ipo y por haber pretendido en más de una ocas ión ser novio deRosarito
,fué por lo que l e pegó y por lo que le pegaría cuantas
veces le encontrara,como se hab ía prometido solemnemente . No
le preocuparon lo más mínimo las b ravatas del señori to achulado ,proferi das cuando se iba acompañado de d os amigos . Eran gestossuyos que Luciano conocia muy b ien . Cuevas hac ía como esosperros cobardes
,que después de haber aguantado un par de den
telladas de otro can , se van l adrando de dolor y de verguenza .
Cuando los amigos les dej aron sol os , d ij o Rosari to a su he rmano— Has hecho b ien en pegarle . ¡El—¿Por qué dices eso?
—¿Pero no sabes lo que h izo pocos días antes de veni r tú?
— Pues entonces hay que reconocer que eres un sabio , hermano .
— Pero,cuéntame . ¿Qué nueva canal l ada ha hecho ese golfo?
— Acompañar a Carmita a todas horas y en todas partes .—¿Pero es verdad eso que me dices?
— Y tan verdad .
— ¿Y le hacía caso Carmita?A él
,no .
— ¿A quién , entonces?—¿A t i ya no te importa nada Carmita, verdad , Luciano?
—¿A m i? Nada .
— Además…,antes que lo sepas por otras personas, quiero ser
yo …quien te lo diga .
— Claro,muj er; nada más natural . Anda, cuéntame todo cuanto
sepas .— Realmente
,no deb íamos ocuparnos más de ese asunto . Yo
creo que te basta con saber que no merece Carmita que tú te preocupes más por el la .
— Bueno,Rosarito
,pero aunque as í sea
, yo necesito saber loque ha ocurrido en mi ausencia
,para reparar en lo pos ibl e la s i
tuación¡
rid ícula en que yo haya podido estar.— Creo que no debe preocuparte eso . Dej a aparte tu amor pro
p io , que nada ha sufrido . De sob ra sabe la gente qu ién esy quién eres tú . No es bastante el l a, con todas sus coqueterías ,para consegui r de l a gente , sobre todo de los que te conocen , unaburla para ti . Ya tiene la gente bastante divers ión con ocuparsede e l la .
— lns isto en que debes deci rme todo lo ocurrido , antes de quelo aver igtie por los extraños .— Pues m ira
,. hacia t iempo que Carmita se lamentaba conmigo ,
cuando todaví a nos v is i tábamos,de tu carácter raro y de tus
exigencias para con el la . Además , l l egó a confesarme que ella no
había naci do para tener el novio fuera . Porque,según el la
,neces ita
que le estén d iciendo a cada momento que l a quieren . Me dij o,
además,que l a ausencia es una prueba demas iado pel igrosa cuan
d o no se trata de cariños verdaderos; que tu carrera serí a un inconveniente e l d ía de mañana para su temperamento , puesto quee staria condenada a una ausencia cas i perpetua
—¿Y qué l e repl i caste tú a eso?
— Pues l e dij e que todo eso ya lo s ab í a cuando se puso en re
laciones contigo y que , en todo caso , era a ti , y no a mi,a quien
debía decirl o . Hasta aquel momento se recató de sal i r y nadapuede reprochársele; pero desde aque l d í a empezó a i r a todas partes y , lo que es peor, a dej arse acompañar por unos y por otros .El primero fué Gustavo Cuevas; pero me consta que , aunque el l ale permit í a que la a compañase , no fueron novios . Hace pocos d íasl a he visto acompañada por un Ten iente de Arti l lerí a que estáaqu í destinado . S egún todos mis informes
,e l muchacho se d i rig ió
a , e_
l l a creyendo de buena fe que no ten ía novio, puesto que l a vióacompañada por varios .
—¿Y e l la le hace caso?
— Por ahora,no . Creo que le ha con tes tado que i ba a aprovechar
tu venida para reñ i r, y que cuando eso ocurriese,se pondría en
re laciones con él .— Ahora s i que ya no me importa nada Carmi ta . Te confieso
,
Rosari to,que mientras me re latabas la serie de menudas tral cio
nes que esa novia me hab ía hecho , sen t ía un intenso dol or queconmovía todo mi ser; pero ahora , cuando ya sé lo lej os que sehal la de m i esa muj er , me ha invadido un bienestar tan grande ,una tan dulce tranqui l idad de esp íritu , que me siento otro hombre . ¡Pobre Carmita ! Créeme , hermana : la compadezco con todami alma . Ningún daño le causé a esa muchacha . Bien sabe Diosque la he querido mucho . Tengo la certeza
,l a convicción de que
Carmita me recordará alguna vez en su vida . Y en esta seguridadhal lo la mej or recompensa a los sufrimientos que su vele idad meha producido .
— ¿De verdad que no te importa?— De verdad te lo digo
,hermana .
S e miraron los dos hermanos . El la , animosa , queriendo inyectarle con la mirada alegre y Optimista que deposi tó en él
,una es
peranza . El,melancól i co
,acogiendo con su expres ión dulcemente
triste,e l voto de fel i ci dad que aquel la alma fraterna l e ofrendaba .
Luciano dej ó a su hermana en casa y se dirigió a la de Carmita .
Por e l camino pensó,complaci do
,en su agres ión a Cuevas . Ahora
sent ía no haber re i terado sañudamente e l golpe que le propinó .
Cada día se hal laba más satisfecho de su carácter impetuoso y vehemente , que aunque en ocas iones le hab ía producido serios disgustos
,l os daba por b i en sufridos en compensación a las satisfac
ciones que le hab í a deparado . S i antes podría ponerse en dudal a legit imidad de la agres ión a Cuevas
,ahora
,después de conocer
su proceder in icuo por haber cortej ado en su ausencia a Carmita,lamentaba no haberle tund ido de lo l indo . Jamás le hab ía engañado su corazón . Pres intió l a fe lon í a de Cuevas . ¿Por qué s i nol e pegó con tal saña
,ten iendo todas las cuentas saldadas con é l?
Pres int ió,igualmente
,l a trai ci ón de Carmita
,y hasta podemos
asegurar que se alegró,ya que no satisfacía p lenamente su aspi ra
ción
suprema asp iración de su a lma,tal como la
imaginaba, perfecta y absoluta , no ten ia forma concreta;
n i s iqu iera se llamaba
En otras ci rcunstancias , el proceder de su novia le hab rí a contrarlado seriamente, pues aunque e l amor que por el la sentía no
ten ía intens idad bastante,como sabemo s , para exc lu ir otro anhelo
más elevado,se consideraba
,n o obstante , con derecho al respeto
que cre ía merecer . Pero suspensa su alma en una ideal interrogación
,se sent ía benévolo y perdonaba . S i . La perdonaba de todo
corazón . ¡Qué propicio es ese estado de incipiente inquietud , quenos t iene suspensos de un leve suspi ro de muj er, para perdonarlo , disculparlo y comprenderlo todo ! Extremoso y vehementecomo era en sus sentimientos , p red ipuesto como estaba s iempreal r igor o a la generos idad , según que l e atormen tase e l pes imismoo l e acari ciase la esperanza, a punto estuvo , después que huboreaccionado
,de buscar a Cuevas y al di choso Teniente de Arti l lerí a
y llevárselos a Carmita para que e l la e l igiese entre ambos , o sequedase con los dos , que tanto le daba a Luciano que la que hab í a s ido su novia tuviese uno o dos o cien pretendientes
,maridos
o amantes . No estaba j ustificada esta morbosa indiferencia por e lproceder casquivano de Carmita, n i por e l traici onero de Cuevas ,n i por e l i nocente del mi l i tar . No . La úni ca j ustifi cación pos ib leen este camb i o afectivo de Luciano la hal lamos en la intui ci ón deun próximo estado de perfección amorosa, en la seguri dad queabrigaba de que l legaría a satisfacer su asp i ración suprema
,en l a
preconscienc ia de un amor abso luto y perfecto que le prometíal as más subl imes real idades .
El mismo estado anhelante en que se hal laba le inspi ró unasfrases de reparación que iban dedicadas a l a pobre Carmita
,que
tanta paciencia hab í a tenido para aguantarle todas sus impertinenc ias de nov io exigente y todas sus rarezas de amante que viveen un perpetuo sueño .
Exhortaba a Carmita de esta manera
tu l ibertad,que yo i legít imamente he de
»tentado , puesto que no soy apto para saci ar ese prurito»amatorio que a ti te corroe como e l ácido más enérgi co .
»N i mi presencia n i mis destrezas pueden consolarte . La»primera, no , porque mi profes ión de nauta me ret iene»por los mares . La segunda
,tampoco
,porque mis torpe
»zas de amante ideal ista me retienen en las nubes . Y bien» se ve que no eres tú , inocente criatura, de esas que se» contentan con que sus novios vayan a pasear su ideal i»dad por el cie lo , n i se columpian en las nubes , n i aun»s iquiera se anden por las ramas . Muy cerca los neces i» tas de t i , pisando tierra f irme , como tú, y a ser pos ib le ,»v iv itos y coleando . Recobra en buena hora tu l ibertad .
»También te la confiero para e legir novio entre esos dosstan maj os que te han sal ido;que algo apostar ía, aunque
— 48
»fuese de mucho va lor y empeño , que con cualquiera de» l os dos has de sal i r b ien servida
,pues el l os t ienen de
»practi cones lo que yo de teóri co del amor . No se me»ocul ta que son mis conocimientos de los que aburren» por su ideal i smo , que j amás supe hacer otra cosa cuando»bien quise a una dama
,que suspi rar hondo
,mirar alto
,
» l lorar copiosamente y l levarme ambas manos al pechoy todo el lo
,aunque sea variado
,es bien
»monótono , por ser tediosas variaciones sobre e l mismo» tema quej umbroso y plañ idero . ¡Qué diferencia , en» cambio , con la charl a picante y substanciosa tanto de l» paisano pin turero como del mi l itar b izarro ! ¡Qué enor»me contraste entre mi proximidad a larga fecha
,y a
»más de esto d es labazada e in substancial,con la cá l ida
» intimidad de esos dos maestros en el arte de hacer pa»decer a las hembras y de hacerlas ver e l cie lo
,a un
» t i empo mismo, con sus discretas caricias y sus sabias
» exploraciones . No hagas caso de mi discurso . Soy aman» te despechado
, por lo que reconozco que algo herido»me quedo por tu desdén . Pero soy al propio t iempo»hombre comprens ivo que se da cuenta de las cosas y» reconoce que para una muchacha de tu temperamento»y de tus asp i raciones , só lo apropiados son estos mucha»chos ardientes y madrugadores en el arte de adelantarse»a l os deseos y de satisfacerlos plenamente . ¡Corre al» amor
,que e l amor te aguarda ! No pierdas minuto de
»placer, que sabi a eres y sabes que minuto que pasa no
»vuelve,y en un minuto pueden trocarse muchos besos .
»Confieso que voy en esta clase de estudios muy rezaga»do a tu adelanto
,pues tanto progresaste en esta dis
» cíplina , que aunque te in ici é como indigno profesor en» estas l ides
,al maestro puedes en la actual idad darle
» l ecciones . Reconozco mi inferioridad,aunque debo de
» cir,com o j ustifi cación a mi torpeza
,que te separaste
»de mi método, que era de un clas icismo puro y de una»sana doctrina
,para explorar otros campos pel igrosos
»del alto saber amatorio,cuyas prácticas experimentales
» te habrán de costar,seguramente
,muchas amarguras .
»No es e l amor ciencia experimental , ciertamente . Es , por» su esencia puris ima
,exclusivamente teórica su enseñan
»za; estando tan recomendado su estudio , solamente es»pecu lat ivo , por la serie inacabable de v íctimas que han»producido las prácticas de laboratorio . El amor es cosa,»y te lo advierto porque bien te quiero
,que l levado al
_ 49 _
»gtan l aboratorio de l a vida de relación , una vez que
»pasa por los tubos de ensayo y por las retortas de teac
»c ión , desprende gases mefíticos que matan a los curiosos
» investigadores . Me quedo con m i sistema . Te advierto
» los riesgos que corres con el tuyo . S iendo el estudio de
m uestra ciencia tan antig uo como el hombre , ha pro
»duc ido más secuaces tu método que e l m ío . No debes ,»s in embargo
,dej arte l levar por e l número , pues fue
»ron tantos los partidarios de é l como las v í ct imas que
As í era l a esencia fi losófica del discurso que Luciano pensab apronunciarle a Carmita . Pero comprendiendo su inuti l i dad , des ist i óde ir a verla y prefirió escrib i rl e . Así decía l a carta
“Carmi ta: Renunci o al dolor que me proporcionará una entrevista
,l a ú lt ima, contigo .
Has procedido durante mi ausenci a en una forma y adviertotales afanes en tus propós itos para e l porven i r, que me creo enel deber
,para hacer compatib l es tu l ibertad y l a mía,
“
de despedirme de ti para s iempre .
¡Qué seas muy dichosá!Luciano.»
'
Un literato socialista.
Luci ano había dormido b ien aquel l a noche . Iba aclarándose laincógnita de su vi da amorosa . Carmita misma se hab í a e l iminadode aquel la ecuación
,procediendo traidoramente durante su ausen
cia. N o tuvo él s iqu iera e l dolor de ext irparla . Fué e l l a l a que ,natu ralmente , se desprendió . Aque l acontecimiento era un
'
actode clas if icación de la V i da, que opera sus manipulaciones mister iosas para que los sucesos ocurran u lterio rmente con arregl o asus secretos designios .
S e vist ió y se encaminó al despacho para reanudar sus conferencias con Andrés Arnao . Andrés se hal laba en compañia de otroseñor , a quien L
”uciano quiso reconocer , pero que no l e fué pos ib l e
por más esfue rzos'
mnemotécn icos que hizo . Trató de recordarquién era aquel hombre
,cuya fisonom ía no l e era desconocida,
procurando abstraerse de todo para mejor dej ar trabaj ar su memo r i a . Nada; no cons igu ió lo que se proponía. Andrés , que estabamuy in teresado en la lectura de un con t rato de fletamento
,l e
alargó una mano para sa ludarle y le dij o :— S ién tate , Luciano . Un momento . Permite que termine de
leer esto .
Luciano y el desconocido se mi raron con esa curi osidad cordi alde dos seres que se presienten futuros camaradas . Otra vez pretendió ayudar a su memoria . Ni por asociación de ideas cons iguió recordar. Cerró los oj os
,torturó su cerebro . Nada. El desco
nocido , a quien quiere reconocerse , comprendió l a l abor de Luciano ,ya que éste l a dis imulaba muy poco
,y sonrió levemente , como
diciendo— Aguarda
,hombre , que s i no me recuerdas ahora , d ía l l egará en
que me conozcas a fondo . A veces los re tratos que publ i can l as Revistas son de hace muchos Con deci rte que hace diez añ osque no me retrato
,y aun ayer hal l é en un periódi co mi falsa
Andrés tocó un timbre . Acudió un empleado,a quien le entregó
el documento que antes le ia, dici éndole:— A i Abogado de l a Compañía
,para que dictamine en el térm ino
de cuarenta y ocho horas .Después
,dulcifi cando l a dura expresión hab i tual en é l para los
negocios,se levantó sonriente
,extendió genti lmente sus braz os ,
que invi taban a una rel ación amistosa,y presentando a sus dos
amigos,dij o :
— Luciano Romero,Capitán de nuestra Casa; el Capi tán con
mando más j oven de la armada mercante espát%la y muy aficio
nado a las letras . Paco Foronda,autor dramáti co , desinteresado
y esforzado desfacedor de toda clase de entuertos y muy amigode embarcarse . Sen taos . Luciano , Foronda será pasaj ero de tuvapor hasta que se canse . Desea conocer todo el l itoral , estudi arlas costumbres de a bordo y nos ha hecho el honor de elegi r unode nuestros buques . As í
,pues
,te ru ego que le inscribas en tu
relación de viaj eros como uno privi legiado .
— Igual que lo es para l a Casa,será para m i un honor tenerle
a usted a bordo— dij o Luciano , sinceramente complacido con la
idea de convivir algún tiempo con Foronda, a quien ahora reconoma.
— Y para mi una satisfacción haberle conocido a usted hoyafi rmó Foronda ¿Cuándo saldremos?— Mañana
,a estas horas . Ya tenemos el buque completamente
equipado . S i usted quiere,puede acompañarme al barco ahora
mismo y elegir el camarote que sea más de su agrado . Todos,incluso el mio, están a su dispos ición.
tariado . El obrero le l lamaba a la ob ra su drama,y es que
,indu
dablemen te, e l pueblo baj o se ve ia en e l drama tan fie lmenteretratado , que por sufragio general hab í a decretado que , as i , comoen la obra sucedía
,era su vida y sus costumbres y sus anhe los
y sus luchas y su tragedia . El obrero no ten í a n i e l derecho al
trabaj o , n i a la l ibertad , n i a l a Nada . Jamás desdeun escenario se ha escuchado más auténti ca la voz de l puebloclamando por sus fueros; nunca su lenguaj e pintoresco y cast izotuvo más fie l interpretación . El escenario era una prolongacióndel arroyo
,de la taberna
,del hogar y de todos aquel los lugares
donde se hal l a confinado e l obrero madri leño . Pocos días antesde l estreno del drama de Foronda
,l os actores encargados de su
interpretación se presentaron en una casa en construcción,y bus
cando cada uno de e l los al albañ i l más igual a é l en estatu ra ytipo
,l e p idió e l t raj e con e l que se hal lab a trabaj ando , a cambi o
de otro flamante,que le fué entregado inmediatamente . Con tal
propiedad se vist ieron los actores . El traj e de faena de l albañ i lsub ió a l a escena con sus remiendos y con sus manchas de yeso .
Tan propio era e l ropaj e l iterario con que iba vest ido e l drama .
Este se estrenó con un éxito clamoroso . La reseña de l estreno ,que publ i caron los periódi cos
,circul ó por toda la pob lación obrera
de Madrid , y la obra se h izo centenari a en los carte les . Para quel a apoteos is fuese completa , l a autoridad ecles iást i ca se creyó ene l deber de excomulgar l a ob ra
,en vi rtud de no sabemos qué ré
beld ías y sinceridades , que ponía e l autor en boca de sus personajes . La popularidad que entonces al canzó Foronda en Españafué superior a toda ponderación . En Madrid l legó a ser v í ctimade esta exal tación del pueb lo
,que vió en é l a su ídolo en forma
de redentor de su vida precar ia . Por la cal l e,en los cafés , en e l
tranvía , dondequiera que se hal laba Paco Foronda, era obj etode la más asidua curios idad y de la sol i c itud más cariñosa. Encierta ocas ión subió a un tranv ía que iba abarrotado , y por no
haber lugar en e l interio r,tuvo que quedarse en la plataforma .
A los pocos minutos v ino el cob rador y le dij o :— Cabal l ero
,aquel ob rero l e cede a us ted su puesto .
— No,hombre
,de ninguna manera . Voy muy b ien aquí— con
testó Foronda,todo confuso .
— Pase usted— ins ist ió e l trabaj ador,que volv ía de l a ob ra con
su gorr i lla l adeada , su chaqueta sobre el hombro y la fiambrerade la comida en l a mano Tengo yo mucho gusto en dej arle mis i t i o al autor de Juan A nton io.
Los obreros de una obra en construcción s i tuada en una cal le
pOr donde Foronda pagaba a diario , l e reconocieron a los pocosd ías de l estreno del drama, por haberl e visto sal ir a escena al final
de los actos , y desde aque l d ía , s iempre que por al l í cruzaba , sequi taban l a gorra
, saludándole: “Adiós , don Paco; adiós , donFrancisco; adiós , señor Foronda .» Puede deci rse que en aquel laépoca felicís ima de su vida fué cuando saboreó l as mieles sabros ísimas del éxi to y de la popul aridad , con las modal idades tan
efus ivas y espontáneas que e l pueb lo madri leño sabe poner cuandoexteriori za e l sentimi ento de la admiración .
Fís icamente cons iderado,era Foronda l a exmes ión material de
aquel los e lementos anatómicos que más genuinamente representanla vida . De una delgadez inveros ími l , parecía que en él s e hab íaatrof iado e l s istema muscul ar . S u pie l b lanca , apenas t i ldada pors edoso vel l o rub io
,transparentaba , como pudiera hacerlo un suti l
y t i rante tej i do elást i co , los indi c ios musculares , los haceci l l os desu s istema nervi os o y los cauces verdosos y azul ados de las principales vias circulatorias . S i , eso era Foronda . Nerv ios , venas , arterias;movi l i dad , vibración , vida; sacudidas , flexión violenta , tens ión nerviosa . Su cabeza, i gual que su cuerpo , descarnada y depelo ralo
,permit ía contar sobre e l cráneo sus vari adas convexida
des . En la faz se marcaban profundas y extensas l as cuencas delos oj os , desde cuyo fondo , unas pupi las inquietantes , sub rayabancuanto hablaba . Cuando cal l aba , continuaban sus oj os , con elocuencia efi caz , l a función del pensamiento , y cuando era otro e lque hab l aba
,manten ían con é l
,in ci tantes , un
”
diálogo que estimulaba l a verbos idad de l interlocutor . La boca, también d escarnada, contraída por una pronunciada mueca de escepti cismo , emit ia l os soni dos con una vocal ización perfecta
,que le obl igaba a
mover los temporales y los demás huesos faciales , produciendol a sensaci ón de que aquel los e lementos anatómicos eran los ó rganos de transfo rmación que cambiaban e l pensamiento en son i do ,y_
los de transmis ión que lo hacian l legar al audi tor io .
Los primeros dí as de su vida a bordo los dedicó Foronda a verlotodo, a observar, a interrogar, y en esta s ituación expectante yescrutadora conoció los más recónditos lugares de l buque . En surelación con los hombres de mar, estudió sus af ic iones , costum
bres , neces idades , anhelos y cas i s in p roponérselo, a los pocos díasde su embarque ya hab ía tomado l a f i l iación moral de todas l aspersonas que conviv í an en aque l hogar flotante . Despué s , y a
requerimiento de los que ya eran sus buenos amigos,se convi rt i ó
de espectador en actor, y tanto de sobremesa como en los pal iques que sosten í a con l os mar ineros sobre cub ie rta
,apoyado en
la borda , o en e l propio rancho de proa, refi rió su vi da de luchaen l a carrera de las letras , l a sorda batal la que hubo de l ibrar; aveces , contra enemigos desconocidos , hasta romper e l anónimo .
.
Les contó tamb ién los dias de éx i to , los momentos de fracaso,
54
que le producían la angust iosa sensación d e l a pérdida de sus
facul tades , y en fin , todas las alternativas ve leidosas que tantole hicieron sufri r . Contestaba de muy buen talante a las mi l ymi l preguntas , algunas de e l las necias y otras imprudentes , quele hacían de buena te aquel los pobres hombres de mar
,para quie
nes la l i teratura era una ciencia abstrusa . Y como la cosa másnatural de l mundo , l e preguntaban cómo hacia un drama y una
novela . No acogía él con burla n i con hosti l i dad las preguntasparvas de aquel los seres , ignorantes de las cosas que al Arte serefieren . ¿Es que , por ventura , no le causaban al propio Forondaadmiración tanto e l hombre que dirige sobre e l puente l a derrotadel buque
,como e l que al lá en sus profundas entrañas
,pone en
act iv idad su s istema muscular y circulatorio? Que es muy frecuentetropezar por esos mundos de D ios con seres de ignorancia universal que se mofan de otros que ignoran algo del reduc id isimo bagaj e cu ltural que el los poseen .
N o s e contentaban aquel los rudos hombres con saber las inter ioridad es y
,e l mecanismo de aquel arte desconocido para el los
querían además conocer, por cons iderarlo una consecuencia lógica
del ej ercicio de tan bri l l ante profes ión,l as intimidades de l a vida
privada de un artista .
—¿Qué , don Paco , tendrá usted las muj eres as in?— le dij o un
tripulante , reuniendo en una apretada piña los d iez dedos de susdos manos , pretendiendo representar con sus apéndices digitalesdiez señoras
,por lo menos , de variadas cataduras y condiciones .
Y,efectivamente
,este era el senti r de todos aquel los hombres
,
que,por serlo
,cons ideran que e l mej or premio y galardón para
e l que vence en cualquier clase de activi dad artística,es una gruesa
de señoras .— No lo crea usted; menos que nadie— contestó Foronda con
una sonrisa amarga .
— Vamos,no se haga usted el pequeño . Modestia pura . ¡S i sa
bremos aqu í lo que pasa !— ¡Digo ! ¡ En aquel Madr id , con un poco de s impatía y m il
pesetas en e l bols i l lo !… ¡ ¡Mi madre ! !— Menos que nadie— repit ió Foronda lúgubremente Cualquier
hombre tiene una muj er,por lo menos , la suya , ¿verdad? Pues
yo,n ii eso . Soy casado y n i a mi muj er tengo .
Nada más dij o Foronda de sus desventuras amorosas . Todoscal laron
,respetando con su s i lencio aquel dolor de l poeta . Este
hab í a intimado con todos y se hal laba , oportunamente , en todosaquel los l ugares del buque que podían ofrecerle algún momentoin teresante . Subia al puente en las entradas y sal idas de puerto;bajabaa las máquinas cuando la nave marchaba a toda veloci dad;
se acercaba también a la boca de los hogares , donde unos hombrescas i desnudos , sudorosos y renegr idos , al imentaban la combust ióncon paladas de carbón mineral . Aqu í sol ía detenerse más de loque el exces ivo calor l e aconsej aba
,charlaba un poco con los p á
leros , con e l fin piadoso de amen izar les un poco su penosa labor;les ofrecía un cigarro
,les decía un chiste y volv ía a ascender por
aquel la escaleri l la de hierro,satisfecho por haber mit igado , s iquiera
fuese por pocos minutos,l a dura vida de aque l los esclavos . Otras
veces los hacía l a tertul i a al cocinero y al marmitón,depart iendo
con el los asomado al portalón de l a cocina,mientras e l los prepa
raban los manj ares que luego él y los demás,habrí an de consu
mir en la cámara . Asist í a durante las horas de tregua en e l trabaj o ,que eran las de la caída de l a tarde
,después de la comida
,a las
tertul i as que se armaban sobre l a cub ierta de proa,donde l a gente
de mar, ya famil iarizada con é l , discut ía, re í a, cantaba y se so lazaba tocando el acordeón
,úni ca manifestación del arte l í ri co a
bordo , obl igando a l ucir sus hab i l i dades acrobát i cas a L lap isera,e l perro del barco .
La amistad entrañab l e que en pocos dias unió a Luciano y aForonda fué un caso de identificación tan ráp ida que ún i camentese da entre seres muy semej antes en aficiones y temperamentos .Pasaban horas y horas sob re l a cub ierta del barco
,cuando los
demás descansaban o se iban a tierra en busca de divers iones ,contándose la histori a de sus respect ivas vi das
,ins is ti endo con
prol ij os detal les en aquel los pasaj es que podían const i tu i r un consuel o para cualquiera de ell os . Muy pron to se comprendieron y seestimaron cordialmente; s in reservas
,con una camaradería tan
efus iva , que cualquiera que les oyese hablar a los cuatro dias deconocerse , les supondrí a hermanos . Pero
, ¿qué decimos hermanos?Perm itasenos corregi r e l concepto . El amigo
,nuestro amigo ver
dadero , ese que con dificu ltad encontramos una vez en la v ida ,t iene para nosotros mayores priv i legios que el propio hermanopara recib i r las más audaces confidencias . Que
,a veces
,los her
manos , pueden senti r l a intimidación del respeto o e l temor de laincomprensión . El amigo suel e ser una pro longación de nuestrapropia personal idad , que todo lo comprende y todo lo disculpa .
D igámoslo de una vez : todos los amigos podrian ser nuestros he rmanos; pero no todos nuest ros hermanos podrian ser amigos nuestros . Es el amigo nuestro espej o
,porque nos concibe ta l cual
somos , s in deformidades morales que pueden proveni r de un j u icio inj usto o apasionado; es e l más eficaz consue lo para nues t rosdolores , porque si no los está padeciendo , los ha padecido ya o
los pres iente , y e l hermano tiene l a vana pretensión de rect if icaren nuestra v ida los errores de la suya; es e l mej or confident e, pues
— 56
nos comprende , aunque nos compadezca , y e l hermano,advi r
t iendo e l dolor que a veces nos producen las luchas de la vida,
quiere curarnos a todo trance , aun a costa de causarnos otra hérida mayor, con la austeridad de sus consej os y la cautela de susprocedimientos; y es , en defin it iva , e l mej or j uez , pues su mismacomprens ión le hace , por su propia experiencia, el más i dóneo delos j uzgadores . Po r ser tan raras y excepcionales las condicionesque e l buen amigo neces ita reun i r
,es tan difíci l hal larle . Pues
con la amistad ocurre igual que con e l crédito : que quienes más loneces itan , por su s ituación precari a, son los que con más dificul tadlo obti enen .
Nadie como Luciano neces i taba entonces de una buena ami stad .
Hab ía sal ido de S evi l l a s in ver la,l e torturaba aquel l a imagen
divina , clavada en su cerebro como un aguij ón enconado , y sen t ía
su alma angust iada un deseo de l lo rar,un desconsue lo tan des
garrador . que sólo hal laba len i tivo confiándol e su doloroso secretoa aque l hombre sabio y bueno que tan efi caces palabras teniapara é l . ¡Qué cambio tan brusco se hab i a operado en Luciano !Apenas recordaba a Carmita . ¿La habría querido alguna vez?Andrea, en cambio , ocupaba todo su pasado, yendo su recuerdounido a la fecha más remota que su memoria podí a repro ducir .S iempre l a v ieron sus oj os
,s iempre la conoció su razón , s iempre
la ¡Qué sufrimiento le producí a l a íntima confes ión que as i mismo se hacía de que la quería con toda su alma ! Le parecíaun crimen horrendo amar a aquel la muj er . ¿Con qué t í tu l os?
¿Ten ía é l derecho a entrar en e l recinto sagrado de aquel la alma,rompiendo
,s iquiera fuese con l a leve v ibración de un suspiro de
su pecho dolori do,el s igi lo l leno de paz que al l í re inaría, de seguro?
S e asustaba de su insigne audacia y retrocedí a temeroso paraconvencerse a s i propio de que no hab ía estado a ll i nunca . Peroera en vano . Apenas su alma angustiada sal í a de aque l div inorecinto
,acostumbrado a su excelsa claridad y a su beatif ica tran
qu i li dad , gemía de dolor y volv í a a colarse de rondon a la querencia de dicha tanta . ¿Y qué daño hacia é l con estar a lli , arr inconad ito , s in pedi r nada , s in meterse con nadie , apenas respi randolo indispensab le para no morir de desamor y suspi rando levementey muy de tarde en tarde para consolar su desamparo? Nuncahab ía sentido Luciano semej antes impresiones . Había pretendidoa la que más tarde hab ía s ido su novia, y e l día en que Carmital e hab i a dicho que s i
,que le quería
,que le perm itía quererl a, se
s int i ó orgul loso de su éxito . Esto que l e ocurr ía ahora era tanSó lo la propi a sensación , ínt imamente experimentada,
de que quer ía a Andrea le producí a un dolor in tens is imo, un grandesconsuelo
,una horrenda tris teza.
Un feroz desasos iego que nos entr istece y acongoj a tan
profundamente como s i todos los males de la tierra se cer
n iesen sobre nuestra cabeza .
Cons iderarse infer iores a ella y de su amor ind ignos .
Comunicó Luciano a Foronda con cierta timidez e l estado deánimo que le dominaba
,la sub l ime inquietud que comenzaba a
invadi rle , y de esta manera hab l aron los dos am igos :—¿Y lo sabe el la?-:No . ¿Para qué? N i lo sabe n i se lo diré nunca .
—Te en gañas , Luciano . Tú se lo dirás . L l egará un día en queno puedas vivir s in decirse lo . Tú se lo d irás .— No se lo diré, me mataré antes .
— Que será una manera muy el ocuente de decírse lo . Es muyfrecuente es a manera de cal lar que te propones poner en práct ica.
Los enamorados se sacrif i can con un gesto de fal sa renunciación ,tienen e l propós ito abnegado de inmolarse en aras de una pas ión
huyen de l a fami l i a y de los amigos y de los lugarespob l ados , pero un d ia vuelven , se pegan un pi sto l etazo y resul taque lo que no quis ieron deci r con palabras lo dicen a t iros . Todoslos sacrif icios sufre e l enamorado menos el del secreto . S i e l pas ional no tuv iese l a certeza de que su pas ión iba a ser conocida, seext ingu ir í a l a l l ama de amor en su pecho como se apaga un cuerpocombustibl e en un medio incomburente . El enamorado se recreaen su secreto y lo prolonga, lo ocul ta, lo acaric ia, lo cuida , lo fomenta; lo palpa en lo más profundo de su pecho como un teso ro ,lo saborea a sol as como una golos ina
,lo mima con igual sol i c itud
que a un n iño porque sab e que cualqu ier d í a habráquien lo admire y quien l e ayude a cu idarlo y a acaric iarlo . En unapalabra: toda la i lus ión que inspi ra un secreto nace de l a esperanzaque se ti ene de que algún d ia dej ará de serlo . Pero
,mira, Luciano,
guíate por lo que te dice este v iej o : esconde tu secreto como losavaros sórdidos su tesoro; no se lo descubras n i al pecho másamigo) ocú l talo , s i t ienes fuerza de voluntad sufi ciente , a tu prop ia mirada; olv i da que lo guardas en tu pecho; pasa días enteross in mirar a lo má s recóndito de tu ser . Y s i t al cautel a y parqued adte aconsej o en cuanto a ti , ¿qué voy a decirte l a que te aconsej opara los demás
,incluso para el la? ¿Quieres prol ongar los d í as de
tu fe l ic idad? Pues prolonga cuanto puedas los de tu s i lencio .
—¿No te digo que a nadie , n i a el l a misma , quiero decirlo?
— V ivo en l a real i dad de la v ida,y no te p ido ta nto , porque no
creo en tu mutismo indefin ido . Hemos quedado en que ya lo di rása voces , a t i ros o a pero cuanto más tarde , mej or.
¿Quieres mucho , de v erda d, a esa mujer?
— 58
— S i . Es un amor puro,noble , desinteresado , absoluto , defini t i .
—¿No te gu ía hacia el la n ingún fin bas ta rdo? ¿No te han há
blado de e l la tus sentidos? ¿Ni s iqu iera se ocul ta tras tanta purezay desinterés l a más remota sospecha de anhelo vanidoso por tuparte?— Te he dicho bastante . Es más; creo que se trata de una muj er
imposibl e para m i,aun para fecha muy lej ana.
— Pues entonces debes abstraerte de todo cuanto te rodea; llama a tu interio r
,entra por reflexión en lo más profundo de “ti y
píde le por favor a tu persona, encarecidamente , de rodi l las , s i espreciso (y s i puedes adoptar esa piadosa postura dentro de tu scr) ,que tu ser no se lo diga a nadie
,n i s iquiera a ti mismo . Y s i
, por
una de esas rarezas que hay en la v ida,tu sér r ompe la cons igna
y a tu ser se lo dice,hazte el distraído y— créeme— como s i no
fuera nada contigo . I gnora tu secreto,y s i no puedes conseguirlo,
ocú ltalo; y s i no puedes callártelo, por lo menos no se lo digasa nadie… hasta que D ios quiera .
— Algo voy comprendiendo de todo cuanto me dices , que porno guardarme el secreto b ien l l evo sufrido .
—¿No te digo? S i me hab lases de una pasión vulgar y pruett
cable, como se dice en el Teatro de una puerta, por ej emplo , para
s ignificar que podemos uti l izarla para entrar y sal ir,no te acons e
j aria n i secreto n i ci rcunspección,pues ésta resul taría inocente y
aqué l, necio .
—¿Y es que só lo pesadumbre y tristez a me ha de proporcionar
este cariño?— No . Te proporcionará un dolor i nmenso que te hará felicis i
mo . S erás dichoso dentro de tu i nfel icidad.
— Vamos , una cosa asi como la d icha de sufr ir .
— Te compadezco de todo corazón . No es envidiabl e tu s i tuación
,ciertamente . ¿S abes quiénes te envi d iarían? Esos hombres
que,incapaces de considerar a la muj er como fin ideal de puri
s imos anhelos espi ritual es,só lo ven en el l a e l medio material de
satisfacer su vanidosa concupiscencia. Pero tú ya se ve que no
eres de esos .— Só lo sufrimientos me ha proporcionado esta insensata pas ión .
— Lo cual no será obstáculo para que te envi d ien cordia lmentetodos esos a quienes antes me referi a . A veces les observarás conla mirada agres iva puesta sobre ti : esa mirada perversa y desafiadora de los que creen que les quitas algo que les pertenece , y tú ,en estas ocas iones
, te creerás en la obl igación de sonreir con ciertoaire melancól ico
,como diciéndoles : “¿Qué queréis? ¡Suerte que
t iene uno !» Y es muy posib le que aquel día sufras e l dolor más
grande de tu v ida, por haber encontrado una desdi cha más en esa
en cuanto a nuestro comerc io de mercancias . En e l m i smo caso sehal laba nuestro tráfico de pasaj eros . Teníamos y seguimos ten iendo , gracias al domin io tradic ional que ej ercemos sobre América,una cifra de emigración que j ustif ica plenamente la neces idad deuna flota de grandes trasatlánt icos que se ded icara exclus ivamentea este tráf ico . Tal vez en el comercio de mercancías esté j ustif icado que el porteo s e verifique en pabel lón extranj ero . Pero nuncalo estará que nuestro movimiento de pasaj eros
, esa corriente deemigración permanente , ordenada, cas i regl am entada ,
de la cualnos permitimos op inar, aun en contra de sesudos ameri cani stas ,que es un bien para España , se hal le en mano de l ineas extranjeras de navegación . Rectif i car estos errores , encauzar la vida mercanti l marít ima de España
,era e l proyecto magno de Andrés
Arnao . En eso pensaba constantemente . A eso dedicaba sus desvelos . Aprovechó e l momento que la Gran Guerra l e ofrecía parafletar sus buques a precios incre íbles . Cuando f i rm aba un contrato de fletamento por un solo v iaj e , que le dej aba una uti l i dadmayor que la ganancia que pudiera obtener con toda su flota enun año completo de trabaj o , creia estar soñando . Mucho esperabaAndrés de la Suerte
,de esta gran señora que ahora le arru l laba y
le mecía en sus brazos,acariciándole como a su querido predi lecto
,
pero nunca creyó que e l la se le entregara tan en absoluto . Bien esverdad que e l la hab í a merecido de é l las primicias de un amor quedebería haber correspondido por entero a la legitima , y no es menos cierto que con los dineros de ésta le hi zo los primeros cortej os;que el primer beso que le dió en la boca a la esposa le inspiró miles y mi les de caricias refinad is imas para la otra; que con e l beso
pur is ímo de desposado compró e l poder general que la suegra leconfirió; que con una mano real izó b ienes y valores y con la otrase los entregó ciegamente a la aún desconocida ¿Peroqué s ign if icaban la ins igne trai ción y todas sus preferenci as al l adode los favores recib idos?El valor de un barco
,aun habiendo costado e l precio arbi trar i o
que la codicia de los armadores, acuc iada por la loca fantas ía que
pres id ía todos los negocios,hab ía exigi do
,se desqui taba en unos
cuantos vi aj es . As í se comprende que todos los buques mercantesque España ten ía amarrados en los puertos , y hasta d esarbo iados ,proclamando
,vergonzan tes , e l fracaso de nues tra navegación , se
acelerasen a l impiar fondos y calderas,a rascar y baldear cub ier
tas y a pintar sus cascos,para hacer proa a la mar en busca de esos
mi l lones que e l encontronazo in icial de l odio secul ar franco—teutón ,echaba a las p layas y puertos españoles . ¡Pobre España , que ten íaque esperar a que los pueb los cul tos y organizados s e destruyesen para recoger los despoj os de un naufragio ! Todo artefacto flo
tante fué converti do en . velero,con tal que su vej ez y sus gri etas
le permitieran aguantarse sobre las aguas; todo velero en vaporera tr ansform ado , pues con el s imple aditamento de un motor,l isto quedaba para la navegaci ón mixta y aprovecharía tanto lafuerza generosa de l v iento como la propuls ión de su hél i ce . Asícorrería s iempre . Que momentos eran estos , a que nos estamosrefiri endo
,de navegar a toda máquina y a todo trapo para pre
cip itar l a l legada de esa mi l lon ada que todos se di sputaban . Barcos hubo
,ya inúti les en otro t iempo , que por no serv i r para la
navegación act iva,habían s ido dedicados al serv i cio auxi l i ar de
pontones flotantes de carbón , o a s imples flotadores , para diversos usos , dentro de los l ímites tranqui los de un puerto . Pues elque esto escribe los v ió en manos de l carpintero de r ibera echandoles cost i llares y planchas nuevas , y los dej ó como nuevos , dispuestos a hacerse a la mar con l a misma fachenda que un paquetede altura y echando más humo que un Alto Horno y que unatelera de Huelva . Y n o eran só lo los valetudiná r ios de la flotamercante los que se arriesgaban a sal i r a todos los mares y a todos los vientos para recl amar su parte en e l bot ín que la ocas iónpropicia les ofrecía; eran tambi én los pigmeo
'
s pesqueros , esos quemiden un cuarto de tonelada
,más que una nuez
,l os que se des
pedian un día (o una noche , para ser más verídicos , pues se ibanpara no volver , y su venta al extranj ero estaba prohib i da) , comprados por los paises beli gerantes para ser empleados en e l ofic ioguerrero de colocación de minas . A todo recurrían sus armadorespara burlar las exigencias de una ley i rracional que prohib í a l aexportación de unos barcos en cuya construcción ya estamosdiestros . La martingala cons ist í a en despacharlos para la pescacon su equ ipo, y aun deben hal l arse pescando cientos de barcos ,puesto que nada ha vuelto a saberse de e l los… n i de su equipotampoco . Se fueron para no volver . Seguramente en nues tras Comandancias y Ayudant ías de Marina han matado cada númerode la Lista Registro de buques de pesca con un expediente de
S i; as í debe haber ocurrido . Porque aún n o s e esti l aque a los buques que se van y no vuelven se les inst ruya sumaria
por ausentes , desertores n i prófugos . ¡Quién sabe s i a estas fechastodavía estarán esperando e l j oven P ep i ta o e l N elson— pongamospor pesqueros desaprens iv03— un indu l to para volver ! Pero quedif íci l seri a demostrar este fraude creyendo en la tra
'
nsm igración
de l alma de las cosas . ¿Qué es eso? Pues muy senci l lo . Para e l vu l
go, l a expl icación de lo que ocurrí a era muy clara: como laventa de los buques pesqueros al extranj ero estaba proh ibi da,los armadores recurrí an al procedimi ento , ya conocido , de venderel barco , saltándose a la torera con toda l impieza , l as dispos iciones
vigentes; y s imultáneamente le daban e l mismo nombre y le atr iabuian las mismas caracterist icas a otro barqui to flamante reci énsal i do del asti l lero; con lo cual la soberana dispos ición l levaba unsoberano chasco
,e l armador ganaba la diferencia entre e l precio
de venta de l barco v iej o y e l costo de construcción de l nuevo
(aparte de la ventaj a que suponía para é l susti tui r un casca j opor un buque flamante) , y la economía nacional sal ia tambiéngananciosa, porque los asti l l eros segu ían trabaj ando en una industr ia en la que hemos conseguido— como dij e antes— per fecc ionarnos . Todas esas cosas decían los mej or intencionados . Perono l es hagan ustedes caso . Yo les contaré
,aqui
,en secreto
,la
verdad de lo que ocurr ía . N o habia tal venta clandestina . Los
pobrec itos armadores , que no disponían de un solo céntimo partido al medio
,lo que vendían eran los míseros despoj os de unos
barcos que ya no servían para nada,pero recurrí an antes de
formal izar l a venta al procedimiento de extraerle al buque sualma mediante ciertos exorcismos
,y esta alma del buque pesquero
,
que por todo e l oro de este mundo no se res ignaría a desl i zarse
por mares dist intos al trozo comprendido entre la desembocadurade los rios B idasoa y Miño , era la que se trasladaba al nuevo casco que para el l a estaban y aqui no ha pasado nada .
