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:: EDER CO GAR C A LO RC A

y OTROS POEMAS PRECEDIDOS DE

Los siete milagros Garcia Lorca por MARIO AGUILAR

El fué en Granada .• por ANTONIO MACHADO

l. boulevard d'Arco'e • TO ULOUSE

IN DICE

Los siete mUag'ros de García Lorca, por Ma~rio Ag uilar ..... . El crimen fué en Granada, por Antonio Machado .. ..... .. . ROMANCERO GITANO: La casada infieL ............ . . .

Preciosa y e! ai í'e ............. . .................. . .. .. . Reyerta. . . . ....... , ............................ .. .... . La m onja gitana . . ................... . ...... . ..•. .. .•... Prendimiento ele Antoñito el Camborio . ... . ...... . ....•. Mue1"t~ de Anto'Hito el Cambo1'io . ... ... ....... o ' , .- •• • ••••

San GabrieZ (Sevi lla) . . .. .. ... . .. .. .. 0 . ' •••• •• ••• • ••• • •• •

San Migu e! (Granada) . ................ . ..... .. •. . . . . .•. San Rafael (Conl0 ba) .. ... . ... ..•. .. .•.. ... ...•....•... M ue1'to d e (l.?n01' . .............•.... •. •.. •......•. • . • ..•.

R01JJ .. ance del E~nplazado . ...... . . ..•....•.. . .. ...•.. . . •. Romance d e la !'una) luna ......... . ......•......•...... Romance de la pena negra . ......... ..... . ... o' •••••••

Rom,ance .'ionr.t. ;nu1.llo . . .. .. .. ..... '. ....... ~ . .. ' ..... •. . :., ~ .. Rom .. aiice de !(!.. G'l,nrdia civil espa'liola . . ............ ' ..•. Can cién de ~ !)itano apaleado . . . . .... ..... ' .' ...........•. E s..;ena de~ teniente cO'l'onel de la guardia civil. .....•.

LLANT O POR IGNACIO SANCHEZ MEJIAS : 1. La co 9i da, 31 ! a '1n'nert e . .............................•. 2. La sanF/1'C den'amada . . ' ........ ' ... • ...... ' .' ........•. 3. Cne1'7)0 p1'ese , ~t"e ... . ..................... . ..•. • .•..• . 4. A lrna ausente ...... ... ........... .. ....... ... ....... .

POEMA DEL CANTE JONDO : GIU.ii'ICO DE ·LA PETENERA:

Carn pall .. a .. . .. ...................... ~ ............... .. . . . C a1"i1in.o . . ... """.", ... , ... .. ... , .. . . , ... " ....... ' .. . Las se~s cuerda ';, , , , ... .... , ..............•... ...•. • .... Danza. En e! lwe¡'t o de la petenera, .....•. • . • .. . ..... . M 'lf erte de la petenera . ...................• . . . .. . . . • . . . . Falseta .. . . .. .... .. ...... .... . ...... .. ' .. .... ..... . ...... . « D e p1'of'ltnrlis » ....•••.••••• ••• •••• .•.•.•••...•••..•••••. Clanto1' . . ' ............. ' . .. ............ " ....... .. .... • .•..

POEMA DE LA SI GUIRIYA GITANA: Paisaje .......... La gu itarra . . . . ..................... . ........... . ... . . Elg1'·ito ... .......... ....... .......................... . l::!Jl ~ile n !;i() . ... . .. ......... • . .• ... .•. • . .... .• .. . . . . •.• .• El paso de la sifj'lú)'iya . .... o' ••• ••• • ••••• o •••••• • •••••••

D esp'lt és de pasa r .. , ...... • ... . • ~ . ... .•. • .. . .•.. . ...•. . y. desp'll és . . . .. . ... ........•....•. ~ ... ... • . • ..•.•......•

lIíen¡,ento . ........ . . ... .....•.•..................•. • .. .. ...

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LOS SIETE MILAGROS DE GARCIA LonCA

po., QTlaúo. 04(IUila,

1. - El primer milagro cumplido en la vida de García Lorca e's haber nacido en Fuente Vaqueros, t ierra de gitanos, a 20 km. ' de Granada. Ya el nombre es un verso: Fuente VaquE:ros ... Predestina­ción de los nombres y de los lugares. Aquí está ya el agua, presente siempre en los versos de García Larca, en las fontanas, en los es­tanques y en los ríos. Aquí los vaqueros, gitanaz:Js. Aquí la tierra romanceada y de romances. Pudo haber nacido como Falla en Cádiz (j como Albéniz en Camprodón, músicos de lirismos andaluces; ·pero c ~taba escrito en las estrellas moras · que las viera por primera vez en Fuente Vaqueros, creando una geo-poética, como hay una geo­pOlÍtica.

! 1. - El segundo milagro son SUs padres, labradores, que le dan la passión por la tierra. De este fondo campesino le vino el poder d,· captación de 10 popular. « De mi padre, decía, h e heredado la lJas ión y de mi mad ~' e, la inteligente finura . » Por eSO su poesía no ~E:rá nunca, ni a un en la época surrealista, literatura convencional, s ino un puñado de tierra d~ F uente Vaqueros con una albahaca.

111. - El tercer milagro está encerrad ::> en los cielos y en los hombres que abrieron su juventud. Se fué a estudiar a Almería, pri­mero, ciudad árabe y s eca don.de el puebla pena; a Granada, después, tierra flo r i,da y gitana, por cuyas calles cantan los niños los viejos romances de Mar iana Pineda y de l Duque de Alba. Allí encuentra tres hombr es que lo g uían y lo exaltan, iguales a él, con su mism.) fundo andaluz: Falla, que 10 inicia en la música; Fernando de los Ríos , en e l amor al. pueblo y en la guitarra ~amenca, y el profesor Berruete, en la pint ura. García Larca no debe nada a la Facultad de Derecho de Granada, d onde se licencia, y, en cambio, la Unive r­sidad ,de la A.mistad lo doctora en poes:ía, en música y en pintura. T odas las artes 10 bautizan. Todas las musas lo bendicen. Cuando a los veinte años, e n 1919, sale para Madrid, ya puede realizarse el milagro de la e:¡::.ifanín. de Garcia Larca. En Vano publicará sU primer libro, « Irnpl'esiones y paisajes de GastiUa », impregnado del casté­llanismo que en la prasa, impone « "Azorín » y .en la poes'ía An.tonio ~1achado. Ni siqui c~'a C3.stil1a con su energía hi stórica, con SU p a i­saje inconmovible y sus gentes sahumadas por la eternidad, podrá perturbar e l alma an.daluza y mod erna de García La r ca y desviar la trayectoria de sU poesía. El milagro en él no fué arbitrariedad, s ino ley de gravedad espiritual, nacida en Fuente Vaqueros, fortalecida en Granada, hecha al fin poesía en Madrid.

