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POLÍTICA Y CULTURA EN LA ÉPOCA MODERNA

(Cambios dinásticos. Milenarismos, mesianismos y utopías)

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Alfredo Alvar Ezquerra

Jaime Contreras Contreras

José Ignacio Ruiz Rodríguez

(Eds.)

POLÍTICA Y CULTURA, ,-

EN LA EPOCA MODERNA

(Cambios dinásticos. Milenarismos, mesianismos y utopías)

Universidad de Alcalá

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© Universidad de Alcalá Servicio de Publicaciones

ISBN: 84-8138-587-5 Depósito Legal: M-5.473-2004 Fotocomposición e Impresión: Solana e Hijos, A.G., S.A.

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EL GOBIERNO DE LA EMPERATRIZ y LA CONSOLIDACIÓN DE LA DINASTÍA 1

A(lredo Alvar Ezquerra CSIC

[email protected]

Existe una serie documental en Simancas poco conocida, aunque recogida en el Cat<Ílo­go del archivo, de indudable interés. Se trata de las cédulas expedidas por la cámara real du­rante 1531 y 1532 en una de las gobernaciones de Isabel. En total hemos podido informatizar 1.099 de las algo menos de 1.400 que existcn2. En cierto sentido vienen a com­pletar aquella correspondencia editada por Vales Paile y más ricamente por Mazado en [917 y 195t respectivamente], cartas que fueron comentadas tan brillantemente por lover, aunque de manera algo pesimista en los años 604,

Los temas recogidos en las cédulas son tan variados corno que el 20 de febrero de 1531 desde Ocaña ordena a Cristóbal Ortega que aderece diez caballos para llevar una CalTOZa,

mientras que a Micer May Embajador del Emperador en Roma, desde Medina del Campo y a 3 de marzo de 1532 le escribe dándole ciertas instrucciones sobre el problema de la Reina de Inglaterra.

En este estudio iremos repasando los grandes temas tratados en estas cédulas.

La reina y Portugal

Para empezar, los asuntos que se encomiendan al comendador Lope Hurtado de Mendo­za, Embajador en Lisboa. Pero Emb<~ador del Emperador y no de la reina de Castilla.

I Este trabajo forma parte ele los desalTcil1ados al amparo del Proyecto de Investigación «Mitil'icación real y ejercicio del poder en España (ss. XVI-XVIII»)), CAICYT. La transcripción de las cédulas se la dcbo a don Pablo Pereda Día?.

2 Cámara de Castilla, libro 375.

J ["a F .. lIlperatriz. l.I'abel, Madrid, J 917 e l.I'abel de Por/llgaf, reina de HI'fJa¡/a, Madrid, 1951. 4 Carlo,l' Vy los t'spai/o{es, manejo la eel. De Rialp, Madrid, 1963.

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52 ALFREDO A1,V¡IR EZQUERRiI

La cooperación con la familia portuguesa es un hecho evidente y una de las razones del millrimonio. Lástima que los avatares europeos y la muerte de la Emperatriz distrajeran de tal manera la atención sobre los temas peninsulares. Porque de 10 que no hay duda es de que con los acontecimientos de 1526 (boda) y 1527 (consolidación de la dinastía) aquel reinado parecía tener en los temas del sur lino de sus fuertes. Mas todo lo desbarató la herejía y el Imperio, en fin.

¿Cuáles son, efectivamente las relaciones que ella mantiene, () que ella hace que man­tenga Castilla con Portugal? Veamos algunos hitos. El 26 de febrero de 1531 comunica al rey de Portugal que ha concedido la ayuda solicitada para el socorro de Tánger; el mismo día al Embajador del Emperador en Portugal le informa de cómo ha mandado a don Alvaro de Bazán con sus galeras hacia la plaza africana y que, igualmente, ha dado informaciones para que se apresten a lo que pueda venir tanto al Marqués de Mondéjar, capitán General de Granada, cuanto a las autoridades de Málaga.

El 13 de abril de 1531 responde al Embajador agradeciéndole la noticia de las alegrías en la Corte por el bucn suceso de Tánger y de las buenas nuevas que llegan de la India. Na­turalmente, de no haber sido por la presencia de esta Reina, en Castilla nunca habría habido alegrías por cosas de la India, ni habrían preocupado nada las represalias del rey de Francia contra el de Portugal (2-V-3I) o las alegrías por la resolución del mismo problema (l-VI-1531), así como la satisfacción de las órdenes del Emb(~ador portugués ante el rey de Fran­cia (26-V 1I -31, 13-VIIl-31) sobre cuyas actuaciones siguc pidicndo información (4-XI-3l).

Bien es verdad quc, al mismo tiempo quc habían tenido lugar aquéllos preparativos co­munica a don Lope Hurtado de cómo ha pedido al rey dc Portugal que acepte en el servicio de la reina, a una hija de don Juan de Castilla (26-II-3I), cédula que también está localizada (26-U-31). En marzo del mismo año sigue escribiendo a don Lope Hurtado sobre este tema. y cuando a la esposa del Embajador se le muera un hijo, se le dará el pésame (l-VI-31), así como se le encargará que negocie un casamiento interesante entre aristócratas de ambos rei­nos (cntre la Condesa dePalma y Bias Téllcz, 2-V-31, l-VI-31). Comoquiera que hay pro­blemas para cobrar la dote, (9-VI-3l, 2-VIl-31, l3-VIl-31, 7-VIlI-3l, 20-IX-31) y las negociacIones parecen convertirse en arduas, se le agradecerán los servicios (l-IX-3I, 13-1-32); aunque no hay manera de quitarse a esos personajes de encima (l6-IX-3I, la reina le indica que asista a la condesa ele Palma). En fin, m,ls de medio año ocupado el Embajador del Emperador en Portugal por un casamiento entre una castcllana y un lusitano.