Pero no eran só lo los barcos de pesca los que se vendían al oroextranj ero . S e vend ían tamb i én y hacían proa al mar l ibre losbotes , traineras, balandros de poco porte y ¡hasta l as gamelas ychalanas ! ¿Que no? Bueno . Como queráis . En fin
,l a mis ión mía
es convenceros de cuanto os digo,y a el lo voy . Una vez declarada
la guerra,se formaron en nuestra patria los dos partidos consa
b idos , que se dist inguieron con los nombres genéri cos de francófi loy germanój i lo. En el equ i l ibrio de dos fuerzas igual es y contrar i asse ha basado s iempre en España el entus iasmo por una idea cualquiera. Tanto los secuaces de una como de la otra ban dera noeran s iempre n i l os más instruidos n i los más enterados de la const itución mercanti l , soci al n i pol í t ica de ambos países; n i s iqu ieralos más des interesados . La mayor parte demostraban y aun ostentaban su val i ente op in ión por un prurito partidista; otros , porconveniencia; bastantes , por instintos de an imal de reata, y losmenos
,porque conocían la industria alemana 0 su ciencia o las
conquistas que logró Francia para e l fuero de las l ibertades c iudadanas . En ambos bandos se hal laba representada l a pol í tica,el clero
,e l comercio
,l as ciencias y las artes , aunque sus más ge
nu inos representantes no desempeñasen , por regla general , papeles más airosos que los innominados , en cuanto a la comprensióndel prob l ema que l a guerra planteaba n i en lo que se refería
'
al
conocimiento de la personal idad de los combatientes . Ya que por
nuestra suerte nos hal lábamos al margen de los fi eros males que
_cons igo ,acarrea la guerra
,nos buscamos una gu erra pequeñ i ta,
¡para andar por casa, que consistía en emit i r las respectivas y contrad ictor ias opin iones desde la Prensa, en los cas inos , en los cafésy en el propio arroyo . Entre contendientes tal es , se comprenderáque las delaciones estuvieran a la orden del día . La l ista negra
de_
l os b el igerantes iba registrando diariamente los nombres decomerciantes , gerentes de empresas y de cuantos tuviesen relación directa o i ndirecta con e l pais agraviado , por e l grave del itode haber emit ido su opinión desfavorabl e o por e l más vitandotodavía de tener una Fr¿iule in en casa para l a educación de sushij os . Tanta e fi caci a parecian tener l as op in iones emit idas en ti erras de España
,como los obuses más pesados y certeros en los
campos de batal la . Tal era l a import ancia que l e daban los paísesbel igerantes . Parecía que la guerra ten í a que ganarse al disparode opin iones favorab les . Contra las adversas se opon ía el escudode la l ista negra
,que no era só lo arma defens iva, pues ofendió
en lo más vivo a cons ignatarios y comerciantes de todo género,retirando créditos
,repudiando representantes y delegados de
Bancos y Compañ í as,causando la ruina de muchos . En estas
circunstancias,l legaron a ciert a ciudad marít ima del Noroeste
,
tres cabal l eros extranj eros . Nadie logró hab l ar con e l los , hastacierta ocas ión a que se alude en este verídico rel ato . Alguien lesvió pasar por los montes cercanos que dominan l a bahía . S e dióel caso bufo de que ambos bandos denunciaron l a presencia delos tres cabal leros extranj eros a los cónsul es de las respectivasnaciones . Esto da idea de la buena fe de los esp ías nacionales ,que no serán j amás
, por su candidez,género de expo rtación .
Las autoridades españ olas sufrieron el pechugón de l a austeraSuperioridad , y
“
como se conminaba con el castigo más severoy se invocaba l a más extremada responsab i l i dad
,agentes de aque
lla hubo que se pasaron varias noches en claro . A pesar de l a é s
trecha vigi l anci a mon tada,los submarinos al emanes no apare
cieron por parte algun a . Pero no . Ahora dicen las comunicacionesoficial es que lo que traen entre manos esos súbditos extranj erosno es e l abastecimiento de esencia y grasas para los repet idossubmarinos , sino l a instal ación furt iva de una estación rad iote
legráfica para comuni car a las armas naval es de combate l a sá
l i da de los buques de cualquier nacional i dad que carguen en lospuertos españoles con destino a las potenci as al i adas . Pues
, ¡ a ver !Más vigi l ancia y que salgan inmediatamente pol ic ías y guardi asen persecución de los tres extranj eros , y que no l es dej en sub i ral monte… , ni a cazar, n i comer , n i pasear. ¡Que l os maten enondequiera que los encuentren ! Y s i no, será mej or que l os tra l—n
gan a presencia de las autor i dades para que les inte rroguen y paraexigirles l a presentación de sus respect ivos pasaportes . ¡S í , eso es;que enseñen los y si no los tienen
,que vayan a
buscarlos al país de su naturaleza ! En fin , todo esto parece deopereta
,
'
¿verdad? Pues de opereta , revest ida de astrakdn,era
cuanto se ve ía en nuestro l i toral,con rel ación a la comprobac i ón
d e l as denuncias que formul aban los respect ivos bandos opues
tos . Pero,a pesar de todas las medidas adoptadas
, ¡nada ! , losextranj eros no fueron hab idos . Una mañana encon traronse sobreel mue l le , Perfecto , e l gabarrero , y Cachadas
,e l v iej o lobo de
mar,que recreaba sus ú lt imos años de vi da pescando fanecas en
la prºp ia pedra janequeira , que las daba como rodaba llos de grandes . Ambos marineros sostuvieron e l s iguiente diálogo :— E t i Cachadas , ¿de ixasme a tua chalana pra i r a bordo da
gabarra?— Non podo
,Perfeuto . Sintoo moito
,mais non podo .
— ¿E por qué , hom?Non podo
,Perfeuto . X á ch 'o dixen . E mira qu
'
o s into ben .
Mais, ¿qué l le vou facer?Ben mirado
,tes razón . Non tes que l le facer. N 'esas xa estamos .
Mais, ¿por qué non podes , Cachadas? ¿Desfondouse a chalana, hom?Mira
,Perfeuto; non ch
'
o quería deci r, mais vouche a deci r .A miña chalana levó una meu hi rmán pra Combarro . Fac ialle
falta,levouna y nada mais . Non parece s i non que un non ten
o aquel de prestr ar a sua chalana a un hirmán .
— Caláa a boca, Cachadas , hom . Non che poñas alborotado .
— Pois non me tires d 'o xen io . Eso e . E s i non tes chalana para
ir a bordo, que cha poñan os amos; que pra iso son amos .— Non che sulfuriques
,hom . A min danme chalana os amos
y todo o que perciso . Mais agora non se trata d 'i so .
—¿Pois de qué se trata?
— Pois se trata de qu 'a tua chal ana non 'a levou teu hirrnanpra—¡As i Dios me salve qu
'a levou meu hirmán !— Mira ben o que talas , que Dios non che salva s i m intes .
— Enton será o que ti queiras .
— N on ,iso non . S erá o que é . O qu 'a xente fala . 0 qu
'
está co
rrido y sabe todo mundo .
— Deixa a xeu te fal ar.— Enton
,bueno . Deixaremos a xente fal ar. Mais non d ijas qu
'achalana levouna teu hirmán .
— ¡ X a fede ese dito ! ¿Enton , qué hay?— Pois que entronte a noite , p resentaronche tres señoritos
'
debimba e jabán y preguntaronche s i querías vender a chal ana, e
— 65
tí d iseche que s i; y eles pid ironch'o precio; e t i non supeches qué
contestar; y enton , eles meteronche n'a man dos papeles d 'a vinte
pesos cada un y embarcaron n 'a chalana con uns envol torios quetraían y bogaron pra fora; y que n inguen sabe nada d
'e les , n i
adónde foron,n i que f ixeron; y qu
'ánda o cónsul inj lés indajando
quen lies vendeu a chal ana a os— ¿Sabes , Peri cuto , o que che dij o?— repl icó Cachadas rascan
dose l a cabeza y no sab iendo por dónde escapar.— ¿Qué?— Pois qu 'a chalana levouna meu h irmán y qu'a estas horas
xa estará fe i ta tacos pra lume . D illóo as í o cónsul inj lés . ¡Ah !
¡ ¡Y mamor ias o cónsul ! !No cab ía duda . La chal ana se hab í a vendido al oro de los Im
perios Centrales . As i como tierras adentro no hay enemigo pequeño, de igual manera , cualquier enemigo , mares adentro , era con
siderable por poco porte que tuviese .
Las naciones bel igerantes ampl iaban diariamente l a re l ación delas mercancías que eran consideradas <<contrabando de guerra» .
En buena lógica, deb ieron y pudieron omiti r tan minuciosa clas i
f i cación . Todo producto natural o fabri cado que podamos imaginar
,merecer ía , en defin it iva , l a cal if icación de contrabando , po r
ser de uti l idad directa o i ndi recta, inmediata o remota , para cualquier puebl o en guerra . El Derecho Internacional
,tan arb itrari o
unas veces,en ocas iones tan absurdo , cuenta entre sus ficc iones
más ineficaces l a que se refiere a esta materia . Los pianos de manubr io , por ej emplo , son también contrabando de guerra . En efecto; dotando de e l los a l as dife rentes unidades de combate , hac iéndolos funcionar en momento oportuno
,reaniman e l esp íritu de las
tropas y éstas adquieren , gracias al mágico poder de sus tocatas ,más o menos castizas , mayor acometiv idad en la pe lea . En e l mismo caso se hallan l as gaitas gal lega y asturi ana
, tengan o no el
forro de terciopelo; l a dulzaina valenciana, e l gu itarr ico baturro,l a guitarra andaluza y todos los demás instrumentos que producen las melod ías dul ces , pl añ ideras o bravas de nuestro ri co arsenal de cantos regionales . Pen
_
sad,igualmente
,en cual qu ier pro
ducto de la activ idad humana y veréis cómo es fáci l hal larle unempleo para satisfacer las neces idades más o menos apremiantesde un ej ército en operaciones . Esta observación no ha nacido es
pontáneamente en nosotros . No . Nos la ha sugerido l a l ectura delas arb itrarias re laciones de productos de toda cl ase que los paísesen guerra publ icaban .
Cuan do Luciano leyó aquel las re laciones que comprend ían tam
— 66
bién mercancias,frutos y efectos que é l hab ía transportado con
su buque a Francia , y que se hal laban inclu ídas en los con tratosde fletamento que aun ten ía por cumpl i r
,escribió a Arnao
,des
pués de consultar e l caso con Foronda,para no t ificarle que se
negaba desde aque l momento a ej e rcer un comercio que é l cons ideraba a todas luces inmoral
, por referi rse a mercancí as que eranun riesgo para e l barco , para la tripulación y para su honradez .
Arnao acal ló de momento sus escrúpulos remiti éndole para aquel l a serie de v iaj es un permiso canci l l eresco de expo rtación queinmun izaba al buque
,al cargamento
,a los tripul antes y a su pro
pio honor profes ional de los rigores de las leyes fiscales que España hab ia aunque no de l as contundentes caricias delos torpedos alemanes . Esto apaciguó la incipiente indignación deun Capitán mercante como Luciano
,a quien le halagaban las enor
mes ganancias que producía e l tráfico ci rcunstancial de aquel losaños de guerra
,pero que no l as quer ía a costa de riesgos y de res
ponsabi lidades i nminentes , que estaba ob l igado a preveni r porrazón de su cargo . Con aquel los permisos de exportación , el problema se reducía a los l imites del ri esgo material de un torpedeamiento
,y como no era cobarde
,arrostró éste con e l acicate de to
mar parte en un j uego pel igroso .
Foronda se hal laba a bordo,sat isfech ís imo, s iendo espectador
de l os grandes secretos que el mar y l a navegación revelaban enaquel los dias en que e l odio secu lar de dos grandes pueb los salpicaba de sangre y de rencores los continentes más remotos y losocéanos más distan tes . Para poder continuar a bordo en aquel lascircunstancias hubo de en rolarse como modesto tripul ante . Laguerra, en su aspecto marít imo mercanti l , no l e interesaba másque como un episodio pel igroso
,en el que a veces los buques con
ductores de mercancías,aunque fuesen de país neutral (neutral i
dad muy desvirtuada,porque no lo es l a potencia que proporciona
elementos de ofensa o de defensa a uno de los combatientes) , eransometidos al mismo procedimiento destructor que cualquier unidad de combate de país bel igerante . Este aspecto de la guerra ,aunque de cierta sugestión para un espiri tu in terrogante como e l
de Foronda,era lo de menos . El continuaba a bordo perseverando
en el estudio concienzudo de la vida del marinero , de sus mediosde defensa contra e l trato inj usto del patrón
,de sus necesidades ,
de su prob lema,en suma . El momento era propicio para el estu
d io . Las ganancias eran enormes; e l t rabaj o , rudo y l leno de riesgos como nunca . ¿Corresponderia este estado de cosas el tratoque mereciera de l os armadores el hombre de mar? Asombrabanen Madrid las crónicas que Foronda enviaba a su periódico , l lenasde observaciones vividas
,de real i dades palp i tante s, de clamores
ces ivamente progresista para someterse al capri cho de un jefe o a
l as conclusiones de un programa . Ni su propia j efatura reconoc ía.
pues a veces,en val iente contradicción consigo mismo
,rect ifi caba
por l a tarde conceptos que ten ía por indubitables a l a mañana .
No demostraba esto inseguridad en sus j u icios n i indecis ión ensus reso luciones; culpa era exclus ivamente de la misma Vida , quenos ofrece , con só lo algunos minutos de inte rvalo , los espectáculosmás opues tos . Además
, ¿es que , por ventura , encierran la suprema fel ic i dad humana ninguna de las normas pol í t icas
,j urídi ca s
o sociales de los dist intos s i stemas organizados ? En n inguna é s
cue la cre ía . Cualqu iera de e l las, por e l mero hecho de serlo , pre
sen taba deformidades,era incompleta e i nefi caz.
S i la ley es la norma j urídi ca que debe darse al pueb lo paraque pueda desenvolver s u vida de relación dentro del derecho
,
toda ley que a fuerza de querer s er de apl i cación genera l apris ione entre sus aristas incis ivas e l acto j urídico
,dej ará al ind ividuo
fuera de las normas estab leci das . La ley se hizo para el hombre ,a él se le ofrece
,pero por no adaptarse a la real idad se le dej a
fuera de el la , cuando su única razón de existi r , descansa en suuti l idad . Pues s i este es
,en defin it iva
,e l espectáculo que ofrece e l
legis lador más previsor y comprens ivo , d ejad le a él que ej erzaese verdadero y eficaz poder complementario que cons iste en en
ju ic iar l a comis ión de toda inj ust icia , s in más final idad que velar
por los fueros de la fel i cidad humana .
Las crón icas suces ivas que Foronda hab ía enviado al periódi cose referían al prob lema social de l obrero del mar en toda su extens ión . Según Foronda
,todo hombre de mar aporta al trabaj o su
doble personal idad de obrero y de navegante,y , por cons iguiente ,
los encargados de reglamentar e l trabaj o a bordo de los buqueshan de tener en cuenta que debe descontarse l a catástrofe delnaufragio
,que se presentará con l a sorpresa de todo lo aleatori o .
No basta e l seguro mezquino que la Casa armadora contrata con
l as Compañ ías aseguradoras,aj ustando previamente las vidas hu
manas como s i fuesen una mercancía,igual y a veces infer i or,
por el importe de la prima , a otra cualquiera . Precisa una revis iónde salarios que tenga por base l a remuneración proporcionada al
trabaj o intens ivo que a bordo de los buques se real iza , y se impone e l estudio de otras mej oras que e l marinero reclama: reti ros ,rev is ión y reconocimiento de los buques y sus máquinas , inspección de los efectos sani tarios y de seguridad personal que imponenlas Ordenanzas y Reglamentos . A este tenor se desarro l laba el
tema de todos los art iculos,fundamentando todas sus adverten
cias , observaciones y requerimientos , en l o que el cron ista hab iavisto y expe riment ado por su propia e inmediata invest igación,
El habla presenci ado casos de incumpl imiento de preceptos reg lamentarios que hab i an ocasionado la explos ión de una caldera y“
como consecuencia,dos o tres hombres heridos de gravedad . La
mayoria de los buques mercantes no l levaban a bordo n i e l másmodesto estuche quirúrgico de urgencia, n i s iquiera el número desalvavidas proporcionado al de tripulantes; n i l as máquin as estaban en e l estado de aj uste conven iente , n i las calderas daban e lrendimiento úti l necesario . Y esto originaba un mayor riesgo parael navegante y una mayor penal idad para e l ob rero de l buque .
Hab í a o ído la respuesta que dió un armador al requer imiento deun Comandante de puerto : ((Las máquinas las repararé cuandovue lva e l buque de hacer este viaj e , por l a cuenta que me tiene ,y si ocurre un accidente , e l seguro pagará .» Por lo v isto
,para
aquel desalmado armador, e l mej or chaleco salvavidas que haera la pól iza del contrato de seguro . No hay para qué con
tar e l j úb i lo que se apoderó de l a dotación del Ti tán por l a campaña que a favor de toda la clase marinera hacía Foronda; aunque ,s i hemos de ser j ustos
,debemos reconocer que no eran los buques
de Arnao en los que peor trato hal laba el marinero . Pronto empezóForonda a recib i r mensaj es de grat itud
,indiv iduales y co lectivos
,
alentándole a continuar l a campaña emprendida . Muchas sociedades de maquini stas navales y gran número de s indicatos demareantes le nombraron su socio de honor , consignando e l nombramiento en ampl ios pergaminos , redactados con fe rvorosa grat itudy cuyas grecas marginales ostentaban como motivo ornamentalefectos y atributos de la Navegación .
Paco Foronda,no obstante su s éxitos periodíst i cos— tamb ién
el Directo r de l per iódico le fel ic itó por e l t riunfo que hab í a obte
n i do la campaña sent í a cierta intranqu i l idad de conciencia que
p roven ía de l a franca amistad que ten ía con Andrés Arnao y del a espl éndida hosp ital idad que le hab ía ofrec ido e l buque del joven armador . No pudiendo soportar por más t iempo aquel escrú
pu l o, que le ten ia inqu ieto, es crib ió a Arnao lo s igu iente
v isto que no s irvo para ser mero espectador»de la vida . Me he metido de rondón en este para m i»prodigioso buque , que es l a pro longación del hogar de»un amigo
,donde recibo un trato desproporcionado a l a
»grat i tud más profunda,y mire usted por dónde , y cas i
»sin proponérmelo, emprendo una campaña period íst i ca»que mi p luma indiscip l inada e i ncivi l no ha querido» evi tar.»Tal vez haya influ ido en mi inculto proceder e l con
»vencimiento de que no son los mar ineros de los buques
70
»de su Casa los que están peor tratados; pero, de cual»qu ier manera, confieso , cuando menos , mi del i to de» inoportuni dad , con las agravantes de abuso de con
»f ianza y al lanamiento de morada . Perdón,amigo Ar
»nao; soy e l hombre de las paradoj as . ¡Ar ró jeme us ted»de su barco , por la borda , por infie l a su amistad;»pero reconozca en m i, como descargo de mis cu lpas ,se l des interés y la leg it imidad de mi s propós itos
Foronda se retrataba de cuerpo entero y con toda su alma enlos párrafos de su carta . Le asqueaba de tal manera l a inj usticia
,
l e conmovía de tal manera la desgracia,que en el s eno de su pro
p ia fami l i a d ió ej emplos de seca recti tud,negándose a mos trarse
parte en un pleito que sus hermanos pretendían sostener contraun pariente pobre persegu ido sañudamente por l a desgracia . Muchos decían que era un l oco , otr os le t i ldaban de pródigo
,al u
di endo a l a generos idad de sus proced imientos,y aquel los otros
que s e quedaban desconcertados al presenci ar l as gen i al idades desu carácter
,decian consternados
— A Paco Foronda hay que ¡ o matarle !De este mi smo parecer deb í a ser Arnao, puesto que a los pocos
d ías contestó a l a carta de Foronda en los s i guientes términos :
a…Nada t iene usted que reprocharse,i lustre y que
» r ido Foronda, por haber emprendido esa campaña de
»protección haci a e l proletari ado del mar . No destruya»usted mismo con sus pueri les escrúpulos e l encanto que»experimenta esta casa al tener l a gloria de albergarsen uno de sus buques a tan alta mental i dad . ¡Profi era»usted en buena hora , desde la cubierta de una de nues»tras un idades flotantes , mezqu ino pedestal para tan»alto entendimien to , esos gr itos b ienhechores de reden»c ión y de mej ora . Aún le debemos la merced que nos
»hace j uzgando con benevolenci a nuestro proceder con
» los marinos de nuestra flota .
»El mej or homenaj e que podemos ofrecer a usted, or
»gul l o leg ít imo de nuestras glor ias patr ias , es poner su»nombre prestig ioso , s i usted nos lo cons iente , al buque»que estamos construyendo . En este buque in i ciaremos,»aunque a el lo no nos obl igue nuestra legislación defi»ciente
,l a seri e completa de mej oras que usted recl ama
»para la gente
Un capitán poeta .
Luciano no se curaba de su mal . A lgo le d istraían las peripeci asde la navegación y l a atención que ten ía que prestar al barco ya sus negocios
,s i quería quedar ai rosamente en l a empresa, dados
los t iempos difíc i l es que corrían , en los que se hab ía aumentadoel r iesgo en la misma proporción que las uti l i dades . Alguna vezla voz apremiante de l v igía denunciando algún pel igro inminentedurante la navegación , que le obl igaba a él a ordenar una ráp idaman iobra o a pedir toda máqu ina, l e sacaba del cerebro aquel lai dea fi j a, que amenazaba en loquecerle.
No; esto que Luciano sen tía j amás lo hab ía experimentado .
A Carmita nunca la hab ía querido . Ahora lo veia bien claro . Quisoen e l l a a la novia
,como t ipo representat ivo; por grati tud , por
haberle preferido; por van idad , porque tuvo que d isputárse la amuchos; por majeza, dada l a índole moral de Carmita; porqueser novio suyo era un títu lo más de Pero quererlacomo ahora quería a es ta otra
,con todos los anhelos de su alma
,
todas l as exqu is iteces de su e5p ír itu y todas las asp iraciones desu vida , no; as í , como ahora quería, no hab ía querido a nadie .
¿De qué medios d ignos y elevados se valdria él para al imentaresta pas ión s in romper e l encanto de l secreto
,que era e l goce
espi ri tual más subl ime de este amor que se hab ía agarrado a sualma tan fuertemente que promet ía , por su ín tima adhes ión , mori r con él? Porque en eso no ten ía razón Paco Foronda . El no l ediría nunca a Andrea que la
'
quería . El amor ego ísta,i nfame y
suicida es e l que se reve la . Este amor ideal,puro
,elevad ís imo
que él sentía por Andrea; este amor i lógico , impos ib le , quiméri co;éste no saldría de l pecho que le dió vida . All i n ació
,al l í v ivir í a
y al l í morirí a s in causar más daño que la tortura parr ic ida quea Luciano le causaba .
Además,no neces i taba Luciano recurri r al p roced imiento ego ísta
de exteriorizar aquel sent imiento pu r is imo para pretender la sa ti sfacción de sus i deales . Recordemos que su au torreve lación l e hab ía causado un gran do lor. ¿Qué derecho ten ia é l a inqu ietar lav ida de otros seres? Ya que no pudo evi tar que en su pecho naciese aquel la pas ión , por lo menos ev itaría que produj ese másvíctimas que su prop ia desdi cha.
_ 72 _
F i e l a su cons igna , pronto l ogró un gran consuelo para su dolor.Advi rt ió con ín tima satisfacción que la imagen de aquel la muj erquerida inundaba su alma con un resplandor v ivis imo que leproporc ionaba una dicha inefab le . Una noche
,tendido en su l i te
ra,atenazado por e l insomnio desesperante , l a vió . S i antes la
l l evaba dentro de su pecho , ahora la ten ia grabada en e l ce rebrocomo la imagen inde leb le de lo ino lvi dable . Ya era suya An drea .
¿Por qué no? ¿No está sens ib i l izado e l cerebro para recoger lasimágenes de cuantos seres ante él se presentan? ¿No la vió mi lveces? ¿Por qué su cerebro no podía dar en aquel instante de suvida
,reproduc iéndolas f ie lmente , e l mismo número de vibracio
nes que cuando contempló en éxtas is a Andrea? No ten ían mássó l ido n i más c ient ifi co fundamento las mil hipótes is que l as ciencias fis i cas han i deado para expl i car sus fenómenos . Ya habíacaptado su mente la imagen querida . Ya era suya . Después recurr ir ia a todas las fabulosas f icciones que l e sugi riese su mentepara conservar aquel la imagen
,para reproducirla cuantas veces
quis iera y para tributarle e l cu lto que se merecía . Seria un amorcerebral
,que tal vez le h ici ese más dichoso que todos los amores
que hasta entonces le hab ían dej ado to rturado,con una sed de
amor más rabiosa que cuando inúti lmente intentó ap lacar la .
Torturó su cerebro,ya que l e ofrendaba el consuelo de su re
cuerdo . Asoció su imagen al de su madre y su hermana , pararodearla del p restigi o de sus dos grandes amores
,y aun hizo algo
más . Prefi riendo por insensata afi ción la imagen de la pred i lecta,personal izo en e l la todos sus amores
,y a ella i nvocaba cons iderán
dola en su representación un iversal . Y Andrea fué para él,desde
aquel momento,la muj er—madre
,la muj er-hermana
,l a muj er
y en el l a buscaba reposo y protección,amparo y con
suelo,amor y goces .
Se sen t ía elevado sobre e l n ivel moral de los demás mortales,
por haber dado albergue en su pecho a una pasión tan absoluta .
Tal vez no l e h iciese fe l i z este amor imposib le . ¿Pero eran dichosos l os demás hombres que buscan la fe l ic idad por procedimientosvu lgares ? Es e l amor un sentimiento de origen divino que al pásar a través del alma humana se desvirtúa . No son fel ices los demás hombres . Bien lo sab ia Luciano . Y l a raz ón es que todo lohumano l leva consigo e l estigma del error. Lo frecuente es quela v i da sentimental de la inmensa mayoría de las personas nosdé la sensación de algo imperfecto y gris
,como es e l medio am
biente de vulgaridad en que se desarro l la nuestra vida . Y cuandoalguna vez v ienen al mundo dos seres pe rfectos
,a quienes l a Vida
esa señora perversa que se complace en envenenar nuestra alma— no
ha deformado su perfección,y esos dos seres se encuentran
,se
precipi tan uno en los brazos del otro con una fuerza fatal e ineludib le . Se unen por instinto . Se hal lan entre mi les de seres y sese leccionan como lo hacen en las reacciones qu ímicas los e lementos de mayor afin idad . A veces sue len dar el espectáculo de matarse . Todos habéis leído l a tragedia que representaron en l a a !
coba de un hostal o en la escondida senda de un poéti co parque .
Esos dos seres se matan y vuelven a regiones ignoradas , de dondeno deb i eron veni r. S u dicha no pudo perdurar entre l a maldadde los demás hombres
,que nunca los comprendieron . Só lo viven
representando su trágico idi l i o , para recordarn os que pas iones taneminentes son impos ib les entre los hombres .Ante e l espectácu lo grandioso que dan los que se matan , con
renunciación grandiosa,que demuestra que el Amor vence a l a
Muerte,se ofrece el triste y do loroso contras te de los que no ma
tan por temor a la guardia civi l . Cualquier hogar, el que parezcamás dichoso
,ocu lta tras mentidas sonrisas su verdad . Y l a verdad
de la mayor parte_
de los hogares es que los —dos seres que los const ituyen han frustrado un i deal , aunque esta amargura no l es imp
_i da deci r que son relativamente fe l ices . Y en los hogares donde
no hay dos v íctimas , hay, por lo menos, una: l a vencida; y estecaso es aún más desconsolador por revelar que uno de los dos havencido a costa de la fel ic idad del otro . En es te caso uno de el loses relativamente fe l iz y el otro abso lutamente desdichado . La relat ividad de la dicha hay que dej arl a reducida a sus verdaderos l imites . Esa relat ivi dad es la ampl ia capa que cubre todas l as desd ichas
,todas las i lus i ones frustradas
,todos los anhel os fracasados ,
todas l as ans ias insaciadas . S i las casual idades de la v ida te revelan e l secreto de algún hogar e ins inúas una lamentación en atención al fracaso sentimental que la capa
,al caer
,dejó al descu
bierto,verás a los protagonistas
,afanosos
,ar roparse con toda la
prisa vergonzante de los que quie ren ocu ltar sus miserias a la invest igac ión aj ena, d iciéndotez— Vaya usted a otra part e a ver desdi chas . Nosotros somos muy fel ices .— ¡Menti ra !— gr itad les No
seá is h ipócritas . La triste real i dad , la fea vida os ha despertadode vuestro sueño color de rosa y ahora os movéis , durante vuestros largos insomnios
,buscando e l i deal que perdiste is . Fué en un
Carnaval de l a V i da donde encontraste a tu compañera; todo convidaba a sonreí r
,a gozar y a soñar. Pasó la noche
,que es pro
p icia para fomentar la i lus ión des enfrenada, y a la mañana s igu iente , frente a frent e l as facciones , arroj ada a un rincón la
careta de cartón deformada y desteñ ida,cesó l a risa
, enmudeció
l a voz y cada uno dij o : no era éste;me confundi , no era ésta . Peroentra la refl exi ón de que debe intentarse e l remedio de lo irremed i ab le, sale de vez en cuando a re lucir aquel mal trecho an t ifaz
que ambos guardaron pensando en la leve eficacia de la mutuamentira piadosa; se lo co locan un momento , rien como en Camaval
,representan la pantomima de su pas ión
,reproducen el s imu
lacro de aquel la lej ana noche de amor y se dicen , coaccionadospor e l temor a l a triste verdad: —
¡Qué fel ices somos ! ¡Menti ra!
¡Menti ra ! Da l a vida su fruto , vienen los hij os , se ve e l hombrereproducido en el los con todas sus perfecciones y defectos
,cifran
los padres en sus brotes i dént i ca esperanza de fel i cidad; l loranconmovidos cu ando entregan los hij os al amor
,creyendo que hoy
van éstos a encon trar l a dicha que ayer no hal l aron el los,y gimen
de fel ici dad,dando por b ien empleada su pretérita desdicha
, excla
mando por e l b ien que creen haber originado :—¡Ahora s i que somos fel ices ! ¡Verdad ! ¡Verdad ! Es el ún ico
momento que lo son y el solo instante en que inspiran respetolos seres fracasados y cobardes que no tuvieron e l gesto de re
beldia oportuno para redimirse de l oprobio . Es este el momentoen que contemplan el prop io fracaso sentimental con la esperanz ade que su sacrifi cio engendre l a di cha de los que han de continuar la vida . Ha sido una gestación dolorosa, pero , ¡bendito errorel nuestro que tan buen fruto dió ! Serena paz la de l as almasque originaron con su propio dolor l a fe l i cidad de los hij os .Só lo se zafan de la desdicha los que toman el amor como medio
y no como fin,y estos infel i ces bastante tendrán con el remordi
miento que sentirán algunas veces por haber comet i do tamañosacri legio . Estos s i que son fe l ices de verdad . ¡Hasta la palabrejacamor» les parece rid ícu la ! Só lo l a conocen por haberl a hal ladoescri ta en las novelas
,en l as poes ías y o ído en e l teatro algunas
veces a mor» . ¡Vamos, hombre ! S e hub iesen puesto co lorados s ituvi eran que pronunciar o escribi r la di cción . ¿Qué es eso de amor?Cosa de locos . Las personas seri as y como Dios manda no hacenmás que y nada más . Y para el lo s querer era buscaruna buena moza con di nero con l a que s e casarán por l aso por l as malas . Porque— ahora s i que ven í a bi en eso car iñolo disculpa todo» . Y después de casados
,pues quererse era tra
baj ar un poco,(para que no digan»
,y hacer buen casado , lo
cual se demuestra acompañando a l a señora a misa de docelos domingos y f iestas de guardar y no emborracharse y no sa
l i r de noche y procurar hacer las cosas bi en para no dar escán
Estos son absol utamente fel i ces mi entras dura e l pecul iodotal
,y éstas lo son só lo muy re lativamente cuan do , arroj ada al
susodicho rincón l a precip itada careta,advierten la primera trai
cionc i lla.
Tambi én son fel i ces los refractar ios al amor, como los l adr i l losde aque l la cl as e al cal or, y que, por consiguiente, no experimentan
de e l l a; tal era lo d istante que e l infe l i z se ha l laba de tal mujer .
Se confesaba s inceramente infin itamente inferio r a el la . Solía d e
c i rse: — ¿Qué hubiera conseguido yo hal lando a es ta mujer soltera? Nada . Porque no hubiera podido quererme nunca . No se
hub iera fi j ado en m i , y s i yo , res ignado con mi ins ign if ican ci a ,me hubiese interpuesto en su camino
,me hubiera apartado a un
l ado como se separa un obstáculo que se opone a nues tra marcha ,y seguiría s in dignarse mirarme s iquiera . Y cuando discurría sobrees to , acababa por entristecerse y por indignarse contra su propiocoraz ón , que hab ía dado vida a una pas ión tan ¡ lóg ica . Es muyfrecuente que se desp ierte entre los hombres el odio , un odio irracional
,haci a esas muj eres definit ivas que son su ideal
,como An
drea era e l de Luciano; y as í éste , después de l a primera imp f es ión dolorosa a que antes nos hemos refer ido , s intió odio haciaaquel la muj er. Tuvo entonces que recurri r al procedimiento de esqu ivar los encuentros
,evi tar los diá logos y ponerse a cub i erto
de sus inocentes mi radas . ¡ i núti l sacrifi c io ! ¡Qué sab ía e ll a de susdolores , n i qué le interesarían aunque los conociera ! Recordó losconsej os de Foronda . Só lo en la propi a con templación de su almapodria él hal lar consuelo para su desdicha . Sería el escultor de sualma
,e l art ífi ce perseverante que i rí a model ando d ía tras dí a e l
ci e lo de su vi da . Seria f i lósofo y poeta a un t iempo mismo . Fi ló
sofo , para l imi tar e l horizonte de sus anhelos; poeta, para crearun mundo de bel l eza que l e compensase de todas las tristezasque l e acarrearia su i nsensata pasión . Y esto podrí a consegui rlo .
Luciano era poeta . Nunca había escri to versos , pero n o hace faltadarle proporciones s imétri cas a la expres ión del pensamiento paramerecer ese nombre . Prueba de el lo es que mi les de hombres hanescrito versos y só lo unos cuantos priv i l egi ados merecieron lla
marse así . No es poeta e l malabarista de l l enguaj e que j u ega con
los vocab los,co locándo los en determinados puntos del discurso ,
como el excéntrico logra dej ar caer en l ugares f ij os los gorros olos aros , los platos o l as pelo tas . Só lo es poeta el que concibe losmás puros ideales
,aunque su mutismo los dej e inéditos . S ería
Luciano un poeta s in públ ico que se d ed icaría a educar su sentimiento para buscar por procedimientos ideal istas la satisfacciónde sus anhelos espi rituales
,aunque e l medio en que se desenvo l
viese su vida fuese host i l a su pasión y las circunstan cias l e fuesenadversas . Todo antes q ue renunciar a su ideal . Cada día nacennuevas pasiones con modal idades diferentes y los seres que lasexperimentan recurren para sat isfacerlas a extremos de fi ccióninconceb ib les .Nada sab í a Luciano de Andrea . La s cartas que Andrés le es.
críbía só lo se referían al negoc io . En nada pod ía el i nfeliz basa;
el consue l o más pequeño para tanto mart iri o . Só lo una cosa leconfortaba un poco . El convencimiento que ten í a de que s i el laconociese l a to rtura de su vida
,l a verdad de su pasión y los hon
rados propós itos de su esp íritu , disculparí a su amor y hasta l legaría a comprenderle . ¡Qué preces tan conmove doras l e d i rig ía, quédicterios tan humi ldes y apas ionados le dedicaba
,qué lamentos
tan desgarradores,que eran a un tiempo mismo expres ión de su
desesperanza y al ivio de su do lor !… S i algún día l e hab l ase de suamor, l e contaría e l calvario padecido , y el la, amorosa, comprens iva y caritat iva
,le compadecerí a con toda su alma y le resar
ciria con creces queriéndo le mucho… ¡Dios m io ! ¿Podrí a ser posib le esto alguna vez?
Haciendo patria y atando lazos.
Foronda hab ía ya dado la vuelta completa al l i toral de Españay hab ía hecho varios vi aj es a las costas at lántica y mediterráneade Francia y a las del Adriát ico . Empezaba a senti rse fatigadocon l a monótona repetición del mismo espectácu lo y de i dénticosriesgos . Además
,hab ía estudiado sufi ci entemente e l prob lema obre
ro que le interesaba y que t antos éxitos l e hab ia val ido . Rendi ríaviaj e en Bi lbao
,donde lo reclamaban las diferentes asoci aciones
de maquinistas,pi lotos y federaciones mari neras para ofrecerle
un homenaj e de gratitud . Pocas veces un hombre de la e levaciónmental de Foronda se hab i a preocupado de ponerse en contac tocon un sector tan vital de l a activi dad nacional . No es frecuenteque los novel istas y los autores dramáti cos , aunque traten estosprob lemas en sus creaciones
,se er ijan en sus paladines para de
fender activamente sus respect ivos puntos de v ista . S e l imitan aadopt
'
arlos como tema l iterario y se conforman con referi rselos
al púb l i co desde la escena 0 desde e l l ibro . Foronda hab ia intentado y logrado algo más . Estudiar e l prob lema con toda su extensión en ambos aspectos
,social y j urídico
,proponiendo so luci on es
práct icas , que eran una reparación adecuada a tanta inj usticia.El Rey , al observar e l gran movimiento de opin ión que la cam
paña de Foronda hab ía producido,l e escrib ió una carta alen tán
dole en forma d iscret ís ima,rogándole que fuese a verle cuando
regresara a Madrid; se mostraba partidario de la creación de normas j urídicas que reglamentasen toda man ifestac ión del trabaj o,
— 78
y le fel icitó por haber propuesto soluciones al prob lema del obrerodel mar. Era el primero en desear que se tradujeran tan fel i cesproyectos en disposiciones legislat ivas .
Esta benévola y democrática acti tud del soberano dió l a pauta,
y una vez conocida y divulgada , fueron muchas l as Asociacionesde navieros que not if icaron a Foronda su conform i dad con e l é sp iri tu de las reformas que reclamaba .
La Gran Guerra hab ia hecho necesario el empleo de toda nuestra flota mercante en un tráfico
,l egal a veces
,a ratos clandestino;
pero aparte l a legitimidad del comercio que las ci rcunstancias impon ían
,es lo cierto que la real idad vino a poner en actividad todo
nuestro tonelaj e,del cual las dos terceras partes estaba amarrado
en nuestros puertos antes de la guerra . No se l imitó Foronda aestudiar l a reglamentación del t rabaj o a bordo . Terminada la
gu erra , quiso también contribui r al estudio del p rob lema que aEspaña se le p resentaba por no haber sabido sus órganos di rectores encauzar l a navegación , convi rtiendo en estables y defin itivas algunas de las rutas ci rcunstanciales de los t iempos anormales . El pel igro inmediato cons ist í a en que habiendo d esaparecido un gigantesco consumidor que se tragaba cientos de miles detoneladas de provis iones de boca y de guerra
,y restab lec idas las
antiguas l íneas extranj eras de navegación , quedaría nuestra flota,otra vez
,relegada a desempeñar el papel secundario que antes
de la guerra ten ía . Qued aríase reducida al comerci o de cabotaj einterio r que nuestras protectoras leyes fiscales l e aseguraban
,a
un mezquino tráfico de gran cabotaj e,apenas representado por
l a sexta parte del real izado con bandera extranj era y a una navegación de al tura l i l i puti ense que n o s ignif icaba n i s iquiera lavigés ima parte de la real i zada con buques extraños . Sobre e l temahizo Foronda una extensa campaña en los periódicos
,propon iendo
soluciones práct icas . Creía él que l a mejor manera de estrechar
lazos con las naciones americanas era procediendo a una revis iónseria y reflexiva de los Tratados de Comercio que tenemos con
ell as,l legando a estipul ar verdaderos contratos en los que se su
pr im ir ia l a arcai ca cláusul a de m ación más favorecida» , por resultar en la mayoria de los casos ineficaz y a veces contraproducen te
,
y en los que se reseñarían , minuciosamente catal ogadas , l as mercancías que España cederí a , reservándole su producción total oparcial
,a camb io de las que cada una de aquel las naciones le pro
porcionar ía como a un cl ien te privi legiado . Quiso Foronda contribui r al estudio de este arduo prob l ema
,ya que se hab i a asomado
a l a v ida mercanti l en momentos tan interesantes . No quiso l imitarse a cons iderar solamente el problema del trabaj o del hombreen los buques mercantes .
Creía Foronda que después de sati sfacer l as exigencias de Francia e Ingl aterra , que nos ob l igaban al camb i o de determinadosproductos por mutua conveniencia , era en las naciones americanas en quienes deb í amos pensar para fomentar nuestras complementarías corrientes mercanti les . Hasta ahora hab ían i do a América los profesores
,que
,apl i cando sus ciencias especulativas al
prob l ema american ista,só lo hab ían sacado l a consecuencia con
sabida de que deb íamos estrechar los lazos de que antes hab labamos; algunos poetas , que no hab í an estudi ado otro probl ema económico que e l propio de cada vate; bastantes p intores , que nohicieron otra cosa que vender sus cuadros , s i pudieron , y muchoscómicos
,que só l o se arriesgaron al espoleo del codi ciado plata] .
De todos estos emisarios de los d is tintos aspectos de l a vida científica y artística de España, só l o los primeros pudieron y deb i e
'
ron contribui r a l a so lución del prob lema, que aún no ha sab idoresolver n i e l ((D ía de l a Raza» , n i l a ((Casa de América» , n i lospretendidos americanistas . De estos ú lt imos só l o podemos decirque entraron en América al rebusco de conferencias espléndidamente pagadas y de co laboraciones vital icias en perió dicos y re
vistas,pero que América no entró en el los más que en el con
cepto de retribución de su labo r estér i l . Profesor español hay quesólo a América debe su prest igio de sabio Ford , pongamos porreputación al alcance de todos los caudales inte lectual es . Peronadie puede agradecerles una intervención eficaz en la vida derelación de España con las naciones americanas fi l i al es .Nadie pareci a comprender el problema en su aspecto práctico .