MARIO AGUILAR

IV. - En el centro de los siete milagros de García Larca, esti 'el cuarto milagro, que es SU poes'ia. Da su « Libro de poemas» cuando en España se abría una escuela poética llarriada « ultraísmo », de la que ya nadie se acuerda, en la que se intentaba rebozar con una forma hermética las palpitaciones .de lo subconsciente; pero aquello no podía ser, y no fué más que la preparación, aprovechando las nuevas formas metafóricas y de métrica para la eclosión de la au­trntica .poesía lorquiana y sincronizando los nuevos elementos con ] é.!. tradición popular, produce sus canciones y ,SUs romances y España presencia la aparición del · más tradicionalista y el más moderno de SUs poetas. No fué . por súbita decisión que Garcia Lorca busc'ó e1 romance y la canción romanceada, ni tampoco por un rumiado a.fán de singularización. Entre 1921 y 1924 compone su libro « Can­c1.ones », y lo guarda hasta 1927. Junto a « Canciones » reposaba otro libro, « Romance>·o Gitano », confeccionado entre 1924 y 1927, Y )0

guarda. Seis años de inhibición literaria. Seis años de postergar la fama cuando bulle la creación. En 1928 aparece el « Romancero ». Nunca se dió en España explosión de gloria lírica como aquella. Zorrilla, nació ante la tum'ba de Larra; pero sólo para unos grupos de escritores madrileños. García Larca obtuvo una fama fulminante y como no eran los suyOS los romances de Zorrilla, con médula caba­lleresca y vieja rima, sino romances muy antiguos y muy modernos, con formas de una modernidad extraordinaria, que podían sugestionar por igual a la gita!1er'Ía evocada y a la intelectualidad lectora, cor­rieron de punta a punta de Es·paña leídos en público, recitados en las veladas, copiados en los colegios, con ' igual ímp.etu que antaño « Las golondrinas » de Bécquer o « La marcha triunfal » de Rubén Darío. Sólo que en el « Roma'ncero » no había ni romanticismos cloróticos, ni cursilerías onomatopéyicas. Hace veinte años que nació el « Roman­ce'ro » y sigue teniendo su pristin o encanto lÍrico. Antoñito el Camborio y los Heredias son ya h éroes nacionales, y el pueblo sabe más de « La casada infiel » que de « La perfecta casada ». No _se ha dado en el mundo milagro de encarnación lit'eraria como el del ~ Romanc6?'O ». Sólo, y ·de lejos, se ha producido algo semejante en Francia con « La rose et le réséda » de Louis Aragon.

V. - Antes del milagro del renombre nacional se había hecho el milagro de la fama intima. García Larca" declamaba m a ravillosamente sus versos inéditos en las tertulias de an1igos y éstos los copiaban y los transmitían a otros auditores, y así, como un aedo helénico, como un juglar medieval, Lorca cumplía el milagro de sugestionar con su poesía sin haber editado sus libros, con la fuerza prosélita .de un t rovador provenzal.

VI. - Y llega el sexto milagro, el de su teatro. Calderón redivivo y superado en intensidad concisa. Eterno tema español del honor; pero en Calderón es eso, honor, es decir orgullo nobiliario, y en Larca, honra. En Calderón, el honor lo defienden los hombres a gritos

LOS SIETE MILAGROS 5

retóricos y en Lorca, las mujeres, con rugidos. Aquel clamido de la nladre en « La casa de Bm'narda » : « i Mi :hija ha· muerto virgen !! ~) no se oye en ningún drama clásico.

VII. - El último milagro es el de SU pasión, su muerte y SU resurrección. Qué presentimiento de morir, qué obsesión de la muerte, qué acompañamiento de héroes suyoS con la lividez cadavérica· : An-loñito el Camborio, el ginete que va a Córdoba, la Petenera, Sán­chez Mejías ... De tierra de sol, en sus versos no sale más que la luna, sol de los muertos . ¿ Quién lo mató? ¿ Qué día la mataron? ¿ A qué hora y en dónde ? No sabemos nada. Dicen q'ue lo fueron a buscar a casa de Falla, donde esta·ba refugiado; que lo asesinaron un día de los primeros de agosto; que tal vez fué la guardia civil, que quizás los falangistas. Y nada más. En qué año nació, se le preguntaba, y él respondía, por coquetería o por desviar la influencia de alguna cons­telación maléfica: « A comienzos de siglo ». Misterio en el nacimiento y misterio ,en la muerte. Pero i qué gran resurrección, qué florecer de apóstoles suyOS en todo lo ancho de la tierra! García Lorca ha sido nuestro C"risto, y ya todos saben que el crimen fué en Granada, y ya todos al ir a Granada sabrán que allí hay también un Santo Sepulcro. Cuando sepamos la 'hora de sU muerte, aquel ritornelo del « Llanto pO>. Sánchez Meiías » : « Eran las cinco de la tarde ... ». lo aplicaremos a la hora en que él cayó en sangre, y todo .10 que él dice de Sánchez Mejías lo diremos de García Lorca, a menos que no salga ·un poeta que escriba, con la emoción de un Bossuet pero sin su retórica, un « Llanto por el asesinato de García Lorca ».

Cuando volvamos a España no lo enterraremos entre bóvedas elocuentes, ni ,bajo el sauCe de Musset, ni la gran losa tumbal de Chateaubriand, sino como él pidió en su « Memento » : « Cuando yo me muera - enterradme con mi guitarra - bajo la arena. - Cuando yo me muera - ent~rradme entre los naranjos - y ,la hierbabuena ... » Así lo enterraremos, como él pidió; pero en la losa, con caracteres mayúsculos, en todos los idiomas internacionales encabezados por el latín de las lápidas clásicas, el « Asesinado por los fascistas ». Los Judíos, para los cristianos, serán siempre el pueblo deicida. Para los hombres, los franquis tas serán por los siglos de los siglos, los que dieron pasión y muerte a Nuestro Señor García Larca.

A '~ . -- .

EL CRIMEN FUÉ EN GRANADA ... poc. dlnlonio cmaeIJado

l . . - E L e R l M E N Se le vió, caminando entre fusiles, - por una calle larga, salir al campo frío, - aún con estrellas, de la madrugada. Mataron a Federico - cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos - no osó mirarle la cara. Todos cerraron los ojos; - rezaron: ni Dios te salva! Muerto cayó Federico - sangre en la frente y ,plomo en las entrañas. -'" Que fué en Granada el crimen sabed - pobre Granada! - en SU Granada ...