El Embajador es informado de otras cosas para que transmita al rey de Portugal: ele las noticias llegadas de Venecia y de Sicilia sobre los turcos (2-V-3I, 2-VlI-31).

Parece que, algunas veces, hay correspondencia desde el Emperador al Embajador y re­cíprocamente, que pasan por la Corte de Castilla (entre otras, l-VI-31, 2- VII-31) y así, efec­tivamente, en cierta ocasión la reina informa al Embajador que han llegado misivas en las que Carlos V ordena a don Lopc que informe de cómo van los asuntos de Alemania a los re­yes de Portugal (25-IV-31). Las victorias de don Alvaro de Bazán también las transmite el Embajador (S-IX-31).

Don Lope es el encargado de transmitir el pésame por la muerte de la infanta de Portu­galo de avisar de la buena salud de Carlos V ante el rey de Portugal (l3-VUl-3l, I-IX-31). También, en sentido inverso, avisa de la salud de la familia real portuguesa que tuvo que

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. '05 \1 Y FELIIJE 1': CAMBIOS DINÁSTICOS (¡\{,L . 53

abandonar apresuradamente Évora (9-X-3l) y de algún percance más de la familia en gene­ral y del infante don Luis en particular (l4-XI-31).

El Embajador es utilizado también para dar comunicaciones sobre mercedes y exhortado a que transmita las alegrías que tiene doña Isabel por la buena marcha de los asuntos ele Por­tugal (9-VI-31) y la alegría por que la gente sepa lo bien que van las cosas en las relaciones

entre sendas Coronas (2-VII-3I). Alonso de Polanco (22- VI-3I) puso en marcha otro problema que interesó a doña Isabel

y, por ende, al Embajador del Emperador en Portugal: en el Puerto de Santa María, de don­de era vecino, había mucha gente de su misma calidad con el hábito de Cristo. Informada la reina, ésta parecía estar conforme con la pretensión de conseguirlo, entre otras cosas porque era sobrino de un Consejero de Castilla. Así que avisa a la Reina de Portugal para que le fa­vorezcan y al Embajador para que esté al tanto del negocio (22-VI-31).

Calidad y cantidad es lo que quería don Cristóbal de Salazar al ser nombrado caballero de Cristo. Como no recibió 10 que solía ir aparejado a ello, se quejaba. La Reina escribe a su hermano Luis y al Embajador don Lope (28-VII-31).

En julio de 1531 doña María de Aragón esUí. preocupada no se vaya a dilatar el reparto de la herencia de sus padres entre sus hermanos. La reina de Castilla escribe al rey de Portu­gal, al proveedor de su hacienda y al Embajador para que estén al tanto del asunto.

En el verano de 1531 el aposentador de la Reina, un castellano llamado Francisco de Es­cobar ha decidido trasladarse a Portugal para saber por qué su hija no ha sido recibida en la Corte de aquel rei!l0' La reina de Castilla escribe al rey de Portugal para que la reciba y al Embajador -entre otros cortesanos- para que se mantenga informado de los trámites (5-VII-31). Pocos días después (lQ-Vll-31) el Embajador y el rey de Portugal recibirán sendas cartas suplicando que a Prancisco de Cobrero se le devolviera la alcaidía de Évora. Igual­mente ocurre con el cardenal, Infante de Portugal y don Lope recomendando a un aspirante de portero de cámara (l-lX-31); Luis Alfonso que fue criado del rey de Portugal, aspiraba a ser correo mayor de aquel reino, y doila Isabel escribía al Embajador (l-lX-3I); Bartolomé Márquez quiere una plaza de escudero del infante de Portugal; Francisco Márquez, capellán de doña Isabel, quiere una vicaría allá y le hacen agravio .. y en Á vila se hacen eco de esas pretensiones (l-VI-3I). Como en Medina de 10 que le pasa a Joao Dias, su repostero de ca­mas que aspiraba a una plaza de contador (l6-XI-31); también escribe al Embajador para que defienda los intereses de Díaz d' A vero (16-Xl-31); también se pone en contacto con el rey, con don Luis, con un par de obispos y con los interesados para que deje de haber roces entre su capellán Juan Garcés y Simón T'reile (8-lTI-32). Rodrigo de Dueñas, vecino de Me­dina del Campo va él principios del 1532 a Portugal: lleva consigo cerca de media docena de cartas de recomendación a su favor al rey, la reina y otros oficiales de Portugal, así como el El11bajador (9-1-32).

La muerte de don Diego de Mclo, en Guadalupe, ha dejado desamparado a un hijo. La reina se preocupa por él y solicita del rey portugués una encomienda que tenía el padre para que pase al huérfano. Ni que decir tiene que el Embajador se ocupa del asunto (2-IX-31).

Para ciertas noticias, prefiere los datos que vienen de Italia: ante una información de ha­ber sido desbaratada la armada del rey de Portugal por los franceses, le encarece que se en­tere mejor ya que no se contrasta tal dato con lo que ofrecen los italianos (4-XT-3l)

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54 ALFRHDO AI,I'AR H7QUERRI\

También es de incumbencia de la reina de España el que se indulte a .Toao Viera, preso por ir a rescatar a los ríos de Guinea (9-X-31). Tanto el i~fantc don Luis, como el Embaja­dor reciben un escrito de doña Isabel en el que ruega un mdulto para un BIas Pérez, que es pobre, casado y con hijos de corta edad (J 1-1-32).