S e precisaban hombres que persigu ieran l a especul ación , pero laque t iene un s ign ificado uti l i tario , desconocido para los sab ios cated ráticos , que sól o fueron a pronunciar discursos de extens ión univers itar ia . S i el Gob i erno no quería enviar verdaderos embaj adoresde Su Maj estad Mercante , era, por lo menos , necesario que e l Cónsul españo l dej ase de ser un funcionari o sedentario que ej ercitapacientemente sus funciones detrás de su mesa de trabaj o
,real i
zando las operaciones rutinarias del trámite , para converti rse enun activ is imo Agente comercial que buscase mercados para nues»
tros productos , que nos proporcionase art ículos para nuestro consumo y primeras materias para nuestras fábricas
,y que faci l i tase
a las Cámaras de Comercio e Industria todos los datos y referen
cias que le pidiesen sobre cualqu ier aspecto de l a vi da económica,
social , fabri l y financiera del país donde ej erzan sus funciones .
S e hacia necesario que ese funcionario atisbase l a importaciónque hiciesen otras naciones de productos s imi lares a los nuestros
,
que estudiase los gustos de l país , su capacidad consumidora, supotencia productora
Dejemos de estrechar lazos en ese sentido platóni co e
que nadie ha logrado entender; cerquemos cada país ameri canocon los b razos fraternal es de un pueblo ansioso de conquistarhonradamente una pos ición económica , y cesen los discursos , enmudez can los sab i os catedráticos y terminen los Queel Comercio no t i ene entrañas , n i reconoce parientes , ni es sens ib le a los latigui l l os , n i se conmueve con banderitas . Eso está bienpara una conferencia de Ateneo , para inaugurar o clausurar un
curso de extens ión académica , descubri r una láp i da o en tregarun estandarte; pero no es propio n i eficaz para ofrece r una mercanc ía . Para esto basta una muestra y un precio y n i la ca l idaddel producto la mej oran los discursos
,ni su precio se compensa
con abrazos más o menos efus ivos . Ni e l consumidor se acuerdacuando uti l i za l a mercancía de la hegemon ía de la raza n i de imi n trépidos exploradores castel lanos
,ni de la espi ri tual idad que
supone el recuerdo de nuestro pabel lón . El si stema sentimen talpodría se rvi r, en todo cas o , para predisponer favorablemente e l
ánimo ante la resol uc ión de l Pero la ley perpe tua e
inmutab l e del mercado se cumpl irá fatalmente , pese a todos losl azos , l azadas y lac itos que nuestros in te lectual es y sab ios cata
d rátícos l e quieran poner al monumento de la Raza . Creed lo,cuanto peor sea nuestro art ícul o fabri cado y mayor sea su pre
cio , peor estará con lazos apretados .Por otra parte , e l intercambio de product os es un aspecto tan
l ib re de la v ida internacional,que s i se le sujeta
,l imita o coarta,
aunque sea con lazos de raso de colores,no se desarro l l arí a ancha
ni ampl iamente como lo requiere su natural tendencia expans iva.
Y buena prueba de la ficc ión que supone e l s is tema precon izadohasta hoy y del fracas o de su práctica , se demue stra recordandoque a la vuelta de Chi le de una misión española presidida por unI nfante y de la que formaban parte estadistas i l ustres y mil i taresprest igiosos
,aque l la nación emprende una pol í ti ca arance laria
agres iva para nuestros intereses comerciales , gravando con derechos de importación
,prohib i t ivos por lo exorbi tantes , una se rie
de productos españoles . Y esto ocurr ía cuando aún repe tían el
eco de las aclamaciones de b ienven ida y de parab i én la di latadacordi l l era de los Andes y cuando aún duraba en la ret ina de loschi lenos más impres ionabl es y entrañables la imagen coloreadadel pabel lón español que tremolaba so bre la proa del España .
Cualquiera quedaria desconcertado y perplej o al reco rdar las vibrantes aclamaciones de que fue obj eto e l I nfante español y lasefusivas frases con que un preclaro estadista, periodista de abo
lengo,subrayó aquel amor materno que recordó grandezas prete.
ritas los nietos de aque l los i ntrépidos descubridores del Nuevo
— 81
Continente . ¿Fué sueño lo ocurri do? ¿Fué qu imera? Pero , ¿en quéquedamos? ¿Qué se hizo de l
“amor a España? ¿Y de la comunidad de ideales
,qué se hizo? ¿De modo que ustedes, los enviadós
de España,todo candor
,i nocencia e ingenuidad , creyeron de
buena fe que Chi l e j amás se atreverí a a ensañarse contra España?Un cronista de aquel los días se l amentaba ((de que la acción d i
plomática español a no haya procurado dul cifi car l as cosas» . ¿Dulcificar? Digo del dul ce lo mismo que de los lac itos : con azúcarestá peor. ¿Pero qué culpa tiene l a Diplomaci a de que ocurranestas cosas? ¿Pero no acaba de i r una Misión extraordinaria, que
por e l hecho de l l evar a su frente Altos Procuradores de la Corona y del Gob i erno estaba especifi camente capaci tada para obtener de Chi le para España un régimen de comercio privi legi ado?Los comentaiºistas 'd el incidente propon í an reciprocidades arancelarias y
,en su consecuencia
,España gravaria l a importación del
sal i tre con un impuesto igual al que Chi le cob raba por exportarle .
Es deci r, que los procedimientos edul corantes y acogedores de lazúcar y del lazo
,amenaz aban trocarse por l os b i l i osos y venga
tivos de la y donde decíamos antes dulzu ra, l éaseahora acidez , y los l azos en cadenas se convi erten . ¡Buena Marcha
de Cád iz Tr asatla'
nti ca nos ha sal i do con la aproximación hispanoamericana ! No quer ía negar Foronda
,haciendo esta disección po
l í t i ca, que España abandonase l a leg ít ima esperanza de hal lar enAmérica un mercado seguro para sus compras y ventas , un públ ico adecuado para sus concepciones art íst i cas y un ente propic iode rel ación cul tural para sus inquietudes espi r ituales . No; lo únicoque deseaba demostrar
,para contribui r a rect ifi car estos errores ,
era la inuti l idad del procedimiento segui do hasta la fecha . Desdecualqu iera de los innumerab l es o rganismos oficial es que existense puede hacer infin itamente más que con todas l as d ip lomac iasy misiones ordinarias y extraordinarias que puedan imaginarse .
Y en todo caso,s i quiere hacerse una gestión di recta
,env íese
comerciantes o func ionarios especial izados . N o para que estrechen nada ni l e den a las cosas dist into sabor de l que deban tener,s ino para que muestren la real i dad tal cual es , exenta de adornosridículos y de afei tes desnaturalizan tes . Es l a v ida económica decada nación una función de ósmosis mercanti l en l a que se debeest imular a todo trance la corriente end osmó t ica para que superea la exosmó tica
,y el medio a través de l cual t iene e l fenómeno
lugar son los Tratados de comercio y de navegación,los Arance les ,
los
En Bilbao se despidieron Foronda y Luciano . ¡Hasta Madrid ! ,se dij eron , y hab ló más explícitamente que el los el prol ongadoabrazo que se dieron .
Luciano quedó atribulado . S e le iba el amigo cuando más neces itado se hal laba de él , cuando más intensas eran sus inquietudesy más vibrantes eran sus anhelos y mayores sus dudas .
Pres iento tri stezas y dolores,Foronda . ¿Por qué te vas ahora ,
que es cuando más voy a neces i tarte?— preguntó Luciano,apo
yando su cabeza contra aquel pecho amigo .
— De nada te servi rá mi presencia,Luciano . Aprende a res is ti r
los dolores morales como la triste práct ica enseña a los enfermosdel cuerpo a soportar los físi cos .— Soy cobarde para l a vida . No te vayas de mi lado .
— Aprende a resist i r e l dolor,te digo
,el evando e l alma sobre
todo cuanto te rodea,y un momento l legará en que tu propio
dolor dign if icará tu ser ante tu propio ser y l legarás a sentir elconsuelo de tus lágrimas y l legarás a ser un mistico del amorhumano .
— ¿Pero tanto consuela sufrir?— Ya lo verás . Llegarás a ofrendarle a Dios el sacrifi ci o de tu
dicha con la misma unción que el sacerdote comulga .
Central ización .
En Valencia encontró Luciano un telefonema de Andrés Arn aoque decía: “Entrega buque su nuevo Capitán Carlos Atienza . Sal
inmediatamente para ésta conferenciar conmigo . Arnao .» Y as í
lo hizo .
Hacía tres años que Luciano no tocaba en S evi l l a . En ningunaépoca de su vida hab ía trabaj ado tanto ni tan provechosamente .Cuando l legaba a un puerto en el que rendía viaj e y cre ía, porhaber terminado los compromisos de un contrato, que tendríaalgunos días de descanso
,que emplear ía en p intar e l buque, e l
telégrafo, con frases persuas ivas unas veces y otras conminato
rias , le interesaba que act iy ase cuanto pudiese las operaciones dedescarga
,dándol e órdenes concretas al propio ti empo para que
tomase flete de retorno .
Cuando conferenció en S evi l l a con Arnao,l e d ió éste l a gran
noticia . Ya no navegaria más . La Compañ ia l e neces itaba en uncargo de confianza que , a propuesta de Andrés , se hab ía creadopara él . Hacia much ís ima fal ta un Capitán-inspector que
,además
de acudir a los puertos cuando las necesidades lo requ iriesen , deberi a asesorar al Consej o de Administración en los asuntos técn icos . …Para el desempeño de esta nueva ob l igación tendría queresidi r l argas temporadas en Madrid . Ante la cara de so rp resaque puso Luciano al o ír l a nueva res idencia que le impondría suuevo cargo , Arnao le informó que _ hab ía propuesto l a creación
se una Subgerencia en Madrid , dond e cada d ia se considerabamás necesaria una oficina que
,cas i equidistante de los diversos
puertos del l i toral , reso lviera en cada caso concreto lo que deber íahacerse , dando las órdenes oportunas para el lo . Este nuevo s istema supon ía una economía de tiempo tan grande que compensaría con exceso los gastos de persona l y de material que la i nstal ación de la nueva oficina podría ocas ion ar.Luciano sonre ía, escépt ico, ante los esfuerzos que A rnao hac ia
para convencerl e de l a neces idad imperiosa de crear la ofi cina en
— 86
Madrid . Nunca hab í a cre ído en esta necesidad,que su amigo y
armador se esforzaba por encarecer. A Luciano le pareció queArnao pon ia tanta vehemenci a al defender el sistema más b i enpara j ust ifi carse ante l a propi a conciencia que para persuadi r aun subal terno , a quien ninguna clase de expl i caciones l e d eb ía .
No padec ía esta fieb re central ista Arnao solamente . Madrid ac
tuaba de complaciente Celestina de armadores,mineros y todo
l inaj e de hombres de negocios,que hab ían dado en la mañ a
de i r a di rimir sus contiendas mercanti les a la Capital de las Es
pañas .
No era este e l l ugar adecuado para la celeb ración del acto j uridico o mercanti l que cada uno deb ía venti l ar; pero s i e l más pro
p ic io para toda cl ase de expansiones del án imo . Con los negociosse j ustificaba decorosamente una breve ausencia del hogar. ¡Oh,los negocios !Las enormes ganancias que los negocios de la guerra produj eron
estimularon tanto el prurito de los viaj es que raro era e l comerciante que resolv ía sus asuntos desde su mesa de trabaj o . Madri d
,
"insufici ente para contener tan gran número de forasteros
,adqu i ría
una animación inus itada; y su alegre fisonomía de pueblo hosp italar io y s impático sonreía con explos iones de bul l i ciosa animación por todas partes . Y cuando el hombre de negocios l e tomógusto a Madrid
,ya no podia venderse p ieza de tela, n i lata de con
servas , n i botel l a de vino s in e l consab ido viaj ecito . Claro es quedeterminados negocios requerían l a v is ita
'
a Madrid (como la ob
tención de unos permisos de exportación especial es , restringidos ,condicionados y cas i canci l l erescos que dieron mucho j uego); perootros m i l
,asuntos no ten ían su solución en e l fomento de aque l
turismo centrípeto que tan en boga se hal laba,aunque los intere
sados en el engaño tratasen de j ustifi carlo con el empleo de aquel los lugares comunes que todos conocemos : “Para so lucionar algoes necesar io i r a Madrid .» “En Madrid se soluciona todo .» a¡ 0 h, lo
que no se consiga en aquel Madr id ! »
Gracias a este nuevo s istema, practicado , como antes dec íamos;
por cas i l a total i dad de los comerciantes , s e solucionaban negociosque nadie pensaba reso lver al l i
, por haber dado la casual idad deencontrarse los interesados en e l l i t igio o cuestión . Y de esta manera ocas ional s e acreditó e l i lógico e i rracional lugar de contratación
,pasando Madrid
,que era e l centro geométrico de la Pen
ínsula,a ser tamb ién su cen tro
'
mercan t i l. Los hombres lo quis leron y lo cons iguieron . Madrid fué e l gran mercado nacional de losfletes
,y a Madrid iba e l que quer ía comprar un buque sueco , y a
Madrid acudía e l que quería venderle a Francia una partida dealub ias , o de arroz , o 500 mulas o 400 cabal los .
87
Primero los comerciantes se hab i tuaron a ir con periodicidadcas i matemática
,que les ofrecí a lugar agradable , ocas ión fel iz y
motivo placentero de darle rápido empleo a una gran parte deaquel las p ing ii es ganancias que obtuvieron con los negocios de l aguerra . Después
,l a degustación de las del i cias de esta nueva vida ,
tan d istin ta “
de l a que cada uno hac ia al lá en su obscura provincia,les avivó e l deseo de converti r en continua esta satisfacción alternativa; y de esta ans iedad surgieron cientos de escri torios y des
pachos , que unas veces con e l carácter de Delegaciones , y otrascon e l de verdaderas Gerencias , se esparcieron por sus más opulentos inmuebles
,haciendo aún más difíci l de lo que antes era
,e l
problema de la hab itación para fines industriales . De acuerdo con
esta nueva tendencia central ista,se expl icaba Arnao
— Mira,Luciano . La Compañ ía va a montar en Madrid una
Subgerencia,y te neces itamos en e l la . Aparte de que la vida de
los barcos y de todo lo que se refiere a la navegación tiene enMadrid un centro de contratación impuesto por las circunstanci as ,nos convi ene tener una ofi cina para no hal lam os en s ituación desventaj osa con relación a otras Compañ ías que ya lo han hecho .
Nos interesa tanto por l a organización administrativa como pore l aspecto técn ico . En esa oficina central tendrás un cargo deconfianza
,de una gran responsabi l i dad , y habiéndote yo propuesto
para él,espero que cumpl irás como sabes hacerlo .
Luciano cal laba , as intiendo y agradeciendo con gestos expres i”
vos e l e logio que escuchaba de lab i os de l armador. Arnao cont inuó :— Tu misión en e l nuevo cargo cons ist i rá en i r a reconocer los
buques que la Compañ ía adquiera en e l Extranj ero; desempeñare l cargo de Capitán-inspector, yendo a los l ugares donde los buques sufran averías y deban repararse; y durante tu estancia enMadrid estarás al frente de un negociado que se l lamará de a l t inerar ios», para estab lecerlos y modificarlos con arreglo a las ne
ces idades del momento y a las corrientes mercanti les que se ob
se rven . Me subst itu i rás durante mis ausencias y reso lverás conarreglo a tu criterio los incidentes que ocurran . Quiero que seasuna pro longación de mi personal idad , pues aparte e l trabaj o abrumador que pesa sobre m i , l a expansión que e l negocio ha adqu i
rido requiere que e l personal se ampl íe con elementos capaces ypreparados como tú .
En aquel momento entró un ordenanza anunciando al capatazde las gabarras de l servi cio auxi l i ar de l carboneo
,y Andrés ataj ó
con toda energí a al importuno y l e gr i tó desaforado como s i l eocurriese algo abrumador:— Dígale usted al gabarrero que no puedo recibirle. Que vea a
_ gg _
Somoza y que le cuente lo que sea . ¿Te convences ahora de queno me dej an vivi r?— preguntó , di rigi éndose a Lucian o Esto no
puede soportarse . Acabaré por volverme loco . ¿De qué estábamoshablando? ¡Ah ! S i . Pero ya no podemos seguir . Es la hora de lafi rma .
Andrés era un gran farsante . Sólo en apariencia ten ía razón . Laimpres ión que producía verle en su despacho
,rodeado de un ver
dadero s is tema de montañas , cons ti tu ído por informes pi l as de papeles y ased iado por un cúmulo de asuntos que reclamaban suestudio , era de verdadera conmiseración . Pero ya estamos en el
secreto . Andrés era el hombre que había trabaj ado peroera también el que se habi a propuesto no trabaj ar más en lo suce
s ivo . El trabaj o de organización que é l ten ía que desempeñar,
tratándose de un negocio ya en marcha, n o era tan excesivo que
pudiera poner en duro trance l a res istencia de n ingún hombremedianamente laborioso . Lo que ocurría era que desde que Andréshab ía hecho fortuna
,decidió no trabaj ar; y e l medio paradój ico
de que se val ía cons ist ía en mostrarse a los oj os de los demásagob iado por un trabaj o que nu nca acometía . Además
,acudía al
despacho a las once o a las doce de la mañana,quitándole a l a
j ornada tres o cuatro horas , con lo cual ocurría que en lugar dedominar con su trabaj o los negocios
,l e sorprendían éstos a é l
,
por su desidia . Sol ía deci r con humorismo no exento de verdad((Soy e l hombre que tiene más trabaj o de — aunque no
añadía las palabras que completarí an su identificación pero e lque menos trabaj a .» Cuando entraba en su despacho y empezab aa enterarse de los asuntos pendientes
,cualquier gerente l l evari a
ya tres horas trabaj ando .
Hab ía empezado a fi rmar correspondencia,cuando sonó el tim
bre del tel éfono . Andrés miró a Luciano como v íctima inmo lada
por todas las advers idades . Contestó en tono agres ivo a la l lamada .
Esperó un'
momento frunc iendo l as cej as; vo lvió a sonar e l t imb re; desco lgó el auricu lar y adaptándo lo a su o ído , preguntó con
ese modismo exóti co q ue se oye _en los es cri torios de las casas
ext?anjeras :— Y dul cificando un poco l a voz ¿Es
»usted,Presi dente? aquí
,Arnao al Bi en; gra
»
'
cias; ¿y S i , s eñor; mañana, en el rápi do . L o que usted»quiera . Eso consti tuye un honor para m i . Mándeme usted un» extracto y lo intentaré con muchís imo gusto . Precisamente tengo»que i r a ver al Subsecretario . Nada
,nada . Encantado . Hasta la
»vista .— Se dirigió nuevamente a Luciano para deci rl e Es el
»Pres idente de la Cámara de Comercio , que me encarga la gestión»de un asunto. Ya lo estás viendo . No es que yo qu iera decirlo ,
— 89
»Es que materi almente no me dej an un solo instante . Aqu i qui»s iera ver yo a las muj eres cuando le discuten a uno los viaj es .
»Y s i fuese só l o mi muj er… Todo el mundo tiene que ver con mis»viaj es , y después ya ves las encomiendas que l e dan a uno . Pero»no volveré a prestarme a el lo . S i quieren arreglar l os asuntos
,
»que tomen el tren y vayan a Madrid y se íastid ien , como yo lo»hago»Y dij o esto en un tono trágico que partía el alma oí rl e . Para
justif i car su desesperación , tomó con ambas manos una hermosacartera de cuero marroqui con cerradura , guarn i ciones e in icial esde plata
,y acariciándola con amor y d ir ig iéndole l as más t iern as
miradas,dij o
— M i ra l a cartera que l levo . S i sup ieras l o_que tiene dentro , te
horrorizarías . Pues estas son todas mis j uergas y todas mis d ivers iones cuando voy de vi aj eEn efecto;Andrés ten ía razón desde el punto de vista de l a car
tera . Su volumen era realmente aterrador; su dens idad , a j uzgar
por e l tamaño y por l a cantidad de apuntes , no tas , instancias ,extractos
,proyectos y memori as que conten í a, só l o podría com
pararse con l a del c inabrio . La cartera de Arnao era su trucopredi lecto . Justificación de sus di latadas ausencias , sedante de suconciencia
,cimbel de sus correrías
,velo de sus impudicias
,sordi
na de sus escándalos,parapeto de sus disputas
Cuando l a chacota de los amigotes o l as leves quej as de la esposal e echaban en cara sus frecuentes e inj ust ificados viaj es y le sorprend ían las acometidas a cuerpo l impio, no sab í a qué responder,empal idecia
,temblaba y humi l l aba la mirada como del in cuente
confeso que no hal l a disculpa eficaz . En camb i o,cuando aquel l as
frecuentes d iatr ibas l e cog ían con su cartera baj o e l brazo,se
sent ía asistido de una gran fortaleza,atraí a haci a s í e l vo lumi
noso mamotreto como al ser más querido y acababa por estrecharlo contra su corazón como a persona a quien cien veces le debiesel a v ida
,repl i cando entonces con las más e locuentes razones para
convencer a sus detractores . ¡Qué rica y frondosa en raz ones eraen aquel las ocas iones su inspi ración ! ¿Y para qué e locuencia n iconvencimientos? Só l o con mostrar l a cartera repl eta cal laban losmás imprudentes y los más audaces métome-eu-todo . ¡Cuántasveces l a sol a contemplación del denso portfol io hab ía ob l igado aenmudecer a esposa
,amigos y empleados ! Era un elemento que
só l o por su acción de presencia,o fuerza catal ít i ca
,hacía reaccionar
a su favor a los más mald icientes y a los peor intencionados . Esmás : so l ía tornarse en
_
-conmiseración l a có lera . Bien j ust ificadoiaje . ¿Cómo s ino iba nadie a imponerse l a obl igación
_ 90 _
necesario advertir que Andrés no confiaba absolutamente a nadiee l po rteo de semej ante tesoro . Algunos , vi éndole sudoroso y j ádeante baj o el peso de la carga , l l egaron a pensar en la posibi l idadde una promesa
,hecha en un momento de exaltación fervorosa
,
de la que ya se hal laría , seguramente , a rrepentíd is imo . Pero nos
otros tenemos e lementos de j u ici o suficientes para desechar tangratuita supos ición . La Burla tampoco l e perdonó . Duran te aquel los d ías se representaba en Madrid una obra titu lada La cartera
del muerto, y parafraseando el t i tu l o , alguien l lamó a la de AndrésArnao ((La cartera del v ivo»
,al ud iendo , indudablemente , a su des
enfado turista .
S iguió f i rmando l a correspondencia . Rogó a Luciano que aguardase unos minutos y le l levaría en su auto a
,
dar un paseo antesde comer para poder hablar con alguna tranqui l idad . As i l o hi cicron . Después le ci tó en su casa a tomar café y al l i con tinuarí anhablando s in in terrupciones . Luciano pudo observar que AndrésSal ió de l despacho con la cartera , se metió con ella en el auto
,
colocándola en lugar preferen te,satisfecho de la vida
,como si
fuese luci éndose con una real hembra .
Luciano l legó a casa de Andrés a la hora convenida . No hab íavue lto a ver a Andrea desde hacia tres años . Vest i da ahora de ne
gro, por l a muerte de su madre , parec ía un poco más pál ida, untanto más triste, algo más gruesa, más dul ce más res ignada . Era
l a v i da que pasaba por el l a s in perdonarlaLuciano saludó a Andrea casi s in palabras . Estrechó su mano
tiernamente,dominando sus impulsos efus ivos , por no lastimarla,
e hizo un alarde de dis imulación para no descubrir toda la emoción que su presencia le producía . Tranqui la era la mirada de Andrea
,l lena para él
,e l j oven marino hero ico
,de amabl e son risa
acogedora,con la que le daba la b ienvenida . Luciano quedó coac
cionado para el resto de la entrevista por la influencia que sobreél ej ercía aquel la muj er.S al ió un momento Andrés para buscar cigarros y no supo Lu
ciano articular palabra . Pero la mi ró intensamente , profund amente
,supl i cante
,dolorido , desconsolado , y los oj os serenos de An
drea recib ieron su mi rada plácidamente,como madre amorosa que
tuviese l a certeza de mitigar dolores y de consolar tris tezas só locon su presencia .
Volvió Andrés con los cigarros . Andrea sirvió e l café . AbordóAndrés l a cuestión en presenci a de su muj er, que le escuchaba,como s iempre
,s in pestañear . Al día siguiente , en el rápido , saldria
él para Madrid con obj eto de ul t imar los detal l es de la instalaciónde la oficina
,que queria inaugurar inmediatamente . Haría una
instalación lujosisima, con mueb les y enseres de cuya traza y es
_ 92 _
fortuna actual; pero s i cometiendo una torpeza de mal gus to,lo
hiciese algún d ia, ya sabri a él contes tarle . En todo caso, ¡ufanaspodían estar aquel las esm írr iadas
_ peseti llas , pudiendo vanaglori arsede haber engendrado tan robusto retoño ! ¿Quién es taba obl igadograti tud
,en defin i t iva? Gracias a estas reflexiones
,nunca perdi ó
Andrés la fe en s i mismo . Nada le hací an sufrir los recuerdos desu inferio ridad de un d ía . Al contrar io . Recordaba aquel los tiempos con dele i te
,como el que rememora los pel igros graves e inmi
nentes de los cual es se salvó por puños . A ! fin y al cabo no era élcomo todos esos pretendientes p remed itativos y aleves que buscan la novi a rica para convertirse después en los chulos de unhogar
,cuya voz autoritaria suena a balad ronada . Tampoco era
como esos otros infel ices , fal tos de acometivi dad y de audacia,que muy ufanos porque mantienen su casa , l o hacen sólo s in traspasar los l imites de una pobreza decorosa . ¿Qué tenian que verunos y otros
,todos pobres de espíritu , que n o ve ían más hori
zonte que e l que l imitaba su apéndice nasal , con l os hombres desu temple? ¿Qué hub iera producido la exigua fortuna de Andreacolocada en cualquier negocio manej ado por un tercero o em
pleada en cualquier clase de papel industrial o de Deuda nacional0 extranj era? Pues , sen ci l lamente , un polvo , orin , roña u herrumb re
,que se l lama interés prudente . En la exaltación de su propi a
personal idad,l legó hasta plantear l a cuest ión
,como podría hacerlo
cualqui er artesano con rel ación al capital aportado a la funciónproductora por e l odiado empresario . Una vez colocado en su
p lano, se vesti ría de b lusa y le preguntaría a Andrea qué hubiesehecho el l a con el d inero . Mientras l l egaba la oportuni dad de hábl at tan descaradamente con quien merecia otras exqu is iteces deexpres ión y de conducta, vistió su alma con sus ropaj es más plebeyos y la mal trató moralmente
,aún con mayor descons i deración
y con modales más canal las que los que hab ía i deado para el cas osupuesto de que algui en le echase en rostro su penuria anteri or.
¿Pues qué otra cosa s ignif icaba el abandono en que tenia a suesposa?Redimido Andrés
,ante su intranqui l i dad de conciencia
, por l aconsciencia de su propia val ía
,acal ló de esta manera los inc ip ien
tes escrúpul os que empezaba a senti r,unas veces
,espontáneamente
y otras,por los lamentos t ímidos de su muj er .
Aparte de la fal ta de amor que separaba a los esposos , Andréspertenecía a ese grupo de hombres
,bastante numeroso por c ierto
,
que creen descender de su pedestal de machos s i acceden,aunque
no sea más que en una mínima parte , a las exigencias de la esposa.
Consecuente con esta teoría,Andrés no tení a nunca una mal a ra
zón para Andrea, ni una contestación violenta , ni una orden se
_ 93 _
i se exponía j amás a la d iscus ión. Oia cºn seren idad laspeti c iones de su prudente muj er y se l imitaba a contes tar<<No puedo ir a ese s itio»; anº debes comp rar tal cºsa»;
al hora»; aa tal hora salgo de vi aj e» . No eransus relaciones con la esposa de esas que suponen concordancia deideales h i coincidencia de propós itos , n i ces ión de derechos , n i
aun s iquiera con cesión de gracias , que más en al te cen y dign ifi canal que l as otorga que al que las niega; no . En sus relaci one s matrimoniales no hab ía más que una vol untad firme que se impone
y un sér déb i l que acata. La máxima l iberal i dad que Andrés conced ía a su esposa era no oponerse a algunas de sus razonab l es insind aciones . Perº j amás logró Andrea que su marido desv i ase l atrayectoria que é l previamente se propus iera segui r. Cuan do quiso,eri estas desairadas 'condi ciones, i r a algún s itio , fué , pero sol a.Andrés haría aquel l a tarde lo que se hab í a propuesto hacer . Cuand
'
o Andrea;ºhac iendo alarde de tesón
,aparecía sol a en alguna
reunión o en algún teatro, cre ia que su voluntad vencía de la im'
pos ición del t ir ano, y no advert í a l a infe l iz que en aquel la aparente v i ctor i a, estaba su mayor derrota . No consiste vencer en
real izar un capricho , s ino en dominar con dign i dad y cºn presti'
gio . Tanto lo advir ti ó , que hal lándose abandonada en más de unaºcas ión; pensó con dºl or en su aparente l ibertad , en su mentidodºmi n i o . As í suelen vencer las pob res muj eres . Cuando el aband ono de lºs hombres l as expone a l a curios i dad malsana de lasmul t i tudes y a l a asechanz
'
a cr iminosa de lºs admiradores ocasi onal es.Andrea aguardaba e l próx imo camb i o de vida de su marido con
la esperanza de que volv iese al hog ar, aunque no fuese más quecoh el frío amor de ºtros t iempos . Nunca hab ía s ido Andrés parael la vehemente n i apas ionado; s i empre se hab ía interpues to entree l los algo que podía más que el amor conyugal : unas veces eranlas preºcupaciones de l negocio, que a medida que iba aumentandorequer ía, como los hij os que van creciendo
,mayores cuid ados ;
ºtras veces eran lºs éxitos financieros que le di s tra ían cºn sus
escandal osas caricias de las plácidas prácticas amoros as de la é s
pº'
sá, ºbligándole a v ivi r en constan te intranqui l i dad,naci da de
su insaciab l e ambición; en otros momentos era un fracaso impre
vi sto, que, aunque no comprometía en lo más m ín imo su pos icióncºmercial , l e i rr itaba, por creer humi l l ada su soberb i a de homb reinfal ib l e para lºs negocios . Aquel l a r ival de Andrea, que h izo suapari ción al i n ici arse la vida del matrimonio, asomaba de vez envez su rostrº picaresco e inquietante por l a puert a de l a alcoba
para traerle lºs espléndidos presentes de una li beral i dad verdaderá
'
ntente magnánima, pero a camb i o de un cºnstante secues tro
del esposo , que amargaba la vida de aque l hogar. Era la prefer idal a que venia en persona a dej arle a l a legitima perlas y b ri l lantes ,haciendo una cínica mueca de traición al l l evarle
, arrebatándoselº
del prºpio l echo , al esposo . No quería Andrea luj ºs n i esp lendoresese precio usurario .
Andrés hab ía roto cºn su proceder e l encanto de l a dicha matrimonial . Andrea sufrió todas las humi l l aciones que las impudi ciasde su maridº l e infi rieron . No eran sólo la omisión
,el desvío y, por
ú ltimo,e l abandono lo que más entristecia a Andrea. Estas des
dichas , con ser de grandes proporciones , no abaten a una muj ertanto como la honda tragedia que inmola su alma. Cuando Andreacasó con su marido , creyó entregarse a un hombre que poseía condiciones para hacerl a fel iz . Tenía j uventud
,s impatía
,osadía
, vo
l untad . Todo el mundo decía que Andrés triunfaria de la V i da,que consegu iría cuanto se propusiera. Y l a enamºró
,principal
mente,su esp íritu luchador. Cuando observó sus primeros desde
nes,apenas reprochados por el l a
,y aun sin esperar a reproches
,
j ust ificados espontáneamente pºr el mismo marido, And rea losachacó a las muchas preocupaciones que pesaban sobre Andrés .
Es sab ido . Un hombre activo,un verdadero hombre de negocios,
no t iene s iempre e l humor necesario para distraer su t iempo erilºs t rivi al es menesteres a que ob l igan l as relaciones conyugal es .
Bueno . Esperaría . Pero pasó tiempo y pudo advertir que Andrésya no trabaj aba tanto materialmente, que ten í a más empleados,que sól o interven ía en la al ta di rección de lºs asuntos
,que dispo
n ía de tiempo para reuni rse con lºs amigos y para pasearse en au-l
tomóvi l y ºtros entretenimientos que l e consumían untiempo de cuya invers ión nunca rindió cuentas . B i en . Segui ríaesperando . Tal vez cambiase . Pero no cambiaba el marido . La
importancia de lºs negocios aumentó y,con el la
,l a neces idad de los
viaj es . Pero Andrea, que era de l as que no investigan tenazmente,cºmo otras
,l l egó a enterarse
,s in propon érselo, de que la mayor
parte de lºs viaj es eran caprichosos y el ti empo empleado en el los,arb i trar io . Pºr desgracia para el la, nº era Andrea de es as muj eresque se conforman con el desv ío de l marido cºn tal de verse rodeadas de abundancia y de comodidades . S i as í fuese, And rea seriarelativamente fe l iz . Nunca taso Andrés e l dinero que dedicaba a
“
lºs gastos de su casa . Así se vengan muchas muj eres : l uciendo cºn'
e l dinero de lºs mar idos , que emplean en esplendores que atraenla tentación de lºs demás . Pero nº era Andrea de esas . Es ta era
'
l a tragedia de Andrea. Que no podria vengarse de Andrés por elmero capricho de apl i carl e l a l ey del Tal ión , s ino para dar satisfacción a su propia alma, anhelan te de pas ión correspondi da. El
nombre j uzga de la fel i c idad de su muj er pºr las conces iºnes quq
é l le hace, s in parar mientes en que, aun en el cas o más favorab le,o sea cuando él dedica a l a esposa todos los l at idos de su corazónenamorado y todas las atenciones de hombre galante, puede ser .
l a mujer absolutamente desdichada . ¿Es que, por ventura, puedelograrse
,aunque sea a fuerza de amor, e l amor de una muj er?
Tampoco el amor de una muj er se conquista a perpetu idad Es elamor un sentimiento que
,pese a nuestra voluntad , puede tener
soluciones de continuidad y aun interrumpirs e defin i tivamente .
El amor impuestº por el deber es l a menti ra más p iadosa, que s i rvede déb i l basamento a la const itución de l a mayor parte de lºshogares . ¡Qué espectáculo más doloroso ºfrecen lºs que un díaamaron pºr impulso ciego y espontáneo de su corazón enamorado,y luego siguen amando pºr deber, por voluntad, por caridad , pormiedo
,por inerci a
, por egoismº , por cobardía !… ¡ ¡Da terror asomarse a contemplar la comedia de l a
”
vida que se representa encada hogad !Otra muj er cualquiera seri a relat ivamente fel iz con tal de que
no pidiese amor . Todo lo demás l º ten i a . Pero Andrea era desgrac iada porque , una vez convencida del desamor de su marido, dej óde quererle s in prºpon érselo , s in hacer alarde de su desví º merecido
,s in proclamarlo como la j usta pena que Andrés merecí a .
Naturalmente,l e quiso cuando su alma, agradecida, buscó en la
de Andrés l a satisfacción de sus anhelos; naturalmente, dej ó deamarle cuando se convenció del fraude sentimental de que hab í as ido v íct ima . No cºmprendía Andrea ese esti lo chu lesco que adorna a muchas muj eres que quieren , aunque no sean quer i das , impon iendo su amor como un castigo . Había sufrido mucho
,muchi
s imo , cuando advirt ió y comprobó que Andrés no l a queri a; tantºsufrió
,que e l l a misma admiró su res istencia f ís i ca; l loró amarga
men te , se desesperó , soportó s íncopes y congoj as que conmocio
narian prºfundamen te su s istema nerv ioso , perº una vez pasadala c ris is
,olvidó la intens idad con que su alma hab í a querido y
desde aquel momento vivió más tranqui la . No cºns ist í a l a trage_
dia de Andrea en e l desamor de Andrés para cºn e l l a; era triste,pero i rremediab l e
,y cºmo tal hab í a que admiti rl o . La verdadera
tragedia consistía en que Andrea no s e res ignaba cºn su fracasosentimental . N o buscaba repres al ias inmoral es n i rebe ldi as perversas . Andrea era una muj er absolutamente moral . Pero no seconsolarí a j amás de este abandono amorºso en que se hal labahundida . S i Andrés fuese un suj etº apto
,capaz para recoger las
ansias amorosas de que se hal laba saturada el alma del icada deAndrea, hub iese aprendido a amar para amarla, se habrí a in ic iadoen lºs ri tºs de esa sub l ime cºmunión del amor para dar satisfac
c ión a aquel la alma dolorida y anhelante; perº incapaz de recoger
96
de su muj er el suti lis imo al iento que la divin izaba,creyó cumpl ir
su misión conviviendo con el la,cºmo cºn un soc io capital is ta de
sexo contrari o , al que puede contentarse mu lt ip licándo le el capitaly acariciándole un poco .
Nunca fué capaz Andrés de conocer a su muj er. ¡Cuántas vecesaquel la muj ercita, que tan bien sabia dej arse querer, hubi ese dadºalgo bueno a cambio de retener al marido más horas a su lado !No era Andrea de esas muj eres que toman in iciativas n i prºvocanla risa; pero ten í a una pasividad tan dulce, sab ía encogerse tanamorosamente cuan do la acariciaba e l esposo
,sonreía tan beat i
f icamen te cuandº devolví a un beso,que ílus ionaba su adhes ión
y enamoraba l a paz que trascend ia de su alma blanca como el
háb i to de una divina flor n ít ida e inmaculada . Era Andrea e lt ipo perfecto de la esposa hºnesta y cristi an a que apenas se enterade las violentas conmociones de l amor…; pero era su entrega tanabso luta y su pas iv idad tan incondicional que
,aunque nada daba
n i ºfrecía en apariencia,asomaba su alma anhe lante tan a flor
de piel que era entonces la imagen del amor d ivino . Cuando Andres aún no l a conocía
,se quedaba desconcertado por su acti tud
reposada— ¡ con él , que se d ignaba quererla ! y al preguntar l e s il e quería , l amentándose de su s i lencio y de su aparente i nd iterencia, l e contestó e l l a un día:— Dime tú cuanto pero no me preguntes nada. Cuant o
más te quiero, menos s é deci rlo y hay momentos en que ni puedºn i sé hab l ar:—Tod os los atributºs de mi alma quedan enmenos la voluntad de quererte .Andrés no l a comprendió . Creyó que se trataba de un l irismº de
histérica,y no volvió a interesarle l a acti tud pas ional que Andrea
adoptase . Una muj er que tan b ien sab ía senti r y cºn tanta perteeción querer
,hal ló su i lus ión frustrada apenas concebida . ¡Pobre
muj er que nada conocía del mundº por propi a expe riencia y queal imentaba sus temores cºn esas cuatro ideas vulgares que una
imbéci l tradición se encarga de difundir ! Cuando e l abandono deAndrés todav ía no l e hab ía insp i rado
“
l a indiferencia, trans ig ia aúncºn las j uergas ce lebradas cºn escándalo en los aristocráticos co lmados sevi l lanos , pero se enardecía de indignación al anunciarleAndrés un viaj e . Ella sab ia que la guerra hab í a acumulado entierras de España un pesti lente detri tus social
,const i tu ído pºr ta
hures y meretrices que recrudecían la v ida l i cenciosa que ya hácían lºs hombres de cualquier v i l lorri o . Pero los temores de perderal marido para s iempre l legaron a su l ímite e l día que Andrés leanunció su primer viaj e a Par ís . En Paris— e lla . lo sab ía— l as mu
jeres eran seres s in ies trºs que en loquecen a lºs hombres , someti éndolos a l as prácti cas de un amor trágico . Y e l es
'
t i lete mort i
foro del apache se le representaba, en los momentos de alucinación ,cºmo el arma homicida de su f el i c idad . Lo veía muy claro . Era
un arma de aguij ón dorado y de mango nacarino , adornadº con
vistosas escarape las,que una de aque l las mujerºtas clavaría en e l
pecho de Andrés,cºn l a extraña habi l idad de dej arle a él cºn vida,
matando,º pºr l º menºs malh ir iendo, e l escaso amor que a e l l a
l e ten ía .
Más tarde despertó Andrea de estos sueñºs . No hubo est il etehºmicida . Nadie podía asesinar al nonato . J amás amó Andrés asu mujer. Andrea l legó a convencerse de e l lo . Cuando tuvo l a certeza
,serenó su alma con e l imperativo de lºs di ctados de s u d ign i
dad . Lloró el fracaso sen timental de su alma; n o l a fal ta de amorde un hombre indigno de ser querido . N o l amentó e l desengañosufridº . La entris teció la so ledad en que hab ía vivido su alma,aun en los tiempos de una fel i cidad mentida en que creyó serdichosa . No clamaba pºr l a pérdida de un hombre que nuncahab ía s ido suyo . Sus oj os l lorosos y su alma anhelan te buscabana
“
quien ofrecer toda l a pas ión que trascend ia de su
Luciano se dej ó convencer por la oratoria capciosa de Andrés .
Tºdo cuanto el j efe decí a le parec ía b i en al subordinado . Pue deafirmarse que hasta ten í a sometida y subordinada la vº l untad,cuando no protestaba de tan disparatados proyectos .Nº atrevi éndose Luciano a mirar di rectamente a Andrea, va
gaba con la mi rada incierta , como s i se hal lase en un antro y pretendiese buscar el rayo de luz que había de indicarl e la sal i dadel angustioso recinto . Y es que no podia mirarla a ella como semira a las demás personas . lnvoluntar iamen te, l a mirada dirigi daa la I ncomparable se convert í a suces ivamente en admiración yéxtas is profundo . Para no mirarla ten í a que recurri r al proced imiento de represen társela cerebralmente y entonces , tan abst raidose quedaba , que todas las facul tades de su alma las dedicaba arecrearse en l a imagen maravi l losa . También so l ía recurri r al procedimiento de coincidi r cºn l a mi rada en los obj etos o en las personas a quienes el la di rig ía la v ista
, cºn l a esperanza de que algúnrayo de luz cºn lºs que el l a habría i luminado lo que veía
,v in iese
a heri r sus oj ºs pºr S u alma sens ib le no podia sºportarl a mirada de aquel los ºj os de ensueño . Alguna vez
,cuando estuvº
muy lej os de el la , pensó con delei te en lºs dias fel i ces en que podria verla, mirarl a cºn todo recreo , saborea ndo la dicha de hal larseen su presencia . Ahora que e l momen to de tenerla delante habíal legado , su proximidad le causaba un dolorLuciano estaba deseando quedarse so lo . Ha l ló un gran cºnsuelº
pudiendo dedicarse l ibremente a reflexi onar ampl iamente sobre7
_ 93 _
su dolor. En aque l momento,cuando aun hacia pocos segundos que
se habia despedido de Andrés,i luminado su cerebro pºr el poder
de l v ivo resplandor que i rrad iaba de Andrea,se preguntaba si era
verdad que acababa de verla,de o í r su voz y de estrechar su mano .