II. - E L P O E T A Y L A M U E R T E

Se le vió caminar solo con Ella, sin ,miedo a su guadaña. - y 'a el sol en torr'e y torre; los martillos en yunque - yunque y yunque de las fraguas. Hablaba Federico, requebrando a la muerte. Ella escuchaba. « Porque ayer en mi verso, compañera, sonaba el golpe de tus secas palmas, y diste el hielo a mi cantar, y el filo a mi tragedia de tu hoz de plata, te cantare la carne que no tienes, los ojos que te faltan, tus cabellos qve el viento sacudía, los rojos labios donde te besaban ... Hoy como ayer, gitana, muerte mía, qué ·bien -contigo a solas, por estos aires de Granada, mi Granada! » Se le vió caminar.~. Labrad, amigos, de .piedra y sueño, en el Alhambra, un túmulo. al poeta, sobre una fuente donde llor·e el agua, y eternamente diga : el crimen fué en Granada, en SU Granada!

ROMANCEHO GITANO

LA CASADA EN F lE L A Lydia Cab1'e'ra y a su. neg'l"ita.

que yo me la llevé a l río creyendo que era mozuela, pero tenía marido.

Fué la noche de Sla ntiago • • y caSI por compromISO.

Se apagaron los farol es y se encendieron los grillos, En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos ·de j acintos. El almidón de su enag ua me sonaba en el oído como una pieza de seda rasgada por di ez cuchillos. Sin luz de plata e n su s copas los árboles han crecida, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río.

,~ * ':: Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos, bajo su mata d e pelo hice un hoyo sobre el limo. Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo -el cinturón con revólver. Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran c~:m ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos , la mitad llenos de lumbre la mitad llenos de frío. Aquella noche corrí, el mejor de los caminos, montado en potra de nácar s in bridas y sin estribos. No quiero decir, por hombre, las cosas q ue ell~ me dijo, ,· La luz del entendimiento me h ace ser. muy com edido. Sucia de besos y arena, yo me la llevé del río. Con el aire se batía n las espadas de los lirios.

M e porté como quien soy. Como un gitano legítimo. la l'ega,lé . un .cos turero grande, de raso ,pajizo, y n o quise enamorarme pOI'que teniendo marido me dijo que era mozuela c u a ndo la llevaba al río.

..

8 FEDERICO GARCIA LORCA

PRECIOSA

s U luna de pergamino

Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles. El silencio sin: estrellas, huyendo del sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche nena de peces. En los picos de la sierra los carabineros duermen guardando las blancas torres donde viven los ingleses.

.y 106 gitanos del agua levantan por distraerse glorietas de caracolas JI ramas de pino verde.

Su luna de pergamino Preciosa tocando vie.ne. Al verla se ha levantado el viento que nunca duerme. San Cristobalón desnudo, lleno de lenguas celestes, mira a la niña tocando una dulce gaita ausente. - Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre.

y EL AIRE A Dántaso Alonso.

P reciosa tira el pandero y COI're sin detenerse. El viento-hombrón ·la persigue con una e,spada caliente.

Frunce su rumOr el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve.

i Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! i Preciosa, corre, Preciosa! ¡ Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con SUs lenguas relucientes.

• *' :). Preciosa, llena de miedo,

entra en la casa que tiene, más arriba de los. pinos, el cónsul de los ingleses.

A sustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las s ienes.

El inglés.da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe.

y mientras cuenta, llorando) su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra e·! viento furioso, muerde.

ROMANCERO GITANO 9

REYERTA A Rafael M éndez.

E N la mitad del barranco

las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe recorta en el agrio verde caballos enfurecidos y perfiles de jinetes. En la copa de un olivo lloran dos viejas mujeres. El toro de la reyerta se sube por las paredes. Angeles negros traían pañuelos yagua de nieve. Angeles con grandes alas de na.vajas de Albacete. Juan Antonio el de Montilla rueda muerto la pendiente, s u cuerpo lleno de lirios y una granada en las s ienes. Ahora monta cruz de fuego, carretera de la muerte.

El juez, con guardia civil, por los olivares viene. Sangre res,balada gime muda canción de serpien te. - Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro r omanos y cinco cartagineses.

L a tarde loca de higueras y .de rumores calientes cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes. y ángeles negros volaban por el aire del poniente. Angeles de largas trenzas y corazones de 'aceite:

LA MONJA GITANA

A José MO"eno Villa.

S rLENCrO de cal y mirto. Malvas en las hierbas finas. La monja borda alhelíes sobre una tela pajiza. Vuelan en la araña gris siete pájaros del prisma.

La iglesia gruñe a 10 lejos como un oso panza arriba. ¡ Qué 'bien borda! i Con qué gracia! Sobre la tela pajiza ella quisiera bordar fiares de su fan tasía. i Qué girasol! i Qué m agnolia de lentejuelas y cintas! j Qué azafranes y qué lunas, en el mantel de la misa! Cinco toronjas se endulzan en la cercana cocina. Las cinco llagas de Cristo cortadas en Almeda.

Por los ojos de la monja galopan dos caballistas. Un rumor último y sordo le de spega la camisa, y, al mirar nubes y montes en las yertas lejanías, se quiebra su corazón de azúcar y yerbaluisa . i Oh, qué llanura empinada con veinte soles arriba! i Qué ríos puestos de pie vislumbra SU fantasía! Pero s igue con sUs fia res. mientras que de pie, en la brisa, la luz ju~ga el ajedrez alto de la celosía.

10 FEDERICO GARCIA LORCA

PRENDIMIENTO -DE ANTONITO

EL CAMBORIO EN •

EL CAMINO DE SEVILLA A M arga'rita Xirgu.

A NTONIO Torres Heredia,

hijo y nieto de Camhorios, con una vara de mimbre va a Sevina a ver los toros­Moreno de verde luna anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos. A la mita d del camino cortó limones redondos, y los fu é tirando al agua basta que la puso de oro. y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo.

El día se va despacio, la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera sobre el mar y los arroyos. Las aceitunas aguardan la noche de Capricornio, y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo. Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios.

- Antonio, ¿ quién eres tu ? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros.

. .

Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. S'e acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche 10 llevan al calabozo, mientras los guardias civiles be ben limonada todos. y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro.

MUERTE DE ANTONITO EL CAMBORIO

A. José A ntonio Rubio Sac1istán.

VOCES de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. Les clavó sobre las botas mordiscos de jabalí. En la lucha daba saltos jabonados de delfín. Bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir. Cuando las estrellas clavan rejones al agua gris, cuando los erales sueñan verónicas de alhelí, voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. - Antonio Torres Heredia. Camborio de dura crin, moreno de verde luna, voz de clave! varonil :

ROMANCERO GITANO

¿ Quién te ha quitado la vida cerca del Guadalquivir? - Mis cuatro primos Heredias hijos de Benamejí. L o que en otros n o envidiaban, ya lo envidiaban en mí. 'Zapatos color corinto, medallones de marfil, y este cutis amasado con aceituna y jazmín. - ¡Ay, Antoñito el Camborio, digno de una Emperatriz! Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir. - i Ay, Federico García, llama a la Guardia Civil ! Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz.