Ahora bien, la reina de España solicita informaciones del embajador en Lisboa sobre el asunto de InglatclTa (l4-XI-31) aunque las venía recibiendo del embajador en Roma (28-1II-31) en las que se comunicaba, en cHi·a,· entre otras cosas los sentimientos de los ingleses (1l-VI-31). La preocupación sobre el asunto le lleva a financiar con 500 ducados una cáte­dra en Salamanca al Doctor Ortiz, porque se está ocupando del asunto (28-IV-31, 12-VI-31). No obstante, en julio de 1531 manda una carta a un receptor (su capellán) en la que le comunica que el asunto de Inglaten'a lo lleva el Emperador. Las instrucciones que solicita el predicador Ortiz serán, desde julio del 31 incumbencia elel arzobispo de Santiago; tal cam­bio de control sobre el asunto lo comunica al embajador de Roma (26-VII-31). Así las cosas pronto agradece a Ortiz sus servicios y se compromete a ocuparse de sus asuntos y los ele sus hermanos (26-VIII-3l). No obstante, aún en diciembre del 31 le recuerda que el Empe­rador es quien le ha de dar instrucciones (t5-XIl-31), aunque en marzo del año siguiente se­guía informando a su reina. Sin embargo, como quiera que los dictámenes ele Castilla van 11

tardar en salir, ha mandado a su confesor en Lisboa para que informe allí a los interesados para que actúen rápidamente también (2-II-32). En marzo ele 1532 ya se cursan instruccio­nes al embajador de Roma para que se vaya cerrando el asunto de lo de Inglaterra para que pucela descansar.

En conclusión: la Reina no tiene embajador propio en Lisboa. A la Reina se le retiran ciertas informaciones de importancia: las que tienen que ver con Inglaterra. Los temas por parte de Isabel que ocupan la vida del embajador elel Emperador en Lisboa son tanto cues­tiones de casamietos, como intercesiones en materia de justicia () de nombramientos así como intercesiones entre partes enfrentadas. Proliferan, sin duda, cartas entre la Reina y su padre o su hermano, como si la emisión de cédulas de la cámara fuera, 110 sólo el gobierno de la Corona, sino también el gobierno de la familia y, en cualquier caso, desde luego Isabel parece desvelada por avivar las buenas relaciones entre los vasallos de las dos Coronas.

Para ello maneja algunas potestades de la Monarquía: la concesión de mercedes y la exención al cumplimiento de la norma, esto es, la concesión de privilegios.

La concesi"Ón de mercedes y privilegios

Así, en efecto, la fórmula estrictamente «le hace merced» se LIsa en casi medio centenar de las cédulas analizadas y, mercedes, privilegios, concesiones de dinero de carácter ex­traordinario, son un 18% del total de los documentos estudiados.

Los beneficiarios de aquellas mercedes son, en su mayor parte, servidores de la casa real de extracción pechera: cocineros, mozos, tamborilero, zapateros, reposteros, porteros; tam­bién están incluidos los bailadores a la morisca (aquella expresión cultural que tanto le agra­dó en Granada); algunos escribanos de rentas, un receptor de penas y varios conventos y monasterios, así como algún que otro noble: a la marquesa de Lombay, al conde de Oliva

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OIRWS F Y FEUlJE \/: CAMBIOS IJ/NÁSTlCOS 55

101' lo que sirvió en las Germanías, a doña Guiomar de Melo, en que pide expresamente al I 'g'ldor (Iue no pregunte para qué ... Me gustaría destacar la cesión que hace en favor de los ¡hl , , jerónimos de POliugal y a favor de una monja de Evora a la que concc<;lc cien ducados de

oro. La merced, como la infamia, afectaban al linaje. Por eso se tienen por patrimoniales. Por

eso, no nos extrañe, que quiera pasar la que concedió al padre de Alonso de Bobadilla a éste. Ciertamente, en este caso, se trata de unjuro5.

Mas la reina de España se encarga de otras cuestiones de Portugal desde su corte itine­rante castellana: al rey de Portugal le escribirá sobre la campaña de Tánger o para pedirle in­dultos; le rcquirirá que haga la paz con el rey de Francia que trate con favor a unas u otras personas y que deje a aquel que lleve pescado a la Corte.

A la reina de Portugal le recomendará a unos personajes y escribirá a ambos, o a otros oficiales o personalidades para que les den información sobre la salud de la familia real por­tuguesa, o para que se atienda a aquel portugués que quiere un oficio en la India, o que se le dé la recompensa que sea a un correo de allá que trajo alguna nueva o un vestido para otro servidor de aquel reino y al otro que le dieran licencia para llevar trigo a África aunque pide también que a uno que cometió delitos contra el derecho canónico en Coimbra y Tárraga, se le castigue; a los hermanos Pardo les confiscaron una nao creyendo que era fancesa y la rei­na pedía que la soltaran; una dama de la reina de Francia podría recibir una ayuda para Casa­miento de la mano de los reyes de Portugal; o aquel otro portugués que llevaba veinte años ele batallas y que quería un oficio y la Reina escribe al Rey recomendándole; o las otras, hi­jas de Juan Fernández de Pereira que han fundado un monasterio de su patrimonio, pero re­cihcn agravio de una monja que reside en otro monasterio cercano, todo en Portugal. La Reina pide al padre provincial de la provincia de Portugal que las tenga por muy encomen­dadas para evitar esas cosas y que los asuntos de Silveira sean despachados con brevedad. También podía ser asunto de la reina de España 10 de Juan Garcés, mi capellán que tenía «pasiones» con Simón Frcyle sobre ciertos beneficios y que por ser sobrino de Lorenzo Garcés, embajador del rey de Portugal en Francia ya difunto, quería que se le apoyara y be­neficiara por [o que Isabel escribía al rey de Portuga1. Menda de Espina, mujer del difunto [-lemando de Coto, tenía en la casa de la lndia de Portugal ciertos maravedís que eran la (l11i­ca hacienda que le había quedado: la reina escribe al rey de Portugal para que le sean paga­dos esos rnaravedís y que haga la merced que haya lugar para que siga recibiendo la cantidad que su marido tenía al año. Pedro Farma había tenido a su cargo el almojarizfazgo ele Abrantes y la reina de España pedía una merced para él; probablemente le quedara muy agradecido fray Ambrosio ya que doña Isabel escribió al padre general de los jerónimos para que entre la embajada que iba a "el' al rey de Portugal, se le incluyera; entre reinos ami­gos, es lógico que se transmiteran noticias de cosas que les afectaran, pero etre estas corres­pondencias lo que se ve es la preocupación por la familia: los Turcos acuden hacia [a India, se avisa. Claro que tampoco se queda atrás el prior francés del monasterio de Nuestra Seño­ra de Tujo ele In orden de San Benito en Lisboa que iban a suplicar al Rey cierta limosna y se dirigen a doña Isabel para que interceda por ellos ante el de Portuga1.