N o recordaba nada . Estaría al l í Andrea,indudablemente; pero él
no la habría visto . Es más; no podría deci r n i de qué color era sutraj e . Ya estaba arrepentido de haber aceptado e l dest ino en Mad r id . Comprendió claramente que ya n o tendria un solo momentode tranqui l idad . Nunca hab ía sentido lo que experimentaba enpresencia de esta muj er. ¿Por qué , Dios m io , por qué? Sus p rºp iassensaciones le desconcertaron . ¿Tení a esta pasión algún fundamento? ¿Tuvo él cºn aquel la muj er algún momento de intimidadque j ustif icase l a tendencia de su alma hacia el l a? ¿Le dió el la e l
más leve motivo para fomentar en su pecho esta insensata pas ión?
¿Hab ía raz ón para que se enamorase tan absolutamente de aquel lamuj er, que deb iera ser sagrada para él? No . Según él mismo acababa de fal l ar
,no ten ía esta pasión n i fundamento , n i j ust ificación ,
n i motivo,n i razón; y , s in embargo , pese a todas las s inraz ones , a
todos los motivos y fundamentos,y contra toda lógica, y en opo
s i ción a cualquier derecho,era lo cierto , l o evidente , que el hecho
se hab í a producido y que al l í,dentro de su pecho
,hab ía estal lado
la pasión que le
La novia eterna .
Carmita era la muj er que hab ía nacido para novia . Para noviapermanente e incondicional . Nunca pasaría en la vida de relacióncon los hombres de la categoría de novia . Con los privi legios deuna veterana del amor que conoce todos los secretos para retenerindefin idamente a l novio; cºn todos lºs derechos adqui ridos , gracias a sus di latados servicios prestados
,a el l a l e estaban permiti
das l icencias y atrevimientos que a las b isoñas l e hab ía negado laºpin ión . ¡Pobre benemérita del amor , que pon ía tanto o más quela más amante esposa por complacer al novio de turno y que sequedaba s in derechos pasivos cuando su titular pedía la excedenciaº se quedaba supem umerar io ! ¡ Infel iz , eterna temporera , a l a quesó lo quedaba la platónica remuneración de la satisfacción interiordel deber cump li do , y no otra recompensa honorífica , que la escan dalºsa tradición de las clamorosas y resonantes trompetas de la Fama !
»guar lo que tiene el hombre dentro . S imul táneamente,»y aun en l a mayor parte de las ocas iones , ave rigua él¡ con prioridad los ámbitos más íntimos de la márt i r¡»profesora de la ciencia amatoria . He resul tado
,cºmo
» tantas otras , l a investigadºra investigada . Pero mi sá»cr ific io no ha resul tado estéri l . ¡Vengan a mi l as poobres muj eres que quieran saber de todas las perfidi as»de los hombres y podré mostrarles la verdad misma»de lo que desean saber , con las propi as señal es que¡ tanta pervers idad dej ó sobre mi sér al t iempo d e ve
»rificar l a dol orosa averiguación !»S epan las que me desprecian , que debieran rectificar
nsu conducta para conmigo y la opin ión despectiva que»de mi t ienen , pues más que burl a y mofa, loores mereceaquien por l a fel i cidad de los demás se sacrifi ca .
»V engan a mi , a la descocada, l iviana y cara—dura de»Carmita
,l as pobres muj eres que quieran saber de hom
»bres . Yo l es di ré cómo hay que proceder con el l os,
»según sean los caracteres que presenten . Yo les expl i»caré cómo y de qué manera hay que trabaj ar con cada»uno de el l os y los reactivos que hay que emplear y» l as observaciones que hay que hacer, según su grado»de duct i lidad , dureza (de corazón o de cerebro) , elas» ticidad , fragi l idad, conduct ibi lidad , adhes ión (propiedad»que no debe confundirse cºn l a adherencia) . Yo les
»daré todo un curso de examen que»suel e ser de muy buenos resul tados . El examen micros»cópico es muy en ocas iones; a al gunos¡»hay que mirarlos con lentes . Yo os diré cómo influye»sob re el los l a luz de vuestros ºj ºs, el calor de vuestro»corazón, la electricidad de vuestrºs He for
'
»mulado una nueva ley de atracciones y de repuls iones
» el éctricas . La masa y la distancia actúan en cada cas o»de manera dist inta . Eso de haber querido formular una» l ey uniforme es el mayor fracaso de la Ciencia . ¡ La¡ masa! ¡ La distancia ! S i vosotras supierais , ¡ oh mis des»prec iat ivas congéneres ! , l a serie de experiencias curioli sas y luminosas a que ha dadº lugar la cons ideración»de esos dºs elementos de l a mecánica racional del amor
¡Venid , yo“
os haré revelaciones curio»s isimas sobre l a psicología complicad isíma de los homsbres . Los hay sentimentales . Llegan a vosotras invadi¡ dos por una pasión tan violenta que les priva del uso¡
'
de la palabra. Os miran anhelantes, cºn los ojºs fuera
— 101
»de las órb i tas , supl i cantes, d esolados . No os hacen la»menor i ns inuación picaresca . .El espectácul o es ed ifi
»cante , consolador, de _
un alto valo r poético y de un»grado sumo de pureza . Os basta l a muda contempl a»ción para cºnocer a ese hombre . No necesitáis hacer¡»uso de vuestrºs aparatos n i de vuestros reactivos . Es»como lºs cuerpos s imples de la
, quím ica . Todas l e co
»nocer íais . Es el amor puro , con el son ido de sus pal a»bras de oro , l a ir isac ión oriental de l as perl as de sus» lágrimas , l a tenacidad del h ierro para sus afectos . .
»Otros que hasta mi l l egaron , fueron de muy pel igroso»manej o . Toda
'
mi maestr í a, que es mucha, para retar»dar el mºmento canal l a, era insufici ente para destru i r»su impaciencia . Ni amo r, ni e l más pequeño afecto no»b l e . Aquí están representadºs lºs dºs t ipos extremos»de esa var iad ís ima fauna amatoria .
»B ien quis iera no sal i rme del terreno puramente teo»rícº que los q ue b ien me quieren me aconsej arºn en¡»al guna ºcasión . Pero , ¿quién le va cºn teorí as y l i ri s»mos a los que vienen derechos al bulto, como se dice»en e l l enguaj e de la Tauromaquia?… ¡Creedme, pºr mi»averi ado hºnor
,para no verme ob l igada a ofreceros
¡ demostraciones , testimonios y pruebas . que aun dej a» rí an peor parada mi fama . Pºr este
,mi mal trecho ho
»nor;os digo que para algunos no bastan las prácticas»comunes y usual es del cul to venusino que vi enen a» cursar conmigº . O tros ritºs y otras ceremonias piden¡ que me hacen dudar s i j amás estuvieron consignados»en los
_clásicos cánones de la D iosa o son , senci l lamente ,
»apuntes y empollaciones que l a imaginación de los ºfi»ciantes i nventa .
w w »Nº pretendo vuestra grat itud , pues tº que no cºm
»prendéi s mi sacrifi c io; pero hacedme merced , cuandº»menos , de vuestra cºns ideración , en gracia a que no voy»pers igu iendo n i e l lucro de l as sacerdoti sas n i e l ego ísta»bienestar de las esposas . A m i me basta e l atesora»miento paulat ino que voy haciendo de sab i duría
,ya
»que aspi ro a dominar la materi a pºr e l procedimiento»que en térm inºs de didáctica se l lama agotar el tema.
»Dicen que mis experiencias sobre e l caso presente,¡ que ºcupa . toda mi atención , se van prol ongando ex»ces ivamente . .
,Vamos que , como dice el vu lgo , ni e es =
stºy durmiendo en l a suerte . ¡Mentira! Eso di cen los
¡ que nº me cºnocen . ¡Yo no duermo n i des canso cuando
_ 102 _
»de invest igar y de es tudiar se trata ! ¿No recuerdan»ustedes e l d icho
,expresado en tono de spect ivo , de
»aquel la chu lona que le d ec ía a un pretendiente inves» tigador : haría usted , malage, dormir !» Ten ía ra
»zón l a act iva y abnegada hembra . ¿Quién piensa en»dormir cuando el recuerdo delei toso de l descubrimiento» científ ico nos eleva sobre lºs demás mortales
, o cuando»el proyectado empleo de nuestros procedim ientos esti»mula l a curios idad del resu ltado de l a próxima expe»r ienc ia? Ya saben ustedes l a razón de po r qué yo no
»me dormi ré j amás en estas li des cient ífi cas . ¿Que me» recreo e ins isto en este c aso ún ico? ¿Para qué vºy a»negarlo? Pero n o se impaci ente nadie . Cuando el ej em»plar que tengo entre manos haya dado de s i todo» cuanto m i curios idad le p ida
,ya me veréis abri r la
»ventana de mi laboratorio y arroj arle al a rroyo cºmo»hez inse rvibl e
,s in gota de j ugo , n i pizca de in terés .
»Esto me cºnduce como de l a mano a destrui r una ver»s ión que corre pºr
“
ah í de boca en boca . Dicen algunos»que son lºs ej emplares los
'
que me abandonan cuando» l as manipulaci ones a que lºs somete mi investigación» l es aburren . ¿Qué saben el los? Sºy yo l a que lºs dej o» cuando han perd idº todo in terés cl ín i cº para m i . ¿Qué»van el los a deci r? ¿Cómo es pos ibl e que confiese n ingún»hombre que carece —de cºn l o interesados que»todos
º
están en dej ar mal a las muj eres,aunque se
» trate de una tan g'
rand is ima investigadora como yo?
»Los hombres'
vienen . No se les l l ama . Y s i s e les l l ama,
»s ól o acude el que qu iere . S e van s i no —se les retiene,
»y aun Cuando se les retenga , cuando quie ren , escapan .
»Una últ ima razón bastará para convenceros . Dicen que»hé l legado cºn el ej emplar actual a extremos que no
»hé empleado'
con ningún otro . Puede que tengan ra
¡>zón los que han observado e l hecho . Pero no es menos» cierto que más den igrante y depres ivo será para e l» rango del hombre el procedimiento más minucioso . ¿Por»qué
, en tºnces , n o sé va de mi gab inete'
de trabaj o? Y,
» ¡ cuidado que esto no es un humo ri smo más ! , s ino hechoreal Todo e l mundo se hal la indi gn ado con lºs proce
»d im ientos que s igo para r etener le , y nadie , en cambi o,»se escan dal i za porque él
'
acepte mis práct icas , que de» j an su alma al desnudo , s in un mal pingaj o de pudor»que cubra
”s us vergúen zas . ¡ Esa es l a Humani dad ! ¡ ¡Al
»gún día'
hará j usti c ia l a Poster i dad a mi sacrif ici o"»
104
amigui tas por espontánea repuls ión que les i nspi rase la val ien tey aguerrida Carmita . Era muy frecuente que las muchachas pretextaran una visi ta a casa de cualquiera otra amiga y que encaminasen sus pasos a l a de Carmita , para evitar la amonestaciónmatern al . ¿Qué tendrán estas muchachas aventaj adas en e l descocº y en la p icard ía , que tan to atraen ,
incluso a las más t imoratas? ¿Qué don especial será el suyo para agradar a formales y al ivianas
,a jóvenes y a decrépitos? La sal del mundo ten ia Car
mita para relatar cualqu ier sucedido y para sacarle punta,como
vulgarmente se dice , y para deduci r del mismo mi ! consecuenciaschistºs ís imas . Además ten ía l a n iña una escuela especial para captarse l a benevolencia de todos . En una palabra : sab ía ser mala yque la gente se lo agradeciese
,en gracia a ¡ a amenidad que sus
picard ias ofrecían para romper la monoton ía de l a vida . Infel i ceslos que no tienen el arte de la maldad . Son esos que no inspi ranmás que repu ls ión y desprecio . A esos no lºs perdona nunca l asociedad . A Carmita y a sus congéneres
,s i . Cuando l as amigas se
contaban al o ído l a últ ima t ravesura de Carmita,e l comentari o
era: <<Pues, ¿sabes que ti ene gracia? » Y se tumbaban de risa sobre
el sofá o sobre l as butacas , o pºr l o menos grav itaban unas sºbreºtras con divertido retozo . Ya vemos que Carmita ten ía el priv ilegio de hacer pasar por gracias y travesuras lo que cometi do pºrºtras infel i ces eran verdaderas inmorahdades . Es deci r, que logróingresar en esa fel i z cofrad ía de d os que tienen cosas» . Y ya se sáb í a
,cuando Carmita hacía una de las suyas , l a gente decía , s in
darle importancia , como s i se tratas e de la últ ima travesura delhi j o predi l ecto : “Cosas de Carmita .»
Su arte de la picardí a,puesto a contribución para revesti r cºn
decoroso ropaj e sus l ibertades; l a gracia cºn que adobaba sus travesuras , l a s impatía que a todos inspi raba, l a experiencia que ibaadqui riendo de la vida y
,como cºnsecuencia de ésta , l a aparente
conducta honrada que ºbservaba , todo el l o , unido al pán i co quea todos inspiraba la lengua viperina de doña Luz , hicierºn el m ilagro de que Carmita fuese readmitida en el c írcul o de relacionesque antes frecuentaba . Y cuando al guna señºra intransigente pre
gun taba a cualquier amiga: “¿Pero tratan ustedes a Carmita? »“¿Por qué no?» era la respuesta . ((NO es mala Carmita . Presumede una inmoral i dad que no tiene . Es una loca , mejor que muchis imas otras que alardean de san t itas . S e ven hay en d í a unas cºsas
S i fuésemos a creer todo lo que nos ¡Bueno está elmundº para que nadie fuese ahora a fi j arse en cuatro ingen iosidades de una muchacha de carácter franco y de semblante risueño,pero s in pizca de maldad ni de mal icia !» También contribuyó adisculpar el pasado de Carmita su noviazgo con Luciano . La fama
de serio y de formal que éste disfrutaba la pus ieron al amparo delos
,
d itirambos mal i ciosos que aún l a dirigían los más reacios enadmiti rla entre sus relaciones . No ignoraba Luciano los an tece
dentes de su novia,antes bien
,l os conocia cºn prol i j i dad de deta
l les . Pero pºr un qui j otesco prurito de regenerador, l a h izo su no
via,pensando honradamente en mºdificar su carácter y en mol
dear su voluntad para que só lo quis i ese e l b ien y la be ll eza . Una
vez consegui do su empeño , podrí a vanagloriarse en haber convert ido a una muchacha l iviana en una muj er honrada, y entºncespodria rematar su obra casándose cºn el la . A tanto l legaba l abuena fe y el buen deseo de Luciano . S i empre creyó que son loshombres los que hacen buenas o malas a las muj eres , y pºr estarazón quiso erigi rse en redentor de Carmita . Pero ya sabemos queésta n o l e dej ó actuar como tal . Tanto el l a como la madre creyeronque
,una vez dis ipada l a ola negra de su mala fama, acudirían lºs
hombres como moscas al olorc i llo de aquel p i cante atract ivo queten ia la chica . Per o no ocurrió as i . Carmita i ba observando
,cºn
sorpresa,que ni sus miradas sosteni das , n i su palabrerí a ins inuan
te,ni sus preferencias estudiadas por determinado muchacho
,cau
saban el efecto supuesto . Su travesura se embotaba contra unageneración de muchachos tºdo corrección y todo seriedad . Puescon lºs perdidos , que de seguro l e habrían hecho cara, con esosnada queria
, pºr temor a volver a las andadas , o sea al mal concepto
,que la volvería a separar de sus amigas y puede que ahora
fuese para s iempre . Parecía que muchachos y muchachas obedecian a una cons igna, pues resul taba que era amiga de todos e int ima de ninguno .
Poco a poco se fueron apagando sus risas y sus di cterios licenciosos en el vacío que le iba haciendo una generación de hombresmás educados o más ego ístas que aquel los otros que fomentabansus procac idades para luego aprovecharlas _
en su benefici o parti enl ar . Esta fu é una etapa de tranqui l i dad en la vi da moral
,de Car
mita . Los muchachos que segu ía tratando eran precavi dos,forma
lotes,fríos
,serenos
,cal cul i s tas . Unos j óvenes que parecían viej os;
de esos que miran a las muchachas cºn lºs oj os bri l lantes y laboca contraída pºr e l deseo , pero que no s e aventuran a mayoresatrevimientos pºrque pref ieren diverti rse s inCarmita era honrada a la fuerza . No ten ía ºcas ión de ser mal a .
Ni a esto t ienen derecho las muj eres cuando lºs hombres no quieren . Protestamos de esta t i ran ía varoni l en nombre de nuestroacendrado feminismo . Carmita cºmprendió
,cuando quedó aban
donada pºr lºs hombres , que sólo un o de el los pudo hacerla buena.
Pero no quiso el la . Recordemos la elevad ís ima mis ión que el l acre ía As i, pues , se erigió, ºbedeciendo a elevad ís imos y
106
misteriosos des igni os , en investigadora de los más complej os problemas a que da lugar e l estudio del hombre… Hacemos notar elhecho para que la humanidad femenina agradezca a Carmita
,en
todo cuanto vale , su abnegado proceder . Pudo ser fel i z y no lo
fué en obsequio a sus dol ientes congéneres , que esperaban de el lay de otras
,tan abnegadas como el la
,l a completa disección del sér
ºpuesto,de l enemigo común
,del desalmado
,que era su verdugo
permanente . Luciano,que p roced ía s iempre en cabal l ero , sin ti ó la
abnegación de ded icarse a remediar el deshonºr en que vivia aquella muchacha , pero no permit ió e l l a que cumpl i ese e l benemér itºproyecto . Y Luciano se alej ó con pena de aquel la pobre muchachaque ten ia la vana pretens ión de enloquecer a los hombres
,cuando
lº más que consegu ía era congest ion ar los un poco . Tambi én sabemos que pasó después la eterna novi a por muchas manos
,y hasta
pºr muchos brazos , l l egandº al f inal de esta trayectoria dºlorºsaa la meta deplorabl e de una aspiración insana . Quiso ser un tiporepresentat ivo
,y lo fué . L a novia eterna del porque cada
uno de lºs que cºn el l a tuvieron amores era un concepto parti tivode la uni dad . Tal vez cºn todos lºs defectos y perfecciones de todosaquel l os que pasaron pºr su rej a pudiera hacerse un
¡Con qué dele i te escuchaba el l a las primeras manifestaci ones delhumano egoismo ! ¡Con qué secreta alegría obse rvaba todos sus mov im ien tos y sus ins inuaciºnes y sus exigencias y sus renunc iac ionesy sus codici as y sus gestos y sus muecas plebeyas ! ¡Qué leccionesde cienci a humana experimental tºmó de manos de la propi adescarnada real i dad ! ¡Qué sabor tan amargo dej aban en su paladaralgunas de aquel las experiencias ! ¡Qué dul ce embeleso dej aronotras en su alma
,en cambio ! Pero s iempre tuvo el talento
,para
no despreci ar con odio n i agradecer cºn amor, de considerar quel a sat isfacción parcial de un anhelo o l a perfidia l imitada inferidaa un sentimiento
,ven ia de un elemento de aquel l a total i dad . No
amaba,no od i aba a aquel hombre determ inado, s ino a la un i dad
hombre . ¡Qué hermoso es e l hºmbre en ti encarn ado ! , l e decía aalguno . ¡Qué aborrecibl e serí a el hºmbre si ostentase e l color uniforme de esta negrura de tu alma ! Y ninguno de el los le entendiaclaramente .
Cuando Luciano preguntó pºr Carmita le contestaron que haci aalgunos meses se hab ía puesto en relaciones con un Capi tán de Art i ller ía . La infatigabl e investigadora volvía al trabaj o . Bien ganadoten ia el descanso de que disfrutaba, pero alguien dispuso que nocesara en su humanitaria faena . ¡Bien sabe Dios que n o tuvº laculpa e l la ! Muy tranqui la se hal laba haciendo recºpi lación de cuantºs datos , apuntes y experiencias había adqui rido durante su vida,cuando un pedazo de hombre como un casti l l o (nunca mej or deno
— 108
ensayo , un par de pyj amas de sedas l istadas , con los cuales se
paseaba e l bri l lante oficial por toda la casa,prºclamando la pro
ced enc ia de las fastuosas prendas y haciendo mofa de las as id u idades ofic iosas de su v íct ima . Hab ía que o í r los comen tarios : <i¿Le
hab ía tomado el l a las l e preguntaban unos . ¿(Eso ya esmeterse en interioridades»
,decían otros .
lngratitud .
Eran muy frecuentes lºs disgustos entre lºs nºvios . Haciendo él,
a veces,gala de una falsa d ignidad , recriminaba a la infel iz :
— Mira,Carmita
,me estás poniendo en rid ículo . Me vas a hacer
e l favor de no volver a mandar nada a la fonda .
— Hombre,no volveré a hacerlo; pero quedaste conforme , y
para eso me mandaste al asistente .
— S í,t ienes razón . Tengº yo l a culpa , por dej arme convi dar .
Perº,descuida
,que no volverás a tener que reprochárme lº. No
vuelvas a ºfrecerm e nada y no me veré obl igado a aceptar por delicadeza , pºr consideración . Consideración y del icadeza que tú nocomprendes
,puesto que me haces culpable de un sistema poco
digno para m i, cºn e l que quiero terminar .
No te cu lpo de nada, Eduardo . No hago más que recordarteque quedamos de acuerdo en una cosa que ahora me reprochas .
— Nada te reprocho . Yo solo tengo la culpa de lo que pasa .
— Eso no es verdad— dij o la triste , cas i cºn lágrimas en losoj os La cu lpa la tengo yo, por quererte como te quiero . Se mefigura a m i
, ¿sabes tú? , que nada de lº que hagamºs lºs dos estámal . Y cºmo te quiero y tengo mucha confianza en ti
,porque
creo que puedº tenerla,es pºr l o que procedo en la
forma que lo hago .
— S í; pero esº, Carmita , t iene que terminar, debe terminar— dij oexasperado Eduardo
,que se revolvi a cºmo un energúmeno s iem
pre que se veia cogido pºr l as reposadas y amables razones de sunovia .
— Pero, ¿pºr qué debe terminar?
— Porque s i,porque yo me conozco y tengo un carácter v io
l ento que nº puede hacer fel iz a ninguna muj er.— Eso es cuenta mía . A m i me gustas comº eres .— Eso dices ahora . Pero es porque no me conoces b ien . Yo nº
109
debo,no quiero engañarte . Y es preciso que terminemos antes
que nos interesemos más .— Pues para terminar no merecía l a pena haber empezado .
— Eso digo yo .
— Pero no fu i yo a buscarte .— N i yo te puse un revólver al pecho .
— Tienes razón . Tú pedias y yo pude negarme . Pero no fu í caa
paz; no tuve valo r para resist i r a tus Pero mira, Eduardo ,no nºs atormentemos inúti lmente. Ya ves que no te culpo denada . Sólo yo soy responsab l e de lo que ocurre entre nosotros ,pºr haberte querido como te quise y como te quiero . S in recato ,s in l ímites
,s in preocupaciones
,s in recelos n i
— Es que yo no puedo to lerar que continúe este estado de cosas ,que a m i me denigra . Soy yo el que no debo tolerar esta locuraque nºs ha hecho l legar a extremos vergonzosos para lºs dos .
A m i, ¡para qué negarlo ! , me halaga sob remanera que me quieras
de ese modo extremoso y apasionado; pero es que yo no deboaceptar pºr más tiempo esas caricias .— Es que yo hub iera terminado pºr ofrecértelas, aunque tú nº
las hubieses pedido .
— Es que padece tu honor.—¿Y si a m i no me preocupa, qué puede inqu ietarte a ti?
—¿Y mi conciencia?
— No eres responsab l e . Vive tranqui lo . No me pidas nada . Yo
te seguiré queriendo de igual manera . Duerme tranqui lo . Yo mecondenaré pºr lºs dos . Arrostraré tus inqu ietudes y l as mías
, pe
d iré que caiga sobre m i l a sanción de tus pecados y de lºs míos .Yo te declaro exento de respºnsab i l idad moral y S erév íctima y verdugo a un t iempo mismo . Que no te desvelen esos
pero no me abandones ahora,después de tanto tiempo
,
al f in de tanta intimidad,al cabo de tanto sacrifi cio pºr mi parte…
— No es abandonº,Carmita . Es
,senci l l amente
,s inceridad . Yº
no podré hacerte fe l iz nunca .
Pero no me hagas desgraciada,dej ándome ahora .
Además , yo no puedo casarme . No soy r ico y no tengo má sque mi carrera
,y eso b ien sabes que no es bastante .
— Pero s i yo no te pido nada, n i s iquiera que te cases conmigo'
No te p ido más que nº me— No quiero tampoco que me mandes cosas de comer a la fonda .
S e burlan de t i y de m i . Dicen que es un descréditº para l a casay que ninguno de lºs pupi los que al l í ha hab ido neces itó sobreal i
mentación y que lo que me das pºr un lado me lo debes qui tara disgustos por otro
,porque no se me ve engordar.
— Está b ien; no te mandaré cosas de comer.
1 10
—'
l'
an1pºco quierº que me repases la ropa ni que me hagas
pyj amas . Me pones en rid ículo cºn tus amabi li dades .
— Sea comº lo quieres . No volveré a componerte las cam is as n ia zurc irte l os ¿Qué más quieres?
— Que nº me quieras .
— Eso ya no puede ser . A todo renunciaré menos a eso . (Y aña
dió Carmita,después de una pausa durante l a cual se cºmió ma
ter ia lmen te con los oj os a Eduardo . ) ¿Verdad que tú no me quieres dej ar?— Carmita…— Eduardo… ¿Verdad que tú me quieres a tu perº
me quieres?— S í
,Carmita . Anda
,No; as í, nº. As í
,
—¿Pues cómo?
— Ya lo sabes , gitana .
— Yo no sé nada .
— S í que lo sabes .—¿Cómo , l adrón , as í?
— Así, as í .
Y l a caricia háb i l,maestra
,vino a disipar la nebulosa frente del
descontentadizo novio .
A lºs pºcos días vo lvió a reanudarse l a nutrit iva relación entrelºs novios . Y volvió el asistente a ser e l portador de lºs bizcochosy merengadas que Carmita segu ía elaborando cºn ayuda de subuen l ibro de cocina
,para enoj o de las patronas de Eduardo y
burl a de sus compañeros de pupi laj e . Y otra vez e l saquito de laropa blanca cursó la conocida Muchas veces s intióefectos contraproducentes e l arte cu l inario de Carmita
,puesto que
en vez de grati tud,hal ló reproches y acritudes su destreza repos
ter i l . Reñían lºs novios y hacían las paces cºn frecuencia d esesperante para la incondicional so l i citud de Carmita
,y en ocas iones
n i s iquiera la di latada ses ión de cine,en la que se proyectaba uno
de esos f i lms americanos de largo metraj e,era suficiente para dis i
par e l crón ico malhumor de Eduardº . Entre riñas y reconc i liac io
nes se desl izaba la vida de aquel los dºs novios eternos . Pºr miedoa perder Carmita l a ú ltima esperanza de casorio
,según unos . Pºr
temor al qué di rán,según otros . Pºr culto acendrado a la sacro
santa misión de abnegada investigadora,según nosotros . Todos
lºs recursos de la Ciencia agotaba la chica cºn aquel ej emplarraro
,tºdos lºs secretos procedimientos de una discipl ina que tºdo
el mundo cree dominar,perº que se ocul ta a la v is ión vulgar como
Só lo lºs in i ci ados en las consabidas investigaciones pºdian apreciar lºs esfuerzos inauditos y los recursos heroicos queCarmita empleaba en su afán de descubrir l a l ey que podría for
— 1 12
expl icación cºn un apretado beso,Lol ita Arenas recobraba la cal
ma,son re ía sat isfecha y respi raba tranqui la . A casa de Lol ita se
encaminó una de aquel las tardes Luciano . No pod ía fal tarse aquien era tan fiel guardadora de lºs cul tos de la amistad . ApenasLol i ta le echó la vista encima a Luciano
,l e dij o
— Supongo,Luciano
,que no me guardarás rencor .
—¿Y pºr qué?
— Por no haberte contestado a aquel la postal que me envi astedesde e l Havre
,a fines de Diciembre .
—¡Qué tºntería !
— No sabia adónde contestarte . Tampoco me lo supo deci r tuhermana
,a qui en pregunté .
—¿Pero de veras te ha preocupadº eso?
— No lo sabes tú b i en . Puedo deci r que has ta hoy no he estadotranqui la . ¿Es de veras que me perdonas?— No hace falta; pero s i te empeñas , te perdono de cºrazón .
—¡Ay, respi rº ! ¿A que no sabes a quién espero para pasar la
tarde conmigo?— Tú dirás .— A Carmita . Te lº advi erto por s i no te gusta encontrarte
con el la.
— Me es indiferente .— El la
,s i . Pero encontrarte aqu í cºn e l la, te gusta .
— Muj er…— Nada; l º dicho . Te gusta. Es l a coquetería de lºs novios ré
ñ idos : encontrarse.— S egún . Pero no o lvi des que Carmita me dej ó a mi .— No importa.— Además
,e l l a t iene nov io y no tengo nºvia . Mi s ituación
es más desai rada . Yo no soy más que el hombre que tuvo una novia .
— Es que tú no sabes el valo r emocional que t iene para las mdchachas e l historial de lºs hombres .— No lo sé . Y en este caso puedo asegurarte que no tengo el
menor interés en presentarme delante de Carmita . Me preocupasu pºrveni r
,aunque e l l a no lo crea n i lo agradezca .
Llegó Carmi ta . Lol i ta Arenas era muy buena y muy piadosa,y creyó— y cualqu iera en su casº lo hubiera cre í do— que Lucianºsab ia que Carmita ten ía anunciada su vis i ta . Apenas entró Carmita y saludó
,echó algo de menºs
,y s in sentarse
,exclamó :
—¿Y Abd—el—K rim?
— N o sé,hij a . Pues creo que en Annual— contestó riendº Lºl i ta.
—¿Pero quién es Abd—el-K rim?
— Pues e l perro pol i cia de mi novio,que no só lo es un perrº,
s ino tamb i én un detective cºn l a mar de nariz . Pºr ahi dicen que
— 113
Eduardo l e ha traspasado la novia a su perro , fundándose en queahor a me tiene un pocº aban donada; pero no hagan ustedes casode dichos . ¿Quieres mirar s i se ha quedado a l a puerta?— Ahora mismo— dij o Lol ita
,dej ándolos so los .
— Qué casual idad,Luciano
,ésta de encontrarnos nosotr os.
— A m i no me lo parece .por qué?
— Pºrque pensaba buscarte para hab l arte . Te—¿A m i?
— A t i .—¿Y qué es lo que tú tienes que decirme a mi?
— Pues… que dej es ese novio que t ienes .
—¡Ay qué gracia ! ¿Es que has pensado en reconqui starme?
— No . S i no supe retenerte , ¿ cómo voy a lograr recºnquistarte?— Entonces
, ¿qué puede interesarte que yo dej e a mi novi o?— Ya ves . Lirismos míos .— Ya veo que eres e l de siempre .
— Y orgul loso de mi manera de ser.— Y si yo te dij ese que soy fel iz ahºra.
— No lº creerí a .
—¿Por qué? ¿Porque no eres tú m i novio?
— No . Porque es él .Pues eso es peor que lo que yo pensaba . Eso ya no es orgul lo
tuyo : es ofensa para él .— N o trato de ofender a un homb re ausente .— Pues lo parece .
— Te deb iera bastar mi palab ra . Además,te consta que cuando
quiero ofender a un hombre,l e busco . Só lo trato de defenderte .
Tú no sabes lo que va diciendo ese hombre de t i .— Todo lo sé . Que no sabe cómo deshacerse de m i , que va a pe
di r el traslado,que hace de m i l o que Pero s i ya no es un
secreto eso para nadie . Pero s i mi nombre anda pºr l as paredesy mi honra por e l pero s i lo sé .
—¿Qué pretendes , entonces?
— Casarme con él .—¿Y si no lo cons igues?
—¿Es que te ibas tú a casar cºnmigo?
— No lo querrías tú .
— N l tú tampoco . Y desengáñate , Luciano , l a úni ca maneraeficaz de interpºnerse en la vida de una muj er es arriesgandoalgo grande por el la . Lo demás es… eso que tú has d icho an tesl ir i smo puro .
No se hab ían entendido . No era fáci l . No fué, s in embargo, infructuosa la entrevista . Luciano recordó s iempre una de las frases
8
1 14
de Carmita, que era todo un programa sentimental . “La úni camanera eficaz de interponerse en la vida de una muj er es arriesgando a lgo grande pºr e l la .»
No obstan te la act i tud gal larda de Carmi ta,l e entristeció pen
sar en la pobre equivocada,que se acogía al refugio d e l a ú l tima
amiga que le quedaba : l a pobre Lol i ta Arenas,que dormi ria aque
l la noche de un ti rón,después de haber aguan tado en su casa a
la escandalosa Carmita y al perro—lobº de l arti l l ero,que l e hizº
dºs o tres fechorí as .
Todos descansaban ya aquel l a noche, pensando cada cual ensu problema . Creemos nosotros que cuando la insens ib i l idad d elsueñº va apoderándose de lºs seres y humi l lando sus rebeldi as
,
van quedando desp iertas,res istiendo el domin io de la noche
,las
que al ientan pasiones más vehementes,creencias más
Só lo quedaban en vigi l i a dos seres .Decía el alma de Luciano
Te separaste de m i método,que era de un e l as i
»cismo puro y de una sana doctrina,para explorar otros
»campos pel igrosºs de l al to saber amatorio,cuyas prác
» t icas experimental es te habrán de costar,seguramente
,
»muchas
Y el alma de Carmita repl i caba
De experi encia pel igrosa cal if i can algunos , cobar»des y ego ístas
,l a práct ica a que me sºmeto . Piensen
»en que nº es trivial mi investigación . I n teresantes se»cretos poseo de l alma mascul ina, de sus incl inaciones ,» exigencias
,modos y costumbres
,que pueden serv i r e l
»día de mañana para escribi r un Tratado Completo de»Cienci a Amatoria . Y recapaci ten todos que s iempre l as» investigaciones de la Ciencia ocas ionaron v íctimas be»n em ér itas del progresoNo es el amor ciencia experimental
,c iertamente .
Bien quis iera que mis exploraciones anal í ti cas se l imitasen al procedimiento teórico
,pero es e l hombre tan
ego ista que ni s iquiera invocando lºs respetabl es fuerosde la Ciencia se aviene a ser examinado s in examinar,a ser d isecc ion adº s in d isecc ion ar y a ser conocido , endefin it iva
,s in conocer . Así
,pues
,no hay inmunidad po
s ib l e para las pºbres muj eres que,como yº, quieren
averiguar lo que tiene e l hombre dentro .
LUC IANO Me quedº cºn mi
A los quince dias de la marcha de Andrés,recib ió Luciano un
telegramo de aquél en e l que l e decia que sal iese en el primerrápido acompañandº a su muj er y sus hij os .
Aquel la misma mañana se presentó Andrea en el despachº y leentregó a Luciano otro te legrama de Andrés
,redacta do en analo
gos términos . Convinieron lºs detal les del viaj e y no volvieron averse hasta e l mºmento de la marcha
,en l a estación . Durante el
d ía fueron en e l mismo departamento . Lucianº,aparentando una
natural idad que estaba muy lej os de senti r,atendía cºn gran sol i
c itud l as menores indicaciones de Andrea . Los hij ºs de ésta parec ian i r comp lac id ís imos en compañ ia de Luciano . Tenía éste paralºs niñºs un poder de atracción tan grande que se captaba su vº
l untad apenas ini ciado el trato . A las dºs horas de vi aj e j ugabancºn él como cºn el más antiguo conocido .
Lucian o observaba l a prudencia de no mirar a Andr ea cuandoésta podia advertirlo . Dos o tres veces le sorprendió el l a, s in embargo
,en una muda y extas iada contemplación
,que su vehemencia
no supo evi tar; pero, o aquel l a angel i cal muj er no lo advi rt ió ,º, de lo contrario , no se creyó ofendida . Se l imitó a cambiar delugar su mirada serena con la misma graciosa natural idad que unpaj ari l l o cualquiera vol aría a posarse en otra rama . Luciano
,cre
yendo haberl a inferido una gran ofensa,se abstuvo en lo sucesivo
de mirarla y sólo lo hizo cuando tuvo que habl arla,procurandº
negar cºn una mirada tranqui la e indiferente,l a intranquil i dad y
el infierno que había en su pecho .
Luciano estaba satisfecho cºn su nuevo cargo . All í ten í a ocasiónde pºder luci r sus cºnocimientos técn i cos sobre la navegación y10 5
'
que hab ía adquirido cºn el estudio de l a geografía comerci aldel mundº, a l a que era tan aficionado . Pronto tuvo que hacerseCargo de tºdos los asuntos de la Casa . A los pocos meses de vivi rAndrés en Madrid hizo crisis su tendencia central i sta
,y una fu
r iosa descentral ización fué el s istema que adoptó . Barcelona, Par is
,Londres
,Nueva York fueron muy pronto lºs obj et ivos comer
cial es hacia lºs cual es enderezó sus p ecadores pasos . Ni s iquieraadoptó el término medio oportunista que emplean lºs pol í ticospara mantener el equi l ib ri o entre las dºs tendencias opuestas . EraAndrés radical en su pol ít i ca . Fué furiosamente central i sta cuandoen un constante afán de disipación adoptó Madrid como centrode sus correr ías . Mientras la pobre Andrea quedaba al lá en S evil l al amentando su abandono
,él se daba a conocer en lºs centros de
escandaloso recreo,de fáci l acceso para todo e l que
,como él , tení a
s impatia personal y unos miles de pesetas para subrayar sus naturales condiciones de hombre de mundo . Cuando tras ladó su fami
117
a Madrid aun hal ló un nuevo aspecto de v i da que le distrajounos meses . Consistió en alhaj ar esp l éndidamente a Andrea y
en Vesti rla con verdadera suntuos idad para exhib i rl a pºr lºs lugares más púb l i cos . Hasta que sus amigos sup ieron que la estupenda
muj er que acompañaba a Andrés era su leg ít ima esposa, creyeronque se trataba de una entretenida de postln . Alguno , al d ía siguientede verle cºn Andrea en e l pal co de un teatro , l e dij o , dándole palmad itas de compadre en la espalda:—¿Quién era l a muj er cºn quien iba usted anoche? ¿Sabe us ted
que no está mal? ¿Acepta usted mi fel i c itación?—¿La muj er de anoche?… ¡Ah , s i ! Pues mire usted , esa muj er es…
No supo segui r. S u desenvoltura y su seren idad le h i cieron traic ión . S intió orgul lo e indignación al propio ti empo . Quiso deshacere l error y no le sal ieron las palabras . El amigo , al ºbservar su turbación , se precip itó a decir :
— Creo que he sido indiscreto . S i es as í , usted sabrá d iscu lparme.
Andrés acabó pºr disculpar al deslenguado . R ecord aba l as ci rcunstancias en que aquel homb re le hab ía visto acompañado deAndrea . Fué a últ ima hora, en el pal co de un teatro de lºs que sededican a las revistas de gran espectácul o
,en ocas ión en que lºs
pocos palcºs que se hal laban ocupados lo estaban por hombresconocid ís imos en e l mundo gal ante , acompañados de sus queridaso de sus amigas predi lectas . Cuando entraron en el palco y Andreal e preguntó qui énes eran aquellos a quienes saludaba , Andrés l econtestó que no recordaba b ien
,porque hab ía conocido en aquel los
días a mucha gente . Así evi tó cºn faci l i dad ser más expl í ci to . Enun pal co contiguo al que el los ocupaban estaba Arechavaleta
,e l
opulento minero b i lbaíno,que hab ía logrado popularizarse en Ma
d rid pºr i déntico s istema de dominar pºr dinerº a todos . La indumentaría escandalosa de aquel las muj eres y sus j oyas ostentosasno inquietaron a Andrea
,ya que el la , por trans igencia, hab ía con
sentido en vestirse y ornamentarse ch i llonamente , creyendo la pobre , de buena fe , que este capricho de su marido era la revers ióna sus deberes abandonados . Y s i aquel las muj eres podían ser lasespºsas de aquel los hombres , no ten ía por qué sorprenderle quelas act itudes fuesen procaces
,las r isas deshonestas y que hiciesen
frecuentes escapad itas al an tepa lco , s in cuidarse mayormente del o que estaba representándose en el escenario .
—¿A qué habrán venido esos?— preguntó Andrea
,un poco in
dignada por la falta de corrección de las que pod i an ser sus co legas .
— No te extrañe que no miren hacia e l escenario . Esta es unaobra conocid ís ima y la gente de Madrid viene al teatro como re
curso , por no tener dónde pasar la noche .
Ya muy avanzada la representación del últimº acto , en traron
— 118
en un palco segundo dos muj eres y dºs hombres . Uno de éstos ,completamente borracho
,s iguió hablando con el mismo tono de
vºz con que pudiera hacerlo en plena cal le o en su casa . Sus acom
pañan tcs le con testaban s in pºder contener la risa , pero un pocºmás quedo . El públ ico d e l anfi teatro
,local idad contigua a los pal
cos del mismo piso , y e l de la galeria alta , empezó a sisear fuertemente y a protestar cºn voces de la o ¡Quese los El borracho se encaró
,sucesivamente
,
cºn lºs que le apostrofaban y empezó a decir:—¿Qué queréis? ¿Y esto es Madrid? Esto es una capi tal de pro
vincia de quinto orden…—¡ Fuera !
— A que yo me entere . ¿Quién ha dicho fuera?—¡Que se vayan !
— Pero s i acabamos de l legar . champaña; quenºs traigan champaña .
El escándalo fué inenarrab le . Mientras el públ i co vociferaba,el
borracho se dedi có a besar a ambas muj eres . Cuando hubo un pocºde s i lencio
,dij o e l curda :
— Esto no pasa más que en ¡ ¡Qué asco"La alus ión
,que ten ía dej os de lamentación por e l atraso en que
se hal laba la Capi tal de España en rel ación con el restº de lasgrandes urbes civi l i zadas
,debió ganar la voluntad de lºs agentes
del O rden públ i co y de lºs servi dores del teatro,que seguramente
estaban en sus puestos . Nadie molestó a lºs alborotadores . ¿Tendrian razón? Ni los pol i c ías n i lºs acomodadores ampararon a lamayoria de lºs espectadores pacíficºs que pedían protección contra e l desafuero de lºs escandalosos . La indefens ión era manifiesta .
Aquel la noche Madrid fué grande . A gran parte de lºs ocupantesde l a sala les hacía la mar de gracia e l incidente y la valent ía deun t iº que arrostraba tan osadamente la impopularidad A Andreale repugnó e l incidente . Le pidió a Andrés que la sacara de al l i .Al levantarse para irse
,vió cómo lºs conocidos de Andrés le salu
daban d esp id iéndo le y cómo uno de el los l a enfocaba cºn lºs gemelos
,ins istentemente , haciendo comentarios cºn las muj eres que
les acompañaban . Observó tales acti tudes en sus espectadores yse advi rtió tan cur ioseada
,que sal ió de l teatro triste y avergon
zada,s in tener fundamento a qué atribu i rlo . El mismo Andrés
tuvo para el la aquel la noche tales so l i ci tudes y aproximacionesins inuantes de enamorado en públ ico, que el la repugnó en lugar deagradecer. Todo esto lo recordaba Andrés perfectamente y, porcºns iguiente
,no l e pareció disparatada la supos ición de l amigo .