*. *>¡;: Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir. Un ángel marchoso pone su cabeza en un cojín. Otros de rubor cansado encendieron un candil. y cuando los cuatro .primos llegan a Benamejí, voces de muerte cesarOn cerca del Guadalquivir.

SAN GABRIEL (Sevilla) A D. Agustín V i?tu.ales.

1

U N bello niño de junco, anchos hombros, fino talle, piel de no"ctur"na" manzana, boca triste y "ojO"S grandes, "

nervio de plata caliente, ronda la desierta calle. Sus zapatos de charol rompen las dalias del aire con los dos ritmos que cantan breves lutos celestiales. En la ribera del mar no hay palma que se le iguale, ni emperador coronado. ni lucero caminante. Cuando la cabeza inclina sobre SU pecho ,de jaspe, la noche busca llanuras porque quiere arrodillarse. Las guitarras suena n solas para San Gabriel Arcángel, domador de palomillas y enemigo de los sauces. - San Gabriel : El niño llora en el vientre de su madre. No olvides que los gitanos te regalaron el traje.

II

An unciación de los Reyes, bien 1 unada y mal vestida, abre la puerta al lucero que por la calle venía. El Arcángel San Gabriel, entre azucena y sonrisa, bisnieto de la Giralda, se acercaba de visita. En su chaleco bordado grillos ocultos palpitan. Las estrellas d"e la noche se volvieron campanillas. - San Gabriel: Aquí me tienes con tres clavos de alegría. Tu fulgor abre jazmines sobre : mi cara encendida. - Dios te salve, Anunciación. Morena de m aravilla. "

11

12 FEDERICO GARCIA LORCA

Tendrás un niño más bello que los tallos de la brisa. - ¡ Ay, San Gabriel de mis ojos ! ¡ Gabrielillo de mi vida! Pa fa. sentarte yo sueño Un sillan de clavellinas. - Dios te salve, Anunciación, bien lunada y mal vestida. Tu niño tendrá en el pecho un lunar y tres herida s. - j Ay. San Gabriel que reluces! i Ga brielillo de mi vida! En el fondo de mis pechos ya naCe la leche tibia. - Dios te salve, Anunciación . Madre de cien dinas tía s . Aridos lucen t us ojos , p a isa jes de caballista.

• :~ * E l n iño canta en el seno

de Anuncia ción sorprendida. T re s bala!:: de almendra v erde t.i emblan en s u v ocecita.

Y a Sa n Gabriel en el a ir e p or una escala subía. L as estrella s d e la noche se volvieron si emprevivas.

SAN MIGUEL (Granada) A Diego Bui ga.s d e Da,lmau.

SE ven desde la s barandas, por el monte, monte, monte, mulos y som-bras de mulos cargados de girasoles .

.sus ojos en las umbrías se empañan de inmensa noche. En los recodos del aire cruje la aurora salobre.

U n cielo de mulos blancos cierra sus ojos de azogue dando a la quieta penumbra un final de corazones. y el agua se pone fría para que nadie la toque. Agua loca y descubierta por el monte, m onte, monte.

San Miguel, lleno de encajes en la alcoba de su torre, en señ a su s bellos muslos ceñidos por los faroles.

Arcángel domesticado en el gesto de las doce, fi nge una cólera dulce de plumas y ruiseñores. Sa n Miguel ca.nta en los vidrios; efebo de t res mil noches, f ra gante de agua colonia y leja no de las flo res.

• ,~ --, ' ,' ' ,'

E l mar baila por la playa u n poema d e balcones. Las orillas de la luna p ierden juncos, ganan voces. Vie'nen manolas comiendo semillas de girasoles. · ] 05 culos grandes y ocultos como planetas de cobre. Vienen al·tos caballeros y damas de triste ,porte, morenas por la nostalgia de un ayer de ruiseñores. y el obispo de Manila, cieg o de azafrán y pobre, dice misa con dos filos para IJlujeres y hombres.

• ** San Miguel se estaba quieto

en la alcoba de sU torre,

ROMANCERO GITANO 13

con las enaguas cuajadas de espejitos y entredoses.

San Miguel, rey de los globos y de los números nones, en el primor ber.berisco J.e gritos y miradores.

SAN RAFAEL (Cordoba)

A Jua.n I z'quiel'do C1'oselles.

1

C OCHES cerrados llegaban

a las orillas de juncos donde las. ondas alisan romano torso desnudo. Coches que el Guadalquivir tiende en SU cristal maduro, entre láminas de flores y resonancias de nublas. Los niños tejen y cantan el desengaño del mundo, cerca .de los viejos coches perdidos en el nocturno. P ero Córdoba no tiembla bajo el misterio confuso, pues ,s i la sombra levanta la arquitectura del humo, un pie de mármol afirma su casto fulgor enjuto. Pétalos de lata débil recaman los grises puros de la brisa, desplegada sobre los arcos de triunfo. y mientras el puente sopla diez rumores de Neptuno, vendedores de taba<:o huyen por el roto muro.

II

Un solo pez en e; agua que a las d os Córdobas junta: Blanda Córdoba de juncos. Córdoba de arquitectura. Niños de cara impasible en la orilla se desnudan, aprendices de Tobías y Merlines de cintura, para fastidiar al pez en irónica pregunta si quiere flores de vino o saltos de media luna. Pero el pe:c;, que dora el agua y los mármoles enluta, les da lección y equilibrio de solitaria columna. El Arcángel aljamiado de lentejuelas oscuras en el mitin de las ondas busca rumor y cuna.

• ** Un solo pez en el agua.

Dos Córdobas de hermosura Córdoba quebrada en chorros. Celeste Córdoba enjuta.

MUERTO DE AMOR A Marguerita Manso.

¿ QUE es aquello que reluce .

por los altos corr ed ores? - Cierra la puerta hijo mío; acaban de dar las on.ce. - En mis ojos, sin queI'er, relumbran cuatro faroles. - Será que la gente aquélla estará fregand c· el cobre.

14 FEDERICO GARCIA LORCA

Ajo de agónica plata la luna menguante, pone caballeras amarillas a las amarillas torre s . La noche llama temblando al cristal de .105 balcones, perseguida por los mil perros que no la conocen, y un olor de vino y ámbar viene de los corredores.

o', Brisas de caña mojada

y rumor de viejas voces resonaban por el arco roto de la medianoche. Bueyes y rosas dormían. Sólo por dos corredores las cuatro luces cla maban con el furor de San Jorge. Tristes mujeres del valle bajaban su sangre de hombre, tranquila de flor cortada y amarga de muslo joven. Viejas mujeres del río lloraban al pie del monte un minuto intransita ble de cabelleras y nombres. Fachadas de cal ponían cuadrada y blanca la noche. Serafines y gitanos tocaban acorde ones. - Madre, cuando yo me muera que se enteren los señores. Pon telegramas azules que vayan del Sur al Norte. Siete gritos, siete sangres, siete adormideras dobles quebraron opacas lunas en los oscuros salone~. Lleno de manos cortadas y coronitas de ft. ores,

el mal' de los juramentos resonaba, no sé dónde. y el cielo daba portazos al brusco rumor del bosque, mientras clamaban las luces e n los altos corredores.