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56 !lLFRHfJO IILVAR EZQUF:RRA

Ahora bien, esas relaciones de confraternidad se quedan cortas si se comparan con el he­cho de que ante ciertas cuestiones inquisitoriales que el rey de Portugal consulta con su em­bajador en Roma, la Reina le comunica al del Emperador que las hace suyas y que se reúnan los dos embajadores para acordar.

Fray Antonio, clérigo portugués, quiere servir en la capellanía ele ese colegio. La Reina escribe al rector y colegiales del colegio de San Sebastián de la ciudad de Salamanca sobre el asunto y al propio obispo de la diócesis. También, con asuntos de clérigos, es la cmia que manda al rey de Portugal para que traten bien a fray Juan de Podar que va a Portugal para visitar ciertos monasterios de frailes, monjas y beatas. Acaso el intercambio quedara bien la­tcnte en el caso del tesorero de! rey de Portugal, al que se había concedido una mcrced pecu­niaria que no le dio tiempo de disfrutar por haber muerto antes. La Reina solicitaba del Empcrador que le traspasara la merced a los hijos. Y del mismo tema religioso, la recomen­daci6n para que se tuviera por capellán del infante de Portugal a un Bias Hernández, que, por cierto, es posible que hubiera tenido ante algún problema eclesiástico.

La concepción del territorio político de la Emperatriz está clara en otra cédula, ésta a fa­vor de Duarte Farina y Antonio Días, portugueses. Va dirigido al presidente y oidores de la audiencia real que reside en la Nueva España para que !es dejen asentarse allí porque son leales al Emperador. «No se les dieron [asiento] y rasgáronse porque se pregonó que ningún extranjero fuese a las Indias». En el otro lado de la balanza, además de las intercesiones de asuntos en la India, volvería a citar a la viuda de aquel Juan Ruiz Machado, vecino de Estre­moz porque le deben el sueldo de cuando sirvió al rey de Portugal en la Casa de la India y pide el amparo de Isabel.

Igualmente, intercede por Vasco Enríques, al cual en la frontera le han quitado unos pa­ños porque no [os había registrado.

Juan de Almeida se iba hacia Alemania, para seguir sirviendo al Emperador. Es tenido por «persona tan principal de Portugal».

Aunque a lo mejor ninguna intercesión como la que hizo por Pedro de Solís. Se le per­dió un halcón y llegó a manos del infante don Luis de Portugal, que está muy contento ele sus servicios en la caza, pero como no quiere tenerlo sin consentimiento del dueño, la Reina le pide que le permita usarlo ... Agradecido, sin duda,

Corno agradecido le estaría el cOlTegidor de Zamora nI que tras siete años de espera, le mandó pagar sus salarios, o el de Molina, que juzgó incorrectamente a un tal Juan del Casti­llo y fue suspendido en el ejercicio del oficio. Tiempo después, recordando los muchos ser­vicios a los Reyes Católicos, a Carlos V y a ella, pedía un indulto, que le fue otorgado (ll-11I-32). ¿Cómo no le iba a estar agradecido?

La Corte itinerante

Durante aquel año la reina anduvo por Castilla. Del 20 de febrero de 1531 al 17 ele mayo estaba en Ocaña; ese día se firman unas cédulas aún en Ocaña y otras en Yepes. Durante unos días la corte itinerante calla: hasta el 21 de mayo no se despacha ninguna otra cédula y ese día se emite una sola desde Illescas. Silencio otra vez hasta el 23 y 24 de mayo, con dos

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CANLOS \1)' FEUPl:' V: CAMBIOS !J!NÁSTlCOS 57

despachos desde GuadalTama y ya cruzado el puerto, dos escritos ordenando mejorar el apo­, nto de algunos cortesanos, desde Villacastín, se J

El 30 ele mayo vuelven a mandarse cédulas desde Avila: el 30 de mayo se dictan tres, mientras que el 3 de junio diez: la Corte ya parece haberse asentado. Hasta el 26 de septiem­bre se emiten trescientas seis cédulas, casi tres diarias.

De Ávila la corte pasó a Medina del Campo, desde donde sale la primera cédula el 3 de octuhre Y la última el 7 de febrero. Después, entre el 9 y el 15 de febrero anduvo la Reina por Tordcsillas, con su suegra (el arzobispo de Toledo pregunta a doña Isabel si ha ido ya a besarle las manos a doña Juana y aquélla dice que no ha tenido tiempo ... , 9-Il-32) y el 18 de febrero volvía a emitir cédulas desde Medina, hasta la ültima de las que hemos podido ana­lizar el 11 de marzo de 15326

.

El ser la Cortc itinerante tenía ciertas ventajas para los vasallos del rey, así como mu­chos incOllvenientes. De ello hablarán a finales del XVI y principios del XVII algunos trata­dos a raíz del traslado de la Corte entre 1601 y 1606 de Madrid a Valladolid y vuelta. Sin embargo, en esta colección documental se adivinan ciertas características.