Además,l a bel leza de Andrea no neces itaba e l comentario de las
cºstosas creaciones de los grandes modistos para atraer las mira
_ 120 _
se hal laba en casa a las horas oportunas . A ! principio,tuvo el pu
dor de disculparse pºr te léfono desde algún circulo; más adelanteno se preocupó de hacerl o . Abol ida la puntual idad para las cºm idas
,pronto faltó también a las horas de dormi r.
Andrea,mujer consciente de su dignidad , j amás le reprochó
agriamente su fal ta de respeto haci a lo más sagrado del hogar,
que es la convivencia íntima cºn l a esposa . Ni en la mesa ni en e llecho in ició n i al entó agrias disputas . Cre ía esta santa muj er queya que se falte al cu l to que se debe a estos dos lugares del hogarmás dignos de reverencia
,no deben
, por lo menos , manci l larsel levando a el los las querel las y las luchas . La muj er que no tolerecºn su digna acti tud el d isturbio del lecho y de l a mesa
,habrá
cºnservado su íntegra dignidad y nadi e osará ofenderla . Que elhombre no respete en buena hora las sagradas costumbres de laasistencia periódi ca a la mesa n i al l echo
,donde tienen lugar
aquel los ritos patriarcales que son mandatos b íb l i cos decretadospara las prácticas de toda fami l ia crist iana
,pero
, pºr lo menos ,que no ofenda a Dios cºn sus vºces impías . S ean el l echo y la mesarefugios tranqui los
,as i los seguros
,remansos de paz donde las ln
chas de todas clases tengan una tregua . ¡Deténganse ante lºs albosl ienzºs lºs apóstrofes vio lentos y las d iatr ibas feroces !En los demás lugares
”y en las distintas ocas iones en que e ra
p rºp ia l a quej a y ºportuna la lamentación , supo Andrea comentare l abandono de que era ví ct ima
,s in descender un ápice del pedes
tal de su dignidad . Poco º ningún caso hizo Andrés de tan j ustasrecl amaciones
,s iguiendo
,como hasta entonces lo estaba haciendo
,
nº sólo abandonando a l a suya,s ino tambi én acompañando a otras
muj eres en lºs mismos lugares y cºn igual espl endidez que lº hab í a hecho con su legítima esposa .
No só lo consist ía el abandono de Andrea en su desamparo mater ial. Era , además , tal e l grado de ais lamientº esp i ritual en quev iv ian aquel los dºs seres
,que puede deci rse que se ignoraban mu
tuamente . Ningún marido puede adoptar impunemente la acti tudde indiferencia que Andrés ten ia para cºn su muj er. S e reve labacontra el l o l a exquis i ta sensib i l idad de Andrea , que viv ía huerfana de toda comprensión espiritual .
Sépan lo hombres y muj eres , que a todos nos convi ene saberlo pºr igual . Nuestro error consiste en converti rnuestra abnegación de novios en un redomado egº ísmºde esposos . Todos lºs sacrifi cios nºs parecen pocos paraganar la voluntad de la novia: esta cºnquista t iene elaval de todos lºs j uramentos y e l prestigio de todos lºs¡sa crifi cios . De igual manera, la nºvi a se muestra abneº
121
gada y hace renunciación de todos lºs b i enes espir itual es y temporales a favor nuestro . Só lo nuestra dicha desea . Nos casamos
,y tomándonos mutuamente entre
nuestros brazos,decimos : ((Ya te tengo en mi poder; ya
eres mía; ya me y otras exclamacionespºr e l est i l o
,que todas significan poses ión , prºpiedad .
Dichas expresiones serán en boca de unos el cumpl imiento de un anhelo espi ri tual; en otros , e l l ogro de unprºb lema resuelto . Y no saben unos y otros que aquel lanoche
,cuando cºn más int imi dad abrazan , es cuando
más lej os se hal l an de l º que creen dominar con e l cercode sus brazos . Desde aquel momento , n i se preocupan deinteresar
,n i de halagar , ni de consol i dar e l domini o que
cree tener unº de ºtrº para in eternam . No saben lospobres equ ivocados que precisamente el dí a del domin io aparente y del amor consumado es cuando menosse comprenden aquel los d os seres, que creen poseer cadaunº el secreto de subyugar y de satisfacer e l anhelo de lºtro . Nada poseéis , pob res desdi chados . A nadie dominai s
,ningún anhelo sat isfacéis . Ese día
,precisamente
,
hizo crisis vuestra pasión y vuestro dominio . Más cui dadosos tendréis que ser de vuestro tesoro;más cautos paraguardarle
,más celºsos para retenerle .
S i n advert i r esto Andrés, 0 s in importarl e mucho tenerlo en
cuenta,no se preocupó de cult ivar en su provecho el alma de
Andrea . ¿Qué sab í a él de sus inquietudes n i de sus preferenciasni de sus anhelos? Y as í
, pºr el abandono de él , se fueron separando aquel los dºs seres . No merecía esto Andrea, no era el l a delas que proceden cºn i gual indiferent ismo . A l contrario . Cuidadosaestaba de atender en todos lºs aspectos los gustos de Andrés;quería convivi r con él
,quiso estimul ar sus buenas condicion es
,
rectifi car amablemeñte sus errores; l e apl audió sus éxitos; l e al entaba en la l ucha; se mostraba orgul losa de sus perfecciones; tratóal principio de disculpar sus yerros . Todo fué inúti l . No puede procederse impunemente
,como lo hacía Andrés . Creyó que Andrea
nada necesitaba después de adquiri r un marido a buen precio .
¿Necesitaba el la algo? ¿Le faltaban buenºs traj es , ni espl éndidaspieles , ni soberb ias j ºyas , n i un palco en lºs teatros , n i un automóvi l a l a puerta?
¡Pobre vanidoso que creyó que su esmi rr iada y cativa personal idad espiritual podria satisfacer l as ansias del alma d elicad isimade la sens ibl e Andrea ! ¿Pero es que creéis , imbéci l es de hombres ,que porque el problema social de l a muj er en España es tá sin
— 122
resºlver pued e ningún marido sal i r tranqui l o a la cal l e,pensando
que t iene tan seguro el amor de la espºsa como seguros están lºsb i l l etes en la caj a fuerte? Puede un marido ser bueno
,laborioso ,
honrado,tener talento
,vencer en la v ida
,bri l l ar en el mundo y ,
no obstante,
no l l enar las aspi raciones de una muj er que t ienealma y cuya alma necesita dialogar con otra que la comprenda .
N o ofende a la muj er tanto l a traición conyugal como el desamparo espiritual en que la dej a un marido que la cree satisfechacon haberla cºncedidº e l derecho de cºnsignar en las tarj etas devis it a un patron ímico usado en geni t ivo de poses ión . La señorade don Fulano puede no ser suya j amás . ¿Qué querrá aquel la mu
j er? , se suele a veces o í r , refi ri éndose a una descontenta cualquieraque protesta de su abandono pºr algún procedimiento que alarmaa lºs hipócri tas . Es verdad
,l e contestan otros tal es cºnstem a
dos . Su marido es un bendito , una buena persona , que trabaj ade sol a sol cºmo un cantero; muy hombre de su casa . Pero lagente no advierte que e l marido mºdelo es un pobre señor equivºcado, que no se preocupa de sat isfacer n inguna de las neces idades esp i r ituales que pueda tener su muj er, ya que se trata deuna muj er culta
, cºn sensib i l idad y cºn aspi raciones . El pobrehombre nº le da importancia a nada de eso; apenas se la da a lºstrapos que alguna vez reclama la muj er
,que t iene e l buen gustº
de cuidar de su persona y de dar a la indumentaria la importancia que el arte le ha cºncedido en todas l as Edades de la Historia .
Y las pequeñas diferencias y las microscópicas disens iones vanhaciendo su labor y labrando el fracaso sentimental de una v ida .
Y el hombre se mueve en la vi da con independencia de otro sér
a quien se unió para s iempre; y para s iempre se distancian aquel los d os seres que para s iempre se unieron . No era Andrea v íct imade tºdas las desventuras . Poseía b ienestar material . Ayuna se hallaba, en cambio , de comprens ión de todos sus anhelos espi ri tuales .
Dej emos a su marido la responsabi l idad de todos los acaecimientosde esta
,a ratos , vcríd ica histori a .
Hacía varias semanas que Andrés s e hal laba ausente . Duranteestas ausencias de Arnao
,Luciano hab ía visto a Andrea en muy
contadas ocas iones . Era cuando el la s e aventuraba a entrar en laGerencia p idiendo noticias de su marido
,o cuando Luciano
,ofi
c iosamente,se las daba personalmente cuando se ve ían . En las
con tad ís imas ocas iones en que esto ocurrió , n o pudo reprimir Andrea un gesto de dolor , que le reve ló a Luciano toda l a intens idaddel drama que ensombrecía l a vida de aquel l a muj er.En ocasiones , l a confianza que inspi raba a Andrea la persona
de Luci ano fué motivo para que la abandonada le pidiese su op i
— 124
saben que mienten . En una mirada puede condensarse todo unidi l i o pur is imo, pero a veces , en una mi rada , cabe toda una al evosaviolación . S in l legar a este extremo odioso
,l a mirada es ofensiva
,
pºr lo menos , cuandº traspasa lºs l ímites de una respetuosa admiración . As í pensaba L u c ianº. Mirar cºn ins istencia es ofender . Lamirada ins istente so lic ita
,cuandº no se poses iona; y si nada nºs
cºnceden , ni s iqui era la graciosa respuesta de otra mirada , y seguimos mirando, ofendemos de una manera manifiesta, puestº quetºmamos cºn nuestros oj os
,para poseerlo i dealmente
,algo que
es tan val ioso como e l cuerpo mismo,que es su imagen
, amp l if i
cada pºr nuestra fan tas ía y manci l lada pºr nuestra concup iscen
cia . ¿Fué as í la mirada que é l l e d i rigió a Andrea? ¡El , que tani dealmente la queria ! Tal vez Andrea se s intió ofendida pºr lami rada de Luciano . No s e perdonaba éste e l mal que la habrí acausado . No l a miraria más con ins is tencia . S e lo prometió so lemnemente . Pensando sobre lo mismº
,se absolvió de su escrúpulo .
No hab ía sentido pas ión insana alguna cuando miró y admiró aAndrea . Es que era tanta su bel leza
,tal l a sugestión que se des
prendía de tºda el l a , que por muchos esfuerzos que hacía paraelevarse sºbre aquel los encantos material es
,no l o perm it ía l a per
fecta y peregrina Pero no era aquel cuerpo tan hermoso lo que él amaba .
Pasaría pºr encima de él s in rozarlo s iquiera, tremante de deseo ,desesperado por e l dolor que le produci ría su renuncia
,desgarr ado
por l a separación de cuerpos a perpetuidad,para buscar lo que
todavía,seguramente
,se hal larí a vi rgen en el l a : su alma puris ima.
¡Cuán dolorosamente se hacía estas refl exiones ! ¿Qui én cree rí a quesó l o buscaba el alma de aquel l a muj er hermosa? Nadie . Esta real idad l e anonadó . Todo el mundo le cons id erar ía un seductor vulgar, que intentaba la poses ión material de aquel l a beldad subyu
gadora . A nadie convencería de lo contrario . Ni s iquiera a la ingenua Andrea . Cada paso que avanzaba en aquel vía crucis en quesu insensata pas ión l e hab ía colocado
,obten ía l a revelación de un
nuevº dºlo r,de un marti rio desconocido . Ya no era só lo la pena
que l e produc1a el daño que iba a infer ir le a Andrea; e ra tambi énel miedo que ten ía a aparecer ante el la cºmo autor de una tentat iva de viol ación de todos sus pudores .
Perº no podí a vivi r as í pºr más tiempo . Confió en la honradezde sus intenciones . Andrea era buena , angel ical; tal vez l e creyese .
Y s i l e cre ía,estaba seguro de obtener su perdón
,cuando no su
amor . Y s i Andrea n o l e creyese o n o l e l l oraría,supl i caría
,recurri ría a lºs j uramentos más sagrados , a los testi
mºn iºs más l l egaría hasta ofrendarle el sacri fi cio desu prºpia vi da
,y en tºnces l a muj er ingenua, la desdi chada, la
— 125
abandonada,l a vi rgen de alma
,tal vez derramase una lágrima
por él,el triste
,el que sól o buscaba comuni dad de ideales, compren
sión para sus anhelos,adhesión espi ri tual .
Y cºn l a duda de que lºs demás hombres creyesen la verdadmás grande de su vi da
,mej or dicho , su ún i ca verdad , se en ca
minó a casa de Andrea.
Andrea trabaj aba con l argas aguj as una labor de lana . El cri adoanunció :— El señorito Lucianº .
Al l l egar a presenci a de Andrea,Luciano estaba trémul o
,pál i do ,
j adeante . Se disculpó— Estaba el ascensor descompuesto , y sub i de prisa . Me fatigué
tantº”.
— S iéntese usted,Luciano . ¿Quiere usted tºmar alguna cosa?
¿Está usted enfermo?— No; no quiero nada . Gracias . S i no es nada . Venía a deci rle
que s i no l e molesta,vendré a la noche a hacerl e un rato de com
pah i a.
— Con mucho gusto . Pero será después de pasar pºr l a Gerenciay traerme noticias d e Andrés .… s i l as hay
,naturalmente .
— Por lo menos , algún telegrama debe haber.— Lo que sea.
— Pues hasta luego— duo Luciano , al argando su mano para estrechar l a de Andrea.— Hasta después— correspondió Andrea
,extendiendo la suya .
A la mutua pres ión de ambas manos,advi rt ió Andrea que un
cuerpo extraño se interpon ía entre el l as . S eparó l a suya bruscamente , cogió entre sus dedos lo que Luciano l e había entregadotan dis imul adamente
,y preguntó
, encarándose cºn él :—¿Y esto?
— Es para usted .
— Pero…— Si; es una carta mía para usted . Léal a
,Andrea— añadió su
pi lcante .
Y desapareció,congest ionado pºr l a emoción .
La carta que Luciano entregó a Andrea de una manera tansubrepticia, y que ésta leyó presa de una extraña angustia, decía as í :
n10 de noviembre .»Andrea: Lo he pensado mucho antes de dar este
»paso , pero no tengo otro remedio .
»Há hecho fal ta todo e l profundo respeto que usted
— 126
me inspi ra para que yo no haya exteriorizado antes»este sentimientº que invade mi alma y que vence mi»voluntad . Pero ya no puedo más . Afrontaré la tragedia
,
»s i hace fal ta; sacrifi caré mi vida , s i es necesario; pero»cualquiera d e estas soluciones violentas l a veo l l egar» sin temor , con ta l de que termine esta tortura .
» Le j uro por l a salvación de mi alma que esta pas ión»mía hacia usted es puramente espi ri tual y que
, pºr
» consiguiente,se hal l a exenta de toda preocupación ma
» ter ia l . Es más : yo l a considero perfectamente compa» tibl e cºn todos lºs amores legal es que a usted la ob l i»gan; y es de tal manera honrada esta pas ión mía, que» s i las gentes estuviesen lo sufi cientemente preparadas»para o ir estas confesiones de lºs hombres de buena te ,»yo no tendría inconveniente en propalarl a a los cuatro
»Yo he presenciado el fracaso de s u vida,y desde
»entonces v ivo cºn l a i lusa pretensión de mitigar su»pena . ¡Es tan triste vivi r s in una i lus ión ! ¡Es tan con
»so lador desear y esperar algo !»No sé qué pensará usted de este sentimiento mío;
»pero,cualqui era que sea su ºpin ión
,no me condene s in
»o í rme .
»No tema usted por su honor; sºy yo , quien tanto la»est ima, e l primer in teresado en velar por él . Es más :»s i me he determinado a denunciarme a usted
,ha s ido
»por e l temor de l l egar demasiado lej ºs en mis ins inua»ciones y sugeri r sospechas a cualquiera .
»Me encuentro en uno de esos estados de ind iferent is»mo tan grande que no me asusta la confes ión de mis»más ínt imos pensamientos . S i mis audaci as o mis tor»pezas me colocaran en e l trance de con testar a cual»qu iera que fuese sºbre mi estado de ánimo actual , l e»dirí a toda la verdad , s in economizar palabras . Y es»que neces ito confesar mi crimen . Ahora s i que veo claro»el princip io de derecho que dice que la pena es la me»d icina del alma; ahora s i que encuentro j ustificado que»el propio del incuente reclame para s i el castigo a que
»tiene derecho. ¡ El derecho a l a pena ! ¡Cómo consuela» esta idea y qué gran conquista supone para lºs fueros» de la j ust icia social !»La vida nos t iene reservadas muchas sorpresas .
» ¡Quién sabe s i algún día podré demostrarle cuánto la»quiero y lºs sacrificios que serí a capaz de hacer para
l las hojas de papel,y sin renco r n i vergúen za , n i con t rariedad ,
l as arroj ó al fuegº de la chimenea . Se sentó en una butaca,tºmó
l as largas tenazas y con mi rar reposado y ademán tranqui lo seentretuvo avivando el fuego al rededo r de aquel los papeles
,que
,
apretados en compacto blºque,presentaban cierta resistencia a ser
des tru idos pºr las l l amas . El papel,al carbºn izarse
,denunció ras
gos de la escri tura que le recordaron algunas de las frases queacababa de leer.I nstint ivamente se excluí a Andrea de aquel drama . Quería tanto
y con afecto tan hon rado a Lucianº, y teni a tal fe en su cabal lerosidad y en sus bondades
,que imaginaba que todo aquel l o que
acababa de decirle en una carta era e l relato desdichado de unapas ión a la cual era el l a aj ena; aquello debió haberle ºcurrido con
otra muj er; serí a la re lación de un sueño; tal vez lºs s í ntomas deuna enfermedad extraña que le habí a acomet ido inopinadamente .
De tal'
manera estaba Andrea segura de s i misma y tranqui la respecto a Luciano
,que s i és te entrase en aquel mismo momento
por l a puerta, le reñ irí a como a un chiqui l l o para qui tarle de lacabeza las lo cas ideas . Y Luciano n o ins isti r í a s iquiera n i hari aotra cosa que lo que el l a l e ordenase . Ya le estaba vi endo soportando pacientemente l a chi ller ía
,roj o como una cereza
,cºn la
vista humi l lada y la bºca cal l ada . ¡Pºbre Luciano ! Era buenºhasta cuando pretendía ser malo . ¡Le conºcía el l a más bien ! ¡Mejorde lo que el pobre supºnía ! Jamás creyó que Luciano l l egase a sacar lºs pies del pl atº
,como ahºra lo hacía; n i s iquiera pudo ima
g inarse que el abandono de que el l a era v íct ima pudiese haberleinspi radº tan terminantes —y vehementes apóstrofes depero
,en cambio
,advirtió en él una cosa especial
,ese no sé que
que se observa cuando el alma se asoma a lºs oj os para ver mej ora una persona . Perº el l a estaba tan tranqui la
,porque sab ía que
Lucianº era bueno . Sólo Dios sabe lºs sufrimientos tan horrendosque el infel iz habría pasado al darse cuenta, primero , de sus propias sensaciones
,y,posteriormente
,desde
,que las tras ladó al papel
hasta e l momento en que le entregó l a carta de aquel la maneracasi infanti l . Ahora
,pasado el susto
,destruida la carta pºr e l fue
go, l e perdonaba de todo corazón y le pero le di rí amuy seriamente que nº lo volviese a hacer . S i; l e perdonaba . Laslamentaciones conten idas en la carta eran absol utamente s inceras— Andrea cre ía no equivocarse al j uzgar a Luciano y estaseguridad le afirmaba en su benevolencia .
O tra muj er,aunque halagada en su amor prºp io al cons iderarse
admi rada y pretendida,tomaria la determinación heroi ca de mos
trarse ofen d id ís ima,aunque experimentase una complacencia re
cónd ita . Pero Andrea era una muj er absol utamente honrada y no
129
entendía de mati ces ni de términos medios . No serí a capaz de párapetarse , hipócri ta , tras la socorri da trinchera de l deber: eso lo
hacen las honradas por deber . No . Ella no negaba su emoción n ila tenue indignación que en un principiº se apoderó de el la, n i e lpropós i to decidi do que ten ía de pero no pºr serel l a
,s ino a pesar de ser e l l a
,quien tanto le est imaba . Es más : s in
saber pºr qué, desde que leyó la carta aumentó su ternura haci aLuciano; l e compadeció s inceramente y s intió unas ans ias vehe
mentes de hab l ar cºn él y de consolarle . No querían deci r estassensaciones consentimiento en aquel l a pas ión condenable; n i s iquiera la más remota complacencia en sentirse amada . Era esto
,
senci l lamente,amor des interesado hacia aquel la alma angusti ada .
¿Pues qué? ¿No t iene una muj er absolutamente honrada , comoAndrea lo era, el derecho a experimentar un amor tan puro y desinteresado cºmo el que sent ía pºr Luciano, el l a , que tan plenamentehab ía cumpl ido las obl igaciones que le impon ía el amor desdi chadoque le tuvo al esposº? Nadie podría reprocharle l a más pequeñafalta en sus deberes conyugales . N o s e hab ía l imitado a cump l ir ,como hacen muchas , en sus re l aciones cºn el esposo . Ell a hab íal legado a más . Le quiso, primero , por impulso natural de su corazón; después , cuando la infel i z advi rt ió su desv ío , s e sob repuso
a su propi a dignidad y l e amó pºr deber, poniendo en este amortoda su
"
voluntad,queriendo ayudarse a s i misma cºn e l deseo
vehemen tís imo de quererlo para que D ios la ayudase tambi éninspi rándol e un grande amor pºr e l esposo . Impulso, voluntad ydeseo de amar se atrofiaron al encontrar en e l pecho del maridodesvio
,desamor, indiferencia . ¿Y es que una muj er a quien le
ocurre esto nº tiene s iquiera el derecho de amar idealmente alhombre bueno , desgraciado y triste? ¿Qué saben de estas exqu is iteces del sentimientº las gentes vulgares? Capaces serí an de con
denar a Andrea. Sólo lºs privi l egi ados podrán comprenderla .
Es muy frecuente que la gente,ese conglomerado anónimo que
se erige en j uez , recrimine , acuse e in crepe a lºs que del inquen ,a lºs que caen , s in conocer el pequeño drama que cada uno l l evadentro . Al j uez más severo puede someterse e l caso de Andrea
,
i ncluso al enj ui ciamiento que de su caso podrían hacer lºs pos itivistas , r ígidos e inflexibl es , que sólo cons ideran la unidad <<hom
bre », s in querer tener en cuenta e l temperamento , l a predispos ic ión ,el grado de cultura, l as razones de progenie y las mi l y mi ! causasque pueden influi r en sus acciones . No es lógico exigi r a todas lasun idades e l mismo sacrific io
,igual contribución a l a cºmún obra
sºcial . La pretensión de Luciano y la acogida comprens iva queAndrea le
'
d ispensa tal vez mereciesen el anatema de esos hombres tan fantásticos y tan peregrinos para quienes el honor de las
9
130
personas es algo tan terminante , tan inmutabl e y tan fatal cºmºla ley de la gravi tación un iversal . Pero no se al armen con antic ipación los más timoratos , n i lºs más intrans igentes . Tranqu i license
unos y otros . No pasa nada . Absolutamente nada . No se abre lat ierra
,n i se unen las esferas , ni se hunde el mundo , ni va a faltar
e l ox ígeno del ai re porque Andrea y Luciano se comprendan . No
vayan a creer esos señores que Andrea y Luciano han descendidºya del n ive l moral que su l ey terminante precisa . Hay
,afortuna
damente,para las almas buenas
,una ley de gravi tación que actúa
en sentido inverso y que las precipi ta hacia un cielo de fe l i cidad :es e l cie lo de la misericordia divina, que Dios ha creado para lºsbienaventurados que sufren sed infin ita de
S al ió Luciano de casa de Andrea sin acordarse de coger el abri
go . Cºrrió pºr las ca l l es de Madrid s in saber pºr dónde iba, tro
pezando cºn todo lo que se opon ía a su paso . Llegó a l a Plaza deO riente , y la s i lueta borrosa de l Palacio Real l e dió la sensaciónde algo conocido . Atravesó la P laza de la A rmer ía y se acodó enaquel mirador
,desde e l que se div isa l a Casa de Campo y una l inda
perspectiva,que lºs rayos del sol , i nvis ibl es ya para Luciano ,
i luminaba pºr reflexión . Se echó de bruces sobre e l preti l y estuvoal l í l argo rato . Eran lºs úl timos d ías de noviembre . El frío le hizotremar . Hasta aquel momento estuvo hundido en un estado deinconsciencia que le hizo o lvi dar por un momento sus tr ibu lac iones . Como s i e l frío l e despertase de un sueño, recordó la expre
s ión candorosa cºn que Andrea hab ía cogido su carta,preguntan
dole—¿Y estº?
I ndudab lemente,era un malvado , que no merecía e l perdón de
lºs hombres . Acababa de causar un gran daño , que no podría reparar pºr muy grande que fuese l a pena que l e apl i casen . Lasmuj eres honradas como Andrea merecen el mismo respeto y e lmismo esmero en e l trato que esas niñas inocentes y candorosasque aún no conocen las miserias de la v ida . Había cometido una
violación brutal . Le hab ía revelado a aquel l a criatura,en un solo
instante , tºda la real i dad de su insensata pas ión . Pero,
élmismo exageraba sus propias in cu lpac iones . Le bastó recordar
,
para tranqui l izarse,lºs términos en que estaba concebida su carta .
Esto l e tranqui l izó un poco .
Volvió a senti r frío,y como antes , a pasos precip itados, baj o e l
efecto de una gran excitación nerviosa, se di rigió hacia su casa.
Al cruzar l a cal l e de Bail én , presenció una escena lamentab le .
Una muj er del pueblo golpeaba sañudamente a una niña de seisº s iete años porque había roto una bote ll a l l ena de aceite que le
— 132
— No se apresure usted . Yo no tengo prisa.— No
,s i es que puedo andar más . Además
,ha interrumpido
usted su camino pºr culpa m ia .
— Ahora mi camino es e l de usted . Espere un momentº,que
viene un auto… No hay prisa . ¡Ahora ! Ya estamos en la acera.
— Gracias,cabal lero . Ya puede usted continuar su camino . Yo
conozco el m ío . Lº ando todos lºs días .
No atrevi énd ose a darle una l imosna , al ver la indumenta r i adecorosa de l invál ido
,l e d ij o
,despidiéndose
— Puesto que ya está usted,buen hombre
,en lugar seguro
,
quede cºn Dios , s i no me necesi ta para nada .
— Ya es bastante para el desgraciado que no ve,sent irse ampa
rado cuando más lo neces ita, pºr quien tan al to pone e l nombre
de Dios . Vaya con él tan noble cabal lero , que , aparte e l auxi l i omateri al que me ha prestado l ibrándome del pel igro
,ha consolado
las horas tristes de mi eterna noche—¿Tiene usted fami l i a?
— No pretenda conocer mi vida , que no tengo derecho a apesadumbrar a usted cºn mis desdichas . Mis desgracias son
,como mi
ceguera,de nacimiento
,y só lo cºn l a muerte curaré de aquél l as
y de ésta .
— No ins isto . S i algo puedo hacer pºr usted , dígamelo .
— Nada sino lo hecho , y no es poco .
— Adiós,entonces .
— Adiós .
Qué deseos más ferv ientes ten ia Luciano de ser bueno aquel lanoche . El estoicismo del ciego le impres ionó hondamente . ¿Quéºtras desdi chas podrían acumularse sobre e l pobre viej o? Qué pro
p ic io estaba Luciano a pract icar e l b ien y con qué int ima satisfacción hubiese seguido caminando cogido de l brazo del c ieguecito . Pero Dios no querí a depararle l a ocas ión que a propi o in tentobuscaba . ¿Pºr qué en ocasiones desfi l amos indiferentes ante e ldºlor
,y otras veces , en camb i º, predispuesta nuestra alma con
una hiperestes ia ci rcunstancial,el dolor rechaza nuestros anhelos
de caridad?Luciano s int ió frío
,un frío
_
intens ís imo y una congoj a que conmovía todo su s ér . Corrió ante e l miedo de n o poder l legar a sucasa. Las piernas l e f laquearon . Tomó un coche . Al l legar, encargóal portero que pagase e l servi cio
,y subió l a escale ra apoyándose
trabaj osamente en el pasamanos . Le abrió la puerta José , su criado
,y tuvo que apoyarse en él para no caer al suelº . Empezó a
senti r unos escal ofríos violentís imos .
— Estoy muy enfermo,José . Avisa a un médi co en seguida .
Se desnudó rápidamente,se hundió entre l as sábanas como un
133
desgraciado que buscase refugio en el sagrado recinto de un As i locontra tºdºs lºs males de l a t i erra, y rompió a l l orar como unchiqui l lo . A lºs pocos momentos se s int ió invadido pºr un calorintenso
,que se le acumuló en e l cerebro . Las s ienes l e l at í an fuer
temente y se notaba congest ionado . Una corriente progres iva dedolor iba tomando poses ión de todo su cuerpo en di rección aseendente
,como un sudario torturante que le envolvi ese . A lºs pocos
minutos l e dolía todo e l cuerpo . Aquel l a red de dolo r, que era comouna envoltura de mart irio
,no l e dej aba energías n i para quej arse .
S int ió miedo . S e advirtió solo , triste , enfermo y, s in embargo , unadulce res ignación convirti ó su l l anto de momentos antes en unaplácida sonrisa dolorosa . Era e l que sentí a un dolo r que se extendió pºr toda la red periférica de su s istema nervioso . No l e dol íanlºs músculos , pero parecían haberse at rofiado , pues no era capazde mºverse .
El l lanto le hab ía al ivi ado mucho . S e sent ía reconfortado ahora,
soportando sol o el dolor f ísi co . Su alma resplandecí a de tranquil idad . Nunca se consideró más j ustº n i más digno del favor div inoque después de haber derramado aquel las lágrimas .
Se q uedó dormido con un gestº de resignación .
Cuando entró e l médi co,deli raba
,prºnunci ando confusamente
un nombre de muj er .—¿Quién se l l ama as í?— preguntó el médico a José .
— No Creo que una hermana suya .
— No l e dé usted nada más que agua,s i l a pide
,y yo vendré
mañana temprano .
A media noche despertó Luciano . Un estado de inconscienciale dominaba . Ni un ruido
,n i un rayo de luz que pudiera serv irle
de punto de referencia de su s ituación . Estaba como hundido enla vida, s in darse cuenta exacta de s i ésta empezaba o terminabapara él . Fueron precisándose l as i deas en su cereb rº . A medidaque iba despertando a l a vida
,concretaba su s ituación . S e acordó
de Andrea . Le volvieron los dolores . El si lencio y la obscuridadle dieron l a sensación de que sus dolores y sus tristezas iban a sereternos . Oyó que dos personas se aproximaban hablando
,a lo
l argº del pasi l l o .
El médico y José entraron .
—¿Quién es Andrea?— le preguntó e l doctor
,sonriendo
,al mis
mº tiempo—que le cºlocaba el termómetro .
—¿Por qué me lo pregunta usted?
— Por nada .
—¿Qué es lo que tengo , docto r?
— Ya se lo diré a cuando yo lo sepa . Vamos a cuentas .¿Se enfrió usted ayer?
— 134
— S í,seño r . Sal í s in abrigo .
— Eso no es bastante . Vamos,cuénteme lo que hizo usted ayer
pºr l a tarde .
— Tuve un disgusto; anduve mucho , sudé y no me preocupéde abrigarme . Cuando l l egué a casa sent í—¿Tuvo dolores en las extremidades?
— Si,señºr . Y en las articulaciones
,y un hormigueº muy mar
cado en lºs dedos de las manºs y de lºs pies ._
— Saque usted un brazo .
— No pued o moverme .
— Ayúdeme usted— dij o e l médico a José .
Entre ambºs incorporaron al enfermo,cuya cabeza se iba para
lºs ladºs . El doctor tomó el brazo derecho de Luciano y lo extendió fuera de la cama
,observando que la mano presentaba la
acti tud péndulo . Después l e sacó el termómetro que l e hab í a col ocado antes en la axi l a izqu ierda
,y leyó : 39º
,9 . Volvi éndose hacia
Luciano,l e dij o :
— Tiene usted un ataque de polineur it is febri l . ¿Dónde l e em
pezaron a usted lºs dolores?— Primero me dol ió e l l ado derecho
,y después
,el izquierdo .
— Son lºs nervios , que duelen pºr s impat ía .
— Por antipat ía,diria yo .
— Y el los tambi én lo dicen , con respecto a usted . Pero entreel los t ienen s impatia . A lºs nervios les t iene s in cuidado lo queusted piense de el los .
— Pues a m i n o me sucede igual .— Los nervios
,como las personas
,se sol idarizan en el dol or.
Pºr eso l e dol i eron a usted lºs de un lado y después los del otro .
¿N o toma usted parte en la pena que afl ige a muchas personas?— S í , doctor .— Pues lo mismo les ocurre a los ne rvios . También entre lºs
e lementos que consti tuyen e l cuerpo humano hay sus dramas ysus comedi as .
—¿Y pºr qué duel en tan t is imo lºs nerv ios?
— Porque cuando le duele a usted un nervio,l o que le duele en
real idad es su nervi nervorum,que es el alma de l nervi o .
— S í que es divert ido . Tiene usted razón,doctor: esta enferme
dad m ia es mej or que e l teatrº. ¿Sabe usted una cosa?— U sted dirá .
— Que desde que me ha expl icado usted todas esas cosas taninteresantes , parece que me duele menos .El médico escribió una fórmula sobre una hoj a del b loque de
su cartera y se la entregó a José , dici éndole :— Déle un sel lo de éstos cada cuatro horas .
— 136
— Yo l e perdono,Luciano
,porque s iempre l e he ten ido a usted
por una persona buena , y lºs buenos no pueden cometer vi l lan í as .
— Gracias,Andrea .
Y porque me figuro que a estas horas estará usted arre
pent id o de lo que h izo .
— L o estoy; pero es que ya no podía más .
— Espero que no volverá usted a pensar en locuras .— Lo que usted me mande . Yo no haré nunca más que lº que
usted quiera . Pºr ahora,lo importante para m i , para poder segui r
viviendo,es saber que usted me ha perdonado . Lo demás ya ven
drá . U sted me oi rá algún día y en ese momento de mi j ustificación
,me comprenderá; y s i l lega a comprenderme, hará algo más
que— Vaya, s i l encio o me voy ahora mismo .
— NO,por Dios .
— Pues, ¡ a cal lar ! Yo no vengo hoy aqu í a habl ar de esas cosas .
He venido porque he sab ido que está usted enfermo y cre í quedeb ía veni r .— ¡Qué buen ís ima es— No soy buena . Qué equivocado está usted . S i yo fuese buena
nº estaría aqu í en este momentº .
— Pues porque lo es usted es pºr lo que hace estas cºsas buenas .
— Me voy .
— No . ¡Andrea, Andrea, un poquito más !— N o puede ser . Y a ver s i se pone bueno en seguida
,porque
hace usted muchís ima falta en aquel escritorio .
Estoy mucho mej or… desde que usted entró pºr esa puerta .
Pero ayer,Andrea de mi alma
,cre i que me mor ia . Y si usted viese
con qué tranqui l i dad contemplaba yo a l a Muerte , que se acercaba paso a paso… Sólo sentí a no ver a usted antes de mori r. Ahora mºri ria tranqui l º . Porque
, ¡vamos a ver, Andrea : ¿para qué estoy yº en este m undº?
— No diga herej ías,Luciano . Todos estamºs en este mundo pºr
vo luntad de Dios y hasta que El qu iera . Todos estamos en estemundo para algún designio .
— S í , t iene usted razón . Hay que vivi r l a vida . Y quién sabe
— Me voy— d ijo Andrea,poniéndose en pie ¿Quiere usted que
l e env íe algún criado? ¿Necesita usted algo?— Nada
,Andrea . Ya creº que estoy bueno . Nada mej or puede
usted hacer que haber Además, yo doy muy poco que
hacer y ese pobre de Jºsé me cuida muy bien .
— Adiós…— Adiós
,Andrea.
— Quieto . Acuéstese . ¿Tiene usted fiebre ahora?— Creo que no . Ya estoy bueno . Mañana i ré al despacho .
— NO haga usted locuras .—¿Sabe usted lo que estoy pensando?
— ¿Qué?— Que s i supiera que iba usted a veni r a verme , me hubiera
puesto enfermo antes .— Eso no sería ponerse enfermo . S ería ponerse tonto .
— Es que por verla aqu i soy yo capaz de ponerme grave .
— S i sé que voy a oí r estas tonterí as , no hub iera venido .
O de—¿Es ese e l tratamiento que l e ha ordenado a usted el méd ico?
— No… ; pero es e l que mej or me
Un dom ingo por la
Fué un domingo por l a tarde cuando Luciano , a qui en el médico habia dado ya de al ta, se dirig ió a casa de Andrea . Los niñoshab ían ido al teatro y la mayor parte de la servidumb re hab íasal i do . La casa
,s i lenciosa y tranqui l a
,acogía al que l l egaba en un
ambiente sereno que predispuso el ánimo de Luciano,est imulan
dole a las más val ientes s inceridades . Andrea le recibió en su gab inete
,donde el l a cos ía º hacia l abores
,escrib í a o le ía . La entre
vista,pues
,se celebró en un medio de s impática int imidad . Y há
blaron as í
LUC IANO S i usted supiera,Andrea
,con cuánto miedo vengo hoy
a esta casa…
¿Miedo? ¿Por qué? ¿A quién?A sus j u icios .
Tratándose de otro hombre,y después de leer su carta ,
hubiera procuradº que n o me vo lviese usted a ver más .Tratándose de y de m i (d ij o con voz segura) ,estaba deseando que esta entrevista se verif icase . Y comoestas expl icaciones no pueden prodigarse , es necesari oque hablemos y es absolutamente indispensab le que seamos s inceros .
LUC IANO Con ese propós ito he ven idº,y s i pºr mi part e lo cumplo,
usted misma habrá de verlo . Yo no he exteriorizado mis
— 138
sentimientos pºr abrigar la más remota esperanza deque usted correspondiese a esta pas ión
,pues tengo de
usted , como muj er, e l más elevado concepto que puedetenerse de criatura humana; y me tengo yo en una estimación que la pone a usted a salvo de cualquie r pel igro .
LO hice ún icamente conf iado'
en que l legase usted a comprenderme y a parti cipar
,inclus ive
,de mis propias in
quietudes : tal es la honradez de mis intenciones . Só lo auna muj er buena e inte l igente como usted se le puedeconfiar este l inaj e de pasión . Só lo lºs entend im ien tos
claros,como e l suyo
,y las almas buenas
,como la suya
,
están capacitados para comprender,y só lo e l las sºn dig
nas de las confidencias de un alma angustiada como lamía . Só lo usted es capaz de practicar la austera j usticiade devo lver e l nob le sentimiento que encerraba mi carta
,
s in burla,escarnio n i herida .
¿Qué quería usted que hiciese , creyéndole de buena te?L o que hacen otras muj eres
,que la p rimera prºvidencia
que toman es ofenderse .
¿Pretendió usted in jur iarme?No .
No puede haber ofensa para usted en esta pasión mía .
Creo que es legít ima, por lºs sufrimientos que me l leva
costado . Y un alma que sufre y ºfrenda,como la mía
,
es digna, pºr lo menos , de cºmprensión . Nada pide mi
alma,nada reclama; lo que le den ha de ser pºr l ibérrima
l iberal idad del otorgante y s in n inguna clase de imposi ción . El amante que exige y goza cºn l a posesión , noes del rangº moral que el que sufre y cal l a . Sólo ustedpuede comprenderme
,pero desconfío de que a lºs de
más les ocurriese lo mismo .
Es que le condenarían a usted s in o í rle .
Ya lo sé . Es el Mundo . Es la humana imperfección,
que impone e l régimen absurdo de confinar e l amor enlos l ímites del Código civi l y en la grosería de las pasi ones
,poniendo en contrad icción
,de una parte , lo l imi
tado y fin ito del cuerpo humano,y de ºtra
,lo infin i to
e i l imitado del alma de las criaturas . Están catalogadoslºs parentescos cºn leyes y denominacion es de una rigidez i rracional
,y en v i rtud de esa deficiencia
,l a real idad
impone en ocas iones parentescos cuya denominación ycatalogación const itui ría un curso curioso de sociologíapráctica .
ANDREA
LUC IANO
ANDREA
LUC IANO
LUC IANO
ANDREA
LUC IANO
_ 140 _
en su poder,en buena hora
,ese divino pero
venga a m i e l alma vi rgen de una muj er manci l lada .
Bien s é yo que lo perfecto y armónico es la poses ións imu ltánea y complementaria de ambos b ienes; pero s ia lguien ha hechº traición a l a ley divina
, escudándose
en el precepto humano, perm itaseme que en nºmbre
de mis crueles dºlores satisfaga yo mis altos ideales .Algo he entendido de todo lo que ha dicho; pero usted ,que blasona de conocerme , comprenderá que j amás accederé a hacer uso de esa doble personal idad de queusted habla .
No lo hará usted porque yo se lo pida, s ino pºr la tendencia natural de todo ser humano a ser fel i z .
¿Pero es que mi estado de infel i c idad me da derecho arebelarme
,n i s iquiera a desear la dicha que hºy nº
tengo? S erá que no merezco otra cosa . Es miEs ese un caso de resignación mist ica
,que s i perdurase
l a elevaría a usted a lo subl ime; pero no es una respuesta genuinamente humana .
¿Me permite usted a m i una pregunta?Pregunte cuanto quiera .
¿S erí a yo fel iz— n i s iquiera menos desdichada de lo quesoy
— dej ándome convencer pºr sus teor ías y respondiendo a la trai ción d iscu lpab le de un hombre que t iened inero y no t iene voluntad , como el m io, cºn otra fel on ía mi l veces más reprºbable? U sted es bueno . Me prec io de conocerle . Usted me quiere; hace t iempo que losé . Y precisamente porque usted me quiere
,s i yo l l e
gase a cometer la locura a la que usted me induce debuena fe
,después de que pasaran algunos años
,y cuan
d o usted advi rtiese que yo era— habiendo caído— másinfe l iz que antes
,se desesperaría . Créame , Luciano , ese
remedio de hoy es un veneno para el día de mañana .
Y eso,un hombre bueno y hºnrado comº usted
,no lo
quiere .
¿Por qué habl a usted de caída y de desastre y de desesperación?
Porque tal vez o curriesen las cosas como usted las deseribe
,s i es verdad que su pasión es
,en real i dad , como
la pinta . Pero , ¿qui én es capaz de asegurar que—ese platon ismo de hoy no degeneraría mañana en un material ismo que nos haría a todos desgraciados?Andrea de mi alma , yo le aseguro que n o ocurrirá eso .
Nada pido; no exij o nada . No me conoce us ted b ien,
ANDREA
LUC IANO
ANDREA
— 141
Ya estoy arrepentido de haberle d i cho que la qu iero .