ROMANCE DEL EMPLAZADO

Pm'a En1ilio Aladrén.

¡MI soledad sin descanso! ,

Ojos chicos de mi cuerpo y grandes de mi caballo no se cierran por la noche ni miran al otro lado, donde se aleja tranquilo un sueño de trece barcos. Sino que, limpios y duros escuderos desvelados, mis ojos miran un norte de metales y peñascos, donde mi cuerpo sin venas consulta naipes helados.

.-, _" * o::

Los den sos bueyes del agua embist en a lo~ muchachos que se bañan en las lunas de sus cuernos ondulados. y los martillos cantaban s obre los yunques sonánbulos el insomnio del jinete y el insomnio del caballo.

El veinticincp de junio le dijeron a el Amargo: - Ya puedes cortar, si gustas, las adelfas de tu patio. Pin ta una cruz en la puerta y con tu nombre debajo,

ROMANCERO GITANO

porque cicutas y ortigas nacerán en tu costado, y agujas de cal mojada te morderán los zapatos. Será de noche, en lo oscuro, por los montes imantados, donde los bueyes de agu a beben los juncos s oñando. Pide luces y campanas. Aprende a cruzar las manos y gusta los aires fríos de metales y peñascos. Porque dentro de dos meses yacerás amortajado.

Espadón de nebulosa mueVe en el aire Santiago. Grave silencio, de espalda, manaba el cielo combado.

El veinticinco de junio abrió su s ojos Amargo, y el veinticinco de agosto se . tendió para cerrarlos, Hombres bajaban la calle para ver al emplazado que fijaba sobre el muro su soledad con descanso. y la sábana impeca'ble, de duro acento romano, daba equilibrio a la muerte con las rectas de sus paños.

ROMANCE

DE LA LUNA LUNA A Conchita Gm'cia Lorca.

LA luna vjno a la fragua

con su polisón de nardos. El niño la ,mira, mira.

El niño la está mi'rando. En el aire conmovido Dentro de la fragua el niño tiene los ojos cerrados,

• ** Por el olivar venían,

bronce y sueño, los gitanos.

Las cabezas levantadas y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya, ¡ ay, como canta en el árbol! Por el cielo va la luna con un niño en la mano.

Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El a ire la veja, vela. El aire la está velando. mueve ,la luna sus ,brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño.

- Huye luna, luna, luna.

Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y a nillos blancos.

- Niño, déjame que baile.

Cuando vengan los g itanos te encontrarán sobre el yunque con los ojil1os cerrados.

- Huye¡ luna, luna¡ luna¡ que ya siento sus caballos.

- Niño, déjame, no pises mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba tocando el tambor del llano.

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16 FEDERICO, GARCIA LORCA

ROMANCE

DE LA PENA NEGRA A Jose N avarr o Pan l o.

L AS piquetas de los gallos cava n buscando la a u rora , cuando por el m onte oscuro baja Soleda d Montoya. Cobre a m a rillo, su ca rne huel e a caba llo y a sombra. Yunques a huma dos SU s pechos, gimen can c ion es r edondas. - Soleda d , ¿ POI' q uién preguntas sin compa ñ a y a estas ~oras ? - Pregunte por quien p regunte, dime: ¿ a ti qu é se te importa ? Vengo a buscar lo qu e busco, mi a legría y mi per son a.

- Soleda d de m is pesar es, caba llo que se d esboca al fin en cuentra la mar y se 10 t ragan las olas. - N o m e recue rdes el m a r que la pen a n egra b ro t a en las t ie r ras de aceit una bajo el rumor d e las hojas. - j Soleda d, q ué pe na tienes ! i Qué pen a t a n lastimosa ! Lloras zumo de limón agrio de espera y de b oca, - i Qu é pen a tan g ra nde ! Corro mi casa como una loca, mis dos trenzas por el su elo, de la cocina a la a lcoba , i Qué p en a ! Me estoy p oniendo

• de azabach e carn e y ropa, i Ay, mis camisas de hilo ! i "Ay, m is m uslos de amapola! "

-- S oleda d la va tu cuerpo c on agua de las alondras. y deja t u cora zón en pa z, Soleda d Montoyá.

P or a ba jo can ta e l río : vola nte d e cielo y hojas. Con fl or es d e calabaza la nueva luz se corona. i Oh pena de los g ita n os ! P ena limpia y s ie mpre sola. i Oh pen a de cau Ce oc ulto y m a drugada rem ota!

ROMANCE SONAMBULO

A Glo1'ia Gin81' y (l, Fe1'na ndo de l os R í os.

VERDE que t e quiero verde.

Ve rde vi en to." Verdes rama s. E l ba rco sobre la mar y el caba llo en la m ontaña . Con la sombra en la cintura e lla su eñ a en su baranda , ve rde carn e , p elo verd e, con oj os de fr ía plata. V erde qu e te quiero verde. B a jo la luna g itana, las cosas la están mirando y ella n o puede mirarlas.

. V erde que te quiero verde. G l'a ndes estrellas de escarch a vien en con el pez de somb ra qu e a bre el camino del alba. L a higuera fro ta su \' iento

ROMANCERO GITANO

con la lij a de sus ramas, y el mon te, gato garduño, eriza SUs pitas agrias. Pero ¿ quién vendrá? ¿ Y por

[dónde ? .. Ella s igue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga.

o", - - Compadre, quiero cambiar

mi caballo por su casa, 'mi montura por sU espejo, mi cuchillo, por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. - Si yo pudiera, mocito, este trato se cerraba. P ero yo ya no soy yo, ni mi casa eS ya mi casa. - Compa dre, quiero morir decentemente en mi cama. De acero, s i puede ser, con las sábanas de holanda. ¿ No' ves la herida que tengo desde el p echo a la garganta? - Trescientas rosas morenas lleva tu pechera bla nca. Tu sang re rezuma y huele

• alrededor de tu faj a .

P ero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. -~ Dejadme subir al menos h asta las a ltas barandas; j d ejadm e subir!, dej adme h as ta las verdes baranda s. Barandales de la luna p or donde retumba el a gua.

, ~:' .'. ~. '"

Ya suben los dos compadres hacia las a ltas barandas.

D ejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal hería n la madrugada.

Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento dejaba en la boca un raro gusto de hiel, .de menta y de albahaca. ¡Compadre! ¿ Dónde está, dime, dónde está tu niña amarga? ¡ Cuántas veces te esperó! i Cuá.ntas veces te esperara, cara fre sca, n egro pelo, en esta verde baranda!