En primer lugar, la Reina puede llamar a distintas personas para que vayan a la Corte. Así, se llama al conde Miranda para que no vaya a Valladolid y se dirija, por el contrario, a la Corte (U-nI-31); en febrero de 1532 se le vuelve a llamar a la Corte; o a don Gaspar Manrique dos días después (13-II1-31); el maestre Diego Zarajano a finales de marzo de 1531; al clavero de Calatrava para que le informe de un capítulo general de órdenes con el Consejo (4-IV-31) y nuevamente a mediados de mayo del 31; al arzobispo de Toledo (6-IV-31), llamamiento que le reitera unos días más tarde cuando le comunica que ha determinado irse a Salamanca, salvo que allá haya peste (17-IV-31) y le vuelve a llamar por tercera vez (23-IV-31); el aposentador real para que prepare la mudanza de Ocaña (l8-IV-31) y la de Ávila (30-VlII-31); el obispo de Zamora es llamado a Avila por dos veces (aún desde Oca­ña, a mediados de mayo del 31); sorprende que se llame a Juan de Vozmediano, nuestro se­cretario, que vaya a Á vila, donde ella estará antes de Pascua (16-V -31); acaso resolver algún problema teológico-jurídico hizo que se llamara al venerable padre maestro Fray Pedro de Vitoria, ministro del monasterio de la Trinidad en Valladolid (30-V -31) o más tarde a Fray Juan de Vertavillo, para que viniera a la corte pasado el mes de noviembre (20-VIlI-31). También se reclama a don Francisco de Mendoza (10-Vi-31); a don Antonio del Águila (22-VI-31); a don Pedro de Córdoba le mete prisa el 3 de julio, el mismo día que llama al li­cenciado Figueroa, oidor de la audiencia y chancillería, al cual el Emperador le quiere ocu­par en «algunas cosas que importan al servicio de Dios»; un tirón de orejas se merece Juan Vázquez de Molina, nuestro secretario y comendador de Estriana: que no se detenga más tiempo por su boda, que hace falta en la Corte (8-X-31). Se llamó también a un tal Pedro Márquez, vecino de Villanueva de Alearaz (29-XI-31) ...

En tiempos de Felipe II, por ejemplo, no hacía falta llamar a nadie a la Corte. La Corte estaba en Madrid y era un mundo, sin duda más abierto, que éste tan eeITado. Ahora Corte es casa de la Reina y gobierno de los territorios en sentido muy estricto. Desde 1561, por 10 menos, Corte es una mezcolanza de ambigüedades que hacen que sea tan enorme. Bien en-

G Hemos informatizado 1.099 cédulas de las contenidas en el legajo.

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58 IILFRr:DO JlL\fAR f:ZQUERRA

tendido que siempre se quiere mantener el gobierno de la Villa, por una parte y el de la Cor­te por otra, consiguiéndose, aunque con intromisiones más poderosas de la Corte en la Villa que al revés,

Otras personas, y volviendo a la Corte de la Emperatriz -que no es Corte de Emperatriz sino de Reina en Castilla-, piden expresamente estar en la Corte, como Fray Gonzalo Conti­no que a la reina le parece bien y le pide que venga a la corte (18-VIII-31) y los hay que quieren entrar al servicio de la reina. A unos, se les agradecen los servicios al cesar como al marqués de Ayamonte (28-lV-3I); a don Juan de Pomar (lS-Xl-3l) corno ejemplos; a otros el ofrecerse, como doña María de Lomna, a quien se agradece su carta en la que muestra su voluntad de servir (20-IX-3I); también esüi en esa línea don Pedro de Zúñiga, hijo bastardo del duque de Béjar, hermanastro, pues, del marqués de Ayamonte, el cual al morir su padre expone a la Reina su voluntad de servirle (3-X-3 t). La actitud del bastardo podría deberse al miedo de quedarse sólo y necesitar protector o a que con su padre en vida se sintiera un cier­to desdén hacia Isabel. Porque no ha pasado un mes del fallecimiento, la Duquesa ha dis­puesto la boda de tres de sus hijas y la reina le advirte: que no disponga de ningún casamiento sin su ,<licencia y especial mandamiento». El pulso está echado, aunque lo gana Isabel (cédulas de febrero de 1532).

Otro grande que espera a la muerte del pafer!ollli/ias es el duque de Alba. Hasta que no desaparece su abuelo, no muestra ofrecimiento de voluntad de servir y, aún así, comunica a la Reina que tardará en ir a besarle las manos porque está indispuesto (S-Xl-3I) y es que pa­rece claro que aunque el Emperador, que es rey aceptado desde Villalar, se le quiera servir, por estar lejos, está claro que tiene su beneficio servir a la reina Isabel. No lo olvidemos: cada UIlO que se le ofrezca será una aceptación más de que quienes rigen los destinos de Castilla y Aragón son Carlos e Isabel y nunca más Juana. Esta es la trascendencia de entrar al servicio de la Emperatriz.

Por otro lado, la Corte no era un mundo absolutamente privativo de los castellanos cinco años después de la boda de Sevilla: Diego de Melo, hermano de doña Guiomar de Melo, cuando venía a la corle enfermó y se hospedó en el Monasterio de Nuestra Señora de Gua­dalupe. La Reina escribe al padre vicario de ese monasterio para que le cuiden bien mientras esté allí (26-VIIl-31).

Dc enlre los inconvenientes, los había de incompatibilidad, como a Soto, el regidor de Aranda que por estar permanentemente en la Corte, no le pagaban su salario en la ciudad burgalesa y la Reina tenía que poner remedio al asunto (esta técnica de que por mandado del Rey se acc·pte por «residido en la Corte» a un individuo o que por estar al servicio del Rey no puede estar en su lugar de origen es muy habitual y se ve bien cn la Escribanía Mayor de Rentas de Simancas); a Francisco Peveado, mi repostero de estrados, también se le concede residencia.