¡Era yo tan dichoso cºn mi desdicha ! Tenía entonces ,
pºr lo menos,l a esperanza de que me comprendiese
algún d ia . Crea en m i,Andrea de mi alma , aunque
n o sea más que hasta que le dé motivo para dudarde ih L
Qué poco agradece usted , Luciano , el sacrifi ci o que é stoy haciendo pºr usted . ¿Podríamos estar hab l ando cºnesta intimidad s i no creyese yo en usted?Gracias
,Andrea . ¿Qué podría yo deci rla para inspi rarl e
una confianza absoluta? S i yo l a hubiese hal lado dichosa
,tal vez no hubiese usted conocido nunca mi pá
s ión . Pero¡
me perdió la fe que tengo en que puedo haceralgo pºr usted . Me he pasadº horas y horas queriéndol aa usted cºn tºda mi alma y contemplándola cºn mudaadmiración
,en e l palco de un teatrº
,durante un largº
paseo que dábamos j untos y en esta misma casa . ¡Quéfel iz era yo entonces deseándola cºn tºdas mis energías !Me satisfacía yº cºn só lo saber que me estimaba ustedun pocº. La culpa de todo esto l a t iene una semej anzatan grande entre nosotros que se ha manifestado entodo momento . ¡Cuántas veces hemos coincidido en unaapreciación O en un comentar iº! ¡Cuántas veces le heº ído a usted la misma observación que se me estabaocurriendo en aquel momentº! Y es que somos taniguales
,y tengo tal fe en que hubiéramºs s ido absolu
tamente dichosos , que nunca me consolaré de lo impos ibl e que es usted para m i .Esa es la real i dad . Aunque yo tenga simpat ía pºr usted ,y pºr más que me imagine que esa fel i c idad hubi era s idoposib le , ¿dej aré de comprender, como usted mismo loacaba de reconocer ahora
,que estamos hablando de un
imposible?Imposib le
,hasta cierto punto .
¿Qué quiere usted deci r?Nada que la ofenda . He pensado en que podemos hal larconsuelo para nuestras desdichas . Yo he ideado una serie de nexos espi rituales que la sens ib i l i dad más exqu is ita y la más rigurosa honradez no dudarían en aceptar.Só lo con que nuestras miradas coincidan en una cruzde l templo o en una estre l la de la nºche
,obtendrá mi
alma un al iviº muy cons iderabl e . Para romper entrenosotros todo contacto carnal
,dej aremos desde hoy de
estrecham os las manos . Nuestra mirada será la úni ca
142
caric ia que cambiaremos . Yo le regalaré a usted unacruz que no tenga otro valor que e l s igno de la Redención
,y usted se la colocará sobre el pecho
,y de esa
manera habremos confiado a los brazos de la cruz lapurificación del abrazo impuro que entre lºs dºs queremos evi tar . Ningún amor entre hermanos será máspuro que éste cuyo régimen propºngo . Podemos ej erce r
,
unidºs,l a caridad . Vamos a buscar la miseria y la des
gracia donde quiera que se hal len , y d ed iquémonos aenj ugar lágrimas para que el cie lo nºs deba alguna buena obra . Busquemos entre lºs niños de la calle
,uno , e l
más pobre,e l más desval ido , e l más enferm o , e l n iñº
más triste del mundo , s i es pos ib le , para que se parezcaa nuestra pas ión
,y p roh ij émos le de hecho . Ese será
;nuestro hij o espi ritual . Será tan hijº de la desgraciacºmº desgraciados sºn nuestros amores . Amémos le
,d é
mos le vida y confiemo s en Dios . Ese niño será un s imbolo . S i tr iunfa de la v ida, será señal de que nuestroamor prevalecerá . S i muere o sucumbe socialmente
,será
que e l c ie lo nºs condena pºr su conducto y se opone anuestra fe l i cidad . ¿Qué mal hay en esto que propongo?
ANDREA Mucho me está usted haciendo sufri r cºn sus proposiciones
,ya que
,s in querer, l e creo . N o veo en el las otrº
mal que e l que se desprende de mi prºpio consen t im ien
to,s i es que l legase a Otorgarlo . Mi fal ta tanto estaría
en consent i r esas exqu is iteces como en tolerar cualquierrelación carnal
,y mucho me temo que in iciando nues
tra vida de condenación pºr procedimientos tan poétieos e inmateriales , pronto pretenderia usted pasar aºtros no tan santos n i discretos .
'LUC IANO Hay una razón pºderos ís ima para que yo nº queb rantemi procedimiento .
¿Y cuál es?Que amándol a a usted de una manera absol uta, nuncatomaría su cuerpo de lºs braz os de otro hombre; pºr lamisma razón que no tengo inconven iente en desear scalma
,que cons idero vi rgen . Mi p rºp io rango de hombre
digno me pone a cubierto de aquel la indignidad .
ANDREA vamos a ver, Luciano . ¿No exist í a ya entre nosotros cierta comunidad de ideales y una franca s impatieque s in sonroj os n i traiciones nos permit ía consolar
nuestras mutuas tribulaciones? ¿Para qué ahuyentarcºn palabras aquel los nuestros puros pensamientos?
¿Por qué romper e l encanto de un s i lencio que a vecet
— 144
no puede l legar ningún sé r humano . No sabe usted,An
drea,cómo yo l a quiero; no sabe de qué renunc iaciones
sería yo capaz para no traiciºnar l a pureza de mi afecto .
Está tan saturada de i lus ión esta desgarradora pas iónm ia , que só lo con la contemplación de usted se sat isface . Es tan pura , que só l º cºn e l tenue beso del hál i toque de usted trasciende se da por recºmpensada . As i
es que cºn sólo verl a y o í rla se sacia toda la aspi raciónde mi ser . A veces , l a s imple contemplación de sus manos bel l ís imas
,º de su frente luminosa
,o de sus ºj ºs
de ensueño,me causa un consuelo tan reparador que
me hace olvidar todas mis tribulaciones . Esta m ia noes una pas ión humana: es algo divino
,es l a d ivina ih
qu ietud que Dios ha querido poner en mi pecho pararevelarme pºr este medio cómo sºn l as pas iones ce lest iales . ¿Seré un privi legiado de Dios para este fin? ¿Seréun elegido suyo en quien quiera acumular tºdas l as desdichas? Andrea, por amor al cie lo , pºr amor a Dios ,compas ión ,
Andrea l lo raba en aquel momento . Estuvieron mucho t iempocal lados
,mirándose a través de aquel cendal de ¡Qué
momentos de mutua comprens ión , de asentimientº , de consueloy esperanza fueron aquél los ! Al fin , dij o Luciano , cºn l a voz tré
mula pºr l a emoción
LUC IANO Yo creo , Andrea, que todos venimos a este mundo para
ANDREA
LUC IANO
vivi r un solo momento de nuestra vida,y que una vez
vivi do cesa el interés de nuestra existencia . Este es nuestro momento, Andrea . Nada aparentemente ha ocurridoentre nosotros , y, s in embargo , después de ver esos oj osde ensueño , húmedos cºn e l l lanto de la comprens ión demis desdichas , me moriria tranqui lo .
¿Y crees tú que merece l a pena v ivi r para que l legaraeste momento?Si; yo no me cambio por nadie .
¿Crees que es tan grande lo que has conseguido?
No seas cruel .Aunque yo no valgo nada
,esto es un triunfo para ti ,
y a lºs hombres os enorgul lece eso .
No seas cruel , te repito . Yo no he triunfado porque túme quieras un poco . Más vencido que antes me cons idero
,pues me da una pena horribl e que me quieras y
que sufras pºr m i . Mi actitud te i rá tranqui l izando ,
ANDREA
LUC IANO
ANDREA
LUC IANO
LUC IANO
ANDREA
LUC IANO
ANDREA
145
Además,no he s ido yo quien ha triunfado : ha sido mi
desgracia,que te ha conmovido .
No conoces a las muj eres , s i crees eso . No te qui ero pºrdesd i chado n i por tr i ste . Te quiero porque te he vi stotr iunfar en muchas cosas
,y,sob re todo , porque en la
lucha que hace t iempo sostenemos los dos , has sab idovencerme . Y te quiero
,además , porque eres bueno… y
pºr muchas cosas más . Pero esto es un impos ibl e . Mira,
Luciano (d ij o A ndrea , amparándose contra el pecho de
L uciano y temblando como un n iño medroso qu iéreme
mucho,muchís imo
,que b i en lo neces i to; pero que este
amor no aumente mi s desdi chas .
No temas , Andrea de mi alma . Yo sabrí a sacrif i carmes i ese momento l legara . No temas nada .
¡Qué mal a soy, Dios m ío ! ¿Y cómo confieso yo ahoraesto?
¿Pero qué vas a confesar? ¡Pero s i nosotros no hemoshecho nada malº!
¿Te parece poco?A m i , s i .
Cal la,i nfame . ¿Y con qué cara se lo digo yo a mi cºn
fesor?
Con esa tan boni ta y tan compungida que t ienes eneste mismo momento .
El pobre señor, que me tiene por una santa…Y lo eres .
Antes,s i . Pero desde que te metiste por medio tú .
No te apures por e l confesor . Y vamos a hablar ahoraen serio . Este cariño só l o sufrimientos nºs ha proporcionado hasta ahora .
Eso es verdad .
Pues un amor que sól o padecimientos y tribul acionesocas iona
,más bien es una v irtud que un vicio .
No está mal pensado . Pero temo que n o s irvan esasargucias para el padre Luis .
Pues s i nº s i rven , vengo yo un día a buscarte, vamoslºs dos , nºs arrodi l l amos ante él a un mismo t iempo
,
me dej as que le expl ique yo todo eso y ya verás cómºn os absuelve , nºs fel ic ita y nos acompaña a la
¡Cal la, l oco !
Luciano , inquieto , igual que lºs enfermos que se mueven incesantemente para buscar posturas caprichosas que atenúen algolºs r igores de un padec imiento , buscaba leni t ivo a sus dol ores ,
10
— 146
forj ando mi ! proyectos que le prometían la esperanza remot is ima
de un cºnsuel o . Y as i, pºr ej emplo , l e confo rtaba entrar en aquel l a
casa donde él trabaj aba defend iendo l a fortuna de Andrés,quien
sól o se ocupaba de divert i rse,dis ipando las ganancias que só l o
una d irección prudente logró obtener . Un d ia que Luciano subióa casa de Andrea para entregarle el d inero que hab ía pedido paragastos de casa
,ésta le dij o :
— Ya s é que l levas muy bien todo lo del negºcio . S i no fuese
pºr ti , no sé qué ser ía de mis hij os y de m i . N o l o puedº remediar
,pero no hay vez que piense en el abandono en que Andrés
nºs t iene , que no se me venga tu nombre al pensamiento . Y es quepºr dej ación suya te veo constantemente ocupando su lugar .Quiso Luciano despedirs e de Andrea para eludir al abanzas
,y
le retuvo el la , implorando un poco de atención para algo importante que ten ía que decirl e . Quería hablarle de Luis
,su hij o . Tam
bi én pºr abandono de sus deberes de padre , había Andrés educadoa su hij o en un ambiente vic ioso . Y decia Andrea :— Muchas cosas tengo que agradecerte
,Luciano . Pero esta que
voy a pedirte me uni rá a t i cºn más fuerza que n inguna otra grat itud . Mi hi j o Luis t iene ya catorce años
,y a esta edad está em
pezando e l Bach i l l erato , cuando otros n iños ya lo están terminando . ¿Qué se te ocurre para est imular su activ idad y despertarsu entus iasmº pºr l a lucha y el amor al trabajo? Temo yo quese crie mi hij o en la misma escuela de perdición que su padre— yaun en otra peor pues su padre supo ganarlº
,aunque aho ra
cometa la i nsensatez de derrocharlo,y mi hij o es lo más p ro
babl e que sól o as imi le este ú lt imo aspecto de la escuela de supadre .
Ten ían un gran fundamento lºs temores de Andrea . Luis ito,
que hab ía heredadº lºs oj os de en sueño de su madre y e l t ipo marchoso y pin turero y la s impat í a de Andrés
,era un guapo rapaz
que só l o s e ºcupaba de variar sus cha l in as y de cu idar esmeradamente todos los detal l es de su traj e y de su persona . No ten í a e lch iqu i l l o toda la cu lpa . Las breves temporadas que Andr és pasabaen Madrid
,gustaba de l l evarlº consigº
,mostrándºlo a sus amigo
tes como el d igno cont inuador de sus hazañas . Acogieron a Luis i tocomº a un j uguete lºs camaradas d esap ren s ivos de su padre , y enlas terrazas de lºs cafés , º cuandº hab í a ºcas ión para e l lo , ob l igaban a l estudiante a fi j ars e en alguna buena moza que al azarpasaba
,º en la misma florista procaz que les ofrecía un clavel ,
i ni ciandº al imberbe groseramente,en algo que su cerebro ya pre
sent ía . Y s i e l n i ño sonre ía as intiendo, o envalentonado por aquelcoro de instructores galantes
,concretaba sus impres iones en una
frase categórica,entonces reían ruidosamente los maestros , has ta
148
— S i , hombre , ¿no he de querer?Luis ito baj ó dispuesto a dar el paseo . A su madre le había ale
grado much ís imo la noticia de su apl i cación y le prometió un buenreloj s i aprobaba el curso completo .
— Oye , Luciano , ¿me expl icarás la l ección todos lºs dias?— S í
,hºmbre . Ya verás . Tú estudia un poco
,y con lº que yo
te expl ique y cºn lo que o igas en clase , cualquiera teHablando de estudios , de aquel los estudios que ya no le eran
tan odiosos al estud iante porque algu ien se había encargado dedarle la impres ión de que era capaz para e l los
,y refi riendo alter
nativamen te sucedidos graciosos entre profesores y alumnos , llegaron a las mismas puertas de l Hipódromo
,y como la noche é s
taba apacible y como aquel los dºs seres , tan diferentes en edad ycºndición
,co incidían en un afecto mutuº
,vo lvieron a pi e por e l
mismo andén pºr donde hab ían ido .
Al l legar a la puerta de la casa de Andrés , dij o Luciano , despi
d iéndose :
— Bueno,chacho , hasta mañana .
— Adiós,Luciano . ¡Qué b ien vamos a dormi r! Nunca anduve
tanto comº hoy.
Luciano sºnrió sat isfecho . Produci r al estudiante aquel cansan
c io fué su final idad . Quiso rendi rl e muscu larmen te para que aque lcuerpo n iño se entregase enteramente al sueño
,evi tando que su
imaginación despertase en las horas p rºp ic ias a la recordación deaquel las escenas que pudieran heri r su fantas ía durante el d ia .
Llegó la épºca de lºs exámenes . Una noche se hal laba Lucianotrabaj ando en su despachº y tiró , de prontº , l a pluma . aS i— dij omentalmente hoy se examina Lu is de la primera . » Miró el re loj :eran las ºchº . habría ocurrido?» Sonó el t imbre del te lé
fono .Tomó el auricu lar y al punto reconoció l a voz de Andrea
—¿Qué ºcurre?
_ _ No es nada malo; n o te asustes . Acaba de ven ir Luis , cºn ten
t isimº. Le dierºn notab le en Ari tmét ica . Le he reñ ido mucho porque no ha ten ido paciencia para entrar a d ec irte lo , y ha venido
a casa directamente .
— No le riñas por eso . Agrad éceselo . Es a t i y no a m i a quienprimerº deb i a dar l a noticia .
— Ahora mismo baj a . No sabes lo cºntenta que estoy… y lo
agradecida a— No hab les de eso . Que baj e Lu is .— Ahora mismo va .
Cuando Lucianº terminó la conferencia cºn Andrea,dej ó e l
aparatº y suspi ró profundamente . Gracias a é l había en aquel los
momentºs en el pisº de arriba un poco de fel icidad. S e cºnmºvió
— 149
todo su ser . ¡Qué bueno es Dios , que hace buenas a las criaturascuando alguien las induce al b ien ! ¡Cómo se en ternec ió el alma deLuciano cuando comprendió que desde aquel momento l e l igabaun deber más a la t ierra ! ¿ era aquel lo que sent ía l a sati sfacción íntima que produce el b ien real izado , porque nos aproximaa Dios
,o era que aquel sendero radiante l e parecía apacib l e pºrque
l e conducí a hasta ella?…
Don Leo ((El Magn ifico» .
Andrea querí a hablar cºn Luciano . L e …h izo pasar a su gab in ete .Luciano s int ió cierto rubor al entrar en aquel l a estancia, en l a queno hab ía estado desde que tuviera con Andrea aquel l as graves ydefin it ivas confidencias .
— Aqui me tienes,Andrea .
— Perdona que te haya mºlestadº .
— ¿Qué te ocurre?— Queria verte…
,ya que tú haces cuanto puedes por evi tarlo .
— No lo n iego . Prefiero no verte . Sufro menos no viéndote. ¿Quétienes que decirme?— Ante todo , agradecerte lo que estás haciendo pºr m i h1] 0 .
Aqu í s i que puede decirse que más que un puesto que elsuyo , l as pocas veces que escribe, n i s iquiera pregunta s i estudia .
— Vaya , Andrea , no está b ien hab lar as í de lºs ausentes .— Yº b ien quis iera tener mot ivos para su alabanza . (Y hacien
do una brusca trans i ción,d ij o:) ¿Pero no sabes lo que me ocurre
ahora? ¡Pero s i es horrib le !…Y comenzó a so l lozar
,presa de una intensa excitación nerv iºsa.
— No l lores , Andrea , que te pueden o í r lºs niños .— No es fáci l . Sus dormitorios están lej os, y Luis
,que es el
único que podrí a veni r,se ha despedido ya de m i . ¡Pobres criatu
ras ! Nº sé qué va a ser de el las,u i
_
de m i,n i de esta casa.
—¿Pero a qué vienen esºs extremºs? Vaya, tranqu i lizate y dime
en seguida qué es lo que te ocurre .
— El caso es que después de haberte l lamado, no sé s i debº
confiarte lo que me sucede .
—¿Y aún lº dudas?
— S i; lº dudº .
— ¿Y a quién mejor que a mi?
— Mejor a cualquiera que a ti .La emoción hizo empal idecer a Luciano
,y sin saber pºr qué
presint ió nuevas incu lpac iones . Por eso,
. rebe lándose , enérgico , contra cualquie r acusación concreta o f igurada que pudieran encerrarlas palabras de Andrea , dij o :— Todo
,abso lutamente todº cuantº te ocurra puedes y debes
decí rmelo cºn preferencia a cualquier otra persona .
Y ten ía l a afi rmación categór ica tal tono de s in ceridad , al pro
p io t iempo que de absoluta sumisión , que Andrea no tuvo valorpara resisti r pºr más tiempo y contó a Luciano e l motivo de sucongoj a .
Leºpoldo Arteaga , socio de Andrés , a pretexto del abandono enque se hal laba Andrea
,habia idº cºn su muj er a vis itar a ésta y
la habían obsequiado cºn meriendas , paseos y teatros , d emostrándºle una amistad entrañab le , que hasta aquel la ocas ión nunca lehab ían ofrecido . A Andrea le aburrió muy pronto la afectada efus ión de l a consorte de Arteaga y la asidua atención de éste; y conla disculpa digna de que se aburrí a en todas partes donde no sehal lase su man do
,esquivó las invitaciones y volvió a reclu i rse en
su casa . Andrea n o se equivocaba . Ninguna muj er se equivoca j uzgando la impres ión que produce en un hombre . Andrea era obj etode una atención preferente y a veces obstinada
,y aun re iterada ,
por parte de Arteaga , y aunque tratándose de don Leopoldo Arteaga , el Magn ífico , podria atribui rse tan insistente admi ración a lapropens ión comentarista de l t ipo
,Andrea tuvo e l talento de saber
el iminar los galanteos , que eran expresión natural y espontánea ,de aquel las otras insinuaciones que comprometían su presti gio .
Era don L eo,cuyo patron ímico íntegro ya hemos dicho cuál es ,
un hombre,además de imponente
,terrib l e e irres is
tib le . El dicterio de magn if ico lo deb ía a su indumentaria , verdaderamen te despampanante . Gastaba e l chaquet y la americanacºn ribetes de trenci l la; lºs chalecos , cºn vivo b lanco; lºs pan talones
,abot inados , cºn franj a; l as corbatas , de p lastró n; lºs guan tes
de vena negra; cºn puño de plata, macizo , bastones y paraguastodº cºn un aditamento
,refuerzº o cºmentar io . No se contentaba
cºn vesti r aquel las prendas hechas a conciencia cºn paños que yano se fabricaban; se ensañaba cºn su persona , ad jud icándose y
propinándºse una serie de adi tamentos , dij es y fruslerí as que com
p letaban su complicad ís ima indumentaria . De su cuel lo co lgabanvar i as cadeni l las de oro
,que correspondían a instalaciones dife
rentes : l a de lºs l entes,l a del cruzaban su pecho
,a l a
altura de lºs diferentes bols i l los del chaleco , cintas y ramal i llos
que reten ían en la argol la de sus extremos,herramientas y maqui
n i l l as para lºs usos más diversos: láp iz de oro .con el resorte guar
152
— Entonces, ¿de qui én?
— De él .—¿De él?— preguntó Luciano , r iendo estruendosamente .
— S í,de él . Y no te r ías . No es cºsa de broma . No sé s i conoces
a Arteaga baj o ese aspecto . S é cosas de él verdaderamente horr ibles . Es capaz de l legar a la difamación .
— Ese es un m iedº pueri l,que no debe tener una muj er comº
tú— dij o Luciano,congest ionado pºr e l odio súbi to que le inspi ró
Arteaga .
— Tal vez . Perº me rinde,me intimida la calumni a que pueda
dej ar sól o una sombra de sospecha en mi mar ido o en mis hij os .
Le tengo miedo a ese hombre . No quisi era volver a verle .
— Pues no le recibas .
— No basta con eso . Además,es muy imprudente
,y no se con
tentaría cºn mi negativa,ni se res ignaría a no verme . Por otra
parte , no quiero provºcar en él una acti tud que pueda suge ri rsospechas a lºs cri ados . Qui s iera hui r de Madri d
,para no verle…
S i; esº será lo mej or . Me i ré a S evi l l a cºn mis hi j os una temporada .
Puedo poner el pretexto de mi salud . Y no miento . Hace ti empoque no estoy buena .
— Creo que exageras .
— N o,Luciano . Antes ser ía otra cosa . Cuando yo era buena
,
completamente buena,nada me importaría…l as asechanzas de ese
Ahora,que tengo algo de qué avergonzarme
,nº
puedo ver cºn tranqui l idad a ese hombre .
— ¿De qué t ienes tú que avergonzarte?—¿Y tú me lo preguntas?
— S i la gente supi era nuestro marti ri o,nos compadecería .
— Nadie creerí a en nuestro sacrif ici º . Y ese hºmbre,menos que
nadie . Es más,creo que sabe algo de lo nuestro .
—¿Te ha dicho algo?
— Nada,hasta ahora . Pero e l otro dí a te nombró y me sonó tu
nombre en sus labios a burla,a rencor , a ¡Que no venga
más aqu í con sus oficios i dades ! Me inspi ra un terror superior a miseren idad .
— Descuida . No volverá más a importunarte— dij o Luciano cºnun tono enérgico y deci s ivo
,expresión fie l de sus característ i cas
determinaciºnes .
— ¿Qué vas a hacer?— le preguntó Andrea, temerosa .
— Eso es cuenta mía .
— Quiero saberlo .
— Te basta con saber que Arteaga no volverá pºr aqui, ni intentará cosa alguna contra ¿Quieres más?— S i esº fuera posible .
153
— Seguro . Cºnfía en m i , Andrea de mi alma .
— Puesto que tú me lo aseguras , me quedo más t ranqui la .
— Más tranqui la, es poco . Absolutamente tranqui l a queda…— Pero
, pºr Dios , Luciano , s in escándalo n i v iolencias .
— Cuando yo te digo que puedes quedar abso lutamente tranqui la…
'
Conozco a Arteaga y sus mañas .— Quiero verte mañana .
Pues me verás mañana .
Y todos lºs días…Como quieras .Para que mi alma se p ierdaNo se pierde e l a lma de una muj er tan buena como tú .
La m ia s i se perderá— Pero se la encontrará Dios .S e despidieron con l a mirada . Habían conveni do no darse la
mano .
Era tal e l aplomo y la seguridad cºn que Luciano se hab i a expresado
,que Andrea quedó muy al iviada de su
' intranqu i lidad .
No obstante,l a cri s is nervi osa se manifestó durante las horas de l
sueño . Andrea se quedó dormida de madrugada. S iempre que undisgustº º una preocupación cualquiera al teraba la normal idadde sus nervios
,le ocurría lo mismo : durante l as i nterminables
horas de insomnio era,al ternativamente , dominadora y dominada;
ºpr imía a su enemigo cºn sus dedos en la cavidad minúscula desu débi l mano
, o su enemigo tomaba proporciones inconmen surab l es , que la agobiaba cºn su dens idad y cºn su vo lumen aterrador.Pasada la cris is , quedó dormida y soñó . S e vió a s i misma desdeun punto exterior a el la . Y se vió pequeñita
,cuando tení a tres
añºs , igual a un retrato que todavía conservaba, cub ierto e l euer
peci llo solamente cºn una cam is ita azu l de vaporoso tej ido . A sulado caminaba un dragón
,que era amigo suyo . De vez en cuandº
elevaba el la su mirada hasta lºs oj os de l dragón , que i luminabancomo lºs deste l los de los faros y calentaban como los rayos del
sol, y seguía caminando sonrient e . S e hizo de noche . Entraron en
un bosque espeso y tenebroso . Buscó al dragón con l a mirada,
y no lo hal ló . Se paró para buscarlo . V ió a un gnomo de luengasbarbas , cºn l a misma cara de Arteaga , que la persegu ía, en acecho . Quiso chi l lar, y no pudo . Quiso correr
,y sus pies hab i an echado
raíces , que la suj etaban a la t ierra . Volvió a buscar con l a mi radaal dragón . Vºlvió su cabecita y— ¡ oh alegr ía l
— al l í se hal laba suamigo , el dragón , sonriéndola, como para darle án imos . —Se s in t ióamparada, dominó su .terror y volvió y elevó sus ojos .
imploran tes
de amparo al dragón . Esperó . Sobre el terreno de l bosque, tap izadomullidam ente de hierbas y de bri zn as , apenas se o ían los pasºs
_ 154 _
veloces y menudos del gnomo . Andrea , l a Andrea de tres años .contuvo la respi ración; e l gnomo se abalanzó sobre el la , y el dra
gón , in terponi éndose , se tragó al Empezó a clarear. Sal ióe l so l
,como pintado en un telón escenográfico
,y continuó la An
drea de tres años su paseo por el bosque,s int iéndose tan segura
cºmo s i ya no tuviese enemigos en todo el haz de la tierra .
A la mañana s iguiente l l egó Luciano a la Gerencia,a la hora
de costumbre; l eyó la correspondencia, distribuyó el trabaj o entrelºs distintos negociados y dictó algunas cartas . Después tomó deencima de su mesa un compás de proporciones y se pus o a tomardistancias sºbre unos mapas murales . La labor que ahora real izaba era la consecuencia y e l complemento de una serie de entrevistas que días antes hab ía sostenido cºn algunos cónsules . Trataba de formar e l i t inerario de una l ínea de navegación entreEspaña y lºs puertos de la costa occidental de Améri ca del Sur.Había que dar empleo a todo trance al tºnelaj e que
,después de
empleado en lºs transportes febri les de una época excepcional,
volv ía a lºs puertos nacional es para ser amarrado . En esta tareale sorprendió la una de la tarde . Despachó la f i rma cºn al gunosempleados . Cuando terminó , dij o a uno de éstos :—¿Há venido el señor Arteaga?
— S í , señor .— Tenga la bondad de deci rl e de mi parte que no se vaya s in
verme .
— Ahora mismo .
Sal ió el empleado . Luciano tocó un timb re . A lºs pocos segundosapareció e l conserj e .
—¿Qué desea e l señor?
— Mire,Manuel
,puede usted i rse . Tengo que volver temprano
esta tarde . Me l levaré l a l lave .
— Aqui l a t iene e l señor .— Está b ien . Pueden ustedes marcharse .
Sal ió e l conserj e y entró Arteaga . Venia cºn guantes , sombreroy bastón
,dispuestº a sal i r . Iba impecabl e . No le faltaba detal l e .
Entre una y dºs de la tarde era Arteaga l a figura decorat iva de l aterraza de cualquier café , adonde acud ía a despachar sus negoc iejos amorosos con f loristas , b i l l eteras y terceras oficiosas .— Arteaga
,s i no t iene usted mucha prisa, l e ruego me oiga
'
unºs
minutos .—Los que usted quiera .
Y se sentó cºn las deb idas precauciones p ara que su indumen£
tari a nº sufr iera menoscabo alguno . Sosteni endo con'
una sºla'
mano
guantes , bastón y sombrero, haciendo un alarde de destrez a, rei
— 156
s iento por usted , que sent i rá debi l i dad; yo , mientras tengo un soloasunto pendiente
,no como;me gusta tener las cosas al d ía .
— No quiero ocu ltar le que , vamos , l a verdad , me ha sorprend idºun poco esta inte rvención de usted en lºs asuntos de Andrea
,y
antes que hacer un j uicio aventurado que nos colocas e a los treso a lºs cuatro— ¡o quien sabe s i a mayor número de personas !— e n
una s ituación d ifíci l,l e ruego
,Luciano
,demos pºr terminada e sta
entrevista,que pºdemos reanudar en cualqu ier otra ocas ión .
Cuando yo no me hal l e, pºr lo menos , en esta s ituación de in fer io
ri dad en que me co loca la sorpresa tan enorme que me ha p rodue i do la intervención suya en un asunto en que ,
'
l a verdad,j amás
cre í que usted podría n i deberí a interven i r .— Imposible . En tanto no se obl igue usted conmigo solemne—1
mente en lºs términos que acabo de indicarle,n o saldremos de aquí .
— Pero,vamos a ver
, ¿quiere usted expl i carme?— Nada absolutamente . A los ind ividuos como usted
,Arteaga
,
nº se les expl i ca nada . Antes sería necesario que me expl i case am i cómo es que anda usted por el mundo cºn l a cabeza sana
,
pon iendo en práct i ca ci ertos procedimientos de su uso exclus ivo *
con l as muj eres .
— Hombre,eso equival e a una agresión .
— Es un amago,nada más . Le repi to
, pºr ú ltima vez , que aquino hay expl i caciones de n inguna clase . Aquí no hay más que unaorden : que usted no vuelva a presentarse más en presencia de esaseñora .
— Pero lo gracioso y ¡ hasta original ! de mi s i tuación es qu ién
me da esa ºrden a m i .— Yo .
— Es que yo no sab ía que lºs poderes que le hab ia conferidºAndrés a usted
,l legaran a contener una cláusul a pºr la que le man
dase la guarda de lºs bienes conyugales del— Entre buenos amigos
,ese poder se cons idera s iempre táci ta
mente ºtorgado .
Y comº, pºr otra parte , tamb i én ignoro s i Andrea está
conforme cºn esa osada in tervención de usted en sus asuntos,deberíamos
,previamente
,aclarar estos
— No tenemos nada que aclarar.Porque a m i me han dicho muchas muj eres : (Muchº ojo,
Arteaga,que tengo un marido cºn muy buenos puños »; pero
davia nº me ha dicho n inguna : “Mucho cuidado cºn un int iamigo de mi marido .»
Arteaga se crecía,alentado pºr una oratoria que cr e ía iba a ser!
de efecto efi caz,pero que no produj o otro resul tado que e l de
acabar cºn l a poca paciencia que Lucianº trataba de admi
n istrar cuidadosamente para retardar todo lo pos ib l e el desenl ace
v i o l ento .
a — Todo van a ser sorpresas para usted en este asunto; y paraevitar le alguna que pudiera asºmbrarle, l e invi to nuevamente aque obedezca sin repl i car.— Es que tal vez le convin iese a Andrés conocer s i s e ha extra
l imitadº usted en e l cumpl imiento de su mandatº .
— Comprenderá usted que al presentarme a usted en e l tono yen la act i tud que lo he hecho , he descontado todos los r iesgos ,in cluso lºs de alta prudencia que a mi me impiden demostrarl ede una manera contundente el odio que l e tengo .
—¡Ah , vamos ! Ya apareció aquel lo . Ahora resul ta que todo cuan
to aquí se discute es nuestra r ival i dad , y que tantº Andrés , cºn suimprudente conducta
,como Andrea, se hal lan equ i di stantes de
n osotros,que nºs cons ideramos capaces de cometer una felon ía
insigne . Hablemos claro .
— No es usted capaz de j uzgar mis actos n i mis sent imientos, n i
l e to lero en manera alguna que me coloque en pos ición s imétri cacon su abominable persona . No t iene expl i cación mi inte rvención
n i mi imposición a usted . L o sé . Pero insisto enusted algo más que preguntar?— dij o Luciano en act i
sue lta y sosten iendo con f ij eza la mirada,a muy pºcºs cen
os de l a de Arteaga .
— Ya que actúe detentando l a cºnfianza de un amigo,quisi era
,
pºr lo menos , saber s i cuenta usted cºn l a de — rep l i có,
temeroso, pºr l a importancia del concepto que emit ía, Arteaga .
— Eso es una inj uria que trata usted de inferi r a alguien que lºsdos debemos respetar, y ahora mismo se va usted a tragar esas
palabras .
Y arroj ándose sobre Arteaga,l e abofeteó a su sabor. Repelió
éste la agres ión torpemente , y como todos esos seres deficientesl e vigor fís ico
,reñ idos cºn lºs procedimientos honrados
,hizo
¡ demán de sacar un arma; pero Luciano , que advi rtió e l adenán , se abalanzó nuevamente sobre é l
,sujetándole l os brazos
o movimiento . Lucharon un momento en con
a l ibres lºs brazos de Arteaga de aquel l as porecordando Luciano sus buenos t iempos de t i
a fuerza de puños el golpe de mar quebuque de la ruta marcada
,y cºn uni l i s acu
u lada de Arteaga , haciéndole morder e l mull ido tapiz que cub ríasuelo del despacho , dej án dole en una pos ición rid ícula y en untado lastimoso . El desconsiderado proceder de Luciano merecedos nuestros anatemas . No podemºs ºcultar nuestra s impatía
por ést e,y hasta sentimos cierto intimo regocuo cuando pudimºs
comprobar la derrota de Arteaga; y es más : creemos que la inte
gr idad personal está en inminente pel igro cuando dºs hombres seacometen
,aunque otros tratadistas ºp in en lo contrario
,basados
en mi ! ej emplos tomados de la real i dad y aun de lugares de tantºprest igio como lºs pas i l l os de l Congreso; pero a lo que creemosque no hay derecho , es a desmontarle a nadie una ins talación sun
tuaria tan cons istente y tan rica como la que Arteaga lucía . Creemos que todo el l o obedece a una falta de destreza y de habi l idadde Luciano . ¿Qué culpa t ienen el cue l lo lustroso y la corbata flamante
,l a botonadura só l i da y res istente y el cha l eco fantástico
,
de las luchas de condición privada y de carácter part icu laris imoque existen entre dos señores? ¿Qué neces idad hay de desnudara un señor para pegarle? Eso es una fal ta de formal idad y aun dedecoro
,llam émos le mej or de orden públ icº , en toda la extens ión
urbana de este concepto , que no pºdemºs tolerar s in condenaciónl as personas un poco serias . Aprendamos de l as madres . ¿No lo
recordái s todos? ¿Os azotaron alguna vez sobre los vest id itos?
Cualquiera sabe cómº se dan dos azotes bien dados . Es muy po s ib l e que Luciano quis iera infer i r a su enemigo
,sºbre el dolor f ís ica,
e l dolor moral,l a pena horrenda de ver as í mal tratada su indumen
taria . Tal vez pensó que en esto podría cons ist i r toda la eficaciadel cast igo . Respetemos su proceder . Tal vez ten ía razón . S i nofuese pºr esta duda que abrigamos , el proceder de Luci ano mereceria nuestro reproche más enérgico .
Mientras Arteaga se abrochaba el cuel l o de la camisa,rehacía
e l nudo de su corbata y restauraba lºs desperfectos que la deseans ideración y la torpeza de Luciano l e causaron , éste se di rigió a lamesa del despacho y de uno de sus caj ones laterales sacó un re
vó lver , que col ocó dis imuladamente entre sus papeles . Despu és
dij o cºn una gran tranqui l idad , como s i nada hubiese acon tec idº— Es un verdadero dolor que hayamos tenido que recurri r
estos extremos,cuando nuestro asunto ten ía muy fáci l arregl º
— Estos no son lºs procedimientos acostumb rados entre caba"eros .
— Es que tampoco lºs rehuyo . Nunca me he batido,pero cre i
que me gustaría mucho . Estoy en absoluto e in cond icionalmen t ¡
a su dispos ición . Como usted podrá observar , estamos conforme:en todo
,menos en una cosa . Tranqu i licese , reflexione y comprend ¡
que lo más acertado es que dej e usted de pertenecer a esta Sociedad
,para lo cual yo mismo le compraré sus acciones , a pesa
de que,como usted sabe
,el negocio ha entrado en una época d c
paral ización .
—Lo que yo tengo que hacer no es usted el l lamado a decírmelo
Abordaj e .
El radio que di rig ió a la Gerencia e l Capi tán del vapor Am istad,
hermoso buque de seis mi l tone ladas,adquirido apenas hacía un
año,decía:
<<Abordados mar del Norte , densa nieb la , por buque» transporte marina ingl esa; avería impº rtante . Intento» l legar Sw ansea
,para reparar. Enviaré detal les .»
Luciano pensó que deb í a t ras ladarse a Sw ansea y dirig i r personalmente l a reparación . Pero no se atrevió a abandonar la Casahal lándose Andrés ausente . En previs ión de su marcha inmediata,telegrafió a lºs dos o tres lugares donde suponí a que podía hal larse
,
dándole cuenta del accidente e indicándole l a conveniencia de sal i rpara Inglaterra . A lºs t res días contestó Andrés desde Biarritz
,
adonde algún amigo o agente oficioso le trasladarí a e l te legram aque Luciano le di rigió a París
,diciendo que sal ía inmediatamente
para Madrid . A lºs sei s días de ocurrido el accidente , y encontrán dose ya Andrés en Madrid, se recib ió una información gráficacomplet ís ima del abordaj e
,cuyas fotografías mostraban los des
trozos ocasionados al hermoso buque pºr aquell a mol e, gabarrónnegruzco
,pues también del abordador ven ía e l retrato . La ave rí a
abarcaba una extens ión de doce a quince metros de obra muerta
por la borda de estribor, cºn una enorme abol ladura que parecial legar hasta la caj a del árbºl de l a hél i ce . Aquel l a demostracióngráfica de l accidente decía cºn bastante e locuencia que e l Am istadhabía s ido abordado; pero su s ituación favorab le de nave v íctimacºn derecho a una indemnización , que , pºr otra parte , ser í a muydifíci l de real izar
,dadas las ci rcunstancias en que e l acci dente
hab ía ocurrido , no compensaba a aquel los atribulados armadoresdel disgusto de ver interrumpida la act ivi dad de aquel la unidad
,
l a cual estaban tan orgul losos .
En aquel mismo momento lo decid ieron . Saldría Luciano en e lprimer express para la frontera . Al i r a despedirse éste de Andrés
,
l e enseñó una carta que hab ía recib ido de Arteaga,en la que le
decía que deseando dedicar su dinero y su activi dad a otra clase
de negocios , había acordado reti rar su capital de la Empresa ar
161
madora, para lo cual daria cuantas faci l idades fuesen compatib lescºn sus intereses . La carta estaba cºnceb ida en términos tanásperos y terminantes
,que Andrés no quiso s iquiera intentar con
vencerle de lo contrario . Le sorprendió a Andrés l a fulminante determinación de Arteaga e hizo acerca de e l l a algún comentari ocon Luciano; pero no pasó de ah í su extrañeza . Pºr fortuna
, el
estado de la Sociedad permitía l iberar la part icipación de aque lsocio s in que la sol idez económica de la Empresa se res in t iese .
Luciano celebró el gi ro que hab ía tomado aquel asunto,y fortale
ció la decis ión de Andrés para que la separación de aquel mal elemento fuese un hecho .
Luciano no quiso despedi rse de Andrea . Pretextó ocupaciones urgentes de últ ima hora . Las más contradictºrias sensaciones asaltaban en aquel los momentos su alma angustiada . A veces
,res ig
nado cºn sus propios dolores y abnegado en su gran info rtun io,
celebraba e l gi rº inesperado que hab í an tomado los acontecim ientos
,alejándole temporalmente de Madrid, y deseando negar su
propia personal i dad e inhibi rse de toda actuación , olvi daba sudesdicha
,acal laba sus lamentos
,se oprim ía e l pecho cºn ambas
manos para oponer una reacción mecán ica,adecuada
º
a l a accióndolorosa de su alma sol l ozante y pensaba ún icamente en la s iempreamada
,que tal vez tuviese en aquel los momentos l a esperanza
de reconquistar a Andrés , de retenerle a su lado, pºr lo menos,
mientras durase l a obl igatoria res idencia del armador en Madrid,
impuesta por las c ircunstancias . En otros mºmentos se rebelaba
su mansedumbre contra el dest ino,y cºn protesta f iera , de vi ri l es
acentos , clamaba cºntra la inj ust icia de que era obj eto , i n crepandoal sér invis ib le que le negaba la fel i c idad y revolvi éndose ai radocontra e l des ignio poderoso que decretaba tan despiadadamentesu ruina sentimental .No… No ten ía él l a const itución moral suficiente para sobrel le
var aquel la pasión un i lateral que j amás hal lar í a recompensa n i sátisfacc ión . Tal vez a otro hºmbre le halagase e l saberse querido
pºr una muj er como Andrea; pero es que él l a queri a tanto , estab a entregado tan absoluta y exclusivamente a esta pasión
,que s e
sentia invadido y pose ído por el la tan intensamente que cre ía ensu amor como en una dolorosa real idad
,perº no en el de Andrea .
Es muy posib le que Andrea hal lase consuelo a su desdicha creyéndose amada pºr él; nada t iene de extraño que la desinteresadapasión de un hombre que tan puramente l a amaba hub iese heridosu sensibi l idad , que tan maltratada estaba por toda clase de ego ísmºs y de inj urias . Se sentía agotado . Esta lucha consumiría todassus energías , agotarí a todos sus entusiasmos , atrofiaria todos susideales , ya que jamás su vºz hal l aría eco , n i sus lágrimas cºnsuelo,
1 1
— 162
u i besos su boca , n i luz de otros oj os lºs suyos , n i regazo amante supecho dolorido . Además , había sufrido otra equivocación . Creyó debuena fe que cºmunicandº a Andrea sus pesares hal laría al iv iº
,y
se equivocó absolutamente . Pues aparte de l mal que cºn e l lo le inf i rio, estaba descontento de s i mismo pºr otras muchas raz ones .
No era de hombres confesar una pas ión impotente,no e ra de
machos l lorar eternamente , s ino rebelarse , l uchar, apoderarse porl a fuerza de lo que uno quiere . ¿Qué d ir ía de él Andrea, aun apesar de su condic ión de muj er excepcional? S eguramente le despreciarí a . Allá en su fuero interno
,pese a todas sus reflexiones
prudentes de muj er comprensiva , l e d esprec iaria , por su pas ivaact itud
, pºr su mueca femenina de dolor , pºr su ai re res ignado dehombre déb i l . Y entonces , a lºs acordes estridentes de estas acu
sac iones que a s i propio se hacía , vºlvió a l lorar su desventura,ampl if icada pºr l a contemplación de su impotencia . ¿Para quéhaberse confesado actor de una pasión cobarde
,cobarde pºr su
i legit imidad y por su inerci a? ¿Qué pensari a Andrea de él cuandovolviese l a infel i z a someterse , pºr obl igación y tambi én por deb i l idad
,a l a voluntad imperiosa del marido , que la despreciaba?