,. .. ,. ~. .'

Sobre el rostro d el aljibe Se m ecía la g itan a. V erd e carne, pelo verde, con ojos d e fría pl a ta. Un carámbano d e luna la sostiene sobre el agua. L a noche se puso íntima -como una p equena plaza . Guardias c iviles borrachos e n la puerta golp eaba n . Verde q ue te quiero verde. V erde vie nto. Verdes ramas. El ba rco sobre la mar. y el caballo en la montaña.

l'f

18 FEDERICO GARCIA LORCA

ROMANCE de la GUARDIA -

CIVIL ESPANOLA A Juan GueTTe1'O)

C6nsul gene'fa l ele la poesía.

L OS caballos n egros son.

Las h erraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras. Con el alma de charol vienen por la carretera. Jorobados y nocturnos, por donde animan ordenan silencios de goma oscura y miedos de fina arena. Pasan, si quieren pasar , y ocultan en la cabeza una vaga astronomía de pi stolas in concretas.

0** i Oh, ciudad de los gitanos!

En las esquinas, banderas. La luna y la calabaza con las guindas en conserva. i Oh, ciudad de los g itanos! ¿ Quién te vió y no te recuerda? Ciudad de dolor y a lmizcle, con las torres de canela.

,', Cuando llegaba la noch e,

noche que noche nochera, los gitanos en sus fraguas forjaban soles y flechas. Un -caballo m a lherido llamaba a todas las puertas. Gallos de vidrio cantaban por Jerez de la Frontera.

El viento vuelve desnudo la esquina de la sorpresa, en la noche platinoch e, noche que noche nochera.

* ** La Virgen y San José

perdieron sus castañuelas, y buscan a los gitanos para ver si las en cu en tran. L a Virgen viene vestida con un traje de a lcaldesa, de pa pel de chocolate con los collares de almendras. San José mueve los brazos bajo una capa de seda. Detrás va P edro Domecq con tres sulta nes de P ersia. La m edia luna soñaba un éxtasis de cigü eñ a . E standartes y faroles invaden las azoteas. Por los espejos sollozan ba ilarinas s in caderas. Agua y sombra, sombra yagua por Jerez de la Frontera.

000

j Oh, ciudad de los gitanos! En las esquinas, banderas. Apaga tus verdes luces que vien e la benemérita. j Oh, ciudad de los gitanos! ¿ Quién te vió y no te recu erd'a ? Dejadla lejos del mar, s in peines para sus crenchas.

0'0

Avanzan de d 0 S en fondo a la ciudad de la fie sta. Un rumor de s iempr evivas invade las cartuch eras.

ROMANCERO GITANO

Avanzan de dos en fondo. Doble nocturno de tela . El.cielo, se les antoja una vitrina de espuelas,

:;: ,', .", ',' '.'

La ciudad, libre de miedo, multiplicaba sus puertas. Cuarenta guardias civiles entran a saco por ella s. Los relojes se pararon, y el coñac de las botellas se disfrazó de noviembre p~ra. no infundir s ospechas. Un vuelo de gritos largos se levantó en las veletas. Los sables cortan las brisas que los cascos atropellan. Por las calles de penumbra huyen las gitanas viejas con los caballos dormidos y las orzas de monedas. Por las calles empinadas suben las capas s iniestras, dejando detrás fugace s . .

remolinos de tijeras. En el portal de Belé n

los g itanos se congregan. San José, lleno de herid as, amortaja a una doncella. Tercos fusiles agudos por toda la noche suenan. La Virgen cura a los niños con salivilla de estrella. Pero la guardia civil avanza sembrando hog u eras, dond e joven y desnuda la ~!llaginación, se q,uema, Rosa la de los Camborios gime sentada en su puerta con sus ' dos pe'chos cor tados pues tos en una bandeja.

y otras muchachas corrían perseguidas por sus trenzas, en un aire donde estallan rosas de pólvora negra. Cuando todos los tejados eran surcos en la tierra, el alba meció sus hombros en largo perfil de piedra.

••• ••• ,', ,', ',' ','

i Oh, ciudad de los gitanos! La Guardia civil se aleja por un tunel de silencio mientras las llamas te cercan,

j Oh, ciudad de los gitanos! ¿ Quién te vió y no te recuerda? Que te busquen en mi frente, Juego de luna y arena.

CANCION

DEL GITANO

APALEADO

V EINTICUATRO bofetadas. Veinticinco bofetadas ; después, mi madre, a la noche, me pondrá en papel de plata. Guardia civil caminera, dadme unos sorbitos de agua, Agua con peces y barcos. Ag ua, agua, agua, agua. i Ay, mandor de los civiles que estás arriba en tu sala! j No habrá pañuelos de seda para limpiarme la cara!

19

ESCENA DEL TENIENTE CORONEL DE LA GUARDIA CIVIL

CUARTO DE BANDERAS

TENIENTE CORONEL. - Yo soy el teniente coronel de la guardia civil. SARGENTO. - Sí. TENIENTE CORONEL. - Y no hay quien me d esmient a . SARGENTO. - No. TENIENTE CORONEL. - Tengo tres estrellas y veinte cruces. SARGENTO. - Sí. TENIENTE CORONEL. - Me ha sa lud a do el cardenal arzobispo con s us

veinticuatro borlas moradas. SARGENTO. - Sí. . TENIENTE CO RONEL. - Yo soy el teniente. Yo soy el t eniente. Yo soy

el t eniente coronel de la guardia civil.

(Romeo y JuZieta" celeste) blanco y oro_o se ab1'azun sobre el jardín d e tabaco de la caja de pU1·OS. El militar acaricia el cañ6n de u.n fusil lleno de ' sombra submarina., Una voz {lleTa:)

Luna, luna, luna , luna , del tiempo de la aceituna. Cazarla enseña su torre y Benamejí la oculta.

Luna, luna. luna, luna, Un gallo canta en la luna. Señor alcalde, sus niñas están mirando a la luna.

TENIENTE CORONEL. - ¿ Qué pasa? SARGENTO. - ¡ Un gitano!

(La mirada de mulo joven d el gitanillo en8omb-rece y agiganta los ojirris del teniente coronel de la guardia civil.)

TENIENTE CORONEL. - Yo soy el teniente coronel de la guardia civil. SARGENTO. - Sí. TENIENTE CORONEL. - ¿ Tú quién eres?