De entre los inconvenientes de la Corte itinerante y restringida, el que la Reina pudiera negar a alguien que fuera a la Corte, fenómeno que aunque suele ser orden de desticllu (Laso de la Vega) a veces es una taxativa orden contra alguien para que no haga el viaje en balde.

Es verdad que había una Corte más apetitosa que la de Castilla: Don Alvaro de Luna, capitán de los continos hombres de armas que residen en esta Corte, quiere ir a servir al Em­perador a Alemania y la Reina escribe al Emperador para que le reciba (10-VIII-3I).

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En fin, algunos desdichados tenían mala suerte: es el caso de Diego Gutiérrez, hijo del tesorero Alonso Gutiéncz. Según los libros de Flandes, se le dehen 5 años que estuvo resi­diendo en la corte. Pide él Su Majestad que sea mudado esto él los libros de Castilla y se le otorgue algún asiento porque en su defecto perderá el dinero. Por si acaso la reina 110 es bas­tante, le escribe a Cobos recordando el asunto para que el Emperador curse las órdenes

oportunas (septiembre de 1531). y aunque no quepa la menor duda de que la Corte es, sobre todo, la Casa del Rey, hay

un problema de interpretación sobre qué es la Casa del Rey, En efecto, Juan Antonio Doria no va a Mcclina a cobrar un asiento, sino que va «a la Corte», cuando ésta está en Medina. Tal vez se trate de la última reminiscencia de una manera peculiar de interpretar qué cosa es Casa elel I~cy, qué cosa Corte y qué rentas reales y qué rentas de la Casa Real.

Claro que en las mismas está Doña Ana Coronel, que tiene ciertos maravedís librados en la tesorería de Aragón, por eso escribe a doña María de Toledo para que le sean pagados en «esta corte)) o en alguna feria por vía de cambio porque no puede desplazarse hasta el otro Reino. Aquí Medina es Corte porque está la Corte, pero sigue siendo plaza de cambios. Si sc va la Corte, dejará de ser Corte. (29-XI-31).

Mover una Corte

De los muchos movimientos de Corte que ha habido en la Edad Moderna, los mejor co­nocidos son los de 1561, 1601 Y 1606. Los que hay durante 1531 son modelos de traslados de Corte pero tienen algunas peculiaridades: con respecto a los de 1561 o 1601, que se mue­ve mucha menos gente; que la Corte está menos asenlada ..

Para empezar: el 18 ele abril de 1531 la Reina !lama a la Corte en Ocaña a su aposenta­dor porque se ha determinado de partir ellO ele mayo y le quiere cerca de ella. Acto segui­do, el 4 de mayo le entrega la cédula para que vaya a entender en lo elel aposento de Ávila. La cédula incluiría órdenes a todas las autoridades para que le dejaran hacer y le dieran ayu­da. El 4 de mayo el repostero de la cámara de la Reina avisa al COlTegidor que van a llegar a Á vila. Como han de pasar por Toledo, son aposentadores ordinarios los que preparan todo en Toledo (9-V-3l) y si por si acaso se necesitan refuerzos, hay nuevos nombramientos: Martín Pérez es aposentador desde el 15 de mayo.

Luego se empieza a poner en marcha [a Corte y se les va comentando o comunicando a los viajantes d6nde se les va a aposentar. Y empiezan, también, las quej';:~: el arzobispo de Toledo y uno de la capilla de la Reina encuentran insuficientes el aposento que se les da.

Aunque verdaderamente no todos los cometidos de los aposentadores tratan sobre alojar una Corte itinerante: Prancisco Escobar fue mandado a Portugal ante el Rey vecino con asuntos de Isabel (5-VIl-31). E, igualmente, desde el aposento se puede obtener algún bene­ficio: la Reina recomienda al aposentador Diego de Carvajal ante el Emperador para que lo haga con tino (26-VllJ-31).

En fin, el 30 de agosto de 1531 se vuelve a llamar al aposentador mayor para que prepa­re e[ traslado de la Corte de Ávila y el 8 de septiembre se mandan las cédulas reales perti­nentes a Medina. El 13 Y el 21 de septiembre empiezan las recomendaciones de aposento y

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60 ALFREDO ALFAR F-ZQUERRA

concluido este traslado, Baeza es recomendado ante el Emperador y recompensado por sus servicios, así como abonados ciertos gastos generados por el traslado que él había adelanta­do (l3-X-31). En febrero de 1532 concede cédula de recomendación para otro aposentador que vive en Portugal..

Todo traslado de Corte implica importantes gastos: 500 ducados costó llevar la recámara de Ávila a Medina (20-lX-3l); entre los alguaciles que fueron a requisar carretas por orden de los Alcaldes de Casa y Corte se repartieron 4.875 mrs. (24-IX-31); el acondicionamiento «del palacio» de Medina costó más de 50.000 mrs. que adelantó un con tino y se le devolvie­ron en 8 de octubre de 1531; todo esto sin contar las gratificaciones extraordinarias que se daban porque a cualquier palticular le costaba sus dineros un traslado de casa y familia.

y aunque una gran vent(~a de estos movimientos de Corte era el que los Reyes, en este caso la Reina, estuviera cerca de sus vasallos, a veces podían usarse de manera algo inquietante. Vea­mos el traslado a Ávila. ElIde mayo estú claro que la localidad más salubre es Ávila y a ella ha determinado irse la Corte. Ella lo confiesa en una carta al Rey: «Me pensaba ir a Avila, así por­que en aquella ciudad y comarca por la información que se hubo parecía que había más salud que en otra parte de los puertos allá, como que Ocaña comenzaba a estar no bien sana, ni tampo­co lo estaba la comarca de Guadalajara y así me partí el miércoles XVII del presente» (carta XXVIII de Mazario en la que enumera los desplazamientos de Corte que piensa hacer) Pues bien, la ciudad castellana tiene el atrevimiento de pedir a la Reina que no vaya allá hasta pasada la Pascua porque no da tiempo de aderezarla. Doña Isabel informa (t7-V-31) que ha decidido seguir su camino y llegar antes del viernes de Pascua: el 30 de mayo se expide la primera cédula desde allí. Mas, ¿cómo es recibida la reina?