“¿Dónde está mi paladín?»— preguntaría . su amor protectorcontra todas mis desdichas? ¿Qué condición es la suya, que as íme abandona cuando me hal l o en poder de mi enemigo? ¿Quésacrifi cios sºn lºs suyos? ¿Qué gesto hero ico me ofrece? ¿Por quéno presenta e l pecho retador, en lugar de las espaldas cobardes?
¿Qué clase de amador es éste?» Y se respondería e l la misma,de
seguro : ((Es un amador urbano , comprensivo , circunspecto , rid icu lº, en una palab ra .» ¡Cuánto mej or hubiese s i dº ahogar supena
,acal lar sus lamentos y sufrir en s i lencio , para merecer, pºr
l o menos,el consuelo de lºs tristes nobles , de lºs que tienen l a
abnegación de consumirse en la l l ama lenta del dolor secreto !
¡Eso s i que hub iera s ido val iente ! Eso es lo que é l deb iera haberhecho . Fué cobarde para res ist ir e l mart irio cºn sus solas fuerzas
,
y ahora lo era muchís imo más , porque tenía l a consciencia d elmal inferido a Andrea , y porque no tení a e l cºraj e de tomar porsu mano lo que su s ino l e negaba . ¡Qué rid ícula es la s ituaciónde un hombre de quien se apodera una pas ión que no puede hacerse efectiva ! ¡Gloria a la Musa Trágica que inspi ra esos dramaspas ionales en lºs que e l Amor , hecho carne , arrebata lo suyo
,
excluyendo de l a v ida al detentador de l obj eto de sus ansias !As i procede el pueb lo , que es l a representación genu ina del sentimiento; pºr amor mata el pueb lo baj o , que se eleva pºr estos suspropios impulsos grandiosos a las más excelsas regiones del i dea
l ismo . Y si en l a brava lucha de un ideal amoroso se hal la l a muerte
, ¿qué mayor glorif icación que la del sacrifi cio de la prop ia vida,
_ 164 _
en desorden . Apenas repuesto del nuevº acceso de dolº r,l es pre
gun i b cºn una angustia indefin ib le :—¿Habéi s visto a Marquina?
Le contestaron negat ivamente . A lºs pocos minutos Flórez ré
p it ió l a misma pregunta . A todo el que acudía a darle e l pésam ele hacía i dénti ca pregunta, como s i l e al ivi ase más la esperan zade sati sfacer aquel la curi os idad que las palabras de consuelo quecada amigo le dedicaba . Le hic ieron sentar, in terrumpiendºle lospaseos atrºpel l ados que daba buscando la di agonal más d i latadaque hal laba en la hab i tación
,l ibre de personas y de obj etos . Le die
ron un cigarro y trataron de entretenerle cºn el relato de cualqu ier epi sodio de la vida cortesana . Al principio parecía atender
,
pero a lºs pocos segundos t iró e l c igarri l lo lej os de s i, se levantócon rápida tens i ón epi l épt i ca y reanudó lºs desconcertantes paseos
,
que le conducí an,al parecer, al restab lecimientº de su equi l ib rio
nerv ioso . Fl ó rez repet ía como un pose ído— Pero s i es incomprens ib le que Marqu ina no se hal le aqui en
estºs momentos; cºn lº que él me quiere y cºn lo que estimabaa mi pobre Eso es que le sucede algo . Nada
,nada . Yo
n eces i to y va a ser ahora mismo . ¡Que venga un cri adºinmediatamente !…Y buscaba
,vehemente , entre lºs cort inajes e l botón del t imbre .
Antes que Flórez lo hal lase , se abrió l a puerta y apareció en el lae l rostro cadavérico de Marquina . Los dºs hombres se abrazaronestrechamente y permanecieron ínt imamente un idos durante algunos segundos . Fló rez so l lozaba . Marquina
,i ntensamente pál i do
,
los oj os muy ab iertos y los lab ios trémulos,cºn tra ía lºs maxi lares
para imponer inmovi l idad a sus facciones , ya que la emoción trataba de destrui rla, proporcionando as í a su rostrº un rasgo dedureza .
— Pero,homb re— dij o Florez cre í que ya no ven ias . ¿Pero
cómo es posib le que no hayas corrido a mi lado desde el primermºmento? ¿Quieres verla?
— N o…— dij o Marquina , s in darse cuenta exacta de lo que l epreguntaban
,n i de su contestación . Le preguntaban algo
,e in
flu ido pºr l a proximidad de la muerte , que lo niega todo , dij o queno . Al ºbservar la extrañeza de Flórez , rect ifi có ráp idº S i
,va
¿Dónde está?— En mi despacho . ¿Queré is ven i r?— preguntó Flór ez a lºs
demás .Algunos as inti eron y s iguieron a lºs dos amigos . Foronda y
Luciano fueron también . Llegaron a un elegante despacho de purºesti lo español clás i co . Entre cuatro b landones encendidos
,yacía el
cadáver de una muj er que había sido hermosa . Flórez se abal anzó
— 165
a é l en una explosión desgarradora de pasión; pero un hili llo desangre que ya flu ía de las cavidades nasales de aquel cuerpo
,que
ya empezaba a descomponerse,l e contuvo en los l ímites prudentes
de una efus ión tranqui la . Era la cadaverina , el alcalo ide generadopor la muerte . que separaba a l a vida, pu lcra y cauta, cºn susmanos frías y viscosas . Miró Marquina a la muerta cºn la mismaexpres ión alucinada que tra ía de la cal le . Apretó más todavía susdientes
,y sus oj ºs se desorb itaron aún más . Lºs amigos se l levaron
a Flórez cas i a viva fuerza, pºr res ist i rse a separarse de al l í , cºnesa terquedad característi ca de lºs pºse ídos por un gran do lor .Sal ieron todos . Marquina esperó aquel momento; miró a su
_
a lr&
dedor; la hermana de la Caridad que daba p iadosa guard ia_
al'
cá
daver, hab ía sal idº , aprovechando la entrada de aquel los señores;nadie le ve ía; se humi l ló sobre e l cuerpo exán ime y besó su frente,al mismo tiempo /que balbuciente y so l lozante hacía n o sabemosqué j uramentos . Nadie le hab í a v isto . Al mºmento de sal ir Marquina
, ya ven ía la monj ita cºn sus tºcas albas y su beatifica sonrisa resplandeciente .
— Pob rec i lla . Qué tranqui l a está . Parece que duerme— duo l amonj a
,mirando alternativamente al cadáver y a Marquina
,con
la misma tranqui la expres ión de complacencia que pºndrí a al cieci r
,refi riéndose a un n iño que j ugase: ((Mira qué rico . Cómº se
entretiene .»
— S í; parece que duerme— duo Marquina , pºr deci r algo ._
Y sal ió .
Aun estaban confortando los amigos a Flórez con sol ícitas palabras , cuando se oyó un ti ro . Y enseguida un extraño ruido , comode un cuerpo pesado que rodase l a escalera . Todos cal l aron y semiraron interrogantes .— Há s idº un tiro— duo Flórez , presintiendo otra desgracia y
aferrándose, acobardado, al primer b razo amigo que hal ló máscercano .
Muchos sal ieron precipi tadamente a ver qué ocurría . Los demásquis ieron detener a Flórez
,y no lo consigui eron . Todos lo vi eron .
Allí; en el d escans i llo de la escal era, al f in al del tramo que conduc ía al p i so que ocupaba Flórez
,estaba e l cuerpo de Marqui na
,
cºn el cráneo atravesado por un balazo . Aun al entaba . Abrió losoj os dºs o tres veces . S e replegó sobre el l ado izqu ierdo y quedóinerte .Flórez no daba créd i to a lo que veia . S e le f iguraba que aquel
cuadro que acababa de presenci ar era una de las suces ivas al ue inaciones que su gran desgracia l e hab ía produc idº . Llamó a Foronda y se lo l l evó a una apartada hab itación de l a casa . Cuandoestuvieron en el la, cerró l a puerta , se encaró cºn él y le preguntó :— Foronda , ¿qué s ignif ica esto? Pºr más que d iscurro, n o aciertº
— 166
a comprender. ¿Qué ha pasado aqu í? ¿Pºr qué Marqu ina se ocul tade m i apenas muerta m i muj er
,y pºr qué cuando , por f in , viene
a ve rme , se pega un t iro en m i propia casa apenas sale de ver elcadáver? Foronda
,tú lo sabes; dimelo . Tú eras muy amigo de
Marqu ina, tanto como yo . Dime lo que sepas . Te lo exij o en nom
b re de nuestra buena ami stad .
Y dij o Flórez todo aquel l o atropel l adamente,s in acabar siquiera
lºs conceptos , apremiante , imperat ivo . Foronda, baj o l a imp res ión de l a in opinada tragedia
,se hal l aba coaccionado pºr l a ner
v iosa l ocuacidad de aque l desdichado,hizo cuanto pudo por reco
brarse , y dij o :— No discurras pºr cuenta prºpia . Ni tu estado de ánimo
,n i la
fal ta de datos,no obstante tu int imidad cºn Marquina
,te capa
c itan para formar un j u ici o exacto . Lo que ha ºcurri do ten ía queLo esperábamos todºs lºs que conocíamos l a v ida que
hacia… U l t imamente hasta su honradez,hasta ahora intachable
,
hab ía sufrido hondo quebranto . S e pasaba ses iones de doce horasen las salas de j uego…
— Bueno . Bien está; quiero estar solo . Perdona . Ya hablaremos .
M i ra, haz el favor de adverti r que no puedo ver a nadie . Estoyenfermº . Voy a acostarme en el ú lt imo r incón de la casa . Perdona,Foronda . No te in comodes conmigo . Dame la mano . Eres muybueno….
Fºronda l e abrazó y respetó sus deseos , dejándol e sol º .
Mientras Foronda acompañaba a Flórez,lºs demás hab ían im
provi sado un lecho mortuorio en una dependencia de la plantabaj a . En segui da se distr ibuyeron e l trabaj o . Todos ten ían algúncºmet ido que real izar . Luciano quedó sol o con e l cadáver. Levantóel pañº que lo cubría y escrutó cºn mirada ins istente en lºs oj os,de expres ión difusa
,que nadie se hab ía cuidado de cerrar. No im
pres ionaba e l muerto . S u porte aristocrát ico , su pecho bombeadºde plena capacidad torácica
,sus bel l as facciones y un hál i to de
vida vigorosa,que aún parecia desprenderse del Cadáver, conmº
vieron a Luciano . Volvió a f i j arse en sus oj os— esta vez más cercá queriendo leer en el los e l secreto de aquel su ic id io enigmát icº. Nada cons iguió . Su gesto sereno s ignif icaba el sueño fel i z deun hombre bel l o . Lucianº l e admiró como a un ser superior, queen un momento de decis ión hubiese sab ido formul ar l a defini ciónexacta del f in honroso de la vi da de un hombre . Le envid ió cºn
tºda su alma . Cogió cºn l a suya la mano derecha del muerto , queaun cºnse rvaba alguna flexibi l idad y algún cal or
,y la estrechó
durante largo rato . Alguien ven ía . Sol tó aquel la mano , que parecías ign ificarle alguna adhes ión y alguna resistencia a abandonar la deLuciano . En un pasi l l o encontró a Fºronda . Luciano le preguntó :
168
»que con sus di latadas factorías de elevadas chimeneas ,»el ferrocarri l al Norte y e l canal de acceso al Sur
,parece
»una monumental al egºría de la Industria Naval . Mu» cho me he acordado de t i y de la boni ta labo r de in» formación
,y de apostolado también
,que podrías l levar
» a cabo,dada tu afición a las cuestiones sociales .
»La casa de Mr . Park e r me ha conmovido y ha re
»vuelto lºs más remotos e íntimos sentimi entos de mi» alma contris tada . ¿Y sabes por qué? Porque estos ho»gares ingleses nºs hablan de la fam i l i a cºn mayor e lo»cuenc ia y con más insistenci a que las casas españolas»que yo conozco . El culto de los ingleses al home no
»proviene de un prurito de luj o,exclusivamente; no es
»una expresi ón formal i sta s in real idad y sin signif icación» concreta y adecuada . Es el concepto i deal i sta
,productº
» de la exaltación del amor a l a famil i a; es , senci l l amente ,» l a consecuencia natural de que el hogar ingl és supone» l a pl ena satisfacción de todas nuestras necesidades
,s in
»olv idar las sentimental es , que tienen un marco adecuado» en estas decoraciones art íst i cas y en estos muebles co»mod ís imos , que proporcionan a comfortable l i fe. Esta» casa es hogar, propiamente di cho , y casino y hasta» teatro . En cualquier rincón de esta casa se está b ien;» todos sus lugares t ienen amenidad; todos ofrecen un»motivo de atracción , un pretexto de alegría . ¿Cómo»quieres que este pºbre hombre enamorado no s ienta» tr isteza en este hogar, ya que está condenado a no ten erlº nunca, nunca? Bien seguro estºy de e llº.
»La fami l i a de Mr . Park er es muy amable . Me han» recib ido muy b ien , y a las pocas horas de hal larme» entre el los me sent ía como entre antiguos conocidos .
»Mr . Park er tiene un hij o y una hij a . El muchachº,que
»ya es ingeniero naval a sus veintidós años,está al
»frente de una de las secciones de lºs D ecks . La h ija,runa gir l adorabl e de veinte años , no tiene más misión ,»y esa la cumple a maravi l l a
,que alegrar esta casa.
¡ Elsie me acoge cºn una efus ión desconcertante . Es la»que más paciencia demuestra para corregi r mi pobre»conocimiento del idioma inglés . Pienso aprovechar mi» estancia en Inglaterra, y la bondadosa ayuda de Els ie»para perfeccionarme en este idioma .
»Voy casi a diario a lºs D ecks cºn lºs Park er; perº»cuando la fase de la separación no me obl iga a el lo,»me quedº en casa y j uego lºs grandes s ingles de tenn is
169
»con Elsie . Estoy en mis glorias cºn el cambio de vida
»que las circunstancias me han impuesto . Este ej ercici º»que hago casi a diario es l a mitad de la vida . Aqu í se
»j uega al tenn is 0 se hace cualqu i er otra clase de deporte
»con l a misma seri edad y cºn i déntica constancia que
»se va a la of ic in a o a la fábrica . S i en nuestra t ierra» cualquier Mini stro de la Corona se permit iese l a l iber» tad de j ugar uno o dºs part idos seman ales de tenn is ,»daría lugar a las burlas de sus admini strados , que acha» carían a su pueri l entreten im iento todºs lºs males que» azotan al País . Aqu í se le da importancia al j uego , no» a las j ugadas , que
¡ apenas se discuten,y consegu ida
» l a primordial f inal i dad, que es fortal ecer e l s istema»muscular, est imul ar e l circulatorio y equi l ib rar e l ner»v ioso , se dej a la raqueta y se estrecha la mano del con» trar io .»
Tenemos a la vista todas las cartas que L uciano escr ibió a P aco
Foronda , su am igo más íntimo, durante su estancia en S w ansea,
pero nos l im i taremos a transcribir solamente a lgunos párrafos , procurando seleccionar aquellos que puedan darnos a lguna luz para la
identificación de los tipos de esta ver id ica h istor ia .
“Ayer nos hal lábamos Els ie y yo solos,j ugando nues
» tra partida acostumbrada,cuando se me ocurrió pro
»ponerle que j ugásemos descalzos . El campo de tenn is» de lºs Park er, como la mayor parte de lºs que se ven»por aqu í, es una verdadera law n , es deci r, una pradera»de hierba tan fresca
,tan espesa y tan esmeradamente
»recortada, que más b ien parece una extensa alfombra,»con cenefa
,formada pºr l íneas de cal , que marcan los
» l imites regl amentarios .»Elsie r ió la ocurrencia
,y le deb ió parecer tan afor
»tunad a, que as int ió cºn un resuelto <<A ll r ight ! » S e des
»cal en seguida y se lanzó a correr por e l campo de»tenn is
, r iendo nerviosamente , por la impres ión fres ca»y cosqu i lleante que deb ió produc irle l a h ierba fresca .
»Yo l a imité , y j ugamos as i unos cuantºs minutos . De»pronto, Elsie se arroj ó al suelo , empezó a lanzar ayes» l ast imeros y riendo al mismo t iempº
,dij o :
— Oh ! Oh! ! What a great pain !— Where do yºu feel the pain?
- Here , here . I have dis locate my great toe .
» Elsie se había lastimado el dedo gordo del p ie dere» cho . Me eché de bruces delante de e l la; intenté cogerle»aquel dedito , que parec ía un nardo cerrado , pero no»quiso consen t ir lo . lns istí
,atemo r izándo la cºn la supo
» s ición de que pudie ra haber alguna dis locación,y pºr
»fin tuve y retuve entre l os dedos de mi mano aquel» dedi to regordete y sonrosado
,que obedecía a la diestra
» in tervención de mis manos,verificando
,dóci l
,todas las
»flexiones y rºtaciones que le obl igué a hace r . Els ie me»miró confiada y satisfecha
,riendo cºn risa escandalosa
,
»a que la obl igaban las cosqui l l as que la débi l y esmerada»pres ión de mis dedos l e producían .
»Y fué ayer tambi én cuando,ante la contemplación
» de aquel cuerpo j oven,rebosante de vida
,congest io
»nado pºr l a vi olencia del j uego, y mirándome en aquel la» cara de expres ión candorosa e infanti l
,l a dij e
,s in pºder
»con tenerme— Elsie
,I lºve I love you very much .
»Me puse serio para decírselo,y es que yo experimenté
»en aquel los momentos todo el dolor de mi vi da fraca» sada . S i yo hubiese podido expl i carle a Els i e l a natu» t aleza de mis sentimientos
,l e hubiese dicho : ((No me
»haga usted caso . No es el m io un grito espontáneo de» amor; es únicamente e l lamento de dolor de un hom»bre que vive s in sos iego desde que conoció a una mu» j er. No reproche usted tampoco mi osadía; reciba mi»homenaj e de admiración en nombre de la Muj er
,cºmo
»su muy prestigiosa representación,y sea usted testigo
» de que hay un hombre que padece por una de»Perº ni yo ten í a derecho a inquietar nuevamente a Els ie,» l a candorosa
,l a ingenua
,ni… yo cºnocía e l i dioma in
»glés lo suficiente para traduc irle todo aquel lo .
»Tambi én Els ie se puso seria al o í r mi fulminante de» claración . Me miró cºn expresión dubi tativa
,como que
» r i endo deci rme : “¡Que te crees tú y comenzó a» cal l arse cºn toda calma .»
<<No tengo de España otras noticias que las que tú me»proporcionas y las que
,referentes al negoc io
,me envía
»Andrés . Esta ignorancia en que vivo me al ivia un poco .
»Pero no consiste la dicha en ignorar,s ino en e l mutis
»mo de todo anhelo interrogante . Y estoy tan distante»de este
172
»das tú en la vida ! Que si mis ojos velados por un leve»cendal de lágrimas manan de dolo r
,se evaporan algu
»na vez al recuerdo del pecho amigo . Para el la son lºs»postre ros pensamientos mios , pues que me vence e l»dolor de todo un d ia de sufrimiento
,ya que a él me
» entrego indefenso; para t i son lºs primeros de la ma»ñana
, porque busco cºn ans ia fortaleza y serenidad,y
» tú me las inspi ras . Todos mis pensamientos de l d ía»son alternativamente para entrambos , pues huyo de la» loca desesperación
,para cob ijarm e en la reflexi ón ne
»cesaria . S i en loquezco,le d irás que he s ido su v íctima;
» s i curo,comprenderás que he s ido tu presa . ¡Necesaria
»contradicción,que es motivo doloroso de la vida
,fun
» damento de mi amor y causa de mis dol ores ! Divino»dolor
,que
,s ignificando en m i una aspi ración suprema
,
»me hace fe l i z en m i infortunio, pºr cons iderarme un
»hij o predi l ecto de Dios,a quien El ha elegido para
»que,adorándola a e l la
,me acerque más a su Ser Ex
» celso . Si . Me consuela creer que esta to rtura mía es un»don del cielo . ¿Qué piensas de este mistico prºfano que»aspira nada menos que a la Gracia D ivina, creyéndose»seleccionado para i r a parar a un quinto cielo? Com»pad éceme . A ! cons iderarm e comprendido y disculpado»por t i
,me siento confortado y fortalecido .
»Hay momentos en que parece que la vi da se me»acaba
,y que y a no t iene obj eto que yo aguarde la luz
»de un nuevo día . I deas sombrías , destructoras y nega» t ivas invaden mi cerebro
,y aquel la inqu ietud sublime
»que yo antes experimentaba , y que era creadora y vi»v ifican te, se ha convert ido, pºr degeneración , en ans ia» estéri l
,que me conduce a la desesperación .»
<<Me preguntas cómo es Els ie Parker, y voy a satisfa
» cer tu natural curios idad . Es de mediana estatura ,»proporcionada y graciosa . Apenas pronunciadas sus»formas de muj er, podría decirse que lo es en can ti dad»suficiente y necesar ia para cualquier hombre de gustos»depurados . Su pie l es de color oro tostado, y su cabel lo,» con otro grado más avanzado de ca l cinación , parece»hecho de heb ras del mismo metal . La cara es vulgar,» de cromo ingl és : de tez sonrosada y oj os azules , s in» expresión , pero suple este defectº la proca z e locuencia»de su boca menuda, pero nerviosa y vibráti l , que l lora,»ríe v habla, no sólo pºr los sonidos y conceptos que
173
»emite , s ino porque se contrae o di lata con ági l e lasti cidad .
»Elsie me desprecia un poco desde que l e hi ce mi de
»clarac ión . Cre í yo , tonto de m i , que iba a conceder
» importancia a mi declaración y que iba a adoptar mi !
»precauciones para l ibrarse de mi imprudente donjua
¡y me he l levado un soberano parchazo ! Els ie
»no me da importancia alguna . S igue buscándome para
» i nvitarme a interminab les part idas de tenn is . ¡ Loado
»sea Dios ! Aquel lo fué O l l endorf puro— Do you love me?— I don't; but I invi te you to play tennis .»
(D espués de unos cuantos días de verdadera d esespe» ración , ya saturado de dolor, reclu ido en mi hab i tación ,»pretextando una enfermedad , he vuelto a l a v ida sº
»c ial, reintegrándome a el l a cºn una hiperestes ia que me»hace sufrir hºrribl emente .
»Elsie ha s ido la primera persona que he hal l ado des»pués de mi encerrona . Cualquiera di rí a que me espe» raba . Estaba en el hall . Apenas me ha visto , se ha» l evantado y ha venido a mi encuentro , al argándome la»mano , y me ha saludado cºn una efus ión que me ha» conmovido . Sus ºj os cl aros , esos ºj os suyos a lºs que»yo les atribuyo un defecto de luz , parece que se i lum i»naron con un deste l l o fugaz parecido al de lºs faros .»L o primero que me dice es que tengo muy buen
»col or y que no parece haya estado enfermo . Esto me» indigna, porque yo quiero que tomen mis sufrimientos»en serio, y no es poco lo que yo he padecido durante»mi voluntari a reclusión : he ll orado bastante , apenas he»dormido, he comido muy pocº . Y no ºbstante
,estoy
» igual que s iempre , cºn este col or de melocotón arago»nés , que es mi mayor desesperación .
»Hoy hizo una mañana nub lada, perº t ib i a y tran»qu11a . Hemos j ugado . Y he observadº que no me fá»t igo , n i mis p iernas se dobl an , n i me fal l a e l b razo , ni» l a v ista . El j uego me ha confortado . Estoy contento;» cas i soy dichoso . Todas las empresas las veo posib les;»mis pensamientos tenebrosos se han convert idº en opti»mistas . Creo en la pºs ib i l i dad de l legar a ser fel iz . Creo»en l a Vida, en la lucha, en el prºpio esfuerzo . Me siento»fuerte , pleno de vida, y mi alma col abora en el acto»vital cºn intima sol idaridad
,tendiendo hacia los más
»elevados designios, aspi rando a los anhe los más nob l es
174
»y optimistas . Porque el alma buena de un cuerpo sano»y fuerte es la voluntad de Dios que en él al ienta .
»S iento unas ans ias locas de vivi r. Parece que vuelvo»de unas densas t in ieblas a una luz v ivis ima . S iento»vergti enza pºr haber desertado , aunque no fuera más»que brevemente , de mi lugar de combate , y me da re»pugnan c ia mi propia cobardía . LO que yo pretendía ha» cer n o era cri st iano , n i s iquiera varon i l . No debe nadie»desertar n i sustraerse al Alto Des ign io que en la Vida»nos ret iene
,aunque se cons idere el más humi lde
,el
»más inút i l de lºs seres .»
te parece,querido Paco
,que aunque yo s ignif i
»que poco en la Vida,aunque valga cero
,aunque valga
»menos inf ini to , no debo desertar,habida cuenta de
»que estando en e l Mundo de l a Rel at iv idad , mi per»vers idad puede tener su apl i cación adecuada para obte»ner la resu ltante f in al en la Armonía de l Universo?»
El desa stre .
Luciano se sentía fuerte y optimista como nunca . Se refr igeró
con ins istencia,con rei teración , baj o e l punzante chaparrón de
agua fría que le hi rió sus carnes como un imaginario cepi l lo,cuyas
púas innumerab les de acero se adaptaban cºn rara perfección atodo su sér . N o quería sal i r de aquel dulce martirio . Cada vezabría más e l grifo
,para senti r mayor dºlor y para que lºs espas
mos fuesen más in tensºs . Elevaba lºs brazos,como implorando
protección para e l supl i cio voluntario,y cºn tra ía todos sus múscu
los para ºponer adecuada res istencia a la contundente pal i za quela presión del agua le estaba propinando . Se jabonó cºn ensañamiento
, por el pueri l p lacer de verse todavía más bl anco y pul imentado y de senti r su piel más flexibl e y más suave . Y una vezque aquel la espesa capa espumosa le recubr ió totalmente
,hasta
d esf igurarle , volvió a colocarse baj o la ducha . S e enj ugó después ,frotándose con toal las , guantes de cáñamo, banda de pelo y cºn
cuanto hal ló a manº , hasta hacer brotar la sangre de algunos lugares de su cuerpo . Y se d ió la embrocación que conten ía al cºhº l
— 176
“Grave accidente automovi l ista .— Eu la madrugada de
»ayer fué arrollada en la Cuesta de las P erd i ces, por un
»automóvi l,una motocicleta del servicio público , ocupada
»por D . A . A . y por dos muchachas de vida alegre . D e!
»acciden te resultó muerto D . A . A .
, per sona conoc id ís ima
»en Madr id, y con her i das de pronóstico reservado
, las
»dos muj eres y el mecán ico .»
Cuando Luis siguió contando detal l es de mart i rio para su pobremadre
,y de bºchorno para tºdos el l os
,Luciano le proh ibi ó que
siguiera habl andº de aquel asunto .
Llegaron a la casa . La entrevi sta cºn Andrea fué brev ís ima.
Luciano estrechó déb i lmente , cºn suave presión de caricia, l a manoque Andrea l e ofrecía, y le dij o , emºcionado , más por la presenciade l a muj er amada que pºr l a contemplaci ón de las víctimas deaquel drama— Confí a en m i
, Andrea . El chico trabaj ará conmigo desdemañana .
— Por Dios , Luciano— imploró Andrea, avanzando unos pasoshacia Luciano en actitud supl i cante
'
tengo noticia de que lºsbarcos van mal , de que el negocio se ¿Qué va a ser dem i y de estas criaturas?
— N o te apures . El negocio de lºs barcos no se hunde,porque
los barcos flotan , y s i algunº se hunde , ya sabes lo que pasa, quepaga el seguro . L o que ha ocurri do aqu í es que al negocio se le haab iertº una vía de agua
,pero aqui estamos yo y tu hij o para
reparar esas averías . ¡Animo , Andrea ! ¡Es preciso v ivi r l a vida !Y dirigi éndose a Lu is
,l e dij o Mañana te espero en el despacho
a las nueve .
Luciano sal ió intensamente pál i do de l a breve entrevista . Lavida le l igaba a aquel l a muj er más estrechamente que lo quenunca pudiera suponer. Recordaba que en ciert a ocasión l e hab íadicho estas º parecidas pal abras : ((La vida nºs t iene reservadas
Y era verdad . La vida tiene sus gen ial idades : lºs hab ía separado
,al parecer
,a perpetuidad
,y lºs unía ahora en unas
condiciones que la mano de la Providencia parecía haberse complacido en coordinar .Recordaba cºn dolor Im scena . Fin ita
,l a hij a de Andrea
,qu e
ya era una muj ercita, sol lozaba recl inada sobre e l hombro de l amadre . En presencia de la desolación de Andrea y de sus hij os ,Luciano se decidió
,animoso
,más dueñº de s i mismº que nunca
,
a emprender una nueva lucha,en la que sent ía el peso integro de
la responsabi l idad .
Al sal ir de casa de Andrea , comprendió, gozºsisimo, cuánto
177
quería a aquel l a muj er,ya que en presencia de su desgracia, que
l e deparaba ocas ión propicia para satisfacer lo que const ituyó l ai lus ión constante de su vida
,no s in tió más que un respeto supers
tic ioso para la v iuda y una compasión muy grande para los doshuérfanos
,que necesitaban de su ayuda . Sal ió, en efecto, animoso
para l a l ucha; pero su estado sentimental era lamentabl e . Comos iempre que se hal laba al lado de aquel l a muj er, sent ía que l a vidase le escapaba a borbotones , y era que todo su ser se conmov íaen su presencia y que se hal laba en él de tal manera latente e lanhelo amoroso
,que su vida tendía hacia el l a . Era Luciano
,en
presencia de Andrea,el eterno enamorado que s iente pºr primera
vez la inqu ietud subl ime, y s iempre era nuevo en él este sentimiento,como si s iempre fuese l a primera vez que la ve ía . Ni lºs años n il a costumbre eran capaces de modifi car e l efecto .
S int ió en esta ocasión igual que cuando l a conoció s i endo el lacas i una niña y él estudiante de l a Escu el a de Náutica . S e l e apagaba la voz en la garganta, empal idecia, balbucía su voz , se l ecºnturbaba el cerebro y quedaba en un estado de insensatez quele imped ía recordar s i realmente estuvo en su presencia o lo soñó .
Y no l e ocurría esto porque Andrea fuese de una bel leza procaz ,s ino porque tení a su alma para el l a una adhesión absoluta .
O lv idó sus dolores , sus eternos dolores , y s e sobrepuso a sudecaimiento . Estaba decidido . Todo el amºr que sent ía pºr aquel l amuj er lo traducirí a en act ivi dad, en trabaj o dedicado a defenderel negocio que Andrés hab ía dej ado en crít ica s ituación .
S e lo prometía solemnemente : poco hab ía de poder o él reorgan izar ía l a Gerencia para adaptar la di rección del negociº a las ci rcunstancias actual es , s in pensar en fletes fabulosos , n i en aventu
ras contrabandistas y procurando reanudar rutas navales que,gra
cias a su in iciat iva, ya se hab ían puesto en explotación, pero quela insensatez de Andrés hab ía malogrado .
Y cuando,ya en la cama
,discurría su ulterio r actuación
,fué
enterrando pºco a poco , en lo más remoto de su cerebro , l a imagende la muj er soñada para dej ar paso a las cavilaciones, que hab íande dar pºr resul tado el encauzamiento y prosperidad de los intereses que le estaban confiados . Surgía l a imagen amada en cualquier momento
,pero pronto la separaba c on amoroso ademán
,y
otra vez su imaginación desvelada se dedicaba a pensar en losbarcos . Y cada vez que tení a alguna idea luminosa
,o que se l e
ocurrí a alguna solución co'
nveniente,daba tregua a lo úti l para
pensar en lo i deal y olvidaba mºmentáneamente mapas, estad is
t icas y cartas geºgráficas,para elevar su pensamiento hasta la
Divina , hasta l a Imposibl e , hasta la Alt ís ima La estrechaba imaginariamente contra su pecho y quedaba en éxtas is p ro
12
— 178
fundo,recreándose en la pºsesión vi rtual de aquel cuerpo adorado .
¡Jamás sé r humano hab ía sentido un deleite tan intenso , un gocetan absoluto como experimentaba Luciano con la poses ión soñadadel sé r di lecto ! ¡Qué suprema cópul a la de aquel abandonado cuerpo de varón , que cre í a ser pose ído y estar poseyendo a la desposada de su fantasía !Habia descansado mal . Pero se impuso a su fatiga . Apenas sal tó
de la cama,se cºlocó baj o l a ducha y abrió la l lave
,s in piedad.
La pres ión y el frío del agua en la nuca le h icieron reaccionar .La sangre afluyó a su cara, colºreándola cºn el matiz del optimismo y de la acometividad .
Llegó a ! despacho y comenzó a poner en práctica sus nuevasorientaciºnes en el negoci o . Dictó ci rculares y telegramas .Llamó a Lu i s . Cerró el despacho
,para habl arle con mayor co
mºd idad . Aquel muchacho que tení a delante era el h ij º de Andrea
,engendrado en el la por un hombre que
,poco consecuente
con su obl igación , del inquía pºr omisión o l a ejerc itaba cºn unaactuación contraproducente . Sólo sºn padres los que j amás interrumpen l a patria potestad sobre lºs hij os . Jamás debe interrum
p irse esta sag rada ºbligac ión . Aquel muchachº era hij o de Andrés
porque .un a i neludibl e función fis io l ógica lo hab ía originado . Cuan
d o nº hay correl ación entre las práct icas del amor y su fin últ imo ,que es l a consciencia del deber , se reproducen lºs padres en elhij o por igual razón que se v e rifica una reacción qu ímica en e l tubºde ensayo . En estos casos , l a mis ión del padre cesa cuando terminasu actuación de macho (elemento componente o react ivo) . Sólo enesta últ ima acepción hab ia s ido padre Andrés . Ni poseyó cºn verdadero amor a su esposa, n i s int ió luego el verdadero culto pºrlograr hecho hombre al hij o engendrado . ¿No era otro nexo e l hij oabandonado primero y huérfano ahora, que le uni r ía estrechamentecon la madre? S eria de hecho el padre de Luis , ya que de derechono pod ía serlo . El amor que por Andrea sentia se iba dignificandoy adquir iendo prest ig io al influj o de esta nueva mºdal idad . Ln
ci ano hab ía ini ciado esta obra cuando tomó a su cargo la educación de Luis . La continuaría ahora . Nuevos deberes le l igaban aesta v ida
,de l a que tantas veces hab ía renegado . Nuevos y des
conocidos mot ivos de consuelo le deparaba su s ituación afl ict iva .
¿Nº cabría en l º pos ible que él l ograse algún día la fel i cidad , aunque fuese part iendo de la ruta dolorºsa que tantas veces habíaregado cºn lágrimas de sus oj os? ¡Quién sabeSe sentó frente al s i l lón que Luis ocupaba
,y le habló durante
l argo rato . Era necesario que abandonase sus estudios . Las circunstanc ias decretaban que la manera más adecuada de emplearsu act iv idad
,era dedicarse a defender sus p rop ios negociºs . Pºr
— 184
No hab l emos ahora . Déjame que te mire . ¡Hace tan to tiempoque no te veo !Y durante unos segundos
,una muda admiración
,a la que An
drea l legó a tener miedo,ofreció a la d ivina muj er e l más puro
hºmenaj e que hombre alguno pudo tributar al ser más am ado .
¡Qué dolorºsa inquietud expresaba la faz de Lucian o ! Con aque l lamirada le ofrendaba el sacrif ic io de toda su vida . Y n i una quej a
,
n i un lamento,n i exigencias
,n i nada que s ign ifi case
rebeldia . <<La vida nºs depara so rpresas recordó,y en aque l
momen tº s e d ió por suficientemente recompensado cºn tener delante a Andrea
,cuya presencia en e l despacho s ign ifi caba e l triunfo
de su idea . ¡Había vencido ! ¡Pero qué triste su vi ctoria ! Su coronade vencedor estaba aderezada cºn espinas que l a v iuda se arrancaba del pechº , cºn lágrimas de ¡Que as cº da la vida !
¡Nº merece l a pena vivirse la vida !In ter
'
rumpió e l idi l io s in palabras,Andrea , diciendo
— La vida me ten ía reservada una gran amargura,y el l a me
conduj º a t i . Me ofreciste protección , y en tus brazos me he am
— Haciendo del más desdichado e l más fel iz de lºs hombres .
¡ Bendito sea Dios , que ha querido hacerme fel iz !— Eres fel i z
,porque eres bueno . En tu bondad está el fun da
men to de tu dicha . Yo y mi desastre n o han s ido más que losmotivos para que se man if ieste ese hál i to de bondad que i rradiade todo tu Ahora me toca a m i echarte f lores . Mi ra , Luci ano ,s i tú me hub ieses perseguido cºn alguna final idad indigna, n i yote hubiese l lamado en este momento angustioso de mi vida, ni túvendrías cºn ºtra f inal idad que la de aumentar mi desgracia; perºcomo creo en ti
,a t i he acudido
,confiándote mi defensa y la de
mis hijºs .
— Confia en m i como en t i misma . Que s i yo he cometido algúnerror en esta vida
,s i me he desviado del camino de l a verdad en
algún instante de mi ex istencia,puede decirse que he rectifi cado
mi conducta desde el momento en que te conocí : tú eres la ún i ca
verdad de m i vida . S i yo fu i malo , tú me hiciste bueno; s i yo no soymalo
,tú me has hecho mej or . Me inspi ras las mayores abnegacio
nes; tu recuerdo despierta en mi alma las i deas más nobl es , losmás puros No es que yo sea bueno , es que nadi e puedeser malo a tu lado .
— No , Luciano— duo Andrea con amarga sonrisa tú eresbueno pºr naturaleza, porque no podrías ser malo , aun siquierabaj o la influencia de l e5pír itu del mal . ¿Y Andrés? ¿N o viví a en
mi compañ ía? ¿No le dediqué mi vida? ¿Fu í yo mala para él ,acasº? Pero nº hab lemos de é l . Vengo a decirte que es neºesa
'
n'
º
que camb i es de v ida . Convencida de tu abnegaci ón y de tu ca
riño,
que también te —y aqu í vibró la voz de An
dr ea cºn in tens idad desconocida para Luciano . Nuevamente volv ieron aquel las dos almas angustiadas a contemplarse cºn muday reconcentrada admiración . Al . f in , s igu ió dici endo AndreaY porque te quiero
,no puedo consenti r por más t iempo que s igas
sacrifi cándote pºn nosotros . Es demas iado , Luc ian o . Yo no deboconsent irlo . Mi vida sentimental ha terminado; debe , pºr lo menos
,terminar. Me basta con querer a mis hij os y cºn
como te quiero . Yo sabré hacer un culto de ese cariño y lograrécaldear …m is horas de viudez cºn ese rayito de sol que , g rac ias a ti ,i luminará mi alma . Pero , ¿y tú? ¿Por qué no has de vivir tu vi da?
¿Por que no procuras ser fel iz? Tú si que sabrias hacer dichosa acualquier muj er . ¿Por qué no lo i n tentas?Andrea , s in propºn érselo, hab í a heridº a Luci an º en lº más
íntimo de su alma .
— S i yo no te conociese , creerí a que querias ahuyen tarme de . tulado . ¿Pero no cºmprendes que esta -s i tuación tm ia es » la m ayorfel icidad a que pue do aspirar? ¿Pero es que no me comprend e
'
s
todavía? ¿No sabes que sólo vivi endo cerca de ¡ t i puedo…v ivi r?
¿Que sólo tu vida y tus hij os y”
tus intereses me preocupan? ¿Peroes que no sabes que te quiero s in reservas , s in condicione s , s inesperar nada de t i , s in pedi rte nada? ¡No me eches de tu lad º!
¿No comprendes que ahora soy fel iz? No temas que te importune .
Ya te l o dij e un d ía… : ((No quiero nada… ; nada p ido .l .º
Y s i acasome concedes un poco de tu amor
,xha de ser pºr tu pr opi a l ibera
¿Otra mujer? No podría quererla . Ya lº he intentado, s in
conseguirlo . ¿Un hogar? No seria fel i z en él . Y entonces a miinfortunio tendria que unir e l que pºr mi culpa hab ría oc as ionadoa ºtra Y ya tengo bastan te . dolor sobre mi alma .
—¿Por qué no subes a verme con alguna frecuencia? El cargº
que desempeñas , tu cabal l eros idad y mi propia cºncienci a te autor izan para frecuentar mi casa s in l imitación .
— Ya sub i ré . ¿Eso qué importa? No creas que soy más fe l izcuando te veo . Me basta cºn l l evar te en el cerebro cons tantemente ,cºn senti rt e sobre este techo que cob ij a mis hºras dePero ya sub i ré
,aunque me cueste un nuevo do lor .
—¿Tanto te mºles ta m i presenc ia?
— No; no es eso . Mira, Andrea; s i no s ign if icases nada para m i ,l a frecuencia de tu trato me seria muy agradab le . Pero esta incompa ti bil idad que ex i ste en tr e mi sueño ty la .real idad , aumentamis sufrim ientos .
— Y haciendo una b rusca trans i ción; di j o Pero
gi) hab lemos de mi . Ya sab rás por tu hij o que los ba rcºs van
en .
186
— Estoy enterada de todo . No quiero ofenderte hab lándote demi gratitud .
—¿Vas creyendo un pºco en mi cariño , en e l que te j uré hace
tantos años?— S i; hace t iempo que creo en él . Ya creia entonces .— Entonces…
— Para qué lamenta mos de lo que no t iene remedio . Me pareceinúti l deci r, pºr ej emplo : aS i l as cosas se hicieran dºs veces» ; ¡ S inºs hubiésemos hal lado antes .» Aún es más rid ícu la l a s ituaciónde la Humanidad cuando se res iste a confesar que somos j ugueted el Destino . ¿Para qué lamentaciones estéri les? Yo encontré a Andres y me cas é cºn él , para ser una desdichada , para ºfrecerle ocas ión de enriquecerse cºn mi pequeño capital
,para sufri r la des i lu
s ión más grande de mi vida,para entregarme al hombre que j amás
me quiso , para conocer al hombre que nunca amó a mis hij os ,para representar en este mundo el papel más lamentab le que mu
jer alguna . pudo representar, dudar en algunos momentos de laj usticia div ina
,l lºrar amargamente la burla
,e l abandono y la
indefens ión en que me ten ia (que s i a una muj er le ofende la canallesca infidel idad , más la h iere e l casº omiso que de e l l a haceel marido
,expon iéndola a su posib le ca ída); y también ocurrió lo
que fatalmente ten ía que para conºcer al hombre másbueno
,honrado y cabal lero de la que eres tú . S i
,Lu
cianº; todas las mujeres encuentran en la vida una º varias besti asen acecho;.también las hal l é yo cuando mi marido empezó a abandºnarme . Aquél las no me inspi rarºn más que repuls ión . Tú no lo
eras,lº sé; estoy convencida de e l lo; s iempre lo estuve; estoy per
.tecc ionando esa cºnvicción pero, ¿y s i lo hub ies es s ido?