ESCENA DEL TENIENTE CORONEL

GITANO. - Un gitano. TENIENTE CORONEL. - ¿ y qué es un gitano? G]T~NO. - Cualquier cosa. TENIENTE CORONEL. - ¿ Cornó te l1amas ? G1TANO. - Eso. TENIENTE CORONEL. - ¿ Qué dices? G1TANO. - Gitano. SARGENTO. - Me 10 encontré y 10 he ·traído. TENIENTE CORONEL. - ¿ Dónde estabas? G1TANO. - En la puente de los ríos. TENIENTE CORONEL. - ¿ Pero de qué ríos? GITANO. - De todos los ríos. TENIENTE CORONEL. - ¿ y qué hacías allí? GITANO. - Una torre de canela. TENIENTE CORONEL. - ¡Sargento!

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SARGENTO. - A la orden, mi teniente coronel de la guardia civil. GITANO. - He inventado unas alas para volar, y vuelo. Azufre y

rosa en mis labios. TENIENTE CORONEL. - j Ay! GITANO. - Aunque no necesito alas, porque vuelo sin ellas. Nube$

y anil10s en mi sangre. TENIENTE CORONEL. - i Ayy ! GITANO. - En enero tengo azaha r. TENIENTE CORONEL. - (retorciéndose). - j Ayyyyy ! GITANO. - Y naranjas 'en la nieve. T ENIENTE CORONEL. - j Ayyyyy, pun , pino pam ! (Cae 111Ue?' to)".

(El alma de tabaco y café con lech e del teniente cOTonel de la gu.uTdia. c1.vH sale por la ventana.)

SARGENTO. - j Socorro!

* ** (En el paHo del cuartel., C'lwt~ o guardias civiles apalean acl

gita.nillo.)

,

LLANTO pon IGNACIO SANCHEZ MEJIAS

,

1

A mi qU61'ida amiga Encarnación Lopez Julvez.

LA GOGIDA V LA MUERTE

la s ci n co d e la tard e. Eran las cinco en punto de, la tarde. Un niño tra jo la blanca sábana a las cinco d e la tar de. Una espuerta de cal ya prevenida a. las ci n co de la tarde. Lo demás e ra muerte y sólo muerte a las ci nco de la ta'rde . El viento se llevó los algodones a Zas cinco de la tarde. y el óxido sembró cristal y níquel a las cin co de la tarde. Y-a luchan la paloma y el leopardo a las ci nco de la ta1~de. y un muslo con un asta desolada a las ci,n co de la tarde. Comenzaron los sones de bordón a las c in co de la tarde. Las ca mpanas de arsénico y el humo a las c inco de la taTele. En las esquinas grupos de s ilencio a las cin co de la tarde. y el toro solo corazón arriba! a las ci n co d e la tarde. Cuando el sudor de nieve fué llegando a las c in co ele la tarde. Cuando la pl aza se cubrió de yodo a las cinco ele la t arde. La muerte puso huevos en la herida a las cinco ele la tar de. A las cinco ele la tarde. A las cinco en punto de la tarde, Un ata ú d co n ruedas es la cama

'ap,l/D1- v1 ap oaufa 8VI v

LLANTO POR SANCHEZ MEJIAS

Huesos y flautas suenan en ,su oído a las cinco de la tarde. El toro ya mugía por su frente a las cinco de la tarde. El cuarto se irisaba de agonía a Zas cinco de la tm"de. A 10 lejos ya viene la grangrena a las cinco de la tarde. Trompa de lirio por las verdes ingles a las cinco de la taTde. Las heridas quemaban como soles a las cinco de la tarde. y el gentío rompía las ventanas a las cinco de la tarde. A la cinco de la tarde. i Ay, qué terribles cinco de la tarde! j Eran las cinco en todos los relojes ! i Eran las cinco en sombra de la tarde!

2 LA SANGRE DERRAMADA

i Q DE no quiero verla!

Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena.

i Que no quiero verla!

La luna de, par en par. Caballos de nubes quietas, y la plaza gris de sueño con sauces en las barreras. i Que no quiero verla! Que mi recuerdo se quema.

j Avisad a los jazmines con s u blancura pequeña!

j Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, m ugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra.

No.

j Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas, Buscaba el amanecer,

23

FEDERICO GARCIA LORCA

y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño la desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el c horro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. i Quién me grita que me asome! i No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos cuando vió los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. y a tra ves de las ganaderías, hubO un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, mayorales de pálida niebla. No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada ni corazón tan de veras. Como un río de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. i Qué. gran torero en la plaza! i Qué buen serrano en la s ierra! i Qué blando con las espigas! j Qué duro con las espu elas! i Qué tierno con el rocío! i Qué deslumbrante en 'a feria! i Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme s in fin. Ya. los musgos y la hierba abren con dedos seguros

LLANTO POR SANCHEZ MEJIAS

la flor de su calavera. y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas, resbalando por cuernos ateridos, vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas como una larga, oscura, triste lengua, para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas. ¡ Oh blanco muro de España!

. i Oh negro toro de pena! i Oh sangre dura de Ignacio! i Oh ruiseñor de sus venas! No. i Que no quiero verla! i Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. No. ¡ Yo no quiero verla!

3 .

CUERPO PRESENTE

L A piedra es una frente donde los sueños gimen sin tener agua curva ni cipreses helados. La p,iedra es una espalda para llevar al tiempo con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas, levantando sus, tiernos brazos acribillados, para no ser cazadas por la piedra tendida que desata sus miembros s in empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados, esqueletos de alondras y lobos de penumbra; pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego, sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

25

26 FEDERICO GARCIA LORCA

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido. Ya se acabó; ¿ qué pasa? Contemplad su figura: la muerte le ha cubierto de pálidos azufres y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca, El a ire como loco deja su pecho hundido, y el Amor, empapado con lág rimas de nieve, se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿ Qué dicen? Un -s ilencio con hedores reposa. E stamos con un cuerpo presente que se esfuma, con una forma clara que tuvo ruiseñores y la vemo s llenarse de agujeros sin fondo.

¿ Quién arruga el sudario? j No es verdad lo que dice! Aquí no canta u.adie, ni llora en el rincón, ni pica las -espuelas, ni espanta la serpiente: aquí no quiero más que los ojos redondos para ver ese cuerpo s in posible desc~nso . .

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. Los que doman caballos y dominan los ríos : los hombres que les suena el esqueleto y cantan con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra. Delante de este c uerpo con las riendas quebradas. Yo quiero que rile ' enseñen dónde está la salida para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río que tenga dulces nieblas y profundas orillas, para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda sin escuchar .el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redondo de la luna que finge c uando niña doliente res inmóvil; . que se pierda en la noche s in canto de los peces y en la maleza blanca del humo cO!1.gelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos para que se' acostumbre con la muerte que lleva. Vete, Ignacio: No ' sientas el caliente bramido, Duerme, "vuela, reposa: i También se muere el mar!