El 24 de mayo de 1531, al atardecer hizo su entrada la Reina. Salieron los regidores con gentes de guerra a recibirla y dio el discurso de bienvenida el Corregidor, discurso que ma­nejó Vales Failde sin darse cuenta, a mi parecer de su trascendencia. Ávila «suplica a Vues­tra Majestad la perdone porque no se harán tantas muestras de la muy crecida alegría que reciben en ver a Vuestra Majestad y como se requería en tan alto recibimiento, porque se dejan de hacer por la ausencia del Emperador ... » Es decir, una ciudad de Castilla, aunque así lo hubiera pedido Isabel, no la agasaja tanto cuanto debiera, porque no estú el Emperador: ¿qué era a los ojos de Castilla aquella mujer?; ¿la Reina? No: la Reina era doña Juana, Juana la Loca. Y esta otra era la esposa del Emperador7.

Otros textos sobre el mismo asunto

Afortunadamente poseemos otra importante colección documental que nos da luz sobre las vivencias entre la Reina y el Rey en estas mismas fechas. Se trata del epistolario editado por Mazario. En aquel año Isabel mandó dieciséis cartas a Carlos.

Los contenidos son sorprendentes. Para empezar, la Reina sabe de lo que ocurre en el Mediterráneo (XXI) y opina de temas

que parece que el Emperador le ha consultado ya: «10 de visorrey de Nápolcs está bien que

7 Vales Fai!de, J.: La Emperalriz Isabel, Madrid, 19[7, pp. 225 Y ss.

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CAf\LOS v y FELIPE V: CAMBIOS D1NÁSTfCOS 61

V. M. provea ... » (XXI) Y sabe qué está ocurriendo con los luteranos (XXI), intenta que no vaya en persona a una dicta (XXXI), sabe cómo ha ido la elección de Rey de Romanos (XXI). Opina sobre el concilio (XXI y ss. XXIX) y sobre la necesidad de aliarse con Fran­cia por el bien de la religión, «debe ser el último fin que vuestra majestad pretende ahora en sus trabajos» porque hallada la paz, llegará el descanso en estos reinos (XXIII). En materia diplomática la reina es reina antes que madre: hablando sobre el casamiento de la infanta con el Delfín, «habiendo de faltar, lo que Dios no quiera, sucesión de van'ín en estos reinos» se juntarían con preeminencia para Francia yeso no sería bueno, y lo mismo ocurriría con Flandes. Así que Isabel, ni corta ni prezosa desembaraza el plan del rey de Francia y propo­ne que el príncipe se casase con la hija menor del rey de Francia y que la infanta Leonor no se casase con el Delfín con otro de los hijos del rey de Francia (XXIII, XXIX). Bien es ver­dad que se queja la Reina: «el embajador que V. M. tiene en Francia, nunca me escribe»

(XXXV). No para de solicitar su presencia en estos reinos «para que con su presencia todos le po­

damos tener» (XXI) Le advierte de lo mal que anda el Reino «por estar todo lo de acá tan acabado» (XXI). Pro­

pone algunos arbitrios, porque a veces cumplir una ley no es otra cosa que ejecutar un arbitrio: así, que las Órdenes Militares contribuyan con sus hombres de lanzas (XXI; tema al que aludía­mos antes y es de los pocos que aparecen en las cédulas y en las cartas al Emperador).

El tema del arbitrismo está latente por doquier: en cierta ocasión alude a dónde se puede sacar dinero y afirma «no hay ya invención que no esté platicada» (XXI) ¡pobre mujer, lo que aún se podría inventar! Porque ella alude a un «memorial de la hacienda que se envió a vuestra majestad» (XXI). En carta de enero de 1531 da una perfecta lección de comprensión del mundo de los cambios: los alemanes han de traer dinero, pero aceptado el asiento, quie­ren variar las condiciones, pero platicado en Estado y Hacienda, no hay más que hablar: «sicnto mucho la paga de estos intereses, pero no habiendo otro medio, es menor mal que dcjar de proveer cosas tan importantes» (XXII y XXVIII). Ella misma, oídos algunos conse­jeros propone un arbitrio: «sólo parece que se podría sacar alguna suma de dineros de subir los juros a mayor precio del que al presente están vendidos» (XXX).

Ahora bien, h<.; angustias porque falta el arzobispo de Toledo se ven en otras cartas (XXV). Gracias a esta correspondencia con el Rey, adquiere su valor esa serie de cédulas en las que la Reina ordenaba al arzobispo que se incorporara a la Corte: era para tratar cuestiones fiscales (XXV, XXVIII). Y la llamada del calvero de Calatrava iba encaminado a ejecutar un arbitrio: que la obligación de las lanzas de las Órdenes se trocara por dinero (XXV, XXX).

Igualmente le intenta disuadir para que no convoque Cortes para pedir dinero «estando vuestra majestad ausente del reino, por el presente no se debería hablar en ello» (XXX). Por ello, en el invierno del 1531 Carlos V decide volver a Castilla y convocar cortes. A la altura de 16 de diciembre la Reina le informa de cómo se ha convocado a las ciudades. Está claro que el trasladar la corte a Medina respondía a una necesidad fuertemente económica.

Doña Isabel opina sobre la recluta y envío de soldados (XXI), sobre el pago de las gale­ras de Doria (XXI).