¿Nº era un pel igro mayor para m i que fueses tú la bestia y que yome empezase a enamorar de e l l a? Eso más tengo que agradecerte .Con lºs demás no hubiera caído j amás , pºr propio decoro . Contigono caí porque sup iste e levar nuestras re laciones sentimentales aun plano en que toda indign idad era imposib le , y en que , po r e lcºntrario
,toda subl imidad nos inspiraba . Perdona este lenguaj e .
A nadie le har ía yo estas confidencias . Me insp iras una confi an zaciega . Estoy profiriendo palabras que nunca pasaron por mis l ab ios
,hasta hoy
,aunque l a experiencia amarga de mi info rtun io
me haya dado a conºcer l a real idad de sus s ignificados . He pens ado estº muchas veces , pero nunca en voz a l ta , como ahora .
Pues , s i , para esto me casé yo con mi marido , para cºnocer a lºsd ºs hºmbres que, part iendº ambos de m i, se di rigen uno al maly al b ien otro
,y este otro eres tú . (Aqui l a voz de Andrea se torn ó
dulce y vacar iciado ra .) Repito que el homb re más bueno de la t ierra
,e l más nºb le, honrado y abnegado, e l que me ha proporcionado
_ _ 1gg _
—S atisfecho , no; l oco de contento . ¿Pero pºr qué me qui eres túa mi
,Andrea de mi alma, s i yo no me merezco esta fel i ci dad?
— Pues pºrque la mereces,te quiero . Y basta pºr hoy. Me voy .
Los chicos van a volver y quiero que me encuentren en casa.— Espera… . Permíteme que me recree un momento mi rando
esºs oj os d ivinos,esa frente luminosa
,estas manos
Y aquel las dos almas conturbadas se miraron,ansiºsas de dicha
,
anhelantes de una fel icidad que la Vida les hab ía negado hastaentonces
,experimentando la subl ime inqu ietud de dos seres v ir
genes que se iniciasen en aquel momento en los misterios del divino secreto .
La botadura.
Andrea protestó un pºco de l v iaj e que le ob ligaban a hacerdespués de una reclus ión de varios años , pero accedió ante l a pres ión ins istente de sus hij os . También l e con trar iaba much ís imo n osabe r adónde la l l evaban . Aquel la humorada de Luciano y de lºschicos
,que hab ían decid ido el vi aj e en dºs minutos
,l e parecía a
el l a,tan metódica y tan cabal en sus cosas
,algo de gitanos . Y ya
que abandonaba su casa, creía tener, pºr lo menos , e l derecho a
¿ aber dónde la l l evaban .
Eran las ocho de l a mañana . Una vez b ien amarradas l as volum inosas mal etas a l a rej i l l a trasera del coche, y después de b ienacomodados lºs viaj eros en sus lugares respect ivos , ordenó Luci ano :— Manuel
,t i re usted pºr l a carretera de La Coruña .
Luis y Fin ita celebraron cºn grandes carcaj adas e l terminantemandato de Luciano y la cara de asombro de Andrea
,quien
,al f in
,
influ ida por tan sana alegría, acabó pºr son re ir también . El cocheiba muy bien . Parecía que ten ía prisa pºr abandonar lºs l ugarescºnocidos
,cºmo s i quis iera pagarles su hab itual hospitaj i dad cºn
una ingrat i tud defin it iva . Andrea nº quería correr demas iado . Lel lamó l a atención a Manuel . N o lo pºdía remedi ar: cuando e l mecanico pisaba e l acelerador y lanzaba el cºche
,Andrea recordaba
el trágicº f in de su marido , y sólo pºr el hecho de permit ir grandesvelº cidades
,se cre ia estar manej ando una imag inar i a arma ho
mic ida .
"¡ Durante l a an imad ís ima conversación , Andrea consul tó cºn la
mirada a Luci ano , y l a de éste l e respondió con una cºnfiada sºn
— 189
risa,que estuviese tranqui la . Almorzaron en Val ladol i d . Repasa
ron el bandaje , y todo i ba b ien . Comieron y descansaron en Astorga . Reanudaron la marcha
,y con el ún ico cont rat iempo de un
par de pinchazos,l legaron a Betanzos . Apenas Luci ano divi só el
pºste indicador, l e gritó a Manuel—¡A l a derecha !
Estaban ya camino de Puentedeume . Nuevas preguntas de Ahdrea
,y vuelta a l as ri sas de sus h ij os . Poco después paró e l autº
a la puerta de un hotel de Fe rro l . Y aún no sab ía Andrea e l ºb j etode l vi aj e . Mientras esperaban a lºs constructºres , d ij o Luci an o :— Ven imos a El Ferro l para que as istá i s a l a botadura de un
nuevo buque de nuestra flota,que se l anza hoy al agua . Unos
armadores,a quienes no les va bien en e l negocio , rescind ieron el
contrato cuando ya estaba montada la qui l l a,y nosotros lo hemos
adquirido en muy buenas condi ciones . A las diez es l a botadura .
Fin ita será la madrina… ,y ya sabé is para lo que hemos ven ido
a El Ferro l .Hubo un s i lencio pro longado . Fin i ta miraba radiante a su ma
dre . Fin i ta preguntó—¿Y cómo se va a l l amar e l barco?
— Renunciaci ón— contestó con decis ión , Luciano .
—¿Re-nun—cia — rep it ió , s il abeando e l raro nombre, la
muchacha .
-S i . ¿No te gusta?— Homb re
,francamente
,no mucho . Me parece
,vamos
,así… ,
¿cómo di ri a yo? , un poco triste .
— S í indudablemente . Pero no es feo . Además,es hero i co .
Pºrque ya veis,un hombre
, por ej emplo , que renuncia a un ideal,es un ser fuerte
,abnegado . Y además de que
,como veis
,su s ign i
f icado tiene ideal ismo; yo deseaba que fuese ese el nombre , porqueas í se l lamaba el pr imer buque de vela que yo mandé, una hermosa goleta de tres palos como ya no hay otra por esos mares .Entró un camarero
,que entregó a Luciano una tarj eta . Era de
Mr . Henderson,el constructor del buque . Después de las presen
taciones de rigºr,marcharon todos a lºs Asti l leros . Hubo al l í nue
vas presentaciones . Fin ita la l inda madrina,muy sat isfecha con
un Henderson rubi o y j ovencito que se puso a su lado y no seseparó de el l a durante toda l a ceremon ia . L os demás excurs ion istas , fel ices también , s in notar el más leve cansancio por l a pal izarecib ida en los cientos de k i lómetros recorridos .Llegaron a un tinglado
,preparado para los invi tadºs , constru ido
cºn cuatro tab las de p ino revest idas cºn unos cuantos metros debandera española . Desde aquel la tribuna se alcanzaba cºn l a man ola proa del nuevo buque, engalanado . Aún se trabaj aba bordo,
— 190
Lºs obreros , vestidos de f iesta , como e l buque , ten ian el aspe ctode trabaj adores deportivos que laborasen pºr pas at iempo . Entrelºs enhiestos palos mayores de l buque se hal laba tendido un cá
ble,que le se rv ía de inestabl e sostén a un s ingu lar obrero
,que
ten ía más de acróbata,pues aguantándose providencialmente sº
bre aquel la j arcia, que se distend ía con trágica elas ti cidad al pesºde su cuerpo
,trabajaba haciendo la instalación de una compl icada
red de cuerdas , alambres y ro ldanas,empleando para su faena
manºs,piernas y dientes . Era un alemán
,que conocía su ofic io a
maravi l l a y que la guerra hab ía echado a nuestras costas,como a
otros muchos compatri otas suyos . A cualquiera le sorprend ía vertrabaj ar a aquel s imio
,en e l l ímite fís ico de sustentación
,cºn la
misma precisión y cºn igual eficaci a que podrí a hacerlo sobre lasól i da y establ e corteza terrestre .
Lºs remol cadores y todas las embarcaciones aux i l i ares de laCasa constructora
,tambi én engalanados , se dispon ían a contribui r
cºn l a i ntervención que a cada cual l e correspond ía . El golpe secode las mazas tund ía y quebraba aquel los puntal es que al buquehab ían sustentado
,pero de los cual es quería verse l ibre a todo
trance . El sacerdote , revest ido , as ist i do de su acól i to , recorrí a todas las dependencias del buque , cumpl iendo su sacmsanta misión .
As i Di os querría, como decía e l ministro en su oración , d ibrar a lanave y a todas las cosas que estarán en el la de todos lºs pel igros
,
y después de l levar a fel iz término todos sus negocios,se dignaría
vo lver a todos sus tripulantes , cºn grande gozo,a lºs suyos .»
De la prºa del buque partía una cinta azul , a cuyo extremoestaba atada una botel la de vino de Champaña, que Finita debería estre l lar contra e l sól ido codaste , tan pronto la mole comenzaraa desl izarse por las enceradas gradas .Henderson padre , a falta
_de tema más ameno , l e refería a Andrea
, cºn su graciosa pronunciación de borracho constipado , loscasºs de pérdida de cascos de gran tonelaj e , pºr defectos en elproyecto de botadura
,habiéndose visto lºs constructores obl igados
entonces a vo larlos cºn dinamita , para desguazar los y poder aprovechar , por lo menos , sus material es . ¡Qué doloroso era ver unbuque pris ionero en su propia cuna , en e l lecho donde los hombres sab ios lo engendraron
,impotentes para echarlo al mundo
de la navegación,ni s iqu iera empleando los forceps poderosos de
los más potentes remol cadores !Henderson h ij o hablaba con Fin ita . También el rubito Hender
son hablaba de cosas marineras ;pero hab ía tal i dea lidad en aquel lacharla ingenua de lºs dºs muchachos , que sólo ten ía interés parae l los e l hecho de comunicarse . Y Henderson , el guapi to británi co ,referia a Finita las fechas memorab l es de la Casa Henderson
, fun
192
y j amás sal ía de noche , como no fuese para as isti r a l anfiteatrode Lara , su género favorito , para ver la comedia de éxito . Ni pºrsu calzado
,muy dist intº , pºr su hechura , al que l levan las muje
res l ibres; ni pºr sus modales , que eran mesurados y señori les; n ipor el tocado de su rostro , s in cremas n i polvos; n i por sus formas ,que apr is ionaba dentro de faj as y sostenes severos; ni pºr sus
gestos serenos,ni pºr su mirada cobarde , denunciaba su verdadera
condic ión de alegre muj ercita,que sabia revelarse en la intimidad
cuando el l a se hal laba de humor y e l amigo lo merecia; y aunen estas ocasiones , reservadas para lºs privi legiados de su am istad
,sus alegrías eran de buen gusto
,y las travesuras no pas aban
de un beso . Lºs más procaces se deten ían ante el continente dign ºde la extraña meretriz . Más de una vez le decían : uNº pareces loque eres .» <<Es que no soy lo que tú crees» , contestaba , muy convencida de que desmentía l a obl igada cl as ifi cación que de el la secre ia cualquiera cºn derecho a hacer .En el templo dºnde esta vestal oficiaba no hab ia combinaciones
de espej os y luces , ni escarapel as ch i l l onas , ni un solo refinamiento .
Limpieza,y nada más . Pers ianas y cortinas graduaban el paso
de la luz,para sólº permiti r l a claridad suficiente que lºs obj etos
necesitan para del inear sus contornos . Y s i l a luz era tenue,l as
voces eran quedas : aquel la señora,con cara de cartón
,que recib ía
a lºs vis itantes , l es hab laba con igual s igi lo que s i en la casa hubiese un enfermo v iat icado . L os modestos muebles re lucían; sobrecada superficie
,un pañ ito de labºr casera; sobre cada pañ ito , una
planta; lºs metales de puertas y balcones , bri l l antes .
Estos eran lºs detal les de la minuciosa referencia que Forondale dió a Luciano de Anita Hernández
,en cuyas primorosas manos
hab ía caído Luis .
—¿Pero has hablado cºn el l a?
— Como contigo . ¿N o sabes que fuimos grandes amigos?—¿Y qué te ha contado de sus rel aciones cºn Luis?
— Pues que lºs dºs están enamorad is ímos . Y debes tener cuidado
,porque Anita es una muj er peligros ís ima , por su misma
apariencia inofensiva , pºr su ingenu idad aparente y pºr su aspectocontradictorio cºn su verdadera condición .
—¿Pero tan temible es esa Anita?
— No lo sabes b ien . Claro es que un hombre corrido ya sabr ía a
qué atenerse , aunque lºs conozcº veteranos que han sucumbidotambién; pero para un muchacho inexperto , es desconcertante e ls i stema de esa mujer, que cºn compl icadas farán du las le hacecreer a cualquier muchacho que se hal la perdidamente enamorado de él;y cºmo es más humano creer que dudar tan bonito embuste
_ 193 _
— ¿Y qué procedimiento crees tú que debemos segu i r para l ibraral muchacho de las artimañas de esa muj er?
— Cualqu iera,menos e l de la vio lencia, cons iderando el es ta do
a que han l legado las cosas .
— No me alarmes . ¿Pero qué hay entre Luis y esa muj er?— Hasta ahora nada más que unas senci l l as relac iones .— Pero eso no puede ser . ¿Sabe Lu i s de qué clase de muj er se
trata? ,— Claro que lo sabe . Pero es que el la l e habrá hecho tales pro
testas de inocenc ia f y tales proyectos de regeneración , que no serád if í c i l que e l muchacho crea a estas horas que ha s ido la suyauna pasión Y figúrate e l pel igro de la s i tuación paraun muchacho noble y exaltado , cºmo es Lu is . Cºn deci rte que l eha l levado a esa muj er retrat os
¿de su madre y de su hermana,y que…l e ha contado detal les de l n egoci o y hasta secretos de fami
Elia ;me lo ha referido tºdo , i lus ionada, creyendo _que ya lot iene En f in
, ¡debes hacer cuanto puedas por evi tar
que ese muchacho se abarragane cºn tal muj er . Te lo digo yo , quela conozco b i en : es más pel igrosa de lo que puedas imaginarte .
— Lui s¡es . un muchacho pundonoroso , que s i oyese por tu boca
quién es esa muj er,acabaría pºr repugnarle .
— No i n tentes semej ante cosa .
—¿Y dándole d inero a el la?
— lnút i l . El la espera obtener más de lo que tú p ienses darl e .
—¿Y amenazándola?
— Peor .— Pero me desesperas con tus negat ivas . ¿Qué debo hacer, en
tºnces?—Separarlo de el l a s in que advierta tu intención . No darte por
enterado de este asunto . No nombrársela . Ya creo que me hasentendido . Te he dado la i dea . El proced imiento y los detal l esson cosa tuya . Debes consegui r el p rop io y voluntar io des istimiento
del muchacho . t…;Al d ía siguiente de celebrado este di álogo entre Pagº£ ºrºnda y
Luciano , sostuv ieron otro , en el_
despacho de l a Gerenc ia, Lucianoy
,Lui s .
— Es necesario,Luis— comenzó d ic iendo Lucianº en tono fra
terna l que vayas pensando en tomar l a Gerencia de la Casaa tu cargo .
—¿Y a qué v iene eso ahora? Yo no sºy capaz de susti tu irte_ .
— Eso no eres tú quien debe decirlo .
— Además , en esta Casa , mientras tú¡ ,v ivas , nº puede habermás J efe que tú .
— Te agradezco mucho eso que estás d ic iendo; pe ro el que yp13
— 194
tenga un ido a l vues tro algún capi tal,nº j ustifica que yo continúe
l levando la Gerencia cuando tú l legues a la mayor edad . Ya veráscómo la Vida me da la razón . S i los hi j os se emanc ipan por prop iavo luntad de lºs padres
, ¿cómo no van a querer independizarse delºs amigos? .
— Vamos,Luciano
, ¿por qué hablas hoy as í? ¿Tienes al gunaquej a de m i? ¿No comprendes que me estás h iriendº?
— No hablo cºn esa intención . Además,Luis
,yo ya no tengo
aspi raciones— añadió Luciano cºn tono amargo y me hallo fat igadº. He trabaj ado mucho en esta vida… No creas que voy adej arte so lo; te segui ré de cerca , segui ré Además
,
yo ,que he ten ido la honra de enseñarte a trabajar
,quiero tener
la gloria de verte exaltado al puesto de Jefe de la Casa . Quieroque tu primer acto como Gerente sea trasladar l a ofi c ina adondedebe hal larse : a un puerto
,al que tú comprendas que debe ser
,
al que cons ideres de mayor tráfico cºn lºs buques nuestros . Nuncadebió ven i r a Madrid nuestra Gerencia . Cesen las locuras . In iciatú la rectif icación de antiguos errores . He decid ido que salgas deviaj e dentro de un par de días
,a recorrer nuestras Agencias y
Delegaciones . Es preciso que conozcas a nuestros representantes ,y que te conozcan .
(Breve d i álogo entre P aco Foronda, que viene de vis i tar a A n i ta
Hernández la Burgues ita , y L uciano, que vuelve de la estación
del ferrocarr i l del N or te,de desped ir a L u is .
— ¿Qué, cómo le ha sentado a esa n iña lo del v iaj e de Luis?muy bien . Ya hab ían combinado hacerlo j untos , pero se
impuso el buen sent ido de la j u iciosa , y convin ieron en que fu eseé l solo, para no distraer su án imo de asunto que tan to le interesa
ba, pues ella no se perdonar la j amás ser obstácu lo para que él cum
p l iese todos sus deberes . Estas han si do sus palabras .—¿Pues sabes lo que te digo?
-LLMe lº s f iguro .—Que h'
tib'
iese'
preferido que se hubiese ido de vi aj e cºn él .— Cuando yo te d igo que la n iña t iene un ap lºmo
¿Va'
conten to Luis?—Si . Encantado de la vida . La preocupación de sus nuevas res
ponsab i lidades de j efe , l e agradan . Creo que tenemos hombre . Yas abes —que nada hay que est imule tanto a trabaj ar como la conv icció n de la eficaci a de nuestra Y yo he procurado conven ce r a Luis de que su obra puede ser út i l . Y es que , además , locreo
,Foronda
,porque a Luis l e he educado yo y yo l e he ense
hado a sumar,y
mento sus j uegos y sus travesu ras,quedaban consternadas al o ír
lºs lamentos de la madre ! ¿Y no era Luciano quien los tomaba dela mano y se los l levaba a la cal le , con la promesa de un divert idopaseo pºr las rúas céntricas , ofreciéndo les más tarde la regoc ijan tereal idad de j uguetes y bombones? ¿No era a é l , al bueno de L nciano
,a quien se abrazaban lºs chicos para agradecerle en la for
ma expres iva,la úni ca remuneradora
,e l cariño que les demostraba?
Ese hab ía s ido Luciano para e llos . Pero… aquel los eran lºs niñosde ayer
,que hoy eran hombre y muj er . ¿Rechazarían el los a Lu
ciano? N o se hacia i lus iones Luciano . Le rechazarían,de fi j º.
S iempre sería e l traidor,e l logrero
,e l inmoral; él , que hab ía puesto
lo mejor de su alma en este amor . ¡Qué tristeza ! ¿Y si no le rechazasen? ¿Y si , pºr e l contrario , l e recibiesen con lºs brazos ab ie rtos?
¿Adónde debería é l l legar? ¿Qué debería hacer?
En el rincón predi lecto de l gab inete íntimo de Andrea,entre
revistas de modas y labores , se ce lebró la entrevista .
— Pa'
sa,hombre; cre í que te hab ías o lv idado hasta de que vivo .
— Tc consta que nº. L o que me ºcurre es que le temo a nuestras
_
en trev istas . Mi prolongada tardanza te demostrará cuántomayor era mi temor pºr ésta que por l as an teriores .—¿Es tan grave lo que tienes que deci rme?
— Debe ser defin it ivo . Yo no puedo vivi r as í pºr más tiempo ,Andrea . No sé cómo he v ivido hasta aquí . Es absolutamente indispensab le que esta s i tuación termine .
—¿Y cómo? Nada puedo n egarte . Me has dedicado toda tu v ida
y toda '
tu act ivi dad y me has l ibrado de l a ruina; continúas tu obraredentora y has s ido de hecho e l padre de mis h ij os; persi stes en tulabor
,y haces de mi hij o un hombre de provecho; y por s i todo
eso f uese poco,lo salvarás
,no me cabe duda de el lo
,de la perdi
ción a que lo conduci rí a esa intrigante . ¿Qué puedo negarte? ¿A quépuedo oponerme que sea tu voluntad? ¿O es que crees que porqueno te vea
'
y porque no te hab le , no estoy pensando en t i constantemente y agradeciéndote con toda mi alma lo que has hecho
pºr mis hij os y pºr m i , y bendi ciendo tu nombre a todos momentos y pidiéndole a
'
D ios paz para tu esp íritu y salud para tucuerpo?Mandó cal lar Luciano a Andrea cºn un gesto muy suyo , mitad
ruego y mi tad mandato , y se quedó durante muy largo rato , cºntemp lándo la con arrobamiento , como a ser sobrenatural .—
¿Es que?…— empezó otra vez Andrea .
— l_
e dij o apenas cºn lºs l ab ios Luciano,y se quedó
otra'
vez mirándola . Ya no recordaba sus do lores; o lvi daba tribulaciones, angustias , congojas;
'
todo lo ºlVidaha, cuando la tenia
— 197
delante . Y aprºximándose a ella'
cuan to l e permit ió e l respeto ala D ivina , musitó apenas en su o ído estas palabras :
— Mi Andrea adorada,mi novia de mi alma, dej a que te mire .
¡Bendito sea Dios , que mantiene v iva en m i l a i lus ión que por t isent ía ! Creo en ti , amor m io . ¡Bendita seas , que n o dañaste mi i lus ión ! ¡ Fel iz de m i , que tengo i lus ión para mientras viva ! Los hombres que no sepan querer as i , ¿para qué quieren vivi r? ¿Qué sabenel los de la Vida
,s i no han logrado detener l a resp iración anhe
lante de una muj er como tú? ¿Verdad , Andrea de mi alma, queesto que nos pasa a nosotros no se parece a nada? S omos p r iv i le
g iados de D ios , designados pºr El para gozar esta suprema dicha,por su divino decreto . Pºr esº la subl ime inqu ietud es de derecho
Y ahora, ¿qué me ibas a decir?
— Loco,l oco; ya no l o s é . Ya no me acuerdo .
— Yo hablaré , entonces . Vamos a ver,Andrea . ¿Te casarías con
migo,entregándote a m i plenamente
,s in reservas de ningún l inaj e?
— S í,absolutamente . No só lo como s i te perteneciese mi por
ven ir,s ino tambi én como s i te hubiese pertenecido mi
S in que ningún recuerdo me inqu ietase . S olamente me preocuparí a
que l a gente pudiese ver en nuestra unión , el fundamento de unaacusación a mi pasado . Y eso es lo que más me mortifi caría
,que
creyesen que; hab í a s ido mala , cuando nadie mej or que nosotrºssab e que nº
"
lo hemos s ido,pudiendo serlo y ten iendo mºtivos
para serlº .
Pues nº me det ienen a m i esos temores,ni otros más cons i
d erables , por ej emplo : l a host i l idad probab l e de tus hij os . Otrosson lºs temores que a m i me det ienen . N o interpretes mal lo quevoy a decirte . Yo t e quiero , Andrea, como a
"
nada ni a nadie eneste mundº: creo que te querría aunque no te hubiese hal lado
,
porque te presint ió mi alma . A nadi e he querido, n i podría querer,
que no fueses tú . Estoy conven c id ís imo de que se está cumpl iendoen mi un secreto des igni o
,y tamb ién te he dicho en alguna oca
s ión que soy fel i z dentro de mi desdicha . Creo yo que e l hºmbreprivi legi ado
,a quien D ios haya elegido para depos itar en su alma
este anhelo inefabl e,esta subl ime inqu ietud de espír itu , debe hacer
cuanto pueda pºr retenerl a en su pechº con toda digni dad , acº
giéndºla con todos l os h onores que t an alta merced merece . Nodebe el hombre desvi rtuar con actos groseros el origen divino detan excelsa merced; no debe nadie trai ci onar en momento algunºla f idel idad que l e debe a aquel l a divina dádiva . Eso es l o que yoquiero , Andrea : hºn rarla, para segui r mereci éndola . Andrea
,no
traic ion emos_
este amor,no lo manci ll emos cºn n ingún contacto
carn al; que no proceda la t ra i ción de nosotros , que somos los l l amados velar por su pureza. V ivamos s iempre as í : mirándonos
— 198
a los oj os , besándonos con el alma , deseándonos eternam ente . Estees el secreto de la fel ic idad humana . Me engañ é cuando cr e í queme separari a de t i mi propia dignidad
,que te repeler ía pºr haber
pertenecido a otro hombre; no , no es eso lo que me separa de ti .Tampoco son tus hij os
,qu ienes aún no sé cómo me recib i rían .
No es del otro, n i de ningún hombre de quien yo sent ir ía repugnancia . Es de m i de quien l a s iento , que soy igual a todos los demás .
Nº son tus hij os los que nos separan . Es l a Vida, cºn todas susmiserias . Es que yo , como todo hombre , soy inháb i l para com
plementar por medios material es un anhelo espiritual como el que
yo experimento . Son los hombres , que han empezado pºr inspiraramor a una muj er
,lºs que terminan por desvirtuar ese sent imiento
y pºr darle muerte , s iendo as í los odiosos destructores de su propia creaci ón . Ya sé yo que es una rebe ldía , o pºr lo menos unasoberb ia
,pretender oponerse a la Vida, ya que la Vida es e l amor
humano,imperfecto
,material
, ¿Sabes ahora cómo tequiero? Esto es e l amor
,un amor divino , pºr el que yo me siento
pose ído,consecuencia y remedo de l que nos tuvo Cristo
,que ins
p i ra todas l as perfecciones y predispone a todos los sacrif ic ios.
¿No te h ice un d ia l a oferta de mi v ida? ¿N o te acuerdas? Te dij e“Los j uramentos de amor que se hacen sºn hero icos o rid ícul os
,
según l a s inceridad que se pone en el los .» Ya lo ves . Cumpl o mij uramento; a él me debo y esclavo de mi _ comprom iso me verástoda la v ida . Tampoco olvido tus palab ras . S igamos viv ien dº l av ida
,l a de cada uno
,l a que Dios nos depare . Esta es mi v ida:
vivi r de t i eternamente enamorado . Verás cómo deseándonos s iempre con igual i lus ión
,nuest ra dicha no t endrá igual . No seamos
nosotros lºs parricidas de nuestro amor,como lo son del suyo
l a inmensa mayoría de lºs enamorados . No l º inmolemos nosot ros ,que tanto hemos hecho para darle vi da . Apenas puedo contenerrn e
,
Andrea,para caer sob re t i y estrecharte entre mis pero
nº lo haré . ¿Verdad que me comprendes? ¿Verdad que piensascomo yo? Desearte eternamente es lo que yo deseo; cons iderartes iempre tan distante como la más excelsa i lus ión de mi vida;mirarte s iempre como mi suprema aspiración; sent i rte s iempredentro de mi pecho
,cºmo l l evo a D ios
, perº verte s iempre tandistante como de El me hal l o . Este amor m io no se expl i ca cºn
palabras,n i se demuestra cºn actos
,ni se saci a con nada; t iene
su sat isfacción más g rande en sent ir sus dol ores; su más granderecºmpensa, en hal l arse invad ido pºr él , y su mayor consuel o , ensaberse comprendi do por t i . Nº desvarío; no es deforme mi pas ión;es mi abstenci ón el orgul l o f iero de un hombre apasi onado y cºns
c i ente que advi erte a t iempo que no t iene med iºs adecuados paramantener l a i lus ión que despertó en un pechº de mujer, s i recurre
—¿Cómo?Dándote una notic ia . Mr . Henderson le ha escrito a Fini ta
una carta muy cariñosa y muy graciosa,l lena de incongruencias
y de faltas de ºrtografía y de s intaxi s,y le pregunta, al final , si le
gusta ría casarse cºn él .Ya ves s i tenemos nosotros cosas que hacer an tes de ca sarnos .
Casar a m i hi j a .
Y a Luis .
No me hab les de él .
¿Por qué? Ya verás cómo vuelve cambiado del vi aj e .
— Pero, ¿y esa muj er?
— Ya verás como todo se arregla .
—¿Y lo nuestro
,tambi én?
—¿Pero y mi teoría?
— Pues tu queda en p ie . ¿0 es que crees que te voy arogar que te cases conmigo? Aparte d e que creo que tienes razón .
—Eso es lo tri ste , ((que tengo razón» .
Y acercándose a Andrea cuanto pudo,l e d ij o
,abrasándose los
labi os en la l l ama de unos r ic itos rebe ldes :— No dudes de mi car iño
,mi alma . Me gusta mucho l lamarte
((mi alma»,porque no parece una expres ión , s ino un suspi ro; ¿ver
dad? No dudes de m i . Te deseo cºn toda m i a lma . Estoy tan or
gu llosº de est e cari ño , que temº dej ar de quererte y que dej es dequererme .
— Pues para no dej ar de quererme, ¿ sabes lo que t ienes que
hacer?—¿Qué?
— Quererme…,quererme s iempre . Como yo a —t i . Y respecto a
tu teoría, ¿ sabes lo que te digo?—¿Qué?
— Que la Vida t iene la palabra,y que ella di rá… ¿Hace?
Y por primera vez se dieron un beso pleno en la boca .
Ya empezaba la Vida a hacer de las suyas .
Junio, l 922.
H. H. Sillll liill lEl liM A D R I D
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U ltimas nºvedad es de 3 a 5 pese tas vºlum en .
R i ca rdº Leó n — L as horas d e lA mo r y d e la M ue rte .
C uen tos d e a n tañ o y hogañ o
L a capa d e l es tud i an te . .
Concha Espi na . D esp erta rp a ra mo r i r , nºve laN ove las y cuen tos
Fe l ipe Sa s so ne .— L a esp uma
d e A f rodi ta ,nove la ,
22 .
º
m i l la rL a canc ió n d e l bohem io ,poe s ia s , 4 .
º m i l la r .
El Ca bal l e ro A uda z .— Lo que
s é po r m i , i n te rv i ús cºnce leb r idade s cºn tem p o rá
n ea sD e pecado en p ecado , nove laL a v i rgen desn uda ,
n ºve
la , 24 .
º m i l la rE l Pozo d e las Pas i ones ,n ºve la sS an S ebas t iá n , d ia r io d e
un v e ra n ea n t eA nton i º d e Hºyºs y Vi nent .N ove las a r is tocrá t i cas , l l .
º
m i l la rE l p as ado , nove la , 9 .
º m il la r
Mi ch e l A rtzyba ch ev .— E l l i
m i te , n ºve la ,l 4 .
º m i l la r…A . Gar c ía Ca rra ffa . F ras escé lebres d e po l i ti cos , 3 .
º ed ic ió n
A utº re s am e r i ca nºs : Su s m e
j ºre s c uen t o s . (S e le cc i ó n d elo s m ejo re s cu ento s d e lo sm á s e s c la re c i d o s l i t e ra t ºs .)F i rma s d e e ste v o l um enRub é n D a río , Ma n u e l Out i é r rez N áj e ra ,
Em i l i º Bºb ad i l la <<F ray Ca n d i l » , V a rga s V í la
,Lu i s B ºn afoux
,
Ama dº N e rvº, Ruf i n º
Bla n é o Fom bºn a , A l b e rtºIn súa , P e d rº Em i l io Cº l l
,
Fe l i e Sa s sone,Lu i s G .
U rb ina y A l b e rtº G h i ra ld ºMa u r i c i º Ma ete r l i n ck . E lh uésped desconoc ido (o cu lt i sm º , sugest ió n ) , 4 .
º ed ic ió nS enderos en la mon taña .
A ntºn i n Re sch al — P i erretze,
co leg i a la , P ierrette , s e d iv ierte ; P ierrette , enamo rad a . Tr i l ºg ía sob re la Evam ºde rna , en t res tºm ºs .
U n o
Rafael Lópe z d e Ha ro — L osn ietos d e los ce ltas
,nºve la
,
15 .
º m i l la rL a Ven us m i en te , nove la ,
12 .
º m i l la r .
En un cuerpo d e m uje r ,n ºv e la s , 6 .
º m i l la r¡ M ue ra e l s eñ or i to l , n o
ve la , 19 .
º m i l la rB a ta l la d e od ios
,nºve la ,
7 .
º m i l la rL a h ija d e l m a r
,nºv e la s ,
5 .
º m i l la rE l tr i unf o d e la s a ng renºv e la s , 5 .
º m i l la rJo sé Mas .
— L a B ruja , n ov ela sev i l la na .
L a es tre l la d e la G i ra ldan ºv e la sev i l lanaL a o rg ia ,
n ºve la sev d la n a
En e l pa is d e los b u b is ,e s cena s d e la v ida en Fe r
na ndo Pºº
TALLERES
R. DE ATOCHA, 23
Jos é Fra ncés . M ien tras e l
mundo ru eda c rít i ca ya rt e
A lva rº Reta na . E l crepús culo d e las d iosas , n ov e la .
(E s cena s d e la v ida a l eg reen B a rce l ºna . )
J. Mi l lá n A st ray , ex d i re ctº rd e la Cá rce l Mºde l º d e »
Mad r i d y ot ro s p re s id io s .
M emor ias d e M i l lán A stray , 12 .
º m i l la rIdem i d . se r ieO rteg a Mun i l la (d e la Rea lA ca d em ia E spa ño la )L uc i o Tré l lez , n ºve la , 10
º
m i l la rPed ro Ma ta .
— E l m zs ter io d elos ojos c la ros , n ºv e la s , 12 .
º
m i l la rWi l ly .
— L a f umado ra d e op io,
n ov e la , 17 .
º m i l la rWi l ly e t Jeanne Ma ra is .
— L avi rg in idad d e la s eñor i ta
Ptas . Ptas .
Max No rda u .— E l d i a d e la
i ra , nºve la ,d ºs tºmºs .U n o
Cr istó ba l d e Cas t ro .— L a l n
ter i n a ,n ºv e la
Em i l i º Ca r ré re .— A lm as bru
j as y esp ec trºs g ro tes cas (Int e r rºg a c iºn e s a l m i s te r i º)L a bohem ra g a la n te
Jua n Mºnta lvº — L a p luma
d e f u e oB . Mº rafe s Sa n Ma rt i n — L a
Ru l la ,nºv e la va le nc ia na .
Ca ns i n o s A sse ns .— L os s obr i
n os d e l d i a b lo , nºve la .
Cºle cci ó n pºpu l a r Sa nz Ca l l ej a ,e n tomºs d e e3plén d id a prese n ta ci ó n .
P re c i º prºv i s ion a l : pes etas vºl ume n .
Fe l ipe Sassone .— B ajo e l d r
bo l d e l pecado,n ºve la s , l 8 .
º
m i l la rE l m i edo d e los f e l i ces ,d ram a s y cºmed ia sE l i n té rp re te d e H am le td rama s y come d ia sViendo la vi da
,n ºve la s ,
12 .
º m i l la rB . Mº ra l es Sa n Ma rt ín .
— Eva
i nmorta l , n ºv e la ,8 .
º m i l la rCa rm e n d e B u rg ºs (Co l omb in e) .
— L a hora d e l amorn ºve la
,18 .
º m i l la rEn r iq u e d e A lvea r .— Gen teb ien , n ºv e la s
Jºs é O rteg a Mu n i l la (d e la
Rea l A ca d em ia E spa ñ o la ) .C leopa tra Pé rez n ove la1 2 .
º m i l la rJºs é M. D e u lo fe u .
— U h hom
br e que ha viv i do m ucho ,n ºve la
Ped rº Ma ta .— L os c iga rr i l los
Cºl e cc ió n Sanz Ca l l eja — P re cio p rºv i s i o na l : pesetas vºl ume n .
Tºdos los tºmos d e es ta co le cc ió n están e l eg antemente en cu ad ernadºs .
N .
º l .— Emi l i o Ca r r é re .
— L a
voz d e la cons ej a , se le cc ió nd e la s m ejº re s n ºve la s b rev e s y cu en t o s d e lo s m ás
e scla re c i d º s l i te ra t ºs . F i rm a s d e l v º l ume n l .
º: G a l
d ó s , B enav en te , U n am u
nº,cºn de sa d e Pa rdº B a
zan , Ba rºja ,D i cen ta , R i
ca rd o L e ó n , Ru b én D a r ío ,
Ré id e,Nºga l e s , Pa la c iº
V a d é s , A rt u rº Rey e s yPed rº Ma ta , 35 .
ºm i l la r .
N .
º 2 .
— Fra n c lscºV i lla e spe sa .
J ud i th , t ra g ed ia e n v e rsº .
N .
º 3 .— Ca rm e n d e Bu rg ºs
(Co l omb i ne)-C onf es i on es d ea rt is tas (in te rv i ús c on ce leb r id a d e s cºn tempº rán ea s) .
T .
º1 .
º: A ct r i ce s e spa ñº la s
N .
º 4 .— Ca rm en d e B u rg ºs
A ntºn iº G . d e Li na res .— L a
púrpu ra d e l des eo , nºve la .
L a es pera d e l bes o , n ºve laDe te c tive Rºs-K o fi A ventu ras
Jº sé Bºn a c he a .— S e rran i a d e
Ronda ,n ºve la s y c u e n tº s
a nda l u ce sD e la cas ta d e D . Qu i j o te ,n ºv e la s y c u en t o s
A ntºn i º Pa rra (Pa rr i ta )Jos e l i to , s u v i da y s u mue rte
Bea t ri z G a l i ndo . E l A lmad e l n i ño
d e l D uque , n ºve la s , 15 .
º
m i l la rJua n G óm ez Re nova lesM uj eres conoc idas ,
p ró l ºgºd e D . Ja c i n tº Be na ve n te ,
n ºv e laA lbe rtº Gh i ra ldº . E l pe reg r i n o cu r i os o , ed i c i ó n .
Ma n u e l A .Bedºya .— U n a tr a
g ed i a en a u tomó vi l , nºv e laFra nci sc o V i l la espes a .
-L a m a
j a d e G oya ,e p Iso d iº na c i o
n a l d ramá t icº,
ed i c ió nEus ta q u i o Cab e zó n .
— L a p role d e A dá n , pºe s ía s te s
t iva sG us tavº F l a ub e rt .
— M adameB ova ry ,
n ºv e la,20 .
º m i l la rG o eth e .
— L as af in i da des e lect ivas ,
n ºv e laJua n Héctº r Pi cab ia .
— L a
mujer d e la ros a ,n ºve la .
Em i l i o Ca r r é r e .— E l enca n to
d e la bohem ia,nºv e la
(Co l omb i ne ) . Tºmº 2
A rt i sta s e xt ra nje ra sN .
º5 .— Fra nci s co V i l la e spe
s á .— A nda luc ia ,
ca n ta re s ypºe s ia s
N .
º8 .— Em ll iº Ca r rere .
— L a
voz d e la cons eja , se l e cc ió nd e la s m ej º re s n ºv e la s b rev e s y c ue nt o s d e lº s m á se sc la re c i dº s l i te ra t o s . F1r
m a s d e l v ºl ume n 2 .
º
: B e r
na rd o Mº ra l e s Sa n Ma r
t in ,D i egº S a n Jº s é , Con
c ha E sp in a , W .Fe rn án d e z
F l ó rez , J . O rtega Mu n i l la ,
V . B la s cº I báñez , F . Tr ig o , Jº sé Ech e ga ray ,
A lvare z Qu i nt e ro (S . y A l
v a rº Re ta n a ,0 u t i é r re z G a
m e ro y A n tºn i o d e H oy º sy Vin en t , 30 .
º mi l la r
Ptas . Ptas .
C onoc im ien tos úti les
Vel e z '
d e G ueva ra .— E l D i a
b l o Coj u e loBo s s uet .— O r a cmn es fún ebresLºpe d e Vega .
— L a moza d e
cá n ta roBal ta sa r G re c ian .
-E l d is cre toDem e tr iº D uq ue . A r um en
lºs d e ¡ A m ad ís d e a u la » .
Edg a r G u i n e t . A has verus,
t ºm º l .
º
I dem,tºmº 2 .
º
D uq u e d e R iva s .— E l mo ro
expós i to,tºmº l .
º
I d em , tºmº 2 º
BIBL I OTECA MORO
CHARLA S INFANTILES, POR DON CRISP U LO MORO CA BEZA
P in ti p o l in , su in fan c ia (p r i P in tipo l in , su juv en t ud (sem e ra épºca ) gun da épºca )
P in tip o l in ,su vejez (te rce ra épºca )
BIBLIOTECA DE AVENTURAS YVIAJESDºctº r Lange .
— S obre la p is Viaje a l fon do d e l Océano ,ta d e los S i o ux , n ove la . n ºv e la
Cap itá n S i r i us . C ua ren ta m i l L os p i ra tas d e l a i re,no
k i lóme tros a bordo d e l a ero ve lap lano n ºve la . 5
Ju l iá n Sanz Ma rt ínez .— R in
cones d e la Españ a v i eja(San ta nde r) . Cu eva s p re
h i stó r i ca s m on um en tºspa la c iº s seño r ia le s , ca sa sso la r iega s ca st i l lo s a rt ea n t ig u o , e t c .
E l A rte Rupes tre en la p rov i n c ia d e Leó n
Ma rt í n Rºdr íg u ez Mer lº .
E la bora c ió n d e vm os t ipoVa ldepeña s . (U n v º l umenen 8 .
º
,d e 302
CUENTOS PARA NINOS, SANZ CALLEJA
L ºs m ás n u evos y a rt ist i cºs,
Bea tr iz G a l i ndo .— E l a lm a d e l
n iñ o,l i b rº re cºm enda dº a
O rt iz d e P i n edo .— C uen tos lºs pa d re s pa ra la ed u ca
d e ma rav i l la (e n ve rsº) . c ió n d e s u s h ijº s
TODA S NUESTRA S PU BL I CA CIONES,SE HA LLA N DE VENTA EN
TODA S LAS BUENA S L I BRERÍA S DE ESPA NA Y AMER I CA Y EN
LOS K IOSCOS DE LA S ESTA CIONES
o Ca sa Ca sa Centra l : Mo nte ra , 3 l .— Tal leEd i tº ria l r es : Rºnda d e A tºcha , 23-MA DR ID
0
D ide ro t .— L a re l ig i os aH u r ta dº d e Men d ºza . Vidad e Laza r i l lo d e To rmes .
Ru iz d e A la rcó n — L a verdads ospechos a
Ma th e r ºn .— Goy a
Ca lde ró n — E l A lca ld e d e Zalamea
Poes i as m éd : tasA n to lºg i a d e poe tas amer ica
n os
Fe i j oo .— O bras es cog idas
Ti rsº d e Mo l ina .— L a p ruden
c ra en la mujerMa r ia d e Zayas .
— N ove la s
RI AS
Ca r l os Bar é s (Ca ted rát i co d ela Es cu e la S up e r i º r d e Cºm e rc iº
,d e Ma d r i d ) .
— Rud imen i os d e F is rca y Qu im i ca (388 pág i na s , 4 .
º
m a
y o r ,cºn t ien e 4 27 g ra ba dºs ) 10Elºy Ma rtí n ez Pére z (I n t e rv en to r d e s u cu rsa le s d e lBa n cº d e E spa ña ) .
— Conta b i l i d ad E lemen ta l y S uper i o r . L a ºb ra m á s cºmp le ta p u b l i ca d aha sta e l d ia 12
E l Comerc i o y la Ban ca . 12