,

LLANTO POR SANCHEZ MEJIAS

4

ALMA AUSENTE

N o te conoce el toro ni la higuera, ni caballos ni horrr~igaJS de tu casa. No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre

No t e conoce el lomo de la piedra, ni el raso negro donde te destrozas. No te conoce tu recuerdo mudo porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas, uva de niebla y montes agrupados, pero nadie querrá mirar tus ojos porque te has muerto para siempre.

porque te has muerto para s iempre. como todo s los muertos de la Tierra, como todos los muertos que se olvidan en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto. Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. La madurez insigne de tu conocimiento. Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca . . La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura. Yo canto su elegancia con palabras que gimen

' y re"cuerdo una brisa triste por los olivos.

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POEMA DEL CANTE JONDO

GRAFICO DE LA PENETERA

CAMPANA BORDON

la torre amarilla dobla una campana.

Sobre el viento amarillo se abren las campanadas.

En la torre amarilla cesa la campana.

El viento con el polvo hace proras de plata.

CAMINO

CIEN jinetes enlutados, ¿ dónde irán, por el cielo yacente del naranjal ? Ni a Córdoba ni a Sevilla llegarán. Ni a Granada la que suspira por el mar. Esos caballos soñolientos los llevarán al. laberinto de las cruces donde tiembla el cantar.

A Eugenio lJlontes.

Con siete ayes clavados. ¿ dónde irán los cien jinetes andaluces del naranjal?

LAS SEIS CUERDAS

LA guitarra hace llorar a los sueños El sollozo de las almas perdidas se escapa por su boca redonda. y como la tarántula teje una gran estrella para cazar suspiros, que flotan en su negro aljibe de madera.

DANZA EN EL HUERTO DE LA PETENERA

la noche del huerto,

seis gitanas vestidas de blanco bailan.

POEMA DEL CANTE JONDO 29

En la noche del huerto, co ronadas con rosas de papel y biznagas.

En la noche del huerto, s u s dientes de nácar escriben la sombra quemada.

y en la noche del huerto, s u s sombras se alargan y llegan hasta el cielo moradas.

MUERTE DE LA PETENERA

EN la casa bla nca. muere l a p erdición de los hombres.

Cien jacas cal"acolean. Sus jinetes están nl..1t e't'to8.

B a jO las estremecidas e s trellas de los velones, su fa lda de moa ré tiembla entre sus muslos de cobre.

Cien jacas caTa co lean. Sus jinetes están 1lUte1·to8.

Largas sombras .afiladas vienen del turbio horizonte, y el bordón de una g ui tarra se rompe.

Cien jacas caTacolean. Sus jinetes están m.tte)· tos.

FALSETA

A Y , . petenera gitana!

i Yayay petenera! Tu entierro no tuvo niñas buenas.

Niñas que dan a Cristo Muerto sus guedejas, y llevan blancas mantillas en las ferias. Tu entierro fué de gente s iniestra. Gente con el corazón en la cabeza, que te s iguió llora ndo por las callejas. i Ay, petenera g ita na! i Yayay petenera!

« DE PROFUNDIS "

Los cien enamorados duermen para siempre bajo la tierra seca. Andalucía tiene la rgos caminos rojos. Córdoba, olivos verdes donde poner cien c ruces, que los recuerden. Los cien enamorados duermen para siempre.

CLAMOR

torres amarillas doblan las campanas.

Sobre los vientos amarillos se abren las campanadas.

30 FEDERICO GARCIA LORCA

Por un camino va la muerte, coronada de azahares marchitos.

Canta y canta .. una canClOn en su. vihuela blanca, y canta y canta y canta.

En las torres amarillas cesan las campanas.

El viento con el polvo h ace proras de plata.

POEMA DE LA SIGUIRIY A GITANA

A Ca1'los M 01'1a, Vic·u:iia.

PAISAJE

campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar h ay un cielo hundido y una lluvia oscura de luceros frío s. Tiembla junco y penumbra a la orilla del río. Se riza el aire gris. Los olivos estan cargados de g ritos. Una bandada de pájaros cautivos, que mueven sus larg uís imas colas en lo sombrío.

LA -GUITARRA

EMPIEZA el llanto

de la guitarra . Se rompen las copas de la madrugada. Empieza el llanto de l a guitarra. Es inútil callarla. Es imposible callarla. Llora monótona como llora el agua, como llora el viento sobre la nevada. E s imposible ca llarla. Llora por cosa s lejanas. Arena del Su r caliente que pide camelias bla ncas. Llera flecha sin blanco, la tarde s in mañana, y el prime!' pájaro muerto sobre la ran1a. j Oh, gui tarra ! Corazón malherido por cinco espadas.

EL GRITO

La elipse de un g rito,

va de ment e a monte.

Desde los olivos, • • • sera un arco IrlS negro

sobre la noche azul.

¡ Ay !

POEMA DEL CANTE JONDO . 31

Con un arco de viola el grito h a h echo vibrar largas cuerdas del v iento.

¡Ay!

(Las gentes de las cuevas asoman s us velones.)

¡Ay!

EL SILENCIO

O YE, hijo mío, el s ilencio.

Es un silencio ondulado, un silencio, donde resbala n valles yecos y que inclina las frentes h acia el suelo.

EL PASO DE LA SIGUIRIYA

E NTRE mariposas negras va una muchacha morena, junto a una blanca serpiente de nieba.

Tien'a de luz,. cielo de tierra.

Va encadenada al tembior de un ritmo que nunca llega; tien~ ~1. corazón de plata

~ . . . y un puñal en la diestr a .

¿ A dónde vas, siguiriya, con un ritmo s in cabeza? ¿ Qué luna recogerá tu dolor de cal y adelfa?

Tie'/'ra de luz) ei e lo de tierra.

DESPUES DE PASAR

L OS niños miran un punto lejano.

Los candiles se a pagan. Unas muchachas ciegas preguntan a la luna, y por el a ire ascienden espirales de llanto.

Las montañas m iran un punto lejano.

y DESPUES

Los labe rintos que crea el tiempo se desvanecen.

(Sólo queda el desi erto.)

El corazón, fuente del deseo, se desvanece.

(Sólo queda el des ierto.)

La ilusión de la aurora y los besos, se desvanecen.

Sólo queda el desierto. Un ondulado desierto.

32 FEDERICO GARCIA LORCA

MEMENTO

UA NDO yo ]l1e llUlera, enterradme con llli guitarra bajo la arena.

Cuando yo me muera entre los naranjos y la hiubabuena.

Cuando yo me muera, enterradme, si queréis, en una veleta.

j Cuanao yo me lrlUeJ '(:! !

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PRESIDENCIA :

O .. ' J,-M , MARTI FECEO 5 1. Ru~ PARC AHINII!: RIf:5

T OULOUSE (HAUT!~CARONH!.)

MENSUEL IMPRIM~ EN FRANCE

CELEGACION GENERAL :

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DR VILAR FIOL 3 6 . RUI! O'AS S AS

PARIS (VI ' )

fttp, PRODUCTo N° 198) (HTE-GNf) , -

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