Cuando hay que elogiar a alguien 10 hace: así felicita al marido por la elección de Alon­so de Baeza como «para recibir y gastar el dinero que se hubiere» (XXI).

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62 ALFRF:DOALI'AR EZQUERRA

En el nomhramiento de otro oficio, ha habido un enfrentamiento entre la Reina y el Du­que de Nújcra que «se ha agraviado y agravia mucho, porque no he mandado admitir a Pe­dro DiÍvila a quien tiene dado su poder, diciendo que no se le guardan las preeminencias de su oficio» (XXI). La Reina, lejos de amedentrarse ha seguido adelante con la decisión de

nombrar a otro. En otro cnf¡"entamicnto entre Bcnavcnte y Astorga, tras oírles los ha manadaclo retirarse de

la Corte y ha esperado a oír la resolución del Consejo «han estado y están diferentes en votos» (XXI) por lo que ha trasladado al Presidente la responsahilidad de informar al rey de la cuestión.

Una preocupación que coincide entre cartas y cédulas es en el asunto de Inglaterra y los pareceres sobre Ortiz (XX!).

Sí al Rey le informa de que ha mandado prender a Pedro de Camiña, no aparece la cédu­la entre las que manejamos, acaso porque fuera competencia de otro organismo (XXI).

Constantemente se hace refrencia los distintos Consejos y sus memoriales para ratificar una afínnación.

Es curioso que lo que se escribe sobre Italia o Hungría nunca aparece mandado al emba­jador en Lisboa.

Colofán

De qué se preocupó, pues, su real persona, en aquel año: sin entrar en mayores deteni­mientos, puedo apuntar algunas conclusiones: el 22(}(; de fas cédulas son recolllel/daciones a otras personas para que alguien sea tenido en consideraci6n cuando solicita algo, son en mu­chos casos, especies de cartas credenciales, son apoyos personales de la Reina a personas determinadas: el pape! que se juega aquí es el de que el vasallo agradezca directa y perso­nalmente a la Reina su futuro.

El j 8% de las cédulas son para conceder mercedes a nobles, a instituciones eclesüísti­cas y a pecheros. Se trata de agradecimientos o pagos no asentados en los libros ordinarios por habérse!e hecho algún servicio a la Reina. También son ayudas para el casamiento de

hijas, otorgamiento de limosnas) etc. El 14% son carlas a parliclIlares, que son un saco sin fondo: En bastantes casos agrade­

ce () pide noticias sobre este o aquel asunto; da las gracias por comunicársele cosas de la sa­lud del César (23 cartas en un año, son dos cartas mensuales); hay pésames o hay interesantísrrias notas agradeciendo a personas, habitualmente nobles, el ofrecimiento de sus servicios: ¿un rey agradeciendo a un noble que tenga disposición a servirle?

A su vez, el J 1% son intercesiones de la Reina para alterar decisiones de justicia (52 cé­dulas intervinientes), en cuestiones de impuestos, en oficios o hábitos de 6rdenes ...

De este rápido esbozo concluiré citHndo ese 10% de cédu!os destinadas a nombramien­tos de fa Casa Real.

En conc1usiún, pues, de las 1.099 cédulas estudiadas, el 75% tienen como resultado que alguien, noble o pechero, esté reconocido y agradecido directamente a la Reina porque ella le ha hecho una merced () le ha favorecido de alguna manera. Verdaderamente en ese agra­decimiento no sería sólo personal, sino que afectaría al linaje. En definitiva, la estrategia de

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C/IRWS \1 Y FE!JPE ji: CAMBIO:) f)INÁSTICOS 63

la Reina, usando de su potestad de dar mercedes, fue usada para asentarse entre sus súbditos castellanos Y con ello, lograr subir un peldaño más en la consolidación de la aceptación de la dinastía extranjera. Por cierto, muchas de estas mercedes tienen C01110 beneficiarios a por­tugueses. En cualquier caso, no parece una pérdida de tiempo en términos políticos aguel año de la Gobernación de escasas miras, de horizontes apocados de Isabel como se ha pre­sentado. Pues bien: al contrario de todo, aquella Gobernación fue usada para robustecer las bases de Casti!1a, y lo logró plenamente. El virreinato funcionó; pero de escaso horizonte, nada: al contrario, todo tremendamente práctico. Luego, el hijo varón seguiría creciendo, poco después se reunirían el Emperador y la esposa y el proceso de aceptación ele lo extran­jero llegaría al éxtasis con la muerte de ella y su paso a la leyenda y casi a la beatificación con la conversión de BOIja y su plasmación en el teatro de Calelerón, en la absurda novela l'ornánlica () en la insuperable, por su capacidad de socializar, pintura romántica.

Por el contrario, la cOlTespondencia de este año mantenida COn Carlos V, que no tiene nada de familiar, es rica en matices políticos y no es nada infantil o escrita por una persona amedrentada. Al contrario, la reina sabe qué ocurre en Europa y llega a contradecir al mari­do si es necesario. A él, por otro lado, le mantiene bien informado de muchas cosas de Cas­tilla ... pero del uso de las cédulas ele la cámara, por ejemplo, no. En efecto, mientras que si cruzamos las informaciones hay una laguna sin cubrir entre lo que cuenta o lo que opina ante el rey y la proliferación de cédulas ele merced concedidas, igualmente, por más que se hable de las faltas ele dinero, se escapa mucho hacia la satisfacción ele voluntades portugue­sas y castellanas, que aunque en términos comparativos no fueran cantidades enormes, sí que es significativo que nunca comente al Rey si ha hecho talo cual señalamiento a favor de talo cual personaje o cortesano. Son cosas que a un Emperador acaso no tenía que comuni­car una Gobernadora.

La Reina de orígenes portugueses se había hecho con su espacio político soportando no pocos desplantes.